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Es una colección de textos de algunos de los primeros monjes y monjas del desierto,
impreso como Dichos de los Padres del Desierto. El primer Padre del Desierto fue Pablo
de Tebas, y el más conocido fue Antonio el Grande, que partió al desierto en el 270-271
d. C. y llegó a ser conocido como el padre y fundador del monaquismo del desierto.
Cuando Antonio murió en el año 356 d. C., miles de monjes y monjas se sintieron
atraídos a vivir en el desierto siguiendo el ejemplo de Antonio, lo que llevó a su biógrafo,
Atanasio de Alejandría, a escribir que "el desierto se había convertido en una ciudad".
Los Padres del Desierto tuvieron una gran influencia en el desarrollo del Cristianismo.
Las comunidades monásticas del desierto que surgieron de la reunión informal de
monjes ermitaños se convirtieron en el modelo del monacato cristiano, influyendo
primero en las comunidades Coptas de las que estos monjes formaban parte y a las
que predicaban.2Algunos eran monofisitas2o creían en una idea similar.
Sin este conocimiento, estamos siempre en peligro de que nuestra idea de Dios sea
una pura proyección de nosotros mismos.
Espiritualidad desde abajo
Para Poimén el camino espiritual comienza por las pasiones.
A éstas es a las que hay que prestar atención primero, y con ellas es con las
que hay que luchar. Sólo entonces entiende uno algo de Dios. Sí, el trato con
las pasiones es, para él, el camino que lleva a Dios.
La ascesis se exige también en el sueño. Los monjes dormían lo menos posible. Dormir poco
era ya costumbre en los pitagóricos. Y lo mismo en muchos otros movimientos espirituales. El
cansancio que de esto surge hay que considerarlo como una condición para poder experimentar
intensamente a Dios.
Ascesis
«El padre anciano Poimén pidió al anciano padre José:
"Dígame cómo puedo hacerme monje". Él le respondió: "Si quieres encontrar
siempre reposo, has de decirte a ti mismo en cada actuación: 'Yo, ¿quién soy yo?'
y no juzgar a nadie"»
(Apo, 385)
El juzgar a otros es siempre señal de que uno no se ha encontrado consigo mismo.
De aquí que haya gente piadosa que se escandaliza de otros, que no se ha
encontrado con su propia realidad. Su piedad no les ha confrontado todavía
consigo mismos ni con sus propios pecados. Porque, como dice el abad Moisés,
«cuando uno lleva sus pecados, no mira a los del prójimo» (Apo, 510).
Ascesis