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Los osos polares corren el riesgo de morir de

inanición si el verano ártico se alarga


Los osos polares son animales del hielo marino, pero los veranos árticos,
cada vez más largos, les obligarán a pasar más tiempo en tierra firme,
donde es poco probable que puedan adaptarse a vivir durante largos períodos e
incluso correrán el riesgo de morir de inanición.

Nature Communications público un estudio el pasado martes, 13 de febrero,


estuvo enfocado en seguir a 20 osos polares, con collares con cámaras y GPS,
durante tres semanas en tierra, en la región occidental de la bahía de Hudson
(Canadá), donde el calentamiento del clima está afectando a los osos a un
ritmo más rápido que en otras regiones árticas.

Durante el periodo en tierra, cuando no hay hielo marino, las focas polares,
de las que consiguen la mayor parte de su energía, están fuera de su
alcance.

El estudio sugiere que “los osos no tienen estrategias de comportamiento y


energéticas que puedan utilizar para evitar la pérdida de peso durante el
verano en tierra, y esta será mayor cuando pasen períodos más largos en ella”,
dijo a EFE el autor principal de la investigación, Anthony Pagano del Centro
de Ciencias de Alaska del Instituto Geológico de Estados Unidos.
‘los osos no tienen estrategias de comportamiento y
energéticas que puedan utilizar para evitar la pérdida de peso
durante el verano en tierra’

• La alimentación en tierra no basta


Aunque estos animales “muestran una notable
plasticidad en su comportamiento, siguen
corriendo el riesgo de morir“ y de hambre, debido
a la disminución prevista del hielo marino ártico,
pues la investigación sugiere que el alimento que
consiguen en tierra no les da la energía suficiente
para resistir más tiempo antes de llegar a un
estado de inanición, destacó.

Investigaciones previas demostraron que el


periodo sin hielo en el oeste de la bahía de
Hudson aumentó en tres semanas entre 1979 y 2015. Los osos -comentó
Pagano- están ahora en tierra una media de 130 días frente a los 100 o 110 de
antes.
En función de los distintos escenarios de emisiones de gases de efecto
invernadero “es probable” que la permanencia fuera de mar aumente entre
cinco y diez días por década.

Como los osos polares se ven obligados a pisar tierra antes, se reduce el
periodo en el que normalmente adquieren la mayor parte de la energía
que necesitan para sobrevivir y la expectativa es que probablemente se vea
"aumentos en la inanición, en particular entre los adolescentes y las hembras
con cachorros".

Los investigadores pesaron a los osos antes y después del periodo de


observación, durante tres semanas entre agosto y septiembre, además de
medir su gasto energético.

Desde tumbarse a salir a nadar

Los animales mostraron diversas estrategias para mantener las reservas de


energía, que fueron independientes de la edad, el sexo, la etapa reproductiva
(se incluyeron hembras embarazadas) o los niveles iniciales de grasa.
A pesar de los diversos comportamientos, 19 de los 20 animales perdieron
“cantidades similares de masa corporal”, una media de un kilogramo al día.
Muchos machos adultos simplemente se tumbaron para conservar
energía, quemando calorías a un ritmo similar al de la hibernación, pero
el 70 % se mantuvo activo buscando alimentos terrestres, como bayas, hierbas
y cadáveres de aves y caribúes.
Algunas hembras adultas dedicaron hasta el 40 % del tiempo a buscar comida
y aunque los alimentos les dieron algún beneficio energético, tuvieron que
gastar más energía para acceder a ellos.

Tres nadaron largas distancias, hasta 175 kilómetros en aguas abiertas, donde
dos encontraron cadáveres de mamíferos marinos de los que no pudieron
alimentarse mientras nadaban ni llevarlos a tierra.
No son osos pardos
Pagano indicó que es difícil establecer en cuánto tiempo podrían morir de
hambre, pues depende del tamaño y la condición corporal, aunque estudios
anteriores han estimado que los machos adultos “morirían de inanición si el
ayuno estival aumentara a 180 días”.

Y es que los osos polares son “muy, muy diferentes de los pardos”, señaló
en un comunicado otro de los autores, Charles Robbins de la Universidad
Estatal de Washington. Pueden alcanzar los tres metros y superar los 1.500
kilos de peso, frente a los dos metros y 800 kilos de sus parientes terrestres.

