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Thrall

La esclava del rey vikingo


Katherine Velásquez
La esclava del rey vikingo.
© 2024, Katherine Velásquez Muñoz.
Registro de propiedad intelectual: 2024-A-397
De corrección: 2024, Tamara López.
2024, Florencia Giralda.
De la maquetación: 2024, Mireya Murillo Menéndez.
Del diseño de cubierta: 2024, Mireya Murillo Menéndez.
Primera edición: marzo de 2024.
©Todos los derechos reservados.
A mi madre. La que demostró que las guerreras no solo estaban en los
libros.
Estamos destinados a morir en un día determinado, ¿no? Pero es
nuestra elección hacer lo que queramos hasta que ese día llegue.

Ragnar Lodbrok en la serie Vikings


Andhrimnir 1tiene
En Eldhrimnir
A Sæhrímnir empapado,
El mejor de los jamones;
Aunque muy pocos saben
Que con esa carne los campeones son
Alimentados.

Fragmento de Gylfaginning
Ø
Antes del comienzo no había nada, ni tierra, ni cielo, ni estrellas, ni
firmamento, solo un mundo de fuego que no dejaba de arder. Niflheim2 era
más frío que el frío mismo, y la turbia neblina ocultaba el cielo y envolvió
la tierra en una bruma gélida. Al sur estaba Muspell, donde todo era fuego,
donde ardía la niebla y se convertía en luz; allí estaba Surt3r, que ya
existía antes de los dioses. Y allí sigue todavía. Dicen que solo cuando
llegue el Ragnarok4, el fin del mundo, Surt5r abandonará su puesto y saldrá
de Muspell con su espada llameante, incendiará el mundo y los dioses
caerán ante él, uno a uno.
Fragmento del libro Mitos nórdicos de Neil Gaiman.

Lena, la abuela de Eira, comparaba la llegada del Ragnarok6 con el día en


que su pequeña aldea fue atacada por los vikingos, en el nombre de un rey
que no lograba recordar. Pero lo que sí recordaba a la perfección era la
muerte de sus padres, cómo la espada de un guerrero atravesó sus débiles
cabezas. Y aún era capaz de sentir la fragancia del primer hombre que la
había comprado, convirtiendo su libertad en una jaula sin cerrojo.
Los hijos de Lena, y los hijos de sus hijos, nacieron con la marca de la
esclavitud.
Fehu

Mucho te dije, más poco recuerdas;


tus amigos te engañan;
veo la espada allí, de mi amigo,
empapada de sangre.

Grímnismál

890 d.C
Espasmos recorrían mi cuerpo después de que un líquido espeso amarillento
saliera de mi boca sin esperar algún permiso de mi parte. Mi cuerpo sudado
provocó que mi cabello se pegara a mi rostro, dificultando mi visión. Mi
cabeza giraba sin descanso, el mareo no le daba tregua a mi cuerpo, desde
que puse un pie en el snekke7 del jarl 8Halstein Erikson.
El viaje de Kaupang9 a Birka10 estaba resultando más largo de lo que
esperaba. No recordaba con exactitud cuántos días habían transcurrido
desde que salimos de mi ciudad, pero aun lograba sentir el leve roce del
beso que mi madre depositó en mi mejilla. Jamás nos habíamos despedido.
Era la primera en salir de nuestro pueblo. Era la primera en salir de
Noruega, y la primera en pisar tierras suecas.
—¿Aún te sientes mal? —La voz de jarl11 Halstein llamó mi atención,
obligándome a levantar la cabeza en busca de su cuerpo. Observé a mi
conde dando pasos en mi dirección, con dificultad por el movimiento de la
embarcación.
—Sí, señor —contesté buscando entre los pliegues de mi abrigo el paño
que utilicé todo el viaje desde que mis pies tocaron el snakker –. ¿Es
normal?
—Es normal si es tu primera vez —apuntó Halstein posicionando su
cuerpo al frente del mío, apoyando su cadera en la madera de la
embarcación. Su seguridad, su templanza en la embarcación era envidiable.
Quise imitarlo, pero mi cuerpo, en vez de erguirse, volvió a buscar la
seguridad del piso—. Estás segura aquí, no permitiré que Ran te lleve —
susurró mi conde mientras su cuerpo bajó para quedar a mi altura.
Nadie había escuchado sus dulces palabras.
—Gracias.
Estaba segura de que me hubiera lanzado a sus brazos para estampar mis
labios en los suyos, pero las tres docenas de sus guerreros impidieron mi
gesto.
—Descansa, falta poco —indicó mi conde mientras sus dedos colocaban
un mechón de mi cabello detrás de mi oreja.
—¿Cómo lo sabe? —pregunté. Yo solo era capaz de ver el extenso e
infinito mar. Halstein se encogió de hombros ante mi pregunta.
—¿Cómo sabes que la comida que preparas está deliciosa? —Mi boca se
abrió, pero Halstein no permitió que respondiera—. Sé que no lo haces
probando la comida.
—Simplemente, lo sé. —Cambié mi respuesta, divertida por la
interrupción de mi conde.
—Y aciertas siempre —señaló Halstein entregándome una amplia
sonrisa, la que provoca que dos hoyuelos aparezcan en sus mejillas. El
gesto le duró unos segundos. Halstein no sonreía a menudo frente a sus
guerreros. Los hoyuelos le daban un aspecto tierno, que él trataba de evitar
—. Ve a recostarte.
Observé el cuerpo del jarl12 Halstein alejarse de mí para acercarse al otro
extremo de la embarcación; se quedó al lado de Dag, su lugarteniente.
Su fiel guerrero era un hombre robusto, de estatura mediana y ojos
oscuros. Mientras observaba a ambos, la mirada de Dag se dirigió a mi
cuerpo. Era una mirada hostil. Dag odiaba la relación de su conde conmigo,
odiaba la forma en la que Halstein me consentía. Entre los regalos y la
protección desde su posición, era casi la huesfreyja de aquella casa
comunal.
Los ojos oscuros de Dag aún estaban dirigidos hacia mí, y la voz de mi
madre se presentó en mi cabeza, ordenándome bajar la mirada, pero, una
vez más, me negué a sus peticiones. Mantuve la cabeza en alto, olvidando
por unos momentos las náuseas.
Nuestra batalla de miradas finalizó en el momento en que la voz infantil
del hijo de Dag se alzó para llamar mi atención.
—¡Tierra a la vista! —El grito del pequeño transmitió la felicidad que
sentía al ver la ciudad de Birka13 tan cerca de nosotros.
Observé con detenimiento el rostro del hijo de Dag al levantar mi
cuerpo. Trataba de evitar que mi mirada se posara en el mar, el que aún era
extenso a pesar del punto de tierra que se visualizaba. El niño relató durante
todo el viaje las aventuras de Bjorn Ironside, su vikingo favorito.
Bjorn Ragnarsson era el hijo mayor de Ragnar Lodbrok. Rey de Suecia.
El rey gobernaba desde la ciudad más grande de Suecia. Y quizás una de
las más grandes que gobernaban los vikingos. Birka.
Mi conocimiento de la grandeza de un pueblo se limitaba al mercado de
Kaupang14, pero nada de lo que había presenciado se semejaba a la gran
civilización que veían mis ojos. Al ver la inmensidad de la ciudad de Birka,
lograba entender el deseo de mi jarl15 de querer obtener una alianza con
Suecia. Sin haber puesto un pie en la ciudad, estaba segura de que la
riqueza resaltaba en aquel mercado. Y sin querer, mi estómago se revolvió
nuevamente, aunque esta vez el vómito se presentaba por la ansiedad de
conocer al vikingo más importante de nuestra historia.
En el momento en que la embarcación se acercaba al muelle, la gente de
Birka empezó a reunirse alrededor del puerto para la llegada del jarl16 de
Kaupang17. Mientras más se acercaba nuestra embarcación, más rápido latía
mi corazón. Estaba ansiosa por conocer al rey. La leyenda del hijo mayor de
Ragnar era conocida por toda Noruega. No había otro vikingo con una
historia más poderosa que Bjorn brazo de hierro.
Esperé a que los guerreros y el hijo de Dag bajaran de la embarcación,
para poner un pie afuera del snakker. De lejos pude observar cómo la altura
del rey de Suecia resaltaba entre los demás. Me coloqué de puntillas para
mirar con detalle a una leyenda viva. Pero la multitud no me dejó observar
con detalle su figura. Solo llegó a mi visión su espalda ancha, la cual estaba
adornaba por su cabellera rubia, perfectamente trenzada hasta la cintura.

El mercado principal de Birka era bullicioso. Los gritos de los vendedores


resonaban por el lugar, logrando que sintiera por unos momentos que estaba
en casa, caminando por mi mercado, al lado de mi madre y de mi media
hermana.
Una extraña fruta apareció en mi campo de visión, deteniendo mis
divagaciones. Me acerqué cuidadosamente al local del vendedor, evitando
que mi cuerpo tocara a una persona libre. Estaba a unos pocos pasos para
llegar a ver aquella fruta desconocida, hasta que el cuerpo de un hombre
detuvo mi camino.
—Fuera, thrall18. —Se apresuró el vendedor en dictar su orden—. No
hay lugar para ti aquí.
Agarré el collar que colgaba de mi cuello para tocar la runa que nos
marcaba de por vida. Quité la mirada de aquella fruta verde para posarla en
los ojos del vendedor. El hombre era alto, tan alto como el rey de la ciudad.
—Sé lo que soy. No debes recordármelo.
—Insolente —bramó—. ¿Quién es tu dueño?
—Solo quiero comprar esa fruta. —Levanté mi dedo para apuntar el
fruto verde que reposaba en la mesa del vendedor—. Tengo el dinero.
—No lo repetiré más, ¿quién es tu dueño?
—No es de aquí —contesté mientras daba un paso hacia adelante para
agarrar la fruta entre mis manos, pero el vendedor empujó mi cuerpo con
fuerza, tirándome al suelo de un golpe. Mi rostro cayó directo al lodo.
—Tienes dinero… — murmuró sorprendido el vendedor cuando vio mis
monedas caer desde mis bolsillos al suelo.
—Imbécil —susurré en voz baja, pero, aun así, escuchó la palabra.
—¿Cómo te atreves a hablarme de esa forma, maldita esclava? —
escupió—. ¿Quién es tu amo? —Sentí el peso de su pie en mis piernas,
ejerciendo fuerza contra ellas.
“Quédate quieta”. “No te muevas”. La voz de mi madre taladraba mi
cabeza, ordenándome cómo actuar, pero la fuerza de su pisada silenció
aquella voz. Pero, antes de que realizase algún movimiento, la voz de un
conocido se presentó.
—¡Suéltala! —Escuché el grito de Dag—. Pertenece al conde Halstein.
—Y el peso en mi pierna desapareció para presentar otra fuerza en mi
brazo. El lugarteniente de Helstein me levantó bruscamente—. Vamos, el
conde te necesita. —Dag no espero una respuesta de mi parte, sostuvo mi
brazo con fuerza para sacarme del mercado.
—¿Qué sucede? —pregunté.
—Cállate y límpiate el rostro. —Levanté mis manos para quitar el barro
que estaba en mi mejilla—. Trata de controlar tu temperamento en esta
ciudad.
No quise responder. Y no era porque no tuviera la respuesta correcta a su
comentario, pero con Dag prefería callar. A veces, su agresividad era peor
que la furia de los dioses.
—¿Tratas de ofenderme? —La voz del rey Bjorn fue lo primero que
escuché cuando las puertas de la casa comunal se abrieron.
El calor del lugar era inmenso, y contradecía totalmente el frío de la
ciudad. El salón contenía varias mesas y sillas de madera. Escudos
adornaban las paredes, y las llamas de la fogata danzaban de un lado a otro
mientras el viento entraba junto a mi llegada.
Observé las runas nórdicas talladas en las vigas. Quise dar los siguientes
pasos hacia adelante para tocar las hendiduras de la madera esculpida, pero
la mano de Dag me detuvo.
—Su nombre es Revna. —Dag me empujó hacia mi conde mientras él se
levantaba de su asiento—. Ven, dulce Revna. —Observé a Halstein
extendiendo unas de sus manos hacia mi dirección. No dudé en aceptarla.
Al estar frente al rey Bjorn, mi corazón empezó a latir con rapidez
cuando quise conectar mis ojos con los de él.
—Revna, él es rey Bjorn Ragnarsson, hijo del gran Ragnar Lodbrok —
dijo mi conde alzando su voz.
—Es un hon… —Quise contestar, pero el rey interrumpió mis palabras
sin ni siquiera lanzar una mirada en mi dirección.
—¿Me entregas una cocinera a cambio de mi hija? —La mirada del rey
era de repulsión hacia mi conde. Fruncí el ceño al instante al escuchar esas
palabras. “Entregar una cocinera”. ¿Hablaba de mí?
—No es cualquier cocinera, su familia proviene del dios Andhrímnir. —
Negué con mi cabeza rápidamente ante esa horrible idea que se creó en
torno a mi familia—. Créeme, una vez que pruebes su comida, no podrás
dejarla ir. —Halstein soltó mi mano para empujar mi cuerpo al lugar donde
estaba el rey—. Es bellísima, puedes hacer con ella lo que quieras. —Los
ojos del rey viajaban por mi cuerpo, atento a cada detalle. Desvié mi
mirada, incómoda por la intensidad de sus ojos azules; todo su cuerpo
intimidaba al mío.
—Si su comida es tan deliciosa, ¿por qué la dejas ir? —Mi boca se
movió, pero de ella nada salió. Sabía la respuesta, pero no era la indicada
para hablar. Debía callar. Halstein conocía mi temperamento, e incluso le
era divertido mi comportamiento. Pero Bjorn… el rey no me conocía.
—Dahlia, su madre, parió otra niña. Ambas sacaron el don de la cocina
—puntualizó el jarl19 de mi ciudad—. Es un regalo para ti. Su comida es
digna de los dioses.
—Prepárame algo. Decidiré si provienes de Andhrímnir. —Mi cuerpo se
encogió al escuchar que el rey se dirigía a mí. Bajé mi mirada con rapidez a
su magnificencia—. Llévenla a la despensa. —Otras manos me agarraron
del brazo para sacarme de aquel lugar.
Al final del salón se contemplaba el trono del rey, el cual estaba
adornado por varias pieles; al lado de él, el trono perteneciente a la esposa
de Bjorn Ironside. Una esposa que falleció en busca de un heredero, según
las palabras de Halstein.
La esclava empujó la puerta que estaba al final del salón para que mis
ojos observaran otra habitación. El bullicio del salón desapareció en el
momento en que cerré la puerta y quedé enfrente de una escalera.
—La habitación del rey está arriba —indicó la esclava apuntando con
sus dedos la parte superior de la casa comunal—, y la despensa está aquí.
—La mujer solo dio unos pasos más hacia adelante para abrir una pequeña
puerta. Al otro lado la despensa era pequeña, pero en cada rincón había
comida: verdura, frutos secos, pan y barriles de madera llenos de hidromiel.
Mis ojos viajaron de un lado a otro buscando los ingredientes que pasaban
por mi cabeza, hasta que se encontraron con la persona que había dirigido
mi camino. Una mujer delgada, de cabello corto y del color del fuego. Sus
ojos verdes me miraban esperando una reacción de mi parte. La esclava
debía tener la edad de mi madre.
—Revna —musité mi nombre esperando que fuera lo suficiente para
presentarme.
—Kaysa. Te ayudaré en lo que necesites. —Sus palabras, o la seguridad
en su voz, me transmitieron la firmeza que necesitaban mis manos para
preparar el mejor banquete. Aunque ello significase que me alejara de mi
dulce madre y de todo lo que conocía mi pequeña e inexperta mente.

La cocina va a ser la forma en la que hablarás. Los ingredientes serán tus


palabras. La cocción será la seguridad que transmites. Y la respuesta de
los demás será la aprobación.

El único recuerdo que tenía de mi abuela materna eran esas palabras, que
se habían convertido en el compromiso que me repetía cada día antes de
preparar un banquete. En mis manos estaban las enseñanzas de mi abuela.
El jabalí, la mejor carne que podría tener en a mi disposición. La carne
que el dios Andhrímnir preparaba cada día para los Aeseir. Los grandes
señores de Asgard 20se deleitaban con los sabores del banquete. Y aquel
deleite era lo que debía conseguir en cada preparación.
Necesitaba que cada persona que probara mi cocina sintiera placer al dar
un mordisco. Si ellos aprobaban mi preparación, mi cuerpo y mi mente lo
designaban como una batalla ganada.
—¿Necesitas ayuda? —La voz de Kaysa me sacó de mis cavilaciones.
Ambas estábamos en la fogata donde se cocinaba a diario en los salones
de reyes y condes de Escandinavia. En aquel lugar era capaz de escuchar
los murmullos entre Halstein y Dag, y mis ojos, sin querer, viajaron a mi
conde. Los suyos estaban enfocados en mí, atento a cualquier movimiento
que realizara. Quise levantarme e ir a preguntarle cuál era su plan. ¿Por qué
quería regalar a alguien que le había sido fiel durante toda su vida? ¿Era por
eso su insistencia de que le acompañara en su viaje? ¿Su plan era
regalarme? En qué estúpida e ilusa mujer me había convertido al lado de
Halstein. Negue mi cabeza ante la pregunta de Kaysa. Ya sabía lo que iba a
preparar. Carne de jabalí.
Era la receta favorita de mí abuela. Mientras la esclava del rey Bjorn
buscaba algunos ingredientes que faltaban, mi mente empezó a divagar.
Las órdenes de mi madre me rondaban a diario, sobre qué o de quién
debía hablar. Sus enseñanzas se limitaban a las historias de los dioses, a
cómo preparar la carne de jabalí, y a cómo mantener mi boca cerrada.
Aunque lo último no lo había aprendido con exactitud a sus deseos.
El tiempo en la cocina transcurría de forma distinta. Los pensamientos,
los recuerdos dolorosos y la maldición de ser esclava desaparecían en el
momento en que mis manos empezaban a trabajar con las verduras y las
carnes. Aquello era el legado de mi familia. Mi abuela, mi madre, mi media
hermana y yo somos conocidas en Kaupang21 por nuestras aptitudes para la
cocina.
Siempre ha sido nuestra salvación, y nuestra perdición.
—¿Necesitas algo más? —preguntó la esclava.
Su voz llamó mi atención, por lo que mis ojos buscaron su rostro. A la
luz del fuego, pude observar el tatuaje que recorría en su cuello.
Una de las pocas runas que podía leer y de la que conocía su significado
a la perfección. Thrall22, tatuado en un lugar donde todos eran capaces de
ver. El rey Bjorn eligió ese sitio para avergonzar a sus esclavos. Aunque
consiguieran la libertad en algún momento de su vida, las runas marcadas
en su cuello eran casi imposible de ocultar. ¿Por qué Halstein me quería
regalar a un amo tan cruel? El tatuaje, el cabello corto y el collar que
colgaba de nuestros cuellos eran las formas de diferenciarnos de los
hombres libres. Y Halstein evitó que me cortaran el cabello, y me tatuó esas
runas pequeñas y ocultas a los ojos de los demás.
—No —contesté volviendo a fijar mi mirada en el caldero que estaba en
el fuego. La manteca estaba derretida, lo que indicaba que debía empezar a
preparar la comida.
La esclava movió su cuerpo para alejarse de mi lado, no era que no
necesitase su ayuda, sino que mis manos eran realmente el secreto. Ellas
eran las que tenían la magia de mi abuela. Nadie debía entrometerse en mi
preparación.
La imagen de mi abuela se apoderó de mi mente, recordando sus
palabras y su particular olor a comida que, mezclada con su esencia, creaba
una fragancia adictiva. Recordaba pocas cosas de ella, pero cada uno de
esos recuerdos me transmitía un amor puro e inquebrantable. Ni siquiera mi
madre me transmitía aquel poderoso sentimiento.
El primer plato estaba dirigido al rey. El pedazo de carne era el más
grande, al igual que el tamaño de las papas.
Sentada al lado de la fogata, observé el momento en que Bjorn Ironside
se llevaba un bocado a su boca. Su masticar era lento, y su mirada divagó
hasta posarse en mi cuerpo. Los demás presentes gimieron en el instante de
tomar un bocado, especialmente de la hija de Bjorn. Una mujer alta, con
cabello rubio largo y ojos azules. Su nombre era Freydis, y era la mujer que
mi conde quería como esposa.
—Bien. Acepto. —Y fue lo único que salió de la boca del rey antes de
volver a meter otro bocado en ella. Esperaba que una sonrisa se posara en
mi rostro al escuchar la aprobación del hijo de Ragnar, pero la única
respuesta de mi cuerpo fue soltar una solitaria lágrima por el significado de
su aceptación.
Ya no le pertenecía al conde, con tan solo esas cortas palabras, mi cuerpo
y mi alma se someterán a las órdenes del rey Bjorn Ragnarsson.
Uruz

Delling 23se llama al padre de Día


Nött la madre de Noche;
luna llena y nueva crearon los dioses
para contar los años.

Vafþrúðnismál

Los gemidos graves del conde Halstein salieron de su boca sin pudor. No
silenció el placer que le entregaba. Su virilidad en mi boca palpaba con
rapidez, su respiración era entrecortada y los músculos de su vientre se
tensaban por el placer que recorría su cuerpo. Bajé mis manos para acariciar
suavemente sus testículos. Sabía que era uno de sus puntos débiles. Su
leche no esperó a salir después de mi gesto. El gemido grave de mi antiguo
amo me indicaba lo bien que lo había hecho sentir.
—Trágatelo —ordenó con dureza mientras agarraba mi cabello para
tirarlo para atrás. Aun arrodillada y sin tener la necesidad de obedecerlo
porque ya no era mi dueño, tragué la leche de jarl24 Halstein sin despegar
mi mirada de sus peculiares ojos. Uno verde, y otro negro—. Buena chica.
—No me dejes aquí —supliqué aun arrodillada y con el sabor amargo
del líquido de Halstein.
—Y yo pensando que buscabas una dulce despedida. —Halstein se tiró
en la cama como un saco de estiércol.
—Por favor, Halstein. No me alejes de mi familia, de tu lado —le
supliqué aun en la misma posición—. ¿Qué fue lo que hice mal? ¿Por qué
me regalas? ¿Acaso no soy especial?
El suspiro que soltó Halstein demostró lo impaciente que era. No quería
responder a mis preguntas, pero no podía callarme. Me había acostado con
mi conde durante muchos años, asegurando mi bienestar y el de mi familia,
pero con la esperanza de que algún día me liberara.
—Necesito esta alianza, necesito casarme con una mujer noble.
—¿Y qué sucede con nosotros? —pregunté aun arrodillada frente a él—.
Halstein, te amo, nos amamos. No entiendo tu decisión…
—Revna, te he dado todo…
—Y lo agradezco —interrumpí su oración.
—No, no lo haces —bramó sentándose en la cama—, no me has dado lo
único que he deseado todos estos años.
—No ha sido culpa mía —expresé soltando un suspiro involuntario—,
ha sido el deseo de los dioses.
—Pero es mi deseo tener un hijo y, si debo elegir… —Se quedó en
silencio durante unos segundos, para luego pronunciar aquellas palabras
que rompieron mi corazón—. Prefiero que nazca de una mujer libre y
noble.
El sonido de un escudo quebrándose llegó hasta mis oídos. Aquel ruido
que había escuchado centenares de veces en el patio de práctica de
Kaupang25. Pero el dolor que se posó en mi pecho era algo nuevo.
Una caricia en la mejilla llamó mi atención, obligándome a enfocar mi
mirada en el rostro del hombre que embistió mi escudo con su espada.
—Lo siento —lamentó mi conde aun acariciando mi cara con las yemas
de sus dedos.
—No lo hagas. —Me levanté del suelo con la intención de alejar mi
rostro de su dulce tacto—. No debí olvidar quien soy. He sido una estúpida
al pensar que el amor que me profesabas era real.
—Lo era, lo es —señaló Halstein imitando mi gesto sin importar su
desnudez.
—¿Y regalarme es una muestra de amor? —Mis manos empujaron su
cuerpo sin importarme que fuera el conde de una de las ciudades más
importantes de Noruega—. Hemos estado juntos toda la vida, Halstein,
desde mi nacimiento he sido tuya. No conozco otra tierra, ni a otro hombre.
No puedes dejarme aquí simplemente.
—No puedo ofender a una nieta de Ragnar Lodbrok al tener una amante
—indicó Halstein con hostilidad en su voz—. Y sé que no podría ser fiel si
te tengo rondando por la casa.
—Jamás te perdonaré por esto —susurré llevando mis manos a mi
vientre, como si aquel acto fuera capaz de detener las lágrimas que querían
salir de mis ojos.
—Lo sé. —A pesar del empujón que recibió por mi parte, Hasltein se
acercó nuevamente a mí con la intención de tocar mi rostro—. Revna… —
susurró mi nombre con dulzura.
—No. —Mis pies retrocedieron con rapidez—. Me has roto el corazón.
—Revna.
—No. —En ese momento, tomé entre mis manos el grueso abrigo que
Halstein me regaló. Uno de los tantos presentes que recibí en mi posición
de amante.
—No te vayas —dictó con hostilidad en su voz al momento que extendía
su mano para agarrar mi brazo—, no te he ordenado que te vayas —
murmuró atrayendo mi cuerpo hacia el suyo.
Nuestra guerra de miradas duró tan solo unos segundos, porque al dictar
las siguientes palabras llenas de ira, cambió el comportamiento del hombre
al que amaba.
—Ya no te pertenezco. Mi amor y mi lealtad están con Bjorn
Ragnarsson.
El agarre que ejercía sobre mí se suavizó, hasta que su mano liberó por
completo mi delgado brazo. Nuestras miradas se cruzaron una vez más; una
mirada que transmitía remordimiento e ira.
—Envía mi amor a mi madre y hermana.
—Lo haré.
Antes de que mis pies me guiaran fuera de la habitación, mi amado
conde abrió su boca nuevamente.
—Fuiste mi mejor esclava.
Aquello no me hizo sentir mejor.

El rey Bjorn Ragnarsson pasaba el día resguardado en su casa,


específicamente, en su trono. Observaba a todos, como si sus ojos fueran
capaces de traspasar las paredes para vigilar, tal como lo hace Odín 26desde
su hlidskjalf27.
Su mano sostenía siempre un vaso de hidromiel, el cual Kaysa debía
rellenar con rapidez cada vez que se vaciaba. Y yo debía preparar la bebida
en grandes cantidades para que el rey pudiera disfrutar la bebida
exclusivamente preparada por mis manos.
Mi cuerpo dolía por el cansancio de estar de pie tantas horas preparando
la bebida y la comida del rey, el cual no dejaba de abrir su boca para comer
mis delicias.
—Freydis nos acompañará en las negociaciones. —Escuché al Rey
expresándose con la boca llena de comida ante la llegada de la presencia de
mi antiguo conde—. Simplemente se ha atrasado, como siempre.
—Quería hablar sobre el tilgjǫf —musitó Halstein llevando su mirada
hacia mi cuerpo, que estaba detrás del trono del rey.
—¿Crees que una esclava es suficiente? —bramó este al percatarse hacia
dónde se dirigía la mirada del supuesto prometido de su hija. El volumen
alto de su voz llamó la atención de los pocos presentes que estaban en el
salón principal.
—Es especial, no lo puede negar —objetó Halstein cruzando sus brazos
sobre su abdomen.
—¿Eres especial, cocinera? —alzó la voz el rey. Tardé unos segundos en
percatarme de que aquella pregunta era para mí. Quise responder lo primero
que pasó por mi mente, sí, lo soy, pero mordí mi lengua con fuerza para
detener a mi boca.
—No, no lo soy —contesté después de unos segundos sin alzar la voz y
sin levantar la mirada.
—Ahí tienes tu respuesta —añadió Bjorn Ragnarsson.
—Puedo complementarlo con joyas y animales. —Levanté mi mirada
para observar el rostro de Halstein, enojado por la actitud del rey. Mi
antiguo conde esperaba que mi don fuera suficiente para ser un regalo
complementario en las negociaciones de matrimonio.
—Ven, cocinera —ordenó nuevamente el rey. Mis pies se movieron con
rapidez al escuchar la orden. Me posicioné al lado del trono sin mirar a los
presentes—. ¿El conde Halstein tiene lo suficiente para pagar lo que vale mi
hija?
—Ella no sabe de mis posesiones —reprochó mi antiguo amo con
rapidez.
—Fuiste su amante. ¿No es así, cocinera? —me preguntó el rey
ignorando las palabras del hombre que estaba frente a él.
—Lo fui —contesté en el momento en que los dedos de Bjorn
Ragnarsson tocaron mi vestido para acariciarlo con lentitud, rozando
levemente mi muslo.
—¿Tiene el poder de pagar? —me preguntó nuevamente el rey, tirando
suavemente de los pliegues de mi vestido—. Puedes decir la verdad. Tu
lealtad me la debes a mí, no a él.
Mi cuerpo empezó a transpirar ante el nerviosismo. Los dioses me daban
la oportunidad de vengarme con mi conde con rapidez. Loki28 debió enviar
esta oportunidad.
Halstein se había convertido en jarl29 a temprana edad. Y, en su
necesidad de probar que era el líder adecuado para sus guerreros, saqueó
cada pueblo a las afueras de la ciudad en la llegada de Ostara30. Y década
vez que llegaban las expediciones, los tesoros enriquecieron a Kaupang31 y
a su jarl32.
Sabía la verdad, pero esta vez mi corazón lleno de ira decidió mentir.
—Kaupang33 es una ciudad que crece, se está convirtiendo en el centro
comercial de Noruega —indiqué después de unos segundos en silencio sin
despegar mi mirada del suelo—Pero…
—¿Pero? —me incitó el rey a terminar mi oración.
—No se asemeja a la riqueza de la ciudad de Birka34. El conde no tiene
lo suficiente para pagar la dote de una princesa —finalicé levantando
ligeramente mi mirada para enfocar mis ojos en los de Halstein. Él frunció
su ceño, demostrando el descontento de mi respuesta.
—Nunca confío en la palabra de un thrall35. —Bjorn Ragnarsson se
levantó de su trono y dio lentamente unos pasos en dirección de mi antiguo
amo. Observé la duda de Hastein ante ese acercamiento, pero, de igual
forma, se mantuvo en su lugar—. Pero he decidido escucharte, esta cocinera
es especial. Vuelve cuando tengas la riqueza suficiente para pagar.
El conde de Kaupang36 se mantuvo en silencio. Nada salió de su boca.
En realidad, no era necesario. Sus ojos hablaban por sí solos.
—¿Qué crees que intentará hacer? —me preguntó Bjorn cuando Halstein
desapareció del salón principal.
—Intentará dos cosas —contesté—. Primero va a intentar secuestrar a su
hija. Su orgullo, su ego ha sido herido. Y no hay nada peor para el conde
Halstein que perder esas dos cosas.
—¿Cuál es la segunda?
—Intentará matarme.

La cocina se convirtió en mi hogar. En un refugio ante el posible ataque de


Halstein. La casa comunal nunca estaba sin guerreros, dándome la
oportunidad de dormir en la cocina sin preocuparme por mi muerte.
Un cosquilleo que sentía en la cabeza logró espabilarme. Tuve un
despertar brusco ante el miedo de que la posible presencia de Halstein
hubiera pasado desapercibida.
—Soy yo —Kaysa susurró con dulzura acariciando mi larga cabellera
negra.
—¿Está todo bien? —le pregunté.
—Haremos una fiesta —anunció sin dejar de susurrar—, ven con
nosotros.
—¿Dónde?
—En el bosque. Bailaremos para Nott.
Dudé tan solo unos segundos, pero mi seguridad se veía insignificante
ante la diosa Nott. Prefería mil veces bailar para ella que seguir aquí
escondida entre el olor a carne de jabalí y cebolla.
La fiesta era a las afueras de la ciudad. Atravesamos el portón, que aún
estaba abierto, pero resguardado por los guerreros de Birka, quienes se
turnaban para vigilar la ciudad.
—Han vigilado día y noche las entradas de la ciudad por tu amo —
señaló Kaysa mientras nuestros pies se alejaban de la ciudad.
—No es mi amo.
El bosque estaba iluminado con una gran fogata en medio de los
esclavos, quienes bailaban a su alrededor con la música. Tres hombres
tocaban sus instrumentos con rostro de alegría, observando cómo el público
bailaba sin detenerse.
No había comida, ni hidromiel.
—Deberías presentarte —comentó Kaysa a mi lado. No se despegaba de
mí—. Todos tenemos el mismo amo. Y, aunque no lo creas, nos cuidamos
los unos a los otros.
La mirada de Kaysa era sincera, porque, a pesar de la oscuridad, la luz de
la fogata iluminaba su cara, logrando que identificara la sinceridad en su
mirada.
—Gracias, Kaysa.
Me presenté a la docena de esclavos pertenecientes al rey Bjorn
Ragnarsson.
Eivor fue la primera persona a la que saludé, y la primera en llamar mi
atención. Era la mujer más vieja del lugar. Era extraño, un thrall37 no vivía
tanto. Luego estaban Esben, Hans, Helge, Olav y Olson, cuatros esclavos
que se dedicaban al campo del rey y sus alrededores. Y Aren, el último
hombre, que estaba apartado del grupo.
Brenda, Elin, Lena y Nilsa eran las esclavas del rey, pero trabajan
especialmente para las necesidades de la princesa. También estaba Gerda, la
más joven y bella del grupo, y, desde luego, la que atendía las necesidades
personales del rey.
Y por último estaba Kaysa, la esclava encargada de limpiar la casa
comunal y de cocinar antes de mi llegada.
Al terminar la presentación, uno de los esclavos, llamado Hans, tomó
mis manos y me llevó al centro de la fogata para bailar al ritmo de la
música.
Mis pies, mis brazos y mi cabello volaban por el danzar de mis
movimientos. La música llegaba a mis oídos, transportándome a Asgard38.
Aunque no fuera digna de estar en un lugar sagrado, mi mente trabajaba en
solitario sin importarle las reglas ni las clases sociales.
El canto de Kaysa lograba estremecer mi cuerpo, estaba segura de que la
diosa era capaz de escucharnos.
“¡Gloria a ti, día! ¡Gloria a tus hijos!
¡Gloria a la noche y a su hermana!
¡Con ojos benignos dadnos victoria a los dos que sentados estamos!
¡Gloria a los asa! ¡Gloria a las diosas!
¡Gloria a la fértil tierra!
Palabra y saber dadnos por siempre, excelsos, y manos que sanen”.

—El rey juntó a los mejores guerreros para proteger a Freydis —relató
Aren, un robusto esclavo encargado de cuidar el establo del rey. Aren no era
nórdico, lo supe en cuanto las palabras fluyeron de su boca.
—¿Por qué la princesa no vive con su padre? —pregunté al esclavo que
estaba frente a mí, pero no fue él quien contestó a mi pregunta.
—El rey ordena banquetes casi cada noche, y los ruidos molestan a la
princesa —explicó Kaysa, quien estaba a mi lado acariciando mi cabellera.
Mis ojos no se movieron del cuerpo de Aren. Logré identificar algunos
rasgos míos en él. Ojos negros, mandíbula delgada, largo cuello. Pero su
cabello era distinto, e incluso al de los habitantes de Birka39. Su color era
blanco, pero algunos de sus mechones eran verdes. Estuve tentada de
tocarlo.
—¿De dónde eres? —le pregunté curiosa por saber su respuesta.
El baile había cesado, el fuego se había extinguido, pero las palabras
empezaron a fluir entre nosotros.
—De Inglaterra —contestó pasando sus manos por el cabello—, traté de
teñir mi cabello oscuro, pero creo que usé más lejía40 de lo debido.
—No… no preguntaba por el cabello —balbuceé con rapidez,
avergonzada al ser descubierta.
—Todos preguntan por el cabello.
—¿Por qué tu antiguo conde jamás te lo cortó? —me preguntó una joven
esclava que captó mi atención con su pregunta. Desvié mi mirada para
enfocarla en ella. Tan bella como la diosa Nott, y tan prisionera como Loki41
en sus últimos días antes del Ragnarok42. El tatuaje en el cuello mostraba su
posición de prisionera.
—Él jamás obligó a ninguna de sus esclavas a cortárselo. —Me encogí
de hombros quitándole importancia a ese detalle—. Jamás quiso hacerlo. Le
gustaba así —añadí moviendo mi cabeza para detener los movimientos de
Kaysa de acariciar mi pelo.
—¿Eras su amante? —me preguntó nuevamente la joven esclava.
—¿Acaso no lo somos todas? —le contesté.
—Cuando el amo lo desea —añadió la joven esclava encogiéndose de
hombros—. ¿Qué tiene tu antiguo amo que no tenga el rey? —preguntó con
curiosidad.
—Juventud —contesté con simpleza. Algo que también poseía la bella
esclava. Tan hermosa para el ojo de los hombres.
Por unos segundos me sentí muy inferior al lado de Gerda. Tan simple,
tan normal, pero el sonido de una rama rompiéndose detuvo mis
divagaciones. Nos quedamos quietos la docena de esclavos del rey Bjorn.
Ninguno éramos guerreros, y nadie tenía armas para defenderse. Debíamos
callar. El silencio era nuestro amigo.
—No le haré daño a nadie, solo la quiero a ella. —No logré identificar la
figura que estaba entre los árboles, pero la voz de Halstein era imposible de
olvidar.
—No te pertenece —bramó Hans levantando su cuerpo del húmedo
suelo para colocar su cuerpo al frente de las mujeres, tal como lo haría un
guerrero—. Es propiedad del rey.
—No, ella es mía.
—Váyanse —les indiqué en susurro sin quitar mi mirada del cuerpo de
Hastein.
—Eras mi favorita de todas esas esclavas —apuntó Halstein caminando
hacia mí sin importar que los esclavos se quedaran quietos a mi lado.
—Eso no te detuvo para regalarme, para alejarme de mi familia y de todo
lo que conozco. Me has dejado en un país extraño.
—No debiste hablar mal de mí —bramó Halstein mientras su figura se
aclaraba en mi campo de visión. Su espada estaba alzada apuntando a mi
cuerpo—, ¿por qué mentiste?
—¿Por qué me regalaste? —Fue mi turno de levantar mi cuerpo y mover
mis pies para salir del círculo de los esclavos.
—Eres vengativa —bramó nuevamente mi antiguo conde acercando la
espada para que la parte afilada tocara mi cuello.
—Tú sabes que lo soy —admití apartando el arma de mi cuerpo—, me
conoces. ¿Crees que me quedaría llorando?
—¿Es que acaso no te percatas del daño que me has provocado? Ahora
debo partir sin una prometida y sin ti…
—Puedes volver a por Freydis —señalé frunciendo mi ceño y mis brazos
frente a mi cuerpo.
—Pero no a por ti. —No pude evitar soltar una risa llena de ironía e ira
—. Te amo, lo sabes.
—¿Querer? ¿Hablas de amor? —Halstein trató de dar un paso hacia a
mí, pero, por acto reflejo, me alejé con rapidez—. ¿Me crees estúpida? No
finjas que me amas, sé que no es así.
—No lo sabes todo de mí —señaló mientras guardaba su espada en la
funda que colgaba de su cintura.
—Regalarme no es quererme. Es ambición. —Solté cada palabra con ira.
Un sentimiento que no se esfumaba—. Pero no funcionó.
—Eres especial para mí —admitió Halstein—. Estaba seguro de que
Bjorn lo vería.
—No alargues esta agonía; si quieres matarme, hazlo —expresé con
tranquilidad porque sabía que Halstein sería incapaz de hacerlo. Aunque
una duda surgió en mi mente con rapidez. Si mi amo y amante era capaz de
regalarme por ambición, ¿sería capaz de matarme por venganza?
—Ven conmigo —señaló depositando sus manos en mi mejilla, logrando
atraer mi cuerpo hacia el suyo—, volvamos a Kaupang43. Olvidemos esto.
Me equivoqué, no debí regalarte.
—Las nornas 44ya lo escribieron. Mi lealtad está con el rey de Suecia. Es
el único honor que me queda. Respetar a quien pertenezco, no me quites
eso.
—Revna… Él no luchará por ti, ni le importará que vuelvas conmigo a
Noruega.
—A él no, pero a mí sí.
—¿Prefieres quedarte aquí? —me preguntó incrédulo, frunciendo su
ceño.
—Así lo has decidido, Halstein. Mantén tus decisiones, si cambias de
parecer cada vez que quieras, ¿quién te respetará? ¿Quién volverá a confiar
en ti? Se correrá la voz.
—Revna…
—Vete. Has decidido, y yo también.
Thurisaz

Freyr45 es el mejor de los valientes jinetes,


en tierra de los dioses;
no daña a las doncellas ni a las mujeres,
y a todos libera.

Lokasenna

No llores, no llores, no llores, eran las palabras que me repetía


constantemente para no caer en un manto de tristeza. Los thrall46 no
debemos demostrar nuestros sentimientos que impiden realizar nuestro
trabajo.
No teníamos hogar, solo amos. Y Bjorn Ironside era el mío.
Debía aceptar mi nueva vida. Aunque fuera una totalmente distinta desde
la partida de Halstein de Birka47.
Ahora era diferente, lo primero era que debía dormir todas las noches en
la casa de los esclavos. No habría más noches cálidas con mi amo. No
estaban sus brazos alrededor de mi cintura protegiendo mi figura del frío.
Jamás me imaginé extrañar tanto el cuerpo de Halstein.
En mi mente se cruzó la idea de acercarme al rey, pero Bjorn era
totalmente distinto. Él no buscaba el placer carnal a cada momento. Bjorn
tenía su favorita, y no posaba sus ojos en otras. No sé si era amor, lealtad o
costumbre, pero el cuerpo de Gerda siempre estaba al lado de su rey, listo
para rellenar su copa o para abrir las piernas.
—¿Quién te enseñó a cocinar? —preguntó Bjorn unos de mis primeros
días en su ciudad. Su pregunta provocó que mis manos detuvieran el acto de
revolver la cuchara del caldero. Aunque debo admitir que detuve mi acción
por la sorpresa de escuchar al rey dirigirse a mí.
Casi todas las tardes, la casa comunal quedaba en soledad, solo la
presencia del rey y de las esclavas habitaban el lugar; Kaysa, Gerda, Eivor y
yo. Aunque cada una con tareas distintas. Kaysa y Eivor fregaban el piso
con lejía48; Gerda, en la cama del rey, dispuesta cuando el hijo mayor de
Ragnar decidiera abrirle las piernas, y yo en medio de la fogata, impidiendo
que el fuego se apagara.
Mi cuerpo le daba la espalda a la puerta principal, quedando expuesta
ante la mirada de Bjorn Ragnarsson desde su trono.
—Mi abuela y mi madre —contesté con tranquilidad, levantando
levemente mi mirada para enfocar la del rey. Su cuerpo reposaba con
tranquilidad en su trono, con la mirada perdida en el líquido que estaba en
su copa.
—¿Te gusta?
—¿Cocinar? —pregunté confundida al no saber a qué se refería. Sus ojos
azules se despegaron de su copa para buscar mi mirada. Después de unos
segundos, simplemente asintió con su cabeza ante mi pregunta, para luego
volver a observar su copa—. No lo sé, es lo que siempre he hecho. Es lo
que hago mejor.
—Mi padre me enseñó el arte de la guerra, y me convertí en un guerrero
mejor que él. —Su mirada se alzó nuevamente para formular la siguiente
pregunta—. ¿Eres mejor que tu madre?
—Lo soy, soy la mejor en lo que me enseñaron.
El silencio por parte del rey me indicó que la conversación había
terminado, por lo que volví a bajar la mirada al líquido del caldero.
—Cocinera. —El llamado del rey incitó a que levantase mi mirada
nuevamente—. Sé que tuviste la oportunidad de escapar… —El rey miraba
su copa de hidromiel mientras hablaba—, sé que decidiste quedarte. Pero no
escucharás un “gracias” de mi parte.
—No lo necesito —declaré con rapidez. Y, con esa misma velocidad, el
rostro del rey se levantó para observarme. Su ceja levantada me indicó que
no le agradó mi respuesta—. Digo… es mi deber.
—Baja la cabeza, thrall49 —ordenó sin bajar su ceja—. Recuerda dos
cosas, cocinera: no estás en Kaupang50, y no estás en la cama de tu conde.
Quería desobedecer. Mi boca iba a abrirse mostrando mi rebeldía al rey
de Suecia de la misma forma que hacía en Kaupang51, pero la mirada
divertida que me lanzaba Halstein no era la misma que me regalaba Bjorn.
La intensidad de su mirada, la fuerza de su voz y la dureza en su postura,
me doblegaron con rapidez. Bajé la cabeza a los segundos de escuchar su
orden, para volver a seguir trabajando.
—Padre… —Era la voz de Freyidis, la hija mayor de Bjorn. La que
quería por esposa mi antiguo amo entró con confianza a la casa comunal
mientras yo sacaba el caldero del fuego. Su voz aguda y el tintineo de las
llaves colgadas en su cintura como muestra de poder, eran características de
la única hija del rey que quedaba en Birka.
Ella era la huesfreyja. El poder recayó en ella en el momento en que su
madre falleció. Era ella quien tenía el poder en esta casa comunal, y se
asemejaba al de su padre. Ella era nuestra ama, aunque a ninguno de los
esclavos le agradaba aquella situación.
Quise levantar mi mirada para ver el andar de Freydis. Era elegante, con
una belleza inigualable. Imagino que su vestido era dorado, tal como lo era
su caballo, pero no levanté mi mirada a pesar de que la curiosidad de ver la
belleza de Freydis era fuerte.
Observé mi camisón sucio después del transcurso del día.
—Retírense. —La voz del rey no disminuyó su intensidad.
Los pies de Kaysa, Eivor y Gerda se movieron con rapidez por la casa
comunal; una se encaminó a la segunda plata, y las otras dos salieron por la
puerta trasera sin esperarme.
—Deberías cortarle el cabello como a todos los esclavos. —La voz de
Freydis fue lo último que escuché antes de salir por detrás.
Mientras caminaba por la calle de Birka, toqué mi cabello ondulado que
caía como cascadas por los lados. Amaba mi pelo negro. Y amaba que
Halstein jamás me obligara a cortarlo como lo exigía la costumbre de los
esclavos. El cabello corto y el collar en nuestros cuellos eran la manera de
diferenciarnos de los hombres libres.
Caminé con rapidez por las calles del pueblo con la intención de
esconderme en algún lado. Si el rey decidía obedecer a su hija, preferiría
alejarme para mantener mi larga cabellera un poco más de tiempo.

Las gallinas se sorprendieron al escucharme entrar a su gallinero, no era


habitual que una persona entrara al atardecer.
—Shhh… —Las traté de silenciar—. Solo me escondo —indiqué como
si fueran capaces de entender mis palabras.
—No es un buen lugar para esconderse… —Una voz masculina provocó
un sobresalto en mi cuerpo. Busqué con la mirada al hombre. Su cuerpo
estaba recostado al fondo del gallinero, apoyando su espalda en la esquina
—. Me acabas de encontrar. —Su cabeza estaba entre sus rodillas.
—No lo estaba buscando —le aclaré en voz baja—, no debería dormir
aquí… mi señor —susurré lo último al observar el abrigo que cubría sus
hombros. Un abrigo similar al que Halstein poseía.
—¿Por qué? —preguntó en el momento en que levantaba su cabeza para
buscarme. Me quedé muda al ver sus ojos. Los ojos azules más claros que
había visto, eran tan claros que batallaban con la belleza azulada del cielo
—. ¿Por qué? —volvió a preguntar.
—Las gallinas pican —contesté bajando mi mirada, mostrando el respeto
hacia su estatus—. Es mejor quedarse con los cerdos… son más cálidos —
La risa del desconocido se presentó en el gallinero, provocando la agitación
de los animales.
—¿Cuál es su nombre?
—Revna, mi señor.
—La nueva cocinera de mi hermano —añadió con diversión en su voz.
—¿Hermano? No sabía que en Birka52 había más hijos de Ragnar —
murmuré incómoda. Él no era un hombre cualquiera. Su linaje descendía de
los propios dioses.
—Medio hermano. Levanta tu mirada, me gusta ver el rostro de una bella
mujer. —Alcé mi rostro al escuchar su orden. Aunque su voz no era dura,
sino extrañamente amable, e incluso dulce—. Ubbe Ragnarsson. Siéntate.
—Obedecí sus órdenes con rapidez, sentándome en la otra esquina del
gallinero. Estábamos de frente, pero con varios metros de diferencia y
separados por las gallinas—. No recurro con frecuencia a la casa comunal,
prefiero estar alejado —contestó revelando el porqué de mi ignorancia
sobre su presencia.
—Se parece a su hermano. —Y era la verdad. Su cabello rubio, rapado a
los lados y trenzado de la misma forma que el rey de Suecia le daba una
similitud con Bjorn. Aunque el rostro de este hombre era distinto, más
joven, con una piel blanca sin daños por el frío, ni arrugas presentes.
—La semilla de Ragnar es fuerte —murmuró el príncipe—. ¿Te
escondes de mi hermano? —preguntó. Asentí con la cabeza ante su
pregunta—. ¿Por qué?
—Quizás la princesa lo convenza de cortarme el cabello.
—Lo hará. Freydis tiene un gran poder en Bjorn. Supongo que es el
poder de ser la hija menor, y de ser la única que le queda a su lado —
comentó el hijo de Ragnar con confianza en sus palabras—. ¿Cómo te has
sentido en Birka? ¿Es la primera vez que estás aquí?
Me percaté de que su pregunta era sincera. Sus ojos demostraban
naturalidad, casi ingenuidad. Y con paciencia esperó mi respuesta, pero mi
cabeza no la podía formular. ¿Cómo me sentía?, me pregunté, y un leve
sentimiento de tristeza llegó a mi pecho.
—Estás triste. —Su voz denotaba comprensión—. Mejorará con el
tiempo. Te acostumbrarás.
—Hasta que me vuelvan a regalar. —Mi comentario salió con rapidez de
mi boca, como si fuese una serpiente tirando su veneno. Antes de que
alguno de los dos añadiésemos algo, la puerta del gallinero se abrió con
fuerza, provocando un sonido estremecedor.
—¡Aquí esta! —grito uno de ellos.
—El rey te busca —bramó uno de los lugartenientes de Bjorn, no
lograba recordar su nombre—. Es hora de cortarse el cabello.
—No, no, no —imploré.
Mis lágrimas empezaron a salir con rapidez, mientras trataba de
aferrarme a la madera del gallinero. Pero los hombres eran agresivos y no
estaban dispuestos a escuchar mi súplica. El rey dictaba la orden, y ellos
obedecían.
—Deténganse. —Quizás fue la palabra, la persona que la ordenaba, o el
tono de voz que empleó, pero los lugartenientes detuvieron sus
movimientos al percatarse la presencia de Ubbe Ragnarsson.
—El rey ha solicitado la presencia de la esclava.
—Yo la llevaré. —Observé cómo los hombres leales a Bjorn se miraron
confundidos—. Retírense… ahora. —Uno de ellos chasqueó su lengua con
disgusto para salir del gallinero con paso firme; el otro, simplemente, rio. Y,
con un movimiento fugaz, agarró mi pierna para arrastrarme por el suelo.
—Créeme, amigo, la usaré. —Ubbe Ragnarsson se había levantado del
suelo y sostenía su hacha entre sus manos, apuntando y casi rozando el
cuello del guerrero—. Suéltala.
—A Bjorn no le gustará. —Fue lo único que dijo el guerrero tras soltar
mi pierna y salir del gallinero.
—Toma. —El hacha de Ubbe Ragnarsson cambió de dirección para
apuntar a mi cuerpo.
—No lo quiero hacer —musité comprendiendo su intención.
—De todas formas, lo hará. No le des el placer.
Sabía que tenía razón. Mi pequeña libertad de tener el cabello como
cualquier mujer, sería arrebatada. Al menos debería hacerlo con mis propias
manos, sin permitir que aquel rey tuviera un poder ilimitado sobre mí.
Aunque aquello fuera una simple fantasía.
Al levantar mi mano, noté cómo temblaba. La tristeza que había sentido
hacía unos minutos atrás volvió con intensidad. Las lágrimas abundaban en
mis ojos, dificultando que cortara mi cabello con precisión, pero mis manos
fueron sustituidas por las de Ubbe. El hermano menor del rey se arrodilló a
mi lado, cortando los mechones de mi cabello hasta los hombros, como lo
dicta la ley.
—Volverá a crecer —susurró Ubbe al terminar su trabajo.
—Lo volverán a cortar —aclaré girando mi rostro para conectar mis ojos
con los de él. Él sonrió apenado por aquella verdad. Al tenerlo tan cerca,
observé con detalle su rostro. Un tatuaje recorría su lado derecho, desde su
ojo hasta su mentón. Runas nórdicas. Una de ellas representaba al dios
Freyr5354.
—Vamos. Bjorn debe estar furioso.
Ubbe sacó su abrigo para pasarlo por mis hombros. Una extraña
sensación de calidez suplantó la tristeza por el corte de mi cabello. En ese
momento, mi pelo no parecía importante ante el gesto cálido de Ubbe hacia
a mí, tratándome como a una mujer libre.
Caminamos uno al lado del otro en silencio, sintiendo el frío que
congelaba mi rostro, pero, gracias a los dioses y al hombre que iba a mi
lado, mi cuerpo permaneció tibio.
El rey me esperaba, con su ceño fruncido y una copa de hidromiel en sus
manos. Ambos caminamos sin separarnos, Ubbe con una sonrisa, y yo con
mi cabello cortado en mis manos.
—Quédate con el abrigo, te queda mejor a ti —opinó Ubbe sin apartar la
mirada de su hermano mayor.
—Sirve la comida —ordenó el rey de Suecia sin mirarme. Sus manos
habían viajado al jarro de hidromiel para servirle a su pequeño hermano.
—Gracias, mi señor —agradecí girando mi cuerpo completo hacia Ubbe
para realizar una pequeña reverencia. Luego, moví mis pies con rapidez
para dirigirme a la fogata, en la cual Kaysa y Eivor trabajaban.
—Te queda horrible… —murmuró Eivor observando con atención mi
nuevo corte.
—Debemos arreglarlo —dijo Kaysa tocando las puntas de mi cabello.
Y mi primera risa silenciosa en Birka se presentó, aliviando mi pena.
Ansuz

Loki55 dijo:
“¡Calla, Idun! De todas las mujeres
eres la más libertina,
pues enlazaste en tus brazos bellamente lavados
al matador de tu hermano”.

