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G02 Alien Protector's Stars Fated Mates of The Winged Barbarians Melissa
G02 Alien Protector's Stars Fated Mates of The Winged Barbarians Melissa
ALANA
MAVYX
***
La cabaña de Rynn es más grande que todas las demás. Es su derecho como
Alta Lanza. Ha sido así desde que su padre fue Alta Lanza y los Altas Lanzas que le
precedieron. Cuando éramos jóvenes, Rynn siempre deseó liderar a nuestro
pueblo, seguir las alas de su padre. Yo, como todos los demás de la tribu, tuve la
oportunidad de desafiar a Rynn antes de que obtuviera el título de Alta Lanza.
Algunos incluso me sugirieron que lo hiciera. Sabía que podía superarlo en
combate cuerpo a cuerpo si llegaba el caso. Incluso tengo las habilidades de caza
superiores.
Pero Rynn nació para liderarnos, y no tiene nada que ver con quién era su
padre. El liderazgo está en sus huesos.
Así que se ganó el honor de ser nuestra Alta Lanza, se ganó la reverencia de
nuestro pueblo, se ganó la puta choza más grande que alberga esta aldea. Y
cuando entro en esa cabaña, mis ojos se posan en cómo su hembra -su Zahreenah-
ha arrimado su pequeño, frágil y femenino cuerpo contra su costado, dando la
bienvenida a la envoltura de su cola alrededor de su muslo y bajando por su
pantorrilla. Él también ganó esto. Se lo ha ganado todo tan fácilmente y sin ningún
desafío.
—Mavyx —me saluda Rynn con una inclinación de cabeza cuando entro. Sus
ojos se clavan en mi pecho, donde ni siquiera me había dado cuenta de que seguía
frotándome las estrellas del corazón. Su hembra humana también lo ve. Dejo caer
la mano y aprieto la mandíbula como si romperme un diente pudiera impedir que
mi pecho se iluminara como una nube de malditas mariposas lunares.
—¿Querías verme? —mis palabras son secas. No es que un Segunda Lanza sea
suave o gentil, pero, incluso para mí, reconozco que sueno tan irritado como un
oso de estrella verde intentando romper un huevo triffi duro como una roca.
Y, a juzgar por la ceja ligeramente levantada y la sutil forma en que desplaza
ligeramente a su hembra detrás de sí, Rynn también lo nota.
Me adelanto y le devuelvo la mirada. Puede que sea mi Alta Lanza, pero él y
yo fuimos los compañeros más cercanos en nuestra juventud, y puedo leerle como
un Anciano lee las Cuevas de la Aurora. Joder, si hasta le ayudé a dominar sus alas
cuando era el último de nuestro grupo de jóvenes que luchaba por alzar el vuelo.
Mi mirada se clava en su nueva postura protectora. ¿Cree que le haría daño a una
hembra? ¡¿Cree que le haría daño a nuestra Alta Oradora?! ¿Es que no me
conoce?
Cruzo los brazos sobre el pecho y Rynn me refleja. Abre la boca para hablar,
pero Zahreenah le interrumpe. —Vale, ¿entonces van a hablar como adultos o
vamos a seguir sufriendo esta mierda de machismo silencioso?
Rynn mira fijamente a su hembra antes de abrir un ala y replegarla; pliega las
plumas tras de sí y se lleva a su compañera con él, arropándola de inmediato como
hace un cuidador para burlarse de una cría bulliciosa. Ella grita y balbucea,
luchando infructuosamente por escapar de entre su espalda y su fuerte ala. —¡Eh!
¡Rynn! —gimotea, con las palabras amortiguadas. Mi amigo me sonríe justo antes
de que su hembra se dé cuenta de que puede zafarse del agarre de su ala burlona
agachándose y escapando por ahí. —Imbécil —murmura, arreglándose el pelo
alborotado.
—Mi compañera tiene razón —dice Rynn, ignorándola juguetonamente, pero
golpeándole el trasero con la cola. —Tenemos que hablar.
—Habla, entonces, hermano —digo, intentando no gruñir demasiado con
cada palabra. Tengo la sospecha de qué es lo que quiere decir mi Alta Lanza, y me
gustaría acabar de una vez.
—Siéntate —señala Rynn al suelo, enfrente de donde se sienta. Su hembra
comienza a dirigirse hacia el nido como si esto no le preocupara, pero Rynn la
levanta de sus pies y la arrastra hasta su regazo en una repugnante muestra de
compañerismo. ¿Es este el comportamiento que ensuciará nuestra aldea si más de
mis machos encuentran a sus propias parejas? Zahreenah aúlla y luego grita,
reubicándose en su asiento sobre mi Lanza Alta. Le golpea juguetonamente en el
pecho. Me gustaría que lo hiciera con más fuerza, tal vez con un golpe en la cabeza
que le hiciera entrar en razón. Se comporta como un idiota y no necesito verlo.
—Has hecho que nuestra reunión termine antes de tiempo, hermano —me
acusa Rynn, justo cuando estoy bajando al suelo. Hago una pausa, le miro y mi
cola se mueve una, dos veces, y me siento completamente. Enderezo la columna y
levanto la barbilla.
—Zarriko tocó a mí hembra —respondo fríamente.
—Alta Lanza Zarriko fue sometido por tu hembra a iniciar ese toque y yo...
—Espera, retrocede —interrumpe Zahreenah, con su manita de hembra
extendida delante de ella. —Alana no es su hembra —hace una pausa para
fulminar con la mirada a su compañero, un gesto que me hace sonreír. Al menos la
mía no es la única hembra a la que le gusta ejercer su dominio. A veces, es como si
no fueran conscientes de lo frágiles que son, estas pequeñas criaturas feroces. —Y
tú —me dice ahora, y veo que la sonrisa se me borra rápidamente de la cara.
—Sólo porque tus estrellas del corazón estén encendidas, no significa que te
pertenezca, Mavyx. Ella es su propia persona.
Soy muy consciente de ello. —No te preocupes, hemos dejado la situación
muy clara entre nosotros.
Zahreenah frunce el ceño. —¿Y eso qué significa?
—Que ninguno de los dos quiere... —hago una pausa, encogiéndome de
hombros, antes de indicar a mi maldición, mi corazón-estrella. —Esto.
Puedo sentir los dos pares de ojos clavados en mí; uno de mi más viejo amigo,
y el otro de su pequeña compañera, esta hembra que claramente ha traído mucha
alegría a su vida. En ambas miradas veo compasión. Se me erizan las plumas. No
tienen por qué compadecerse de mí. Puedo manejar esto, lo he estado
manejando. Sólo me sorprendió que Ah-Lanah extendiera la mano para coger la
de otro macho, eso es todo. Despertó mis instintos protectores, nada más.
—Podría...—Zahreenah empieza antes de hacer una pausa para morderse un
poco el labio. —¿Se irán? —mueve la cabeza hacia mi pecho. —Si Alana y tú los
ignoran y se evitan, ¿desaparecerán?
Nos pregunta a los dos, pero busca la respuesta en su compañero.
¿Se desvanecerán? La pregunta en sí me revuelve las tripas.
Y entonces vuelvo a irritarme. ¿Por qué es esa mi primera reacción? ¿No lo
solucionaría todo? ¿No arreglaría este terrible error que me han endosado las
Diosas? —No, no se desvanecerán —gruño, poniéndome en pie para marcharme.
Tengo que planificar el entrenamiento de mi Protector. No tengo tiempo para
sentarme aquí y hablar de estrellas-corazón que se desvanecen. —Es mi problema,
de nadie más —me doy la vuelta, a punto de alejarme de esta cabaña y de esta
conversación.
—Se convirtió en mi problema cuando gruñiste a un Lanza Alta, hermano
—dice Rynn, su voz como una descarga de agua fresca de montaña sobre la piel
caliente. —Será mi problema si continúas agitando a Ah-Lanah también.
Me tiembla la cola. Flexiono las manos a los lados. Pasa un momento de
silencio en esta enorme cabaña. Con gran esfuerzo, desencajo la mandíbula y
asiento con la cabeza antes de marcharme. ¿Quizás debería haber desafiado a
Rynn por su título hace tantos años? Tal vez entonces, yo, como Alta Lanza, podría
haber puesto fin a estas estúpidas reuniones.
Aunque no habría ninguna diferencia en lo que respecta a Ah-Lanah.
Capítulo 3
ALANA
ALANA
Resulta que Aloryk es un buen tipo. Para ser un hombre pájaro. Es respetuoso
tanto con Bea como con Chastity y tampoco intenta nada conmigo. De todas
formas, no le vendría nada mal, ya que mi cercanía ya ha hecho saltar una alarma
de apareamiento Trixikka y Mavyx probablemente mataría a Aloryk (o Ricky, como
Chastity ha empezado a llamarle) si alguna vez se enterara de que se ha acercado
demasiado a mí.
Hizo muchas preguntas sobre la Tierra, sobre los machos humanos y sobre
cómo elegiríamos a nuestras “parejas” en casa. Dejé que los demás respondieran.
Cualquiera que fuera el criterio que había utilizado cuando empecé a salir con Josh
era claramente defectuoso, ya que había caído en toda su mierda y algo más.
Todavía no puedo creer que aceptara su mierda de “vamos a formar una familia”.
No habíamos empezado a “intentarlo” propiamente dicho, no realmente, pero él
había mencionado más de una vez que le encantaría verme como la madre de sus
hijos y yo... bueno, al parecer había dejado que esa idea sustituyera a algunas de
mis neuronas porque no estábamos siendo tan cuidadosos como de costumbre.
Todo el tiempo me decía a mí misma que si sucedía, entonces estaba destinado a
suceder.
Dios, soy una maldita idiota.
¿Con cuántas otras mujeres se acostaba mientras me contaba la historia de la
pequeña familia feliz que íbamos a formar juntos?
—¿Estás bien? —pregunta Bea en voz baja, inclinándose mientras Chastity, al
parecer, trata de explicarle a Aloryk las maravillas de Tinder.
—¿Hm? —estoy a mil millones de kilómetros cuando pregunta. De pie en la
puerta de la oficina de Josh, viendo su mano agarrando un vestido amarillo
ranúnculo antes de que se dé cuenta de que estoy allí. Antes de que se dé cuenta
de lo que estoy presenciando.
Bea se fija en mi rodilla, la que está más cerca de la suya. Está rebotando.
—Pareces incómoda —susurra.
Le sonrío agradecida y hago un esfuerzo por dejar de moverme y de divagar.
Es inútil revivir aquel horrible recuerdo. Una parte retorcida de mí se pregunta qué
pensarán las autoridades de mi país de mi desaparición. Mis compañeros de
trabajo y mis amigas estarán preocupados. Y he visto suficientes documentales de
crímenes reales como para saber que todo el mundo mira primero al compañero,
y yo gritándole a Josh y dándole una bofetada en toda la cara mientras intentaba
subirse los pantalones tampoco le habría sentado bien. Algunas personas en su
oficina deben haber oído eso. ¿Es malo que me deleite un poco con ese
pensamiento? Él no es responsable de mi desaparición, pero es un pedazo de
mierda. Normalmente, soy una mujer bastante sensata, pero eso... esa mierda
dolió y ahora mismo, no me importa si me convierte en una persona horrible
admitir que me siento un poco más ligera al pensar que ahora mismo está metido
en algún lío.
Mi rodilla deja de rebotar y sonrío a Bea. La sonrisa es sincera porque, al
parecer, soy una zorra. —Estoy bien —le digo, y me vuelvo hacia la conversación
que están manteniendo los otros dos.
—Entonces —empieza Aloryk, tratando de entender. —¿Hay un pequeño
recipiente en tu mano con muchas posibles parejas dentro?
—Más o menos —se encoge de hombros Chastity, que sigue picoteando la
comida que tenemos delante.
—¿Y las hembras... 'deslizan a la derecha' para atraer al macho elegido y a la
izquierda para rechazar a los machos indignos? —se detiene un momento para
reflexionar sobre esta información. —¿Cómo caben todos los machos dentro del
contenedor? ¿Hay hechicería encogedora en su tierra natal? —sus ojos se
entrecierran rápidamente mientras su cola se mueve y sus estrellas de piel
trabajan doblemente en sus sienes. —¿Qué tamaño tienen normalmente los
machos humanos?
—No tan grande como Trixikka —digo riendo. —Pero no tan pequeño como
para caber físicamente en un teléfono. No funciona así. Es... es más como una
imagen...
—¿Un grabado rupestre? —dice, con sus ojos violetas encendidos.
Mi cabeza se balancea de un lado a otro mientras sopeso cómo explicar mejor
un teléfono móvil a una raza bárbara. Mirando a Chastity sólo consigo que se
encoja de hombros. —Más o menos —acepto porque es más fácil. —Deslizas el
dedo a la derecha y son... invocados —digo la última palabra con dramatismo
añadido y un movimiento de mis manos, sólo para hacer volar su mente Trixika.
Con lo abiertos que se ponen los ojos de Aloryk, creo que lo he conseguido.
—¿De verdad? ¿Puedes lograrlo? ¿Funciona con las hembras? ¿Puedo convocar a
mi pareja si dibujo su imagen en las paredes de la Cueva Madre?
—¿Cómo sabes que tu compañera no está ya aquí, Ricky? —pregunta
Chastity, sorbiendo la bebida fermentada que Aloryk trajo para nosotros.
La sonrisa que esboza es de confianza y conocimiento. —La he visto y no es
ninguna de las hembras de ninguna de las dos tribus que he presenciado. Las
Diosas han empezado a enviármela en sueños. Es humana y su cuerpo es suave,
redondeado y hermoso —pone una mirada lejana en sus ojos mientras esa sonrisa
complacida permanece intacta. —Su pelo es del mismo color que una flor mishi...
—de repente, todas las estrellas de la piel de Aloryk, que parpadean lentamente,
adquieren un bonito tono lavanda y me pregunto si se refiere a ese color. ¿Esta
mujer de sus sueños tiene el pelo morado? ¿Quién será? ¿Una de las chicas de las
cápsulas? ¿O es sólo un sueño tonto que no significa nada? —Y tiene un grabado
en la piel. Justo aquí... —se frota la clavícula una y otra vez con un dedo, trazando
una forma específica hasta que sus estrellas de piel lavanda empiezan a actuar
como tinta brillante en el mismo lugar, iluminando el dibujo de su piel. —El
grabado de la piel es esta curiosa forma —admite.
Parpadeo ante el brillante tatuaje temporal que Aloryk acaba de hacerse con
su propio toque y vuelvo a mirarle a la cara. —¿No sabes qué es esa forma?
—niega con la cabeza. —Es un corazón —le digo, y la forma en que se le ilumina la
cara es contagiosa.
—¿Son sus estrellas-corazón humanas? ¿Ya las lleva puestas para mí?
Ay, caray. Es como si este enorme y musculoso guerrero de dos metros se
hubiera convertido en un cachorro. Y no quiero ser quien tenga que patear al
cachorro, pero si esta chica es real y aparece un día, él no puede reclamarla como
suya por un sueño que tuvo una vez. —No, la verdad es que no —digo,
observando cómo su piel-estrella empieza a ralentizarse en su excitable llamarada.
Levanto el brazo y subo la manga del pijama rosa que sigo insistiendo en llevar casi
todos los días. —Tengo uno aquí —le digo. Lo compré cuando perdí a mi madre.
Pero no se lo digo. No tiene por qué saberlo, nadie tiene por qué saberlo. Miro la
estrella que tengo en la parte interior del brazo. El diseño es sencillo, pero las
puntas son largas y alargadas, lo que hace que la forma sea elegante a mis ojos. La
estrella más brillante del cielo. Esa era mi madre. —Se llama tatuaje. Los humanos
se los hacen por todo tipo de razones —Aloryk se queda mirando mi tinta
pensativo. No siento la necesidad de entrar en detalles, así que me bajo la manga
antes de que pueda verlo bien. —¿Tienen los Trixikka algo así? —pregunto,
tratando de desviar la conversación.
Aloryk acaba quedándose con nosotros un buen rato más mientras hablamos.
Está tan lleno de preguntas sobre las citas humanas y las costumbres de la Tierra
que es como si estuviera estudiando para un examen sorpresa por la mañana. Le
hacemos unas cuantas y él responde encantado. Incluso con sus rápidas
investigaciones sobre lo que nos mueve a las chicas, Aloryk es una buena
compañía. Es todo sonrisas y risas. Y parece que le encanta explicarnos las
tradiciones de Trixikka. Incluso Bea se encariñó mucho con él, al tener que
consolar a un Aloryk angustiado cuando Chastity bromeó con que las mujeres
humanas dejarían a un hombre por no tener ninguna habilidad en la cama. De
repente, el pobre insistió en recibir instrucciones precisas sobre cómo complacer a
su futura pareja.
Cuando por fin se va, la cabaña de las chicas parece mucho más tranquila y
apagada. Chastity parece haber agotado su interminable afición por los chistes de
pollas y Bea... bueno, Bea es su reservada habitual. Ambas se acuestan en uno de
los dos enormes (y sorprendentemente cómodos) nidos-cama que el Trixikka
construyó para nosotras. Pero mi mente está inquieta. Ojalá Aloryk se hubiera
quedado un poco más. Podríamos haber bajado la voz mientras las otras dos
dormían. Todavía tengo preguntas sobre el Trixikka - principalmente cómo crían a
sus jóvenes. O, en todo caso, cómo llegan a ser sus crías. Sé que dicen que su
espeluznante Templo les da las crías, pero a mí eso me parece un poco jodido.
Y si estoy embarazada, ¿cómo van a reaccionar...?
No. No, no tengo que pensar en eso porque no va a pasar. Mi mente
estúpidamente va a Mavyx. ¿Cómo reaccionaría ese cavernícola con cerebro de
pluma si tengo un bollo en el horno? Sacudo la cabeza. ¿Por qué demonios
debería importarme? Creo que algo de esa bebida fermentada se me ha subido a
la cabeza. Dios, ¿debería haber bebido algo de eso si... si hay alguna posibilidad de
que...?
Me siento en espiral. Tanto Bea como Chastity están en su nido,
acomodándose de espaldas a mí. Podría unirme a ellas. Podría desahogarme con
ellas ahora mismo. Las chicas estamos juntas en esto, ¿verdad? Doy un paso hacia
ellas y dudo. Sería una buena idea, creo; aligerar la carga. Aliviar mis problemas.
Serena lo sabe, pero está ocupada y enamorada de su pareja y...
Se me revuelve el estómago. La forma en que mi mente acepta tan fácilmente
el término “compañero”, como si fuera normal, como si una parte de mí estuviera
de acuerdo con que los destellos superespeciales de los hombres pájaro
significaran algo. Mi labio se tuerce de asco y me encuentro retrocediendo y
saliendo directamente de la cabaña hacia la noche. Por extraño que parezca, no
hay ningún guardia, pero no importa, no tengo adónde ir. Me quedo mirando el
cielo cubierto de estrellas, intentando encontrar la más brillante para no sentirme
tan sola. Cuando la encuentro, miro y miro hasta que el escozor húmedo de mis
ojos es demasiado y mis párpados se cierran con mi cara todavía inclinada hacia la
noche.
—Tengo miedo, mamá —susurro a la estrella.
Capítulo 5
MAVYX
MAVYX
ALANA
MAVYX
Ah-Lanah ha estado tan irritable y espinosa como un cerdo de la selva con una
camada que defender estos últimos días. Debo decir que mis sentimientos
también son afines a los suyos, y mis aprendices cada vez desconfían más de mi
estado de ánimo. No quiero ser brusco ni gruñir. No quiero presionarlos más de lo
necesario. Y, ciertamente no quise tomar al pobre Gryllx por la garganta esa vez.
Fue sólo que... él la había tocado. Tocó a mí Ah-Lanah. Puedo echarle la culpa a
ese delicioso aroma suyo que perfumaba el aire, pero sé que habría sentido lo
mismo si hubiera olido como siempre: me seguiría gustando. Me gustaría
demasiado, si soy sincero conmigo mismo. Y seguiría sediento por derramar la
sangre de cualquier macho que se hubiera atrevido a intentar arrebatármela.
Aunque había sido un reto que había puesto a sus pies momentos antes.
¿Qué me pasa? ¿Por qué debo ser maldecido con estos sentimientos? ¿Por
qué las Diosas tienen que atormentarme con esta hembra que no puedo tener?
He mantenido las distancias desde aquel día en que su olor me hizo salivar
como un voraz sabueso de montaña. No quería que realizara el sagrado acto de
besar su coño y, si no me hubiera exigido que la devolviera a la aldea, podría
haberme arrodillado y suplicado. Al menos puedo agradecerle esa pequeña
misericordia.
Resoplo para mis adentros desde mi rocosa percha, mi posición estratégica
por encima de la tribu. Imagínatelo: la poderosa Segunda Lanza de mi pueblo de
rodillas y suplicando. Nunca he suplicado por nada en mi vida, pero ella...
Agazapado, mis ojos se fijan en la singular figura de la hembra en cuestión,
allá abajo. Mi cola se desliza por el suelo rocoso detrás de mí, pequeñas piedras
chasquean, se desmoronan y tropiezan en la ladera de la montaña con mi
movimiento. Siento una frustración increíble. Siento un picor, un picor más
profundo que mi piel, y por mucho que lo intento, no puedo rascarlo, no puedo
desterrarlo, no encuentro alivio.
Me avergüenza admitir que he llenado semilleros en la intimidad de mi choza
estas últimas noches, y no tengo intención de hacer ofrendas al Templo. Nunca he
tocado mi polla de tal manera sin este propósito, el propósito de honrar a mi
Templo. Pero ahora, cuando lo hago, cuando agarro mi polla rígida y la acaricio
hasta liberarla, lo hago con Ah-Lanah en mi mente. Su rostro, su aroma, su voz, su
hermoso trasero sin cola, todo me estimula hasta que mi olla está a punto de
rebosar.
He pensado en dejarle la ofrenda en la cabaña de la hembra, pero sé que no la
aceptaría. Todas las hembras tienen cuidado de ni siquiera tocar las vainas de
semillas que se les dejan, así que creo que quizá no sea un regalo de honor típico
de su lugar de origen. No, si quisiera dejarle algo a Ah-Lanah tendría que ser...
Sacudo la cabeza. Ella no quiere nada de mí y debería recordarlo, tonto que
soy.
Respiro hondo y cierro los ojos para contemplar el sol abrasador. Estiro las
alas y disfruto del calor que se filtra entre mis plumas. Tengo que pensar en
entrenar a mis Protectores. Tengo que pensar cuándo será la próxima cacería para
reunir más presas para nuestros almacenes. Tengo que pensar en los grupos de
búsqueda que seguimos enviando a diario: dónde han cubierto y dónde tienen
que buscar ahora a las hembras desaparecidas. Tantas cosas que necesitan
espacio en mi mente en este momento, pero todavía todo lo que hay es Ah-Lanah.
Vuelvo a abrir los ojos y la busco abajo. No está junto a la hoguera como
antes, pero no tardo en fijarme en su pelo oscuro y su hermosa y suave figura.
Cuando la encuentro, sin embargo, no puedo evitar el gruñido que amenaza mi
garganta. Esa maldita hembra está sola y, lo que, es más, se encuentra a las
afueras de la aldea, dirigiéndose directamente hacia el denso bosque. ¿Qué
pretende poniéndose en semejante peligro?
Mis manos se cierran en puños. ¿Por qué nadie la vigila? ¿Por qué han
considerado oportuno comprometer su seguridad? Por toda la aldea hay
Protectores y machos apostados, pero muchos de ellos son laxos en su vigilancia.
Con un gruñido y la promesa de hacer que mis machos se arrepientan de su
incompetencia, me lanzo de cabeza montaña abajo; mis alas se cierran en el
rápido descenso y luego se extienden, atrapadas por una corriente ascendente.
Planeo a través de mi aldea hacia la selva donde mi hembra acababa de
desaparecer, sintiendo que mi ira se reduce a fuego lento cuanto más me acerco.
¿En qué está pensando? ¿No se da cuenta de lo peligroso que es para una
criaturita blanda como ella adentrarse sola en el bosque? Puede que Ah-Lanah
tenga la mente y la lengua más agudas que he conocido, pero su cuerpo humano
es básicamente indefenso. Tierno y vulnerable, listo para que algo venga y la
devore.
En silencio, desciendo en picado y aterrizo en un robusto árbol gubb-gubb,
cuyas enredaderas aterciopeladas de color rosa brillante se extienden hacia el
exterior, casi estrangulando a los demás árboles que lo rodean. Sigilosamente, me
deslizo de rama en rama, deteniéndome sólo para olfatear el aire. Mi Ah-Lanah
está cerca, y su aroma está cambiando al mismo delicioso de antes. ¿Es por esto
que se separó de la tribu? ¿Para distanciarse de los demás mientras su cuerpo
desprende ese perfume gloriosamente curioso?
En los días transcurridos desde aquella primera vez que percibí ese aroma, me
había dado cuenta de que había olido algo... parecido. El olor de Serena, la
compañera de mi Alta Lanza, a veces cambia cuando Rynn pone su boca en la de
ella para sus “keesses”. Normalmente la llevaba a su cabaña cuando su olor era
particularmente fuerte. Era un aroma agradable, pero ni de lejos tan tentador
como el de mi Ah-Lanah. Y cuando mi Alta Lanza y mi Dama Alta Lanza regresan,
Serena luce mejillas rosadas y el propio aroma de mi amigo por toda ella. ¿Quizás
sin permitir que un macho la lleve a su cabaña, una hembra que experimenta este
cambio en su cuerpo normalmente se aleja hasta que vuelve su olor habitual? ¿Es
esto lo que está haciendo? ¿Escondiéndose de los machos?
Todos mis instintos me gritan que grite en lo más profundo de la selva para
que Ah-Lanah aparezca y le exija que me explique por qué pensó que ponerse en
peligro era una buena idea. Pero, ¿y si hay algo que no entiendo de la situación?
Las hembras son confusas, sobre todo las humanas. Así que continúo
adentrándome en la jungla, buscándola como si fuera una cacería. Justo cuando
mi corazón empieza a agitarse nervioso en mi pecho ante la idea de no poder
encontrarla, capto de nuevo ese exquisito aroma en el aire. Espeso y embriagador,
cierro los ojos con un gemido silencioso para deleitarme mejor con su aroma.
Puede que sea lo único que tenga de ella, así que quiero saborearlo.
Desde algún lugar de la selva umbría, bajo uno de los árboles nocturnos de
hojas oscuras, llega a mis oídos un gemido y, de repente, todo mi cuerpo se
enciende. Las estrellas me recorren la piel porque reconozco ese ruido como el
que Ah-Lanah había hecho mientras su cuerpo se retorcía contra mí cuando la
tenía apretada contra la pared de la cueva. ¿Qué hace ahí abajo?
Despacio, en silencio, navego de árbol en árbol, deteniéndome a escuchar y a
oler el aire. Estoy cerca de ella, lo sé. Dejar escapar un gemido fue su mayor error,
y mi mayor bendición. Allí abajo, sentada de espaldas al árbol nocturno, Ah-Lanah
tiene la cara vuelta hacia la frondosa selva, pero los ojos permanecen cerrados y
los labios entreabiertos.
Tiene una línea desesperada en la frente que no puedo apartar hasta que mis
ojos captan un movimiento espasmódico y nervioso. Mi atenta mirada se desplaza
hacia la delicada inclinación de su hombro, baja por su brazo dorado y marrón
hasta donde su mano desaparece dentro del cubrepiernas rosa. Me siento confuso
durante unos instantes. No consigo relacionar los gemidos y los jadeos con la
imagen que tengo ante mí, pero me golpea como un potente rayo.
Ese impulso que tenía de acariciarme la polla por la noche, el impulso de
experimentar el alivio temporal de ese escurridizo picor cuando derramaba mi
semilla... ¿Sienten las mujeres un impulso similar? ¿Derramará Ah-Lanah semilla
femenina? ¿Existe tal cosa?
Debo admitir que la curiosidad me invade, y mi polla se pone tiesa al pensarlo.
