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La adolescencia es una etapa crucial en la vida de las personas, caracterizada por la fascinación

y la complejidad. Durante este periodo, los jóvenes asumen nuevas responsabilidades y


experimentan sensaciones de independencia. Buscan activamente su identidad, aplican valores
aprendidos en la infancia y desarrollan habilidades necesarias para la vida adulta. El apoyo de
los adultos y la garantía de sus derechos son fundamentales para su desarrollo. Cuando
cuentan con estos elementos, los adolescentes se desarrollan de maneras sorprendentes,
convirtiéndose en miembros plenos de sus familias y comunidades.

La concepción patriarcal implica una desigualdad de poder entre hombres y mujeres,


otorgando a los varones una jerarquía superior en diversos aspectos. Sin embargo, los jóvenes
a menudo son impulsores de ideas igualitarias, cuestionando y desafiando estas estructuras de
poder tradicionales.

La palabra "adolescencia" proviene del latín "adolesco-adolescere", que significa "adolecer",


refiriéndose a crecer a pesar de las dificultades. Definir qué es ser adolescente no es fácil, ya
que implica un periodo de rápidos cambios físicos, cognitivos y sociales, incluyendo la madurez
sexual y la adquisición gradual de habilidades y responsabilidades adultas. Según el Comité de
Derechos del Niño, la OMS y el Código Civil Argentino, la adolescencia abarca diferentes rangos
de edades, pero en general se considera como el periodo entre los 10 y los 19 años.

Los adolescentes experimentan cambios vertiginosos en sus cuerpos y comienzan a habitar


diferentes espacios de manera distinta, involucrándose en relaciones sociales y, en algunos
casos, iniciando relaciones románticas o sexuales. La descripción de los adolescentes a menudo
cae en lugares comunes basados en prejuicios, etiquetándolos como rebeldes o solidarios.

El adultocentrismo es una perspectiva que surge cuando los adultos ven el mundo adolescente
desde su propia óptica, imponiendo expectativas y considerando "normales" a aquellos
jóvenes que cumplen con ciertos estándares adultos. Esta perspectiva refleja una relación
asimétrica de poder entre adultos y jóvenes, arraigada en valores patriarcales. Con la
instauración de los derechos de niños, niñas y adolescentes, surge la necesidad de cuestionar
los límites de la autoridad adulta y reflexionar sobre sus derechos y responsabilidades en este
nuevo escenario.

La adolescencia es una etapa de gran potencial, caracterizada por cambios positivos


impulsados por la capacidad de los adolescentes para aprender rápidamente, experimentar
situaciones diversas, desarrollar el pensamiento crítico, ser creativos y socializar en diferentes
espacios. Aunque comúnmente se asocia la juventud con la adolescencia, el término
"juventud" es más amplio y se refiere al periodo entre los 15 y los 24 años, siendo una
categoría sociocultural definida por procesos psicosociales más que biológicos.

La definición de la Organización Mundial de la Salud (OMS) destaca que la juventud se


caracteriza por procesos psicosociales que llevan a la adopción de estilos de vida que permiten
condiciones sociales autosuficientes. El desarrollo de la autonomía en los jóvenes es
fundamental, y la sociedad, el Estado y la comunidad deben acompañar este proceso para
evitar la exclusión de los jóvenes en el desarrollo y el ejercicio ciudadano. Invertir en los
adolescentes, según Unicef, puede interrumpir el ciclo de pobreza y falta de equidad, ya que el
progreso económico y social de los países depende de aprovechar el potencial, la energía y las
habilidades de los jóvenes.

Cuando se menciona la juventud, se está haciendo referencia a una condición social con
cualidades específicas que se manifiestan de diversas maneras según la época histórica y la
sociedad analizada. Es más preciso hablar de "juventudes" en plural, ya que son condiciones
históricamente construidas determinadas por variables como el sexo, género, condición social,
etnia, oportunidades socioeconómicas y territorialidades.

A lo largo de la historia, el concepto de juventud ha evolucionado. En la Antigua Roma, se


clasificaba a los individuos como puer (menor de 15 años), adolescente (entre 15 y 30 años) y
joven (entre 30 y 45 años). En la Edad Media, se dividía la vida en siete edades, y la
adolescencia abarcaba de los 14 a los 21 años, siendo la etapa en la que se tenía la aptitud para
engendrar pero aún se estaba en condiciones de crecimiento. La juventud, en esta clasificación,
era la cuarta edad y se extendía hasta los 45 o 50 años.

