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ANALISIS DE LOS MERCADOS Y DEL MARCO REGULATORIO DEL SECTOR SALUD

Vicente Ortún Rubio1

Agradezco la oportunidad que me brinda la Asociación de la Salud de la Argentina de participar en estas


jornadas y compartir un día con ustedes. El tema que voy a desarrollar esta organizado en 4 grandes partes.
En la primera parte trataré de justificar el procedimiento que tiene el mercado. La segunda estará centrada en
identificar las fallas del mercado como mecanismo para recursos al sector sanitario. En la tercera parte
debería hablar de las fallas de otras instituciones distintas del mercado, tales como el Estado, las
organizaciones y las normas éticas y sociales, pero solo me referiré al Estado; en consecuencia, esta sección
estará centrada en las deficiencias del Estado también como mecanismo para asignar recursos en el sector
sanitario. Por último, en la cuarta parte me referiré al papel del Estado como regulador de los servicios
sanitarios.

El predicamento del mercado.

Respecto del predicamento del mercado, cabe recordar, aunque resulte muy elemental, la intuición de Adam
Smith de hace ya más de 200 años, cuando señaló que “no es de la benevolencia del carnicero, cervecero del
panadero de quien esperamos nuestra cena, sino del cuidado que estos ponen en su propio interés. (Todo
individuo) busca su propia seguridad, solo su ganancia personal. Y en esto lo que guía la mano invisible que
promueve un fin que no formaba parte de sus intenciones. Siguiendo su propio interés a menudo promueve el
de la sociedad con más eficacia que cuando pretende promoverlo”.
Esta intuición, y otras más desarrolladas, son la que constituyen el predicamento del mercado como
instrumento, como mecanismo que cumple dos funciones, ambas fundamentales: conseguir la eficiencia
social, y, quizás aún más importante conciliar el interés individual con el interés colectivo. Si, en efecto,
el interés colectivo se obtiene cuando la gente persigue el interés individual, nos encontramos frente a un
mecanismo excelente que no solo permitirá conseguir la eficiencia sino también conciliar ambos tipos de
intereses.
Arrow y Debreu enunciaron y demostraron formalmente hace unos 40 años esta intuición. El tema es muy
extenso para tratarlo aquí en detalle, pero conviene recordar que, para que la anterior afirmación sea cierta,
se necesitan una serie de supuestos teóricos e institucionales que no siempre se dan Los supuestos técnicos
hacen referencia a que las preferencias de los consumidores y las posibilidades de producción de las
empresas son convexas, y a que los mercados son universales.
Quizás sean más fáciles de entender los supuestos institucionales. Un supuesto institucional importante es
que el precio, que es el mecanismo fundamental de trasmisión de la información cuando funciona el mercado,
es lo que proporciona la coordinación espontánea de muchos agentes. El supuesto institucional es que estos
precios sean paramétricos, es decir, no influenciables por otos actores, tanto las empresas como los
consumidores los aceptan como un dato, y los precios son idénticos para todos. Se exige también un
supuesto institucional que los precios sean transparentes y que se puedan conocer sin necesidad de incurrir
en costos sustanciales. Todos estos factores, y otros que no incluyo, en realidad no se dan, o se dan en
grados variables.

Las fallas del mercado de la sanidad.

Entramos ahora ya de lleno en el problema de las fallas del mercado. En lugar de hablar de las fallas del
mercado en general, me referiré a los del sector sanitario, y me centraré en siete fallas de tipo positivo y en
dos del tipo normativo.
Las fallas de tipo positivo son: la incertidumbre, que equivale a falta de información, la información asimétrica
(el médico sabe, el paciente no), las externalidades, los bienes públicos, la insuficiencia de racionalidad

