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ESCÁNDALOS

JoAnn Ross
Uno

Su hermano estaba muerto. La idea golpeó a Bram Fortune con la misma


fuerza que el brillante sol californiano que se filtraba por los ventanales de
la cabaña. Unos segundos más tarde, su dolor de cabeza le recordó la
noche anterior.

Se frotó los ojos contra la desagradable luz matinal y se estiró para


alcanzar el vaso de whisky medio lleno que había en la mesita. Se apoyó
en un codo y vació el líquido de doce años en largos tragos sedientos.

Sentía la boca como si una criatura del Lago Negro hubiera pasado .la
noche en ella. Dios, pensó Bram sombrío, el día que le esperaba ya iba a
ser bastante duro sin tener que tener una resaca infernal.

Se recordó a sí mismo que nunca había sido conocido por su control, vació
dos dedos más de whisky en el vaso y, después de pensado, añadió otro y
se agachó por el paquete de cigarril os que se le había caído la noche
anterior.

Encontró un cigarrillo suelto y lo encendió con el encendedor de oro de


veinticuatro quilates que le había regalado Eden Vail en Navidad.

Cuando aspiró el humo, Bram pensó que una de las cosas que más le
gustaba de la voluptuosa actriz rubia, aparte de lo evidente, era que era una
de las pocas mujeres de Hollywood que no se quejaba de los hábitos
nocivos para la salud.

En las seis semanas que llevaban acostándose juntos, nunca, ni una sola
vez, le había sugerido que cambiara su preciado whisky por agua natural. y
nunca le había dado una charla acerca del humo. Por eso sólo ya merecía
la pena mantenerla a su lado.

Sonó el teléfono y reverberó en su cabeza como una alarma de incendios.


Bram descolgó al instante, -¿Sí?
-¿Bram?

Como si hubiera conjurado sus pensamientos, la melodiosa voz de Eden


sonó a través del cable-. Soy yo. Pensé que te gustaría que te despertara.

Ella lo conocía demasiado bien. Bram dio la vuelta a su Rolex que estaba
posado al lado del vaso.

-Ha sido muy amable por tu parte, pero llevo varias horas levantado Bram
apenas podía resistir las ganas de toser.

-¡Oh! -ella sonó contrariada. Bram casi podía ver el pucherito que habría
hecho con aquel os labios rojos y jugosos-. Pensé que te habrías agarrado
alguna.

-¿Quién, yo? Si él hubiera estado dirigiendo aquella parte de la escena,


habría anotado al margen inocencia fingida.

-Bueno, has pasado cinco días horribles, corazón. No me sorprendería que


te emborracharas un poquito. Yo sé que si tuviera que enterrar hoy a mi
hermano menor,..

-Gracias por tu preocupación -interrumpió él. La idea de la muerte de


Ryan ya era demasiado dura de aceptar, pero pensar en enterrarle en un
suelo casi helado Pero estoy bien, de verdad.

_-Todavía me gustaría que me dejaras aparecer por ahí.

Cuando había surgido la noticia de que uno de los guionistas más famosos
de Hollywood había estado a punto de matarse con su hermano mientras
esquiaban en la Sierra de California, la tragedia de los Fortune se había
transformado en un circo. Y Bram creía que si aparecía en escena Eden, la
locura sería mayor.

-No es que no me gustara tenerte conmigo mintió mientras bajaba la voz


con tono seductor-, pero mi familia no está acostumbrada a los focos,
nena. Estoy intentando darle a esto la menor publicidad posible,
-Te entiendo -Bram escuchó un suspiro. Le vino a la mente la imagen de
aquellos pechos de silicona que habían aparecido en la: portada del
Playboy el mes anterior-. Pero desearía poder hacer algo para que te
sintieras mejor.

El tono de su voz estaba cargado de pecado y sensualidad. Normalmente,


sólo escucharla conseguía excitarle, pero ese día, Bram sintió alivio de
ahorrarse aquella sensación,

-Mantén la promesa -dijo-. Estaré en casa dentro de un par de días.

-Te estaré esperando -prometió ella. Entonces, cuando él creyó que iba a
colgar, ella recordó algo-. ¡Ah, por cierto! Casi se me olvidaba. Llamó
Sydney esta mañana.

Sydney Kohn, el presidente de los Estudios Eclipse. A pesar de su tristeza,


Bram no pudo evitar esbozar una leve sonrisa al comprender la razón de la
llamada de Eden.

-¿Ah , sí? ¿Y qué quería ese vampiro?

-De verdad, Bram, no deberías llamarle eso. La verdad es que Sydney está
bastante preocupado por ti.

-Lo único que le preocupa a ese hombre es su precioso y maldito trasero --


dijo Bram con brusquedad. Cuando quería podía ser encantador, pero
cuando no, sabía ponerse ácido. O incluso más peligroso, tan frío y
traicionero como el hielo.

Desde que el estudio había sido vendido a una multinacional japonesa, los
recortes de presupuesto habían sido peores que nunca. Más de una vez,
Bram se había encontrado deseando que las películas siguieran haciéndose
como en los viejos tiempos, cuando la gente que hacía cine lo amaba de
verdad y único que quería era contar una buena historia.

-Déjame adivinar. Sydney quería saber si la muerte de mi hermano iba a


retrasar la producción de Su leve pausa le indicó que había acertado.
-Bueno, sacó el tema -admitió ella con desgana-, pero sólo de pasada.

Era una mentirosa. Pero una mentirosa adorable. Y bajo sus miradas
cándidas, se escondía una ambición irrefrenable. Esa era otra de las Cosas
que a Bram le gustaba de Eden. Cuando llegaba la hora de trabajar, ella se
entregaba tan a fondo como él. y era igual de despiadada.

-Apuesto a que sí. Bram aplastó el cigarrillo en el cenicero del suelo.

-Bueno, me explicó un montón de locuras acerca de Eclipse que están


pasando ahora mismo. Parece que todo el cuadro de consejeros de
Muishito se le echó encima ayer. Esperaban que ya tuviera fijadas las citas
con las estrellas de cine.

-A mí me parece razonable. Bram pensaba que ya sabía cuál sería una de


aquellas citas.

-y ese grupo de religiosos ha estado amenazando a la cadena con boicoteo


para los promotores si televisan la película Escándalos.

El juramento de Bram fue desagradable. Todos aquellos locos parecían


haber salido de la nada en cuanto se anunció que él había aceptado escribir
y dirigir la miniserie en un proyecto conjunto entre Eclipse y la cadena de
televisión.

-¿Y te ha contado Sydney qué piensa la cadena de los del boicoteo?

-Ahora mismo, se mantienen firmes en emitir Escándalos a principios del


otoño.

Bram se preguntó cuánto duraría aquella decisión. Los inversores del cine
podían ser una panda de histéricos, pero los ejecutivos de televisión que él
había conocido se llevaban la palma.

-Que es por lo que Sydney está preocupado por nuevos retrasos -añadió
Eden.

-Dile a Sydney que ni la nieve ni la lluvia ni los truenos, ni la muerte de un


ser querido, evitará que Bram Fortune cumpla con su contrato. A tiempo y
sin salirse del presupuesto. Se hizo un largo silencio al otro lado del hilo.

-No tienes por qué usar ese tono sarcástico conmigo, Bram -él se imaginó
las lágrimas asomando en aquellos redondos ojos azules de bebé.

De todas las actrices que había conocido, ninguna era más capaz de llorar
a la mínima indicación, que Eden-.

Ya sabes que lo único que me preocupa eres tú.

-Ya lo sé, corazón.

Incluso mientras estaba diciendo aquel as palabras, Bram se preguntaba


cuánto tiempo habría durado a su lado si él fuera un hombre corriente. Un
fontanero quizá. O un doctor, como su padre y su hermano. Ryan.

La horrible visión de su hermano pequeño, barrido por un alud de nieve, le


estalló en la cabeza.

Bram se metió los dedos entre el pelo oscuro, pensó en tomarse otro trago
y decidió que sería mejor esperar.

Su madre ya lo había pasado muy mal y si su hijo superviviente aparecía


borracho en el entierro de su hermano menor, le daría el día.

-Mira, nena. Odio tener que cortar esto, pero tengo que arreglarme para la
iglesia.

-De acuerdo --ella parecía tan ansiosa como él por terminar aquel a
conversación poco satisfactoria-. Te veré pronto.

-Dentro de dos días.

-Te estaré esperando -otra pequeña pausa-.

¿Ah, quieres que vaya a buscarte al aeropuerto? Le prometí a Sydney que


almorzaría con Tatsuo Matsu moto,
pero...

-No te preocupes.

No quería interferir en los avances de la carrera de Eden. Le sorprendió


vagamente descubrir que no sentía ni un asomo de celos.

-Yo tengo que correr al estudio y calmar a Sydney, de todas formas. y no


era que le apeteciera, pero si el pequeño esfuerzo de ponerse un traje de
Ginza le servía para que no le cambiaran por un director barato, aquel o
sería exactamente lo que haría.

-Cogeré un taxi desde el aeropuerto.

-¿Estás seguro?

-Por completo -forzó una sonrisa que estaba muy lejos de sentir-. Te
quiero, nena.

-Yo también te quiero, Bram. Ella estaba haciendo sonidos de besos con
aquellos labios tan ridículamente sensuales cuando la colgó.

Bram se apoyó contra el respaldo del sofá, cerró los ojos y vio el parka de
color escarlata de Ryan desaparecer entre la nieve.

Le atravesó una punzada de dolor que le desgarró el corazón, le retorció


las entrañas y le hizo palpitar la cabeza. Luchando contra la urgencia de
tomar otro trago, se puso en pie.

Hizo una mueca de desagrado ante el olor de sudor, licor y cigarrillos que
emanaba de su piel. Mientras caminaba de forma torpe hacia el baño en
busca de la bien merecida ducha, sintió una oleada de culpabilidad.

Dos millas más lejos, en el pintoresco pueblo de madera de Tahoe,


California, localizado en la parte noroeste del lago alpino más conocido de
América, Dani Cantrell estaba sentada en el alféizar de la ventana
contemplando cómo caía la nieve.
Al otro extremo de la habitación, el vestido de novia, de confección
moderna de encaje de marfil salpicado de perlas, colgaba de la puerta del
armario. Un vestido sobrio de lana negra descansaba al borde de la cama.

Apoyó la frente contra el cristal frío y cerró los ojos, pero no pudo olvidar
las escenas desgarradoras que llevaban varios días asaltándole la mente.

Ryan Fortune y ella habían sido amigos de toda la vida. La madre de Dani,
que se había divorciado de su marido escultor antes del nacimiento de ella,
había sido el ama de llaves de los Fortune desde entonces. Así que Dani y
Ryan habían crecido bajo el mismo techo, así como le hermano de Ryan,
Bramwell. Pero como Bram era seis años mayor, siempre había tenido su
propia vida y hecho sus propios amigos.

Lo que a Dani le había venido muy bien. Adoraba haber tenido a Ryan
todo para ella. Y para ser sincera, nunca le había importado mucho Bram.
Era demasiado orgul oso, irrespetuoso y rudo.

Bram Fortune era, pensaba Dani ahora, la cara opuesta de la moneda de su


adorable y sensible hermano. y también había sido, tenía que admitirlo, un
reto demasiado grande. Desde la primera vez en que había agitado sus
pestañas de ébano en la cuna, Dani había comprendido su habilidad para
seducir. Sólo Bram se había mostrado impertérrito ante sus encantos
femeninos.

Cuando eran niños, Ryan y ella chapoteaban juntos en la bañera. Cuando


tenían cuatro, compartían unos polluelos en una jaula y poco después de
cumplir los seis, los dos habían ido de la mano por primera vez al primer
curso de la señora Howard.

Habían recorrido los bosques como salvajes, cogiendo moras y comiendo


más de las que llevaban a casa. En ocasiones, aquello les había producido
diarreas que la madre de ella, Maureen Cantrell, les curaba con té de
menta.

Los dos mejores amigos no podían ser más diferentes; ella, de espíritu más
aventurero, siempre animaba a Ryan a que desplegara sus alas mientras
que él, con diferentes grados de éxito, intentaba que Dani mantuviera los
pies en la tierra.

Ryan pasaba los sábados jugando con su mini laboratorio de química. Y


Dani, convencida de que el asunto de volar era más un caso de la mente
sobre la materia, se pasaba mucho tiempo saltando por el tejado. Una y
otra vez. El hecho de que no se convirtiera en un ser alado no la
desanimaba. Estaba claro que su fe era lo suficientemente fuerte y lo
conseguiría, le explicaba al escéptico Ryan.

Una tarde de agosto muy pacífica, cuando ya tenían once años, ella se dio
cuenta de que había pasado ya una semana sin tener ninguna aventura. Era
evidente que había que hacer algo al respecto. Sin molestarse en decírselo
a sus padres, Dani y Ryan se fueron en bicicleta a seis kilómetros al norte
de Squaw Val ey, allí cogieron el teleférico hasta el restaurante de Chief
Granito, a más de dos mil quinientos metros de altura.

Admiraron la vista panorámica entre sorbos de coca cola y pastel de


banana. Después bajaron y, cuando ella consiguió convencer a Ryan,
volvieron a hacer el viaje escénico otra vez.

Después de volver a casa les pusieron un serio castigo de dos semanas sin
salir y Ryan, siempre un caballero, quiso cargar con toda la culpa. Pero
ella, a pesar de su naturaleza despreocupada, creía en aceptar la
responsabilidad de todas sus acciones y no se lo permitió.

Pero los dos estuvieron de acuerdo en que había merecido la pena, incluso
con el castigo.

El primer año de instituto, con un aspecto resplandeciente, o eso creía ella


entonces, con un smoking alquilado, Ryan había sido su acompañante en el
baile del día de San Valentín.

Años después, Ryan confesaría que ella, vestida con un traje largo de
tafetán de color rosa intenso que se movía de forma seductora al caminar y
con su primer par de tacones y unos pendientes de perlas naturales, era la
imagen más bella que había visto en su vida.
Sin embargo, en aquella memorable velada, él se había visto sorprendido
por la comprensión de que su compañera de juegos de la infancia se había
convertido en una joven muy deseable.

Se besaron, y aunque no era el primer beso que se daban, los dos supieron
al instante que aquél era diferente. Que ellos eran diferentes.

y a medida que fue pasando la noche y los besos se hicieron más largos y
dulces, Dani Cantrell y Ryan Fortune también habían comprendido en
aquella atmósfera gloriosa y ardiente de puro despertar sexual, que estaban
destinados a pasar el resto de su vidas juntos.

Por desgracia, la vida intervino para separar a los jóvenes amantes. Tres
años después de aquel baile romántico, ella se trasladó a Oregón a estudiar
Arte en la universidad de Portland y Ryan permaneció en California para
seguir los pasos de su padre y preparar el ingreso en la Facultad de
Medicina de Berkeley.

Durante los años de Ryan en la Facultad de Medicina, ella estuvo en


Europa, estudiando y pintando en París. y aunque habían seguido
enviándose largas cartas, compartiendo sus sueños y esperanzas junto con
sus miedos, como si hubiera sido por acuerdo mutuo, ninguno de los dos
hizo mención al matrimonio.

En París fue donde el a conoció a Peter Bannister.

Heredero de una fortuna de petróleo califomiano, Peter le había parecido


inteligente, agudo y, para una mujer criada en la sierra califomiana,
increíblemente sofisticado. y también era, para su sorpresa, más impulsivo
y divertido que ella.

Había conseguido que el a cayera a sus pies y se habían casado en


Montecarlo antes de que el a pudiera siquiera respirar. Su lujosa suite en el
hotel Hermitage, tenía una vista alucinante del Mediterráneo y de la
famosa Roca de Mónaco.

Dani no llevaba siendo la mujer de Peter Bannister más de doce cortas


horas, cuando la golpeó por primera vez. Inmediatamente después de la
boda en el jardín, Peter la había llevado al casino, donde había intentado
enseñarle los intrincados secretos del bacarrá. Los salones de juego, con su
brillante iluminación, eran como sacados de una película. Cuando ella se
codeó con un Richard Gere vestido de etiqueta, con Cindy Crawford y
Michael Douglas, no pudo evitar sentirse como una cenicienta.

Para disgusto de su nuevo marido, a ella no le interesó en absoluto el


juego. y a pesar de todas sus creencias de que los artistas debían vivir al
límite, el abandono con que su marido se jugaba las fichas de quinientos
dólares le produjo dolor de estómago.

Cuando él se pasó al chemin de fer, algo parecido al bacarrá, Dani le había


sugerido que se fuesen. Todavía recordaba ahora la escena como si hubiera
ocurrido ayer.

-Por favor, Peter -había dicho con ansiedad después de que él hubiera
perdido veinte mil dólares en una sola mano-. Volvamos a nuestra
habitación.

-Ahora no.

Él había aceptado otra copa de champán de un camarero que siempre


parecía estar a su alrededor.

Ella había contado las copas que había tomado Peter, que eran bastantes en
las cuatro horas anteriores, por lo que sospechaba que era la causa por la
que estaba pasándose de la raya.

-Pero Peter...

Él había apurado la copa y había cogido otra de la bandeja de plata.

-No puedes comprender la etiqueta del juego, Dani. No puedo irme ahora
que estoy perdiendo.

Una pelirroja vestida con un traje tan ajustado que ella había pensado que
le resultaría imposible sentarse, le había sonreído y había dicho:
-Tu marido tiene razón. Es de mala educación irse cuando uno está
perdiendo.

El problema era que Dani ya había l egado a la conclusión de que también


era imposible apartarle de una mesa cuando ganaba.

-Peter -había apoyado la mano en sus hombros--. Es nuestra luna de miel -


le recordó con voz seductora mientras batía las pestañas al estilo de
Scarlett O'Hara-. y estoy cansada.

Cualquiera de los presentes tendría que haber estado sordo para no


enterarse del tono femenino y provocativo de su indirecta.

Al otro lado de la mesa, el croupier se había aclarado la garganta.

-Estás interrumpiendo el juego -los ojos de Peter soltaban chispas de hielo


y la voz había sonado muy tensa-.

Si estás cansada, Dani, vete a la cama. Yo iré más tarde.

Con aquella cortesía, Peter había vuelto su atención a las cartas, dejándola
avergonzada, humillada y abandonada.

Como el casino ya había perdido para ella todo el encanto, Dani había
recorrido el corto paseo que la separaba del hotel, y se había dado un baño
largo, caliente y calmante. Después, en un intento por ser optimista, se
había extendido loción por todo el cuerpo y polvo oloroso, se había puesto
el camisón de seda de color esmeralda que acababa d comprar esa misma
mañana en Palace Square y se había cepillado la melena ondulada y larga
hasta la cintura.

Después, se había metido en la alta cama antigua y había esperado por su


marido.

Iba a ser una larga espera. El sol era ya un globo amarillo y cegador
emergiendo de las aguas del Mediterráneo cuando por fin Peter volvió a la
habitación.
Estaba despeinado y con barba incipiente. Se había quitado la corbata y le
faltaban dos botones de la camisa.

Tenía los ojos inyectados en sangre.

-¡Ya

has

vuelto!

De acuerdo, había admitido Dani, no era un comienzo muy brillante, pero


después de la noche de bodas en solitario que había pasado, no estaba
precisamente en uno de sus mejores momentos.

-¡Vaya observación más aguda! -había apoyado una mano contra el poste
de la cama. Su mirada era turbia

-. Dios, nunca me había dado cuenta de lo inteligente que eras, Danielle.

Aquel sarcasmo la hirió.

-Estaba preocupada por ti.

Él había arqueado una de sus cejas rubias.

-¿De verdad?

-Por supuesto.

Peter se había inclinado hasta que su cara había estado a pocos centímetros
de la de ella. Dani había podido oler en su aliento el tabaco "y el coñac y
un aroma sofocante a gardenias que definitivamente no era el suyo.

-Si hubieras estado tan preocupada por tu marido, mi querida esposa, te


habrías quedado donde te correspondía. -El humo del tabaco me estaba
dando dolor de cabeza.

Era la verdad. No la verdad absoluta, pero suficiente de momento.


Él se había comportado como si no la hubiera oído.

-Deberías haberte quedado. Donde te correspondía. Con tu marido -sus


manos se habían apretado dolorosamente contra sus hombros desnudos.
¿Sabes lo humillante que ha sido para mí que mi mujer se fuera de esa
manera? ¿En mi maldita noche de bodas?

Sus dedos se estaban clavando en su carne y Dani, recordando que la


discreción era la mejor parte del valor, había decidido no señalar que
también era su noche de bodas.

-No quería...

-¡No discutas conmigo, maldita sea! -le había cortado la frase con una
bofetada en la boca con la palma abierta. Dani había inspirado con fuerza
ante el sabor salado de su propia sangre-. No se te ocurra nunca, nunca
discutir conmigo. Ni siquiera en privado -la había sujetado la barbilla con
los dedos para que no desviara su mirada-. Y menos aún en público.

La rabia y el orgullo se habían alzado para salvada por encima del miedo.
Se había soltado como había podido y se había acercado al teléfono.

-Si -vuelves a alzar un dedo contra mí, Peter Bannister -le había advertido
con voz baja y grave-, llamaré a seguridad.

Ella había mirado pensativo.

-No lo harás.

Ella había alzado la barbilla y lo había mirado a los ojos.

-No me tientes.

Él le había dirigido otra larga mirada. Después, con un juramento entre


dientes, se había dado la vuelta y había salido de la habitación cerrando de
un portazo.

Dani había hundido la frente en las rodillas y se había quedado


preguntándose qué diablos le habría ocurrido y lo más importante, en qué
se había metido ella. Tres horas más tarde, él había vuelto muy contri to.
¡Y hasta se había disculpado de rodillas! Había llorado copiosamente y
había culpado de su comportamiento irracional a los nervios de la boda, a
la pérdida en las mesas de juego y al exceso de champán. También le había
dado un espléndido regalo de bodas: un par de pendientes de esmeraldas
para quitar el aliento.

Conmovida más por sus lágrimas que por las joyas, Dani había perdonado
a su nuevo marido.

-Ese fue tu primer error -murmuró ahora mientras volvía al presente.

Entonces se deslizó los dedos por la melena que le llegaba hasta los
hombros y suspiró.

Se segundo error y casi tan fatal como el primero había sido aguantar
aquel matrimonio durante más de cinco años de constantes abusos.

Peter y ella se habían trasladado a vivir a San Francisco, donde él había


ido a trabajar a la empresa petrolífera de su padre. Aunque Ryan y ella
habían acabado viviendo en la misma ciudad, Peter se había comportado
como un marido celoso y posesivo.

Las cartas de Dani a su novio de la infancia se habían convertido en sólo


una felicitación anual por Navidad y después habían cesado por completo.

Había sido más fácil así. Y más seguro. Pudiera ser que ella nunca hubiera
vuelto a ver a Ryan en su vida si el destino no se hubiera cruzado. En la
noche que sería la última, en la lujosa mansión de Pacific Heights de
Peter, ella había recibido tantos golpes, que el ama de llaves había llamado
a la policía al encontrarla inconsciente.

La ambulancia la había llevado al Hospital Memorial Saint Francis, donde


por azar, Ryan Fortune estaba de guardia.

Durante dos semanas, como un perro guardián, no se había apartado de su


cama. Y cuando le dieron el alta, se había ido a la casa barco de Ryan en
Sausalito. Y había sido Ryan quien le había sujetado la mano en todos
aquellos humillantes interrogatorios de la policía.

-¿Y por qué no se fue? -había preguntado un joven oficial que ni siquiera
parecía tener edad para votar.

Para inmensa vergüenza de Dani, se había encontrado con que no podía


responder. ¿Cómo podría explicar que en algún momento durante aquel
tiempo, había perdido la confianza en sí misma que le había impulsado en
otro tiempo a ir a París por su cuenta? ¿Cómo podría dejar claro que una
mujer que nunca había fracasado en nada de lo que había emprendido, no
podía abandonar con tanta facilidad algo tan importante como el
matrimonio?

Y lo peor de todo, ¿cómo diablos podría hacer entender a nadie que


después de años atrapada en aquel infierno, había hasta empezado a creer
que se merecía que Peter la maltratara?

Con el apoya de Ryan, Dani había empezado a acudir a una terapia para
encontrar las soluciones a aquellas preguntas, No para la policía, sino para
sí misma. Y cuando la riqueza y la influencia de los todopoderosos
Bannister habían conseguido que Peter no acabara encarcelado, había sido
Ryan quien la había animado por su valor para haberlo llevado hasta el
final.

Aunque él había querido que se hubiera quedado en la casa barco con él,
ella se había buscado su propio apartamento, había seguido con su terapia,
había vuelto a pintar y había empezado a tener de nuevo control sobre su
vida.

Un año después de su ingreso en el hospital, en un día lluvioso de octubre,


el divorcio de Dani se había hecho firme.

La misma noche, en una banqueta de cuero del famoso restaurante de San


Francisco, La Estrella, Ryan le había propuesto matrimonio. Contenta por
su recién adquirido sentido de la libertad y la confianza recuperada, ella lo
había aceptado como una bendición.
Habían fijado la fecha para el Día de San Valentín y habían decidido
casarse en su pueblo natal, Tahoe Cirro En el jardín delantero de los padres
de Ryan.

Maureen Cantrell había muerto dos años atrás y, Amanda Fortune,


encantada con aquel reencuentro amoroso, trataba más a Dani como a su
hija que como a su nuera.

En su vida profesional, su nombre había empezado a tener reconocimiento


en los círculos artísticos.

Los premios que había ganado con sus obras habían superado incluso todas
las expectativas de Dani y en cuanto a su vida personal, mucho más
importante para e11a, estaba a punto de convertirse en la esposa de Ryan
Fortune. Dani no podía ser más feliz.

Cinco días antes de la boda, Bram, que era ahora un escritor, productor y
director reconocido intencionalmente, había llegado de Los Ángeles para
ser el padrino. Él había sido quien había propuesto que los dos hermanos
cruzaran, haciendo esquí de fondo, el valle de la Desolación, un área
glaciar al noroeste del Lago Tahoe.

-Será como en los viejos tiempos -le había prometido a su hermano menor.

-Tened cuidado con el hombre de las nieves les había advertido Dani, feliz.

Con la promesa de tener cuidado con cualquier monstruo peludo, Ryan la


había tomado en sus brazos y la había sorprendido besándola hasta quitarle
el aliento delante de su hermano y entonces se había ido.

Dani no tema forma de saber que aque11as serían las últimas palabras que
escucharía de él.

Dos

La tragedia había ocurrido aquella misma tarde.

-Empezó a nevar -había contado Bram después de ser rescatado de las


alturas montañosas -, y se había levantado el viento, que nos arrojaba la
nieve a la cara como si fueran balas blancas.

En la estación de rescate Dani escuchaba frenética a Bram contar aque11a


historia con la voz plana y sin entonación y los ojos enfocados en algún
horror distante dentro de él.

-La nieve era espesa, húmeda y pesada. Los esquíes se nos hundían cada
vez más. Yo iba a la cabeza y Ryan me seguía a unos cien metros. De
repente, oí un ruido como el de una rama al troncharse.

Se detuvo, inspiró con dolorosa fuerza y se 11evó las manos a la cara.

-Entonces empezó un ruido sordo que retumbaba, como un gruñido -Bram


sabía que nunca olvidaría aquel ruido-. Justo cuando me di la vuelta para
advertir a Ryan, la montaña explotó.

Dani había empezado a temblar con violencia.

Amanda Fortune, la madre de Bram y Ryan, empezó a sollozar y los ojos


de su marido estaban brillantes de lágrimas.

Perdido en su propia pesadilla, Bram cerró los ojos y apretó los dedos con
fuerza contra los párpados como si intentara bloquear las' dolorosas
imágenes.

-La nieve estaba como endiablada, se llevaba todo lo que tenía por delante,
peñas, árboles...

Recordaba muy bien cómo el trueno de la avalancha llenaba el aire y


retumbaba en las montañas.

Apartó .las manos de los ojos y miró directamente a Dani. Sus ojos
oscuros eran los de un hombre que hubiera visitado _l infierno y hubiera
vivido para contado.

-Me golpeó en el pecho la rama de un árbol y me tiró de espaldas -siguió


con la misma entonación plana-. Eso me sacó del camino.. De repente vi
pasar fugazmente a mi lado una cosa roja y comprendí que era la chaqueta
de Ryan.
Los sollozos de Amanda se hicieron más intensos. A su marido le caían las
lágrimas por la cara.

-Intenté alcanzado, pero sentí como si el suelo bajo mis pies se hubiera
vuelto loco y temblaba en oleadas como en un terremoto. De repente, Ryan
fue despedido de la avalancha y conseguí agarrarle por la muñeca. Fue
cuando me cayó una piedra en la cara que me debió aturdir lo suficiente
como para aflojar un poco. Lo siguiente que supe fue que Ryan era barrido
hacia abajo.

Dani oyó un sollozo de dolor y comprendió que se le había escapado a ella


de los labios entreabiertos.

Bram le dirigió una larga mirada fantasmal antes de continuar.

-Mantuve la vista clavada en su parka roja y vi cómo quedaba enterrado


bajo una montaña de nieve, piedras y árboles. Y entonces, por fin, se hizo
un silencio fantasmal. Me recordó a aquellas películas de la escuela, en las
que nos ponían el silencio después de una explosión nuclear.

-Me arrastré hasta el último sitio donde había visto desaparecer a Ryan y
cavé y cavé, pero no pude encontrado -los hombros de Bram temblaron
como si estuviera sollozando, pero seguía con los ojos se cos y la mirada
desenfocada-.Creo que el resto ya lo sabéis.

Lo sabían. Cuando los hermanos Fortune no habían regresado a casa


aquella tarde, se había organizado una expedición de búsqueda. Habían
encontrado a Bram, con las manos congeladas por la frenética búsqueda de
su hermano, la cara quemada por la nieve y el viento y los labios cortados
y sangrantes.

Una multitud de voluntarios de todo el estado había batido la zona. Fue un


vigilante del Parque Nacional de Yosemite el que por fin había encontrado
el cuerpo congelado cinco días después.

Al día siguiente, el forense del condado había completado la autopsia.


había declarado que Ryan Fortune había muerto por asfixia.
El funeral fue muy íntimo. Al contrario que otros servicios religiosos a los
que había asistido Dani, en los que el ministro desconocía al fallecido, el
padre McLaughlin conocía a la familia Fortune desde hacía muchos años.

El clérigo habló en términos muy familiares y brillantes del joven hombre


que había dado tanto y a tantos en su corta vida.

Ryan Fortune había sido una persona cálida, amorosa y generosa.

Por desgracia, ahora estaba muerto.

Dani sabía que los elogios no eran muy corrientes en un funeral católico,
por lo que se sorprendió cuando el padre McLaughlin anunció que la
familia le había pedido a Bramwell Fortune que dijera unas palabras de su
hermano.

La expresión de Bram, cuando dejó su sitio al Lado de su madre en el


primer banco de la iglesia era inescrutable. Le ocultaban los ojos unas
gafas negras ahumadas.

-No hace mucho tiempo -su profunda voz inundó la iglesia de altos techos-
-, Ryan vino a visitarme un fin de semana Los Ángeles. Por supuesto, se
quedó en mi casa y en su última noche en la ciudad estuvimos sentados en
mi porche. contemplando las aguas del Pacífico. Y como tan a menudo
pasa cuando la no che avanza y el whisky empieza a correr con libertad,
acabamos hablando de la vida. Y de la muerte.

»En la que no podía saber que sería nuestra última noche juntos, aprendí
más de mi hermano que en los veintinueve años de su existencia. Aprendí
cuáles eran sus esperanzas, sus sueños y sus disgustos. Y

sus amores; su amor por el país, por la Medicina y por supuesto, por su
familia. Y también su amor por una mujer que siempre había sido muy
especial para él.

Ahí, Bram clavó la mirada en ella durante un largo y conmovedor


momento. A Dani le caían lágrimas ardientes por las mejillas y se mordió
el labio para no desviar la mirada.
-Sé que si Ryan estuviera aquí hoy, también os diría que él había
descubierto algunas cosas de su hermano mayor. Pero -Bram dejó escapar
un largo suspiro--, hoy no se trata de mí, sino de mi hermano.

y sé que a él le gustaría que os contara algunas cosas.

Bram se detuvo. Tenías las manos a ambos lados de atril y los nudillos
blancos. Dani pensó que le gustaría poder vede los ojos.

-Creo que Ryan os diría que no le llorarais. Porque no se ha ido. Sigue


viviendo en los corazones de los que le conocían; de su familia, de sus
amigos, de los pacientes cuyas vidas ha salvado... y en el espíritu de los
que intentó salvar pero no consiguió.

.Él os aseguraría que siempre estará, por toda la eternidad, con vosotros.
Desde el día de sol más brillante hasta la noche más oscura; que cuando el
viento sople entre los árboles y os acaricie las mejillas, será su aliento,
susurrando vuestro nombre; que cuando la l uvia fresca del verano os
refresque las sienes, será su espíritu que pasa a vuestro lado.

Dani oyó quebrarse la profunda voz de Bram. Le vio luchar por recuperar
el control y conseguirlo.

-Mi hermano os diría que quiere que celebréis la vida. Porque, y yo sé que
lo creía hasta la última fibra de su ser, algún día nos encontraremos todos
de nuevo.

No se escuchaba ni un solo sonido, aparte de los sollozos de Amanda. Dani


apretó la boca con las manos para contener el sollozo que pugnaba por
escapársele.

Entonces, el padre retomó el servicio para cortar el denso silencio. Por


deferencia a las heladas temperaturas y a la nieve, los servicios fuero
cortos. El tiempo, también por azar, había bloqueado a la nube de
helicópteros que el ejército de periodistas había contratado. Gracias a la
fama de Bram Fortune, lo que debería haber sido un asunto privado
familiar, se había convertido en un acontecimiento para la prensa. En un
giro irónico y doloroso del destino, el mismo día en que habían planeado
reunir a la familia para celebrar un matrimonio, toda la comunidad de la
montaña se había reunido para un funeral.

Mientras aceptada las condolencias como anestesiada, Dani comprendió


que Bram, que no le había dicho una sola palabra desde aquel día fatal, se
estaba emborrachando en silencio. Aunque permanecía apartado de los
demás, Dani empezó a captar una creciente y peligrosa aura que le
rodeaba.

Le recordó a un cartucho de dinamita encendido. La cuestión no era si


Bram Fortune iba a explotar, sino cuándo Dani le acorraló a solas en la
cocina, donde había ido a ponerse unas gotas de licor a su café. Las
encimeras estaban atestadas con comida que no cabía en la mesa de
comedor.

-Vas a romperle el corazón a tu madre -le regañó. .

-¿Y qué te hace suponer que no lo haya roto ya?

Bram se sirvió un chorrito generoso de escocés en el café, lo probó y


añadió más.

Bram tenía un aspecto, pensó Dani, casi tan malo a como se debía sentir.
Lo que quería decir que estaba absolutamente terrible. Su cara, que ella
siempre recordaba morena, hasta en pleno invierno, estaba cenicienta y,
alrededor de la boca, le surcaban las arrugas de un hombre mucho mayor
de sus treinta y cinco años.

-¡Maldita montaña! -Bram dio otro trago largo-. Intenté decide...

Sacudió la cabeza y masculló una retahíla de sordos juramentos mientras


se balanceaba de forma peligrosa.

-Necesitas un poco de aire fresco –decidió Dani, contenta de tener algo en


que ocupar la mente.

-En caso de que no lo hayas notado, corazón dijo él, agitando la taza hacia
las ventanas--, está nevando -se le derramó un chorro de café sobre la
camisa blanca-. Maldita nieve.

Desde la otra habitación, Dani pudo oír los suaves sollozos de la madre de
Ryan y supo que no podía permitir que Bram todavía pusiera la situación
peor de lo que estaba.

-Podríamos ir en coche -sugirió.

Él se enderezó con evidente esfuerzo y bajó la mirada hacia ella.

-¿Tú y yo?

-¿Por qué no? A mí también me vendría bien salir. A él se le aclararon los


ojos de repente, como el sol cuando aparece tras las nubes y la miró
fijamente.

podían oír los rumores de las conversaciones, los suaves sollozos de


Amanda y las voces de los amigos y la familia intentando consolar sin
éxito, al otro lado de la puerta de madera de roble.

-¿Dónde tienes el abrigo?

-En la otra habitación.

-Espera -Bram descolgó su americana de un colgador aliado de la puerta y


se lo echó a Dani sobre los hombros Esto es lo único que tengo que hacer.

Cogió la botella de la encimera y sacó de la nevera un paquete de seis


cervezas antes de conducida al camino nevado.

-¿No deberíamos decides a los demás que nos vamos?

-Son gente inteligente. No te preocupes, se lo imaginarán enseguida.

-¿Y qué hay de todos esos periodistas acampados a las faldas de la colina?

-Tomaremos la carretera de atrás. Ryan y yo alquilamos los dos únicos


jeeps con tracción en las cuatro ruedas de toda la ciudad. Incluso si esos
buitres nos ven irnos, con sus coches no conseguirán alcanzarnos.
-No creo que irse así, sin decírselo a nadie, sea una buena idea.

-Pues yo creo que es una idea estupenda. Además, ¿crees que alguien de
ahí dentro quiere hablar conmigo?

¿Con el famoso de Hollywood que no ha conseguido salvar la vida a su


propio hermano?

Sus palabras estaban cargadas de la amargura y violencia del alcohol.

-Estás borracho.

-Todavía no -le corrigió él-, pero con un poco de suerte, lo estaré bien
pronto Bram abrió la puerta del Blazer de color rojo aparcado en el
camino.

-Arriba, corazón -dijo, empujándola por el trasero para ayudada a subir-.


Vamos a largamos de aquí.

Entonces cerró la puerta con más fuerza de la necesaria, cruzó por delante
y entró por la otra puerta.

-¿Dónde está la maldita llave? -murmuró mientras alzaba las caderas para
buscar con más profundidad en los bolsillos-. Aquí, aquí está.

La intentó meter, pero no lo consiguió. -¡Maldita sea!

El segundo intento tampoco tuvo éxito. Cuando iba a intentado por tercera
vez, Dani le quitó la llave de la mano.

-¿Qué diablos crees que está haciendo? –gruñó de forma salvaje.

Cuando intentó quitarle las llaves, Dani las apartó de su alcance.

-Tu madre ya ha perdido a un hijo. No pienso contribuir a que pierda a


otro. Si quieres que demos un paseo en coche para aclararte la cabeza, de
acuerdo. Pero conduzco yo.

-¡Y un cuerno!
Se estiró en busca de las llaves, pero ella continuó apartándolas. La
americana que le había puesto por los hombros se deslizó al suelo.

Mientras Bram la miraba con una furia masculina brillando en sus ojos
claros, Dani tuvo una idea muy clara de lo que sería bromear con un tigre
salvaje.

Él se acercó a ella y la obligó a replegarse contra la puerta. .

-Voy a pedírtelo una vez más -dijo con voz suave y traicionera-, y
entonces, si no me das esas llaves como una buena chica, no me haré
responsable de las consecuencias.

Bram se inclinó hacia ella con la mandíbula rígida y los ojos del color del
mar al anochecer.

Sus muslos, su estómago, su pecho, estaban apretados contra ella de una


forma que era de todo menos tranquilizante. Fuera del jeep, la nieve
empañaba el cristal delantero.

La expresión de la cara de Bram podría hacer temblar a cualquier otra


mujer, pero no a Dani. Ella había recorrido un largo camino desde su
matrimonio y se había jurado que ningún hombre la atemorizaría nunca
más.

Además, a pesar de su comportamiento amenazador, Dani sentía que Bram


Fortune nunca haría daño a una mujer. Aquel convencimiento le dio el
valor que necesitaba.

Alzó la barbilla con gesto desafiante.

-Yo no soy una chica.

-¿Sabes que ahora que lo mencionas, creo que has crecido algo? -deslizó la
mirada sobre ella con una lentitud agónica-. Supongo que eso es un cierto
consuelo. Saber que Ryan lo estaba haciendo de forma regular antes de
morirse.
Entonces deslizó los dedos muy despacio por su cara. Dani se apartó de un
respingo y se golpeó la cabeza contra el cristal de su ventanilla.

Entonces dejó escapar un sonido furioso y estrangulado.

-Eres asqueroso.

-Probablemente -dijo Bram con una sonrisa sardónica-, pero también la


vida es bastante asquerosa, ¿no te parece?

Dani se recordó que lo que quería era mantenerle apartado de la casa y no


le quedaba otra alternativa que aguantarse con su extravagante
comportamiento.

De momento. Pero aquello no quería decir que tuviera que poner en riesgo
su propia vida.

-¡Maldita sea, Bram! ¿Por qué no dejas de ser tan difícil? Después de lo
que le ha pasado a Ryan, si tienes un accidente por conducir borracho
matarías a tu madre.

A Bram se le endureció la expresión, pero Dani, que lo observaba con


cuidado bajo la luz mortecina, captó el brillo fugaz de la comprensión y la
pena en sus ojos.

-Si me dejas conducir a mí, podrás beber todo lo que quieras -le animó
ella.

Él no respondió al instante. El tiempo pasó muy lento sin que él apartara la


mirada de su cara.

-Ryan siempre decía que tú eras mucho más inteligente de lo que parecías
--dijo por fin-. Supongo que tenía razón.

Dani dejó escapar el aliento que había estado conteniendo.

-Supongo que me lo tendré que tomar como un piropo.

Dani también suponía que Bram era muy parco en halagos.


- Tómatelo como quieras. Con unas pequeñas maniobras un tanto íntimas,
consiguieron cambiarse de asiento.

-De acuerdo, vamos a largamos de aquí de una maldita vez.

Bram abrió una lata de cerveza y la espuma se le derramó por la mano.


Bram la lamió y se echó hacia atrás estirando sus largas piernas.

-No pienso ir a ningún sitio hasta que te abroches el cinturón de seguridad.

-¡Dios mío, qué mandona eres! --deslizó la mirada de su cara obstinada a


sus senos, separados por el cinturón negro--. ¿Es que siempre arrastrabas a
mi hermano de las pelotas de esta manera?

-No era necesario -contraatacó ella sin hacer alusiones a su obscenidad. La


temperatura de su voz bajó treinta grados, pero tenía los ojos inyectados
en fuego--. Ryan no era un temerario famoso de Hollywood que creyera
que las leyes, las normas y la moral eran para los demás.

Bram alzó la lata y echó un largo trago.

-Así que mi hermano, sensual y dulce como un gatito, también tenía


agallas. Interesante.

Dani ladeó la cabeza.

-¿Vas a apretarte el cinturón de seguridad o prefieres seguir insultándome


aquí aparcados?

Al comprender que ella no tenía mucha intención de salir del camino de


coches de sus padres, Bram tiró del cinturón, se lo cruzó por el pecho y
apretó el cierre metálico mientras la miraba con furia.

-¿Satisfecha?

Lo estaba, pero en vez de decido, arrancó el motor. O al menos lo intentó.

Acostumbrada a su coche automático, intentó recordar cómo le había


enseñado Ryan a meter las marchas. Su primer intento fue un absoluto
fracaso.

-¡Ja! Pensé que sabías conducir.

-y yo también.

Dani lo intentó de nuevo, y esa vez lo consiguió pero soltó el embrague


demasiado rápido. El Banzer se estremeció y se detuvo.

-Menos mal que no tenemos ninguna prisa, porque a este ritmo, te llevará
el resto de la tarde salir del camino.

Bram apuró la lata entera, la tiró a sus espaldas dentro del coche y abrió
otra.

Dani giró de nuevo la llave, forzando el motor, pero después de tres


acelerones lo consiguió.

El camino de grava que descendía por la colina de los Fortune estaba


resbaladizo por la nieve recién caída, pero con la tracción de las cuatro
ruedas se agarraba al suelo y Dani sintió confianza.

Después de pararse en la base de la colina, dejó escapar un suspiro de


alivio al conseguir meter la marcha adecuada al primer intento. Dani
supuso que conducir un jeep con marchas debía parecerse bastante a
montar un caballo. Después de un tiempo te hacías con la técnica.

-¿A dónde? -preguntó ella. -A la cabaña.

-¿A tu cabaña?