Para mantener esa gran masa, los osos polares, que “no son osos pardos con
abrigo blanco” -agregó Robbins-, dependen de la grasa rica en energía de las
focas, que cazan mejor en el hielo.
Desafíos de Colombia para el 2024: proteger a los
defensores ambientales, reforestar y tomar el control de
los territorios
Controlar las zonas donde imperan los grupos armados ilegales será
uno de los desafíos de Colombia para este 2024. Se trata de una medida
indispensable para garantizar la protección de los defensores ambientales,
así como para combatir las economías criminales, como los cultivos de uso
ilícito y la minería ilegal, que tienen acorralados a pueblos indígenas y a los
mismos Parques Nacionales Naturales.

El 2024 será un año que muestre si la reducción de la deforestación logra


consolidarse como una tendencia producto de acciones gubernamentales y
no como resultado de las órdenes de los grupos al margen de la ley en
territorios como la Amazonía.

El país arranca el año con un sector ambiental que es el eje central de las
políticas de Gobierno: una asignación presupuestal nunca antes vista y un
Plan Nacional de Desarrollo que pretende ordenar el territorio alrededor
del agua. Será el momento de avanzar, dicen los expertos, en una
articulación y ejecución de las acciones.

Draga en el río Purité entre Brasil y Colombia, al


límite del Parque Nacional Amacayacu. Foto:
Alianza Regional Amazónica para la Reducción de
los Impactos de la Minería de Oro.

Lograr que todos los sectores


marchen en la misma dirección será
también fundamental para lo que se
viene y más ahora que el presidente
Gustavo Petro anunció —en el marco de la 28ª Conferencia de las Partes
(COP28) de la Convención de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático,
que tuvo lugar el pasado diciembre en Dubái— que Colombia dejó de
firmar contratos de exploración de carbón, petróleo y gas, y que la apuesta
de la transición energética será por minerales como el cobre. Esto pone
sobre la mesa la importancia de conseguir un Acuerdo Nacional Ambiental
y realizar una zonificación productiva que especifique, entre otros, las
zonas habilitadas y las que no se pueden intervenir porque se
traslapan con áreas de reserva y territorios indígenas.

Este año también será clave para valorar la eficacia del plan del Gobierno
colombiano en el control de la propagación de los hipopótamos en el país,
una especie exótica e invasora que pone en riesgo varios de los
ecosistemas y especies nativas.

Estos son algunos de los desafíos ambientales que enfrentará Colombia en


este 2024, de acuerdo con expertos e integrantes de organizaciones no
gubernamentales entrevistados por Mongabay Latam.

1. Proteger a los defensores ambientales

Evitar que Colombia continúe como una de las naciones más peligrosas
para las personas defensoras de ambiente y territorio es, quizá, el principal
desafío. El país necesita cambiar las cifras registradas en 2022 —cuando
fueron asesinadas 60 personas que ejercen esta labor—, o las del 2023, año
en el que atentaron al menos contra 181 líderes sociales y defensores de
derechos humanos, según la Defensoría del Pueblo, o contra 188, de
acuerdo con el Instituto de Estudios para el Desarrollo y la Paz (Indepaz).

Murales en el colegio internado Yachaikuryo,


resguardo Yurayaco, San José del Fragua,
Caquetá. Foto: Sergio Alejandro Melgarejo

Andrés Macías, docente e


investigador de la Universidad
Externado y doctor en estudios de
paz y conflicto, explica que esta
situación no es nueva y existía desde
antes del Acuerdo de Paz con las
Fuerza Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). “Llegó un Gobierno
de izquierda que, cuando era oposición, siempre decía que el Gobierno no
hacía nada y ahora se ha dado cuenta que no es tan fácil. No logra
disminuir la violencia como se esperaba porque es un tema muy complejo.
Es el principal desafío, que está atado a la presencia de grupos y a
economías ilegales”.
Pilar Castillo, directora ejecutiva de la Asociación Minga, que hace parte del
programa Somos Defensores, realiza un llamado para que, en los más de
dos años que restan del mandato de Gustavo Petro, se articulen las
políticas de defensa, de garantías, de desmantelamiento de grupos
paramilitares y de paz total.

“Se necesita articulación para generar un escenario óptimo de protección.