Lokasenna

Caminé por el solitario mercado de Birka con una antorcha en las manos,
alumbrando el camino oscuro de la ciudad. No era solo el mercado el que
estaba vacía, las calles también lo estaban.
Y el portón de la ciudad estaba sin vigilancia.
—Has tardado —reclamó Kaysa mientras me colocaba a su lado en
medio del blot.
—Aún no estaba listo el banquete. —Mis pies se colocaron de puntillas
para tratar de observar el sacrificio, pero la multitud dificultaba nuestra
visión. Los esclavos permanecían detrás de las mujeres y hombres libres—.
¿Cuál es el objetivo de asistir? Si no puedo ver nada…
—Siempre ha sido así —señaló Kaysa confundida.
—Para mí no.
Mi mente viajó a Kaupang56, donde seguramente también se estaba
celebrando Ostara57, comiendo manzanas durante el día, celebrando a la
diosa Iðunn. Pero en esa ciudad mi cuerpo estaba delante, al lado de mi
jarl58, esperando que el banquete terminara para celebrarlo en la cama.
La llegada de Ostara59 para Suecia y Noruega significaba una cosa: vida.
Vida que era alimentada por el sol, que empezaba aparecer todos los días
desde la partida de Skammdegí.
—A veces no es necesario ver, solo escuchar —murmuró Eivor
posicionando su cuerpo al lado del mío. Giré mi cabeza para observar el
rostro de la vieja esclava, la cual tenía los ojos cerrados, al parecer, para
disfrutar del canto de la völva60. Aunque no era capaz de escuchar con
detalle sus frases, la melodía era seductora.
Eivor tenía razón, no era necesario ver para saber qué sucedía a varios
pasos de nosotras.
—Nosotros, que nos quedamos en casa mientras nuestros vikingos
luchan en tierras lejanas. Alabado sea Freyr, dios de la abundancia. Te
alabamos en el campo con los frutos de nuestros cultivos. ¡Alabado sea el
dios Freyr! —El canto cesó y fue el momento en que el hofgoði clavaba el
puñal sagrado en el cuello del caballo. Imaginé cómo la sangre manchó el
altar de un color rojo intenso, aunque el hofgoði tratara de que cayera en
recipiente, el líquido desbordaba por los lados, cayendo al suelo. E imaginé
ser la primera en ser tocada por el sacerdote con la sangre del animal, un
derecho que solo obtenía la realeza—. ¡POR FREYR, POR FREYR! —
gritaba el sacerdote con euforia. Y el canto fue copiado por todos los
presentes en el bosque.
—¡Por Freyr! —El grito salía de las bocas de cada hombre y mujer sin
ninguna distinción. No existían los jarl61, kral, ni thrall62. En ese momento,
el pueblo de Birka era uno solo.

Sé que debía caminar con paso rápido. Debía llegar a la casa comunal a
servir el banquete, pero la tranquilidad del bosque, las pequeñas antorchas
que iluminaban el camino y la luna mostrando su rostro entregaban una
imagen que no quería dejar de ver.
—Es una linda noche. —La voz de un hombre eliminó la tranquilidad
que trataba de mantener. Pero la intranquilidad era bella. La imagen de
Ubbe Ragnarsson se presentó en mi visión con una gran sonrisa.
—Mi príncipe. —Realicé una reverencia en su dirección para luego bajar
la mirada por su presencia.
—No es necesaria la reverencia, ni el título. —Escuchaba los crujidos de
las ramas quebrándose por el andar del príncipe hasta que sus pasos se
detuvieron frente a mí. Observé sus botas de cuero negro, pero su mano
agarró mi barbilla, obligándome a levantar mi rostro—. Y no es necesario
que baje su mirada al estar conmigo.
—Entiendo, señor, trataré de recordarlo. —Fue lo único que mi boca
pudo soltar por el nerviosismo de tener el cuerpo del príncipe tan cerca de
mí.
—Tenía razón. Aquel abrigo le queda mejor a usted. —Logré sentir
cómo mis mejillas se calentaron por sus palabras—. Se ha sonrojado.
—Debo irme, señor. —Moví mis pies para esquivar el cuerpo de Ubbe
Ragnarsson.
—No tenías tantas ganas de llegar a la casa comunal unos instantes atrás
—acertó el príncipe caminando para llegar a mi lado—. Creo que no he
hecho nada para ahuyentarla.
—Por supuesto que no, señor, solo debo ir a la casa comunal. Si el rey o
la señora Freydis me necesitan…
—Bjorn debe estar borracho tratando de penetrar a Gerda. —No me
sorprendieron sus vulgares palabras o su interrupción. La sorpresa estaba en
que conocía el nombre de la favorita del Rey—. Y Freydis… no debes
preocuparte por ella.
—Es de ella de quien más me preocupo. —Fue inevitable recordar a la
culpable de que mi larga y ondulada cabellera desapareciera.
—Su poder tiene relevancia gracias a Bjorn.
—Es la huesfreyja…
—Le das demasiada relevancia al poder de una huesfreyja. —
Interrumpió mi oración dando un paso hacia a mí, pero, en respuesta, di un
paso atrás.
—Debo irme, mi señor. —Mis pies se movieron nuevamente para
esquivar al príncipe de Birka63.
—¿Me temes? —Su pregunta me sorprendió al punto de que mis pies se
detuvieron para buscar su mirada. Sus ojos denotaban confusión.
—No todas las mujeres… —Callé. Cerré mi boca con fuerza tratando de
contener la rapidez de mi lengua.
—¿No todas las mujeres caen a mis pies? —Su mirada ya no denotaba
confusión. La diversión dominó la expresión de su rostro.
—Lo siento, mi señor, perdóneme por mi imprudencia.
—Me encanta la imprudencia —recalcó el príncipe de Birka dando los
pasos que faltaban para que nuestros cuerpos quedaran casi pegados—,
podría escuchar a su boca murmurar imprudencias toda la noche.
Su mirada, su desplazamiento y su voz eran seductoras. No escondía sus
intenciones, era libre de querer mostrar lo que quisiera sin disculpa ni
remordimiento.
—Debería buscar a otra esclava para entretenerse, mi señor… Le
pertenezco a su hermano, no a usted. —Mi boca volvió a actuar sin pensar.
—¿Por qué crees que quiero esa clase de entretenimiento? —insinuó el
príncipe de Birka alzando su ceja mientras su rostro se acercaba
peligrosamente al mío.
—Tiene mirada de seducción —confesé sin importar las consecuencias
por mis palabras—. Mi antiguo amo la tenía, puedo reconocerla. Todo les
causa diversión y placer, y aún más al estar entre las piernas…
—De una bella mujer —completó mi oración sin quitar esa coqueta
sonrisa de su rostro, dando un paso atrás—. Sabes de todo, deberías ser una
völva64 —precisó Ubbe con burla en su voz—. Vamos, te acompaño a la
casa comunal. —Ubbe Ragnarsson no esperó una respuesta de mi parte,
emprendió camino a paso lento—. Vamos. —Su cabeza giró hacia atrás
para ordenar que moviera mis pies en su dirección. Y, como una buena
thrall65, obedecí su orden.
—Mi señor. —Me atreví a abrir la boca para interrumpir el silencio que
se había creado entre nosotros. Detuve mi oración en el momento en que un
suspiro salió de mi boca—No quiero problemas con usted, ni con el rey.
—No lo tendrás, solo quiero ser su amigo.
—¿Amigo?
—Si quisiera llevarle la cama no tendría que suplicarle, ya estaría en el
pasto por voluntad propia.
—Oh.
Fue lo único que susurró mi boca.

El banquete había comenzado sin esperar mi magia. Los platos de comida


se movían de un lado a otro por diferentes manos. El olor a comida se
mezclaba con el hidromiel especiado, y el bjorr66, la bebida especial para
banquetes y fiestas.
Empecé a moverme entre la gente para encontrar mi lugar, pero la fogata
estaba ocupada por los vikingos, quienes devoraban los últimos rastros de
comida que había guardado para los esclavos.
—¿Dónde estabas? —El agarre de Kaysa en mi brazo desvió mi atención
de aquellos temibles guerreros.
—Caminando.
—Agradece a los dioses que el rey no se percató de tu ausencia. —De
forma inmediata, mis ojos empezaron a buscar el cuerpo de Bjorn Ironside,
pero la multitud impedía que resaltara—. Vamos, ayúdame a buscar más
hidromiel.
Kaysa no suavizó su agarre en todo el camino, y gracias a ello mi cuerpo
no quedó atrás. Creo que el pueblo completo estaba en la casa comunal.
Algunos cantaban, otros bailaban alrededor del fuego, y los demás comían,
bebían o reían sin importar que era casi imposible moverse con libertad.
Antes de que nuestro cuerpo desapareciera por la puerta trasera, la imagen
del rey con Gerda llegó a perturbar mi visión, provocando que detuviera
mis pasos. Ironside estaba detrás de su trono, junto a Gerda, pero la bella
esclava estaba arrodillada frente a su cuerpo, moviendo su cabeza de atrás
para adelante. Mi visión no era clara, pero podía reconocer con facilidad el
rostro del rey, el cual elevaba la cabeza con los ojos cerrados.
—No lo mires, al rey no le gusta —añadió Kaysa al percatarse a dónde
se dirigían mis ojos.
—Están en el salón —puntualicé confundida por la orden de mi amiga
—, si quisiera privacidad, no estarían aquí, follando frente a todo el pueblo.
—¿Alguien está mirando? —Su pregunta alentó mi curiosidad, por lo
que mis ojos empezaron a viajar por todo el salón. Ninguno de los
ciudadanos estaba atento a los movimientos del rey. A nadie le interesaba lo
que sucedía detrás del trono de Bjorn. Mis ojos volvieron a la figura del
primogénito de Ragnar Lodbrok, pero, esta vez, la mirada del rey no estaba
hacia arriba, sus ojos estaban conectados a los míos.
Los pies de Kaysa siguieron el camino, llevándome con ella y quebrando
la conexión de mi mirada con la del rey.
—Debería ayudar… —musité molesta, moviendo el barril de hidromiel
con la ayuda de Kaysa. Ambas emitíamos quejidos de esfuerzo.
—Ella ayuda de otra forma.
—Eso no es ayudar, tener una polla en la boca no es ayudar.
—Revna —Kaysa detuvo los movimientos para abrir su boca en busca
de aire—, créeme que Gerda nos hace un favor. El humor del rey es…
cambiante como las estaciones. Es preferible que se entretenga con Gerda a
que descargue sus frustraciones en nosotros.
—Lo que tú digas.
El barril de hidromiel se alejó de nuestras manos en el momento en que
ingresamos en la casa comunal. Nuestras manos fueron sustituidas por los
vikingos, que vitorearon de alegría al vernos.
—No te alejes del comedor, después de la fiesta comenzará el þing. —
Fue lo último que mencionó la boca de Kaysa antes de desaparecer entre la
multitud.
La casa comunal empezó a disminuir la cantidad de habitantes de un
momento a otro. Observé cómo la gente desaparecía de la casa con una gran
sonrisa en su rostro, y con vasos de hidromiel en sus manos. Ahí sentada,
alrededor del fuego, preparando más carnes para el banquete, iba a
presenciar por primera vez un þing liderado por el rey de Suecia.
—Amiga. —El susurro del príncipe llamó mi atención mientras el rey se
levantaba de su trono con su copa alzada—. No tuve la oportunidad de
probar su carne, ¿me podría dar un pedazo?
No sé si fue el susurro, o que mi cabeza estaba a la altura de su cintura,
clavando mis ojos en su virilidad, que estaba tapada por sus vestimentas.
Pero mi mente empezó a crear escenarios comprometedores que trataba de
evitar.
—¿Puedo? —Su pregunta provocó que levantara mi cabeza para clavar
esta vez mis ojos en los suyos. Sus iris claros, seductores, por supuesto,
provocaron que una corriente recorriera mi espalda y que mi cuerpo se
estremeciera.
—Mi carne es suya —clamé sin pensar en el poder de esas palabras.
Una amplia sonrisa se posó en el rostro de Ubbe, y sus ojos seductores
cambiaron a divertidos. No pude evitar imitar su gesto.
—¡Vikingos! —El grito del rey llamó la atención de ambos, que
llevamos nuestras miradas al cuerpo de Bjorn Ragnarsson, quien se posaba
en mitad de la casa comunal—. Ostara67 ha llegado, y con ello nuevas
expediciones.
Los gritos de los vikingos eran eufóricos, exaltados, aunque no supe si
era por el hidromiel o por la emoción de una nueva aventura.
—¡Somos vikingos! ¡Somos viajeros! ¡Somos saqueadores! —gritó el
rey de Suecia palmeando los hombros de sus guerreros mientras cada uno
de ellos asentían con sus cabezas ante las palabras de Bjorn—. Es el
momento de enriquecer nuestro pueblo, nuestras familias y sus bolsillos.
—¡Inglaterra!
—¡Francia!
—¡Noruega!
Distintos guerreros empezaron a mencionar los países que deseaban
saquear, pero solo el nombramiento de mi país de procedencia provocó que
frunciera el ceño, preocupada por un posible ataque a la ciudad de mi
familia.
—No atacará Noruega —señaló el príncipe, que permaneció a mi lado,
aun esperando pacientemente a que mis manos realizaran su pedido—, tiene
otro objetivo.
No lograba formular la pregunta en mi cabeza, porque la respuesta del
príncipe Ubbe se presentó antes.
—Nuestro objetivo es mayor, mucho más grande que Noruega. —Las
palabras del rey me confirmaron la sinceridad del príncipe—. Nuestro país
ha crecido de todas las formas, desde nuestros cofres hasta el número de
habitantes. Empezaremos esta asamblea en la que se probará a nuevos
vikingos. Niños que quieran ser nombrados, desde hoy, hombres. Pero
primero deberán probar su valía como saqueadores para unirse a nuestras
fuerzas.
Aullidos de lobos se presentaron en el salón comunal al finalizar el
discurso del rey.
—Algunos niños han decidido seguir el camino de Odín68, pero Antes de
que estos hombres prueben su valor. —El rey detuvo el movimiento de su
boca por unos segundos para beber el contenido del vaso—. He decidido
hacer dos rutas de saqueos. Al norte y al este. Dos rutas, dos grupos para
mostrar al mundo que la fuerza vikinga no ha desaparecido.
—El último gran saqueo de Bjorn fue en el Mediterráneo. —La voz del
príncipe se volvió a presentar esta vez cerca de mi oído—. ¿Sabe de esa
gran hazaña de su rey?
—Sí…
La gran travesía del rey Bjorn Ironside en el mediterráneo ocurrió cuatro
fiestas de Ostara69 atrás.
—Ran casi se lo lleva a su reino.
La mano del príncipe se movió cerca de mi cuerpo con un puñal entre
sus dedos. Casi un grito sale de mi boca al pensar que la parte filosa se
clavaría en mi cintura, pero el movimiento se dirigió al caldero para sacar
un pedazo de carne de cerdo.
—Desde ese momento, Bjorn no ha vuelto a pisar un drakkar70 —añadió
el príncipe.
Los gritos empezaron a aumentar de volumen. Algo que salió de la boca
del rey transmitió alegría a todos, algo que no escuché por las palabras del
príncipe en mi oído.
—Mi hermano dirigirá la expedición al norte. —Eso sí lo escuché a la
perfección, pensé en aplaudir al ser contagiada por la alegría de los
vikingos, pero Ubbe detuvo la felicidad de los hombres.
—Este año no viajaré.
La boca del príncipe se movió por las palabras y por los mordiscos a la
carne de cerdo. Y las miradas de los vikingos y del rey se movieron en su
dirección, y en la mía.
El semblante del príncipe Ubbe era pasivo, su hombro tocaba el mío con
familiaridad, y no se movió al sentir cómo los ojos de los presentes en el
þing se clavaban en él.
—He decidido este año quedarme. Mi objetivo no es saquear.
—¿Te dedicarás al campo, hermano? —La pregunta del rey provocó la
risa de los vikingos, quienes encontraban que dedicarse al campo era una
pérdida de tiempo en Nóttleysa71.
—Mis hombres son tuyos, pero esta vez Olaf los dirigirá. —Desconocía
aquel nombre, pero algunos vikingos celebraron aquella decisión por parte
de Ubbe.
—¿Y qué harás? —El cuerpo del rey se fue moviendo entre la multitud
para llegar al frente del fuego, donde su hermano y yo estábamos
cómodamente sentados uno al lado del otro.
—Tiene a la mejor cocinera de Midgard72, ¿qué cree que haré?
¿Por qué debía pronunciar mi profesión en esta conversación? La mirada
del rey cambió de destino y viajó a mi cuerpo, que aún se mantenía estoico,
sin asimilar que aquellas palabras y la cercanía por parte del príncipe me
comprometían. No pude moverme, ni alejarme del problema.
—¡Comer! —dictó el príncipe Ubbe alzando la voz al igual que su
cuerpo.
Las risas por parte de los vikingos no tardaron en llegar. Al igual que la
risa del rey y del príncipe. Los hermanos, por un momento, se acercaron
para murmurar algo, nadie lo escuchó, pero fue por el movimiento que
realizó el rey, por lo que entendí que el príncipe se quedaría durante esta
estación en Birka73.
—Traigan al verdoso —ordenó el rey a algunos de sus lugartenientes que
siempre rondaban alrededor de él.
Observé cómo algunos niños daban un paso adelante, al centro del salón,
con una sonrisa en sus rostros. Y los guerreros palmeaban los hombros de
estos barns con fuerza.
—Vamos, ven. —La voz de Eivor suplanto la del príncipe en mi oído—.
Debemos irnos, vamos.
Eivor agarró con firmeza mi brazo para sacarme del salón con paso
apresurado, y no era la única. Gerda se unió a nuestro movimiento de salir
por la puerta trasera.
—Traigan al esclavo. —Escuché la voz del rey de Suecia. Su voz se
pronunció con fuerza, y las puertas del salón se abrieron con un fuerte
movimiento.
—¿Qué sucede? —pregunté tratando de aferrar mis piernas al suelo para
impedir que Eivor siguiera moviendo mi cuerpo.
—La prueba.
El murmullo de Eivor llegó en el momento en que el cuerpo de Aren se
presentó ante mi visión. El esclavo sajón lloraba, una lágrima tras otra caía
por sus ojos, provocando que los vikingos rieran.
—Si no quieres ser parte de la prueba, ven.
En el momento en que obligaron a Aren arrodillarse, mi mente
comprendió la prueba que los niños debían superar para convertirse en un
vikingo.
La llegada de Ostara74 para los thrall75s de Suecia significaba la muerte.
Raido

Estoy afligido
pues cerca está ya Hel, la diosa de los hombres muertos;
más con alegría, y aun con deseo,
y ya sin miedo, aguardaré la muerte.

Poema Sonatorrek

El dagveror 76era la primera comida del día de los nórdicos. El primer


alimento que debía preparar antes de que el sol resplandeciera con sus
primeros rayos. Era la primera esclava en levantarme, y la última en irme a
dormir. Siempre pendiente de la comida del rey.
Él se había acostumbrado a la primera comida que preparaba. Y lo sabía,
porque solicitaba aquel plato todos los días. Antes de que su orden llegara,
mis manos empezaban a moverse. Siempre la acompañaba por un vaso de
hidromiel en sus manos. Yo preparaba ambas cosas.
—¿Qué ha sucedido con el príncipe Ubbe? —me pregunto Kaysa al
momento que entraba a la despensa. Mis manos detienen el movimiento de
revolver la cuchara en el caldero. Había creado una pequeña cocina
especialmente dedicada a la preparación del hidromiel.
—¿Qué? ¿Por qué? —Mi corazón se sobresaltó al escuchar el nombre
del príncipe en la boca de Kaysa, aunque aquel primer y único encuentro
haya sucedido hace unos días atrás.
—Ubbe ha visitado todos los días al Rey desde… que te conoció —
añadió Kaysa dejando la bandeja de plata en la mesa—, y él jamás visitaba
a su hermano con regularidad.
—No sucedió nada —le aclaré volviendo a revolver con una cuchara la
preparación del hidromiel en la olla—, solo fue amable.
—¿Estás segura?
—Totalmente segura —conteste sin apartar mi mirada de la olla, la cual
empezaba a hervir—, entrégame las cerezas por favor.
—Al Rey no le agradara si entras a la cama de su hermano —recalcó
Kaysa entregando las cerezas aplastadas en mis manos.
—Si el príncipe se fijará en algunas de las esclavas de su hermano…—
Tire las cerezas al caldero —. No sería yo. Gerda es mucho más hermosa.
—El príncipe podría tener a la mujer que quisiera, Ubbe es un hombre
agradable y amable con todos. Distinto a todos los hijos de Ragnar. —El
suspiro de Kaysa me declaró que no era la única que se sentía especial con
el príncipe—. Su madre era esclava hasta que Ragnar le dio la libertad, pero
es un jarl77 por naturaleza —aclaró—, no tenemos similitud con él. Se crio
con riqueza, y con el peso de ser hijo de Ragnar.
—Pero me miró de una forma…—confesé mientras observaba el líquido
del caldero. Un suspiro sale de mi boca.
—Cómo mira a todas —aclaro Kaysa con rapidez—. Tratará de
seducirte, de llevarte a la cama. Es su forma de entretenerse. Y debes
negarte. Le perteneces al Rey, no al príncipe. Debes recordarlo.
—Lo recuerdo. —Despegué mi mirada del caldero para sacar la espuma
que se había formado—, todos los días
—No caigas en sus brazos. Ubbe no debe tocar nada de la propiedad del
rey.
—Repito; si el príncipe se fijará en algunas de las esclavas de su
hermano…
—Lo sé, sería Gerda —apuntó interrumpiendo mis palabras—, pero no
está de más la advertencia. Las mujeres suelen caer con facilidad con el
príncipe.
—No puedo adivinar por qué —comenté con ironía provocando la risa
de mi nueva amiga.
—Ubbe es similar a su padre a su edad. —La risa de Kaysa se apagó al
momento que sus ojos se pierden por la habitación—, tan solo era una niña
cuando gobernó Ragnar. Me crie en esta casa al lado de Bjorn. Y te puedo
asegurar que el Rey en su juventud superaba la belleza del príncipe.
—Las guerras y las pérdidas tienen su efecto.
El rostro y el cuerpo del rey denotan el pasar de los años.
—Lo tienen. —Kaysa retomó el camino que retomó para volver al salón
principal, pero se detuvo antes de desaparecer—. Entrometerte con el
príncipe no te dará la libertad.
—¿No es objetivo de cada esclavo obtener su libertad? —pregunte.
—Solo de los valientes.
—Solo es un sueño Kaysa —musite volviendo a girar mi cuerpo para
volver al trabajo—. Si Halstein no fue capaz de darme aquello, nadie me lo
dará.
—Acepta tu esclavitud, y a tu rey. Aseguraras que sigas con vida.
Escuché como los pies de Kaysa se alejaban de la cocina dejándome en
soledad.
—Esto no es vida…—susurré moviendo la cuchara del caldero
realizando el procedimiento que he realizado centenares de veces.

Nattveror 78era la comida final del día de nuestro pueblo. Era la que se
esperaba con ansias después de un día arduo de trabajo. Y la que preparaba
con esmero y dedicación. En medio del salón principal estaba la fogata que
jamás se apagaba, la que mantenía el lugar cálido y acogedor.
—A mi padre le gusta sin espinas —comentó Freydis caminando
alrededor de la fogata, como lo hacía todas las tardes supervisando a los
esclavos de su padre.
—Sí, señora —musité abriendo el salmón que estaba en mis manos sin
mirarlo. No sabía qué odiaba más, si su voz aguda, o el tintineo de las llaves
en su cintura.
—Y no olvides la cebolla, como ayer —bramó la hija menor del rey con
voz dura—. Debí castigarte, pero eres nueva, he de suponer que a tu antiguo
amo no le gustaban las cebollas.
—Así es, señora —musité nuevamente sacando las espinas con cuidado,
palpando la carne del salmón con lentitud—. Lamento mi error de ayer —
repetí por cuarta vez mis disculpas.
—¿No crees que es mucho mejor? —preguntó. Fruncí el ceño al
escucharla, entendía sus palabras, pero su cuerpo esbelto se acercó al mío
para levantar su mano y, con las yemas de sus dedos, tocar mi cabello corto
ondulado—. ¿No crees que es más cómodo?
—Entonces, debería cortarlo para su comodidad. —Mis palabras salieron
con rapidez, como lo hace una flecha en las manos del mejor arquero.
No hubo movimiento por su parte. Mis manos continuaron sacando cada
espina del salmón.
Las puertas del salón se abrieron con fuerza y, sin necesidad de girar mi
cuerpo, supe al instante que el rey había llegado. Y, con la presencia del
padre de Freydis, la princesa retiró su mano de mi cabello. Me levanté para
realizar una reverencia ante el rey, pero antes de ello, algo me empujó,
desequilibrando mi cuerpo. Solté el pescado de mis manos, tratando de
llevarlas al suelo para detener la caída, pero no evité que mi trasero chocara
con fuerza contra la madera del piso.
No emití sonido alguno.
—Por Odín79, ¿qué sucede contigo, Freydis? —Para mi sorpresa, no fue
el rey quien realizó aquella pregunta, la voz de Ubbe Ragarsson apareció en
el salón y su figura en mi campo de visión.
El dolor desapareció en el momento en que mis ojos se conectaron a los
suyos. Unos ojos que expresaban preocupación.
—No la levantes —bramó la hija de Bjorn—. Está en el lugar en que
debe estar, en el suelo.
La mano del príncipe se preocupó de quitar los restos de pescado que
cayeron en mi rostro y mi cuerpo.
—Déjala, Freydis. —Identifiqué la cansada voz del rey. Pero la princesa
no quiso obedecer, porque mientras Ubbe me extendió su mano, otro grito
salió de su boca.
—No la muevas.
—No sigo órdenes tuyas, sobrina.
Dudé en aceptar el gesto del príncipe, pero realmente quería tocarlo
nuevamente, aunque no fuese la mejor situación. Su tacto era firme.
Y, con un movimiento rápido, me levantó del suelo, quedando cerca de
su cálido cuerpo, que era capaz de transmitir ese calor a pesar de esas capas
de piel.
—¿Estás bien? —susurró buscando con su mirada alguna herida en mi
cuerpo.
—Sí…
—¡Me insultó! —gritó Freydis.
Sospeché que la princesa estaba cerca al escuchar su voz, pero el
príncipe, con un movimiento veloz, se puso delante de mí, obstaculizando
mi visión a la princesa.
—¡FREYDIS! —El grito, un gran grito proveniente de un rey, me asustó.
Pero mi cuerpo se relajó al percatarme de que tenía nombre, y no era el mío.
—Papá…
—Esta noche quiero comida, bebida y música. No me la arruines con
estupideces. —Escuché sus palabras, pero no presté atención, estaba tan
cerca del cuerpo del príncipe que mis pezones estaban a punto de tocar su
abrigo—. Cocinera, prepara el banquete.
Y, al escuchar mi sobrenombre, mi cuerpo simplemente voló.

El salón principal de la casa comunal empezó a llenarse con los habitantes


de Birka80 en el banquete que el rey ordenó.
La música resonaba con fuerza, impidiendo que los presentes se
comunicaran con normalidad. Solo hicieron falta unos instantes para que los
gritos resaltasen por encima de la música, ante la alegría de compartir con
un vaso de hidromiel en sus manos.
El calor del salón se empezó a volver insoportable, y mi trabajo de
cocinar en la fogata no aliviaba el ardor que recorría mi cuerpo, hasta tal
punto que era incapaz de divisar que estaba cerca de Muspelheim81.
Además, la mirada de Freydis no dejó que trabajara con tranquilidad. Me
equivocaba en cada acción que realizaba, nerviosa ante cualquier
movimiento de la princesa. Y nerviosa por si de mi boca salía otro insulto
hacia ella.
—¿Estás bien? —Aquella pregunta no era frecuente escucharla dirigida a
un thrall82, pero el príncipe Ubbe la empleaba con regularidad.
Su cuerpo se acercó a la fogata donde preparaba la carne de cabra asada,
mientras el pescado hervía en el caldero.
—Sí —contesté girando mi cabeza con rapidez para conectar mi mirada
con sus grandes ojos azules—, gracias por ayudarme, de nuevo. —Una
sonrisa se extendió por su rostro al escucharme.
—Cuando quieras. —Esta vez, la sonrisa se extendió en mi cara—. ¿Qué
sucedió con Freydis?
—El error fue mío…
—¿Qué? —interrumpió mi confesión acercando con rapidez su rostro al
mío—. No te escucho…
Y callé.
Un ardor se presentó en mi cuerpo, mucho más intenso que el de la
fogata. Y estaba segura de que era mucho más potente que vivir en
Muspelheim83. La intensidad del calor se posaba en mis mejillas, estaba
segura de que me estaba convirtiéndome en la esposa de Surt84.
—No tengas miedo —murmuró el príncipe, alejándose para observar mis
ojos.
—Yo… yo —titubeé nerviosa—, debo seguir trabajando. —Y me alejé
de la fogata, como si mi trabajo no estuviera en aquel lugar.
El banquete finalizó en el momento en que los gritos de Gerda
interrumpieron la música. Provenían de la habitación del rey. Gerda salió
por la puerta trasera con sangre en su rostro.
Kaysa, con rapidez, se acercó a la joven esclava tratando de limpiar su
rostro. Denotaba preocupación por la joven, pero era la única. Nadie más
manifestó aquel sentimiento.
Los habitantes volvieron a tocar música sin importarles la salud de la
esclava, porque para ellos no éramos personas. Solo propiedades del rey
que él puede amar y dañar a su antojo.
Pero si les importó cuando el rey Bjorn salió de su habitación con su
rostro rojo de furia, desnudo y con su espada en la mano. Estaba dispuesto a
matar a quienes se entrometieran en su camino.
Su rostro era salvaje, y dudé de las palabras de Kaysa sobre que aquel
hijo de Ragnar fuera más atractivo que el príncipe Ubbe.
—Ve a curarla —indiqué acercándome a Kaysa.
Gerda estaba derramando un charco de sangre en el suelo.
—No te dejaré sola con…
—No queremos una mancha de sangre en el suelo —interrumpí
observando cómo el líquido salía de la nariz de la bella Gerda—. Vete. —
Kaysa dudó unos momentos, pero el grito del rey logró que agarrara a la
esclava favorita de Bjorn por los hombros y escaparan juntas por el salón.
No observé al rey, ni escuché sus gritos de furia, ni su ataque de cólera al
tirar las mesas y las sillas.
No debí repartir el bjorr85 especiado, aquella bebida tenía un efecto
mayor.
Ni siquiera había colocado el trapo en la mancha de sangre cuando el rey
se fijó en mí. Su cuerpo desnudo se movió con rapidez para llegar hasta mí
y apuntarme con la espada. El filo tocó mi cuello.
Mi cuerpo no se movió, mis ojos no se despegaron de su rostro y mi boca
no dictó palabra alguna en busca de misericordia.
—¿No tienes miedo? —preguntó sin dejar de apoyar el filo de su espada
en mi cuello.
—¿De qué? —pregunté sin bajar la mirada.
—De morir.
—A nadie le importó el dolor de Gerda, a nadie le importa lo que siente
o piensa un thrall86. Preferiría la muerte, al menos Hela 87me daría la
bienvenida.
—Si quieres morir, solo debes pedirlo.
Y no cerré los ojos, quería ver el rostro de la muerte.
La espada del rey se movió con la intención de insertar la hoja afilada en
alguna parte de mí. No fue solo su cuerpo lo que se movió, su rostro mostró
una sonrisa siniestra. Disfrutaba la muerte y el dolor de otros.
—No querrás enojar a Andhrimnir88. —La voz del hijo menor de Ragnar
Lodbrok nos sorprendió a ambos. Y ambos lo buscamos.
Ubbe Ragnarsson estaba apoyado en unos de los pilares con un puñal
entre sus manos, y acariciaba su punta con las yemas de sus dedos.
—Su familia proviene del Andhrimnir89, tal como nosotros provenimos
de Odín.
La espada del rey detuvo su movimiento para apuntar en la dirección del
príncipe.
—Un dios no elegiría a una esclava —dijo el rey.
—Su abuela no era esclava cuando obtuvo el don.
No sé quién de los dos era el más sorprendido, si el rey o yo.
—Revna. —La boca de Ubbe dictó mi nombre con suavidad—. Ve a
dormir. —Su mirada me reflejó que no iba aceptar negación de mi parte. Y
el rey estaba tan sorprendido por las palabras de su hermano que no
contradijo su orden.
Kano

Los hombres generosos y valientes


viven mejor y rara vez sufren;
pero el cobarde le teme a todo.

Proverbio Vikingo

Laugardagr90. Día de baño. Unas de las leyes incluían a cada uno de los
habitantes de un pueblo nórdico, icluso a nosotros, los esclavos. Pero aun
así se notaba la diferencia, los esclavos nos bañábamos en un lugar lejano al
de los hombres libres.
Todos juntos, hombres y mujeres, sin distinción y sin importar el pudor.
Aún no era invierno, así que los baños los realizábamos en un arroyo, el
más lejano de la ciudad y de sus habitantes.
—Debes bañarte con rapidez —me indicó Kaysa refregando su cuerpo
con el trapo que reservaba para estas ocasiones—, no debemos dejar la casa
sin esclavos.
—Lo sé.
Desde mi llegada a Birka, no había tenido un baño relajante como los
que disfrutaba en Kaupang91.
—El rey no está, y Freydis… es otra mujer cuando su padre se ausenta.
—Y, al decir “rey”, se presentó un llanto entre la docena de esclavas que
nos bañábamos. Empecé a buscar a la culpable de aquel sonido, y me
encontré a Gerda abrazando sus rodillas.
—¿Qué le sucede a la muchacha? —preguntó Eivor.
—Llora por el rey —señaló Kaysa.
—¿Está enfermo? —pregunté sorprendida. Desconocía su enfermedad.
—¿Qué? No, por supuesto que no —contestó Kaysa vistiéndose con
rapidez—. El rey no quiere estar con ella.
—No quiere estar con su nariz, querrá decir —apuntó el esclavo llamado
Hans, uno de los más jóvenes thrall92 del rey. Su intromisión provocó la
risa de los hombres, quienes estaban alrededor disfrutando de los rayos de
sol que caían en el arroyo.
Los sollozos de Gerda aumentaron de volumen, provocando que los
hombres dejaran de reírse y buscaran sus prendas para salir del agua. Aquel
sonido siempre incomodaba a los hombres.
—¿Te quedas con ella? Iré a casa. —Kaysa no espero una respuesta de
mi parte para caminar con rapidez por el bosque.
—¿Me decía a mí? —pregunté a las docenas de ojos azules que me
miraban, de mujeres de cabello rubio que terminaban de bañarse. Todas
ellas asintieron con sus cabezas.
El llanto de Gerda no cesaba. Y su cuerpo no se movía de aquel rincón.
—Gerda. —La llamé, pero no se inmutó al escuchar su nombre—.
Debemos irnos.
Estamos solas, ya se fueron todos.
—No quiero. No quiero moverme.
—Debemos trabajar.
—No quiero. —Dudé unos momentos si alejarme por el bosque o
quedarme para convencerla.
—¿Tanto lo amabas? —me atreví a preguntar. Era la única explicación
para su comportamiento infantil.
—¿Qué? —Gerda sacó su cabeza de las rodillas para buscar mi mirada.
Tardé unos segundos en volver a preguntar. Había perdido el favoritismo y
la belleza al mismo tiempo. Su nariz no volvió a su sitio anterior. Un hueso
sobresalía de su piel.
—¿Amas al rey? ¿Por eso sufres por su rechazo? —volví a preguntar.
—Por Odín93, ¿quién podría amar al rey? —preguntó riendo por sus
propias palabras. Al menos, mi pregunta provocó que su llanto terminara—.
¿Es esa la impresión que entrego? —Asentí con mi cabeza, confundida por
el cambio repentino de humor—. Lloro por perder mi belleza. Sin ella,
¿quién soy?
—La misma de siempre —contesté con tranquilidad, pero mi respuesta
provocó nuevamente su llanto—, no tardes en volver. Aun sigues siendo la
esclava del rey.
Moví mis pies con la intención de alejarme del arroyo, pero el grito de
Gerda impidió que siguiera mi camino.
—¿Puedo confiar en ti? —Me encogí de hombros sin saber qué
responder.
—Creo que sí.
Su cuerpo salió del agua para buscar sus prendas y vestirse con rapidez,
sin importarle su cuerpo ni su cabello húmedo.
El entusiasmo de la joven esclava por obtener mi confianza era notorio.
Una sonrisa se posó en su rostro, dejando atrás su manto de tristeza por
perder su belleza.
—Tengo un plan —confesó—, o tenía un plan —corrigió frunciendo su
ceño, confundida.
—¿Plan?
—Creo que sabes que el padre del rey liberó a la madre del príncipe
Ubbe. —Asentí con mi cabeza—. Buscaba embarazarme del rey —
murmuró Gerda.
Estábamos solas en aquel bosque, pero la esclava desconfiaba de los
alrededores. E incluso de los propios árboles, llevándome al centro de ellos.
—No era seguro que te diera la libertad —comenté. Admito que la
intención de Gerda era la misma que tuve con Halstein. Aunque mi cuerpo
se negó a engendrar un hijo, aquello no era un pase de libertad. Al menos,
no lo era para todas.
—Bjorn imita todo lo que hizo su padre —aclaró Gerda—, y no tiene
varones en su linaje. Los dos que tuvo fallecieron, el primero a los días, y el
segundo nada más nacer, llevándose consigo a su madre. Tuve la esperanza
de darle un hijo para obtener mi libertad.
Esa información me sorprendió. El plan de Gerda era perfecto.
—¿Cómo te acercaste al rey? —le pregunté interesada en su plan—. Es
muy distante, y parece que solo le gusta beber y comer.
—Creo que me parezco a su esposa, no lo sé con certeza.
Solté un suspiro lamentando una vez más mi cabello de color oscuro. El
rey jamás se fijaría en mí.
—Aún le puedes dar un hijo —sugerí observando detenidamente el
rostro de Gerda, el cual estaba herido, pero su intimidad y su vientre
estaban en perfectas condiciones.
—Él no me quiere a su lado. Ni siquiera me mira.
—Lo lamento.
—¿Lo haces? —me preguntó la joven esclava—. ¿Lo lamentas?
—La verdad, no —admití encogiendo mis hombros—. No siento nada.
Ni alegría ni tristeza por ti. Somos esclavas, y debemos seguir trabajando de
igual forma.
—Eres mala. —Gerda dio dos pasos hacia atrás, alejándose de mí.
—¿Mala? ¿Por decir la verdad? —Mis pies se movieron acortando la
distancia que Gerda provocó—. Ahora eres igual que todas nosotras.
Debemos irnos, hay trabajo esperándonos.
Mis pies se movieron para alejarme de ella.
—Te verías mejor con el cabello largo —gritó Gerda con rencor.
Al momento de alejarme de Gerda, mi cabeza empezó a crear un plan. El
rey deseaba un hijo varón, suponía que no deseaba esposa, ya que no estaba
en la búsqueda de ella. Debería existir alguna forma de acercarme a él, de la
misma forma que lo hice con Halstein.
Y tal vez los dioses me podrían dar la oportunidad de darle un hijo.
Quizás el momento no fue con mi antiguo conde. Quizás debía ser la madre
del futuro hijo del rey de Suecia. Quizás, tan solo quizás, podría obtener la
libertad que tanto había deseado.

El sol aún no se escondía cuando salí de la casa comunal en busca del


arroyo que utilizábamos para bañarnos. La ausencia de esclavos me entregó
el momento perfecto para idear un plan para acercarme al rey. Mis manos
trabajaban limpiando la ropa del rey, refregando una y otra vez con un jabón
que se guardaba solo para la ropa de la princesa y del rey. Mis manos y mi
mente trabajaban, la última buscando la forma adecuada para tener al rey
entre mis piernas. En primer lugar, debía buscar lejía94 para blanquear mi
cabello.
—¿Qué piensas? —La voz de Ubbe Ragnarsson interrumpió mis
pensamientos, logrando que mi cuerpo saltase del susto—. Lo siento, no era
mi intención asustarla. Detuve mis movimientos para buscar con mis ojos el
cuerpo del príncipe, quien estaba apoyando su espalda en un árbol
comiendo una apetitosa fruta. Y el plan en mi mente desapareció cuando
una sonrisa se posó en su rostro.
—Príncipe —saludé al hombre que estaba detrás de mí—, no he
encontrado el momento de agradecerle.
—No es necesario —indicó encogiendo sus hombros—, somos amigos.
Sonreí por sus palabras.
—Príncipe… —Tardé unos segundos en continuar—. ¿Cómo supo lo de
mi abuela? —Me atreví a preguntar, girando mi cabeza para observar su
cuerpo.
—Creo que no es un secreto que el don en la cocina es de familia. —La
voz de Ubbe Ragnarsson era confusa—. Y no hay necesidad de nombrar
mi título continuamente.
—¿Cómo supo que mi abuela fue una mujer libre? —Volví a preguntar
aun observando su cuerpo e ignorando su petición.
—No lo sabía —contestó Ubbe. La sorpresa en su voz me confirmó la
veracidad de sus palabras—. Simplemente, debía decir algo para detener a
Bjorn.
—¿Por qué querría detener al rey? —pregunté escapando de su mirada para
enfocar mis ojos en la ropa de la princesa.
—La hubiera matado.
Sé que el príncipe se acercó a mí porque escuché el crujido de las hojas
anduviera su paso.
—Lo sé —susurré aun frunciendo el ceño y deteniendo los movimientos
de mis manos mientras un suspiro salía de mi boca. Y supe que su cuerpo
estaba a mi lado, porque fui capaz de inhalar su aroma. Una mezcla de
sándalo con algo cítrico.
—¿Quiere morir? —El cuerpo de Ubbe estaba a mi lado y lo observé de
reojo. Su boca estaba abierta ligeramente por la sorpresa de mis palabras.
—¿Por qué no lo querría? —Mi respuesta lo descolocó. Y lo noté en su
mirada, en cómo sus ojos azules se abrieron por la dureza de mis palabras
—. Para nosotros, la muerte es el mejor destino.
—No sabes de lo que hablas —apuntó Ubbe Ragnarsson, eliminado la
sorpresa de su rostro—. La muerte… da miedo.
—No le temo. —Ahora fue mi turno de abrir los ojos por la impresión de
sus palabras—. Nuestros dioses nos han enseñado a no temerle.
—Son solo palabras, créeme que en medio de la batalla la muerte luce
aterradora.
—¿Es por eso que decidió quedarse?
—He estado a punto de morir tantas veces… —Su oración se detuvo
cuando su boca soltó un suspiro—. Llega un momento en que la muerte, el
sufrimiento y las pérdidas son insostenibles. Ni siquiera el mayor de los
tesoros se compara con vivir.
—¿No quiere volver a luchar?
—Quiero una familia. Una vida por la que luchar, un hijo al que enseñar
a defenderse. —Su boca se detuvo un momento para continuar nuevamente
—. Y una mujer valiente, dulce, quizás un poco imprudente y que sepa
cocinar como los dioses.
Mi corazón, mi débil corazón, empezó a latir con rapidez por las palabras
del príncipe.
Una reacción estúpida e infantil, pero que no pude evitar.
— Quiero todo eso antes de embarcarme a la muerte.
—Estoy segura de que encontrará a aquella princesa que tanto busca —
señalé volviendo mi mirada a mi trabajo.
—¿De qué huyes? —Noté impaciencia en su voz.
—No sé de qué habla, mi señor. —No volví a mirar sus ojos, aún era
capaz de escuchar los latidos de mi corazón en mi oído.
Estúpido y débil corazón.
—Huyes de mi mirada —precisó el príncipe mientras su mano se posaba
debajo de mi barbilla para obligar a que mis ojos se conectaran con los
suyos—. ¿De qué huyes?
—Príncipe… —Dudé en dictar las siguientes palabras, pero la
impaciencia de sus ojos me indicaba que me buscaría una y otra vez—.
Huyo de usted. De lo que podría lograr si me da su atención por unos
momentos.
—Solo lo he logrado que huya con mi atención, nada más.
—No quiero entrometerme con usted. No quiero caer a sus pies, y no
quiero enamorarme de usted.
Continué sin importarme su intromisión.
—¿Amor? —Su cuerpo se levantó de su posición—. ¿Quién habla de
amor?
—Es lo que logrará si sigue con ese plan. Soy una estúpida y débil
thrall95 —protesté tirando la ropa del rey a las rocas—. ¿Es que no ve lo
que causa? Quizás una mujer libre busque lo que usted desea, pero una
esclava solo quiere amor. El amor que le han negado durante toda su vida.
—Revna…
—Por favor, si usted no quiere que una esclava se enamore de usted,
déjeme en paz.
Debo trabajar. Vivo para trabajar.
Y la respuesta por parte del príncipe Ubbe Ragnarsson jamás llegó.

—¿Por qué has tardado? —La voz de Freydis fue lo primero que escuché
al entrar a la casa comunal. Y mis ojos, como respuesta, buscaron el suelo;
si le entregaba una sola mirada de altanería a la hija del rey, ella buscaría el
mejor de los castigos para mí.
—Princesa —saludé con una reverencia a donde creía que estaba su
cuerpo—, Gerda no se sentía muy bien. La he acompañado.
—No me interesa lo que le sucede a la prostituta de mi padre. Ella
recibirá su castigo por su ausencia —manifestó la princesa—, al igual que
tú, cocinera.
Por Odín, esperaba que aquel castigo quedara en el olvido. Después de
varios días de haberle soltado el veneno a la princesa, imaginaba que
Freydis decidió omitir mi imprudencia.
—Kaysa, Eivor. —La princesa dictó el nombre de las esclavas alzando
su voz, logrando que ambas llegaran junto a ella—. Llévenla al arroyo.
—Sí, señora —musitó Kaysa. Eivor se mantuvo callada a mi lado,
agarrando mi brazo con su mano.
—¿Dónde? —susurré, pero ninguna de las dos contestó mi pregunta—.
¿Qué sucederá?
—Si quieres que suceda rápido, debes gritar. No servirá de nada si te
guardas el dolor —indicó Eivor obligándome a caminar a su lado. Su mano
ejercía fuerza en mi brazo—. A la princesa le gusta el dolor de los demás.
La luz del sol cegó mi visión por unos momentos, impidiendo que viese
el camino que las esclavas me obligaban a recorrer.
—¿Dónde vamos? —pregunté nuevamente al percatarme de que
salíamos de los muros de la ciudad—. Kaysa, Eivor, por favor, necesito
saberlo.
—Recibirás latigazos —contestó Eivor.
—Lo siento, Revna—murmuró Kaysa—. Aprenderás a no ser
imprudente con la princesa.
Mi garganta quedó seca al ver la imagen del lugarteniente del rey. El
mismo guerrero que entró al gallinero para cortar mi cabello. Su estatura
cada vez se hacía más grande cuando mis pasos se acercaban a él. Y sus
ojos verdes brillaron aún más cuando las esclavas me posicionaron enfrente
suya.
—Cocinera —me saludó con una amplia sonrisa en su rostro. A la vez,
extendió su mano para mostrarme el látigo—. Te prometería que seré suave,
pero… —Observé sus movimientos atentamente. Guardó su látigo para
sacar una cuerda—. Estaría mintiendo.
Quise hablar, murmurar el nombre del lugarteniente, pero en ese
momento no lo recordaba. La cuerda que sacó el guerrero la pasó por mis
manos para amarrarme a la rama de un árbol. Mis ojos se quedaron quietos
en el tronco, ignorando la presencia de Eivor y Kaysa.
Esperaba que el lugarteniente rasgara mi vestido por la parte de atrás,
pues ese sería el aviso de que el castigo comenzaba, pero no sucedió. El
látigo llegó con sorpresa por primera vez.
Varios gritos salieron de mi boca cuando el azote llegó a mis costillas, y
varios gemidos de dolor se manifestaron cuando se retiró de mi espalda.
Grité, como me ordenó Eivor, esperando que el castigo terminase pronto. Y
lloré sin poder evitarlo, y manifesté mi dolor de una y otra forma, tratando
de que el lugarteniente se compadeciera de mi dolor. Pero de nada sirvió. El
látigo llegó a mi espalda una y otra vez durante un largo tiempo. O eso fue
lo que sintieron mi cabeza y mi cuerpo.
—¿No crees que es mucho mejor el cabello corto? —El cuerpo de la
princesa se posicionó detrás del mío, susurrando en mi oreja—. ¿No crees
que es más cómodo?
Eran las mismas preguntas del otro día, las mismas que no contesté con
prudencia.
—Sí, mi señora —susurré aun derramando lágrimas.
—Bien.
Y el tintineo de las llaves de Freydis fue desapareciendo lentamente,
hasta que en el bosque de Birka solo quedaron los gemidos de dolor que
salían de mi boca.
Gebo

¿Por qué tu pena, Atli, hijo de Buthli?


¿Tiene tu corazón una carga pesada?
¿Por qué nunca te ríes?

Guðrúnarkviða III

La presencia del príncipe se esfumó. Mis palabras tuvieron efecto.


Consecuencia que esperaba, pero que, de cierto modo, no deseaba. Qué
dulces eran sus palabras y sus miradas dirigidas a mí. Aunque su propósito
solo fuera diversión, aunque el príncipe de Suecia solo quisiera mi cuerpo
por el acto del placer, no podía negar qué dulce y agradable era su atención
hacia mí.
—El rey buscará a una nueva favorita. —Escuché el murmullo de una
voz femenina. Mis pies se detuvieron al instante al escucharla. Y allí, fuera
del gallinero, mi mirada se dedicó a buscar a la dueña de esas palabras.
Eran dos esclavas de la princesa Freydis, de las que no lograba recordar
sus nombres. Pero reconocí a la perfección las vestimentas de las thralls96.
Ambas descansaban entre la paja, observando las nubes del cielo azul.
Las esclavas no escucharon el sonido de mis pasos.
—Pobre Gerda, con esa nariz ningún hombre deseará estar con ella. —A
pesar de que aquellas palabras eran compasivas, el tono de voz no lo era.
Logré escuchar unas pequeñas risas.
—¿Quién será la nueva favorita? —preguntó una de ellas dos.
—Te aseguro que Eivor no —indicó la otra, soltando una risa.
—Tal vez, la cocinera… —Solamente escuché la primera parte de
aquella oración, por lo que no pude entender el significado de las risas
momentos después—. Espero que me elija a mí.
—Brenda… sabes muy bien que a la princesa no le agradaría perder una
de sus esclavas.
Al escuchar el nombre de una de ellas, tuve la imagen en mi cabeza de
una mujer rubia, de estatura baja, con unos labios tan delgados que hacían
dudar que los poseyera.
—También le pertenecemos al rey, no lo olvides, Lena.
Y, al parecer, la conversación finalizó en aquel momento, porque mis
oídos no fueron capaces de escuchar otra palabra más.
Resignada, entré al gallinero en busca de los preciados huevos.
—¡Mi señor! —Fue el grito que salió de mi boca al encontrar la
presencia del príncipe de Suecia frente a mi cuerpo, logrando que saltara
por el susto.
Un susto que se estaba volviendo costumbre al sentir la presencia de
Ubbe Ragnarsson.
Levanté mi cabeza para conectar mi mirada con la suya. La postura del
príncipe aquel día era severa, pero no pude seguir observando su bello
rostro, porque las manos del hombre me agarraron con fuerza de la cintura
para girar mis talones.
Obligaron a mi cuerpo a que se moviera frente a una de las paredes del
gallinero; su fuerza era bruta, por lo que mi rostro se estrelló en la pared
con violencia.
El príncipe me tomaría a la fuerza, fue el primer pensamiento que pasó
por mi cabeza al sentir cómo sus manos obligaban a que mi camisón se
deslizara por mi cuerpo.
No luché, qué sentido tenía hacerlo si nadie me ayudaría. No era una
mujer, era un simple objeto que no poseía ningún valor, pero aquel
pensamiento se borró con rapidez, no permitiría que el príncipe me tomara;
al fin y al cabo, aquel objeto tenía un dueño. Sacudí mi cuerpo en busca de
la liberación, intentando soltar la presión que ejercían sus manos en mi
figura.
—No le haré daño —señaló el príncipe mientras mi sencillo vestido
dejaba al descubierto mis senos—. Por Odín… ¿Por qué no solicitaste mi
ayuda cuando sucedió esto?
Sus dedos se movieron a lo largo de unas de las heridas que me provocó
el castigo de la princesa Freydis. Mi cuerpo no se quejó ante el ardor que
produjo el contacto de su piel con las heridas. Mi boca quiso soltar un
gemido, un sonido de placer ante el tacto del príncipe en mi piel desnuda.
Y, ese momento, entendí que Ubbe no deseaba abrir mis piernas a la
fuerza, él buscaba las heridas de mi espalda. Aquellas heridas que aún
dolían al contacto de mi vestimenta.
—¿Por qué no has pedido mi ayuda? —preguntó nuevamente Ubbe
Ragnarsson subiendo sus manos a mis hombros desnudos para girar mi
cuerpo—. Freydis no tiene derecho…
—Lo tiene —susurré recorriendo con mi mirada su cuerpo. La ausencia
del húfa97 me entregó una mejor vista de su figura. El kyrtill98 del color
similar a sus ojos se pegaba a su cuerpo, logrando que mi mente imaginara
su desnudez—, es mi dueña.
—No tiene el poder de castigarte, solo Bjorn.
Cuando escuché su voz fuerte y grave, un temblor recorrió mi cuerpo,
provocando que mis pezones se endurecieran por el tono que utilizó. Aquel
mismo temblor que logré sentir varias veces debajo del cuerpo de mi
antiguo conde. Y mi respiración se agitó; aunque el peligro había
desaparecido, algo extraño nació en mi vientre, algo que deseaba que el
príncipe bajara por completo el camisón que tapaba la mitad de mi cuerpo.
—¿Estás bien?
Su amable pregunta me obligó a dejar de observar su perfecto torso para
subir mi mirada hasta la belleza de sus ojos azules.
—Sí, unos latigazos no me doblegarán.
Una sonrisa se extendió por su rostro.
—Eres más fuerte de lo que aparentas.
Las manos del príncipe se movieron con lentitud. Las yemas de sus
dedos acariciaron el ancho de mis hombros, para luego bajar por mis
brazos.
Su caricia finalizó cuando sus dedos agarraron el inicio de mi camisón
para cubrir mi desnudez. El movimiento fue tan lento que mi cuerpo se
estremeció.
—Mi intención no era asustarla, pero debía ver con mis propios ojos la
maldad de mi sobrina —comentó cuando el inicio de mi camisón llegó a
cubrir mis hombros.
—No se debe preocupar por mí —expresé dando un paso atrás, buscando
la estabilidad de la pared del gallinero para no desfallecer ante los encantos
del príncipe—. Los thralls99 somos resistentes.
—Lo veo —murmuró el príncipe de Suecia sin apartar la mirada de mi
figura—. Puedo ver lo fuerte que eres. No solo por la mirada de rebeldía
que tienes, lo veo a través de tus ganas de luchar, las que tuviste hace unos
instantes cuando pensaste que deseaba tomar tu intimidad a la fuerza.
Negué con la cabeza. No era tan fuerte como él creía.
—No luché contra la princesa —señalé.
—Le das demasiada relevancia al poder de una huesfreyja. —Ubbe usó
nuevamente aquellas palabras que mencionó días atrás—. No le temas, con
la llegada de Bjorn, Freydis no se atreverá a causarte algún daño.
—Gracias, mi príncipe.
Ubbe negó con la cabeza.
—No es necesario el nombre de mi título, para ti, simplemente soy
Ubbe.
Y una sonrisa se extendió por mi rostro al escuchar sus palabras.
La figura del príncipe volvió a entrar a mi vida de la misma forma que
los landvættir100 entraban a los bosques y granjas de Midgard101.
La llegada del rey fue recibida con alegría. Y aquel banquete que preparé
en la casa comunal, también llegó a la casa de los esclavos. Todos estaban
felices por la presencia del rey. Bjorn Ragnarsson era un hombre justo, al
menos, mucho más que su hija menor.
—¿Aún te duele? —Hans, uno de los esclavos, se sentó a mi lado.
Ambos nos refugiamos en el calor de la casa, mientras los demás bebían y
bailaban de alegría.
—Sí —contesté recordando esa quemazón de mi espalda. En el escozor
que se sentía entre la herida y la tela del vestido—. Nunca… nunca había
sido castigada.
—Tuviste un buen amo.
—Lo tuve.
El silencio surgió entre nosotros. No estábamos acostumbrados a hablar
el uno con el otro. Éramos esclavos, nuestro día transcurría trabajando, y
llegábamos a casa a dormir. Solo a dormir.
—¿Lo extrañas? —me preguntó Hans. Observé cómo sus rodillas se
alzaban hasta abrazarlas con sus brazos. Su cabello pelirrojo brillaba a la
luz de la fogata.
—Sí —contesté en voz baja. Estaría avergonzada de que las demás
escucharan aquella confesión. Extrañar el amo que te regaló era algo
estúpido—. Todos los días. Imaginaba que estaría toda la vida con él.
—¿Imaginabas que serías su esposa?
—Desde pequeña —confesé. Fue sorprendente lo confiada que me sentí
al lado de Hans—. Creí que estaba enamorada.
—¿Y ahora no lo estás? —me preguntó sacando su mirada del fuego
para observar mi rostro.
—No —dicté con seguridad—. ¿Cómo podría seguir amándolo después
de lo que me hizo?
—El corazón se gobierna solo. —Sus palabras dulces me sorprendieron.
Me asombré por la verdad de esas palabras, pero también porque él
conociera el amor con tanta sabiduría—. No te diré a quién amo… pero,
créeme, he tratado de sacarme ese sentimiento. ¿De qué sirve amar cuando
no está permitido?
¿De qué sirve amar cuando no está permitido? Estuve a punto de
lanzarme a los brazos de Hans. Y llorar, llorar hasta que no quedara una
lágrima en mi cuerpo. Llorar todo lo que no me permití días atrás. Desde mi
llegada a Birka102.
—¿De qué hablan? —Gerda, la bella esclava de Bjorn, se sentó al lado
de Hans. Su rostro estaba húmedo, y su respiración aún estaba agitada por
el baile—. ¿Qué es más entretenido que bailarle a los dioses?
—¿A qué dios le bailamos hoy? —le preguntó Hans, olvidando aquel
tono triste que empleó en sus palabras anteriores.
—A Nanna103. —Y una sonrisa se expandió en el rostro de Gerda al
pronunciar el nombre de la diosa—. Estamos felices, queremos agradecerle
que nos enviara su alegría.
—Nanna no siempre fue feliz —expresé borrando la sonrisa de Gerda—.
Su felicidad estuvo ligada a Baldr104. Y, con su muerte, su alegría se
esfumó.
—Era su esposo —opinó Gerda frunciendo el ceño. Estaba molesta por
mis palabras—. ¿Acaso no te pondrías triste si el hombre que amaras
falleciese?
Y la imagen de Halstein llegó a mi cabeza al instante, pero su rostro duró
tan solo unos momentos para transformarse en el de otro hombre: Ubbe
Ragnarsson.
—Supongo que sí —contesté encogiendo los hombros. No sabía la
respuesta correcta.
El rostro del príncipe de Suecia se quedó en mi mente toda la noche,
acompañado por una extraña sensación en mi vientre.
Wunjo

“Týr puso su mano en la boca del lobo.


