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El mismo Napoleón decía que amaba la guerra como artista. Se sentía cómodo en
los campos de batalla porque podía desplegar sus talentos militares que eran
extraordinarios, algo que todo el mundo, hasta sus enemigos, reconocían de
buena voluntad. La mayor parte de las guerras de esa época son defensivas,
hasta 1808, momento en el que se deja llevar por su ambición. En España, sobre
todo en Rusia, demuestra que hace la guerra ante todo por amor a la gloria. Los
retos son cada vez mayores, el número de muertos aumenta y las batallas son
cada vez más sangrientas. Siendo así, se estima que alrededor de un millón de
soldados franceses murieron durante las guerras de la Revolución y del Imperio,
una cifra que ciertamente es muy alta, pero es menor que la de los conflictos
contemporáneos.
Otros hablan sobre su falta de sensibilidad ante el dolor humano. ¿Cómo era
eso realmente?
Los testimonios sobre este tema están divididos. Algunos lo describen como un
ser insensible, otros como alguien muy atento a las enfermedades, al sufrimiento
de sus parientes, recomendando él mismo remedios para sus hermanos o para su
esposa en sus cartas. Simplemente no tiene la misma actitud cuando está en sus
funciones de jefe de guerra que cuando está en su papel de hombre privado. Su
decisión de hacerle la eutanasia a los enfermos en Jaffa, durante la expedición de
Egipto, dio mucho de qué hablar. Ahora bien, incluso forzándose a ser insensible
se conmueve, como ocurrió después de la batalla de Eylau, particularmente
sangrienta, donde lo afectó el espectáculo de la sangre sobre la nieve.
También se olvida que Napoleón tenía en alta estima a muchas mujeres. Aunque
utilizaba prejuicios para desacreditar a sus enemigos políticos como Germaine de
Staël, recibió consejos de algunas mujeres, en particular de Joséphine. Fue sin
duda el primer soberano en confiarle una misión diplomática a una mujer, la
condesa de Brignole, en 1813; nombra a su hermana Elisa al mando del gran
ducado de Toscana y, finalmente, le confía la regencia del Imperio a su esposa
Marie-Louise, quien gobierna por él durante un año y medio, firma los decretos,
ordena el reclutamiento de los soldados y valida las condenas de muerte en su
lugar.
También es una oportunidad para que los historiadores presenten el fruto de más
de cincuenta años de investigaciones, desde el comienzo de las
conmemoraciones con el bicentenario del nacimiento de Napoleón en 1969, donde
se pasó -como lo decía- de una visión terriblemente estática del emperador como
un genio omnisciente e invencible, a la de un personaje mucho más matizado. En
el 2021 se conoce mucho mejor el Primer Imperio que hace unas décadas, y el
conocimiento sobre el periodo aumenta sin cesar pues todavía quedan
muchísimos archivos por examinar. De esta manera, el tema de la esclavitud ha
sido objeto de múltiples publicaciones, se han dedicado trabajos a la
homosexualidad bajo el Imperio, la condición de las mujeres también ha sido
estudiada y, de manera más general, el funcionamiento de la sociedad y los
engranajes de la administración son menos nebulosos que antes.