Pero si esto es algo similar, entonces Ah-Lanah desafió los peligros de la jungla
por algo de privacidad, y aquí estoy yo invadiéndola.
Debería darle la espalda. Debería moverme a otro árbol en lugar del que se
cierne sobre ella. Debería dejarle intimidad.
No hago ninguna de esas cosas.
En lugar de eso, me inclino más sobre ella, oculto en el árbol como un maldito
y taimado Sombra Alada.
Por todas las Diosas del Templo, es increíblemente hermosa así. Nunca he
visto, oído ni olido nada igual, y si he de ser castigado por mirar, que así sea.
Ah-Lanah gime y acelera los movimientos de sus manos bajo la tela rosa. Sus
pies se arquean y sus dedos, curiosamente manchados de rosa, se clavan en la
tierra del suelo del bosque. Contiene la respiración y yo hago lo mismo al ver su
rostro tenso y sus dientes hundiéndose en el labio inferior.
Qué no daría por calmar su propia mordedura con mi boca para avivarla con
un mordisco mío. Me inclino aún más hacia delante, tan concentrado en
observarla que creo que ni siquiera me daría cuenta si los soles gemelos se
cayeran del cielo en ese mismo instante.
De repente, su cuerpo se pone rígido y se mantiene así durante uno o dos
latidos. Su jadeo se interrumpe bruscamente y comienza a jadear, hundiéndose
contra la corteza del árbol. Ah-Lanah retira la mano de entre sus piernas y se
sienta un rato, recuperando la compostura.
No hubo un gran chorro de semilla femenina, así que quizá no sea eso lo que
ocurre. Sin embargo, su olor es más fuerte que nunca, y me marea como si
acabara de beber cinco jarras del embriagador zumo fermentado de fylli.
Sigo observando en silencio mientras Ah-Lanah se recoge y se aparta el pelo
húmedo de la cara y el cuello. Se levanta, se sacude el polvo de su hermosa grupa
y respira hondo antes de emprender el camino de vuelta a la aldea. La sigo desde
lo alto de las copas de los árboles, con un sentimiento de culpa que se contradice
con un sentimiento de deseo al supervisar su regreso a salvo a la tribu. Mis pies no
hacen ruido cuando aterrizan en los suaves y elásticos escombros del suelo de la
selva y me quedo allí, inmóvil entre la sombra de los árboles, observándola
regresar como si no hubiera hecho nada extraordinario.
Pero para mí fue extraordinario.
Tan extraordinario, que casi no noto que la jungla se queda en silencio.
Basta con que algo susurre a mi lado para que todos mis sentidos se activen.
Agarro la daga de piedra vital que llevo atada al muslo y la empujo hacia la
amenaza, hacia arriba y bajo su barbilla.
—Yo también me alegro de verte, Segunda Lanza Mavyx —dice una voz fría y
profunda.
—Tryk —gruño, con la punta de mi espada apoyada en su garganta. Sólo ha
habido unos pocos Trixikka expulsados a la naturaleza para convertirse en Alas
Sombra durante la época de Rynn como Alta Lanza y la mía como su segundo. Tryk
es el único que he vuelto a ver después de su destierro. Supongo que la mayoría
muere ahí fuera. He oído historias de algunos que pierden la cordura e intentan
cruzar las grandes aguas saladas. Pero no Tryk. Tryk nunca dejaría a su hermano
cojo. —¿Cómo llegaste tan cerca sin ser detectado? —pregunto, con sorna. Mis
protectores están ciertamente ausentes hoy. Tendré algunas palabras severas
para ellos.
Al principio no contesta, simplemente se queda ahí, sin hacer ningún
movimiento para defenderse ni atacar. Su calma, unida a las estrellas
ennegrecidas de su piel, me inquietan un poco, aunque nunca se lo diría al propio
Sombra Alada. Parecen feos moratones moteados que aparecen y desaparecen
por su cuerpo. No está bien, y sólo sirve para recordarme que este macho ha
cometido un grave crimen y fue obligado a beber la savia del árbol de la noche
para teñir sus estrellas de negro.
Los ojos de Tryk se posan en mis estrellas-corazón, palpitantes y llenas de vida
y luz. Sus labios se curvan en una sonrisa y levanta la barbilla hacia mi pecho.
—¿Cuál ha sido la causa?
—Eso no es de tu incumbencia, Sombra Alada —escupo.
Asiente con la cabeza, con las sienes ensombrecidas por las estrellas oscuras
de su piel mientras parece reflexionar sobre algo. —Actúas como si tus
Protectores tuvieran algún tipo de dominio sobre las profundidades de la jungla,
Segunda Lanza. No es así —sus ojos oscuros no se apartan de los míos. —Nadie
gobierna la jungla, Mavyx. Lo sé, soy parte de ella —aprieto la mandíbula e inclino
un poco más su barbilla con mi espada, pero continúa. —La del pelo de fuego.
Viene a la selva cuando puede. La he visto, la he observado —por un segundo se
me revuelven las tripas. ¿Ha observado a una de nuestras hembras? ¿Hizo lo que
Ah-Lanah vino a hacer? Un gruñido crece en mi pecho.
Entonces empiezo a odiarme.
¿Cómo puedo sentir ira contra este hombre por algo de lo que soy culpable?
¿De ser testigo de lo que yo mismo he visto? Mi cola se agita detrás de mí al
darme cuenta de que no soy mejor que un despreciado Sombra Alada.
—Llora —dice, y de repente me siento confuso. ¿Chaz-Titi? Ella no lloraría.
Casi me dan ganas de resoplar ante la sola idea. ¿La pequeña a la que llaman Bea?
Sí, se sabe que llora, pero ¿Chaz-Titi? Es tan atrevida y feliz, demasiado feliz a
veces.
—¿Está seguro? ¿Por qué haría algo así? —pregunto, dándole un codazo en la
garganta con mi cuchillo.
Tryk se muestra tranquilo mientras levanta un solo hombro encogiéndose de
hombros. —Ves mucho desde las sombras, Segunda Lanza, y yo sólo puedo decirte
lo que he visto... más de una vez. Se escabulle de tus Protectores, viene al retiro
de la jungla y habla consigo misma en acertijos hasta que se ha reducido a
lágrimas.
No me lo creo. Entornando los ojos, le pregunto: —¿Por qué estás aquí para
presenciar esto, Sombra Alada? Mi Alta Lanza te permite visitarme de vez en
cuando, pero con esto no estaba de acuerdo.
La atención de Tryk se aparta de mí, sus espeluznantes estrellas oscuras
recorren su piel. Siguiendo su línea de visión, veo a la hembra en cuestión, Chaz-
Titi, que sale de su cabaña y se peina con los dedos. Tryk se humedece los labios.
—Sólo estoy vigilando —dice distraídamente, antes de apartar la mirada de la
mujer y levantar un lado de la boca. —Por mi hermano.
Gruño, sacando mi daga. —No dejes que te pille merodeando tan cerca de la
tribu otra vez.
Su expresión no cambia lo más mínimo mientras aguanta mi mirada. —No te
preocupes por mí, Segunda Lanza —dice, dándose la vuelta y fundiéndose en la
oscuridad del bosque. —A mí no me pillan.
De pie entre las sombras de la jungla, siento un malestar inoportuno en el
estómago. No se debe permitir que las hembras vaguen por la jungla a su antojo,
no es seguro. Pero, ¿por qué lo hacen? ¿Qué les impulsa a ponerse en peligro?
Aprieto las manos y lucho contra el gruñido que se me agolpa en el pecho. Yo
no sé de estas cosas. Conozco el combate, el entrenamiento y muchas formas de
matar a un mimyckah.
No sé nada de mujeres.
Capítulo 9
ALANA
***
—Espera, espera, espera —digo una vez que estamos todos apretujados en la
cabaña de las chicas: Chastity, Serena, Bea y yo, además de todas las chicas de la
otra tribu. —¿Qué ha dicho?
Gwen se encoge de hombros y se mete una pieza de fruta en la boca,
masticando mientras responde. —Matticks dijo...
—Mavyx —corrijo, sin saber por qué es importante.
—Mavyx, lo siento, sí. Bueno, se presentó en nuestra aldea esta mañana y dijo
que no era justo que nos mantuviéramos separadas durante tanto tiempo y que se
nos debería permitir reunirnos con más regularidad, no sólo en esas reuniones.
Dijo que algunas de ustedes todavía podrían estar molestas y que tal vez tener
más chicas para hablar ayudaría.
Serena me mira a los ojos y me doy cuenta al instante de lo que está
pensando. Cree que soy yo la que está enfadada. Está preocupada. Hace tiempo
que no tocamos el tema de mi ausencia de la regla y tengo la sensación de que
deja la pelota en mi tejado para que decida si quiero hablar de ello o no. Pues
bien, mi instinto me dice que queme esa pelota y esparza las cenizas al viento.
Aparto los ojos de ella y me aclaro la garganta, cogiendo un trozo de carne
sazonada con la deliciosa mezcla de especias de Zyntarr. Antes de que el bocado
llegue a mis labios, su olor me hace dudar. ¿Se habrá estropeado la carne? Dejo el
trozo en la bandeja de piedra y miro a mi alrededor. Algunas de las otras chicas se
lo están comiendo alegremente. Quizá he elegido un mal corte.
—Entonces, confiesa —dice Skye, —¿Qué pasa? ¿A quién tenemos que
golpear?
Hay un pequeño murmullo de risas, pero nadie responde. Al mirar a mi
alrededor, no puedo evitar pensar que he sido yo quien ha incitado a Mavyx a ir a
buscar ayuda a Zarriko. Los latidos de mi corazón se aceleran en mi pecho y siento
que mis mejillas se calientan. No quiero enfrentarme a esto ahora mismo.
—Me sorprende que Zarriko haya permitido a Mavyx acercarse a él, teniendo
en cuenta su último encuentro —digo, desviando la conversación.
—Oh —Skye ríe entre dientes. —Créeme, tu Mavyx casi se queda con el culo
al aire en cuanto aterrizó.
Dígame, por favor, ¿por qué mi primer instinto es enfadarme ante esa
afirmación? ¿Ha visto a Mavyx? El tipo es enorme y puede manejarse solo. ¡Él es la
Segunda Maldita Lanza por el amor de Dios! Si estas chicas sólo hubieran visto la
forma en que diezmó todos los intentos de sus aprendices de vencerlo el otro día,
entonces entenderían, el hombre sabe lo que hace.
Aflojo la mandíbula y respiro. Skye sigue hablando -algo sobre las chicas
rogándole a Zarriko que hoy sea el día de las chicas-, pero parece que estoy
demasiado absorta en salir en defensa de esa idiota en mi cabeza como para no
seguirle la corriente. ¿Por qué me importa que haya insinuado que uno de sus
hombres-pájaro podría vencer a mi hombre-pájaro?
Tacha eso.
No es mi hombre pájaro.
Urgh.
Estoy tan absorta en mis propios pensamientos que apenas me doy cuenta de
que el tiempo pasa y pronto, el día se funde con la noche y nuestros visitantes son
invitados a comer alrededor del fuego con todos nosotros.
El ambiente general es agradable, aunque algunos de los hombres de Zarriko
actúan como si tuvieran las lanzas clavadas en el culo. Supongo que no se sienten
del todo cómodos en el corazón del territorio de otra tribu. Hay un tipo
imponente, de aspecto aterrador, que no ha dicho ni una palabra, pero que parece
a punto de arrancarle la columna vertebral a cualquier macho que se atreva a
respirar en dirección a Gwen. A ella no parece importarle, incluso se sienta en su
regazo con las piernas cruzadas, utilizándolo como un trono mientras come y
bebe. Todo esto es bastante tierno, si eres capaz de ver más allá de la mirada
asesina de este tipo. Skye y Chastity hablan con todo el mundo, y el tema de
conversación actual parece centrarse en los piercings genitales, con varios Trixikka
de ambas tribus declarando que estarían encantados de perforar lo que quisieran
las dos chicas. Esto, por supuesto, inspira otra ronda de risas. ¿Cuánto han bebido
de esa bebida fermentada?
Zarriko está en plena conversación con Rynn y Serena. Tessa y Bea, a mi lado,
están interrogando a un par de ancianos sobre su extraño asunto del templo. El
fuego ruge entre nosotros y hay mucha comida y bebida.
Pero no tengo hambre. Todo lo que veo delante de mí me revuelve el
estómago, a pesar de que hace unos días me atiborraba de los mismos alimentos.
Qué no daría ahora mismo por una tarrina de helado de menta y chocolate y un
vaso de limonada fría para bajarlo.
Las brasas de la hoguera se elevan en el aire del atardecer cuando vuelvo a
echar un vistazo a la reunión, mis ojos recorren cada rostro iluminado por las
llamas: algunos sonríen, otros están serios, otros se echan hacia atrás entre risas.
Pero falta una cara conocida.
Resulta que es relativamente fácil escabullirse de un grupo de gente cuando
ésta se concentra en pasarlo bien. Lejos de la hoguera central, el pueblo está
escasamente iluminado con pequeños braseros repartidos por aquí y por allá, pero
la mayoría de las cabañas están sumidas en la oscuridad.
Oigo a alguien resoplar como si estuviera moviendo algo pesado y decido
seguir el ruido.
Cuando lo encuentro, Mavyx me da la espalda. Se dobla por la rodilla, rodea
algo grande con los brazos y lo levanta mientras se pone de pie. Sólo cuando lo
deja junto a algo similar me doy cuenta de que está moviendo rocas de formas
toscas.
—¿Este es tu castigo por ir a espaldas de tu Alta Lanza y organizar una reunión
secreta de chicas? —pregunto, cruzándome de brazos y apoyando el hombro en el
lateral de la cabaña de alguien. Mavyx se da la vuelta y, al verme, las estrellas de
su piel se vuelven locas y parece que lo hayan salpicado con pintura fosforescente
de distintos colores. No puedo distinguirlo bien en la oscuridad, pero el efecto le
hace parecer un poco nervioso y no puedo evitar sonreír.
Mirándose las manos, Mavyx juguetea con las tiras de piel fina que se ha
enrollado en las palmas y los nudillos. —Es lo que había que hacer —dice
simplemente, antes de agacharse para mover otra enorme roca con un gruñido,
con los músculos de los brazos hinchados y tensos.
Me quedo callada un momento, aquí de pie, viéndole trabajar. Lleva el pelo
oscuro hasta los hombros recogido en un nudo en la nuca. De algún modo, parece
aún más guapo de lo normal, pero quizá sea la extraña luz de la luna doble y mi
estúpido cerebro cachondo que me juega malas pasadas. —¿Rynn sigue enfadado
por eso? —pregunto, con la voz un poco ronca y tranquila. Cuando Mav lanza una
mirada confusa en mi dirección, me doy cuenta de que la frase podría estar
jugando con el traductor bajo mi lengua. Me acerco un poco más, saliendo de las
sombras de las cabañas circundantes y acercándome al resplandor de las dos lunas
en lo alto del cielo. —¿Sigue enfadado? —aclaro, rodeándome con los brazos. De
alguna manera, siento que Mavyx hizo esto sólo por mí, yendo a espaldas de su
líder y amigo para traer a las otras chicas aquí, y no me gusta la idea de que se
meta en problemas por ello.
Por supuesto, puede que no sea para mí. Sólo estoy haciendo suposiciones
aquí.
—A Rynn le disgustó que no le hubiera hablado de mis planes antes de
ejecutarlos, sí —se inclina para coger lo que parecen un martillo y un cincel hechos
de la bonita piedra parecida al ópalo que brilla al tocarla. —Pero la idea se me
había ocurrido mucho después de que los soles gemelos se hubieran puesto y sólo
los que patrullaban permanecieran despiertos. Mi Alta Lanza no era uno de ellos,
de lo contrario le habría contado mis planes —se pasa el pulgar por la nariz y se
encoge de hombros antes de empezar a trabajar en una gran losa de piedra,
picándola con sus herramientas para darle mejor forma sea cual sea su finalidad.
Con cada golpe del martillo de Mav sobre el cincel, las bonitas “piedras de la vida”
del martillo y el cincel chisporrotean con una breve luz procedente del impacto y
me quedo momentáneamente hipnotizada observando los extraños destellos
luminosos procedentes del interior de las piedras.
—¿Se lo contarías? —me oigo decir, antes de sacudir la cabeza. —¿No habrías
tenido que preguntar?
Mavyx me mira rápidamente, con un mechón de su pelo oscuro cayendo
delante de sus ojos dorados. —Él habría estado de acuerdo en que tu... en que la
felicidad de todas nuestras hembras es importante, y si lo que se necesita es que
me postre ante el Alta Lanza Zarriko para esta reunión, entonces había que
hacerlo.
—¿Arrastrandote? —me encuentro sentada en una de las rocas cercanas que
Mavyx ha reunido para este pequeño proyecto suyo. No me había dado cuenta de
que me estaba acercando. —No puedo imaginarte arrastrándote.
En su rostro se dibuja una sonrisa extremadamente atractiva, pero no levanta
la vista de su trabajo, mientras el pulso de las herramientas de piedra vital le
ilumina con cada golpe de martillo. —Tal vez “arrastrarse” sea una palabra
demasiado fuerte —dice. —Pero no soy demasiado orgulloso para disculparme
por mi comportamiento con la Lanza Alta.
—¡Y una mierda! —me río, el sonido fuerte en este oscuro y tranquilo rincón
del pueblo y por un breve momento, incluso los extraños bichos alienígenas de la
selva cesan su piar.
Levanta la vista. Sus ojos se clavan en mi cara, tanto que noto que mi sonrisa
vacila. Al apartar mi mirada de la suya, me fijo en su pecho, no solo en las
estrellas-corazón iluminadas, sino en esas lucecitas de colores que recorren sus
músculos, sobre todo el abdomen, hasta desaparecer en el taparrabos. Me aclaro
la garganta, bastante aliviada de que estemos a oscuras y Mavyx no pueda ver lo
nerviosa que me pone a veces ser su único centro de atención.
Mav parece desprenderse de algo y su atención vuelve a la piedra que está
picando, cuadrándola lo mejor que puede. —Tu elección humana de las palabras
es confusa a veces —admite.
—Supongo —acepto, levantando un lado de la boca en una sonrisa.
Permanecemos un rato en silencio, él golpeando la piedra y yo intentando no
mirar cómo sus estrellas recorren sus músculos. Es un silencio extrañamente
cómodo. No tengo la sensación de molestarle por estar aquí, y es agradable
alejarse un poco del ruido de la fiesta.
—¿Qué te obliga a construir Rynn? —pregunto al cabo de un rato.
—Mi Alta Lanza no me obliga a construir nada —dice Mavyx, tirando las
herramientas y poniéndose en pie para levantar la enorme piedra con un gruñido
antes de colocarla encima de otra. Se echa hacia atrás para evaluar su trabajo,
pasando una mano seca sobre la roca. —Te estoy construyendo tu propia cabaña.
Me sorprendo por un momento y me limito a parpadear mientras él sigue
trabajando sin mirarme. —¿Me estás... construyendo una cabaña? —siento cómo
se me fruncen las cejas al hacer la pregunta. A este tío ni siquiera le gusto, ¿pero
me está construyendo una casa? Esos brillos en la piel del corazón deben estar
afectando a su cerebro.
—Sí —dice simplemente Mavyx. —Yo... —hace una pausa, su cola se mueve
mientras gira el torso para mirarme. Se humedece los labios antes de tragar, su
garganta se sacude con el movimiento. —Te vi cuando... cuando estabas molesta.
Le devuelvo la mirada.
—La noche que le enseñaste a Aloryk tu grabado en la piel —su mano se
acerca a la parte interior de su propio brazo, justo donde el tatuaje de mi madre
está colocado en el mío. Sus estrellas de piel se juntan al tacto y, tenuemente,
reconozco la forma que sus lucecitas intentan hacer; una elegante estrella... como
la mía. —Entonces saliste y vi cómo le decías al cielo nocturno que tenías miedo.
Yo... No sé de qué tienes miedo, Ah-Lanah, pero lucharé por ti, si puedo.
Realmente no sé cómo responder a eso. Estoy... bueno, estoy conmovida.
—Gracias —respiro, las palabras suenan pequeñas y silenciosas, y totalmente
insuficientes.
Se encoge de hombros como si su declaración no fuera nada. —Pensé que tal
vez un espacio que sea tuyo, no una vieja choza de almacenamiento, sino
verdaderamente tuyo para… —se da la vuelta y se aclara la garganta. —Para una
mayor privacidad podría ayudarte a sentirte parte de la tribu, hacerte sentir más
segura con nosotros.
Le miro fijamente mientras sigue construyendo, construyendo una cabaña, un
hogar, para mí. —Eso... —me siento tan desprevenida que no sé cómo reaccionar.
—Eso es muy considerado, Mavyx. Gracias.
Se levanta de una posición agachada y se endereza hasta alcanzar su
impresionante estatura, mirándome con una sonrisa diabólica. —Se me conoce
por ser reflexivo —bromea, dándose un golpecito en un lado de la cabeza con un
dedo grueso; las estrellas de su piel reviven en la sien con el contacto. —De vez en
cuando pienso en otras cosas que no sean el entrenamiento y el combate.
—Ah, ¿sí? —me río entre dientes. Siento que mi sonrisa se extiende por toda
mi cara. —¿Cómo qué?
Mi intención era tomarle el pelo, continuar con el tono juguetón que había
iniciado Mavyx. Pero acabo mordiéndome el labio, maldiciéndome cuando sus
ojos dorados me absorben y descienden por mi cuerpo antes de que se le caiga la
sonrisa y se contenga, desviando la mirada. Observo cómo Mav se frota con fuerza
el pecho con una de sus grandes manos, directamente sobre las estrellas-corazón
que brillan como si le doliera físicamente su resplandor. Pero actúa como si no
fuera consciente de ello. Quizá no lo sea. Y vuelvo a recordar que él no pidió esto,
no pidió esas luces en su pecho. Suelta la mano, se aclara la garganta y vuelve a su
trabajo. De repente, lamento que se haya perdido el tono desenfadado de nuestra
conversación.
Tal vez por eso intento burlarme de nuevo. Aunque no sé por qué creo que
preguntar —¿Esto no es una estratagema para seducirme y convertirme en tu
pareja? —es una buena idea.
Por suerte, Mavyx se toma mis palabras como una broma, cuando se da la
vuelta para mirarme con un resoplido de buen humor. —¿Funcionaría si lo fuera?
—pregunta, con una falsa expresión de desilusión en el rostro que esconde una
sonrisa apenas contenida. Me dan ganas de reír, con sus enormes manos en las
caderas y su cola agitándose contra la piedra.
—Depende de lo bonita que vaya a ser esta cabaña —sonrío, encogiéndome
de hombros.
Mavyx resopla, realmente resopla. Parece tan diferente, tan desprevenido
esta noche.
—¿Qué? ¿No me vas a construir una mansión con sala de juegos, piscina y
garaje subterráneo?
Mueve la cabeza con una sonrisa y los ojos de Mavyx se dirigen hacia donde
se está quitando el polvo de las manos atadas. —Hembra —bromea, con la voz
cargada de falsa exasperación. —No sé qué significan la mitad de esas palabras,
pero conociéndote, estás pidiendo lo imposible.
—¿Conociéndome? —digo, enarcando las cejas. Veo cómo Mavyx baja hasta
sentarse en el suelo a mi lado, de espaldas a los cimientos de mi nueva cabaña.
—¿Crees que me conoces, Segunda Lanza?
Suspira, con los codos apoyados en las rodillas dobladas. —No tanto como
debería, me temo.
Me devuelve esos bonitos ojos dorados, enmarcados por unas envidiables
pestañas oscuras y espesas, y casi al mismo tiempo parecemos darnos cuenta de
que estamos sentados mirándonos el uno al otro y apartamos la mirada al mismo
tiempo. Miro al frente y veo las brasas del fuego del festín girando hacia el cielo
por encima de las cabañas. Parece como si las cosas empezaran a calmarse por allí,
con sólo alguna que otra risa y algarabía en la brisa nocturna.
Eso y los gorjeos y zumbidos de los insectos de la selva es lo único que oigo
durante un rato. Hasta que la voz de Mavyx, grave y suave como el terciopelo, lo
atraviesa todo cuando dice: —Podrías pedirme lo imposible, Ah-Lanah, y lo
intentaría. Si eso significara que ya no tienes miedo, lo intentaría todo —no sé qué
responder, así que me callo. Él sigue sin mirarme. —Yo... —hace una pausa para
suspirar. —No digo esto para persuadirte de que te mates. Es mi problema a
superar, no el tuyo —vuelve a frotarse distraídamente las estrellas del corazón.
Observo el roce de sus gruesos dedos contra su musculoso pecho, sin saber por
qué se me revuelven las tripas al oír sus palabras. —No te presionaré por nada,
pero por favor, la idea de que tengas miedo me hace sentir...
Se corta con una inhalación aguda, su gran mano cayendo lejos de su pecho.
Bajo hasta sentarme a su lado en el suelo y le doy un codazo en la rodilla con
la mía, con cuidado de no echarme hacia atrás y atrapar su enorme ala detrás de
mí. —¿Sentir qué?
Me mira, parpadea, se pasa la lengua por el labio inferior antes de volver a
apartar la mirada. —Sentir este... miedo. No es un sentimiento al que esté
acostumbrado.
—¿Nunca tienes miedo?
Se ríe sombríamente a mi lado. —Oh, no. He experimentado una buena dosis
de miedo. Miedo al luchar contra el mimyckah, miedo a no haber preparado
suficientemente a mis Protectores para las tierras salvajes, y miedo a fallar en mis
deberes como Segunda Lanza de mi Tribu. Pero este... este miedo... Ah-Lanah, yo...
La cola de Mavyx choca contra mi pantorrilla y, por la forma en que se
detiene, creo que no quería que se produjera el contacto. Se mueve inquieto a mi
lado.
—Esa noche lloraba por mi madre —decido decir. Siento los ojos de Mav
clavados en mí, pero sigo mirando al frente. —Me hice el tatuaje que tengo en el
brazo por ella. Estuvo muy enferma durante mucho tiempo y le costó la vida. Me
dijo que nunca me dejaría, no de verdad. Me dijo que cuando la echara de menos,
buscara la estrella más brillante del cielo, que sería ella, velando por mí. La echo
de menos todos los días y... —hago una pausa y respiro hondo. Me cago de miedo
de estar embarazada ahora mismo. —Me sentía muy sola sin ella esa noche,
supongo —cobarde.
De nuevo me escuecen los ojos. Me los limpio furiosamente, negándome a
ceder y empezar a llorar por algo que no puedo cambiar.
Siento la inquietud que irradia Mavyx a mi lado. Su ala se mueve detrás de
nosotros y se enrosca alrededor de mi hombro, pero sin tocarme. Miro la punta de
su ala a un lado de mí y luego me giro para mirarle al otro. El músculo de su
mandíbula salta cuando me mira a la cara, como si estuviera preparándose para
que rechace su oferta de consuelo. Parece tan inseguro, pero veo que quiere
ayudarme, que quiere consolarme. E incluso si viene de sentimientos que no
quiere, sentimientos de su “problema”, egoístamente, quiero que Mavyx me
consuele ahora mismo. Lentamente, me inclino hacia él, apoyando la cabeza en su
brazo; su cuerpo es demasiado grande para que llegue a su hombro.
Se pone un poco rígido y el contacto le hace estallar estrellas en la piel por
todas partes, antes de que la tensión se disuelva en él y empiece a respirar de
nuevo. —No sé lo que es —dice al cabo de un rato, con voz tranquila y cuidadosa.
—Tener una madre.
—... no, supongo que no... ninguno de ustedes lo sabe.
—¿Me lo contarás?
Su petición es tan dulce y sincera que no tengo más remedio que intentarlo.