No podemos tener a cada una por su lado. (…) El hecho de que los
liderazgos ya no sean estigmatizados creo que es algo que hay que
reconocerle al gobierno, pero lo importante ahora es pasar a materializar”.

Castillo insiste en la necesidad de avanzar en la construcción de la política


pública de defensa de derechos humanos. También, recalca, se requiere un
enfoque de protección preventiva y diferencial. “Se ha hablado de
reestructurar la UNP [Unidad Nacional de Protección], que lidera todo el
andamiaje de protección para los defensores. Las medidas diseñadas no
son las más idóneas. No es lo mismo proteger a un defensor que trabaja en
Bogotá que a uno indígena o un campesino”, dice. Además, espera que este
año se instale, por fin, la Mesa Nacional de Garantías.

Las guardias indígenas enfrentan la ilegalidad


armados con bastones de mando, en gran parte de
los resguardos amazónicos. Foto: Sergio Alejandro
Melgarejo.

2. Frenar la deforestación y reforestar

Tomar el control de los territorios y


que, a la vez, se consolide la desaceleración de la pérdida de bosque son
dos de los desafíos que tendrá el país. En este 2024 se sabrá si la cifra de
deforestación del 2022, que fue la más baja en nueve años —123 517
hectáreas, según el Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios
Ambientales (Ideam)—, se mantendrá como una tendencia o si fue solo el
resultado del fenómeno de La Niña o de las órdenes de los grupos armados
ilegales.

Rodrigo Botero, director de la Fundación para la Conservación y el


Desarrollo Sostenible (FCDS), explica que en esas cifras influyeron las
órdenes de no deforestar dadas por el Estado Mayor Central (EMC), el
grupo disidente liderado por alias Iván Mordisco y compuesto por
excombatientes de las FARC, que tiene un control territorial en varias zonas
del suroriente, el norte y el occidente del país y se encuentra en diálogos de
paz con el Gobierno. “Con unos costos sociales y en términos de
democracia y gobernanza muy altos, porque además de hacerlo a través de
amenaza y de coacción armada —explica Botero—, también ha sido con
desplazamiento y coerción sobre las instituciones públicas que tendrían
que estar trabajando en estos procesos”.

Los mismos funcionarios de Parques Nacionales Naturales no pueden


ejercer autoridad. Carlos Castaño, exdirector de esta institución, calcula
que al menos 10 áreas protegidas se encuentran bajo este “régimen de
exclusión por instrucciones de la delincuencia armada de este país”. La
gobernabilidad es necesaria, considera, para atajar realmente la
deforestación y evitar el avance de la frontera agropecuaria. Sumado a que
será indispensable para proteger a los pueblos indígenas de la Amazonía,
que —en el caso de 218 resguardos indígenas— perdieron más 19 181
hectáreas de bosque en el 2022, de acuerdo con datos obtenidos a través
de análisis satelital de la plataforma Global Forest Watch.

“Lo más preocupante es el cambio progresivo en las condiciones y en el


régimen ecológico del territorio. (…) La macrocuenca ha tenido unas
modificaciones tan sustantivas que realmente está rebasando nuestra
capacidad”, dice Castaño. El gobierno es consciente y, por eso, ha planteado
una ambiciosa meta: restaurar 753 000 hectáreas al 2026.

La tala indiscriminada menoscaba el bosque


en el resguardo Villa Catalina de Puerto
Rosario, en Putumayo, Colombia. Foto:
Natalia Pedraza.

El trabajo de las comunidades y de


las organizaciones de la sociedad
civil será indispensable,
especialmente en este 2024 que se
dobló el dinero de las regalías —
serán 2,13 billones de pesos (casi
USD 600 millones)—, para financiar proyectos de conservación de áreas
ambientales estratégicas y en la lucha contra la pérdida de bosque.
El desafío de la restauración es enorme. Manuel Rodríguez, exministro de
Ambiente, considera que la meta de reforestar las 753 000 hectáreas es
muy alta y la estrategia no es clara. “El gobierno básicamente ha
renunciado a la utilización de la fuerza contra los grupos ilegales y me
parece muy poco probable que así se pueda bajar la deforestación”,
manifiesta.