El concepto moderno de juventud comenzó a construirse en la Modernidad, a partir de los


cambios tecnológicos, sociales y culturales de la Revolución Industrial y el desarrollo del
capitalismo. La conceptualización del término ha ido ampliándose para incluir a diferentes
grupos, inicialmente limitado a varones de la burguesía y luego incorporando mujeres, jóvenes
trabajadores y rurales.

La noción de juventud surge como una invención de la sociedad moderna del siglo XVIII, en un
contexto en el que se necesitaba mano de obra más barata y calificada para impulsar las
revoluciones burguesas y la transformación económica. La introducción masiva de artefactos
tecnológicos desafió las formas tradicionales y artesanales de producción, generando la
necesidad de una nueva categoría de sujetos: los jóvenes.

Con el desarrollo técnico e industrial, la formación educativa se volvió esencial para el trabajo,
llevando a la implementación de sistemas de educación obligatoria, primero primaria y luego
secundaria, en las principales ciudades. Antes del siglo XVIII, en sociedades rurales, los niños
comenzaban a trabajar con sus padres a una edad temprana, sin la necesidad de educación
formal. Sin embargo, con la industrialización y la concentración de la población joven en las
fábricas urbanas, se estableció un grupo específico de jóvenes en las ciudades.

Aunque la idea de juventud como un grupo social con pautas de comportamiento propias
comenzó a emerger en la década de 1950, con la expansión del acceso a la educación
universitaria, algunos estudios sugieren que antes de este periodo, la juventud se veía más
como una etapa previa a la entrada al mundo adulto, caracterizada por la incorporación al
mercado laboral y la formación de una familia.

En el siglo XXI, el concepto de juventud ha experimentado modificaciones, y sus límites etarios


se han vuelto más difusos.

En la historia argentina, las últimas décadas del siglo XIX y la primera mitad del siglo XX
estuvieron marcadas por oleadas migratorias, principalmente de hombres jóvenes que llegaron
al país buscando escapar de las guerras y crisis económicas en sus lugares de origen. Estos
jóvenes se integraron al mercado laboral y formaron sus propias familias.
En ese periodo, el acceso a la educación universitaria estaba reservado para una pequeña elite
social. Sin embargo, en 1918, estudiantes de la Universidad de Córdoba lideraron la Reforma
Universitaria, abriendo las puertas de la universidad a estudiantes de nuevas clases medias,
para quienes la educación se convirtió en una vía importante de movilidad social.

En el siglo XX, los jóvenes desempeñaron un papel destacado en el escenario político


argentino. El movimiento estudiantil de la Reforma Universitaria fue un antecedente
significativo, pero a fines de los años 60, el movimiento tomó mayor fuerza, influenciado por
eventos como el Mayo Francés y el movimiento hippie. Este periodo también estuvo marcado
por cuestionamientos a instituciones tradicionales y la promoción de la diversidad, así como la
lucha por la igualdad y la justicia.

A principios de la década del 70, la juventud estaba altamente movilizada, pero este periodo
coincidió con la irrupción de grupos reaccionarios civiles y militares, dando lugar a una etapa
de represión, secuestros, torturas y asesinatos, principalmente dirigidos hacia jóvenes.

El final de la última dictadura militar y el retorno a la democracia fueron momentos de


recuperación de la libertad, aunque también estuvieron marcados por profundas crisis políticas
y económicas. La cultura experimentó una amplia gama de expresiones que habían sido
censuradas en años anteriores. Con el tiempo, surgió la "movida under" o "contracultura", que
coexistió con la expansión del consumo iniciada en los años 90.

La juventud es una categoría cultural construida por cada sociedad, influenciada por valores,
normas y pautas consensuadas en cada época. Estas representaciones sobre los jóvenes se
aprenden en la familia, la escuela, se refuerzan en la comunidad y a través de los medios de
comunicación. Comprender la juventud implica reconocer que es una construcción cultural
adaptada a las necesidades y aspiraciones específicas de una época determinada.

