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~LGO PEGAJOSO!

María L~vr~ro -------¡~~,


fi tcth ~~
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(
hv.

Llevé la mano al bolsillo del saco, en ademán irreflexivo, y mi


dedos rozaron un objeto inusual entre las habituales monedas: el car
melo que me había regalado una niña. Lo saqué del bo15illo y comencé
a quitarle la envoltura, de celofán semitransparente, no sin dificul
tad. A veces los caramelos se ablandan con el calor y la humedad y s
pegan excesivamente al papel. Recordé que en mi infancia sentía una
atracción especial por ese tipo de caramelos un poco revenidos; tení
, , t
un gusto mas dulce que los otros --o al menos as~ me parec~a.
,
Por fin el caramelo, de un rojo opaco, quedo unido al papel ape
nas por un punto de su esférica superficie; lo llevé a la boca, sepa
, ,,
randolo con los dientes de la envoltura, y de esta quise desprenderm
luego sacudiendo vari~.s yeces la mano con energía. No se desprendió;
, ,
habia quedado firnlemente adherida al pulgar. Tome entonces el papel
con la otra mano y logré así liberar el pulgar derecho, pero no sin
dejar pegados al papel tres dedos de la mano izquierda.
,
Iba por una calle concurrida. Trate de que nadie notara mi satu
ción ridícula, aunque adverti algunas miradas divertidas o, al menos,
interesadas en lo que estaba haciendo. No me había detenido, sino
había ido enlenteciendo notablemente el paso; retomé un ritmo más ac
lerado, mientras hacia jugar los dedos de la mano i'iquierda para tra-
I
tar de despegar el papelito. La mano se me fue untando de una sustan-,
cia gomosa, de~adable, y ahora el papel se adheria con mucha facili
dad por cualquiera de sus caras, y al fin quedó totalmente extendido I

-- y pegado -- sobre la palma.


,
Faltaban todav~a unas cuadras para llegar a casa. All~ tendr~a
, f

,
otros recursos, pero mientras tanto me sentía molesto, y por mas que
no me lo propusiera conscientemente la misma mano se ocupaba en forma
, .
automat~ca de tratar de desprender la envoltura --como sucede con la
lengua cuando detecta algo desacostumbrado en la boca: la pasta que
puso el dentista o, en este caso, el caramelo, que se iba deshaciendo
lentamente 7. .,
J ¡ mientras la lengua lo traía y llevaba de un lad
a otro, y lo hacia chocar contra. los dientes, queriendo sin duda des

(
algo pegajoso/pág. 2
.:

alojarlo de sus dominios.


El caramelo no tenía el gusto de aquéllos de mi infancia; tampoc
era de sabor vulgar. Se trataba de un sabor agradable, algo áéido, y
traté de identificarlo con precisión; fui descartando varios producto
y conclui que deberia tratarse de alguna sustancia con la cual no se
fabrican habitualmente caramelos; sin embareo, me resultaba un sabor
,
muy familia.r. Me lleve la palma de la mano izquierda ante los ojos,
,
buscando leer algo en la envoltura que segu1a al11 pegada.
,
, , ,
Me parecio que era solo un celofan poco transparente, casi blan-
, ,
cuzco o mas bien grisaceo, sin ninguna cLas e de inscripciones; luego
noté algo como un trazo m~y leve, que podía ser tanto un dibujo como
la impresión de unas letras. Debería mirar10 al trasluz y en la posi-
, ,
cion COI recta para saber de que se trataba. La circunstancia no me pa
recía la m~s propicia para intentarlo; temia que el papel se me pega-
"
ra de una forma mas ,
incomoda o, peor aun, que se arruinara, transfor-
, ,
mandose en una bola o llenandose de arrugas irreversibles que ya no m
permitieran volver. a extenderlo en forma plana para descifrar esa
,
marca o 10 que fuera. Y el gusto del caramelo me parec1a ahora extra-
ordinario, quería seguir probándo10 siempre, y pensé que tal vez la
niña que me 10 había dado no sabría dec í.rrae dónde conseguir más.
,
A dos cuadras ya de casa, me encontre con Antonieta. Fue casi 80
bre la esquina, junto a la vidriera de Le.farmacia. Ambos nos detuvi-
,
mos y quedamos mirandonos sin poder hablar.
Hacía seis años que habíamos estado juntos, una sola tarde, haci
el fi':lel.e1verano. Era una chica extraña, enormemente bella y muy di-
ficil de asir. El encuentro había sido puramente fisico, en un estilo
muy distinto a esas historias tan laboriosas que suelen tejérseme con
las mujeres, y que a veces culminan en la relación física sólo despué
de un proceso a menudo largo, casi alquímico, de fantasías, anhelos,
citas, coloquios, desencuentros,esperanzas y frustraciones.
, , ., ,
de Antonieta se trato mas bien de una explos10n que me habia dejado
,
solo la memoria de un placer fugaz, y el enigma de su personalidad.
algo pegajoso/pág. 3

b!a tenido su cuerpo, y nada más; tan luego yo, coleccionista de almas
y había sido yo, precisamente, quien faltara a la cita convenida
para el reencuentro. No importa ahora la causa; no habia ~ido por fal~
, , , I
ta de interes, aunque a.l parecer ella lo penso aaa pues luego no me
, , ' I

busco, y yo no sab~a como encontrarla. Sospechaba que era casada, por'


el mi;terio en que se envolvía, pero no sabia de ella nada concreto, 1

,
apenas el nombre, si es que realmente ese era su nombre.
Durante un tiempo recorrí ciertos lugares guscando el encuentro
,
casual o a veces, mas sutilmente, me dejaba llevar por intuiciones qu
, resultado acertadas. Despues' fueron surgiendo
en otros casos hab~an
otros intereses y su imagen se fue desvaneciendo del centro de aten-
ción; en realidad, nunca del todo. No voy a decir que estuve buscándol
durante seis años, pero tampoco voy a decir que la había olvidado por
completo: simplemente había quedado allí, como una imagen estática, c
mo un deseo contenido, como la idea un poco triste de todo un mundo d
posibilida.des que se había disuelto; una mujerJ a quien, tal vez, ha-
bría podido amar.
, ,
Un ciclo no cerrado, no concluido con un adios, ni un disgusto,
ni un reproche; como una h~~ida, leve ciertamente, pero hermma al fin,
que nunca cicatriza del todo. Algo pegajoso, como un cuento inconclus

Montevideo, 27-28/ IX / 1977.

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