1
Doctor en ciencias económicas de la Universidad de Barcelona, vicepresidente de la Asociación Española de
Economía de la Salud.
individual, los rendimientos crecientes y los mercados incompletos. La equidad y los bienes tutelares los
considero fallas normativas en el sentido de que dependen de opiniones, de juicios de valor. Comenzaré por
los últimos que son los que no trataré en detalle.
¿Por qué decimos que la equidad puede constituir una falla normativa? Porque el paradigma de mercado
garantizará la eficiencia, pero en ningún caso la equidad. La equidad, que en el fondo es lo que la sociedad
piensa de la justicia, cambia con el tiempo, varía en las distintas sociedades y se expresa en forma más o
menos imperfecta en las elecciones políticas, y eso nunca lo garantizará el mercado.
Los bienes tutelares (en el argot económico hablamos de bienes tutelares, preferentes o de mérito) son
aquellos bienes o servicios que, en opinión de quien manda, resultan importantes para el país que su
consumo debe ser protegido, y la mejor forma de proteger el consumo de un bien es hacer que no dependa
de la capacidad adquisitiva individual; por lo tanto, hemos de financiarlos públicamente mediante impuestos y
cotizaciones obligatorias. A partir de la segunda guerra mundial, los servicios sanitarios han sido bienes
tutelares en muchos países, desde el momento en que se incorporaron a las constituciones unas serie de
derechos sociales y se asignaron los medios para hacerlos efectivos.
Con respecto a los mercados incompletos, se trata de un concepto más técnico: puede haber gente dispuesta
a pagar y, en cambio, no existir mercado para cierto tipo de seguros.
Se habla de rendimientos crecientes cuando hay economías de escala. Estas pueden justificar los monopolios
naturales. En sanidad podemos encontrar monopolios naturales en zonas geográficas de baja densidad,
donde puede no tener sentido que exista más de un proveedor.
La insuficiencia de racionalidad individual se refiere a que, aun siendo perfectamente cartesianos, podemos
llevar a cabo acciones que no son buenas ni para nosotros ni para la comunidad. En la vida existen
situaciones del tipo del “dilema del prisionero”, en las que aun siendo muy racionales, nos equivocamos.
Deseo referirme con más detalles a la 4 primeras fallas, que son realmente las más importantes. Para
analizarlas, utilizaré el mismo esquema: cual es la falla, cual ha sido la respuesta institucional de los países
ante ella y cuales son los efectos secundarios a esta respuesta. Este esquema no solo tiene sentido
económico sino también histórico.
1. La incertidumbre, la falta de información sobre la incidencia de la enfermedad, siempre ha existido.
Tradicionalmente, con familias extensas, se resolvía de una forma, cuando en el periodo de la revolución
industrial la gente solo dependía de la fuerza del trabajo para sobrevivir, de otra. La respuesta de casi todos
los países a la incertidumbre en cuanto a la incidencia de enfermedad, es el aseguramiento, sea este privado
o público o una mezcla de ambos. ¿Cuáles son los efectos secundarios de esta respuesta institucional?, voy
a centrarme en los dos más importantes: la selección adversa y el riesgo moral.
La selección adversa es un oportunismo precontractual que consiste esconder información para conseguir
que el contrato se efectivice. El riesgo moral es también un oportunismo, pero poscontractual, que no consiste
solamente en esconder información sino esconde acción. El hecho de que una persona esté asegurada
puede hacer que su comportamiento sea más despreocupado y que la indemnización que reclame en caso de
incidente sea mayor.
El riesgo moral, que en sanidad muchas veces se concreta en el consumo excesivo, ha recibido una atención
especial. La argumentación más sencilla sostiene que si la población accede al consumo de servicios
sanitarios a un precio cero o cercano a el, consumirá más de lo que consumiría si tuviera que pagar su
auténtico costo social. Suministrar un servicio sanitario que tiene un costo marginal cinco a un precio cero,
significa que personas que solo valoran uno, en dos, en tres o en cuatro lo pueden consumir. Desde la
perspectiva de los economistas, constituye una perdida del bienestar social. Pero hemos de ser concientes y
destacar que no es lo mismo la perdida del bienestar en sentido económico que en el sentido sanitario.
Cuando se habla de perdida de bienestar en sentido económico se hace referencia a consumir algo que se
esta valorando menos de lo que cuesta producirlo.
Ahora bien, ¿cuál es el criterio de valoración? El criterio de valoración económica es la disposición a pagar;
esta dado por la demanda. En cambio, el sentido sanitario de consumo excesivo es distinto. Un consumo es
excesivo cuando produce más perjuicios que beneficio. Por ejemplo, una endartectomía de carótida que
provoque más ictus que los que evita, es un consumo innecesario, excesivo. El sentido clínico,
epidemiológico o sanitario de excesivo no coincide con el sentido económico de excesivo. Creo que los
economistas a veces han hecho un flaco favor al debate sobre sanidad al utilizar un término como consumo
excesivo que ha influido exageradamente en el debate. Es correcto hablar de consumo excesivo en sentido
económico, pero creo que conviene también hablar de consumo excesivo en sentido sanitario.

