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Caso 2-2024
Caso 2-2024
FUNDAMENTOS DE MARKETING
Caso 1: EL PROBLEMA•
Después de aceptar una humeante taza de café que les ofreció una señora de cuerpo
grueso y ojos saltones, los asesores pasan a la sala de juntas. Enrique Zamudio se levanta de su
mullida silla de cuero repujado, y con pesadez en sus huesos les indica el camino. Aunque su
mofletudo rostro es un mapa de preocupaciones, sus ojos son un dechado de cordialidad. El
ambiente luce amigable y tranquilo. El mobiliario no desentona: una mesa de diez metros
rodeada de catorce sillas tipo ejecutivo, una silla más imponente en cada cabecera, una pantalla
de exposiciones, un televisor de alta definición, un teléfono fijo de teclado digital, y en un rincón:
café, agua helada, té y galletas. La poca decoración hace agradable y muy acogedor el lugar. En
el centro de la pared más grande se aprecia un lienzo con una firma ilegible: frío, abstracto. En
el fondo las fotos de los gerentes anteriores. Se muestran sonrientes, aunque sus muecas
postizas los delatan. Nada sorprendente. Hay mucha frescura en el aire. No hace el asfixiante
calor que ahoga a los transeúntes que caminan por la avenida que conduce al Aeropuerto
Perales. El aparato de aire acondicionado opera con eficiencia: los avances tecnológicos
contribuyen al ahorro. Por un pequeño resquicio de las cortinas que van de techo a piso del
salón se cuelan tímidos rayos de sol que le dan a la estancia una atmósfera de mesura y
ponderación.
Una aparente calma domina el ánimo de los participantes. Todos sonríen, pero la risa
de Zamudio es más oblicua y retadora. No es para menos. Desde las esquinas de sus delgados
labios hacia sus mejillas se dibuja un gesto insípido y distante. No puede ocultar la ironía que lo
sacude. Las tribulaciones se le cuentan por montones. Sus mohines reflejan un complejo cúmulo
de ansiedades. Sus ojos divagan en la inmensidad de sus constantes desvelos: reflejan la
limpieza de su ser. Todos lo conocen muy bien. Se le ha espantado el sueño en las últimas
semanas. La continua pérdida de participación en el mercado de Calzado Loaní lo tiene al borde
de un brutal colapso emocional. Algo tenemos que hacer, se repite cada mañana cuando
despierta más cansado y ojeroso. Su esposa y sus dos hijas no son ajenas al calvario que vive. El
palo no está para cucharas.
•
Tomado de: PÁRAMO, Dagoberto (2024). Los asesores (novela) Klasse Editorial. Capítulo 1 (en proceso de revisión
para su publicación)
Zamudio se adueña de la palabra y bosqueja la situación empresarial. Los asesores lo
miran con respeto. Las cifras lo torturan. En la pantalla presenta las ventas de los últimos meses
que como trenes desbocados corren veloces hacia el precipicio. Las marcas de la empresa
parecen galvanizadas. Los ejecutivos de Calzado Loaní no han atinado a reaccionar en el nuevo
y despiadado escenario de batalla emprendida por volcánicos guerreros cargados de novedosas
armas letales. Ni siquiera en las zonas y regiones alejadas de la capital los bombardeos
enemigos han sido infructuosos: sus experimentados contrincantes van ganando la partida.
Aunque la tormenta los ha zarandeado sin piedad, la empresa no naufraga aún. Sigue recibiendo
bocanadas de oxígeno de los ingresos extras producidos por las maquilas que desde hace años
les hacen a varias compañías estadounidenses. El flujo financiero no se ha detenido pero los
límites están cerca y se avecinan duros momentos si no se ataja el desangre. Cautelosos los dos
asesores fruncen sus ceños. Respiran a sus anchas y aguzan más su concentración. La situación
lo amerita. Las palabras de Zamudio arrojan quemantes indicios. Cuando recuerda las épocas
de vacas gordas que vivieron, su mirada retoma vida y con ingentes pócimas de optimismo
destila esperanzas de retomar la senda. Lo sabe. Lo presiente. Siempre ha sido un ganador.
Nuestro factor diferenciador ha sido nuestra obsesión por innovar de forma permanente en
diseños, estilos y materiales, les dice a los consultores, más con resignación que con orgullo. Es
incomprensible lo que nos está pasando, gruñe con signos de nostalgia mientras levanta su
cabeza y eleva sus ojos hacia el techo que también luce limpio. Implora con desdén. El esplendor
del pasado pareciera haberlos obnubilado. Necesitamos soluciones de forma inmediata,
vocifera juntando sus miedos con sus deseos más recónditos. Con un mecánico movimiento
levanta el teléfono y le pide a su secretaria que haga ingresar a la sala de juntas al gerente de
mercadeo. Él les dará mas luces de lo que sucede, parece decirles a los asesores, con un
melancólico mohín de desconsuelo que su cuerpo traduce en un desgonce en la silla ubicada en
el otro extremo de la mesa. Necesita ver bien la pantalla.
Cecilia Salazar obedece sin chistar nada. Solícita, marca cuatro dígitos e instruye a quien
contesta. Pasan unos minutos que nadie contabiliza. Todo está preparado. El silencio se
posesiona del instante hasta que entra un hombre cincuentón de cara angulosa y cabello canoso
bien peinado. Su garbo al caminar lo ha abandonado hace rato. El pesado arrastre de sus pies
lastima los oídos y rompe la monotonía. Mira sus zapatos desgastados y opacos. Levanta sus
ojos apagados solo para murmurar un saludo que con aprietos sale de sus labios anémicos. Con
un cartapacio de documentos en sus manos temblorosas el hombre se sienta al lado de su jefe.