Aunque es algo complicado de intentar explicar; madres. Hago lo que puedo. —El
amor de una madre por ti está destinado a ser el más feroz, duradero e indulgente
que una persona pueda experimentar —empiezo. —Tu madre es... —¿cómo
explicarlo? —Ella te hizo. Ella te dio a luz. Ella estaba allí cuando diste tu primer
aliento, tu primer paso, tu primer día de colegio. Todas tus luchas son sus luchas
también. Todos tus éxitos, toda tu felicidad... —hago una pausa, pensando. —¿Los
buenos? ¿Los que se esfuerzan al máximo por sus hijos? Su amor es como magia...
Yo tuve uno de esos.
Hablo de mi propia relación con mi madre, de cómo fue y sigue siendo mi
modelo a seguir. Hablo de cómo no todas las mujeres quieren ser madres, de
cómo parece que es el trabajo más duro del mundo y de cómo hay mujeres que
directamente no deberían intentar criar a sus hijos. De cómo la mayoría de las
madres que conocí se esforzaban al máximo por hacerlo lo mejor posible. Me
pregunto brevemente qué clase de madre podría ser yo en este planeta primitivo,
pero me deshago rápidamente de ese pensamiento, no dispuesta a vagar
mentalmente por ese camino.
Me escucha en silencio y en algún momento de mis divagaciones su cola se
enreda en mi tobillo, pero descubro que no me importa. Tengo sueño cuando
termino de hablar, pero no quiero que se acabe la conversación.
—¿Y tú? ¿Y tu padre?
Se queda callado un rato, su brazo se mueve bajo mi cabeza con la expansión
de su pecho mientras respira hondo. —Mi padre era un gran guerrero, un feroz
Protector conocido en la tribu por su habilidad y su letal puntería con la lanza. Yo...
No lo conocí bien de joven. Murió protegiendo la aldea cuando una gran banda de
mimykah realizó un ataque. Fui criado por muchos cuidadores mientras él protegía
nuestra tribu y el Templo y luego... se había ido. No sentí ninguna cercanía
particular con ninguno de mis cuidadores. Todos eran buenos hombres, pero eran
muchos y... —suspira. —Es la forma de ser de mi pueblo para muchos de nuestros
jóvenes. Nuestras madres forman parte del Templo y es allí donde se quedan.
Algunos padres eligen permanecer como Protectores, entregando a sus hijos a los
Ancianos y cuidadores para que los críen en su lugar.
Suena un poco triste, pienso, pero ninguno de los dos dice nada y todavía
estoy maravillada de lo cómoda que me siento apoyada en él de esta manera,
usando su brazo como almohada y girando ligeramente hacia él, apoyando mis
piernas en las suyas, cuando dice: —Tener una madre como la tuya me parece un
privilegio muy especial, Ah-Lanah. Entiendo por qué te afecta su pérdida.
—Gracias —digo en voz baja, acurrucándome contra el cálido cuerpo de
Mavyx, cuya suave ala me envuelve en un abrazo extraño pero agradable. Es como
si me abrazara la noche misma: sus plumas oscuras son el telón de fondo perfecto
para sus estrellas parpadeantes.
—... ¿hay algo más que te preocupe? —Mavyx pregunta, su voz tensa como si
temiera la respuesta o tal vez realmente no quisiera estar haciendo la pregunta.
Considero mentir, pero mi voz me traiciona. —...Sí.
No pregunta nada más, sólo aprieta su cola alrededor de mi tobillo como un
abrazo reconfortante. —Qué... ¿qué diría una madre en este momento para
ayudarte?
Resoplo soñolienta y cierro los ojos. —Seguro que mi madre me llamaría niña
cabezota y tonta y me diría que dejara de esconder la cabeza en la arena.
Siento que Mavyx se tensa. —No hagas eso, mi Ah-Lanah. No podrás respirar.
El ataque de risa somnolienta que se apodera de mí me hace volver la cara
hacia el brazo de Mav y, aunque él lo levanta para mirarme mientras me río, no
puedo dejar de acurrucarme más a su lado. —Es una forma humana de hablar
—consigo decir una vez que he dejado de reírme. —Significa ignorar lo que
realmente está pasando.
El brazo de Mavyx baja hasta mi costado y me sujeta a él, con un peso
reconfortante y agradable. Es tan cálido y agradable que te abracen. Había
olvidado lo agradable que es que te abracen y sentirte segura en brazos de otra
persona. Apenas me doy cuenta de que mi mejilla está pegada al corazón de Mav,
que palpita frenéticamente.
Estoy más que cansada y, por primera vez en lo que parece una eternidad, me
permito sucumbir a ese cansancio extremo, dejando que me arrastre hacia una
sensación cómoda y ligera, flotando como la brasa de una hoguera atrapada por el
viento en contra.
Pero juro que oigo a Mavyx. Suena como si dijera algo.
—¿Y qué está pasando realmente, mi estrella? —oigo en su voz. Pero tal vez
lo soñé.
Capítulo 10
MAVYX
Nunca antes había pasado una noche tan incómoda y, sin embargo, me había
alegrado tanto. Tal vez mienta; ha habido noches en la selva y noches de dolor tras
una dura batalla que han sido más incómodas y no desearía repetirlas si no fuera
necesario, pero ¿esta noche? Tendría todas mis noches así; con Ah-Lanah apoyada
en mí para que no me atreviera a moverme. La tendría todas las noches de mi
existencia si pudiera. En algún momento, se había deslizado por mi cuerpo y había
metido la cabeza en mi regazo, poniéndose cómoda mientras intentaba
desesperadamente que no se me pusiera dura bajo su mejilla. Es una tarea
imposible y al final me rindo a ella. Parece que esta hembra es capaz de matarme
incluso mientras duerme.
El festín termina cuando la segunda luna está en su plenitud y los Trixikka
regresan a sus cabañas a mi alrededor. Algunos se detienen a mirar a la hembra
dormida en mi regazo y les lanzo mi mejor y temible mirada de Segunda Lanza. Se
marchan rápidamente cuando se dan cuenta de mi expresión, pero supongo que
ver el cuerpo de su comandante utilizado como nido es un espectáculo
inesperado.
De eso hace ya un buen rato, y el primero de los soles gemelos empieza a
amenazar el horizonte con su luz. A pesar de lo incómodo que me siento en esta
posición, no quiero que la noche termine todavía.
No hay demasiadas cabañas en esta zona de la aldea, la mayoría son
almacenes de armas y alimentos. Elegí reclamar una choza propia aquí por esa
misma razón, y quizás, egoístamente, empecé a construir la choza de mi Ah-Lanah
aquí también, para que sea una de las pocas vecinas que tendré.
Me hace gracia que pensara que construirle un espacio propio sería un castigo
impuesto por mi Alta Lanza. Rynn estaba enfadado conmigo, eso es cierto, tenía
esa mirada en sus ojos cuando aterricé. La que hablaba de cómo quería
arrancarme las alas de la espalda por mis acciones. Pero pudo ver el valor de mi
idea una vez que me expliqué.
Sin embargo, la ejecución no le gustó demasiado. Tal vez debería haber
esperado a hablarlo con él, pero en cuanto se me ocurrió la idea, se me erizaron
las plumas para emprender el vuelo y poner las cosas en marcha. Se había
sorprendido al saber que algunas de nuestras hembras aún están inquietas. Él y su
compañera, la Alta Lanza Serena, habían compartido una mirada que comunicaba
mucho más de lo que una simple mirada debería haber comunicado. Me había
hecho sentir como un tonto por estar allí sin saber lo que se estaban diciendo en
silencio. ¿Saben por qué mi Ah-Lanah está asustada? ¿Saben lo de Chaz-Titi y por
qué al parecer se adentra en la selva para llorar?
Estas cosas me preocupan, y una vez que hube explicado las razones de mi
visita a la tribu de Zarriko, el enfado de Rynn conmigo disminuyó. Sólo necesitó
echar un vistazo a su propia compañera, y me di cuenta de que estaba pensando
que haría cualquier cosa para salvarla también de un disgusto. Incluso pedir
perdón a otra Alta Lanza.
Sin embargo, había insistido en que me mantuviera alejado del banquete. No
había sido tanto un “castigo” como una sugerencia de mi amigo, y se ajustaba bien
a mis intenciones.
Parece que estos días estoy lleno de ideas cuando se trata de Ah-Lanah. La de
construirle una morada propia se me había ocurrido mientras sobrevolaba la
selva, en dirección a la montaña de Zarriko. Mi mente había estado llena de la
obstinada pequeña hembra y de cómo había estado tan dispuesta a poner un pie
en el abrazo de lo salvaje, sólo para que alguien privado le tocara el coño. Y de
nuevo se despertó mi irritación. ¿No sabe cuántas cosas quieren comérsela ahí
dentro? ¿No sabe cuántas criaturas piensan que es una sabrosa comida?
No puedo enfrentarme a ella. Ella sabrá lo que vi, lo que me quedé a ver.
Y no creo que le guste por ello.
No lo sé con certeza, pero creo que tocar el coño es probablemente una
actividad que se hace en privado, algo parecido a llenar el orinal. Y, por mucho que
enfurecer a Ah-Lanah para que me escupa su fuego hace cosas agradables a la
sensación en mi estómago, creo que esto es diferente. Creo que ella podría ser el
tipo de loca en la que esos sentimientos agradables en mis entrañas se
convertirían en sentimientos muy espinosos y desagradables.
Y sé que, si la viera escabullirse a la selva para volver a tocarse el coño, la
seguiría... otra vez.
Para asegurarme de que está a salvo, por supuesto.
Intentaría por todos los medios no mirar.
Incluso mientras pienso las palabras, las saboreo como las mentiras que son.
Desde aquel día, no he dejado de repetir sus jadeos y los movimientos furiosos y
espasmódicos de su mano entre los muslos.
Y precisamente por eso se me ocurrió la idea de construirle a Ah-Lanah su
propia cabaña. Sin duda, las otras hembras también tendrán pronto sus propias
viviendas. Pero, egoístamente, no me importa quién las construya ni cuándo
pueda ocurrir. Cuanto antes pueda construirle a Ah-Lanah su propio espacio
personal para tocarse el coño, mejor. Lo que sea, con tal de que no vuelva a
ponerse en peligro en la jungla.
Miro hacia abajo, hacia su cabeza, aún acunada en mi regazo. Me gustaría
mucho mover las piernas y siento la cola borrosa y entumecida, pero temo
despertarla con el más mínimo movimiento. Parece tranquila mientras duerme.
Tiene unos agradables mechones de pelo rizado que enmarcan su bonito rostro y
los labios están entreabiertos con suavidad. No puedo imaginar que ni siquiera
una diosa pueda tener un aspecto tan hermoso.
Sin embargo, está babeando ligeramente sobre mi taparrabos.
Y es adorable.
Las lunas siguen colgando bajas en el cielo, incluso con la luz de los soles
amenazando con ahuyentarlas con la llegada del día. Esta parte del día ha sido
durante mucho tiempo mi favorita. Cuando los ancianos y los jóvenes permanecen
a salvo en su sueño y todo está quieto, como si las tierras y los cielos se tomaran
un respiro antes de avanzar. Que Ah-Lanah me use como su nido sólo ha hecho
que lo aprecie más. Porque seguro que pronto despertará, y sé que no estoy
preparado para que su cercanía termine, tonto de mí.
El movimiento en los cielos llama mi atención. La patrulla nocturna regresa a
sus cabañas y nuevos Protectores se lanzan al aire para ocupar su lugar. Al sur de
la aldea, una nueva bandada de mis machos alza el vuelo para continuar la
búsqueda de las hembras humanas desaparecidas. Cada día que pasa sin que las
encontremos, mi fe en su posible rescate disminuye. Han pasado muchos soles
desde que nuestras hembras llegaron en esa extraña “nave”, como ellas la llaman,
y la jungla es un lugar duro y hostil para criaturas tan suaves y frágiles.
Vuelvo a mirar a mi Ah-Lanah y doy gracias a las Diosas por ser una de las
encontradas. Aunque nunca considere la posibilidad de aparearse conmigo en
toda mi vida, le estaré agradecido por ello.
Su cabello oscuro está alborotado en mi regazo y anhelo acariciarlo con mis
dedos, peinarlo, trenzarlo desde su bonita cara, si es que puede enseñarle a esta
guerrera cómo hacerlo. Incluso ahora, mi mano se levanta antes de que pueda
detenerme y mis dedos se detienen sobre su cabeza. Inhala aguda y
soñolientamente, un zumbido de satisfacción llega a mis oídos cuando se acurruca
en mi regazo y su mejilla roza mi polla.
Y todo es demasiado.
Se me escapa un gemido, un sonido parecido al que hago al llenar mi orinal.
Esta es la tortura más dulce que ningún macho ha soportado jamás y mi corazón
se detiene cuando veo que la he despertado con el ruido. Abre los ojos y mira a su
alrededor, sin duda sorprendida de encontrarse aún al aire libre y no metida en su
nido. Su cuerpo se detiene y me doy cuenta de que el mío también. Lentamente,
levanta la cara y me ve mirándola.
—Oh, no —gimotea, llevándose los talones de sus pequeñas manos humanas
a los ojos. Se frota furiosamente y vuelve a parpadear. —Mierda.
Ah-Lanah se incorpora y se aparta de mí. —Lo siento, Mav, no pretendía...
—mira a su alrededor y se revuelve el pelo distraídamente. —¿Cuánto tiempo
estuve dormida?
—Por esta noche —digo, encogiéndome de hombros. —Está bien.
—¿Qué? Eso no está bien. Eso es...
La miro estirar los brazos por encima de la cabeza, y una franja de piel en el
centro se revela con el movimiento. También ahí parece suave y redondeada. Se
me hace la boca agua cuando pruebo a acariciarla con la boca. Imagino lo
vulnerable que se sentiría al tener mi boca sobre ella, cómo podría pellizcar su
suavidad con los dientes y cómo la recompensaría y la calmaría con mi ronroneo
por permitirme tocar las zonas vulnerables de su pequeño cuerpo humano.
—¿Por qué no me despertaste?
Vuelve a bajar los brazos y, con ellos, también las cobijas. Su pregunta me pilla
desprevenido porque he estado mirando su suave y pequeña parte media como
un idiota. —Yo... —¿por qué no la desperté? Podría haberlo hecho. Lo único que
sé es que no puede odiarme a mí ni a mis malditas estrellas del corazón cuando
duerme. —Yo también me dormí —miento. —No fue nada.
Ah-Lanah me mira, una mirada que obviamente me está llamando mentiroso.
Pero no dice nada, sólo respira hondo. Es entonces cuando su expresión cambia.
Frunce el ceño y se lleva una mano al pecho. Parece confusa y preocupada y, si he
de ser sincero, su piel morena, normalmente tan bonita, parece pálida y
enfermiza. Exhala con dificultad y sé que algo va mal. ¿La he disgustado al dejar
que me utilice como nido?
—Ah-Lanah, ¿qué es...?
Se aparta de mí violentamente, extendiendo uno de sus brazos para casi
empujarme mientras mira en la otra dirección y...
Y vacía el contenido de su estómago en el suelo.
Me aferro a la mano que me ha empujado, intentando no concentrarme en
cómo ella se aferra a mí a cambio. Froto su espalda mientras ella se lamenta y
jadea, y mi mente se esfuerza por encontrarle sentido.
Los trixikka no suelen caer enfermos de este tipo. No es raro, por supuesto. A
veces el entrenamiento es muy duro para el cuerpo. A veces nuestros estómagos
protestan cuando la sed de sangre desaparece después de destruir por completo
al mimyckah. A veces un macho es tan tonto como para comer carne que no tiene
por qué comerse. Pero en general, nuestros estómagos son fuertes y es una muy
mala señal cuando se producen vómitos.
—Ah-Lanah, ¿qué...?
—¡Estoy bien! —jadea, limpiándose la boca con el dorso de la mano. Pero
está claro que no está bien, y un nuevo miedo empieza a quemarme las entrañas.
—Ah-Lanah, no estás bien. ¿Qué te pasa? ¿Necesitas un sanador?
—Mavyx, estoy bien —dice con palabras entrecortadas. Nos miramos
fijamente y no me gusta la forma en que su mirada vacila con tanta facilidad. Ah-
Lanah nunca retrocede. Ni ante mí. Pero ahora sus ojos no pueden sostener los
míos y se posan en mi pecho, donde su mano sigue agarrada a la mía. No creo que
supiera que me había estado agarrando mientras vaciaba el contenido de su
estómago, y por la forma en que se aparta, como si se hubiera quemado la mano,
no creo que le guste darse cuenta. —Sólo... —se levanta, un poco inestable sobre
sus pies. Me pongo en pie lo más rápido que puedo, con los brazos extendidos,
dispuesto a sujetarla, pero ella levanta una mano, deteniéndome. No quiere mi
ayuda. —Los humanos son más frágiles que los Trixikka, ¿de acuerdo?
Arrugo la frente. Esto ya lo sé.
Y no está “bien”.
De hecho, estoy tan lejos de estar “bien” que siento que mis manos se cierran
en puños y mi mandíbula se aprieta tanto que temo romperme los dientes.
—Probablemente comí algo que no me sienta bien —murmura. —Ahora me
siento bien.
—¿Qué has comido? —casi gruño. No es mi intención que mi demanda gotee
ira, pero está burbujeando como un manantial caliente desde lo más profundo de
mi ser. —El macho que le dio de comer a mi compañera anoche...
Sus ojos se clavan en los míos con una expresión estruendosa. Nunca me
habían hecho callar tan eficazmente, y demasiado despacio me doy cuenta de
cómo la había llamado.
Mi compañera.
Se me había escapado con tanta naturalidad que ni siquiera me había dado
cuenta.
Pero Ah-Lanah se había dado cuenta. Y por la expresión de su cara, lo rechaza.
Lo rechaza de todo corazón.
—Humanos. Se. Enferman —me dice. —No es nada. Ocurre todo el tiempo.
Déjalo, Mavyx. Estoy bien.
Sus ojos se posan en mi pecho y, demasiado tarde, me doy cuenta de que me
estoy frotando distraídamente las estrellas del corazón, intentando aliviar el
escozor que siento bajo la piel y los huesos. Mis movimientos se detienen y sus
ojos vuelven a encontrarse con los míos muy brevemente antes de que ella se dé
la vuelta y murmure. —Hoy no tengo energía para esto —mientras se aleja a
grandes zancadas, dejándome.
Todo mi cuerpo me grita que vaya tras ella. Pero tras sólo dos pasos, me
detengo. Rynn está de pie entre dos casetas de almacenamiento, apoyando el
hombro contra la pared, con los ojos fijos en mi comp- Ah-Lanah, que pasa junto a
él a grandes zancadas, sin siquiera reconocer mi Lanza Alta.
Se vuelve hacia mí, levanta la ceja y me mira interrogante, pero sabe que no
debe presionarme para que le dé información que no quiero darle.
Hoy no tengo energía para esto.
¿No tiene energía para qué? ¿Para mí?
Creía que disfrutaba tanto como yo con nuestros enfrentamientos verbales.
Quizá me equivoqué.
—Ven —dice Rynn, la palabra tranquila pero autoritaria mientras empuja su
hombro desde la pared. —Zarriko y sus hombres desean hablar con nosotros en
las Cuevas de Eyrie.
—¿Las Cuevas Eyrie? —hombres de otra tribu entrando en nuestras antiguas
cuevas se siente como una afrenta a nuestros antepasados.
Rynn puede leerme mejor que cualquiera de mis compañeros de tribu. Ve la
preocupación en mi cara tan claramente como un grabado. Pero sólo gruñe. —Sí
—dice, dándose la vuelta y echando a andar. —Si queremos trabajar bien de
verdad, tribu y tribu, debemos permitirles esto.
***
No visito las Cuevas Eyrie a menudo. Nuestros ancianos nos traen aquí de
jóvenes para que aprendamos de los grabados de las paredes. Aquí es donde nos
enseñan la historia de nuestras tribus Trixikka, y para muchos hombres, ese es
todo el uso que las cuevas tienen que ofrecer.
Excepto por hacer subir a una hembra deliciosamente perfumada y apretar su
suave y hermoso cuerpo contra las paredes.
Sacudo la cabeza, deseando que el recuerdo desaparezca y que mi polla no se
hinche.
Sin embargo, ahora este lugar es principalmente para los ancianos. Vuelan
hasta aquí para recorrer las numerosas cuevas y túneles, leyendo las
representaciones de las paredes. No sé qué buscan, ni me importa. Lo que me
preocupa es mi gente, la gente que está entre nosotros ahora. No con los que ya
yacen en las Tierras Prometidas, donde sus almas conocen la dicha y la gloria
eternas.
Todos los machos de Zarriko están aquí, excepto su silenciosa Segunda Lanza,
que se niega a dejar en paz a una hembra en particular. Rynn les había dado la
bienvenida en la boca de nuestra sagrada Cueva Madre. Ahora, estamos juntos,
con los brazos cruzados y las plumas erizadas.
Un grabado en la pared detrás de Zarriko me llama la atención y me
encuentro con los brazos caídos, la charla de los otros machos perdiendo el foco.
La representación es nueva. Muestra una escena: el extraño cadáver de la “nave”
que nos trajo a las hembras, rodeado de selva. Nuestro pueblo al pie de la
montaña, numerosas figuras aladas en celebración mientras cuatro figuras más
pequeñas, sin alas, se sitúan en el centro. Debajo, se lee 'las Diosas nos bendicen
con hembras humanas'.
Miro fijamente los dibujos de las cuatro figuras. Una está junto a una figura de
Trixikka, con el pelo de un agradable tono castaño y la piel de un rosa pálido. Los
Ancianos han añadido pequeñas esquirlas de brillante piedra vital a los pechos de
la hembra y su macho, representando claramente a mi Alta Lanza y mi Dama Alta
Lanza con su pareja.
Mis ojos se centran en otra de las figuras femeninas, la de piel más oscura,
pelo más oscuro y curvas más pronunciadas. Mi Ah-Lanah.
No hay fichas de piedra vital para su pecho.
Intento ignorar esto y centrarme en la belleza del dibujo. No le hicieron
justicia, pero aun así es la más atractiva de todas las hembras, incluso dibujada.
Mis ojos vuelven a posarse en la explicación del grabado.
Las Diosas nos bendicen con hembras humanas.
La voz de Ah-Lanah resuena en mis oídos. Humanos. Se. Enferman.
Y yo... Siento que una frialdad se extiende por todo mi cuerpo. ¿Qué tan
enferma está, exactamente? ¿Podrían las Diosas ser tan crueles? No se atreverían
a quitármela. Destrozaría su Templo, sagrado o no, y exigiría que me la
devolvieran.
—¿Cuál es tu aportación, Segunda Lanza, Mavyx?
Fueron las palabras de Zarriko las que atravesaron mis pensamientos en
rápida espiral. Todos los hombres reunidos me miran, esperando una respuesta.
Miro a Rynn, pero solo levanta una ceja, con los brazos cruzados sobre el pecho.
Es entonces cuando me doy cuenta de que estamos de pie alrededor de un
grabado en particular; el que representa todas las tierras de Trixikka: la de nuestro
territorio, la de Zarriko y, la de las tierras de tribus ya desaparecidas.
—Nuestras búsquedas de hembras han agotado los territorios al sur de
nuestra aldea —digo, deduciendo el tema de conversación y rezando a las Diosas
para estar en lo cierto y no estar a punto de hacer un ridículo aún mayor. Por
suerte, los hombres que me rodean asienten con la cabeza, concentrados en el
mapa de nuestras tierras. —No hemos encontrado rastro. Hemos tenido
Protectores tanto a pie como en los cielos. Seguimos las huellas de los mimyckah,
pero los que estaban en los alrededores de nuestra aldea parecían estar solos,
posiblemente marginados de su banda. Se ocuparon de ellos rápidamente.
Zarriko asiente. —La llamada 'Dove' está perdida o está evadiendo
activamente el rescate.
La hembra que habían encontrado y luego perdido de nuevo. Por qué alguien
se escondería del rescate está más allá de mi pensamiento. Pero entonces, mucho
de lo que estas hembras hacen está más allá de mi pensamiento también. ¿Tal vez
vaciar el contenido de su estómago es más común con las hembras? ¿O en los
humanos en general? ¿Quién soy yo para cuestionar estas cosas?
Pero hay algo que no me cuadra.
—Esto fue encontrado —Zarriko continúa, sacando un extraño objeto de una
bolsa de piel. —En los confines de nuestro territorio, casi en las montañas más
orientales, donde el número de mimyckah es mayor —lo que tiene en la mano es
dentado y afilado, y el material es extraño: transparente, como el hielo, pero
demasiado liso y plano. Miro a Rynn. He visto este material antes.
—¡No pises los cristales rotos! Te cortarás el pie y no estoy jugando a la
niñera, idiota.
Recuerdo las palabras que Ah-Lanah había siseado cuando la llevamos a ella y
a Zahreenah de vuelta a su extraña nave-carcasa. Había un material de piedra
transparente por todas partes, esparcido como si hubiera estallado y se hubiera
hecho añicos.
—Es de la 'nave' de los humanos —dice Rynn. —Mavyx y yo lo hemos visto
antes. Aunque, lo que está haciendo tan al este cuando la carcasa de la nave yace
mucho más al sur, no lo sé.
—Es una señal de las otras hembras. Las que están durmiendo —había sido
Aloryk quien había hablado. Aunque es un joven Protector, se ha unido a muchas
de las partidas de búsqueda, muchas veces voluntariamente. Buscando
desesperadamente a su hembra con el pelo color flor de mishi, sin duda.
—No lo sabemos —digo, sacudiendo la cabeza. —Puede haber sido recogido
en el lugar del cadáver y llevado al noreste por mimyckah.
Aloryk parece a punto de discutir y sé que esa inquietud en él brota de una
fuente de desesperación. Lo atajo con una sola expresión severa. El joven Trixikka
cierra la boca, pero el músculo de su mandíbula tiembla como si le doliera
quedarse callado.
—¿Qué propones? —Rynn pregunta a Zarriko, Lanza Alta a Lanza Alta.
El hombre mayor nos mira a cada uno por un momento. —Tenemos que
buscar más a fondo en el noreste, incluso cruzando las fronteras hacia los
territorios de las tribus muertas hace tiempo.
—Las Diosas nos castigarán como las castigaron a ellas —murmura alguien
detrás de mí.
—Las Diosas entenderán que necesitamos mantener a salvo a nuestras
hembras —nos ladra Zarriko a todos. —Decidme, ¿cómo podemos hacerlo si no las
encontramos?
Cruzo los brazos cuando su mirada se cruza con la mía e inclino la cabeza para
que prosiga.
—Como todos saben, adentrarse tanto en tierras gobernadas por mimyckah y
otras bestias será peligroso. Tendremos que buscar a pie a nuestras hembras no
voladoras, y tendremos que enviar un grupo lo suficientemente grande como para
resistir el ataque de una banda considerable, de las cuales hay muchas tan al este.
Esto tiene sentido. Y, por supuesto, sabemos que volar sobre las copas de los
árboles sólo muestra mucho durante nuestras búsquedas. Las hembras van a pie,
así que nosotros también debemos ir a pie. Pero los mimyckah tienen el hábito
mortal de atrapar a Trixikka desprevenidos, saltando por nuestras espaldas y
mutilando nuestras alas. Sólo lo he visto una vez. El sonido del hueso crujiendo me
perseguirá para siempre. Al igual que los gritos. Las alas nunca deben colgar en un
ángulo como ese.
Ese macho hace tiempo que se fue. Un joven e ingenuo Protector con el que
estaba entrenando. Los mimyckah eran demasiados para salvarlo.
No le desearía ese destino a ningún hombre.
—Así que enviamos grandes partidas.
Fue Aloryk quien volvió a hablar, deseoso como está de encontrar a la hembra
que considera suya, la que ya ha decidido que es real y suya. Una mirada de Rynn
le hace encogerse visiblemente, agachando la cabeza y bajando un poco las alas.
Es un macho joven y tiene suerte de participar en esta reunión. No le corresponde
hablar con tanta libertad.
Aunque pueda entender por qué.