-¿Qué pasa? -preguntó Bram mientras el jeep retemblaba al llevar una


marcha más larga de la que necesitaba-. ¿Tienes miedo de estar a solas
conmigo en una cabaña remota?

Su comentario se acercaba bastante a la realidad. Dani se hubiera arrojado


al primer banco de nieve antes de admitir aquellos vagos ecos de
advertencia que la llevaban acosando desde que lo había encontrado en la
cocina.
-Por supuesto que no -insistió sin sinceridad-. Es sólo que no sabía que
todavía tenías la cabaña.

La había construido él mismo. En la época en que Ryan y ella estaban en


la escuela secundaria. Dani recordaba la frustración que había sentido
aquel verano al perder a su mejor amigo porque estaba ayudando a su
hermano. Para Ryan, ningún trabajo había resultado demasiado
desagradable o sucio.

Furiosa, Dani se había pasado las .largas y solitarias vacaciones clavando


agujas en un muñeco de vudú de Bram Fortune que había hecho ella
misma de papel maché, una foto antigua del colegio de él y algunos pelos
que le había arrancado del cepillo.

Sus ardientes juramentos y pinchazos habían resultado del todo ineficaces,


pero por fin llegó el Día del Trabajo y Bram volvió a la universidad a Los
Angeles. Entonces volvió a tener a Ryan todo para ella.

Los labios se le arquearon en una sonrisa inconsciente al recordar cómo


había dado la bienvenida a Ryan a su círculo mágico sólo con una súplica
de perdón. Bueno, quizá le hubiera obligado a suplicar. Pero sólo un poco.

-Yo nunca dije que la hubiera vendido -la voz profunda de Bram la
devolvió al presente-. Además, me gusta tener un sitio en el que
refugiarme de tiempo en tiempo. Y para tu conocimiento, lo que pueda
pasar en la cabaña, podría pasar igual aquí en la furgoneta.

-Ya me doy cuenta.

Bram le dirigió una mirada de lascivia.

-Me acuerdo de una vez en que vosotros dos estabais todavía en la escuela
secundaria y vi la furgoneta de Ryan aparcada en las marismas. Por la
forma en que estaban cerradas las ventanas, decidí que mi hermano ya
había crecido.

A Dani se le encendieron las mejillas.


-Ryan y yo estábamos enamorados -prácticamente le escupió-. Y si sigues
degradando lo que había entre nosotros, te vaya sacar de este coche a
patadas y vas a volver a patita.

Era insufrible. Dani se preguntó, como lo había hecho durante muchos


años, qué era exactamente lo que había encontrarlo Ryan en su hermano de
admirable.

Y también hubiera deseado tener su muñeco de vudú.

Con un murmullo ininteligible que podría ser una maldición o una


aceptación, Bram se aflojó la corbata, se la quitó, la tiró atrás y se
desabrochó los dos botones superiores de la camisa.

Después se reclinó y siguió avanzando con su paquete de seis latas.

Tres

La cabaña estaba en la ribera de un arroyo entre una arboleda de álamos


plateados. El arroyo era apenas un hilacho helado y, a sus orillas, los
helechos bañados en hielo brillaban de plata y azul. En la distancia, los
picos nevados destacaban contra el cielo oscuro invernal.

La noche en que Ryan y ella se habían graduado en la escuela secundaria,


Ryan le había pedido prestada la llave a su hermano, quien después de
graduarse en UCLA estaba en México dirigiendo su primera película.

Aquella historia intemporal de un joven que buscaba más en la vida que


trabajar de pescador con su padre, le había hecho ganar a Bram su primer
Oscar.

Dani le había dicho a su madre que pasarían toda la noche en una fiesta en
casa de una amiga y había pasado la bendita noche en brazos del único
hombre al que siempre había amado.

Los recuerdos agridulces la inundaron y los ojos se le empañaron de


lágrimas calientes. Cuando una lágrima rodó por su mejilla, Dani la limpió
a hurtadillas mientras miraba de soslayo a Bram para ver si lo había
notado.

Pero no; él estaba bebiendo su maldita cerveza mirando por la ventanilla


cómo la nieve cubría las coníferas Y

perdido en algún pensamiento privado.

Cuando aparcó el Blazer enfrente de la cabaña, se acordó de algo.

-Espero que no te hayas olvidado de traer la llave.

-Claro que no.

Otra lata vacía se unió al resto en el asiento de atrás. Entonces Bram salió
de la camioneta y avanzó entre la nieve, dejándola atrás.

Sus zapatos de ante negro no estaban hechos para andar por la nieve y el
hielo. En un intento por no mojarse demasiado los pies, Dani intentó
seguir las huellas de Bram.

Pero los pasos de Bram eran mucho más largos que los suyos y, cuando
estaba a punto de llegar a la puerta, uno de sus tacones resbaló en el hielo
y cayó, aterrizando con el trasero en un banco de nieve.

Cuando Bram oyó la maldición, se dio la vuelta.

Sus labios de hielo se arquearon en una lenta sonrisa que la hizo enfurecer.

-¡Y yo que pensaba, que eras una de las pocas mujeres que no caerían
rendidas a mis pies!

Dani luchó por levantarse de la nieve y había conseguido ya ponerse en pie


cuando oyó el crujido de Uno de sus tacones. Con un juramento volvió de
nuevo al suelo.
Las paredes de nieve se desplomaron y la cubrieron. Cuando intentó
quitársela de encima, la falda se deslizó por sus muslos mostrando sus
esbeltas piernas enfundadas en medias de color ébano.

Bram siguió allí de pie todo el tiempo, con la botella de whisky bajo el
brazo y con la expresión, por primera vez en varios días, de estar
divirtiéndose.

-Vaya lengua. ¿No te dijo tu madre que una dama bien educada no suelta
juramentos como un leñador?

La nieve le estaba mojando el vestido y las medias, había perdido sus


zapatos y las piernas se le estaban congelando.

-Lo que menos me interesa ahora mismo son los modales -gruñó.

-En ese caso...

Bram dejó la botella en la nieve, se agachó, la sujetó por los hombros y la


levantó para apretarla contra él.

Dani se lanzó a ciegas en dirección contraria, pero Bram le sujetó por la


muñeca sin ningún esfuerzo.

-Si te atreves alguna vez...

Su advertencia quedó interrumpida cuando Bram se inclinó hacia abajo y


le tomó la boca por completo.

Sus labios estaban cortados y eran ásperos y los largos dedos morenos
empezaron a quitarle las horquillas que le sujetaban el moño en la nuca;
una a una fueron cayendo a la nieve para quedar allí olvidadas.

Con la mano derecha enredada en sus largos mechones sedosos, le echó la


cabeza hacia atrás, obligándola a arquearse hasta que sus senos se
apretaron contra su duro torso. Mientras tanto, su mano izquierda estaba
bajando por sus caderas y' la alzó un poco para apretarla contra la caliente
y dura zona constreñida bajo sus pantalones.
La obligó a abrir los labios y frotó los dientes contra los de ella. Dani
paladeó la cerveza y el whisky, la rabia y la frustración. Su lengua, nada
delicada, presionó sus dientes y la parte interior de sus encías antes de
sumergirse por completo en su boca. La estaba devorando, como si sus
labios estuvieran extrayendo todos sus secretos más íntimos.

A pesar de miedo y de la furia, en lo más profundo de su inconsciente


tenía que admitir que el beso ,de Bram Fortune le estaba produciendo
sensaciones que ningún beso había conseguido despertar nunca en ella.

Su sangre parecía reemplazada por un jugo espeso y ardiente; una


insistente oleada de deseo le recorrió las venas y la dejó demasiado débil
como para seguir luchando.

Su cuerpo se apretó contra el de él; sus manos, apretadas como puños para
resistirse, se abrieron y sujetaron contra la camisa blanca manchada antes
de subir por sus hombros hasta su pelo.

Cuando el beso se hizo más profundo, y después más, Dani gimió de


pánico y excitación. El ansia de Bram y la desnudez de su ansia la
asustaban y enloquecían. Se sintió sacudida por intensas oleadas de deseo.

Su dolor, que había reprimido durante varios días, fluyó de ella a él. La
rabia de Bram voló de él a ella.

,.En algún árbol cercano, un pájaro azul soltó un graznido furioso, pero
inmersa en aquellas sensaciones tumultuosas, Dani apenas lo oyó

Aunque después lo encontraría difícil de creer, todo pensamiento


coherente la había abandonado. Se olvidó de quién era y de quién era él.
Sólo existía aquel placer aterrorizador, enloquecedor y peligroso.

_Poco a poco, mientras él sentía su rendición , la fuerza del beso


disminuyó, pero no su intensidad Dani '" abrazó a él aceptando aquel
éxtasis, prohibido y aceptándole a él. Y entonces se sintió liberada con tal
rapidez, que se balanceó y tuvo que agarrarse a su brazo para no volver a
caer en la nieve.
-No lo entiendo.

Le tembló la mano cuando se la pasó por el pelo enredado y lo miró. La


nieve le salpicaba el pelo, su boca había vuelto a esbozar aquella sonrisa
irónica y todas las emociones ardientes parecían haber desaparecido de sus
ojos.

-Ya somos dos. Porque, créeme, corazón, tú no eres mi tipo para nada.

Ella agitó la cabeza y se le cayeron dos horquillas

más.

-Tampoco tú eres el mío.

-Eso dices. Entonces no debería haber ningún problema, ¿no crees?

-En absoluto -acordó ella muy rígida.

-Estupendo.

Los ojos de Bram captaron su ligero estremecimiento.

-Estás empapada hasta los huesos. Será mejor que entres y te sientes frente
al fuego antes de que pilles una neumonía.

A Dani le sorprendió aquella preocupación por su bienestar, tan extraña en


él.

-Gracias. Eres muy atento.

-Yo nunca soy atento -se sacó la llave del bolsillo y la metió en la
cerradura-. Es sólo que no creo que pudiera soportar dos funerales en la
misma semana.

Entraron en la oscura cabaña, que parecía más fría que el exterior. Bram
apretó el interruptor al lado de la puerta y no se sorprendió cuando no
funcionó.
-Aquí la electricidad se va muy a menudo en invierno. La nieve tira a
veces el tendido.

Entonces se acercó al teléfono en una mesita próxima y lo descolgó.

-El teléfono tampoco funciona.

«Fantástico», pensó Dani. Nadie sabría dónde estaban.

-Vaya encender el fuego.

-Gra.. gra... cias.

Le estaban castañeteando los dientes y ahora que el ardor del beso se había
evaporado, el frío le llegaba hasta los huesos.

Bram alzó la vista desde donde estaba, frente a la chimenea y le dirigió


una mirada extrañamente remota.

-Te ofrecería un baño caliente, pero el agua está fría probablemente debas
quitarte ese vestido mojado.

Dani apretó las manos contra el delantero de su vestido negro.

-Hubiera pensado que a un hombre con tu fama de donjuán se le habría


ocurrido algo más original que eso.

-¡Por Dios santo, Dani! --espetó Bram con tono de frustración-. Desde que
descubrí las diferencias entre chicos y chicas, nunca he tenido que forzar o
engañar a ninguna mujer para llevarla a la cama. Y si crees que iba a
empezar ahora con la prometida de mi hermano muerto, estás mucho más
loca de lo que siempre

había creído.

Entonces se volvió para empezar su trabajo. -Hay una linterna en el baño -


le informó con brusquedad-. Y una bata. Póntela y podremos tender tu
vestido frente al fuego para que se seque.
Sin ningún deseo de enfundarse en una bata transparente que hubiera
dejado alguna de sus amantes, Dani sintió alivio al descubrir que la bata
era un simple albornoz masculino.

Cuando se lo puso, se sintió mejor. Bram se lo había puesto hacía poco,


decidió Dani. La gruesa tela todavía tenía el aroma a jabón que había
sentido en él cuando la había besado.

Cuando levantó la solapa blanca de forma inconsciente y enterró la cara en


ella, experimentó una nueva oleada del deseo que la había dejado
temblorosa.

Mientras empezaba a quitarse las medias, Dani hizo un esfuerzo por


aclarar sus sentimientos.

La muerte de Ryan había dejado un gran vacío en su interior. Y Bram,


siendo Bram, no podía resistirse a la oportunidad de seducir a una mujer.
La que fuera.

El beso no tenía nada que ver con ella, decidió

Dani. Siendo como era un libertino, simplemente no había podido


resistirse ante la visión de ella por el suelo con la falda por encima de los
muslos.

A ella nunca le había gustado Bram. Y no había querido que la besara.

Entonces, ¿por que le había devuelto el beso? Dani dejó de desvestirse al


oír una llamada en la puerta.

-¿Estás bien? -la llamó Bram con voz profunda. -Estoy bien.

-¿Seguro? Llevas ahí dentro una eternidad. '

-Quitarse las medias casi a oscuras no es nada fácil.

-¿Necesitas ayuda?

-No, gracias.
--Como quieras. Pero si piensas estar ahí mucho más tiempo, dímelo
¿vale? Porque he bebido tanta cerveza que ya me está pidiendo que la
elimine.

-Pues vete fuera y pon tu firma en la nieve. Dani terminó de deslizarse las
medias a lo largo de las piernas y se las sacó. Su anillo de compromiso de
diamantes, se enganchó en el nylon y le hizo una Larga carrera en la pierna
izquierda. Entonces arrojó las medias arruinadas a la papelera y después,
resistiéndose a admitir órdenes, se quedó donde estaba y empezó a contar
hasta cien en inglés y después en francés.

Cuando por fin salió del cuarto de baño, se encontró la cabaña vacía.
Evidentemente, Bram había aceptado su sugerencia.

Dani colgó el vestido en el respaldo de la silla cerca el fuego; las llamas


crepitaban de forma tentadora y el aroma del cedro inundaba la habitación.

Dani extendió las manos, con las palmas abiertas hacia el fuego para
disfrutar del amable calor. Frente a la chimenea había extendida una
alfombra de piel; ella recordaba que en algún momento, durante la noche
que había pasado allí con Ryan, éste le había contado que era de un oso
que había matado su abuelo cuando había atacado a dos leñadores en un
remoto campamento.

Dani se dejó caer en la alfombra y empezó a llorar en silencio; las


lágrimas empezaron a deslizarse por sus mejillas y los delicados hombros,
cubiertos por el enorme albornoz, empezaron a temblarle.

Oyó que la puerta se abría tras ella, sintió una bocanada de aire helado y
comprendió que Bram estaba de vuelta. Sin ganas de que la descubriera en
aquel estado y todavía furiosa por la forma en que se había aprovechado de
su debilidad emocional, se frotó la cara y se negó a darse la vuelta.

-Esta tormenta está empeorando -le dijo--. He pensado que sería mejor
traer más leña, porque parece que nos tendremos que quedar a pasar aquí
la noche.
Dani se olvidó de su decisión de no prestarle atención y dirigió la mirada
hacia él. Durante el tiempo en que había estado en el cuarto de baño, Bram
se había puesto unos vaqueros desgastados y una camiseta larga de la
universidad. En vez de los zapatos, se había puesto unas botas de vaquero.

-De ninguna manera pienso pasar la noche contigo -insistió Dani con
ardor-. ¡Preferiría dormir con el hombre de las Nieves!

-Tampoco eres tú exactamente mi sueño de mujer para quedar atrapado en


una cabaña remota, pero por la forma en que esa nieve se está acumulando
ahí afuera, parece que no tenemos más elección -soltó los leños al lado de
la chimenea-. Así que nos tendremos que aguantar el uno a otro, nos guste
o no.

Se arrodilló y empezó a apilar con orden los leños.

-Después de lo que le ha pasado a Ryan, todo el mundo se pondrá histérico


si no aparecemos -le advirtió Dani.

-Ya me he encargado de eso.

-¿Cómo?

-He l amado a casa desde el teléfono celular del Blazer y le he dicho a


papá que estamos aquí a salvo y que intentaremos volver por la mañana.

-No sabía que tenías un teléfono celular. -Ahora lo sabes.

-Le podrías haber dicho que pidiera a John Carpenterque sacara el


quitanieves y limpiara la carretera.

-Podría, pero casi todo el mundo está agotado, tanto emocional como
físicamente por la muerte de Ryan Me he imaginado que en vez de
arrastrar a nadie a otra maldita tormenta de nieve, tú y yo podríamos
damos una tregua.

Dani odiaba tener que admitir que tenía razón. -No había creído que te
preocuparas por nadie, aparte de por ti mismo.
-Tengo mis momentos.

Dani observó cómo seguía apilando los leños y, casi contra su voluntad,
recordó lo que le habían hecho sentir aquel as fuertes manos morenas
contra sus caderas cuando la habían sujetado contra él provocando aquel
lento y agonizante ardor.

-No tenías por qué dejar de llorar por mí.

-No estaba llorando.

Ella le echó un rápido vistazo.

-Entonces, ¿por qué parece que te has puesto un perfilador rojo? Y tienes
la nariz como un perro.

-Con piropos como esos, me sorprende que hayas conseguido llevar a


tantas mujeres a la cama.

-No me había dado cuenta de que quisieras ningún piropo. Me parece


recodar a una mujer que se parecía terriblemente a ti diciendo que
preferiría dormir con el hombre de las nieves. Quizá fuera tu diabólica
gemela.

Bram colocó el último tronco en la pila, retrocedió y admiró su cuidadoso


trabajo.

-Ahora que esta pequeña tarea está terminada dijo, volviéndose hacia
Dani-, quizá pueda intentar decir alguna de esas bonitas frases que pareces
estar pidiendo.

Dani se echó hacia atrás cuando él deslizó la mano por su melena.

-Yo no estoy esperando nada de ti –insistió ella-. Dime, ¿eres siempre tan
insufrible?

-Sólo cuando he perdido a mi único hermano.


El silencio se extendió sobre ellos como una densa cortina. Bram soltó una
maldición ente dientes, se acercó a la encimera, destapó la botella de
whisky y dio un trago -¿Sabes que eso no te va a ayudar en nada?

-¿Has estado alguna vez borracha?

-Por supuesto que no.

-Entonces, ¿por qué diablos hablas como si fueras una experta? -volvió a
dar otro trago y la miró con un brillo de desafío en los ojos-. Haré un trato
contigo.

-¿Cuál?

-Tú sufre por Ryan a tu manera y yo a la mía. Y mañana veremos quién de


los dos se siente con más fuerzas para seguir viviendo.

La profundidad de su dolor, evidente en su voz y en su cara, la sorprendió.

-:-No sabía que te importara tanto.

El sacudió la cabeza y dio otro trago.

-Ella no sabía que me importara. ¡Diablos! Era mi hermano. ¿Cómo podría


no importarme? ¡Lo quería, maldita sea!

Sin una advertencia, arrojó la botella en dirección a ella. Antes de poder


desviarse, pasó volando al lado de su cabeza.

El cristal estalló contra la piedra y el whisky saltó por las llamas,


elevándolas en un brillo anaranjado.

-Bonitos efectos especiales -dijo Dani muy despacio todavía asustada.

Comprendió que con aquel gesto no había tenido intencion de hacerle


daño, ni siquiera de asustarla.

Habla sido una descarga emocional espontánea, pura y simple. Le hubiera


gustado poder hacer algo para aliviar los tumultuosos sentimientos
encerrados en ella. -No me extraña que seas un director tan famoso.

Él la miró durante treinta segundos completos.

Después sacudió la cabeza y se rió a carcajadas mientras miraba al techo.

Cuando volvió a bajar la vista hacia ella, tenía los ojos empañados en
lágrimas. Lágrimas de risa o de pena, eso no lo podía saber ella. Bram
cogió el paquete de cigarrillos de la mesa y le ofreció. Cuando ella rehusó
con un vaivén de cabeza, él sacó uno y lo encendió.

-El otoño pasado -dijo Bram mientras cruzaba la habitación para sentarse
en el suelo a su lado--, después de que vuestro compromiso fuera oficial,
Ryan fue a verme a Los Ángeles para pedirme que fuera su

padrino de bodas. Salimos a cenar y entre una pizza de queso de cabra


ridícula por lo cara, le pregunté por qué un médico sensato y sobresaliente
como él se casaba con una caprichosa artista divorciada. Incluso aunque
tuviera unas piernas de primera clase.

Dani tenía dos elecciones. O quejarse de su descripción de sí misma o


permanecer en silencio y no arruinar el primer momento pacífico que
habían tenido en todo el día. Eligió lo segundo.

-¿Y qué dijo él?

-Dijo que había más motivos de los que podía contar -Bram tenía la
mirada fija en las llamas-, pero que si le obligaran a dar uno por encima de
los demás, para haberse enamorado de ti, era porque le hacías reír.

Entonces se volvió hacia ella con la expresión grave.

-Me dijo que había algo maravilloso en reírse echados juntos en la cama
después de hacer el amor.

Por todo y por nada.

Las lagrimas que había contenido en presencia de Bram volvieron a acudir


a sus ojos, calientes e insistentes.
-Gracias --consiguió decir a pesar del nudo que tenía en la garganta-, por
contármelo. No lo sabía.

Bram le secó una lágrima de la mejilla con el dedo pulgar.

-¿Nunca te lo dijo?

-No -nerviosa por lo que debía haber sido un contacto nada amenazador,
Dani volvió la vista hacia las llamas-.

No lo hizo.

-supongo que imaginaría que tendría mucho tiempo para hacerla.

Incapaz de responder, Dani apretó los labios y no dijo nada.

Bram apagó el cigarrillo, se reclinó hacia atrás a su lado y se pasó el brazo


por encima de los ojos. -¿Sabes?

A veces la vida apesta de verdad. Dani siguió en silencio.

Se quedaron en la misma postura perdidos en sus propios pensamientos un


largo rato.

-¿Te contó alguna vez la primera vez que papá le dejó venir de caza con
nosotros? -preguntó Bram.

Dani suspiró con dolor.

-No.

-Él tenía catorce años -siguió Bram-. Tenía pecas, un aparato dental y
remolinos en la frente. Se había pasado el verano disparando tanto que era
como si al cuerpo no le hubiera dado tiempo a crecer al mismo ritmo.

Parecía un tronco de pino.

-Me acuerdo del aparato dental -dijo Dani muy despacio--. Yo también lo
llevaba. Un cuatro de julio en la playa Commons, nos estábamos besando
durante los fuegos artificiales y se nos quedaron trabados. Yo estaba
aterrorizada de que tuviéramos que llamar al departamento de bomberos
para que nos desengancharan.

-Hubiera hecho falta mucho más que un departamento de bomberos para


separaros -dijo Bram-.

Mama siempre os llamaba a Ryan y a ti los gemelos siameses. Creo que


ella sabía mucho antes que vosotros que acabaríais casados.

Que? Dijo sin pensado y se arrepintió al instante.

A no los ojos mucho y volvió la cabeza hacia ella.

-Lo siento.

-Sé lo que querías decir -Dani dobló las rodillas y se pasó los brazos
alrededor de ellas. Apoyó la mejilla en los brazos y lo miró-. Cuéntame lo
de la excursión de caza.

-Éramos un grupo numeroso: papá, Ryan, mi primo Johny, Danny Ames y


su padre y yo Ibamos a separamos todos, pero como era el primer día para
Ryan, papá me dijo que me lo llevara conmigo para enseñarle todos los
trucos.

Cayó un tronco en el hogar con una nube de chispas. Bram se puso en pie y
lo colocó en su sitio con el atizador.

-Estaba llegando el final del día. Ryan, todavía tan excitado como un niño
en Navidad, iba delante de mí.

Íbamos de vuelta a la furgoneta y yo no estaba de muy buen humor. No


había sido un día precisamente bueno.

Habíamos andado kilómetros sin encontrar más que alguna liebre.


Entonces, cuando miré hacia arriba, vi a Ryan de pie e inmóvil como un
perro de presa con la escopeta apuntada hacia un arbusto -satisfecho de
que el tronco permaneciera en su sitio, Bram volvió a sentarse al lado de
Dani-. Miré en la dirección de su cañón y allí, a menos de cuarenta metros
de distancia, estaba el ciervo más grande que haya visto en mi vida. Con
una cornamenta al menos de este tamaño.

Extendió los brazos mucho.

-No recuerdo que Ryan haya disparada nunca a un ciervo.

-Eso es porque no lo hizo. Yo esperé a que apretara el gatillo sabiendo que


nunca en su vida tendría una oportunidad mejor. Entonces fue cuando supe
que no había forma humana de que mi hermano pequeño pudiera disparar
a aquel ciervo.

-¿Y entonces lo hiciste tú?

Él le dirigió una mirada penosa.

-No, la verdad es que no lo hice. Creo que yo también estaba disfrutando


sólo de ver a aquel magnífico animal. Pero cuando oí que se acercaban los
otros, supe que sólo era cuestión de segundos el que alguno le disparara.

-¿Y qué pasó?

-Disparé por encima de la cabeza del animal y le ahuyenté. .

-¿Hiciste eso? ¿Por un animal?

-Era un animal magnífico --explicó Bram-. Creí que había resuelto el


problema de la manera más limpia, pero entonces me di cuenta de que
Ryan no dijo una sola palabra en todo el camino de vuelta. Cuando más
tarde le pregunté la causa, me dijo que le daba vergüenza haberme
decepcionado.

-Él siempre estaba intentando cumplir con tus expectativas -acordó ella en
voz muy baja.

-Eran sus malditas expectativas -le corrigió Bram-. No las mías. Diablos,
yo nunca quise que Ryan fuera como yo. De hecho, había veces en las que
a mí me habría gustado parecerme a él.
Aquella idea era tan sorprendente, que a Dani no se le ocurrió ninguna
respuesta adecuada.

-Por supuesto que la naturaleza es sabia y ni Ryan pudo parecerse a mí ni


yo a él. Pero, ¿sabes algo? -¿Qué?

-Nunca volví a cazar un ciervo desde entonces. Dani curvó los labios en
una sonrisa. La primera en varios días.

-Le querías mucho, ¿verdad?

-Por supuesto que lo quería. ¡Diablos! ¿crees que yo no sabía que Ryan me
admiraba? Era consciente de que mi responsabilidad era no fallarle. Me
pasé años arreglando los ositos rotos de mi hermano pequeño,
desenredando sus carretes de pesca, todas esas cosas que hacen los
hermanos mayores y de las que se quejan tanto, pero en el fondo les
encanta hacer.

Bram se l evó la mano a la cara.

-Pero la única vez que necesitó mi ayuda de verdad, no pude hacer ni una
maldita cosa por ayudarle.

Cuando se retiró la mano, tenía los ojos empañados. Toda la animosidad


que Dani había sentido siempre hacia aquel hombre se había desvanecido
como las nieves primaverales bajo los rayos de sol.

-Nadie podía haber previsto aquella avalancha -Dani posó la mano en la


manga de su camiseta negra y sintió el duro músculo bajo sus dedos.
Nadie podría haberle salvado.

Bram bajó la mirada hacia la mano de ella como si intentara recordar a


quién pertenecía o cómo había llegado allí. En el resplandor del fuego, el
diamante de su anillo brilló como el hielo.

-Me acuerdo de cuándo lo compró Ryan -murmuró Bram mientras


jugueteaba con el anillo-. En Chicago.
-¿En Chicago? -sus dedos rozando los de ella la distraían-. No recuerdo
que Ryan fuera nunca a Chicago.

-Pensaba darte una sorpresa cuando volvieras a Estados Unidos. Quería


casarse contigo.

-¡Oh! --el corazón se le puso en un puño-. No lo sabía.

-Pero entonces tú le escribiste desde Mónaco y le dijiste que te habías


casado. Con otro.

-No lo sabía -repitió ella con debilidad.

Dani se preguntó si hubiera habido alguna diferencia de haberlo sabido.


Peter había sido tan absorbente y aparentemente tan cosmopolita. Y
además, había llegado a su vida en un momento en que ella estaba abierta
a todo tipo de aventuras, mientras que Ryan representaba lo familiar, lo
cómodo, lo seguro.

Se preguntó por qué Ryan nunca le habría contado lo del anillo. Quizá le
había hecho mucho daño su repentino matrimonio con otro hombre.

-Yo estaba rodando Tarnished Vows en Chicago cuando apareció Ryan


pidiéndome consejo sobre anillos de compromiso justo cuando yo estaba a
punto de rodar una escena muy importante de una persecución en coches.
Diablos, no podía abandonarlo para irme de compras con él.

-y supongo que eso fue lo que le dijiste. -Claro. Y cuando acababa de


ponerle en su sitio con los calendarios, los costes del rodaje y la
responsabilidad de los presupuestos, salimos a tomar café y donuts
mientras esperábamos a que abrieran las joyerías.

De alguna manera, ahora ya no le sorprendía tanto aquella reacción como


lo hubiera hecho antes.

-¿y entonces qué pasó?

-Pues que no conseguía decidirse entre un diamante y unas esmeraldas y la


película subió doscientos mil dólares de presupuesto porque tuve que tener
a todo el equipo esperando tres días mientras llovía a cántaros. Y el anillo,
por fin lo escogí yo.

Dani bajó la vista hacia la joya.

-¿Que lo escogiste tú?

-Ya te lo dije, Ryan no conseguía decidirse. Por fim, se me ocurrió jugado


a cara o cruz y ganó el solitario.

-¡Ah! -se sintió extrañamente aliviada. O sea que no fue una elección
personal por tu parte.

-Por supuesto que no. Era Ryan el que se suponía que iba a casarse, no yo
«Ryan».

La mano de Bram se apartó de su dedo y le dejó un extraño rastro de calor.

Sus miradas se cruzaron y se clavaron.

Y Dani sintió un extraño vuelco en el corazón.

Dentro, el fuego crepitaba y fuera el viento ululaba En su interior, se


estaba desatando una tormenta de otro tipo. Mientras el a reprimía aquel
os sentimientos mezclados, la mano de Bram se deslizó por la manga
enrollada del albornoz y siguió su recorrido hacia arriba.

Cuatro

En lo más profundo de su conciencia, Dani sabía que habría un precio, un


pago de dolor por sucumbir a aquel a oscura tentación. Pero mientras las
llamas le lamían la sangre, supo que no le quedaba otra elección salvo
someterse a aquello, cualquiera que fuera el precio.

Las manos de Bram alcanzaron su pelo y atrajeron su boca hacia la de él


una y otra vez hasta que la dejó sin aliento.

Las palabras, roncas y susurrantes, salían a borbotones de sus labios contra


los de ella, contra su garganta y contra la sedosa piel entre las solapas del
albornoz.

Con rudeza, le arrancó el albornoz y lo arrojó a un lado para exponerla a su


mirada ardiente. Entonces, su boca se cerró contra uno de sus pezones,
ardiente y hambrienta, creando Una punzada de dolor exquisito, tan agudo
que la hizo gritar, incluso aunque deseara más.

Pero él ya había avanzado, llevándola hasta la desesperación con sus


manos y sus labios. Era infatigable, lamiendo, chupando y sorbiendo,
como si no quisiera dejar ni una sola parte de su cuerpo sin tocar.

La boca de Bram se deslizó hasta sus costillas pasó por el estómago y se


detuvo sólo lo suficiente para explorar su ombligo con la lengua húmeda.

Sus dedos juguetearon en el profundo delta encima de sus muslos mientras


la soplaba despacio, agitando el vello oscuro, enfriándolo y calentándolo a
la vez.

A cada milímetro que avanzaba, Dani sabía que debería detenerle; sabía
que lo que estaban haciendo, no sólo estaba mal, sino que era infantil e
irrazonable, pero la necesidad de consuelo pudo con la razón, y la
tentación de explorar aquel a sensación increíble ganó a su sentido común.

Como si le hubiera leído la mente, Bram levantó la vista y clavó los ojos
en los de ella por un instante suspendido en el tiempo. La luz del fuego
iluminaba su cara, y dejaba sus mejillas en sombras. Sus ojos, tan
parecidos a los de su hermano, aunque más oscuros, brillaban como el
cobalto.

Ryan había insistido siempre en que Dani era la mujer más bella del
mundo. Viviendo en un mundo en que cada mujer de la calle parecía más
asombrosa que la anterior, Bram nunca había pensado demasiado en el
aspecto de Danielle Cantrell.

Pero ahora, al mirada, comprendió que Ryan había tenido razón. En aquel
momento, Dani era casi más bella de lo que un hombre pudiera soportar.
Su melena caía libre sobre sús hombros desnudos en un torrente de seda de
ébano. La luz del fuego bañaba aquel a piel de color alabastro.

. Si él la estuviera dirigiendo en una película, hubiera creado una escena


donde unos gitanos de ojos oscuros danzaran alrededor de ella entre
timbales.

.Bram sonrió y la besó de nuevo; esta vez con una caricia breve y
seductora que fue diferente a las otras que habían compartido.

Antes de que ella pudiera pensar en el significado e aquel beso dulce y


extraño, su boca continuó su asalto sexual, creando chispas a su paso.
Cuando chupó la carne tierna del interior de sus muslos, Dani dejó escapar
un profundo gemido y dobló una pierna, ofreciendo más.

y entonces, sin un aviso, él sumergió la lengua dentro de ella.

Dani se puso rígida y le hubiera apartado de no ser porque sus manos, bajo
las caderas de ella, hundieron los dedos en los húmedos pliegues de ella
sujetándola y atrapándola. Su habilidosa y experimenta da lengua era
rápida y ansiosa y ella gimió sin cesar contra su boca, deseando y
pidiendo.

No había nada suave ni gentil en Bram, pero Dani no quería delicadeza. Lo


que deseaba, lo que necesitaba, era aquel deseo primitivo y aquella fuerza
salvaje que nunca antes había sentido. Por aquella única noche, no sentiría
vergüenza ni timidez.

Los pensamientos coherentes se desintegraron consumidos por la tormenta


de fuego que había arrasado la mente de Dani. Bram deslizó los dedos
dentro de los pliegues de su cuerpo buscando sus cálidos secretos íntimos
mientras sus dientes jugaban con la ultra sensible zona de encima creando
una necesidad tan aguda que Dani creyó que explotaría. Apretó los dedos a
ambos lados de su cuerpo agarrando mechones de pelo de la alfombra.

El placer creció en espiral como oleadas de electricidad por todo su


cuerpo. El estómago se le tensó y sintió una oleada recorrerle los senos.
Parecía como si cada terminación nerviosa de su cuerpo estuviera
concentrada en un único y tembloroso punto vital.

Un lametón final de su lengua contra la zona inflamada le produjo una


sacudida que la llevó a un violento y estremecedor clímax.

Los pantalones y calzoncillos de Bram desaparecieron con rapidez, pero


no le dio tiempo a el a a explorarle como había hecho él.

Su cuerpo estaba ardiente como un horno cuando tomó posesión de ella,


con ansiosas sacudidas cada vez más profundas.

Era como si estuviera intentando liberar todo su dolor en el cuerpo de ella.


Con las extremidades entrelazadas Y las bocas fundidas, se movieron
juntos mientras el fuego crepitaba. Cuando el control cedió, Bram gritó su
nombre y Dani susurró el de él con tanto éxtasis como desesperación.

El fuego había cedido y el frío había invadido la habitación. Los dos


seguían entrelazados juntos; carne húmeda contra carne húmeda.

Dani se arriesgó a alzar la vista hacia Bram. Quiso pedirle que no la dejara
fuera; todavía no. Quiso pedirle un poco más de tiempo, un breve respiro,
antes de que el a se viera obligada a enfrentarse a todo lo que había
perdido en aquella montaña.

Pero no encontraba las palabras y, aunque las hubiera encontrado, dudaba


de tener el coraje de expresadas.

La maldición de Bram fue baja y punzante. Cerró los ojos durante un breve
momento penoso, se apartó de ella y empezó a recuperar sus ropas.

-Te debo una disculpa. Su tono brusco la dolió.

-No me debes nada ---"--deslizó la palma de la mano sobre la piel. El


impacto de donde estaba y de lo que acababan de hacer la asaltó de golpe-.
¡Oh, Dios mío! -¿Qué pasa? Bram localizó su ropa interior y se la puso.

¿Que qué pasaba? El hombre al que amaba estaba muerto, apenas


enterrado y ella le acababa de traicionar con su propio hermano. Dani
inspiró con fuerza y_ con una gran dosis de esfuerzo, consiguió no desViar
la mirada y mantener la voz calmada.

-Nada que no estuviera ya mal.

Bram se puso los vaqueros, se los abrochó y dejó el botan superior suelto.

-Sabía que ibas a arrepentirte.

-No me arrepiento.

La voz de Dani se había vuelto fría y distante mientras se rodeaba el


cuerpo con los brazos como una forma inconsciente de autoprotección.

Bram arqueó una ceja.

-Es un poco tarde ahora como para empezar a levantar barreras, corazón.
Los cimientos están ya derrumbados.

Bram dirigió una mirada sugerente hacia la alfombra. Incómoda de


repente por su estado de desnudez, Dani empezó a buscar su albornoz.

-Aquí está -Bram lo recogió del sofá de cuero a varios metros y Dani se
preguntó cómo habría llegado hasta allí-. Te sientes culpable, ¿verdad?

-No -se metió las manos por las mangas sin importarle que estuviera del
revés y se ató el cinturón-. Quizá -su voz, casi un gemido, subió de tono y
le salió temblorosa-. ¡Maldita sea, por supuesto que me siento culpable!

Los sentimientos, demasiados para poder abarcarlos, se le agolparon en la


garganta. Cuando las lágrimas empezaron de nuevo, volvió la cabeza.

Dani oyó el suspiro de Bram y sintió el contacto firme de sus manos sobre
sus hombros.

-Es un reflejo automático en ti, ¿verdad? -¿Qué?

-La culpabilidad. Es una reacción sistemática.


Te sientes culpable por no haber muerto en esa montaña con mi hermano y
te sienes culpable de haber intentado, aunque pareciera una buena idea en
el momento, liberar algo del dolor y culpabilidad haciendo el amor
conmigo. Diablos, si puede que hasta te sientas culpable por algo que
todavía no hayas hecho.

Bram apretó los labios contra su pelo.

-Haces el papel de culpable realmente bien. ¿Estás segura de que no eres


católica?

-¿Es que nunca te tomas nada en serio? –en antO soltó la acusación, Dani
deseó no haberlo hecho-. Perdona.

Sigo dicindo cosas terribles Y sé que no debería porque a ti también te


duele. Pero parece que no puedo evitado.

Bram la dio la vuelta en sus brazos y la miró con una expresión grave Y
burlona a la vez.

-y ahora también te sientes culpable por eso, 'verdad?

G por algún motivo que no podía entender, Dani encontró que no le


importaba tanto la arrogancia de Bram. Eran los momentos como ese,
cuando él intentaba ser amable, los que la ponían nerviosa.

-No lo sé probablemente -admitió.

-¡pobre Dani! ¡Qué confusa y dolida estás! –su voz, baja y ronca, le
produjo algo cálido y maravilloso al pronunciar su nombre-. Hemos
complicado las cosas, ¿verdad?

Cuando él alzó una mano hacia su cara, el aire de la habitación pareció


inmovilizarse de repente. Un tronco moribundo cayó entre una nube de
chispas y Dani casi las sintió en sus mejillas. y cuando los de dos morenos
se deslizaron por su cuello y le aceleraran el pulso, supo que tendría que
tener cuidado.
-No veo por qué -ella se retiró y miró a Bram con el mismo cansancio que
él la miraba a ella-. Ha sido sólo sexo, Bram. E incluso en las mismas
circunstancias, ciertamente no lo volvería a hacer de nuevo, pero no pienso
mortificarme por ello.

Cuando él le dirigió una mirada profunda, Dani comprendió que estaba


conteniendo el aliento.

-Dios -fue lo único que murmuró él

Entonces se dio la vuelta, metió otro tronco al fuego y lo atizó hasta que
las llamas lo envolvieron. Dani tema la vista clavada en las piernas
musculosas bajo el suave vaquero y recordó, con demasiada claridad,
como las había sentido en tomo a ella.

-Hay algo más -dijo él cuando se volvió de nuevo.

Recogió el paquete de cigarril os, sacudió uno y lo encendió con una


cerilla de cocina.

-¿Qué?

-Es algo que probablemente debería haber preguntado desde el principio,


pero como estabas a punto de casarte, he supuesto que estarías tomando la
píldora.

Dani pensó que efectivamente debería haber hecho aquella pregunta antes.

-¿Como todas tus otras mujeres?

Él casi mordió el cigarrillo de la irritación.

-He hecho una simple pregunta, Dani ¿Crees que puedes darme una simple
respuesta?

Ella agradeció la rabia; por lo menos superaba a la pena por la muerte de


Ryan.
-Sí, deberías haberlo preguntado desde el principio --dijo ella con una
firmeza fría-. y sí, estoy tomando la píldora. Y no, no tienes que
preocuparte porque no tengo ninguna enfermedad de transmisión sexual y
no vaya quedarme embarazada. Así que te puedes volver a Hollywood sin
tener que mirar atrás.

-Ahora que lo mencionas, yo tampoco tengo por ti --dijo ella con


sarcasmo-, y me sorprende, dado lo que he leído sobre tu estilo de vida
libertino.

Bram chupó el cigarri11o con ojos duros y la miró entre el humo.

-Deberías ser más inteligente y no creerte todo lo que lees en esa maldita
basura de revistas.

Dani sintió un rubor de vergüenza subirle a las mejillas.

-Aceptado -asintió con rigidez-. y ahora que hemos intercambiado la


información médica pertinente, ¿por qué no te olvidas de lo que acaba de
ocurrir?

Bram le dirigió otra larga mirada. Dani mantuvo la Ya negándose a que la


intimidaran.

-Si -eso es o que tu quieres, lo olvidaremos tiró el cigarrillo a la chimenea


y ,cruzó la habitación hacia la cocina americana . ¿Que te parece algo de
cena? Tengo un camping gas de repuesto para cuando se va la luz.

Puedo calentar una lata de sopa y hacer unos sandwiches.

-No tengo hambre.

-Deberías tomar algo. No has comido apenas en varios días.

-¡Vaya, no sabía que te habías fijado!

-Me he fijado en muchas cosas de ti, Dani.


Cuando le dirigió otra mirada lenta y sensual, ella sintió que aumentaba su
rabia. ¡Con qué facilidad la irritaba aquel hombre! Ryan y ella apenas
habían discutido nunca y su hermano conseguía ponerla al límite sólo con
una palabra o una mirada.

Dani cerró los ojos deseando calmarse.

-¿Has mencionado algo acerca de una cena?

De alguna manera, consiguieron que transcurriera el resto de la velada sin


ningún enfrentamiento más.

La sopa de buey estaba para su sorpresa muy sabrosa y los sandwiches de


pan integral muy jugosos.

Dani le habló del propietario de la galería que creía con entusiasmo en su


trabajo.

Cuando Bram le preguntó por su estancia en Pan, ella apenas mencionó


algo de sus días de estudiante. A Peter no lo mencionó.

Mientras esperaban a que el agua hirviera para preparar café instantáneo,


él le contó cosas de la pelí cula que estaba haciendo en el momento.
Tampoco le mencionó la campaña de boicoteo de los moralistas o ella
Parece una bonita historia familiar -murmuró Sin querer pensó en Peter y
se le heló la sangre.

Ya que no conocía los detalles de su matrimonio Bram se limitó a


encogerse de hombros.

'

-No todos los matrimonios son tan felices como el de mis padres.

Dani, que tenía experiencia de primera mano, no respondió.

Después de una ligera discusión acerca de los arreglos para dormir,


acordaron que Dani dormiría en el sofá cama frente a la chimenea y Bram
en la silla próxima.
Agotada por las emociones y sobresaltos, Dani se durmió al instante. Poco
antes del amanecer tuvo un sueño.

Ella estaba en San Francisco, en su habitación del palacete de Pacific


Heighs que había sido construido por los antepasados de Bannister después
del terremoto de 1906. A través de las ventanas palaciegas, ella
contemplaba los espesos bosques de Presidio y, detrás, una de las vistas
más retratadas del mundo: el Golden Gate, la Bahía y la colinas neblinosas
e iridiscentes de atrás.

Había un hombre de pie alIado de la ventana con la cara atractiva crispada


de rabia.

Había pasado la tarqe en una degustación de vinos organizada para


recaudar fondos para la Orquesta Sinfónica. Era la primera tarde que salía
a la calle en varias semanas y había cometido el error de divertirse.

-Te he visto --dijo Peter con voz suave y peligrosa.