2. La segunda falla importante vuelve a ser la incertidumbre, pero esta vez referida a la efectividad de los
tratamientos. La medicina es posiblemente la disciplina más incierta que existe. Hay falta de certeza para
apreciar los signos y los síntomas y también para establecer la relación entre signos, síntomas y enfermedad,
aun cuando estos sean patognomónicos. Hay incertidumbre sobre qué pasa cuando se trata y también
cuando no se trata. Hay incertidumbre respecto a muchas cuestiones.
¿Cómo se ha resuelto institucionalmente esta incertidumbre? Mediante la regulación del ejercicio profesional.
El estado, directamente o bien por delegación en un grupo profesional, dice los ciudadanos: “los servicios
que estas personas proporcionan son servicios efectivos”. Hace 150 años, un ciudadano encontraba en la
plaza del pueblo distintas escuelas médicas en competencia para resolver su problema de alopecia: alopática,
homeopática, herbalistas, etc. Llegó un momento, tras Flexner, en que un tipo de medicina resultó
hegemónica. El estado ha dicho “si este profesional recomienda aminoxidil, el aminoxidil es lo que sirve para
la alopecia”. El efecto secundario de esta respuesta institucional, es que cuando se atribuye capacidad de
regulación, también se atribuye el poder de crear un monopolio, de regular la entrada en la profesión o en la
especialidad en beneficio naturalmente de quien detenta esa capacidad regulatoria.

3. La tercera falla es la de la información asimétrica médico- paciente. Como consumidor, cuando compro una
máquina de fotos puedo no saber como funciona perro si para que la quiero, en cambio, cuando me indican
una histerosalpingografía, no se lo que es ni para que sirve, pero intento hacérmela. Eso no pasa tanto en
otros sectores. Y este tipo de fallas se ha resuelto con la relación de agencia. El médico actúa como agente
del consumidor, es decir del paciente, para iniciar decisiones en nombre de este. Cuando el médico como
agente considera exclusivamente las variables pertinentes del paciente (el diagnóstico, el pronóstico, la
situación familiar, si es hipocondríaco, si esta cubierto por algún seguro, si en su edificio hay ascensor) se
esta convirtiendo en un agente perfecto, completo. Ahora bien, en cuanto el agente médico empieza a
considerar variables que no afectan al paciente sino lo afectan a él, la relación de agencia se vuelve
incompleta. Por ejemplo: es viernes, hay partos, si un parto se retrasa no se puede terminar la guardia a
tiempo; la consecuencia es la inducción de parto (el viernes es también el día que se practican más
cesáreas). Otras veces la variable que afecta al médico es completar un protocolo de investigación. En la
remuneración por acto la variable es completar los ingresos. Cuando las variables que afectan al médico
pesan mucho en la decisión, la relación de agencia se torna incompleta. Entonces ya es un problema de
grado, hasta que punto es incompleta. Ante una relación de agencia incompleta comienzan a aparecer
fenómenos de demanda inducida, no iniciada; que este iniciada es correcto, pero que este inducida es un
problema. Esto pone en cuestión por completo el tema de la soberanía del consumidor y hace que el mercado
este prácticamente ausente al no haber un comportamiento diferenciable de oferta y demanda.

