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El documento presenta la leyenda del origen de los cerros Ilucán y Chaparrí en el norte de Perú. Según la leyenda, los cerros eran en realidad dos gigantes que tuvieron una competencia para ver quién podía llenar más rápido un pozo con agua de mar, determinando así quién controlaría la costa y el mar. Chaparrí engañó a Ilucán y ganó la competencia, por lo que Ilucán se alejó furioso hacia el interior llevando puñados de arena, los cuales se convirtieron en los
El documento presenta la leyenda del origen de los cerros Ilucán y Chaparrí en el norte de Perú. Según la leyenda, los cerros eran en realidad dos gigantes que tuvieron una competencia para ver quién podía llenar más rápido un pozo con agua de mar, determinando así quién controlaría la costa y el mar. Chaparrí engañó a Ilucán y ganó la competencia, por lo que Ilucán se alejó furioso hacia el interior llevando puñados de arena, los cuales se convirtieron en los
El documento presenta la leyenda del origen de los cerros Ilucán y Chaparrí en el norte de Perú. Según la leyenda, los cerros eran en realidad dos gigantes que tuvieron una competencia para ver quién podía llenar más rápido un pozo con agua de mar, determinando así quién controlaría la costa y el mar. Chaparrí engañó a Ilucán y ganó la competencia, por lo que Ilucán se alejó furioso hacia el interior llevando puñados de arena, los cuales se convirtieron en los
Interrumpiendo el verdor de la flora silvestre, la base del cerro Ilucán ostenta
blanquísimas manchas de granulada arena, . El animismo atribuido al cerro Ilucán, ha sido asociado al cerro Chaparrí, alejado contra fuerte de los Andes que allá en la caldeada aridez de Chongoyape domina la gris faja de arena que delimita el mar. Chaparrí, cerro costanero, centro de encantamientos a donde acuden, hoy como ayer, los brujos y curanderos que dicen comunicarse con los espíritus malignos demandando su ayuda para hechizar al prójimo o exhortar a los recurso de la ciencia el remedio para la cura de sus males. Ilucan cumbre serrana, “cerro de gentiles”, que se sepultaron con todos sus enseres; cerro de magia y aparecidos, poblado en su interior por misterioso seres que crían vacas ñumes (con una sola asta) y comen maíz azul y papas sin sal. Cerros de encantamientos y misterios. Ilucan revestido de plantas; Chaparrí caldeado de arena: símbolos de la sierra y de la costa peruana del norte, debieron prender el fuego imaginativo del pueblo para formar con ellos la leyenda del origen de esta zona. El rodar incesante de millares de siglos guardaba el sueño de dos grandes celosos recostados en un extenso campo de uniforme llanura. Sueño secular, imperturbable, diferente a la monotonía inalterada del ambiente. Tal es el sueño de Chaparrí y del Ilucán, en el lecho de la pampa, envueltos en dilatados horizontes. Alguna mutación se advertía en el ambiente. El limite del mar se había aproximado en el oeste, mientras al oriente grandes recordaban antes nivelado y monótono horizonte. Recordando su serena gravedad, comentaron el caso intercambiando ideas. Se hacía necesario asumir el control de aquellos elementos y delimitar sus dominios de los dos. Deliberado el caso, convinieron en una competencia. Abrirían dos gigantescos pozos que había llenar de agua de mar, aquel que consiguiera aventar al otro, llenando el primero el suyo, seria el duelo y señor de la costa y el mar. Al efecto, deberían servirse de dos grandes vasijas de arcilla colorada a distancia conveniente. Al despertar el alba del otro día, partirían a una señal convenida, cogerían la suya y empezarían el acarreo del liquido elemento. Concertando el acuerdo se durmieron de nuevo, pero aquí que, antes de la media noche despertó Chaparrí y comenzó a llenar en silencio su cuenca, adelantando bastante su tarea; se acerco antes del alba y despertó a su compañero que sin advertir la falsedad de la jugada, se apresto presuroso a la partida. Antes del medio día, Chaparrí dio por terminada la jornada, ante el asombro de su contentor que malhumorado y sudoroso acepto con su silencio lo pactado. Herido en su orgullo y no queriendo contemplar su derrota en el inmenso mar, Ilucán reaccionó y cogiendo en cada mano un puñado de arena se alejo al interior. A su paso rugieron los montes, su aliento poderoso cubrió el cielo de nubesy sus ojos de fuego dispararon centellas y su voz prepotente se hizo trueno provocando la violenta tempestad. Las lluvias torrenciales fecundaron la tierra y broto el vigoroso verdor en todas las partes. Al abrigo del denso follaje, surgieron en quebradas y montañas todos los animales. Y finalmente el hombre aparece en el bosque de árboles barbados por líquenes y “tuyos” que ha manera de densa cabellera, recubre la pétrea cabeza del gran cerro. Y allí el Ilucán su poderío que domina el panorama de Cutervo, conservando por recuerdo milenario sus dos blancos arenales, dos puñados de arena, en los pliegues severos de su manto.