—Propongo que no enviemos partidas, sino un solo grupo —dice Zarriko,
ganándose de nuevo la atención de todos. Antes de que ningún miembro de
ninguna de las tribus pueda empezar a erizarse, continúa diciendo: —Propongo
que unamos a nuestros machos y busquemos juntos a las hembras desaparecidas.
De ese modo, cada tribu podrá mantener un buen número de Protectores en su
aldea para vigilar a las hembras que ya tenemos. Podemos formar un grupo de
búsqueda lo suficientemente grande como para no vernos desbordados por las
vastas bandas de mimyckah que se encuentran en el noreste, pero tendremos que
trabajar juntos para ello.
—El plan tiene mérito —dice Rynn, asintiendo. Se vuelve hacia mí y me
pregunta: —¿Tienes machos que encajarían en un grupo de búsqueda de tribus
fusionadas?
Sé lo que está pidiendo. Quiere al más sensato, al más tolerante. De nada
servirá la búsqueda si los miembros del grupo se pelean entre sí por lealtad a la
tribu. Asiento con la cabeza, gruño y le dirijo una inclinación de cabeza a Aloryk.
Por supuesto, él sería el primero en ofrecerse voluntario, cualquier cosa con tal de
encontrar a su hembra mishi-flor. Su rostro se ilumina con una sonrisa y su pecho
se ensancha. Su prueba más dura hasta ahora ha sido encontrar a la compañera de
sus sueños. Aún no sabe cómo serán las cosas entre ellos cuando lo consiga. Tal
vez ella no quiera ser suya.
Mis ojos vuelven al grabado de mi Ah-Lanah.
Hoy no tengo energía para esto.
Yo tampoco.
¿Sería mejor que insistiera en unirme a este grupo de búsqueda de dos tribus?
Bien podría esperarse de mí, y Ah-Lanah tampoco parece desear mi presencia.
Algo dentro de mí, algo obstinado, algo temeroso, me impide presentarme
voluntario.
Veo que Rynn me mira desde el otro lado de nuestra reunión. Le devuelvo la
mirada, con la mandíbula tensa. Si me lo ordena, iré. Él lo sabe.
Humanos. Se. Enferman.
Si no se encuentra bien, yo cuidaré de ella.
Le guste o no.
No puedo ir. Ah-Lanah es demasiado importante.
Sacudo sutilmente la cabeza hacia mi Alta Lanza. Sé que lo entiende, pero sus
cejas aún se levantan un poco sobre su frente, sus estrellas de piel bailan en sus
sienes y su cola se enrosca y agita en sus tobillos.
—Zarriko Alta Lanza —dice sin dejar de mirarme hasta que finalmente se
dirige al líder de la otra tribu. —Nuestra tribu aportará machos para acompañar a
la tuya, se les dirá que sigan las órdenes del macho que pongas al mando durante
la partida de búsqueda.
Que un Alta Lanza se someta completamente a otra de esta manera es algo
inaudito.
Y me doy cuenta de que respeto aún más a mi amigo por ello.
Capítulo 11
ALANA
No creo que pueda seguir ignorando esto. No ahora que he vomitado y tengo
un sentido del olfato muy sensible. He sentido todo tipo de mareos desde que
desperté esa mañana acurrucada en el regazo de Mav.
Intento no pensar en eso.
¡Estupendo! pienso, maldiciéndome a mí misma. Más cosas que barrer
mentalmente bajo la alfombra.
Bueno, esta metafórica “alfombra” se está amontonando por aquí y por allá, y
una cosa en particular que he estado intentando mantener oculta se está
desparramando por todas partes.
Estoy embarazada.
Pienso las palabras para mis adentros, dejándolas asimilar.
Estoy... embarazada.
Estoy embarazada. Estoy embarazada. Estoy embarazada.
...y estoy viviendo en un planeta alienígena primitivo.
Me había aferrado a la esperanza de que aquellas asquerosas hojas que había
probado a masticar hubieran hecho... algo. Me había aferrado a la idea de que mi
período se había retrasado debido al estrés.
¿Pero sentirse enfermo también?
No puedo esconderme de esto más de lo que estos pajarracos pueden
esconderse de sus malditas colas.
No me estoy volviendo loca, eso es positivo. Tal vez una parte de mí -en el
fondo- ha estado procesando mentalmente esta posibilidad y no estoy entrando
en un colapso total como pensé que podría.
Serena me sonríe desde el otro lado de nuestro círculo. Sólo estamos
nosotras, las humanas, y algunas descansan, otras intentan coser pieles para
vestirse y otras están tumbadas con los brazos caídos sobre la cara, intentando
tapar los dos soles mientras sufren lo que parece una resaca infernal. No sé en qué
bebida fermentada de Trixikka se ahogaron anoche, pero pienso evitarla.
Mi mano casi va a mi estómago, porque duh, Alana. No puedes beber cuando
estás embarazada, tonta.
Serena sigue sosteniéndome la mirada, con una pregunta en los ojos.
Sé cuál es esa pregunta, y esta mañana he obtenido una respuesta casi
definitiva para ella.
Pero, aunque no estoy flipando, a pesar de que tal vez debería estar flipando,
me doy cuenta de que todavía no quiero hablar de ello con nadie. Hablar lo hace
demasiado real para mí. Así que le devuelvo una agradable sonrisa.
Probablemente será la primera en saberlo, cuando esté preparada. Cuando el
ruido de mi cabeza se calme y me haya acostumbrado a la idea. No antes.
Chastity gime y rueda sobre su costado. —¡¿Qué pusieron en esa bebida?!
Skye gruñe, pero no se mueve ni abre los ojos. —No lo sé, pero siento como si
una pequeña ardilla malvada se me hubiera metido en el cráneo y estuviera
intentando volver a salir —se queja.
Serena, Tessa, Bea y yo parpadeamos entre nosotras. —¿Por qué una ardilla?
—pregunta Gwen, con la nariz adorablemente arrugada.
—No lo sé —se queja Skye. —Es que parece... —se detiene, haciendo
pequeños movimientos de pata con las manos y una expresión de dientes de
ciervo con la boca. —Es que parece una ardilla.
—Tiene razón —gime Chastity, rodando sobre su espalda y apuntando a
ciegas a Skye. —Definitivamente se siente como una ardilla malvada.
Eso provoca una ronda de risas que se van apagando lentamente, como es
natural. Algunas de las chicas siguen hablando. Las que están de resaca se callan.
Uno de los soles de este planeta está en lo alto, golpeándonos aquí, al pie de la
montaña. Actúo como si fuera parte de la conversación que Serena y Tessa están
teniendo, pero mi mente está muy, muy lejos. De vez en cuando, asiento con la
cabeza o sonrío si me parece el momento adecuado, pero no tengo ni idea de a
qué demonios estoy asintiendo y sonriendo.
Mi cerebro parece un revuelto de huevos, con tantos pensamientos
mezclados que ninguno de ellos tiene sentido. Entonces, la idea de los huevos
revueltos me da náuseas y un pensamiento en particular se eleva a la cima de
nuevo.
—Oye, ¿cuántas semanas llevamos ya aquí? —le pregunto a nadie en
particular.
La conversación se detiene y supongo que he soltado mi pregunta en medio
de todo. Evito mirar a Serena, aunque puedo sentir esa pesada mirada de
preocupación que viene de ella. En lugar de eso, me giro para mirar a Tessa. —Si
tuvieras que adivinar... ¿Cuánto tiempo crees que ha pasado desde la última vez
que estuvimos en la tierra?
—Eh... —sus ojos revolotean entre los míos antes de fruncir la nariz e intentar
pensar. —No sé, tal vez... ¿dos meses? ¿Uno y medio? He perdido la cuenta
—Tessa termina sus palabras con una risita, pero se queda sobria cuando no me
uno automáticamente. —¿Por qué?
—Por nada —me encojo de hombros, forzando una sonrisa brillante en mi
rostro a pesar de que siento que podría vomitar en cualquier momento.
¿Un mes y medio o dos meses? Intento no mirarme la barriga. No intento
calcular de cuánto estoy. Eso parece hacerlo aún más real. Lo cual es una
estupidez. O es real o no es real. Contrólate, Alana.
Resoplo para mis adentros, frustrada. Podría decírselo a las chicas. Podría
soltarlo aquí y ahora y sé que todas me apoyarían. Pero no me siento preparada.
Sigo asustada, y me siento más que estúpida por haber sido tan imprudente
en la Tierra con Josh. Sobre todo, ahora que conozco el verdadero carácter de ese
imbécil, que andaba con otras chicas mientras me mataba a trabajar para forjarme
una carrera. ¡¿Pero qué idiota fui por caer en sus mentiras?! Quiero decir, ¿qué
era? ¿Intentaba encerrarme porque ganaba mucho dinero? ¿O sólo intentaba
desbaratar mi carrera porque, en comparación, él tenía un trabajo sin futuro?
Por el rabillo del ojo, veo movimiento junto a una cabaña en el otro extremo.
Mavyx está allí, con el hombro apoyado en la pared, mientras nos observa. Me
observa a mí en particular.
Podrías pedirme lo imposible, Ah-Lanah, y lo intentaría. Si eso significaba que
ya no tenías miedo, lo intentaría todo.
Las dulces palabras de Mav. ¿Pero puedo confiar en ellas?
Josh me había dicho palabras dulces la noche antes de que lo pillara con la
falda de otra chica levantada sobre sus caderas. Y ahora, aquí estoy varada en un
planeta selvático primitivo embarazada de su bebé mientras él probablemente
sigue follándose a esa...
Un destello de amarillo ranúnculo entra en mi mente. Nunca había odiado
tanto un color.
No. No. No. Vamos, Alana. Respiro hondo. Si empiezo a perder el control
ahora, voy a llorar y ¿qué ayuda será eso para nadie?
Mavyx se aparta de la pared y avanza, con los ojos clavados en mí todo el
tiempo, y me acuerdo de que he vomitado delante de él esta madrugada. Le
ordeno que no mencione ese bonito dato mientras se acerca y le pongo mi mejor
cara de mala leche. Es la expresión que solía poner cuando luchaba por los
derechos de los trabajadores y me enfrentaba a jefes escoria que sólo querían
exprimir hasta el último céntimo a gente buena, honrada y trabajadora. Ahora
mismo, le pido en silencio a Mav que no me presione para nada. No estoy de
humor y este no es el momento ni el lugar.
Detiene su avance justo donde Chastity sigue tendida en el suelo, con la
cabeza dolorida. Rompe brevemente el contacto visual conmigo para mirarla con
el ceño fruncido.
—Será mejor que no vengas a ofrecernos más de ese malvado zumo de ardilla
—gime, y no puedo evitar reírme de ello.
Mavyx me clava otra mirada, sus ojos bajan hasta donde llevo una sonrisa
persistente en los labios. Abre la boca y respira como si estuviera a punto de decir
algo, con expresión confusa. Pero no dice nada. Se queda mirándome fijamente,
hasta que siento que mi sonrisa vacila un poco. ¿Por qué este idiota frustrante me
hace sentir como una adolescente en su primer baile?
Chastity se quita el brazo que tenía colgado sobre los ojos y entrecierra los
ojos mirando a la Segunda Lanza. —¿Tienes algo en el taparrabos, o sólo estás
aquí para estar encima de mí mientras babeas por Alana todo el día?
Mavyx tose, con la piel un poco enrojecida.
—Hoy hay una ceremonia en el Templo —ladra, cambiando su peso de un pie
a otro mientras su cola se mueve detrás de él. —Los machos de Zarriko son...
—sus ojos se desvían de mí hacia Tessa y Skye, tendida en el suelo.
—Bienvenidos —la forma en que pronuncia esa palabra los hace parecer cualquier
cosa menos eso. —Al igual que todas las hembras —termina, vuelve a mirarme y
se pasa la lengua por el labio inferior.
***
MAVYX
ALANA
Me alejo de Mavyx antes de que pueda gritarle algo más. ¿Estoy lista para
regalar un joven a la tribu? Uh, no. No voy a regalar nada a nadie. Este es mi bebé.
Mavyx me sigue, por supuesto, pero no puedo seguir hablando con él. Ya he
soltado cosas que preferiría mantener ocultas durante un tiempo, hasta que me
sienta más segura de mí misma y del camino que está tomando mi vida. Pero sus
preguntas incesantes... ¡ah! ¡¿Y entonces pensó que me estaba muriendo?! Por
mucho que el grandullón me irritara, no podía dejarle pensando eso.
Y entiendo que la cultura Trixikka es muy diferente a la nuestra. Entiendo que
no tiene ni idea de lo que significaría tener un bebé para un humano, y mucho
menos para una mujer. Toda su vida, las únicas mujeres que ha conocido han
estado escondidas detrás del muro del Templo, y de vez en cuando, sacaban un
huevo y todo el mundo hacía una fiesta.
Todo esto es muy raro.
—¡Ah-Lanah! —me llama. Avanzo por el laberinto de cabañas hasta que salgo
bruscamente de ellas, tropezando con el borde de la aldea y sin nada más que la
oscura jungla para saludarme. Avanzo dos pasos antes de que vuelva a estar
delante de mí. —No volverás a entrar ahí. Háblame. ¿Qué significa preñada?
Cierro los ojos y suspiro. Bueno, de todos modos, ahora ya no hay gato
encerrado.
—Hay un bebé —digo despacio, señalando mi vientre todavía plano... no,
tacha eso. Nunca he tenido el vientre plano. Pero está a punto de volverse mucho
más redondo, sin duda. —Y antes de que preguntes —digo levantando una mano.
—No, no me lo he comido. Un hombre lo puso ahí y le odio por ello —estoy a
punto de alejarme de nuevo antes de girar y volverme hacia Mavyx, aunque no
puedo mirarle a esos bonitos ojos dorados, así que le miro el pecho. —En realidad,
no lo odio por eso. Lo odio por follarse a otra cuando estaba destinado a ser mío
—murmuro, sin saber muy bien por qué era tan importante para mí explicarlo.
Todo queda en silencio por un momento, sólo se oye el leve susurro de la
brisa vespertina entre las hojas de la selva y el piar de los bichos alienígenas. Aún
no he mirado a Mavyx, pero siento su mirada fija en mí. Voy a girarme, pero su
mano grande y cálida me detiene y él cae de rodillas, haciéndome respirar con
dificultad. En esta posición, estamos casi a la altura el uno del otro, pero sus ojos
están clavados en mi estómago como si tuviera el santo grial ahí dentro o algo así.
—¿Tienes una... cría... creciendo dentro de ti?
El asombro en su rostro es evidente y trago grueso.
—¿Mi estrella? —pregunta mirándome fijamente para confirmarlo. El corazón
me da un vuelco en el pecho y asiento con la cabeza. Ha empezado a llamarme así
y, por alguna razón, me da miedo decírselo, me da miedo incluso reconocerlo.
Pero cuando empieza a acercarse despacio, tímidamente, con manos
cuidadosas, ya no puedo soportarlo. Me alejo, esquivando su contacto. —No
—susurro, con un nudo en la garganta. —No puedo —sacudo la cabeza como si
pudiera hacer que todo esto desapareciera. Ahora mismo me siento confusa y este
guerrero enorme y feroz, tan dulce conmigo, me lo pone más difícil. Tiene muchas
preguntas, claro que las tiene, pero ahora mismo no tengo energía para
responderlas. No tengo energía para muchas cosas estos días, la verdad.
Me alejo y finalmente sostengo su mirada dorada. —Buenas noches, Segunda
Lanza —le digo antes de partir hacia la cabaña de las chicas.
***
***
Al anochecer me traen rodajas de algún tipo de verdura alienígena, junto con
un cuenco de puré de bayas especiadas que no saben muy distinto a una especie
de guarnición dulce y picante, pegajosa. ¿Alguien... alguien había intentado
hacerme patatas fritas con salsa? La idea me hace sonreír, y me guardo una nota
mental para darle las gracias a Tessa por la mañana. Bea sonríe al verme comerlas.
No son nachos con guacamole ni mucho menos, pero agradezco el esfuerzo e
intento comerme toda la porción, rezando para que no me revuelvan el estómago.
Bea ha comido con las demás y charlamos mientras se prepara para irse a la cama.
Dios sabe dónde estará Chastity, emborrachándose de nuevo con Skye o quizás
dándole al afortunado Trixikka una lección de biología en vivo, ¿quién sabe?
Cuando estoy tumbada, mirando por la abertura en forma de ventana que hay
en la pared de la cabaña y contemplando el cielo nocturno, con una estrella
brillante que me guiña un ojo, decido que ya es suficiente. Me siento fatal, sin
energía y con ganas de vomitar más a menudo de lo que lo hago, pero no puedo
quedarme aquí el resto del embarazo.
Me llevo la mano al vientre mientras miro fijamente la estrella y una leve
sonrisa se dibuja en mis labios. Es como si mi madre me tendiera la mano. Es como
si me dijera que está aquí para mí, no importa en qué planeta esté. No importa en
qué galaxia, universo o plano físico, ella no me dejará. Nunca he sido una persona
particularmente espiritual, pero sé, sin lugar a dudas, que si hay una manera de
que mi madre esté ahí para mí, no dejaría que nada la detuviera.
Y no voy a dejar que nada me detenga, decido en ese momento. Sobre la
enfermedad, no puedo hacer mucho. ¿El abatimiento? Sí que puedo.
Además, necesito tanto bañarme como es debido que me sorprende que Bea
no me haya echado un cubo de agua por encima.
Me levanto con cuidado e intento alisarme el pelo rebelde. Pero no sé de qué
sirve.
Al salir de la cabaña, me sorprende encontrarla desguarnecida. El pueblo
duerme y la estrella de mi madre me guiña el ojo desde lo alto. Camino un rato
hasta que encuentro el alijo de agua del río de los Trixikka. Está en cubos de
madera tratada y pieles colgadas de un soporte. Supongo que la de las pieles es
para beber, pero ¿y la de los cubos? A las chicas siempre nos traen agua, no sé
para qué sirve todo esto. No quiero empezar a lavarme en agua que se supone
que se usa para cocinar por la mañana. Además, estos cubos son jodidamente
enormes. No hay manera de que pueda separar uno de los otros para que nadie
use mi agua sucia.
Decido coger una piel de donde está colgada por una cuerda y un improvisado
gancho de madera. Me echo un poco en la mano y consigo derramar la mayor
parte, pero me froto rápidamente la poca agua que consigo captar en la cara y el
cuello. El líquido frío me sienta tan bien en mi piel caliente y húmeda que casi
gimo. Miro a mi alrededor, compruebo que no hay moros en la costa, me quito el
pijama rosa y vuelco parte del agua directamente sobre mi pecho y mi mano. Lo
que daría por un poco de jabón ahora mismo.
Todos los pensamientos sobre el jabón huyen de mi mente cuando siento la
ráfaga de aire de algo grande cayendo detrás de mí. Suelto la piel, el agua se
derrama sobre mis pies, mis ojos se abren de par en par y abro la boca para gritar.
Una forma oscura se abalanza sobre mí, su gran mano me tapa la boca y me
acerca a su enorme cuerpo.
Sólo cuando me fijo en las estrellitas de piel que titilan me relajo un poco. Es
Trixikka, esa cosa que me tiene atrapada. Y sólo cuando me fijo en sus bonitos ojos
dorados y su pecho iluminado me permito abstenerme de morderle la mano. Es
Mavyx. Estoy a salvo.
Aunque se me acercó sigilosamente en la oscuridad mientras intentaba
lavarme y ahora está aplastando mi pecho mojado y desnudo contra su pecho
desnudo.
Así que tal vez lo muerda después de todo.
Sigo respirando con dificultad por la nariz mientras él me observa. Aquí, en la
oscuridad, las preciosas estrellitas palpitantes de su piel son la única fuente de luz,
y las que tiene en la sien chisporrotean y giran como pequeños fuegos artificiales.
Las que tiene en el pecho arden en un precioso derroche de colores, su brillo es
tan intenso comparado con el de las demás que proyectan arco iris sobre su cara,
y probablemente también sobre la mía.
Por alguna razón, la respiración de Mavyx también es agitada, a pesar de que
fue él quien me sorprendió a mí, y no al revés. Su gran pecho se expande y desinfla
contra el mío con cada respiración. Soy muy consciente de que no sólo estoy
desnuda de cintura para arriba, sino que además mi piel está húmeda y
resbaladiza.
Sigue tapándome la boca con la mano, aunque sé que se da cuenta de que no
hay peligro de que me ponga a gritar. Su otra mano... su otra mano se extiende
por mi espalda y noto cómo su pulgar me recorre la piel con un movimiento
relajante.
Excepto que no me calma en absoluto.
Los ojos de Mavyx se cruzan con los míos mientras me abraza, y veo cómo
saca la lengua para humedecerse los labios antes de tragar. Y entonces,
lentamente, oh, tan lentamente, siento que algo roza mi pantorrilla, una, dos
veces, mientras él me observa. Su cola acaba por enroscarse posesivamente
alrededor de mi pierna y Mavyx suelta un suspiro de alivio que me abanica la cara
como si esperara que le apartara la cola de una patada.
¿Qué está ocurriendo? En algún lugar de mi mente, una vocecita racional me
grita que me zafe de su agarre, pero su cercanía es tan embriagadora. Me siento
envuelta en él, su enorme cuerpo se inclina sobre el mío, sus fuertes brazos me
pliegan hacia él y sus enormes alas se arquean sobre los dos. Me siento como su
presa, sobre la que acaba de abalanzarse y a la que está a punto de devorar.
Esa voz racional está siendo rápidamente ahogada por mi libido, porque
cuanto más me agarra Mavyx, más me lo imagino así mientras me folla, quizá
también con la mano en la boca para amortiguar mis gritos.
Se me acelera el corazón y siento ese calor tan familiar entre las piernas
cuando me imagino el escenario. Cómo podría sujetarme, con qué fuerza podría
penetrarme con su enorme cuerpo.
Las fosas nasales de Mavyx se agitan y cierra los ojos mientras se le escapa un
gemido de dolor. —Ah-Lanah —gime, con una voz tan profunda que puedo
sentirla donde nuestros pechos están apretados.
Nunca nadie había gemido mi nombre así. Hace que se me enrosquen los
dedos de los pies.
—Hembra, si no quieres que te lleve volando de vuelta a la Cueva Madre, te
sugiero que modifiques tu olor ahora mismo.
Murmuro una protesta detrás de la mano que aún me tapa la boca y me paso
la lengua por los labios cuando por fin me suelta, sus ojos dorados siguen el
movimiento. —No puedo alterar mi olor —susurro. —Es culpa tuya por
abalanzarte y agarrarme así.
La mirada dorada de Mavyx se clava entre mis ojos y mi boca. —¿No debería...
haberte agarrado? —su cabeza se inclina ligeramente ante la pregunta y en su
pecho se oye una curiosa especie de rumor rítmico.
No, ¡deberías haberme agarrado! grita la vocecita cachonda de mi cerebro.
Puedes agarrarme cuando quieras.
Sacudo la cabeza y le doy un suave empujón en el pecho, una señal para que
me suelte.
Cuando lo hace, recuerdo tardíamente que estoy en topless. Con un aullido,
cubro a las chicas lo mejor que puedo, pero -bueno- he sido “bendecida en el
pecho” desde la tierna edad de catorce años, y mantenerlas bajo control usando
sólo mis brazos y manos es una lucha. Siento que me desparramo por todas
partes.
Mavyx está ahí de pie, con toda su atención puesta en mí, y no puedo evitar
darme cuenta de que hay un montón de esas pequeñas estrellas de piel suyas que
están haciendo una carrera de abeja hacia ese monstruo que seguro que lleva bajo
ese taparrabos. Absurdamente, me pregunto si podría rastrear a uno. Si una de
sus lucecitas floreciera en su sien y recorriera su angulosa mandíbula hasta la
garganta, flotara sobre los duros planos de su musculoso pecho y saltara
alegremente por los valles de esos abdominales de tabla de lavar. ¿Correría esa
misma estrella por el corte de sus caderas hacia las tierras prometidas de su...?
Demasiado tarde, me doy cuenta de que los dos estamos aquí de pie
follándonos con los ojos; yo, pensando en perseguir sus estrellas y él con los ojos
clavados en donde intento mantener mis tetas bajo control. Me doy la vuelta y me
aclaro la garganta. —Um, un poco de privacidad mientras trato de lavarme, ¿por
favor?
—Lo siento.
Cuando miro hacia él por encima del hombro, Mavyx se frota la nuca. Es un
gesto tan vulnerable y tan poco propio de Mavyx que, de algún modo, me
revuelve el estómago.
—¿Te encuentras mejor esta noche? —pregunta desviando la mirada. —¿Ha
pasado el... malestar del amanecer?
Ahogo una risita ante su bastardización de “náuseas matutinas” e intento
reajustar los puñados de teta que tengo entre las manos. —Tessa te lo ha contado
todo sobre el embarazo, ¿eh? —me muevo para recoger mi pijama descartado,
me doy cuenta de que estoy obstaculizada. Mi mirada y la de Mavyx caen al
mismo tiempo donde su cola sigue enroscada alrededor de mi tobillo. Había
olvidado que había hecho eso.
Mav se aclara la garganta y me suelta el tobillo, lo que me deja la piel
extrañamente fría. —Sí —responde en voz baja. —Me lo contó todo sobre el... ah
—cuando me giro, ya completamente vestida, sus ojos están fijos en la zona de mi
estómago. Se relame los labios y continúa distraídamente:.—Hinchazón y... um...
—su mirada se ha desplazado hasta mis pechos ahora vestidos. —...ternura.
Incluso más de esas lucecitas bajan por su tenso abdomen hasta desaparecer
en su taparrabos y, si no lo conociera mejor, apostaría a que el Sr. Segunda Lanza
ha descubierto recientemente que tiene una manía con el embarazo.
—¿Algo más? —pregunto, con una ceja levantada.
Tragando saliva, Mavyx vuelve a mirarme a la cara. —Hor-moons —suelta.
—¿Hormonas? —repito, frunciendo el ceño. —¿Quieres decir hormonas?
—pregunto en voz baja y suave. Mavyx asiente, viéndome dar un paso hacia su
espacio personal. Prácticamente arqueo el cuello para mirarle, pero Dios, ¿por qué
quiero que vuelva a aplastar mi cuerpo contra el suyo? ¿Por qué quiero que me
envuelva en esos brazos enormes y poderosos? ¿Por qué quiero lamer esas
pequeñas estrellas de su piel tan locas y sexys?
Hormonas.
Hormonas, por eso. Lo mismo que acababa de mencionar.
Dios, soy estúpida.
Mis jodidas hormonas son precisamente la razón por la que quiero subirme a
este idiota sexy como a un árbol.
Me alejo y respiro hondo. —No quiero hablar de hormonas, ni de embarazo,
ni de nada de esto. Honestamente, todo lo que realmente quiero ahora es
limpiarme en un buen baño caliente, pero no puedo tener eso así que...
¿Y qué? ¿Y qué? Había encadenado las palabras como si tuvieran algún
sentido, pero tengo la cabeza hecha un lío y la cercanía del Sr. Músculos
Centelleantes no me ayuda. Al final, lo único que puedo hacer es soltar un
resoplido, con los hombros caídos.
Mavyx mueve las alas, las flexiona y se acomoda. —¿Deseas bañarte en aguas
más cálidas?
Asiento con la cabeza. —Con burbujas, aceites de lujo, una bañera de helado
una copa de rosado dulce y música chill —haciendo una pausa para pensar,
resoplo suavemente y me llevo la mano al vientre. —Bueno, supongo que ya no
puedo tomar el vino, pero...
Grito cuando Mavyx me agarra y me levanta del suelo para abrazarme.
Apenas pestañeo cuando nos lanza por los aires con un par de poderosos golpes
de sus enormes alas.
—¡¿Qué estás haciendo?! —chillo, echándole los brazos al cuello para
agarrarme con fuerza. El aire nocturno me envuelve y pronto nos elevamos más y
más hasta que nuestro ascenso se estabiliza. La sensación de cosquilleo en el
estómago no se calma, y me esfuerzo por no dejarme llevar demasiado por el
subidón de adrenalina que parece provocarme que me agarren.
