La Doctrina Monroe es una política exterior de los Estados Unidos establecida en
1823 por el presidente James Monroe. Se centraba en dos principios principales: no intervención de potencias europeas en asuntos del continente americano y la no intervención de Estados Unidos en asuntos europeos. La idea era preservar la independencia de las naciones en América y evitar la colonización europea en la región. Reflejó la creencia de que América Latina y América del Norte tenían sistemas políticos y económicos distintos y, por lo tanto, debían ser tratados de manera separada. Esta política también sentó las bases para la expansión territorial de Estados Unidos y su influencia en la región. A lo largo del tiempo, la interpretación y aplicación de la Doctrina Monroe han evolucionado, pero su impacto en las relaciones hemisféricas perdura. También expresó la postura de Estados Unidos de abstenerse de interferir en los asuntos internos de las naciones europeas y, a cambio, esperaba que las potencias europeas no intentaran colonizar o ejercer control sobre los países recién independizados en América Latina. Este principio se consolidó como un componente importante de la política exterior estadounidense en el siglo XIX y dejó una marca duradera en las relaciones interamericanas.