Y, como los Aesir 105no quisieron soltarle,
le arrancó la mano de un mordisco”.

Gylfaginning

Las voces de los lugartenientes resonaban en el salón principal con dureza


ante la noticia que recibieron de que serían atacados por un pueblo
extranjero. El rey Bjorn estaba en silencio, sentado en su trono, escuchando
los consejos de sus guerreros.
—¿El informante es de confianza? —Escuché la voz de Ubbe
Ragnarsson sobresalir por encima de las demás.
—¿Dudas de mis lugartenientes? —La dureza en la voz del rey Bjorn
llamó mi atención. Detuve el movimiento de mis manos para levantar y
enfocar mi mirada en el hombre que estaba en el trono.
—No dudo de ellos, dudo de la información, no hemos batallado con
extranjeros desde hace bastante tiempo.
—Halstein tiene un propósito. —La mención de mi antiguo conde me
obligó a bajar mi mirada para revolver la comida del caldero con
culpabilidad. Como si de alguna forma fuera la causante de aquel drama.
Una decisión impropia de Halstein, el cual buscaba la unión entre
Noruega y Suecia, y entre él y el hijo más famoso de Ragnar Lodbrok.
Nada de esto lo ayudaba a conseguir su deseo.
—Si conociera a Freydis, cambiaría de objetivo —señaló Ubbe
Ragnarsson, provocando unas risas en el salón.
Estuve tentada también de reír.
—Ubbe. —Era la primera vez que escuchaba el nombre del príncipe de
la boca de Bjorn. La voz del hermano mayor no denotaba familiaridad—.
Los vikingos partieron, no tenemos hombres para defender la ciudad.
—Tenemos a las skjaldmö —declaró Ubbe, pero el rey simplemente
negó con la cabeza.
—Rechazan la idea de batallar —añadió el rey.
—Han pasado cinco años desde… —La mano del rey de Birka se
levantó, ordenando al príncipe que callara. Ubbe obedeció.
—Nuestra fortaleza es impenetrable —indicó este cambiando sus
palabras—. Es a lo que te has dedicado después de tu viaje al Mediterráneo.
Veremos si ha valido la pena.
El ambiente se volvió silencioso. Nadie habló después de las palabras del
príncipe Ubbe Ragnarsson.
—¿Cuánto tardarán? —preguntó el rey, ignorando a su hermano menor.
—A más tardar, unas semanas. —Reconocí la voz del lugarteniente que
llegó al gallinero para cortarme el cabello. Giré mi cabeza para observarlo.
Ahora conocía su nombre, Haakon Sigurdsson. Fiel a Bjorn Ragnarsson, tal
como lo fue su padre a Ragnar Lodbrok—. La princesa deberá estar
resguardada, él intentará secuestrarla. Aún nos quedan drakkars106.
Podemos llevar esta guerra al mar.
—Somos fuertes allí —puntualizó Bjorn Ironside, levantándose del trono
para caminar hasta el centro del salón y posicionarse frente a la mesa donde
un pequeño mapa de Birka estaba dibujado en una piel de cordero.
—Sus drakkar107s son resistentes —añadió el príncipe.
Ubbe Ragnarsson jamás reconocería que aquel trono también era parte
de él. De lo que su padre construyó.
—Prepárense —señaló el rey liderando la conversación—, es momento
de matar a algunos extranjeros.
Su voz era… alegre, como si hubiera estado esperando la llegada de
Halstein.
—No atacarán por el mar —susurré mientras un grito de alegría salía de
las bocas de los lugartenientes de Bjorn. Mi voz antes de analizar mis
palabras, pero nadie me escuchó.
Solté un suspiro de alivio.
—¿Por qué crees que no atacará por mar?
Por Odín, Ubbe Ragnarsson me escuchó. No sabía si alegrarme o no de
ser escuchada por primera vez.
Aún sentada, giré mi cuerpo para observar a los cinco hombres que me
miraban con detenimiento. Una extraña sensación de frío recorrió mi
cuerpo, desde el cuello hasta los pies.
—No tiene buenos arqueros, preferirá desembarcar en algún lugar para
llegar a tierra — contesté bajando mi mirada al suelo con timidez y miedo
—. Ya debe saber los puntos débiles de Birka. Tuvo que descubrirlos en su
estadía aquí.
No debí levantar mi voz, y Ubbe no debió escucharme.
—¿Era ese su propósito? —La pregunta que realizó el rey Bjorn me
obligó a levantar la mirada, confundida por sus palabras.
—¿Qué? Su propósito era casarse con su hija —contesté tan rápido que
el tono de mi voz fue altanero.
—Conocer los puntos débiles, darme un regalo, intentar casarse con mi
hija. —Bjorn ignoró mis palabras, al igual que mi rebeldía—. ¿Eres parte de
su plan?
—Mi rey, ¿de qué plan? —pregunté cortésmente, sintiendo que aquella
reunión se estaba volviendo en mi contra.
—No te hagas la estúpida, sé que no lo eres —bramó el rey apartándose
de la mesa para acercarse a mí con rapidez. Su acción provocó que mi
cuerpo se levantara, alejándome de él como reflejo al sentirme en peligro.
—Desconozco el plan de Halstein, solo sabía que quería que su linaje
tuviera la sangre de Ragnar Lodbrok.
—Es tu antiguo amante, ¿cómo sé que no estás mintiendo? —bramó
nuevamente el rey, apretando mi delgado cuello con sus manos—. Dormías
con él todas las noches, debes saber algo.
—¿Acaso usted habla con sus amantes? —Sabía que mi pregunta no le
agradaría, porque sus manos ejercieron más fuerza, impidiéndome hablar.
—Bjorn, detente. —Escuché al príncipe alzar su voz—. La estás
lastimando.
—¡No seas débil! —gritó el rey ante la petición de su hermano—. Es tan
solo una insignificante esclava.
El rey ejerció aún más fuerza en su agarre, obligándome a mis manos a
que se fueran hacia su rostro en busca de rendición. Bjorn se alejó de mi
tacto, pero las yemas de mis dedos alcanzaron a rozar su mejilla con
suavidad. Él disminuyó la dureza de su agarre, al igual que su voz.
—Soy fiel a usted. —Mi voz salió ronca a causa del efecto de su
estrangulamiento
—Los thralls108 no son leales —objetó mis palabras sin alejarse de mi
tacto.
—Le pertenezco a usted, a nadie más. Mi amor y mi lealtad están con mi
rey.
Observé cómo su mirada se debilitaba y soltó su agarre por completo, sin
dejar de depositar su mirada en mí.
—Tu vida dependerá de que lo que digas sea verdad.
—Lo demostraré —le prometí sintiendo un ardor en mi garganta. Tendría
las manos del rey marcadas en mi cuello por varias semanas.
—¿Cómo?
—Mataré a Halstein para usted.
Y, quizás así, consiguiese la confianza del rey. Eso se convertiría en un
paso para llegar hasta su cama.

Al salir por la puerta trasera, los rayos del sol me cegaron por unos
segundos, y, antes de dar un paso, otros diferentes me encandilaron. Los
ojos azulados de Ubbe Ragnarsson penetraron en los míos, como los de la
misma diosa.
—No te alejas mucho de la cocina. —El hermano del rey estaba sentado
en una carroza mirando directamente a la puerta trasera.
—La cocina es mi lugar —me expresé encogiendo los hombros. Ubbe se
bajó de la carroza para caminar a mi dirección, pero, por reflejo, di un paso
atrás.
—No te haré daño. —Se detuvo al instante—. Lo sabes.
—Lo sé.
—Tuve miedo por ti, mi hermano no dudará en matarte si descubre que
mientes.
—No lo hago —señalé con rapidez ante la idea de ser una cómplice de
Halstein—, si su plan era atacar Birka, jamás me lo reveló.
—¿Cómo lo harás? ¿Cómo cumplirás la promesa? —Sus pies se
movieron para quedar cerca de mí.
—No lo sé —susurré como respuesta.
Quise cerrar los ojos para disfrutar de la cercanía de su cuerpo con el
mío, pero sabía que era peligroso. Estábamos en un lugar concurrido de
esclavos, habitantes e incluso de la princesa, que caminaba algunas veces
vigilando las propiedades de su padre.
—Revna. —La voz de Hans, uno de los thralls109 que sustituían el
trabajo del esclavo sajón, se presentó en el lugar. Giré mi cabeza para
observar cómo atravesaba la puerta trasera con la intención de llegar hasta
mí, pero, al percatarse de que estaba el príncipe, detuvo su andar para
realizar una pequeña reverencia en dirección de Ubbe—. Príncipe —lo
saludó con cortesía.
—¿El rey te ha ordenado que me acompañes al mercado? —le pregunté
observando cómo su mirada seguía baja para mostrar respeto al hijo de
Ragnar.
—Sí, deberíamos irnos pronto —sugirió levantando su mirada para
observarme de reojo.
—Príncipe. —Quise despedirme con rapidez sin tener que volver a
mirarlo. Tenía miedo de que mi mirada reflejara mi favoritismo por el hijo
menor de Ragnar, pero la mano de Ubbe detuvo mi intención, acercando su
boca a mi oreja.
—Te buscaré en la noche —susurró tan bajo que creí equivocarme.
Su mano soltó mi brazo para desaparecer entre las calles de la ciudad con
paso rápido. Observé su andar aun sintiendo un leve cosquilleo en el brazo,
en mi oreja y en mi vientre. Su larga cabellera danzaba por el movimiento.
—No caigas en sus brazos —murmuró el esclavo acercándose a mi—, al
rey no le agradará que Ubbe toque lo de su propiedad.
—Simplemente es agradable.
—Ubbe es más que agradable con las mujeres —indicó Hans siguiendo
mis pasos—. Todos lo saben, especialmente las esclavas.
El cuerpo grande de Hans caminaba a mi lado con familiaridad, a pesar
de que nuestras conversaciones se limitaban a uno que otro saludo en la
casa de los esclavos.
—¿De qué hablas? —Su comentario despertó mi curiosidad.
—¿Kaysa no te lo mencionó? —preguntó confundido.
Antes de que Hans hablara nuevamente, aliviando mi curiosidad, el
cuerpo de él chocó contra el de un hombre.
Un comerciante.
Fue un golpe leve, pero la reacción de este no lo fue.
—Estúpido thrall110 —su grito fue acompañado por su mano alzada
dispuesta a golpear a Hans.
—Él es propiedad del rey, no tienes derecho a golpearlo —bramé al
hombre cubriendo el cuerpo de Hans con el mío—. Baje su mano.
Seguiremos nuestro camino y usted el suyo. —El rostro del comerciante fue
de sorpresa.
Sorpresa innata ante mi descaro de defender a un esclavo, pero enseguida
se transformó en diversión.
El comerciante rio a carcajadas, logrando que algunos habitantes se
detuvieran para observar con curiosidad.
—El rey se debe divertir contigo —señaló agarrando mi barbilla con
fuerza—, le gustan las mujeres de carácter fuerte.
—Vamos —susurró Hans agarrándome del brazo para alejarme del tacto
del comerciante, que aun cuando nos retiramos del lugar.
—¿De qué hablaba?
—La reina Gyda, la primera y única esposa de Bjorn Ragnarsson, fue
una skjaldmö, ella lideraba a las escuderas.
—El rey mencionó que se niegan a luchar.
—Desde la muerte de la reina, muchas cosas cambiaron.
—¿Lograste conocerla? —pregunté curiosa y fascinada por la nueva
información que obtenía sobre ella.
—En sus últimos meses —contestó encogiéndose de hombros—; no la
observé con detenimiento, pero su voz era dura y siempre le contestaba al
rey con altanería… como tú.
Las diosas Freyja111, Frigg112, Idunn 113y Sif debían estar de mi lado. Por
primera vez, encontraba algo con lo que seducir al rey Bjorn.

La noche llegó con rapidez a la ciudad de Birka, al igual que el silencio. Las
noches eran bulliciosas con la llegada de Ostara114. La gente disfrutaba de
la ausencia del frío con bailes y cantos alrededor del mercado.
Esperé a que la docena de esclavos pertenecientes al rey se quedaran
dormidos para mover mis pies entre sus cuerpos y buscar la puerta.
—¿A dónde vas? —El susurro de Eivor me sorprendió hasta el punto de
que mi cuerpo saltó por el susto. Me quedé quieta, sin tener la intención de
buscar su mirada.
—Voy a caminar —susurré moviendo mis pies para alejarme de sus
siguientes preguntas.
Salí por la puerta de la casa sintiéndome culpable por mi decisión, pero
aquel sentimiento desapareció cuando los ojos azules de Ubbe resaltaron en
la oscuridad de la noche.
Y, en ese preciso momento, supe que volvería a escaparme miles de
veces más para ver el rostro perfecto del príncipe.
Nuestros pies caminaban sin rumbo entre el bosque espeso de Birka,
alejándonos de la ciudad y de algunos que otros ojos curiosos despiertos en
la noche. Nuestros cuerpos caminaban con cercanía y familiaridad,
escuchando nuestras respiraciones.
Ninguno de los dos habló ni actuó.
—Es una linda noche. —Decidí ser la primera en hacerlo. El silencio se
estaba tornando incómodo.
—Lo es. —Ubbe coincidió con mis palabras, levantando su cabeza para
observar la luna, que mostraba la mitad de su rostro—. Aunque no lo creas,
me interesa saber de ti. Estuve pensando en tus palabras. Creo que me
asusté con la palabra “amor”, es algo que no he escuchado desde hace
tiempo.
—Lo siento, mi señor, no debí hablar de esa forma, pero fui sincera —
admití con tranquilidad—. Sé que la diversión finalizará en… —Detuve mi
oración y mis pasos al dudar si decir la siguiente palabra.
—¿Eso era lo que tenía con Halstein?
—Sí, creo que sí —señalé confundida por mi propia respuesta.
—¿Y aun así la regaló a un país extranjero? —No contesté. La respuesta
no era de mi agrado—. ¿No crees que es mejor la diversión que el amor?
Su pregunta se quedó en mi mente unos momentos, pero su voz llamó mi
atención nuevamente.
—Siento una leve curiosidad por ti.
Su cambio de conversación logró que mi cuerpo y mi mente se
concentraran en las palabras que saldrían de su boca.
—¿Curiosidad de qué?
Los pies del príncipe se movieron para dejar su cuerpo al frente al mío.
Su mirada se posó en mí con una sonrisa divertida, la que lograba transmitir
en sus ojos.
—Si todo lo que hacen sus manos es delicioso.
—Príncipe…
—No hay necesidad de que digas mi título. —Ubbe detuvo mi oración.
—Es el respeto que se merece…
—No es su respeto lo que quiero —interrumpió nuevamente mi charla.
Su mirada era atrevida, sensual, la misma mirada que me entregaba
Halstein en nuestros encuentros sexuales. Y su rostro se empezó a acercar al
mío.
—No lo haga, mi señor —susurré sintiendo mi corazón latir con rapidez
por su peligrosa cercanía—, solo me causará problemas.
Bajé mi cabeza huyendo de su mirada.
—No lo haga, mi señora. —La mano libre del príncipe se posó en mi
barbilla, obligándome a subir mi rostro—. No huya. Le prometo que esto
solo nos causará placer.
Y los labios del príncipe se estrellaron contra los míos, en busca de su
promesa.
Mis pies se elevaron del suelo húmedo como si las propias valquirias
estuvieran llevándome al Valhalla115.
La boca del príncipe se movía con experiencia, al igual que sus manos,
que se posicionaron en mi cintura, apretando levemente la carne de mi
cuerpo.
Abrí mi boca ligeramente con la intención de soltar un gemido por el
placer que me inundó, pero el sonido fue callado por la lengua del hijo
menor de Ragnar entrando en mi cavidad con osadía.
Nos separamos cuando el aire nos faltaba.
—¿Me besas por voluntad propia? —preguntó el príncipe apoyando su
rostro en el mío—. Esto no es una orden. Si no quieres besarme, tan solo
debes decirlo.
—Lo hago por voluntad propia.
Mi estúpido y débil corazón actuaba por instinto. Y el plan de llegar a la
cama del rey se esfumó entre los labios del príncipe.
La luna brillante, profunda e hipnótica fue testigo de nuestros siguientes
besos.
Hagalaz

Desde el sur lanzó el sol, compañero de la luna,


su mano derecha al confín del cielo;
no sabía el sol dónde estaban sus salas,
no sabían las estrellas dónde tenían su lugar,
no sabía la luna cuál era su poder.

Völuspá

Sunnudagr116. Día del sol.

Era mi diosa favorita. Sól 117nos iluminaba a todos sin distinción, no le


importaban las riquezas o la fortuna de nacer de una mujer libre. Ella nos
regalaba su luz hasta la llegada de Máni118, la bella luna que nos
acompañaba hasta nuestras noches más solitarias.
Las veneraba a ambas, pero la diosa Sól 119la lograba sentir en mi cuerpo
a las afueras de la casa comunal, alcanzaba a sentir el calor que nos
regalaba su melena recorriendo Midgard120 para escapar del lobo Sköll121.
Y de la misma forma en que lograba sentir los rayos de calor de la diosa,
también era capaz de sentir los labios del príncipe en los míos.
La calidez de su boca envolviendo la mía sin importarle las leyes, las
reglas o los mandatos que prohibían nuestro tacto.
No le pertenecía, pero aquel beso en ese instante me reclamó como suya.
Lo sentía como una marca que llevaba aun después de dos noches desde el
encuentro. Y empecé a bajar mi cabeza con regularidad, presintiendo que
todos eran capaces de ver la marca de los labios de Ubbe en mi boca,
especialmente el rey de Suecia.
La leche que burbujeó en el caldero llamó mi atención, deshaciendo
todos los pensamientos que recorrían mi cabeza.
Al escuchar el sonido de la puerta principal y sentir el viento mover los
bucles de mi cabello corto, el cual rozaba el inicio de mis hombros, mis pies
se levantaron con la intención de realizar la reverencia al rey que entraba,
pero no era el cuerpo de Bjorn el que entró al salón, sino el del príncipe
Ubbe.
Tardé unos segundos en realizar la reverencia en su dirección, sintiendo
cómo una pesadez se posaba en mi vientre por su presencia.
Volví a mi lugar con la intención de seguir amasando, pero el cuerpo de
Ubbe Ragnarsson se sentó a mi lado, con sus pies en dirección a la puerta y
su espalda a la fogata. Intenté no observarlo, pero me perdí en el propósito.
Mis ojos viajaron hasta el hombre que estaba a mi lado, el cual me
observaba con descaro y con una sonrisa traviesa en su rostro.
—Flatbrød122 —mencionó el nombre del pan en susurro—, creo que no
he probado otro tan exquisito como el tuyo.
—Gracias.
—¿Qué es lo que hace que sea distinto?
—No lo sé —confesé con sinceridad —, simplemente lo hago con amor.
Siempre pienso en el amor cuando cocino.
—¿En qué pensabas ahora? Quiero imaginar que pensabas en mí.
—Tal vez —señalé encogiéndome de hombros—, no lo puede saber con
certeza, príncipe.
—Pero mi mente… —Observé cómo su dedo apuntaba su cabeza—. Sé
que es así.
—Entonces, debería practicar seiðr —le comuniqué con una sonrisa,
dictando las mismas palabras que señaló días atrás al referirse a mí como
una völva123
—Vikingo y Ergi124… —El sonido de alguien entrando al salón por la
puerta trasera interrumpió las palabras del príncipe de Suecia. Eran Kaysa y
Eivor.
—Príncipe —susurró Kaysa realizando una reverencia en su dirección,
pero sin quitar su mirada de mi rostro. Eivor realizó un gesto con la cabeza.
Creo que su mirada quería decir: “aléjate de ese príncipe antes de que
sea tarde”. Su cuerpo se quedó inmóvil por unos segundos, observándonos,
estudiando nuestra cercanía.
—¿No deben trabajar? —La voz del príncipe siempre se destacaba por
su amabilidad a cualquier persona a la que él se dirigía, pero esta vez era
diferente.
Ubbe estaba molesto.
—Sí, mi señor —murmuraron ambas.
Kaysa agarró un balde que estaba a unos pasos de la fogata, y Eivor
tomó entre sus manos el arco y las flechas que colgaban de una de las
columnas de la casa. Luego desaparecieron por donde habían entrado.
—¿Por qué Eivor tomó un ar…? —Ubbe no dejó que finalizara la
pregunta.
—Es cazadora, una de las mejores de la ciudad —indicó el príncipe—.
Antes de ser esclava, se dedicaba a ese oficio.
—¿Era una mujer libre? —Mi sorpresa fue natural. Siempre había
conocido esclavos que nacieron de una thrall125.
—Sí.
—¿Qué hizo para que le quitaran la libertad?
—Mató a quien no debía —contestó el príncipe encogiéndose de
hombros—. Sucedió un poco antes de que Gyda falleciera. No sé muy bien
la historia, no estaba aquí.
—¿Dónde estaba?
—En Inglaterra. Después de vengarnos de la muerte de Ragnar, me
quedé en ese país junto a Ivar.
—¿Mientras el rey viajó al mediterráneo? —pregunté uniendo los hilos
de la historia de los hijos de Ragnar.
—Sí —contestó el príncipe soltando un carraspeo de su garganta—.
Gyda estaba sola cuando falleció. Bjorn siempre quiso obtener más fama
que nuestro padre. En su búsqueda, perdió a su esposa.
Las palabras del príncipe eran duras. Una rabia se ocultaba detrás de
ellas. Aquella rabia que sentía cuando de mi boca salía la palabra thrall126.
—No conozco la historia entre la reina y el rey. Solo sé que fue muy
querida por su pueblo.
—El pueblo aún sufre por su ausencia. Las skjaldmö no han vuelto a
luchar desde la pérdida de Gyda —explicó Ubbe moviendo su rostro para
enfocar su mirada en el trono vacío de la reina—. Era una gran mujer, y una
gran reina. Bjorn le exigió demasiado.
—¿Un primogénito? —susurré aquellas palabras con miedo. Sabía que
no debía hablar sobre la reina en el salón principal, pero todo lo que
rodeaba al nombre de ella era misterioso.
—Una búsqueda insaciable —señaló el príncipe sin dejar de observar el
trono de Gyda—. Los dioses lo castigaron por todo el mal que ha causado.
Quise preguntar más, pero tuve miedo. Miedo de las palabras que
pudieran salir de la boca del príncipe. Y miedo por saber algún secreto del
rey que me llevara a la muerte.
Prefería no saber nada.
Mi relación con el príncipe era ya suficiente amenaza para mi vida.
Ubbe Ragnarsson se quedó en silencio, sin quitar su mirada del trono
vacío. Algo en su mirada me indicaba que él también sufría por la muerte
de su reina.
—¿Está bien?
No movió su boca para hablar, solo emitió un largo suspiro. Giró su
rostro para dejar de observar el trono y enfocar su mirada en mí. Una bella
sonrisa se posó en sus labios.
—¿Eivor y Kaysa lo saben?
—¿Qué cosa?
—Kaysa y Eivor, ¿saben algo de nosotros? —preguntó nuevamente
nombrando a las dos esclavas del rey.
—No lo sé —confesé mientras soltaba un suspiro—. Me vio salir aquella
vez que nos… besamos. —Al avanzar con mi oración, el volumen de mi
voz bajó hasta llegar a convertirse en un susurro.
—Una gran noche —admitió el príncipe con una sonrisa, la cual estuve
tentada de imitar, pero una pregunta se cruzó en mi mente.
—¿Por qué no me toma simplemente? Usted es el príncipe… —pregunté
soltando la duda que estaba en mi cabeza—. ¿Por qué citarme cada noche
esperando con paciencia una acción de mi parte?
—¿Quiere que la tome sin importarme su placer? —Ubbe Ragnarsson
giró su cabeza en busca de alguna explicación a mis palabras—. ¿Por qué
haría tal cosa?
—Porque es Ubbe Ragnarsson, puede tomar lo que quiera.
—No soy un animal en busca de aparearse —añadió frunciendo su ceño
—. ¿Le ha dado esa impresión? —Negué con mi cabeza con rapidez.
Él estaba lejos de ser un animal salvaje.
—¿Y qué busca? —Me atreví a preguntar interesada por su respuesta,
pero él simplemente se encogió de hombros.
—En primer lugar, no busco tomarla a la fuerza —apuntó el príncipe
levantando su mano para llevar las yemas de sus dedos a mi cuello herido
—, es delito.
—Es delito violar a una mujer libre —expresé—, yo no lo soy.
—Nunca he tenido que forzar a una mujer para tenerla entre mis brazos
—explicó Ubbe Ragnarsson deslizando las yemas de sus dedos hacia abajo
—, y no lo haré contigo —finalizó acariciando el collar que colgaba de mi
cuello.
—Creo que ninguna mujer se negaría a estar con usted —señalé
volviendo a observar la comida que estaba preparando, alejando las manos
del príncipe de mi cuello.
—¿Por qué lo dice? —No sé si fue su pregunta o el tono de inocencia
que empleó lo que provocó mi risa.
—Nunca la había escuchado reír —indicó Ubbe—, no ríe mucho.
—No hay mucho por lo que reír —confesé soltando un suspiro mientras
la risa se esfumaba de mi cuerpo.
La puerta principal de la casa comunal se abrió con fuerza. No giré mi
cabeza para descubrir quién entraba, porque reconocía el sonido particular
del andar del rey Bjorn Ragnarsson.
—En eso coincido con usted —murmuró Ubbe Ragnarsson sin
levantarse para saludar a su hermano.
—Mi rey. —Mi reverencia era mi muestra de respeto hacia él. Mis
rodillas prácticamente llegaban al suelo para exagerar el movimiento.
—Los días avanzan, thrall127, ¿ya tienes un plan? —preguntó el rey
acercando sus pasos a mi cuerpo, ignorando a su hermano menor—. ¿Cómo
lo matarás?
—Luchando. —Unas risas se presentaron en el salón, obligando a que
levantara mi mirada.
El rey no había entrado en solitario a la casa comunal, sus cuatro
lugartenientes lo acompañaban.
—¿Luchas? —preguntó el rey.
—Sí —contesté bajando mi mirada al suelo, evitando realizar un
contacto visual con el rey. Tenía miedo de delatar mi preferencia por el
príncipe con solo una mirada.
Bjorn Ironside desenfundó su hacha para extenderla en mi dirección;
dudé en aceptarla.
No era mi favorita.
—Muéstrame —ordenó con ese tono de voz que indicaba que no
aceptaba un “no” por respuesta.
Tomé el hacha entre mis manos, tratando de tocar con suavidad el arma,
pero el grosor del mango me obligó a apretarla con fuerza.
—Ubbe. —El rey mencionó el nombre de su hermano menor con
seguridad en su voz, indicando que él era quien debía ser mi rival. Ubbe
Ragnarrson no dudó en levantarse para obedecer a su hermano, pero supe al
instante que no siguió la orden por obligación. La sonrisa que me entregaba
era traviesa, indicando que disfrutaba aquel acto.
El príncipe realizó el primer movimiento, dirigiendo su espada en mi
dirección; aquel desplazamiento se dirigía a mi lado derecho, el cual detuve
chocando el hacha de mi rey con la espada del príncipe. El sonido del metal
encontrándose resonó por la habitación, y la ceja levantada de Ubbe
Ragnarsson me confirmó que estaba sorprendido por mi movimiento.
—No eres una simple cocinera, ¿cierto? —Una sonrisa se expandió en el
rostro del príncipe.
Otro movimiento realizó él buscando tocar mi cuerpo, pero lo volví a
esquivar.
—Ataca, en una batalla no puedes estar a la defensiva todo el tiempo.
—No lo puedo atacar, mi señor —señalé bajando el hacha—. Es delito.
—¿Bjorn?
El príncipe Ubbe movió su mirada a su hermano mayor con la ceja
levantada, esperando algo.
—Tienes mi permiso —dictó el rey del Birka128 posando sus manos en
su cintura—. Si golpeas a mi hermano, te ganarás una noche libre —
proclamó.
Al escuchar aquellas palabras, mis pies se pusieron en posición de
ataque.
Un pie detrás del otro, equilibrando los movimientos.
El príncipe no esperó a que mi hacha se alzara, su espada volvió a
dirigirse en mi dirección y, tal como lo hice yo momentos atrás, detuvo el
movimiento. Pero esta vez mis manos buscaron la forma de causar daño.
El príncipe descubría todas mis intenciones de golpearlo, y decidí dejar
de lado el hacha para empujarlo con mi cuerpo y tirarlo al suelo.
Deseaba una noche libre.
Los guerreros siempre esperan a que las armas se muevan, pero no una
batalla cuerpo a cuerpo. O eso fue lo que me enseñó Halstein. “Si ves que
las armas no están logrando su objetivo, batalla con tu cuerpo, eso jamás
se lo esperarán de una mujer”. “Golpea en las bolas, ahí donde te gusta
tocar”. Esa vez solo obedecí la primera parte.
—Eres buena. —Los ojos del príncipe se abrieron con sorpresa mientras
su cuerpo caía al suelo y el mío se posicionaba encima del suyo.
—Gracias, mi señor.
Los rosados labios de Ubbe eran tentadores. Y supe que estaba a punto
de besarlo, pero la voz dura del rey detuvo mi intención.
—¿Quién te enseñó?
Aunque mi cuerpo no quería alejarse de la calidez del hombre, debía
mantener ese secreto si quería seguir con vida.
—Halstein… Cuando él se marchaba, la casa quedaba indefensa, y
simplemente me enseñó a defender lo suyo —aclaré recogiendo el arma del
rey.
—Peleas como una skjaldmö. —La intervención del príncipe Ubbe casi
provocó que sonriera.
Era un honor ser una skjaldmö.
—Pero no lo es. —La intervención del rey borró mi deseo de sonreír.
—Cierto, no lo soy. —Extendí mi mano para entregarle su hacha—. Soy
una esclava, nada más.

El comedor estaba en silencio. No había música, ni bailes ni risas alrededor.


En la mesa principal solo estaban el rey y la princesa.
La realeza comía en silencio. El sonido de sus bocas masticando era lo
único que se escuchaba.
Nadie hablaba, y ninguno de los esclavos quería respirar para no ser
notados, hasta que el estornudo por parte de Kaysa interrumpió la paz o la
incomodidad que se había creado.
La mirada de la princesa estaba en la fogata, era capaz de sentir sus ojos
azules buscando algún problema conmigo.
No quería que mis ojos se conectaran con los suyos, pero algo me
obligaba a levantar mi cabeza. Sus ojos se posaron en los míos. Y su voz
aguda apareció.
—¿El amo de la cocinera ha decidido atacarnos? —preguntó Freydis
retirando su mirada de mí para observar a su padre.
—Yo soy su amo —aclaró el rey sin levantar la mirada del plato de
comida—. Al parecer desea casarse contigo, aunque no sea mi voluntad.
—No le puede culpar —señaló la bella princesa de Birka llevando su
mano a las de su padre—, soy hija del gran Bjorn Ragnarsson, el vikingo
más grande de nuestra historia.
Observé cómo el rey de Birka le entregaba a su hija una sonrisa.
Y unos hoyuelos aparecieron en su mejilla, similares a los de Halstein.
—Agradezco que hayas rechazado su petición de matrimonio —indicó la
princesa retirando su mano—. Regalar una esclava como parte del tilgjǫf…
—No era necesario que hablara más, en su voz se notaba la indignación ante
mi presencia.
Bajé mi mirada con rapidez, avergonzada y dolida por lo que Halstein
me obligaba a vivir.
—Él mencionó que era especial… —dictó el rey.
Las risas de ambos se presentaron en el salón, aumentando mi vergüenza
con cada carcajada que salía de sus bocas.
—Los thralls129 no son especiales, ninguno de ellos. —Escuché el
comentario de la princesa, con tono de diversión en sus palabras—. Aunque
el abuelo…
—La madre de Ubbe no tuvo nada de especial, solo la suerte de
engendrar al último Ragnarsson. —La interrupción del rey quitó toda la
diversión que se había creado entre los dos.
Era el efecto que provocaba la dureza de Bjorn.
—Sí, padre.
—Vete a dormir, Freydis —ordenó con la misma dureza en su voz.
—Sí, padre.
La princesa de Birka obedecía solo a una persona, y ese era el hombre
que le dio la vida.
Los pies de Freydis se movieron con rapidez para desaparecer por la
puerta principal de la casa comunal.
El salón volvió a sumirse en el silencio.
—Kaysa. —El rey levantó su copa mientras mencionaba el nombre de su
esclava.
Kaysa apareció con rapidez desde la esquina del salón con el jarro de
hidromiel. No eran necesarias más palabras, porque la esclava supo que
debía llenar la copa de su rey.
Un estornudo y una tos acompañaron el movimiento de Kaysa.
—Deja el jarro y vete.
—Sí, mi rey.
Freydis no era la única que movía con rapidez sus piernas al escuchar la
orden del rey de Birka.
Debía esperar a que se fuera a dormir para ir a la casa de los esclavos a
descansar o intentar buscar a Ubbe, pero Bjorn estaba eliminando la
oportunidad de que encontrase a su hermano menor.
—El día ha acabado, cocinera —musitó llamando mi atención mientras
escuchaba el sonido de la silla moverse.
Observe cómo agarraba el jarro de hidromiel para desaparecer por la
puerta trasera.

El comedor principal quedó en silencio. La ausencia del rey, de la princesa


y de los guerreros le entregó la calma que se había perdido desde que se
recibió la noticia del ataque de Kaupang130 a Birka.
Lancé el último trozo de madera al fuego, rezando como todas las noches
que fuera suficiente para mantener la llama prendida toda la noche.
Si aquel fuego se apagaba, y el frío entrara por las hendiduras de la
madera, la culpa sería mía y solo mía. Al igual que el castigo que caería
sobre mí.
Mis pasos se dieron con lentitud, observando el fuego en cada uno. En el
momento de poner un pie en las afueras de la casa comunal, una mano
agarró mi brazo para estamparme contra la pared con fuerza.
Pensé en gritar, pero los labios de un hombre acallaron mi intención.
—Príncipe… —murmuré el título de Ubbe cuando liberé mis labios de
los suyos.
—Por Odín, ¿por qué has tardado tanto? —preguntó sin esperar que una
respuesta saliera de mi boca, porque su lengua húmeda se volvió a
introducir en mi cavidad con rapidez.
Su lengua no era la única que se movía. Sus manos buscaban la manera
de subir mi vestido.
Las yemas de sus dedos tocaron la piel de mis muslos y empezaron a
subir por el largo de mi pierna, pero el sonido de unas pisadas nos obligó a
separarnos, asustados de ser descubiertos por el rey o la princesa, pero
Gerda se presentó frente a nosotros.
Ella, con una gran sonrisa, se alejó de nosotros para desaparecer en la
oscuridad del camino.
—Por Hela131… —susurramos a la vez.
Nauthiz

Padre de todo132, escucha mi plegaria.


Alumbra mi mente y no permitas que
los aptrgangr 133o Gerda perturben mi corazón.

Oración de Revna en la llegada del Midsummarblót134

Era la primera vez que subía aquellas escaleras, y era la primera que debía
ordenar la habitación del rey a primera hora. Mis pies se movían con
lentitud, retrasando mi llegada.
Un suspiro salió de mi boca para darme la fuerza suficiente para llegar a
la segunda planta.
Debes ordenar, limpiar y preguntar al rey si desea la comida en la cama
o en el salón.
Esa fue la orden de Kaysa antes de salir de la casa de los esclavos, pero
sus órdenes desaparecieron en mi mente al ver a Bjorn Ironside aun
durmiendo.
El bulto de su cuerpo respiraba con lentitud. Su cabeza estaba boca
abajo, su espalda ancha estaba a la vista de cualquier persona que quisiera
entrar.
Las pieles solo tapaban la mitad de su cuerpo.
Y titubeé por primera vez en mis años de esclava. ¿Qué hago? ¿Lo dejo
dormir o debo despertarlo? Mis pies empezaron a moverse para dictar
aquellas preguntas a Kaysa.
—¿Dónde está Kaysa? —La voz del rey detuvo cualquier intento de
querer salir de la habitación.
—Enferma, mi rey —puntualicé con rapidez. Mis pies dieron los últimos
pasos para llegar frente a la cama—. Lo atenderé hasta que Kaysa mejore.
No era oportuno relatar que todas sus esclavas rechazaron la idea de
hacerlo, y que la única que lo deseaba era Gerda, pero el rey había rehusado
la presencia de su esclava favorita desde aquel episodio de furia que tuvo
con ella.
—¿Bañabas a tu amo anterior? —murmuró el rey Bjorn, somnoliento, al
escuchar mis pasos a su alrededor—. Por supuesto que lo bañabas. —Lo
observé sentarse en su cama, restregando sus ojos con fuerza—. Estaba
soñando que mataba a Halstein.
—¿Desea que le traiga el dagveror135 a su recámara? —Ignoré sus
palabras con la intención de alejarme de allí con rapidez.
—¿Eso te pondría triste? —Aún sentado, giró su cabeza para buscar mi
rostro.
—No —contesté—, los enemigos de mi rey merecen la muerte.
—No seas complaciente —bramó levantándose de su cama sin importar
la desnudez de su cuerpo. Y me atreví por primera vez a observar con
detención.
La espalda ancha del rey estaba adornada por varias runas nórdicas,
desde su cuello hasta sus nalgas. Los vellos rubios pintaban sus anchas y
largas piernas, pero no eran lo único que las adornaban. Varias cicatrices
estaban marcadas alrededor, unas oscuras, y otras tan blancas que estaba
segura de que desaparecerían en unos años más.
—¿Qué haces ahí parada? —Su pregunta detuvo la inspección de mis
ojos a su cuerpo, y temí haber sido descubierta—. Ve a buscar agua. —No
busqué los ojos del rey por miedo a una represalia, pero obedecí su orden
con rapidez, hasta tal punto que mis pies se enredaron entre ellos buscando
la salida.

El agua y el jabón estaban listos, al igual que el rey con su desnudez y su


boca dispuesta a hablar.
Su humor era diferente con la llegada de la diosa Sól136.
—¿Has mentido sobre la riqueza de Kaupang137?
—La princesa merece más de lo que Halstein le puede dar —contesté
rápidamente, tratando de que mi mentira quedara oculta.
—Mientes. —Esta vez, mis manos empezaron a desarmar con torpeza la
trenza del rey—. No lo hiciste por mi hija. Buscabas venganza.
—La princesa merece un mejor pretendiente. —Volví a mentir con la
misma seguridad de siempre.
—Eres buena mintiendo —señaló apoyando su espalda en la madera de
la tina. Giró su rostro en busca del mío—. Me dirás la verdad si digo que
apoyé aquella mentira. Sabía que mentías.
—¿Lo sabía? —pregunté incrédula e insegura. Si esta era una clase de
prueba, no estaba ganando.
—Sí. Esperaba que mintieras.
—¿Por qué? —Al momento de realizar la pregunta, la respuesta llegó
por sí sola. El rey buscaba una batalla. Él deseaba que Halstein decidiera
venir en busca de la princesa o de venganza—. Quiere luchar.
—Eres rápida, thrall138. —No pude identificar si sus palabras eran de
asombro o un elogio, pero su cuello volvió a mirar al frente, alejándose de
mi observación—. Estoy cansado de la paz.
—Si desea que una batalla llegue a las puertas de su reino, ¿por qué dejó
ir a los vikingos?
—Quiero esta guerra, pero no estaba seguro de que llegara. No le puedo
negar a mis guerreros la oportunidad de saquear. —El Rey habló con
tranquilidad—. Estoy aburrido de la paz.
—¿La paz no es el objetivo de ir a la guerra? —Me atreví a preguntar
mientras tomaba el cuenco entre mis manos para hundirlo en la tina y
sacarlo con agua. Caía en el pelo del rey, mojando sus cabellos rubios y
blancos.
—¿Halstein no te llevó nunca a una expedición?
—No —contesté restregando su cabeza con las yemas de mis dedos—,
siempre me quedé en casa, esperando su llegada.
—No es la paz lo que buscamos, siempre ha sido el poder —añadió el
rey—, extender nuestros territorios.
—Halstein mencionaba que el poder vuelve locos a algunos hombres. —
El cuerpo de mi rey se movió con agresividad para girarse y conectar sus
ojos con los míos—. Nubla la mente…
Sus ojos en ese momento eran capaces de lanzar fuego.
—Eres una esclava, no sabes nada.
—Lo siento, mi señor, tiene razón —murmuré aquellas palabras con
lamento.
—Hablas sin pensar, cocinera —puntualizó mi rey, llevando sus dedos a
mi barbilla para obligarme a levantar mi mirada—. Es entretenido algunas
veces, pero…
—Tendré cuidado, mi señor, lamento mi imprudencia —aseguré
manteniendo mi mirada en sus ojos. Y, al escuchar mis palabras, el fuego de
su mirada se calmó.
—Bien.
El baño transcurrió con lentitud y en silencio.
La respiración del rey era calmada, entregándose al placer de ser
masajeado con firmeza en su espalda y hombros. La técnica que utilizaba
con Halstein la usé en el rey de Suecia.
Imaginé que su carne era un pedazo de masa.
—¿Cómo está Gerda? —Mi cuerpo se sobresaltó al escuchar la voz del
rey. O al escuchar el nombre de su esclava favorita, la que aún se negaba a
hablar conmigo.
—Bien, señor —contesté mientras restregaba sus manos con un paño
para sacar la suciedad de sus uñas—. Ya no siente dolor.
—Bien. —Levanté la mirada para verificar si el rey tenía los ojos
cerrados o abiertos—. Tienes las manos suaves —señaló mientras mi
mirada contactó con la suya.
—Es la manteca —apunté volviendo a bajar la mirada hacia mi trabajo.
—¿Has tratado de usar lejía139? —Sentí su mano en mi cabello, tocando
las puntas, que llegaban a mis hombros.
—No, señor. —Mi cuerpo se tensó al sentirla. Bjorn Ironside era
impredecible, era capaz de matarme o meterme en aquella tina para tomar
mi cuerpo. Quise desear lo último, pero tan solo con imaginar la idea de
estar en los brazos del rey, una sensación de rechazo llegó a mi estómago.
—Odio tu nombre…
—Mi madre… —Traté de excusar que la culpable de mi nombre era la
mujer que me dio la vida, pero el rey no dejó que terminara.
—Lo sé, al ver tu cabello negro lo asemejo con los cuervos —expresó
levantando su mano para tocar con las yemas de sus dedos mi pelo—. Todo
de ti es similar a los cuervos. —Su mano aún acariciaba mi cabello—. Los
cuervos disfrutan del dolor ajeno y se alimentan de los débiles, de los que
no se pueden defender, ¿eres así, thrall? —Su mano llegó a mi barbilla,
levantando aquella parte de mi cuerpo con dureza.
—Jamás disfrutaré con su dolor. Es mi rey… —Mi mano se fue directa a
tocar la suya en un intento de suavizar su tacto.
—Y su amor y lealtad están conmigo. —El Rey finalizó mi oración con
un tono de burla en su voz—. ¿Conmigo o con mi hermano?
Si mi corazón hubiera podido salirse de mi cuerpo, lo hubiera hecho para
esconderse en algún rincón de Midgard140. No tenía problemas con mentir,
pero la intensidad de sus ojos azules era intimidante.
El rey transmitía miedo.
—Con usted.
—Recuérdalo, cocinera, recuérdalo.

El ambiente era tenso, el aire estaba tan caliente que molestaba al inhalarlo.
El banquete se movió a las afueras de la casa comunal. Los habitantes
prendieron una gran fogata en mitad del mercado celebrando el
Midsummerblót. Caminé con tranquilidad por el solitario mercado de
Birka141, el que aún estaba alumbrado por la brillosa diosa Sól142, la que
alargaba nuestra jornada desde días atrás, apuntando la llegada inminente
del solsticio de verano. Los días eran eternos, pero la noche era tan corta
que no se lograba disfrutar de ella con plenitud. Nuestras horas de trabajo
aumentaban, disminuyendo la de nuestro descanso. Pero nuestro cansancio
no importaba con la llegada del banquete. Nada era más importante que
conmemorar la muerte del dios solar Balder.
Las llamas de la fogata danzaban de un lado a otro, envolviéndose entre
ellas como dos amantes buscando encontrarse.
La música resonaba por el mercado con fuerza, al igual que los gritos de
canto a los dioses. Freyja143 y Freyr eran los afortunados esa noche.
Nuestros dioses de la fertilidad, de la sensualidad y del amor. La noche
llamaba para dos cosas, y era lo que cada hombre deseaba después de una
batalla: hidromiel, y el cuerpo tibio de una mujer.
El aroma de la bebida llegó a mi nariz en un momento, y fue como si
aquel trago me llamara para ser devorado por mis labios. El olor de la
cereza sobresalía de los otros olores, obligándome a buscar un vaso para
hundirlo en el barril de la bebida que preparé a los inicios de Ostara144.
El líquido de mi hidromiel cayendo por mi garganta encendió mi sed. Y
mi vaso se volvió a rellenar varias veces en un intento de apagar mis ansias.
Empecé a bailar en medio de la fogata, al lado de otras docenas de
bailarines. Movían sus cuerpos de un lado a otro sin importarles su sudor.
Imité sus pasos, sin importarme no tener el permiso de danzar con los
hombres y mujeres libres.
La imagen del príncipe fue lo único que detuvo mi baile. En mitad de las
llamas divisé su figura. Él estaba sentado en la parte de atrás de la carroza
con un vaso de hidromiel en sus manos, y le recé a los dioses para que sus
ojos encontraran los míos. Pero los dioses se negaron a mi deseo, como las
veces anteriores. Los ojos del príncipe no se unieron con los míos, hallaron
otro cuerpo al cual observar.
Desconozco si fue el calor, el hidromiel que caía por mi garganta o el
cuerpo de la esclava sentada en las piernas del príncipe, mientras acariciaba
el torso de él con tanta familiaridad que me forzó a caminar entre los
habitantes, sin importar si mi cuerpo tocaba a alguno de los hombres libres.
Agarré el cabello de la esclava con fuerza sin importarme su grito, y la
obligué a salir de aquella cómoda posición para lanzarla al suelo.
A Ubbe no le importó. Lo esperaba, lo deseaba. Él quería aquel acto,
quería que mi cuerpo se sentara encima del suyo y buscara su boca con
desesperación. Y así fue, mi boca se movió en la suya con anhelo. Nuestras
lenguas danzaban de la misma forma que las llamas se movían.
Mis manos viajaron a sus hombros, tocando y apretando su cuerpo.
Mi boca no pudo evitar soltar un gemido de placer por tener la fortuna de
que mis manos tocaran algo más que la masa del flatbröd.
Las manos del príncipe Ubbe bajaron con fuerza mi vestido, buscando la
forma de desnudar mis senos. Forzó, una y otra vez, hasta que el vestido se
rasgó y dejó en libertad mi busto. Y su boca cambió de rumbo.
Los labios de Ubbe chuparon mis pezones con agresividad, hasta tal
punto que dudé si mis gemidos eran de dolor o de placer. Sus manos se
metieron debajo de mi vestido para tocar mis muslos. Sus movimientos eran
rápidos y desenfrenados.
Él quería tocarlo todo. Quería palpar cada parte de mi piel. Pero la
dureza que estaba en su pantalón lo obligó a detenerse.
Se lo bajó, y yo me subí el vestido. Solo bastaron esos dos movimientos
para que su virilidad entrara en mí por primera vez.
Nuestros cuerpos estaban unidos, eran uno solo.
Nuestras respiraciones eran agitadas. Nada importaba. No existía el
pudor en aquel momento. No importaba que prácticamente toda la ciudad
estuviera en aquel lugar. Nuestro deseo, nuestras ansias fueron lo
primordial.
Moví mi cintura con rapidez, buscando aquel éxtasis con desesperación.
Y lo encontré.
Mi clímax llegó, al igual que el susurro del príncipe en mi oreja.
—Cómo me gusta la imprudencia.

—Es placentero, ¿no es así?


La voz de Gerda interrumpió mi intento de dormir. Abrí los ojos al
instante de escucharla. La bella esclava de Bjorn estaba arrodillada frente a
mi cuerpo, con el ceño fruncido y la nariz rota—. ¿El qué?
—El revolcarte con la realeza —contestó aun con el ceño fruncido.
—Yo… —titubeé nerviosa intentando contestar—. Gerda…
—No gastes saliva en buscar alguna excusa, sé lo que haces —expresó la
esclava casi favorita del rey—. No me interesa saber nada, solo quiero que
me ayudes a entrar de nuevo en la cama del rey.
—Gerda, ¿cómo podría convencerlo? —pregunté alzando mi voz sin
importarme el sueño de los demás esclavos.
—Shhh, cállate.
—Estás pidiendo algo que no está en mi poder —manifesté sentándome
en la cama. Mi corazón empezó a latir con rapidez al presentir hacia dónde
se dirigía la conversación.
—No me importa —bramó la bella esclava—, deberás buscar la forma, o
el rey sabrá de tu lindo amorío con el príncipe. —Detuvo su boca un
momento para agregar a continuación, con una amplia sonrisa—: Te matará
cuando se entere.
—No, no, no —expresé—, está bien. Lo haré, buscaré la forma de que
seas de nuevo la favorita.
—Bien.
Gerda se levantó con una bella sonrisa en su rostro para volver a su
colchón.
—Oh, dulce Freyja145, ayúdame…
Isa

Los pies desnudos de Revna tocan la hierba húmeda del bosque de


Kaupang146 mientras centenares de animales corrían alrededor, escapando
de algo o de alguien, pero los pies de Revna se quedan quietos. Ya no tenía
miedo a nada.
Una sensación de fuerza recorría su cuerpo, transmitiendo que era capaz
de enfrentar cualquier miedo que estuviera persiguiendo a aquellos
animales.
Era libre.
Libre del miedo.