4. La cuarta falla del mercado en la cual me quiero detener un poco más es la de las externalidades y bienes
públicos. Las externalidadeds son los beneficios o perjuicios que se causa a un tercero como consecuencia
de la producción o consumo de servicios sanitarios. Las externalidades típicas son las enfermedades
infecciosas, los estilos de vida peligrosos y descuidados, la investigación, la información, la presión sobre el
medio ambiente. La respuesta institucional tradicional ha sido la de subsidiar la producción de vacunas o
brindar asistencia benéfica, con el efecto secundario de que aparecen o pueden aparecer aprovechados,
gente dispuesta a no arrimar el hombro. Otra respuesta institucional posible es la que sugiere Coase, que
consiste en eliminar las exterenalidades sin que tenga que tenga que intervenir el Estado, simplemente
mediante una correcta asignación de los derechos de propiedad. Coase utilizaba el siguiente ejemplo:
tenemos una máquina de tren que va por las vías y causa incendios en los campos adyacentes por valor de
700 millones de pesetas. Ahora bien, existe un dispositivo antichispas que puede instalarse en las máquinas y
que vale 500 millones. Teóricamente es una externalidad, ha de intervenir el estado. ¿Cómo se podría
arreglar?; asignándole derechos de propiedad, si los agricultores tienen derecho de propiedad sobre sus
campos, la compañía ferroviaria deberá pagar 700 millones en indemnizaciones. Dirá 700 millones en
indemnizaciones o 500 millones en la compra del dispositivo antichispas. Lo que sea más eficiente se hará. Si
los derechos de propiedad no lo tienen los agricultores sino la empresa ferroviaria, ¿qué pasaría?,
teóricamente, los agricultores podrían comprar ese derecho de propiedad, le dirían a la compañía ferroviaria
“por 600 millones compramos el derecho de propiedad”, la compañía teóricamente lo vendería y ganaría 100
millones por medio de este dispositivo. En consecuencia – siempre según Coase – con una buena asignación
de derechos de propiedad, sin la intervención del estado, las transacciones eficientes acaban ejecutándose.
Uno de los problemas que surgen es el de la inviabilidad, es decir que se reúne a todos los agricultores
afectados por una vía, se necesita disponer de un espacio mucho mayor. Otro problema es la inviabilidad
política, ya que si bien el derecho a los campos se los puede asignar, el derecho sobre un río, sobre el mar, la
atmósfera es más difícil de asignar a un propietario.

Las fallas del Estado en sanidad.