Sabe que Zamudio está más cómodo si sus subordinados se ubican a su derecha: ¿agüero?
Carlos Saavedra sabe obedecer. No habla hasta recibir la señal. Espera la orden. La recibe.
Sumiso, se inspira. Las palabras tableteadas se adueñan de su discurso. De vez en cuando mira
a su izquierda como buscando ayuda del más allá. Es un movimiento robotizado con el que ni
siquiera percibe el rubor o la lividez de quienes lo escuchan. Habla como descargando las balas
de una metralleta: muestra un mayor volumen de datos, pero más fríos y llenos de un
significado que ni él mismo comprende. Suda. Repite una perorata memorizada; sin euforia.
Cumple. Su entusiasmo parece haber muerto mucho tiempo antes. Salta de un tema a otro. No
ofrece explicaciones precisas que arrojen pistas de lo que acontece. De su boca de asiduo
fumador sale un amasijo de vocablos deshilvanados. Lo significativo pareciera haberlo dejado
en el baúl de las reminiscencias. Solo suelta una batería de cálculos y sin mayor sustento, más
curvas de indiferencia y más planos cartesianos. Variables sueltas y sin conexión van y vienen.
Nada dice sobre las consumidoras, sus influencias, sus preferencias; lo que les gusta, lo que las
ha alejado de la empresa; la pirámide de la moda en la que aparecen sus diferentes inclinaciones
personales, ni sobre la velocidad de adopción de los nuevos estilos y diseños, y menos del
significado que para ellas tiene el uso del calzado; ni las ocasiones, ni los rituales de consumo.
Nada relacionado con las soberanas del proceso: las mujeres. Tampoco menciona el poder de
los competidores y menos sus estrategias ante los cambios del mercado producidos por las
decisiones gubernamentales. Enmarañado panorama.
Estupefactos los dos asesores vuelven a mirarse, ahora con complicidad. No hay con
quien. Se revuelven en sus sillas ejecutivas. ¿Éste es el responsable del área de marketing? Los
ejecutivos aran en el desierto. Tienen razón de estar como están. Sus mentes se agitan. Deducen
lo que está pasando. Saben lo primero que debe hacerse para salir del atolladero, pero también
saben que no deben apurarse. No hay que tomar decisiones apresuradas, se transmiten con
mirada furtiva y llenos de ansiedad. Lo intuyen. La experiencia les ha dejado huellas. Hay que
mandar a la porra el enfoque de este señor, dice Pablo Ortega en un susurro que solo entienden
ellos dos: vive en otro mundo. A este hombre no le han llegado las aperturas económicas y
sociales, y menos su forma de ver los mercados de hoy.
El desespero y la impaciencia empiezan a cundir entre los consultores hasta que Juliana
Ibarra no aguanta más. Esto es una soberana insensatez, piensa silenciosa. Hace esfuerzos por
controlar sus emociones que amenazan con desbocarse. Lucha contra sí misma: su
temperamento es más fuerte que su corazón. Después de beber el último sorbo de café, se
levanta de la silla y clava sus grandes ojos azules en los del gerente de mercadeo que no sabe
qué hacer ni cómo reaccionar. Ella está que explota. De sus engrasados labios no brota palabra
alguna. No las necesita. Su rostro habla por ella. Carlos Saavedra agacha su mirada y reduce el
ritmo de sus carreteadas palabras. Ella hace un gesto que solo su socio comprende a plenitud.
Nos gustaría hablar con su gente del área comercial y de diseño, le dice a Zamudio mirándolo
fijamente y tratando de persuadirlo con el fuego de su propia convicción. Creemos saber dónde
está el problema. Zamudio siente una ráfaga de emociones que lo hacen sonrojar casi hasta
explotar. ¿Tan rápido?, se cuestiona para sí mismo en un intento por descubrir de dónde vienen
los sablazos que lo degollarán si se queda inmóvil. Es incapaz de ocultar sus sensaciones. ¿Una
fórmula mágica?, traduce su rostro. Muchas preguntas flotan sin cortapisas. Las inquietudes
nunca dejan de presionar. No, no las hay. Los consultores quieren responderle, pero no lo hacen.
Optan por callar. La desconfianza del alto ejecutivo se apodera de su mente atribulada, aunque
al mismo tiempo su interior parece descansar. ¿Ya saben qué nos pasa?, pregunta con la
ansiedad tatuada en cada esquina de su rostro. No, aún no. Intuimos algunas cosas, pero nada
definitivo aún. Las verdaderas causas flamean en medio de la zozobra. Sí, claro. Nosotros
podemos ayudarle, pero no en este momento, recalca con paciencia Pablo Ortega; con entereza
y en voz alta: firme. No hay fórmulas secretas que sirvan para todo, insiste enfatizando sus
palabras con un movimiento de arriba a abajo de sus manos abiertas, una frente a la otra. Una
agencia de asesoría no es como una farmacia pública donde se encuentra de todo y para todos
y prácticamente a toda hora. Cada caso merece atención pormenorizada y exclusiva. Ninguna
receta estándar funciona por muy parecidas que sean las dolencias físicas o los sufrimientos del
alma. Para encontrar una solución efectiva que nos saque del hoyo nos faltan más datos. Con
los que tenemos hasta ahora es imposible. Los diseñadores y los vendedores serán de mucha
ayuda.
PREGUNTAS :
NOTAS
a) Para dar respuesta a estos interrogantes deberán apoyarse en el contenido del siguiente
video: https://www.youtube.com/watch?v=x3vjxqeTFcc&t=1s
b) También deberán buscar la información adicional que consideren pertinente para
afianzar sus respuestas.
c) Este trabajo es estrictamente individual.
d) Las respuestas deberán ser impresas y llevadas a la clase de dos horas.