Sueño de Revna

Era una fría mañana en Birka147, la lluvia caía de manera intermitente,


acariciando suavemente el rostro de los guerreros. La diosa Sól148 había
desaparecido aquel día, como una señal de lo que ocurriría en los
siguientes.
El patio de batalla acogía a los lugartenientes del rey, además de a seis
docenas de guerreros que quedaban en la ciudad. Practicaban desde el
amanecer hasta el anochecer desde la noticia del ataque del jarl149 de
Kaupang150.
Y yo aquel día me dedicaba a observar cómo cada uno de ellos mejoraba
su técnica en la batalla.
Ubbe Ragnarsson y Haakon Sigurdsson luchaban sin descanso, el sudor
resaltaba en sus cuerpos, mezclándose con las gotas de lluvia que caían en
Birka. El príncipe era mejor con su hacha, mientras el lugarteniente de
Bjorn prefería la espada como su arma de guerra. Batallaron hasta que sus
brazos les dolieron por el esfuerzo.
—Es inútil, ninguno va a ganar —murmuré sin pensar que el rey estaba a
mi lado atento a mis palabras.
—Alguien siempre gana.
Sus palabras provocaron que mi atención recayese en él, dejando de
observar al príncipe unos momentos.
El rey no giró su cabeza para mirarme, simplemente siguió observando la
batalla entre los dos guerreros. Volví a mirar la práctica de los hombres,
pero esa vez Ubbe lideraba el combate, realizando una maniobra que hizo
que Haakon cayera al suelo húmedo. Aquel movimiento provocó la risa de
los demás guerreros.
—Es tu turno. —No solo la boca del rey se movió, su mano se dirigió a
mi espalda con la intención de empujar mi cuerpo.
—¿Qué? ¿Turno de qué?
—Agarra una espada y un escudo.
Esta vez, la orden no provino del rey, sino del príncipe, quien me
esperaba en el centro del patio de práctica. Y, por primera vez, su rostro no
reflejaba diversión.
Las gotas caían por su cara, mojando sus labios rosados…
—Ve —interrumpió mis pensamientos, dictando una orden con voz
hostil y apuntando con su dedo el lugar donde descansaban las espadas de
práctica.
Eran armas sin filo.
Al momento de tomar la empuñadura de la espada, el príncipe me atacó
con su hacha sin esperar a que mi otra mano agarrase un escudo. Tratar de
esquivarla me llevó directa al húmedo suelo. —No es justo —indiqué
molesta, tratando de levantarme con rapidez.
—Las guerras nunca han sido justas —precisó el príncipe extendiendo su
mano—. Vamos, arriba. Estoy seguro de que una caída no la detendrá.
Acepté su mano sin dudar. La calidez de su palma era contradictoria al
frío clima de la ciudad.
—Levante el codo en cada embestida, le dará más fuerza en el golpe —
me sugirió Ubbe dirigiendo su mano a esa zona—, no se distraiga con los
sonidos de alrededor.
—Sé luchar.
—Jamás ha luchado en una batalla —aclaró Ubbe dando un paso hacia
atrás para levantar su hacha a la altura de su torso—. Es distinto. Un error
puede causarle la muerte, y no queremos eso, ¿no es así?
En su rostro se posó una bella sonrisa, la cual me contagió con rapidez.
—¡Luchen! —La voz del rey de Suecia borró nuestra alegría.
—Por favor, no me deje en ridículo —susurró el príncipe levantando su
hacha y realizando un movimiento con ella.
Estaba segura de que Ubbe aprendió a usar el hacha antes de caminar.
Esta vez, el príncipe esperó a que realizara el primer movimiento de
ataque.
Mi espada sin filo buscó el espacio para poder tocar su cuerpo, pero
ninguno de mis movimientos llegaba a rozar su vestimenta.
El príncipe era rápido, su cuerpo se movía con agilidad de un lado a otro,
esquivando mis intentos de alcanzarlo.
A él no le importaba que el barro del suelo se fuese haciendo más pesado
al pasar el tiempo. Sus pies se seguían moviendo con agilidad, pero los
míos no. Dar un paso me estaba costando aún más que mantener la espada
erguida. Y las estocadas del hacha del príncipe a mi arma me
desequilibraban. Hasta que uno de esos golpes logró su objetivo.
Mi cuerpo cayó a la húmeda tierra por el movimiento del príncipe,
logrando desarmarme. Mi espada saltó de mi mano para caer a una lejana
distancia de mi cuerpo. Pensé que la práctica había terminado, y que el
príncipe era el ganador de aquella batalla. Pero la lucha no cesaba.
El hacha del príncipe quiso tocar mi cuerpo, a la altura de mi vientre,
pero mi pie se estiró en busca de su estómago. El golpe lo sorprendió y lo
dejó sin aliento, cayendo al suelo e imitando mi pose.
Las risas de los guerreros se presentaron al instante.
—Bien. Recuerda que hay dos partes del cuerpo que sangran más. —
Escuché la voz del rey—. Aquí, y aquí. —Su gran cuerpo se presentó frente
a mí para apuntar mi cuello y mi entrepierna con su dedo—. Espero que
alguno de esos movimientos te ayude a matar a Halstein.
Mi cuerpo aún se mantenía en el suelo, tratando de recuperar el aliento y
la impresión de haber golpeado a Ubbe sin considerar su dolor.
—Sí, mi rey —contesté.
—Levántate —dijo estirando su mano.
A pesar de la sorpresa de aquel movimiento por su parte, mi mano aceptó
su ayuda.
—Hoy tendrás la noche libre —señaló mientras mi cuerpo se
posicionaba frente al suyo.
—¿Kaysa ocupará mi lugar?
—No estaré en casa —aclaró—, tú sigue practicando. Estarás en mi
cuadrilla. Si no matas a tu conde ese día, asegúrate de morir en batalla.
Algo dentro de mí esperaba una risa por parte del rey, anhelando que
aquellas palabras fueran un chiste, pero el rostro de Bjorn, el cual estaba
cerca de mí, no transmitió nada de diversión.
—Sí, señor.
—¡Haakon! —el grito del rey sin quitar la mirada de mí provocó que mi
cuerpo saltara—. Ve a buscar los caballos. Tenemos un camino que recorrer.
Observé cómo el lugarteniente del rey corría entre los guerreros para
obedecer su orden; él aún me miraba.
—Baja la cabeza, thrall151.
—Sí, señor —dicté nuevamente aquellas palabras, bajando mi cabeza
con rapidez.
Mis ojos observaron las botas del rey, manchadas de barro;
desaparecieron de un instante a otro, y otro par distinto apareció en mi
visión.
—Suba la cabeza. —Esta vez no era la voz del rey—. Su primera noche
libre en Birka… ¿Qué haremos? —Sus palabras y su sonrisa traviesa eran
divertidas. Solo pude reír.

La lluvia no dejó de caer aquel día. En ningún momento, las gotas


suavizaron su tacto.
Cada una de ellas tuvo la fuerza de ahuyentar a los habitantes, que se
refugiaron en sus casas, dejando sus puestos de trabajo antes de que el dios
Nott llegara a Midgard152.
Estuve tentada de quedarme al lado del fuego de la casa de los esclavos,
pero era mi primera noche libre desde… desde que mi cuerpo salió del de
mi madre.
Mis pies se movieron por voluntad propia fuera de la casa, en busca de la
libertad que el rey me había dado esa noche. Busqué, busqué y busqué, pero
no encontré nada.
Mis pies se detuvieron cuando las gallinas picotearon mis piernas.
Y mi búsqueda finalizó con un sabor amargo en mi boca y con mi cuerpo
arrinconado en la orilla del gallinero.
—Sabía que estaría aquí. —La voz de Ubbe Ragnarsson se presentó en
el interior, asustando a los animales que buscaban dormir—. ¿Por qué
prefiere estar aquí en su noche libre?
—¿Qué es la libertad? —le pregunté sin buscar con mi mirada sus ojos.
Abracé mis piernas en el intento de encontrar algún consuelo.
—¿Quieres enfermar? —preguntó el príncipe dando los pasos que
faltaban para que su cuerpo llegara a mi lado. Sus rodillas se posaron en el
suelo, quedando su cabeza a la altura de la mía. Sus manos acariciaron mi
cabello mojado.
—No, creo que no —dije con desconfianza en cada palabra que salió de
mi boca.
—Venga conmigo. —Su mano buscó la mía, pero, al sentir sus dedos, la
aparté con rapidez—. ¿No quiere?
—Jamás había tenido una noche libre.
—¿Y quiere pasar su primera noche libre aquí? —El rostro del príncipe
mostraba lo confundido que estaba. Su ceño estaba fruncido, y sus labios
ligeramente abiertos.
—¿Qué…debería… hacer? —Mi boca empezó a tiritar por el frío.
—Abrigarse.
Y Ubbe se levantó del suelo para tomarme entre sus brazos. Me levantó
como si mi cuerpo fuera tan liviano como el de una pluma.
No rechacé su tacto. Ni su ayuda.
Él debía entender mejor lo que era la libertad.
Me llevó, al parecer, a lo que era su casa. Dudé por unos segundos,
porque aquella choza solo tenía una cama, una mesa y una silla. El fuego
iluminaba todo el espacio.
—La dejaré aquí —comunicó Ubbe mientras bajaba su cuerpo para dejar
el mío al lado del hogar.
Su mano se colocó al final de mi vestido para sacarlo con rapidez. Por un
momento, mi mente imaginó que el príncipe deseaba intimidad, pero un
abrigo rodeó mis hombros y me señaló lo contrario. Un abrigo tras otro
buscaba la forma de quitarme el frío.
—Estará bien. Tranquila. —Las manos de Ubbe se restregaban en los
abrigos de arriba abajo.
—No sé qué quiero —confesé aun con mi boca tiritona—. No sé si
quiero matar a Halstein. O si deseo luchar, solo he cocinado durante toda mi
vida. Cocino y me abro de piernas, no sé hacer nada más.
—Eres mucho más que la cocina o el sexo —señaló el príncipe sin
detener los movimientos de sus manos.
—Mi señor, no me conoce.
—No es necesario que diga mi título… —¿Por qué rechaza la idea de
quién es?
—No soy un título —indicó Ubbe—, soy la reputación que me he
creado, y que me han creado mis hombres. Soy más que el hijo de Ragnar
Lodbrok.
—Usted tiene la oportunidad de ser quien desea. Tiene la oportunidad de
rechazar el título natural que tiene, ¡yo no! ¡Yo no! —No sabía si era por el
frío, pero estaba perdiendo el control de mi propio cuerpo.
—Tranquila…
—¡No! Soy yo la que puede morir por estar aquí con usted. No puedo
rechazar mi título, ni el amo que tengo. No tengo opción.
—Le interesan demasiado los títulos —señaló deteniendo los
movimientos de sus manos—. Nada de eso importa en una batalla. Un rey y
un esclavo sangran de la misma forma. Mi hermano también puede
matarme por estar aquí contigo, no eres la única que se está arriesgando.
Y el descontrol de mi cuerpo se fue calmando.
—Entonces, ¿por qué hace esto? ¿Por qué no me dejó debajo ahí?
Un suspiro salió de la boca del príncipe al escuchar mis preguntas.
Él no contestó. Se alejó de mi cuerpo para retirar parte de su vestimenta
mojada. Su torso quedo en descubierto.
—Eres inteligente, sabes el por qué.
Sus palabras no me dieron la respuesta, pero siguió hablando al momento
que su cuerpo giro para dictar las siguientes palabras.
—Llamas mi atención de una forma que no me había sucedido antes. —
La boca del príncipe soltó esas palabras con hostilidad. No estaba contento
—. Algo cálido me envuelve aquí —susurró mientras su mano se dirigía a
la parte de su cuerpo donde latía su corazón—, cuando estoy a su lado.
—¿Habla de mí? —pregunté tratando de que mi mirada solo se quedara
en el azul de la suya.
—Sí, de usted.
Y me quedé congelada. Mi mente no podía creer aquellas palabras. El
príncipe sentía atracción por mí, ¿por mí? Qué extraña e inesperada
confesión.
Quise alegrarme, pero no pude.
Conocí el amor a través de un hombre. Aquel hombre que me regaló
como la mejor de sus posesiones, sin importarle mi bienestar, ni el amor
que le profesaba.
—No soy Halstein —señaló como si supiera lo que pasaba por mi cabeza
—.
Jamás haría nada para dañarla. Para mí no es una esclava, ni un objeto
para regalar.
—¿Y qué soy para usted?
—Una mujer imprudente.
Y una risa se presentó en ambos.

—Qué extraño lugar para tatuarse —murmuró Ubbe Ragnarsson cuando me


tendió desnuda en su cama. Quise tapar las runas que estaban en medio de
mis senos con las pieles que estaban alrededor—. No, no se cubra. —
Obedecí su orden.
—¿Por qué ahí? —preguntó moviendo sus dedos para acariciar las runas
que estaban marcadas en el cada cuerpo de cada thrall153.
—Halstein eligió el lugar. Él… era un buen amo. Jamás nos cortó el
cabello, y siempre buscaba un lugar oculto para tatuar nuestras runas.
—No entiendo su bondad —dijo Ubbe recorriendo con sus dedos mis
senos, acariciando suavemente el pezón—. Regalarte no es un acto
bondadoso.
—Creo… —Un gemido salió de mi boca al sentir sus dedos jugando con
mi pezón—.
Creo que su ambición era más grande que su bondad.
—Su ambición fue más grande que su amor.
Amor, qué extraña palabra. Pero se cruzaba en mi mente una y otra vez
desde que salió de la boca de Ubbe Ragnarsson. ¿Qué era el amor? ¿Lo
había conocido en los brazos de Halstein? ¿Fue el amor de mi antiguo amo
el que me mantuvo a salvo de la pobreza y de los peligros? ¿Acaso lo
amaba yo? ¿O fue el simple deber el que me obligó a profesar un amor que
no sentía?
Pero ninguna de esas preguntas siguió en mi mente cuando la cabeza de
Ubbe Ragnarsson se metió entre mis piernas buscando mi punto de placer.
Aquel pequeño brote que asomaba al inicio de mi vagina buscaba la forma
de llamar la atención del príncipe. Mi cadera se movía de arriba abajo en
busca de más fricción de su boca con mi intimidad.
El frío y la humedad pasaron al olvido cuando nuestras bocas se unieron.
Y las preguntas, las malditas preguntas, se quedaron en Náströnd154.
Allí, donde nadie las iba a buscar.
Pero lo que estaba en Midgard155, en la casa del príncipe Ubbe, era mi
placer. Mis gemidos salieron de mi boca con libertad. Fue mi noche libre, y
fue mi elección pasarla junto al hijo menor de Ragnar Lodbrok.
No existió el encuentro rápido y desenfrenado. Aquella vez no hubo
urgencia.
Las manos de Ubbe recorrieron mi cuerpo con lentitud. Sus dedos
navegaron desde mi cabello hasta las puntas de mis pies. Sus yemas
acariciaron mi piel suavemente, como si fuera el más delicado de los
tesoros. Y su boca, su deliciosa y sensual boca, llegó a rincones que me
doblegaron, y por un momento pensé en arrodillarme y suplicarle que se
convirtiera en mi amo.
La virilidad del príncipe de Suecia entró en mí con un suave
movimiento.
Su cintura no era la única que se movía, sus labios buscaron los míos
aumentando el placer.
La suavidad de su tacto empezó a desaparecer al instante que sus
estocadas comenzaron a aumentar de velocidad, al sentir que aquella unión
empezaba a tener un final. Los dedos del príncipe se posaron en mi muslo,
apretando de la misma forma que lo hacía con la masa del flatbröd. Y su
boca se tornó agresiva, mordiendo mi labio cuando su leche se esparció en
mí.
No hubo más palabras aquella noche. No fue necesario. La sinceridad de
sus gestos y el amor que me profesó en la cama fueron suficientes.
La decisión de pasar la noche con el príncipe de Birka no fue la única
que tomé aquella noche.
Elegí amarlo

Me desperté con el sonido de los cuernos, el cual me indicó dos cosas: la


batalla estaba a punto de comenzar, y me había quedado dormida en los
brazos del hermano menor de Bjorn Ironside. Cualquiera de los dos
acontecimientos me llevaba a una muerte segura.
Jera

Lucharán los hermanos, y se habrán de matar.


Los primos hermanos cometerán incesto,
terrible es el mundo, hay gran adulterio;
días de lanzas y espadas, se raja el escudo, días de tormenta y lobos,
se hunde el mundo, no habrá hombre ninguno que a otro respete.

Volupsa

El bullicio de la ciudad de Birka 156era alto, y dificultó que escuchara la voz


del príncipe. Su cuerpo se movía con urgencia en busca de la ropa del día
anterior, sin importarle que aún estuviera mojada.
—Quédate detrás de mí, trataré de protegerte todo el tiempo —dictó
colocándose el pantalón con rapidez—. Buscaremos la forma de matar a
Halstein.
—El rey…
—Al Hel lo que quiere Bjorn. —Ubbe estaba vestido, mientras mi
cuerpo aún estaba desnudo—. Te protegeré.
No sé si era una promesa para mí o para él.
—Vístase, y vaya a la casa comunal —señaló Ubbe agarrando su hacha
entre sus manos para colocarla en la funda. Luego, su cuerpo se acercó al
mío en busca de mis labios.
Un cosquilleo quedó en ellos por el dulce beso del príncipe, aunque ya
hubiera partido de la casa.
El vestido que utilicé el día anterior aún estaba mojado, la tela se pegó a
mi cuerpo de forma inmediata al ponérmelo.
Y salí de la casa de Ubbe Raggnarsson con la intención de dirigir mis
pasos al salón comunal, pero la mano de alguien se posicionó en mi boca,
impidiendo que gritara. El movimiento obligó que mi espalda tocara, al
parecer, su torso.
El tacto era frío, y el cuerpo de la persona estaba húmedo.
—Shhh, soy yo.
No esperaba escuchar aquella voz nuevamente.
La voz de mi hermana se presentó con dulzura en mi oído.
—Te soltaré, pero no grites, por favor —dijo. Asentí con mi cabeza en
respuesta, y su mano, al instante, dejó de presionar mi boca. Giré mi cabeza
y mi cuerpo en busca de la persona que impidió mi camino.
—¿Lena? —susurré el nombre de mi hermana sin creer que ella
estuviera aquí, en Birka. Su cabello rubio caía por sus hombros, y sus bellos
ojos verdes me observaban con dulzura—. ¿Hermana?
—Revna —Y sus brazos rodearon mi cuerpo, confirmando que su
presencia era real—. Tu cabello… —Sus manos acariciaron mi cabello
corto, aun abrazadas.
El bullicio de la ciudad no se detuvo por nuestro abrazo. Los gritos
aumentaban de intensidad con el paso del tiempo. Los habitantes corrían de
un lado a otro, y otros simplemente entraron a sus casas.
—Te busqué toda la noche —añadió Lena durante nuestro abrazo —.
Halstein quiere que estés fuera de esta ciudad cuando ataque.
—¿Por qué? —pregunté cuando nuestro abrazo se deshizo—. ¿Por qué
estás aquí? Si el rey descubre que eres una informante de Halstein, te
matará —le indiqué.
Tomé su brazo con mi mano para encaminarla hacia la casa de Ubbe
Ragnarsson.
—Debes irte de aquí, lo más seguro es que lo hagas por mar. Bjorn tiene
sus guerreros en tierra.
—Me iré de aquí, pero contigo.
—Lena, ¿qué sucede? —le pregunté sin creer sus palabras—. Soy
esclava de Bjorn, no de Halstein.
—Hemos venido a recuperarte. —Las palabras de mi hermana menor me
sorprendieron. No era mentira. Lena no mentía, jamás lo hacía.
—Halstein viene por la princesa… —señalé negando con mi cabeza ante
esa absurda idea—. ¿Por qué vendría por mí?
—Porque te ama.
—No, detente, Lena. No hay amor entre nosotros —bramé sin
importarme alzarle la voz por primera vez a mi hermana—. Y no creo que
hiciera todo esto por mí.
—No, por supuesto que no —murmuró Lena—. Quiere matar al rey,
quiere a Suecia en su poder.
—Imposible. Jamás podría lograrlo.
—Los vikingos partieron de Suecia, Halstein sabe que Bjorn no tiene los
números para defender la ciudad de un ataque. Va a caer, debes venir
conmigo…
—No —dicté esa negativa con rapidez, lo que provocó que mi hermana
me mirase confundida—. No puedo simplemente irme, sería traición.
—No es traición si Bjorn muere.
Sus palabras me hicieron pensar.
—Halstein matará a Bjorn. Vamos, debemos irnos cuando eso suceda.
Lena extendió su mano. Y, sin importarme el bienestar de mi amo, o el
bienestar del hombre que me poseyó en la noche y, aunque aún era capaz de
sentir sus besos por mi cuerpo y mi intimidad aún estaba adolorida por su
virilidad, acepté la mano de mi hermana menor.
Lena lo tenía todo planeado. No tuve que pensar, solo seguir sus pasos,
los cuales se movían con familiaridad por la ciudad. Nadie se percató de
nuestra presencia por el mercado, a pesar de que todos huían de la cercanía
con las murallas de la ciudad.
La mano de mi media hermana me llevó al mar.
Nuestros pies tocaron las frías aguas de Birka cuando los cuernos
empezaron a sonar nuevamente.
—Debemos movernos más rápido —señaló Lena, empujando mi cuerpo
para que entrara por completo en el mar.
Observé por última vez la ciudad de Birka, deseando que Ubbe supiera el
plan que pasaba por mi mente.
Iría en busca de mi antiguo conde, fingiendo lealtad hacia él;
traicionándolos a mi rey y a él.
Y nos hundimos.
Nuestras cabezas salían de vez en cuando en busca del aire que nos
quitaba el mar, para volver al fondo y nadar con más fuerza en cada
movimiento de brazo. Lena guio mi camino.

Nuestro nado finalizó cuando observamos a los drakkar157s y al gran


snekke158 de Halstein en la orilla. Sus banderas se movían en la dirección
del viento.
Llegamos al campamento provisorio de los guerreros de Kaupang159.
Varias tiendas estaban armadas alrededor de la playa. El campamento estaba
desordenado, y reconocí a las esclavas que estaban esperando a que llegaran
sus amos.
Astrid, Gunilda, Hilda y Thora me saludaron con un movimiento de sus
cabezas. Respondí a aquel gesto.
No hubo compañerismo entre nosotras. En la posición de favorita, no me
permití crear otras relaciones.
Observé con atención el lugar, buscando en algún rincón al conde
Kaupang160.
—Debemos esperar aquí hasta que las negociaciones terminen —señaló
mi bella hermana—. Halstein estará feliz de verte.
—¿Madre cómo esta? —Debía aprovechar el tiempo que me estaban
concediendo los dioses para estar con mi media hermana.
—Murió.
Lena dijo aquellas palabras sin mirarme. Estaba secando su largo
cabello.
—¿Qué?
—Murió a los días de llegar Halstein. La noticia de que te regaló le
rompió el corazón.
—Lena… —susurré el nombre de mi hermana sin creer la frialdad de sus
palabras. Ella simplemente se encogió de hombros.
—Falleció con la llegada de Ostara161.
Tenía razón. Ostara 162no solo significa vida para los esclavos.
—Halstein le dio el entierro de un karl163. De seguro está en
Helgafell164.
Sus palabras no me hicieron sentir mejor. Mis lágrimas empezaron a caer
al imaginar el cuerpo sin vida de mi madre.
No pude despedirme.
—Mi señora… —Una de las esclavas murmuró aquel título. Levanté de
inmediato mis ojos en busca de algún jarl165 o karl166 que estuviera
presente, pero solo estábamos las esclavas. Todas con el mismo collar que
nos distinguía. Todas, menos una.
—¿Tu collar? —le pregunté a Lena llevando mis dedos al bello
complemento que adornaba su cuello. Uno que usó la madre de mi antiguo
conde en el pasado, cuando ella y el padre de Halstein gobernaron
Kaupang167.
—Está todo listo. —Volvió hablar la esclava, pero esa vez miré cómo
observaba a mi hermana.
—Vete —ordenó Lena con un tono de autoridad que no sabía que poseía.
Las manos de mi media hermana se posaron en su cuello, tocando el
collar, apartando mis manos con suavidad.
—Halstein me dio la libertad.
Y las lágrimas que aún salían por la muerte de mi madre desaparecieron
al escuchar sus palabras. La tristeza se fue y vino la rabia.
—¿Qué? —Observé cómo mi hermana retrocedía sus pasos—. ¿De qué
hablas?
—Él lo hizo como una prueba de que esta vez sería distinto. Él te dará la
libertad…
—¡No le pertenezco! No puede darme la libertad, él no es mi dueño —
interrumpí su frase con un grito.
—Si gana esta batalla, será tu amo —indicó Lena—. ¿Qué sucede
contigo? Pensé que te alegrarías de verme a mí y de la idea de volver a
Kaupang168.
—Me alegro de verte, eres mi hermana, mi sangre —señalé—. Estoy
feliz por ti. Has obtenido lo que siempre soñamos. Eres libre, Lena. Nuestra
abuela estaría feliz.
—No es una libertad completa —dijo Lena encogiéndose de hombros.
—Quizás no, pero tus hijos la obtendrán —expresé sintiendo la alegría
de que una de nosotras obtuviera la libertad que deseábamos desde
pequeñas—. Conseguiste lo que nuestra abuela perdió.
—Sé que estabas con Halstein por… —Levanté mi mano para detener lo
que quería salir de su boca.
—Lo importante es que una de las dos lo consiguió.
Y me acerqué para envolver su cuerpo con mis brazos. Estaba contenta
por ella, realmente feliz por el logro que todo thrall169 deseaba. Pero mi
corazón roto por Halstein se quebró aún más.

La diosa Sól170 aún nos alumbraba cuando el galopeo de los caballos se


presentó cerca del campamento. La llegada del ejército de Kaupang171 era
inaplazable, y mi encuentro con
Halstein estaba cerca. No podía negar que mi corazón se había acelerado
con la idea de ver nuevamente el rostro de mi antiguo amo. El hombre al
que había amado, y el que rompió mi corazón.
Me refugié en la tienda de las esclavas, donde los heridos serían
atendidos después de una batalla. Pero esa vez no la hubo. Se escuchaban
las risas de los vikingos.
—¿Dónde está? —Escuché la voz de Halstein cerca de la tienda donde
me refugiaba. No escuché la de Lena, pero imaginé que le respondió,
porque sus pasos se escuchaban cada vez más cerca.
El cuerpo de Halstein abrió la tela de la tienda con un movimiento
agresivo, logrando que levantara mi cuerpo de la arena ante su presencia.
Nos quedamos quietos, observándonos. Sus ojos, uno verde y otro negro,
me miraron de arriba abajo.
—Tu cabello.
—El rey ordenó que se cortara —dije sin quitar mi mirada de su cuerpo.
Halstein vestía la ropa que utilizaba cuando partía a saquear. El cuero era
lo que más destacaba.
—Revna… Mi dulce Revna.
—Mi señor. —Realicé una pequeña reverencia bajando mi mirada al
suelo. No era mi amo, pero era el conde de una gran ciudad. Le debía aún
un respeto por su estatus. El problema era que no quería hacerle ninguna
reverencia.
Al levantar mi mirada, el rostro del conde de Kaupang 172estaba cerca de
mí y, sin esperar alguna acción por mi parte, buscó mis labios con prisa.
No le importó que sus guerreros fueran testigos. Era la primera vez que
me besaba en público, sin considerar la opinión de los demás. Sus labios se
movían con apremio, mostrando que anhelaba aquel contacto.
—¿Estás bien? —me preguntó cuando sus labios se separaron de los
míos. Asentí con la cabeza—. ¿Qué sucedió? Se suponía que debías llegar
en la noche.
—Lena me encontró en la mañana —señalé dando unos pasos atrás,
alejándome de él y la calidez de su cuerpo.
—¿Dónde estabas?
—¿Qué haces? —le pregunté—. ¿Qué haces aquí trayendo una guerra?
Su rostro, que ahora estaba marcado por unas runas desde su ojo negro
hasta el cuello, se contrajo.
—¿Qué crees que hago? He venido a por ti.
—Por Odín —murmuré molesta tras escuchar esas palabras nuevamente
—. No creeré esas mentiras. Me estás engañando. Loki173 maneja tu boca.
—Estoy aquí, ¿qué otra prueba necesitas? —me preguntó recorriendo los
pasos que yo había dado para alejarme.
—No has venido por mí, eres ambicioso, Halstein, ¿qué quieres ganar?
Mi antiguo conde no pudo contestar a mi pregunta.
—Váyanse —ordenó a las esclavas que aún rondaban alrededor, al igual
que a sus lugartenientes. Observé el gran cuerpo de Dag alejarse de la
tienda.
—Ni siquiera tienes la respuesta a mi pregunta.
—Quiero matar a Bjorn, a él y a toda su familia —bramó Halstein. Su
rostro estaba furioso—. Me humilló. Llegué a Kaupang174 sin una esposa y
perdiendo mi mayor tesoro.
—¿Y eso provoca una guerra?
—Sabes que no soporto la humillación. Mis hombres… Debo mostrarles
a mis hombres que ni siquiera Bjorn Ironside puede ofenderme.
—Solo debías traer más joyas para la dote de la princesa —susurré—.
Freydis no se doblegará si matas a su padre.
—No me interesa Freydis. No lo entendí en ese momento, pero ella
jamás podría darme la fidelidad que me das tú. —Su mano se dirigió a mi
mejilla. Sus dedos se movieron lentamente, acariciándola.
—No creeré esas palabras. No soy sigyn 175en esta historia —murmuré
agarrando su mano para alejarla de mi cara—. No me quedaré viendo tu
error.
—¿De qué hablas?
—No puedes matar a Bjorn Ironside, es imposible. Perderás.
—Hablas como uno de sus guerreros.
—Solo digo la verdad. Todos saben que Odín protege a Bjorn. —El
rostro de Halstein se endureció al escucharme.
—No tiene los hombres suficientes para defender la ciudad. Odín no crea
guerreros del barro. —Aquellas palabras eran ciertas. Bjorn se equivocó al
mandar a sus vikingos a la expedición. La diferencia del tamaño del ejército
de una ciudad a otra era notoria—. Debes ser paciente. El asedio durará
días…
—Tengo un amo —le señalé—. Ese no eres tú. Debo estar en Birka, es
mi ciudad y mi reino. Soy una thrall176, le soy leal a mi dueño.
—No será más tu dueño si lo mato —dijo las palabras que Lena repitió
momentos atrás.
—¿Por qué lo matarías? ¿Por qué tú, de todos los hombres que lo han
intentado, lograría matarlo?
—Mi ejército no se compara con el suyo —señaló aun con su ceño
fruncido—. ¿Por qué no estás de mi lado?
—¡Me regalaste! —grité—. ¿Qué creías que haría al verte? ¿Correr a tus
brazos añorando un beso tuyo?
—Lo esperaba. Esperaba que te alegraras, que me apoyaras en esta
travesía.
Negué con mi cabeza.
—Me has roto el corazón, y sabías el dolor que me provocaba, pero no te
importó, ¿por qué debería importarme ahora tu guerra?
—Porque antes te hubiese importado.
—Las cosas cambiaron, Halstein, y solo tú fuiste el culpable de ello.
Moví mi cuerpo con la intención de salir de aquella tienda, pero Halstein
me lo impidió. Agarró mi brazo con fuerza.
—¿Qué puedo hacer para que me perdones? —Su mirada era suplicante.
En ese momento, no estaba el conde. Solo estaba Halstein. Mi dulce
Halstein, que buscaba mi amor todas las noches en la casa comunal de
Kaupang177—. ¿Acaso no me has extrañado?
Callé.
Sí, lo había extrañado, pero aquel sentimiento solo duró los primeros
días. Después, mi espíritu se acostumbró a Birka, a compartir al lado de
Kaysa y de Eivor. La calidez de aquellas dos amigas logró que extrañara
muy poco a la ciudad a la que nombré hogar.
Y, por otro lado, estaba Ubbe. El príncipe de Birka conquistó mi corazón,
provocando que su presencia lograra olvidar mi sueño más anhelado: la
libertad.
Mi silencio le dio una respuesta que no esperaba. En su sorpresa, me
soltó, y en esa oportunidad salí de la tienda en busca de soledad.

El dios Máni178 nos otorgó el regalo de ver su rostro completo. Después de


un largo tiempo, la luna llegó a acortar nuestros días, reduciendo nuestra
jornada de trabajo, y dándonos más tiempo de descanso.
Su luz se reflejaba en el mar, que estaba tranquilo. Ran no se llevaría a
nadie a su mundo aquel día.
—Te traje comida. —La voz de Halstein interrumpió mi contemplación
de Máni179. Su cuerpo se sentó a mi lado en la arena, ofreciéndome un
cuenco lleno de carne y verduras.
—Gracias. —Acepté esa ofrenda con gusto. Mi estómago había
empezado a rugir por comida unos instantes atrás.
—Revna… —No quise escuchar sus palabras. De seguro eran dulces,
seductoras. Y no debía olvidar mi plan. No debía olvidar a quién le era leal.
El rostro de Ubbe aun no salía de mi mente, al igual que el cosquilleo de
sus besos no desaparecía de mi cuerpo.
—¿Habrías venido por mí si el rey hubiera aceptado tu matrimonio con
su hija? —interrumpí la frase que quería salir de su boca. Busqué su rostro
con rapidez; Halstein no hablaba mucho, pero en sus ojos lo demostraban
todo. Su mirada y su silencio me hablaron—. Has puesto mi nombre en una
guerra que no me compete. Has traído a mi hermana al peligro. ¿Qué
sucederá si pierdes esta guerra y ella vuelva a ser la esclava que siempre
fue?
—No perderé esta guerra. Bjorn lo sabe, por eso no estaba en las
negociaciones. —Una gran sonrisa se extendió por su rostro—. Revna,
ganaré esta guerra. Tu hermana seguirá libre, y tú… Tú lo serás también.
—¿El rey aún no ha llegado? —Una duda saltó en mi cabeza al escuchar
al conde de Kaupang180.
—¿Salió de Birka? —Su sonrisa se esfumó dando paso a la curiosidad.
—Sí, ayer.
—¿Dónde? —me preguntó mi antiguo conde, y solo pude encoger los
hombros. No tenía esa información.
—¿Quién estuvo presente en las negociaciones?
—Ubbe Ragnarsson.
Y nuevamente dejé que el silencio hablara.
—¿Qué sabes de él? —me preguntó Halstein, pero simplemente me
encogí de hombros. Mi antiguo conde no aceptó esa respuesta. Agarró mi
barbilla con sus manos para girar mi rostro y conectar sus ojos con los míos
—. Te obliga a estar en su cama.
Halstein no supo interpretar mi silencio.
—No me obliga. Lo hago por voluntad propia —confesé. Creo que
intentaba dañarlo. Herir ese supuesto amor que sentía por mí.
—¿Lo haces por voluntad propia? ¿Como lo hiciste conmigo? —El tono
de voz que empleó era de incredulidad, sus palabras salieron lentas de su
boca, como si no fuera capaz de formularlas. En mi mente apareció una
joven Revna sonrojada ante las bellas palabras que le decía Halstein en el
pasado. Cuando su padre y mi madre vivían.
—Es dulce conmigo.
Su mano soltó mi rostro, chasqueando su lengua. Mi confesión le había
molestado.
—¿Te has olvidado de mí?
Por los dioses, qué extraña pregunta salió de su boca. Qué extraño tono
de voz empleó. Su voz sonaba triste.
—Me obligaste a olvidarte —susurré observando la tranquilidad del mar
—. Solo tú eres el culpable de lo que está sucediendo. Era feliz contigo en
Kaupang181, y hubiera seguido feliz, aunque no me regalaras la libertad. No
me imaginaba otra vida, ni a otro amo.
—Sé que me equivoqué. Sé que no eras una simple esclava para mí.
—Pero es lo que soy. No debí olvidar mi lugar. Tenías el derecho de
vender mi cuerpo, pero no puedes exigir que mis sentimientos hacia ti estén
exactamente igual que antes. Todo ha cambiado.
—Lo sé. Sé que has cambiado, lo veo en tus ojos —susurró Halstein
soltando una bocanada de aire—. Tus ojos negros ya no me miran de la
misma forma.
Giré mi rostro para observar el perfil de mi antiguo conde. Su cabello
pelirrojo caía por los lados. Un cabello que había crecido bastante desde
nuestra separación.
—No sientas remordimiento por tu actuar, Bjorn deseaba la guerra que
has traído a las puertas de su reino. De alguna u otra forma, me regalases o
no, esta batalla hubiera ocurrido.
—Pero tú estarías de mi lado.
Me encogí de hombros.
—No soy una sköldmö182. Mi presencia no ayuda a ningún ejército.
—No me interesaba la fuerza que empuñaras con la espada, sino la
lealtad que me entregabas, la que ahora le das a otro.
—Halstein —lo llamé para observar una vez más la belleza de sus
extraños ojos. Mi antiguo conde giró su cabeza—. Estoy segura de que
encontrarás a una buena esposa, que te dé la lealtad y el hijo que deseas. Si
sobrevives a esta guerra, y si tienes la suerte de matar al rey de Suecia,
lograrás obtener una buena alianza con Ubbe. Las riquezas de tus cofres
aumentarán, y los acuerdos de compromiso llegarán desde varios condados.
Ubbe será un buen rey y te dará lo que buscas.
—¿Por qué crees que lo dejaré con vida? —Pude notar en su voz que
estaba asombrado por mis palabras.
—El linaje de los Ragnarsson proviene del mismo Odín, no puedes
eliminarlo por completo.
—Sigurd gobierna Dinamarca, e Ivar lidera York. El linaje de los
Ragnarsson no se borrará con la muerte de Bjorn y Ubbe.
—¿No crees que el rey de Dinamarca vengará a su hermano? —
pregunté.
—No, agradecerá que su poder se extienda a Suecia. ¿Por qué crees que
Sigurd se casó con la hija mayor de Bjorn? Reclamar la corona de Suecia
tiene aún más validez con la hija mayor del rey. Y recuerda que Bjorn no
tiene heredero.
No sabía nada de lo que salió de la boca de Halstein. Jamás supe nada
sobre las otras hijas de Bjorn. En la casa comunal no se mencionaba el
nombre de ellas.
—Estás muy seguro de todo esto. —Observé cómo su seguridad salía por
todos lados. Hablaba a través de sus ojos, de su boca y de sus manos.
—Lo estoy.
Observé los peculiares colores de sus ojos. Su mirada siempre se
diferenció de los demás hombres. Tan distintos a todos ellos. Y mi mente
viajó al pasado, donde Urd guardaba todos los recuerdos.
No quería matarlo. No después de todo el amor que me dio, y que le di.
No lo amaba.
No lo amaba a él, pero amaba la historia que vivimos. Amaba la bondad
y la compresión que Halstein me entregó. Amaba que él me hiciera olvidar
que era una esclava.
No, no podía matarlo.
Que los dioses guiasen su camino a la victoria o a la derrota.
—Pasa la noche conmigo —murmuró Halstein interrumpiendo el hilo de
mis pensamientos.
—¿Es un pedido o una orden?
—Es una súplica.
Me sorprendí. El jamás suplicó nada en su vida.
—Eres el jarl183 de Kaupang184, el mercado más grande de Noruega —
dije—. No debes suplicar.
—¿Eso es un sí? —preguntó extendiendo una pequeña sonrisa por su
rostro, dejando a la vista los hoyuelos de sus mejillas.
Negué con mi cabeza.
—Busca a una mujer a la que no debas suplicar.
—¿Por qué? —preguntó. Fruncí el ceño al no comprender su pregunta—.
¿Qué tanta lealtad le debes a Bjorn?
No contesté. No era a él a quien le estaba dando mi lealtad.
Eihwaz

Tiembla Yggdrasil185,
más el fresno está firme gime el viejo árbol al soltarse el troll;
sufren todos en las sendas de Hel hasta que lo trague el pariente de
Surt186.

Volupsa

La llegada de la guerra era inminente. Los guerreros preparaban sus


vestimentas, sus escudos y afilaban sus espadas y hachas. Observé con
detenimiento cada detalle del campamento. Hasta que mi vista se clavó en
Halstein.
No quería que se fuera al Valhalla187.
Al menos, aun no, pero sabía lo que significaba que viviera.
Ubbe y Bjorn estarían en el banquete del Valhalla 188al anochecer.
—¿Has dormido bien? —me preguntó mi antiguo conde mientras sus
pies lo guiaban a la tienda de los esclavos, el lugar donde pasé la noche
completa, a pesar de que Halstein y Lena intentaron lo contrario.
—Sí —contesté, aunque fuese mentira.
Fue la peor noche de mi vida. La culpa de pasar una noche lejos de la
ciudad de Birka189 y el dolor por la noticia de la muerte de mi madre
impidieron que lograra conciliar el sueño.
—Creí que escaparías.
—¿Estoy retenida aquí? —Halstein negó con la cabeza.
—Entonces, no sería un escape —añadí pensando que era lo debí hacer
en la noche.
No era parte de este campamento, ni de sus guerreros, ni de su conde.
Aquel sitio no era mi lugar.
—¿Crees que algún día me perdonarás? —preguntó Halstein mientras las
demás esclavas salieron de la tienda para atender a sus amos.
—No hay nada que perdonar.
—Tu ausencia mató a tu madre. —El cuerpo de Halstein se apoyó en uno
de los pilares que sujetaban la tienda—. Por supuesto que hay algo que
perdonar… —susurró.
—No lo sabías, no lo podías saber —señalé recogiendo mis piernas para
abrazar mis rodillas nuevamente, la posición en la que mi cuerpo
encontraba algo de tranquilidad en el suelo de la tienda.
—Casi me mata a mí…
—Basta —bramé interrumpiendo las siguientes palabras que querían
salir de la boca de Halstein. Mi cuerpo rechazaba cada gesto cálido de mi
antiguo conde—. No eres tú.
—Estoy desesperado. Quiero que me perdones.
—No será hoy.
Mi antiguo conde soltó un largo suspiro sin despegar su mirada de mi
cuerpo, el que estaba allí, en aquella posición, en busca de algún consuelo.
—¿Me esperarás? —preguntó mientras su cuerpo se adentraba por
completo en la tienda para llegar a mi altura. Sus rodillas se posicionaron al
lado de mi cuerpo y su mano agarró mi barbilla con suavidad.
—Debería volver a Birka. Este no es mi lugar.
—Tu lugar siempre ha sido a mi lado.
—Ese siempre ya tuvo su final —dije.
Observé cómo la boca de Halstein se abrió para seguramente contradecir
mis palabras, pero el sonido de su voz no salió. Fue interrumpido por la
figura de Dag.
—Halstein, está todo listo —apuntó su lugarteniente, apoyando su
cuerpo en el mismo lugar en el que estaba su conde.
Las pocas palabras que salieron de la boca de Dag provocaron que mi
corazón se acelerara por la llegada de la batalla.
Observé el cuerpo de Halstein levantarse y mover sus pies para alejarse
de mi lado, pero de manera involuntaria traté de impedir sus siguientes
pasos.
Mi mano se aferró a su pierna con fuerza.
—No lo hagas —susurré levantando mi mirada para observar sus ojos—.
No lo hagas —susurré nuevamente.
El cuerpo de Halstein volvió a la posición anterior. Sus rodillas bajaron
para tocar el suelo. Su cabeza estaba a mi altura.
—He llegado tan lejos, que ya no recuerdo el camino para volver. —Su
voz era baja.
—¿Estás seguro de esta guerra? —pregunté en un susurro para que Dag
no escuchara mis palabras.
—Sí —contestó sin titubear—. ¿Me esperarás? —preguntó acercando su
rostro al mío y sus manos a mis mejillas—. Espérame.
—No puedo quedarme aquí —indiqué con sinceridad—. Le daré mi
lealtad al rey hasta que él dé su último suspiro.
—Me aseguraré de que sea hoy —señaló Halstein apoyando su rostro en
el mío—. Te quiero, Revna. Sé que nunca te lo dije, pero… este tiempo
lejos de ti… he podido ver que siempre he sentido amor por ti.
La confesión de mi antiguo amo habría tenido otra respuesta en mi
cuerpo en el pasado. Pero, en ese momento, mi cuerpo no reaccionó de la
forma que esperaba, ni que Halstein deseaba.
Él lo notó.
—Prometo que me ganaré tu amor nuevamente —juró mi antiguo amo
acercando sus labios a los míos.
No me alejé de lo que iba a suceder.
—Las nornas190 han escrito nuestro destino, no tenemos el poder de
cambiarlo —susurré cerrando los ojos. El gesto de Halstein era cálido.
—Espérame…
—Que Odín guíe tu camino.
Y su rostro terminó de acercarse al mío para que nuestros labios se
tocaran una vez más.

“Los hijos de Ragnar mueran, mueran, mueran, mueran”, era la palabra se


repitió varias veces en mi mente, y la imagen de Ubbe tendido en el barro
con sus ojos azulados sin vida me perturbó toda la noche, impidiendo que
cerrara los ojos.
Si Ubbe moría en aquella batalla, no tenía razón para quedarme en Birka.
Mi lealtad no estaba con Bjorn, jamás lo estuvo.
—¿Qué haces?
Esa fue pregunta de mi hermana mientras mi mano tomaba entre mis
dedos el arma que algún guerrero dejó en el campamento.
—Vete de Birka.
—Hermana…
—Lena, vete de Birka. Estás en peligro aquí. No pierdas lo que a nuestra
abuela le quitaron. Cuida de tu libertad.
—Halstein ganará —afirmó Lena con seguridad en sus palabras.
—Odín siempre guiará a la victoria a su propio linaje. Bjorn ganará. No
sé cómo, pero lo hará —indiqué moviendo mis dedos para acariciar su larga
cabellera—. No pierdas eso por lo que tanto luchamos. Vete.
Me moví en busca de los sonidos de la guerra. Eran cada vez más
fuertes. Gritos y llantos. Hombres pidiendo ayuda a Odín, y otros llamando
a las valkirias. Los sonidos empezaron a tener dueño. Ya no solo eran
ruidos, se podía distinguir quiénes lo manifestaban. Mis pies esquivaron los
cuerpos de los muertos y de quienes agonizaban. Solo tenía un objetivo, y
debía estar en medio de la batalla.
Unos pasos más, y la batalla estaba frente a mis ojos. Mis pies se
quedaron quietos al ver la imagen completa de la guerra. No sé quiénes eran
los guerreros de Kaupang191 y de Birka192, no sabía cómo eran capaces de
reconocer a su enemigo. Quise avanzar, pero algo me detuvo. Allí estaba mi
condena.
Sujeté el mango de la espada con fuerza, deseando que ninguno de
aquellos guerreros que estaba frente a mis ojos tuviera la oportunidad de
matarme.
—Ayúdame, dulce Freyja193. —Fueron las palabras que susurró mi boca
antes de mover mis pies y encaminarme a mi primera batalla.
Desconozco por qué imaginé que sería fácil encontrar a Ubbe en mitad
de una batalla. Mis ojos no se pudieron enfocar en nadie. Rostros sucios,
espadas alzadas y escudos por doquier dificultaron mi objetivo.
Ni siquiera pude estar en pie unos momentos. El cuerpo de un berserker
194corriendo a mi lado logró que mi cuerpo perdiera el equilibrio, pero me

mantuve en pie hasta que la lanza de un úlfhedinn, los únicos que poseían
una en una batalla, logró derribar por completo mi equilibrio.
La caída fue dura, a mi espalda le llegó al dolor al sentir cómo una piedra
se clavó en ella. Y grité cuando se incrustó más. El cuerpo de un gran
guerrero cayó encima de mí. Era el cuerpo de un hombre muerto. Traté de
moverme en busca de mi liberación, pero era imposible.
En ese instante, conocí lo que era una prisión. No solo de palabra, sino
de hechos. No tenía fuerza para buscar mi libertad. Nunca la tuve…
—¿Qué haces aquí? —La voz de un hombre conocido resaltó sobre los
demás ruidos. Y, en el hombre en el que menos pensé en encontrar alguna
ayuda, encontré mi libertad. Dag movió el cuerpo del guerrero con
facilidad, ayudándome a levantarme del barro.
—Gracias —le dije con la intención de seguir mi camino, pero la mano
del lugarteniente de mi antiguo amo me detuvo.
—Quieres traicionar a Halstein… —musitó cerca de mi rostro,
observando con atención mis ojos.
—No. Solo es que no le debo lealtad —indiqué alejándome de él.
—Es lo mismo. —Dag levantó la espada, apuntando con la parte afilada
mi vientre—. Los enemigos de mi conde son los míos.
—No soy su enemiga —dije, pero sé que Dag prefería matarme, aunque
le jurase que mi lealtad era para Halstein.
No insistí. Levanté la espada de mis manos y moví mis pies en posición
de batalla. Quise recordar mi entrenamiento con Ubbe, pero nada llegó a mi
cabeza.
Mis manos se movieron con voluntad propia, deteniendo cada estocada
de Dag con su espada. Me defendí en cada paso. Era buena defendiendo,
siempre lo había sido. Pero atacar era otra historia.
Dag no esperaba, estaba impaciente por vencerme. Me atacó una y otra
vez sin descanso, y en su ansiedad encontré su debilidad. Él no se protegía.
Y, en un movimiento con la espada, hice mi primer ataque al esquivar un
golpe de Dag, clavé mi espada en su parte más vulnerable.
La parte filosa de la espada se incrustó en su entrepierna. El grito que
lanzó el lugarteniente logró que me estremeciera. El guerrero siguió
luchando, pero la sangre brotaba en gran cantidad por la herida.
Dag solo dio unos pasos más hasta que su cuerpo cayó al suelo. Sus ojos
se cerraron al caer al barro.
Por Odín, lo había matado. Era el primer hombre al que mataba, pero
sabía que no debía ser el último.
Moví mis pies en busca del rostro de Ubbe Ragnarsson. Debía buscar la
protección que me prometió, porque estaba segura de que moriría en
aquella batalla sin el cuidado del príncipe.
Y, por primera vez, tuve miedo de morir. Miedo de encontrarme con la
diosa del inframundo195 sin probar una vez más los dulces labios del
hermano menor del rey de Suecia.
La imagen de Halstein al frente de Ubbe, cada uno con sus armas
alzadas, detuvo mi camino.
No lo pensé.
No me importó que Ubbe estuviera ganando aquella batalla.
No lo pensé.
Busqué la posición para quedar detrás de mi antiguo conde, para que la
parte afilada de la espada se clavara en su espalda; la sangre brotó por la
herida. No realicé aquel movimiento con la suficiente fuerza, porque
Halstein giró su cuerpo aún con la espada clavada.
—Me amas —susurró.
Sus ojos se abrieron al ver que su verdugo era yo.
—¿Cómo puedo amarte después de lo que me hiciste? —Fue mi turno de
susurrar, pero no hubo una respuesta por su parte, porque el lado afilado de
la espada salió por su abdomen.
Halstein cayó al suelo al instante. Y el cuerpo de Ubbe se mantuvo en
pie.
El príncipe de Suecia tuvo la fuerza de terminar mi plan.
Mis pies quisieron correr hacia el hombre que estaba con vida, pero mi
mente aún estaba puesta en el hombre que estaba muerto. Mis rodillas
cayeron al lado de Halstein. Y lloré.
Lo había matado con las mismas manos con las que le entregué amor y
placer. Pero no era momento de lamentos, mis lágrimas no podían seguir
saliendo porque los guerreros de Kaupang196 se empezaron a reunir
alrededor del cuerpo de su conde.
—Ven… —La voz de Ubbe llegó a mi oído mientras sus manos me
levantaban para sacarme de aquel lugar, y para llevarnos al lado de los
guerreros de Birka, quienes abrieron un círculo para que entrara.
Ubbe me protegía.
Pensé que la batalla terminaría, que aquellos hombres caerían al suelo a
llorar por su Halstein, de la misma forma en que mi cuerpo lo hizo, pero su
muerte no alejó a los vikingos de los muros de Birka. La partida de su
jarl197 les dio más vida, fuerza y poder.
La muerte de Halstein no aseguraba que el ejército de Bjorn ganase. Al
parecer, era todo lo contrario.
Observé cómo los vikingos de Kaupang198 nos observaban.
Los guerreros de Birka y los vikingos de mi antiguo conde eran dos
grupos totalmente distintos. En ese momento lo supe. Eran distintos, y su
tamaño era lo que más los diferenciaba.
Íbamos a morir.
—Dulce Freyja199, protégenos.
Y todo cambió de un momento a otro. El sonido de un cuerno llamó la
atención de todos los guerreros sin importar a cuál jarl200 siguiesen. Y lo
primero que pudieron ver mis ojos cuando el círculo se deshizo fue a un
gran ejército que marchaba con los guerreros de Kaupang. El cuerpo del rey
de Suecia llamó mi atención. Bjorn lideraba un ejército que no era el suyo.
Mis ojos dejaron de ver el cuerpo del rey para fijarse en un cuerpo
femenino. Una mujer cabalgando su caballo. Una mujer con cabello rubio,
tan radiante como la diosa Freyja201.
La diosa nos salvó.
Perth

Veo la tierra
Levantarse por segunda vez
Desde el mar,
Las cascadas fluyen,
Y las águilas vuelan por encima, Cazando peces.
Y allí recuerdan
Los grandes eventos del Ragnarök Y la vieja sabiduría de Odín.

Volupsa

Jomsvikings202. Ese era el ejército que salvó a la ciudad de Birka203 de ser


saqueada por extranjeros. Aquella élite de guerreros fueron lo que salvaron
de una muerte segura al rey Bjorn.
La élite era liderada por Freyja204 Gormsdottir. Una mujer intimidante.
Su cabello largo y dorado era lo único femenino que poseía. Su cuerpo era
alto y robusto, tosco, igual que el del rey.
Freyja debió tener un bello rostro en el pasado, pero su cicatriz, aquella
que trazaba una línea desde su ojo hasta su cuello, le quitó seguramente la
hermosura que alguna vez tuvo. Era difícil apartarle la mirada, pero debía
cambiarme de ropa, limpiar mi cuerpo y buscar los alimentos para el
banquete de la victoria de la batalla.
—¡Revna! —el grito alegre lo reconocí. Era la voz de Kaysa—. ¿Dónde
estabas? Te busqué toda la noche.
Y, con sus palabras, llegó mi media hermana a mis pensamientos.
Ignoré su pregunta.
—Kaysa, Gerda, Eivor, las necesito a todas, estarán en la fogata conmigo
preparando el banquete —ordené al llegar a la casa de los esclavos. Todos
los thralls205 del rey Bjorn se refugiaron en la casa.
—¿Eran los jomsvikings? —preguntó Eivor mientras entraba en la casa.
—Sí, ellos nos salvaron. Nuestro rey ganó la guerra —contesté. Mis
pasos se dirigieron al cuenco con agua que utilizábamos para lavarnos cada
mañana, y en el agua se reflejaba mi cara, manchada con la sangre de Dag y
de Halstein.
—¿Freyja206 lideraba el ejército? —El agua no solo reflejó mi rostro. La
cara de Eivor apareció a mi lado.
—Sí, la jarl207 de Jomsborg 208estaba con ellos —contesté girando mi
cara para ver la suya.
Eivor frunció el ceño al escucharme.
—Límpiate, estaremos en la casa comunal esperándote —indicó.
Observé cómo salía de la casa junto a Gerda y Kaysa.
—¿En qué podemos ayudar? —Hans alzó la voz al irse las mujeres.
—Saquen todo el hidromiel al salón —les ordené.
La casa quedó en silencio y, en la intimidad que me entregaba la soledad,
solté las únicas lágrimas que pude derramar aquel día.