El discurso tradicional era: dado que hay fallas en el mercado busquemos al Estado como mecanismo
asignador alternativo. El problema es que el estado, como mecanismo de asignación de recursos en sanidad,
también falla. Esto está menos esquematizado; así como la literatura sobre fallas del mercado esta muy
desarrollada, la literatura sobre fallas del gobierno lo esta bastante menos.
Hay fallas derivadas de la falta de incentivos organizativos y fallas derivadas de la falta de incentivos
individuales. Las organizaciones son un monopolio y, además, tienen la inmortalidad garantizada porque no
pueden quebrar. Los servicios no los paga directamente el consumidor, con lo cual no actúa como cliente.
Falta una relación entre ingresos (coactivos) y los gastos.
En cuanto a los incentivos individuales, normalmente la prevención de la alternancia política, la prevención de
que los funcionarios acompañen a los gobiernos salientes, ha llevado a establecer una estabilidad en el
empleo para evitar este problema, para dar continuidad a la función pública. Sin embargo se ha evitado un
problema pero se ha creado otro: ahora una persona no puede ser despedida cuando hay un cambio de
gobierno, pero posiblemente tampoco lo sea por vagancia o por incompetencia manifiesta. Esto supone una
falta de incentivos individuales notable.
De la misma manera en la que en el mercado habábamos de externalidadeds, en el estado se puede hablar
de internalidades, una sería, por ejemplo, conseguir definir como objetivo social lo que sería un objetivo
individual. A mi me interesa hacer una tesis doctoral sobre los cangrejos en Tierra del Fuego y consigo que
esta sea una prioridad en el departamento en el cual trabajo, y que me financien un equipo, me subvenciones
los gastos, etc, esto es una internalidad.
Otra falla, que no se observa en países de cultura sajona, es que se pone un énfasis excesivo en la legalidad,
una preocupación fortísima por proteger al administrado y prevenir la arbitrariedad. Prevenir la arbitrariedad
es muy loable, pero si para hacerlo se previene la discrecionalidad, se niega cualquier capacidad de gestión.
Si no es posible combinar personas y recursos no existe ninguna capacidad de gestión.
¿Cuáles son las respuestas institucionales a estas fallas?, simplificando mucho las cosas, la receta más
importante es introducir mecanismos de competencia en el sector público; hay muchas formas de hacerlo.
Quizás la que esta recibiendo más atención teórica y práctica sea la de separar la función de financiación de
la función de producción. En ocasiones se separa financiación y compra por un lado y producción por el otro,
y otras veces se llega a separar financiamiento por un lado, compra por otro y producción por otro.
En cuanto a los efectos secundarios, si queremos llevar el esquema muy lejos, podríamos decir: “vamos a
separar financiación de producción y vamos hacer, además, que la financiación no sea obligatoria, sino que
cada ciudadano pueda escoger libremente su esquema asegurador”. Si esto ocurriera, atentaríamos no solo
contra la equidad del sistema sino también contra su eficiencia.
En las jornadas anteriores Ginés González García citó a países en los que el 4% de la población consume el
50 o el 60& del gasto. A ninguna aseguradora comercial se la puede obligar que acepte, por ejemplo, a un
enfermo de sida, de manera que tendríamos un fenómeno de mercado que funcionaría, que asegurarse
competencia para riesgos buenos, y un sector público que funcionaria para los riesgos malos. Lo que ocurre
es que los riesgos malos no son de un 2 % sino de un 60%, con lo cual este esquema de aseguradoras en
competencia tiene un problema serio, y no solamente de equidad.
La forma de evitar la selección adversa es hacer algo parecido a lo que Holanda esta intentando, hacer, que
es mantener la obligatoriedad del financiamiento. Las personas pagan en función de su renta, la financiación
es progresiva, y el dinero va a un fondo común. De ese fondo común se asigna luego una cantidad ajustada
por riesgo a la aseguradora elegida por cada persona. Se consiguen dos cosas: mantener la financiación
pública y permitir la elección privada de la aseguradora. Esto, con suerte, Holanda, podrá permitírselo, pero
técnicamente es muy difícil poder ajustar por riesgo. El mejor predictor de riesgo es conocer el
comportamiento pasado de un individuo, y esto requerirá unos registros impresionantes.
Ahora bien, con esfuerzo, con voluntad, se puede intentar mantener los dos principios: mantener la
financiación pública dentro de un esquema de libertad de elección aseguradora. En cualquier país que no sea
Holanda, quizás haya que pensar las cosas antes. Es más fácil aplicar un esquema como el del reino Unido,
consistente en mantener una financiación única, esta es pública y dar a elegir entre proveedores, incluso dar,
si se quiere un papel de comprador al médico de cabecera.
Entre los problemas de este segundo esquema, el más habitual- el de Suecia, o lo que esta haciendo España
y en el Reino Unido – es hasta que punto puede haber competencia en el sector sanitario. Porque en el
esquema teórico, un financiador, que puede ser el mismo que compra, subasta los servicios sanitarios y se
los da a un precio mas bajo. Ahora bien, ¿están los servicios sanitarios dispuestos a competir en base al
precio? Los servicios en general (bancarios, comerciales), se prestan a la diferenciación del producto. Los
servicios sanitarios, que fundamentalmente son servicios personales, se prestan todavía muchísimo más a
este tipo de diferenciación. Diferenciar producto es la forma de evitar la competencia en costos. En lugar de ir
a una competencia perfecta, plena de virtudes, vamos a un esquema de competencia monopólica.
En sanidad es fácil conseguir la lealtad de un paciente o la lealtad de un medicamento a través de una marca.
Esto, unido a la asimetría en la información, puede dar como resultado un escenario en donde la competencia
este basada en quien tiene la alfombra mas gruesa, quien practica mas electrocardiogramas mas
innecesarios o quien es mas simpático. Y hasta puede dar lugar a un escenario cínico, de satisfacción integral
con inefectividad absoluta, y la persona puede por ejemplo, quedar muy contenta de su intervención de
apendicetomía, blanco conocido.
Aparte de evitar esa competencia basada en la atención de productos, hace falta también que la gente quiera
competir, ya no jugar a hacer ver que se compite. Hace falta estar seguros de que los objetos de la regulación
no pueden controlar el aparato regulador.
En relación con la falta de incentivos individuales, se trataría de discriminar un poco más sobre el rendimiento
y flexibilizar algo más tanto las relaciones laborales como las profesionales en el sector público.
Uno de los efectos secundarios es que en muchos sitios el costo puede ser la pérdida de una elección, es
decir tiene un costo político importantísimo, aparte de que da lugar a otros problemas de costos de influencias
y de conflictos.