El miedo la sacudió como un puño de hierro en el corazón.

-¿Que me has visto?

Ni la inocencia, ni la confusión ni el miedo eran fingidos.

-Te he visto coqueteando con Richard Cracker. Dani dejó escapar un


suspiro de alivio.

-¿Eso es todo?

"Con esto no hay peligro», se dijo a sí misma. -Su mujer me compró un


cuadro el año pasado.

Un óleo de una niña en el festival japonés. Te acuerdas ¿verdad?

-Me acuerdo. Pensé que lo habías hecho con una diapositiva.

Sus palabras era insultantes. Dani tuvo la fuerza de esbozar una sonrisa de
conciliación.
Creo que a los Cracker les gustan las cosas realistas -personalmente
consideraba aquella colorida escena como uno de sus mejores trabajos--.
De todas formas, Richard me estaba diciendo lo mucho que les gustaba.

-¡Claro!

Su tono estaba cargado de incredulidad y ella sintió una oleada de miedo


demasiado familiar recorrerle la columna.

-Es la verdad.

-Mentirosa -la bofetada ensañada le cruzó la mejilla-. Estabas


prácticamente invitando a ese bastardo a tu cama.

Otra bofetada, con la mano vuelta, le hizo temblar la cabeza.

-¡No!

-¡No me mientas! -le apretó la barbilla con los dedos para que no apartara
la mirada cargada de miedo--.

Estabas seduciéndole, ahí mismo delante de todo el mundo. Y él te estaba


desnudando con la mirada; te miraba como si supiera exactamente que era
lo que ocultaba ese vestido tan recatado que te has puesto para
molestarme.

Dani deslizó las manos sudorosas por el delantero del vestido de manga
larga, cuello alto y largo hasta el tobillo, tan diferente de los vestidos
alegres que ella usaba antes de casarse.

-¡Pero si este vestido me lo compraste tú la semana pasada en Saks! -le


dirigió una sonrisa tímida-. ¿No te acuerdas?

-Me acuerdo de haberlo comprado, pero no para que otro hombre te lo


quite de encima.

Su mano se enroscó alrededor de su cuello. Dani sacudió la cabeza.

-Nunca ha habido ningún otro hombre, Peter.


Nunca desde que te conocí.

-¿Y por qué diablos debería creer a una maldita vagabunda como tú? -sus
dedos apretaron. Al día siguiente habría moretones. Siempre era así-. Tú
no eras virgen cuando te conocí.

Dani había cometido el error de contarle a Peter dada su insistencia, los


otros hombres que .había habido en su vida.

-Te vi riéndote con él. De mí.

Habían tenido aquella conversación demasiadas veces como para poderlas


contar.

-No era de ti -insistió-. Nunca me he reído de ti. Otra verdad. Nada de su


matrimonio con Peter Bannister era para hacer reír.

-Eres una chica muy mala, Dani.

Ella abrió la boca para protestar, pero vio la furia en los ojos de él y la
cerró al instante.

-Pero que muy mala.

Peter empezó a quitarse los gemelos de oro y diamantes y a enrollarse las


mangas de la camisa.

-Por favor, Peter...

-Tendrás que ser castigada.

Cuando empezó a sacarse el cinturón despacio y de forma amenazadora,


Dani se dio al vuelta para escapar corriendo, pero él fue más rápido y la
agarró por la melena antes de que llegara a la puerta.

El vestido tan poco atractivo fue desgarrado por la espalda y el estrecho


cinturón golpeó su espalda. Le siguieron los puños y siguió golpeando y
golpeando. .

Fueron sus gritos los que le despertaron. Bram se levantó de un salto


desorientado hasta que se dio cuenta de repente de dónde se hallaba en la
cabaña.

Con la prometida de su hermano a la que había seducido y la que estaba


gritando en ese momento como si la persiguiera un asesino. .

Con la intención de calmarla de aquella pesad1l1a, la tomó en sus brazos,


pero ella empezó a golpearle con los puños Y los ojos muy abiertos de
terror.

-¡Maldita sea, Dani! -le sujetó las dos manos con una de las suyas y con la
otra empezó a acariciarle el pelo de ébano--. Es sólo un sueño. Una
pesadilla.

Pero ella no dejaba de resistirse. Con las manos aprisionadas, empezó a


darle patadas.

Era como si estuviera luchando por su vida. Bram no tenía forma de saber
que lo que estaba pasando por la cabeza de Dani era precisamente eso.

-¡Maldita sea!

Cuando le dio en el estómago con el talón, dejó de intentar ser delicado y


apretó su cuerpo contra el de ella, para sujetada contra el colchón.

-Es un sueño -repetía con voz suave-. Sólo un mal sueño.

Sus palabras parecieron entrar poco a poco en su mente nublada. Dani


empezó a ser consciente del duro y familiar cuerpo apretado contra el de
ella. Sintió sus dedos acariciarle la cara, sobre la mejilla que había tenido
que operarse cuando Peter se la había destrozado.

-Mira -dijo él-. Te vaya soltar las manos. Así.

¿Mejor? .
-Creo que sí -apretó la palma de la mano contra la mejilla de él. Era como
papel de lija. Pareció empezar a volver a la realidad-. ¿Bram?

-¡Premio! -su sonrisa fue como un rayo blanco en el terror nocturno.

-Lo siento.

d La sintió caliente, suave y atractiva de una forma desconcertante bajo él.


Bram podría haberse quedado el resto de la noche.

-No lo pienses más -se sentó con desgana Ya te he dicho que era un mal
sueño.

-Sí.

Su voz estaba cargada de miedo. Se pasó la mano por el pelo y se


estremeció.

-El fuego se ha apagado -Bram se levantó y empezó a escarbar el montón


de ceniza-. Déjame que caliente esto de nuevo.

Como si no hubiera calentado las cosas suficiente pensó Dani entristecida.

Cuando había escapado de Peter por primera vez, Dani había tenido aquel
as pesadillas todas las noches.

Después de unos meses de terapia, había conseguido que remitieran a


alguna vez a la semana.

Y ahora habían vuelto. Para darle algo más que resolver.

Un tronco consiguió arder y Bram puso otro encima. La cara de Dani,


iluminada por el ámbar de las llamas, estaba todavía muy pálida. Y sus
ojos, muy abiertos, estaban cargados de miedo. Algo la estaba acosando.

Algo incluso peor que la muerte de Ryan.


Tenía los ojos ensombrecidos. Y él sospechaba que también el alma.

-No hay nada de que avergonzarse, Dani –ella no pronunció una sola
palabra de protesta cuando él se sentó al borde de la cama y le pasó el
brazo por los hombros rígidos-. Para ser sincero, yo llevo teniendo
pesadillas desde la avalancha.

-¿De verdad?

Su caricia calmante, su voz de confianza y su sólida fuerza la estaban


tranquilizando.

-De verdad.

Un impulso fugaz le hizo a Bram rozarle la frente con los labios.

Entonces oyó su suspiro suave y sintió el delicado cuerpo calmarse. Pensó


en los días anteriores y comprendió que mientras su madre había estado
llorando, su padre se había refugiado en el silencio, y él había intentado
beber hasta el olvido, Dani era la única que había permanecido con un
sorprendente grado de control.

-¿No te ha dicho nadie nunca que no tienes por qué ser una columna de
fortaleza?

Notó que ella se ponía rígida y comprendió que había dicho algo erróneo.

-Estás equivocado -ladeó la cabeza a un lado y lo miró directamente a los


ojos. Su voz firme era muy diferente de la de antes, tan aterrorizada-.
Tengo que seda.

Bram pensó en discutir, pero la mirada de determinación de ella le hizo


cambiar de idea. Cuando se despertó dentro de él algo muy parecido a la
simpatía, Bram se recordó a sí mismo que mezclarse con una mujer cuyos
problemas eran aún peores que los suyos era peligroso.

Se encogió de hombros como si no le importara y

sus ojos se volvieron fríos.


-Como tu digas.

A pesar de sus palabras tan enérgicas, ella no protestó cuando él no se


movió de su lado. En vez de eso, apoyó la cabeza contra su hombro y cerró
los ojos.

Se quedaron así el resto de la noche en guardia contra las pesadillas.

A la mañana siguiente había dejado de nevar. Los quitanieves del condado


habían empezado a limpiar las carreteras permitiendo el regreso a la
ciudad.

Con la mañana, también retornó la tensión entre ellos. Cuando salieron de


la cabaña, sus ojos se cruzaron y Bram supo que Dani también la sentía.

Ella estaba muy tensa. Demasiado. Mientras conducía por las familiares
carreteras, pensó en hacer algo, lo que fuera con tal de aliviar aquella
incomodidad de ella. Entonces comprendió que sus propios pensamientos
eran muy confusos.

El sol de la mañana brillaba con fuerza sobre los picos nevados y los hacía
brillar como si fueran diamantes. A pesar de que su hermano hubiera
muerto en aquellas montañas traicioneras y crueles, Bram siguió pensando
que era uno de los paisajes más espectaculares del mundo.

El que fueran tan peligrosas como bellas, sólo aumentaba su atractivo. Lo


más extraño era que había sentido lo mismo hacia Dani la noche anterior.
Aunque él nunca se había permitido investigar demasiado en los dolores
del alma, mientras había permanecido despierto, vigilando los sueños de
ella, Bram había llegado a la conclusión de que era el sentimiento de
peligro latente lo que le había hecho romper los tabúes sociales y
familiares de una pasión prohibida con la prometida de su hermano
muerto.

De acuerdo. Aquello explicaba lo de la noche anterior, pensó Bram ahora.


Pero que Dios le ayudara; a la brillante y penosa luz del día se sintió
experimentando la misma ominosa atracción.
Lo que tenía que hacer, decidió, era salir pitando de la ciudad, antes de
poner la situación todavía peor.

Para los dos.

Durante el camino de vuelta, mientras Bram permanecía en silencio


ensimismado en sus propios pensamientos, Dani casi consiguió
convencerse a sí misma de que sería capaz de olvidar la noche anterior y
fingir que nunca habían hecho el amor de aquella forma tan escandalosa y
fiera.

y también pensó, mientras ella y Bram se despidieron con incomodidad,


que probablemente nunca volvería a ver al hermano de Ryan en su vida.

Pronto iba a saber que se había equivocado. En las dos cosas.

Cinco

En contradicción con la canción de Nunca llueve al Sur de California, el


primer día de abril amaneció húmedo y frío. Sin hacer caso del mal
tiempo, Bram siguió corriendo por la arena apelmazada de la playa frente
a su casa. Al contrario que los demás que hacían ejercicio a pesar de la
lluvia para mantener sus atléticos cuerpos californianos, Bram no corría
por hacer ejercicio físico o por conseguir ninguna marca.

La verdad era que estaba fuera desde las primeras neblinas matutinas y lo
había hecho así desde el funeral de Ryan para intentar sofocar a los
demonios que lo acosaban sin cesar. La muerte, el dolor, la culpabilidad y
la lujuria. Sus cuatro Jinetes particulares del Apocalipsis.

Todos los días lloraba la muerte de su hermano todas las noches revivía el
horror de verlo morir, la culpabilidad de no haber podido salvar a Ryan le
carcomía sin cesar. A Bram no le sorprendía demasiado estar tan
atormentado; suponía que era lo normal, el proceso de adormecer el dolor.

Lo que sí le había resultado sorprendente era la forma en que Dani


Cantrell se había infiltrado en Su mente.
Pensaba mucho en ella. Durante el día era casi capaz de apartada de su
mente mientras se concentraba en la multitud de problemas de su película
pero mantenedla apartada durante las largas y oscura; noches le estaba
resultando imposible.

Le asaltaban las imágenes sensuales de Dani echada frente a la chimenea,


bañada su desnudez por el brillo anaranjado de las llamas. Tanto era así,
que incluso cuando estaba con Eden, eran los labios de Dani los que estaba
bebiendo, eran de Dani las esbeltas curvas que se apretaban contra él de
forma seductora. Y que Dios le ayudara; incluso cuando llegaba al clímax,
era el cuerpo de Dani el que llenaba con su semilla.

El hecho era que Eden Vail, no Dani, era la que despertaba a su lado por la
mañana dejándole completamente frustrado. La idea de estar teniendo
aquel os sueños lujuriosos con tal agudeza acerca de la única mujer a la
que había amado su hermano le llenaba de culpabilidad.

Así que Bram siguió corriendo y corriendo.

Era un día de abril típico de San Francisco. Frio y nublado. Pero mientras
conducía para su cita de esa tarde, Dani ni notó la l uvia que empañaba su
parabrisas.

Estaba, en una palabra, cerrada como en una concha.

Perdida en sus turbulentos pensamientos, apareó el coche y empezó a subir


los escalones de su apartamento.

Distraída como iba, no se enteró del hombre que la empezó a seguir hasta
que estuvo frente a la puerta.

-Hola, Dani.

La horrible voz familiar le hizo dar la vuelta con un respingo.

-¿Qué estás haciendo aquí, Peter?

-¿Es que no puede un hombre pasarse a visitar a su mujer?


Su expresión de inocencia era falsa y Dani sintió la violencia contenida en
su tono.

-Ex-mujer -le corrigió.

Se dio la vuelta y consiguió encontrar la llave y abrir al primer intento.

-Me parece recordar que el ministro dijo algo como hasta que la muerte os
separe».

Su tono era tan inocuo como su expresión, pero Dani reconoció la


amenaza.

La sangre se le heló en las venas.

-Todavía tengo la orden de alejamiento -le advirtió.

Un juez amigo de Ryan había emitido la orden mientras ella estaba en el


hospital. Había dormido con ella bajo la almohada durante semanas, como
si fuera un talismán que la pudiera mantener a salvo del daño.

-Dani, Dani -se quejó Peter con una sonrisa amistosa-. Ya estás exagerando
de nuevo.

-Perdona.

Ella misma se sorprendió de lo fuerte que se había vuelto. A pesar del


'susto inicial, comprendió que ya era capaz de mantenerse firme delante de
su antiguo marido.

-Los merodeadores suelen ponerme un poco nerviosa.

-¿Es eso lo que crees que estoy haciendo? -Peter arqueó una ceja sobre la
montura de sus gafas de concha-.

¿Merodeando a tu alrededor?

-No seria la primera vez -ya estaba cansada de aquella conversación, y


además, va contra la ley.
Se dio la vuelta, con la intención de entrar.

El le puso una mano en el codo y Dani se sacudió a instante.

-Honestamente, Dani. Estaba en el pub de en frente tomando una cerveza y


viendo el partido de los Giants cuando te vi aparcar el coche. Como me he
sentido mal por lo ocurrido entre nosotros, creí poder aprovechar para
darte el pésame por la tragedia que te ha ocurrido.

-Muy amable por tu parte -no le creía ni por Un instante-. Te agradezco la


preocupación -Peter no era el único que podía mentir-. Ahora, si no te
importa, me gustaría protegerme de esta lluvia.

La furia por ser despedido sin el menor disimulo le asomó a los ojos, pero
su sonrisa siguió siendo amistosa.

-¡Claro! -sin pedir permiso, estiró la mano enguantada y le acarició la


mejilla-. Cuídate, corazón. y recuerda, si hay algo que necesites en
cualquier momento... .

Su contacto consiguió aterrorizada y no pudo disimular un temblor


repentino.

-No necesito nada de ti, Peter.

Abrió la puerta y se escabulló dentro con rapidez. Antes se darle tiempo a


cerrada, Peter tuvo la última palabra.

-Pensaré en ti.

Con aquella amenaza resonando en sus oídos, Dani cerró la puerta y echó
los tres cerrojos. Se acercó al sofá, se desplomó en los cojines de chinz,
enterró la cara entre las manos y empezó a temblar.

El bungalow de la oficina de Bram, localizado en el extremo de las


propiedades de los Estudios Eclipse, ocultaba su fama internacional y su
fortuna. En vez de la estructura ostentosa que Dani había esperado, se
encontró con un pequeño edificio blanco de estuco exento de cualquier
decoración salvo la placa que decía:
"Producciones Fortune-, pegada a la puerta.

Cuando el cochecito de golf que llevaba a Daoi al edificio se acercó, las


puertas se abrieron. A Dani no le sorprendió encontrar a Bram esperando
por ella.

Había sido retenida por el guarda de los estudios, hasta que había llamado
por teléfono y Bram le había dado la orden mágica que abriera las puertas
de hierro a los visitantes.

Bram inclinó la cabeza.

-Hola, Dani -no hubo mi un tono de bienvenida en su voz ni en su


expresión, que permanecieron neutrales-.

Esto SI que es una sorpresa. ,

.Si crees que es una sorpresa, espera y veras-, pensó ella.

Habían pasado seis semanas desde el funeral de Ryan. Seis largas y


enervantes semanas, en las cuales ella había intentado convencerse de que
el efecto que Bramwel Fortune había ejercido sobre sus emociones había
sido una respuesta transitoria a su dolor y confusión.

Se lo había dicho a sí misma una y otra vez. Se había pasado las cuarenta y
ocho horas anteriores preparándose para aquel encuentro, pero ahora
comprendía, al mirado contra el marco de la puerta, que se había
equivocado en sus cálculos por completo. Sus oscuros ojos azules se entre
cerraron con la luz del sol; tenía una mano apoyada contra el quicio y la
otra bien hundida en el bolsillo de sus vaqueros negros. Dani no pudo
evitar mirar hacia abajo, donde los vaqueros ocultaban su sexo. El
recuerdo de haberlo sentido contra ella, dentro de ella, le provocó una
oleada de calor en el vientre.

Mientras salía del coche, Dani exhaló un lento suspiro. Sus nervios, que
estaban demasiado tensos como para ser fiables, se rebelaron. Aunque ella
nunca había creído en aquel fenómeno, sintió de repente las piernas
demasiado débiles como si estuvieran a punto de dejada caer al suelo.
-Hola, Bram dijo con tono dulce y vacilante. Era, pensó con rabia hacia sí
misma, la voz de una extraña.

Su voz era cálida y dulce, como el café con leche que tomaba en el barrio
francés. Era una voz lujuriosa y femenina que sugería noches vaporosas y
sábanas revueltas, pensó él.

Había sido asaltado por aquella voz durante semanas, despertándole


después de sueños excitantes en los que veía a Dani abrazada a él, tensa,
húmeda y muy, muy ardiente.

La tensión empezó a aumentar dentro de Dani como un cable electrificado


en una tormenta. Aunque la pose de Bram siguió siendo relajada, había
una intensidad soterrada en él que la asustaba.

y había una cosa. que Dani se había jurado que nunca, nunca volvería a
permitir. Y era que ningún hombre la asustaría de nuevo. Apretó los dedos
Contra la correa de su bolso.

-Espero no haber interrumpido tu trabajo.

Bram observó su esfuerzo por mantener el control y se preguntó si


comprendería que enderezar la columna sólo conseguía que sus senos se
apretaran de forma seductora contra la seda escarlata de su blusa.

Su corta falda blanca, mostraba una buena longitud de sus piernas. Bram
recordó exactamente cómo había sentido aquellas piernas enroscadas
contra sus caderas.

-No te preocupes -se encogió de hombros-.

No has interrumpido nada que no pueda esperar –se hizo a un lado-. Pasa.

Dani no sabía qué esperar del interior de la oficina de Bram. Quizá ébano
fino y sofisticado, cristal y bronce. O algo de innata masculinidad: cuero
burdeos y paneles de madera oscuros, como los que se veían en los clubs
de fin de siglo.

.
Pero en vez de eso, era brillante, desenfadada e incitadora. Las paredes
blancas mostraban una nota ble colección de posters de películas antiguas.
Uno era de Clark Gable y Charles Laughton y otro, la imagen inolvidable
de Hita Hayworth en Sangre y Arena.

En otra pared había tres máquinas de flipper y, en una esquina de la


oficina, unos taburetes de rayas rojas y blancas. Una mesa de billar
ocupaba el centro de la habitación.

-Me he encontrado con algunos piquetes fuera de las puertas, -dijo ella por
romper el hielo. Me dio la impresión de que no están muy emocionados
con tu última película.

Bram frunció el ceño.-Llevan ahí desde que volví de Tahoe Cirro Lo que
los idiotas no comprenden es que están dando tal publicidad antes de
estrenarla, que subirá la recaudación en taquilla por las nubes.

-¿Así que no vas a abandonar el proyecto?

Dani había leído un reportaje en una revista sugiriendo que debía hacerla.

-¿Y dejar que unos bocazas Con cabezas de chorlito dicten mi visión
creativa? De ninguna manera. Lo mismo que tú no dejarías que te dijeran
qué debes pintar.

-Buen punto -murmuró ella recordando como Peter había intentado dirigir
sus esfuerzos creativos.

Dani posó la mirada errante en una mesa cercana.

Encima descansaba un casco de tamaño gigante, muy parecido al de la


Guerra de las Galaxias, pero aún mayor.

-¿Eso es lo que yo creo que es?

-Un casco de realidad virtual. Puedes probarlo.

Es muy parecido a estar en la nave espacial Enterprise.


Aquello era lo único que le faltaba; algo para hacer que la cabeza le diera
más vueltas de las que le daba. A pesar de su nerviosismo, Dani sonrió.

-Así que es verdad lo que dicen.

De Una vez más, parecían estar en la misma longitud de onda.

-¿Lo de que la única diferencia entre un chico y Un hombre es el precio de


sus juguetes? Absolutamente cierto.

Bram hizo un gesto hacia el sofá cubierto con una funda de un rojo cereza,
oro y verde que se parecía mucho a una manta navaja.

-Toma asiento. ¿Te apetece una copa? ¿O agua mineral? Preparo un batido
de chocolate bastante bueno

-No, gracias. .

Las piernas apenas la sostenían, así que agradeció sentarse.

-Entonces, ¿a qué debo esta visita?

Cuando ella se llevó con nerviosismo una mano al pelo, Bram notó, con.
su ojo entrenado de director que todavía llevaba su anillo de compromiso -
Es una larga historia.

Bram recogió un paquete de cigarrillos del escritorio, lo sacudió, se plantó


uno en la comisura de los labios y lo encendió.

-No vaya irme a ningún sitio --dijo entre una nube de humo azulado.

El humo le revolvió el estómago al instante a Dani.

-¿Dónde está el cuarto de baño? -consiguió decir mientras se ponía en pie.

El bolso se le cayó al suelo.

Su tonalidad nívea se estaba volviendo verdosa.


Bram sintió una oleada de aviso en el inconsciente.

-La primera puerta a la derecha.

Ella salió de la habitación balanceándose como un borracho con dos


semanas de abstinencia. Bram pensó en seguirla, oyó el sonido del agua
corriente y decidió que podría arreglárselas sola.

Apagó el cigarrillo y mientras metía una taza de agua al microondas, su


mente especuló con la causa más probable de la inesperada llegada de
Dani ese día.

Se apostaría su último Oscar a que estaba embarazada.

La pregunta era: ¿era hijo de Ryan?

¿O suyo?

Cuando por fim ella salió del cuarto de baño, seguía muy pálida.

-Ven --la tomó del brazo y la condujo al sofá-.

'Te sientes mejor ?

Se sentía mejor. No mucho, pero un poquito. Pero sobretodo se sentía


humillada. Se sintió sonrojar y Se sintió con un gesto.

-No tienes por que avergonzarte delante de mí, Dani. Bram estaba
sorprendido de lo frágil que parecía.

Le recordó a una pieza, de porcelana a punto de estallar Y su palidez


desato un instinto elemental dentro de él. Algo enterrado y no del todo
bienvenido.

Colocó una bolsita de té en el agua hirviendo y le puso un terrón de azúcar.

-Después de todo, hemos compartido la máxima intimidad que pueden


compartir dos personas.
Colocó un plato de pastas inglesas en la mesita frente al sofá,

-De eso es de lo que quiero hablar contigo -admitió Dani al aceptar la taza
de café.

Como estaba demasiado caliente para beberlo y no se fiaba de su


escrupuloso estómago, posó la taza en la mesa e intentó mordisquear una
pasta.

-Eso pensaba.

Bram se apoyó en la mesa del escritorio y cruzó las piernas por los
tobillos. Buscando un poco más de tiempo, Dani volvió a coger la taza y
deslizó el dedo por el borde.

-No sé exactamente cómo empezar. -Normalmente cuando alguien me


viene con una historia, le sugiero que empiece por el principio, Pero en
nuestro caso, creo que puedes ir directamente al grano -su voz seguía
siendo suave pero los ojos tenían un brillo de arrogancia-. Te sugiero que
no hagas el papel de doncella tímida y sin palabras. No te pega. , Dani no
sabía si la estaba haciendo enfadar a propósito para sacarla de quicio como
siempre. Lo único que sabía era que aquel tono sarcástico le provocó la
rabia que venció al nerviosismo anterior.

-De acuerdo -alzó la barbil a, clavó su mirada con fijeza en él y cruzó las
piernas con un crujido sensual de la seda de su falda-.

Estoy embarazada.

-De alguna manera, no me sorprende. ¿Es de Ryan?

Una mentira hubiera sido lo más prudente y seguro, pero quizá fue la
aguda mirada azul de Bram, o quizá algo más lo que le hizo decir la
verdad.

-No, el bebé es tuyo, Bram.

-Puede que bebiera aquella noche, pero recuero do con seguridad que me
dijiste por la mañana que estabas tomando la píldora.
-y lo estaba.

La mirada inquisitiva de él era una de las razones por las que había tenido
miedo de contarle lo de su embarazo.

-Pero de alguna manera, durante todo el ajetreo de preparativos de boda, se


me olvidó una píldora. La noche de la avalancha, se me olvidó la segunda.
Bram asintió.

-A mí me parece que tiene sentido.

¿Cómo podría mantener aquella maldita calma respecto a aquel o?, se


preguntó Dani. Ella había estado absolutamente frenética, contando los
días, esperando, ¡rezando! por un periodo que nunca llegó.

Decidió que la respuesta obvia era que Bram Fortune era uno de aquellos
Angeles de Piedra masculinos que sólo consideraban un embarazo como
un problema exclusivamente femenino.

-Los planes de boda probablemente distrajeron a todo el mundo. Y en


cuanto al día de la avalancha, estabas evidentemente conmocionada. Es
razonable que algo tan corriente como tomarse una píldora rosa se te
pasara por alto.

-Eso es exactamente lo que sucedió.

Dani dio un sorbito de té. Estaba caliente y dulce y, junto con las pastas,
era lo que le pedía el estómago.

-Siempre he creído en aceptar toda la responsabilidad de mis actos -dijo


ella.

Bram asintió.

-Creo recordar una excursión juvenil a Squaw Valley, cuando Ryan intentó
que recayera en él toda la culpa Y

tú no aceptaste.
-No he venido aquí para hablar de Ryan.

-De acuerdo.

Con la mención del nombre de su hermano, se le formó una línea blanca


alrededor de los labios y una fugaz emoción, que podía ser lo mismo pena
que rabia le asomó a los ojos pero desapareció con tal rapidez que si Dani
no lo hubiera estado observando con tanta atención, no lo hubiera notado.

-Este es tu guión -volvió a coger el paquete de cigarrillos, recordó el


estado de el a y lo posó de nuevo-.

Sigue.

Dani tomó aliento.

-La ecografía dice que estoy de seis semanas.

-No quiero enturbiar las aguas con los detalles técnicos de la medicina,
pero ya he escrito una historia de un triángulo amoroso de una mujer y dos
hombres -dijo Bram-.

En Tarnished Vows. y creo recordar de mis investigaciones que el esperma


permanece vivo varios días.

-Unos pocos días -concedió Dani-, pero no un mes entero.

Bram no pudo ocultar su sorpresa.

-¿Un mes? ¿Estás diciendo que Ryan y tú no tuvisteis relaciones sexuales


durante un mes antes de que él muriera?

La incredulidad rezumaba en su tono de voz.

-Te estoy diciendo que no hicimos el amor durante un mes antes de que él
muriera.

Para Dani era importante remarcar que lo que ella y Ryan había
compartido era un amor profundo y eterno.
Mientras que lo que había experimentado con su hermano sólo había sido
lujuria.

SI se dio cuenta de la corrección, Bram la ignoró.

-¿Y de quién fue esa loca idea?

-La verdad es que mía -admitió Dani.

Ella había esperado tanto tiempo para ser la esposa de Ryan... Quería que
su noche de bodas fuera especial, memorable y romántica. Aunque ahora
pareciera tan infantil, ella había querido fingir que era la primera vez que
hacían el amor. Por eso la abstinencia durante un mes había parecido tener
bastante sentido

-¿Y Ryan aceptó eso? .

-Por supuesto.

Los dos sabían que Ryan nunca había podido negarle nada.

-¡Dios santo! -Bram sacudió la cabeza con incredulidad-. Parece que mi


hermano pequeño era más santo de lo que yo creía.

-Pienses lo que pienses de nuestra decisión personal, lo único que significa


es que Ryan no podría ser el padre de mi hijo.

Se apretó el estómago con la mano, como para proteger a su hijo de la


mirada ardiente de su padre. ¡Cómo hubiera deseado que fuera el hijo de
Ryan el que llevaba dentro! Dani se mordió el labio ante la dolorosa idea.

-No tienes que preocuparte, Bram. No tengo intención de forzarte a que


hagas nada que no quieras hacer.

El entre cerró los ojos.

-¿No estarás pensando en abortar?


-No -sacudió la cabeza-. Aunque nunca hubiera planeado este embarazo,
después de considerar todas las opciones, he decidido tener a mi bebé.

-Nuestro bebé -le corrigió Bram en voz muy baja. -No estoy pidiendo
manutención para mi hijo Dani estaba girando su anillo de compromiso
alrededor del dedo-. Después de todo, mi trabajo está empezando a
venderse bastante bien. Lo creas o no, parece que ya estoy empezando a
tener un público y."

Mientras la corrección de Bram iba poco a poco sedimentando en ella,


Dani reaccionó:

-¿Qué has dicho.

-Tú sigues diciendo mi bebé. Sólo he señalado estás embarazada de


nuestro hijo.

que_¡Oh! -Dani inspiró con fuerza otra vez pero consiguió calmarse-.
Bueno. El caso es que quiero decir, nuestro bebé, Bram. Más de lo que
hubiera creído posible.

Sus ojos oscuros eran ansiosos y resueltos. Bram supo que no era una
decisión momentánea, sino que la había sopesado una Y otra vez. De lo
único de lo que se había olvidado era de sus sentimientos hacia el asunto.

-Ya veo.

Bram recordó, con penosa claridad, el día que estuvo sentado con Ryan en
el porche de esa misma casa, escuchando a su hermano la poética vida que
tenía planeada con Dani. Habría niños; tanto Dani como él deseaban una
familia numerosa.

Bram pensó en lo encantado que hubiera estado Ryan ante las noticias.
Pensó en cuando su hermano le había pedido no sólo que fuera el padrino
de su boda, sino de su primer hijo también. Entones Bram supo lo que
tenía que hacer.

-Bueno.
Dani exhaló un suspiro entrecortado. No había sido tan difícil contarle la
noticia a Bram como había temido.

Quizá le hubiera juzgado mal. Sólo un poquito.

-Gracias por ser tan comprensivo, Bram. Y hora que hemos tenido esta
pequeña conversación, te dejare volver a tu trabajo.

Dani se levantó dispuesta a irse.

-¿No quieres saber lo que siento con respecto a esto?

-Oh. Por supuesto.

Se le quedó mirando deseando poder saber lo que esta a pensando. Pero la


verdad era que aquel hombre con el que había hecho un niño, era poco más
que un extraño.

_Bien. En primer lugar, pretendo pagar la manutención

-Pero ya te he dicho que no es eso a lo...

-Ya sé lo que me has dicho, pero todavía no eres exactamente Picasso,


corazón. Y hace falta mucho dinero para mantener a un niño.

El cumpliría con su obligación, decidió Bram hacia Dani. Y más


importante, hacia Ryan. Aceptaría la responsabilidad de aquel niño, pero
el coste era alto,

Dani contempló la emoción embargarle los ojos y

deseó por segunda vez saber lo que estaba pensando,

-De acuerdo. Puedes ayudar.

Accedió pensando en su cuenta bancaria. Los gastos en los que ya se había


metido eran más altos de los que había calculado. ¿Quién hubiera
imaginado que las vitaminas del embarazo podrían ser tan caras?
Dios, aquella mujer podía llegar a ser enloquecedora. Bram se preguntó
cómo habría imaginado su hermano que podría dirigir a aquel a mujer.

--Gracias --dijo con sequedad mientras pensaba en hacer mucho más que
ayudar.

-Bueno, si ha quedado ya claro...

-Todavía no he terminado.

-Perdona -se volvió a sentar y cruzó sus largas piernas para alzar la
barbilla con gesto desafiante-, Continúa.

Ladeó la cabeza con un gesto que hubiera hecho sentirse orgullosa a una
zarina rusa.

-Muy bien. Bette Davis haciendo de la reina Victoria. Con sólo una pizca
de Garbo para dar sensualidad. Si alguna vez quieres intentar actuar
házmelo saber. Arreglaré la prueba.

-Muy amable, pero creo que paso.

Bram se encogió de hombros aunque se juró llevar aquel a cara tan notable
a las pantallas. -Como te apetezca.

La estaba mirando con los ojos entrecerrado_, y una mirada sin pestañear
que le produjo la impresión de que la estaba observando a través de la
lente de la cámara Dani decidió que ya era el momento de una' retomar el
tema.

-Creo que temas algo más que decir, ¿No? Sobre mi embarazo.

-No quiero que nuestro hijo o hija crezca conociendo sólo a uno de sus
padres.

Dani pensó que había sopesado con cuidado todas sus posibilidades, pero
aquella opción no se la había planteado.

-¿Estás diciendo.. ?
-Quiero formar parte de la vida de nuestro hijo.

-¡Oh!

No sería tan malo, pensó. Visitas de fin de semana de vez en cuando y


algunas vacaciones ocasionales en verano. Bram era uno de los solteros
más codiciados de Hollywood. ¿No le había votado la revista PeopIe como
el hombre más sexy del mundo?

¿Cuánto tiempo seguiría Bram Fortune interesado en hacer el papel de


padre a tiempo parcial? No mucho, se aseguró Dani a sí misma.

-Supongo que no habrá problema en garantizar los derechos de visitas


paternales, -Todavía no te enteras,

¿verdad?

-¿Enterarme de qué?

-No tengo intención de ser un padre cada dos sábados para pasar la tarde
en el zoo, Dani.

El estómago le dio un vuelco y empezó a sentir un terrible dolor de


cabeza.

-Entonces, ¿qué estás sugiriendo exactamente, raro?

-Creo que deberías ser capaz de ver que sólo hay una forma lógica de
afrontar esto.

A Dani le empezaron a sudar las manos.

-¿Cuál es?

-¿No es obvia? -su sonrisa de respuesta era como la de un lobo. Una


sonrisa de depredador, nos tenemos que casar.

Seis
-¿¡Casamos!? ¿Tú y yo?

Dani miró a Bram buscando con desesperación alguna expresión de burla a


sus expensas. Sus ojos oscuros se habían agrandado y a Bram le
recordaron los de un ciervo deslumbrado por un par de focos.

Él echó un vistazo a su alrededor.

-¿Es que ves a alguien más en esta habitación? -Pero si ni siquiera nos
gustamos el uno al otro. -Conseguimos gustamos lo suficiente como para
enloquecer la noche de los funerales de mi hermano.

-Eso nunca debería haber sucedido. -Probablemente no, pero pasó. Ahora
tenemos que comportamos como adultos y enfrentamos a las
consecuencias.

-Pero...

-Mira, Dani, tal y como yo lo veo, corrimos un riesgo estúpido. Y


perdimos. Lo pasamos de maravilla, así que ahora nos toca pagar. .

-Esta debe de ser la propuesta menos romántica que haya recibido nunca
una mujer.

-Es que no es exactamente una situación romántica corazón.

Dani se cruzó de brazos y lo miró con furia.

_por fin estamos de acuerdo en algo.

-¿Necesito recordarte que lo que llevas dentro es mi hijo?

Su tono siguió suave, pero el peligro asomó a su mirada lujuriosa,


recordándole a Dani que era un individuo que estaba acostumbrado a
salirse con la suya. Un hombre duro, decidió.

-Eso no hace falta. Tengo un recuerdo muy vívido cada mañana cuando me
pongo de rodillas frente al retrete.
Bram dejó escapar una maldición entre dientes. Entonces se sentó a su
lado y le tomó las manos entre las suyas. Las tenía frías como el hielo,
revelando que toda aquella seguridad que quería aparentar era sólo fingida.

-Mira, Dani, es importante para mí ser reconocido como padre en el


certificado de nacimiento.

-No hace falta que te cases conmigo para conseguir eso.

-Eso es verdad, pero, ¿qué te hace pensar que permitiría que un hijo mío
lleve el estigma de la ilegalidad?

-Esto es Hollywood. Nadie se preocuparía por una cosa como esa.

-Quizá aquí no -concedió él.

Bram le apretó más las manos sin querer soltarla todavía. Acostumbrado
ya a su impetuoso carácter, no pensaba dejarla marchar sin haber dejado
las cosas resueltas.

A su gusto, por supuesto. Bram Fortune nunca aceptaba las cosas de otra
manera.

Pero créeme, Dani. Yo sé que esta tierra de la fantasía en la que vivo no es


el mundo real. Y odio la _a_ de que la condición de nuestro hijo salga
divulgada en titulares en primera plana.

Tendria que admitir que Bram tenía cierta razón. La idea de que gentes
desconocidas leyeran su vida privada, en el mejor de los casos con
exageraciones y en el peor con mentiras, era horrible.

Si el a fuera la única involucrada, Dani podría superado. Pero había un


niño inocente en quien pensar. Un niño que llegaría a este mundo márcado
Por el estigma del pecado de sus padres.

Intentó convencerse a sí misma de que Con el tiempo, los rumores y los


escándalos se apagarían. Pero también sabía que ése no era el caso. Porque
igual que no tenían escrúpulos los llamados periodistas que traficaban con
las desgracias personales y las tragedias, siempre había gente ansiosa por
leer y creer los rumores.

Algún día, cuando menos lo esperara, la historia y el daño consiguiente


resucitarían. Se frotó los ojos ante la desagradable perspectiva. Sí, ella
podría soportado, se volvió asegurar de nuevo Dani. Su matrimonio con
Peter y su periodo de recuperación posterior le habían demostrado que
después de todo, era una superviviente.

Podrían arrojar sobre ella todo el barro y basura que quisieran.

Pero lo único que Dani sabía que no podría soportar era la idea de que
nadie tocara a su hijo.

-Esos no .son precisamente los recortes de prensa que una madre pegaría
en el álbum de su hijo murmuró.

Se hizo un corto silencio. Bram fue el primero en romperlo.

-Entonces, ¿qué dices?

Dani se preguntó cuántas mujeres en América matarían literalmente por


una propuesta así de un hombre rico y famoso, por no mencionar tan
sensual, como Bram Fortune.

-Hay algo que deberías saber antes de que te dé mi respuesta.

-Ahora llega lo de que me dices que no me amas.

-No es nada personal contra ti, es sólo que...

-Que todavía amas a Ryan.

-Sí.

-¿Y?

_por qué querrías casarte conmigo, sabiendo que amo a tu hermano? ¿Que
siempre lo amaré?
Que Ryan está muerto -le recordó sombrío Bram.

-Aun así.

-Mira, haré un trato contigo.

Dani lo miró con extrañeza. Aquel hombre estaba cargado de sorpresas ese
día; ella no sabía con sinceridad cuántas más podría soportar.

-¿Qué tipo de trato?

-Nos casaremos. Tú tendrás un embarazo respetable y legítimo y, después


de que nazca el niño, nos divorciamos. De esa forma, los dos salimos
ganando.

Mientras pensaba en la sorprendente propuesta de Bram, dejó vagar la


mirada a su alrededor y su vista se posó en una foto enmarcada de Eden
Vail su voluptuoso cuerpo envuelto en un minivestido dorado tan apretado
que parecía que a la rubia actriz la hubieran pintado encima de la piel.

-¿Y qué hay de ella?

Bram siguió la mirada de Dani.

-Eden no es problema tuyo.

Dani arqueó una ceja.

-¿O sea que es un problema?

¿Es que aquella mujer tenía que discutir hasta el comentario más nimio?

-Lo que Eden y yo compartimos no tiene nada que ver con nosotros.

La cara de Bram se hizo hermética, como si hubiera echado una


contraventana ante una tormenta, y sus ojos volvieron a ser inescrutables.

-He leído que vive contigo.


-Has leído mal. Ella tiene su propia casa en Beverly Hills, aunque se sabe
que pasa los fines de semana en la mía --concedió.

-¿Y piensas seguir viéndola?

-Sería muy difícil no seguir viendo a Eden, ya que es la protagonista de mi


película, pero si lo que preguntas es si va a seguir durmiendo conmigo
después de nuestro matrimonio, la respuesta es no. Confía en mí, Dani. El
día que se estrene esta película, la relación que Eden Vail y yo hayamos
tenido se habría acabado de todas formas.

-Eso me suena sospechosamente al viejo tópico de las actrices que se


acuestan con quien sea para conseguir un papel -Dani no se molestó en
ocultar el desprecio en su voz-. Dime, Bram, ¿es así como consigues esas
brillantes actuaciones de tus protagonistas femeninas? ¿Acostándote con
ellas durante el rodaje?

-En algunos casos, eso no hace daño a nadie. La sorprendió aquella


sinceridad.

-¿Y las abandonas después de la fiesta de inauguración?

-La verdad es que, si va a haber algún abandonado, lo tienes delante.


Porque Eden ya está con todas sus emociones puestas en la próxima
película. Y en el próximo amante.

Los rumores se habían acentuado desde que él había vuelto de Tahoe Cirro
Sólo la noche anterior, el a había cancelado una cena con él para leer un
guión para un productor de Columbia Pictures. Y esa misma mañana,
cuando había aparecido en el trabajo, la maquilladora se había quejado del
poco atractivo enrojecimiento causado por la barba.

-Nuestro matrimonio sólo adelantaría un poquito el reloj.

Dani se preguntó qué tipo de hombre sería Bram para poder ser tan
caballeroso al terminar una relación. El tipo de hombre, se recordó a sí
misma, que le estaba proponiendo un matrimonio de apariencias.
-¿Dónde viviríamos? -preguntó.

Estaba pensando en la adorable casa en Russian Hill donde habían


planeado trasladarse Ryan y ella.

Bram echó un vistazo a su alrededor.

-Como mi trabajo está aquí, me resultaría muy difícil trasladarme a San


Francisco -esperaba que Dani no se pusiera difícil en aquella cuestión-. Si
lo

que te preocupa es tener un lugar para pintar, hay mucho sitio en mi casa
de la playa para que tengas un estudio. Y la luz es magnífica.

-¿Y qué habría de malo en que yo me quedara en San Francisco mientras


tú te quedas aquí?

-¿Y qué te parece que el hecho de que viviéramos separados suscitaría


todo tipo de rumores? Es importante para nuestro hijo que todos, sobre
todo los víboras de las revistas del corazón, crean que nuestro matrimonio
es auténtico.

Una vez más, Dani tuvo que reconocer con desgana lo rápidamente que
estaba solucionando todos los aspectos del matrimonio propuesto por él.
Aun así...

Casi tanto como entrar en un matrimonio que era una farsa, Dani odiaba la
idea de abandonar la ciudad que había llegado a' amar.

Por otra parte, tenía tantos recuerdos al í: los de su desastroso matrimonio


con Peter, y los de su bendito y esperanzador tiempo con Ryan. Quizá un
cambio le sentara bien.

Y, aunque odiaba tener que admitido, después de que Peter hubiera


aparecido en su puerta el otro día, la perspectiva de irse a quinientos
kilómetros tenía su atractivo. .

Supongo que tienes razón -sonó menos que entusiasta. A Bram no le gustó
su siguiente pregunta, pero tampoco le sorprendió-. ¿Y qué hay del sexo?
-¿Qué pasa con eso?

-Como sólo será un matrimonio de conveniencia, no creo que debamos


complicar las cosas más de lo que están acostándonos.

Con un esfuerzo, Bram se contuvo de señalar que si no se hubieran


acostado aquella noche en la cabaña ahora no habría necesidad de aquel
matrimonio.

