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La belleza de sus cerámicos y textiles está principalmente en la estética de sus diseños.

El uso de figuras
geométricas y la originalidad de sus trazos -conocido como arte Kené- han dado lugar a piezas auténticas que
manifiestan el misticismo y espiritualidad que envuelven a esta cultura. Esta técnica pone en práctica todo lo
que una madre shipiba le enseña a su hija desde niña en el arte del pintado, bordado y tejido utilizando
materiales provenientes del bosque. Según la tradición, antes de trabajar en sus piezas, las artistas beben
ayahuasca como parte del proceso de visualización y creación mental de figuras en las que predominan
estrellas, serpientes, cuadrados, rombos y cruces. Los colores sagrados de los shipibos son el rojo, amarillo,
blanco y negro. Los dos primeros son asociados al sol, mientras que los últimos a la luna. Si eres un amante de
la cerámica, las piezas hechas por los shipibos son unas verdaderas obras de arte. Al igual que sus textiles, los
diseños son representaciones de su cosmovisión que sirven para reafirmar su identidad. El diseño en curvas
alude a los jóvenes solteros y a los ríos que recorren sus tierras. El de líneas finas simboliza al ritual ani sheati,
una ceremonia muy propia que celebra la visita de una comunidad a otra.

Según historiadores, la comunidad Shipiba tuvo sus inicios entre los años 800 y 650 a. C. estableciéndose a lo
largo de la ribera del río Ucayali -al norte de la Amazonía del Perú-. Estaban conformados por tres grupos
étnicos: los Shipibos, los Konibos y los Shetebos, y sus principales actividades eran la pesca, la caza, la
agricultura y la artesanía. Aunque no se sabe con exactitud cuándo se inició la unión de estas comunidades,
hoy conviven en armonía e, incluso, realizan matrimonios mixtos.

En la actualidad, los Shipibo-Konibo integran cerca de 150 pequeñas comunidades ubicadas en las regiones de
Ucayali, Huánuco y Loreto, aunque también son conocidos por ser un pueblo nómade que habita en diferentes
zonas del Perú. Ejemplo de ello es la comunidad shipiba de Cantagallo, establecida en la ribera del río Rímac,
en Lima, la capital peruana.
Según cuenta la tradición, los Shipibo-Konibo recibieron este nombre debido a que antiguamente se pintaban
con un tinte negro la frente, el mentón y los labios, lo que los hacía parecerse al mono shipi. En la actualidad,
este pueblo ha reconocido y reivindicado esta designación sin considerarla despectiva.

El uso ceremonial de la ayahuasca es una parte fundamental de la espiritualidad Shipibo-Conibo. La


ayahuasca es una planta psicodélica que se utiliza en rituales para conectarse con el mundo espiritual, sanar y
obtener conocimiento. Los chamanes, conocidos como “Onanya” o “Maestros”, guían estas ceremonias.

La música y la danza desempeñan un papel esencial en la vida cotidiana y las celebraciones de los Shipibo-
Conibo. Utilizan instrumentos tradicionales como flautas y tambores para crear música que refleja su relación
con la naturaleza y sus creencias espirituales.

La vestimenta tradicional Shipibo-Conibo es una manifestación de su arte textil. Usualmente, las mujeres
visten faldas y blusas decoradas con los intrincados patrones que caracterizan su cultura. Los hombres suelen
llevar ropa sencilla, pero también incorporan diseños en su vestimenta.

La comunidad Shipibo-Conibo es estrechamente unida. La vida gira en torno a la familia extendida y las
relaciones comunitarias. La toma de decisiones se basa en consensos, y cada miembro tiene un papel
importante en la comunidad.

En su texto El ojo verde. Cosmovisiones amazónicas, AIDESEP y otros autores (2000), hacen referencia a los
cuatro mundos en la cosmovisión shipibo-konibo. Según el testimonio del profesor Eli Sánchez, el mundo de
las aguas o jenenete es habitado por los espíritus del agua, siendo el más poderoso Ronin, un espíritu
caracterizado como una boa grande. Este mundo también está habitado por los shipibo-konibo que viven
dentro del agua, personajes a quienes denominan jenechaikonibo.

Nuestro mundo’ o non nete es, hace referencia al mundo habitado por los seres humanos, por los animales que
pueden comerse, por las plantas, los árboles, las aves y demás seres vivientes. Este mundo estaría también
habitado por los espíritus de las plantas, como la lupuna, la catahua, la ayahuasca, el tabaco, entre otros.

El ‘mundo amarillo’, denominado panshinnete, es el mundo de los pecados y de los malos espíritus. El cuarto
mundo es el ‘espacio donde está el Padre Sol’ o jakon nete, espacio a donde llegan espíritus de seres humanos,
así como los espíritus de los animales y las plantas. Este es un mundo lleno de flores, de frutas y de plantas,
que solo el médico shipibo-konibo, el meraya, tiene la capacidad de visitar antes de su muerte. Según la
creencia de este pueblo, este especialista de la salud puede recorrer los cuatro mundos y tomar contacto con
los seres que ahí habitan mediante la ingesta de ayahuasca. Así mismo, tendría también la capacidad de
transformarse en otros seres, tales como el tigre, la boa o el puma (AIDESEP et al. 2000).

En cuanto a la cosmovisión shibibo-konibo, esta es expresada a través de su artesanía y el kené, sistema de


diseño característico de este pueblo, el cual se plasma sobre diversos soportes como tela, madera y cerámica.
Para los shipibo-konibo, hacer kené es pintar, bordar o tejer diseños, y significa un arte típicamente femenino
que se enseña de madre a hija y que utiliza materiales variados, algunos derivados del bosque y las chacras
(Belaunde 2012).

Los motivos del kené tienen un origen en la cosmovisión de este pueblo y son inspirados, según la creencia
ancestral, en la anaconda, la que combinaría en su piel todas las variaciones de motivos (Morin 1998). Para
poder ver y hacer diseños, los shipibo-konibo consideran necesario consumir las plantas que manifiestan el
poder de la anaconda, tales como las plantas rao y la ayahuasca (Baca de Las Casas, 2014).

En relación al rol de este diseño en la comercialización artesanal, Luisa Elvira Belaúnde (2012) sostiene que
los diseños kené vistos en visiones de ayahuasca son importantes, no sólo porque adornan los objetos
vendidos por las mujeres de este pueblo, sino también por su importante papel en el mercado turístico
chamánico. En ambos casos, esta técnica de visualización de diseños se viene insertando con éxito en la
economía comercial. En el año 2008, este sistema de diseños llamado kené fue declarado Patrimonio Cultural
de la Nación (RDN 540/INC-2008), siendo el expediente técnico para la declaratoria, elaborado por la
antropóloga Luisa Elvira Belaúnde, y presentado por el señor Jorge Luis Baca de las Casas, en representación
del Colectivo de Artistas Shipibo-Konibo Barin Bababo.

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