Regulación

Con respecto a la regulación, y para entrar ya a la cuarta y última parte, si buscamos la palabra en el
diccionario veremos que regular es “ajustar el funcionamiento de un sistema a unos fines determinados”. En
sentido estricto, es la regulación se refiere a la intervención de las administraciones públicas en la sociedad
con el propósito de mejorar la eficiencia con que el mercado asigna los recursos o aumentar el bienestar
social de dicha asignación. Los problemas derivados del poder del mercado y de la existencia de
comportamientos estratégicos son atendidos por la política de la defensa de la competencia. De las fallas del
mercado se ocupa la política de regulación. Por lo tanto, regular es fundamentalmente evitar fallas de
mercado, que no es lo mismo que hacer una política de defensa de la competencia.
El hecho de que los precios en sanidad no sean paramétricos porque la industria farmacológica, o los
suministradores, o bien ciertos colectivos profesionales pueden tener influencia sobre ellos, no es un tema de
regulación sino de políticas de defensa de la competencia. Si queremos hablar en sentido amplio de
regulación, pues podemos ponerlo todo.
En suma, existen ventajas e inconvenientes en las dos instituciones fundamentales para asignar recursos en
el sector sanitario ( el mercado y el Estado). Tanto fallas del mercado como del Estado son más la excepción
que la regla. Ni la existencia de fallas del mercado basta para justificar la intervención estatal, ni las fallas del
Estado son suficientes para legitimar el dejar hacer.
La dosis del mercado
Hay razones apriorísticas para creer que la competencia, mas o menos dirigida, más o menos gestionada,
mas o menos administrada, puede funcionar en el sector sanitario. Pero también hay razones apriorísticas
para creer que la competencia puede no funcionar en este sector, o bien porque se decide por un cartel, o
porque se intenta competir por la vía de diferenciación de productos, o por algo mas fácil: si separamos
producción de financiamiento, ya no vale el “ordeno y mando”, hay que hacer un contrato. Sin embargo, esto
requiere tiempo y dinero, especificar una cartera de servicios, establecer como se paga, fijar mecanismos de
control de calidad. Y eso, si es mas caro que las ventajas que se consiguen con una eventual mayor
eficiencia, tampoco viene a cuenta. Si los costos de transacción son excesivos, la competencia puede tener
problemas también.
Antes de caer en panegíricos desaforados del mercado y la competencia basada en precios, quizás sea
necesario recordar la prudencia de Mao Tse Tung que cuando se le preguntó su opinión sobre el impacto de
la revolución francesa en el mundo, dijo que era prematuro opinar. Y esto viene a cuento de la extendida
interpretación parcial del fracaso de los países de leste de Europa como el triunfo de la libre empresa. Lo que
ha triunfado en Occidente no es la libre empresa; sino un cierto equilibrio entre ambos extremos. No entender
las razones de ese éxito puede desequilibrar a los países occidentales. De hecho, por ejemplo los
conservadores alemanes, están frenando las ansias privatizadoras checas o eslovenas, porque han
exagerado la reacción, adoptando excesivamente esta interpretación parcial del fracaso de los países del
Este como éxito simplemente del libre mercado.
Por otra parte también conviene que miremos al Japón, que durante mucho tiempo ha marcado lo que ha sido
el paradigma en materia de gestión, donde la competencia se considera como un instrumento y menos como
una finalidad, es decir, no esta tan sacralizada. En una realidad mundial donde los conceptos relevantes son
los de economía de escala y de gama, el desarrollo tecnológico y los costos de entrada en – y salida de – un
sector industrial, la “desregulación” no puede equivaler al mero mantenimiento de un marco competitivo
idealizado. Desregular implica regular la competencia, pero tratando a la competencia como un medio, no
como un fin en sí, porque lo verdaderamente relevante es decidir de que manera el Estado puede utilizar el
mercado y orientarlo hacia fines colectivos. En otras palabras- y ello motivó la convocatoria de las XIV
Jornadas de Economía de la Salud en Santiago de Compostela en junio de 1994-: como diseñar instituciones
y políticas publicas que aprovechen los puntos fuerte del mercado y los puntos fuertes de los poderes
públicos. Gracias.

GLOSARIO DE TERMINOS ECONOMICOS

EXTERNALIDADES
Se dice que un bien presenta externalidades cuando su consumo afecta indirectamente a personas distintas
de aquellas que deciden y realizan dicho consumo. Ejemplo típico es la vacunación y en general las
enfermedades trasmisibles, pues no solo se protege o cura al que consume el servicio, sino que disminuye el
riesgo de las personas de su entorno.

BIENES TUTELARES
Se denominan asi aquellos bienes o servicios cuyo consumo es considerado prioritario por los poderes
públicos, independientemente de las valoraciones individuales que se reflejan en el mercado.

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