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Nicolás de Federman
Allí le informaron los indios del mito de El Dorado: una región rica en
oro que se encontraba hacia occidente, habitada por los chibchas o
muiscas. Hacia el occidente se alzaba majestuosa la cordillera andina,
por cuya falda siguió con dirección sur en busca de un paso para
franquearla, una misión en la que ya había fracasado Pedro de
Limpias. Sin embargo, el alemán continuó adelante hasta que, en
1539, encontró el paso interandino en el páramo de Sumapaz.
Avanzó desde allí hacia el altiplano cundiboyacense, pero al llegar a
Fosca encontró españoles. Eran hombres de la hueste de Gonzalo
Jiménez de Quesada que se le había anticipado por meses en el
descubrimiento y ocupación del país de los chibchas. Habían llegado
desde San Marta atraídos por el mismo mito del Dorado. Federman y
Jiménez de Quesada decidieron que sus soldados se quedarían en el
reino descubierto como conquistadores y llegaron a un acuerdo sobre
el reparto del botín. Poco después, ya en 1539, apareció la hueste
española de Sebastián de Belalcázar, que venía de Quito atraída por
el mismo mito. Los tres conquistadores fundaron varias ciudades y
decidieron dejar sus hombres en el Nuevo Reino y marchar a España
para solventar allí sus diferencias territoriales.