—No puedo darte 'shill-musack', y no sé lo que es 'sweet rose-ey', pero puedo
darte un lugar con baño caliente —dice con un gruñido mientras seguimos
atravesando el cielo añil.
Le miro fijamente mientras me lleva, sin poder resistir la sonrisa que florece
en mi rostro cuando su rápida mirada hacia abajo se dispara de nuevo al conectar
nuestras miradas. Mavyx se aclara la garganta y sigue mirando hacia delante
durante el resto del trayecto hasta el lugar al que me lleva.
Capítulo 14
MAVYX
ALANA
Pensé que sería diferente. Pensaba que no querría saber nada de mí o que se
comportaría de forma extraña cuando se enterara del embarazo. Pero sigue
siendo el mismo coñazo de antes, incluso más, si cabe. Desde aquella primera vez
en las termas de la montaña, cuando le dije que estaba bien que me protegiera;
que eso no significaba que fuéramos “compañeros” ni nada más, pero que, si su
corazón le obligaba a cuidarme, no me iba a quejar si lo hacía. Bueno, desde
entonces, ha sido como una gallina-madre gigante cacareando sobre mí.
Ha pasado más de un mes desde entonces, creo. Los días se confunden un
poco aquí, en el planeta tropical del hombre pájaro. Se me ha empezado a hinchar
la barriga y tengo muchas más ganas de orinar de lo normal, pero al menos he
dejado de tener ganas de vomitar a todas horas: las náuseas matutinas, una
mierda. Tessa dice que he entrado de lleno en el segundo trimestre y que
probablemente por eso han disminuido. Mavyx había insistido en que “la hembra
curandera”, Tessa, se quedara con nosotros en la tribu de Rynn para estar cerca de
mí, pero creo que la quería a mano para responder al millón y una preguntas
sobre el embarazo que tiene para ella todos los días. A Tessa le había parecido
bien cambiar de tribu, pero Zarriko no estaba dispuesto a dejarla marchar hasta
que Mavyx se ofreció a “cambiarla” por otra de las hembras de nuestra tribu.
—¿Qué somos, cartas Pokémon para ustedes? —Chastity se había burlado,
pero no creo que le importara en absoluto, no cuando se ofreció de buen grado a
acompañar a los machos de Zarriko cuando se fueran.
Hace tiempo que muchos de los nuestros se lanzaron a la búsqueda de las
otras mujeres: las que estaban en las cápsulas de éxtasis, que parecen haber sido
raptadas por criaturas a las que los trixikka llaman mimyckah, y Dove, la chica que
encontró el camino hacia la tribu de Zarriko pero luego volvió a desaparecer.
Además de Sophia, a la que nadie ha visto desde que nuestra nave fue destruida
por un gusano gigante de la muerte.
El pueblo de Trixikka parece mucho más tranquilo ahora que muchos de ellos
se han ido. Uno no dobla una esquina y se topa con un muro de músculos y
plumas dondequiera que vaya. Y no fue una sorpresa para nadie que Aloryk se
ofreciera voluntario. La sonrisa en su rostro no pudo contenerse antes de partir,
tan seguro estaba de que iba a encontrar a la chica de sus sueños de pelo púrpura.
A pesar de que la aldea está tranquila, nunca me quedo sola. Mavyx está
conmigo o, cuando tiene cosas que hacer, como ayudar en una cacería, entrenar a
los hombres que quedan o seguir construyendo mi cabaña, insiste en que Tessa se
quede a mi lado, así como cualquier otro pajarito.
¿Sinceramente? Es irritante y dulce a partes iguales.
Sin embargo, sigue llevándome a la montaña de aguas termales para darme
un baño caliente con bastante regularidad, así que puedo perdonarle un poco.
Hoy estamos de nuevo en una reunión de las dos tribus y el ambiente general
parece haberse calmado un poco desde la primera vez. No sé si las dos facciones
de hombres-pájaro-extraterrestres están empezando a hacerse amigos, o si es
porque la mayoría de los guerreros llenos de testosterona se han ido de excursión,
pero estos días todo parece mucho más tranquilo. Por supuesto, también podría
deberse al hecho de que ya no estoy ocultando un puto gran secreto, así que mis
nervios ya no están a flor de piel.
—Come —gruñe Mavyx, empujando un plato de frutas alienígenas hacia mí.
—No consumiste suficiente al amanecer.
Estamos sentados aquí en el claro, junto a Rynn y Serena, que están
demasiado absortos el uno en el otro como para considerar siquiera la existencia
de alguien más a su alrededor. Estoy segura de que podría caerse el cielo y Rynn
apenas se daría cuenta mientras su compañera estuviera sentada en su regazo.
Mav y yo estamos sentados cadera con cadera, con las piernas cruzadas sobre
un mullido trozo de la extraña hierba blanca que crece aquí. Me rodea por el
medio con su cola, cuyo mechón esponjoso me acaricia suavemente el vientre
mientras su ala extendida se cierne sobre mi cabeza como una sombrilla, ya que
me he quejado de que tengo demasiado calor.
Tengo que admitir que es muy agradable que el grandullón me mime, aunque
a veces sea un poco autoritario. Sobre todo, cuando gruñe amenazadoramente a
los machos que se acercan demasiado porque sienten curiosidad por mi creciente
barriguita. En esos casos, sin embargo, tengo que admitir que estoy más mojada
que Splash Mountain.
Y él también lo sabe.
Ese maldito hombre puede oler cómo me excito, y juro que a veces lo hace a
propósito. Entonces me mira y es como si oyera su voz en mi cabeza: —¿Puedo
ayudarte con eso, pequeña hembra? —me dice, y aunque me tienta la oferta
imaginaria, resoplo y culpo a mis hormonas.
—Ah-Lanah, come —refunfuña Mavyx, cogiendo un pequeño racimo de las
dulces bayas de néctar.
—Te juro por Dios, Mav, que, si empiezas a intentar alimentarme a mano, te
arrancaré un dedo de un mordisco.
Resoplando por la nariz, Mavyx coge mi mano y la pone en posición vertical
para depositar allí las bayas de néctar. —Come, entonces —insiste con un gruñido.
Entrecierro los ojos. —Di por favor.
Mavyx agita ligeramente las alas y mira hacia arriba como si rezara a sus
diosas para no perder los estribos. No puedo evitar sonreír ante su demostración
de dramatismo. —Por el amor de la Tribu y el Templo, hembra —gime,
pellizcándose el puente de la nariz. —Si no comes, te vuelves wow-zy o...
—¿Wow-zy? —me río entre dientes. —¿Quieres decir woozy?
—O te vuelves aún más irritable que antes —concluye Mavyx, con la
mandíbula apretada y las estrellas de su piel bailando maníacamente en ambas
sienes.
Le devuelvo las bayas de néctar. —Creo que tú eres el irritable en este
momento, Mavyx. Tal vez deberías comer algo.
Su cola se tensa un poco alrededor de mi vientre y un gruñido sordo sale de lo
más profundo de su pecho. —Ah-Lanah —me advierte, su voz destila peligro.
¿Cómo puede hacer que mi nombre suene... así? Y sé a qué viene esa advertencia.
Sólo intenta cuidarme como le dicen sus estúpidas estrellas del corazón, y yo había
accedido a todo esto. También hay un sutil destello en sus ojos dorados que me
hace pensar que no está dispuesto a usar ese gruñido o esa voz suya contra mí.
Sabe lo que me provoca y sabe que tiene el poder de excitarme en un instante,
aunque lo negaría si alguna vez se atreviera a afirmar tal cosa en voz alta.
Aun así, no soy de las que se echan atrás ante una amenaza.
—Di. Por favor.
Me mira fijamente y le devuelvo la mirada. Nuestros ojos se quedan fijos un
buen rato, ninguno de los dos dispuesto a retroceder. Pero entonces, la mirada de
Mavyx desciende lentamente por mi cara hasta mi boca, donde se detiene
mientras aspira por la nariz antes de que sus ojos bajen aún más. Más abajo, más
abajo, más abajo, mirándome sin prisa, con mi pijama rosa, ahora desgastado y
estirado, casi abierto por los botones de mi vientre. Su cola vuelve a acariciar
lentamente mi barriguita antes de que Mavyx se lama los labios y los abra como si
estuviera a punto de decir algo.
Pero le interrumpen. —Dios mío, ¿han visto esto? —dice Tessa mientras se
acerca a nuestro pequeño cuarteto y se sienta al lado de donde Rynn aún tiene a
Serena en su regazo. Tessa hace un gesto salvaje hacia donde Skye y Chastity están
todavía al otro lado del claro con la mayoría de los machos Trixikka.
—No sé si es cruel o si puedo reírme —dice Bea, siguiendo de cerca a Tessa.
Entrecierro los ojos y miro a las otras dos chicas. Están rodeadas por una
quincena de alienígenas enormes y musculosos que parecen estar haciendo algún
tipo de movimiento sincronizado con los brazos. No me doy cuenta de lo que está
pasando hasta que oigo sus voces cantar y las veo girar las caderas y saltar en otra
dirección.
—¿Están... están enseñando a el Trixikka la Macarena? —pregunto con una
sonrisa en los labios antes de formular la pregunta.
—Les han dicho que es una de las muchas 'danzas rituales de apareamiento
de nuestro pueblo' —dice Tessa mordiéndose el labio, con la cara sonrosada.
—¿Una de tantas? —me río y miro a Bea, que intenta desesperadamente
mantener la cara seria mientras se oye de fondo a Skye y Chastity cantando “¡Eh,
macarena!”. —¿Cuáles son los otros? ¿El YMCA y el Cha-Cha Slide?
Tessa y Serena se ríen y Bea pone los ojos en blanco. Pero incluso en su
exasperación, parece tan divertida como las otras chicas. Vemos a la pandilla de
bárbaros alados de dos metros de altura intentando dominar el baile con los
brazos extendidos al ritmo de las palmas de Skye y Chastity y su casi pasable canto
en español, junto con sus caderas giratorias en los momentos adecuados del baile.
—¿Es esto...? —Mavyx comienza, haciendo un gesto hacia el baile. —¿...Cosa
importante para tu gente? —pregunta en voz baja mientras presenciamos como
Chastity y Skye tienen al grupo de machos absolutamente comiendo de sus
manos.
Me río entre dientes y le enarco una ceja. —¿Me la harías si lo fuera?
La mirada de Mavyx vuelve hacia donde los Trixikka cruzan los brazos sobre el
pecho al unísono. Entrecierra los ojos y la punta de su cola roza ligeramente mi
vientre.
—Esto es cruel —se lamenta Bea, pero incluso mientras se queja, su diversión
sigue apareciendo en su rostro. —Ya es bastante malo que te regalen botes de
sus... cosas... brillantes todo el tiempo. Pero esos pobres van a pensar que pueden
cortejar a una mujer haciéndole ver el Nae Nae o algo así.
—¿Debería aprender estos movimientos para ti, mi compañera? —Rynn
arrulla a Serena y le hace soltar una risita coqueta mientras le pellizca el cuello.
—Um, no —se ríe entre dientes. —Pero quizá algún día te enseñe a bailar
lento. Me gustaría.
Dios mío, son nauseabundamente monos. Estoy a punto de tirarles unas
bayas de néctar para que dejen de hacerlo antes de que la embarazada vomite
sobre nuestro pequeño picnic, pero me interrumpen.
Por un grito.
Bea se echa hacia atrás sobre un plato de carne después de que el ruido
saliera de su garganta, atravesando el agradable y soleado día. Todos miran para
ver qué ha provocado su reacción y, al principio, no veo nada fuera de lo normal.
Sin embargo, los Trixikka que nos rodean sí.
De repente, Mavyx me agarra y me echa en sus fuertes brazos y nos lanzamos
por los aires antes incluso de que tenga la oportunidad de rodearle el cuello con
las manos. —¡Mav! ¿Qué pasa? ¿Qué pasa?
No nos elevamos demasiado del suelo, sólo unos seis o siete metros, y al
mirar a mi alrededor me doy cuenta de que Rynn está en el aire con Serena y de
que, de alguna manera, Zyntaar ha aparecido de la nada y sostiene también a Bea
y a Tessa en sus enormes brazos.
—¡Atrapen a las hembras! —Mavyx brama a sus hombres. —¡Llévenlas al
aire! ¡Mantenlas a salvo! ¿Quién carajo estaba de guardia? —luego murmura para
sí mismo: —Destriparé al macho que dejó que esto pasara.
—Espera un momento —digo. —Nadie está destripando a nadie, ¿y qué
demonios ha pasado de todos modos? No veo...
Pero entonces lo veo.
—¡¿Qué demonios es eso?! —respiro, tratando de agarrarme mejor al cuello
de Mavyx, como si así pudiera llegar más alto. Sus brazos me rodean con fuerza.
—Te tengo, mi estrella. Estás a salvo —murmura.
—No me digas 'mi estrella', ¡¿qué coño es esa cosa?!
Abajo, una figura oscura entra cojeando en el claro. Está cubierta de pelo y se
mantiene erguida sobre las patas traseras, aunque es más alta y corpulenta que
cualquier hombre humano. Tampoco es un hermoso macho Trixikka. Sus brazos
son demasiado largos para el resto de su cuerpo y, aunque es evidente que tiene
lo que parece ser una daga alojada en uno de sus globos oculares demasiado
grandes, cojea con una sonrisa espantosamente enorme en la cara. Una espesa
sangre negra rezuma de la cuenca de su ojo herido hacia las hileras de dientes
amarillentos y puntiagudos que alberga en su boca.
—¡Es un demonio-chimpancé! —grita Serena desde donde Rynn la sostiene
mientras planea hacia nosotros con sus anchas y oscuras alas.
Miro a los dos machos Trixikka, con las estrellas de la piel enloquecidas en las
sienes de sus rostros de aspecto furioso. —Lo juro por las Diosas, Mavyx —gruñe
Rynn. —Si tus patrulleros han dejado que un mimyckah se acerque a nuestra
reunión...
—La mayoría de mis Protectores están fuera en la Búsqueda del Este
—arremete Mavyx. —Los hombres que me quedan son...
—Los machos que te quedan son los que deben ser entrenados para proteger
a nuestras hembras. Ese es tu deber, Segunda Lanza.
En el pecho de Mavyx crece un gruñido amenazador. Noto su estruendo
cuando me sujeta con fuerza y sus enormes alas dan grandes aletazos para
mantenernos relativamente quietos en el aire. —¿Crees que pondría a mi Ah-
Lanah en peligro a sabiendas? ¿Crees que pondría en peligro a la cría que crece en
su interior...?
—¡Chicos! ¡Chicos! —Serena ladra, interrumpiendo la riña entre Mavyx y su
amigo. —¿Qué vamos a hacer con el demonio-chimpancé?
Todos miramos desde abajo a la criatura que, aunque parece una pesadilla
andante, da tumbos en círculo como si estuviera confusa y perdida. Cuando se da
la vuelta, veo que también tiene una daga clavada en el omóplato, y que su pelaje
oscuro ya está enmarañado y húmedo por donde se desangra. Esta cosa no va a
durar mucho más. ¿Pero a quién pertenecen las dagas?
—Llevemos a las hembras de vuelta a la aldea —dice Rynn antes de asentir a
Mavyx. —Confío en que los machos que te quedan tengan suficiente
entrenamiento para poder despachar a un solo mimyckah herido.
Mavyx gruñe y me sujeta con más fuerza, pero antes de que empecemos a
volar, se oye una voz, la voz de una mujer humana.
—¿Por qué me mira así, Ezryk? —dice la voz, y tardo un momento en darme
cuenta de que las palabras proceden del mimyckah. —¿Por qué mira así, Ezryk?
Dios, es espeluznante.
Por un segundo o dos, creo que no puedo respirar. —Q… —empiezo a
tartamudear mientras miro a la criatura que cojea. —¿Por qué suena como uno de
nosotros? ¿Por qué dice esas palabras?
—Está repitiendo algo que ha oído —me dice Mavyx, en voz baja y sonando
tranquilo, pero cuando aparto los ojos del monstruo para mirarle, tiene la
mandíbula tan apretada que parece que vaya a romperse un diente. —Ha oído
estas palabras en la selva y está imitando la voz de una mujer.
—¿Por qué mira así, Ezryk? —repite el mimyckah, el tono, la cadencia y las
inflexiones de la voz exactamente igual que antes, como si estuviéramos
escuchando una grabación repetida.
—¿Por qué está mirando así, Ezryk?
—¿Por qué está mirando así, Ezryk?
—¡Oh, Dios!, ¡es tan espeluznante!
La criatura entonces baja a un susurro femenino que suena aterrorizado.
—Ezzy, tengo miedo —no sé cómo lo ha conseguido, pero ha reproducido a la
perfección el sonido de una mujer humana al borde de las lágrimas. Y, sin
embargo, su rostro permanece con esa sonrisa demasiado amplia que contiene un
cementerio de dientes amarillentos demasiado largos. Se tambalea sobre sus pies
y luego repite, exactamente igual que antes: —Ezzy, tengo miedo.
—¿De quién son las palabras que dice? —pregunta Rynn mientras bate las
alas con Serena en brazos.
—Suena como Dove —dice Tessa desde otro de los brazos de Trixikka, Zyntaar
al parecer se la ha ofrecido a otra persona mientras mantenía agarrada a Bea. —Al
menos, eso creo. Sólo estuvo en nuestra aldea unos días y luego desapareció.
—Ezzy, tengo miedo —solloza la voz de la mujer que está debajo de nosotros.
—Bajemos ahí a ver qué más pone —sugiero, pero en cuanto las palabras
salen de mi boca, el agarre de Mavyx sobre mí se estrecha aún más, y ese gruñido
grave y retumbante vuelve a su pecho.
—Absolutamente no, Ah-Lanah.
Me retuerzo en su agarre. —¡Pero podría revelar algo sobre dónde está!
—No me importa dónde está. Sólo me importa dónde estás tú. ¡Y que donde
estás no está ni cerca de un mimyckah!
—¡Mav!
—Tiene razón —dice Zarriko de repente. No me había dado cuenta de que se
había acercado a nosotros con Skye en brazos. —Ninguna hembra debería
acercarse a ninguna de estas bestias. Puede parecer herida y frágil, pero aun así te
desgarraría miembro a miembro —gira la cabeza y señala con la cabeza a un
pequeño grupo de sus hombres. Sin mediar palabra, los machos de Zarriko se
abalanzan y rodean al mimyckah.
La criatura suelta un inquietante grito de mujer. —¡Ezzy! ¡Ezzy! ¡Ahí hay otro!
¡Hay otro! ¡Dios mío!
Tres Trixikka arremeten a la vez. Uno le arranca la daga del ojo, haciendo que
la sangre negra salpique toda la extraña hierba blanca, mientras otro le atraviesa
las tripas con su lanza. Las palabras de la criatura se vuelven confusas a medida
que se ahoga y se desgarra, con esa sonrisa siempre presente en su lugar mientras
dice sus últimas palabras, los movimientos de sus labios no se sincronizan
correctamente con la voz de Dove. —Ezzy, tengo miedo.
Y entonces el claro se queda en silencio, salvo por el batir de las alas de
Trixikka, hasta que la suave voz de Bea pregunta: —¿Quién es Ezryk?
Es Zarriko quien responde, con el rostro duro como la piedra. —Alguien que
está muerto.
Capítulo 16
ALANA
Han pasado varias semanas desde que aquella aterradora criatura entró
cojeando en la reunión de nuestra tribu y repitió una y otra vez las palabras de
Dove. Sin embargo, aún no puedo dejar de pensar en ello. Zarriko fue cortante en
sus respuestas sobre quién es... o era ese tal 'Ezryk'. El tipo parecía muy
convencido de que debería estar muerto. Nos había contado que años atrás había
habido un atentado contra su vida por parte de una pequeña facción de sus
varones que consideraban que otro era más merecedor de su título de Alta Lanza.
No funcionó. Algunos murieron, otros fueron desterrados a las junglas para
convertirse en Sombras Aladas. Al menos, eso era lo que había deducido de las
pocas respuestas que Zarriko estaba dispuesto a dar. Obviamente, el anciano no
estaba dispuesto a compartir detalles de la política de su tribu con Rynn y los
demás Trixikka. Voló de vuelta a su aldea, llevándose a sus machos y a Skye, Gwen
y Chastity antes de que pudiéramos hacernos una idea clara de lo que había
pasado exactamente y de dónde encajaba ese “Ezryk”.
Estas últimas semanas, Mavyx ha estado muy ocupado entrenando y
terminando la cabaña que está construyendo para mí, lo cual es muy dulce. Sería
aún más dulce si dejara de llamarla mi... bueno, mi “cabaña que no puedo ni
pensar sin sonrojarme”. En serio, ¿quién le enseñó esa palabra a el Trixikka? Mi
mente acusa automáticamente a Chastity y no puedo evitar la sonrisa que aparece
en mis labios. Echo de menos su maldad y la forma en que le gustaba compartir y
escandalizar a los despistados Trixikka. No es que no me guste tener a Tessa aquí.
Es fácil ver por qué se hizo enfermera. Tiene ese instinto de cuidar hasta los
huesos. Creo que es el tipo de mujer que querría asegurarse de que los demás
estuvieran cómodos incluso en su propio lecho de muerte. Y se nota que le
encanta. Está en su elemento. Es útil.
No es una mujer hinchada con dolores en todo tipo de sitios que se esfuerza
por no quejarse cada hora del día, pero fracasa estrepitosamente.
—Tiene que haber algo que pueda hacer —le digo a Mavyx. Está dentro de mi
cabaña casi terminada, al parecer dando los últimos retoques. Insiste en que aún
no puedo entrar, pero de todos modos prefiere que me quede cerca. Estoy
dolorida, irritada y pegajosa por el sudor. No quiero quedarme aquí sentada,
aunque Mav me ha preparado una suave zona para sentarme mientras trabaja,
con pieles y plumas para descansar y una sombra improvisada con un marco de
madera y hojas moradas tejidas. Se lo agradezco y es un detalle, pero el hecho de
que se preocupe tanto por mí a veces me hace sentir inútil, incluso más que antes.
—No —gruñe Mavyx desde el interior de la cabaña.
—Bueno, ¿no puedo ir a ver si las chicas necesitan ayuda? —le digo. —Están
haciendo cosas de arcilla.
De repente, Mavyx asoma la cabeza por la puerta para mirarme. —No vas a
hacer semilleros para otros machos —dice bruscamente.
En realidad, no pensaba hacer ninguna de esas extrañas botellas para bebés,
pero como estoy aburrida, decido jugar un poco con el idiota. —Ah, ¿sí? ¿Y si te
hago una?
Mavyx entrecierra los ojos y prácticamente puedo ver los engranajes que
giran en su cabeza mientras las estrellas de piel de su sien parpadean y brillan con
rapidez. Ahora hay un tira y afloja constante entre nosotros. Todavía me irrita
mucho y estoy segura de que también le irrito a él. Pero tenemos un acuerdo. No
somos compañeros. Le estoy dejando que haga su nido (literalmente) para mí,
como su instinto le dice que haga. Es una solución práctica, una situación en la que
todos salimos ganando. Él apacigua algunos de los impulsos de su corazón y yo
recibo el apoyo que tanto necesito.
La burla es sólo una ventaja añadida, para ser honesta. Quizá sea mezquino
por mi parte hacerlo. Quizá debería ceñirme más a los límites de nuestro acuerdo
de no ser compañeros, pero no puedo evitarlo. La mayor parte del tiempo, Mavyx
actúa como si tuviera una lanza gigante clavada en el culo, y más ahora que ha
pasado al modo protector 5000 sobre mí. Hay días en los que el único
entretenimiento que consigo es molestar al grandullón.
Y estoy aburrida. Estoy cansada de no tener un propósito cada día, aparte de
sentarme y esperar a ser madre. No me malinterpretes: siempre he querido tener
una familia. Y estoy a punto de hacerme a la idea de criarla rodeada de una jungla
alienígena sin parques infantiles, hospitales, colegios ni guarderías a la vista. Pero
este periodo de espera está empezando a ser un asco. Estoy acostumbrada a
poner en marcha mi cerebro de vez en cuando, haciendo algo que siento que
marca la diferencia para alguien.
Así que quizá nos esté tomando el pelo a los dos como forma de cruel
entretenimiento. Nunca he pretendido ser un ángel y, en mi opinión, ver esas
lucecitas correr por el abdomen tenso de Mavyx hasta desaparecer bajo su
taparrabos es demasiado divertido como para dejarlo pasar.
Mav sale de la cabaña que está construyendo para mí y avanza hasta que su
corpulento cuerpo se cierne sobre mi pequeño asiento. Le miro con una sonrisa
burlona. Prefiere no aceptar mi oferta de hacerle una cisterna de esperma. —Casi
he terminado —gruñe. —Quédate aquí. Quédate aquí.
Me apoyo en las manos para mirarle y le saco la lengua. Sí, es inmaduro y
malcriado, pero creo que la combinación de humedad y hormonas me está
afectando. —Di. Por favor —digo con la voz más condescendiente que puedo
reunir, imitando el tono de su orden. —Eres tan mandón todo el tiempo.
Mavyx emite un gruñido grave. —Te gusta cuando soy mandón, pequeña
hembra —dice, con voz profunda y penetrante, mientras me desafía con la
barbilla. —Olvidas que puedo decirlo.
Entonces, el gilipollas hace ademán de inclinarse hacia delante y olfatear el
aire por encima de mí.
Cruzo las piernas. No sé si hace algo, pero vale la pena intentarlo. —Bueno,
ahora mismo no funciona, ¿verdad? —le devuelvo el desafío, aunque sé muy bien
que probablemente pierda esta vez.
Mavyx deja de olisquear el aire, mueve la cola y se queda ahí, como si
esperara el momento adecuado para abalanzarse. La idea de que su enorme
cuerpo cubra de repente el mío mientras emite esos gruñidos salvajes me revuelve
el coño. Puntos extra si me sujeta.
En sus labios se dibuja una sonrisa cómplice y ladeada mientras me mira con
una ceja arqueada. ‘Ves, yo también tengo un efecto sobre ti’, parece decir esa
expresión y, sinceramente, no puedo culparle por ello. Después de todo, le tomo
el pelo muy a menudo.
Se agacha frente a mí y extiende sus hermosas alas oscuras. Me tomo un
momento para apreciarlas, la forma en que las estrellas de sus plumas parecen
pequeñas constelaciones multicolores. Si tengo que quedarme con un gilipollas
autoritario que quiere darme órdenes, al menos es más que bonito.
Cuando mis ojos por fin vuelven a conectar con los de Mav, esa expresión de
complicidad no hace más que crecer, y él extiende más sus alas, invitándome en
silencio a mirar hasta saciarme.
—Deja de presumir —resoplo, extendiendo un pie para darle un codazo en la
rodilla y, con un poco de suerte, hacerle perder el equilibrio. No hago tal cosa, por
supuesto, es tan robusto como un roble centenario. Sin embargo, su cálida mano
sale disparada para agarrarme el tobillo, provocando millones de cosquilleos en la
pierna al contacto.
—Creo que te gusta que me exhiba ante ti, Ah-Lanah —me acusa, ladeando la
cabeza, como si me estuviera evaluando, poniéndome a prueba sobre lo que
podría hacer cuando me tiene así agarrada. Su enorme mano me tira de la pierna y
me obliga a acercar el culo, apoyándome en las manos para hacerlo con más
suavidad. Mi otra pierna cae a un lado, abriéndome un poco más a él. Gracias a
todas las deidades, llevo puesto mi pantalón de pijama y no una de esas falditas de
cavernícola que algunas de las otras han estado haciendo.
Mirando mi pierna doblada y abierta, Mavyx gruñe para sí y vuelve a tirar de
mí; el acto es tan posesivo, tan bárbaro, que me pilla desprevenida. —Mavyx
—digo sin aliento, mirando su rostro severo. Sus fosas nasales se agitan y cierra los
ojos un instante. Tiene un gemido en la garganta, pero se convierte en un quejido
antes de que sus ojos dorados vuelvan a mirarme, con las pupilas dilatadas.