3. Combatir las economías criminales

Colombia, hasta el 2022, tenía 230 000 hectáreas sembradas con coca. En
su informe más reciente, la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga
y el Delito (Unodc) señaló un incremento nacional del 13 %. Este aumento
se reflejó de manera más marcada en áreas específicas: un 21,5 % en los
Parques Nacionales Naturales y un 18 % en los resguardos indígenas.
“¿Cuánto ha significado esto en deforestación? Tampoco lo sabemos”,
afirma Rodríguez.

Si bien estas cifras no necesariamente reflejan lo que ocurre actualmente y


aún no se conocen las del 2023, esto plantea otro desafío: enfrentar las
economías ilegales que financian a los grupos al margen de la ley. El
problema es que los ceses al fuego bilaterales, explica el investigador
Andrés Macías, tienen maniatada a la Fuerza Pública y actuar implica
adelantar acciones ofensivas, lo que llevaría a una violación de la medida.

“Los grupos saben sacar provecho de eso y logran instrumentalizar a la


comunidad, que termina rechazando a la Fuerza Pública, ya sea porque los
obligan o en algunos casos por la misma mala imagen que tienen (…) Y la
Fuerza Pública, por respetar derechos humanos y evitar confrontaciones
con la población, termina saliendo. Todo esto afecta el contexto de
seguridad del país y es bastante negativo”, puntualiza.

El grupo armado ilegal Comandos de la


Frontera apareció en el recorrido de los
reporteros de La Silla Vacía y Mongabay Latam
que visitaron la zona del Parque La Paya en
2023, en Colombia. Crédito: Santiago
Rodríguez
Pero no solo son los cultivos. Una investigación de Mongabay Latam reveló
que, al menos, 10 resguardos indígenas amazónicos son afectados
actualmente por la contaminación de la minería ilegal de oro. El mercurio
es también una amenaza para la biodiversidad y la salud de las poblaciones
en varias partes del país.

Rodrigo Botero, de la FCDS, brinda otro ejemplo: la contaminación por


mercurio en la región del sur de Bolívar y el nordeste antioqueño, que
tienen unos niveles tan “impactantes” de contaminación, que ya empiezan a
verse repercusiones de salud pública.

4. Urge un consenso y una planificación del territorio

El Acuerdo Nacional Ambiental, según Botero, debe ser la gran prioridad


para este 2024, especialmente ahora que los temas ambientales se han
puesto como eje de las conversaciones de paz. “Es el momento de poner
sobre la mesa que esos actores [armados ilegales] hacen parte de lo que
necesitamos”, dice.

Petro manifestó su interés en lograr un Acuerdo Nacional de justicia social y


ambiental, ligado a la Paz Total, que permita una “sociedad más igualitaria”.
El gran reto es que deben estar todos. “Todos son todos”, recalca Botero:
el sector privado, las industrias extractivas, el sector agropecuario, el
movimiento popular, los pueblos indígenas, la población afrodescendiente,
ambientalistas, organizaciones de la sociedad civil, planeación nacional,
cooperación internacional, el Congreso, entre otros.

Una chiva, colorido bus tradicional de las zonas rurales


de Colombia, sigue la ruta entre Yurayaco y el río
Caquetá por el camino de tierra sobre el que se
construirá la Carretera Marginal de la Selva. Foto:
Sergio Alejandro Melgarejo

Lograr un acuerdo requiere, además,


trabajar en una zonificación productiva del
territorio, más ahora que el Plan Nacional
de Desarrollo, llamado “Colombia, potencia mundial de la vida”, propuso un
ordenamiento alrededor del agua. “Tenemos crisis en el uso del suelo por
esa falta de zonificación consensuada nacional. Tenemos un proceso de
calentamiento global y eventos cada vez más
extremos. Y tenemos una conflictividad social
y socio ambiental cada vez más fuerte. Si
sumas los tres elementos da como resultado
la inviabilidad de los territorios y los
ecosistemas hacia el futuro, es decir, un
punto de no retorno”, argumenta Botero. Explica que una zonificación
permitiría tener una trazabilidad, pues actualmente las personas no saben
si la carne que se comen en un restaurante salió, por ejemplo, de un
parque nacional de la Amazonía que fue deforestado por actores ilegales.