-No vaya mentir y decirte que no te desearé Dani -dijo por fin-. Pero te
daré mi palabra de que no haré nada que no quieras que haga.

Dani hubiera deseado que su acuerdo no conllevara un requisito tan


peligroso. Por mucho que lo había intentado, no había sido capaz de
olvidarse de la apasionante forma de hacer el amor de Bram.

Sin hacer caso de la pequeña voz de precaución que intentaba hacerse oír
desde lo más enterrado de su conciencia, Dani tomó la decisión.

-De acuerdo. Me casaré contigo, Bram -dijo sin entusiasmo.

-Gracias -se levantó después de esbozar una mueca que apenas podía
llamarse sonrisa-. Bueno, ¿dónde está tu equipaje?

-No he traído. Había planeado volver a San Francisco esta noche.

-No te preocupes. Podemos comprar todo lo que necesites en Las Vegas.

-¿Las Vegas?

Él entrecerró los ojos y ella volvió a recordar que Bram no era un hombre
al que se debiera molestar, -

Acabas de aceptar casarte conmigo.

-Sí, pero...

-Tal y como yo lo veo, no tiene sentido esperar, -Pero, escaparse de esa


forma, sin decírselo a nadie...
Dani se interrumpió y se mesó el pelo con confusión. Parecía agotada.
Bram sintió una oleada de ternura hacia ella. Había estado cargando con
aquel peso ella sola, así que mayor motivo para solucionar el asunto
cuanto antes.

-No estarás planeando otra gran ceremonia con campanas, damas y toda la
parafernalia, ¿verdad? .

-Por supuesto que no --empezó a girar su anillo de compromiso con


nerviosismo-. La verdad es que Deseaba ni siquiera una boda cuando he
venido aquí hoy a Dani estaba cansada, tenía el estómago revuelto y le
dolía la cabeza.

Es demasiado pronto -murmuró, frotándose las sienes donde cada vez le


dolía más.

Bram vio el gesto y sintió un poco de remordimiento, La estaba


presionando pero maldita fuera, la veía que tuvieran mas elección.

-Mira, Dani --empezó de nuevo, haciendo acopio de la poca paciencia que


le quedaba-. Mañana salgo para Tailandia a hacer localizaciones de
exteriores durante tres semanas. Ya voy retrasado y me he pasado con el
presupuesto. No puedo cambiar las fechas a todo un equipo de rodaje.

-Pues no lo hagas -Dani ladeó la cabeza con aquel gesto de desafío que él
estaba empezando a odiar-, Yo tengo una exposición aquí dentro de tres
semanas.

-No lo sabía.

Ella se encogió de hombros.

-No tenías posibilidades de saberlo, pero no eres tú el único que va


retrasado. Yo le prometí a Arturo que tendría veinticinco óleos terminados
y todavía me faltan tres. -¿Arturo? .

Bram se imaginó a un galán de cine. Quizá un Ricardo Montalbán en sus


años jóvenes. Moreno y sexy, el tipo de latin lover que las mujeres
parecían encontrar irresistible.

d -Arturo Rodríguez. Tiene una galería en el oeste de Hollywood.

Bram entrecerró los ojos.

-Nunca he oído hablar de él.

Tomó nota mentalmente de investigar sobre aquel tipo.

Su tono de sospecha le hizo gracia. Dani estuvo a punto de preguntarle si


le sonaba siquiera el nombre algún galerista de Los Angeles .

-No me sorprende, porque Arturo es bastante nuevo en la ciudad. Se


trasladó aquí desde Santa Fe después de una breve estancia en San
Francisco, don: de terna un pequeño espacio en Cow Holow. Tuyo cierto
éxito con algunos de mis primeros trabajos y pensó que podía intentar
ampliar mis horizontes.

Dani había querido cancelar la exposición después de la muerte de Ryan,


pero Arturo le había sugerido que sumergirse en el trabajo podría ayudada
a superar la pérdida. De alguna manera, su estrategia había funcionado.

Un poco.

Había días en los que luchaba con desesperación por completarlo para la
fecha fijada y las horas se pasaban al menos sin acordarse de Ryan. Y en lo
que podía haber sido.

-Así que lo que está claro es que tú tienes que cumplir con tus fechas y yo
con las mías. Cuando los dos hayamos cumplido .con nuestras
obligaciones, podremos acordar la fecha.

Bram no estaba dispuesto a ir a las junglas de Tailandia sin dejar aquello


resuelto. Sabía que tenía fama de ser rudo, pero él lo consideraba
resolución. Sus métodos eran siempre los mismos. Planeaba con cuidado
la estrategia y no dejaba que nadie le desviara ni un milímetro. Al final
siempre tenía éxito.
Por desgracia, nada con respecto a Dani había ocurrido según sus planes.

-¿Te das cuenta de que cuanto más esperemos, más avanzado será tu
estado de gestación?

-No te preocupes, Bram -le aseguró con suavidad, sabiendo lo que él


intentaba y negándose a ceder-. Te prometo no avergonzarte poniéndome
de parto durante la ceremonia.

Bram recorrió su cuerpo con la mirada, deteniéndose en los senos, que


parecían más voluptuosos. Su cintura era todavía estrecha y el estómago
plano.

-Yo no me avergüenzo con tanta facilidad. Y lo creas o no corazón, la idea


de que lleves a mi hijo dentro de tu

Vientre ca a vez me atrae mas.

por el brillo de sus ojos, Dani creyó que Bram Fortune estaba
experimentando cierto orgul o masculino _-Hombres. -murmuro.

Pero su tono no tenía el tono de 'crítica anterior y su mirada era más suave.

-Ya lo sé -se le había subido el color a las mejillas y Bram no pudo


reprimir deslizar una mano por su cara-. No se puede vivir con nosotros -la
deslizó hacia la barbilla y, cuando su dedo le acarició los labios, ella los
abrió con un suspiro suave-. No se

DOS puede matar.

Estaba sonriendo. Una sonrisa amistosa y fácil. Daru retrocedió. Física y


emocionalmente. -Maldita sea, Bram...

Apoyó la mano contra su pecho para empujarle, pero él, imperturbable, se


la cubrió con las suyas.

-Es sólo un matrimonio de conveniencias --dijo él recordando la


descripción de ella-, pero también podemos acabar cuanto antes todo el
papeleo burocrático.
-¡Qué romántico eres! -se quejó ella -. ¿Cómo podría negarme?

-¿Quieres romance? -levantó la mano hasta sus labios-. Cásate conmigo,


Dani -no desvió los ojos de los de el a mientras la besaba cada uno de los
de

dos-. Sé mi mujer ---el roce suave como una pluma

de sus labios la estaba haciendo estremecerse-. Deja que te haga una mujer
honesta.

Una vez más, sus palabras arrogantes casi hicieron que se pusiera furiosa.
Una vez más, justo a tiempo, se dio cuenta de que estaba bromeando.

-Necesito pensar.

-Puedes pensar en el avión -le dio la vuelta a la mano y empezó a besar la


sensible palma-. De camino a Las Vegas.

Dani tenía la mente flotando. Sus caricias le estaban debilitando las


rodillas. Luchando contra la tierna telaraña que se estaba tejiendo
alrededor de ella, Daos decidió culpar a su estado de gravidez del mareo.

-¿Es que siempre consigues lo que quieres?

Su tono era una mezcla de broma Y acusación.

-No -le soltó la mano de repente como si quemara-. No lo consigo.

Sus ojos se clavaron. Sus pensamientos se mezclaron y Dani supo que


estaban pensando en lo mismo Ryan.

Encontraba irónico que menos de dos meses atrás, ella hubiera sido la
impulsiva, y hubiera estado a punto de casarse con un hombre que había
planeado con cuidado cada aspecto de su vida.

y ahora, ella era la que luchaba por ser práctica.


Quizá, pensó, fuera la futura maternidad la que creaba aquella necesidad
de hacer la elección correcta.

Porque cualquier decisión que tomara no la involucraría sólo a ella.

-Si estás esperando una garantía económica notarial de que ésta es la


mejor decisión, puedo dártela.

La voz profunda de Bram irrumpió en sus pensamientos revelando una vez


más su habilidad para leerle la mente.

-Pero te prometo que nunca haré que te arrepientas de tu decisión.

Durante el breve tiempo que habían estado juntos, habían compartido algo
más que pasión. Junto con el dolor, habían compartido una parte de sí
mismos que no mucha gente había contemplado. y aunque odiara tener que
admitirlo, Bram estaba demostrando ser un hombre de honor.

Incluso así, Dani ya se estaba arrepintiendo de la decisión que estaba a


punto de tomar.

Me rindo -dijo con un suspiro de frustración-.

Tienes razón. Vamos a acabar con esto.

Siete

Definitivamente no fue la bonita ceremonia que había planeado con Ryan.


Y había un mundo de diferencia entre la sofisticada y elegante que había
tenido en Montecarlo con Peter.

Pocas horas después de su llegada a los Estudios Eclipse, se encontró


repitiendo los votos matrimonia les enfrente de un ministro que no se
molestaba en ocultar su aburrimiento en una ceremonia que había
realizado demasiadas veces como para contarlas.

Si te sientes bien, será mejor que volvamos a Los Angeles -propuso Bram
después de salir de la capil a iluminada con brillante neón.
Bram había mantenido el jeet alquilado esperando en la terminal. Su
expresión no era la de un hombre que acabara de jurar amor eterno. Lo que
Dani no tenía forma de saber era que el enfado de Bram lo reflejaba hacia

dentro. Como director, estaba enfadado consigo mismo por no haber


conseguido una escena más romántica.

-La verdad es que si no te importa, preferiría volver directamente a San


Francisco. Tengo allí todas mis cosas.

-Bien.

Por supuesto que no habría ninguna luna de mi Bram se recordó a sí


mismo que aunque Dani hubiera estado ansiosa por volver a su casa de
Malibú no estaría allí, porque estaría empezando un rodaje en alguna
jungla perdida.

-Te mandaré de vuelta en el jet.

-¿Y tú? ¿No tienes que salir para Tailandia dentro de unas horas?

-No hay problema. Cogeré un vuelo, comercial y alcanzaré al equipo en la


terminal de Los Angeles.

-De verdad, Bram, que no hace falta. Yo volaré en un avión comercial.

-No pienso dejar que vayas apretada en uno de esos vuelos para ganado.
Dani, estás embarazada.

¿Cómo podría haberlo olvidado? Incluso si su molesto estómago no se lo


estuviera recordando constantemente, sabía muy bien que, si no hubiera
sido por su hijo, no estarían en Las Vegas en primer lugar.

-Estar embarazada no me convierte en una inválida, Bram. En cientos de


países, las mujeres trabajan en el campo hasta el momento del parto.

"Pero esta mujer no lo hará-, pensó Bram. Se encontró con el deseo


urgente de proteger a Dani en una burbuja durante los siguientes siete
meses.
-Me alegro de que no seas una campesina del Tercer Mundo -deslizó el
brazo de forma posesiva sobre sus hombros y caminaron hacia la larga
limusina negra que les esperaba-. No discutas conmigo en esto, Dani,
porque no ganarás.

-¿Te ha dicho alguien alguna vez que eres muy mandón?

-La verdad, corazón es que esa es una de las descripciones más


halagadoras. Intento mantener la imagen lo mejor que puedo

-jOh diablos! -masculló ella-. Haz lo que quieras.

-Siempre lo hago le aseguró Bram.

Dani se sintió aliviada y desencantada a la vez no le pidió que volviera a


Los Angeles con él eua_ camino de veinte minutos hasta el aeropuerto.

En vez de eso, dedicó el tiempo a contarle cómo su gente como él la


llamaba, llegaría a San Francisco para trasladar sus pertenencias asta Los
Angeles.

Una parte de ella quería oponerse a que dirigiera todo. La otra, más fuerte,
decidió que no ,estaba como para discutir en lo que, sospechaba, sena una
causa perdida. Además, siempre había odiado embalar. Se ría muy
agradable por una vez sentarse y ver cómo otros hacían el trabajo.

Pensó en cómo sería trasladarse a una ciudad y vivir con un marido al que
apenas conocía en una casa que nunca había visto. Cómo sería alumbrar un
niño que no había planeado.

Eran tantos cambios, pensó Dani, mientras la limusina aparcaba en la


terminal. Era como si de repente la hubieran arrancado de todo lo familiar
y la hubieran llevado a otro planeta.

Habían llamado a los padres de Bram desde el avión hacia Las Vegas y
aunque los Fortune habían expresado alegría por que Dani estuviera
embarazada d_ su primer nieto, su sorpresa y confusión de que su hijo
mayor fuera el padre fue más que aparente. Emocionalmente agotada,
Dani agradeció que sus suegros no pidieran más detalles

Cuando salieron de la limusina y se acercaron al Jet privado, Dani estaba


rogando por que acabara aquel día tan extraño.

Bueno, supongo que te veré dentro de tres semanas,-dijo Dani desde el


borde de las escalerillas de la cabina.

Por algún motivo, de repente le daba repulsión meterse al avión.

-Cuenta con ello.

Bram todavía no estaba preparado para dejarla marchar. Pensó en


convencerla de ir a Tailandia con él y decidió con desgana que, incluso
aunque ella no tuviera su propio trabajo, el viaje sería demasiado agotador.

Además, estaba el hecho de que su calendario tan apretado de rodaje no


dejara tiempo para una luna de miel.

¡Dios santo, ya la estaba mirando otra vez de aquella manera! La mirada


intensa de Bram era tan sensual como un caricia visual que excitaba a la
Vez que confundía.

Acobardada, Dani ladeó la cabeza y aspiró el aroma del ramo de rosas


blancas que Bram había insistido en comprarle. Una suave brisa le agitó la
melena y le ocultó la cara.

-Dani -sin deseos de dejarla partir sin al menos establecer su condición de


nueva esposa, Bram le alzó la cabeza con una tierna caricia de su dedo
bajo la barbilla-. Mírame.

Sus ojos eran oscuros como la medianoche y en el centro de ellos brillaba


una llama tan blanca como una estrella ardiente. Dani sintió una oleada de
calor por)a columna y se quedó inmóvil.

El le rodeó la cara con las manos.

-Se me acaba de ocurrir que he cometido un error en esa capilla.


A Dani se le ocurría que no era él el único. Había llegado a convencerse en
el vuelo a Las Vegas que sería capaz de mantener las distancias, tanto
físicas como emocionales, con Bram Fortune.

Pero ahora, mientras se sentía perder en aquellos oscuros y peligrosos


ojos, se vio obligada a duda_ 51 su prohibida noche de pasión en la cabaña
había sido en realidad una anormalidad, como había intentado creer con
fuerza.

-¿Qué error ha sido ese?

-Me dio la impresión de que cuando el ministro nos proclamó marido y


mujer, tú no querías que besara a la novia.

-y no quería.

Dani esperaba que del cielo estrellado surgiera el relámpago que la dejara
allí clavada por decir tal mentira.

_Pero como ya je, ffi1 quen a esposa, yo Siempre

e consigo lo que quiero. Así que...

Dani contuvo el aliento.

Esperando. Y, que dios la ayudara, deseando a la vez Leyó la promesa de


seducción en los ojos de él.

Él vio la tentación en los de ella.

Sus labios se rozaron y en aquel embriagador y glorioso momento sus


pendido en el tiempo, el relámpago que Dani había temido, la sacudió Su
contacto, su beso, fue tan devastador como la primera vez, pero ahora,
mientras las manos de Bram se deslizaban por su cuerpo y su boca bebía
sedienta la de ella, Dani experimentó un latigazo de reconocimiento
maravilloso y apasionado.

Su barba incipiente le raspó la cara. Sus manos, se enredaron dolorosa y


posesivamente en su melena para mantenerla prisionera de su beso
embriagador.

No hacía falta la contención. Inmersa en una pasión creciente que se


extendía por ella como el fuego incontrolado, Dani no podría haberse
movido incluso aunque hubiera querido.

Que no era el caso.

El relámpago sacudió otra vez, más cerca en esta ocasión.

El trueno retumbó en la distancia.

¿Era realmente un trueno?, se preguntó Bram mientras su lengua se


deslizaba entre sus labios abiertos, exploraba saboreaba y apretaba. ¿o era
el incontrolado latido de su corazón?

Dani dejó escapar un gemido gutural mientras respondía con igual fervor.
Enredó la lengua entre la de él de forma sinuosa y apretó sus delicadas
manos Sobre la pechera de su camisa. En su mano izquierda la alianza que
había sustituido al solitario brillaba la luz de la luna.

Gimiendo de necesidad, Bram deslizó la mano por la curva más estrecha


de su espalda, después bajó hasta rodearle las nalgas para apretada más
Contra su cuerpo y su creciente erección mientras se maravillaba de lo
perfectamente que encajaban.

La necesidad les envolvió como un tórrido siroco del desierto. Que Dios
les ayudara: estaba sucediendo de nuevo. Bram sabía que era una locura
desear a una mujer de la forma en que deseaba a Dani. Que era insano.

Pero igual que había cedido al destino la noche de la cabaña, se encontró


rindiéndose ante lo inevitable.

La besó una Y otra vez llenando su boca de su dulce sabor. Sus suspiros
entrecortados le aceleraban el pulso; sus desesperados gemidos le hacían
arder la sangre. y cuando oyó pronunciar su nombre por sus labios
entreabiertos, le sonó como una música dulce a los oídos.
Porque nunca hubiera querido dejada partir; por que en un segundo más
estaría deseando tirarlo todo por la borda: las localizaciones, su película,
su carrera entera por aquella mujer, Bram retrocedió. Muy lentamente.

Dani mantuvo apretados los dedos con fuerza alrededor de sus hombros
porque no estaba segura de que las piernas la sostuvieran.

-¿Sabes que siempre creí que se trataba de un mito? Pero es verdad lo que
dicen -dijo por fin Bram.

-¿Qué es verdad?

Dani tenía la boca tan seca como la arena del desierto. Sólo consiguió
susurrar. Él deslizó los nudillos por su mejilla en un roce suave y tierno.

-Que las novias están más guapas el día de su boda -la volvió a besar-,
pero tú, Dani Cantrell Fortune -la estaba besando despacio de una
comisura de la boca a otra- eres la más bella de todas.

Continuo su exploración sensual a lo largo de su barbilla. .

-No deberías hab1anne de esa manera -murmuró ella aunque se giró para
volver a capturar sus labios. .

- y cómo debe hablar un hombre a su mujer en su noche de bodas? -se


sumergió entre los labios entreabiertos señalando sus palabras con breves
besos.

-No ha sido una boda de verdad -protestó ella con debilidad.

Antes de que él pudiera responder, un hombre vestido de uniforme azul


marino apareció de entre las sombras.

-Siento mo1estade, señor Fortune --dijo el piloto-, pero tenemos un


informe de una gran tormenta acercándose desde el Pacífico. Si no
despegamos pronto, nos veremos obligados a esperar en tierra.

El momento estaba arruinado. Bram dejó que Dani se deslizara de su lado.


-Supongo que será mejor irse --dijo él.

-Sí.

Dani tragó saliva y pestañeó con fuerza para contener las lágrimas que le
estaban quemando los párpados, No podía llorar en ese momento, porque
si lo hacía, tenía miedo de no ser capaz de parar nunca, luchando contra
unas punzadas que se parecían terriblemente a la desesperación, Dani
decidió que las hormonas debían ser las responsables de que se sintiera tan
triste por volver sola a San Francisco. Eso era todo, se aseguró a sí misma.
Era todo lo que podía permitirse que fuera, al menos.

Mientras seguían allí, en la noche del desierto cargada de electricidad,


Bram clavó la mirada en la cara que le había devorado en sueños durante
las pasadas semanas. Contempló su valiente esfuerzo por no llorar y sintió
el profundo aguijonazo de una emoción incluso más elemental que su
deseo anterior.

Durante su juventud, cuando Ryan, Dani y él habían vivido bajo el mismo


techo, él había encontrado desagradable su fuerte temperamento y su
obstinación. Pero ahora comprendía que aquellos rasgos de su
personalidad eran simples mecanismos de defensa para ocultar un corazón
dulce y vulnerable.

-Que tengas un buen vuelo.

Se inclinó y la besó.

Aunque le costó toda la fuerza de voluntad que poseía, Dani no miró hacia
atrás mientras subía las escalerillas del jet privado.

Pero en cuanto el avión empezó a deslizarse por la autopista, echó miradas


a hurtadillas por la ventanilla y el corazón le dio un vuelco al ver a Bram
de pie al lado de la limusina con las manos en los bolsillos.

Lo que no pudo ver, mientras el avión realizaba un círculo para entrar a la


pista principal y después se elevaba cada vez más alto, fue que Bram
siguió allí I hasta que desaparecieron la luces del avión entre las estrellas.
Para sorpresa de Dani, Bram la telefoneaba cada día. La primera llamada
fue para asegurarse de que no había habido problemas en el traslado a la
casa de la playa. Y aunque el a le aseguró que todo iba bien y que ella
estaba bien, las l amadas de larga distancia se sucedieron.

Como por acuerdo mutuo, hablaban de temas intranscendentes: de su


película, de su pintura, del horrible clima de la jungla, de la cálida
temperatura de Malibú. Cuando se dio cuenta de que había empezado a
esperar aquellas llamadas, Dani empezó a preocuparse.

Su matrimonio no había sido auténtico, se recordó sí misma con firmeza


mientras se paseaba inquieta mirando a cada minuto el reloj de pulsera en
espera de la llamada nocturna. Escuchar la voz de Bram cada noche antes
de irse a dormir, no debería proporcionarle tal placer. No debería. Pero,
que Dios la ayudara se lo daba.

Él no telefoneó esa noche. Ni la siguiente. Al principio Dani se preocupó


por que le pudiera haber sucedido algo terrible. Quizá le hubiera atacado
algún horrible animal de la selva, o hubiera cogido alguna enfermedad
tropical, como la malaria. Quizá los bandidos hubieran atacado al equipo.
Dios sabía, por lo que había leído de aquel país, estaba infestado de
traficantes de joyas y de drogas.

¿Por qué no se habrían conformado con rodar en Los Estados Unidos? Si


conseguían reproducir una gruta del tesoro en los estudios de la Universal,
algún diseñador hábil también podría reproducir una jungla tailandesa.

Cuando intentó llamar al hotel donde se alojaban, sólo para conseguir que
la operadora le dijera que las líneas estaban saturadas, se puso
completamente frenética.

Estaba empezando a pensar en llamar a la Embajada de América en


Bangkok cuando encendió la televisión.

Estaban emitiendo el programa Entertainment Tonigbt y vio a John Tesh


informando que habían descubierto a Bram Fortune paseando por unas
calles de Bangkok nada menos que con Eden Vail Tesh informó que
aquella calles eran conocidas por ser el supermercado del sexo en Asia.
Un periodista había enviado una foto de la pareja Paseando descalza entre
las atestadas calles; Bram tenia el brazo alrededor de la cintura desnuda de
Eden, que iba vestida con unos pantalones cortos y un top ajustado a sus
voluptuosas curvas como una segunda piel.

¡Y ella preocupada por los animales salvajes! En cuanto a lo de las


enfermedades, considerando su promiscuidad, Eden Vail debía de estar
desarrollando ya alguna de las peores.

Dani estaba todavía furiosa cuando llegó la esperada llamada; furiosa con
Bram por haberle mentido en lo de que su relación con Eden Vail ya se
había acabado y furiosa consigo misma por importarle que no lo hubiera
cumplido.

-¿Dani? -su voz familiar apenas se oía entre las interferencias-. ¿Puedes
oírme?

-No muy bien.

Por orgullo y por lo que con desgana atribuía a los celos, se negó a alzar la
voz.

. -Maldición, yo apenas puedo oírte -se quejó él-. Escucha, la conexión es


horrible.

Ella no respondió.

-¡Quiero hablar contigo! -gritó él-. Déjame colgar e intentarlo de nuevo,


¿vale?

Bram tomó la falta de respuesta como un asentimiento.

-Ha estado lloviendo a cántaros, por eso están peor que nunca las líneas de
teléfono. Pero te prometo que seguiré intentándolo hasta que lo consiga.

Mientras la asaltó la imagen de Bram y Eden bajo la lluvia, Dani apretó el


botón a propósito y colgó.

Después subió a meterse en la cama.


Ocho

Después. de lo que le parecieron varias vidas enteras, aunque en realidad


sólo habían pasado tres semanas desde que abandonara a su nueva esposa,
Bram estaba de pie en la galena contemplando a Dani sin pestañear.

Iba vestida con una colorida superposición de capas de seda estampada


con unas amapolas escarlatas gigantes.

El escote bajo dejaba los hombros de alabastro al descubierto y unos


brillantes pendientes de aro le colgaban de las orejas mientras que en las
manos llevaba tres pulseras antiguas. Del cuel o le pendía una cadena de
oro que se deslizaba de forma tentadora entre sus senos.

Su melena, tan negra y brillante, le caía por la espalda suelta e incitaba a


un hombre a deslizar los dedos entre sus mechones. El recuerdo de aquella
sedosa mata contra sus muslos desnudos, le causaron una oleada de deseo.

Alcanzó dos vasos de agua mineral de la bandeja de un camarero que pasó


en ese momento y empezó a avanzar hacia la multitud.

Aunque Dani siguió charlando alegre y riendo una broma sobre Picasso,
era muy consciente de q de Bram avanzaba hacia ella. Que La pequeña
galería de Hollywood estaba llena de gente, sin embargo él avanzó con
largas y seguras zancadas mientras la gente se apartaba obediente as su
paso. Parecía Moisés apartando las aguas, pensó ella con irritación.

Dani observó cómo una actriz, conocida por sus Series de películas de baja
calidad y su costumbre de casarse con los coprotagonistas durante la
producción y divorciarse en cuanto terminaba, se acercó a Bram.

Aunque ya había pasado tiempo desde que Madonna apareciera vestida


con ropa interior, la actriz se había puesto un sujetador de los años veinte
de seda con frutas estampadas y llevaba una minifalda roja que apenas
cubría lo esencial Era evidente que estaba intentando ser la sucesora de
Eden Vail en a siguiente película de Bram, y por la forma en que movía de
forma seductora los labios, también en su cama. Dani observó a su marido
intercambiar unas pocas palabras y una sonrisa sensual antes de pasar de
largo.

-Enhorabuena -dijo cuando le pasó uno de los vasos-. Tu exposición parece


ser un éxito.

Bram parecía más alto incluso de lo que recordaba, casi imponente entre la
multitud de la galería. llevaba los mismos vaqueros negros del día que lo
había visitado en el estudio, el día de su matrimonio, una camiseta y una
cazadora negra de cuero desgastada.

Era evidente que no se había tomado el tiempo de cortarse el pelo. Su


cabello oscuro se rizaba al llegar al cuello de la cazadora.

-Gracias.

Dani aceptó el vaso de su mano extendida. Cuando sus dedos se rozaron,


sintió una oleada de emociones tan fuertes que la sacudieron, pero cuando
alzo mirada hacia Bram con cautela para ver si a él tambien le había

afectado, vio que su expresión era impenetrable. Dio un sorbo del agua
mineral y deseó que su mente y su cuerpo se calmaran.

-Bienvenido.

Era difícil permanecer en calma, cuando Con un simple -roce, su vida, su


mundo entero, podía derrumbarse.

-Está bien volver a estar en casa.

Dani se contuvo de comentar que si no se hubiera detenido en vivir las


noches de Bangkok con Eden Vail podría haber vuelto mucho antes a Los
Angeles.

_Seguí llamándote todas las noches, pero la operadora me dijo que el


teléfono estaba estropeado Dani se encogió de hombros.
-Las líneas de larga distancia tienen su temperamento propio.

-La verdad es que le dije que revisara la línea y me sugirió que podría
haber sido descolgado no apartó la mirada de ella-, pero tú tuviste que oír
la señal.

-Supongo que debería.

Dani se negó a admitirlo. Después de todo, era él el que se había portado


mal.

Se hizo otro denso silencio entre ellos. -Bastante éxito -repitió Bram.

Giró sobre sus talones y echó un vistazo a su alrededor para contemplar las
paredes blancas cubiertas por vívidos paisajes vibrantes de sol y retratos
cargados de movimiento.

A primera vista, las pinturas parecían una afirmación enérgica del estilo
desenfadado de vida californiana, pero una segunda mirada revelaba un
lado mas oscuro e inquietante del artista encubierto por el sol brillante.

Una pintura representaba a un trío de jóvenes casi desnudas en bikini en


medio de kilómetros de arena limpia, con su piel bronceada bajo un sol
benévolo.

En un examen más profundo, Bram distinguió al fondo del cuadro un


diminuto barco antiguo lleno de piratas con sus sables alzados en un
intento por atacar a las tranquilas bañistas.

Otro de los óleos retrataba a una pareja haciendo el amor con pasión al
borde de un acantilado. Mientras que sus expresiones tortuosas delataban
que estaban a punto del orgasmo, de una única nube algodonosa emergía
un rayo sobre ellos.

Un barquito surcaba las aguas plácidas de un lago interior rodeado de


sauces llorones. En el bote una mujer con un vestido victoriano blanco y
un parasol en la mano, estaba abrazando a un hombre vestido con traje
blanco y sombrero paja. Disfrutando del pacífico día, los amantes
permanecían benditamente inconscientes del tiburón que nadaba tras el
barco.

A pesar de lo inquietantes que eran los trabajos de Dani, algunas de las


telas ya lucían el punto rojo de vendido a un lado.

-Parece que lo vas a vender todo -comentó I Bram-. Debes de sentirte en la


cima del mundo ahora mismo.

-Es siempre muy agradable que valoren tu trabajo.

Sus ojos sensuales se deslizaron por su cara con el impacto de una caricia.
.

-Había oído que tenías talento -sus ojos se posaron en sus labios,
robándole el aliento-. Aun así, tengo que admitir que estoy impresionado.

Cuando alargó la mano y enroscó un dedo en un rizo de Dani, ella se puso


rígida. Por primera vez en mucho tiempo, Dani se sintió muy vulnerable.

Era una caricia casual, sin planear, más por placer propio, pero mientras la
contemplaba, observó que se le iba el color de la cara.

«Secretos». Se ocultaban tras aquellos preciosos ojos oscuros. Si no la


hubiera conocido mejor, Bram hubiera jurado que, en ese momento, Dani
tenía miedo de él.

Esa por supuesto, era imposible. Pero había sucedido algo, algo que Bram
pretendía averiguar hasta el fondo.

_Salgamos fuera de este zoo - sugirió

Le acababa de pasar la mano bajo el codo de forma posesiva cuando un


hombre, vestido con una camisa de seda plateada y una americana negra,
también de seda, se acercó a ella.

-Dani, querida --dio un beso al aire como para besada en la mejilla-.


Enhorabuena por este éxito rotundo.
Llevaba una perilla y su pelo oscuro recogido en una coleta que resaltaba
los cincelados pómulos por los que cualquier modelo hubiera matado.

-Estas últimas pinturas son las mejores de todas.

El compañero del hombre, vestido con una camisa blanca y una bufanda de
seda anudada al estilo de los aviadores, asintió al instante. Llevaba el pelo
negro en guedejas al estilo rastafari.

-De hecho, me gusta tanto la pintura de la cal e alivia que la acabo de


comprar yo mismo -se volvió hacia Bram con una sonrisa amistosa-. Yo
soy un exigente de la estética. No puedo vivir sin estar rodeado de cosas
bonitas. Bram asintió.

-A mí me pasa lo mismo.

Dirigió una mirada seductora a Dani que sugería exactamente qué «cosa
bonita» quería que le rodeara en

aquel mismo instante. .

Las miradas de interés de los dos hombres pasaran de Bram a Dani, que se
había recobrado lo suficiente como para lanzar puñales con la mirada a su
nuevo esposo.

-Yo soy Arturo Rodríguez -se presentó el primer hombre-. Propietario de


esta galería y descubridor de jóvenes talentos de vanguardia como nuestra
querida Dani.

Extendió la mano cuajada de diamantes en los dedos y de oro en la


muñeca.

Bram estrechó la mano de! propietario de la galería.

-Bram Fortune.

-jAh, e! famoso director! -los ojos le brillaron ante la perspectiva de los


dólares de Bram-, y reciente anfitrión de Dani.
Cuando se había trasladado desde San Francisco no había tenido otra
elección que contarle a Arturo que se había ido a vivir a casa de Bram,
aunque no le había contado. más detalles Después de ver la imagen de su
marido abrazado a su amante en televisión, Dani llegó a la conclusión de
que su trato no funcionaria nunca.

Además, incluso aunque no estuviera liado con Eden Vail, la forma en que
la había llevado a Las Vegas, sin darle tiempo ni a pensar, era prueba de
que Bram Fortune era tan dominante como Peter Bannister. Si era así,
todas sus felicitaciones por haber dejado e! pasado a sus espaldas y haber
empezado una nueva vida dejaban de tener sentido.

Vivir bajo e! mismo techo con aquel hombre, aunque solo fuera durante su
embarazo, seria como jugar con fuego. No era sólo que tuviera la
sensación de que Bram complicaría las cosas; era que sabía que, SI no se
retiraba ahora mismo, podría salir seriamente dolida.

Que era por lo que había tomado la decisión de cortar sus lazos e irse antes
de que naciera el niño.

Ya que la noticia de su matrimonio no se había divulgado aún, Dani


decidió no corregir la presunción de Arturo de que ella era la última
amante de! director.

Ahora, a punto de ser pillada en una mentira por omisión, Dani esperó con
fatalismo a que él contara la verdad.

-He sentido lo de su pérdida reciente.

_Una tragedia -murmuró e! compañero de Arturo. .

-Gracias.

La muerte de su hermano todavía le dolía. Bram pensó que siempre le


dolería.

-¿Es usted coleccionista? -preguntó e! galerista.


-He comprado una pintura o dos '-:Bram rodeó a Dani por la cintura y, sin
darse cuenta de lo rígida que se puso ella, apoyó la mano en la cadera con
gesto posesivo-, pero hoy estoy aquí como marido protector.

-¿Marido?

La confusión de! galerista era evidente. Posó la vista en la mano izquierda


de Dani y Bram notó que no llevaba la alianza.

-Dani, querida, has estado guardando secretos se quejó el compañero de


Arturo.

-Es una larga historia.

Dani estaba furiosa porque Bram hiciera pública su historia de aquella


manera. Aunque podía ser muy nuevo en la ciudad, Arturo y su compañero
de toda la vida, Dennis Laughton, ya tenían su círculo de amigos. y por
muy bien que le cayera Arturo y ella a él, sabía que era incapaz de guardar
un secreto.

Dirigió una mirada incendiaria a Bram, y se sintió atrapada en la


profundidad de sus ojos. Se quedaron así de pie, separados pocos
centímetros, sin enterarse de la multitud que seguía deslizándose a su lado
y de los dos hombres barbudos que los miraban sin ocultar su interés.

Podrían haber sido las dos únicas personas de la sala; el murmullo de las
conversaciones pareció desvanecerse en la distancia hasta que sólo quedó
e! ruido de las aspas de! ventilador que mezclaba los perfumes de forma
sofocante.

-Dani te contará todos los detalles en otro momento -dijo Bram con los
ojos clavados en ella-.

Estábamos a punto de irnos -la volvió a sujetar Por el codo--. Vamos,


cariño. Se está haciendo tarde se inclinó y le susurró al oído--. Y necesitas
descansar.
-En caso de que no te hayas enterado, Bram, da la casualidad de que estoy
trabajando.

Su tono fue helado y sus ojos una intrigante Combinación de fuego y hielo
que Bram nunca había visto antes en una mujer.

Sin aparentar turbación por el enfado de Dani deslizó una mano sobre su
cabello con un gesto marital y la otra sobre la cadera.

-Yo siempre me doy cuenta de todo lo que se refiere a ti, corazón.

Bram alzó la vista hacia el dueño de la galería. -Espero que no te importe


que te robe a la artista. -¡Por supuesto que no!

Arturo puso una sonrisa de circunstancias. Irritada por la forma en que su


amigo parecía haberse pasado al campo enemigo, Dani apartó la mano de
Bram.

-Creo que debería quedarme -insistió muy rígida-, por si acaso algún
posible comprador quiere hacer algunas preguntas.

-Oh, creo que ya has trabajado bastante por hoy, Dani -interrumpió Arturo
con rapidez sin hacer caso del fruncimiento de ceño de ella-. Mientras
dure la comida y la bebida, no creo que nadie te eche de menos.

-Muchas gracias, Arturo -murmuró con sequedad Dani-, pero me iré


cuando yo considere que debo irme. Y

todavía no estoy lista.

En vez de parecer enfadado por su rechazo, Bram permaneció allí con una
irritante paciencia. Dani tuvo la incómoda sensación de que se quedaría al
í toda la noche si hacía falta.

Le pasó por la mente que a pesar del mundo sofisticado en que se movía
Bram Fortune, era en definitiva un depredador Y decidió que, si alguna
vez le pinaba le vestiría de pirata. o de algún guerrero antiguo: con
armadura, una espada y armado de aquella peligrosa paciencia.
-No me digas que te da miedo estar a solas con tu marido --dijo por fin.

Su comentario estaba bastante cerca de la realidad. Dani hubiera preferido


nadar entre tiburones que admitir los susurros de advertencia que su
inconsciente estaba lanzando desde el momento en que él había entrado en
la galería.

-¿Miedo? ¿De ti? -alzó la barbilla y se odió por encontrar aquella profunda
mirada tan hipnótica-. No seas ridículo.

Ladeó la cabeza y un mechón le cubrió un ojo.

Bram se lo apartó gentilmente.

Aquel gesto casual fue demasiado íntimo para su comodidad. A Dani se le


quedó la boca seca y, con los nervios muy alterados, se apartó de él.

Se había tensado como si hubiera esperado que la golpeara. ¿Qué tipo de


bastardo creía que era él? Bram era el primero en admitir que no era un
santo precisamente, pero nunca, bajo ninguna circunstancia, había
levantado la mano a una mujer. La idea de que Dani pudiera pensar lo
contrario fue como un aguijonazo de amargura.

Bram se volvió hacia Arturo, que ya no ocultaba su encanto ante aquel


pequeño drama.

-Antes de que me vaya, me gustaría comprar un cuadro de Dani.

-Tú no tienes por qué...

-¿Cuál? -interrumpió Arturo cortando la protesta de Dani-. Espero que no


sea el de las reinas de las rosas a punto de ser atacadas por un tiburón.

-Sanji Yakomoto lleva contemplándolo más de una hora -reveló Dennis


con tono conspiratorio intentado decide a Arturo que es un poco caro para
su presupuesto, pero cederá en cualquier momento La verdad es que el que
tenía en mente era el retrato de una joven sentada en un acantilado frente
al mar.
Como el resto de los trabajos de Dani, la imagen era inquietante y estaba
envuelta de una extraña am-bigüedad. La mujer iba toda vestida de blanco
y tenía un cesto amarillo lleno de flores. Tras ella, una enorme casa de
piedra gris asomaba por entre la niebla entre figuras etéreas que podrían
ser almas errantes o sólo hilachas de niebla.

Era el primer cuadro que había pintado después de los maltratos. Era
autobiográfico de una forma tan penosa, que ella no había querido
enseñárselo a nadie.

Por desgracia, Arturo lo había descubierto escondido detrás de unas telas


en blanco y había insistido,

contra la voluntad de Dani, en incluido en la exposición.

-¿Y por qué puedes querer ese? -preguntó con la misma debilidad que
cuando se había enterado de la muerte de Ryan.

-He pensado que será una buena inversión –dijo Bram con diplomacia.

Lo que no añadió era que la mujer se parecía mucho a Dani.

-No quiero ese cuadro en nuestra casa –insistió ella.

Se había olvidado de que ya había tomado la decisión de trasladarse de la


casa de Malibú en cuanto él volviera de Tailandia.

-Bien. Lo colocaré en mi oficina entonces.

Ella parecía tan frágil, que pensó que se desplomaría en cualquier instante.
Más secretos. ¿Por qué la habría considerado alguna vez como una mujer
sencilla? Bram le pasó a Arturo una tarjeta de visita de color gris.

_Envíamelo a los Estudios Eclipse. Te enviaré un cheque mañana.

_Tómese su tiempo -insistió generoso el galerista-. Su crédito es siempre


válido para nosotros entonces dio un beso a Dani en la mejilla-. Mis
mejores deseos, pequeña
-Buena suerte" -animo Dennis.

Iba a necesitar mucho más que suerte para sobrevivir a aquella noche,
pensó Dani. Si aquel comportamiento posesivo de él era alguna indicación,
no iba a ceder a la primera cuando ella le pidiera la nulidad.

Tenía la cabeza en un remolino mientras consideraba Y rechazaba una


multitud de tácticas y seguía a Bram entre la multitud. Estaban casi en la
puerta cuando Peter Bannister apareció frente a ellos.

Nueve

-Hola, Dani.

Ella se quedó paralizada.

-Hola Peter. Esto sí que es una sorpresa.

El tono tenso de voz sugería que no era precisamente una agradable.

-Leí lo de tu inauguración en el Sunday Times.

Espero que no te importe que haya venido.

Dani se encogió de hombros con una indiferencia que estaba muy lejos de
sentir. Ya había sido suficiente haberlo encontrado en San Francisco.
Pensar que ahora la había seguido hasta Los Ángeles la aterrorizaba.

-Estamos es un mundo libre.

Sus pálidos ojos azules, velados siempre por sus gafas oscuras, se
entrecerraron.

-Graciosa como siempre, ¿eh?

-¿No te ha dicho nadie que esa no es forma de hablarle a una dama? -


interrumpió Bram.

Su voz fue grave y peligrosa.


-Por favor, Bram -Dani puso una mano en el brazo de su marido y sintió la
peligrosa tensión en sus músculos contraídos bajo el cuero de la cazadora

-. Yo puedo arreglar esto.

Ya había permitido que uno de los hermanos Fortune entablara las batallas
con aquel hombre por ella.

Más fuerte como estaba ahora, Dani, necesitaba demostrar a Peter


Bannister que era capaz de enfrentarse a él.

Bram había sentido su tensión y miedo momentáneos. Y ahora, al mirada a


la cara, vio su decisión.

-Lo que tú quieras, corazón.

La rodeó la cintura con su brazo y la atrajo hacia si. Aunque no le gustaba


permanecer impotente a su lado, la dejaría que se encargara de la
situación, pero también quería que aquel tipo, fuera quien fuera, se
enterara de que Dani no estaba sola.

-Pero no tardes mucho -le dio un beso en lo alto de la frente-. Después de


tres largas semanas separados, tenemos mucho tiempo que recuperar.

-No quería entretenerte --dijo Peter. Su voz sedosa y su sonrisa cálida


ocultaban el hielo de su mirada-. Sólo quería felicitarte, Dani. Estás
absolutamente preciosa. Como siempre.

Dani tenía miles de comentarios en la punta de la lengua. Pensó en todos


los feos vestidos para tapada que la había hecho llevar durante su
matrimonio y recordó las odiosas acusaciones que la había arrojado a la
cara mientras se los arrancaba del cuerpo.

Decidió que no merecía la pena el esfuerzo de echarle en cara los pecados


del pasado.

-Gracias.
-¿No vas a presentarme a tu amigo? –preguntó al mirar a Bram por
primera vez.

-Bram Fortune, Peter Bannister.

Lo dijo sin ninguna entonación, pero decidió que era un buen progreso
poder pronunciar su nombre Sin un escalofrío.

Así que aquel tipo en esmoquin hecho a la media era el que había robado
Dani a Ryan unos años atrás .

Era evidente que Dani había sufrido un acceso de locura durante su


estancia en Francia

-Encantado de conocerte -dijo Peter-. Soy un admirador de tu trabajo.

Gracias.

Por lealtad hacia-su hermano, aparte de las vibraciones que estaba


recibiendo de Dani, Bram no estrechó la mano que le ofreció.

Esperaba que pudieras cenar conmigo más tarde, Dani -sugirió Peter con
una sonrisa triunfal mientras bajaba su mano. Sólo alguien que como
Bram lo mirara con cuidado a los ojos, podría detectar la furia que
destilaba.

-Para celebrar el éxito. Y para beber por los viejos tiempos.

Esa vez fue Bram el que se puso tenso.

-Se supone que es una fiesta, Peter, no un velatorio -dijo Dani, dedicándole
su sonrisa más dulce y falsa-.