—Te llevaré a los artesanos —dice, con los ojos encapuchados mientras me
mira fijamente.
—¿Qué? —no había estado escuchando. Había olvidado de qué estábamos
hablando. Me siento demasiado excitada por la anticipación de cómo podría
manipularme a continuación.
Mavyx deja suavemente mi pierna en el suelo y se levanta, se aclara la
garganta y se ajusta el taparrabos. Los ajustes que se hace sirven de muy poco
para ocultar el monstruo absoluto que lleva ahí debajo. Se me seca la garganta.
—Querías hacerme un tarro de semillas —gruñe, levantando la barbilla. —Te
llevaré a los artesanos. Estoy seguro de que habré terminado tu choza de tocar
coños para cuando termines con tu trabajo de arcilla.
Todavía estoy mirando su taparrabos cuando sus palabras me calan. —¿Eh?
¡Oh! —sacudo la cabeza y estiro la pierna para golpearle de nuevo en la
pantorrilla. Me responde con un movimiento juguetón de la cola y una sonrisa en
los labios. —Sabes que odio que lo llames así.
—Lo sé —se ríe suavemente.
—¡Y no te estoy haciendo una mierda!
Las cejas de Mavyx se arrugan. —No quiero que me hagas un jaq-sheet. Un
bote de semillas bastará.
Pongo los ojos en blanco y le tiendo una mano, pidiéndole en silencio que me
ayude a levantarme. Me la da sin preguntar y me sostiene mientras me levanto.
—Llévame con las otras chicas para que no intente asesinarte por irritación y puro
aburrimiento.
Mavyx sonríe. —Di por favor, pequeña hembra.
El golpe que le doy en el pecho no hace más que inspirar una risa cálida antes
de que me acompañe a buscar a las otras chicas.
***
MAVYX
ALANA
—Dios mío, ¡qué bonito que haya hecho una cunita para el bebé! —dice
Serena, acariciando con una mano el suave marco de madera.
Asiento con la cabeza y sonrío, pero mi mente está en otra parte.
Yo... Besé a Mavyx.
Y había querido más que eso.
No sé muy bien qué es lo que tengo que sentir ahora. Quizá pueda achacarlo
al “cerebro de bebé” o a lo que sea, pero es como si tuviera varias voces
diferentes en la cabeza y todas dijeran cosas distintas a la vez, contradiciéndose
entre sí e intentando gritar para ser la más fuerte.
Pero todas son mi voz.
Y…
Joder. Eso suena tan jodidamente loco que empiezo a pensar que quizá no sea
“cerebro de bebé” después de todo, quizá por fin lo he perdido.
Bastó que aquel grandullón hiciera algo tan increíblemente dulce para que un
interruptor se activara en mi cerebro. En ese momento tuve que demostrarle lo
que su gesto había significado para mí. Tenía que hacerlo.
Miro la estrella de ópalo que hay sobre la cuna. Las piedras de la vida siguen
brillando y el efecto es precioso. Serena, Bea y Tessa están cuchicheando por el
resto de la cabaña, pero no oigo ni una palabra. Lo único que oigo es el eco del
ronroneo de aquel hombre enorme y el gemido de su garganta cuando me aparté.
Tuve que apartarme.
¿No?
Si no lo hubiera hecho, no sé lo que habríamos terminado haciendo, pero
tengo una buena conjetura y rima con 'follando'. Dios, Mavyx follando sería tan
caliente. Creo que me gusta que nunca haya follado antes, creo que podría volarle
la puta cabeza con sólo dejar que me toque.
Urgh. De nuevo, mi mente se me va de las manos. La cuestión es que tenía
que parar. Un beso de agradecimiento es una cosa, un polvo de agradecimiento es
algo completamente diferente.
Aunque ese beso de agradecimiento viniera con lengua libre.
—¿Alana?
Es Serena quien me llama a través de mi nube de ensoñaciones. Cuando todo
se aclara, ahí está, de pie frente a mí, con una sonrisa cómplice. —¿Hm?
—Oh, nada —se ríe. —Bea sólo te preguntaba cómo conseguiste que los
trozos de piedra vital se incrustaran en las vigas de ahí arriba —dice señalando el
tejado sobre nosotros. —Pero tú tenías esa mirada tan lejana y soñadora y estoy
bastante segura de que no oíste ni una sola palabra.
Mis mejillas se inflaman y me aclaro la garganta. —Lo siento, cerebro de bebe.
Creo que Mavyx usó arcilla para fijar las piedras a las vigas.
Tanto Tessa como Bea vuelven a levantar la vista. Serena no me quita ojo y
mantiene la sonrisa de satisfacción. —Ah, ¿sí? —dice cruzándose de brazos. —Un
tipo listo, ese Segundo Lanza.
Le dirijo una mirada para que no insista y cambio de tema: el gran grupo de
búsqueda.
Resulta que Serena no sabe mucho. Rynn y Zarriko han estado recibiendo
información de un mensajero que periódicamente volará de vuelta a la tribu más
cercana y será cambiado por otro Trixikka que luego volará de vuelta al grupo de
búsqueda para ocupar su lugar. Hay toda una rotación de tipos que entran y salen
y esta búsqueda parece que va a ser larga. No es que Serena no esté interesada en
la búsqueda, sé que lo está. Es sólo que cuando Rynn le dice que todo está bajo
control, ella le cree implícitamente.
No digo que Rynn mienta, pero me gustaría tener más información. Alguien
tiene que aguijonear a estos grandes hombres-pájaro para que nos hablen más.
Que nos cuenten más. Comprendernos más. Y lo mismo va para nosotros
entenderlos.
Tal vez... ¿tal vez podría ser esa persona?
La idea me ronda la cabeza durante el resto del día. Bueno, lo haría si mis
pensamientos traidores no siguieran volviendo a Mavyx y a lo bien que me había
sentado besarle. Con qué facilidad saltó de ese acantilado conmigo. Lo dispuesta
que estaba a tirarme por unos cuantos más con él.
Cuando las chicas y yo llegamos al centro del pueblo, donde todos se reúnen
por las tardes para comer, Mavyx está allí. Claro que está. Está allí todas las
noches. Es sólo que ahora me siento mucho más consciente de él. Consciente de
su ausencia también. Normalmente, se pega a mí como pegamento cuando puede,
pero hoy ha estado casi siempre desaparecido en combate.
Y eso me molestó.
Me siento con las piernas cruzadas sobre unas pieles frente a Mavyx, muy
consciente de que sus ojos me miran mientras me pongo lo más cómoda posible.
Ni siquiera le hago caso a él ni a nadie cuando aparta un plato de frutas. Al
principio, creo que quiere obligarme a comer -después de todo, es su forma
habitual de hacerlo-, pero lo único que ha hecho es apartarlo para hacer sitio y no
ensuciar la comida que tenemos delante.
Mavyx mueve la cola por el pequeño espacio que hay entre nosotros ahora
que ha hecho sitio para ella, y la esponjosa punta negra se enrosca y acaricia mi
pie. Me estremezco y me alejo. —¡Eh! ¡Me hace cosquillas!
Mavyx se inclina, sin importarle que llamemos la atención. —Entonces
siéntate más cerca de mí, hembra, para que pueda alcanzar algo más que tu
cosquilloso pie —sus ojos dorados brillan con una promesa que me hace
morderme el labio.
Ese tono bajo y burlón de su voz me vuelve estúpida. Su cuerpo macizo y
esculpido me vuelve estúpida. Sus pequeños brillos en la piel, todos de fiesta hacia
el sur, me vuelve estúpida.
Le agarro la cola y le acaricio un poco el extremo esponjoso, sin perderme
cómo se entrecorta su respiración o cómo intenta ocultar un estremecimiento.
—Di por favor, Segunda Lanza, o me quedo sentada a su derecha.
—Por favor.
Bien ahora.
Levanto una ceja y veo cómo su garganta traga saliva mientras me devuelve la
mirada.
—¿Por favor?
Mavyx asiente.
—Por favor, ¿puedo sentarme más cerca de ti?
—Sí.
¿Una sesión caliente de besos y este hombre ha aprendido modales?
Resoplo suavemente para mis adentros y me pongo en pie. Mav retira la cola,
dejando un espacio entre las fuentes y los cuencos de madera que tenemos
delante. Aprovecho el pequeño valle vacío para cruzar el espacio hacia él,
agradecida cuando la mano de Mavyx se levanta para que la coja, ayudándome a
estabilizarme en el corto trayecto. Cuando estoy lo bastante cerca, se mueve para
hacerme más sitio a su lado.
Y, como este hombre me vuelve estúpida, ignoro el espacio a su lado y me
siento de lado en su regazo.
La piel de Mav se ilumina como un fuego artificial y no puedo evitar darme
cuenta de que la conversación a nuestro alrededor se ha calmado bastante.
Probablemente estoy dando un gran espectáculo y, justo cuando contemplo la
posibilidad de levantarme de nuevo, las alas de Mavyx se cierran a nuestro
alrededor como si hubiera intuido por dónde iban mis pensamientos y mi deseo
de escapar.
Durante unos latidos de más, ninguno de los dos dice nada. Sólo estamos
nosotros, mirándonos en el capullo de sus alas. Y aquí, en la oscuridad, con sus
plumas negras plegadas unas sobre otras, el brillo de las estrellas-corazón de su
pecho es tan intenso que es como asistir al nacimiento de un universo.
—¿Soy demasiado pesada para ti? —susurro en nuestro pequeño capullo.
Mavyx frunce un poco el ceño, apenas visible en la sombra de sus alas. —No
—me dice. —No te atrevas a intentar inventar excusas sin sentido para abandonar
mi regazo ahora, Ah-Lanah.
—Oh, no lo sé —digo, con el labio curvado. —Creo que quizá no quería
sentarme aquí. Creo que me caí por error.
El pecho de Mav emite un gruñido grave. Fuera de la fortaleza de sus grandes
alas negras, por donde asoman mis pies, por un lado, siento el cosquilleo del
penacho de su cola en mis plantas. Chillando, los meto en la seguridad de las alas
de Mavyx y le doy una palmada en el pecho que sólo provoca una risita cálida y
tranquila del gran idiota. —¡No me hagas cosquillas! —le ordeno, señalándole con
el dedo.
Mavyx sonríe. —Di por favor, pequeña hembra mandona.
Resoplando, cruzo los brazos y me retuerzo en su regazo, con la parte inferior
del muslo rozando algo grande y rígido. Mavyx gime y se le cierran los párpados.
Entonces me retuerzo con más fuerza.
—Ah-Lanah —gimotea, una mano enorme me agarra el muslo para detener
mis movimientos. —Tienes que parar, mi estrella.
¿Está mal que disfrute con la expresión desesperada y dolorida de su cara?
—Di por favor. Segunda lanza —ordeno, con una ceja levantada en señal de
triunfo.
Los ojos dorados de Mavyx se clavan en mi boca, como si no pudiera apartar
la mirada. —Por favor, Ah-Lanah —susurra a mis labios, con una voz ronca de
anhelo que despierta algo en mí.
Y entonces sólo puedo pensar en su beso. En besarle. En cómo me abalancé
sobre él en la cabaña. De cómo accedió de buena gana a las demandas de mis
labios. De algún modo, ya no creo que ese “por favor” se refiriera a mí rechinando
contra su monstruosa erección.
—Yo... deberíamos comer —digo distraídamente, mis propios ojos ahora
también fijos en su boca.
Las fosas nasales de Mavyx se agitan. —¿Es comida lo que te apetece?
—Sí —mi voz es ronca, mis muslos se aprietan al recordar que él puede oler
mi excitación.
Las pupilas de Mavyx se abren como las de un depredador excitado, pero abre
las alas lo suficiente para coger un plato de carne, meterlo en nuestra pequeña
fortaleza de alas y volver a cerrarlas tan rápido que me da la risa floja. —Toma
—dice. —Come.
No puedo evitar la sonrisa que se me dibuja en los labios mientras mastico.
¿Qué puedo decir? Este hombre me vuelve estúpida.
***
MAVYX
Limpio mi semilla de la piel de Ah-Lanah con la piel más suave que he podido
encontrar y un cubo, recién llenado por la tormenta. Las lluvias continúan, pero
ahora son suaves con las tierras, caen para nutrir, no para castigar como si las
propias Diosas nos lanzaran las lluvias con rabia. Ah-Lanah está callada y me
observa mientras trabajo. Me pregunto si lamenta lo que acaba de ocurrir entre
nosotros.
Yo no.
Ha sido lo más emocionante en lo que he participado, nunca. El dolor en mi
corazón sigue ahí, pero se siente cálido y bienvenido. No nos habíamos apareado,
no había metido mi polla en su hermoso coño como he aprendido que ocurre
entre compañeros. Y, aunque me lo hubiera permitido, aún no somos
compañeros, no tiene por qué preocuparse. No somos compañeros hasta que ella
decida lo contrario.
Sin embargo, su silencio me escuece como una espina clavada en la cola.
¿Qué estará pensando? ¿Está enfadada conmigo por haberme acercado a ella
mientras hacía algo privado y pedirle mirar? Si es así, me gustaría que empezara a
gritar o a silbar como un gato de cola azul. Sólo... algo.
Observo cómo Ah-Lanah se vuelve a poner el manto, ocultando de nuevo las
curvas perfectas de su cuerpo. Justo cuando pienso que podría descartarme, se
muerde el labio y mira hacia la entrada. —Sigue lloviendo fuera.
—Así es —gruño, aún de pie sin llevar nada más que la daga en el muslo
mientras mi cola se mueve detrás de mí.
—Podrías... podrías quedarte aquí. Para que no te mojes.
No necesito más invitación. Rápidamente, subo al nido con Ah-Lanah,
enroscando mi cuerpo mucho más grande alrededor del suyo para que su espalda
quede frente a la mía. Una vez en posición, la rodeo con un brazo, acercándola
todo lo posible sin hacerle daño ni a ella ni a la cría.
Al cabo de un momento, suelta una risita que me alivia un poco la tensión en
el pecho. —¿Te estás poniendo cómodo, grandullón? —me dice dándome unas
palmaditas en el antebrazo.
—Sí —resoplo feliz, estirando las alas antes de recoger una y dejar caer la otra
sobre mi Ah-Lanah. —¿Te ha ayudado eso a aliviar tus hor-moons, pequeña
hembra?
No contesta.
—¿Ah-Lanah?
Al girarse en mis brazos, esos hermosos y cálidos ojos marrones me miran
fijamente. —Mav —dice, posando su mano en mi pecho con tanta delicadeza que
me pregunto si tiene miedo del feroz corazón que late bajo ella. ¿Sabe que ella es
la única que domina ese corazón? Ese corazón nunca le haría daño. —Yo...
—¿Qué pasa?
Respira hondo por la nariz. —No sé si quiero que algo cambie entre nosotros.
Y no sé si lo que acabamos de hacer juntos fue una buena idea o no.
—Definitivamente fue una buena idea —le digo. —Fue la mejor idea en la que
he participado.
Mis palabras le inspiran esa risita humana tan mona que suelta, esa que me
hace querer estrecharla contra mi pecho con tanta fuerza que podría quedarse ahí
para siempre. Pero la risita se apaga cuando se queda mirándome el pecho
mientras me acaricia suavemente la mano.
—Pensé que iba a estar con Josh para siempre —dice en voz baja, sin mirar a
los ojos. —Pensé que lo tenía todo planeado, y claro que no estábamos casados,
pero él ya me había dicho que no creía en la institución, así que no fue una
sorpresa... pero cuando sugirió tener un bebé... —sacude la cabeza. —Ese hombre
no pensaba en jugar a las familias felices. Quería atarme a él. Yo ganaba más
dinero que él, tenía más éxito que él, y él quería atarme y no podía verlo.
Estoy callado y quieto. Pienso en todas las palabras que acaba de decirme
aquí, en su nido, y las recompongo lo mejor que puedo. No me atrevo a respirar
demasiado fuerte por si eso la sacara de ese suave aturdimiento en el que se
encuentra cuando me revela cosas sobre sí misma. Despacio, con suavidad, le
acaricio la espalda con una mano.
—Nunca fue por amor —me dice, y aprieto los dientes, deseando que se
calme el gruñido de mi pecho.
—¿Era amor para ti?
Sus ojos llorosos se cruzan con los míos y siento en el pecho como si alguien
me hubiera clavado una lanza en las costillas. —Pensé que lo era —dice. —Pensé
que le quería. ¿Pero de qué me ha servido? Estoy a un millón de millones de
kilómetros de distancia, embarazada de su hijo y él ni siquiera está aquí para
gritarme, o ayudarme, o... algo.
Trago saliva, con la garganta seca y tensa. —Menos mal que no está aquí, Ah-
Lanah —le digo mientras le limpio una lágrima de la nariz con la yema del pulgar.
—Sí, probablemente tengas razón —dice ella, olfateando y sonriendo
débilmente.
Sujeto su delicada carita humana con mis dos manos y me aseguro de que me
oye bien cuando le digo: —Porque le arrancaría un miembro por otro por cómo te
ha molestado —¿me cree? ¿Escucha la promesa en mi voz? —No me importa a
cuántos golpes de ala esté este macho de ti, no me importa si está tan lejos como
la estrella más lejana, no es suficiente si todavía puede inspirar lágrimas —gruño.
Es este macho, este “Josh”, el origen de su desconfianza, de su insistencia en
que no podemos ser compañeros. Incluso cuando empiezo a entenderlo, me duele
el corazón por ella.
—Probablemente le matarías, ¿verdad? —me pregunta, parpadeando. —Si
estuviera aquí.
¿Como si tuviera que preguntarlo?
—Sí —gruño. —Nadie lastima a mí no-compañera sin castigo.
Da un bufido corto y agudo y se acurruca más cerca, apoyando la mejilla en mi
pecho. Y, aunque está enfadada, aunque siento que esta conversión no debería
haber terminado y que deberíamos continuar, mi maldito ronroneo no puede
evitar cobrar vida ante ese pequeño y fácil contacto, esa pequeña muestra de
confianza. Aprieto mis brazos y mi cola alrededor de ella y nos quedamos en
silencio durante un momento o dos antes de decirle. —Cualquier cosa que
necesites de él, en su lugar necesítalo de mí, Ah-Lanah.
Y lo digo en serio: lo juro por la lanza y las plumas, lo juro por la Tribu y el
Templo, lo juro por todas nuestras Diosas sin nombre. Puede llamarnos “no
compañeros” si eso hace que su corazón receloso lata con más facilidad, pero Ah-
Lanah es mía y ni toda una tribu de “Joshes” podría arrebatármela. Sólo necesito
que ella también lo sepa.
***
Esta última noche ha sido de descanso para mí, a pesar de no haber dormido
profundamente. Ah-Lanah estaba en mis brazos, y tenerla allí aliviaba el dolor de
mi corazón. Toda la noche se había acurrucado en mí mientras dormía, incluso
intentando acercarse a veces, haciéndome sonreír al amanecer como un hombre
que ha recibido demasiados golpes en la cabeza.
Cuando Ah-Lanah se despierta, las tierras están envueltas en ese rico aroma
de después de la lluvia. Al principio parece adorablemente confusa, antes de
frotarse el sueño de los ojos con los talones de sus pequeñas manos humanas y
regalarme una sonrisa soñolienta. —Hola —dice suavemente, apoyando la cabeza
en mi brazo.
Mi ronroneo empieza a retumbar más fuerte. —Hola.
Me mira fijamente durante un rato y la dejo, porque no puedo evitar
devolverle la mirada. Es guapa por la mañana. Es hermosa a cualquier hora del día
o de la noche, pero hay algo en la suave vulnerabilidad de sus rasgos tan temprano
que me hace sentir que aún no ha tenido tiempo de contar las razones por las que
debería ser cautelosa. Es como si, mientras duerme, su mente hubiera arrojado
sus preocupaciones por todas partes y aún no las hubiera encontrado para
recogerlas y ponerlas en orden.
La aprieto más contra mí, sabiendo que pronto recuperará esas
preocupaciones, las desempolvará y las colocará en su sitio como si fueran los
cimientos de una casa. —¿Cómo has dormido?
Ah-Lanah me parpadea como si necesitara un segundo o dos para pensar su
respuesta. —Muy bien, en realidad.
—Bien —gruño, apretando mi cola alrededor de su tobillo como si pudiera
atarla a mí en lugar de dejarla flotar sobre sus preocupaciones.
Nos quedamos callados un rato y me doy cuenta de que ya la he perdido. Al
menos no se aparta, pero si fuera Trixikka, apostaría mis mejores plumas a que las
estrellas de piel de sus sienes estarían maníacas.
—¿Qué papel crees que voy a desempeñar aquí en la tribu? —pregunta
finalmente, con voz suave, mientras acaricia distraídamente mis estrellas-corazón.
No es el tema que había previsto.
—¿Qué quieres decir? —pregunto, intentando -y fracasando- ignorar cómo
me acaricia el pecho.
—Quiero decir, ¿cómo un trabajo? ¿Con qué debo llenar mis días? ¿Cómo
puedo ser útil?
Abro la boca para responder, pero mi Ah-Lanah me pone los dedos sobre los
labios.
—Juro por Dios, que, si dices 'criar jovenes' o algo así, te echaré de este nido
tan condenadamente rápido, no me importa lo bonita que sea tu polla.
Mis labios se convierten en una sonrisa bajo sus dedos silenciadores y ella los
retira. —¿Crees que mi polla es bonita?
Resoplando, pone los ojos en blanco. —Olvida lo que dije.
—No lo haré —le digo, esforzándome por mantener el rostro solemne. No
creo que sea convincente. —De hecho, creo que tendré que alertar a los Ancianos
para que graben mi nombre en las paredes de la Cueva de Eyrie para que las
futuras generaciones de Trixikka lo aprendan; 'Mavyx, temible y respetado
Segunda Lanza, dueño de la mejor polla de todas las Tribus'.
Ah-Lanah me golpea el pecho, haciéndome reír. —¿Por qué estamos hablando
de tu barra luminosa?
Cierto, ella estaba hablando de su propósito en la tribu, y, con toda
honestidad, iba a decir que criar a su cría, es un noble deber, después de todo.
Pero estas tierras no han visto hembras en nuestra tribu por generaciones, ¿qué
conocimiento tengo de lo que hacen las hembras? ¿Cómo encajan en la vida de la
tribu? Es más, ¿qué sé de cómo encajan las hembras en las tribus de las que
procede mi Ah-Lanah? Me aclaro la garganta y rozo con el pulgar la piel de la
espalda de mí no-compañera. —¿Qué papel te gustaría? —una adorable arruguita
se forma entre sus delicadas cejas humanas. —¿Qué papel jugabas antes de venir
aquí? —lo intento yo.
Me quedo callado mientras escucho a Ah-Lanah contarme todo sobre sus
deberes en sus antiguas tierras. La magnitud de su tribu me parece inimaginable. Y
con tantos compañeros de tribu, mi Ah-Lanah se encargó de asegurarse de que
aquellos con autoridad no abusaran de tal poder. Es un papel muy admirable, y me
enorgullece decir que mí no-compañera lo desempeñó.
—¿Quieres hacer algo parecido? ¿Hacer que los líderes tribales rindan
cuentas? —le pregunto cuando termina de describir a algunos de los humanos a
los que ha ayudado a lo largo de las temporadas.
—Bueno, no me veo saliendo a cazar para ganarme el sustento —dice, y
luego, en voz más baja para sí misma. —Ni haciendo bonitas piezas de cerámica
—me permito hacer un rápido gesto con los labios al pensar en la fea vasija que
hizo, la que se está secando en mi cabaña. —Y sé que ser madre es importante y
ocupará la mayor parte de mi tiempo, pero me gustaría dejar tiempo para otra
cosa sí puedo. Creo que sería bueno para mí.
—Si es bueno para ti, entonces lo tendrás, Ah-Lanah.
Ella resopla divertida.
—Tal vez podamos hablar con Rynn y su Zahreenah. ¿Quizás podrías
mantener conversaciones entre humanos y Trixikka? Nosotros, los machos, sólo
queremos que nuestras nuevas hembras sean felices aquí con nosotros, y tal vez
tú podrías ser quien nos ayude a asegurar que esto ocurra.
Un lado de su boca se tuerce en una sonrisa y se estira entre mis brazos. El
movimiento me aturde momentáneamente y me hace querer aferrarme a ella aún
más fuerte. Mi ronroneo hace una pausa como si también se quedara en silencio
antes de volver, haciéndome vibrar todo el pecho y haciéndome sentir cálido y
contento. —La verdad es que es una buena idea —me dice con una sonrisa
radiante y sincera en la cara.
—¿Tan bonita como mi polla? —pregunto, arqueando una ceja.
Algo le ocurre a mi Ah-Lanah en ese momento. Al principio, creo que va a
golpearme en el pecho o a empujarme como suele hacer, pero en lugar de eso,
baja la voz y se vuelve suave mientras se inclina hacia mí. —Casi —susurra contra
mis labios antes de regalarme uno de sus besos.
Si mi bonita polla no estaba ya dura, ahora lo está. La maldita cosa ha estado
en posición de firmes, rígida y pesada desde antes de que me despertara, pero
¿ahora? Ahora siento como si pudiera aporrear a alguien con ella.
Ah-Lanah hace un ruido bajo que siento en cada parte de mi cuerpo, hasta en
las púas de mis plumas. Empujar sus curvas contra mí silencia todos los
pensamientos que alberga mi mente. Mi mundo se reduce a su suave cuerpo de
mujer apretado contra el mío y a su insistente boca moviéndose contra la mía.
Cuando desliza su lengua en mi boca, casi pierdo la cabeza. Pero entonces
desaparece y me quedo persiguiendo sus labios. Mis instintos me dicen que le
gruña para que vuelva, que le ordene que me abra la boca y que la apriete contra
mi cuerpo todo lo que pueda. Pero mi gruñido se detiene en mi garganta, mi
orden zumba en mi mente, porque ¿Ah-Lanah? Se está despojando de lo que
cubre sus piernas y, de repente, cualquier instrucción que pudiera haberle dado
palidece en comparación con lo que sea que haya planeado.
—¿Quieres que te necesite para cosas? —pregunta, tirando sus cobertores al
suelo y empujándome hacia mi espalda. Normalmente, un empujoncito así no
haría nada, pero ¿esto? Se lo permito de buen grado. Mis alas se extienden detrás
de mí y se arquean alrededor de los dos. Contemplo la posibilidad de recogerlas,
pero sé que a Ah-Lanah le excita el tamaño de mis alas, así que las estiro más,
intentando parecer más grande, más imponente si puedo. Y Ah-Lanah me pasa la
pierna por encima y se sienta sobre la parte superior de mis muslos. Gimo al ver
las bonitas curvas de su pecho, sus “tid-dees”, su vientre hinchado y sus suaves
muslos separados sobre mí. —¿Mavyx? —me pregunta. Sí, había preguntado algo.
—¿Quieres que te necesite para algo?
Aparto mi atención de su cuerpo, mis ojos se encuentran con los suyos y me
humedezco los labios. —Sí, lo que sea.
—¿Cómo no compañeros? —pregunta, y su mirada se posa en mis estrellas
del corazón antes de que la vea tragar grueso. —¿Te parece bien que te necesite
como mi... no-compañero?
Mis manos encuentran sus muslos y paso los pulgares por su hermosa piel
morena. —Soy feliz con cualquier cosa que te proporcione felicidad, Ah-Lanah.
—¿Cómo no compañeros? —Ah-Lanah presiona, inclinándose hacia delante.
—No estoy segura de poder darte algo más que eso, Mav —dice con voz ronca
mientras coloca las manos sobre mis estrellas-corazón.
Cubro sus manos con las mías. —Sí, como no compañeros —es mentira.
Quiero más que eso, pero no antes de que ella esté dispuesta a darlo, y tampoco
la presionaré para que lo haga. Algo me dice que un macho no puede obligar a su
hembra a aceptarlo como su compañero y si esto es todo lo que seré para ella,
será porque las Diosas así lo consideraron.
