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DERECHOS HUMANOS. CONCEPTO EN DISPUTA


Ana Calafat
Índice:
I. Conceptos e interpretaciones …………………………………………………….. P. 2
II. Dis nción entre derechos fundamentales y derechos patrimoniales … P. 3
III. Instrumentos internacionales de derechos humanos ……………………. P. 5
III.a Organización de Naciones Unidas y Carta de Naciones Unidas …. P. 5
III.b Declaración Americana de Derechos y Deberes del Hombre …… P. 8
III.c Declaración Universal de Derechos Humanos ……………………….. P.12
III.d Otros instrumentos de derechos humanos ……………………….. P. 17
IV. La obligatoriedad de las declaraciones de derechos humanos .… P. 19
V. Los derechos humanos y Filoso as liberales:
V.a Antecedentes ……..…………………………………………………………… P. 21
V.b La loso a liberal y el individualismo ………………….………………….. P. 22
V.c Relación entre libertad e igualdad ….……..…………………………… P. 27
V.d Libertad y Propiedad como un mismo tronco .…………………… P. 27
V.e El origen de la propiedad según Hume …………………… P. 28
V.f Expansión del capitalismo y el uso de “derechos humanos” …… P. 29
VI El alcance del concepto de los derechos humanos ………………… P. 30
VII. Filoso as no liberales:
VII.a Filoso a La noamericana. Contexto la noamericano ………… P. 32
VII.b La conquista (1492). ………………………………………………………… P. 35
VII.c Una Voz en defensa de los Pueblos Indígenas ………………. P. 44

VII.d El aporte de la comunidad afro ………………………………….. P. 47


VII.e Proceso de la primera independencia en América La na ……. P. 52
VII.f Miradas colonizadas ……………………………………………………… P. 57
VII.g Agotamiento del pensamiento moderno europeo ………….. P. 59

VII.h Nuevo Paradigma: el Otro, la Solidaridad ………….. P. 63

VII.i Propiedad y Libertad según una mirada crí ca. .………… P. 65


VII.j Antecedentes resaltados por la loso a la noamericana. …… P. 69

VIII. Epistemología del Sur …………………………………………….…… P. 70


IX. Giro decolonial ………………………………………………… P. 74
X. Tensiones ……………………………………………….. P. 76
XI. Los derechos humanos en el actual desarrollo capitalista …… P. 76
Bibliogra a ………………………………………………… P. 83
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NOCIONES GENERALES SOBRE DERECHOS HUMANOS SEGÚN DIVERSAS


CONCEPCIONES FILOSÓFICAS
I. Conceptos e interpretaciones.
Para Frege los conceptos están claramente delimitados. Se guía por una lógica
bivalente. Las reglas o a rmaciones son verdaderas o falsas. No hay lugar
para imprecisiones. Así, puede de nirse que la vida es lo opuesto a la
muerte; lo lícito de lo ilícito, lo legal de lo ilegal. Hay círculos cien cos que
sos enen que la ciencia debe par r y construirse sobre términos precisos.
Sin embargo, otros pensadores remarcan que esas construcciones están en
proceso de constantes re-signi caciones y re-adecuaciones al contexto.
Incluso algunos admiten que la ciencia se erige sobre conceptos de bordes
borrosos. A rma Wi genstein en Inves gaciones losó cas, que los límites
conceptuales no están trazados con precisión. En la medida que recurrimos a
delimitarlos, pierden la mayor parte de su riqueza. Porque es su adaptación a
las circunstancias cambiantes (que suponen un conocimiento de los
diferentes contextos), la que permite que se potencie su capacidad de
extensión.
Para algunos estudiosos basta para la comprensión de ese proceso, un
estudio semán co o una lectura de la narra va o cial de la historia de los
derechos humanos.
Pero para la teoría crí ca, la loso a la noamericana, el giro decolonial y la
epistemología del Sur resulta necesario un análisis de las relaciones de poder
que muchas veces se ocultan tras formas jurídicas.
En esta visión, es más robusto el concepto de derechos humanos si expresa
las luchas de poder que si se restringe a señalar una simple conquista jurídica
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e invisibiliza esas luchas. Porque si ocultan las relaciones de poder, pierde el


potencial liberador para los pueblos oprimidos. Estas posiciones que revelan
las tensiones y las múl ples relaciones del concepto de derechos humanos,
di eren de las visiones hegemónicas que se ciñen a una posición legalista y
está ca que procura dar un sen do unívoco del término y que éste aparezca
como neutral y acabado.
Previo a estudiar estas diferentes concepciones losó cas, realizaremos de
modo muy breve una aproximación de qué en enden reconocidos juristas
por este concepto, recordaremos cómo surgió en el orden mundial y cómo se
adoptó en dis ntas convenciones y declaraciones.

