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Los Guardianes de La Montaña
Los Guardianes de La Montaña
Mas un enorme problema asechaba aquel hermoso lugar. Corría la voz entre
los seres alados y los que caminan en cuatro patas que un hombre poderoso y
codicioso, llamado Sebastián, tenía muy malas intenciones para aquellas
tierras sagradas. La codicia, lo llevaba a anhelar extraer los tesoros escondidos
en las entrañas de la montaña. Su sed de riquezas desataría una remolino de
destrucción y desolación sobre el santuario natural que los animales protegían
con tanta determinación, ya que era su hogar.
Así, los valerosos animales emprendieron una fuerte resistencia contra la gente
del hombre codicioso. Kusi surcó los cielos con amplios aleteos, desplegando
su enérgico canto que resonaba en la montaña. Inti, en la penumbra de la
noche, se convertía en sombra silenciosa que provocaba temor en los
corazones de los hombres que, atemorizados, se creían víctimas de espíritus
vengativos de la montaña. Pachamama, sabia y serena, imploró a los espíritus
de la tierra que protegieran su hogar. Taki, por su parte, con su astucia, saboteó
las herramientas y maquinarias que destruían la montaña.
La lucha fue sangrienta y por un breve lapso, pareció que los animales y la
montaña resistirían victoriosos. Sin embargo, Sebastián no descansó en su
afán codicioso y aumentó sus fuerzas, invadiendo con mayor ferocidad. La
naturaleza sufrió heridas profundas y la devastación se sintió también como un
gran dolor en los corazones de los guardianes.
—Hermanos —dijo Pachamama con voz suave pero firme—, aunque hayamos
sido vencidos, no podemos permitir que la codicia y el egoísmo triunfen en
nuestro ser. Debemos encontrar fuerza en nuestras raíces y en nuestra unión
con la madre tierra.
Fin.