Después de cada batalla había un banquete para celebrar la vida y la


muerte. Ambas ligadas en una guerra.
El banquete fue lo primero que se creó cuando los guerreros de
Kaupang209 murieron o escaparon para salvar sus vidas. La casa comunal se
llenó con rapidez. La gente estaba feliz.
No había tristeza por los caídos.
—¡Cocinera! —El grito de la líder de los jomsvikings210 resaltó
nuevamente. La guerrera Freyja Gormsdottir me estuvo llamando toda la
noche para que le sirviera más hidromiel. Pero esta vez, al acercarme, no
estaba solo rodeada de sus guerreros, el príncipe Ubbe estaba a su lado con
una gran sonrisa.
No pude evitar pensar en la gran pareja que serían.
Acerqué el jarro de hidromiel para llenar el vaso del jarl211 de
Jomsborg212. El lugar donde vivían los jomsvikings213, al parecer, fue el
destino del rey en mi noche libre.
—Tu príncipe me contaba que luchas. —Observé cómo la líder me
entregaba una gran sonrisa. La miré por unos momentos, para después
observar al príncipe.
Él aún no se había limpiado. Ninguno de ellos.
—Me defiendo, mi señora —aclaré.
—No hay necesidad de títulos —dijo Freyja sin borrar la sonrisa de su
rostro.
Casi me desmayé al escuchar las palabras de Ubbe en la boca de la
guerrera. Eran el uno para el otro.
—Si luchas como cocinas, serías bienvenida en Jomsborg214.
—Todo lo que hace, lo hace bien. —La voz del príncipe llamó la
atención de ambas. No fui la única en buscar con la mirada el rostro de
Ubbe—. Es buena.
—Gracias, mi príncipe. —Una reverencia salió de mi cuerpo para
agradecer aquellas palabras.
—Deberías partir a Jomsborg215 conmigo.
—Tengo amo…
—En Jomsborg 216no existen los amos —dijo la bella Freyja—. Una vez
que llegues allí, eres libre.
—Tengo…
—Ningún rey o jarl217 entrará a buscarte a la fortaleza. Una vez dentro,
tienes mi protección y la de los jomsvikings218. Quien llega a ese lugar, es
porque le es destinado.
Libre.
No existen los amos en Jomsborg219.
Suena como el paraíso del que escuché hablar una vez a un monje
cristiano en Kaupang220.
—Cocinera…
—Debo volver a trabajar, mi señora —musité sin enfocar mi mirada en
ella ni en el príncipe.
Mis pies se giraron, pero no se encaminaron hacia la fogata.
La imagen de Lena, con las demás esclavas del campamento de los
guerreros de Kaupang221, me detuvo. Las manos de mi media hermana
estaban amarradas, su vestido estaba roto, su mejilla y sus labios sangraban.
Observé el momento en que Bjorn Ragnarsson se acercaba a su nueva
mercancía. Sus ojos iban directos a los de ella.
—Ella para su rey, y las demás para mis guerreros —gritó el Rey de
Birka sin dejar de observarla.
Qué triste. Halstein le había dado la libertad, y el rey Bjorn le dio la
esclavitud por segunda vez.
Observé a los guerreros terminar de desnudar a las demás esclavas para
empezar a tocarlas en sus partes íntimas, pero mi mirada no se quedó en
ellas. Mis ojos estaban fijos en el cuerpo de mi hermana menor, la cual
lloraba sin emitir ningún sonido. El rey Bjorn se acercó al oído de Lena. Era
una orden, porque movió sus pies al instante.
Sabía que sus pies la llevarían a la habitación del rey, y sabía que Bjorn
se dirigía a aquel lugar. Sabía que la violaría más de una vez aquella noche.
—Ella es alguien importante para ti. —La voz de la líder de los
jomsvikings222 se presentó nuevamente en mi oído. Esa vez, ella estaba
detrás de mi cuerpo.
—Lo es —murmuré observando cómo el rey salía por la puerta trasera
—. Y el rey la violará una y otra vez.
—¿Qué harás? —preguntó Freyja223—. ¿Matarás a tu amo, como lo
hiciste con el anterior?
Bajé mi mirada al escucharla, pero no al suelo. La bajé a mis manos. La
sangre de Halstein aún estaba en mis uñas.
No, no podía matar a Bjorn. Significaría mi muerte también, además de
la de mi hermana. Solo debía sacar a Lena de su cama. Y supe en ese
momento que debía ser yo quien tomara su lugar.
Realicé el camino hasta la habitación con el jarro de hidromiel en mis
manos. El líquido caía por mi boca mientras bebía en busca valentía.
La valentía, o la estupidez de ofrecer mi cuerpo al rey.
Debía aceptarme. Aunque Lena fuera mucho más hermosa que yo, él
debía aceptar mi petición.
Debía seducirlo.
El último trago, y mis pies subieron la escalera con paso firme. No debía
titubear, si Bjorn veía una vacilación en mis ojos, me rechazaría.
Debía comportarme como una jarl224. Quizás de la misma forma que su
esposa lo hizo con él.
La habitación del rey estaba en penumbra, nada veía, pero mis oídos sí
escuchaban los gemidos del rey y los quejidos de Lena. Mis ojos tardaron
en acostumbrarse a la oscuridad y, al hacerlo, la primera imagen casi
provocó que soltara un grito. El rey estaba desnudo, al igual que Lena. Él
estaba encima de ella tratando de abrir sus piernas, pero mi media hermana
se negaba.
—Abre las malditas piernas. —El rey alzó su voz, al igual que su mano
al rostro de mi hermana. Un quejido más fuerte salió de la boca de ella.
—Mi rey —dicté esas palabras con una extraña valentía. Observé cómo
su cuerpo detuvo sus movimientos al escucharme.
—Cocinera, vete de aquí.
—No.
Al escuchar mi negativa, se levantó de su cama para enfrentarme.
Estaba furioso, lo noté en los ojos y en su postura. Estaba listo para
lanzar un golpe con su mano a mi rostro.
—Quiero acompañarlo esta noche —expresé antes de que su mano
siguiera su camino.
Mis palabras tuvieron efecto, porque detuvo su movimiento, dejando la
mano alzada en el aire.
—¿Qué?
—Vete, esclava.
Recé para que Lena obedeciera mi orden, pero no la busqué para
confirmarlo. Me lancé a los labios del rey sin importarme su rechazo. Mis
labios junto a los suyos eran una extraña sensación. Su boca apestaba a
hidromiel. Y no había nada dulce ni cálido en sus labios, pero… era
agradable. Su mano agarró mi cabello para alejar mi boca de la suya. Los
ojos del rey demostraban la sorpresa de mi acto, aunque su mirada no
quitaba el asombro, su boca buscó la mía nuevamente.
Y tras aquel primer beso continuaron muchos más.
La presencia de Lena se esfumó. No escuché cuando bajó de la cama, ni
cuando sus pies buscaron la salida.
En realidad, no me importó nada cuando las manos del rey se
posicionaron en mi trasero para alzarme. Fue un movimiento rápido, sin
esfuerzo, como si mi cuerpo fuera una pluma.
Mis piernas abrazaron su cintura con fuerza.
—¿Qué haces? —preguntó.
—No tendrá que forzarme a mí.
No hablamos más, nuestras bocas no se movieron para hacerlo. Sus ojos
no se alejaron de los míos en el recorrido hasta su cama. Y ahí, encima de
las pieles, su boca se movió con libertad.
El robusto cuerpo del rey se posicionó encima de mí en busca de su
placer; su boca y sus manos se movieron por mi cuerpo, tocando cada parte
sin pudor. Su lengua se mezcló con la mía en un baile perfecto. Y sus
manos, sus grandes manos, bajaron a mis senos para estrujarlos con
suavidad.
Pero no se quedaron ahí. Decidieron romper mi vestido para dejarme
desnuda. Rompió la tela con tanta facilidad, que me sorprendió la fuerza
que poseía.
Sus dedos no solo se dedicaron a eso, también bajaron a mi intimidad
para darme placer. Su boca era amable, extrañamente agradable. Se suponía
que no debía disfrutarlo, se suponía que no debía gemir… Por Odín, ¿por
qué era tan extrañamente placentero?
Mi respiración estaba agitada, mi corazón daba saltos sin parar al sentir
cómo el placer recorría mi cuerpo. No imaginé que podría aumentar mi
goce, pero, cuando la virilidad del rey entró en mí, conocí otro nivel de
placer.
Sus estocadas fueron aumentando de velocidad, cada una me daba más
placer que el anterior. Hasta que el rey decidió cambiar de posición y
dejarme a mí liderar la unión. Mi cuerpo encima del suyo se movió en
círculos, hasta que aquel meneo perfecto se perdió. Mis movimientos se
desordenaron, y la fricción de mi cuerpo contra el suyo se volvió
desbocada.
El rey terminó dentro de mí con un gemido grave, apretando con fuerza
la carne de mi cintura. Mi cuerpo cayó encima del suyo aun con su
intimidad dentro de mí.
Tratando de recuperar el aliento.
—Ahora comprendo lo que Halstein veía en ti —susurró el rey en mi
oído, quitando el cabello de mi rostro.
—¿Qué cosa?
—No eres solamente buena en la cocina —insinuó—. Conoces a la
esclava, querías salvarla de mí, ¿no es así? —Levanté ligeramente mi rostro
para observar si existía algún gesto de furia en el suyo—. He aprendido a
conocer las intenciones de los demás. Eso me ha salvado de muchos
peligros.
Dudé si responder.
¿Confesar mi parentesco con Lena la salvaría o la condenaría?
—No tengas miedo. Me has entregado la lealtad, y te la devolveré —
murmuró aquellas palabras. Eran ciertas, pero, aun así, él tenía el poder de
cortar mi cabeza, fuese fiel o no. La lealtad no me protegía de nada.
—Es mi media hermana —le confesé.
—Otra cocinera.
—Si —dije—, pero ya no es cocinera, Halstein la liberó —añadí con la
intención de que la libertad de mi hermana perdurara un poco más, pero el
rey negó con su cabeza.
—No es así como funcionan las cosas.
—Me tiene a mí, mi señor —apunté—. ¿Qué sentido tiene tener dos
cocineras?
—¿Podrás satisfacer todas mis exigencias?
Aunque su pregunta tuviese otro tipo de intenciones, mi cabeza asintió
con rapidez rápidamente.
—¿Lo disfrutaste? —preguntó Bjorn Irsonide mientras agarraba mi
cintura con sus dos manos para sacar su intimidad de mi cavidad.
—Lo disfruté —musité queriendo evitar que el rey se levantase. Coloqué
mis manos en su torso para detener su movimiento—. Lo disfruté —repetí.
El hijo primogénito de Ragnar Lodbrok se detuvo para observar mis
ojos.
Creo que trataba de encontrar la sinceridad en mis palabras.
—Eres una buena mentirosa, ¿cómo sé que estás diciendo la verdad?
—¿Acaso mi cuerpo no es una evidencia? —El rey se quedó mudo unos
momentos—. Lo disfruté —repetí las palabras. Unas que aún me eran
difíciles de creer.
—Duerme. Ha sido un largo día —añadió el rey volviendo a colocar su
espalda en la cama.
—¿Puedo dormir aquí? —pregunté asombrada por su orden.
—Sí —contestó cerrando los ojos. No quise hablar más, esa era la orden
que debía acatar.
Mi cuerpo se posicionó a su lado, mi brazo tocaba el suyo en un intento
de decirle que pasar la noche con él no era el peor de los castigos.
Quise soltar las lágrimas que querían salir por mis ojos, pero me contuve.
Estaba a gusto. Bjorn no fue malo, ni agresivo. Fue… placentero. Más
placentero de lo que imaginé que sería.
Y mis ojos se cerraron al escuchar su respiración calmada. Jamás hubiera
imaginado que aquel día terminaría en la cama del rey, con su líquido entre
mis piernas. Debería estar feliz. Mi plan se había concretado… pero lo dejé
en el olvido cuando besé a Ubbe Ragnarsson por primera vez. Por Odín,
¿qué había hecho?

La diosa Sól225 estaba presente el día siguiente de la batalla. El día


brillaba en Birka, y para los victoriosos guerreros que yacían en el suelo de
la ciudad borrachos de alegría. Era un día de descanso para los jarls y karls,
pero no para los thrall226s. Debíamos trabajar.
Debía trabajar, aunque mi cuerpo pidiera a gritos que me quedara entre
las pieles de la cama del rey.
Él no estaba en la cama cuando abrí los ojos.
Empecé a trabajar desde que mis pies pisaron la madera del piso. A la
luz del día observé el desorden de la habitación. La ropa del rey estaba en el
suelo, al igual que el jarro de hidromiel, embriagando el lugar de olor a miel
fermentada.
—Maldita traicionera. —Por unos momentos, pensé que era la voz de mi
hermana culpándome por la muerte de Halstein, pero, al buscar la persona,
mis ojos se posaron en el cuerpo de Gerda.
Me empujó, provocando que mi trasero tocara el suelo, donde el
hidromiel aún estaba presente.
—Gerda, por favor. No hay necesidad de golpes… —murmuré
intentando no gemir de dolor.
—Me prometiste que volvería a ser la favorita del rey. —Los ojos de
Gerda estaban furiosos. Y a esa furia la acompañaban unas lágrimas.
—Aún tengo esa promesa presente —dije levantándome el suelo con
lentitud. Mis piernas estaban adoloridas, al igual que mis brazos.
—Pero eres tú la que está aquí. —Sus brazos se movieron con
agresividad, apuntando con unos de sus dedos a mi cuerpo—. Eres tú la que
pasó la noche con él.
Nuevamente se lanzó hacia mí, logrando tirarme por segunda vez.
—Por Odín…
—Le contaré todo al rey. —Su voz aumentaba cada vez más, gritaba—.
Y te matará.
—Basta, Gerda —supliqué aun tendida en el suelo—. Solo sucedió una
vez. Él tiene el poder de acostarse con quien desee. Ninguna nos podemos
negar.
—Lo prometiste —chilló, pero esta vez el grito no vino solo. Los pies de
Gerda empezaron a golpear mi cuerpo. Una y otra vez. Debí detenerla, pero
no tenía la fuerza suficiente para defenderme.
—Ya basta. —La voz del rey de Suecia se presentó en su habitación con
autoridad. Observé cómo Gerda se arrodillaba al instante cuando el
semblante del rey apareció en el lugar—. Vete.
Escuché el sonido de unos pies moviéndose para bajar la escalera con
rapidez, mientras él me tomaba entre sus brazos para levantarme del suelo.
—Puedes defenderte —dijo mientras me dejaba con suavidad en la cama
—. No es delito que un thrall227 le pegue a otro thrall.
—Estoy cansada… —musité reposando mi cabeza en la almohada—. Me
duele el cuerpo, mi señor. No tengo fuerza para defenderme.
—Duerme —señaló Bjorn Iroside sentándose en su cama. Negué con la
cabeza.
—Debo preparar el…
—No prepares nada. Tu hermana tomará tu lugar en la cocina —señaló
nuevamente el rey—. Puedes… puedes descansar aquí.
Aquellas palabras nos sorprendieron a ambos. Él demostraba
incomodidad, y yo asombro.
—Gracias, mi rey.
Bjorn Ironside asintió con la cabeza.
Ambos nos quedamos observándonos. Él lucía una barba rubia
desordenada con algunos rastros de sangre de la batalla del día anterior.
—Debería bañarlo.
—Puedo hacerlo solo —aclaró el primogénito de Ragnar Lodbrok.
Sus ojos se achicaron un poco mientras una pequeña sonrisa se extendió
por su rostro.
Qué extraño era ver eso. Una sonrisa que era para mí.
—Debería volver a la casa de los esclavos. —Moví mi cuerpo para sacar
mis pies de la cama, pero su mano se posó en mi hombro, deteniendo mi
actuar.
—No. Descansa, te lo has ganado.
—¿Sí?
—La lealtad es algo difícil de encontrar en cualquier persona, sea libre o
no. —El rey detuvo su boca por un momento antes de seguir hablando—.
Tienes el día libre. Mañana vuelves a la cocina. Y ahora duerme, es una
orden.
Solo pude asentir con mi cabeza, porque ni siquiera tenía la fuerza de
mover mis pies para encaminarme a la casa de los esclavos.
Cerré los ojos cuando el rey salió de la habitación.
Y una pregunta perturbó mi sueño: ¿por qué de un momento a otro el rey
ya no me transmitía miedo.
Algiz

Cinco mujeres atadas le seguirán,


y ocho de mis esclavas, bien nacidas,
desde niñas conmigo, y mías fueron
como regalo que Buthli a su hija dio.

Poema Sigurðarkviða hin skamma

Abrí la puerta con una sonrisa en la cara. El descanso en la cama del rey dio
sus frutos. El dolor en mi cuerpo desapareció tras dormir un día completo
en la habitación de Bjorn Ironside, y después de que su cuerpo durmiera
abrazado a mí en la oscuridad de la noche.
Pero, al abrir la puerta que daba al salón principal de la casa comunal, la
sonrisa se esfumó. El lugar no estaba vacío. Los guerreros de Bjorn, los
jomsvikings228 y la realeza de Suecia estaban allí, pero no eran los únicos.
El cuerpo de Halstein también, en mitad del salón, encima de la mesa del
rey. Kaysa y Eivor lo limpiaban con un paño cada una. Me moví entre los
guerreros sin tocarlos, buscando el espacio para llegar hasta la mesa.
—¿Esta batalla continuará? —La voz de la hija del rey se presentó en el
salón con autoridad—. ¿Alguien vengará la muerte de Halstein?
—No lo sabemos —contestó el rey de Suecia sentado en su trono con su
vaso de hidromiel en las manos—. No tenía hijos reconocidos.
—Debemos enviar un emisario a Noruega por la muerte del conde de
Kaupang229. —Esa voz era de Ubbe Ragnarsson. Cuando escuché su voz, el
recuerdo del rey yaciendo conmigo llegó de golpe a mi cabeza. Detuve mis
pasos, que quedaron al lado de Freyja 230Gormosdottir. Y el nombre de
Jomsborg231 golpeó mi mente.
La idea de escapar de aquella fortaleza surgió en mi interior como las
llamas de mi cocina.
—Los que huyeron debieron llegar con la noticia —contestó el rey.
—Debes avisar, deberán elegir un jarl232 para Kaupang233. —
Nuevamente, el príncipe alzó la voz.
—Tal vez la cocinera conozca a quien se le designe el título de jarl234.
—Pensé que la intromisión de Freydis apuntaba hacia mí, pero las miradas
recayeron en la persona que estaba en la fogata.
Debía quitar la atención de la princesa en mi media hermana. Aunque
tuviera que dictar aquel horrible nombre. Aquel personaje tan malvado
como el propio Surt235.
—Mi señor. —Alcé la voz, llevando mi mirada al cuerpo del rey.
Bjorn Ragnarsson buscó mi rostro al escucharme. Nuestras miradas se
conectaron y, tras un movimiento de su cabeza, proseguí hablando—.
Elegirán a Halfdan Gudrödarson236 —contesté la pregunta de la princesa,
aunque no fuera dirigida hacia mí—. Era su primo, su familiar más cercano.
Y el más poderoso.
—He escuchado hablar sobre Halfdan —expresó Freyja a mi lado. Su
bello cabello trenzado se movió a un lado cuando giró su cabeza para
buscar mi mirada—. Halfdan el negro.
Y los murmullos en el salón aumentaron de volumen, siendo el nombre
de Halfdan lo principal.
Di los pasos que faltaban para llegar hasta el cuerpo de mi antiguo amo.
—Yo lo haré —expresé poniéndome al lado de las esclavas—. Sé que no
soy su esclava, pero lo fui.
—¿Estás segura? —preguntó Kaysa en voz baja.
—¿Quieres limpiar el cuerpo del hombre al que asesinaste? —susurró
Eivor aun con el mismo ceño del otro día.
—Sí.
Le quité el paño de las manos a la bella Kaysa para sustituir su labor. La
presencia de las esclavas desapareció de mi lado.
Llevé el trapo al cuenco con agua que estaba en la mesa, lo lavé y lo
estrujé sin quitar la mirada al rostro de Halstein. Su semblante no estaba
sereno, su ceño estaba fruncido, y los sonidos externos empezaron a
desaparecer. El volumen de las voces disminuyó hasta que mis oídos no
captaron nada. Mi mirada, mis manos y mi cuerpo estuvieron atentos al
hombre sin vida que estaba en la mesa.
Limpié el rostro de Halstein con suavidad, retiré las manchas de sangre
que estaban en su barba rojiza. Continué limpiando su cuello, ordenando su
vestimenta de guerra. Era su favorita. Su rol preferido no era ser el conde de
su ciudad, sino el vikingo que saqueaba tierras extranjeras.
Acerqué mi boca a su oído.
—Estoy segura de que estás en el Valhalla237, sé que Odín te recibió en
sus salones con un gran festín, junto a tu padre y hermanos. Sé que no nos
veremos otra vez, y solo me queda tu cuerpo para confesarte que te amé
profundamente. Te amé, aunque odiara mi vida. Tu fuiste lo único bueno en
ella. Me diste amor, seguridad y…
—Halstein debe ser quemado junto a sus esclavas, lo que manda el ritual.
—Mi cuerpo se levantó de golpe al escuchar esas palabras de la princesa—.
Cuatro esclavas estaban con él, pero falta una para el ritual —indicó—.
Creo que la cocinera…
—¡No! —Mi grito no fue lo único que se escuchó. A él se unieron el rey
y el príncipe—. Halstein le dio la libertad a Lena —expresé con rapidez sin
importarme las dos voces masculinas.
—No hablaba de ella —indicó la princesa. Observé sus ojos… se refería
a mí—. Fuiste su mayor tesoro.
Mi cuerpo se congeló. Por mi mente jamás pasó aquella idea. Morir junto
a mi anterior amo no era el objetivo de mi vida.
Siempre fue la libertad.
—Freydis. —La voz del rey llamó mi atención, lo que provocó que
girara mi cabeza para concentrarme en él. El hijo primogénito de Ragnar se
levantó de su trono para caminar hacia su hija. Nadie habló. Al menos, no
lo suficientemente fuerte para que mis oídos se percataran.
Algo salió de su boca en un susurro. No le escuché, pero sé que no
fueron palabras amables. La princesa bajó su mirada al suelo y su cuerpo se
empezó a mover entre los presentes para desaparecer por la puerta
principal.
El rey se empezó a mover en mi dirección, y mi corazón se aceleró con
el miedo de que me eligiese como la quinta esclava que debería morir junto
a Halstein. Bjorn dio las últimas zancadas, dejando su gran cuerpo al lado
del mío.
—¿Qué más sabes de Halfdan?
En ese momento, supe que estaba a salvo de las manos de Freydis.

—Me ofreceré de voluntaria —murmuró mi media hermana a mi lado.


Ambas estábamos en la fogata, cocinando juntas para el banquete de la
noche.
—¿Voluntaria para qué? —pregunté mientras cortaba las verduras.
—Acompañaré a Halstein al Valhalla.
Cuando dijo aquel nombre, entendí sus palabras.
—¿Por qué? —pregunté deteniendo los movimientos de mis manos para
buscar con mi mirada el rostro de mi hermana menor.
—Es Halstein… —murmuró aquel nombre como si nombrara al mismo
padre de todo238—. Eres tú la que debería morir junto a él. Fuiste su esclava
favorita durante toda su vida.
Por mi cabeza jamás pasó la idea de morir junto a mi antiguo amo. Mi
objetivo era parir a sus herederos y conseguir mi libertad. No logré ninguno
de los dos propósitos.
—No moriré junto a él. No moriré junto a ningún amo. —Mi media
hermana me observó con el ceño fruncido.
—Es la única forma que tenemos de llegar al Valhalla…
—¿Crees que deseo seguir siendo una esclava en el Valhalla, atendiendo
a Halstein como siempre lo hice en Midgard239? —interrumpí su oración
con hostilidad en mi voz. Nuevamente, le alcé la voz a mi media hermana.
—Lo amabas, te amaba —indicó como si aquello fuera suficiente para
que diese mi vida junto al cuerpo del hombre que aún estaba en la mesa.
—¿Y de qué sirvió aquello? Me regaló como a una yegua.
—Como a una esclava —corrigió Lena mis palabras.
—Escojo ir a Hel —señalé volviendo mi mirada a la fogata—. O intentar
conseguir mi libertad. Prefiero morir por ello.
—Bjorn no te la dará —dijo Lena con seguridad en su voz.
—Existe otra opción.
—¿Qué opción? —preguntó.
—Cocinera. —La voz del rey Bjorn interrumpió nuestra conversación.
Su llamado provocó que ambas mirásemos en su dirección. Él se levantó de
su trono—. Revna.
Era la primera vez que el rey pronunciaba mi nombre.
—Ven conmigo.
—Espérame, no te ofrezcas de voluntaria —susurré antes de levantarme
de la fogata y seguir los pasos del rey, que se encaminaron por la puerta
trasera, para luego subir las escaleras y llegar hasta su habitación.
Entendí lo que conllevaba su orden.
El cuarto estaba alumbrado por una vela. Solo una luz estaba presente, lo
que le daba un aspecto casi sensual mientras Bjorn Ironside se desnudaba.
Mis ojos se posaron en su cuerpo, lleno de tatuajes y de cicatrices.
Sus manos tocaron mi rostro con suavidad. A pesar de que su piel era
dura, su tacto era suave. Las yemas de sus dedos tocaron mi nariz, mis
mejillas y mis labios, pero sus ojos estaban atentos a los míos.
El rey no habló, pero sus manos me comunicaron la urgencia de su
cuerpo de unirse con el mío.
Retiró mi vestido para depositar suavemente mi cuerpo desnudo en su
colchón. Su torso cálido encima del mío despertó mi apetito sexual, algo
que solo había logrado despertar su medio hermano.
Mis piernas se abrieron, dándole la bienvenida al miembro duro del rey.
Y el primer gemido salió de mi boca cuando él entró en mí con dureza.
Aquella noche no fueron solo gemidos lo que salió de mi boca. Un grito
ahogado escapó de mis labios al sentir mi intimidad sucumbir de placer.

Salí de la habitación en mitad de la noche. El banquete al parecer había


finalizado, pero, para asegurarme, acerqué mi oído a la puerta trasera. Solo
se escuchaban algunos ronquidos. Me atreví a entrar al salón principal en
busca de comida aprovechando el silencio y evitando los ojos curiosos
puestos en quien salía de la habitación del rey. Pero me equivoque. Al dar
un paso y entrar al salón para buscar la fogata, Los ojos azules de Ubbe me
penetraron con la misma agresividad con la que la virilidad del rey entró en
mí.
Dudé en seguir caminando. Mis pies quisieron retroceder y refugiarse en
la cama de Bjorn, pero algo dentro de mí le dio fuerza a mis piernas para
que se movieran en dirección al príncipe.
—He de suponer que dirá que no tiene elección —dijo Ubbe mientras me
sentaba a su lado.
—No la tengo, nunca la he tenido.
—Lo disfruta. No lo puede negar. —Por supuesto que lo iba a negar,
pero las siguientes palabras del príncipe no permitieron mi mentira—. La
escuché. Ese grito no solo se oyó en la habitación de mi hermano.
—No puedo negarme a mi amo. Le pertenezco.
—¿Por qué?
—No puede exigirme algo que no puedo dar —susurré intentando tocar
las manos del príncipe, pero él rechazó mi tacto—. No puede exigirme
fidelidad cuando tengo a mi amo.
—No estoy molesto porque haya abierto las piernas a mi hermano —
señaló el príncipe agarrando mi barbilla con rudeza—. Estoy molesto de
que lo haya buscado. Aquella noche, cuando mi hermano subió a su
habitación con la esclava, fue detrás de él. ¿Cuál era el plan? ¿Ver cuál de
los dos Ragnarsson le daba la libertad?
—Ubbe…
—Mi señor para ti —dijo soltando mi rostro. Su movimiento, su tacto y
su voz eran agresivos.
—No pude permitir que el rey violara a mi hermana menor. —Sus ojos
se suavizaron al escuchar mi confesión.
—¿Solo es eso? —Fruncí el ceño, confundida por su pregunta—. ¿No
sientes amor?
—Halstein le dio la libertad. No quería que le fuera arrebatada a través
de una violación. Intenté que la conservara un poco más.
—¿Sabe lo que hizo? Entregarse a él, buscarlo, convertirse en su
favorita. —Negué esa idea con mi cabeza—. Ha condenado nuestro amor.
No pude responder. Era la verdad lo que salía de su boca. Y la mía se
contagió de su sinceridad.
—Lo nuestro siempre estuvo condenado. No existe un futuro para
nosotros. ¿De qué sirve amar cuando no está permitido? —Solté las
palabras que Hans mencionó días atrás. Ahora tenían sentido.
—Supongo que se acabó la diversión —musitó el príncipe—. No debí
involucrarme con usted. No debí buscarla.
—Mi señor…
—¿Qué hago ahora? —interrumpió las palabras que quisieron salir de mi
boca—. ¿Qué hago con lo que siento?
—Esconderlo. Es lo que hacemos los thralls240, esconder nuestros
sentimientos.
—¿Eso hará? ¿Por qué pretender que ama a mi hermano? ¿Por qué
demostrar una fidelidad que no siente hacia él?
—Debo velar por la seguridad de mi hermana. Mis errores también la
condenarán a ella. Debo buscar la forma de que obtenga nuevamente la
libertad que Halstein le dio, y también quiero buscar la oportunidad de
obtener la mía.
—¿De trata se trata su vida? —preguntó—. ¿De lograr su libertad?
¿Todo lo que hace, lo que dice, es con el objetivo de ser libre?
—Usted nació libre —señalé con voz hostil—. No lo entiende.
—Entiendo que busca la libertad, y que hará todo lo necesario por
obtenerla. Incluso engañarme a mí con palabras de amor. —El tono de
hostilidad poseyó la voz del príncipe de Suecia—. Me ha engañado.
—No. No lo he hecho —indiqué alzando la voz—. Lo amo.
Dije la verdad.
—¿Es lo que se repite en la cama de mi hermano? —Su pregunta
descarada me dejó muda.
—Debo mantenerme con vida hasta… —Quise terminar mi confesión,
pero el terror de ser descubierta por el rey me invadió.
—¿Hasta?
—Jomsborg241. —No busqué la mirada de Ubbe, mis ojos se quedaron
en la fogata.
—Ha pensado en escapar. —Asentí con mi cabeza—. ¿Lo hará?
—Tengo miedo.
—¿De Bjorn?
Asentí de nuevo.
—La idea de escapar jamás se cruzó por mi cabeza. Siempre he querido
obtener la libertad por parte de mi amo.
—¿Está segura de ir a la fortaleza de los jomsvikings242?
—No.
El silencio llenó nuestra conversación. Lo único que se escuchaba eran
los ronquidos de algunos guerreros que dormían por el salón, y la tranquila
respiración del príncipe de Suecia a mi lado.
—La ayudaré —confesó. Su declaración provocó que girara mi cabeza
para ver su rostro. Quería ver sus ojos. La sinceridad en ellos—. Creo que
prefiero verla escapar de Birka243 que en la cama de mi hermano.
Moví mi mano nuevamente, pero esta vez la posé en la rodilla del
príncipe. ´
Él no rechazó el gesto.
—Estuve en el campamento de Halstein antes de la batalla. —Mi voz
salió pausada contando lo que sucedió después de que compartiéramos
aquella noche—. Él me ofreció que me quedara ahí, esperando su victoria,
pero no pude. Su rostro estuvo en mi cabeza toda la noche. No pude
quedarme quieta imaginando que podría morir en ese combate.
—Quizás no tengo la experiencia de mi hermano mayor, pero soy un
excelente guerrero. No debió preocuparse por mí. Estaba más segura en ese
campamento —añadió Ubbe colocando su mano encima de la mía.
—Lo sé, pero no podía soportar la idea de perderlo. Quisiera que mi
amor y mi lealtad solo fueran de usted.
—También quisiera lo mismo —murmuró—. No quiero compartir a mi
mujer con mi hermano.
Observé su cuerpo levantarse, quitando mi mano de su rodilla. En ningún
momento sus ojos se desviaron de los míos.
—La ayudaré a escapar. Partirá con Freyja Gormosdottir a Jomsborg244.
—¿Por qué? —pregunté, pero él me miró confundido—. ¿Por qué me
ayuda? —Volví a preguntarle.
—Tengo una leve curiosidad por usted.
Al escuchar aquellas palabras, mi mente viajó al pasado, cuando ocurrió
nuestro primer beso. Parecían haber pasado años.
—¿Curiosidad de qué? —Volví a preguntar con las mismas palabras que
la primera vez.
—De lo que sería capaz de hacer como una mujer libre.
Sus palabras me dejaron muda nuevamente.
No pude responder.
—Le hablaré cuando sea el momento. No pueden existir errores.
¿Entiende?
Asentí con mi cabeza.
—Escapa o muere.
Su mirada estaba fija en mí. Sus ojos no pestañaron, y eso pasaba cuando
hablaba con seriedad. Sus ojos azules eran más intensos en ese momento.
—Gracias, mi señor.
—Adiós, Revna, la cocinera.
Bajó su cabeza para posar un beso en mis cabellos en un gesto veloz.
Quise colocar mis manos en su abrigo para detenerlo, pero el príncipe
movió sus pies para salir de la casa comunal tan rápido como pudo. Cuando
cerró las puertas, aún era capaz de sentir el cosquilleo en mi cuerpo por su
dulce beso. Aun en la noche, acostada en las pieles, era capaz de sentir sus
labios en mi cabello.
—Adiós, príncipe de Suecia…
Me despedí de Ubbe Ragnarsson y del amor que había llegado a sentir
hacia él.
Mi plan de obtener mi libertad nuevamente se quedó en mi cabeza, pero
esta vez lucharía por lograrlo.
Sigel

¿Qué tipo de sueño es ese, Odín?


Soñé que me alzaba antes del alba para limpiar el Valhalla de gente caída.
Levanté a los Einherjar245
ordené que se levantaran para esparcir los bancos
limpiar los vasos de cerveza, las valquirias a servir vino para la llegada del
príncipe.

Skáldskaparmál

Los gemidos de las esclavas resaltaron en la tienda, algunos de dolor y otros


de placer. Las cuatro thralls246 de Halstein eran parte del ritual que
conllevaba el funeral de un jarl247. En ese caso, algunos guerreros de Birka
que conocieron al jarl 248de Kaupang249 accedieron a ser parte de la
ceremonia.
El snekke250 de Halstein estaba detenido en el mar con el cuerpo de su
dueño dentro de él. Mi mirada se posó en aquella embarcación y en los
adornos de alrededor del cadáver de mi antiguo amo.
Escudos, espadas, hachas, joyas y abrigos acompañaban a su cuerpo sin
vida.
—Para ser su asesina, te ves… triste. —La voz de Freyja, la líder de los
jomsvikings251, se presentó a mi lado interrumpiendo mi soledad.
—Mi señora. —Le entregué una reverencia, la cual fue recibida con una
mueca de incomodidad.
—No es necesario el título, ni la reverencia —señaló—. He venido a
hablar contigo. Ubbe mencionó algo sobre tu partida.
Mi cuerpo se giró por completo para observarla, dando la espalda a la
embarcación de Halstein.
—Mi señora… —titubeé nerviosa.
—Tranquila. Nadie nos presta atención —dijo con tranquilidad
frunciendo sus brazos delante de su cuerpo. Observé nuestro alrededor. Los
asistentes estaban en la arena, esperando la cremación, mientras los sonidos
de las esclavas en la tienda del ritual resonaban una y otra vez.
—Partiré mañana, después del sjaund252 —indicó la líder de
Jomsborg253—. Llevaremos una carroza con algunos alimentos, te
resguardarás allí mientras dure el viaje. Solo en Jomsborg254 estarás a salvo
de tu amo.
—¿No tiene miedo de ganarse la enemistad de Bjorn? —Al momento de
finalizar mi pregunta, una risa salió de la boca de Freyja.
—Gracias a nosotros, Bjorn está vivo. Ningún rey ni jarl 255se
enemistará con nosotros por una esclava. —Sus palabras tenían matices de
diversión—. Bjorn te sustituirá a los pocos días. Tiene a su hermana…
—Mi hermana irá conmigo —corregí con rapidez.
—Ubbe solo habló de usted —señaló la líder de los jomsvikings256—. Y
Jomsborg 257no es caridad. Mi ofrecimiento solo era para usted.
—Mi hermana tiene los dones de la cocina al igual que yo…
—No me interesan tus dones en la cocina, te quiero en la fortaleza de
Jomsborg 258por tu valentía, por tu determinación y por la rebeldía que
transmiten tus ojos.
—Mi señora…
—Revna —dictó mi nombre colocando sus manos en mis hombros. Su
mirada se posó en mis ojos—. Te quiero como una skjaldmö en mi ejército.
Ubbe confía en ti. Esta ciudad no es para ti. Créeme que aquí te pudrirás
igual que una fruta. Aquí las personas no son buenas. Y Bjorn nunca te dará
la libertad. Él no es Ragnar, aunque trate de ser similar a él.
Ella hablaba con mucha familiaridad. Nombraba al príncipe y al rey de
Suecia con libertad, ni siquiera alcancé a formular la pregunta sobre aquella
confianza con los hijos de Ragnar, por sí sola resolvió la duda.
—Viví en Birka. Era una doncella escudera cuando gobernaba la reina
Gyda —confesó soltando mis hombros—. Sé de lo que hablo. Sé lo que
hace esta ciudad a las mujeres fuertes.
—No puedo irme sin mi hermana.
Freyja soltó un suspiro.
—Mi fortaleza no es un monasterio inglés.
—Mi señora…
—Debes elegir. —Mi corazón empezó a latir con rapidez ante la idea—.
Tu hermana o tú.
Mis lágrimas querían salir de mis ojos con fuerza. Mi corazón quería
estallar de pena y de rabia por la elección que me obligaba realizar la líder
de Jomsborg259.
La sonrisa que mi hermana me entregó por la idea de escapar de Birka se
quedó en mi mente toda la mañana. Su alegría me había dado la fuerza para
continuar con el plan que me alejaría del príncipe, pero que nos daría lo que
siempre soñamos.
¿Mi sueño era más importante que el bienestar de mi dulce hermana? Ya
tenía la respuesta cuando el rey de Suecia salió de la tienda arreglando su
vestimenta. Él era el último que debía estar con las esclavas.
Era el más alto de los honores de una thrall260 yacer con un Rey. Y era el
mejor regalo que Bjorn le pudo hacer a la reputación de Halstein, que sus
esclavas tuvieran dentro de ella la semilla de Bjorn Ironside, el hijo
primogénito de Ragnar Lodbrok, al momento de partir al Valhalla junto a él,
le otorgaba que las puertas del salón estuvieran completamente abiertas para
él sin ninguna duda.
Los guerreros que estuvieron en la ceremonia sacaron a las esclavas
muertas de las tiendas. Les brotaba sangre de su cuello. El líquido cayó por
la arena de la playa, manchándola y dejando su huella roja, trazando una
dirección entre la tienda y la embarcación de Halstein.
Aunque desde mi lugar no era capaz de observar dónde colocaron sus
cuerpos, sabía que la pondrían junto a los adornos, como si fueran una parte
más de la decoración.
Observé el momento en que el rey de Suecia sostuvo en sus manos la
antorcha para luego lanzarla dentro del snekke261. Las cuerdas que sostenían
la embarcación en la orilla de la playa de Birka fueron soltadas.
El cuerpo sin vida del jarl262 de Kaupang263 se fue alejando mientras se
consumía la madera.
La embarcación de Halstein se convirtió en un punto de luz cuando la
playa de Birka se quedó en soledad. Nadie se quedó hasta el final. Solo la
presencia de Lena y la mía lo acompañaron hasta el término del funeral.
Los gritos de los vendedores del mercado indicaron que todo había
vuelto a la normalidad. El ruido escoltó el final de Halstein Erikson.

Creo que nunca imaginé preparar el sjaund de Halstein. Y debo admitir que
fue mi mejor preparación.
La carne de jabalí asada le daba un sabor especial a la comida. Carne,
zanahoria y cebolla. Todo acompañado con flatbrød264 relleno de queso. El
pan caliente fue devorado con rapidez entre los presentes en la fiesta.
El bjorr265, especial licor que se daba en los banquetes, fue consumido
con rapidez, dejando rastros de sus efectos entre los hombres y mujeres de
Birka. Busqué con la mirada al rey de Suecia ante el recuerdo de su
agresividad por la bebida, pero su rostro estaba pasivo, y conversaba con su
hermano menor. Estaba en su trono con un vaso entre sus manos, y el
príncipe estaba sentado en el de la reina de Gyda, el que siempre ocupaba
Freydis. Esta se había alejado de la casa comunal después de la batalla. Su
ausencia me provocaba un incómodo sentimiento. Era agradable no
escuchar su aguda voz, pero, por otro lado, el pensamiento de que ella
tramaba algo no se iba de mi cabeza.
—Cocinera. —Una voz femenina interrumpió el movimiento de mis
manos y también el de mi hermana. Ambas buscamos quién era la autora—.
La favorita del rey. —Y observé cómo Lena volvía a trabajar en la
preparación del flatbrød266—. Ven conmigo. Acompáñame.
El cuerpo de la bella Freyja se acercó a nuestra fogata sin dejar de
mirarme a los ojos. Su cabello rubio brillaba a la luz del fuego, al igual que
la melena de mi hermana menor.
—¿A dónde?
—Una thrall267 no pregunta. Acompáñame —dictó Freyja sin
amabilidad en su tono de voz.
—Ve, me encargaré de todo —susurró Lena a mi lado. Dejé de observar
el cuerpo de Freyja para mirar a mi hermana. Ella sabía que la líder de los
jomsvikings268 era la única oportunidad para que yo consiguiera mi libertad,
y para que ella pudiera conseguirla una vez más.
Me alejé del fuego con Freyja a mi lado. Ambas salimos de la casa
comunal para entregarnos al frío de la noche. Sus pies me guiaron hasta las
afueras de la ciudad, donde un pequeño grupo de habitantes adoraba la
figura de Freyja y Freyr que estaba en mitad de los árboles.
El bosque estaba iluminado por pequeñas fogatas alrededor de las figuras
de madera de los dioses, entregando un aspecto mágico a la silueta de los
hijos de Njord269. Además, el fuego nos daba la calidez que necesitaba
nuestro cuerpo para permanecer rezándoles. Cada día que pasaba, la calidez
de la diosa Sól270 desaparecía, dando la bienvenida al frío de la época de
Skammdegí.
—Estas figuras fueron creadas antes de que naciera —comentó Freyja
cuando sus pies se quedaron frente a la diosa que le daba nombre—. Desde
pequeña vengo aquí para orar.
Me quedé detrás del cuerpo de la líder de los jomsvikings271, escuchando
atenta cada palabra que salía de su boca.
—Negué mi propio nombre durante bastante tiempo. Tenía miedo de que
la historia de la diosa se repitiera en mí. No era mi propósito ser una mujer
sensual…
—Ella es mucho más que eso —refuté con rapidez sin importarme
interrumpir su frase.
—Eso lo sé ahora —añadió Freyja girando su cuerpo para dejar su rostro
frente al mío—, pero no lo sabía en mi juventud. Yo no quería ser Freyja,
yo quería ser Freyr. Me sentía prisionera de mi propio cuerpo. No quería ser
una mujer. Quería la vida de mi hermano.
Sus palabras eran complicadas. No entendía por qué ella me relataba sus
sentimientos o sus vivencias del pasado. No era su amiga.
—Siempre me compadecí de los esclavos. Creo que lograba entender su
sentimiento de prisión.
—No es lo mismo.
—Lo sé —añadió lentamente—, pero creo que me da el conocimiento
suficiente para compadecerte a ti.
—¿De qué habla?
—No te haré elegir. Ambas serán bienvenidas en Jomsborg272.
No le creí. En ese momento, sospeché que era una trampa. Quizás Freyja
se reía de mis sueños.
—No puedo permitir que elijas entre tu libertad y el bienestar de tu
hermana. Sé que, una vez que escapes, todo el odio de Bjorn caerá sobre
Lena. Y uno siempre debe proteger a sus hermanos. Es nuestra primera ley
en Josmborg.
—¿Hablas con la verdad?
—Sí. No miento. Me conocerás, Revna, y sabrás que la mentira no cabe
en mis ideales.
Observé sus ojos azules. Brillaban. No quise dudar de ella ni de sus
palabras. Y, en un movimiento inesperado, manifesté mi alegría.
Estaba aliviada al no tener que elegir entre seguir mi sueño o el bienestar
de mi hermana.
Abracé el cuerpo de Freyja con fuerza, acompañada con una risa. Estaba
feliz. Me escaparía con mi hermana menor. Ambas seríamos libres. Pero
aquella emoción duró tan solo unos momentos. Un dolor atravesó mi
cuerpo, logrando que perdiera la fuerza en mis piernas. Las manos de
Freyja me sostuvieron, logrando dejarme en el pasto del bosque.
Escuché algunos gritos y murmullos, pero solo las voces de Eivor y
Freyja destacaron.
—Por Odín, Revna. —Escuché la voz de Eivor cerca de mí—. Lo siento,
no era para ti la flecha.
—Al parecer, los años te han quitado la destreza. —Era la voz de Freyja.
Quise ver los rostros de las dos mujeres, pero mi vista se nubló. Solo
podía escuchar sus voces.
—¡Debías ser tú! —bramó Eivor con fuerza—. Ella nunca abraza. ¿Qué
le haces a la chica? ¿La seduces como lo hiciste conmigo?
—Creo que fue al revés.
Y grité. Un dolor atravesó mi hombro, provocando que mi vista volviera.
Freyja y Eivor estaban encima de mí. Ambas me miraban, especialmente a
mi hombro. De él brotaba la sangre.
—Lo siento. Debía sacar la flecha —murmuró Freyja tapando la herida
con sus manos.
—Hay que llevarla a la casa —sugirió Eivor—. ¿Puedes caminar? —Iba
a negar con mi cabeza, pero la voz de Freyja interrumpió mi respuesta.
—Por supuesto que puede caminar, la herida no es tan grave —manifestó
la líder de los jomsvikings—. Al parecer, has perdido la destreza y la
letalidad.
Las manos de ambas mujeres me levantaron con fuerza y sin compasión
por mis gemidos de dolor. La sangre empezó a salir cuando Freyja liberó mi
herida de sus manos, pero eso no le importó a ninguna de las dos.
—Aquella flecha iba directa a tu corazón. —Mis pies se movieron
cuando la boca de Eivor se abrió.
—Has fallado nuevamente, Eivor.
—No fallaré una tercera vez.
—¿No crees que estás muy vieja para las venganzas? ¿Acaso no ves el
daño que causas? —Quise asentir con mi cabeza.
Desconocía la historia de las dos, pero, si Eivor tenía un plan de
venganza en contra de la líder de los jomsvikings, fue una mala manera de
ejecutarlo.
—Revna no da un abrazo. No pensé… —Las manos de Eivor se posaron
con fuerza en mi cintura—. Lo siento. No era mi intención.
—Ella iba a escapar conmigo esta noche. Y ahora, a causa de tu
estupidez, no podré llevarla a Jomsborg273.
—¿Acaso eres estúpida? Es la favorita del rey.
—No… no lo soy. —Logré hablar con dificultad. Mi garganta estaba
seca y dolía, al igual que todo mi cuerpo.
—Claro que lo eres. Quien está en la cama del rey, se convierte en la
favorita.
—Por Odín, duele —murmuré deteniendo mis pasos.
Bajé la mirada al pasto, el cual estaba manchado por mi sangre. Las
gotas caían una tras otra. La sensación que tuve en mi primer viaje en la
embarcación de Halstein se repitió.
Un vómito.
Y luego todo se convirtió en negro.

Dolor. Eso era lo que sentía.


Todo estaba oscuro, no veía ninguna luz en aquella oscura habitación.
Solo se escuchaban algunos murmullos. Logré reconocer las voces de Hans
y de Kaysa cerca de mí. ¿Lena dónde estará? ¿Bjorn la tendrá en su cama,
violando su cuerpo una y otra vez? Aquella horrible imagen penetró en mi
mente, obligándome a abrir los ojos en busca de alguna respuesta.
—¿Lena? ¿Dónde está Lena? —pregunté cuando mis ojos se abrieron
por completo. La luz de la fogata alumbraba el rostro de Kaysa, ella me
esperaba con una gran sonrisa.
—Por Eir274, me alegro de ver tus ojos abiertos —dijo sin borrar la
sonrisa de su rostro.
—¿Lena? ¿Dónde está? —pregunté nuevamente.
—No lo sé —contestó encogiendo sus hombros.
—Yo sí. —La voz de la líder de los jomsvikings era inconfundible, ni
siquiera tenía que girar mi rostro para confirmar mi pensamiento.
—Mi señora. —Escuché el saludo por parte de Kaysa, y su rostro fue
sustituido por el de Freyja.
—¿Estás bien?
—Dolorida, pero bien.
—Me alegro, no quisiera que mi historia con Eivor causara algún daño
en ti —masculló la jarl275 de Jomsborg276. La luz de la fogata lograba que
su gran cicatriz brillara. Aquella marca deformaba su rostro—. Lo siento,
Revna. Debo partir sin ti. —Su rostro se entristeció, lo noté en sus ojos
azules. Evitó mirarme —. No puedo quedarme. Bjorn sospecharía, y más
ahora que no despega sus ojos de ti.
—Mi señora, solo un día más, por favor. —A pesar de la dificultad, y de
la pesadez en mis ojos, los abrí al escuchar la despedida—. Usted es mi
única oportunidad de conseguir lo que siempre he anhelado.
—Revna. —Una amplia sonrisa se posó en su rostro, pero duró solo unos
momentos. La seriedad en su mirada la reemplazó—. No puedo quedarme,
pero las puertas de la fortaleza están abiertas para ti cuando decidas escapar.
Serás bienvenida.
Su mirada era sincera, o eso creía. En ese momento, estaba vulnerable.
Mi cuerpo aun dolía, y me sentía débil para mantener los ojos abiertos.
—Tu hermana irá conmigo. Ella… decidió escapar. No esperará.
Asentí. Sabía que era su momento. Sabía que era yo la que perdía la
oportunidad de escapar, pero no pude evitar sentirme traicionada por mi
hermana menor.
—Buena suerte.
—Adiós, mi señora —me despedí cuando la mano de Freyja acarició mi
rostro con suavidad. Aunque sus manos no eran suaves, el gesto sí lo fue.
—Que los dioses guíen tu camino. —Escuché el susurro de Freyja en mi
oído antes de que mis ojos se cerraran y la oscuridad llegara nuevamente.
Teiwaz

Hugin y Munin277 vuelan todos los días alrededor del mundo


temo menos por Hugin de que no regrese, aún más temo por Munin.