II. Dis nción entre derechos fundamentales y derechos patrimoniales


Uno de los juristas que más trabajó esta dis nción, es Ferrajoli:
Los derechos fundamentales son “derechos indisponibles, inalienables,
inviolables, intransigibles y personalísimos” (Ferrajoli, 2004, p. 47)
Los derechos fundamentales, “tanto los derechos de libertad como el derecho
a la vida y los derechos civiles, incluidos los de adquirir y disponer de los
bienes objeto de propiedad, del mismo modo que los derechos polí cos y
sociales, son derechos “universales” en el sen do lógico de la cuan cación
universal de la clase de sujeto que son tulares” (Ferrajoli, Luigi, 2004, p. 42)
Los derechos patrimoniales son “derechos disponibles, por su naturaleza,
negociables y alienables” (Ferrajoli, 2004, p. 47)
Los derechos patrimoniales “son derechos singulares, en el sen do asimismo
lógico de que para cada uno de ellos existe un tular determinado (o varios
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co tulares, como en la copropiedad) con exclusión de todos los demás”


(Ferrajoli, L., 2004, p.46)
Los derechos humanos surgieron como derechos fundados en el valor de la
dignidad y como límite frente al uso abusivo del poder. En algún momento
esos abusos los ejercieron los monarcas o los dictadores, hoy lo ejerce el
estado. Pero quizá es empo de analizar otros actores que con nuamente
cometen abusos contra la sociedad. Podríamos preguntarnos si estos
derechos también deben protegerse y promoverse frente al poder abusivo
de las grandes corporaciones.
La Corte Interamericana de Derechos Humanos rea rma que es un límite
frente al excesivo poder del estado al decir que “en la protección de los
derechos humanos está necesariamente comprendida la restricción al
ejercicio del poder estatal” (CorteIDH, Opinión Consul va OC 6-86 del 9 de
mayo de 1986, Serie A Nro. 6&22).
Otras notas caracterís cas resaltadas por dis ntos juristas: la universalidad
(todas las personas son tulares de derechos humanos); incondicionalidad
(se puede ejercer libremente); la irreversibilidad o no regresividad (una vez
reconocido, queda de ni vamente integrado a la categoría de derechos cuya
inviolabilidad debe ser respetada y protegida); la progresividad (la constante
ampliación de derechos); la imprescrip bilidad (no están sujetos a un plazo
determinado para demandar su exigibilidad judicial); indivisibilidad (son
integrales, no se pueden dividir); interdependencia y complementariedad
(están todos relacionados entre sí, la vigencia de unos es condición para la
realización de otros).
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III. Instrumentos internacionales derechos humanos


III.a Organización de Naciones Unidas y Carta de Naciones Unidas
Después de la denominada segunda guerra mundial, nace un nuevo orden.
En 1945 se procedió a crear la Organización de Naciones Unidas a través de
la Carta de Naciones Unidas. Entre sus propósitos, dispone: “1. Mantener la
paz y la seguridad internacional, y con tal n: tomar medidas colec vas
e caces para prevenir y eliminar amenazas a la paz, y para suprimir actos de
agresión u otros quebrantamientos de la paz; y lograr por medios pací cos, y
de conformidad con los principios de la jus cia y del derecho internacional,
ajuste o arreglo de controversias o situaciones internacionales suscep bles de
conducir a quebrantamientos de la paz; 2. Fomentar entre las naciones
relaciones de amistad basadas en el respeto al principio de igualdad de
derechos y al de la libre determinación de los pueblos y tomar otras medidas
adecuadas para fortalecer la paz universal; 3. Realizar la cooperación
internacional en la solución de problemas internacionales de carácter
económico, social, cultural o humanitario, y en el desarrollo y es mulo del
respeto a los derechos humanos y a las libertades fundamentales de todos,
sin hacer dis nción por mo vos de raza, sexo, idioma o religión …” (Art. 1 de
la Carta de Naciones Unidas).
Es el primer texto legal que alude a la expresión “derechos humanos”. Este
concepto no “trata de una internacionalización de nociones e ins tutos
vigentes en los derechos cons tucionales nacionales, lo que supone una
traslación norma va sin más, sino de una noción cualita vamente dis nta
que surge de un consenso mundial” (Pinto, Mónica, 2004, p. 92). Emerge de la
necesidad de garan zar que no se repita los crímenes atroces de las llamadas
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guerras mundiales. Este consenso nos permite hablar de la existencia de una