El país, para Botero, debe moverse en esa dirección. Aunque no será tan
fácil, cree que hay una “pequeña luz de esperanza” ahora que la mayoría de
los países están empezando a exigir trazabilidad y certificación de origen.
“Hacia allá va el mundo y empieza a cambiar los hábitos de las grandes
empresas. (…) Acá en Colombia se tendrá que empezar a trabajar en
estrategias para que la población sea más selectiva en qué compra y
cómo”.

5. La apuesta por la transición energética

Durante la COP28 en Dubái, el presidente Gustavo Petro presentó un


portafolio de inversiones por 34 000 millones de dólares para la transición
energética y anunció que no se firmarán más contratos de exploración de
petróleo, gas y carbón, pero se respetarán los que están vigentes.

El objetivo ahora es descarbonizar la economía. Petro ha propuesto una


exploración y explotación de 12 minerales, como el cobre, el litio, el coltán,
el cobalto y otros para producir energía limpia. “En la medida que baja la
demanda del carbón y del petróleo, la otra economía minera crece y sus
precios van a aumentar. (…) Hacer una turbina de viento, de esas inmensas
(para energía eólica), y hacer los paneles solares (para energía solar) implica
el uso de unos minerales”, explicó.

El río Putumayo visto desde el aire, frente a la comunidad Nativa Bobona, en Colombia. Foto: Diego
Pérez / SPDA

¿Cómo se hará? Este constituirá otro de los desafíos y está relacionado con
la misma zonificación del territorio. Es crucial que esta zonificación
especifique las áreas habilitadas para la
minería y aquellas que están prohibidas,
con el objetivo de prevenir impactos
negativos en las comunidades y en el
medio ambiente.

A José Luis López López, magister en


ordenamiento urbano regional e
investigador del Observatorio de Conflictos Ambientales (OCA) de la
Universidad Nacional (UNAL), le preocupa que la transición energética esté
por encima de los ecosistemas estratégicos. Lo dice porque, asegura, hay
títulos para minería de cobre en Putumayo que se traslapan con áreas de
reserva y territorios étnicos.

“Básicamente son la punta del iceberg de las más de 30 solicitudes que


hay para esta zona del piedemonte amazónico. (…) Mi mayor
preocupación es la posible explotación de minerales a gran escala en el
macizo colombiano y las cuencas altas que abastecen al río Amazonas, una
de ellas es la cuenca alta del río Mocoa, vertiente del río Caquetá”, expone.

López fue secretario de planeación de Mocoa, la capital de ese


departamento, y asegura que el 80 % del territorio se encuentra en zona de
riesgo alto o medio por amenazas naturales, como movimientos en masa,
avenidas torrenciales o inundaciones. “El peligro puede ser exacerbado por
los procesos de exploración y explotación de cobre. Uno de los títulos
precisamente, de los cuatro vigentes, se encuentra sobre el punto más
grande de remoción en masa que aportó al evento de 2017”, dice,
refiriéndose a la avalancha que cobró la vida de más de 300 personas en
ese municipio.

“¿Vamos a decir que no a cualquier tipo de minería?”, se pregunta por su


parte Rodrigo Botero. Considera que, por eso mismo, es importante la
zonificación productiva. “Yo pienso que el tema de los minerales de
transición es importante para el país, pero que ojalá fuera para producir
cosas aquí, no solo para que los países desarrollados nos devuelvan las
aspas de los molinos a un precio quintuplicado”.

Reserva Forestal Protectora de la Cuenca Alta del Río Mocoa, en Colombia. Foto: María Fernanda
Lizcano.
6. El control de una especie invasora

En 2024 el Gobierno tiene como tarea continuar el plan que arrancó a fines
de 2023: el control de los aproximadamente 169 hipopótamos que hay
en el país, una especie exótica e invasora que está en el río Magdalena y
que tiene en riesgo a los ecosistemas y a la biodiversidad del territorio,
pues afecta el hábitat de especies como el manatí, la nutria y el chigüiro.

Por tal razón, el Gobierno comenzó la implementación del Plan de Control y


Manejo de hipopótamos, que incluye —según explicó la ministra Susana
Muhamad— 40 esterilizaciones por año; el traslado de hasta 85 ejemplares
a países como India (60), México (10) y Filipinas (15), y la eutanasia.