Pero disfruta de la velada.

Se agarró del brazo dé Bram y se dio la vuelta para irse. Aunque mantenía
una calma aparente, le estaban temblando las rodillas.
Entonces hubo un repentino crujido, como el disparo de una pistola de
pequeño calibre y la copa de champán en la mano de Bannister estalló.

Rabioso por haber sido rechazado de forma tan clara, estiró el brazo y
agarró a Dani del suyo desnudo para darle la vuelta.

-Quiero hablar contigo, maldita sea.

La vista de que otro hombre le pusiera la mano encima a Dani le hizo a


Bram ver rojo.

-Si quieres seguir con vida -le dijo con una voz muy suave-, te sugiero que
le quites la mano de encima a mi esposa.

-¿Esposa? -la mirada de Peter se posó en Dani de aquella forma


despreciativa que en otro tiempo?: Conseguía helarle la sangre. ¡Pero ya
no! Comprendió con repentino triunfo-. ¿Te has casado de verdad con

? esta ramera.

-Eso es -Bram agarró a Bannister y le dio la vuelta en dirección a la


puerta-. Fuera de aquí amenazó-. Antes de que decida romperte tu bonita
cara Peter lanzo e puna contra Ram, que contraataco con un puñetazo
directamente a la nariz de Bannister.

Mientras Peter Bannister cala contra una bandeja de cangrejos y


alcachofas asadas con una fuerza que hizo que la mesa se desplomara,
Dani gritó.

-Por favor, Bram! -aunque Dani no podía negar que había disfrutado de ver
a su antiguo marido recibir un poco de su propia medicina, estaba
aterrorizada de que Bram se ensañara a muere con él, por la forma en que
le bril aban los ojos El no merece la pena ni para esto.

Si no hubiera sido por que no quería estropear la exposición de Dani, Bram


habría matado a aquel hijo de perra.

En vez de eso, Peter quedó en el suelo, buscando sus gafas, que habían
aterrizado entre unos canapés.
-¡Me has roto la nariz, maldita sea!

Miró el pañuelo inmaculado manchado de la sangre de su nariz.

-Considera que has tenido suerte esta vez -dijo Bram con un brillo furioso
en los ojos--. Hay aproxi-madamente doscientos seis huesos en el cuerpo
humano, Bannister. Pon una mano encima e esta mujer otra vez y te
prometo que te los romperé todos. Muy despacio, de uno en uno.

Peter Bannister podía estar por el suelo, pero todavía había que contar con
él. Por fin localizó sus gafas y se las volvió a poner. Uno de los cristales se
había roto.

-Debería hacer que te arrestaran por asalto y agresión.

-Adelante,

inténtalo.

Bram se inclinó y le levantó del suelo. Por el rabillo del ojo, Bram vio a un
par de individuos con caras sombrías, obviamente agentes de seguridad,
haciéndose paso entre la multitud El murmullo de las conversaciones
excitadas inundaba el ambiente como el zumbido de Un enjambre.

-Te arrepentirás de esto, Fortune.

-Yo no -Bram le retorció el brazo a Bannister contra la espalda-, pero tú sÍ.


Si te acercas a mi mujer otra vez --entonces se volvió hacia los guardas-,
Saquen a este bastardo de aquí.

-Sí, señor -replicaron los dos guardas al unísono.

A pesar del disgusto por lo que acababa de ocurrir, Dani se dio cuenta de
que los dos hombres habían aceptado sin dudar a Bram como el que estaba
a cargo de la situación.

-Pagarás por esto, Fortune -gritó Peter a sus espaldas mientras lo


arrastraban hacia la puerta-, ¡Los dos los lo pagaréis!
Sin hacer caso dé las amenazas, Bram se volvió hacia

Dani.

-¿Lista para volver a casa, corazón?

Su voz fue sorprendentemente calmada, considerando lo que acababa de


ocurrir, Pero cuando le tendió la

mano, Dani pudo ver una rabia helada todavía en sus ojos.

Eran, por supuesto, el centro de atención de todos. Se había hecho el


silencio en la galería. Estaba de repente tan silenciosa, que se hubiera oído
el ruido de un alfiler al caer.

-Una idea excelente -acordó.

Dani se volvió hacia Bram en cuanto estuvieron fuera.

-¡Estoy absolutamente furiosa contigo, Bramwel Fortune!

¿Conmigo? -se detuvo en seco-. ¿Que estás furiosa conmigo.

El paseo Roberson, donde convivían club, de baile para homosexuales con


centros de salud, galerías y salones de belleza muy elegantes, era
escenario de una interminable actividad, mientras los clientes de los cafés
y los bares entraban y salían. El flujo de peatones se arremolinó al lado de
Bram y Dani mientras permanecieron allí para dos.

Dani se pasó la mano por el pelo y se lo retiró de la cara.

-Has organizado una escena.

-Perdona -contradijo con sarcasmo-. Te llamó... -no podía repetir aquella


palabra tan desagradable. Y mucho menos dirigida a aquella mujer-. Te
insultó y te tocó.

«¡Tocó!», pensó ella negándose a admitir, incluso para sí misma, que el


miedo familiar la había asaltado cuando había sentido aquellos dedos
alrededor de su muñeca.

-Soy más que capaz de arreglármelas sola.

-¡Te asustó, maldita sea!

Eso no podía negado.

-Ese no es el tema. Yo tenía las cosas bajo control. Y además, no recuerdo


haberte pedido que fue ras mi caballero protector.

-¡Por supuesto que lo hiciste! -¿Cuándo?

-Cuando te casaste conmigo.

Aunque Dani quería hablar de su ficticio matrimonió, comprendió que no


era ni el momento ni el lugar.

Los dos sabemos la causa por la que me casé contigo -le recordó-, y no era
para contratar a un protector.

El sacudió la cabeza.

-Si estás sugiriendo que debería haberme quedado al margen mientras un


bastardo insultaba y después agarraba a mi esposa con violencia, puedes
ahorrarte el aliento, Dani. Porque eso no va a Suceder nunca. En toda mi
vida.

-¡Has arruinado mi exposición!

-¡Diablos! En vez de gritarme a mi, deberías estar agradecida por animar


las cosas. En caso de que no te dieras cuenta, corazón, la gente había
empezado a aburrirse.

-Supongo que estaba demasiado Ocupada viendo a Arturo adulando a mi


marido como para darme cuenta de mucho más. ¡Dios! --dijo como si se le
acabara de ocurrir-. No se puede decir que el estreno de Arturo en Los
Ángeles no haya empezado como una bomba. Espero que no esté muy
enfadado con nosotros.
Bram pensó que le gustó que se hubiera referido a ellos como a un equipo

-La verdad es que yo creo que hemos establecido precedentes. Le va a


costar conseguir tanto entre-tenimiento en la próxima inauguración.

Bram flexionó los dedos recordando con agrado la sensación de romper el


cartílago bajo sus puños.

No había tomado parte en una pelea desde que era colegial en Tahoe City.

Pero lo cierto era, consideró Bram, que tampoco había encontrado algo o
alguien por lo que mereciera la pena luchar. Hasta Dani.

-Además, lo empezó tu ex marido -le recordó él mientras se preguntaba si


Dani imaginaría el esfuerzo que había hecho por no darle una paliza a
muerte-. No te consigo imaginar casada con él.

Ella consiguió soltar una carcajada.

-Ni yo tampoco, ahora.

Fuera lo que fuera lo que hubiera pasado entre la pareja, Bram sospechaba
que era una prueba de a fuerza interior de Dani el haber sobrevivido a lo
que estaba empezando a sospechar que había sido un matrimonio brutal.

Se preguntó después si Ryan habría conocido los detalles de la' relación de


Dani con Bannister y decidió que sin duda sí. Eso explicaba su rechazo a
hablar del primer matrimonio de su novia. Y también explicaba la inusual
furia que había brillado en los ojos de su hermano la vez que Bram le
había preguntado por ello.

-Vamos a comer algo -propuso para cambiar de tema-. Me muero de


hambre.

Había ido a la galería directamente desde el aeropuerto y había pasado de


cenar por ver a Dani al instante.

La tomó por el codo y la guió entre una multitud de adolescentes con e!


pelo de todos los' colores de! arco
iris.

-La verdad es que pensaba encargar una pizza

de anchoas.

Aunque él tenía en mente algo francés bajo unas luces íntimas, decidió que
después de tres semanas de comer Dios sabía que comida misteriosa en la
jungla, una pizza y una cerveza fría le sonaba como el nirvana. ¿Pero con
anchoas? .

-¿Es eso uno de esos antojos que les asaltan a las embarazadas? -preguntó
mientras la l evaba hasta un Jaguar inglés rojo aparcado en la acera. .

Eso creo -admitió ella.

-Entonces será mejor complacerte, pero pediremos las anchoas sólo en tu


mitad.

Ella se rió y se sintió extrañamente mareada.

-De acuerdo.

Cuando Bram entró en su casa de la playa, le resulto familiar y diferente a


la vez.

-Has cambiado los muebles de sitio.

-Sólo un poquito -Dani se sintió a la defensiva Por lo que en su momento


le había parecido una inspiración Lo único que hice fue dar la vuelta al
sofá hacia la ventana para poder disfrutar de las Puesta de sol, pero si
prefieres que siga como estaba...

-No --comprendió que la había puesto nervios sin querer y se arrepintió de


haber dicho nada-. Es perfecto.
Después de todo, pasar la tarde viendo la televisión no se podía comparar
con echarse en el sofá Con su nueva esposa en brazos contemplando una
puesta de sol en el Pacífico.

Echó un vistazo a su alrededor y vio el bouquet de tulipanes de intensos


colores primarios que añadían color a la habitación tan blanca. Había un
cuenco de cristal lleno de conchas de delicados colores rosas y marfil y un
cojín de crucetilla con tres barcos sobre un cielo azul brillante adornaba
una esquina del sofá de cuero color alabastro. Bram siempre había vuelto
de sus viajes a una casa vacía. Y nunca había asociado el vivir sólo con la
soledad.' Hasta esta noche, cuando había entrado en una casa inundada con
la presencia de Dani.

-Esta es tu casa ahora, Dani -la recordó-. Eres libre de hacer lo que te
apetezca, incluyendo cambiar toda la decoración de arriba abajo.

-0h, nunca haría eso.

Aunque le hubiera gustado hacer algunos cambios si fuera a vivir allí para
siempre. Lo que, se recordó con firmeza, no iba a hacer.

Bram notó una leve sombra cruzarle los ojos.

-La única razón por la que te comenté lo de los muebles fue porque me
preocupa que cargaras peso en tu estado.

-¡Ah! -se la aclaró la mirada-. No tienes que preocuparte. Arturo y Dennis


hicieron todo el trabajo pesado.

-Recuérdame que se lo agradezca, si es que todavía me hablan mañana.

-No te preocupes. Serán encantadores, sin duda.

Por lo menos hasta que llegue tu cheque.

Dani sonrió. Bram se quedó allí, bebiendo de la visión de ella,


momentáneamente transfigurado.
-Eres tan adorable -la voz sonó distante, como estuviera hablando más
para sí mismo que para ella

-. La verdad es que me quitas el aliento, literalmente.

'Quién hablaba de quitar el aliento! Bajo la sedosa mirada íntima de él,


Dani tenía que hacer esfuerzos por llevar aire a sus pulmones. Apretó una
mano contra su pecho, como para asegurarse de que seguía respirando.

La forma en que seguía mirándola, despertaba en ella unas emociones que


estarían mejor enterradas. Los sentimientos de calidez y dolor amenazaban
con confundir más aún una relación ya bastante complicada por el
embarazo no planeado.

Al haberse casado con Bram con tal rapidez, se había metido en aguas
profundas y peligrosas. La única actuación inteligente, se recordó a sí
misma, era acabar con aquel vergonzoso matrimonio.

-El vestido es nuevo.

Se deslizó los dedos hacia la falda brillante y decidió no revelarle que se


había visto obligada a comprarlo al no subirle la cremallera del que había
planeado.

-Es precioso -por la forma en que la miraba, le dio la impresión de que


podía traspasar la tela con la mirada-

, pero me da la impresión de que el cuerpo de debajo es lo que me está


poniendo ardiente.

Deslizó un dedo sobre sus hombros desnudos con Un gesto de posesión tan
desenfadado que le produjo deseo. Después jugueteó con la cadena de oro
de su cuello.

Vayamos arriba a quitarlo y así podremos ver si es a dama o, el vestido.

Dama o el tigre, pensó Bram. Tres meses atrás, haba abierto la puerta de
su cabaña y había encontrado las dos cosas esperándole.
Había, esperado olvidar a Dani en cuanto regresara a Los Angeles.
Después del funeral de Ryan, Cuando ella había permanecido en su mente
sin remedio atormentado por los recuerdos eróticos, Bram había

intentado convencerse de que la química entre ellos era una aberración.

Pero desde entonces, sobre todo cuando la había echado de menos sin
cesar en Tailandia, había llega do a comprender que había pasado algo en
aquella noche robada en la cabaña.

-Bram -susurró ella-. Lo prometiste. -Prometí que no haría nada que tú no


quisieras que hiciera -le recordó él.

¡Ese era precisamente el problema! Que lo que Dani quería que hiciera y
lo que le decía la razón que hiciera eran dos cosas totalmente diferentes.

-Será mejor que llame para encargar la pizza.

El a podría negado hasta que el infierno se congelara, pero lo deseaba,


maldición. Tanto como él la deseaba a ella. Bram lo pudo notar en sus
maravillosos ojos.

Pensó en decide a Dani que la pizza podría esperar hasta que satisficieran
el otro hambre más elemental que llevaba semanas creciendo. Entonces, el
estómago le rugió, y le recordó con claridad que no se podía vivir sólo del
amor.

-No te olvides -dijo antes de abandonar la habitación para subir a darse


una ducha-, las anchoas sólo en tu mitad.

A Bram no le animó el hecho de comprobar que Dani había pasado del


dormitorio principal y se habla instalado en la habitación de huéspedes.

Lo que sí le animó fue la evidencia de que no había podido resistirse al


lujo de la habitación más hedonista de la casa. Alrededor del jacuzzi había
unos cuantos frascos llenos de sales de baño de diferentes colores y una
pastilla de jabón oloroso de color rosa que no estaba en la casa cuando él
se había ido a Tahiandia. La toalla de color azul marino también era de
ella. .

Un cepillo de plata e esos antiguos que e sIempre había visto en joyerías,


pero nunca había creído que las mujeres usaran, descansaba en la encimera
de mármol; con algunos pelos entre las púas. Al lado, había un frasco
transparente.

Después de salir de la ducha, Bram destapó el frasco, metió un dedo y se


llevó a la nariz un poco de crema rosa. Cuando aspiró el familiar aroma de
Dani, el deseo volvió a invadirle.

Los recuerdos de aquel olor le habían torturado cada noche húmeda en la


jungla, haciendo que se re-volviera inquieto entre las sábanas empapadas
de sudor con la mente plagada de imágenes de Dani y el cuerpo excitado
de necesidad de ella.

Había habido, como en cada rodaje de una película, mujeres atractivas y


disponibles, incluyendo la protagonista femenina que le había asegurado
que sería más que bienvenido en su cama. Pero las cosas habían cambiado
desde aquella noche con Dani. Él había cambiado.

Las letras de las canciones se equivocaban, decidió Bram mientras cerraba


el frasco. Si no podía estar con la que amaba, no era suficiente amar a la
que estaba con él.

Amor. La palabra reverberó en su mente para asombro suyo. ¿Sería


posible? Él deseaba a Dani. Después de todo, era una mujer increíblemente
deseable.

Pero era evidente que era algo más que el deseo lo que le había hecho
permanecer célibe aquellas semanas en Tailandia. Era más que una mera
atracción sexual que le había hecho echada de menos con locura.

Había pensado en ella demasiado y en exclusiva durante aquellos largos


días frustrantes, en los que solo debería haber estado concentrado en su
trabajo, el a no sólo había penetrado en su mente, sino que la había
invadido.
Por supuesto que le importaba Dani después de todo era la madre de su
futuro hijo, planeado o no e él había sido educado con valores familiares. y
además, para lo bueno y lo malo, era su esposa. y aunque su matrimonio
hubiera sido un acuerdo de Conveniencias, Bram estaba sorprendido de la
seriedad con que se había tomado sus votos matrimoniales.

El nunca había pensado demasiado en casarse. Al contrario que Ryan, que


probablemente ya había planeado casarse con Dani desde la cuna, Bram
siempre había estado más que satisfecho con su condición de soltero.

Había disfrutado de libertad sin lazos ni ataduras, Su carrera ayudaba a ser


egoísta, porque su trabajo le exigía y le llenaba a la vez.

y no hacía falta decido, siempre había mujeres disponibles. Mujeres que


entendían las reglas del juego que estaban jugando. Mujeres que no tenían
más deseos que él de atarse en una relación emocional.

Entonces, ¿quién hubiera sospechado que un acto de pasión prohibida en la


noche más penosa de su vida, podría acabar por trastocar su vida?

Él no la amaba. No podía amada. Aunque no tenía

experiencia personal en aquella emoción que inspiraba a los poetas, se


negaba a creer que el amor pudiera llegar con aquella rapidez. Y con
aquella facilidad" Pero, ¡Dios bendito, cómo la deseaba! La necesidad que
había ido creciendo durante semanas le abrasaba las entrañas.

Y toda su vida, él había hecho exactamente lo que le apetecía hacer. Y


había conseguido lo que había querido y aunque había intentado
convencerse de que aquella extraña atracción por la prometida de su
hermano se pasaría, lo que deseaba, y cada día mas a Dani Cantrell. Dani
Fortune, se corrigió a sí mismo.

Impaciente por el curso de sus pensamientos, que siempre acababan con


Dani desnuda y caliente bajo Su cuerpo, Bram se vistió con rapidez con
unos vaqueros y un jersey de color crema, sin molestarse en secarse él
pelo.
Se puso un par de zapatillas viejas de deporte y entonces, con el aroma de
ella todavía impregnándole la

nariz, se peinó la espesa mata de pelo negro hacía atrás y bajó a reunirse
con su mujer.

Diez

Cuando volvió al salón, el aroma especioso y tentador de la mezcla de


flores secas que Dani había colocado en un plato de porcelana en la mesita
de café, se mezclaba con la fragancia de los tulipanes y un débil olor a
aguarrás.

La pizza, con doble ración de queso, era jugosa, la

cerveza estaba helada y la compañía era perfecta.

Por la forma en que ella hizo desaparecer la mitad de su pizza, Bram


quedó encantado de comprobar que las náuseas matinales habían
desaparecido.

-Estaba estupenda --dijo él cuando la acabaron.

Estaban sentados a la mesa que ella había trasladado del comedor formal y
que apenas se usaba.

Dani le explicó de nuevo, que lo había hecho por las vistas al océano.

-Supongo que estarás acostumbrado a vivir de forma más sofisticada.

Dani se hubiera abofeteado por no haber planeado un emplazamiento más


formal para la discusión que quería sacar.

Él se rió, con un sonido tan profundo y natural que partÍ le agradaba


demasiado para su tranquilidad.

¿Quieres decir que preferiría encargar la pizza a Spago en vez de a pizza


Hut?
p -Bueno, tú eras el que dijo una vez algo de una pizza de queso de cabra
de un precio tal elevado que rozaba la ridiculez -le recordó ella-. El día de
funeral de Ryan.

-¡Ah sí! --el recuerdo parecía poder velar la reunión que Bram llevaba
semanas planeando-. Sólo porque a veces coma en lo que el resto del
mundo considera los locales más elegantes de Hollywood, no quiere decir
que no sepa disfrutar de lo básico de la vida. Como las palomitas en el
cine, perritos calientes llenos de mostaza en el parque...

-y cacahuete s en el circo -añadió Dani.

-Exactamente -sonrió con aprobación-. Y cuando me siento de barrio de


verdad, encargo una pizza con doble ración de queso.

Alzó la botella y dio otro sorbo de cerveza negra.

-¿Sabes? --dijo cambiando de tema-. Estoy impresionado de verdad con tu


éxito. Ha sido un gran logro, una exposición individual para una mujer.

Su admiración era genuina y su sonrisa cálida.

Dani había empezado a relajarse. Casi.

-Ha sido muy agradable - acordó ella-. Normalmente, cuando expongo con
otros artistas, tengo que ceñirme a un tema --esbozó una sonrisa
auténtica-. Ha sido maravilloso tener la oportunidad.

-Es siempre muy satisfactorio ser capaz de expresarse con libertad --dijo
Bram.

-oh no, yo no intento expresarme a mí misma Con mi arte. Intento reflejar


a la sociedad.

Bram frunció el ceño mientras consideraba sus cuadros bajo la luz de


aquel nuevo concepto, Un _Curioso. No hubiera imaginado que tuvieras
una idea tan paranoica del mundo.
Sin embargo ahora que había conocido a su anterior marido, Bram pensó
que podía entender el terrible horror inesperado que empañaba todo su
trabajo a Dani se encogió de hombros y se preguntó cómo habrían llegado
al tema de sus sentimientos íntimos

-No la tengo. De verdad que no.

De acuerdo, no era verdad del todo. Peter había alterado su impresión del
mundo. Ella no era ni tan ingenua ni tan confiada como había sido antes de
casarse.

Dio un sorbo a su té helado con la esperanza de que calmara sus nervios.


No lo consiguió.

-¿Es así como es mi trabajo? ¿Como una manifestación de paranoia?

-No, no es exactamente paranoia ---decidió después de considerado un


momento-. Al principio, usas colores muy brillantes que despiertan
optimismo, pero después de un análisis más detenido, tus cuadros son más
complicados que lo que se ve en la superficie. Yo diría al respecto, que es
un reflejo de la misma artista.

Dani ya había llegado a creer que Bram no era un hombre que aceptara las
cosas o a las personas al primer vistazo. Esa idea le condujo a que su
habilidad para leer sus pensamientos más íntimos le hacía aún más
peligroso.

Si podía leerle la mente y sentir sus sentimientos, ¿no se daría cuenta de


que él estaba empezando a importada más de lo que debiera?

..

-Mi arte es muy personal --concedió ella y bajo la cabeza para esconder
sus pensamientos.

-Así es como probablemente deba ser - término con su cerveza-. Yo siento


lo mismo respecto a mi trabajo.
-Ah sí -aliviada de encontrar una vía de escape, Dani se reclinó hacia atrás
y cruzó las piernas-.

¿Cómo fueron los últimos días de rodaje?-A pesar de que los monzones
nos obligaban detener e! rodaje al menos una vez cada día, h_1!l_;
conseguido buenas tomas. Llevará bastante trabajo montaje, pero saldrá
bien.

-Me alegro -a pesar de haberse jurado no mencionar lo de Eden Vail, no


pudo remediado-. Supongo

que eso te permitió hacer un poco e turismo.

-La verdad es que estuvimos muy ocupados de trasladarnos de un hotel


inundado a otro. Un poco de lluvia Y el país entero se convierte en un gran
lago.

A Dani se le ensombreció e! ánimo al acordarse de la foto de Bram y Eden


descalzos en el barrio chino de Bangkok. ¿Pero qué podía esperar? Bram y
ella no se habían casado por amor. ¿Tenía algún derecho a estar celosa?

Se hizo un corto silencio entre ellos. Cuando él estiró sus largas piernas
bajo la mesa y rozó las de ella, Dani sintió una oleada de algo extraño
recorrerle las venas. ¿Placer? ¿Deseo? ¿Miedo? ¿Quizá un poco de las tres
cosas?

Su preciosa cara era un libro abierto. Bram contemplaba las emociones


que se sucedían en oleadas. Cuando vio lo que sólo pudo describir como
miedo, se preguntó que habría hecho él para asustada. ¿Es que no se daba
cuenta de que él no tenía nada que ver con Bannister?

-¿Por qué no nos sentamos en e! sofá para seguir hablando? -sugirió Bram.

Deslizó la mirada hacia sus labios y la posó allí como si estuviera


recordando su sabor, antes de volverla a mirar a los ojos.

La idea de contemplar las aguas de la playa iluminadas por la luna en los


fuertes brazos de Bram era tentadora y aterradora al mismo tiempo. No era
que tuviera miedo de él. Al menos no era el tipo de miedo que había
sentido con Bannister.

_Lo que Dani temía era que Bram Pudiera llegar a Significar algo
importante para ella.

-Debería tirar la caja de la pizza ---dijo.

-Yo lo haré más tarde -le sonrió a través de la esa-. ¿No es tarea de los
maridos sacar la basura?

-No lo sé.

Cuando había vivido en casa de Peter Bannister, había tenido un ejército


de pulcros sirvientes que se encargaban absolutamente de todo. De hecho,
la segunda semana, Dani había abandonado toda idea de colarse en la
cocina siquiera para prepararse un sandwich.

-No importa -dijo él con naturalidad mientras se levantaba y le tendía la


mano-. Nosotros podemos establecer nuestras reglas domésticas sobre la
marcha.

Hacía que sonara tan sencillo, pensó Dani. Tan real.

-Por favor, ven a sentarte conmigo, Dani -era lo más cercano a un ruego
que había hecho en su vida-. Te he echado de menos.

El a estaba estrujando la servilleta de papel entre sus dedos.

-Yo

también

-Susurró.

Aunque bajo aquellas circunstancias, su respuesta no había sido muy


prudente, Dani sabía que no podía mentirle. No en algo tan elemental.
Bram sabía que le había costado un esfuerzo admitirlo.
y también sabía que había esperado lo suficiente para hacerle el amor a su
esposa.

-Dani...

Dio la vuelta a la mesa, le quitó la servilleta de los dedos y la tiro dentro


de la caja de la pizza.

-Eres mi esposa -le tomó de las dos manos y la puso en pie-. Y yo soy tu
marido.

-Sólo

de

nombre.

Mientras sentía que sus manos eran tragadas por las de él, Dani recordó
demasiado bien cómo había sentido aquellas manos por todo su cuerpo,
calmantes y acariciadoras al mismo tiempo.

Ese pensamiento le condujo a otro, a cómo aquellos puños habían dejado


fuera de combate a Peter. Bram era fuerte. Y duro. E incluso aunque la
hacía sentirse protegida y a salvo, también la hacía sentirse suave.

Dani no quería sentirse suave. No era seguro. Todavía tenía cicatrices,


tanto emocionales como físicas, como prueba de que la suavidad
debilitaba a una mujer. y la hacía vulnerable. Algo que ella se había jurado
no volver a ser nunca.

Bram contempló cómo su mirada pasaba de la suavidad a la máscara en


blanco y maldijo para sus adentros.

-No puedes negar que no has recordado las sensaciones -le alzó las manos
heladas y las rozó con sus labios-. Y que no te has preguntado si sería
igual la siguiente vez.

-Ni siquiera nos conocemos el uno a otro -se encogió de hombros, se


aclaró la garganta y lo intentó de nuevo-. No mucho.
-Yo sé que se te acelera el pulso cuando hago esto. Le dio la vuelta a la
mano y le besó en la parte interior de la muñeca.

Eso no era nada inteligente, pensó Dani. Nada en absoluto

-y

esto...

Sus labios rozaron con la suavidad de una pluma el hueco interior del
codo. Dani pudo sentir chispas deslizarse hasta sus dedos.

-Bram...

Él no hizo caso de la débil protesta y continuó su asalto sensual.

-y esto -sus traicioneros labios se acercaron al cuello-. Sé que puedo


hacerte temblar sólo con tocarte.

Apretó la palma de la mano contra uno de sus senos y se sintió


recompensado por la repentina aceleración de su pulso.

Su contacto era como el fuego a través de la seda de su vestido.

-Son sólo los nervios -dijo aunque se estaba arqueando hacia su mano
pidiéndole en silencio que Continuara.

Bram recogió el largo pendiente entre sus dientes.

-¿Te pongo nerviosa?

El placer era casi imposible de soportar. Dani Ce rró los ojos.

-No -mintió ella con un suave jadeo , quizá sea la tensión acumulada por la
inauguración Bram deslizó una pierna entre sus muslos.

--Quizá -Dani decidió no admitir que sus sentimientos se debían a algo


mucho más elemental que una inauguración de una exposición-. O podría
ser la luna llena.
-La luna llena fue la semana pasada.

-Pues la luna menguante, entonces -Bram apretó el muslo contra ella-. O


las mareas.

Cuando se encontró empezando a caer sin remedio en sus brazos, Dani


abrió los ojos y enderezó la espalda con resolución.

-Después de todo, es bien sabido que el cuerpo humano está compuesto


por agua en un setenta por ciento; el mismo porcentaje de agua que hay en
la superficie de la Tierra. ¿Cómo podríamos evitar que nos afecten cosas
como la luna o las mareas?

Dani tenía los ojos muy brillantes y la voz demasiado excitada.

-Dani -susurró Bram mientras deslizaba las manos de sus hombros a sus
caderas-. Los dos sabemos que lo que sientes ahora mismo no tiene nada
que ver con la luna ni con las mareas.

Estaba frotando su pierna contra la de ella, despacio y de forma tentadora.


Cuando el a empezó a verse también, pudo oír el murmullo de aprobación

Sus dedos arrugaron la seda subiendo el dobladillo para tener acceso a su


piel, que él recordaba tan suave como la seda que la cubría.

.,

-Necesitamos hablar, de verdad –consiguió murmurar Dani.

-Podemos hablar después. . Bram llegó hasta su ardor femenino y lo sintió


húmedo Y caliente como en sus fantasías más eróticas.

Estaba sucediendo de nuevo. Un minuto más del tormento sexual de Bram


y Dani sabía que el resto de su fuerza. de voluntad se derrumbaría como un
castillo de naipes.

-Quiero hablar ahora.


Bram estaba ardiente y frustrado y su cuerpo protestó. Sabía que podía
hacerla cambiar de idea, que podía tenderla en el sofá y, antes de que ella
le dijera una vez más que no deseaba hacer el amor con él, le estaría
rogando que se lo hiciera.

Pero aquella conquista sexual, aunque aliviaría su deseo, no haría nada por
demostrarle. que él no era el bruto

que había sido su primer marido.

Mientras observaba cómo se le empañaban los ojos de lágrimas, Bram


comprendió que Dani estaba asustada.

Asustada de él, de su fuerza, y quizá, hasta de su ingobernable pasión por


ella. Tomarla en ese momento, mientras sus emociones estaban tan
alteradas, y aunque fuera con su consentimiento, no sólo sería una
equivocación, sino una inconsciencia.

-Lo que tú quieras -dijo con voz quebrada mientras le volvía a poner la
ropa en su sitio con un suspiro de frustración-. Bueno, ¿de qué quieres
hablar?

-La verdad es que he pasado mucho tiempo pensando en nuestra relación,


Bram.

-Bien.

Bram sonrió seductoramente. Su caricia, cuando deslizó la mano sobre sus


cabellos, fue suave y experimentada. Nunca había creído que le iba a
resultaracd, se recordó a sí misma mientras rechazaba su Contacto.

-No creo que lo entiendas. Bram contempló las barreras alrededor de ella y
Se debatió entre derrumbarlas o dejar que hiciera las Cosas a su manera.
La dejaría, de momento.

-¿Por qué no lo intentas?

Su tono era tranquilizador, casi amistoso. Quizá, consideró Dani, le


hubiera juzgado mal. Quizá, a pe de lo que había dicho acerca de su deseo
de acostarse con ella, hubiera pasado las tres semanas anterior Se
exceptuando el tiempo en que había tenido a Eden la cama, intentado
buscar un camino fuera de aquel matrimonio en el que no pareciera que
estaba abandonando a la novia de su hermano embarazada.

-Agradezco los motivos por los que te casaste conmigo -empezó muy
despacio y con cuidado-.

y no vaya mentirte y decirte que no me atraes, por que no es verdad. Pero -


siguió al ver el brillo de triunfo en sus ojos-, creo que empezar una
relación física sólo haría las cosas más difíciles cuando nos se paremos.

¿Separarse?

A Bram no le había pillado por sorpresa su queja.

La llevaba esperando desde que había visto que se había quitado su


alianza, pero no había esperado que le causara tanto enfado ni tanto
pánico. Un pánico frío y metálico que casi se podía masticar.

-Creo recordar, cuando estábamos delante del juez en Las Vegas, haberte
oído decir algo como «hasta que la muerte nos separe,.

Bram no tenía forma de saber que aquellas palabras eran las primeras que
Peter le había arrojado a la cara en forma de amenaza.

Ella palideció.

-y yo creo recordar que me prometiste el divorcio; -Después que naciera


nuestro hijo -le recordó él. Aunque

estaba cargado de impaciencia, Bram consiguió reprimirla y sonrió-. Hasta


entonces, me temo que tendremos que aguantamos el uno al otro, corazón.
Para lo bueno y para lo malo.

Dios santo, lo creía en serio, pensó Dani. Era verdad que le había juzgado
mal, lo que demostraba el gran error que había cometido al casarse con un
hombre al que apenas conocía. Con un hombre a que ni podía empezar a
comprender.
Sólo unas semanas atrás, Bram Fortune había sido e1 típico soltero
empedernido. y ahora, ¿debía ella creer de repente que estaba ansioso por
hacer el papel de esposo?

Todas las palabras que había buscado con tanto cuidado, todos los
argumentos que había preparado volaron por la ventana. Alzó, las manos
temblorosas para retirarse el pelo y después las dejo caer.

-Tienes que entenderlo.

-Lo estoy intentando.

Aunque aquel pánico parecía haber cedido, Bram no estaba seguro de sus
propios sentimientos. De lo que sí estaba seguro, sin embargo, era de que
no había sentido nada parecido en toda su vida.

Dani notó su tono de voz cargado de frustración.

-Esto no me resulta nada fácil -dijo ella.

-No estoy seguro de que deba serlo -con un suspiro, deslizó la mano por
detrás de su pelo y empezó a acariciarle el cuello-. Para ninguno de los
dos. .

Sus dedos crearon una magia que le nubló la mente. ¿Cómo podría
explicarle lo que estaba sintiendo cuando ni siquiera lo sabía ella misma?

Miedos antiguos, viejas resoluciones, deseos nuevos y otros infantiles se


arremolinaban a la vez de una forma que creía que la sofocarían.

Se intentó convencer a sí misma que era debido a la alteración hormonal


del embarazo.

Cuando el a se apartó de su caricia de nuevo, Ram la dejó tranquila. Era


más frágil de lo que parecía, se recordó a sí mismo. Y mucho más frágil de
lo que ella misma deseaba ser.

Con la esperanza de darle un poco de confianza decidió poner un poco de


distancia entre ellos; se levanto, cruzó los pocos pasos que le separaban de
su escritorio y se apoyó contra él.

No voy a presionarte para que hagas el amor Conmigo, Dani.

Sentía casi dolor físico en las manos de la necesidad de tocada. Bram


rebuscó en el bolsillo de su cazadora para encontrar el cigarrillo tan
necesario entonces recordó sus náuseas y los informes de los efectos a los
fumadores pasivos.

Buscando algo, lo que fuera, para entretener sus dedos, levantó un


pisapapeles de cristal. La bola de cristal, con forma de balón, había sido un
regalo de Navidad de los Estudios eclipse. Mientras rozaba con despiste
las facetas de cristal, Bram se recordó a sí mismo que cuando algo tan
frágil se trataba con descuido, podía estallar con facilidad.

Aunque él nunca se había considerado una persona paciente, estaba


deseando poner a prueba su control.

Por Dani. Por ahora.

-Me gustaría sólo que empezaras a pensar en ello.

Los ojos inteligentes de Bram veían demasiado y con demasiada


profundidad. Dani se temía que cuanto más viera, más oportunidad habría
de unos lazos emocionales hacia ella que no deseaba.

-No creo...

Las confusas emociones eran tan potentes, que lo único que pudo hacer fue
sacudir la cabeza. Sintió que estaba a punto de llorar y cerró los ojos.
Tenía la mente nublada por pensamientos demasiado complicados como
para ponedlos en claro y el corazón invadido de demasiadas emociones
como para poder catalogadas. . «Hormonas», se dijo a sí misma. «Oh Dios
quiera que sea sólo eso».

Tenía la piel como el alabastro y los ojos, cuando lo abrió de nuevo,


brillaban como ascuas. Bram deseaba besar aquellas lágrimas para que
desaparecieran, pero el orgullo y un ligero enojo por la arruinada velada
tanto tiempo esperada le mantuvieron donde estaba.

-Has tenido un día muy largo --dijo mientras felicitaba por el tono firme
cuando lo que deseaba era gritarle que cómo se atrevía a compárale con el
hijo de perra de su primer marido Probablemente deberías ir arriba y
descansar algo. Pareces muy cansada.

La verdad es que parecía mucho más que cansada.

Estaba demasiado pálida, Y la piel alrededor de los ojos tenía unas


sombras de color púrpura. La pintura de labios había desaparecido al
comer y tenía el pelo despeinado de pasarse las manos por él con
nerviosismo.

Bram sabía que estaba pasando por problemas emocionales muy intensos,
y aun así, la seguía encontrando preciosa.

-¿Y qué hay de ti? Bram odiaba la forma en que lo estaba mirando, como
si tuviera miedo de que la arrastrara a su cama y la violara.

Se encogió de hombros.

-Yo todavía estoy excitado del vuelo. Creo que iré a mi estudio a ver si
dejo algo de trabajo acabado.

-¡Ah, bueno! -ya estaba retorciendo la cadena alrededor del cuello de


nuevo-. Supongo que nos veremos por la

mañana entonces.

Su voz subió un poco de tono, como si hiciera una pregunta.

El miedo se había desvanecido de su mirada. En su lugar había aquel deseo


reprimido que le causaba aquel a pasión a él.

-Puedes

contar
con

ello.

¡Maldita fuera aquella mujer! Lo estaba mirando con una expresión que
sólo podía ser de leve disgusto ¿Es que no se daba cuenta de que le estaba
volviendo loco con aquellas contradicciones?

Lo único que podía hacer era dejada sola, como ella insistía, comprendió
Bram. Tenía que salir de allí.

En ese mismo instante. Antes de que se olvidara de que, era un caballero.


Antes de aceptara aquella invitación femenina velada que veía brillar en
sus ojos oscuros Recogió su cazadora de la silla y se fue. Aunque le costó
un esfuerzo hercúleo, Bram reprimió las ganas de dar de un portazo.

Dani se echó en el sofá. Le temblaban las piernas, y todo el cuerpo.

Se quedó allí sentada, con los bazos alrededor del cuerpo mientras oía el
rugido del motor del Jaguar y siguió así mucho después de que se hubiera
desvanecido aquel sonido.

Entonces, por fin, mucho, mucho tiempo después, cuando creyó que podría
hacerla, subió las escaleras hasta la habitación de huéspedes, se desvistió,
se enroscó como una bola y se metió en la cama, donde lloró por todos
ellos.

Por Ryan, por Bram, por ella misma y por fin, Dani lloró por el inocente
niño que llevaba en las entrañas.

Era casi de día cuando Bram regresó a casa, agotado y todavía más
frustrado que cuando se había ido.

Intentó recordar la última vez que había sido incapaz de perderse en su


trabajo, los sombríos días posteriores a la muerte de Ryan, en los que
había ido al estudio como un autómata.

Había trabajado casi sin parar, dieciocho, diecinueve y a veces veinte


horas al día. En un esfuerzo por apartar de su mente el dolor por la pérdida
de su hermano, había vivido sin pausa, obligándose a concentrarse en la
película y en el viaje a Tailandia.

El trabajo había sido. su refugio, su salvación y su obsesión. y ahora,


después de admitir una obsesión, Bram pudo reconocer otra nueva. Era,
tuvo que admitir con, una oleada de rabia y frustración, una obsesión que
le impedía concentrase.

Una obsesión que le hacía recordar todo lo que le había hecho a Dani en la
cabaña. y en las fantasías de lo que quería hacerle. Eran cosas ardientes,
eróticas y escandalosas las únicas que se le ocurrían.

No iba a funcionar. Sabía que había prometido darle tiempo, pero eso
había sido antes de darse cuenta de

que la mujer con la que se había casado tenía el poder de controlarle la


mente. Y, más penoso aún, el cuerpo.

La deseaba, maldita sea. Y ella lo deseaba a él. Así que cuando entró en la
casa, Bram decidió que subiría, se daría un largo baño, fumaría un
cigarrillo e iría a intentar seducir a su mujer.

y si no podía hacerla, no era el hombre que había creído ser.

Se estaba dirigiendo al cuarto de baño cuando un impulso intenso le


condujo a la habitación que Dani estaba utilizando como estudio. Olía a
pintura y aguarrás y al aroma floral de ella que le encendía los sentidos.

Brillaban las estrellas y la luz de la luna y la habitación estaba casi tan


iluminada como por el día.

Había unos cuantos cuadros, seguramente los que no habían elegido para
la exposición, contra una pared y, en un caballete, una tela en blanco en
espera de que la inspiración de Dani la llenara de vida y color.

Ese era el único lugar en que ella daba rienda suelta a sus emociones y,
aunque sospechaba que era debido a su imaginación hiperactiva de
escritor, Bram casi podía sentir su fuerza creativa viva y flotando en el
ambiente.

Había un cuaderno de bocetos en una mesa cercana. La pegatina con el


precio en la cubierta, era de una tienda de arte de Malibú, o sea que la
había comprado hacía poco tiempo.

Sin ningún motivo ulterior en mente, Bram empezó a pasar las páginas. Lo
que descubrió fue como un puñetazo en la boca del estómago La cara
sonriente de Ryan aparecía página tras página. Ryan, el de los ojos serios y
cálidos. Ryan, el de la tímida sonrisa infantil. Ryan, el boy scout. Ryan, el
benévolo. Ryan, el dios.

Ryan, del que Bram se había burlado sin piedad durante la adolescencia a
Los bocetos en carboncillo revelaban una emoción tan fuerte, que Bram1
se encontró inmerso entre los celos y la tristeza. El nunca había dudado del
amor de Dani por su hermano, pero nunca hubiera creído que estuviera
vivo con tal intensidad. Ryan Fortune había sido el sol brillante bajo el que
había transcurrido la vida entera de Dani.

Bram cerró el cuaderno y lo posó. Inspiró con fuerza y sintió un dolor


agudo y punzante que le recordó con demasiada claridad a cuando tenía
catorce años y se había caído de la moto.

Entonces no había podido respirar, ni tampoco podía ahora. No podía


pensar. Ni moverse. Se sentía como si le hubieran congelado.

Le dolían las manos. Bram miró hacia abajo y se dio cuenta de que había
apretado los puños como si necesitara golpear a alguien.

Pero, ¿a quién.? A Ryan no, eso seguro. ¿Qué tipo de bastardo egoísta
podría sentir celos de un hombre muerto? ¿Sobre todo cuando era su
propio hermano?

Ni tampoco podía culpar a Dani por aquel agujero negro en el que se sentía
cada vez más atrapado.
¿Cómo podría condenada por ser fiel al hombre al que amaba? ¿Incluso
aunque estuviera muerto?

Fue en ese momento cuando todos los sentimientos que había


experimentado por haber hecho el amor de forma ilícita a la prometida "de
su hermano encajaron de golpe.

Se había equivocado esa noche. No estaba en peligro de enamorarse de


Dani. Ya estaba enamorado hasta la médula. Y con fuerza.

Con una maldición, Bram se pasó la mano por la cara, intentando borrar
las emociones que le eran desconocidas y dolorosas. Volvió a posar el
cuadro en la mesa, abandonó el cuarto y se dirigió a la habitación de
invitados. La puerta crujió levemente cuando empujó, pero Dani, agotada
por .un día tan largo y cargado de emociones, siguió dormida.

g por la forma en que tenía las sábanas revueltas, Bram sospechó que Dani
estaba tan inquieta como él.

Estaba echada de medio lado, enroscada como una bola como si hubiera
llorado hasta dormirse. Tenía las dos manos bajo la mejilla y el pelo
suelto, como una cascada de ébano contra la almohada.

La cadena de oro seguía en su cuello. Sabiendo, o mejor temiendo, lo que


se encontraría, Bram no pudo evitar inclinarse y apartada ligeramente del
escote del camisón.

El conocido solitario de brillante atrapó la luz de la luna y despidió su


brillo de hielo.

Mientras sujetaba el anillo de su hermano en la mano, Bram se sintió caer


en un profundo agujero de desolación.