Dentro de un mismo país, la juventud se ve afectada por las divisiones sociales, económicas,
políticas, culturales y de género existentes en la sociedad, incluso en un mismo periodo de
tiempo. A lo largo de la historia, la percepción de la juventud ha evolucionado, y aunque la idea
actual pueda estar más globalizada, cada etapa histórica tiene una visión diferente de los
jóvenes.

En la sociedad occidental, especialmente a partir de los siglos XVIII y XIX, la juventud fue
identificada como una capa social privilegiada, gozando de un periodo de permisividad entre la
madurez biológica y social. Sin embargo, este privilegio estaba dirigido principalmente a los
jóvenes de sectores más favorecidos, quienes podían postergar responsabilidades como formar
un hogar, trabajar o tener hijos para dedicarse al estudio.

En los años 70, los jóvenes adquirieron un papel fundamental en distintos movimientos como
el hippie, las luchas anticolonialistas y antiimperialistas, la resistencia a la guerra de Vietnam y
el Mayo Francés. Desde diversas perspectivas y estrategias, estos jóvenes cuestionaron el
orden establecido, algunos buscando un cambio radical en la sociedad y otros proponiendo
construir un mundo basado en el amor y la libertad. A pesar de las diferencias, compartían la
creencia en la acción colectiva como una herramienta para transformar las sociedades y
alcanzar un futuro mejor.

En la actualidad, nos encontramos inmersos en escenarios de gran complejidad, tanto social


como económica y política. Los rápidos cambios tecnológicos actuales pueden acentuar las
desigualdades y la inequidad en la sociedad. Los jóvenes no conforman un grupo homogéneo,
y comprender sus realidades requiere considerar las características de los entornos en los que
se desenvuelven, como la familia, el grupo de pares, los medios de comunicación, y las normas
y creencias del contexto.

En contextos vulnerables, muchos jóvenes enfrentan condiciones familiares y socioeconómicas


desfavorables. Experimentan presiones significativas para contribuir al sustento familiar, y las
mujeres a menudo asumen responsabilidades adicionales, como el cuidado de hermanos o
adultos mayores, y enfrentan la posibilidad de una maternidad no planificada.

Algunos jóvenes tienen un acceso limitado a instituciones educativas debido a la ubicación


geográfica, la falta de servicios educativos en sus áreas o la imposibilidad de invertir tiempo en
su formación personal. También pueden ser excluidos del sistema educativo formal antes de
consolidar habilidades básicas o marginados dentro del sistema sin adquirir conocimientos o
habilidades debido a las carencias en sus contextos.

En situaciones de marginalidad socioeconómica, los jóvenes desarrollan una visión pesimista


de sus vidas y adoptan actitudes pasivas frente a los condicionamientos que limitan la
posibilidad de construir proyectos propios. Las limitaciones en sus oportunidades de desarrollo
surgen de desventajas estructurales y la falta de estímulos y apoyo contextualizado para los
conocimientos adquiridos.

Aunque la vulnerabilidad socioeconómica es común, existen otras situaciones que también


afectan a los jóvenes, como la inseguridad, la violencia, las adicciones, la disolución de la
familia y diferentes discapacidades, tanto físicas como psíquicas. Estos desafíos impactan la
calidad de vida de los adolescentes y jóvenes, y no se limitan a los sectores de menores
recursos, extendiéndose también a los sectores medios y altos.

En Argentina, la población rural representa alrededor del 10% del total, y según Unicef, a los 15
años de edad, un cuarto de esta población no asiste a la escuela. A los 19 años, el 57% no
asiste a la escuela ni ha finalizado la secundaria. Desde el año 2012, Unicef ha estado
involucrado en un proyecto innovador llamado "Secundaria Rural mediada por TIC", que busca
proporcionar educación secundaria a adolescentes y jóvenes que residen en áreas rurales. El
objetivo es adaptar la escuela secundaria a las necesidades y características de los contextos
rurales, utilizando entornos virtuales como un nexo entre jóvenes que viven en diferentes
parajes, contribuyendo así a garantizar el derecho a la educación secundaria en localidades
aisladas.