comunidad internacional que pudo acordar obje vos y reglas y la aceptación
de un orden público, es decir, de normas impera vas designadas como ius
cogens.
El Preámbulo de la Carta de las Naciones Unidas comienza diciendo:
“Nosotros los pueblos de las Naciones Unidas resueltos a preservar a las
generaciones venideras del agelo de la guerra dos veces durante nuestra
vida ha in igido a la Humanidad sufrimientos indecibles …” Esta a rmación
pone de mani esto el horror padecido. Se inspiró en la Cons tución de
Estados Unidos y mereció la crí ca de Kelsen porque se expresa en nombre
de los pueblos y no de los Estados que fueron los que celebraron la
Conferencia de San Francisco. (Rey, Sebas án A, 2021, p. 39).
Determina que son sus órganos: “una Asamblea General, un Consejo de
Seguridad, un Consejo Económico y Social, un Consejo de Administración
Fiduciaria, una Corte Internacional de Jus cia, una Secretaría” (Art. 7 de la
Carta de Naciones Unidas)
La enorme preocupación para que no se reitere el fracaso de la Sociedad de
las Naciones, originó la creación de un órgano que asume la responsabilidad
de mantener la paz y la seguridad internacionales: el Consejo de seguridad.
Está conformado por cinco naciones como miembros permanentes: China,
Francia, entonces la Unión de Repúblicas socialistas sovié cas hoy Rusia, Gran
Bretaña y Estados Unidos. (Arts. 23 – 32 de la Carta de Naciones Unidas). Lo
completan miembros no permanentes.
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Es el órgano más pequeño de Naciones Unidas aunque el más poderoso.


Porque es el único capaz de adoptar resoluciones con carácter vinculante
para todos los Estados miembros.
Este ar culo se reformó en los años 60:
Incorporó en el art. 23 más miembros no permanentes (de once a quince).
La enmienda al Art. 27 es pula que las decisiones del Consejo de Seguridad
sobre cues ones de procedimiento serán tomadas por el voto a rma vo de
nuevo miembros (antes se exigían siete miembros) y sobre todas las demás
cues ones por el voto a rma vo de nueve miembros (antes, siete).
La enmienda al Art. 109 dispone que se podrá celebrar una Conferencia
General de los Estados Miembros para revisar la Carta, según se determine
por el voto de las dos terceras partes de los miembros del Consejo de
seguridad y por el voto de cualesquiera nueve miembros (antes, siete) del
Consejo de Seguridad.
Hoy sigue siendo muy deba da su integración y el derecho al veto de los
cinco países más poderosos porque se contrapone con el principio de
igualdad jurídica de países soberanos. El Consejo de seguridad responde a un
sistema de subordinación mientras que el principio de igualdad soberana, al
principio de coordinación.
Esta norma va del orden mundial deja traslucir la hegemonía de Estados
Unidos.
Sobre todo se visualizó en la llamada Conferencia de Bre on Woods de 1944
al momento de aprobar la creación de los organismos nancieros: el Fondo
Monetario Internacional (FMI) y el Banco Internacional de Reconstrucción y
Fomento (hoy llamado Banco Mundial (BM)). El FMI es el primer organismo
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que se aparta de la ponderación de un país = un voto. No todos par cipan de


igual modo a la hora de la toma de decisión. El país que contribuye con más
fondos, en este caso: Estados Unidos, también se reserva mayor poder de
decisión y así lo prevé el Estatuto que le rige.