Bram Fortune había ganado dinero y fama relatando todos los estados de
ánimo del amor. Había escrito guiones en los que exploraba la cara oscura
de aquella poderosa y huidiza emoción.
En las películas de Fortune, las parejas enamoradas se mentían, engañaban
y traicionaban y, a veces, se sentían empujadas hasta a asesinar, como en
la última.

Una película de Fortune no era, según había señalado un crítico, una buena
película para enamorados.

Aun así, los aficionados seguían aprobando la visión artística de Bram,


pues acudían a miles a ver sus películas. Mientras que los críticos
alababan sus complejos guiones de aquellas emociones a menudo
peligrosas.

Pero con toda su experiencia en el tema, Bram nunca había sospechado


que el amor pudiera doler tanto.

Nunca había sabido que dolía de aquella manera.

Once

A la mañana siguiente, cuando Dani bajó al piso de abajo, en vez de


encontrar al enfadado marido que había temido, se encontró con café
recién hecho, una jarra de zumo de naranja y una nota pegada en el
microondas le decía que esperaba que hubiera dormido bien, y que como
Escándalos estaba en proceso de edición, estaría trabajando hasta muy
tarde en el estudio.

Después había añadido una postdata en que le deseaba un buen día.

Yeso era todo. Breve, formal y al grano. No había palabras veladas de


censura por haber humil ado su ego masculino, ni palabras afectuosas a su
reciente esposa. Simplemente había firmado con su nombre.

Debería estar agradecida, se dijo Dani a sí mi.sma mientras daba sorbos de


café y se paseaba por la silenciosa y solitaria casa de la playa. No había
esperado enfrentarse a otra discusión acerca de su status marital .

Debería sentirse aliviada de que Bram no pareciera interesado en


profundizar en aguas oscuras.
Debería, maldita sea. Entonces, ¿por qué no lo estaba?

Ansiosa de una forma irracional y con necesidad de descargar algo de su


energía nerviosa, se pasó la mañana revoloteando por la casa, cambiando
el agua de los tulipanes, añadiendo aceite aromático a la mezcla de flores
secas y pegando el papel de flores que había comprado en los cajones de
Fa cocina. Dani no se cuestionó que aquello no era práctico, considerando
que no tenía intención de estar allí más tiempo que la duración de su
embarazo.

En vez de eso, se había levantado más convencida que nunca a que Bram
viera la luz. A convencerle de que aquella farsa de matrimonio no
funcionaría nunca. Ahora que la conversación que había esperado era
imposible, Dani se aseguró a sí misma que sólo medía y cortaba papel para
mantenerse ocupada. Aquellas actividades domésticas la ayudaban a no
tener que pensar.

Después de un almuerzo ligero, se fue a dar un paseo por la playa. El día


había amanecido brillante y soleado como la fotografía de un folleto
turístico. Las vastas aguas del Pacífico brillaban como un zafiro, y sobre
ellas, las gaviotas revoloteaban y se sumergían para aparecer con un
brillante pescado plateado en el pico.

Un par de chicas negras y con unos cuerpos perfectos descansaban en unas


toallas rojas. Junto a la orilla del agua, corría un hombre que se paraba
cada poco para revisar los tiempos mientras que un fotógrafo sacaba fotos
a una familia de delfines que jugaban cerca de la orilla.

Un hombre mayor, con unos vaqueros cortos desgastados y una camiseta


con una inscripción de defensa a las ballenas, caminaba por la orilla
mientras recogía conchas, y la cometa en forma de dragón de U? chiquillo
se elevaba cada vez más alta contra el cielo azul inmaculado.

Normalmente, una escena tan idílica hubiera animado a Dani, pero ese día,
mientras paseaba la arena dura de la orilla, intentaba convencerse a sí
misma de que se alegraba de que Bram Se hubiera quedado en el estudio.
Tampoco pudo evitar preguntarse si estaría utilizando su trabajo par
evitada. ' a Quizá, pensó entristecida, Bram hubiera decidido aprovechar
las ventajas del deseo de ella de acabar su matrimonio.

Pero si era la anulación lo que de verdad deseaba ¿por qué la idea le hacía
sentirse tan mal?

-Dios -murmuró en voz baja-, ¿por qué no acabas de decidirte? No me


extraña que los hombres siempre se

quejen de que no entienden a las mujeres.

Dani deseaba a Bram. Y a la vez no lo deseaba. Pero cuando lo deseaba,


quería no deseado. Su mente y sus emociones seguían oscilando de aquella
manera, como una pelota de tenis entre dos buenos jugadores.

«Las hormonas», esperó creer de nuevo.

Inmersa en sus pensamientos tumultuosos, cuando regresó a casa de su


breve paseo, Dani no se enteró de la potente lente telescópica del fotógrafo
dirigida a ella. Cuando anocheció, la vaga depresión se había transformado
en irritación. Si Bram Fortune pensaba que iba a pasarse los siguientes
meses sentada sin hacer nada en aquel a casa, esperando a que él decidiera
pasar tiempo con su mujer, ya podía cambiar de idea.

Ella había llevado una vida plena y ocupada antes de Bram Fortune. Y
tenía una vida por delante de el.

Su vida, se aseguró a sí" misma, no se resolvía alrededor de un egoísta


adicto al trabajo. Aunque fuera el hombre que mejor besara del mundo.

Se puso furiosa y se fue al estudio, donde estuvo trabajando varias horas


en su nueva tela y buscando todas las cosas dañinas, malvadas y odiosas
que iba a decirle a Bram cuan o apareciera por fin.

entonces, de repente una entrega inesperada apareció en su puerta.

-yo no e encargado ninguna cena insistió después de que el atractivo


muchacho le informara de lo que traía.
-La encargó a su marido, señora Fortune.

La brillante sonrisa reveló una hilera de dientes brillantes Y blancos que


sólo podían ser fundas. Durante su corta estancia en California, Dani había
llegado a la conclusión de que cada trabajador de gasolinera, cajero o
camarero, eran actores sin trabajo.

Todavía disgustada porque Bram pensara que no era capaz de alimentarse


a sí misma, Dani se sintió tentada a rehusar la comida, pero el aroma de
los paquetes era demasiado tentador.

-¿Qué es? -preguntó a regañadientes, horrorizada de estar cayendo en el


precipicio de la rendición.

-Cangrejo,' jambalaya, crema de gambas y pastel de lima y tequila.

La sonrisa de anuncio de dentífrico brilló de nuevo.

-Del Café Ragin Cajun de Papa Joe en Melrose.

La mejor comida cajun del oeste de Nwahluns.

Dani cedió como Bram, maldito fuera, sabía que haría.

-Pasa.

Después de darle una propina excesiva al muchacho, empezó a abrir las


bolsas. En la primera encontró una breve nota, escrita con la letra de
Bram. Bon appétit, leyó. Espero que sea lo bastante sabroso como para
satisfacer los antojos de una embarazada.

Junto con la nota venía una cinta de música cajun. Para dar ambiente,
sugería la nota adjunta. La música country resultó ser el acompañamiento
ideal para a sabrosa comida, lo que sólo consiguió irritada más.

Si él pensaba ignorada, lo menos que podía hacer e no confundida


preocupándose tanto por ella y la comida de Joe, sí satisfizo su constante
ansia por comida con especias, pero, por desgracia, cuando subió las
escaleras horas más tarde, Dani tuvo que admitir que la comida de Bram
no hizo nada Por aquella otra ansia más elemental.

y mucho más tarde, incapaz de dormir, volvió al estudio y empezó a


dibujar, pero no podía concentrarse en el trabajo. Sobre todo, por muy
imposible que le pareciera, cuando podía sentir la presencia de Bram en la
habitación iluminada por la luna.

Cansada y nerviosa al mismo tiempo, se fue a la cama, donde permaneció


echada mirando al techo y esperando por el sonido del Jaguar de Bram en
el camino.

Iba a ser una larga espera.

Durante cinco largos días, frustrantes y solitarios, el único contacto de


Dani con Bram fueron aquellas notas dejadas en el microondas y la puerta
del frigorífico. O los breves mensajes en el contestador automático. Y

la cena que le entregaban a domicilio todos los días. Aunque ella había
dejado su propia nota indicando que era perfectamente capaz de
alimentarse por sí misma, recibió la respuesta de que no quería ni oír
hablar de que ella se pusiera a cocinar. Así que l_s cenas siguieron l
egando cada día a las seis y media en punto de la tarde. .

Frustrada y a la vez agotada su inspiración debido al ritmo con que había


tenido que trabajar para la exposición, Dani decidió que, si no encontraba
algo que hacer, iba a volverse loca.

Desesperada por compañía humana, le agradecí? a Arturo su visita para


invitada a un almuerzo de ultima hora.

-Estoy tan nerviosa -se quejó delante de un ensalada de cangrejo y pasta en


el Bistro Garden Todavía no estoy preparada para empezar una nueva serie
de cuadros, pero si no encuentro algo que hacer...

-Tengo lo ideal para ti -le aseguró Arturo-.


Te acuerdas de Madeleine Hartlove? ¿En tu exposición Madeleine
Hartlove -repitió Dani, intentando recordar las miles de caras que le
habían presentado Muro y Dennis-. ¡Ah sí! ¿Como de cuarenta años, con el
pelo rubio ceniza y ojos azules, un vestido de cóctel y diamantes?

-La misma -confirmó Arturo-. Bueno, dirige un refugio. Se llama El Ancla


y es una especie de casa para mujeres maltratadas.

A Dani se le heló la sangre y apretó con fuerza el tenedor, -No creo que. .

El dueño de la galería hizo caso omiso de su intento de protesta.

-Madeleine me ha dicho esta misma mañana que estaba buscando alguna


actividad que las residentes pudieran

hacer. Algo que las ayudara a recuperar su autoestima.

-Bueno, pues le deseo suerte.

-La suerte siempre es una ayuda, pero tú sabes tan bien como yo que no
siempre es suficiente.

La miró con expectación y Dani sacudió la cabeza. -Ya fue muy duro para
mi salvar mi propia vida, Anuro -

le recordó-. No tengo fuerzas para salvar a otras personas.

Además del terapeuta y del equipo de médicos del hospital que le habían
reconstruido la cara, Arturo y De_is, exceptuando por supuesto a Ryan,
eran las dos Únicas personas que sabían lo que ella había sufrido.

-Madeleine no pide mucho, Dani -dejó el pan el plato y extendió la mano


sobre la mesa para topar la de ella-.

Lo único que pide, corazón, es un poco de ayuda para ayudar a los otros.

-¿Estás sugiriendo que les dé unas lecciones de pintura


-La terapia del arte ha probado ser de gran ayuda en muchos casos --eso
era algo que ella ya sabia por experiencia-. Tal vez descubras a alguien
Con talento. Y aunque no sea así, sabrás que les alivia Un poco expresar
sus horrores o sus esperanzas sobre una tela.

Con suficientes horrores en su pasado como para cubrir una vida entera,
Dani no estaba ansiosa por revivir ninguno o compartirlo con otros. Pero
fue el comentario de Arturo acerca de la esperanza lo que la llamó la
atención.

Ella había tenido mucha suerte de contar con Ryan. ¿Cómo podría negarles
a otras mujeres, mujeres que se encontraban en el mismo agujero en que
ella había estado, una oportunidad parecida para volver a vivir una vida
digna?

-Madeleine Hartlove -murmuró--. Su nombre vendrá en la guía de


teléfonos, ¿no?

-Has tenido suerte --dijo Arturo con una sonrisa-. Da la casualidad que
tengo su tarjeta.

Mientras Dani recogía la tarjeta blanca, se sintió un poco como Eva,


aceptando la roja manzana brillante de la serpiente del Edén.

Apenas acababa de guardarse la tarjeta cuando divisó a Bram que se


acercaba. Las cabezas de los comensales giraron y el murmullo se levantó
a medida que pasaba por delante de cada mesa.

-Hola, corazón.

Aparentemente inconsciente de la atención que levantaba a su paso, Bram


se inclinó y le dio un pellizquito en la mejilla. .

Enfadada por su reciente desaparición, Dani no respondió a su saludo. Si a


Bram le disgustó su negativa a saludar, no lo manifestó.

-Bram sonrió al dueño de la galería-. Me alegro de verte de nuevo.


-Encantado de verte. Espero que estés disfrutando de tu nuevo cuadro de
Dani.

-Casi tanto como disfruto de ella.

Deslizó la palma de su mano en un ligero gesto de posesión sobre sus


hombros.

Dani se encogió ante su contacto.

_¿Qué estás haciendo aquí, Bram?

Casi se le quebró la voz con un tono de amargura.

Ella sabía que sólo se comportaba así por las apariencias, pero, ¿cómo
podía estar allí de pie y comportarse como si fueran una pareja normal de
recién casados?

-Buscarte, por supuesto.

Los recuerdos escalofriantes de Peter, persiguiéndola por todo San


Francisco y vigilando cada uno de sus movimientos, le causaron una
oleada de rabia ardiente.

-¿Y cómo me has encontrado?

Bram observó cómo la espalda se le ponía rígida.

-Cuando vi que no estabas en casa me imaginé que habías ido a la galena -


Bram mantuvo la voz desenfadada a propósito-. Dennis me dijo que Arturo
y tú habíais salido a almorzar.

Esbozó una de sus sonrisas más amistosas, empujo una silla y se sentó a su
lado.

Dani le creyó.

-¿Por qué no almuerzas con nosotros?


-Gracias, pero la verdad es que no tengo tiempo echó una ojeada a su
reloj-, porque tu cita mensual con el doctor es dentro de veinte minutos.

Una vez más la asaltó una oleada de paranoia. -¿Y cómo lo sabías tú?

Dios, qué suspicaz era, Pensó Bram, ocultando su irritación. Lo único que
no deseaba era causar otra escena.

Sobre todo después de que su pelea con Banister hubiera aparecido en


primera página de la revista Inquisitor.

Por la fría recepción de Dani, Bram decidió que todavía no había visto el
periódico sensacionalista de supermercado. Si lo hubiera hecho, habría
empezado a arrojarle los platos a la cara nada más verlo.

-Lo apuntaste en el calendario de la cocina –la recordó.

-¡Ah! Bien, ¿y qué tiene eso que ver contigo? -Pretendía llevarte, por
supuesto.

-No hace falta.

-Por supuesto que sí.

Bram recogió su vaso de cristal y le dio la vuelta hacia donde estaba


manchado de carmín. Con los ojos todavía clavados en ella, bebió del
mismo sitio con un gesto de propiedad y sensualidad a la vez.

-Soy tu marido. Y es mi hijo el que llevas dentro. -¿Hijo? -Arturo alzó la


voz con interés-- Dani, ¿más secretos?

Por el caso que le hacían los dos, Arturo podria

haber sido invisible.

-Nuestro

hijo.
Dani frunció el ceño mientras le arrojaba la corrección a la cara.

-Exactamente -devolvió el vaso a la mesa, se reclinó en el asiento y se


cruzó de brazos--. Que es por lo que tengo toda la intención de hablar de tu
estado con el doctor.

Su tono sugirió que daba la discusión por acabada.

-¿Ah, sí? -ella se inclinó hacia adelante, apoyo los codos la mesa
y.entrelazó los dedos bajo la barbilla-. ¿Y

puedo preguntar a qué se debe este repentino interés por mi bienestar?

-No es repentino para nada. La verdad es que he tenido varias


conversaciones muy esclarecedoras con el doctor Marshall. Sólo me
pareció, que ahora que estoy ya en casa, debería hablar con e en persona.

_¿Qué has hablado con mi doctor? ¿Mientras estabas en Tailandia? ¿Y


acerca de mí?

_por supuesto. ¿Es que crees que me fui a la jungla sin asegurarme de que
estuvieras bien atendida?

En ese momento Dani ya no sabía qué pensar de Bram Fortune.

Como ella no respondió, él echó otra ojeada significativa a su reloj.

-Será mejor que nos vayamos. No querrás tener esperando al buen doctor,
¿verdad? ¿Nos disculpas, Arturo?

-Por supuesto -el dueño de la galería había estado observando la discusión


con avidez, girando la cabeza del uno al otro como si estuviera en un
partido de tenis-. Me alegro dehaberte vuelto a ver, Bram.

Puedo decir que dejo a Dani en buenas manos.

Sin hacer caso de la maldición ahogada de Dani, Arturo pagó con la tarjeta
de crédito y se levantó también.
Entonces le dio un beso en la mejilla.

-Le diré a Madeleine que la llamarás.

-Hazlo -murmuró ella entre dientes, furiosa por la forma en que los dos
hombres habían conseguido manipularla de nuevo.

Mientras conducían las pocas manzanas que les separaban del Sunset
Boulevard, Dani estapa que echaba humo.

-Espero que no vayas a estropear toda la tarde le dijo.

-No la estoy estropeando.

Pero los dos sabían que sí. Sin cambiar de gesto, Bram seguía silbando
mientras entraba al aparcamiento.

-¿Quién es Madeleine? -preguntó al entrar en la Consulta.

Una amiga de Arturo. Puede que haga algún trabajo de voluntariado con
ella.

Dani se cruzó de brazos en espera de la crítica de Bram

-Me parece estupendo. Y te sentará bien salir de casa -dijo Bram al entrar
al ascensor-. Tendrás que contármelo durante la cena.

-¿La cena?

-¿Es que no te lo he dicho todavía? Había planeado cocinar yo esta noche.

-¿Estás de broma?

-La verdad es que soy bastante buen cocinero No tan bueno como Papa
Joe, pero. . .

-No, si lo que me sorprendía es que fueras a Volver a casa antes de


medianoche.
Él arqueó una ceja.

-Parece como si me hubieras echado de menos. -En absoluto -mintió ella-.


¿Qué es lo que pasa, Bram? ¿Es que Eden tiene que lavarse el pelo esta
noche o algo así?

-¿Y qué tiene que ver Eden con que tú y yo cenemos en casa juntos?

Ella no había querido sacar el tema, pero ahora que lo había hecho, decidió
sacarse la espina del asunto de su amante.

-No puedo evitar preguntarme si la causa de que nunca vuelvas a casa


tiene algo que ver con ella.

-Te dije el día que nos casamos que mi aventura con Eden estaba acabada.

-Eso fue' lo que me dijiste. Pero los dos parecíais muy unidos cuando
estabais en Bangkok.

Maldición. Bram había estado preocupado en su momento por el maldito


fotógrafo, sobre todo cuando el representante de Eden había llamado para
decir que había salido en televisión. Entonces había optado por no decirle
nada a Dani. Después de todo, se había engañado de forma infantil, las
posibilidades de

que lo hubiera visto eran bastante remotas.

-Eden salió aquella noche con varios miembros el equipo. Lo creas o no,
yo estaba de vuelta en el hotel intentando ponerme en contacto contigo.
Parece que las cosas se salieron de quicio y cada uno acabó por su lado.

Ella me l amó desde una zona peligrosa, borracha como una cuba para que
me reuniera con ella. ¿Qué podía hacer? ¿Dejar que la violaran o algo
peor?

--Conociendo tu inclinación a hacer de caballero andante, casi te creo.

a -Deberías hacerla, porque lo único que pasó aquella noche fue que la
arrastré hasta su habitación, la metí en la cama y volví a la mía a llamar a
mi esposa. A la que echaba mucho de menos.

-y para que lo sepas, en cuanto a haber estado fuera estos días, la primera
noche que regresé de Tailandia me dio la impresión de que preferías que te
dejara sola.

-Tú fuiste el que insististe en que nos casáramos le recordó Dani.

-Sólo hasta que naciera el bebé.

-Bueno, pues hubiera sido muy amable por tu parte haberme informado de
que nuestro acuerdo incluía casarme con el mago Houdini.

Bram sintió una oleada de satisfacción masculina. Estaba enfadada. Con


él. Al recordar que una mujer enfadada no era una mujer indiferente, le
pasó el brazo alrededor de la cintura y la condujo por el pasillo.

-La verdad es que he estado saturado de trabajo

. le dijo. Era verdad, aunque no del todo-. Pero te prometo, que de ahora en
adelante, las cosas van a cambiar.

-¿Qué quiere decir eso?

No sabía si tomar sus palabras como un promesa Como una amenaza.

" -Quiere decir que pretendo rectificar la situación. Empezando por esta
noche.

-¿Preparando la cena?

. -Supongo que eso es un comienzo -dijo Bram

mintras abría la puerta a una sala llena de mujeres.

Después se quedó en la sala de espera hojeando Una revista e ignorando a


propósito las ojeadas de algunas mujeres en avanzado estado de gestación.
te ,Ella había creído que las miradas eran de puro interes femenino, pero el
periódico sensacionalista dejada por un paciente en la sala de espera le
sugirió que aquel interés tenIa otros motivos.

Al instante la invadió la rabia. En un instante cogió el periódico, arrancó la


primera página y la guardó en el bolso. Hizo un esfuerzo por ocultar su
impaciencia durante la revisión. Como Bram insistió en hablar

con el doctor después, Dani tuvo que esperar para arrojarle el desagradable
titular a la cara. Al menos, cuando por fin salieron del edificio, ya no
estaba tan furiosa como para morderle.

-Creo que ha ido bastante bien -dijo Bram en el camino hacia Malibú.

-¿Si le llamas ir bien a que te riñan por haber ganado peso?

-No te preocupes por eso -Bram se encogió de hombros-. El médico ha


dicho que todavía estás dentro de un intervalo aceptable.

-Sí, para un búfalo de agua -murmuró ella.

La pura verdad era que se había sentido deprimida al ver aumentar cada
vez más su peso.

-Para una mujer embarazada -la corrigió él con ligereza-. Y para que te
enteres, creo que estás estupenda. Además, Ryan y yo fuimos bebés muy
grandes, así que la mayoría del peso que has ganado debe ser todo del
niño.

Dani apreció sus esfuerzos por animarla. Ya había aceptado la idea de que
la cintura se le ensanchara.

y, además, en secreto estaba maravil ada de los cambios de su cuerpo,


sabiendo que eran el resultado de una nueva vida creciendo dentro de ella.

Todavía no tenía aspecto de embarazada, habla pensado esa misma mañana


mientras se analizaba de forma crítica en el espejo del baño. Pero estaba
empezando a parecer gorda. No pudo evitar pensar SI Bram le repelería su
aumento de peso.
Después de todo, ¿qué americano joven con sangre en las venas al que le
dieran a elegir entre Eden Vail y una mujer gorda y atacada por las
hormonas

dudaría? La diferencia entre Bram y los demás era que él tenía la


oportunidad.

El problema era, pensó Dani, que si lo que quería era no gustarle a Bram,
¿por qué se preocupaba de que la encontrara o no atractiva? ¿Por qué
sentía un oleada de celos primarios cada vez que pensaba en Eden Vail?

-Gracias -murmuró-. Por las palabras de ánimo.

-Cuando quieras -ofreció Bram amistoso--. Supongo que es lo menos que


puedo hacer, ya que soy mitad responsable, y tú eres la que sufres las
náuseas matinales y todavía te queda lo más duro.

Bram frunció el ceño al hacerle la pregunta que llevaba tiempo rondándole


por la cabeza:

-¿Te arrepientes de estar embarazada?

-Es un poco tarde para arrepentirse --comprendió que aquel a no era la


respuesta que buscaba Bram y decidió que no había motivos para ocultar
una verdad tan importante-. Cuando me enteré, primero me quedé
asombrada. Y un poco disgustada.

-Esa debe de ser la reacción normal.

Quería preguntarle si seguía enfadada con él, pero decidió no hacerla


ahora que estaban teniendo una

conversación civilizada.

-Supongo que sí -se apretó las manos contra el estómago. Algunos días
todavía se maravillaba de que el bebé de Bram y ella estuviera creciendo
dentro. Mentalmente se sacudió la oleada de culpabilidad por no ser el de
Ryan-. Después me asusté.
-¿Por el dolor?

-No. Bueno, no es que me encante, pero tuve miedo de no ser una buena
madre. De no saber qué hacer.

Todos los padres comenten errores -Bram se encogió de hombros-. Los


tuyos y los míos. ¡Y mira lo bien que hemos salido!

La sonrisa de Bram se ganó una de respuesta de ella.

Se hizo un cómodo silencio mientras pasaban por Delante del campus de


la universidad de Los Angeles.

Dani pensó en enseñarle la página del periódico, pero decidió que ahora
que se estaban llevando tan bien, no quería sacar un tema desagradable. Ya
llegaría el momento. Después de la cena, quizá.

-Te agradezco que vinieras conmigo hoy -le dijo

La verdad era que se había sentido orgullosa de que Bram hubiera estado a
su lado en la sala de espera. No muchas mujeres hablando acompañadas de
sus maridos. Y los pocos que había allí parecían incómodos de estar
rodeados de tantas mujeres embarazadas, mientras que Bram parecía estar
en su salsa.

Había otro motivo por el que había sentido una oleada de orgullo como
esposa, admitió Dani, Y era que su marido era muy atractivo. Ningún
hombre de la sala se le podía comparar ni por lo más remoto.

-La próxima vez me tendrás que recordar que lleve el Newsweek.

Dani sonrió recordando lo gracioso que le había parecido ver a Bram


leyendo revistas para padres, Gracioso y muy dulce.

-La verdad es que algunos de los artículos eran bastante interesantes.

Ya habían llegado a la playa. Tras la arena dorada, el largo malecón del


puerto de Santa Monica se extendía hacia el norte en dirección a Malibú.
-Mientras te estaban haciendo la revisión, leí uno en que comparaba las
ventajas de la alimentación maternal con la artificial.

Bram echó una mirada de hurtadillas antes de meterse a la autopista del


Pacífico.

-¿Has decidido lo que vas a hacer?

Aunque ya habían compartido la suficiente intimidad como para hacer un


niño juntos, por algún motivo a Dani le dio un poco de vergüenza el tema.

-Me gustaría intentar la alimentación materna Bram observó cómo se


sonrojaba. Deslizó la mirada hacia sus senos y la dejó allí un largo
momento

-Me alegro -su voz ronca vibró y le provoco cosquilleos-. El artículo decía
que es mucho mejor, Aunque sabía que era imposible, Dani imaginó le
estaba sintiendo los jugosos labios de Bram sobre aquel a parte
hipersensible de su piel.

--Eso es lo mismo que dijo el doctor -dijo ella con suavidad.

Sus ojos se cruzaron y se clavaron intercambiando mensajes íntimos.

-Dani...

-¿Sí?

-Tenemos que hablar.

-Sí.

Su voz estaba cargada de emoción. Cuando Dani se inclinó hacia él,


entreabrió los labios en femenina invitación.

La boca de Bram estaba a sólo un susurro y Dani contuvo el aliento


expectante cuando el repentino bocinazo de un coche tras ellos rompió la
magia del momento.
Bram maldijo y dirigió una mirada asesina al conductor por el retrovisor
mientras se metía en la des-viación. Incapaz de contenerse, Dani empezó a
reírse a carcajadas.

-Pues yo no creo que sea tan divertido_

-No lo era -admitió Dani con lágrimas en los ojos--,; No, la verdad es que
no. Son sólo las hormonas.

Creo que están descontroladas.

-También leí un artículo acerca de eso. . . Le había explicado mucho acerca


del estado de animo tan cambiante de Dani.

-Pero, si te hubieras visto la cara. , Al recordar la frustración de Bram estal


ó en carcajadas de nuevo.

"Era la primera vez que la oía reír desde que eran niños. Al escuchar aquel
sonido musical y vibrante, Bram comprendió por qué Ryan se había
enamorado de Dani Cantrell.

lo que era más difícil de comprender era como la había tenido delante de
sus narices la mayor parte de su vida, y a él le había llevado tanto tiempo.

Doce

Después de cambiarse y ponerse unos vaqueros, para lo que tuvo que


tenderse en la cama de espaldas, y una túnica escarlata encima, Dani
volvió abajo, Allí, sentada en una banqueta alta en la cocina, se tomó una
taza de té de naranja mientras contemplaba a Bram preparar la cena.
Estaba haciendo unos espaguetis con una habilidad que no pudo por menos
de admirar. Fuera de las ventanas, el cielo escarlata se estaba sumergiendo
en las aguas azul zafiro volviéndolas doradas.

Para enorme alivio de Dani, la cena fue increíblemente tranquila. Una vez
más pensó si enseñarle o no el periódico a Bram. Y una vez más, lo aplazó.
Le pondría sin duda furioso y odiaba la idea de estropear aquel a velada
tan agradable.
Bram le estuvo contando cosas acerca del proceso de montaje y cómo
parecía que iban a tener que repetir algunas escenas de diálogos de la.
Jungla en el estudio. No le mencionó que ese mismo día, al llegar a la
puerta de los estudios, uno de los manifestantes había tirado una piedra
contra el coche. Aunque la piedra no había hecho ningún daño le había
puesto furioso como un diablo. Una furia

'que se había disuelto sólo cuando había entrado en el restaurante y había


visto a su maravillosa esposa.

Cuando ella le contó la sugerencia de Arturo de que trabajara de voluntaria


en un refugio, Bram la apoyo.

-Siempre que no te agotes -añadió.

Esa vez, Dani lo tomó como la preocupación normal de un marido en vez


de un intento de controlar su vida como había hecho Peter.

-No te preocupes -se levantó para quitar la mesa-. No haría nada que
pudiera poner en peligro al bebé.

-No he creído que lo hicieras --comentó Bram-.

¿Qué crees que estás haciendo?

-Tú has preparado la cena. Vaya fregar los platos.

-Sólo tardan_ diez minutos en recogerlo todo. Bram se levantó y le quitó


el plato de las manos. -No soy una inválida -le recordó ella.

-Por supuesto que no.

La verdad es que le había supuesto un alivio enorme que el médico le


hubiera asegurado que Dani es taba en perfecto estado de salud.

-Entonces, ¿por qué no me dejas ayudarte?

-Porque sé lo mucho que has trabajado para preparar la exposición y creo


que te has merecido un descanso. Además, una mujer embarazada se
merece que la mimen.

Ella arqueó una ceja.

-En caso de que hayas estado tan ocupado en tu trabajo que no te hayas
enterado, la sociedad ha avanzado desde la época victoriana.

-Entonces denúnciame --dijo Bram mientras se encogía de hombros-. Pero


me apetece hacerla. Ah, SI Se me olvidaba.

Dejó de recoger los platos, se acercó a su maletín de cocodrilo y lo abrió.

-¿Me has comprado un regalo? -preguntó Dani cuando le pasó un paquete


envuelto en papel blanco con un lazo-. ¿Por qué?

-¿No puede un hombre hacer un regalo sólo por que le apetezca?

-¿Qué

es?

Le asaltó un recuerdo desagradable de su luna de miel, cuando Peter había


aparecido con aquellas esmeraldas. y había habido otros regalos, otras
disculpas por haberla golpeado.

-¿Por que no lo abres y lo ves? Dani empezó a dar vueltas a la caja entre
las manos.

-No tenías por qué haber hecho esto.

-¡Eh, que tampoco es para tanto! -su sonrisa y su mirada mostraban una
diversión paciente-. Estaba pensando en ti, paré en Macy's de camino al
restaurante y cogí eso y esperó en la cola para que le empaquetaran el
regalo, pensó Dani al deslizar la cinta dorada. Cuando vio el paquete de
flores familiar sonrió.

-Gel de baño.
-De tu aroma. Pensé que mientras yo fregaba los platos, podrías darte un
largo baño.

Dani quiso quejarse de que intentara manipulada otra vez, pero le estaba
entrando dolor de cabeza Y

una largo baño de espuma le sonaba como el nirvana, -De acuerdo, Bram.
Tú ganas. Me iré a llenar la bañera de espuma mientras tú friegas los
malditos platos. ¿Satisfecho?

-Llevo insatisfecho desde que te dejé en el avión la noche de bodas,


corazón.

La sonrisa de él se desvaneció y su voz se torno ronca de deseo.

Dani no respondió, ni Bram esperaba que lo hiciera.

Sin embargo, después que ella hubiera subido, dejó escapar un juramento,
inspiró varias veces con fuerza y no consiguió suavizar el deseo que le
embargaba mientras se recordaba que había gente por la que merecía la
pena esperar.

Cerca de cuarenta y cinco minutos más tarde, Dani ya se había relajado del
todo en la enorme bañera de burbujas de Bram. Después, se envolvió una
toalla enorme y volvió a su habitación.

No le sorprendió mucho encontrarse a Bram esperando por ella. Pero


cuando vio que tenía en la mano

la página del periódico, la abandonó toda la sensación de bienestar.

-¿De dónde has sacado eso?

Estaba cálida, sonrosada y deliciosa. Bram se permitió una fugaz fantasía


de quitarle muy despacio aquel a toalla.

-No te he estado registrando el bolso -le aseguró

-No he pensado que lo hicieras.


Era la verdad. Aquello era una cosa que hubiera hecho Peter, pero no
Bram.

-Estaba en la encimera de la cocina, se cayó por accidente y salió este


pedazo de basura -tenía la mandíbula tensa-. ¿Cuánto hace que lo sabes?

-Desde esta tarde. Lo dejó alguien en la sala de espera.

-Me sorprende que no gritaras.

Ella le sorprendió con una sonrisa; una suave que parecía dirigida más
hacia dentro de sí misma.

, -Es un poco difícil manifestar tu furia cuando te tienen vestida con una
bata de tela que apenas llega para cubrir lo esencial.

-¿Por qué no lo mencionaste más tarde? ¿En el coche, o durante la cena?

-Pensaba hacerla, pero estábamos tan bien, que no 'quise estropear el


ambiente.

-No te sientas como el Llanero Solitario.

Ella abrió mucho los ojos.

-¿Quieres decir que...?

-Yo también me lo he estado guardando.

¡Y ella que se había preocupado por no darle las malas noticias!

-¿Cuándo te enteraste tú?

-Desde el momento en que publicaron esta maldita página, mi teléfono no


dejó de sonar. Cuando llegué al restaurante, esperaba que me lo echaras en
cara.

-¿Y por qué iba a estar enfadada contigo?


-Si no hubiera dado un puñetazo a ese bastardo no habríamos salido en
primera página.

Dani bajó la vista hacia la foto en la que aparecía Bram sobre su antiguo
marido. El fotógrafo había conseguido captarla también a ella en la
instantánea con los ojos como platos y una mano en la boca.

Dani se encogió de hombros.

-Sólo hiciste lo que yo llevaba años deseando hacer. De hecho, la primera


vez que vi la foto, me puse furiosa. Después empecé a pensar que en todas
las verdulerías y carnicerías de América verían a Peter con toda la camisa
manchada de sangre.

-Se ha convertido en una celebridad al instante -dijo Bram-. Al más puro


estilo de Hollywood.

-Las ondas expansivas en la mansión de los Bannister habrán roto la escala


de Richter.

Los aristocráticos padres de Peter la habían tratado siempre como a una


advenediza, que no era lo suficientemente buena como para casarse con su
ilustre hijo. Pensar en cómo reaccionarían ante la insólita fama de su único
heredero la hizo sonreír.

Bram arrugó la página en una bola, aliviado que no hubiera habido un


altercado por aquella historia.

_¿Te molesta que hayan salido a la luz las noticias sobre nuestro
matrimonio?

-Ya me acostumbrare con e tiempo –entonces le ocurrió algo-. A


propósito, ¿cómo es que el teléfono ha estado tan silencioso esta tarde?

-Encargué al servicio de telefónica que recogiera las llamadas. No quería


que nos interrumpieran.

-¡Ah!
Dani sabía que Bram se refería más a la discusión que no había tenido
lugar que a la cena cordial.

Ella olía y parecía un ángel. Sabiendo que no podía estar en el mismo


dormitorio que Dani sin que le entraran deseos de hacerle el amor, Bram
se levantó con desgana.

-Te esperaré abajo en el porche. Allí podremos hablar.

Dani asintió con un gesto porque no confiaba del todo en su voz.

Se puso un vestido de algodón de color amatista, unos calcetines gordos de


rayas naranjas y púrpura y bajó a reunirse con él al porche.

Estaba nerviosa. Mucho más que nerviosa. Parecía, pensó Bram, que
tuviera que enfrentarse a un incendio.

Bram se levantó y le pasó una taza de té.

---Otro tópico comprobado -murmuró.

-¿Cuál?

La lenta sonrisa de apreciación de él le llegó al corazon

-No sólo eras una novia preciosa, sino que tambien eres la prueba viviente
de que las mujeres embarazadas se ponen preciosas

Dani deslizó una mano sobre su estómago antes plano.

-Debería haberlo pensado mejor antes de casarme con un hombre que lleva
sangre escocesa en las venas -murmuró.

Su mirada brillante la estaba haciendo sentir timidez irracional.

Bram se sentó en la hamaca y dio una palmada su lado para que se uniera a
él.

Dani, es la verdad, no un halago. Yo nunca te mentiría.


-Ya lo sé.

Con una suave suspiro, se sentó a su lado. En ese momento salió la luna de
detrás de una nube y Dani siguió balanceándose ligeramente mientras
contemplaba el reflejo plateado en el agua.

Cuando Bram intentó alcanzarle la mano, Dani no se apartó.

-¡Llevas la alianza! -le rozó el metal con los dedos-. Como es la primera
vez que te veo llevada desde que he vuelto a casa, supongo que te la habrás
puesto para evitar rumores en el consultorio,

¿no? Como él había prometido no mentirle nunca, Dani

sintió que le debía lo mismo.

-Sí, lo hice por eso.

-Pero todavía no te lo has quitado -su caricia le estaba produciendo


oleadas de ardor. Su mirada la calentaba hasta el corazón.

-Ya

lo

sé.

Cuando iba a quitárselo antes del baño, Dani descubrió que en realidad no
le apetecía hacerla. llevar aquel sencillo aro de oro, por primera vez desde
su desgraciado matrimonio, la parecía de repente muy acertado.

La mano de Bram se deslizó por el dorso de la de ella para subir por su


brazo hasta el hombro.

Empezó a rozarle el cuello con los dedos.

-No llevas el anillo de Ryan.

-¿Lo
sabías?

Después de haberse puesto el anillo de Bram, Dani se había sentido como


una adúltera al colgarse el anillo de su hermano de la cadena de oro del
cuello. Le había costado tanto quitarse el anillo de C0mpromiso, que si no
hubiera llegado Muro en aquel instante, se habría pasado el día empañada
en lágrimas. -Lo sabía.

Otra nube ensombreció al luna y envolvió la cara de Bram en sombras,


evitando que Dani pudiera ver SU

expresión. Tragó saliva.

-Lo siento, no quería...

-No tienes por qué explicarte -dio un trago de brandy de su copa-. Desde el
principio me contaste que amabas a Ryan -no era la primera vez desde su
matrimonio que Bram experimentaba una oleada de celos Y culpabilidad-.
Y que probablemente siempre lo amarías.

Dani respiró con cuidado y volvió la cabeza para contemplar el océano.


Una parte de ella deseaba ase-gurarle a Bram que sus sentimientos hacia
su hermano pertenecían al pasado. Pero no podía. Porque sería una
mentira.

-El caso es que he descubierto que tengo un extraño capricho.

Ella lo miró con debilidad por encima del borde

de la taza.

-¿Y qué extraño capricho es ese? -Cuando amo a alguien, más o menos me
gusta que me amen también.

«¿Amar?»

. La palabra inesperada la sacudió como una marejada. Sacudió la cabeza


en parte como negación, en parte como intento de aclaración.
-Pero tú no me puedes amar.

-¿Por qué no? -dio otro sorbo de brandy-. No eres .exactamente alguien a
quien no se pueda amar, Dani

Que Dios la ayudara, él parecía estar hablando tata ente en serio.

. -Cualquier sentimiento que tengas por mí está sin duda dirigido hacia la
madre de tu hijo.

-Eso es de lo yo he intentado convencerme y un tiempo funcionó. Hasta


que comprendí que había empezado a sentir algo por ti aquella noche en la
cabaña. La primera vez que hicimos el amor.

Aunque tenía los sentidos alterados, a Dani no se le escapó que había


dicho la primera vez como si esperara que hubiera otras. -Pero. .

Se suponía que una mujer debía decir algo cuando un hombre le confesaba
su amor. Dani lo sabía pero que Dios la ayudara, no podía pensar en una
sola palabra, y mucho menos en las que él estaba esperando oír.

-Dani.

Bram dejó el vaso en la mesa y le tomó la cara entre las manos porque
quería que posara su mirada en él.

-Has sabido todo el tiempo que te deseaba. Ella tragó saliva.

-Sí -admitió con la voz quebrada y temblorosa-. Pero eso es todo, Bram.
Sexo.

-Diablos. Yo ya no soy un chiquillo ardiente, que sólo quiere acostarse.


Además, el sexo es fácil. Si lo único que yo quisiera de una mujer fuera
compartir la cama, no tendría que casarme con nadie. Sólo tengo que
descolgar el teléfono. Estoy enamorado de usted, señora Fortune. Y estos
días pasados me

estaba volviendo loco porque no sabía qué diablos hacer al respecto.


Ella hubiera deseado creer que era sólo por la atmósfera y la luna. Pero
también sabía que Bram, más que nadie, conocía la diferencia entre la
realidad Y la ilusión.

-No sé que decir.

-¿Qué te parece si me dices que no estoy de todo loco? -le quitó la taza de
la mano temblorosa y la dejó al lado de su copa de brandy-. Dime que no
me estoy imaginando que tú también me deseas.

¿Sólo un poquito?

-Más que un poquito -susurró ella.

Sus labios le rozaron la sien y alzó la vista hacia el cielo.

-Gracias a Dios -susurró.

Entonces deslizó la mano por su melena y empezó a sentirse torpe y raro.


Ninguna mujer le había hecho reaccionar así nunca.

-Dime -sus labios rozaron los de ella y se retiraron antes de que


respondiera o se arrepintiera.

Dime otra vez que me deseas.

-Te deseo -le tembló la voz y el corazón le latió desbocado-. Más de lo que
hubiera creído posible

-se humedeció los labios con nerviosismo y excitación-. Más de lo que


debería.

No era exactamente lo que él había querido escuchar, pero se acercaba


bastante. Por el momento.

La besó. Fue una larga y perezosa exploración de sabores que hicieron que
a Dani le diera vueltas la cabeza. Entreabrió los labios con un gemido
gutural y se sumergió en su beso. Un beso que continuó y continuó, cada
vez más profundo.
La boca de Dani era cálida y deseosa... todos los restos de su antigua
ambivalencia habían sido traga-dos por la pasión que llevaba tanto tiempo
intentando negar. Entrelazó los dedos juntos en su nuca mol-deando su
boca hambrienta contra la de él.

Como ya no era necesario el control, Bram sumergió las manos en la


melena de ella, que estaba tan salvaje y ondulada como el día que habían
hecho el amor, meses atrás.

cuando deslizó las manos bajo el dobladillo de la túnica de color púrpura


ella se tensó y, cuando rodearon la curvas de sus senos, se estremeció.

-Eres tan suave -murmuró él maravillado. Frotó los dedos contra los
sensibles pezones cubiertos de encaje-. El contraste nunca deja de
sorprenderme su caricia le había acelerado el pulso

-. Tu piel es tan suave como la seda.

Aunque sabía que aquellos pensamientos tan eróticos eran peligrosos,


Dani se encontró deseandola pudiera tocar por todo el cuerpo a la vez.

Cuando los labios de él humedecieron el encaje de color escarlata, el deseo


superó a cualquier razón Cuando retiró el tirante con un toque
experimentad¿ para dar acceso a su boca a la fragante piel empolvada, la
necesidad superó a la precaución. Cuando la reclinó contra los cojines,
Dani se abrazó a él sin pensar en nada, deseando sólo llegar a donde él
quisiera llevarla. Sentía el cuerpo de Bram firme, fuerte y excitado contra
el suyo, pero no tuvo miedo.

Dani le dio besos ardientes por toda la cara y chupó su labio inferior con
su boca hasta que el aliento de él se agitó tanto como el suyo.

Sus piernas se entrelazaron con las de él y, cuando se movió bajo su


cuerpo, arqueando la espalda y después empezando a moverse de forma
rítmica e instintiva, Bram tuvo que apretar los dientes para mantener el
control.
La hamaca empezó a balancearse de forma salvaje. Bram recordó que no
había planeado seducida esa noche, mientras todavía estaba cargado de
sentimientos de culpabilidad hacia su hermano, y retrocedió.