Ah-Lanah asiente para sí misma y se desliza hacia delante sobre mi regazo,
colocando su calor desnudo y resbaladizo contra mi polla, haciéndome aspirar un
fuerte suspiro entre los dientes ante la embriagadora sensación.
Está justo ahí. Y ahora es el preciso momento en que me doy cuenta de lo
peligrosa que es esta hembra y su bonito coñito.
Seré su no-pareja. Templo sálvame, seré su jodido sirviente. Seré el macho
que cace para alimentarla, que se incline para lavarle los pies, que se haga el tonto
sólo para entretenerla, que la defienda de toda una horda de mimyckah... Seré lo
que ella quiera que sea.
—¿Y si te necesito así? —pregunta, balanceando las caderas y deslizando su
calor sobre mi polla.
Niego frenéticamente con la cabeza. No puedo responder con palabras.
—¿Crees que eso ayudaría con esto? —pregunta, acariciando con sus dedos
mis estrellas-corazón, y yo, Segunda Lanza Mavyx, gimoteo patéticamente
pidiendo más de ella.
Ah-Lanah empieza a mover las caderas de la forma más hipnotizadora,
acariciándose arriba y abajo por mi rígida longitud. Su delicioso aroma me
envuelve y quiero elevarme en él, bañarme en él, ahogarme en él. Y por su
deslizamiento, por su tacto, me doy cuenta de que está mojada otra vez. El
corazón me retumba en los oídos ahora que sé que su cuerpo puede hacer eso.
Y por qué lo hace.
Y a qué sabe.
—¿Qué te parece, Mavyx? —pregunta, con la respiración entrecortada.
—¿Crees que podemos seguir ayudándonos así sin que se complique demasiado?
¿Complique? No hay nada complicado en ello; soy suyo para que haga lo que
le plazca. No tengo elección, y aunque la tuviera, la elegiría a ella siempre.
Mis manos encuentran sus abundantes caderas y las aprietan posesivamente.
—Úsame, Ah-Lanah —le digo, ronroneando cuando responde al instante a mi
orden y sus caderas se mueven hacia delante y hacia atrás a lo largo de mi polla,
haciéndome palpitar por ella.
Cuando me siento, me recompensa con un pequeño chillido y sus brazos
rodeándome el cuello al cambiar de ángulo y presión. Abro las alas y recuerdo que
mi Ah-Lanah puede protestar y llamarme “mandón”, pero aquí, cuando estamos
juntos así, nada parece gustarle más que recibir órdenes y estímulos. —Eso es,
pequeña hembra buena —ronroneo mientras ella frota su precioso coñito contra
mí. —Úsame —la insto de nuevo, e incluso mientras se lo ordeno, se lo exijo,
empiezo a sentirme cada vez más desesperado por que lo haga. —Disfruta de mí,
Ah-Lanah.
Joder, podría derramar mi semilla ahora mismo. Me fascina la forma en que
aspira y casi se estremece antes de arquearse contra mí, inclinando el cuello como
si me invitara a saborearla.
Y así lo hago.
La pellizco y la lamo. Aspiro el aroma de su piel y la acaricio: el hombro, el
cuello, la garganta, esa apetitosa porción de piel bajo la oreja.
—Mavyx —suspira, y no me había dado cuenta de que tengo una mano
acariciando suavemente su vientre hinchado y la otra amasando la carne
magníficamente suave de su trasero mientras ella se mueve. Rápidamente, atrapa
mis labios con los suyos mientras se retuerce contra mi polla. Gimo de necesidad
en su boca. —Me voy a correr si sigues así, pequeña humana —digo entre
apretones de labios.
Ah-Lanah se aparta un poco para mirarme a los ojos, con una expresión de
deseo y picardía. —¿Sí?
Asiento con la cabeza, el placer me recorre las venas como el estruendo de las
aguas al caer por una cascada.
—Tal vez deberías tomar el control, entonces, Segunda Lanza.
Gruño en respuesta. Sabía que disfrutaba así conmigo.
Ponerla boca arriba es una maniobra rápida y sencilla para mí: es pequeña
para los estándares de Trixikka y no se resiste. Pero tengo cuidado con ella. Es
preciosa y maldeciría cada una de mis plumas si alguna vez le causara daño. El
chillido que se escapa de sus labios, seguido de una risita encantada, hace que mi
corazón lata más deprisa y que mi polla se ponga aún más dura.
Me inclino sobre ella un momento, disfrutando de la forma en que sus
atrayentes ojos castaño-ámbar recorren mi cuerpo mientras me acaricia los brazos
y los hombros. Nunca antes me habían admirado así, y tal vez me flexiono un poco
bajo sus caricias. Tal vez el hambre de sus ojos maree un poco a este Protector.
Puede que ser mirado así por mi Ah-Lanah sea la mejor sensación de todas las
putas tierras.
Desciendo sobre ella y me permito disfrutar de su respiración entrecortada
mientras acerco mis labios a los suyos. Los ojos de Ah-Lanah se cierran y sus labios
se entreabren mientras una de sus manos se posa en mi nuca como si intentara
atraerme, entregándose voluntariamente a mí y a los besssos que cree que le voy
a dar. —¿Me permites que te bessse en tu precioso coño? —susurro contra su
boca, haciendo que Ah-Lanah vuelva a abrir los ojos, con las pupilas grandes y
oscuras. —¿Es algo con lo que disfrutan las hembras? —pregunto, porque
realmente no lo sé. Desde que oí murmullos entre mis machos sobre esa práctica,
me he imaginado a Ah-Lanah concediéndome permiso para hacerlo, pero sólo lo
deseo si a ella también le produce placer.
Ah-Lanah suelta un extraño gemido antes de asentir frenéticamente y
empezar a empujarme por los hombros, guiándome por su cuerpo. Quizá bessar
coño sea tan excitante para las mujeres como para los hombres.
A lo largo de las abundantes curvas de su cuerpo, dejo que mi boca presione,
que mis dientes pellizquen suavemente y que mi lengua se deslice. Y no puedo
evitar detenerme para morderla aquí y allá. Cuando llego a la tierra prometida
entre sus muslos, se me escapa un gruñido posesivo. Con o sin pareja, esto es mío.
Ella lo verá.
Quizá debería ir despacio. Quizá mis movimientos deban ser experimentales.
Tal vez mi Ah-Lanah no quiera que me apresure a darme un festín con su precioso
coño como un macho medio hambriento, medio loco.
Sin embargo, no hago tal cosa.
Soy ese macho medio hambriento y medio loco mientras lamo toda la
longitud de la carne entre sus piernas. ¡Su sabor! ¡Joder! Me hace gemir fuerte y
largamente mientras empujo mi cara contra ella, lamiendo como un macho loco,
deseando desesperadamente alcanzarla toda, lamerla toda, saborearla toda. Mi
mano encuentra mi polla sin pensarlo y gimo de nuevo, no sólo por el golpe de mi
mano, sino al darme cuenta de que estoy recubierto de ella como si me hubiera
marcado como suyo.
Las manos de Ah-Lanah se enredan con fuerza en mi pelo mientras gime mi
nombre y es el sonido más dulce de todas las tierras. Sus caderas se retuercen un
poco, pero sospecho que es de placer.
Para confirmarlo, levanto un poco la cabeza, ya que la nueva hinchazón de su
creciente barriga me impide verle la cara si no lo hago.
—¿Qué? —sisea, jadeando, con sus pequeñas manos humanas casi
empujándome entre sus hermosos muslos con hoyuelos.
Me río de su impaciencia. —Te estás retorciendo, pequeña hembra —le digo,
con tono firme, como si realmente se estuviera portando mal y la estuviera
reprendiendo. Ella gime y se retuerce de nuevo, tratando de empujarme hacia
abajo. —Estate quieta —le ordeno. —Y déjame disfrutar de tu coño.
Aspira y asiente, con el labio inferior atrapado entre los dientes, mientras
sigue empujando con avidez mi boca hacia abajo, entre sus piernas.
¿Como si necesitara obligarme? La idea es completamente ridícula.
Recuerdo de la noche anterior que su propio placer parecía derivar
principalmente de sus dedos jugando con el capullo de carne en el vértice de su
coño, así que concentro mis atenciones allí; chupando, lamiendo y comiéndosela
hasta que sus manos me retuercen el pelo hasta el punto del dolor, su respiración
es entrecortada e irregular y sus piernas empiezan a temblar. Acaricio mi polla al
ritmo de mi lengua, disfrutando cada segundo de mi festín.
—¡Mavyx! —jadea, y decido que el sagrado acto de besar el coño es
posiblemente mi nueva actividad favorita. Cómo los machos de sus tierras natales
tenían tiempo para cazar y entrenar es un misterio para mí. Seguro que todos
suplican constantemente lamer y chupar el botín que hay entre los muslos de sus
hembras.
Se me escapa un gruñido ante la idea de que otro macho pruebe mi Ah-Lanah.
—¡Mavyx! —gime mi compañera, sacudiendo sus caderas en mi boca ansiosa.
—¡Oh, mierda!
Entierro la cara en su coño y la lamo con más vigor que antes, deleitándome
con su sabor, perdiéndome en ella.
Casi me tira del pelo de raíz, pero me encanta cada segundo en que la hago
caer de placer, sobre todo cuando me recompensa con más de su humedad para
lamer. No es hasta que Ah-Lanah empieza a retorcerse de nuevo, esta vez
apartándome, alegando que ahora es demasiado sensible, que me doy cuenta de
que he derramado mi semilla por todo su nido. Tan perdido en hacer una comida
de mi compañera que mi propio placer palidece en comparación.
—Te conseguiré nuevas plumas, pieles y cuero —le digo, aun jadeando
mientras me muevo para ponerme en pie.
—Más tarde —protesta Ah-Lanah, estirando la mano y tirando de mí hacia
abajo, con cuidado de evitar la zona destrozada del nido. —Por ahora, necesito
que me abraces un rato —dice, acurrucándose cerca de mí, con su pequeña nariz
humana pegada a mi pecho y mi barbilla apoyada en la coronilla de su cabeza.
Sí, más tarde, creo. Cualquier deber mío que no involucre a mi hembra puede
ser pensado más tarde.
Ahora es para sostener a mi estrella en mis brazos.
Capítulo 20
ALANA
MAVYX
—Esto es ridículo —se queja mi Ah-Lanah mientras la guío por el pueblo con la
mano tapándole los ojos. —Me voy a tropezar y a caer de bruces dentro de un
momento —se queja, agarrando con una mano la muñeca de mi mano que la
mantiene sin vista, y con la otra extendiendo la mano a ciegas delante de ella
mientras la guío lentamente por detrás.
—Tonterías —resoplo, antes de inclinarme para murmurarle al oído. —Te
atraparía, hembra —me encanta cómo se le eriza la piel y se estremece. Sobre
todo, me encanta que sea capaz de provocarle esa reacción. Alargo la mano y rozo
con un dedo la suave parte inferior de su brazo extendido antes de trazar
cosquillas en la palma. Justo antes de que se separe, sujeto su mano a la mía y
entrelazo nuestros dedos. —Confía en mí, Ah-Lanah. No te dejaré caer.
Es una promesa que hago con todo lo que soy.
Pero, aun así, aparentemente debo mantener sus ojos cubiertos mientras la
traslado al centro de la aldea. He recibido instrucciones estrictas de mi Dama Alta
Lanza de mantener a Ah-Lanah distraída toda la mañana.
Y qué mañana tan gloriosa ha sido.
Distraer a mi compañera con la lengua mientras supuro en la sien de su coño
no es nada difícil, y apenas necesitaba incentivos para hacerlo. Cuando Ah-Lanah
intentó deslizarse por mi cuerpo para ofrecerme una de sus maravillosas
mamadas, me vi obligado a distraerla de nuevo. No es que normalmente
rechazara tales atenciones de mi compañera, pero Serena me había dicho que
todas las hembras deseaban celebrar una fiesta humana tradicional, algo llamado
“baby shower”, y sabiendo que Ah-Lannah no desea mostrar a la tribu cómo su
piel se motea con mis estrellas después de tragar mi semilla, pensé que era lo
mejor.
Un “baby shower” no es algo a lo que yo, ni ningún otro Trixikka esté
acostumbrado, pero si es importante para las hembras, entonces también lo es
para la tribu.
Todo el mundo está en silencio mientras sigo guiando a mi compañera hacia
el lugar de reunión. Casi toda la tribu está allí, incluidos algunos machos que han
traído a Skye, Chaz-Titi y Gwen para la tradición humana. Aún nos faltan los que
continúan la búsqueda oriental y cada vez recibimos menos noticias de la partida a
medida que pasan las semanas. Si aún quedan más hembras por encontrar por
ahí, confío en que los machos que hemos enviado puedan encontrarlas.
Hoy, sin embargo, se trata de Ah-Lanah y de showering a su retoño.
Todas las hembras están sentadas alrededor de las hogueras apagadas.
Sonríen cuando nos acercamos y han utilizado algunas de las hojas más grandes de
la selva para hacer algo llamado “ban-derines” y colgarlos alrededor del lugar de
reunión a modo de decoración.
A nuestro lado, un anciano se aparta y emite el más silencioso de los sonidos.
—¿Quién más está aquí? —pregunta Ah-Lanah, moviendo la cabeza en
dirección al Anciano. Sus sentidos son tan agudos que sospecho que sería una
excelente cazadora si algún día quisiera empuñar la lanza.
—Nadie —me río, animándola a seguir. Algunas de las otras hembras se tapan
la boca mientras nos ven acercarnos a la roca más grande. Las hembras también la
han decorado. Hay grabados temporales con una pasta de arcilla que dice palabras
humanas; me han dicho que dicen cosas como “mamá-bebé”, “bollo en el horno” y
“preñada A-F”... aunque no sé lo que significan, deduzco que son refranes de
celebración de sus tierras natales.
Con cuidado, siento a mi Ah-Lanah en la roca decorada para sentarse y retiro
la mano de sus ojos.
—¡Sorpresa! —aclaman todas las hembras, un saludo que arranca una
enorme y radiante sonrisa a mi compañera.
—¡¿Qué hacen aquí?! —casi chilla antes de poner cara de querer levantarse
para repartir los abrazos que siempre se dan las hembras. Aunque su vientre
redondeado ha dificultado mucho sus movimientos en las últimas semanas, sigue
decidida a levantarse y hacer cosas por sí misma, a pesar de mi insistencia en que
yo haga las cosas por ella. Por suerte, todas las hembras se abalanzan sobre ella
para que no tenga que ponerse de pie esta vez.
—¡Es tu baby shower! —Skye explica. —Bueno, un baby shower al estilo
Trixikka.
—¡Chicas! No tenían por qué hacer esto —protesta Ah-Lanah, aunque de
todos modos creo que se alegra de la celebración.
En primer lugar, todas las hembras regalan a mi compañera objetos que
entiendo que son útiles para una cría humana. Bea ha hecho muchas cosas
llamadas “pañales” y Serena creó algo llamado “sonajero” con una cáscara hueca
de semilla de charra y otros objetos en su interior. No sé qué utilidad tiene, pero
Ah-Lanah parece encantada con las ofrendas a su cría.
A continuación, se acerca Tessa, con una sonrisa radiante y una pequeña bolsa
hecha de un extraño tipo de piel en las manos. —Les pedí a los chicos que me
ayudaran a conseguirte algo —dice, agarrando el saco con ambas manos.
Brevemente, echa un vistazo a los Trixikka reunidos. —Muchos de ellos querían
ayudar así que conseguí muchas... um... donaciones para dar al Templo.
Ah. Ella ha negociado tributos de semilla y piedra de vida a cambio de esta
extraña mochila, entonces.
Al abrir el saco, Tessa mete la mano y saca un puñado de cosas... de aspecto
extraño. Sólo puedo compararlas con palos, aunque está claro que nunca han visto
un árbol o una planta. Parecen estar hechas del mismo material extraño del que
está hecha la “nave” de la hembra. En sus lados hay una pequeña sección
transparente y cuando Tessa coge uno, inclinándolo de un lado a otro, puedo ver
que el centro está hueco y lleno de un líquido rosado.
—Les pedí que me dieran cualquier cosa que fuera útil para ti y el bebé
—dice. —La bola flotante dice que esto es una medicina poderosa para el dolor
—deja el primer palito plateado y coge otro, esta vez lleno de un líquido azul
celeste. —Este librará al cuerpo de toda posible infección y acelerará el proceso de
curación.
Ah-Lanah mira los regalos de Tessa con los ojos muy abiertos y los labios
entreabiertos como si la hembra acabara de regalarle una de las lunas.
—Un regalo de las Diosas —murmura Rynn reverentemente a mi lado. No sé
en qué momento se había apartado de su compañera y se había acercado a mí,
toda mi atención se había centrado en mi compañera.
Tessa le lanza una mirada. —No es un regalo si quien está detrás de esa bola
flotante exige un pago. ¿Sabes a cuántos de tus chicos he tenido que convencer
para que me entregaran piedras o semen?
Antes de que pueda afirmar que son las Diosas las que están “detrás de esa
bola flotante” y preguntarle qué demonios quiere decir con eso, Tessa se vuelve
hacia Ah-Lanah con una gran sonrisa en la cara. —Hay un botón en este extremo
—dice, demostrando con un pulgar sobre un extremo agudamente recto del palo
de plata en la mano. —Y una especie de pinchazo en la piel como una pluma de
epinefrina, creo.
Ah-Lanah coge las extrañas varitas de plata dadas por la diosa con cara de
asombro, como si todo lo que acabara de decir Tessa tuviera algún sentido. Pienso
en el regalo que pienso ofrecerle esta noche, cuando estemos juntos en su
cabaña, y me pregunto si no es suficiente. ¿Debería negociar también con el
Templo? ¿Debería intercambiar semillas y piedras para cuidar mejor a mi
compañera?
Me pierdo en la selva de mis pensamientos mientras Ah-Lanah recibe más
regalos. Sólo sé que mi compañera arrulla cada objeto con gratitud y se asegura de
dar las gracias a cada portador de regalos con un abrazo. Pronto llega el momento
de sentarse a comer. Yo mismo he cazado tres frizikki para esta ocasión y estoy
orgulloso de la cantidad y variedad de alimentos que mi tribu puede ofrecer en
honor de mi compañera y su cría. Espero que pueda ver que ninguno de los dos
pasará hambre jamás.
A un lado, veo a uno de nuestros Ancianos dibujando la escena que tiene ante
sí con madera quemada de árbol nocturno y piel fina y estirada. Sonrío al pensar
que el primer “baby shower” que ha tenido lugar en las tierras de Trixikka pronto
quedará grabado en las paredes de las Cuevas del Patriarcado. Y todo gracias a mi
compañera.
Al observarla, admiro cómo ha cambiado su figura para dar nueva vida a la
tribu. Es la criatura más seductora, magnífica y exasperante que he conocido. Y no
cambiaría ni una sola cosa.
Los alimentos se consumen con buen ánimo y pronto, el ambiente relajado
permite a algunos de mis machos olvidarse de sí mismos, al parecer.
—Dígannos la verdad, hembras —sonríe Hyrryk, un macho joven y temerario.
—¿Las crías humanas se alimentan mamando de sus...? —hace un gesto delante
de sí con ambas manos como si sostuviera un enorme par de curvas pectorales
femeninas —...¿Teeeets? —la forma en que mira fijamente las hermosas tetas
hinchadas de mi Ah-Lanah enciende la brasa de un gruñido desde lo más profundo
de mi pecho. No me gusta. En absoluto. Mi cola se agita detrás de mí y las plumas
de mis alas se erizan.
Algunas de las hembras sueltan una ligera risita, que parece animar al tonto a
hacer más preguntas. —Y... ¿son todas las teeets iguales? ¿Todas alimentan a las
crías? —pregunta, con los ojos recorriendo ahora todos los pechos de las hembras.
Mi Ah-Lanah resopla y se cruza de brazos, pero es Serena quien contraataca al
joven Protector cuando ésta le pregunta con insistencia. —No sé. ¿Son todas las
pollas Trixikka iguales?
Chaz-Titi levanta la mano como un niño que intenta llamar la atención de un
anciano. —Puedo responder a esa pregunta, Su Alteza Lancera —dice, burlándose
de mi Dama Alta Lanza con una exagerada reverencia. Señala a tres de los machos
de Zarriko que están con nosotros hoy y dice. —Hice una encuesta de 'trece
pulgadas', 'girthy' y 'cockzilla' allí, y puedo confirmar que sus partes centelleantes
centellean un poco diferente.
Skye le da un codazo a Chaz-Titi, pero parece que intenta contener la risa. Bea
ahoga su risa entre las manos. Sin embargo, mis ojos están puestos en Hyrryk. El
tonto parpadea, sus sienes chisporrotean con las estrellas de la piel antes de que
sus mejillas se calienten. Parece que se ha dado cuenta de su error, pero no
permitiré una pregunta tan directa sobre el cuerpo de mi compañera. Las curvas
de su pecho son suyas y, en las ocasiones en que me permite sentir su suavidad
con las manos y la boca, no doy por sentado tal acto. —Te has olvidado de ti
mismo, Hyrryk —gruño, con la cola moviéndose violentamente detrás de mí.
—Procura que no vuelva a ocurrir.
—Mav, está bien —dice Ah-Lanah suavemente, poniendo una mano en mi
antebrazo. —Sólo tenía curiosidad.
Podría haber guardado su curiosidad para una “sesión de entrenamiento”
privada en lugar de preguntar algo así delante de toda la tribu. O podría haber
preguntado a Tessa, que parece ser la que más sabe de medicina y cuidados
humanos.
O simplemente podría haberse callado.
Estoy a punto de decirlo, con la mirada fija en el joven, que ahora me mira con
ojos muy abiertos y arrepentidos. Pero un aterrizaje repentino y oscuro, seguido
de un alboroto a mi alrededor, me hace ponerme en pie y adoptar una postura
defensiva frente a mi compañera, con la daga desenvainada en el muslo y
preparada para el derramamiento de sangre si se diera el caso.
Los idiotas e inexpertos Protectores llegan demasiado tarde para empuñar sus
lanzas. Hay gritos en la refriega y es difícil discernir qué está pasando en nombre
de la Tribu y el Templo. —¡Protejan a las hembras! —grito a cualquiera que
atienda mi llamada. Rynn está a mi lado en un instante, todas las hembras
reunidas detrás de nosotros.
Cuando la forma oscura se levanta, no sé si dar un suspiro de alivio o sisear
una maldición.
—Bueno, ¿no es una bonita reunión? —pregunta Tryk, con su sonrisa ladeada
a pesar de las numerosas puntas de lanza que le apuntan.
No puedo evitarlo: mis ojos encuentran sus estrellas de piel hueca y sin vida.
Marcado como “otro”. Marcado como equivocado. No pertenece a este lugar.
Muevo la cola y no aflojo la postura defensiva que he adoptado frente a mi
hembra.
—Alta Lanza —Tryk se inclina primero ante Rynn antes de levantar la barbilla
detrás de nosotros y hacer otra reverencia. —Honorables hembras —no se me
escapa cómo sus ojos recorren a cada una de nuestras hembras antes de posarse
en Chaz-Titi. Recuerdo lo que había dicho de ella, cómo la había observado en las
sombras de la selva. Me aconsejó que la vigilara más de cerca, como si supiera
algo de hembras. Inclina la cabeza y observa su cuerpo de pies a cabeza, como si
buscara algún punto débil. ¿Es preocupación o hambre?
No sé a qué juego se cree que está jugando este maldito Sombra Alada
—Tryk —ladra Rynn antes de lanzarme una mirada. Sé exactamente lo que
dice esa mirada, porque si estuviera en el lugar de Rynn, le estaría lanzando
exactamente la misma mirada a mi Segunda Lanza.
¡¿Qué coño hacían sus Protectores para permitir un intruso?!
—¿Por qué has venido? —Rynn continúa. —Entregaste las ofrendas del
Templo de tu hermano hace apenas estos tres días, así que no veo una razón para
que estés aquí. Te excedes, Sombra Alada.
Mis ojos encuentran al hermano cojo de Tryk, Jaxyn, un poco alejado, pero
con una lanza en la mano a pesar de su falta de entrenamiento. Tiene el corazón
de un guerrero, eso se lo concedo, para empuñar una lanza contra su propia
sangre, Sombra Alada o no.
La sonrisa socarrona desaparece de la cara de Tryk. —Estoy aquí porque creo
que sería mejor que volvieras a llamar a tus grupos de búsqueda orientales.
Rynn se pone rígido a mi lado. —¿Y por qué es de tu incumbencia?
—Sólo continúan porque es su voluntad. Y aun así no encuentran nada —Tryk
hace un movimiento para dar un paso adelante. Lo detiene una lanza clavada bajo
su barbilla. —¿Quieres oír lo que sé o debo marcharme? —pregunta a mi Alta
Lanza, con una ceja levantada en señal de interrogación.
Rynn gruñe al ansioso portador de la lanza para que se retire. Tryk inclina la
cabeza y aparta la punta de la lanza con un solo dedo antes de seguir caminando
hacia delante, con las espeluznantes estrellas de su piel oscura moviéndose por
todo el cuerpo como sombras frondosas de un árbol invisible.
—Siguen buscando porque hay hembras por encontrar —dice Rynn. —No nos
rendiremos. No las dejaremos a la voluntad de la selva.
—Admirable —asiente Tryk para sí mismo, deteniéndose demasiado cerca de
donde estoy dispuesto a defender a mi hembra. Sus ojos pasan por encima de mi
Ah-Lanah, deteniéndose en lo que supongo que es su vientre hinchado, ahora
mucho más grande que la última vez que la vio. Mi gruñido de advertencia vibra
en mi pecho y extiendo bruscamente un ala, protegiendo a mi compañera de la
mirada del Sombra Alada.
—¡Eh! —Ah-Lanah resopla, me bate las plumas y se levanta de su asiento para
caminar alrededor de mi ala. Me enderezo y la agarro, la acerco a mi lado y mi cola
se desliza alrededor de mi compañera.
Tryk observa todo esto y evalúa de nuevo el vientre redondeado de Ah-Lanah.
Pero no dice nada y se vuelve hacia Rynn.
—Pero no sabes que ha habido ataques de mimyckah —dice, y se me erizan
las plumas al oír esas palabras sobre mis machos.
—¿Ataques? —exijo, sin dejar que mi Lanza Alta responda, mi agarre sobre mi
compañera se tensa como si esas bestias asquerosas estuvieran a punto de
emboscarnos a todos aquí, en nuestra propia aldea. —¿Cuáles son esos ataques
de los que hablas?
—En la selva se oyen muchas voces.
—¡No me vengas con esa mierda frizikki! —escupo. —Habla claro, Sombra
Alada.
—¿Qué ataques? —me apremia Rynn, y puedo sentir toda su energía inquieta
a mi lado, igualando la mía como si fuéramos ascuas gemelas a la espera de alguna
yesca para prender fuego.
Tryk aspira un largo suspiro por la nariz y luego lo suelta antes de asentir para
sí mismo. —Hace algunas noches, me encontré con este 'Gran Grupo de Búsqueda
del Este' tuyo y de Zarriko. Me mantuve oculto mientras hablaban entre ellos y sus
palabras hablaban de un ataque de mimyckah, uno grande en número si mi
comprensión de la conversación es correcta. Hubo una discusión sobre alertar a
los líderes de la tribu del ataque, pero sonó como si tus hombres decidieran no
hacerlo, diciendo que querían continuar la búsqueda y no arriesgarse a ser
llamados de nuevo a la tribu —una vez más, la mirada de Tryk encuentra a Chaz-
Titi. —Querían encontrar a sus hembras —parpadea y sacude la cabeza como si
cambiara un pensamiento dentro de su mente antes de concentrarse en Rynn y
continuar. —Pronto los dejé para dedicarme a mis días en la selva, pero hace
apenas estas dos noches, oí la conmoción de otro ataque y olí sangre en el aire.