III.b Declaración Americana de Derechos y Deberes del Hombre


El 30 de abril de 1948, la Novena Conferencia Americana que se celebró en
Bogotá, estableció la Organización de Estados Americanos y aprobó la
Declaración Americana de Derechos y Deberes del Hombre.
Estuvieron presentes 21 países del con nente. Un número menor que el de
Estados independientes actuales. “Los países anglo parlantes del Caribe
alcanzaron su independencia entre 1962 y 1983. Canadá, por su parte, obtuvo
la plena independencia solo en 1982. Algo similar puede decirse sobre
Surinam respecto de Holanda.” (Álvaro Paúl Díaz, 1 de diciembre de 2016)
“La temprana aprobación de la Declaración en relación con la Declaración
Universal sobre Derechos Humanos no se debió a un simple apuro por
adelantarse al instrumento de Naciones Unidas. Muy por el contrario, según
a rma Mary Ann Glendon, los trabajos realizados en América habrían sido
usados por la Comisión de Derechos Humanos de Naciones Unidas como base
para la preparación del documento universal” (Álvaro Paúl Díaz, 1 de
diciembre de 2016).
Entonces este primer instrumento cobra una enorme importancia en tanto
será un antecedente para la declaración universal y sus redactores eran
conscientes de ese hecho. Allí acuerdan entre ciertos Estados una
enumeración exhaus va de derechos civiles, polí cos, económicos, sociales,
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culturales que cada Estado parte se compromete a reconocer frente a sus


habitantes.
Inicialmente no tuvo carácter vinculante. Es una norma en un sen do amplio
del término. Es decir que pertenece al llamado “derecho exible”.
La Comisión Interamericana de Derechos Humanos en el Caso 2141 “Baby
Boy” Resolución N° 23/81, especi có que “se en ende por derechos
humanos los formulados en la Declaración Americana en relación con los
Estados que no son Parte en la Convención Americana sobre Derechos
Humanos (San José de Costa Rica, 1969)” (CIDH, Pár. 17). Es decir que Estados
Unidos que no ra có esta úl ma convención, está obligado a cumplir con lo
establecido en la Declaración.
La Corte IDH en la Opinión Consul va Nro. 10 OC-10/89 del 14 de julio de
1989 precisa sobre la “Interpretación de la Declaración Americana de los
Derechos y Deberes del Hombre en el marco del Ar culo 64 de la Convención
Americana sobre Derechos Humanos”, que el 26 de sep embre de 1949, el
Consejo Interamericano de Jurisconsultos había expresado: “Es evidente que
la Declaración de Bogotá no crea una obligación jurídica contractual. Pero
también lo es el hecho de que ella señala una orientación bien de nida en el
sen do de la protección internacional de los derechos fundamentales de la
persona humana” (Pár. 34).
Esta de nición es muy importante para resolver una clara divergencia
´manifestada entre los estados:
Venezuela y Estados Unidos sostenían que no era vinculante. En cambio
Uruguay a rmaba que era un instrumento mul lateral vinculante.
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La Corte IDH en esa misma Opinión consul va Nro. 10 agregó que la


declaración debe ser una guía. Pero sobre todo insiste en una interpretación
dinámica: “La Declaración Americana se basa en la idea de que “la protección
internacional de los derechos del hombre debe ser guía principalísima del
derecho americano en evolución” (Considerando tercero). Ese derecho
americano ha evolucionado desde 1948 hasta hoy …” (Pár. 37). De allí
podemos inferir que a la luz de las otras normas del sistema interamericano,
la Declaración no puede soslayarse y debe cumplirse.
Porque debemos tener en cuenta lo que dispone la Convención Americana
sobre Derechos Humanos en su Art. 29. Prohíbe toda interpretación que
conduzca “a excluir o limitar el efecto que pueda producir la Declaración
Americana de los Derechos y Deberes de Hombre”. Si se hace una
interpretación dinámica, a la declaración se le otorga una jerarquía análoga a
la del mencionado pacto y por ende, debe ser obligatorio.
Sin embargo, esos derechos no se cumplían ni aún se cumplen en forma
estricta. El con nente se caracterizaba y esta realidad prosigue como un lugar
de desigualdades, discriminaciones, omisión en el cumplimiento de derechos,
persecución y especialmente en ese momento en América La na, había
innumerables y con nuos golpes militares.
La Declaración americana se inscribe en un proceso histórico que promueve
la idea de que el ser humano es tular de derechos fundamentales,
inalienables e imprescrip bles y de que estos derechos coexisten con deberes
correla vos del Estado.
Entre los derechos que determina está el derecho a la vida, a la libertad y la
seguridad personal. También se re ere a la igualdad ante la ley, la libertad
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religiosa, de inves gación, expresión y difusión, de reunión, asociación, de


