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Esto es lo primero
que yo aprendí:
el tiempo es el eco de un hacha
adentro de un bosque.
El mundo literario
I
“Finalmente, después de cinco meses de mi vida durante los cuales no pude escribir nada
que me dejara satisfecho, y por los cuales ningún poder me compensará…”
Querido Kafka:
Cuando hayas pasado cinco años, no cinco meses,
cinco años con una presión irresistible juntándose con
un objeto inamovible justo en tu abdomen,
entonces sabrás lo que es depresión…
II
La esposa de Alfred Tenysson
respondía
cartas de súplica
cartas de admiración
cartas de insultos
cartas de preguntas
cartas de negocios
y cartas de los editores.
También
le preparaba la ropa
se encargaba de sus comidas y bebidas
recibía a las visitas
lo protegía de los chismes y la crítica.
Y finalmente
(además de administrar la casa)
criaba y educaba a los niños.
Mientras todo esto sucedía
el señor Alfred Tenysson estaba sentado como bebé
ocupado en sus asuntos poéticos.
Los viejos tontos
El día de la explosión
las sombras apuntaban hacia la puerta de la mina;
la escoria dormía bajo el sol.
Los hombres avanzaban con sus botas,
tosiendo, maldiciendo y fumando pipa,
envueltos en un fresco silencio.
Uno de ellos persiguió unos conejos y se le escaparon,
pero regresó con una cesta de huevos de alondra,
los mostró y los guardó entre la hierba.
Así pasaron, con sus barbas y pantalones de pana,
padres, hermanos, sobrenombres, risas,
a través de las altas puertas abiertas de la mina.
A mediodía se sintió un temblor. Las vacas
dejaron de comer por unos segundos. El sol,
envuelto en la calina, oscureció.
“Los muertos marchan delante de nosotros,
cómodamente sentados en la casa de dios,
ya los veremos cara a cara.”
Tan simple, se decía, como inscripciones
de capillas. Y por un instante, las esposas
vieron a los hombres de la explosión.
Más altos que en la vida real, dorados,
como en una moneda, caminando
desde el sol hacia ellas.
Uno mostraba los huevos de alondra sin quebrar.
Altos ventanales
El verano se desvanece:
solitarias o en parejas, caen las hojas
de los árboles que bordean
el nuevo parque infantil.
En los huecos de las tardes
las jóvenes madres se reúnen
junto al columpio y al arenero
soltando a sus hijos.
Detrás de ellas, a intervalos,
aguardan maridos de oficios especializados,
montones que lavar
y los álbumes con la leyenda
Nuestra Boda, colocados
cerca de la televisión:
frente a ellas, el viento
arruina sus lugares de cortejo,
que aún son lugares de cortejo
(pero los amantes están en la escuela),
y sus hijos, tan resueltos a
encontrar más bellotas verdes,
esperan que los lleven a casa.
Su belleza se ha abultado.
Algo las empuja
al margen de sus propias vidas.
Política de guateque
Letraheridos
Textos de David Pérez Pol
Resumen
Descripción
Acerca de
Philip Larkin
Publicado por
Ersilias
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