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Cabe acá aclarar que la autonomía kantiana está pensada desde una concepción dualista
de la naturaleza humana2 que plantea que ésta, sometida a dos legalidades distintas (las
leyes de la naturaleza y a las leyes de la razón), para volverse realmente autónoma debe
inclinarse hacia la legalidad autoimpuesta por la razón a priori, cuya validez es
estimada como universal. Esta ‘universalidad abstracta’ en la que está fundamentado el
paradigma moderno, y desde la cual se concibe la categoría de emancipación, será un
1
Kant, I., (1978), ¿Qué es a Ilustración? en Filosofía de la Historia, Editorial Nova, Buenos Aires, p.3.
2
Heinz, M., (1999), “Teorías de la cultura en la Ilustración: Herder y Kant” en Ideas y Valores, N°109,
Bogotá, pp. 123-131
lugar común de las críticas que el pensamiento decolonial hará a la modernidad, ya que
ésta, ubicándose a sí misma, para decirlo en términos de Castro-Gómez, en el punto
cero3, en ese “no lugar” caracterizado por la supuesta neutralidad y desinterés, decide
ignorar el carácter histórica y geográficamente situado en el que produce su discurso
para asignar al mismo un valor universal.
3
Castro-Gómez, S. (2005), La hybris del punto cero: ciencia, raza e ilustración en la Nueva Granada
(1750-1816), Editorial Pontificia Universidad Javeriana, Bogotá, p. 21.
4
Dussel, E. (2000), “Europa, modernidad y eurocentrismo”, en La colonialidad del saber: eurocentrismo
y ciencias sociales, Edgardo Lander (comp.), CLACSO, Buenos Aires, 2000, p. 49
5
Lyotard, J.-F. (1987), La condición posmoderna: informe sobre el saber, Ediciones Cátedra, Madrid, p.
4.
6
Lyotard, J.-F. (1995), La posmodernidad (explicada a los niños), Editorial Gedisa, Barcelona, p. 30.
Sin embargo, la crítica de Lyotard no se queda ahí: no se trata sólo de que el discurso
moderno sea mentiroso por legitimarse en una universalidad abstracta, sino que el
desarrollo histórico de su proyecto mismo ha demostrado su caducidad, la cual Lyotard
ve simbolizada en el nazismo y el estalinismo. Así, en lugar de la realización de esa
universalidad prometida, dirá Lyotard, lo que se ha instalado es algo que simula realizar
el proyecto moderno pero que imposibilita el cumplimiento de su promesa: el desarrollo
casi exponencial de la tecnociencia7. Lyotard contrapone, así, a la promesa de
emancipación de la Ilustración, la actualidad de la tecnociencia capitalista y su
desarrollo exponencial, cuyo resultado es contrario a aquella promesa.
Me gustaría, acá, por los puntos que tienen en común, contrastar esta perspectiva con la
de Aníbal Quijano cuando éste evalúa lo que él considera un legado doble de la
modernidad y la Ilustración, distinguiendo dos tipos de racionalidad que en su interior
se encuentran en pugna. Por un lado, aquella racionalidad que Horkheimer denominó
instrumental, en la que “lo racional es lo útil y la utilidad adquiere sentido desde la
perspectiva dominante. Es decir, del poder”, la racionalidad del ego conquiro,
eurocéntrica y tecnocrática, que no duda en apropiarse de y explotar a lxs otrxs y a la
naturaleza para perpetuarse indefinidamente. Por el otro lado estaría el legado de la
racionalidad liberadora o histórica, que instala “una promesa de existencia social
racional, en tanto que promesa de libertad, de equidad, de solidaridad, de mejoramiento
de las condiciones materiales de esa existencia social” 8. En lo que respecta a este doble
legado, para Quijano, así como para Lyotard (aunque éste no utilice estos términos) es
efectivamente la racionalidad instrumental la que se ha impuesto. Sin embargo, mientas
que el primero ve en el hecho de esta imposición la necesidad de rescatar su alternativa,
la racionalidad liberadora; el segundo parece más bien ver en la victoria de la
racionalidad instrumental la señal inequívoca de la aniquilación de su alternativa
liberadora.
