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Cómo presentar un buen trabajo académico

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Hacer un trabajo para clase puede ser un rollo total o una actividad apasionante. Todo depende de cómo lo
enfoquemos.

Con todo esto de la evaluación continua, el tema de hacer trabajos académicos ya no es solo para subir nota,
para presentar una tesis doctoral o para el trabajo de fin de grado; ahora los trabajos proliferan como el moho en
un yogur pasado y vamos a tener que aprender a dominarlos si queremos aprobar.
La importancia de la investigación
Si el tema lo elegimos nosotros, asegurémonos de que sea sobre algo que nos interese y no sobre lo más
fácil que encontremos en la Red. Si el profesor nos obliga a tratar un contenido muy específico que no nos
gusta, no hay que desesperar; seguramente podremos encontrar un enfoque mucho más entretenido. El
truco consiste en investigar y, gracias a San Google, podemos hacerlo cómodamente desde casa.

Quizá nos parezca que no hay nada nuevo que contar en un trabajo sobre la manida Transición española o
sobre las células epiteliales y su regeneración, pero si tratamos de buscar un poco más allá y lo enfocamos
desde un punto de vista diferente, enseguida encontraremos alguna cosa sobre la que nos apetezca
profundizar un poco más. Exponer un trabajo que nos resulta interesante, no solo es más llevadero para
nosotros, sino que cuando el profesor lo lea, verá que hay interés y esfuerzo por nuestra parte, lo que
valorará muy positivamente.

Contrastar
No nos cansamos de decir lo maravilloso que es tener acceso a Internet. Hace pocos años, para buscar
cualquier tipo de información la gente tenía que patear bibliotecas y hemerotecas, rebuscar entre tochos
infumables para hallar una breve cita del doctor Menganito o leer cada línea para encontrar la pequeña
parte que podían aprovechar. Ahora podemos hacer búsquedas por nombres, por frases y por palabras, con
lo cual, quedarse con el primer texto útil que encontremos y no buscar un poco más, debería ser pecado (o
suspenso). Toda la información que obtengamos de nuestras búsquedas debemos ampliarla y contrastarla
con otros escritos, opiniones, etc. No solo por si algo de lo que leemos resulta ser falso (que puede ser),
sino también porque aportar diferentes puntos de vista en nuestro trabajo lo enriquecerá y hará que esa
parte obligatoria de «bibliografía», a la que ya llegaremos, no quede prácticamente en blanco.
Organización de ideas
Un trabajo académico debe tener un orden impecable, esté como esté nuestro cuarto minutos antes de que
nuestro padre entre por la puerta y monte en cólera. El secreto para tener esa organización meticulosa,
consiste en hacernos preguntas: ¿qué hipótesis quiero defender?, ¿qué textos he encontrado que puedan
contradecir esa hipótesis?, ¿cuáles la apoyan? Y después de tener todo eso bien claro, ahora solo se trata de
escribir una historia que cuente cómo nuestra hipótesis protagonista nace, a quién se encuentra en el
camino, contra quién lucha (o quién la discute), y finalmente cómo, aplastando a sus enemigos o
congraciándose con ellos (dependiendo de lo peleona que sea nuestra hipótesis), triunfa al fin cuando
demuestra su verdad.

Otra forma de enfocarlo, es escoger un hipótesis ya formulada y discutirla hasta matarla. La estructura
sería básicamente igual salvo que ahora contamos la historia de un error y de cómo nuestra heroína, la
Nueva Hipótesis Mucho Mejor, va a dejar ese error al descubierto y a iluminar al mundo con la verdad. Así

de sencillo. 😉

La estructura
Todo buen trabajo académico que se precie debe seguir una simple estructura que también nos ayudará a
organizar nuestra historia y a que la presentación sea la adecuada.

 Portada
Una buena portada, además de la creatividad o gusto estético que queramos poner en ella, cosa que es
opcional pero que siempre hace destacar nuestro trabajo por encima de los otros 500 que le llegan al
profesor, debe incluir: el título, nuestro nombre, el profesor y asignatura para el que se ha hecho, la fecha
de presentación y la universidad o instituto al que asistimos.

Después dejaremos un par de folios en blanco antes de entrar en materia.

 Resumen
Como su propio nombre indica, debemos resumir en pocas palabras (unas 300) de lo que trata nuestro
trabajo. Qué tesis defenderemos, qué métodos hemos escogido para defenderla y a qué conclusiones hemos
llegado.

 Índice
Nos interesa que el profesor tenga acceso rápido a todas las secciones del texto, porque si esperamos que
se lo lea del tirón, es que no tenemos en cuenta los otros diez mil trabajos que abarrotan la mesa de su
despacho.