Grímnismál

Desde la partida de los jomsvikings, la oscuridad se presentó en la ciudad de


Birka. La diosa Sól278 cada día se mostraba menos arriba de nuestras
cabezas, y solo nos quedaban el frío y la lluvia.
Y era lo único que acompañaba a la figura castigada de Eivor.
Su cuerpo estaba amarrado a un pilar de madera en el centro del mercado
desde hacía días. Había fecas, frutas podridas y vasos que fueron lanzados
por los habitantes de Birka. El rey le designó un castigo ante el ataque que
cometió contra mi cuerpo. Aunque no era su objetivo, la flecha se clavó
directamente en mi hombro, dejándome en cama varios días.
—Escuché lo que sucedió. —La voz de Ubbe provocó que mi cuerpo
saltara ante la aparición de su figura a mi lado. Mis pies, de manera innata,
buscaron alejarse de su cercanía—. ¿Está bien?
La sombra de la culpabilidad invadió mi ser al escuchar el tono de
preocupación en su voz. Aun, a pesar de todo lo ocurrido, él se preocupaba
por mí. Por una simple esclava.
—Estoy bien —contesté en voz baja, obligando a que mi mirada se
quedara en el cuerpo humillado de Eivor—. Fue un malentendido.
—Al parecer, Eivor ha perdido la destreza —señaló el príncipe con las
mismas palabras que salieron de la boca de la líder de los jomsvikings.
Sonreí. Los dos eran similares en muchas cosas.
—Mi cuerpo le quitó la venganza.
—Si su destino es vengarse, los dioses se lo concederán. —La voz del
príncipe era segura. Él conocía la historia entre Eivor y Freyja.
—¿Qué sucedió entre ellas? —Me atreví a preguntar.
—Le responderé si me concede el placer de ver nuevamente sus oscuros
ojos.
Mi cabeza giró de inmediato ante el poder de sus palabras. Algo extraño
se quedó en el aire, una fuerza me obligó a conectar mis ojos con los del
príncipe.
—Freyja y Eivor fueron amantes, pero aquella relación se acabó
abruptamente. Todo el amor que se profesaban se convirtió en odio —relató
el príncipe. Su voz era pasiva, pero su mirada… su mirada era distinta.
Perdí la cordura en la profundidad de sus ojos azules—. Y el hijo de
Eivor…
—¿Murió? —pregunté alzando la voz y girando mi cabeza para buscar el
cuerpo de la chica, que ahora nos miraba fijamente. Quizás esa era la
venganza de Eivor. Quizás Freyja le había arrebatado la vida a su hijo, pero
el príncipe negó con la cabeza desechando mis ideas.
—Algo peor.
—¿Hay algo peor que la muerte?
—Según Eivor, sí.
La mirada de la causante de mi dolor en el hombro estaba fija en
nosotros. Allí, arrodillada en el húmedo suelo, se veía indefensa. Las
marcas de la vejez en su rostro se acentuaban aún más.
—A Bjorn no le interesó la huida de Lena.
Las palabras que salieron de la boca del príncipe le quitaron la
importancia al cuerpo herido de Eivor. De alguna forma u otra, lograba
sentir que cada paso, cada acto o cada palabra que dictaba el rey en mi
dirección era impropio. Lo que lograba que mi propio cuerpo se negara a
sentir algún placer por ser la amante de Bjorn Ironside. Un rol que me daba
poder, y la oportunidad de obtener mi libertad. Me negaba eso ante la
intensidad de los ojos azules de Ubbe Ragnarsson. La culpa no me dejaba
libre, como si mis cadenas a la servidumbre no fuesen suficiente.
La decisión del rey de no actuar ante el escape de Lena fue simple: Ya
tengo una cocinera, no necesito dos. Si quiere, se puede ir al mundo de los
gigantes de hielo, y no me importaría. Aquellas palabras llegaron a mi oído
a través de Kaysa, de la misma forma que Hugin y Munin279 les llevaban los
susurros de los nueve mundos a Odín.
Me encogí de hombros, no tenía la respuesta para su comentario.
—Solo le importa usted, ¿en qué momento sucedió eso?
Nuevamente, me encogí de hombros.
—¿No tienes respuestas para ninguna de mis preguntas?
Solté un suspiro.
—Su favoritismo por mí es temporal —expresé algo de lo que no estaba
segura.
—¿Y qué hago? ¿Observar?
—¿De qué habla?
—Estoy enamorado de usted.
—¡Usted no! —refuté esa idea volteando mi rostro con violencia, hasta
que mi delgado cuello me dolió—. No diga eso. Es imposible.
—¿Por qué? —preguntó el príncipe agarrando mi brazo con una de sus
manos, acercando mi cuerpo al suyo—. ¿Por qué es algo imposible?
—Tan solo míreme… —Señalé con unos de mis dedos el simple
kyrtill280 que cubría mi cuerpo. Un vestido gris, holgado y sin figuras que
embellecieran la vestimenta—. Y mírese usted. —Mi dedo dejó de apuntar
mi figura para apuntar a la del príncipe de Suecia.
Su kyrtill281 era de dolor azul, y le llegaba a la altura de su entrepierna.
Su pantalón de lino color café era del mismo tono que su calzado de cuero.
Y su abrigo ostentoso era lo que resaltaba, especialmente el pelaje del
animal que decoraba su bello húfa282.
—Es hermosa. No necesita ningún vestido, ni abrigo, ni joyas que la
adornen. —La figura del príncipe dio un paso hacia mi dirección.
—No —dicté segura aquella palabra—. No, no se acerque… por favor…
mi señor. Su cercanía me llevará a la muerte.
Y era verdad. Antes, cuando el rey no tenía los ojos puestos en mí, no
existía un peligro tan latente, pero aquello había cambiado de un día para
otro. La atención del rey estaba puesta en mí y en cada paso que daba.
En la búsqueda de salvar a mi media hermana, perdí al hombre que
confesó su amor hacia mí. Le pertenecía a Bjorn Ironside, y en aquel
momento aquellas palabras tenían más poder que nunca.
—Lo eliges a él —murmuró el príncipe dando un paso hacia atrás.
Por Odín, mi corazón empezó a latir con rapidez al ver su mirada triste.
La culpa que sentía se intensificó en aquel momento. Quise detener su
andar cuando su figura se empezó alejar de mí, pero las miradas curiosas de
algunos habitantes de Birka que circulaban por el mercado me detuvieron.
Mi cabeza empezó a dar vueltas, él no podía estar enamorado de mí. No
creía aquellas palabras. Loki283, el dios de las mentiras, debía estar jugando
conmigo.
—Debes detener esto. —La voz de Kaysa se presentó para interrumpir el
hilo de mis pensamientos. La intensidad de su voz y de su mirada llamaron
mi atención. Sacudí mi cabeza en el intento de que las palabras de Ubbe se
esfumasen.
Enfoqué mi mirada en la figura de Kaysa, la cual llevaba en sus brazos
un balde de agua; al parecer, debía bañar al rey.
—No me escuchará.
—Lo hará. Eres su favorita.
—No tenemos ese tipo de relación —indiqué levantando mi mirada a los
ojos verdes de Kaysa. Su mirada era de súplica—. Solo… nos hemos
acostado. Nada más. No hay conversación, ni confesiones de su parte. No
soy su confidente.
—Eres inteligente, debes buscar el modo. Es tu amiga.
—No puedo ocultar su intención. Quería matar a la jarl284 de
Jomsborg285. De todas formas, sería castigada.
—Pero con su propósito cumplido. Ella ha vivido todo ese tiempo por
esa estúpida venganza que tiene con la señora Freyja.
Solté un suspiro.
—¿Le llevas el agua al rey? —Kaysa asintió con la cabeza—. La llevaré
yo.
Me entregó el balde con una sonrisa en su rostro.
No se la devolví. Tenía miedo. Era la primera vez que le pedía algo al rey
de Suecia, y no me lograba sentir cómoda con aquello. El rey era
cambiante. Un día era el sol, y al otro la luna.
Les recé a los dioses que ese día estuviera el sol en su habitación, pero al
parecer no me escucharon, porque el rostro del rey estaba carente de
alegría. Su cuerpo estaba sentado en la orilla de su cama. Estaba
semidesnudo, con las manos apoyadas en sus rodillas. El cabello lo tenía
suelto y caía a cada lado de su rostro. Su cara estaba con el ceño fruncido,
observando el suelo con atención. Pero, al escuchar los quejidos de la
madera a mi andar, levantó el rostro; la mirada del rey se conectó con la mía
cuando mis pies tocaron la habitación.
—Estás mejor.
—Lo estoy, mi señor —murmuré echando el agua del balde a la tina del
rey. El movimiento lo realicé con brusquedad ante el dolor que sentí en mi
hombro herido.
El agua salpicó el suelo.
—¿Estás segura?
—Sí, señor.
Me arrodillé al lado de la tina esperándolo. Mis rodillas tocaron el suelo
de madera de la habitación, pero mis ojos se conectaron con los de Bjorn.
Él, sentado en su cama, semidesnudo, no dejó de observarme.
—Vienes a pedir la libertad de Eivor.
Quise mentir, pero no lo hice.
Asentí.
—No es delito dañar a un thrall286.
—No lo entiendes —dictó el rey negando con su cabeza—. Podrías
llevar a mi hijo dentro. Ella lo sabe, y todos lo que quisieran dañarte
también.
—Yo… — Podría haber jugado con ese detalle a mi favor. Haber
manipulado al rey de Suecia con la idea de tener a su heredero, pero algo
extraño sucedió aquel día. La verdad salió de mi boca como los vómitos
que liberaba—. Nunca quedé embarazada de Halstein. Creo que no puedo
engendrar.
Su rostro se quedó sereno ante mi confesión. Imaginé que se exaltaría.
Que me sacaría a golpes de su habitación por mí, al parecer, incapacidad de
engendrar.
—¿Cómo puedes estar tan segura?
Me encogí de hombros. No tenía la respuesta a su pregunta.
No estaba segura.
—¿Estuviste con otro hombre?
—Solo con Halstein.
—¿Él tuvo herederos? —Negué con mi cabeza—. El problema pudo ser
él.
El problema pudo ser él…
El problema pudo ser él…
El problema pudo ser él…
—Revna. —El rey de Suecia se levantó de la cama, su mano tocó mi
barbilla para elevar mi rostro y conectar mi mirada con la suya. Yo
arrodillada, y él de pie. Se veía gigante—. Duerme conmigo. Hoy, y todas
las noches siguientes.
No era una orden. Su tono, su mirada y su tacto eran suaves.
Y algo dentro de mí, algo cálido me obligó a asentir con la cabeza.
—Hoy, y todas las noches siguientes —murmuré.
La habitación estaba en penumbra. Solo la tenue luz que nos entregaba la
luna entraba por la ventana, iluminando el cuerpo del rey. Las cicatrices de
su abdomen y de sus piernas brillaban a causa de la luz. Los cabellos rubios
que adornaban sus piernas y su torso se veían blancos. Y el collar que
colgaba de su cuello, el mjölner287 de Thor288, resplandecía con fuerza,
llamando la atención de mis ojos y mis manos.
—Liberaré a Eivor —murmuró cuando mis manos jugaban con el collar
de su cuello. Estaba aún recostada en su torso, recuperando el aire que había
perdido a causa de la unión de nuestros cuerpos. Su figura desnuda junto a
la mía daba un aspecto de comodidad y familiaridad entre nosotros.
Mi mente, mi cuerpo y mi alma estaban en paz al lado del rey de Suecia.
—No he hablado por ella.
—No es necesario —dictó el rey—. Sé que lo harás en algún momento.
—No es delito dañar a un thrall289 —repetí aquellas palabras.
—Pero lo es querer dañar a un jarl290. —Sus palabras alertaron mis
sentidos. Había descubierto el plan de Eivor—. No te asustes. Todos
sabemos la historia entre Freyja y Eivor.
—¿Sí?
—Es una historia antigua.
—No lo es para Eivor.
El rey no respondió a mis palabras. Nuevamente, el silencio reinó en la
habitación. Él prefería no hablar, pero sus manos se movían por mi espalda.
Una caricia lenta, moviendo sus dedos de arriba abajo.
No interrumpí su silencio con palabras, pero mis manos se movieron
para perturbar la paz que se había creado en la habitación.
Sentí cómo su cuerpo se estremeció bajo mis caricias cuando mis manos
tocaron su miembro con descaro. El movimiento lo realicé de arriba hacia
abajo, al principio con suavidad, pero muy pronto la rapidez y la dureza
tomaron el control de mis manos.
El rey dándome la motivación y la fuerza necesarias para terminar lo que
había comenzado. Aunque mis manos estaban cansadas, no dejé de
moverlas.
La excitación no solo controló el cuerpo del rey. Empecé a mover la
cadera buscando una fricción. Mis labios se dirigieron a él en busca del
placer que me podría entregar su lengua dentro de mi boca.
Su miembro estaba duro y palpitaba debajo de mis manos.
Detuve mi movimiento para levantar mi cadera y sentarme encima del
rey. La húmeda cavidad de mis piernas le dio la bienvenida a la dureza de
su virilidad. Un gemido salió de la boca de ambos al momento de nuestra
unión. No existió la suavidad en ese encuentro. Mi cadera se movió con
prisa, deseando que la fricción me llevara a Asgard291. Un grito detuvo
aquel placer.
—¡Padre! —el grito agudo de Freydis detuvo mi movimiento. Quise
sacar el miembro del rey de mi interior, pero Bjorn agarró mi cadera con
fuerza, impidiendo que quebrara nuestra unión.
—¡Vete de aquí, Freydis! —Sus manos movieron mi cadera sin importar
la presencia de su hija menor.
Quise tapar mi desnudez, sacar el miembro del rey para refugiarme en
algún lugar de la habitación.
—¡Padre! —Nuevamente se presentó el grito de la princesa de Suecia.
Esta vez ejercí fuerza para salir de aquel placentero lugar, pero Bjorn no lo
permitió.
A pesar de que en aquella posición no era capaz de ver el rostro de la
princesa, imaginé su tonalidad de color rojo. La cólera gobernaba su cuerpo
al verme encima de su padre.
—No pares. —Esperaba una orden por parte del rey, pero su voz y su
mirada eran distintas a la que empleó con su hija. Y, en ese instante, supe
que no importaba lo demás. No importaba la princesa de Suecia, ni mi
cuerpo desnudo, ni la posición en la que estaba. Solo importaba nuestro
vínculo.
Empecé a mover mi cadera sin dejar de observar el rostro del rey.
Nuestro roce empezó aumentar el ritmo, y nuestros gemidos salieron de
nuestra boca sin control.
Llegue a Asgard 292con un grave gemido y acompañada por el rey de
Suecia.
—Nunca pares —murmuró levantando su torso para que quedara su
rostro junto al mío. Él aún estaba dentro de mi—. Por nadie. Ni siquiera por
el mismo padre de todo293.

—Gracias.
—Eivor. —Levanté mis ojos del barro húmedo cuando su voz se
presentó cerca de mí.
—Estaba esperando a que salieras de la casa, supuse que en algún
momento irías a orinar.
Bajé mi vestido al notar la silueta de Eivor acercarse a mí.
—Gracias, Revna. No tenías la obligación de hablar por mí. —Sus ojos
azules eran lo único que lograba ver en la oscuridad de la noche—.
Discúlpame por mi mala puntería. Aquella flecha no era para ti. Y
perdóname por detener tu escape. Sé que es mi culpa que tu hermana esté
libre en Jomsborg, y tú estés aquí atada a un rey que no quieres.
—Las nornas294 lo han decidido así. No se puede luchar contra los hilos
que han tejido.
Solo… no se lo digas al rey.
—No lo haré. Tienes mi silencio, y mi ayuda si alguna vez decides
retomar el plan.
No negué ni asentí ante aquella sugerencia.
—¿Por qué lo hiciste? —preguntó Eivor cuando el silencio reinó entre
nosotras—. ¿Por qué hablaste por mí?
—Todos tenemos el mismo amo. Y, aunque no lo creas, nos cuidamos
mutuamente —expresé aquellas mismas palabras que Kaysa mencionó al
principio de mi vida en Birka—. Eres mi amiga. Al igual que Kaysa.
Ella sonrió.
—Entonces, como amiga, te diré esto. —Su cuerpo se acercó al mío. Sus
ojos no se despegaron de los míos—. Aléjate de Ubbe. El príncipe solo te
traerá desgracias. El amor que él supuestamente te quiere profesar no es
real.
Fruncí el ceño al escuchar sus palabras.
—No lo sabes… —murmuré incómoda ante la conversación—. No
quiero hablar del príncipe Ubbe.
Eivor soltó un suspiro al escuchar mi pedido.
—No le creas todo. Sé astuta ante los hombres libres, ellos creen que, al
ser esclavas, necesitamos que alguien nos salve.
—¿Y acaso no es verdad?
—No necesitas a nadie. Solo a ti. Si quieres la libertad, ve y busca a
quien la puede dar. Llegará el momento en que Bjorn encontrará otra mujer
con la que divertirse. Aprovecha el tiempo que te han concedido los dioses.
—¿De qué hablas?
—Buscas la libertad desesperadamente, de la misma forma que yo busco
matar a Freyja Gormosdottir. Aleja a Bjorn de su hija, de su hermano menor
y de todo aquel que tenga poder sobre él. Debes darle lo que no tiene.
—Un heredero —dicté con rapidez al escuchar las palabras de Eivor,
pero ella negó con la cabeza.
—No. Debes darle amor.
—¿Amor?
—Él lo perdió, y no lo ha vuelto a conseguir. Si logras que él se enamore
de ti, obtendrás mucho más que la libertad.
—¿Más?
¿Existía algo más que la libertad?, se formuló aquella pregunta en mi
cabeza.
—Mucho más.
Según Eivor, si existía.
Berkana

El corazón de un sabio rara vez es alegre.

Hávamál

Thor295, el dios del trueno, golpeó una y otra vez el cielo oscuro de la
ciudad de Birka296. El mjölner297 trabajó toda la noche, interrumpiendo la
tranquilidad de los habitantes. Los niños se escondieron debajo de sus
mantas, y los padres se refugiaron alrededor del fuego en búsqueda de la
paz que se esfumaba en cada rayo que caía. Pero el dios del trueno no dio
tregua aquella noche, como si hubiera presagiado los horrores que
sucederían los siguientes días.
No existió casa alguna donde la tranquilidad reinara. El sonido de los
truenos atemorizó al más valiente de los hombres, pero, en una casa, en una
habitación, la inquietud no llegó. Un hombre y una mujer frotaban su
cuerpo en busca de sus placeres.
El sonido estremecedor del trueno no acallaba los gemidos que salían de
las bocas de aquella pareja. No les importaba que los truenos estuvieran
anunciando que la llegada de la época oscura estaba próxima a sus tierras.
Nada les importaba.
Nada era más importante que ellos dos.
Y nada ni nadie logró interrumpir su tranquilidad.
Revna, la cocinera, estaba acostada en la cama del rey. La cabeza de ella
reposaba en el torso de él, mientras el hombre acariciaba lentamente el
cabello corto de su esclava. Una extraña sensación de paz acompañaba a los
dos integrantes de esa cama. La cocinera, por un lado, se sentía tranquila
cuando el rey la rodeaba con sus brazos. Y, sin poder evitarlo, el
pensamiento de libertad de Revna aumentaba cada día que pasaba, sintiendo
cómo el rey ablandaba su duro corazón cuando estaba al lado de ella. En
cada gesto, en cada palabra y en cada movimiento, la cocinera estaba segura
de que el rey se estaba interesando por ella algo más que por un simple acto
sexual.
Algo, al parecer, estaba acertando mientras la cocinera reposaba en el
torso de su rey. Él lograba sentir un adormecimiento al lado de la esclava,
como si ella fuera capaz de dormir su lado más salvaje. Ese lado que lo
volvió a dominar cuando su primera y única esposa falleció.
La cocinera tenía los ojos cerrados. Disfrutaba de las leves caricias que
el hombre, debajo de ella, le entregaba. Lograba sentirse plena y tranquila.
No existían las preocupaciones a su lado. Sabía que nada malo ocurriría por
su unión. Él era su rey y su dueño. Le pertenecía.
El silencio reinaba casi siempre en sus noches, y solo algunos gemidos
de placer interrumpían la calma que se creaba entre ellos.
—No te obligaré a cortar tu cabello —susurró el rey en una noche de las
que compartían.
Los ojos de la cocinera, que aún estaban cerrados, disfrutando de las
caricias del hombre que estaba debajo de ella, se abrieron con sorpresa al
escuchar esas palabras.
—Luces mejor con el cabello largo. —Continuó hablando Bjorn Ironside
sin dejar de acariciar suavemente los bucles de su cabello.
—Gracias, mi señor —murmuró la cocinera sin mover su cabeza del
torso del rey. Ella no quería que él se fijara en la gran sonrisa que iluminaba
su rostro.
—Estás sonriendo.
Las palabras provenientes del rey le entregaron la confianza de alzar el
rostro para que él observara la sonrisa que estaba posada en sus labios, la
cual no quería desaparecer. Una de las manos de Bjorn Ironside detuvo los
movimientos en el cabello de ella, y los dirigió a su mejilla. La dureza de
sus dedos la acarició con suavidad, de la misma forma que se movía en su
cabello.
—No sonríes a menudo. —La cocinera quiso decirle que él no era el rey
más sonriente de Midgard298, pero se contuvo. Porque, a pesar de la
comodidad que se estaba creando entre ellos, le debía respeto. El respeto de
ser un descendiente de los dioses.
—Nanna299 se presenta poco en la vida de los thralls —apuntó la
cocinera borrando un poco la sonrisa en su rostro—. Y mi llegada a Birka
no sucedió del mejor modo. Estaba triste.
—¿Aún lo estás?
Ella negó con su cabeza mientras un suspiro salió de su boca.
—Estoy tranquila, mi señor. Aquí con usted… me siento en paz —
confesó sin quitar su mirada de los ojos azules del rey de Suecia.
El siguiente movimiento del hijo primogénito de Ragnar sorprendió a su
nueva favorita. Él acortó la distancia que estaba entre ellos para que sus
labios se tocaran una vez más. El gesto fue suave y delicado, casi un roce
entre sus bocas.
La cocinera sintió un cosquilleo que corrió desde su boca hasta su
entrepierna.
—Bjorn. —Una voz grave, oscura, se presentó en la habitación,
interrumpiendo aquel suave tacto. Cuando los labios de la cocinera se
separaron de la boca del rey, supo quién era el dueño de esas palabras.
Ubbe Ragnarsson los miraba con el ceño fruncido. Sus ojos eran hostiles,
al igual que cada movimiento de su cuerpo. Su figura completa transmitía
enojo.
—¿Qué sucede? —preguntó el rey casi con el mismo tono que empleó su
hermano menor.
El príncipe de Suecia tardó unos momentos en responder, sus ojos se
depositaron en la mujer a la que poseyó días atrás.
Ella se cubrió con las pieles de la cama del rey al sentir la mirada del
príncipe en su desnudez.
—Noticias de Noruega —dictó Ubbe Ragnarsson cuando sus ojos
abandonaron el cuerpo de la cocinera.
Para Revna, la cocinera, el nombre del país donde nació le alteraba el
corazón. De una forma u otra, se sentía culpable de las amenazas que le
llegaban a su rey desde aquel país. Pero, esa vez, en su cama, no temió. Ya
no existía Halstein para atormentarla, y ni su hermana ni su madre estaban
en aquel territorio. Pero a su mente llegó la imagen del único pariente vivo
que le quedaba. Su padre.
Halfdan Gudrödarson300 o Halfdan el negro, era su ausente padre. Aquel
hombre que la rechazó y negó darle su nombre. Aquel hombre y primo de
Halstein que violó a su madre una y otra vez hasta que de aquellas
agresiones salió la esclava del rey.
Revna tragó saliva. Jamás imaginó que Halfdan decidiera navegar a
tierras suecas.
La paz que la cocinera logró sentir en los brazos del rey se quedó en
aquella habitación.
Afuera, el mundo era un caos, y debía enfrentarlo.
Ehwaz

Me hastían los montes, aunque allí estuve


nueve noches solo; el aullido del lobo
me resulta horrible, mas no el canto del cisne.

Gylfaginning

El canto de la völva301 se escuchaba en la habitación del rey. Una bella


melodía salió de la boca de Thora, seduciendo a cualquier jarl302, karl303 o
thrall304 que estuviera en el salón principal, o incluso lejos de ella. Porque,
aunque estuviera en la habitación del rey, encima de él, moviendo mi cadera
con su virilidad dentro de mí, era capaz de ser seducida por la melodía de
Thora.
En la penumbra, nuestros cuerpos se envolvían el uno con el otro.
Durante ese acto olvidaba quién era, y qué rol cumplía en Birka305. Debajo
o encima del rey ignoraba el peso de ser una esclava. El tatuaje que estaba
entre mis senos perdía sentido. Era un tatuaje más.
Cuando su virilidad entraba en mí, lograba sentirme poderosa, como si
fuese capaz de controlar al mismísimo Bjorn Ironside, el legendario vikingo
de Suecia.
Allí, en su cama, revolcándonos entre sus pieles, él era mío y yo era
suya.
Su cuerpo exigió más de mí cada día, cada momento. Él solicitaba mi
cuerpo sin importar quién estuviera alrededor. Su mano agarraba la mía y
me guiaba a su habitación sin pudor de ser escuchado por los demás. Ni
siquiera por sus guerreros, por su hija o por su hermano menor. Y yo… yo
me olvidaba de todo cuando entraba en su alcoba.
Nuestros encuentros eran frecuentes, aunque la noticia de un posible
ataque había llegado a sus oídos, no logró que disminuyera su atención en
mí. Bjorn estaba tranquilo. No era la actitud que pensé que tendría, al
menos, no era el movimiento que esperaba por parte del rey ante la noticia
de que Halfan, el primo de Halstein, hubiese decidido viajar a Birka.
Los informantes desconocían el motivo de su viaje.
Era todo un misterio.
Recordé el temperamento del rey aquel día, cuando recibió la noticia. Su
rostro rojo por la furia, destruyendo las mesas del salón. Nadie lo detuvo.
Nadie se interpuso cuando sus manos se fueron directas a uno de sus
lugartenientes. Haakon sangraba cuando decidí intervenir. Aun desconozco
de dónde saqué la valentía para cubrir el cuerpo del lugarteniente del rey
con el mío.
Él se detuvo.
—¿Qué piensas? —Su voz detuvo los hilos de mis pensamientos.
Observé su rostro cerca del mío. Sus ojos azules alumbraban el camino de
mis ojos a los suyos.
—Esto parece un sueño —musité en voz baja, casi en un susurro—.
Estar aquí con usted.
El rey realizó un sonido extraño, pero, al parecer, era una risa. Lo
sospeché al ver que sus labios se curvaban hacia arriba.
—Eres dulce —señaló levantando su mano para acariciar lentamente una
de mis mejillas.
—No, no lo soy —expresé negando mi cabeza ante aquella
denominación a mi personalidad—. La dulzura solo está en los cuerpos
ingenuos. Y usted se ha asegurado de quitarme cada parte de mi inocencia.
Una sonrisa apareció en su rostro, tan amplia que me extrañó ser la
causante. Era la primera vez que veía aquel gesto en él.
—Eres dulce. —Su sonrisa empezó a desaparecer mientras las palabras
salían de su boca—. Aunque trates de ocultarlo.
Y, por primera vez, las palabras del rey me provocaron un sonrojo,
acompañado con los latidos rápidos de mi corazón.
No tuve respuesta para aquello. Eran palabras dulces, algo que no
esperaba por parte del rey.
—Halfdan llegará en unos días. Las tropas están preparadas para
cualquier ataque, y tú debes estar atenta para escapar. Haakon estará
pendiente de ti. —Asentí ante sus palabras. El rey quería protegerme ante
un supuesto embarazo—. Aunque… confío en ti. Confío en tus palabras.
Has demostrado tu inteligencia.
Asentí nuevamente con mi cabeza, incómoda por el rumbo de la
conversación. No había forma de que el rey olvidara esas palabras.
Mis palabras. Aquellas malditas palabras que mencioné para distraerlo
de la golpiza que le estaba dando a Haakon. Aquellas palabras de las que
empecé a dudar mientras avanzaban los días.
—Él no atacará Suecia —dicté con una voz segura. No titubeé, no bajé
la mirada ante los furiosos ojos del rey.
Su torso subía y bajaba a gran velocidad por la agitación de golpear
una y otra vez el cuerpo de su lugarteniente.
—Jarl 306Halfdan tiene un sueño, y es ser el rey de toda Noruega. Con la
muerte de Halstein, se acercó aún más a cumplir su objetivo. Él no atacará,
creo que buscará una alianza que le asegure el poder completo de
Noruega. En el momento de mi partida de Kaupang307, Halfdan aún estaba
soltero.
—¿Alianza? —murmuró el rey.
—Sí. —Mis ojos se apartaron del cuerpo de Bjorn para mirar detrás de
él y fijar mi mirada en el bello cuerpo de la princesa de Suecia.
—Freydis aceptará el compromiso, aunque Halfdan traiga de regalo a
algún thrall308. —El tono de voz del rey era divertido, o eso quiso aparentar,
pero a mí no me causó gracia—. Debe aceptarlo. No tengo fuerzas para
combatir nuevamente, ni dinero para comprar otra vez a los jomsvikings.
—Él no atacará —expresé nuevamente aquellas palabras, con la misma
seguridad que aquel día que llegó la noticia del viaje de Halfdan—. Es un
hombre testarudo, ambicioso y malvado, pero es inteligente. No querrá de
enemigo al legendario Bjorn Ironside.
—Pensé lo mismo de Halstein —indicó el rey.
—Halstein no era inteligente.
—No, no lo era. No te hubiera regalado, en primer lugar. Y Bjorn
Irosnide provocó mi segundo sonrojo a su lado.

El aullido de los lobos me atormentó. No podía dormir con tranquilidad, mi


cuerpo saltaba con cada sonido que salía de la boca de los animales.
—¿No puedes dormir? —murmuró el rey en mitad de la noche. Su voz
tranquilizó mi asustado corazón.
—No me gustan —susurré acurrucando mi cuerpo a su lado. Mi cabeza
reposaba en el torso de Bjorn mientras sus manos buscaban la forma de
tranquilizarme—. Ahora entiendo al dios Njord309. Siempre creí que
exageraba. Pensaba que era una belleza el aullido de un lobo.
—Y lo es —señaló Bjorn sin detener sus caricias—. Lo era para
Skaði310. La belleza no tiene el mismo significado para todos.
Me quedé unos momentos pensando en sus palabras. Aquellas que
penetraron en lo profundo de mi ser. La belleza que en ese momento
transmitía el rey para mí, no era la misma de meses atrás, cuando su cuerpo,
su voz y todo lo que estaba relacionado con él me producían rechazo. Y
aquello era mutuo. El rey jamás manifestó interés en mí.
—¿Qué estás pensando? —me preguntó separando su cuerpo del mío
para observar mi rostro.
—Usted nunca se interesó en mí —murmuré contestando su pregunta—,
mi belleza no es atrayente…
—Siempre has sido bella —interrumpió el rey las palabras que quisieron
salir de mi boca—, pero era tu comportamiento el que me irritaba.
—¿Por qué? He sido obediente y leal con usted —indiqué frunciendo mi
ceño. Mi comportamiento era casi perfecto en mi estadía en Birka. Quizás
una o dos veces mi boca soltó palabras sin pensar.
—Lo eres. —La mano del rey agarró mi barbilla con gentileza—. Pero
también eres testaruda, rebelde, vengativa y astuta. Eso es peligroso en una
mujer.
El tono de voz del rey era severo. Mis cualidades negativas no le
causaban gracia ni ternura. Pero, aun así, no pude evitar sonreír ante su
descripción.
—Eres inteligente. Sé que estás aquí conmigo por el deseo de obtener la
libertad.
Y mi sonrisa desapareció.
—No te asustes —señaló moviendo sus dedos nuevamente para acariciar
mi barbilla—, sé que el sueño de cada esclavo es obtener su libertad. Al
igual que el deseo de todo rey es obtener más poder. Son los objetivos que
tiene cada rol.
—Quiero… —Iba a confesar algo, pero algo dentro de mí dudó.
—No temas. Puedes hablar con tranquilidad en este lugar —apuntó el
rey moviendo su cuerpo para salir de la cama. Observé sus movimientos
con atención. Su ancho cuerpo se movió hasta la pequeña mesa que estaba
al lado de su cama. Aquel lugar donde siempre había una jarra de hidromiel
—. ¿Aún me tienes miedo? —preguntó mientras bebía.
—No es miedo, es respeto —contesté cubriendo mi desnudo cuerpo con
la piel de un animal.
Bjorn sonrió.
—Tranquila, no es mi propósito sacarte de mi cama. Me siento bien
contigo, no me había sucedido con ninguna esclava desde hacía años.
—¿Ni siquiera con Gerda?
Bjorn rio. Era una risa sincera y divertida.
—No tienes comparación con ella.
—¿No?
—No.
—Ella es hermosa —susurré la verdad—, y joven.
—Al igual que tú —señaló el rey dejando la jarra de hidromiel en la
mesa para volver nuevamente a la cama—. La belleza no es lo único que
lleva a una mujer a la cama de un hombre.
Fue mi turno de reír.
—Desconocía el lado divertido de mi rey —musité con diversión
mientras mi cuerpo se acomodaba al lado del suyo.
En su rostro se posó una bella sonrisa y su imagen rejuveneció por unos
momentos.
—Eres divertida, cocinera. Me has hecho reír —apuntó—, y créeme que
no había escuchado mi risa por un largo tiempo.
Nuestras miradas se conectaron cuando soltó aquellas palabras. Una
sonrisa se mantuvo en su rostro, logrando contagiarme.
Ambos sonreímos.
El sonido de la escalera interrumpió nuestra conexión. La sonrisa del rey
empezó a desaparecer mientras el sonido de las pisadas era cada vez más
fuerte.
Nuestros rostros giraron cuando la sombra de una persona apareció por
la puerta, acompañada con el sonido de un lobo aullando, provocando que
mi cuerpo se estremeciera de miedo.
Como si aquello fuese un mal augurio.
El rey se percató de mi temor. Tomó mi mano entre las suyas para posar
sus labios en ella. Un casto beso logró que mi miedo se esfumara.
—Tranquila —susurró—, relájate y vístete.
—¿Quién es? —pregunté.
Mi mirada no alcanzó a identificar los detalles de la persona, gracias a la
oscuridad de la habitación. Solo pude percatarme de que era una figura
femenina.
—Familia.
—¿Lagertha311 aún sigue en Uppsala312? —preguntó el rey de Suecia a la
mujer que estaba sentada en una de las mesas del salón.
La observé desde mi sitio; al lado del fuego, el cabello gris de la mujer
resaltaba aún más. Ella asintió con su cabeza ante la pregunta del rey
mientras levantaba la copa de hidromiel para llevarlo a sus secos y partidos
labios. El cabello gris de ella caía por los lados, sin importar el desorden de
sus bucles. Sus pies desnudos estaban encima de la mesa, sin importarle que
estaba delante de la realeza de Suecia.
—Esperaba verte allí. —El rey negó con su cabeza—. Han pasado años
desde la muerte de Gyda. ¿Cómo pretendes entrar al Valhalla si estas
enojado con los dioses?
—No pretendo ir al Valhalla.
Aquello me sorprendió, pero bajé la mirada al fuego. Aquella
conversación era personal y familiar. Me sentí fuera de lugar desde que esa
mujer dio un paso en la casa.
—Bjorn.
—Gyda no está en el salón de Odín.
—Tu destino siempre fue distinto al de tu esposa. Tu vida y tu muerte
nunca estuvieron ligadas a ella.
—Y aun así fue mi esposa.
—Fue por un tiempo muy corto, querido hermano. Tan corto como el
pestañeo de los dioses.
¿Hermano?
Mi mente trato de recordar los cuentos de Ragnar Lodbrok. Los nombres
de los hijos del legendario rey de Suecia y Dinamarca llegaron a mi cabeza
con rapidez. Björn, Ivar, Halfdan, Sigurd 313y Ubbe. Todos hombres,
ninguna mujer.
—¿Por qué has solicitado mi presencia? Ubbe no mencionó nada sobre
el motivo de tu llamada.
—Ubbe no lo sabe. Le ordené que simplemente fuera en tu búsqueda.
—¿Para qué?
—Necesito que la leas. —El dedo del rey se alzó para apuntarme.
Cuando esas palabras salieron de la boca del rey, levanté mi rostro en
busca de alguna explicación, pero mis ojos no se fueron al rostro de él, sino
al de ella. La misteriosa mujer me observaba. Sus ojos de color azul, de la
misma forma y color que el rey, viajaron de arriba hacia abajo en mi cuerpo.
A pesar de lo vieja que era, su rostro era hermoso, o quizás era el vestido
largo azul, o su pañuelo en la cabeza con un hilo de oro en el borde, o que
llevaba anillos de plata en los dedos de los pies; llamaba mi atención.
—¿A una thrall314?
—Sí —contestó Bjorn acomodando su cuerpo en la silla que estaba al
lado de su hermana.
—¿Desde cuándo es importante el destino de una thrall315?
—Necesito saber si su vientre está seco o no. Quiero saber si ella es… si
ella me dará lo que tanto he buscado.
¿Qué? Mi cuerpo se alarmó cuando llegaron esas palabras a mi oído. La
idea de un embarazo me había perturbado mucho más que la llegada de
Halfdan.
—Bjorn, Ubbe es tu legado —dijo su hermana con tranquilidad, pero
aquel sentimiento solo se quedó en ella. Porque el rey, con un rápido
movimiento, se levantó del asiento para tirar la mesa con sus manos.
Mi cuerpo se alarmó aún más.
—Ubbe no es mi legado —señaló alzando su voz. Estaba furioso.
Su voz y su postura me recordaron a cuando golpeó a Haakon.
Esta vez no estaba el lugarteniente y, entre su hermana y yo, estaba
segura de que los golpes irían dirigidos a mí.
—Calma. Asustas a la esclava. —Su rostro se giró con violencia al
escuchar las palabras de su hermana. Se clavaron en los míos, bajé mi
mirada con rapidez.
Aunque no quería temerle, el miedo reinaba en mi cuerpo cuando se
enojaba.
El rey volvió a levantar la mesa, y colocó nuevamente su trasero en el
asiento.
—No pensé que aun tuvieses estos estallidos de rabia. Has envejecido,
Bjorn, pero tu carácter sigue igual al que tenías de joven.
—Ása —dictó el nombre de su hermana con fuerza—. Necesito saber si
está embarazada.
—En algún momento lo sabrás. El tiempo te dará la respuesta.
—Lo necesito saber ahora.
—¿Por qué?
Eso mismo quería saber. Levanté mi mirada en busca de la respuesta en
la figura del rey de Suecia.
Su pregunta se repetía en mi cabeza una y otra vez, y un mal
presentimiento se posó en mi vientre, señal de que algo estaba mal.
—Eres una seiðkona, muéstrame el poder de los dioses y quizás así
vuelva a confiar en ellos.
—No lo haces por los dioses —señaló Ása. La mano de la mujer se
aferró a la barbilla de su hermano, observando detenidamente sus ojos—.
La quieres. Estás sintiendo algo fuerte por la esclava…
—Basta.
La voz del rey era dura, al igual que el movimiento que realizó para
quitar la mano de su hermana de su rostro. Ninguno de los dos habló. Solo
se miraban a los ojos, como si fueran capaces de hablar con sus mentes.
—Mi…rey… —Mi voz no salió segura. Titubeé en cada palabra.
Estaba nerviosa con ambos hijos de Ragnar, me sentía indefensa, en
peligro, de la misma forma que un animal en el juego del cazador.
—¿Qué sucede? —Me atreví a preguntar encontrando mi valentía en los
ojos azules del rey. Aquellos que me miraban con hostilidad.
—Necesito saber si ella es capaz de darme lo que quiero.
Tragué saliva.
De un momento a otro, la llegada de Ása se convirtió en algo crucial en
mi vida. Si ella era capaz de saber el estado de mi vientre, y lograba
confirmar mis sospechas sobre mi útero seco, el favoritismo de Bjorn se
escaparía entre mis dedos. Volvería a ser la misma esclava amarrada a la
cocina.
Mi destino estaba en las manos de los dioses y en la magia de Ása
Ragnarsdottir.
Solo pude rezar.
Oh, dulce Freyja, ayúdame…
Mannaz

Ratatösk316 se llama la ardilla,


que corre en el fresno Yggdrasil317;
de arriba las palabras del águila debe llevar,
y bajo Nidhögg318 repetirlas.
Grímnismál

Freydis Bjornsdottir observó el rostro pálido de la cocinera de su padre. Ella


tenía la mirada puesta en las verduras que cortaba. El movimiento que
realizaba con el puñal era rápido. Ni siquiera levantaba por completo la
herramienta de sus manos para cortar el largo de la zanahoria.
La cocinera era ágil con el cuchillo entre sus manos.
Era un peligro. Revna… Por los dioses, cómo odiaba aquel nombre y su
significado. Aborrecía a los cuervos, pero los respetaba, solo por Hugin y
Munin, las aves de Odín. Pero la cocinera era otra historia. No era cercana
al padre Supremo, aunque intentaran catalogar a la familia de la esclava
como provenientes del dios Andhrimnir319.
No era familiar de un dios, ni era una mujer libre, la cocinera, para la
princesa de Suecia, era nada. Quiso eliminarla desde el primer día que la
vio. Desde el primer día que su querido y amado padre se obsesionó con
ella.
Aunque Bjorn tratara de ocultar aquel extraño sentimiento que le
provocaba la cocinera, su hija lo percibió desde la primera vez. Desde el
primer gesto, Bjorn se delató ante su hija. Freydis sabía que su padre jamás
hubiese aceptado a una esclava como parte de su dote de matrimonio.
Quizás con cinco esclavos habría aceptado aquel absurdo trato.
Y, desde aquel día, la princesa de Suecia menospreció a la cocinera.
Obligó a su padre a cortar la larga cabellera de Revna. La princesa no
podía ocultar que disfrutaba cada vez que sus ojos se posaban en el cabello
corto de la esclava. Una risa silenciosa llegaba a su rostro, Disfrutando
de cómo su plan obtuvo la victoria. La poca belleza que poseía la thrall320
desapareció con el corte de pelo. Y el interés de su padre en Revna se
esfumó.
Pero todo cambió después de la batalla. Su padre cambió. Al igual que el
comportamiento de la esclava.
Revna estaba al lado del rey de Suecia a cada momento. Día y noche.
Los días transcurrían y la figura de la cocinera desapareció del fuego del
salón principal, y permaneció en la cama de Bjorn desde la mañana hasta la
noche.
Freydis se preguntaba constantemente en qué momento cambió todo.
Dónde estaba ella cuando la cocinera entró en la cama de su padre. Dónde
estaba ella para evitar aquella desgracia.
Freydis tenía control sobre Gerda, pero Revna era diferente. La cocinera
era rebelde, aunque tratase de ocultar su desobediencia, le era imposible
contener las palabras venenosas. Freydis lo supo desde aquel encuentro en
el que Revna decidió responder sobre el comentario de la comodidad del
cabello corto. Desde ese momento, la hija de Bjorn supo que aquella
esclava era distinta a todas las demás.
Y la cocinera tenía la experiencia en hombres que Gerda no poseía.
Revna podría manejar a su padre a su antojo. Como a cualquier otro hombre
que piensa con el martillo que tiene entre las piernas.
La princesa de Suecia empezó a crear un plan para alejar a la cocinera de
la cama del rey, pero nada se le ocurría. Freydis nunca destacó por ser la
inteligente de las tres hermanas. Su hermana mayor era diferente.
Inteligente y astuta, a punto de casarse con su tío por la corona de
Dinamarca.
Freydis aún era capaz de recordar el rostro de furia de su padre cuando
su hermana mayor escapó junto a Sigurd Ragnarsson, sin volver la cara
hacia ellos.
Bjorn jamás perdonó aquella traición por parte de su hermano.
Las hermanas jamás volvieron a tener contacto alguno. Freydis estaba
sola.
Su único familiar era Ubbe Ragnarsson, quizás pidiéndole que se llevara
a la esclava a su cama, encontraría la forma de alejar a su padre de ella.
Ubbe tenía debilidad por las esclavas.
La princesa de Suecia aún le tenía rencor por acostarse con Helga, su
esclava favorita. Freydis lamentó el castigo que recibió su esclava, e incluso
pidió clemencia a su padre por ella, pero nada la alejó de las manos de la
diosa de la muerte.
Recordó por qué no le agradaba a su tío. Ubbe jamás debió involucrarse
con las posesiones del rey de Suecia, ni entregar a la muerte a su esclava
favorita. Pero aquella afición de Ubbe por las esclavas lo convertía en su
mayor aliado, quizás, tan solo quizás, encontraría la forma de sacar a Revna
de la cama de su padre para empujarla a la de su tío.
Los dioses escucharon las plegarias de Freydis Bjornsdottir. La princesa
ni siquiera tuvo que solicitar la ayuda, porque el favor de los dioses para su
plan llegó en el cuerpo de una mujer no libre.
Gerda tenía la respuesta.
Laguz

Pero recuerden, su abuelo, mi padre, fue el mejor guerrero de todos los


tiempos. Él mató al dragón Fafnir y se habla de él en todas las sagas.
Seguramente heredarán sus dones, guerreros. Todos ustedes serán grandes
guerreros.

Aslög Sigurdsdatter321, en la serie Vikings

La falta de la figura del rey a mi lado obligó a que mis ojos se abrieran en
busca de su calidez. La habitación estaba oscura, y el único cuerpo que la
adornaba era el mío. La presencia de Bjorn Ragnarsson se había esfumado.
Pude girar mi cuerpo e ignorar su ausencia, pero una extraña
preocupación se posó en mi vientre ante la idea de que el hombre que
dormía a mi lado estuviera en peligro. Algo estúpido.
Bjorn Ironside tenía la protección de los dioses. Nada ni nadie lo
protegía mejor que el mismo padre Supremo, pero, aun así, mis pies se
movieron por voluntad propia.
Cuando tocaron el suelo del salón, mis ojos se fijaron en el cuerpo
dormido de Gerda al lado del fuego. Era ella quien tenía la responsabilidad
de que el fuego del comedor no se extinguiera. Su cuerpo reposaba con
tranquilidad, su torso subía y bajaba con cada respiración.
Y, en silencio, mis pies se siguieron moviendo en busca del rey.
—¿El rey? —pregunté al guerrero que resguardaba las afueras de la casa
comunal aquella noche.
No respondió con palabras, un simple gesto con unos de sus dedos me
entregó la respuesta que quería.
Mis pies se dejaron guiar por la indicación que me entregó el
lugarteniente. El camino lo realicé con esfuerzo, ya que el viento soplaba
con fuerza, agitando el abrigo que me regaló Ubbe Ragnarsson con la
llegada de Ostara322.
Mi boca soltó un suspiro involuntario cuando en mi cabeza entró el
nombre del príncipe de Suecia. El suspiro y la melancolía siempre
acompañaban el recuerdo de Ubbe Ragnarsson. Y aquel nombre se presentó
varias veces desde la llegada de Ása Ragnarsdóttir, desde que aquella
seiðkona tiró las piedras, cambiando mi futuro drásticamente.
Mis ojos se percataron de la figura del rey cuando mis zapatos se
ensuciaron con la arena gris de la playa.
—Mi rey, ¿se encuentra bien? —le pregunté en voz baja en el momento
en que mi cuerpo se posicionó al lado de él.
Bjorn Ragnarsson no contestó a mi pregunta, sus ojos siguieron
observando la tranquilidad del mar. Unos ojos tristes, y que creí brillosos,
pero deseché aquella idea con rapidez.
Él jamás lloraría.
—¿Mi rey? —pregunté nuevamente, pero él se mantuvo estoico en el
mismo lugar, sin girar su cabeza para observarme. Y en su silencio entendí
su deseo.
Él no quería mi presencia, a pesar de que yo, al parecer, necesitaba la
suya. Moví mis pies con la intención de alejarme y no perturbar aún más la
tranquilidad que él estaba buscando.
—Revna.
Siempre era extraño que mi nombre saliera de entre los labios de Bjorn
Ironside.
—¿Mi señor?
—Mañana en el Haustblót debe haber pescado. Nada de carne roja, solo
pescado —indicó sin dejar de observar las olas del mar.
—Entiendo, mi señor, haré lo que ordena.
—Bien —musitó.
Y no añadió nada más, pero, cuando mi cuerpo quiso retomar el camino
que me llevó a su lado, él abrió nuevamente la boca.
—Mañana dormiré solo.
Soltó aquellas palabras que me dolieron durante un momento. Mi boca se
secó y mi corazón empezó a latir con rapidez ante el miedo de haber
cometido algún error que hubiera ofendido al rey. Pero a mi cabeza nada
llegó, aunque la imagen de Ubbe Ragnarsson perturbó la inocencia que
logré sentir por unos instantes.
—La festividad favorita de mi madre era Haustblót323. Es la única vez
que me permito llorarla.
Oh.
Aslög Sigurdsdatter324 fue una amada reina de Suecia y la madre del
actual rey. Fue la tercera esposa de Ragnar Lodbrok; aunque la historia la
recuerda como una de las compañeras del gran Ragnar, ella fue más que
eso. Aslög era la famosa hija del legendario Sigurd, matador de dragones, y
la skjaldmö Brynhildr. La única descendiente de dos grandes leyendas.
La historia de aquella mujer se dio a conocer por toda Escandinavia. Al
igual que las historias de sus hijos.
—No quiero… que me veas así —confesó el rey en voz baja, tan baja
que dudé si eran esas las palabras que salieron de su boca.
—Tal vez… —susurré al momento que colocaba con suavidad una de
mis manos en el ancho hombro del rey— podemos llorar a nuestras madres
juntos.
Él, ante mi contacto, giró su cuerpo. Sus ojos brillaban por las lágrimas.
Bjorn estaba triste.
No esperé alguna respuesta de su parte. Realicé la primera acción que mi
cuerpo quiso. Salté a sus brazos. Rodeé su cuerpo con fuerza, tratando de
contener la pena que lo albergaba esa noche.
Bjorn aceptó mi abrazo y envolvió mi cuerpo con sus grandes brazos. Su
barbilla se apoyó en mi cabeza mientras pasaba el tiempo.
Ninguno de los dos se alejó del otro.
Permanecimos en silencio hasta la salida de la diosa Sól325 por las
montañas de Birka.

El rostro de Ása estaba hosco, sus ojos azules miraban fijamente las runas
que estaban en la mesa. No sabía leer los símbolos que estaban sobre ella, al
menos, no de la forma que los leía una völva326. Las piedras donde estaban
talladas las runas estaban de color blanco, boca abajo. Solo una quedó hacia
arriba... Berkana 327era la única runa que estaba a la vista de ambas.
Aquella imagen se repitió una y otra vez cuando mis manos se movieron
para preparar el banquete en honor a nuestros antepasados. Especialmente
por la madre de Bjorn, y por la mujer que me dio la vida.
La figura de Ása Ragnarsdóttir se movía de un lado a otro. Su boca se
abría con cada habitante que entablaba una conversación con ella. Al
parecer, la figura de la hija de Ragnar era famosa en aquella ciudad.
—¿Alguna vez escuchaste el nombre de Ása en la historia de Ragnar
Lodbrok? —me preguntó Eivor cuando se sentó a mi lado.
Negué con la cabeza.
—Solo había escuchado el nombre de sus hijos. Nunca escuché que la
reina Aslög hubiera parido una niña —comenté girando mi cabeza para
observar la vejez de Eivor.
—Aslög no es su madre —señaló soltando una risa—. Ása es hija de la
escudera Lagertha328. La primera esposa de Ragnar.
—Pensé que no había tenido hijos con ella —añadí sorprendida por la
nueva información que me llegó sobre la historia del gran Ragnar.
—Hijos, no. Hijas, sí —aclaró Eivor encogiéndose de hombros—. Para
la historia, solo importan los hombres. A pesar de que somos nosotras
quienes los traemos a la vida.
La vieja Eivor se quedó pensativa unos momentos. Sus ojos se quedaron
observando cómo las llamas flameaban.
—Aslög no fue simplemente la tercera esposa de Ragnar. Era una mujer
valiente, guerrera, gentil y amable. Y gobernó Suecia mucho mejor que
Ragnar. Éramos un pueblo… feliz cuando era ella la que estaba en el trono.
Los hombres pierden la cordura cuando tienen el poder en sus manos.
La mirada de Eivor cambió de destino, y se quedó observando a la figura
del rey.
—Se que él aún llora por ella. Aslög fue una buena madre. Dio todo por
sus hijos, y por los otros hijos de Ragnar. No existió distinción para ella.
—Fue una buena mujer.
—Lo fue. Ragnar eligió buenas mujeres, incluida la madre de Ubbe.
Aunque fuese una esclava. Sirvió bien a la familia. Le fue leal a Ragnar
hasta sus últimos días.
—Ubbe es leal a su hermano, he de suponer que lo sacó de su madre —
señalé con la intención de buscar con mi mirada la bella figura del hermano
menor del rey.
—No lo hagas. No busques a Ubbe —susurró Eivor acercando su boca a
mi oreja—. No te delates. Que tu historia con él solo quede entre tú y yo.
Desconozco la mirada que le envié, pero en ese momento ella supo que
no era la única que sabía aquella historia.
—¿Quién?
—Gerda —dicté el nombre con incomodidad.
—Debes matarla —sugirió Eivor con demasiada… naturalidad. Mis ojos
se abrieron con sorpresa al escuchar su idea—. ¿Qué? Ya has matado antes.
—No me enorgullezco de matar a Halstein, ni a Dag —admití frunciendo
mi ceño, molesta por sus palabras.
No era una asesina, era una simple cocinera. La idea de matar no llegaba
con facilidad a mi cabeza.
—Pero debías matarlo por tu supervivencia. Sucede lo mismo con Gerda.
—No es lo mismo…
—Ella en algún momento lo dirá. Te va a delatar, y el rey no perdona ese
tipo de traición.
—Lo hará, me perdonará —aseguré algo de lo que no estaba segura.
—Te matará, ya ha sucedido antes.
—¿Antes? ¿De qué hablas? —pregunté confusa.
—Ubbe ya se había involucrado con una esclava. Mucho antes de tu
llegada, al inicio del reino de Bjorn.
—¿Qué? —pregunté nuevamente sin creer las palabras que salían de
Eivor, pero ella simplemente se encogió de hombros.
—El rey supo la verdad, y Helga murió. Ubbe no tuvo castigo alguno.
—Quieres decir… ¿que él juega conmigo?
Soltar esa pregunta no fue fácil. No era algo posible de creer. Después de
tantos besos y miradas que parecían sinceras, sus ojos eran sinceros, lo
sabía.
—No digo nada —contestó Eivor soltando un suspiro—, pero Kaysa te
mencionó que Ubbe se divierte con las mujeres. ¿Por qué crees que eres la
primera esclava en la que él posa su interés? Él es un hombre libre, con
poder y un linaje que lo respalda. Ha estado con centenares de mujeres. Él
es bueno, pero es conocido por su fama de mujeriego.
Por los dioses, qué equivocada estuve.
Solo podían existir dos verdades: o él era sincero, o era un gran
mentiroso.