Las comunidades rurales dispersas enfrentan desafíos, como una baja población y los costos
elevados de mantener una escuela y un cuerpo docente. Históricamente, la exclusión y la
vulnerabilidad de estas poblaciones se reflejan en la falta de oportunidades educativas.
Además, en estos lugares, hay una mayor presencia de pueblos originarios en comparación con
el ámbito urbano, lo que agrega particularidades en relación con las propuestas pedagógicas
que deben contemplar otras lenguas y tradiciones.

Investigaciones recientes indican que la experiencia de la juventud varía según la clase social de
origen. Los jóvenes de clases medias y altas tienen un periodo de espera, denominado
"moratoria social", durante el cual su entorno familiar, económico y social les brinda tiempo
para prepararse antes de ingresar al mundo adulto. Estos jóvenes suelen postergar
voluntariamente planes como trabajar, formar una familia y tener hijos, dedicándose a estudiar
y prepararse académicamente. Disponen de más tiempo para enriquecer sus conocimientos a
través de experiencias sociales y acceso a bienes culturales. Esta capa social goza de ciertos
privilegios, con un periodo de permisividad que media entre la madurez biológica y la madurez
social, permitiéndoles postergar exigencias vinculadas al ingreso pleno a la madurez social.

En la adolescencia, se produce una transición significativa en las familias, marcada por los
cambios biológicos que experimentan los adolescentes durante la pubertad. Aunque hay una
diversidad de construcciones familiares, la familia se define como la unión de personas que
comparten un proyecto de vida en común, con compromiso personal e intensas relaciones de
intimidad, reciprocidad y dependencia.

Durante esta etapa, algunos padres pueden resistirse a aceptar la transición de tener hijos
pequeños a tener adolescentes, aferrándose a la etapa de la infancia. Otros pueden percibir a
los jóvenes como capaces de valerse por sí mismos y buscar intimidad, lo que puede hacer que
los adolescentes se sientan abandonados o solos.

La adolescencia implica enfrentar diversos procesos de duelo, que son procesos psicológicos
normales ante la pérdida de un objeto amado. Estos duelos incluyen la pérdida del cuerpo
infantil, la renuncia al rol y la identidad infantiles, y la renuncia a la imagen idealizada de los
padres de la infancia. Estos procesos generan angustia ya que el adolescente debe abandonar
su autoimagen infantil para desarrollar una autoimagen adulta, lo cual incluye el ejercicio de la
sexualidad.

En la adolescencia, los roles familiares a menudo se desestructuran y cambian, con oscilaciones


entre la independencia y la dependencia, lo que puede dar lugar a enfrentamientos entre La
amistad desempeña un papel crucial en la vida de los adolescentes, siendo una relación
afectiva significativa entre dos o más personas. Los jóvenes encuentran comodidad entre sus
pares, quienes están experimentando los mismos cambios físicos y psicológicos. En sus grupos
de amigos, tienen la oportunidad de pertenecer a un círculo donde pueden compartir intereses
comunes como la música, el deporte, la literatura, los videojuegos y otras expresiones
culturales.

La amistad proporciona un espacio donde los adolescentes pueden disminuir las ansiedades y
tensiones durante momentos difíciles. Al cuestionar las ideas o normas de los adultos, buscan
el consejo de sus amigos. Además, pueden plantear nuevas ideas o valores sin temor al ridículo
por parte de los adultos. Estas relaciones cercanas establecidas durante la adolescencia a
menudo sirven como base para la intimidad en la edad adulta. La amistad también brinda
diversión y emoción a través de la compañía y las actividades recreativas compartidas.padres e
hijos.

En la actualidad, muchos jóvenes han adoptado una actitud de retirada de la esfera pública y
buscan afecto y seguridad principalmente entre sus pares y familiares. En entornos urbanos, se
observa la formación de tribus urbanas, pequeños grupos de jóvenes con códigos de
vestimenta, hábitos y lugares de reunión específicos. Estos grupos se comportan de acuerdo
con la ideología de una subcultura, desarrollándose en oposición a la sociedad establecida y sin
un objetivo más allá de satisfacer la necesidad de estar juntos en el presente.