Hay que titular cada apartado de forma que quede claro de qué vamos a hablar en esta sección y numerar
las páginas. Si incluimos tablas o ilustraciones (lo que es muy recomendable para que la lectura sea más
amena) también debemos hacer referencia a ellas en el índice.

 Aclaraciones sobre símbolos y abreviaturas


Aunque nuestro profesor sepa de lo que estamos hablando, debemos incluir un listado sobre todo aquello
que un lector lego no entendería.

 Introducción
Tenemos que explicar el porqué de nuestro trabajo, qué queremos demostrar o contar, a qué áreas
involucra y un resumen de los documentos consultados.

 Cuerpo del trabajo


Aquí es cuando contamos todo lo que queremos contar: la teoría inicial o cómo nace, qué demuestra, quién
o de qué forma se discute y cómo finalmente se ratifica o se desmonta. Por supuesto todo dividido en
capítulos, numerados, organizados y bien titulados.

 Conclusión final
Esta es la parte en la que narramos el final de la historia. El desenlace de nuestro trabajo y el lugar en el
que damos respuesta a las incógnitas que motivaron la creación del texto. No nos olvidemos de que el final
es una de las partes que más se retienen en la memoria, así que debemos esforzarnos para que sea una
buena guinda que se quede en la ocupada mente de nuestro profesor, sobre todo cuando se disponga a
poner las notas.

 Anexos
Si necesitamos incluir glosarios, planos, fotos o algún otro material que no nos ha cabido en el cuerpo del
trabajo, este es el sitio.

 Bibliografía
Aquí es donde hablamos sobre los documentos, citas, páginas de Internet o entrevistas, que hemos
consultado durante nuestro trabajo. Y debemos organizarla alfabéticamente o cronológicamente respecto al
trabajo.

Cuidado con los plagios


La herramienta del corta y pega nos puede dar la falsa sensación de que somos libres de introducir en
nuestro texto los escritos de otros y que nadie tiene por qué enterarse. Pues bien, nada más lejos de la
realidad. El plagio está tan perseguido que ya hay programas informáticos a disposición de cualquiera
(profesores incluidos) que nos ayudan a encontrar en la Red textos que se aproximen a los nuestros por
coincidencias de palabras. El plagio se considera una falta grave en la universidad y está sancionada con
suspensos e incluso expulsiones, así que antes de lanzarnos como buitres al control-c, control-v, pensemos
lo que nos jugamos y optemos por citar y trasmitir con nuestras propias palabras aquello que queramos
decir. Los profesores se citan constantemente unos a otros, hagamos lo mismo. Atribuirse ideas que no son
nuestras es bastante sucio.

Redacción y corrección
Sobra decir que cometer errores ortográficos en un trabajo que vamos a pasar por un corrector (como el de
Word o similar), y que vamos a tener tiempo de revisar, es el error más estúpido que podríamos cometer;
una cosa tan simple desmerecería nuestro trabajo y daría al traste con el esfuerzo que hemos puesto durante
todo el proceso.

Esto hay que repetírselo como un mantra: debemos revisar las faltas de ortografía.

No todo el mundo escribe igual y desgraciadamente no todo el mundo escribe bien. Ojalá tuviéramos todos
la maña de Paul Auster, o la capacidad narrativa e imaginativa de García Márquez, pero como eso es
imposible, tampoco tenemos que desesperarnos. Seguramente nuestro profesor tampoco tenga un Nobel de
literatura. El truco es ser directos y asertivos: contar lo que queramos de forma simple, sin palabras
enrevesadas, sin demasiados adjetivos y sin tratar de aparentar que somos algo que no somos. Un texto no
gana nada porque lo llenemos de términos incomprensibles y retóricas cursis. Un texto debe decir lo que
quiere decir sin más, desnudo y sincero, porque en un trabajo académico es más importante lo que se dice
que cómo se dice; es más importante que se entienda a que se sienta, y es mucho más importante que sea
sencillo de leer y fluido a que terminemos emulando a Lovecraft simplemente para hablar sobre células
epiteliales. Así que quitémonos el miedo a no ser suficientemente cultos y escribamos el trabajo que al
profesor no le cueste leer, porque ese es nuestro mayor objetivo: que no se le haga pesado, que lo devore
rápidamente y que aprecie nuestro esfuerzo para que se refleje en la nota final.

Y si nos toca presentarlo en clase y nos vemos en la necesidad de tener que hablar en público, podemos
consultar aquí cómo hacerlo para no sufrir un ataque de pánico.

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