No lograba salir de la impresión de la confesión sobre una de las verdades


del príncipe Ubbe. No lograba entender, comprender y aceptar las palabras
que dictó la boca de Eivor. ¿Acaso mi cuerpo fue un simple juego? ¿Acaso
el amor que me profesó era una forma de divertirse? No, no, no. No podía
ser verdad.
Me negaba a aceptarlo.
—Revna.
El movimiento de mis hombros logró que los pensamientos de mi cabeza
se esfumaran para percatarme de quién era la persona que movía mi cuerpo.
—El rey te llama —señaló Kaysa—. ¿Qué sucede? ¿Estás bien?
—Sí —contesté mientras me levantaba para buscar a quien me llamaba,
pero me detuve. Me posicioné frente al cuerpo de Kaysa para soltar las
siguientes palabras—. En realidad, no. ¿Por qué no mencionaste a Helga?
¿No deberías haberme advertido sobre el príncipe y sus juegos con las
esclavas?
La boca de Kaysa se abrió de la misma forma que la mía momentos atrás
al escuchar la verdad por parte de Eivor.
—Te lo advertí. Ubbe busca entretenerse con las mujeres, sin importar
que sean esclavas o no —añadió Kaysa borrando la sorpresa de su rostro y
cambiando su gesto.
Frunció su ceño.
—¿Por qué no mencionaste a la esclava? Pensé… —Me detuve a pensar
las estúpidas palabras que iban a salir de mi boca.
—¿Que eras la primera?
Kaysa se carcajeó, pero no fue una risa divertida. Era oscura e irónica.
—Los cuervos son astutos. Solo tienes el color negro de ellos, nada más.
Era la segunda vez aquel día que mi rostro presentaba sorpresa. La
maldad en las palabras de Kaysa me causó más dolor que la verdad sobre el
príncipe de Suecia, pero, antes de que mi cuerpo se alejara dañado por mi
amiga, ella sostuvo mi brazo con fuerza.
—Helga… Ella era mi hermana menor.
Y, sin añadir nada más, la figura de Kaysa se alejó dejando que mi
cuerpo se quedara pasmado en aquel lugar, acompañado de la culpabilidad.
Pero, aun con la culpa sobre mi espalda, mi cuerpo se movió en busca del
rey de Suecia.
El cuerpo de Bjorn Ragnarsson estaba en el trono, con una copa de
hidromiel en su mano. Sus ojos no dejaron de observar mi andar en ningún
momento.
—Mi rey. —Realicé una reverencia cuando mis pies estuvieron frente a
él.
—Ven. —El rey palmeó sus piernas con una de sus manos libres.
Lo observé dudosa de realizar aquel movimiento. El sentarme en sus
piernas era una forma de demostrar al público que era la amante o esclava
favorita. Aunque todos los habitantes de Birka sabían de nuestra relación,
jamás realizábamos ningún contacto delante del público.
Nuestra relación de amantes se llevaba a cabo en la recámara del rey. No
sucedía en ningún lugar más.
—Ven —susurró agarrando la tela de mi camisón para mover mi cuerpo,
que se había quedado quieto, incapaz de obedecer aquella orden—. ¿Qué
sucedió con Kaysa? —me preguntó con un susurro en mi oído.
No podía mencionar mi sorpresa al escuchar una de las relaciones del
príncipe Ubbe. Y, en cierta forma, no quería mentir delante del hombre que
dormía a mi lado todas las noches.
—Me contó sobre su hermana menor.
El rey soltó un suspiro cuando mi confesión terminó. Su boca no se abrió
para preguntar nada más, simplemente escondió su rostro en mi cuello. Su
respiración me provocaba cosquillas.
—No estoy orgulloso de mi acto —habló el rey aun en voz baja y sin
mover su rostro de mi cuello—. No debí sentenciar a muerte a Helga. Si
aquello hubiera sucedido ahora, con mis años en el trono, habría tomado
otra decisión.
—¿Sí?
La respiración de Bjorn era lenta. Su torso subía y bajaba con lentitud
mientras sus palabras salían una tras otra.
—Fue al inicio de mi reinado. No podía mostrar debilidad ante la
traición de Helga. La lealtad es un concepto muy importante para mí —
señaló el rey mientras sacaba su rostro del refugio que le entregaba mi
cuello—. Después de sentenciarla a muerte, me arrepentí. Su traición no fue
algo grave. Helga era esclava de Freydis, su cuerpo no estaba en mi cama…
sería diferente contigo.
—¿Conmigo? —Mi voz salió baja, casi en un susurro. Un susurro que
me delataría si demostraba algo de culpabilidad.
—Cualquier rumor o prueba de que estás con otro hombre, sería dudar
de que el niño que llevas en tu vientre sea mío.
Era la primera vez que salía esa palabra de la boca del rey, y era la
segunda vez que escuchaba sobre mi embarazo. La primera vez fue de la
boca de Ása cuando tiró las piedras.
Berkana. La piedra que simboliza la maternidad, formación,
alumbramiento y renovación. Todo lo que indicaba la runa era el nacimiento
de un hijo. O eso fue lo que mencionó la hermana de Bjorn Ironside esa
noche, cuando solo quedó esa piedra boca arriba, y las demás hacia abajo.
Aquella runa marcó mi vida y la de Bjorn Ragnarsson.
—Sería para mí la más alta de las traiciones, ¿me entiendes? —me
pregunté el rey agarrando mi barbilla para que nuestros ojos se conectaran.
No pude contestar a su pregunta con la rapidez que hubiera deseado. Un
miedo se posó en mi estómago al imaginar a Gerda relatando aquel secreto
entre el príncipe de Suecia y yo.
Eivor tenía razón. Debía matarla. Por mi seguridad, y por la del niño que
estaba dentro de mí.
—Usted —uno de mis dedos señaló el torso de Bjorn— es el rey de
Suecia. Hijo del gran Ragnar Lodbrok y Aslög Sigurdsdatter329. No debe
darme explicaciones a mí.
—No quiero que me veas como un hombre malvado. No soy un tirano —
apuntó el rey.
Observé aquellos ojos. Tan azules y tan brillantes como los del príncipe
de Suecia.
—Mi pensamiento no es importante.
—Lo es, lo es para mí.
—¿Por qué? —Me atreví a preguntar.
—Llevas a mi hijo en tu vientre —contestó—. Me vas a dar algo que
siempre he soñado. Quiero que me conozcas, no solo como el hijo del gran
Ragnar Lodbrok y Aslög Sigurdsdatter330. —Bjorn sonreía mientras repetía
mis palabras—. Quiero que me conozcas como el padre de tu hijo.
—Puede ser una niña —susurré cuando apoyaba mis manos en su torso.
Bjorn negó con su cabeza mientras terminaba de soltar aquellas palabras.
—Estoy seguro de que esta vez es un niño.
—¿Por qué?
—No lo sé, pero sé que no me equivoco.
Sonreí ante su seguridad.
—Solo nos queda esperar —señalé mientras acerqué mi rostro al suyo.
Nuestras caras quedaron tan cerca que era capaz de oler la fragancia del
hidromiel de su boca en cada respiración que daba.
Su cabeza se apoyó en la mía, mientras sus manos se movieron para
apoyarse en mi vientre. Y en ese momento solo existíamos los dos.
Las voces del salón se apagaron, las risas de los habitantes se
extinguieron y solo se lograba escuchar el sonido de nuestras respiraciones.
Estábamos felices por el embarazo que anunciaron las runas.
Bjorn no dudaba del poder de su hermana.
—Mi rey.
La voz de Haakon interrumpió nuestro contacto.
Bjorn alejó su rostro del mío para buscar con su mirada a su
lugarteniente. Tenía el ceño fruncido.
—¿Qué sucede? —La voz que salió de la boca del rey era totalmente
distinta a la que susurraba en mi oído cada noche.
Giré mi rostro para observar el de Haakon.
Nada bueno saldría de su boca.
—Los exploradores anunciaron la llegada de Halfdan. Los barcos no
tardarán en atracar en el puerto.
Y la felicidad se esfumó de un momento para otro.
Inguz

¡Salud al anfitrión! Un huésped ha entrado.


¿Dónde ha de sentarse?
Imprudente es él que ante portales desconocidos confía en su buena suerte.

Hávamál

Las palabras de la hermana de Bjorn Ironside acertaron con la condición de


mi nuevo estado. Días después de su lectura de las runas, mi cuerpo empezó
a mostrar síntomas de la veracidad de sus palabras.
Mis mañanas eran diferentes. Ya no me levantaba a preparar la comida
del rey. Mi cuerpo se refugiaba en la esquina de la habitación de Bjorn con
un cuenco en mis manos vomitando todo lo que mi vientre había recibido el
día anterior.
—¿Estás bien? —me preguntó Kaysa como todas las mañanas.
Mientras el rey salía de la habitación, Kaysa entraba en ella,
ayudándome en mi nuevo estado. Una condición que era un secreto aún.
Aunque no le confesara a Kaysa mi embarazo, ella se percató de mi
cambio al ver que todos los días debía retirar de la habitación cuencos con
el líquido amarillento del vómito.
—Sí —conteste mientras mi cuerpo se refugiaba en la cama del rey, en
busca de que aquellas náuseas desaparecieran en aquel lugar.
—¿Quieres que te ayude a vestirte?
Su pregunta me obligó a levantar mi cabeza en busca de su mirada.
—¿Qué? —le pregunté confundida.
—El rey me ordenó atenderte —contestó Kaysa encogiendo sus hombros
—. No pongas esa cara, no me molesta —añadió con rapidez.
—Es extraño —murmuré.
—Bjorn… —El cuerpo de Kaysa se acercó para sentarse en la cama, a
mi lado—. El rey está feliz con el niño que viene en camino.
—Puede ser una niña —señalé aquello nuevamente.
Estaba segura de mi embarazo, pero no estaba segura de que el bebé
naciera con un pequeño pene entre sus piernas.
—Puede embarazarte de nuevo. El rey no te abandonará si le das una
niña. Ha comprobado tu fertilidad, eso es todo lo que necesita para que
estés en su cama —apuntó Kaysa casi sonriendo.
—¿Alguien sabe sobre el bebé?
—No, pero estoy segura de que Bjorn lo mencionará pronto. Es un gran
acontecimiento este pequeño. —La mano de Kaysa se movió para apoyarla
en mi vientre.
—¿Crees que el rey me dé…?
No pude terminar la pregunta porque la respuesta salió con rapidez de la
boca de Kaysa.
—Por supuesto. Su hijo nacerá de una mujer libre.
Quise sonreír, quise alegrarme por la respuesta, pero algo me lo impedía.
Algo que empezó a rondar por mi cabeza cuando los síntomas del embarazo
se presentaron. No estaba segura de que Bjorn fuera el padre de esta
criatura.
—Pronto celebraremos tu frelsisol331 —añadió Kaysa con una voz
alegre. Al parecer, estaba alegre por mí y mi destino—. ¿Qué sucede? ¿No
era lo que siempre buscabas?
Lo era. Por supuesto que lo era, pero aquella duda me quitaba toda la
alegría que podría llegar a sentir. Solo pude cambiar de tema para no soltar
la verdad sobre el bebé que estaba en mi vientre.
—Debemos preparar la llegada del jarl332 Halfdan. El banquete…
—¿No lo sabes? —me preguntó Kaysa interrumpiendo las palabras que
querían salir de mi boca.
—¿Qué cosa? ¿Ha llegado? —Mi cuerpo se inquietó de forma inmediata
ante la sospecha de que Halfdan ya estuviera en el salón principal de Birka,
pero Kaysa negó con su cabeza a modo de respuesta.
—El rey te ha liberado de tus obligaciones. Solo debes preocuparte por ti
y por el pequeño bebé que está en tu vientre.
No pude agregar nada. Era casi perfecto. Todo se estaba dando de la
misma forma que lo había soñado centenares de veces al lado de Halstein.
—¿Revna?
—Estoy bien, solo sorprendida —contesté retirando la mano de Kaysa de
mi vientre para levantarme de la alcoba. Necesitaba quitarme aquel camisón
con ese horrible olor boca vómito—. Nunca creí quedar embarazada —
confesé cuando estuve desnuda frente a Kaysa.
—Los dioses te han bendecido.
—Nos han bendecido. —Ambas saltamos del susto al escuchar la voz de
Bjorn Ironside tan cerca de nosotras.
Mi cuerpo se estremeció, pero no supe si fue por el frío o por la
presencia del rey.
Estábamos tan sumergi333das en las palabras de la otra que no fuimos
capaces de escuchar los pasos de Bjorn subiendo por las escaleras.
—Mi rey. —Kaysa se levantó con rapidez de la cama de su cama para
realizar una reverencia.
—Déjanos.
Kaysa se retiró de la habitación con el cuenco de vómito en sus manos, y
no pudo ser testigo del momento en el que el rey tomó entre sus manos unas
de las pieles de la alcoba que compartíamos cada noche para pasarla por
mis hombros.
El gesto era dulce, al igual que la pregunta que salió de sus labios.
—¿Te sientes bien? —preguntó cuando su cuerpo se posicionó frente al
mío.
Sus manos se dirigieron con rapidez al pequeño bulto que asomaba en mi
vientre.
—Sí —contesté—, cansada, pero bien.
Bjorn sonrió.
Desde que los síntomas aparecieron y un pequeño bulto empezó a
asomarse en mi vientre, una bella sonrisa estaba constantemente en el rostro
del rey.
Estaba feliz.
—Descansa —murmuró sin dejar de acariciar mi vientre desnudo con los
dedos de sus manos.
—Quiero estar con usted en la llegada de Halfdan.
—No te preocupes por eso. Tienes la protección de mi cuerpo si esto se
convierte en una batalla.
Esa vez fue mi turno de sonreír.
—Se acerca el invierno. Nadie atacaría a una ciudad con el frío a sus
espaldas. Buscará refugio. No habrá batalla —le aseguré.
—Descansa. No pienses en guerra cuando traes una vida. Descansa, me
aseguraré de tu bienestar —señaló nuevamente mientras sus dedos subían
lentamente por mis senos—. Algo me dice que Halfdan no es de tu agrado.
—La mano del rey siguió subiendo lentamente por mi cuerpo para llegar a
acariciar mi largo cuello.
—No es un buen hombre.
—¿Te hizo algo? —Sus dedos subieron hasta tocar mis labios quemados
por el frío que estaba llegando a Birka.
—A mí no —aclaré.
Quise que mis labios se siguieran moviendo para contar la verdad de la
maldad de Halfdan, pero mi boca se quedó quieta al recordar las palabras de
mi madre.
La maldad que profesa Halfdan hacia a mí, hacia a las esclavas, no
logra sorprender a los hombres libres. No existe delito en dañar a una
thrall334. Recuerda que solo somos objetos de nuestros amos. Solo depende
de ti de que te traten como a un elemento valioso.
—¿Qué sucede? —me preguntó el rey moviendo sus dedos en dirección
a mi vientre con rapidez—. ¿Sucede algo con el bebé?
La preocupación en su voz provocó que en mi rostro apareciera una
sonrisa.
—No sucede nada, solo tenga cuidado con Halfdan. Es astuto y
ambicioso. Eso es peligroso en un hombre.
—No te preocupes por mí, he tratado centenares de veces con hombres
como Halfdan. Todo estará bien.
—Eso espero.
Y lo que esperaba solo se quedó en un deseo.
No se cumplió.

La llegada de Halfdan inquietó al pueblo de Birka. Los habitantes estaban


nerviosos ante la llegada de otro jarl335 de Noruega. Uno más fuerte y
sádico que el anterior.
Yo lo sabía, pero nadie más era consciente del poder de Halfdan, ni
siquiera el rey de Suecia logró percatarse de la personalidad oscura del
nuevo jarl 336de Kaupang337338.
No pude evitar que mi cuerpo se estremeciera cuando en mis ojos
apareció la figura de Halfdan. El cabello negro de él danzaba de un lado a
otro a causa del viento de aquel día. Observe cómo el rey y él estrecharon
sus manos amistosamente. Bjorn quedó tranquilo al observar que no traía
un gran ejército a sus espaldas. Las embarcaciones de Halfdan eran pocas.
Me escondí, no quise que los ojos de aquel hombre se posaran en mí.
Tenía miedo de que sus ojos oscuros le dieran la señal al rey de Suecia de
que aquel hombre que estrechaba su mano era mi padre. Por Odín, ni
siquiera me atrevía a decir eso en voz alta.
—Revna, solo diré una vez quién es tu padre, pero debes prometerme que
jamás lo buscarás, ni contarás tu procedencia. Ese hombre negó su
paternidad, él no quiere ser tu padre. Y debemos aceptarlo.
—Sí, madre.
—Tu padre es Halfdan Gudrödarson339.
La voz de mi madre se desvanece de mi cabeza cuando las voces de
Kaysa y Eivor llaman mi atención.
—¿Estás bien? —Eivor alzó su voz con tono de preocupación; busqué su
mirada para asentir con mi cabeza—. ¿Segura?
—No.
Estaba incómoda. La alegría que se sentía en la casa comunal, yo no la
compartía. Aquel oscuro hombre era capaz de quitar cualquier gozo que
pudiera lograr sentir. Él reconocería mi rostro. Quizás no como su hija, pero
sí como la cocinera de Halstein.
—Ve a la casa, nosotros nos encargaremos de la cocina —apuntó Eivor
posando su mano en mi hombro. Su gesto era cálido, lo que logró
tranquilizar mi nerviosismo—. El rey no se percatará de tu ausencia. Si
pregunta por ti, iremos a buscarte.
Accedí, por supuesto que lo hice. Quería salir lo más rápido de ese lugar.
La presencia de aquel oscuro hombre perturbaba mi tranquilidad. Levanté
mi cuerpo mientras mi mirada buscaba al rey. Bjorn conversaba con
tranquilidad al lado de Halfdan, ambos de pie y con Freydis alrededor. Al
parecer, mis palabras no se equivocaron.
Él buscaba una alianza. Pero aquella imagen no me perturbó, solo la
figura de Gerda detrás de la princesa Freydis logró inquietar aún más mi
corazón.
Gerda ya no trabajaba más para el rey de Suecia, su nueva ama era la hija
menor de Bjorn Ironside. Aquella alianza imposibilitaba que durmiera por
las noches.
Debía alejarme de aquel salón, por mi bien y por el del bebé que crecía
en mi vientre.
Nadie se percató de mis movimientos y de la forma en que mis pies
buscaron la salida con anhelo.
—No es un buen lugar para esconderse. —La voz de Ubbe Ragnarsson se
presentó en el pequeño gallinero, asustado a los animales que estaban
dentro—. Las gallinas pican —añadió aquellas palabras que mencioné
cuando lo vi por primera vez.
Logró que en mi rostro se posara una sonrisa.
—¿Está bien?
Observé sus ojos. Sus bellos y azules ojos. Esperé unos momentos para
que mi corazón empezara a latir con rapidez, como lo hacía cada vez que
Ubbe Ragnarsson llegaba a mi lado. De la misma forma que latió cuando
escuché que se había enamorado de mí, pero nada sucedió. No era igual que
entonces; aquella extraña pasión que logré sentir con Ubbe disminuyó
cuando supe sobre la muerte de Helga. Pero, aun sabiendo esa verdad del
príncipe, una parte de mí creía en él. No pude aceptar que quizás llevarme a
su cama fue un simple juego para él.
Pero debía admitir que el príncipe no estaba en mis pensamientos, su
figura se esfumó de mi cabeza cuando la atención del rey recayó sobre mí.
Era inesperado, pero estaba cómoda al lado de Bjorn Ironside. Era
extrañamente amable y dulce en el lecho. Ahí donde nadie era testigo de
nuestra unión, el rey se mostraba distinto. No solo era pasión, ni un simple
acto de abrirme de piernas. Era algo más, no sabía qué, pero no era algo
común.
—Estoy bien.
—Miente —señaló el príncipe caminando entre las gallinas para sentarse
en la misma esquina de la primera vez que nos encontramos—. La vi
escabullirse entre la gente para salir del salón.
Tardé en responder. No quería mentir, pero tampoco deseaba decir la
verdad. Le había prometido a mi madre no mencionar quién era mi padre.
—No me lo dirá, ¿cierto? —Levanté mi mirada para luego negar con mi
cabeza ante su pregunta—. ¿Por qué? Pensé que confiaba en mí.
—No se trata de confianza, hay cosas que no se deben mencionar —
admití bajando la mirada al suelo del gallinero.
No quería mirar a los ojos seductores del príncipe. No quería caer en sus
brazos, no en el momento en que mi cercanía con el rey era tan estrecha que
ya manifestaba gestos de amor hacia mí en público.
La llegada de Ása me acercó aún más a mi anhelado sueño de obtener mi
libertad. Un sueño que cada vez estaba más cerca con el pequeño bebé que
llevaba en mi vientre.
—La amo —murmuró el príncipe después de quedarnos un rato en
silencio—. Deseo estar con usted. No quiero, pero lo hago de todas formas.
No pude responder ante aquella confesión. No tenía una respuesta
correcta para sus palabras. Ni siquiera estaba segura de mis propios
sentimientos, ¿acaso importaban? Lo único que lo hacía era la forma de
obtener mi libertad para que este niño naciera como un hombre o mujer
libre. Y estaba segura de que al lado del príncipe no lo lograría.
—¿Tan rápido me has olvidado? —Su pregunta me sorprendió. Que
salieran aquellas tristes palabras de su boca era un error.
Callé.
—Sea sincera conmigo. ¿No cree que lo merezco?
—No, no lo creo —contesté recordando que su sinceridad, al parecer, era
una mentira—. No ha sido completamente sincero conmigo.
—¿Cree que mi amor es una mentira? —preguntó el príncipe de Suecia,
incrédulo de sus propias palabras.
—Sé lo que pasó con Helga.
Y su rostro incrédulo cambió totalmente.
Su ceño se frunció, su postura se volvió rígida y su mirada cambió a una
totalmente distinta. Ya no existían rastros de seducción o de diversión en
sus ojos.
—No elijo de quién enamorarme.
—¿Amor? Aquello no es amor, era egoísmo.
—¿Cómo se atreve? —bramó el príncipe mientras se levantaba del suelo
—. ¿Cómo puede hablar de mis sentimientos como si los conocieras? No
sabe nada. No sabe lo que sucedió en esa época.
—¿Es que no ve lo que causa? El amor que dice profesar a las esclavas
solo nos lleva a la muerte. A usted solo le interesa su amor, su vida y sus
propios sentimientos. Quizás para usted sea algo divertido, pero para
nosotros no. El entrometernos con el príncipe de Suecia solo nos provoca
dolor. Mientras usted se queda sin castigo disfrutando de los privilegios que
se le concedieron por ser hijo de Ragnar Lodbrok, nosotras morimos
decapitadas por el hombre a quien traicionamos.
El rostro del príncipe cambió a otro que reconocía a la perfección.
Aquellos ojos de enojo que manifestaba el rey de Suecia estaban en la cara
de Ubbe Ragnarsson. Al parecer, la forma de soltar su rabia les venía de
familia.
—No comprende. Y nunca podrá comprender mis palabras. Puede que su
madre haya sido una esclava, pero usted no lo fue.
—No elijo a quién amar. La muerte de Helga me pesa todos los días,
pero no fui yo quien dictó la orden.
—Lo sé.
—¿Y aun así decide odiarme a mí? En vez de rechazar al hombre que
llevó a la muerte a la bella Helga…
—El amo tiene derecho de hacer lo que desee con su propiedad.
—¿Y eso quiere decir que está bien? ¡La mató! Por el simple acto de
amarme. No tuvo compasión. Pudo regalarme a aquella mujer, pero prefirió
quitarme lo único que deseaba. ¿Desde cuándo es una mujer tan ciega? El
malo no soy yo.
Mi corazón, que se había quedado inerte ante la presencia del príncipe,
recobró vida al escuchar sus palabras.
—Estoy embarazada del rey. Por favor, no me busque más.
Y me levanté del gallinero en busca de la salida. El príncipe no me
detuvo.
Dagaz

Que nadie confíe en palabras de moza ni en nada que diga mujer: pues en
rueda giratoria su corazón se creó, con la inconstancia en el pecho.

Hávamál

La oscuridad llegó rápidamente a Birka. La luz de la diosa solo nos


acompañó unos momentos. Ni siquiera mis manos habían empezado a
organizar el banquete para celebrar Freysblót 340cuando la luz del día
desapareció. Pero aquella oscuridad le iniciaba el Blót341, la señal para que
el rey de Suecia se levantara de su trono para buscar el sacrificio.
El último sacrificio antes de que iniciara el invierno.
—¿Está preparada? —La pregunta del rey en mi dirección logró que
frunciera el ceño.
—¿Para qué?
—Caminará conmigo. A mi lado.
Y aquel ceño se suavizó hasta que una sonrisa invadió mi rostro.
—Pensé en quedarme aquí preparando el banquete —murmuré sin poder
quitar la sonrisa que cubría mi cara.
—No puede seguir escondiendo su figura en la habitación —señaló el
rey mientras su cuerpo se sentaba a mi lado en el colchón—. ¿A qué le
teme? ¿A Halfdan?
—No, sí —contesté dudosa de mi propia respuesta—. Es solo que aquí
me siento bien.
La mano de Bjorn se apoyó en mi pierna, que estaba al lado de la suya.
El cálido tacto del rey lograba tranquilizar mi inquietud.
—Halfdan no le hará daño. Nadie se atreverá ni siquiera a pensar en
dañarle. Tiene mi protección, ¿cuántas veces debo repetirlo?
—Al parecer, unas cuantas más.
Mis palabras no le causaron gracia.
—¿A qué le teme tanto? No es una mujer cobarde. Lo sé, lo demostró el
primer día que llegó a Birka.
—Es distinto cuando alguien depende de ti.
Nuestros rostros y cuerpos se acomodaron para que nuestras miradas se
conectaran.
Hacía meses que no bajaba mi rostro ante la presencia del rey.
En esa habitación éramos iguales, o era lo que aparentábamos ser.
—Es una mujer nórdica, cargando a un nieto de Ragnar Lodbrok. El
miedo no es parte de nosotros…
—Se equivoca conmigo. —Levanté mi voz para interrumpir sus palabras
—. No soy una doncella guerrera, ni siquiera una karl342. Soy una esclava.
El miedo es lo que nos mantiene vivos. Es el miedo el que me ha detenido
para revelarme de mis amos o de hombres que se creen superiores a
nosotros, por el simple hecho que nos diferencia nacer de una mujer no
libre.
—La libero.
Creí que mis orejas habían escuchado un error.
—¿Qué?
—La libero. Es una mujer libre desde este momento.
Lo que esperé por tanto tiempo había llegado. La palabra libertad en la
boca de mi amo.
Observé el rostro del rey con atención, esperando que quizás soltara
alguna risa, pero en sus ojos no encontré la diversión. Él había dicho
aquellas importantes palabras con sinceridad.
No pude seguir conteniendo mi emoción y un grito salió de mi boca. Y
no fue solo mi boca la que se movió, mi cuerpo se lanzó a los brazos de mi
antiguo amo. La fuerza que realicé obligó a que el cuerpo de Bjorn cayera
entre las pieles de la cama.
—Gracias, mi rey.
—Sabía que sucedería en algún momento. Mi hijo nacerá del vientre de
una mujer libre —añadió rodeando mi cuerpo con sus gruesos brazos.
Nuestros rostros quedaron tan cerca que su respiración me provocaba
cosquillas.
No tenía palabras, pero sí actos. Me lancé a los brazos de quien había
roto las cadenas de mi prisión. Nuestros labios se movían en un perfecto
ritmo, en conjunto. Ambos ya sabíamos lo que le gustaba al otro.
—Tal vez… —Alcé la voz mientras nuestras bocas se separaron un
momento para tomar aire—. No es usted el primer hombre con quien
fornico, pero quiero que sea el primero en mi nueva vida como mujer libre.
—Es dulce, Revna. —Una de sus manos buscó mi rostro para acunar mi
mejilla—. Aunque trate de ocultarlo.
Sonreí.
Era completamente feliz.

Caminé al lado del rey de Suecia durante el trayecto del Blót343. Mi primera
caminata como una mujer libre.
Nuestros pies se dirigieron a las afueras de la ciudad, donde se realizó el
sacrificio en Ostara344 al inicio de mi llegada. Ahí donde pedimos por un
fértil año, esta vez agradecimos a los dioses por la abundancia que nos
entregaron.
—Freyr hijo de Njord345. dios de la abundancia. Te ofrecemos este
sacrificio en tu nombre. Eres tú quien decide cuando llega el sol o la lluvia.
Gracias a ti nuestra tierra fecunda.
Aquella oración no la realizó la völva346 de la ciudad, esa vez era Freydis
quien estaba delante de todos, acompañada por un hombre que entre sus
manos tenía un hacha, esperando el momento para sacrificar a la cabra que
estaba a su lado.
—Con la sangre de nuestro animal te pedimos que sigas nutriendo a
nuestra tierra. Con esta sangre alimenta nuestros campos. Te lo pedimos a
ti, oh, gran Freyr dios de la abundancia.
Observé el momento en que Freydis asintió con su cabeza en dirección al
hombre, quien, con un rápido movimiento, cortó la cabeza del animal.
Los gritos aparecieron cuando la sangre del animal brotó.

—Vamos —indicó el rey apoyando sus manos en mi vientre.


Los habitantes de la ciudad siguieron el camino de la princesa Freydis,
quien llevaba en sus manos un gran cuenco con la sangre del animal. La
sangre que iría directamente a la tierra de nuestros campos.
—Me quedaré —murmuré sin quitar mi mirada de la figura del dios de la
fertilidad. Mis pasos llegaron al frente del dios.
Levanté mi mirada para conectarla con los ojos azules del rey. Su
semblante era tranquilo, pero no su mirada.
No me había negado nunca a una orden de su parte.
—Debo agradecer a Freyr por algo —añadí con suavidad, llevando mis
manos a tocar las suyas.
—Por alguien —corrigió el rey suavizando su mirada al escuchar las
últimas palabras que salieron de mis labios.
Asentí ante sus palabras.
—¿No se marchará?
Mis ojos buscaron con rapidez los suyos.
—Ya no es mi thrall347.
Era verdad, pero aun así seguía ligada a él. Aunque no fuese mi amo, era
mi rey, y aun debía vivir debajo de su poder. Y aunque no fuese mi rey, aún
seguiría ligada a él para poder sobrevivir el cruel invierno de Suecia.
Trabajaría para él limpiando sus pisos, cocinando sus banquetes y
calentando sus noches a cambio de unas monedas.
¿Quiera era sin ser thrall348? La palabra karl349 no era mi definición.
¿Quién era sin un amo a mi lado?
—Pero sigo siendo suya —conteste con las únicas palabras que llegaron
a mi cabeza.
El rey de Suecia sonrió.
—La esperaré en la casa comunal.
Sus labios se acercaron para besar suavemente mi cabeza.
Fue la primera vez que realizó aquel gesto, y mi corazón latió con
rapidez ante la calidez de su movimiento.
Observé cómo los pasos del rey se alejaron de mi figura antes de
perderse por el bosque de Birka.
¿Era esto el amor? ¿El amor verdadero? ¿Lo que el rey me daba cada día,
cada noche, era amor?
Ni siquiera pude pensar en las preguntas que llegaron a mi cabeza
cuando la voz de otro hombre interrumpió mis pensamientos.
—Bjorn se ha enamorado —clamó el príncipe de Suecia cuando llegó a
mi lado para perturbar mi reflexión—. ¿Cuándo sucedió?
—No lo sé.
—¿Usted está enamorada de él?
—¿Acaso importa?
Mi pregunta lo dejó en silencio.
—¿El bebé es mío?
Su pregunta logró llamar mi atención. Quité mi mirada del camino que
había realizado el rey para observar el joven rostro de Ubbe Ragnarsson.
—¿Qué sucedería si fuese suyo?
—No está segura, ¿no es así?
Me encogí de hombros para volver a fijar mi mirada en el bosque de
Birka.
—Lo mejor para mí, para usted y para este bebé, es que el padre sea el
rey Bjorn
Ragnarsson.
—¿Qué sabe usted lo que es mejor para mí?
No pude evitar soltar un suspiro al sospechar que la conversación duraría
más de lo que deseaba.
—¿Quiere ir donde su hermano mayor a contarle sobre nuestro
encuentro? ¿Quiere que dude sobre la paternidad de este niño? Sabe muy
bien lo que causará, ¿eso es lo que quiere?
—No. No es lo que quiero —contestó mientras una de sus manos rodeó
mi brazo. La fuerza que ejerció me obligó a girar mi cuerpo para observar
su rostro—. Pero él se ha enamorado de usted. Tal vez haya una
oportunidad.
—¿Oportunidad de qué? —pregunté confusa ante sus palabras.
—Quizás no le cause daño. El amor que siente hacia usted lo detendrá.
—El amor que siente por mí lo empeora todo. Logra que esta traición sea
aún peor. No puedo respirar, no puedo sonreír por la culpa que llevo en mis
espaldas.
—¿Por qué? ¿Está enamorada de él? —Su pregunta salió de su boca con
rudeza, al igual que el agarre que ejerció en mi brazo.
—Al parecer, la antigua thrall350 de mi primo también es la favorita del
príncipe.
Por Odín, no.
Halfdan salió del bosque con una sonrisa en su rostro. Aquella sonrisa
malévola que siempre perturbó los sueños de mi madre.
—No me deje sola con él, por favor —rogué colocando mi figura detrás
de Ubbe—. Por favor, por favor —susurré.
—¿Qué quiere? —preguntó el príncipe de Suecia entendiendo la acción
de mi cuerpo.
Ocultó mi cuerpo de la mirada del nuevo jarl351 de Kaupang352.
—Quería saber sobre la muerte de mi adorado Halstein.
Era ironía. Lo sabía. Nada de lo que salía de su boca era verdadero.
Él no adoraba a nadie, solo su poder.
—¿Quiere saber cómo murió?
La agresividad en la voz de Ubbe me indicó que también se percató de la
falsedad en las palabras de Halfdan.
—Escuché un rumor. Sobre alguien que traicionó su confianza
llevándolo a la muerte.
No podía ver su figura, pero escuchaba su voz cada vez más cerca de
nosotros.
—Él se buscó su propia muerte al dirigir sus drakkar353s a Suecia.
—Realmente la debe amas para protegerla de la forma en que lo hace.
Mi boca no pudo permanecer en silencio.
—¿Qué sabe usted del amor?
Mi cuerpo salió del escondite que me ofreció el cuerpo de Ubbe
Ragnarsson. En el momento en que mis ojos se conectaron con los ojos
oscuros de Halfdan, el rezo de Freydis Björnsdóttir fue escuchado por
Freyr. Una gota tras otra empezó a mojar nuestros cuerpos.
—Vamos. Es tiempo de volver —señaló Ubbe agarrando entre sus dedos
aquel abrigo que me regaló meses atrás.
Acepté.
Con rapidez, moví mi cuerpo para alejarme de la presencia de aquel
malvado hombre.
—Te pareces a tu bella madre.
Mis pasos se detuvieron.
—Vamos, sigue caminando. No arriesgues al bebé —el susurro del rey y
el recuerdo de mi pequeño hijo en mi vientre dieron fuerza a mis piernas
para seguir el camino.

—Por favor, debemos conversar —pidió el príncipe de Suecia cuando


nuestros pies se quedaron fuera de la casa comunal—. Debo saberlo. Debo
saber si el bebé…
Mis manos se fueron con rapidez a callar la boca de Ubbe. Aunque solo
hubiera borrachos a nuestro alrededor, era peligroso que se supiera esa
información.
—No puedo saberlo —confesé sin quitar mis manos de su boca—.
Aunque quisiera darle una respuesta, no podría.
Sus manos tomaron la parte baja de mi brazo para que liberara su boca.
—Quiero ser el padre de ese niño o niña.
Observé la sinceridad en sus ojos. No era algo de este mundo, quizás de
Asgard 354o de Alfheim355, donde las figuras de luz vivían.
—No puede.
—Sí puedo. —Y su rostro se empezó acercar peligrosamente al mío,
pero, antes de que sus labios me tocaran, mis pies retrocedieron.
De la misma forma que observé la sinceridad en sus ojos, esta vez
contemplé decepción.
—Debo entrar —señalé mientras mis pies se movían sin esperar alguna
respuesta por parte de él.
Ubbe no me siguió, aunque hubiera deseado que sí.
Al entrar por el umbral de la casa comunal, el grito de Freydis fue lo
primero que escuché.
—Esperé tanto tiempo, padre, tanto tiempo. Pero no puedo más con esta
verdad. —Contemplé la figura de Freydis frente a su padre, el cual estaba
sentado en su trono—. Ella, su favorita, aquella prostituta, le engañó. Se
revuelca con su hermano menor desde hace meses.
El canto de los skaldir356s fue silenciado ante la confesión de la princesa
de Suecia. Al igual que todas las voces de alrededor.
Quise correr, pero no pude.
Mis pies se quedaron clavados en la madera del suelo.
—Te engañó, padre —repitió Freydis
Los ojos del rey de Suecia buscaron los míos. Y en mi mirada encontró
la afirmación de las palabras de su hija menor.
No podía ocultarlo. No más.
No ante la princesa, ni ante la prueba que Gerda le había entregado. Y, el
mismo día que encontré la libertad, el dolor me halló también.
Othila

Levántese pronto quien piense tomar vida o fortuna ajenas: ni lobo


acostado consigue su tajada ni hombre que duerme victoria.

Hávamál

Las palabras de Freydis retumbaron en mis oídos una y otra vez. La verdad
de mi relación con el príncipe de Ubbe salió a la luz a través de la voz
aguda de la hija de mi antiguo amo. Sus labios se curvaron en una sonrisa
cuando su confesión terminó. Y no era la única que sonreía. A su lado, el
rostro de Gerda poseía una amplia sonrisa, tan grande que era capaz de
observar sus dientes torcidos.
Debí haberla matado, como me aconsejó Eivor meses atrás.
Quise correr donde estaba el rey para quitarle el hacha que colgaba de su
cintura y clavarla centenares de veces en los cuerpos de las dos mujeres que
expusieron mi verdad oculta. Pero mis pies se quedaron congelados en el
umbral de la casa comunal y el único movimiento que realicé fue el de
retroceder.
Escondí mi cuerpo de la mirada del rey, avergonzada de mi actuación en
el pasado.
—Padre, esa es la verdad que la esclava te ha ocultado. —Freydis no
retiraba aquella odiosa sonrisa de su rostro. Una sonrisa triunfal, como si en
algún momento hubiese existido una competencia entre las dos—. Gerda
fue testigo de uno de sus encuentros. Es ella quien ha acudido a mí con la
verdad.
A pesar de que el silencio llegaba hasta la boca de Freydis, no era capaz
de dejar de escuchar su aguda voz en mi mente.
Una y otra vez.
Mi mirada iba del rostro de la princesa al de Gerda. Ambas con la misma
sonrisa, esperando seguramente la orden por parte del rey de asesinarme. El
castigo más alto por una traición. Pero quizás aquel bebé que llevaba en mi
vientre sería capaz de impedir el terrible destino que me esperaba por mi
error.
—Padre…
—Te escuché, Freydis. —La voz de Bjorn Ironside era dura. Aquella
típica voz que utilizaba cuando el tema no era de su agrado. Sabía que tenía
el ceño fruncido, aunque no estuviera mirando su rostro.
—No te escondas detrás de la gente —bramó la princesa de Suecia—, sé
que estás ahí.
Sal.
Escuché la orden de Freydis a la perfección, pero, aun así, mis pies se
quedaron congelados en aquel lugar, pero no por el miedo de enfrentarme a
la princesa, sino por la culpa de traicionar al hombre que me abrió su
corazón noches atrás. Y el que me entregó la libertad. Había quebrado su
confianza, no como una simple esclava, sino como algo más.
—¡Haakon! Tráela.
Imaginé que aquel grito saldría de la boca del rey, pero la orden salió de
su hija. La bella Freydis alzó su voz y tuve que tapar mis oídos con las
manos ante la intensidad del grito.
Al quitar las manos de mis oídos, escuché los pasos del lugarteniente
dirigiéndose hacia mí, y supe en ese instante que era mi final. Sabía que no
existía nadie que se fuese a interponer por mí.
Iba a morir con mi hijo en mi vientre.
—Detente. —Aquella palabra la dictó el rey—. Obedeces órdenes mías,
no de mi hija.
Los pasos del lugarteniente del hijo primogénito de Ragnar se detuvieron
y el silencio reinó nuevamente en el salón. Solamente se escuchaban las
leves respiraciones de los presentes.
—Padre…
—Silencio, Freydis, ya has hablado y te he escuchado —expresó Bjorn
Ironside mientras su cuerpo se levantaba de su trono—. Ahora, vete de aquí.
—Pero, padre…
—Es suficiente, Freydis, no quiero seguir escuchando tu voz —expresó
el rey.
Observé su cuerpo encaminarse hacia el lugar donde estaba la bella
Freydis, la cual dio unos pasos hacia atrás. Estaba segura de que la mirada
del rey en ese momento daba miedo.
—Vete de aquí. —La voz de Bjorn Ironside era dura. No era un padre
hablando con su hija menor, era un rey dictando una orden a un súbdito.
—¡No! No me iré hasta que saques a esa prostituta fuera de nuestras
vidas.
Me sorprendí ante el odio de la princesa, y ante la forma de desobedecer
la orden de su padre.
—Si no lo haces tú, lo haré yo.
Alcancé a escuchar aquellas palabras antes de que los habitantes se
movieran para dejar libre el camino desde mi cuerpo hasta el de la hija
menor de Bjorn.
Observé el momento en que Freydis agarró el hacha de su padre para
luego encaminarse en mi dirección con rapidez.
No tuve tiempo de reaccionar, pero sí lo tuvo el hombre que me dio la
libertad. Con un rápido movimiento desarmó a su hija, la cual cayó al suelo
ante la presión que ejerció su padre en la mano que sostenía el hacha.
—Ve a la habitación —ordenó el rey guardando nuevamente su hacha en
la funda que colgaba en su cintura.
No sabía a quién le había dado la orden. Él aún observaba a su hija.
Su mirada se levantó en mi dirección y se clavó en mí de la misma forma
que el muérdago penetró en el cuerpo de Baldr 357llevándolo a la muerte. Si
las miradas tuvieran el filo de una espada, habría muerto en aquel momento.
—Ve.
Obedecí.

—Vamos, muévete.
La voz de Eivor provocó que mi llanto descontrolado cesara al escuchar
su orden. Ella no había entrado sola, la figura de Kaysa llegó sudada, con
un pequeño bolso entre sus manos.
—Debes irte, Revna. Vamos, muévete —ordenó nuevamente Eivor
moviendo su cuerpo para llegar a mi lado. Su mano se aferró a mi brazo
para obligarme a levantarme.
—¿Qué? ¿Dónde?
—A Jomsborg.
Jomsborg, Jomsborg. Sentí que habían pasado años desde que escuché el
nombre de la fortaleza de los jomsvikings.
—Te dije que te iba ayudar a escapar cuando quisieras…
—No quiero irme —interrumpí su frase deteniendo el agarre que ejercía
en mi brazo. Me senté nuevamente en la cama del rey.
—Morirás.
—Me ama… —susurré.
—Has herido su orgullo, lo has traicionado. Ahora, dudará del niño que
tienes en tu vientre. Bjorn es voluble cuando lo traicionan. No sé qué hará
contigo, dulce Revna. —Esa vez fue Kaysa quien levantó su voz—. Debes
escapar.
El cuerpo de Kaysa se arrodilló frente al mío.
—Por el bien tuyo y del bebé, debes escapar.
Kaysa posicionó el pequeño bolso en mis rodillas.
—Vamos, no podemos perder tiempo. Freyja358 te recibirá. —La mano
de Eivor nuevamente se posicionó en mi brazo para mover mi cuerpo, pero
esa vez obedecí.
Mis pies se movieron con gran rapidez por la ciudad de Birka359. Gracias
a los dioses las puertas no estaban resguardadas aquella noche. Y si lo
estaban, los guardias decidieron salir en las búsquedas de tres esclavas.
La oscuridad y el frío eran un problema, pero nada era más importante
que salir con vida de esa ciudad.
La compañía de Eivor y Kaysa ayudó a que mis pies no se adentraran en
el bosque a tomar el camino equivocado.
—Escúchame. —El cuerpo de Eivor se colocó frente al mío, deteniendo
mi andar—. Debes seguir al mar. No te alejes de la orilla. Ella te llevará a la
fortaleza de los jomsvikings. Por ningún motivo te debes alejar de la orilla.
¿Me entiendes?
—¿Qué? ¿No vendrás conmigo? —pregunté sorprendida por las órdenes
que me entregaba.
Ella negó con su cabeza. Giré mi rostro en busca de Kaysa, la cual negó
igualmente.
—¿Por qué? No podré hacerlo sin ustedes.
—Podrás. Obtuviste la libertad —señaló Kaysa.
—Lo saben.
Ambas asintieron con su cabeza.
—El rey nos pidió que preparáramos tu frelsisol360. —La confesión de
Kaysa provocó que la culpa que sentía en mi cuerpo por la traición al rey
aumentara.
—En Jomsborg no existen los amos —señalé las palabras que mencionó
la líder de los jomsvikings.
—No soy bienvenida en ese lugar —aclaró Eivor encogiendo sus
hombros.
—Y yo no dejaré a Eivor enfrentar sola la furia del rey.
—Todos tenemos el mismo amo. Y, aunque no lo creas, nos cuidamos
unos a otros —murmuré nuevamente aquella frase que me dijo Kaysa el día
que me presentó a los demás esclavos de la casa.
Ambas sonrieron.
—Estarás bien. Sé que te guiarás, y sé que los dioses cuidarán tu camino.
Eres valiente, Revna. Y lo serás aún más por el niño que crece en tu vientre.
—Las dulces palabras de Eivor eran una despedida.
—Tienes alguien por quien luchar —añadió Kaysa cuando sus brazos
rodearon mi cuerpo.
Cerré mis ojos al sentir su cuerpo abrazando el mío. No quería soltarla y
enfrentar el camino sola.
—Revna. —La voz de Eivor indicaba que era el momento.
Me separé del cuerpo de Kaysa con dificultad.
—Gracias a ambas. Nunca olvidaré su amor y su preocupación.
—Que Odín guíe tus pasos con sabiduría —murmuró Eivor antes de que
sus labios tocaran mi fría mejilla.
Debes seguir el mar. No te alejes de la orilla. Ella te llevará a la
fortaleza de los jomsvikings. Repetí varias veces las palabras de Eivor en mi
mente, pero, mientras daba cada paso por la inmensa arena, no podía evitar
pensar si la vieja Eivor se había equivocado en su orden.
No podía ver nada. Solo oscuridad.
Y el frío cada vez era más horrible, como si estuviera en los días antes
del Ragnarök en aquel horrible invierno de fimbulvetr 361que presagió el
final de los dioses.
Quizás era mi final.
Al menos iba a morir como una mujer libre.
Sí, eso me daba algo de consuelo.
Pero no era suficiente, no lo era por mi hijo.
Debía seguir, debía obligar a mis pies a moverse hasta hallar la gran
fortaleza de los jomsvikings.
Estaba segura de la equivocación de Eivor, no era posible que después de
caminar toda la noche mis pies no encontraran la salvación.
Mi cuerpo, que anhelaba un descanso, me obligó a detener mis pasos
cuando el amanecer alumbró mi camino. Mi figura cayó al suelo con un
duro movimiento, y mis ojos se cerraron cuando mi cabeza se apoyó en la
arena.
Y todo se convirtió en negro.
Y fue oscuridad lo que vi cuando mis ojos se abrieron. La luz del día
había durado tan poco, que no fui capaz de aprovechar la claridad de la
diosa Sól362.
Dudé en seguir, pero las provisiones que me entregó Kaysa en el bolso
solo iban a durar uno o dos días más. O volvía a buscar la muerte en los
brazos de Bjorn Ironside, o la encontraba en mi búsqueda de la fortaleza de
Jomsborg.
Decidí lo segundo.
El frío fue peor que el día anterior. El abrigo con el que me obsequió el
príncipe Ubbe no era suficiente para proteger mi cuerpo del fuerte viento.
Debía buscar un refugio, aunque aquello me alejara del camino que me
indicó Eivor; debía hacerlo, el frío era horrible, pero el miedo de perderme
en el frondoso bosque de Suecia detuvo mis pasos.
Mi camino era la orilla del mar. Debía obedecer a Eivor, aunque el frío
me llevara a Jotunheim363.
Al menos sabría que estaba suficientemente lejos del odio de Bjorn
Ragnarsson. Pero, antes de llegar al mundo de los gigantes de hielo, divisé
en la cima de una gran montaña una luz. Una luz que se convirtió en mi
guía.
¿Aquello era Jomsborg? No lo podía saber, la oscuridad dificultaba que
mis ojos pudieran ser capaces de observar más que esa pequeña luz.
Me alejé de la playa y empecé a buscar la forma de subir la montaña para
llegar a esa brillante luz que cada vez estaba más cerca.
Un paso a la vez con seguridad en cada pisada. Una caída nos podría
llevar a mí y a mi hijo directos a Helheim364.
En el momento en que la diosa Sól365 empezó a asomar su bello rostro
por las montañas, la imagen de la fortaleza captó mi atención.
Estuve a punto de llorar.
La puerta de la fortaleza de Jomsborg se abrió cuando el cuerno resonó
con fuerza, seguramente avisando de la llegada de un intruso.
Moví mis pies para dar el primer paso hacia la seguridad que me
entregaría la fortaleza, pero algo impidió que realizara el siguiente acto.
Antes de siquiera dar un paso más, mi cabeza se quedó en negro. Y lo único
que escuché fue la voz de mi hermana gritar mi nombre.
Odín
Te daré el corcel, que te leve por la oscura,
cierta llama ondeante;
te daré la espada
que pelee ella sola contra los gigantes.
Skírnismál