Las tribus urbanas se caracterizan por ser autosegregadas, generando marcas de identidad y
cuestionando los dogmas establecidos. Algunos grupos se centran en aspectos estéticos y
preferencias musicales, como los góticos, los dark o los emos. Otros basan su identidad en la
vestimenta y la imagen, como los otakus o cosplayers, quienes disfrutan disfrazándose de
personajes de ficción.
El consumo y la apropiación de ciertos bienes culturales permiten a los jóvenes expresarse de
manera específica y dramatizar creencias fundamentales de la identidad a la que pertenecen.

La autoestima, definida como la percepción que tenemos de nosotros mismos, experimenta


importantes cambios durante la adolescencia, un periodo crítico caracterizado por
transformaciones físicas y psicológicas. La familia, la escuela, los amigos y los medios de
comunicación contribuyen a modelar esta autoimagen, evaluando atributos considerados
positivos o negativos.

La autoestima influye en el comportamiento y se manifiesta en el grado de satisfacción


personal, así como en la aprobación de uno mismo. Una autoestima positiva facilita la
construcción de relaciones saludables y la afrontación adecuada de los problemas, mientras
que una baja autoestima se traduce en sentimientos negativos como la angustia, la vergüenza y
la culpa.

El contexto social puede afectar negativamente la autoestima, ya que los mandatos y la presión
social llevan a los adolescentes a identificarse con modelos idealizados vinculados a una idea
de perfección que a menudo es inalcanzable. Cumplir con estos estereotipos impacta la
autoestima y puede dar lugar a diversas conductas destructivas.

Los tatuajes y los piercings, fenómenos que han crecido en popularidad no solo entre los
jóvenes sino también en adultos, han sido apropiados de rituales de diversas culturas en todo
el mundo. Estas prácticas, que en el pasado fueron distintivos de presidiarios y marineros, han
evolucionado y adquirido nuevos significados en la cultura occidental actual. Algunos
argumentan que representan la traslación de rituales del pasado, mientras que otros creen que
son expresiones de significaciones subjetivas más que manifestaciones de rebeldía individual.

La Guerra de las Malvinas fue un conflicto bélico que enfrentó a Argentina y al Reino Unido,
llevado a cabo al final de la última dictadura militar en Argentina. Los jóvenes combatientes
argentinos involucrados en la guerra tenían edades comprendidas entre los 18 y 20 años. Estos
soldados carecían de entrenamiento, preparación adecuada y suficiente suministro de
alimentos. La guerra, que tuvo lugar en 1982, resultó en la ocupación británica de las islas
Malvinas, un territorio reclamado por Argentina.

Malala Yousafzai es una joven pakistaní de 21 años reconocida a nivel mundial por su activismo
en favor de la educación de las mujeres y los derechos civiles. Ganó el Premio Sájarov de
Libertad de Conciencia otorgado por el Parlamento Europeo y el Premio Nobel de la Paz en
2014, cuando tenía 15 años.

Malala, estudiante de la Universidad de Oxford, expresó su orgullo por su religión y su país en


una entrevista con Reuters. Aunque aún espera autorización de seguridad para visitar su ciudad
natal, Swat, se mostró emocionada y feliz por regresar a Pakistán. Extraña la naturaleza, las
montañas y hasta las calles sucias, así como a sus amigos y las charlas sobre la vida escolar.

Su camino hacia convertirse en la ganadora más joven del Premio Nobel comenzó cuando el
movimiento talibán local tomó el control de Swat en 2007, cuando ella tenía 9 años.
Prohibieron la televisión, la música y la educación para niñas, e incendiaron cerca de 200
escuelas.
Malala recordó el miedo constante durante esa época, temiendo por su vida cada noche. Su
padre, profesor en una escuela para niñas, logró mantenerla abierta hasta principios de 2009.
Después de que el ejército paquistaní expulsara a los talibanes en 2009, se convirtió en un
símbolo de la educación para las niñas a través de un blog y un documental.

Fue blanco de un ataque talibán en 2012, donde un hombre armado le disparó en un autobús.
Después del ataque, fue llevada a Gran Bretaña para ser operada y ha permanecido en el
extranjero desde entonces. Ha continuado su activismo, escribiendo un bestseller y fundando
una organización que aboga por la educación de las niñas en todo el mundo. En 2014, recibió el
Premio Nobel de la Paz junto con un activista indio.

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