“Tenemos que atender esta problemática por todos los frentes posibles.
Frenar la capacidad reproductiva y abordar el hecho de que se están
esparciendo por todos lados. Y hay que continuar con otras acciones para
lograr que la población se reduzca, eso se logra con la traslocación o la
eutanasia”, explica David Echeverri López, coordinador del Grupo Bosques
y Biodiversidad de la Corporación Autónoma Regional de las Cuencas de los
Ríos Negro y Nare (Cornare).

Hasta el momento se han realizado cuatro esterilizaciones —que se


hicieron finalizando el año pasado— y la idea es continuarlas en este 2024.
No es una tarea fácil. Son animales que están libres, se mueven
continuamente y tienen además un comportamiento impredecible, lo que
hace que los profesionales tengan semanas donde el protocolo de captura
no funciona.

Cuatro hipópotamos andan libres en un humedal.


Foto: Diana María Pachón.

El coordinador de Cornare cree que será


esencial hacer una estrategia de
intervención social con las comunidades
que están en el área de influencia de
estos animales. Necesitan generar un sentido de apropiación y que las
personas entiendan las afectaciones que pueden generar las especies
invasoras, como el desplazamiento de fauna silvestre que ocupa el mismo
nicho que los hipopótamos y que no tiene capacidad de competencia,
como el manatí —que está En Peligro de extinción—. Esto sumado a que
los hipopótamos, explica Echeverri, son animales bioingenieros que van
modificando los ecosistemas.

Aunque el plan está listo, lo difícil será movilizar los hipopótamos a otros
zoológicos fuera de Colombia, que cuenten con las garantías de
habitabilidad, seguridad, manejo y bienestar. “Hemos tratado de abordarlo,
pero es frustrante porque depende de otras entidades. Es un tema
complejo con todas las entidades que toca poner en fila y trabajar en
función de los permisos”, puntualiza Echeverri.

7. Articular las políticas y ponerlas en marcha

Este año el sector ambiental arranca con un presupuesto asignado que no


se había visto antes: 2,03 billones de pesos (USD 500 millones). Sin contar
que, además, el Fondo para la Vida y la Biodiversidad, un instrumento
financiero y autónomo creado para potenciar la gestión, la resiliencia
climática y la protección de la biodiversidad, recibirá recursos también de
otras fuentes, como el 80 % del recaudo del impuesto del carbono. Esto
sumado a que se doblaron los recursos del sistema de regalías para
financiar iniciativas de conservación.

Si bien está el dinero y las políticas de Gobierno, es hora de ejecutar.


Margarita Flórez, directora de la Asociación Ambiente y Sociedad (AAS),
considera que se necesitará garantizar un acompañamiento efectivo que
verifique el uso adecuado de los recursos.

Comunidad de Caranacoa, en Guainía, Colombia.


Foto: Yulieth Mora Garzón / Instituto SINCHI

Las Corporaciones Autónomas —las


autoridades a nivel regional— jugarán
un papel importante, el problema es
que, para Flórez, no tienen un liderazgo.
“Se enuncia como algo que se reformará,
pero debería ser rápido, porque dos años no es mucho tiempo”, dice,
refiriéndose a lo queda del Gobierno del presidente Petro. En esto coincide
Botero, quien cree que es momento de una reforma y de que el país
contemple tener una institucionalidad que se ocupe de las prioridades
nacionales y que pueda penetrar las fuerzas regionales que, para él,
muchas veces impiden que se haga una gestión ambiental apropiada.

“Yo ahora veo una descentralización que en vez de ayudar, proveer


capacidades y generar mayor eficiencia, ha generado una dispersión de
iniciativas, de contradicción en muchos casos con la política nacional y que
ha permitido el fortalecimiento de caudillos regionales que utilizan las
corporaciones para propósitos puramente clientelistas y electorales”, crítica
Botero, quien considera que adicionalmente hay muchas asimetrías entre
corporaciones por el acceso a los recursos: “las más débiles son las que
tienen las áreas más sensibles ambientalmente en el país”.

La reestructuración, si se hace, no será cosa sencilla. El exministro


Rodríguez cuenta que han sido 24 intentos de reforma y las corporaciones
siempre han ganado en el Congreso de la República. Cree que esto solo
puede ocurrir si se hace en concertación. “Ignorarlas solo llevará al mismo
escenario”, concluye.

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