Pero como no estaba preparado para dejada, le dio un último beso


profundo cargado de pasión, esperanza y arrepentimiento.

Luego, se apartó de ella.

-¿Bram? , Con la mente todavía nublada de deseo, Dani alzo la vista hacia
él completamente confundida.

-Lo siento -se levantó, caminó hasta el extremo del porche y se quedó allí
con las manos en los bolsillos, contemplando el océano--. Esto no debería
haber ocurrido. No debería haberte tocado nunca.

No debería haber empezado nunca algo que no iba a acabar.

A Dani todavía le latía el corazón con violencia. Se incorporó e intentó


volver a abrochar el sujetador, U1ero tenía los dedos paralizados y lo dejó.
Se bajó la túnica sobre los senos todavía deseosos.

-¿Y si era yo la que quería que me tocaras? preguntó con suavidad ella-.
¿Y si era yo la quería acabar?

Bram se volvió y la miró fijamente.

-¿Te acuerdas del día del funeral, cuando me l amaste egoísta?

Ella le había acusado de muchas cosas aquel día, pensó Dani. Con la
cantidad de alcohol que había tomado, le sorprendía que él lo recordara
con tal claridad.

-Creo recordar haberte llamado algo así, pero estaba equivocada.

-No, tenías razón -se acercó a ella-. He descubierto hace poco que soy un
hombre muy egoísta y avaricioso, Dani. Lo suficiente como para negarme
a ser tres en la cama.
-No sé de qué estás hablando.

Era la primera mentira que le había dicho desde que, se había convertido
en su esposa.

El se inclinó hasta la altura de sus ojos. -Entonces, deja que yo te lo aclare.


Cuando haga el amor con mi mujer, lo que tengo esperanza de hacer
cuanto antes mejor, quiero estar seguro de que ella sabe exactamente a
quién está besando.

Se adelantó y le rozó los labios con los suyos. ---Quién es el que la esta
tocando -deslizó una mano sobre el sujetador desabrochado--. Y amando.
Deslizó la lengua hasta el lóbulo de su oreja.

-y cuando l egue ese día mi querida esposa, no habrá sitio para los
recuerdos -deslizó las manos POr su cuerpo con caricias posesivas y
lentas-. Ni Para fantasmas Le mordisqueó el lóbulo.

Ella estaba temblando literalmente. Aunque sus caricias eran suaves, Dani
sentía como si un terremoto se hubiera instalado en su cuerpo.

-Necesito tiempo -protestó mientras volvía la cabeza para buscar sus


labios-. Para pensar. a

-Bien.

Bram se recordó que, si presionaba a Dani para que consumaran su


matrimonio, no resolvería nada Bueno, aquello no era del todo verdad; la
tensión d_

su cuerpo desaparecería y podría dejar de tomar duchas frías. Pero estaba


dispuesto a pasar pequeñas molestias para ganar el premio de su vida.

Apartó los labios de ella y se sentó a su lado. -y mientras lo piensas -


sugirió con calma-,

¿por qué no me cuentas toda la vida de Dani Cantrell con el heredero de la


fortuna petrolífera, Peter Banníster IV?
Trece

La intromisión repentina en su fatal matrimonio después del interludio de


pasión le hizo sentir oleadas de pánico.

-¿Y por qué quieres saber eso?

En realidad, desde el día de su altercado con Peter, Dani sabía que aquel
tema surgiría tarde o temprano.

Hasta se había preparado una explicación vaga Y no muy comprometida


acerca de dos personas que no se entendían y se habían casado
precipitadamente.

Después de todo, era verdad. No la verdad entera, pero suficiente.

Pero en ese momento, mientras se obligaba a no desviar la mirada de los


ojos de su marido, supo que Bram no se conformaría con la verdad a
medias.

-No tiene nada que ver con nosotros -insistió.

-¿De verdad? ¿Y qué hay del hecho de que lo malo que te ocurriera con
Peter es la causa de que creas que el matrimonio es una trampa mortal?

-Eso no es verdad -palideció ante la acusación-. En caso de que te hayas


olvidado, estaba a Punto de casarme con Ryan.

-En esa pareja no había ningún riesgo -la voz de Bram era dura y firme. La
necesidad de saber y solucionar aquel problema a la vez le había agotado
la paciencia-. Ryan representaba lo conocido; lo seguro. Mi hermano era
como un refugio protector después de un huracán. Enfréntate a ello, Dani.
Le estabas utilizando.

Decir aquello no era nada fácil para Bram. Ni siquiera pensarlo.

Al principio, había temido estar sólo justificando su propio


comportamiento, excusándose por haberle robado la prometida a su
hermano. Pero cuanto más pensaba en ello, más creía tener razón.
-¡Eso que has dicho es una cosa horrible! –Dani se puso en pie de golpe y
lo miró con furia. Junto con la rabia ya esperada, Bram detectó un temblor
de desesperación en su voz-. ¡Yo amaba a Ryan!

-Nunca he dicho lo contrario.

Bram sabía, sin sombra de duda, que Ryan y Dani se habían amado el uno
al otro. Pero para Bram era más un amor entre hermanos.

y también sabía que no había nada que pudiera hacer para borrar la
memoria de su hermano del corazón Y la mente de su esposa. La innegable
verdad

era que Ryan ocuparía siempre un lugar muy especial en los recuerdos de
Dani. Con eso, pensó Bram, sí podría convivir.

Pero había llegado el momento de exorcizar a Bannister. De una vez para


siempre.

-Ryan y tú probablemente hubierais tenido una buen matrimonio ---


concedió-. y si, después de haber pasado la primera oleada de excitación
por la reciente boda, hubiera habido días en las que tu vida te pareciera
demasiado rutinaria o noches en las que echaras de menos un poco de
excitación, probablemente habrías mantenido la boca cerrada Y te
hubieras conformado con las numerosas bondades que tenías. por
desgracia -añadió-, nunca sabremos lo que habría sucedido entre Ryan Y
tú, pero tengo sensación de que sucedieron muchas cosas entre Bannister
Y tú. Y ninguna agradable.

-No fue exactamente una fiesta -admitió ella-pero ya pertenece al pasado.


-tragó saliva para pasar el detestable sabor del miedo y luchar contra la
timidez-. ¿Podemos dejarlo ahí?

-Me gustaría, pero no puedo -buscó un cigarrillo y como no llevaba dio un


sorbo de brandy-. No cuando

lo que Bannister te hizo ha llevado a que me tengas miedo a mí.


_Pero si yo no te tengo miedo, Bram.

_¿Seguro?

_por supuesto que no --de todo lo que él había dicho, aquellas palabras
eran las más sinceras. Dani no añadió que a la que tenía miedo era a sí
misma y a sus sentimientos--. Yo sé que tú nunca levantarías la mano a
una mujer.

-y Bannister lo hizo.

Dani comprendió que no era una pregunta. Incapaz de aceptar su simpatía,


o peor aún, su compasión, que temía pudiera leer en su cara, se volvió para
mirar al mar.

-Sí.

Su respuesta no le sorprendió. Lo que le sorprendió fue el flujo de rabia


ciega que la sacudió. Bram esperó hasta que se calmara.

-¿Qué te hizo?

Ella sacudió la cabeza.

-No importa. Ya no.

-¿Qué te hizo Bannister? -repitió Bram muy despacio y con insistencia.

-¿Por qué necesitas saberlo? ¿Es que no te das cuenta de que me resulta
penoso hablar de eso? ¿Por que quieres hacerme daño de esta manera?

Bram se esforzó por no sucumbir a su agonía.

-A veces la verdad duele, pero a veces purifica.

Ella se volvió para mirar a Bram.

¿.Quieres saber lo que hizo? -sus ojos brillaban y tenía el cuerpo


tembloroso--. ¿Todo?
¿Capítulo a capítulo?

-Todo.

Ella lo miró a los ojos por un largo momento.

-De acuerdo -se pasó las manos temblorosas por el pelo-. Pero ésta es la
última vez que voy a hab1ar de Peter Bannister en mi vida. Después de
esta noche en lo que respecta a nuestro matrimonio, él no

existe.

Eso era precisamente lo que Bram esperaba. -Trato hecho.

Dani alzó los hombros y dejó escapar un largo suspiro.

-Bien.

Como no podía contener las lágrimas, empezó a pasearse.

-Tienes que entender -empezó despacio y con dolor-, que cuando llegué a
París por primera vez, tenía todos los prejuicios y fantasías acerca de
convertirme en una artista bohemia: vivir una buhardilla

pintar durante el día y salir a los cafés por la noche.

-Como Matisse, Cézanne y Picasso.

-Sí -esbozó una débil sonrisa como para ella-.

Sé que suena ridículo y snob...

-No para alguien que se pasó la juventud manteniendo conversaciones


imaginarias con Charlie Chaplin, John Ford y George Cukor.

Sus palabras tuvieron el efecto deseado. La sonrisa de Dani se hizo un


poco más cálida. Sus ojos se cruzaron y él la animó con su mirada. Por un
instante, Dani casi pudo creer que Bram, más que nadie, sería capaz de
entender cómo había permitido que sus fantasías le nublaran el juicio.
Inspiró con fuerza y comenzó de nuevo.

-Cuando vi por primera vez a Peter, parecía. sacado de una novela de Scott
Fitzgerald. Era ingenuo?, sofisticado y rico y tan de vuelta de todo que le
hacia parecer excitante.

-El Gran Gatsby que por desgracia salió después como Barbazul.

Recordando la violencia, apenas oculta en los ojos de Peter, Bram pensó


que era muy parecido a los personajes de Fitzgerald.

-Exactamente.

Qué extraño era, pensó Dani, que Bram pareciera entender tan bien su
inicial atracción hacia Peter mientras que Ryan, que la había amado de
forma inequívoca, nunca había comprendido sus motivos para acabar en
una relación tan desastrosa.

Sí su novio amado de juventud la había apoyado. Y para eterno


agradecimiento por su parte, nunca, nunca había dejado de amada.

-Nos fuimos a Mantecado al día siguiente de conocemos. ¡Era tan elegante


y excitante! -dejó escapar

un fuerte suspiro y sacudió la cabeza al recordar lo ingenua que había sido


en aquel tiempo-. Me sentí como una princesa de una cuento de hadas.
Durante algunas horas, al menos. Hasta mi noche de bodas.

Su mirada se hizo distante.

-Hasta que Peter me pegó.

Dani agradeció que Bram no hiciera la pregunta obvia; la misma que le


había hecho el torpe policía cuando había dicho: «¿Y por que se quedó con
él?»
-Yo pensé que era algo circunstancial. El había perdido mucho dinero en el
casino y había bebido mucho champán.

Dani empezó a pasearse de nuevo, ansiosa por terminar la historia.

-Quise creerle cuando me dijo que nunca sucedería de nuevo. Quería, no,
necesitaba, creer que no podía haberme equivocado tanto.

Suspiró

otra

vez.

-¿Sabes? Yo siempre había admirado a tus padres. Creo que es muy dulce
ver como siguen enamorados después de tantos años. Me encanta la forma
en que tu padre todavía consigue hacerle sonrojar a tu madre -se dio al
vuelta para mirado-. Una vez, cuando yo tenía once años, los vi en el salón
bailando música lenta de la radio. Esa escena quedó grabada en mi mente
como uno de los momentos más ro-mánticos que he presenciado en mi
vida. Eran mi ideal de lo que debía ser un matrimonio perfecto

-También tenían sus peleas -se sintió obligada decir Bram

Después de todo, su padre podía ser tan inamovible como una roca y su
madre había heredado el temperamento irlandés de sus abuelos. La verdad
era ahora que lo pensaba con cierta sorpresa, que Dani _ recordaba
bastante a Amanda Fortune.

-Ya sé que discutían. Y comprendo que tuvieron sus problemas, pero los
dos se mantenían unidos para lo bueno y para lo malo, exactamente corno
se promete en los votos matrimoniales. Yo creo que por eso, desde el
principio, seguí manteniendo la esperanza de poder arreglar las cosas; la
causa de que intentara que mi matrimonio funcionara. No quería acabar
sola, divorciada y amargada como mi madre. Quería ser feliz y amada,
como la tuya.

-Lo entiendo --dijo Bram.


-Estábamos viviendo ya en San Francisco cuando las cosas empezaron a ir
muy mal. Peter se pasaba el día en la oficina y después, en vez de volver a
casa, salía con sus amigos. A veces se pasaba la noche entera fuera. -
¿Había otras mujeres?

-Sí.

La vergüenza había desaparecido, comprendió Dani. Y en su lugar, sólo


quedaba una rabia pura.

Bram no conseguía imaginar estar casado con Dani y acostarse con otras
mujeres.

-Si la persona que se casara conmigo me engañara, me pondría furioso


como un diablo.

Y yo debería haberme puesto. Pero las cosas estaban... -se detuvo para
encontrar la palabra adecuada-, difíciles. Cuando por fin llegaron los ruma'
res de la infidelidad de Peter, me culpé a mí misma.

-¿Y por qué diablos?

-Por

no

satisfacerle.

.,

Su voz era suave y vacilante y Bram comprendió que, durante todo aquel
tiempo, había habido heridas que no habían cicatrizado por completo.

-Tienes que estar de broma.

Los recuerdos de su noche juntos lo asaltaron con una oleada de calor.

Dani agitaba los hombros con inquietud.


-Yo no tenía experiencia como las otras mujeres.

Ni era una persona liberada en el sexo. No sabía qué hacer. Ni lo que él


quería.

¿cuántas formas más habría encontrado Bannister de humil ar a su mujer?

Con deseos de haberlo matado cuando tuvo la oportunidad, e impaciente


porque Dani continuara, Bram volvió a llenar la copa de. brandy para no
apresurada.

-¿Se te ocurrió alguna vez pensar que el culpable de los problemas que
pudierais tener en la cama fuera Bannister?

-Pero todas aquellas mujeres... Tantas mujeres diferentes.. .

Dani se mordió el labio y apartó la vista.

Bram soltó un juramento.

-Créeme, Dani.Sólo con que no seas el Jorobado de Notre Dame y tengas


algunos dólares en el bolsillo, no cuesta mucho tener varias mujeres
dispuestas a irse a la cama contigo cada noche. Y la verdad es que no es
ningún -logro. Lo único que tienes que hacer es preocuparte sólo de tus
deseos. De tus necesidades. Y si no has satisfecho a una mujer, al día
siguiente por la noche habrá otra. Y otra. Hasta que un días has perdido la
cuenta, lo que tampoco tiene mucha importancia, porque tampoco te
importan mucho de todas formas.

Dani sintió una punzada de celos por la forma en que Bram parecía estar
familiarizado con aquel comportamiento.

-Si estás intentando convencerme de que todos los hombres. .

-¡Maldita sea, eso no es de lo que estaba hablando, Dani! Estoy hablando


de un compromiso matrimonial con una mujer especial. De molestarte por
sus necesidades y sus deseos. Estoy hablando de querer hacerla feliz cada
noche durante toda la vida.
-¡Ah! -Dani intentó una débil sonrisa, pro le falló-. Lo siento.

-¡Diablos!.

Como todo lo demás referente a Dani, la discusión no iba de acuerdo con


los planes de Bram. Se prometió a sí mismo no juzgarla y mantener para sí
las críticas.

-No quiero que te disculpes, Dani. Sólo quiero que entiendas que no soy
como Bannister.

-Eso ya lo sé.

Era un comienzo, pensó Bram. -y de paso, corazón. Si hubieras estado un


poco más ardiente la noche de la cabaña, la habríamos quemado.

Cuando sintió que el color se le subía a las mejillas, Dani sintió alivio de
que estuviera demasiado seguro para que él pudiera verlo.

-Gracias.

-No me des las gracias por decirte la verdad.

La noche se estaba poniendo fría. Bram observó el ligero estremecimiento


de Dani.

-Quizá debiéramos entrar -sugirió.

-No -Dani prefería contar aquella sórdida historia al aire libre, donde las
sombras pudieran ocultar su cara y la brisa se llevara sus palabras-.
Preferiría

quedarme aquí.

-Entonces, ven a sentarte a mi lado -le extendió la mano--. Así te daré algo
de calor.

La tentación era demasiado fuerte. Dani se acercó


a la hamaca y ansiosa por dejar atrás todos los vestigios de su pasado,
apoyó la cabeza contra el hombro de Bram, cerró los ojos y le contó todo
Las palabras fluyeron, a veces agolpadas. Le reveló la infidelidad crónica
de su primer marido, el continuo abuso mental que rayaba en el terrorismo
Psicológico. Le confesó haber vivido constantemente entre el miedo y el
terror; miedo a despertarse cada mañana y terror a que, en una de las
palizas, pudiera no despertar nunca más.

Bram permaneció en silencio mientras Dani hablaba Y hablaba. Una fuerte


brisa barrió las nubes y dejó ver el brillante círculo de la luna llena. y
todavía, las palabras de horror seguían fluyendo de ella.

Bram siguió sentado, acariciándole el pelo e intentando contro1ar la rabia


que sentía. Él siempre había sa,?ido que el mundo era un lugar a menudo
cruel. El mismo se había ganado la vida escarbando bajo las bonitas
apariencias de las relaciones, buscando los secretos íntimos y rompiendo
las barreras de fijaciones emocionales. Escándalos era la muestra más
reciente de. ello. Y todo el tiempo, había conseguido mantenerse protegido
de sus propias historias.

Había creído que nada podría sacudirle ya, ni sor prenderle ningún
comportamiento malvado o cruel.

Pero se había equivocado. Había querido saber todo acerca del matrimonio
de Dani con Peter Bannister. Le había pedido que le contara hasta el
detalle más sórdido y ahora que conocía el

infierno al que había sobrevivido, se sentía salvaje por dentro.

Cerró los ojos y se obligó a permanecer donde estaba, cuando lo que


quería era perseguir a Bannister, tirarle al suelo como el animal que era, y
matarle.

-No tienes ni idea de cuánto te admiro –dijo con voz áspera y lenta.

Agotada, Dani alzó la vista hacia él.

-¿Por qué?
-Por ser como eres -le retiró el pelo de la cara y le dio un beso suave en la
sien-. Por ser lo que eres.

Se sintió invadido de emoción y al acariciarle el pelo se dio cuenta de que


tenía las manos temblorosas.

-Te prometo, Dani, que nunca más volverá a hacerte daño -le rodeó la cara
con las manos-. Nadie volverá a hacerte daño nunca.

Y entonces, mientras le miraba a los oscuros ojos, Dani confió. Y le creyó.

Como Bram había esperado, la conversación intensamente emocional,


había dado un fuerte giro a su relación. Y lo más importante, ya no había
vuelto a hablar de la anulación. Y aunque no supiera Con seguridad si lo
hacía por darle una oportunidad a su matrimonio o por mantener su
acuerdo acerca de seguir hasta que naciera el niño, Bram agradeció el
cambio Empezaron a desayunar juntos cada mañana, a cenar cada noche y
a pasear después de la mano por la playa. Durante aquellos interludios,
como hacen todos los amantes mientras se están conociendo, hablaban de
todo y de nada. Lo importante era estar juntos y hablar.

Bram estaba frustrado porque Dani no se hubiera trasladado de la


habitación de invitados a su cama pero, recordando que la paciencia era
una virtud, siguió esperando. Y cortejando a su mujer. .

Que era por lo que se detuvo una tarde en una floristería para comprarle un
ramo de margaritas.

Bram no estaba muy acostumbrado a los rituales de un cortejo formal.


Después de todo, las mujeres que se movían en su mundo conocían las
reglas. Dispuestas, liberadas y sin ninguna timidez, sugerían el sexo con la
misma facilidad que los hombres. Y cuando la relación terminaba, como
siempre sucedía, se busca-ban con rapidez otro hombre. Y otra cama.

Pero Dani era diferente. Y sus sentimientos por ella eran diferentes. Ella
merecía la pena el esfuerzo extraordinario. Como la había apresurado a
casarse, Bram se sentía ahora responsable de hacerla sentir como a una
novia.
Por su parte, Dani estaba sorprendida de lo bi7n que se llevaban, y de lo
mucho que tenían en común en cuanto a música, cine y actores.

Aparte de tener los mismos gustos en aquellos temas, también leían los
mismos libros, aunque

discutieron vehemente acerca de la calidad de un best-seller. y lo que más


le sorprendió, ella que había aprendido a no cuestionar nada de su primer
marido, fue que en cuanto llegaron a la conclusión de que estaban en
desacuerdo, Bram había accedido a leer de nuevo un libro.

A los dos les gustaban los restaurantes étnicos, los largos fines de semana
y los crucigramas de los domingos aunque Bram la volvía un poco loca
con su insistencia a rellenar su parte a tinta. A los dos les disgustaban los
perros pequeños, los inquietos patinadores que te echaban de la acera y las
biografías no autorizadas.

y lo más importante, en una lista de uno a diez, los dos ponían en primer
lugar el valor de la familia.

Durante su tiempo juntos, Bram empezó a comprender que su mujer no era


tan superficial ni tan 111 egoísta como él siempre había creído.

Mientras que Dani descubrió que su marido era mucho más serio y le
importaban mucho más las cosas de lo que aparentaba con su cinismo.

Una mañana, cerca de un mes después del regreso de Bram, Dani sacó una
foto de Ryan del cajón de su mesita. La tierna imagen había sido tomada
en uno de los raros días soleados en el Golden Gate Park.

Ella se acordó de lo muy enamorados que habían estado aquel día riendo
los dos bajo el benévolo sol. Dos semanas más tarde lo había perdido.

El colchón crujió cuando se sentó en la cama.

-Bram y yo estamos casados ahora, Ryan -susurró con suavidad-. Y estoy


embarazada, pero supongo que tú ya lo sabes.
Se le escapó un sollozo y se frotó los ojos.

-Tu siempre fuiste mi roca y te echo mucho de menos.

Inspiró con profundidad, abrió los ojos de nuevo y acarició la sonriente


imagen.

-Al principio me sentía culpable de haber hecho el amor con Bram, pero
ahora ya no. Por el niño.

Nuestro niño. El de Bram y el mío.

Apoyó las manos sobre el estómago ya un poco redondeado.

-Ya quiero a este niño, Ryan. Muchísimo. Más que a nada en el mundo. Y
hay algo más.

Los cálidos ojos azules tan familiares parecieron animarla. Le permitieron


decir, por primera vez lo que había tenido en la mente durante semanas.

-También amo a Bram.

A Dani no le pareció raro admitir aquellos sentimientos delante de Ryan


antes de revelárselos a su marido Durante toda su vida, Ryan había sido su
confidente. Aunque su muerte había cambiado muchas

Cosas en la vida de Dani, comprendió que aquello, por lo menos de


momento, no había cambiado.

-No quería enamorarme de él. y si tú hubieras vivido, nunca habría


sucedido. Pero así es. Bram dice que me ama y aunque me costó mucho
creerle al principio, tú sabes cómo nos peleábamos de pequeños, ahora le
creo. Después de todo, los dos sabemos que Bram nunca dice nada que no
piense.

Su débil voz se hizo más fuerte.

-Sé que Bram y yo podemos hacer que nuestro matrimonio funcione. Creo
que podemos hacemos felices el uno al otro. Y a nuestro hijo.
Dani se levantó despacio. Se quedó allí de pie mirando la foto un largo
rato.

Por fin Susurró «adiós, querido», la volvió a meter en la caja de madera y


esta en lo más hondo del cajón. Dentro de la caja estaba la invitación de
boda y el cuaderno de bocetos l eno de imágenes sonrientes de él.

Dani acarició con ternura la mano sobre la cajita de terciopelo que


contenía el anil o de compromiso.

Sabiendo que Ryan hubiera querido que siguiera con su vida y segura de
que habría deseado que fuera feliz, Dani cerró la caja como cerrando un
capítulo muy especial de su vida.

Entonces se secó una lágrima que se le había deslizado por la mejilla y


bajó' la escalera para desayunar con su marido.

Catorce

Veinte minutos después, Bram sonreía desde el otro lado de la mesa.

-Así que hoy es el gran día.

Dani llevaba ya un mes trabajando de voluntaria en el refugio tres veces


por semana y ya había descubierto una veta de talento. Aunque las
residentes no tuvieran mucha técnica, las emociones que volcaban en sus
telas eran muy intensas. Así que Dani iba a proponerle a Madeleine esa
misma tarde una recaudación de fondos mediante una exposición.

Dani deslizó el dedo por el borde de su taza. -Sólo espero que a Madeleine
le guste la idea.

-Le encantará porque es la respuesta a muchas necesidades. Número uno:


ayudará a aumentar la autoestima de las mujeres; número dos: recaudará
fondos y tres: obtendrá publicidad, lo que le dará más dinero.

-y se enterarán más mujeres que necesiten ayuda.

-Exactamente.
Sus ojos se encontraron mientras los dos pensaban que ella había sido en
otro tiempo una de aquel as mujeres. Para no estropear el ambiente, Bram
le pasó una fresa a la boca.

Ella comprendió que lo hacía para cambiar de tema y no recordarle el


pasado y le sonrió mientras daba un mordisco.

El gesto, como muchas otras cosas que hacía Dani, era inconscientemente
erótico. Bram sintió la penosa oleada de deseo y se preguntó cuánto más
tendría que esperar para hacerle el amor a su esposa.

-Sabía que te tendría comiendo en mis manos uno de estos días.

Su voz era ronca, pero su sonrisa de broma le impidió tomar el comentario


como una arrogancia masculina.

Dani lo miró fijamente. Sus labios se curvaron en una invitación sensual


cuando le puso la fresa a escasos milímetros de la boca y sugerían que le
estaba ofreciendo mucho más que aquella fruta.

Siguiendo el juego, Bram dio un enorme mordisco. Cuando sus dientes


rozaron el dedo de Dani, ella sintió una sacudida de deseo sexual por todo
el cuerpo.

No era la primera vez que la química sexual entre ellos irrumpía con toda
su potencia desde que había estallado aquella primera noche. Sin embargo,
era la primera vez que Dani no conseguía encontrar un solo motivo para
negar lo que secretamente había estado' deseando hacer desde entonces.

Era como si por fin le hubiera dicho adiós a Ryan y se hubiera liberado
para hacer el amor con su marido. Cuando ella iba a retirar la mano, él se
la sujetó y empezó a lamerle los dedos de forma seductora.

-¿A qué hora tienes que estar en el refugio?

Su caricia y la mirada que le dirigió sobre sus manos unidas la estaban


derritiendo.

_Normalmente a las nueve Y media.


Media hora, pensó Bram, no sería suficiente tiempo. Después de todo,
había llevado esperando muchas semanas. y ahora pensaba hacerla bien.

_pero -sugirió Dani sin aliento-, podría llegar más tarde.

El deseo ardiente brilló en sus ojos azules. Bram estaba a punto de aceptar
aquella invitación femenina cuando sonó el teléfono.

_. -Deja que el contestador recoja el mensaje.

Se levantó Y la rodeó en el círculo de sus brazos.

La forma en que ella alzó la mirada hacia él, con un bril o amoroso y
cálido en los ojos, le hizo sentirse a Bram el hombre más rico del mundo.

Se quedaron así, bañados en el calor del sol amarillento, queriendo


prolongar el momento exquisito.

En la distancia, oyeron la voz de Bram en el aparato con las instrucciones


de que dejara el mensaje.

-Hola. ¿Bram? Soy Hugh. Si estás ahí, coge el teléfono, maldita sea -pidió
la voz angustiada del hombre-. Hemos tenido problemas. Ha habido un
fuego anoche en tu oficina.

Las palabras llamaron al instante la atención de Bram y de Dani. Miraron


a la vez hacia el aparato.

-Han llegado los bomberos a tiempo de evitar un desastre total, pero te


aseguro que no va a ser nada agradable. Los investigadores llegarán en
cualquier momento y quieren hablar contigo.

El juramento deBram fue seco Y cortante.

-Será mejor que vayas.

Dani apoyó la mano contra su mejilla y sintió la tensión de sus músculos

-¡Maldición!
-Está bien -dijo Dani tan disgustada como él-.

Y yo también necesito hablar con Madeleine antes de la clase.

«Vete, quédate».

Las palabras contradictorias se agolpaban en su mente. Ram, que siempre


se a la considerado un hombre de decisiones inmediatas, se encontró
aquella vacilación tan poco corriente en él.

-Tengo una idea --dijo, buscando un compromiso que funcionara para los
dos-. Es evidente que hoy no voy a poder hacer ningún trabajo -la atrajo
mas contra si-, así que, ¿por que no te pasas por el estudio cuando
termines la clase? Podríamos ir en Coche hasta Santa Bárbara y comer en
ese nuevo restaurante indio del que todo el mundo habla tan bien.

-Lo de comer suena perfecto -Dani ladeó la cabeza y se abrazó al cuello de


Bram-. ¿Pero por qué no hacemos mejor un picnic?

Dani se puso de puntillas y lo besó en los labios

-¿Un picnic? -su boca era tan dulce y cálida

como él recordaba-. ¿En la playa?

-La playa siempre es bonita -Dani curvó los labios contra los de él y
amoldó su cuerpo contra el suyo--

, pero es muy corriente, ¿no crees?

-¿Corriente? -repitió despistado mientras el ansia le invadía.

Cuando ella dibujó la forma de ,su labio inferior con su lengua, Bram
pensó que le estaba seduciendo de forma cuidadosa y experta.

-Yo estaba pensando -se alzó, le retiró el pelo oscuro de la frente y lo vio
caer de nuevo--, que todo el mundo puede desayunar en la cama -le sacó la
camisa de los pantalones y sus manos empezaron a explorar de forma
seductora su espalda-, pero una comida en la cama...
Con un ahogado gemido, Bram bajó la cabeza y le capturó la boca.

La pasión, tanto tiempo negada, se encendió hasta amenazar con


consumirles. Las mentes se vaciaron, los gustos se mezclaron y los
corazones se unieron..

y entonces, demasiado pronto para los dos, el fiero beso se terminó. Bram
se apartó un poco de ella con desgana. Dani dejó escapar un suspiro
tembloroso.

Dios, qué preciosa estaba, pensó Bram mirando

SU exquisita y amorosa cara. Y era suya.

A pesar del desastre que le podía estar esperando en los estudios Eclipse,
Bram se sentía en la cima del mundo.

Sonrió y apretó los dedos contra sus labios temblorosos.

-Guarda ese plan para más tarde.

Su sonrisa cálida le llegó al alma.

-Para más tarde.

Dani quedó encantada de que todas las mujeres quisieran participar en el


proyecto para demostrar a todo el mundo que estaban en vías de
recuperación.

-y hablando de recuperación -dijo Georgia O'Hara-. Me han aceptado en el


programa que solicité.

Empiezo la próxima semana.

-¡Eso es maravilloso!

Dani le dio un abrazo. Georgia, que trabajaba de auxiliar de enfermera,


había casi perdido toda esperanza de convertirse en enfermera.
-Debes estar como loca.

-Lo estoy. Y también Brian.

A Dani se le heló la sangre.

-¿Le has llamado?

-Es mi marido -le recordó Georgia con delicadeza.

-¿No le has dicho dónde estabas?

-Puede que aparezca por aquí -admitió Georgia-. ¡Ha estado tan
preocupado por no saber dónde estaba!

Dani sintió un timbre de alarma en la cabeza.

-Pero

Georgia...

. -Está bien. Yo sólo quería que Brian comprendiera que las cosas iban a ir
mejor.

¡Estaba tan feliz! Aunque Dani deseara que Georgia no se confiara con
tanta facilidad, no pudo quitarle la esperanza recién adquirida.

Volvió a abrazarla de nuevo.

-Espero que todo te salga bien.

Una hora más tarde, Brian O'Hara apareció en El Ancla. Aunque todavía
no era ni mediodía, ya estaba borracho y venía armado.

Los de los piquetes estaban de vuelta manifestándose frente al estudio y


gritando sus consignas. Por el número de carteles que decían que el
próximo en arder sería él, Bram comprendió que ya se había extendido la
noticia del fuego.
La oficina estaba casi chamuscada por completo. Las paredes blancas
estaban ennegrecidas del humo y los cristales de los posters de películas
antiguas habían estallado.

-No es tan malo como parece -le aseguró el investigador del Departamento
de Incendios.

En vez de la cazadora azul de uniforme que normalmente vestían, aquel


hombre iba de traje azul marino. Alto y esbelto, bronceado y con el pelo
plateado cortado a la perfección, podría ser el doble de Paul Newman,
pensó Bram con su mente de director.

-Ha tenido suerte. Sea quien sea el que lo haya hecho, no es desde luego un
profesional.

Su tomo desenfadado l amó la atención de Bram al instante.

-¿Hecho? -miró por encima de Hugh, que se encogió de hombros-. ¿Me


está diciendo que ha sido un incendio provocado?

-Hemos encontrado dos botellas de gas blanco conectadas a unos


temporizadores. El de esta habitación saltó, pero el de la de aliado no.

-¡Provocado! -repitió Bram con incredulidad. ,

-Provocado -aseguró el investigador-. Asi

que, señor Fortune, la pregunta es: ¿Quién le puede odiar tanto como para
hacer esto?

Dos horas mas tarde, Bram había sido interrogado acerca de todos los
aspectos de su vida, personales y profesionales. Se sintió como si le
hubieran aplicado el tercer grado, lo que le hizo preguntarse cómo trataran
entonces a los pirómanos.

-Así que nuestra única pista es el grupo de manifestantes de ahí afuera -


dijo el investigador.
-No puedo pensar en nadie más. Yo tengo una profesión altamente
competitiva. Seguro que he hecho algunos enemigos en el camino, pero
nosotros tendemos a atacamos de forma verbal en la prensa. No con
gasolina ni temporizadores.

El Paul Newman alzó la vista desde su bloc de notas.

-Hablando de la prensa..

Bram supo lo que iba a venir.

-El ex marido de mi esposa no tiene nada que ver con esto.

-He leído que le amenazó -cuando Bram le dirigió una larga mirada de
censura, el investigador se sonrojó-. Fue difícil no leerlo. Me paré a tomar
un café y estaba el periódico allí.

-Hay más de ficción en un sólo artículo de prensa que en todos los guiones
que ha producido esta ciudad en todo un año.

La voz de Bram era áspera e impaciente.

-Supongo que sí -el investigador hizo otra anotación-, pero todavía quiero
interrogar a su mujer. -¿Es realmente necesario?

Bram sabía lo difícil que le había resultado a Dani hablar de Bannister con
él. Quería protegerla de tener que sacar sus trapos sucios ante un extraño.

-Me temo que sí, señor Fortune.

-Maldición -Bram se pasó las manos por el pelo-. Pero quiero estar yo
presente cuando lo haga.

-No hay ningún problema en eso.

-¿Cuándo?

-No hay mejor momento que el de ahora mismo


-dijo el investigador-. Cuanto antes saquemos a su mujer de la lista de
sospechosos, antes podremos descubrir quién le odia lo suficiente.

-Ella no está en casa ahora mismo -dijo Bram-.

¿Por qué no paso a recogerla al refugio donde está trabajando y la llevo a


casa? Podrá reunirse Con nosotros allí.

--Como usted quiera.

Bram condujo hasta el refugio con la radio conectada cuando una noticia
repentina le dio un vuelco al corazón.

Habían disparado, informaba el periodista, a una mujer de un refugio


llamado El Ancla.

Aunque los detalles eran muy sucintos y la policía no había hecho todavía
su informe, los vecinos informaron a los periodistas de que habían llevado
a dos mujeres al hospital.

Bram estaba a punto de l amar al refugio por su teléfono celular cuando las
siguientes palabras del periodista le hicieron dar un giro prohibido.

Según las fuentes del hospital, una de las mujeres de la sala de urgencias,
era la esposa embarazada del director de cine Bram Fortune.

Quince

Cuando aparcó el Jaguar frente a las puertas dobles de cristal del hospital,
sin hacer caso de la señal de prohibición, Bram estaba rezando oraciones
que hacía tiempo creía olvidadas.

El ambiente de la sala de urgencias estaba cargado del olor del


desinfectante, el dolor, el miedo y la desesperación. Todas las sillas
estaban ocupadas y había docenas de personas esperando de pie.

-¿Dónde está? -preguntó a la recepcionista.


Tuvo que gritar para que le oyeran por encima de los micrófonos-. ¿Dónde
está mi mujer?

La mujer mayor, cuya etiqueta en el pecho indicaba que era voluntaria,


dejó de repasar unas fichas el tiempo suficiente para mirarlo por encima
de la montura de sus gafas.

-¿Su mujer?

-Dani. Daniel e Fortune.

-¿Fortune? --el tono sugería que no le sonaba el nombre-. ¿Se lo hemos


notificado nosotros, señor Fortuno?

-¡Fortune! -aclaró Bram, apretando los dientes-.

tMi nombre es Bramwell Fortune y el de mi mujer Danielle Fortune. Y he


oído en la radio que la han traído aquí después de que dispararan en el
refugio para mujeres maltratadas El Ancla.

-¡Ah! -la mujer empezó a pasar unas fichas amarillas y blancas-. La


víctima de los disparos.

Aquellas palabras eran lo único que le faltaba por oír a Bram.

-¿Que le han disparado? -se le heló al sangre-.

¿Dónde está, maldita sea?

Apuntó el puño hacia el mostrador.

-Por favor, señor Fortuna. Si mantiene la calma intentaré averiguado -se


dio la vuelta hacia el ordenador mientras tecleaba con rapidez-. No la
encuentro listada, pero si acaba de ingresar...

Siguió tecleando y la pantalla cambió.

-Ah, aquí está. Sí, la han llevado arriba. Al quirófano.


Bram había pensado que no podía sentir más pánico. Se había equivocado.

-¿Dani está en el quirófano?

El nunca había experimentado un terror tan paralizador. Ni siquiera


durante la avalancha, cuando vio cómo le arrastraba la nieve a Ryan.

Si le sucediera algo a Dani. .

-¡No! -Bram sacudió la cabeza negándose siquiera a pensado

-Perdone -dijo una voz femenina a sus espaldas-. ¿Señor Fortune?

Se dio la vuelta al instante para encontrar a una mujer con mirada de


lechuza. Tenía el pelo rubio atado hacia atrás con una pulcra coleta y sus
ojos, bajo las lentes de concha, eran del color verde azul de un lago
tropical, y casi igual de calmados. Lo que era un gran contraste con las
manchas de sangre de su bata.,

¡Oh Dios! ¿Sería la sangre de Dani?, se pregunto Bram con horror.

-Soy Bram Fortune.

-Soy la doctora Nelson. He atendido a su mujer cuando la han traído.

La puerta se abrió y entró una bocanada de aire. Los camilleros corrieron


con una adolescente con varias heridas en la cabeza. Uno de los médicos
estaba dando instrucciones vitales al equipo Acostumbrada evidentemente
a aquellas situaciones, la doctora Nelson se hizo a un lado mientras el
grupo con la camilla se apresuraba a la sala de tratamiento adyacente.

-Su esposa se va a poner bien --continuó-. Y el bebé también.

El alivio le sacudió como un temblor. Bram sintió que las rodillas le


fallaban y se concentró sólo en permanecer de pie.

-La recepcionista me dijo que estaba en el quirófano.


-No, es la señora O'Hara la que está en el quirófano -le corrigió con una
mirada aguda antes de volver a sus papeles-. Me temo que está bastante
grave. Le dispararon varias veces.

-¿Han disparado también a Dani?

-No, su esposa ha sufrido algunos cortes por los cristales que estallaron,
que ya le hemos curado. Sólo en uno hemos dado puntos. Parece que el
hombre disparó una cantidad enorme de balas por toda la habitación. Una
de ellas hizo estallar un espejo.

El último de los miedos de Bram fue barrido por la rabia de que después
de haber escapado de los abusos de su marido, Dani pudiera haber muerto
por culpa de otro marido brutal.

-¿Qué le ha pasado a O'Hara? -Lo siento, no puedo divulgar...

-Mire, doctora -interrumpió Bram-. No pienso convocar una conferencia


de prensa para anunciárselo al mundo.

Sólo quiero poder decirle a mi mujer que no se preocupe de que ese


hombre vaya a por ella en otro momento.

-No, no tiene que preocuparse por eso. Según los enfermeros, el señor
O'hara se disparó a sí mismo después de creer que había matado a su
esposa. Mu rió al instante.

--Quiero ver a mi mujer.

-Por supuesto -sonrió la doctora-. Estoy segura de que ella estará ansiosa
por verlo también -hizo un gesto hacia unas puertas correderas- Está ahí,
en la tercera puerta a la derecha.

-Gracias, doctora.

Casi tuvo que reprimirse para no darle un beso.

Dani estaba sentada en el borde de una camilla metálica cuando entró


Bram. Tenía una tirita en la mejilla y otra en la sien. Y sobre una ceja le
habían dado unos puntos invisibles. Durante un instante fugaz, todos sus
anteriores sentimientos de furia e impotencia se centraron en los puntos.

Los ojos le brillaron de calidez cuando lo vio. -¡Oh, Bram!

Saltó de la camilla y se arrojó a sus brazos. -Está bien -la calmó mientras
la acariciaba el pelo, la apretaba y agradecía a Dios, al destino o a las
estrellas que estuviera a salvo-'-. Ya no podrá hacerte daño nunca más.

Sus caricias la emocionaron por su delicadeza. Dani recordó el tiempo en


que creía a Bram incapaz de ser delicado. Mientras se abrazaba a su
cuello, Dani comprendió lo equivocada que había estado.

-Podría haberte perdido.

Su voz era ronca y cargada de emoción. -Nunca -sus ojos se empañaron


ante el amor que transmitían las palabras de Bram-. Estás atado a

mí, ¿recuerdas? Para lo bueno y para lo malo.

-Para siempre.

-¿Te ha contado la doctora algo de Georgia? -Está en el quirófano. Es


grave.

-¡Oh, Dios!

Dani cerró los ojos, lo que fue un error porque revivió las horribles
escenas del refugio. Apoyó la frente contra el pecho de Bram.

-Abrázame.

Sólo necesitaba un momento, se aseguró a sí misma, odiando su debilidad


y aceptando su fuerza. Sólo un breve instante para recuperar las fuerzas.

-Tanto como quieras.

Se quedaron así por un largo y silencioso momento. No había pasión ni


fuego. Sólo consuelo y amor.
-¿Te ha dicho la doctora lo que le ha sucedido a Brian? -munnuró contra su
camisa-. Le vi dispararse a sí mismo, pero...

-Está muerto.

Dani suspiró.

-¡Qué pena!

-Mejor que sea él y no tú -Bram sintió una nueva oleada de rabia, que se
esforzó por dominar. Deslizó las manos entre su pelo y le echó la cabeza
hacia atrás para mirarle la cara pálida-. Si te hubiera hecho daño, o al
niño...

Era su turno de calmarle a él.

-No ha pasado.

Apretó los labios contra los de él y paladeó su furia. Y su miedo.

¡Ella sabía tan dulce! Incluso más dulce que el suspiro que emitió. Bram
descubrió que era imposible seguir enfadado mientras besaba a aquella
mujer.

Dani sintió el cambio en él mientras sus labios se hacían más suaves y se


amoldaban contra los de ella, buscando, probando y paladeando. Con un
murmullo inarticulado, Dani le rodeó el cuello con los brazos y abrió los
labios incitadores.

El pulso empezó a acelerársele de nuevo, esa vez Con pasión en vez de con
dolor. La necesidad se mezcló con el placer que la hizo vibrar.

Bram apoyó su manos sobre la de ella en el cuello

-Vamos

casa.
-No puedo, al menos hasta que Georgia salga del quirófano.

Él comprendió su preocupación, pero la de él estaba solo centrada en su


mujer y su futuro hijo.

-Eso podrá tardar horas y has tenido un día horrible. Tú también necesitas
descansar.

-Descansaré más tarde. Cuando Georgia esté fuera de peligro.

Bram había llegado ya a conocer a Dani lo suficiente como para


comprender que acababa de tropezar contra uno de sus muros
infranqueables.

-Déjame hablar con la doctora Nelson -sugirió--. Si nos quedamos, quiero-


que puedas ir a una habitación

donde puedas acostarte.

-Vas a echarme a perder.

La suave sonrisa contradijo el tono de queja de sus palabras.

-Haré todo lo posible.