En una entrevista hecha por Fornet-Betancourt 10, Foucault expresa su cautela con
respecto al concepto de “emancipación/liberación”, expresando su opción, en su lugar,
por su categoría de “prácticas de la libertad”. Lo que Foucault sugiere es que hablar de
“liberación” despreocupadamente o fuera de ciertos límites podría llevarnos a pensar a
la misma desde un esquema que presuponga una cierta naturaleza original que estaría
siendo oprimida y que, al borrar las cadenas que la oprimen, reencontraría la armonía
consigo misma. Así, hablar despreocupadamente de “liberación” podría implicar la
remisión o suposición de un cierto origen, de un cierto ejemplar original que habría
sido, por determinados procesos históricos y relaciones de poder, ocultado y oprimido.
En otro contexto11, Foucault, haciendo una lectura de Nietzsche, nos invita a oponer a la
categoría de origen (Ursprung) la de invención (Erfindung), de tal forma que ante la
supuesta verdad de esta naturaleza original aparezca, frente a su alegada universalidad,
su carácter histórico, su condición de invención, de efecto de superficie resultante de
una lucha de poder.
Para Rancière, entonces, no es que la tradición crítica esté agotada, sino que ésta ha
sufrido una desconexión con respecto a la intención emancipatoria que le marcaba su
camino. Aparece entonces, de nuevo, la impotencia y perplejidad ocasionadas por el
abandono del ideal emancipatorio.
10
Foucault, M. (1994), “La ética del cuidado de sí como práctica de la libertad” en Dits et écrits (1954-
1988), t. IV (1990-1988), Gallimard, Paris, p. 258
11
Foucault, M. (2003), La verdad y las formas jurídicas, Octaedro, México, D.F., pp. 13-14
12
Rancière, J. (2010), El espectador emancipado, Ediciones Manantial, Buenos Aires, p. 32.
Frente a esta situación, Rancière se propone rehabilitar un nuevo sentido de
emancipación que, retomando el significado original de la emancipación como salida de
un estado de minoría, entienda que ese estado de minoría se corresponde precisamente
con el “tejido armonioso de la comunidad” por el que abogan quienes anuncian la
caducidad del ideal emancipatorio. De lo que habría que emanciparse del carácter
estático que describe la comunidad platónica, “en la que cada uno está en su sitio, en su
clase, ocupado en la función que le corresponde y dotado del equipamiento sensible e
intelectual que conviene a ese sitio y a esa función” 13. Según esta conceptualización de
la emancipación, ésta consistiría en una ruptura con un orden fijo que representa una
división policial de lo sensible, en la que a cada unx, según su específica ubicación
dentro de una matriz de jerarquías social e históricamente establecidas, se le asigna un
repertorio específico y estático de capacidades de sentir, pensar y actuar, en
determinados tiempos y espacios acotados, negándosele, asimismo, un abanico de
posibilidades sólo sondables mediante la creativa irrupción emancipatoria.
Consideraciones finales
13
Íbid. p. 46.
14
Samour, H. (2003), Voluntad de liberación, Granada, Comares, p. 5
abandono de dicho ideal vendría muy bien a la prolongación del orden político actual,
que estimamos injusto y deshumanizante.
La práctica educativa, para ser efectivamente emancipatoria, no sólo tiene que alejarse
del pretendido punto cero de enunciación de la modernidad, sino que debe responder a
las preocupaciones y demandas del contexto propio en el que lxs alumnxs se
desenvuelven y potenciar la creación de espacios y temporalidades que permitan la
ruptura con el orden policial de lo sensible, donde lxs alumnxs tengan la capacidad de
tomar la palabra, de pensar, decir y actuar más allá de los límites que la armonía
impuesta les pone.
Bibliografía