Me topé con una banda de mimyckah que huía antes de llegar al grupo de
búsqueda. Llevaban... llevaban a uno de sus machos.
—No —jadea mi Dama Alta Lanza, Serena, llevándose la mano a la boca.
—¡¿Quién?! ¿Estaba vivo?
—No lo recuerdo de mi época en la tribu —dice Tryk, haciendo una reverencia
a Serena. —Pero creo que es el que se llama Aloryk.
—¡¿Ricky?! —exclama Chaz-Titi. —¡No, Ricky no! ¡Te equivocas!
—Oh, Dios mío —exhala mi Ah-Lanah, rodeando mi cintura con sus brazos
mientras se acurruca más cerca, buscando consuelo en mí. Había olvidado lo
unidas que se habían vuelto las hembras a Aloryk. Cómo les gustaban sus maneras
fáciles, y lo seguro que estaba de que encontraría a su hembra de pelo mishi-flor
en esta búsqueda.
—¿Estaba vivo? —gruño, mi brazo tira de Ah-Lanah aún más cerca.
Tryk al menos tiene la delicadeza de bajar la mirada al suelo. —No parecía
vivo.
—¡¿Por qué no le ayudaste?! —exige Chaz-Titi, con los ojos llenos de lágrimas
furiosas. —¡Podrías haberle ayudado!
El Sombra Alada la mira, evaluando a la hembra una vez más antes de que un
destello de remordimiento ensombrezca sus ojos. —Había demasiados mimyckah.
Habría tenido que seguirle de cabeza a las Tierras Prometidas.
—A las Sombras Aladas no se les concede la entrada a las Tierras Prometidas
—es el alado cojo Jaxyn quien comenta, acercándose para encarar a su hermano.
—Hasta tú debes saberlo —le espeta.
Me han dicho que no hay un vínculo fuerte entre los hermanos, y viéndolos
ahora, sé que es verdad. A pesar de todo, Tryk sigue trayendo muertes y ofrendas
para el uso de su hermano cojo. Pero Jaxyn mira a Tryk sabiendo lo que había
hecho para merecer el destierro hace todas esas temporadas.
Tryk sólo esboza esa sonrisa socarrona suya, como si conociera la mente de su
hermano mejor que el propio Jaxyn.
Inclinando la cabeza, Tryk dice: —Así es, hermano. Yo, como todas las
Sombras Aladas antes que yo, me convertiré en nada, nadie me recordará, nadie
me llorará, ninguna Diosa me velará —hace una pausa, mirando a su hermano a la
cara como si esperara que Jaxyn le dijera lo contrario. Cuando su hermano no se lo
dice, vuelve a mirar a Chaz-Titi. —Estaba muerto, y aún no estoy preparado para
convertirme en nada, honorable hembra. Por eso no intervine.
—Un verdadero Protector habría intentado salvar a un hermano —acusa
Jaxyn. —Sin importar el peligro.
Tryk sólo asiente, y sé que no está pensando en el pobre Aloryk. Su mente
está en temporadas y temporadas atrás, cuando Jaxyn aún no había crecido y Tryk
anticipaba su primera temporada de entrenamiento. —Sí —dice, con los ojos fijos
en Jaxyn. —Hablas con la verdad, hermano.
Capítulo 22
ALANA
Esa misma noche, cuando nos quedamos solos en la cama, me doy cuenta de
que está pensando en otra cosa. Para empezar, esos pequeños destellos en las
sienes que brillan y parpadean en varios colores de neón son un gran indicio.
Además, Mavyx parece haberse olvidado por completo de frotar el aceite vegetal
azul en mis estrías esta noche. No es que lo espere, es que empezó a insistirme
desde la primera vez -por si acaso sentía las patadas del bebé- y ahora forma parte
de una especie de ritual nocturno.
Eso y excitarse mutuamente como un par de perros calientes.
Tampoco parece estar de humor para eso.
Y no puedo culparlo. Una invisible niebla de melancolía se ha asentado sobre
todo el pueblo tras las noticias de Tryk. Pobre Aloryk. Estaba tan feliz de ir en esta
partida de búsqueda. Estaba totalmente convencido de que encontraría a la chica
de sus sueños. Y ahora él...
Miro fijamente la estrella de piedra vital que me hizo Mavyx encima de la
cuna del bebé. Esta noche brilla intensamente desde que Mavyx la untó con
mucha pasta. ¿Debería rezar por Aloryk? ¿Debo asumir que se ha... ido? ¿Es como
mi madre, ahora? ¿Una de las estrellas brillantes en el oscuro cielo nocturno? La
cola de Mavyx me aprieta donde está en espiral alrededor de mi pantorrilla. Es
como si pudiera oír mis pensamientos, como si sintiera mis emociones.
Me tumbo a su lado, con la mejilla apoyada en su pecho y los dedos haciendo
ondulaciones con las estrellas de su piel. Oigo su corazón latir a un ritmo lento
bajo mi oído. Es un sonido reconfortante.
—¿Estás bien? —pregunto.
Qué pregunta más estúpida.
Mavyx suspira y me acerca aún más a su lado con ese brazo grande y pesado
que tiene. —Debería estar ahí fuera con ellos.
Claro que no. Me apoyo en un codo y le miro con la palma de la mano en el
pecho, cubriéndole las estrellas del corazón. —¿Así que podrías ser el siguiente al
que se lleven esos chimpancés? No. Eso no va a pasar —guarda silencio durante
demasiado tiempo. —¿Estás pensando en salir ahí fuera? —como sigue sin
contestar, me pongo de rodillas, me giro y le paso la pierna por encima del torso.
—Mavyx —le exijo, mirándole desde arriba, cerniéndome sobre su cara y casi
ahogándome en los pozos dorados de sus ojos. —Dime lo que estás pensando.
Sus enormes manos tocan mis muslos, sus pulgares me rozan suavemente
mientras me mira. Veo cómo traga, cómo se le menea la garganta mientras me
mira a los ojos.
—No puedes ir —le digo, con el estómago revuelto por la idea de que le pase
algo. —Te lo prohíbo.
Mavyx está tan quieto como un depredador debajo de mí, esos ojos dorados
me observan con tanta atención que es como si intentara ver hasta el fondo de
mis sueños.
—Tú entrenaste a esos machos —le recuerdo. —Saben lo que hacen.
Como sigue sin responder, decido sacar la artillería pesada, porque pensar en
Mavyx volando hacia un destino similar al de Aloryk es demasiado para mí.
Suavemente, aprieto mis labios contra los suyos, una, dos, tres veces.
—Prométeme que no me dejarás, Mavyx —suplico, mi voz sale suave y cruda a la
vez. —Por favor.
El pecho de Mavyx empieza a vibrar con un ronroneo profundo antes de
inclinarse para besarme con más fuerza. Sus fuertes brazos y sus enormes alas me
envuelven por completo, encerrándome en un capullo, encerrándome en él.
Y no me gustaría estar en ningún otro sitio.
Nuestro beso se ralentiza hasta convertirse en picotazos y pellizcos pausados,
tan diferentes de todos los besos hambrientos que hemos compartido antes.
—Ah-Lanah —murmura en mi boca. —Nunca te dejaré, mi compañera.
La señal de alarma que una palabra podría haber disparado alguna vez en mi
mente no llega y la dejo pasar.
Esa noche no tonteamos, pero Mav me abraza hasta que sale el doble sol
extraterrestre. Me mira mientras nos lavamos y nos preparamos para el día.
—Ven —me dice. —Voy a hablar con mi Alta Lanza sobre la partida de Búsqueda
del Este. Deberías estar allí también para que tú y los demás humanos puedan
estar informados y opinar.
Es algo insignificante, tan insignificante, pero me da un vuelco el corazón.
¿Hay algo más importante en cualquier relación que el apoyo? ¿Qué te vean?
Mavyx me apoya.
Mavyx me ve.
Y las razones que tenía para no dejarle ser nada importante para mí parecen ir
cayendo una a una como fichas de dominó.
Al girarse, Mavyx se acerca a la repisa alta que no tengo ninguna esperanza de
poder alcanzar jamás. A veces pienso que tal vez tenía planeado mudarse aquí
conmigo mientras construía la casa. Todos sus objetos personales están ahí arriba
y todo lo demás que necesito está al alcance de la mano. No es que lo hayamos
discutido. Simplemente sucedió así. Siempre está aquí y yo... Lo quiero aquí.
Observo el juego de los músculos de los brazos de Mavyx mientras mueve
cosas ahí arriba, bajando un cordón de cuero con el que se ata el pelo oscuro
mientras flexiona y estira sus enormes alas.
Casi me pierdo esa olla fea de ahí arriba, pero una vez que la veo, es todo lo
que puedo ver.
—¿Por qué tienes esa cosa? —exijo, pasándome un trapo húmedo por la
nuca. Mavyx se vuelve para mirarme, pero es obvio que no sabe de qué hablo, así
que aclaro. —Ese horrible frasco que hice.
Mavyx me mira fijamente. Traga grueso y veo cómo su garganta se mece con
el movimiento. Y... ¿se está sonrojando?
—Quería regalártela ayer en la fiesta, pero...
Oh, no. —Te juro por Dios, Mavyx —empiezo, pellizcándome el puente de la
nariz. —Por favor, dime que no me estás dando un tarro de tu semen.
—No te voy a dar un tarro de mi semen.
Gracias a Dios. Se me da bastante bien recibir regalos no deseados con
elegancia, pero no creo que haya una mujer en la galaxia que pudiera sonreír de
forma convincente y salir airosa de esa.
Cuando vuelvo a mirar a Mavyx, se está frotando la nuca y tiene una ligera
arruga entre las cejas. —¿Qué pasa? —pregunto, acercándome. —Si realmente lo
llenaste con... tus cosas, no me enojaré, sólo...
—No es mi semilla —reafirma Mavyx. —Simplemente... no es tan digno como
los otros regalos que habías recibido.
—Enséñamelo —susurro, mi mano encuentra su brazo.
Mavyx me mira como si dudara si darme o no mi regalo, pero ahora me pica la
curiosidad, así que le doy un apretón en el brazo y lo acompaño de una sonrisa
alentadora. Levantando la mano, Mavyx saca el tarro más feo que jamás haya sido
creado por manos humanas -o trixikkas- y me lo ofrece tímidamente. La tapa está
tan torcida y mal ajustada como el día que la hice. Cuando la abro y miro dentro,
veo destellos, pero no de “cosas” Trixikka centelleantes. Parece un charco de
ópalo, brillante e iridiscente.
—He estado recogiendo trozos de piedra vital cada vez que los encuentro
—me dice Mavyx, con la cabeza inclinada sobre la mía y la voz grave y profunda.
—Había pensado que podrían usarse para reparar cualquier estrella tuya que
cayera —continúa, señalando con un gesto el cielo nocturno que había creado
para mí en mi pequeña cabaña. —Y tal vez algún día, dentro de muchas
temporadas, cuando le construya a tu hijo su propia cabaña, cuelgue estrellas para
él también.
Algo caliente y punzante se aloja en el fondo de mi garganta. No me atrevo a
mirarle. Sé que mis ojos se verán vidriosos y pensará que ha hecho algo malo,
cuando eso no podría estar más lejos de la realidad.
—Ahora sé que las estrellas no son lo que las madres reciben en las showering
para niños —dice, extendiendo las manos como si estuviera a punto de retirar su
regalo.
Se lo arrebato con fiereza, estrechando contra mi pecho su precioso regalo.
—Me da igual lo que me hayan regalado los demás —le digo. —Esto es tuyo, y es...
—me quedo sin palabras y, cuando miro a Mavyx, veo el preciso instante en que
se da cuenta de las lágrimas que se acumulan en mis ojos. Se mueve como si
intentara consolarme de algún gran dolor, pero no estoy herida en absoluto.
Siento que mi corazón se eleva. —¿Ya estás planeando cosas para mi hijo para
cuando sea mayor? Tú... —mi cerebro se revuelve, mi garganta se siente en carne
viva sin razón alguna. —¿Quieres hacer cosas así... por él? ¿Incluso cuando no
tienes que hacerlo?
Mi mano encuentra mi estómago y, como si estuvieran escuchando nuestra
conversación, siento una pequeña patada de la personita que llevo dentro.
—Sí —responde Mavyx. —Quiero proveer. Quiero proteger. Yo... —cierra la
boca y flexiona los músculos de la mandíbula. —Cuidaré de tu joven, Ah-Lanah. No
tienes que hacer nada sola si no lo deseas.
Una lágrima rueda por mi mejilla, pero antes de que pueda apartarla, las
manos de Mavyx están ahí, acunando mi cara entre sus cálidas y protectoras
palmas. Sus ojos dorados me miran con gran preocupación, así que sonrío a lo
grande, la mayor sonrisa que creo haber esbozado en semanas y semanas. Y, a
pesar de las lágrimas, espero que pueda sentir esa sonrisa. Espero que sepa lo que
significa para mí. Sujeto el tarro de estrellas contra mi pecho con un brazo y cubro
la mano de Mavyx con la mía, girando la cabeza para darle un beso en la palma.
—Gracias —le digo. —Es el mejor regalo que he recibido.
Capítulo 23
MAVYX
***
ALANA
***
***
MAVYX
El dolor en mi maldita ala es tan grande que creo que voy a desmayarme.
Trepo torpemente sobre la raíz de un árbol, me retuerzo y lanzo mi lanza
contra una de las escorias mimyckah.
Erro.
Joder, espero que Tryk haya puesto a salvo a mi compañera. Eso es todo lo
que me importa en este momento.
Algo tira de mi cola. Giro y pateo a la criatura en su abdomen.
Hay demasiados avanzando sobre mí y…
Hago una mueca de dolor, maldiciendo a todas las Diosas de todos los
Templos.
Mi maldita ala me tiene en una agonía cegadora.
Y estoy enfadado. Estoy jodidamente enfadado. Me acaban de dar a mi Ah-
Lanah. Acabamos de encontrarnos. Y ella aún no ha traído a su hijo a este mundo.
No puedo dejarla ahora. Esto no puede ser. No será así.
Una de las bestias salta hacia mí, sus mandíbulas crujen, tratando de agarrar
cualquier carne que pueda. Mi mano encuentra su cuello y aprieto con todas mis
fuerzas. Sus uñas sucias y afiladas me recorren el antebrazo mientras jadea. Me
gustaría ver cómo la luz abandona sus ojos, pero otro avanza hacia mí, así que
lanzo a la criatura tan lejos como me permiten mis doloridos músculos. Es más
difícil de lo que debería golpear el cráneo de este nuevo mimyckah contra un árbol
cercano.
Otro salta sobre mi espalda justo cuando éste llega a su fin. Gruño y aspiro
entre dientes. El dolor es demasiado. Es demasiado, joder.
Alargo la mano hacia atrás y agarro a la criatura, pero se aferra a mi ala rota.
Cada vez que intento tirar de ella, un fuego líquido recorre mis venas. Podría
intentar una táctica diferente, estrellarla contra el tronco de un árbol con fuerza
suficiente para aturdirla. Eso también sería doloroso.
—Vete. A. La. Mierda. M… —doy un tirón con cada palabra tensa, pero
entonces una daga pasa a toda velocidad por mi cara y se incrusta en el ojo del
mimyckah que tengo a la espalda. La cosa hace un ruido entre un gorgoteo y un
grito y cae al suelo antes de alejarse tambaleándose. Cuando miro hacia el lugar
de donde debe haber salido la daga, no hay nada, sólo selva.
El dolor debe estar jugando con mi mente.
Los mimyckah restantes sueltan sus gritos de guerra y uno de ellos me derriba
de costado. Creo que sufro una herida en la cabeza.
—¡Atrápalos, Ezzy! —oigo, otra hoja azotando a través de mi línea de visión.
No me muevo. Los bordes del mundo se ennegrecen y me encuentro mirando
el dosel de la selva, retazos del cielo nocturno un poco más allá. Encuentro la
estrella más brillante del firmamento y me guiña un ojo mientras permanezco
tumbado, respirando entrecortadamente.
La madre de Ah-Lanah.
No puedo fallarle a ella, ni a su hija, ni al joven de su hija. Debo...
Estoy a punto de intentar levantarme, de luchar hasta que no me queda
absolutamente nada, cuando me levantan de un tirón. El hedor es horrible, pero
no son manos de mimyckah las que me sostienen.
—Joder, cómo pesa —dice... una voz femenina. Miro a mi lado y veo que
estoy en lo cierto. Hay una mujer, y está cubierta de suciedad y algo maloliente.
No es eficaz para mantenerme firme, ya que es pequeña. Hay alguien más a mi
otro lado.
—Vamos —dice otra voz, Trixikka esta vez. —Tenemos que llevarlo al árbol
—mi cabeza se inclina hacia la voz y justo antes de que mi mundo se vuelva negro,
veo que estoy apoyado en un Sombra Alada desconocida.
***
No sé cuánto tiempo me dura este extraño sueño. Sólo sé que cuando
despierto, ese olor pútrido es ahora menos penetrante, y me envuelve el dulce
aroma de la tierra.
Hago un gesto de dolor e intento abrir los ojos. La luz es tenue, pero algunas
piedras vitales brillan débilmente. Creo que me han llevado a una cueva para
ponerme a salvo. Intentar moverme sólo provoca que un gran rayo de dolor salga
disparado desde mi hombro hasta alcanzar todos los rincones de mi cuerpo. Lo
más inteligente sería comprobar dónde estoy y con quién estoy sin llamar la
atención. Sin embargo, mi tos y mis balbuceos me delatan al instante. Nunca me
había encontrado con un ataque de mimyckah así.
En cuanto intento incorporarme, una hoja de daga aparece bajo mi barbilla. El
Sombra Alada.
—Tranquilo, tranquilo —dice la hembra a su lado, pero él y yo nos miramos
fijamente. Puede que ahora esté a su merced, pero no me acobardaré. —Ezzy,
baja el cuchillo. No va a hacer nada —dice, volviéndose hacia mí. —¿Verdad?
La miro brevemente, observando su piel pálida y sucia y su pelo pálido y sucio.
—No —gruño, volviendo a centrarme en el Sombra Alada. Está en edad de
entrenar y, aunque ahora está arrodillado sobre mí, me doy cuenta de que es alto
y delgado, pero como todos los Trixikka que sobreviven en la jungla, es fuerte.
No es un macho que haya conocido. Es uno de los marginados de Zarriko, el
que mimyckah había nombrado cuando se tropezó con la reunión aquel día. Ezryk.
Ezzy.
Ezzy no dice una palabra, pero veo cómo su mujer le pone una mano en el
brazo para que lo baje. Él hace lo que le ordena, pero la mirada de advertencia en
sus ojos nunca desaparece. Asiento con la cabeza y me incorporo, con todo el
cuerpo protestando por el movimiento. Cuando puedo mirar a mi alrededor, veo
que no estoy en ninguna cueva. Las paredes están hechas de tierra compactada y
raíces, las más grandes se enredan en el techo, el suelo y las paredes. Parece como
si estuviéramos bajo tierra. Mis plumas se estremecen al pensarlo. Este no es un
lugar de Trixikka. Somos de pueblo, montaña y cielo. No somos de tierra, con sus
criaturas excavadoras y sus gusanos.
Cuando termino de examinar mi entorno, me examino a mí mismo. Tengo la
espinilla cubierta por una cataplasma de lianas suaves y el ala, el hombro y el torso
envueltos en vendas. Me han untado algún tipo de pasta en las zonas donde los
mimyckahs intentaron arrancarme trozos de carne.
Vuelvo a mirar al Sombra Alada. —No sé qué has hecho para merecer el
destierro...
Su hembra resopla y se cruza de brazos como si acabara de ofenderlo. Está a
la defensiva. Recuerdo que nuestras hembras me dijeron que se llamaba “Dove”,
un pájaro de su tierra natal, y también que era un símbolo de paz.
Esta hembra no parece pacífica.
—…Pero te agradezco que me salvaras, Sombra Alada… —una mirada a Dove
y veo que ya está disgustada. No tengo tiempo para apaciguar al Sombra Alada y a
su fiera humana. —Ezryk —digo en su lugar. Puedo ser amable. Si eso significa que
vuelvo con mi Ah-Lanah, haré lo que sea. —Por favor —digo, incorporándome aún
más, pero balanceándome un poco al hacerlo, con la mente ligera y la vista
borrosa. Ezryk vuelve a levantar la daga y me apunta con ella en señal de
advertencia. Levanto las palmas, pero me estremezco. —Por favor, Ezryk. Necesito
volver con mi tribu. Con mi hembra.
—Esto no es un secuestro, ¿sabes? —dice Dove, con tono cortante.
—Podríamos haberte dejado ahí fuera para que te destrozaran esas cosas, pero no
lo hicimos. Y tampoco pensamos quedarnos contigo. Pero esas cosas siguen ahí
fuera ahora mismo. Ezzy puede olerlas.
Asiento con la cabeza, pero me detengo cuando incluso eso me resulta
demasiado doloroso. El Sombra Alada debe tener un gran sentido del olfato. Todo
lo que puedo oler es cualquier cosa maligna que se hayan untado y la suciedad
que nos rodea. No conozco el crimen de Ezryk, pero habría sido un excelente
cazador de tribus. Supongo que ese debe ser el caso de los Sombras Aladas que
sobreviven aquí. Inclino la barbilla hacia él. —Cúbreme con eso y caminemos entre
ellos, entonces —digo, adivinando que la horrible pasta olorosa es lo que
mantiene a raya a los mimyckah.
Ezryk me parpadea mientras permanece encorvado sobre sus ancas aquí, en
este pequeño escondite subterráneo. Cuando por fin habla, su voz es profunda y
segura. —No arriesgaré a mi hembra, Segunda Lanza. Esperaremos.
Incluso la exhalación que suelto duele. Todo duele.
Ojalá pudiera ver las estrellas mientras esperamos. Ojalá pudiera decirles que
volveré con ella.
No me cabe la menor duda. Incluso cuando siento que vuelvo a caer en esa
oscuridad acogedora.
Capítulo 26
ALANA
Los Protectores que nos han dejado son inútiles. INÚTILES. Ninguno de ellos
puede rastrear a mi Mavyx. Ninguno de ellos lo ha encontrado en dos días.
DOS DÍAS
¡He estado perdiendo la maldita cabeza!
Ni siquiera Rynn puede encontrarlo. Es como si hubiera desaparecido de la
selva por completo. O los mimyckah han...
No quiero pensar en esa posibilidad.
No puedo.
No puedo.
Tiene que estar vivo. Tiene que estarlo.
Nunca le dije lo mucho que significa para mí. Nunca...
Podría haberse ido y nunca lo supo.
—Deberías enviar otro grupo de búsqueda —le digo a Rynn.
Su cola se mueve detrás de él. —Ya hay cinco parejas buscando en la zona
cercana a la montaña. Si envío más, no habrá suficientes para proteger a las
hembras aquí en la aldea.
Aprieto los dientes. —Envia. Más.
Asiente para sí y me mira con tristeza. Desprecio esa mirada triste. La he
recibido muchas veces en los últimos dos días. —Ah-Lanah, si alguien pudo
sobrevivir al ataque que describiste, habría sido Mavyx. Quiero encontrarlo. Era mi
amigo...
—¿Era?
No me vengas con esa mierda de “era”, pienso, fulminando con la mirada a
Rynn.
—Trae a Tryk aquí —exijo. —Él también puede buscar. ¡Mav no puede haber
desaparecido!
—Ha estado buscando. No encontró nada...
Justo cuando Rynn está hablando, doy un grito ahogado al notar movimiento
en la arboleda que rodea el pueblo. Aún estoy lejos, pero reconozco la silueta de
mi hombre cuando la veo. Hay otro Trixikka a su lado, sosteniéndolo, y una mujer
a su otro lado. Mavyx se apoya en ambos con fuerza. Empiezo a correr tan rápido
como mi trasero de embarazada puede, pero pronto me veo arrastrada a los
brazos de Rynn una vez que él también ha visto hacia dónde me dirijo. Las dos
personas que ayudan a Mavyx lo dejan caer como un saco de patatas y se largan
de aquí, pero no me importan.
—¡Mav! —grito —¡Dios mío, Mav! —ni siquiera me doy cuenta cuando Rynn
me suelta de nuevo sobre mis pies, estoy corriendo y caigo de rodillas tan pronto
como llego a él. —¡¿Mavyx?!
Tose y gira la cabeza hacia mí. Puedo sentir a Rynn detrás de mí, puede que
haya más gente uniéndose a la conmoción, también. Pero no me importa. Mavyx
está aquí. Está aquí. Rynn ladra algo y se oyen pasos.
—Déjalos —dice Mavyx, voz áspera, cruda y apenas. —Rynn, prometí que no
serían seguidos.
Pero eso no me importa. Sólo me importa él. —Mavyx —sollozo, con las
manos revoloteando sobre su cuerpo roto y magullado. Lo han remendado un
poco. Su ala parece estar vendada de una forma que le impide abrirla. Creo que
también tiene una férula, y ya no está doblada en un ángulo incómodo. Sin
embargo, su mirada es lejana y es evidente que aún siente mucho dolor, ya que
gime y cierra los ojos.
Él... él no se ve bien en absoluto. Se le va el color de la cara y respira
entrecortadamente.
—¿Mavyx? —digo, tomando su enorme y apuesto rostro alienígena entre mis
manos. —Mavyx, mírame.
—Ah-Lanah —dice en un suspiro dolorido, con una voz tan débil que casi no la
oigo. No abre los ojos y siento que se queda sin fuerzas.
—¡Mav! ¡Mavyx! —lo sacudo. —Mavyx, no... no te mueras —le digo -le
ordeno- apoyando mi frente en la suya mientras mis mayores temores se
abalanzan sobre mí. —No tienes permitido morir. Te lo prohíbo, Mavyx. No
puedes...
Tose y abre los ojos cuando me alejo para dejarle espacio. Su gran mano
encuentra la mía. —Di... —se le quiebra la voz con un doloroso ataque de tos y
resuello. —Di por favor —ronca, con una comisura de la boca ligeramente
levantada.
Se me escapa la risa entre grandes sollozos y él se limita a mirarme con esos
adorables ojos dorados, unos ojos que temía no volver a ver jamás. Me arrojo
sobre él y sus brazos se levantan lentamente para abrazarme débilmente. —Por
favor, no te mueras —le digo en el cuello. —Por favor, por favor, por favor, no te
mueras, gran idiota maravilloso. No podría estar sin ti.
Su pecho retumba en un ronroneo que suena entrecortado. —Ya que lo has
pedido tan amablemente, hembra —se ríe entre dientes y vuelve a toser. —No
moriré. Todavía no.
—Jamás —le digo ferozmente, besándole. No es un beso delicado, ni bonito;
tengo la cara mojada por las lágrimas y estoy hecha un lío por la preocupación que
me ha estado volviendo loca los últimos días. Pero él me devuelve el beso.
Hambrientos y apresurados, los dos intentamos acercarnos al otro.
—Mi compañero —declaro entre besos. —Eres mi compañero, Mavyx. Mi
hombre. Mío.
El gruñido que emite es una versión pobre de su gruñido habitual, pero
intenta levantarse y tirarme encima de él al mismo tiempo, sólo para apartarse
bruscamente y sisear de dolor.
—Cuidado —digo, rompiendo nuestro beso. Nos miramos fijamente,
jadeantes.
—¿De verdad? —pregunta, intentando incorporarse más, pero haciendo un
horrible gesto de dolor. —¿De verdad eres mi compañera?
—Sí —sonrío. —Te quiero, Mavyx.
Su sonrisa de respuesta tiene tanto el encanto infantil como el cansancio de
alguien que sufre mucho. —Si hubiera sabido que reaccionarías así, casi me habría
muerto hace lunas.
La media risa-medio sollozo que suelto no me atrae lo más mínimo, pero
Mavyx me sonríe como yo fuera todo su mundo.
Y le sonrío igual.
Epílogo 1
ALANA
MAVYX
(El nacimiento)
***