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El juicio moral y el juicio ético.

Se llama juicio moral a aquel acto mental que afirma o niega el valor moral ante una situación

determinada o un comportamiento del que somos testigos, es decir, el juicio moral que se da

como resultado se pronunciará específicamente sobre la presencia o ausencia de ética en un

hecho o actitud. Los juicios morales son posibles gracias al sentido moral que cada ser humano

posee. Este sentido moral es el resultado de los esquemas, normas y reglas que hemos ido

adquiriendo y aprendiendo a lo largo de nuestra vida. En primera instancia será la familia, los

padres, los abuelos, quienes nos transmitirán esa información y preceptos, luego, las instituciones

educativas en las cuales intervengamos y en última instancia el medio ambiente en el cual nos

desenvolveremos, el cual también nos irá diciendo e indicando qué está bien, qué está mal, nos

guiará sobre lo bueno, sobre lo malo, entre otras cuestiones. La conciencia moral, como juez de

nuestros actos, sólo puede darse cuando éstos son actos humanos voluntarios, o sea los actos en

que ha intervenido la libertad de acción. No puede haber un juicio de conciencia cuando los actos

efectuados han sido obligados por una autoridad o acción coercitiva de agentes extraños a

nosotros mismos.

Se podría poner por ejemplo la acción de un soldado en tiempo de guerra en la actividad

profesional: a veces toman decisiones por obligación, siguen esquemas o sistemas

preestablecidos que dejan muy poca libertad de acción al sujeto; en casos la conciencia moral

quedara un tanto suprimida. Ahora bien, como resultado del juicio de valor que efectúa la

conciencia moral sobre los actos del propio individuo, se conduce a lo siguiente:

A un sentimiento de culpa

A un remordimiento.
A un arrepentimiento.

Esto puede conllevar un castigo, el auto castigo o una acción interna.

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