El llanto de un bebé interrumpe las conversaciones que suceden en el salón


principal de la fortaleza de Jomsborg. La fuerza del sonido provocó que
algunos suspiraran incómodos ante la dificultad de escuchar a sus
compañeros.
El bebé empezó a llorar desde temprano, desde que el sol apareció detrás
de las montañas.
La madre de aquella criatura lo mecía de un lado a otro sin detenerse y
sin importar el cansancio de sus delgados brazos. Nada era más importante
que su hijo.
—¿Necesitas ayuda? —Escuché Revna por parte de su hermana, la cual
entró a la habitación de ella con el ceño fruncido—. Aunque hayas negado
mi ayuda desde que pisaste por primera vez Jomsborg, he venido a ofrecerte
nuevamente mi apoyo.
Revna se encogió de hombros. Quería ayuda, pero no proveniente de
ella. Aún estaba molesta por la decisión de su hermana de escapar sin
importar que ella estuviese herida en esa época. Pero Revna estaba
exhausta, en ese momento el cansancio era más fuerte que el rencor.
Revna, la cocinera, extendió sus manos con su hijo entre ellas, de la
misma forma que se entrega una ofrenda a las figuras de los dioses.
—Erik ha amanecido de mal humor hoy —señaló Lena cuando sostuvo
por primera vez al hijo de su hermana mayor.
El pequeño bebé hacía unos días que había salido del vientre de su
madre, cuando se celebró Ostara366.
Era tan pequeño que le era imposible aceptar que aquel bulto emitiera un
sonido tan fuerte.
—Me estoy quedando seca —murmuró Revna mientras se tiraba al
colchón de su alcoba—. Tiene hambre, y no quiere leche de cabra.
—Se acostumbrará en algún momento —indicó Lena mientras mecía a
su bello sobrino de un lado para otro.
Erik empezó a calmar su llanto.
—Lo tranquilicé —murmuró Lena sorprendida, pero fue la única en esa
habitación. Revna se había sumido en un rápido sueño.
Lena observó cómo el torso de su hermana subía y bajaba con
tranquilidad. Y, en un intento de arreglar su relación con el único familiar
que le quedaba en Midgard367, decidió darle a su hermana el silencio que
necesitaba para dormir.
Lena se retiró de la habitación con su sobrino en brazos.
—¿Te ha perdonado? —preguntó la jarl368 de Jomsborg cuando Lena
bajaba por las escaleras para llegar al salón principal, donde Freyja estaba
sentada en su rústico trono con una carta entre sus manos.
—Lo estoy intentando —contestó posicionándose frente a su amada
jarl369—. Espero que tranquilizar a Erik sea suficiente para ganarme su
perdón.
—Estoy segura de que sí —indicó Freyja mostrando una pequeña sonrisa
en su rostro, lo que logró que la hermana de Revna se sonrojara. Pero
aquella sonrisa duró solo unos momentos, los ojos de Freyja se posaron en
alguien que estaba sentado en el salón.
Freyja tenía el ceño fruncido.
—¿Qué sucede? —preguntó Lena con confianza.
Una confianza que se había creado desde el viaje de Birka 370a
Jomsborg. Algo inusual logró que las dos mujeres crearan una conexión
única.
—Ubbe Ragnarsson ha enviado un mensajero —contestó Freyja sin
retirar la mirada de un joven que estaba sentado en las mesas del salón
comiendo con rapidez.
Lena fijó la mirada en aquel joven tan solo unos momentos, y luego
volvió a observar el severo rostro de Freyja.
—¿Y qué dijo?
Lena no logró terminar la pregunta cuando un suspiro salió de la boca de
la jarl371 de Jomsborg.
—¿Es algo malo? —preguntó Lena preocupada ante la mirada inquieta
de su bella
Freyja.
—Hablo de Bjorn…
—¿Está muerto? —preguntó Lena con rapidez, logrando interrumpir la
frase que iba a salir de la boca de la mujer que estaba en el trono.
—No —contestó—. Bjorn vendrá a Jomsborg.
Y el pequeño Erik empezó a llorar nuevamente cuando el nombre del rey
de Suecia se escuchó en el salón principal.
Lena no lo meció. Se quedó quieta esperando lo siguiente que iba a salir
de entre los labios de su jarl372.
—Viene a reclamar a su hijo… y a la madre.
—Oh… ¿Cómo supo que Revna está aquí?
Freyja simplemente se encogió de hombros. No tenía aquella
información.
—Viene con un ejército.
Lena se hubiera desmayado, pero, al tener a su sobrino en sus brazos,
solo pudo soltar un largo suspiro. Y una solitaria lágrima salió por unos de
sus ojos.
—Protégelos, dulce Freyja —pidió la hermana de Revna mientras se
arrodillaba ante quien podía darles protección.
Freyja observó por unos momentos el cuerpo arrodillado de su cocinera
favorita. La bella Lena pedía por su hermana. Aquella hermana no le dirigía
palabra alguna desde que puso un pie en la fortaleza.
—Protejo a mi gente —susurró Freyja—. Nunca entregaré a Revna ni a
su hijo. Tienes mi promesa.
Lena sonrió. Ella estaba segura de que, al tener a Freyja de su lado,
ningún amo podría quitarles la libertad.
Ya no eran esclavas, eran mujeres libres.
El cerrojo de sus jaulas se había abierto, y lucharían con sangre para que
jamás se volviese a cerrar.
Agradecimientos
A mi esposo, por su apoyo incondicional. Por tu paciencia, aliento y
comprensión durante este proceso creativo. Tu amor ha sido el sustento de
mis momentos desafiantes.
A mi madre y padre, sin ustedes esto no sería
posible. Gracias por todo el amor y la paciencia que
me entregaron. Gracias por celebrar mis éxitos y
consolarme en los desafíos. Este logro es tan suyo
como mío.
A mi hermano, y cuñada; gracias por creer en mí.
Su amor y contención han sido invaluables.
Y a mis adoradas sobrinas Alejandra Velásquez, y
Rafaela Velásquez; gracias por ser mis musas. Este
libro es tanto de ustedes como lo es mío. Espero que
cuando tengan la edad apropiada encuentren alegría y
aventuras en cada capítulo, así como ustedes han
traído alegría y aventuras a mi vida. Y recuerden;
sigan su sueño. Su tía favorita siempre las apoyara.
Gracias a mis correctoras, maquetadora e
ilustradora; gracias por su arduo trabajo y la
dedicación de llevar este libro a su mejor versión
posible.
A mis bellas amigas literarias, Patricia y Lucia, sin
sus consejos no hubiera conseguido finalizar mi libro.
Gracias por ser parte de este proceso.
Y, por último, a mis lectores. Gracias a cada uno
de ustedes que le ha dedicado tiempo a sumergirse en
las páginas de esta historia.
Espero seguir compartiendo mis historias con
ustedes en el futuro.
Con amor y gratitud.
Katherine Velásquez Muñoz.
Glosario
Aesir: es el término para referirse a un miembro del panteón principal de la
religión nórdica. Este panteón incluye a Odín, Frigg, Thor, Baldr y Týr.
Alfheim: es uno de los nueve mundos contenidos en el Yggdrasil. Y es el
hogar de los elfos de luz.
Andhrimnir: era el chef de los Æsir y de los einherjar en la mitología
nórdica.
Aptrgangr: es una criatura clasificada como un no muerto en la mitología
nórdica.
Asgard: es el mundo donde residen los dioses más importantes de la
mitología nórdica, gobernado por Odín y su esposa Frigg. Dentro de
Asgard, se encuentra el Valhalla.
Aslög: Sigurdsdatter: Aslaug o Áslaug, también Aslög, Kraka (o Kráka) y
Randalin, fue una reina vikinga de Escandinavia. Aslaug es la hija de la
legendaria escudera Brunilda y del Rey Sigurd: Fue la tercera esposa del
famoso Ragnar Lodbrok.
Baldr: dios de la paz, la luz y el perdón, y el segundo hijo de Odín.
Berkana: representa los enigmas de incubar, venir al mundo, alimentar,
cuidar, curarse y resurgir.
Berserker: eran guerreros vikingos que combatían semidesnudos, cubiertos
de piel de oso y con una espada en sus manos. Se destacaban por combatir
en un frenesí de furia.
Birka: ciudad de Suecia. Antiguo asentamiento vikingo.
Bjorr: un licor fuerte de la época vikinga hecho con zumo de fruta
fermentada.
Blót: sacrificio ritual que ofrecían los vikingos a sus dioses nórdicos.
Dagveror: desayuno en nórdico antiguo.
Delling: dios nórdico personificación del crepúsculo.
Diosa del inframundo: es la diosa Hela. Hija menor del Dios Loki.
Diosa Nanna: la diosa de Alegría. Es la esposa de Baldr, con quien es
madre de Forseti. Tras la muerte de Baldr, Nanna muere de pena.
Doncella guerra: una skjaldmö, o doncella escudera, era una mujer
guerrera en la mitología nórdica.
Drakkar: barco de guerra vikingo. Conocido por este nombre debido a la
forma de dragón de sus mascarones de proa.
Einherjar: en la mitología nórdica, son aquellos que han muerto en batalla
y han sido llevados al Valhalla por las valquirias. Los einherjar se preparan
diariamente para los sucesos del Ragnarök: cuando tendrán una inmensa
batalla en el campo.
Eir: es la diosa de la sanación, la salud y la euforia en la mitología nórdica.
Ergi: se consideraba deshonroso que un hombre practicase la magia seidr y,
si lo hacían, se los calificaba como ergi, un término despectivo traducible
como “poco viril”.
Fenrir: es el gran lobo de la mitología nórdica que se libera de sus cadenas
en el
Fimbulvetr: es un invierno que dura tres años y marca el comienzo del
Ragnarök.
Flatbrød: es un pan sin levadura tradicional de la época vikinga.
Frelsisol: fiesta en la que un esclavo celebraba su libertad.
Freyja: era la diosa del amor y de la fertilidad, la más bella de todas las
diosas.
Freyr: es el principal dios de la fertilidad en la mitología Nórdica, su
conexión con las cosechas, el sol y la lluvia, la virilidad y las bodas. Es el
hermano de la diosa Freyja.
Freyrr: era el hermano de Freyja. Y el dios de la lluvia, del sol naciente y
de la fertilidad.
Freysblót: Fiesta vikinga en donde se recuerdaba a los difuntos y se
agradecia por la última cosecha/proyectos del ciclo anual. Es el inicio del
invierno.
Frigg: se la describe como la esposa del dios Odín. Es una diosa asociada
con la premonición y la sabiduría.
Gigantes de hielo: también conocidos como Jotun, eran una raza de seres
gigantes de forma humanoide que habitaban en el reino helado y estéril
conocido como Jotunheim.
Halfdan Gudrödarson: era un caudillo vikingo del siglo IX, era el rey de
Vestfold. Pertenecía a la Casa de Yngling y fue padre de Harald I de
Noruega, históricamente considerado primer rey de Noruega. Su apodo era
Halfdan el Negro, refiriéndose al color de sus cabellos oscuros.
Haustblót: Hausblót, Høstblo o fallfest es una festividad vikinga que se
celebra en el equinoccio de otoño.
Hel o Hela: la diosa de los muertos.
Hel o Helheim: es el reino de la muerte.
Helgafell: es uno de los lugares adonde se dirigían los espíritus de los
difuntos que habían vivido una vida digna y correcta.
Hlidskjalf: trono de Odín.
Hofgooi: sacerdote en la época vikinga.
Húfa: capa o abrigo.
Hugin y Munin: en la mitología nórdica, Hugin y Munin, son un par de
cuervos que viajaban alrededor del mundo recogiendo noticias e
información para Odín. Ambos eran enviados al alba a recoger información
y regresaban por la tarde. Se posaban en los hombros del dios y susurraban
a sus oídos todas las noticias.
Husfreyja: término equivalente a la dama de casa.
Idunn: guardiana de las manzanas y otorgadora de la juventud eterna.
Jarl: equivalente al título de conde o duque.
Jomsborg: fue una mítica fortaleza semilegendaria vikinga al sur del mar
Báltico.
Jomsvikings: eran mercenarios vikingos que formaban una hermandad
militar. Fieles al culto de Odín y Thor, eran leales a su creencia nórdica,
pero su reputación cruzaba las fronteras. Ellos luchaban por cualquier señor
capaz de pagar sus honorarios, de vez en cuando luchaban junto a nobles
cristianos.
Jotunheim: es la tierra de los gigantes, parte de los Nueve Reinos.
Jotunheim es una tierra desolada y dura donde solo viven gigantes, los
prehistóricos jötnar y otros monstruos.
Karl: hombre o mujer libre.
Kaupang: ciudad de Noruega.
Kyrtill: era una especie de túnica que llegaba hasta las rodillas y estaba
hecha de lana o lino. La kyrtill era la prenda más importante de la
vestimenta vikinga.
Lagertha: fue un personaje histórico vikingo. Ladgerda o Lagertha fue una
gran guerrera vikinga originaria de Dinamarca, quien se casó con el famoso
Ragnar Lodbrok. Lagertha fue su primera esposa.
Landvættir: espíritus de la naturaleza, que son guardianes de terrenos
específicos, como lugares silvestres o granjas.
Laugardagr: sábado. Para los nórdicos, era el día del baño.
Lejía: jabón que se utilizaba en la época vikinga para blanquear el cabello
oscuro.
Libertad Plena: al obtener un esclavo su libertad, no se consideraba un
hombre libre, él seguía ligado a su amo. Cumpliendo tareas, pero
obteniendo recompensas del trabajo.
Loki: el dios del engaño y las travesuras.
Máni: en la mitología nórdica, era la personificación de la Luna.
Midgard: el mundo de los hombres, según la mitología nórdica.
Midsummarblót: es el solsticio de verano. Conmemora la muerte del dios
solar Balder. Es el momento en que el sol está en su apogeo.
Mjölner: es el martillo del dios Thor. Es descrito como una de las armas
más temidas en la mitología nórdica.
Muspelheim: es el reino del fuego en la mitología nórdica.
Nanna: la diosa Nanna era considerada por los antiguos paganos nórdicos
como la diosa de la alegría. Era hija de Nepr y esposa de Baldr.
Náströnd: en la mitología nórdica, Náströnd significa Playa de los
cadáveres. Es un lugar en el Helheim donde vive Níðhöggr, un ser
sobrenatural que absorbe los fluidos de los cuerpos de los condenados.
Nattveror: la segunda comida, la que no se tomaba al mediodía, sino a
última hora de la tarde. Por lo general, la dieta incluía pescado o carne, y
verduras.
Nidhögg: en la mitología nórdica es un ser sobrenatural que vive en el
Niflheim.
Niflheim: es el reino de la oscuridad y de las tinieblas, envuelto en una
niebla perpetua.
Njord: dios de la tierra fértil y de la costa marina, así también como el de
náutica y la navegación. Es el esposo de Skaði y padre de Frey y Freyja.
Nornas: tejían el destino de dioses y vikingos según la mitología nórdica.
Nott: es la personificación de la noche.
Nóttleysa: sin noches, se asocia al verano.
Odin: era el dios Supremo, padre de todos los hombres y de muchos de los
dioses. Era el dios tanto de la sabiduría como de la guerra.
Ostara: festividad que da comienzo a la primavera.
Padre de todo: uno de los tantos nombres que se le da al dios Odín.
Ragnar Lodbrok: fue un rey legendario de Suecia y Dinamarca que reinó
en el siglo
Ragnarok: es la batalla del fin del mundo en la mitología nórdica.
Ran: diosa que personifica el mar. Se lleva a los hombres ahogados a su
morada. Es la contraposición al Valhalla.
Ratatösk: en la mitología nórdica, Ratatösk o Ratatoskr es una ardilla que
corre de arriba abajo por el árbol del mundo, Yggdrasil, llevando mensajes.
Seiðkona: es el término utilizado para nombrar a una mujer en la época
vikinga que utilizaba la magia seiðr. Un término para un tipo de hechizos o
brujerías que fue practicado por los nórdicos paganos.
Seiðr: un tipo de magia que tenía las capacidades de ver el pasado y futuro.
Esta magia era practicada por mujeres.
Sif: es la esposa del dios del trueno, Thor, y es conocida por su pelo dorado.
Su cabello puede representar los campos dorados de trigo, y puede estar
asociada con la fertilidad, la familia y el matrimonio.
Sigurd: matador de dragones: es un héroe legendario de la mitología
nórdica, que al matar a un dragón y bañarse con su sangre se volvió
inmortal.
Sigyn: esposa de Loki. Se le conoce como la diosa de la fidelidad. Cuidó a
su Loki durante su cautiverio.
Sjaund: el séptimo día se celebraba el sjaund, durante el cual se hacía un
banquete en honor del difunto. Se trataba de un acontecimiento importante,
pues marcaba el momento en que los herederos del difunto podían reclamar
su herencia. Estas ceremonias eran una forma de mostrar respeto y honrar a
sus líderes caídos.
Skaði; es la diosa del invierno y cazadora con arco. Era hija del gigante
Þjazi.
Skaldir: poetas y narradores de sagas itinerantes que seguían a los reyes y
grandes señores en sus viajes.
Skammdegí: invierno o días oscuros.
Skjaldmo Brynhildr: en la mitología nórdica, Brynhildr o Brunilda fue una
skjaldmö y una valquiria.
Sköldmö: doncella escudera, era una mujer guerrera en la mitología
nórdica. Se escribe skjaldmær en islandés, sköldmö en sueco.
Sköll: era el lobo que perseguía a la diosa Sól a través de los cielos todos
los días, con el objetivo de devorar al dios.
Snekke: embarcación de guerra en la época vikinga. Es un barco más
grande que el drakkar.
Sól: en la mitología nórdica, es la diosa del Sol.
Sunnudagr: día del sol. Domingo.
Surt: es el líder de los gigantes de fuego en el sur, el soberano de
Muspelheim.
Thor: era el dios de la guerra y la lucha salvaje. Era el hijo de Odín, y el
más fuerte de todos los dioses. Siempre llevaba su arma favorita, el
Mjølner.
Thrall: esclavo, sirviente.
Tilgiof: regalo suplementario en un matrimonio, por parte del novio a la
familia de la novia.
Tyr: es el dios de la guerra y el orden en la mitología nórdica.
Ulfhedinn: guerreros que combatían vestidos con pieles de lobo. Estos
guerreros iban a la guerra con una lanza, el arma favorita de Odín. Tanto la
lanza como los lobos eran atributos de Odín.
Uppsala: fue un lugar religioso y fue creado para venerar a los dioses
nórdicos y realizaban sacrificios en un ritual que se celebraba cada nueve
años. Se veneran principalmente a Thor, Odín y Frey. Los cristianos no eran
bienvenidos.
Urd: la diosa del pasado es una vieja que siempre está mirando hacia atrás.
Valhalla: es un enorme y majestuoso salón ubicado en la ciudad de Asgard,
gobernada por Odín. Es el lugar donde se hallan los muertos ilustres, que
para ellos son los valientes guerreros caídos en combate, seleccionados por
las valquirias.
Vikingos: el principal nombre dado a los guerreros que realizaban
incursiones de saqueos, provenientes de los pueblos nórdicos de
Escandinavia.
Völva: término nórdico antiguo usado para describir a una mujer que tiene
capacidades de ver el pasado y futuro, y que es considerada bruja, hechicera
y chamán.
Yggdrasil: es un árbol, o, más exactamente, un enorme fresno. También
conocido como el Árbol del Mundo, o el Árbol de la vida. Según la
mitología nórdica, es el lugar donde se encontraban ubicados los nueve
mundos

RUNAS:
Runa nórdica “Algiz”: la runa número 15 del Futhark Antiguo. Se
relaciona con los conceptos de custodia y protección.
Runa nórdica “Ansuz”: es la runa número 4 del alfabeto vikingo.
Simboliza la protección, el saber. Dagveror: la primera comida del día para
los pueblos nórdicos. Es lo que para nosotros sería el desayuno.
Runa nórdica “Berkana”: es la runa número 18 del alfabeto nórdico
Futhark. Berkana simboliza la maternidad y lo femenino, señalando
formación, alumbramiento y renovación.
Runa nórdica “Dagaz”: Dagaz es la runa número 23 dentro del Futhark
antiguo o alfabeto vikingo. Esta runa está totalmente ligada al día, al
cambio brusco y repentino, a un nuevo amanecer.
Runa nórdica “Ehwaz”: Ehwaz es el símbolo número 19 de las runas. Su
simbolismo está relacionado con el desplazamiento, puesta en marcha de
planes y evoluciones favorables.
Runa nórdica “Eihwaz: es la runa número 13 del Futhark Antiguo,
simboliza la fortaleza.
Runa Nórdica “Fehu”: es la primera de las runas vikingas del Futhark
antiguo. Representa a la diosa Freyja. Simboliza la naturaleza, la fertilidad,
el dinero, la vida plena y el poder.
Runa nórdica “Gebo”: es la runa número 7 del Futhark antiguo. Esta runa
indica que te llegarán regalos o actos de bondad de otras personas, o que la
fortuna y prosperidad absoluta se ha instalado actualmente en tu vida.
Runa nórdica “Hagalaz”: la runa número 9 del alfabeto nórdico antiguo.
Simboliza tormentas de granizo inesperadas que destrozan lo que
encuentran a su paso y provocan enormes pérdidas y otros desastres.
Predice momentos muy duros,
Runa nórdica “Inguz”: Inguz es la runa número 22 del antiguo alfabeto
vikingo o Futhark. Está relacionada con Freyr, el dios masculino de la
fertilidad. La runa vikinga Inguz simboliza regeneración y nuevos inicios.
Runa nórdica “Isa”: es la runa número 11 del Alfabeto rúnico vikingo.
Representa la amenaza del hielo, como cuando forma una fina cubierta que
se puede quebrar al pisar sobre él, provocando alguna fatalidad.
Runa nórdica “Jera”: la runa número 12 del alfabeto nórdico. Esta runa
representa la reproducción, fecundidad, una anualidad o lo honesto y
permitido.
Runa nórdica “Kano”: simboliza el rayo luminoso de una antorcha, faro o
linterna, que se abre paso entre las tinieblas.
Runa nórdica “Laguz”: Laguz es la runa número 21 del alfabeto vikingo o
Futhark. Laguz representa lo relacionado con el agua, manantial y fluir.
Runa nordica “Mannaz”: la runa vikinga Mannaz es la número 20 dentro
del alfabeto. Manaz se vincula al Ser, al alma, al individuo, a la humanidad
y a lo sustancial.
Runa nórdica “Nauthiz”: es el décimo símbolo rúnico del alfabeto
nórdico antiguo. Esta runa se asocia a un periodo complicado, donde se
atraviesan necesidades o peligros.
Runa nórdica “Odín”: la runa número 25 y última es la runa en blanco.
Esta runa añadida posteriormente, está fuera de las otras 24 runas del
Futhark Antiguo o alfabeto nórdico. La runa en blanco carece de grafía, de
ahí su nombre, y está ligada a lo oculto, a todo aquello que no se puede
prever. Simboliza lo absoluto y lo inexistente, el principio y el fin, el cero y
el infinito. La runa de Odín indica la energía potencial de lo que «fue, es y
habrá de ser». El enigma de lo invisible, lo escondido a la comprensión
humana.
Runa nórdica “Othila”: Othila es el último símbolo del alfabeto vikingo, o
Futhark, la runa número 24. La runa está unida a los conceptos de tierra
natal, herencia y patrimonio.
Runa nórdica “Perth”: es la runa número 14 del alfabeto rúnico antiguo.
Su símbolo representa lo inesperado, lo que está por venir y el azar.
Runa nórdica “Raido”: es la runa número 5 del alfabeto vikingo Futhark.
Simboliza desplazamiento, rueda, carro o travesía.
Runa nórdica “Sigel”: la runa Sigel o Sowelu es la número 16 del alfabeto
rúnico vikingo. Simboliza la fuerza en la vida, pues representa la fuerza del
sol.
Runa nórdica “Teiwaz”: la runa número 17 del alfabeto Futhark antiguo es
Teiwaz. Teiwaz se relaciona a la voluntad y arrojo para conseguir el triunfo
o los objetivos.
Runa nórdica “Thurisaz”: es la tercera runa del alfabeto nórdico antiguo.
Simboliza la confrontación entre las fuerzas internas del bien y del mal.
Runa nórdica “Uruz”: es la segunda de las runas nórdicas del alfabeto
vikingo.
Runa nórdica “Wunjo”: es la runa número 8 del alfabeto rúnico vikingo.
Representa el amor, la felicidad y el éxito.
Notas
[←1]
Andhrimnir: era el chef de los Æsir y de los einherjar en la mitología
nórdica.
[←2]
Niflheim: es el reino de la oscuridad y de las tinieblas, envuelto en una
niebla perpetua.
[←3]
Surt: es el líder de los gigantes de fuego en el sur, el soberano de
Muspelheim.
[←4]
Ragnarok: es la batalla del fin del mundo en la mitología nórdica.
[←5]
Surt: es el líder de los gigantes de fuego en el sur, el soberano de
Muspelheim.
[←6]
Ragnarok: es la batalla del fin del mundo en la mitología nórdica.
[←7]
Snekke: embarcación de guerra en la época vikinga. Es un barco más
grande que el drakkar.
[←8]
Jarl: equivalente al título de conde o duque.
[←9]
Kaupang: ciudad de Noruega.
[←10]
Birka: ciudad de Suecia. Antiguo asentamiento vikingo.
[←11]
Jarl: equivalente al título de conde o duque.
[←12]
Jarl: equivalente al título de conde o duque.
[←13]
Birka: ciudad de Suecia. Antiguo asentamiento vikingo.
[←14]
Kaupang: ciudad de Noruega.
[←15]
Jarl: equivalente al título de conde o duque.
[←16]
Jarl: equivalente al título de conde o duque.
[←17]
Kaupang: ciudad de Noruega.
[←18]
Thrall: esclavo, sirviente.
[←19]
Jarl: equivalente al título de conde o duque.
[←20]
Asgard: es el mundo donde residen los dioses más importantes de la
mitología nórdica, gobernado por Odín y su esposa Frigg. Dentro de
Asgard, se encuentra el Valhalla.
[←21]
Kaupang: ciudad de Noruega.
[←22]
Thrall: esclavo, sirviente.
[←23]
Delling: dios nórdico personificación del crepúsculo.
[←24]
Jarl: equivalente al título de conde o duque.
[←25]
Kaupang: ciudad de Noruega.
[←26]
Odín: era el dios Supremo, padre de todos los hombres y de muchos de
los dioses. Era el dios tanto de la sabiduría como de la guerra.
[←27]
Hlidskjalf: trono de Odín.
[←28]
Loki: el dios del engaño y las travesuras.
[←29]
Jarl: equivalente al título de conde o duque.
[←30]
Ostara: festividad que da comienzo a la primavera.
[←31]
Kaupang: ciudad de Noruega.
[←32]
Jarl: equivalente al título de conde o duque.
[←33]
Kaupang: ciudad de Noruega.
[←34]
Birka: ciudad de Suecia. Antiguo asentamiento vikingo.
[←35]
Thrall: esclavo, sirviente.
[←36]
Kaupang: ciudad de Noruega.
[←37]
Thrall: esclavo, sirviente.
[←38]
Asgard: es el mundo donde residen los dioses más importantes de la
mitología nórdica, gobernado por Odín y su esposa Frigg. Dentro de
Asgard, se encuentra el Valhalla.
[←39]
Birka: ciudad de Suecia. Antiguo asentamiento vikingo.
[←40]
Lejía: jabón que se utilizaba en la época vikinga para blanquear el
cabello oscuro.
[←41]
Loki: el dios del engaño y las travesuras.
[←42]
Ragnarok: es la batalla del fin del mundo en la mitología nórdica.
[←43]
Kaupang: ciudad de Noruega.
[←44]
Nornas: tejían el destino de dioses y vikingos según la mitología
nórdica.
[←45]
Freyr: es el principal dios de la fertilidad en la mitología Nórdica, su
conexión con las cosechas, el sol y la lluvia, la virilidad y las bodas. Es
el hermano de la diosa Freyja.
[←46]
Thrall: esclavo, sirviente.
[←47]
Birka: ciudad de Suecia. Antiguo asentamiento vikingo.
[←48]
Lejía: jabón que se utilizaba en la época vikinga para blanquear el
cabello oscuro.
[←49]
Thrall: esclavo, sirviente.
[←50]
Kaupang: ciudad de Noruega.
[←51]
Kaupang: ciudad de Noruega.
[←52]
Birka: ciudad de Suecia. Antiguo asentamiento vikingo.
[←53]
Freyr: es el principal dios de la fertilidad en la mitología Nórdica, su
conexión con las cosechas, el sol y la lluvia, la virilidad y las bodas. Es
el hermano de la diosa Freyja.
[←54]
Freyr: es el principal dios de la fertilidad en la mitología Nórdica, su
conexión con las cosechas, el sol y la lluvia, la virilidad y las bodas. Es
el hermano de la diosa Freyja.
[←55]
Loki: el dios del engaño y las travesuras.
[←56]
Kaupang: ciudad de Noruega.
[←57]
Ostara: festividad que da comienzo a la primavera.
[←58]
Jarl: equivalente al título de conde o duque.
[←59]
Ostara: festividad que da comienzo a la primavera.
[←60]
Völva: término nórdico antiguo usado para describir a una mujer que
tiene capacidades de ver el pasado y futuro, y que es considerada
bruja, hechicera y chamán.
[←61]
Jarl: equivalente al título de conde o duque.
[←62]
Thrall: esclavo, sirviente.
[←63]
Birka: ciudad de Suecia. Antiguo asentamiento vikingo.
[←64]
Völva: término nórdico antiguo usado para describir a una mujer que
tiene capacidades de ver el pasado y futuro, y que es considerada
bruja, hechicera y chamán.
[←65]
Thrall: esclavo, sirviente.
[←66]
Bjorr: un licor fuerte de la época vikinga hecho con zumo de fruta
fermentada.
[←67]
Ostara: festividad que da comienzo a la primavera.
[←68]
Odín: era el dios Supremo, padre de todos los hombres y de muchos
de los dioses. Era el dios tanto de la sabiduría como de la guerra.
[←69]
Ostara: festividad que da comienzo a la primavera.
[←70]
Drakkar: barco de guerra vikingo. Conocido por este nombre debido a
la forma de dragón de sus mascarones de proa.
[←71]
Nóttleysa: sin noches, se asocia al verano.
[←72]
Midgard: el mundo de los hombres, según la mitología nórdica.
[←73]
Birka: ciudad de Suecia. Antiguo asentamiento vikingo.
[←74]
Ostara: festividad que da comienzo a la primavera.
[←75]
Thrall: esclavo, sirviente.
[←76]
Dagveror: desayuno en nórdico antiguo.
[←77]
Jarl: equivalente al título de conde o duque.
[←78]
Nattveror: la segunda comida, la que no se tomaba al mediodía, sino a
última hora de la tarde. Por lo general, la dieta incluía pescado o carne,
y verduras.
[←79]
Odín: era el dios Supremo, padre de todos los hombres y de muchos
de los dioses. Era el dios tanto de la sabiduría como de la guerra.
[←80]
Birka: ciudad de Suecia. Antiguo asentamiento vikingo.
[←81]
Muspelheim: es el reino del fuego en la mitología nórdica.
[←82]
Thrall: esclavo, sirviente.
[←83]
Muspelheim: es el reino del fuego en la mitología nórdica.
[←84]
Surt: es el líder de los gigantes de fuego en el sur, el soberano de
Muspelheim.
[←85]
Bjorr: un licor fuerte de la época vikinga hecho con zumo de fruta
fermentada.
[←86]
Thrall: esclavo, sirviente.
[←87]
Hel o Hela: la diosa de los muertos.
[←88]
Andhrimnir: era el chef de los Æsir y de los einherjar en la mitología
nórdica.
[←89]
Andhrimnir: era el chef de los Æsir y de los einherjar en la mitología
nórdica.
[←90]
Laugardagr: sábado. Para los nórdicos, era el día del baño.
[←91]
Kaupang: ciudad de Noruega.
[←92]
Thrall: esclavo, sirviente.
[←93]
Odín: era el dios Supremo, padre de todos los hombres y de muchos
de los dioses. Era el dios tanto de la sabiduría como de la guerra.
[←94]
Lejía: jabón que se utilizaba en la época vikinga para blanquear el
cabello oscuro.
[←95]
Thrall: esclavo, sirviente.
[←96]
Thrall: esclavo, sirviente.
[←97]
Húfa: capa o abrigo.
[←98]
Kyrtill: era una especie de túnica que llegaba hasta las rodillas y estaba
hecha de lana o lino. La kyrtill era la prenda más importante de la
vestimenta vikinga.
[←99]
Thrall: esclavo, sirviente.
[←100]
Landvættir: espíritus de la naturaleza, que son guardianes de terrenos
específicos, como lugares silvestres o granjas.
[←101]
Midgard: el mundo de los hombres, según la mitología nórdica.
[←102]
Birka: ciudad de Suecia. Antiguo asentamiento vikingo.
[←103]
Nanna: la diosa Nanna era considerada por los antiguos paganos
nórdicos como la diosa de la alegría. Era hija de Nepr y esposa de
Baldr.
[←104]
Baldr: dios de la paz, la luz y el perdón, y el segundo hijo de Odín.
[←105]
Aesir: es el término para referirse a un miembro del panteón principal
de la religión nórdica. Este panteón incluye a Odín, Frigg, Thor, Baldr
y Týr.
[←106]
Drakkar: barco de guerra vikingo. Conocido por este nombre debido a
la forma de dragón de sus mascarones de proa.
[←107]
Drakkar: barco de guerra vikingo. Conocido por este nombre debido a
la forma de dragón de sus mascarones de proa.
[←108]
Thrall: esclavo, sirviente.
[←109]
Thrall: esclavo, sirviente.
[←110]
Thrall: esclavo, sirviente.
[←111]
Freyja: era la diosa del amor y de la fertilidad, la más bella de todas las
diosas.
[←112]
Frigg: se la describe como la esposa del dios Odín. Es una diosa
asociada con la premonición y la sabiduría.
[←113]
Idunn: guardiana de las manzanas y otorgadora de la juventud eterna.
[←114]
Ostara: festividad que da comienzo a la primavera.
[←115]
Valhalla: es un enorme y majestuoso salón ubicado en la ciudad de
Asgard, gobernada por Odín. Es el lugar donde se hallan los muertos
ilustres, que para ellos son los valientes guerreros caídos en combate,
seleccionados por las valquirias.
[←116]
Sunnudagr: día del sol. Domingo.
[←117]
Sól: en la mitología nórdica, es la diosa del Sol.
[←118]
Máni: en la mitología nórdica, era la personificación de la Luna.
[←119]
Sól: en la mitología nórdica, es la diosa del Sol.
[←120]
Midgard: el mundo de los hombres, según la mitología nórdica.
[←121]
Sköll: era el lobo que perseguía a la diosa Sól a través de los cielos
todos los días, con el objetivo de devorar al dios.
[←122]
Flatbrød: es un pan sin levadura tradicional de la época vikinga.
[←123]
Völva: término nórdico antiguo usado para describir a una mujer que
tiene capacidades de ver el pasado y futuro, y que es considerada
bruja, hechicera y chamán.
[←124]
Ergi: se consideraba deshonroso que un hombre practicase la magia
seidr y, si lo hacían, se los calificaba como ergi, un término despectivo
traducible como “poco viril”.
[←125]
Thrall: esclavo, sirviente.
[←126]
Thrall: esclavo, sirviente.
[←127]
Thrall: esclavo, sirviente.
[←128]
Birka: ciudad de Suecia. Antiguo asentamiento vikingo.
[←129]
Thrall: esclavo, sirviente.
[←130]
Kaupang: ciudad de Noruega.
[←131]
Hel o Hela: la diosa de los muertos.
[←132]
Padre de todo: uno de los tantos nombres que se le da al dios Odín.
[←133]
Aptrgangr: es una criatura clasificada como un no muerto en la
mitología nórdica.
[←134]
Midsummarblót: es el solsticio de verano. Conmemora la muerte del
dios solar Balder. Es el momento en que el sol está en su apogeo.
[←135]
Dagveror: desayuno en nórdico antiguo.
[←136]
Sól: en la mitología nórdica, es la diosa del Sol.
[←137]
Kaupang: ciudad de Noruega.
[←138]
Thrall: esclavo, sirviente.
[←139]
Lejía: jabón que se utilizaba en la época vikinga para blanquear el
cabello oscuro.
[←140]
Midgard: el mundo de los hombres, según la mitología nórdica.
[←141]
Birka: ciudad de Suecia. Antiguo asentamiento vikingo.
[←142]
Sól: en la mitología nórdica, es la diosa del Sol.
[←143]
Freyja: era la diosa del amor y de la fertilidad, la más bella de todas las
diosas.
[←144]
Ostara: festividad que da comienzo a la primavera.
[←145]
Freyja: era la diosa del amor y de la fertilidad, la más bella de todas las
diosas.
[←146]
Kaupang: ciudad de Noruega.
[←147]
Birka: ciudad de Suecia. Antiguo asentamiento vikingo.
[←148]
Sól: en la mitología nórdica, es la diosa del Sol.
[←149]
Jarl: equivalente al título de conde o duque.
[←150]
Kaupang: ciudad de Noruega.
[←151]
Thrall: esclavo, sirviente.
[←152]
Midgard: el mundo de los hombres, según la mitología nórdica.
[←153]
Thrall: esclavo, sirviente.
[←154]
Náströnd: en la mitología nórdica, Náströnd significa Playa de los
cadáveres. Es un lugar en el Helheim donde vive Níðhöggr, un ser
sobrenatural que absorbe los fluidos de los cuerpos de los condenados.
[←155]
Midgard: el mundo de los hombres, según la mitología nórdica.
[←156]
Birka: ciudad de Suecia. Antiguo asentamiento vikingo.
[←157]
Drakkar: barco de guerra vikingo. Conocido por este nombre debido a
la forma de dragón de sus mascarones de proa.
[←158]
Snekke: embarcación de guerra en la época vikinga. Es un barco más
grande que el drakkar.
[←159]
Kaupang: ciudad de Noruega.
[←160]
Kaupang: ciudad de Noruega.
[←161]
Ostara: festividad que da comienzo a la primavera.
[←162]
Ostara: festividad que da comienzo a la primavera.
[←163]
Karl: hombre o mujer libre.
[←164]
Helgafell: es uno de los lugares adonde se dirigían los espíritus de los
difuntos que habían vivido una vida digna y correcta.
[←165]
Jarl: equivalente al título de conde o duque.
[←166]
Karl: hombre o mujer libre.
[←167]
Kaupang: ciudad de Noruega.
[←168]
Kaupang: ciudad de Noruega.
[←169]
Thrall: esclavo, sirviente.
[←170]
Sól: en la mitología nórdica, es la diosa del Sol.
[←171]
Kaupang: ciudad de Noruega.
[←172]
Kaupang: ciudad de Noruega.
[←173]
Loki: el dios del engaño y las travesuras.
[←174]
Kaupang: ciudad de Noruega.
[←175]
Sigyn: esposa de Loki. Se le conoce como la diosa de la fidelidad.
Cuidó a su Loki durante su cautiverio.
[←176]
Thrall: esclavo, sirviente.
[←177]
Kaupang: ciudad de Noruega.
[←178]
Máni: en la mitología nórdica, era la personificación de la Luna.
[←179]
Máni: en la mitología nórdica, era la personificación de la Luna.
[←180]
Kaupang: ciudad de Noruega.
[←181]
Kaupang: ciudad de Noruega.
[←182]
Sköldmö: doncella escudera, era una mujer guerrera en la mitología
nórdica. Se escribe skjaldmær en islandés, sköldmö en sueco.
[←183]
Jarl: equivalente al título de conde o duque.
[←184]
Kaupang: ciudad de Noruega.
[←185]
Yggdrasil: es un árbol, o, más exactamente, un enorme fresno.
También conocido como el Árbol del Mundo, o el Árbol de la vida.
Según la mitología nórdica, es el lugar donde se encontraban ubicados
los nueve mundos
[←186]
Surt: es el líder de los gigantes de fuego en el sur, el soberano de
Muspelheim.
[←187]
Valhalla: es un enorme y majestuoso salón ubicado en la ciudad de
Asgard, gobernada por Odín. Es el lugar donde se hallan los muertos
ilustres, que para ellos son los valientes guerreros caídos en combate,
seleccionados por las valquirias.
[←188]
Valhalla: es un enorme y majestuoso salón ubicado en la ciudad de
Asgard, gobernada por Odín. Es el lugar donde se hallan los muertos
ilustres, que para ellos son los valientes guerreros caídos en combate,
seleccionados por las valquirias.
[←189]
Birka: ciudad de Suecia. Antiguo asentamiento vikingo.
[←190]
Nornas: tejían el destino de dioses y vikingos según la mitología
nórdica.
[←191]
Kaupang: ciudad de Noruega.
[←192]
Birka: ciudad de Suecia. Antiguo asentamiento vikingo.
[←193]
Freyja: era la diosa del amor y de la fertilidad, la más bella de todas las
diosas.
[←194]
Berserker: eran guerreros vikingos que combatían semidesnudos,
cubiertos de piel de oso y con una espada en sus manos. Se destacaban
por combatir en un frenesí de furia.
[←195]
Diosa del inframundo: es la diosa Hela. Hija menor del Dios Loki.
[←196]
Kaupang: ciudad de Noruega.
[←197]
Jarl: equivalente al título de conde o duque.
[←198]
Kaupang: ciudad de Noruega.
[←199]
Freyja: era la diosa del amor y de la fertilidad, la más bella de todas las
diosas.
[←200]
Jarl: equivalente al título de conde o duque.
[←201]
Freyja: era la diosa del amor y de la fertilidad, la más bella de todas las
diosas.
[←202]
Jomsvikings: eran mercenarios vikingos que formaban una hermandad
militar. Fieles al culto de Odín y Thor, eran leales a su creencia
nórdica, pero su reputación cruzaba las fronteras. Ellos luchaban por
cualquier señor capaz de pagar sus honorarios, de vez en cuando
luchaban junto a nobles cristianos.
[←203]
Birka: ciudad de Suecia. Antiguo asentamiento vikingo.
[←204]
Freyja: era la diosa del amor y de la fertilidad, la más bella de todas las
diosas.
[←205]
Thrall: esclavo, sirviente.
[←206]
Freyja: era la diosa del amor y de la fertilidad, la más bella de todas las
diosas.
[←207]
Jarl: equivalente al título de conde o duque.
[←208]
Jomsborg: fue una mítica fortaleza semilegendaria vikinga al sur del
mar Báltico.
[←209]
Kaupang: ciudad de Noruega.
[←210]
Jomsvikings: eran mercenarios vikingos que formaban una hermandad
militar. Fieles al culto de Odín y Thor, eran leales a su creencia
nórdica, pero su reputación cruzaba las fronteras. Ellos luchaban por
cualquier señor capaz de pagar sus honorarios, de vez en cuando
luchaban junto a nobles cristianos.
[←211]
Jarl: equivalente al título de conde o duque.
[←212]
Jomsborg: fue una mítica fortaleza semilegendaria vikinga al sur del
mar Báltico.
[←213]
Jomsvikings: eran mercenarios vikingos que formaban una hermandad
militar. Fieles al culto de Odín y Thor, eran leales a su creencia
nórdica, pero su reputación cruzaba las fronteras. Ellos luchaban por
cualquier señor capaz de pagar sus honorarios, de vez en cuando
luchaban junto a nobles cristianos.
[←214]
Jomsborg: fue una mítica fortaleza semilegendaria vikinga al sur del
mar Báltico.
[←215]
Jomsborg: fue una mítica fortaleza semilegendaria vikinga al sur del
mar Báltico.
[←216]
Jomsborg: fue una mítica fortaleza semilegendaria vikinga al sur del
mar Báltico.
[←217]
Jarl: equivalente al título de conde o duque.
[←218]
Jomsvikings: eran mercenarios vikingos que formaban una hermandad
militar. Fieles al culto de Odín y Thor, eran leales a su creencia
nórdica, pero su reputación cruzaba las fronteras. Ellos luchaban por
cualquier señor capaz de pagar sus honorarios, de vez en cuando
luchaban junto a nobles cristianos.
[←219]
Jomsborg: fue una mítica fortaleza semilegendaria vikinga al sur del
mar Báltico.
[←220]
Kaupang: ciudad de Noruega.
[←221]
Kaupang: ciudad de Noruega.
[←222]
Jomsvikings: eran mercenarios vikingos que formaban una hermandad
militar. Fieles al culto de Odín y Thor, eran leales a su creencia
nórdica, pero su reputación cruzaba las fronteras. Ellos luchaban por
cualquier señor capaz de pagar sus honorarios, de vez en cuando
luchaban junto a nobles cristianos.
[←223]
Freyja: era la diosa del amor y de la fertilidad, la más bella de todas las
diosas.
[←224]
Jarl: equivalente al título de conde o duque.
[←225]
Sól: en la mitología nórdica, es la diosa del Sol.
[←226]
Thrall: esclavo, sirviente.
[←227]
Thrall: esclavo, sirviente.
[←228]
Jomsvikings: eran mercenarios vikingos que formaban una hermandad
militar. Fieles al culto de Odín y Thor, eran leales a su creencia
nórdica, pero su reputación cruzaba las fronteras. Ellos luchaban por
cualquier señor capaz de pagar sus honorarios, de vez en cuando
luchaban junto a nobles cristianos.
[←229]
Kaupang: ciudad de Noruega.
[←230]
Freyja: era la diosa del amor y de la fertilidad, la más bella de todas las
diosas.
[←231]
Jomsborg: fue una mítica fortaleza semilegendaria vikinga al sur del
mar Báltico.
[←232]
Jarl: equivalente al título de conde o duque.
[←233]
Kaupang: ciudad de Noruega.
[←234]
Jarl: equivalente al título de conde o duque.
[←235]
Surt: es el líder de los gigantes de fuego en el sur, el soberano de
Muspelheim.
[←236]
Halfdan Gudrödarson: era un caudillo vikingo del siglo IX, era el rey
de Vestfold. Pertenecía a la Casa de Yngling y fue padre de Harald I de
Noruega, históricamente considerado primer rey de Noruega. Su apodo
era Halfdan el Negro, refiriéndose al color de sus cabellos oscuros.
[←237]
Valhalla: es un enorme y majestuoso salón ubicado en la ciudad de
Asgard, gobernada por Odín. Es el lugar donde se hallan los muertos
ilustres, que para ellos son los valientes guerreros caídos en combate,
seleccionados por las valquirias.
[←238]
Padre de todo: uno de los tantos nombres que se le da al dios Odín.
[←239]
Midgard: el mundo de los hombres, según la mitología nórdica.
[←240]
Thrall: esclavo, sirviente.
[←241]
Jomsborg: fue una mítica fortaleza semilegendaria vikinga al sur del
mar Báltico.
[←242]
Jomsvikings: eran mercenarios vikingos que formaban una hermandad
militar. Fieles al culto de Odín y Thor, eran leales a su creencia
nórdica, pero su reputación cruzaba las fronteras. Ellos luchaban por
cualquier señor capaz de pagar sus honorarios, de vez en cuando
luchaban junto a nobles cristianos.
[←243]
Birka: ciudad de Suecia. Antiguo asentamiento vikingo.
[←244]
Jomsborg: fue una mítica fortaleza semilegendaria vikinga al sur del
mar Báltico.
[←245]
Einherjar: en la mitología nórdica, son aquellos que han muerto en
batalla y han sido llevados al Valhalla por las valquirias. Los einherjar
se preparan diariamente para los sucesos del Ragnarök, cuando tendrán
una inmensa batalla en el campo.
[←246]
Thrall: esclavo, sirviente.
[←247]
Jarl: equivalente al título de conde o duque.
[←248]
Jarl: equivalente al título de conde o duque.
[←249]
Kaupang: ciudad de Noruega.
[←250]
Snekke: embarcación de guerra en la época vikinga. Es un barco más
grande que el drakkar.
[←251]
Jomsvikings: eran mercenarios vikingos que formaban una hermandad
militar. Fieles al culto de Odín y Thor, eran leales a su creencia
nórdica, pero su reputación cruzaba las fronteras. Ellos luchaban por
cualquier señor capaz de pagar sus honorarios, de vez en cuando
luchaban junto a nobles cristianos.
[←252]
Sjaund: el séptimo día se celebraba el sjaund, durante el cual se hacía
un banquete en honor del difunto. Se trataba de un acontecimiento
importante, pues marcaba el momento en que los herederos del difunto
podían reclamar su herencia. Estas ceremonias eran una forma de
mostrar respeto y honrar a sus líderes caídos.
[←253]
Jomsborg: fue una mítica fortaleza semilegendaria vikinga al sur del
mar Báltico.
[←254]
Jomsborg: fue una mítica fortaleza semilegendaria vikinga al sur del
mar Báltico.
[←255]
Jarl: equivalente al título de conde o duque.
[←256]
Jomsvikings: eran mercenarios vikingos que formaban una hermandad
militar. Fieles al culto de Odín y Thor, eran leales a su creencia
nórdica, pero su reputación cruzaba las fronteras. Ellos luchaban por
cualquier señor capaz de pagar sus honorarios, de vez en cuando
luchaban junto a nobles cristianos.
[←257]
Jomsborg: fue una mítica fortaleza semilegendaria vikinga al sur del
mar Báltico.
[←258]
Jomsborg: fue una mítica fortaleza semilegendaria vikinga al sur del
mar Báltico.
[←259]
Jomsborg: fue una mítica fortaleza semilegendaria vikinga al sur del
mar Báltico.
[←260]
Thrall: esclavo, sirviente.
[←261]
Snekke: embarcación de guerra en la época vikinga. Es un barco más
grande que el drakkar.
[←262]
Jarl: equivalente al título de conde o duque.
[←263]
Kaupang: ciudad de Noruega.
[←264]
Flatbrød: es un pan sin levadura tradicional de la época vikinga.
[←265]
Bjorr: un licor fuerte de la época vikinga hecho con zumo de fruta
fermentada.
[←266]
Flatbrød: es un pan sin levadura tradicional de la época vikinga.
[←267]
Thrall: esclavo, sirviente.
[←268]
Jomsvikings: eran mercenarios vikingos que formaban una hermandad
militar. Fieles al culto de Odín y Thor, eran leales a su creencia
nórdica, pero su reputación cruzaba las fronteras. Ellos luchaban por
cualquier señor capaz de pagar sus honorarios, de vez en cuando
luchaban junto a nobles cristianos.
[←269]
Njord: dios de la tierra fértil y de la costa marina, así también como el
de náutica y la navegación. Es el esposo de Skaði y padre de Frey y
Freyja.
[←270]
Sól: en la mitología nórdica, es la diosa del Sol.
[←271]
Jomsvikings: eran mercenarios vikingos que formaban una hermandad
militar. Fieles al culto de Odín y Thor, eran leales a su creencia
nórdica, pero su reputación cruzaba las fronteras. Ellos luchaban por
cualquier señor capaz de pagar sus honorarios, de vez en cuando
luchaban junto a nobles cristianos.
[←272]
Jomsborg: fue una mítica fortaleza semilegendaria vikinga al sur del
mar Báltico.
[←273]
Jomsborg: fue una mítica fortaleza semilegendaria vikinga al sur del
mar Báltico.
[←274]
Eir: es la diosa de la sanación, la salud y la euforia en la mitología
nórdica.
[←275]
Jarl: equivalente al título de conde o duque.
[←276]
Jomsborg: fue una mítica fortaleza semilegendaria vikinga al sur del
mar Báltico.
[←277]
Hugin y Munin: en la mitología nórdica, Hugin y Munin, son un par de
cuervos que viajaban alrededor del mundo recogiendo noticias e
información para Odín. Ambos eran enviados al alba a recoger
información y regresaban por la tarde. Se posaban en los hombros del
dios y susurraban a sus oídos todas las noticias.
[←278]
Sól: en la mitología nórdica, es la diosa del Sol.
[←279]
Hugin y Munin: en la mitología nórdica, Hugin y Munin, son un par de
cuervos que viajaban alrededor del mundo recogiendo noticias e
información para Odín. Ambos eran enviados al alba a recoger
información y regresaban por la tarde. Se posaban en los hombros del
dios y susurraban a sus oídos todas las noticias.
[←280]
Kyrtill: era una especie de túnica que llegaba hasta las rodillas y estaba
hecha de lana o lino. La kyrtill era la prenda más importante de la
vestimenta vikinga.
[←281]
Kyrtill: era una especie de túnica que llegaba hasta las rodillas y estaba
hecha de lana o lino. La kyrtill era la prenda más importante de la
vestimenta vikinga.
[←282]
Húfa: capa o abrigo.
[←283]
Loki: el dios del engaño y las travesuras.
[←284]
Jarl: equivalente al título de conde o duque.
[←285]
Jomsborg: fue una mítica fortaleza semilegendaria vikinga al sur del
mar Báltico.
[←286]
Thrall: esclavo, sirviente.
[←287]
Mjölner: es el martillo del dios Thor. Es descrito como una de las
armas más temidas en la mitología nórdica.
[←288]
Thor: era el dios de la guerra y la lucha salvaje. Era el hijo de Odín, y
el más fuerte de todos los dioses. Siempre llevaba su arma favorita, el
Mjølner.
[←289]
Thrall: esclavo, sirviente.
[←290]
Jarl: equivalente al título de conde o duque.
[←291]
Asgard: es el mundo donde residen los dioses más importantes de la
mitología nórdica, gobernado por Odín y su esposa Frigg. Dentro de
Asgard, se encuentra el Valhalla.
[←292]
Asgard: es el mundo donde residen los dioses más importantes de la
mitología nórdica, gobernado por Odín y su esposa Frigg. Dentro de
Asgard, se encuentra el Valhalla.
[←293]
Padre de todo: uno de los tantos nombres que se le da al dios Odín.
[←294]
Nornas: tejían el destino de dioses y vikingos según la mitología
nórdica.
[←295]
Thor: era el dios de la guerra y la lucha salvaje. Era el hijo de Odín, y
el más fuerte de todos los dioses. Siempre llevaba su arma favorita, el
Mjølner.
[←296]
Birka: ciudad de Suecia. Antiguo asentamiento vikingo.
[←297]
Mjölner: es el martillo del dios Thor. Es descrito como una de las
armas más temidas en la mitología nórdica.
[←298]
Midgard: el mundo de los hombres, según la mitología nórdica.
[←299]
Nanna: la diosa Nanna era considerada por los antiguos paganos
nórdicos como la diosa de la alegría. Era hija de Nepr y esposa de
Baldr.
[←300]
Halfdan Gudrödarson: era un caudillo vikingo del siglo IX, era el rey
de Vestfold. Pertenecía a la Casa de Yngling y fue padre de Harald I de
Noruega, históricamente considerado primer rey de Noruega. Su apodo
era Halfdan el Negro, refiriéndose al color de sus cabellos oscuros.
[←301]
Völva: término nórdico antiguo usado para describir a una mujer que
tiene capacidades de ver el pasado y futuro, y que es considerada
bruja, hechicera y chamán.
[←302]
Jarl: equivalente al título de conde o duque.
[←303]
Karl: hombre o mujer libre.
[←304]
Thrall: esclavo, sirviente.
[←305]
Birka: ciudad de Suecia. Antiguo asentamiento vikingo.
[←306]
Jarl: equivalente al título de conde o duque.
[←307]
Kaupang: ciudad de Noruega.
[←308]
Thrall: esclavo, sirviente.
[←309]
Njord: dios de la tierra fértil y de la costa marina, así también como el
de náutica y la navegación. Es el esposo de Skaði y padre de Frey y
Freyja.
[←310]
Skaði; es la diosa del invierno y cazadora con arco. Era hija del
gigante Þjazi.
[←311]
Lagertha: fue un personaje histórico vikingo. Ladgerda o Lagertha fue
una gran guerrera vikinga originaria de Dinamarca, quien se casó con
el famoso Ragnar Lodbrok. Lagertha fue su primera esposa.
[←312]
Uppsala: fue un lugar religioso y fue creado para venerar a los dioses
nórdicos y realizaban sacrificios en un ritual que se celebraba cada
nueve años. Se veneran principalmente a Thor, Odín y Frey. Los
cristianos no eran bienvenidos.
[←313]
Sigurd, matador de dragones: es un héroe legendario de la mitología
nórdica, que al matar a un dragón y bañarse con su sangre se volvió
inmortal.
[←314]
Thrall: esclavo, sirviente.
[←315]
Thrall: esclavo, sirviente.
[←316]
Ratatösk: en la mitología nórdica, Ratatösk o Ratatoskr es una ardilla
que corre de arriba abajo por el árbol del mundo, Yggdrasil, llevando
mensajes.
[←317]
Yggdrasil: es un árbol, o, más exactamente, un enorme fresno.
También conocido como el Árbol del Mundo, o el Árbol de la vida.
Según la mitología nórdica, es el lugar donde se encontraban ubicados
los nueve mundos
[←318]
Nidhögg: en la mitología nórdica es un ser sobrenatural que vive en el
Niflheim.
[←319]
Andhrimnir: era el chef de los Æsir y de los einherjar en la mitología
nórdica.
[←320]
Thrall: esclavo, sirviente.
[←321]
Aslög Sigurdsdatter: Aslaug o Áslaug, también Aslög, Kraka (o
Kráka) y Randalin, fue una reina vikinga de Escandinavia. Aslaug es la
hija de la legendaria escudera Brunilda y del Rey Sigurd. Fue la tercera
esposa del famoso Ragnar Lodbrok.
[←322]
Ostara: festividad que da comienzo a la primavera.
[←323]
Haustblót: Hausblót, Høstblo o fallfest es una festividad vikinga que se
celebra en el equinoccio de otoño.
[←324]
Aslög Sigurdsdatter: Aslaug o Áslaug, también Aslög, Kraka (o
Kráka) y Randalin, fue una reina vikinga de Escandinavia. Aslaug es la
hija de la legendaria escudera Brunilda y del Rey Sigurd. Fue la tercera
esposa del famoso Ragnar Lodbrok.
[←325]
Sól: en la mitología nórdica, es la diosa del Sol.
[←326]
Völva: término nórdico antiguo usado para describir a una mujer que
tiene capacidades de ver el pasado y futuro, y que es considerada
bruja, hechicera y chamán.
[←327]
Berkana: representa los enigmas de incubar, venir al mundo, alimentar,
cuidar, curarse y resurgir.
[←328]
Lagertha: fue un personaje histórico vikingo. Ladgerda o Lagertha fue
una gran guerrera vikinga originaria de Dinamarca, quien se casó con
el famoso Ragnar Lodbrok. Lagertha fue su primera esposa.
[←329]
Aslög Sigurdsdatter: Aslaug o Áslaug, también Aslög, Kraka (o
Kráka) y Randalin, fue una reina vikinga de Escandinavia. Aslaug es la
hija de la legendaria escudera Brunilda y del Rey Sigurd. Fue la tercera
esposa del famoso Ragnar Lodbrok.
[←330]
Aslög Sigurdsdatter: Aslaug o Áslaug, también Aslög, Kraka (o
Kráka) y Randalin, fue una reina vikinga de Escandinavia. Aslaug es la
hija de la legendaria escudera Brunilda y del Rey Sigurd. Fue la tercera
esposa del famoso Ragnar Lodbrok.
[←331]
Frelsisol: fiesta en la que un esclavo celebraba su libertad.
[←332]
Jarl: equivalente al título de conde o duque.
[←333]
Ergi: se consideraba deshonroso que un hombre practicase la magia
seidr y, si lo hacían, se los calificaba como ergi, un término despectivo
traducible como “poco viril”.
[←334]
Thrall: esclavo, sirviente.
[←335]
Jarl: equivalente al título de conde o duque.
[←336]
Jarl: equivalente al título de conde o duque.
[←337]
Kaupang: ciudad de Noruega.
[←338]
Kaupang: ciudad de Noruega.
[←339]
Halfdan Gudrödarson: era un caudillo vikingo del siglo IX, era el rey
de Vestfold. Pertenecía a la Casa de Yngling y fue padre de Harald I de
Noruega, históricamente considerado primer rey de Noruega. Su apodo
era Halfdan el Negro, refiriéndose al color de sus cabellos oscuros.
[←340]
Freysblót: Fiesta vikinga en donde se recuerdaba a los difuntos y se
agradecia por la última cosecha/proyectos del ciclo anual. Es el inicio
del invierno.
[←341]
Blót: sacrificio ritual que ofrecían los vikingos a sus dioses nórdicos.
[←342]
Karl: hombre o mujer libre.
[←343]
Blót: sacrificio ritual que ofrecían los vikingos a sus dioses nórdicos.
[←344]
Ostara: festividad que da comienzo a la primavera.
[←345]
Njord: dios de la tierra fértil y de la costa marina, así también como el
de náutica y la navegación. Es el esposo de Skaði y padre de Frey y
Freyja.
[←346]
Völva: término nórdico antiguo usado para describir a una mujer que
tiene capacidades de ver el pasado y futuro, y que es considerada
bruja, hechicera y chamán.
[←347]
Thrall: esclavo, sirviente.
[←348]
Thrall: esclavo, sirviente.
[←349]
Karl: hombre o mujer libre.
[←350]
Thrall: esclavo, sirviente.
[←351]
Jarl: equivalente al título de conde o duque.
[←352]
Kaupang: ciudad de Noruega.
[←353]
Drakkar: barco de guerra vikingo. Conocido por este nombre debido a
la forma de dragón de sus mascarones de proa.
[←354]
Asgard: es el mundo donde residen los dioses más importantes de la
mitología nórdica, gobernado por Odín y su esposa Frigg. Dentro de
Asgard, se encuentra el Valhalla.
[←355]
Alfheim: es uno de los nueve mundos contenidos en el Yggdrasil. Y
es el hogar de los elfos de luz.
[←356]
Skaldir: poetas y narradores de sagas itinerantes que seguían a los
reyes y grandes señores en sus viajes.
[←357]
Baldr: dios de la paz, la luz y el perdón, y el segundo hijo de Odín.
[←358]
Freyja: era la diosa del amor y de la fertilidad, la más bella de todas las
diosas.
[←359]
Birka: ciudad de Suecia. Antiguo asentamiento vikingo.
[←360]
Frelsisol: fiesta en la que un esclavo celebraba su libertad.
[←361]
Fimbulvetr: es un invierno que dura tres años y marca el comienzo
del Ragnarök.
[←362]
Sól: en la mitología nórdica, es la diosa del Sol.
[←363]
Jotunheim: es la tierra de los gigantes, parte de los Nueve Reinos.
Jotunheim es una tierra desolada y dura donde solo viven gigantes, los
prehistóricos jötnar y otros monstruos.
[←364]
Hel o Helheim: es el reino de la muerte.
[←365]
Sól: en la mitología nórdica, es la diosa del Sol.
[←366]
Ostara: festividad que da comienzo a la primavera.
[←367]
Midgard: el mundo de los hombres, según la mitología nórdica.
[←368]
Jarl: equivalente al título de conde o duque.
[←369]
Jarl: equivalente al título de conde o duque.
[←370]
Birka: ciudad de Suecia. Antiguo asentamiento vikingo.
[←371]
Jarl: equivalente al título de conde o duque.
[←372]
Jarl: equivalente al título de conde o duque.

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