Las horas pasaron lentas. Con los nervios a flor de piel, Dani se moría por
poder pasear por el corredor, pero la doctora, que les había conseguido una
habitación vacía, había estado de acuerdo con Bram en que debería
intentar descansar. Si no era por ella misma, por el niño, que ya había
recibido una dosis exagerada de adrenalina ese día. Eso fue lo que hizo
falta para que Dani obedeciera a Bram Y se sentara. Bram bajó a la
cafetería y compró almuerzo para los dos aunque realmente no les
apetecía. y siguieron esperando.

Por fin, cuando Dani creía que ya no podia aguantar más, un hombre de
mediana edad vestido de verde y con la máscara blanca alrededor del
cuello, entró en la habitación.
-¿Señora Fortune? -Soy yo.

Dani tenía el corazón en un puño.

-Soy el doctor Dalgleish. Su amiga se va a poner bien.

El alivio fue instantáneo.

¿Puedo veda?

-Ahora está en postoperatorio. Sería mejor que esperara hasta mañana. Ni


siquiera recordaría que la ha visitado -añadió para cortar la discusión.

-Si está seguro... -Dani intercambió una mirada de preocupación con


Bram-. Llamaremos cada pocas horas.

Si sus condiciones cambian...

-Lo que no creemos -estableció el doctor.

-Volveremos -prometió Bram.

Era, creía él, la mejor solución. Después de dar las gracias al doctor, Dani
se fue en taxi con Bram a casa.

Al Jaguar se lo había llevado la grúa.

Dani se sintió aliviada al ver que Bram no esperaba conversación.


Permaneció callada, sumida en sus propios pensamientos. Sólo cuando se
sintió a salvo en la casa de la playa, permitió que sus emociones se
liberaran.

Bram se quedó atrás para pagar al taxista. Cuando entró en la casa, la


encontró mirando por la ventana, con los brazos alrededor del cuerpo y la
cabeza baja, llorando.

Sin una sola palabra, la cogió y la llevó arriba en brazos hasta su propia
cama, donde la abrazó.
Ella se enroscó contra él Y siguió llorando contra su hombro. El sol se
estaba poniendo en el mar cuando por

fin cesaron los sollozos.

-Lo siento.

Todavía tenía el aliento entrecortado.

-No lo sientas -le retiró el pelo de la cara y le dio un beso-. No te disculpes


nunca por ser humana.

-Odio la debilidad.

Tenía las manos apretadas como puños contra el pecho de él. La camisa de
Bram estaba mojada de sus lagrimas.

-No es debilidad asustarse cuando un loco te apunta con una pistola -una
lágrima solitaria l_

cayó por la mejilla y él se la enjugó-. y no es debilidad tener temblores


porque el mismo hombre dispare a su alrededor para acabar por dispararse
a sí mismo. Y definitivamente no es ninguna debilidad sentir alivio porque
no te haya matado.

-Yo sabía que no iba a matarme --dijo Dani Con la respiración


entrecortada.

-¿Estabas tan segura de él?

-De él no. De nosotros -consiguió esbozar una débil sonrisa-. Creía con
firmeza que estábamos destinados a pasar la vejez en unas hamacas juntos
viendo a nuestros nietos hacer castillos de arena y saltando entre las olas.

Igual que Dani era la mujer que Bram había necesitado siempre sin
saberlo, la imagen que evocaron sus palabras era lo que siempre había
deseado sin saberlo.

Sus ojos se acariciaron. Y sus corazones.


y Dani supo que ya había llegado el momento. -Huelo a desinfectante. -se
quejó, arrugando la nariz.

-Hueles como el paraíso. Pero te prepararé un baño.

-Preferiría darme una ducha -necesitaba estar bajo el chorro purificador y


frotarse hasta borrar todo vestigio de Brian O'Hara-. y después quiero que
hagas el amor conmigo. .

_Daní. . .

Era también lo que él deseaba. En cualquier otro momento, Bram hubiera


dado todo lo que poseía por escuchar aquellas palabras tan esperadas de
ella. Pero estaría aprovechándose de su vulnerabilidad una vez más.

-Sé lo que estoy pidiendo, Bram --dijo ella con suavidad-. Y sé lo que
deseo --deslizó los dedos alrededor de la rígida mandíbula-. Y deseo a mi
marido.

Él todavía tenía sus dudas, pero su caricia hizo

que le ardiera la sangre. Bram se recordó a sí mismo qué era Ryan, no él,
el santo de la familia.

-Dulzura, pensé que nunca me lo pedirías.

Bram abrió el agua de la ducha y después la empezó a desvestir muy


despacio. Frunció el ceño al ver

las manchas de sangre de 'su blusa y tuvo que contener la rabia una vez
más.

Dani vio que apretaba los labios. -¿Bram?

-Perdona. Estaba sólo pensando -deslizó la blusa desabrochada por uno de


sus hombros-, en lo mucho que te quiero -le deslizó la otra manga-. Cada
vez que te miro, cada vez que te beso, me vuelvo a enamorar de ti.

Ella sonrió.
-No dejes de mirarme -sus ojos oscuros eran una tentación y sus labios una
lujuria-. No dejes de besarme.

Bram se inclinó hacia adelante y le rozó los labios. -No pienso hacerla -
posó su boca en su garganta e imaginó que estaba paladeando el ardor de
su misma sangre-. Nunca.

Deslizó la blusa por sus brazos y la arrojó a la papelera.

-Bram -se quejó ella con debilidad mientras su boca volvió a capturarla.
Ansiosa ahora, ella misma empezó a desabrocharle la camisa-. Esa camisa
es nueva.

-Está manchada. Te compraré una nueva -no quería recuerdos de aquel


horror-. Te compraré una docena. Cien blusas nuevas.

Ella se rió un poco nerviosa cuando la palma de él le rozó un pezón


inflamado.

-Ah, me encanta tener un marido rico.

-Lo que tú quieras -prometió él.

El sujetador siguió a la blusa. Sus senos estaban más llenos. Hechizado,


Bram siguió el trazo de una vena azul desde el borde al pezón, que apretó
entre sus dedos. Quedó encantado cuando su caricia la hizo temblar.

-Sólo tienes que pedirlo y será tuyo.

El vapor subió y les rodeó de una niebla cálida igual que la que les
envolvía los sentidos. Dani apretó los labios contra su pecho desnudo.

-A ti -susurró.

La punta de su lengua dejaba un rastro húmedo hacia abajo y por la forma


en que él se estremeció y los músculos de su estómago se apretaron al
pasar la lengua por ellos, Dani supo que Bram estaba tan excitado como
ella.
-Te quiero a ti.

La respiración de él era jadeante. Cuando las manos de ella empezaron a


desabrocharle los pantalones, Bram sintió con desesperación que estaba
perdiendo el control que había luchado tanto por mantener.

-Más tarde -capturó su boca entreabierta con un rápido y húmedo beso.


Sus dedos rodearon los pezones rosados de sus senos provocando un
gemido de rendición-. Enseguida.

Aunque le costó un esfuerzo imposible, Bram consiguió desvestir a Dani


sin arrastrarla al suelo y sumergirse en su calidez sedosa. Su propia ropa
caSI fue arrancada de la rapidez con que se la quitó.

El tormento era exquisito y el placer sublime. Dani sintió que se' le


derretían los huesos incluso antes de que Bram la metiera bajo el chorro
caliente de la ducha.

Ella había usado antes aquella ducha tan hedonista de Bram, pero nunca
había pensado que cuatro chorros intermitentes pudieran ser tan eróticos.
El agua le golpeaba la piel como mil dedos vibrantes por delante y por
detrás, contra su espalda, sus senos, su trasero, creando punzadas de placer
en su piel, ya sensibilizada por sus dedos.

El agua los envolvió. La lámpara sobre sus cabezas creaba un brillo


sensual alrededor de sus cuerpos mojados, Estaban envueltos en nubes de
vapor.

Bram cogió al pastilla de jabón, se frotó las manos con ella y empezó a
enjabonarle el cuerpo mojado extendiendo olorosas burbujas y
maravillándose ante los gemidos que indicaban que estaba perdiendo el
control.

Le frotó sus voluminosos pechos hasta que los llenó de intenso placer. Sus
manos eran ásperas, pero las palmas estaban suaves del jabón, y la mezcla
sensual de las dos cosas se hizo cada vez más profunda hasta que ella se
sintió embriagada de placer.
y entonces descendió, muy despacio, de forma muy erótica, cada vez más
abajo mientras que Dani retorcía su pelo con los dedos. La sensación de
sus manos sobre su estómago la hizo gemir. El borde de los dientes en la
parte interior del muslo desató una oleada de ardor.

El cuerpo de Dani se retorció y el corazón se le aceleró. Intentó alcanzarle,


pero con torpeza, como en un sueño. Bram evadió su intento y continuó su
avance sexual hasta que la cabeza empezó a darle vueltas de necesidad.

-Bram... --el agua seguía deslizándose por encima de los dos. Se estaba
ahogando de las emociones y desesperación-. Por favor.

Los labios de él estaban creando estragos en sus tobillos. Cuando la


desesperada súplica salió de sus labios, su boca ascendió por sus piernas
temblorosas.

Dani arqueó el cuerpo hacia atrás cuando su boca encontró su parte más
femenina. Asombrada del placer, gritó y se apretó contra sus hombros.
Antes de que pudiera recuperarse, la lengua de Bram se sumergió dentro
de ella provocando otro ardiente y rápido orgasmo que la hizo estremecer
hasta la médula.

Dani estaba a punto de desplomarse de debilidad.

Bram la sujetó.

-Dios, eres maravillosa -murmuró con voz ronca de pasión. Su boca buscó
la de ella de nuevo y bebió con profundidad de ella-. Ahora puedo creer
que eres mía.

-Tuya -susurró ella contra sus labios embrujadores. Ella nunca había
creído que pudiera ser así.

Nunca lo había conocido--. Para toda la eternidad.

-Para toda la eternidad.

Con las manos en sus caderas, Bram la alzó para unir sus cuerpos, la carne
húmeda contra la carne húmeda.
Por encima del febril latido de su corazón, Dani le oyó pronunciar su
nombre. Le sonó de maravilla. Él murmuraba deliciosas promesas y hacía
votos lujuriososo Dani le creyó. Por completo.

Dieciséis

Una vez que las últimas barreras emocionales fueron derribadas, Bram y
Dani se sintieron como una pareja de recién casados enamorada por
completo.

Mientras pasaban las semanas, disfrutaban de su compañía mutua. Se


reían, se amaban y admiraban juntos los cambios milagrosos que estaba
experimentando el cuerpo de Dani.

Por supuesto que todavía discutían. Los dos eran después de todo,
obstinados independientes Y creativos, Pero sus peleas eran como estrellas
fugaces, calientes, rápidas Y se desvanecían al instante.

Su mujer Y su hijo significaban todo para él. Tanto así que a Bram ni
siquiera le preocupó que el investigador del Departamento de Incendios no
pudiera de mostrar ninguna relación entre el fuego y los manifestantes.

Ni siquiera le importó cuando descubrió que sus pertenencias, incluso sus


amados posters, hubieran estado asegurados por debajo de su valor podría
perder todo lo que tenía en el mundo, pero seguía siendo un hombre rico.
Porque tenía a Dani y a su hijo.

-¡Oh Dios mío! -exclamó ella una mañana,

Todavía estaba echada en la cama disfrutando de la calma de después de


hacer el amor mientras Bram se vestía para ir a trabajar.

-¿Qué pasa? -se dio la vuelta en el acto, preocupado-. ¿Dani? ¿Algo va


mal? ¿Es el niño?

No podía estar de parto. Sólo estaban a mitad de

junio y el niño no nacería hasta noviembre.


-No -tenía los ojos abiertos como platos-. Sí.

-¿Qué pasa, maldita sea? -el pánico le producía aquella impaciencia.


Intentó recordar lo que había leído de niños prematuros, con miedo de que
fuera demasiado prematuro para sobrevivir-. ¿Sí o no?

-Las dos cosas -Bram se había sentado en el borde de la cama.

-No pasa nada malo. Es sólo que el bebé acaba de dar una patada.

Dani le cogió la mano y la apoyó contra su vientre, Al principio, Bram


pensó que se había imaginado el movimiento contra su palma. Pero un
segundo más tarde, a la primera patada le siguió la segunda. Más fuerte.

-¡Dios mío! -jadeó con cara de asombro-. De verdad que vamos a tener un
bebé.

-Sí -la sonrisa de Dani era absolutamente beatífica-. De verdad que sí.

Bram quería quedarse en casa con ella, pero Dani insistió en que fuera al
estudio, Después de todo, según las clases de maternidad a las que estaba
acudiendo, aquellas exhibiciones atléticas eran perfectamente normales.

Además, señaló ella, esa noche exhibirían Escándalos para los ejecutivos
del estudio y ella sabía que él quería aprovechar la última oportunidad de
ver la película a solas antes de someterla a las críticas de un grupo de
individuos más interesados en las taquillas que en contar una buena
historia.

-Si estás segura...

El bebé empezó a moverse y Bram estaba tan fascinado, que apartó la


mano con desgana.

-Segura -se incorporó y la besó--. Lo celebra'1 remos esta noche. Después


de tu éxito. le -¿Estás tan segura de que va a ser un éxito?

-¿Como podía no estarlo? -apretó la boca contra la de él-. Después de todo,


ha sido escrita por el más brillante de los guionistas de Hollywood, por no
mencionar que la ha dirigido el mundialmente famoso y devastadoramente
sexy director de cine Bramwell Fortune.

-No eres muy objetiva.

-Maldita sea, pues claro que lo soy -le sonrió con orgullo-. Ahora, será
mejor que te vayas antes de que esté más excitada y te ate a esta cama y
abuse de ti.

-Esta noche -prometió él-. Si hablas en serio de lo de atar, puedo traer unas
esposas del departamento de vestuario del estudio. Ella pareció
considerarlo.

-¿Harán falta ataduras?

-¿Para mantenerme en 'tu cama? Nunca.

En el bar del hotel Baltimore de la Gran Avenida, había una pareja sentada
en una pequeña mesa. Sus sillas estaban tan próximas que sus rodillas casi
se rozaban bajo la mesa de mármol italiano. El hombre estaba bebiendo
una cerveza alemana importada y la mujer ya iba por su tercer cóctel de
champán.

-Esto ha sido tan excitante -dijo con un coqueta puchero en los labios-. Y
un poco increíble.

-Usted es una actriz de verdadero talento, señorita Vail.

-Eden -le corrigió ella con voz seductora.

Sacó un cigarrillo de la pitillera de oro de la mesa y lo colocó entre sus


labios de color escarlata.

-Eden -repitió Peter Bannister con una Sonrisa de cortesía. Después le


encendió el cigarrillo corno esperaba-.

Corno ya te he dicho, la empresa de gas y petróleo Bannister está ansioso


por ampliar los objetivos de nuestras inversiones. y aunque las películas
sean una inversión de riesgo, con la gente adecuada podremos duplicar las
inversiones de nuestros accionistas.

-¿Y crees que yo soy la persona adecuada?

-Eden, créeme, eres la persona ideal para el papel que tengo en mente.

Era la primera verdad que contaba en dos horas.

-Bueno, gracias.

Exhaló un nube de humo azulado y una de sus

sonrisas tan ensayadas, que llevaba diez años perfeccionando para el día
en que le entregaran un oscar.

-La idea de que inviertas todos esos millones de dólares en tan poca cosa
como yo me produce escalofríos. Míralo tú mismo.

Eden extendió el brazo moreno para que lo inspeccionara. Tras ellos, el


cuadro iluminado por la suave luz hizo que sus largas uñas brillaran como
rubíes. .

Peter Bannister deslizó los dedos por la piel sedosa y fragante. Nunca
perdía una oportunidad y la actriz había llegado a su cita con un
minivestido de punto tan ajustado como una malla, que dejaba al
descubierto gran parte de su piel.

-Quizá solo tengas frío.

-Es que ponen el aire acondicionado tan fuerte...

Eden jugueteó con los labios alrededor del cigarrillo mientras inhalaba.
Sus ojos esmeralda se clavaron en él, dejándole saber que estaba más que
lista para que su cita de negocios progresara a un nivel mucho mas íntimo.

A Peter le estaba resultando agradable descubrir que los mitos de


Hollywood seguían vivos. Quizá, después de dejar las cosas aclaradas de
una vez por todas con el hombre que le había robado a su mujer,
convencería a su padre de que invirtiera en la industria del cine.

-No me gustaría que estuvieras incómoda -le acarició el hombro desnudo-.


Quizá deberíamos seguir esta reunión en un sitio más cálido. Como arriba.
Peter había reservado la habitación poco antes.

-Creo que es una idea deliciosa.

Eden aplastó el cigarrillo contra el cenicero. Su sonrisa, su ardiente e


intensa mirada y su voz ronca prometía todas las delicias sensuales.

Cuando dejaron el bar juntos, Peter pensó en Dani. Y en lo a punto que


estaba de comprobar que había sido una tonta al creer que podría escaparse
de él.

Podría correr, pero nunca con la suficiente rapidez o suficientemente lejos.

El recuerdo de su mujer de rodillas, desnuda, con lágrimas en la cara y


rogándole con los labios amoratados que no la matara, le excitó.

Pronto, se prometió Peter Bannister. Muy, muy pronto.

Dani se estaba vistiendo para el pase de la película cuando sonó el


teléfono.

-Corazón, soy yo.

¿Cómo podría ser que sólo escuchar su voz por teléfono le hiciera sentir
calidez?, se preguntó Dani.

-Ya estaba casi lista.

-Para eso llamaba. Ha surgido algo.

Dani notó la tensión en su voz.

-No importa. Puedo conducir yo hasta el estudio.


-No quiero que conduzcas con este tiempo. Esa carretera ya es suficiente
peligrosa sin lluvia.

-Estoy acostumbrada a conducir entre tormentas de nieve -le recordó ella.

-Pero yo no estaba enamorado de ti en aquella época. Te envío un coche


con chófer.

Para no darle más preocupaciones en aquella noche tan importante para él,
Dani no discutió.

-Si te hace sentir mejor, de acuerdo.

Hubo una ligera pausa antes de que Bram respondiera.

-Estupendo -Dani pensó que parecía distraído-. Te veo enseguida. Te


quiero, señora Cantrell. Su ronca declaración la hizo sonreír.

-Yo también te quiero, señor Cantrell.

Después de colgar, Bram se volvió hacia la mujer que acababa de salir del
cuarto de baño de al lado.

-Tienes dos minutos para salir de aquí -dijo con voz fría y peligrosa-.
Antes de que llame a los de

seguridad.

Eden Vail pareció imperturbable ante su amenaza. -Lo que tú digas,


amante mío.

Se paró delante de él y le plantó un beso ardiente en medio de los labios.


Entonces desapareció.

Todavía asqueado, Bram se frotó la boca con el dorso de la mano como


para quitarse el sabor de su anterior amante. Entonces se prometió que al
día siguiente por la mañana se llevaría a Dani a su bien merecida luna de
miel a alguna isla paradisíaca donde la vida fuera más lenta y no tuviera
nada que hacer salvo pasar los días al sol y hacer el amor de forma
apasionada a su mujer.

Aunque la limusina llegó con veinte minutos de adelanto, Dani ya estaba


arreglada. Echó un último vistazo al espejo de cuerpo entero y decidió que
el carísimo vestido de pedrería y seda escarlata de estilo imperio valía
hasta el último penique. El timbre sonó de nuevo.

Se colocó con rapidez los pendientes de rubíes con que le había


sorprendido Bram la noche anterior, recogió el bolso y el paraguas y abrió
la puerta.

Se le heló el corazón al descubrir a Peter Bannister, vestido con el taje


azul marino de los conductores de limusinas.

-Hola, dulzura.

Dani iba a cerrar la puerta de un portazo, pero él se le adelantó. Sujetó la


puerta por el borde y la abrió del todo.

Dani salió volando hacia el teléfono, pero una vez más él se adelantó a sus
movimientos y la sujetó por el brazo. Se oyó el sonido de desgarro de la
tela y la manga se descosió del hombro.

-Esta vez no, Danielle. Esta vez vaya hacer la escena a mi manera.

Su voz era fría y calmada cuando le quitó el paraguas y el bolso y los dejó
a un lado. Sus dedos le estaban

cortando la circulación en el antebrazo, pero Dani se negó a darle el placer


de verla retorcerse.

.No te dejes arrastrar por el pánico. Manténle hablando», se dijo a sí


misma mientras miraba con horror el teléfono de la pared. "Tienes que
ganar tiempo hasta que se te ocurra como salir de esto».

-¿Qué escena es esa, Peter?

Le temblaban las rodillas y tenía la garganta cerrada.


-Una que ya hemos interpretado antes -dijo él sin rodeos--, pero esta vez
va a tener un fmal diferente.

-Será mejor que te vayas antes de vuelva Bram a casa -le advirtió con una
voz bastante firme-. Tenemos el pase privado de la película esta noche y
ha quedado en venir a recogerme. Llegará en cualquier minuto.

-Buen intento, dulzura, pero no lo creo -se metió la mano al bolsillo y sacó
un sobre-. Como verás, tu marido está un poco ocupado en este momento.

Peter sacó unas cuantas fotografías del sobre y se las pasó.

Con dedos nerviosos, Dani echó un vistazo a las instantáneas de Polaroid.


A primera vista, parecían terriblemente inculpatorias: Bram abriendo la
puerta de la oficina a Eden Vail, Eden en varios estados de desnudez, Eden
desnuda en brazos de Bram con los brazos alrededor de su cuello y su boca
apretada Contra él.

Había habido un tiempo en el que hubiera creído en aquellas fotografías de


Peter. Pero ya no. Porque durante su breve matrimonio, no sólo había
llegado a amar a Bram sino a confiar en él. Tanto como había confiado en
su hermano menor.

La rabia acabó con el último de los miedos de Dani.

-De verdad, Peter, si querías romper mi matrimonio, podrías haber


preparado algo más inteligente que el viejo truco del soborno con unas
fotos trucadas de seducción.

-Estas fotos no son trucadas.

-Por supuesto que lo son.

Hizo un sonido de asco y tiró las a fotos al suelo.

-Ahí es donde te equivocas, dulzura, porque son tan reales como estas
otras -buscó en su bolsillo y sacó otro paquete--. ¿Por que no las echas un
vistazo?
Ella volvió la cabeza negándose a mirar.

-Vete al infierno.'

-Si lo hago, te llevaré conmigo -furioso porque ella no se hubiera hundido


ante las fotos de Bram y Eden, Peter la empujó contra una silla cercana-,
vas a ver lo que es una ramera -la furia brillaba en sus ojos cuando tiró las
fotos sobre su regazo--. ¡Míralas, maldita sea!

Dani recordó a sí misma que lo importante era escapar de aquella pesadilla


con vida y echó un vistazo con aparente desinterés.

Cuando enfocó la de encima, una sacudida de reconocimiento la invadió.


El estómago le dio un vuelco mientras se mordía la lengua para no darle a
aquel hombre la satisfacción que estaba buscando.

"Las fotografías, tomadas durante las semanas anteriores, mostraban a


Bram y a ella en una multitud de situaciones íntimas. De alguna manera,
Peter les había sorprendido haciendo el amor, en la cama, en la bañera,
incluso aquella notable vez en la ducha.

Una furia helada sustituyó al miedo. -¡Bastardo!

Él soltó una carcajada que mostraba más amenaza

que buen humor.

Despreciándole, pero sin querer que supiera lo que le había afectado, Dani
forzó una expresión de incredulidad calmada.

-Bueno, ahora que has tenido tu escena, creo que es hora de que te vayas,
Peter.

Él apretó los músculos de la mandíbula.

--Oh, claro que me vaya ir por supuesto, pero no me vaya ir solo.

Él se inclinó y le deslizó un dedo por la mejilla y después por el cuello. Su


caricia le produjo la misma repugnancia que una serpiente.
-¡No me toques!

-Te tocaré todo lo que quiera -los botones del vestido eran rubíes falsos
rodeados de filigrana de oro. Le abrió el primero--. y cuando quiera.

Le siguió otro botón.

-En caso de que te hayas olvidado, Danielle, un marido tiene unos


derechos alienables sobre el cuerpo de su mujer Cuando aquellos dedos
traicioneros dibujaron un camino letal sobre el borde de su sujetador, Dani
no pudo evitar un escalofrío involuntario.

-Tú ya no eres mi marido.

-Eso es lo que tú te crees.

Le rodeó el sensible pecho con una mano y la apretó con saña. No dejó de
mirarla a los ojos buscando alguna señal del dolor y el miedo que siempre
había disfrutado.

-Voy a poseerte, Dani. De todas las formas que existen. Y de algunas que
nunca hubieras creído posibles. Y

después vaya enseñarte lo que les pasa a las esposas traidoras que se
escapan.

Entonces sacó una pistola y le rozó la mejilla con el cañón en un horrible


parodia de caricia. El brillo de crueldad de sus ojos le indicó que estaba en
el límite de la locura que la había visto ya muchas veces.

-Vamos.

«Retrásale», le dijo su mente febril.

-Tu marido ha pedido un coche -la voz de Peter había recuperado su tono
de calma, pero Dani reconocía el veneno bajo ella-. Está fuera -la sujetó
por el antebrazo cuando ella saltó de la silla. Las fotos se derramaron

por el suelo--. Vamos.


Aunque odiaba la idea de irse a ningún sitio con aquel hombre, Dani sabía
que tendría más posibilidades de escaparse fuera de la casa. Con aquello
en mente, se tragó el pánico creciente y le permitió guiarle fuera hacia el
largo coche negro.

La lluvia le cayó sobre la cabeza destapada, destrozando el elegante moño


francés que había tardado casi una hora en hacerse.

-¿Cómo sabías lo del coche?

-¿Es que no es evidente? Tengo tu teléfono pinchado desde hace semanas.

-¿Y qué le has hecho al conductor?

-Nada. El auténtico conductor está a punto de llegar en cualquier


momento. Pero nosotros ya nos habremos ido -se rió-. Al principio estaba
pensando en dejar que Fortune viniera a rescatarte -su sonrisa se
transformó en un fruncimiento de ceño--. Me gustaba más la idea de
encargarme de los dos a la vez. Sobre todo después del fracaso de lo de su
estudio.

-¡Tú provocaste el incendio!

-Yo no. Pagué a un tipo que se suponía que entendía de tales cosas. Parece
que lo hace a menudo en trabajos con los seguros. Por desgracia, el idiota
no acertó con los tiempos. Se suponía que el sitio tenía que arder en llamas
cuando Fortune estuviera trabajando -echó una maldición mientras la
arrastraba por las escaleras del porche-. Por eso he decidido terminar las
cosas yo mismo.

Dani tragó el sabor metálico del horror. -¿Terminar las cosas?

Él no le respondió, sólo le dirigió una larga mirada.

-¿Te acuerdas de la noche en que nos conocimos?

-La verdad es que no.


-Fue en aquella fiesta en Montpamase. Tú ibas vestida de seda roja, igual
que ahora. ¡Dios, estabas tan sexy!

Todos los hombres de la fiesta de deseaban, pero tú te fuiste conmigo.

Deslizó la pistola por su garganta. Entre sus senos. El metal le dio una
sensación de frío y muerte. Dani no se atrevió a hablar. Lo único que podía
hacer era luchar por no lanzar un grito.

-Aquella noche también estaba lloviendo. Tomamos una limusina a casa y


te hice el amor en el asiento de atrás mientras la lluvia golpeaba los
cristales y las ventanas estaban empañadas. ¿Te acuerdas ahora?

Ella tragó saliva y asintió.

-Me sentí como una princesa aquella noche murmuró.

Por desgracia, Peter no tenía nada que ver con el Príncipe Encantado.

-¿Te acuerdas también de que me dijiste que eras mía?

Como ella era incapaz de decir una sola palabra, Peter la soltó del brazo
para darle una bofetada con fuerza.

-¡Contéstame, maldita sea!

Otra bofetada con la mano abierta le hizo dar vueltas la cabeza.

Su voz, sin ninguna calma ya, contenía un tono que ella ya había oído
muchas veces antes. Estaba a punto de perder el control, comprendió Dani.

-¡Sí! -le gritó.

La lluvia se estaba deslizando por su cara y sus hombros y el vestido


semiabierto se le pegaba por completo a su redondeado cuerpo. Estaba
temblando, pero no de frío, sino de furia reprimida.

-Lo recuerdo. ¡Recuerdo todo, maldita sea! también se acordaba de que se


había jurado que aquel hombre nunca volvería a hacerle daño-. Recuerdo
los golpes, las traiciones y las mentiras. y recuerdo el dolor. Y sobre todo,
recuerdo que me dejaste creyendo que estaba muerta. Si no hubiera estado
trabajando Ryan en el hospital aquella noche...

-Pero lo estaba. Y donde las dan las toman. Dani se retiró el pelo mojado
de los ojos. -¿Qué quieres decir?

-Quiero decir mi querida infiel esposa, que la muerte de tu amante en


aquella montaña no fue un accidente.

¡No! Se apoyó contra la barandilla de madera. -No te creo.

-Es verdad. Deberías haber comprendido que nunca dejaría que te casaras
con otro hombre, Dani. os seguí a Fortune y a ti hasta Tahoe Cirro Cuando
me enteré de que tu amante iba a hacer una excursión por las montañas,
supe que el destino me había dado una oportunidad de oro.

-A Ryan le mató una avalancha.

-Sólo después de que yo le disparara y fallara. La excitación del recuerdo


había agudizado la voz de Peter.

Dani recordó a Bram contando que había escuchado un estallido antes de


la avalancha. Como el de una rama al quebrarse. O, que Dios la ayudara, el
de un disparo.

-El disparo del rifle provocó la avalancha –dijo ella sin entonación.

El estómago y la mente le ardían. Se sentía como si fuera a vomitar. O a


desmayarse.

-Exactamente --esbozó una sonrisa de satisfacción y después frunció el


ceño-. Una pena que la madre naturaleza no vaya a cooperar esta noche. -
¡Maldito seas!.

Dani se olvidó de la pistola, de los miedos, del dolor que ya la había


causado y de todo menos de lo mucho que le odiaba, y empezó a golpearle
con furia en el pecho con los puños.
Su furiosa respuesta le pilló por sorpresa. Asombrado, retrocedió. La
barandilla se rompió y cayó de espaldas contra los escalones mientras la
pistola se disparaba. La bala rompió el farol de la entrada y dejó las
escaleras en la oscuridad. Dani salió corriendo, pasó al lado de su cuerpo y
siguió hacia la playa. Se sacó los tacones de una patada y siguió corriendo
por la playa en medias.

Escuchó una explosión a sus espaldas y después otra, que dio en un bidón
metálico muy cerca. Pero Dani no miró hacia atrás.

Como cerca de la orilla estaba más oscuro, se dirigió hacia allí, pensando
que eso la haría un blanco más difícil.

La arena áspera se metió entre sus medias de seda y la olas le lamieron los
tobillos, mojando el vestido escarlata. La lluvia seguía cayendo.

Se preguntó con desesperación si viviría para volver a ver a Bram de


nuevo. Pensó en su hijo y en la vida

gloriosa que habían planeado juntos. En los años de amor que la


esperaban.

Sonó otro disparo y Dani siguió corriendo. Por su vida.

Aunque su mente debería estar solo en la proyección, todos los


pensamientos de Bram estaban centrados sólo en Dani mientras conducía
por la carretera de Malibú. En el último minuto, había preferido llevar a
Dani al estudio él mismo.

Cuando llegó y vio el largo coche negro aparcado al lado de la casa y las
escaleras a oscuras, se sintió invadido de aprensión.

Dejó el coche y subió los escalones de dos en dos. La bombilla del porche
había estallado y el suelo de madera estaba lleno de cristales. Bram se
sintió invadido de fría y rigidez. El miedo le llevó el estómago a la
garganta.

-¡Dani!
Su grito fue recibido por un silencio sepulcral.

Lo primero que vio Bram fueron las fotos esparcidas por todo el suelo.
Cuando contempló una de Dani y él en la ducha, se sintió invadido por una
niebla rojiza de furia.

Aunque la lógica le decía que cualquiera podría ser responsable de


aquello, incluyendo aquel grupo religioso de fanáticos que le estaban
volviendo loco, Bram supo en lo más hondo que aquello era obra de un
solo hombre.

Durante su trabajo en Escándalos, había profundizado bastante en las


personalidades torcidas de ciertos hombres que creían que podían
controlado todo mediante la violencia y el miedo. Por la terrible historia
de Dani, sabía que Peter Bannister era de aquel tipo de hombres. Bram
consiguió llegar al teléfono de la cocina y llamar a la policía. Entonces se
fue afuera y miró la playa desierta yel vacío océano.

-¿Dónde estaban?

Desesperado por encontrar a Dani y salvada, Bram se vio obligado a


aceptar que no podía hacer nada salvo esperar a que llegara la policía.

¿Y entonces qué?»

Apretó las manos en puños. Tenía la boca seca como un estropajo.

"Lo mataré».

En la distancia, Dani oyó el ladrido de un perro. Más cerca aún, podía oír
los pasos de Peter sobre la arena dura.

Estaba a punto de llegar a las rocas. Familiarizada con la playa por los
paseos nocturnos con Bram, Dani se volvió tierra adentro, donde sabía que
había unas escaleras.

La arena era más blanda de nuevo. Su respiración y su corazón estaban


desbocados, pero el miedo le había dado alas.
Se arriesgó a echar un vistazo a sus espaldas y vio a Peter tambalearse.
Cuando empezó a gritar y a dar patadas en la arena, comprendió que se le
había caído la pistola.

El corazón le golpeaba las costillas con dolor y cada vez que inspiraba le
dolía el pecho. Prácticamente se empujó a sí misma hacia los escalones de
piedra.

Se resbaló una vez, cayendo de rodillas. El vestido le colgaba roto y


húmedo. Se apretó la mano contra el estómago.

-No te preocupes -le aseguró al bebé-. No va a pasar nada. Mamá no va a


dejar que nadie te haga daño.

Muy cerca, oyó el murmullo del tráfico de la autopista.

La autopista, casi desierta. estaba muy iluminada y era una invitación. Se


dirigió hacia las luces e in tentó gritar socorro. Pero con aquel horrible
dolor en los pulmones, no podía gritar y correr al mismo tiempo.

Cuando oyó otro disparo, comprendió que Peter había encontrado el arma
de nuevo. Aunque no parecía buen tirador, se temió que sólo sería asunto
de tiempo.

Por fin, Dani vio la autopista. Se levantó las faldas mojadas, inspiró dos
veces y siguió corriendo en su dirección.

Varios coches del Departamento del Sheriff de Los Ángeles bajaban hacia
la casa de playa de Bram menos de tres minutos después de su llamada. En
aquella tierra donde la imagen lo era todo, parecían resueltos a que las
noticias que saldrían al día siguiente en toda la prensa no les dejaran en
mal lugar. .

Unos cuantos oficiales tomaron la playa y otros la calle. Ya se estaba


radiando un boletín por todo el país en busca del coche de Bannister.

Bram se metió en uno de los coches con un oficial que, en un intento por
calmarle, empezó a contarle todo tipo de crímenes locales.
Acababa de terminar una sórdida historia sobre un violador en serie
cuando apareció de repente una mujer de entre la oscuridad.

El oficial hizo chirriar los frenos y las llantas echaron humo, pero por
suerte, el coche no resbaló en la calzada.

Bram salió del coche como un disparo.

Unos segundos después, una Dani aterrorizada y empapada se arrojó a sus


brazos.

Justo detrás de ella, apareció Bannister, tan mojado como Dani y con una
pistola en la mano.

El oficial sacó su arma automática.

-Baje la pistola, señor Bannister. Se ha acabado todo.

-¡Y una mierda! -gritó Peter-. ¡Esa ramera tiene que pagármelas!

Obsesionado con su plan de castigar a Dani por su pecados imaginarios,


consiguió disparar otra vez y dio al parabrisas del coche patrulla.

El oficial, sin otra elección posible, le devolvió el disparo.

Y entonces todo quedó en silencio excepto por el sonido de la lluvia.

Epílogo

Era como una escena de cuento de hadas. Fuera de la cabaña, los copos de
nieve flotaban por el cielo y el paisaje parecía sacado del país de las
maravillas en invierno. Dentro, un fuego anaranjado crepitaba y de la
puerta colgaba una corona de Navidad llena de piñas, bolas y lazos de
color rojo brillante. Había tres calcetines rojos y blancos colgados de la
repisa de la chimenea y, sobre ella, un retrato de familia pintado por Dani.

Un nacimiento de madera, esculpido por algún antepasado lejano y que


había pasado de mano en mano por cinco generaciones de los Fortune,
ocupaba el espacio entre la chimenea y el árbol de Navidad.
El aroma del cedro mezclado con el del pan del horno inundaba el
ambiente. En el CD sonaban los villancicos.

En un caballete de la esquina estaba expuesto el último trabajo de Dani. Su


pintura, durante su matrimonio con Bram, había evolucionado. Aunque
seguía conteniendo guiñas sorprendentes, ya no eran sombríos ni terribles.
Su última serie, por ejemplo, era de ángeles alados haciendo distintos
oficios de humanos, oficiales de policía, bomberos, profesores, libreros,
madres y padres.

Dani estaba sentada en el sofá enfrente del fuego con los pies sobre la
mesita, mirando con satisfacción el árbol que les había llevado cinco días
escoger en los bosques adyacentes y dos más en cortar. Estaba decorado
con una mezcla variada de bolas antiguas de cristal, ornamentos pintados a
mano que había hecho ella misma y angel ates toscos hechos con papel,
pegamento y polvo brillante por la pequeña Hannah Fortune de dos años

El árbol era para Dani como todo en aquellos tiempos Absolutamente


perfecto.

Bram estaba de pie en el umbral de la puerta con dos tazas de ponche en


las manos y se permitió el placer de beber de la imagen de su esposa.
Aquella sería su tercera Navidad juntos y, aunque pareciera imposible,
cada vez eran mejores.

Había momentos, y aquél era uno de ellos, en los que no podía creer en
tantas bendiciones. Tenía, sin ninguna duda, la mujer más bella e
inteligente del mundo. Y en cuanto a Hannah, su hija de pelo oscuro y ojos
agitanados, todos sus amigos y conocidos habían aprendido por
experiencia, que preguntarle a Bram Fortune por su hija conllevaba una
larga discusión sobre sus cualidades artísticas, seguida de una muestra de
sus últimas fotografías.

-No estoy prometiendo nada --dijo mientras se sentaba al lado de Dani-,


pero creo que por fin se va a quedar dormida.
Dani sonrió a su marido y tomó la taza de sus manos.

-¡Qué listo eres!

-El mérito no es solo mío -le rodeó los hombros con el brazo-. Creo que
fue a la sexta lectura del cuento cuando lo conseguí.

-La Navidad es siempre muy excitante para los niños -le recordó Dani.

Todavía incapaz de resistirse a la tentación de su piel, Bram le mordisqueó


el cuello.

-y para los adultos también -metió la mano bajo un cojín y sacó una cajita
envuelta en papel dorado-. He pensado, que como todo estará muy
alborotado mañana después de los regalos de Santa Claus y la comida con
mis padres, podríamos intercambiar los regalos esta noche.

-¡Qué idea tan adorable! -le rozó ligeramente los labios-. Da la casualidad
de que yo también tengo el mío a mano.

Dani también metió la mano bajo otro de los cojines. A -¡Qué


compenetración! -Bram volvió a capturar sus labios-. ¿Te he dicho que me
vuelves loco?

-Sólo esta misma mañana -suspiró de felicidad mientras sus labios


expertos se deslizaban por el vulnerable hueco de su cuello-. Pero no me
importa oírlo de nuevo.

Bram le acarició el cuello y el hombro con los labios.

-Me vuelves loco, señora Fortune.

-¡Qué bonito! --con qué facilidad podía encender su pasión, pensó Dani.
Incluso después de aquel tiempo-, porque yo también estoy loca por ti,
señor Fortune.

Sus ojos estaban encendidos con una mezcla de diversión y deseo. Era una
mirada que nunca fallaba en seducirle.
-¿No vas a abrir tu regalo?

Bram llevaba todo el día enloquecido, imaginándola envuelta en el regalo.

Amar y ser amada», pensó Dani mientras soltaba el lazo dorado. Aquel era
el mejor de los regalos.

-¡Oh, Bram! --dejó escapar un suspiro cuando contempló la exquisita


confección en satén de color marfil. El camisón le recordaba a una
película antigua. Le encantaba la idea de que Bram todavía la encontrara
sexy después de más de tres años de convivencia_. Es precioso.

-No tan precioso como la dama que lo llevará. Dani le dio un beso.

-Me lo pondré esta misma noche.

El le devolvió el beso.

-Eso era exactamente lo que esperaba que dijeras.

Ansiosa por haber guardado su regalo en secreto tanto tiempo, Dani le


pasó la caja plana.

-Ahora te toca a ti.

Bram no lo entendía y se quedó mirando el regalo cuando lo abrió.

-¿Es lo que yo creo que es?

-Un sonograma -su sonrisa de placer femenino

Rivalizaba con la de la Mona Lisa-. De nuestro hijo.

-¿De

Hannah?

Lo dio la vuelta para mirado desde un ángulo diferente.


-No, de Hannah no.

Su mirada de asombro se deslizó de la imagen en blanco y negro a los ojos


de Dani.

-¿No estarás diciendo...?

-Habrá dos niños queriendo que les leas cuentos la próxima Navidad.

-¿Cuándo?

-A finales de junio.

-Junio -volvió a mirar el sonograma y después a Dani-. Gracias.

Ella soltó una carcajada con aquel sonido musical que Bram sabía que
podría excitarle hasta que tuvieran noventa años.

-No tienes que darme las gracias, cariño -le rodeó el cuello con los brazos
y se sumergió en un beso profundo-.

Después de todo, no lo he hecho yo sola.

-Hablando de eso... -se levantó y la arrastró con él-, esto pide una
celebración.

La alzó en brazos, recogió el camisón y se dirigió a las escaleras.

-¿Y qué hay de la casa de muñecas de Hannah?

La casa victoriana de tres pisos seguía en la caja desmontada.

-Da la casualidad de que te has casado con un hombre inteligente --dijo


mientras entraban en la habitación.

-Eso ya lo sabía, pero...

Él acalló su discusión con los labios y la posó en el suelo. .


-Además, tenemos toda la noche.

-La mayor parte de la noche -le recordó ella con dulzura.

Le quitó el camisón de la mano y se fue a la habitación adyacente a


ponérselo.

-Es sólo una casa de muñecas -le dijo Bram desde el otro lado de la
puerta-. ¡No será tan difícil montar un juego de niños!

El camisón se deslizó por su cuerpo como una cascada de satén.

-¡No creo! --dijo ella cuando se reunió con él.

Con los brazos a ambos lados del cuerpo, como Hannah cuando les había
enseñado el vestido de terciopelo de Navidad a sus abuelos, Dani se dio la
vuelta. Con un profundo escote en uve por delante y otro hasta casi la
cintura por detrás, el largo y delicado satén se amoldaba a todas sus curvas
como la caricia de un amante. Era un pecado verla.

Al mirada bajo un rayo de luna que se filtraba y era tan blanco y seductor
como el satén, Bram dio las gracias a los dioses por haberle enviado a
aquella diosa.

La atrajo a sus brazos. Su piel era tan suave como el mismo satén y olía
como el paraíso en primavera.

-Tengo una idea -murmuró contra su boca.

El roce de su dedos en la parte inferior de su espalda la advirtió. Los


diablos en su oscura mirada la excitaron.

¿Habría alguna mujer que no soñara con aquella mirada ardiente y ávida?,
se preguntó Dani.

Entrelazó los brazos alrededor de su cuello y se rindió a las necesidades


primarias que le recorrían las venas; al ritmo que él podía despertar sólo
con una mirada o una caricia.
-Yo siempre estoy abierta a nuevas ideas. -¿Por qué no le decimos a
Hannah que los renos de Santa se han puesto en huelga? ---deslizó con los
labios uno de los tirantes de satén-. Así, papá me podrá ayudar a montar la
casa de muñecas mañana por la mañana.

La respuesta de Dani fue una carcajada libre y alegre mientras Bram la


recostaba de espaldas contra las almohadas.

-¡Ah, me encanta haberme casado con un hombre inteligente!

Fin

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