pe ción, derecho al sufragio y par cipación en el gobierno. También
contempla el derecho a la honra de la vida privada y de la familia, a la
protección familiar, a la maternidad y la infancia, a la inviolabilidad del
domicilio y correspondencia, a la preservación de la salud. Incluye el derecho
a la educación, a los bene cios de la cultura, al trabajo y a una justa
remuneración, al descanso, asistencia y seguridad social. Establece el
reconocimiento de la personalidad jurídica y derechos civiles, el acceso a la
jus cia, el derecho de propiedad, la protección contra la detención
arbitraria, el proceso regular, el derecho de asilo.
El profesor Álvaro P. Díaz, siguiendo a Glendon y a Carozza, advierte la
relevancia del aporte que hicieron los juristas de Panamá y de Chile y explica
que el pensamiento la noamericano no cae en una visión tan individualista y
liberal como la de los anglosajones. Observa que rescatan, seguramente por
la in uencia de la doctrina social de la Iglesia Católica, la función social de la
propiedad y el principio de solidaridad. Aunque este úl mo +enfoque no fue
su cientemente re ejado en el texto de la declaración.
Mereció la crí ca del jurista Gross Espiel (1989) por la enumeración
“inú lmente extensa” y por “la enumeración de deberes en forma
individualizante caracteriza a la Declaración americana y la dis ngue de la
Declaración Universal …” En ende que debió ser “más concreta y precisa,
destacando la correla vidad de derechos y deberes, y con respecto a quiénes
existen los deberes” (p. 53).
Además percibió que se ocultaron realidades como la situación de los
pueblos indígenas, la explotación socio económica, del militarismo de la
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época (con frecuentes golpes militares en América La na), que han exis do y
aún subsisten.

III.c Declaración Universal de Derechos Humanos


Desde Occidente, el 10 de diciembre de 1948, se aprueba la Declaración
Universal de Derechos Humanos, con la intención de que los crímenes
atroces sucedidos en el con icto bélico no volvieran a repe rse.
Desde sus inicios la expresión derechos humanos tal como se detalló en la
declaración universal, quedó vinculada al mundo occidental.
En los momentos previos a la aprobación por la Asamblea General de
Naciones Unidas de la Declaración Universal de Derechos Humanos, en
debates producido en la Comisión de Derechos Humanos de Naciones
Unidas, el Vicepresidente de la comisión redactora: el Dr. Chang, adver a
con una mirada pluralista que exis a más de un po de realidad concluyente
y que la Declaración debía re ejar ideas que no se iden caran únicamente
con el pensamiento occidental. (Naciones Unidas, disponible en: h ps://
www.un.org/es/about-us/history-of-the-Declara on ).
El primer ar culo de la Declaración, dice: “Todos los seres humanos nacen
libres, e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y
conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros”
Allí toma tres conceptos que son centrales y que no pueden analizarse uno
desprendido del otro: Libertad – Igualdad – Dignidad.
En ese texto, como en el resto de los ar culos, no hay una referencia a la
sociedad o a la comunidad, sino que quedó impregnada de una visión
occidental individualista.

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En la discusión sostenida entre redactores, habían remarcado que el ser


humano es “por naturaleza” un ser racional y de allí se abrió un debate
losó co. Por Chang, la redacción mejora y logran un acuerdo. Evitó caer
en un diseño que respondiera a una determinada posición losó ca o quedar
detenido en este po de altercados. Más bien ponía, en este caso como en
otros, el acento en cues ones prác cas. Por eso, Peng-chun Chang propuso
agregar otro atributo que en su idioma se llama rén. Alude a una conciencia
de alteridad y sobre todo a la acción solidaria, como una ac tud inspiradora
en una comunidad. Se tradujo como “conciencia”. Pero una traducción del
término más apropiada es “benevolencia” o “bondad” entre los miembros de
la comunidad.
Su intención era superar el individualismo mani esto de esta declaración.
Pero la traducción nal usada no permi ó que se visualizara la riqueza del
concepto “rén”. En el sen do de que la expresión: “dotados como están de
razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros”,
no implica esa prác ca de solidaridad. No acentúa su cientemente la nota de
alteridad.
El ar culo segundo declara que todos sin dis nción enen derechos y
libertades. Pero para comprender la crí ca de Chang en toda su dimensión,
es necesario analizar el párrafo segundo de este ar culo.
No es casual que algunos de los países que promovieron la declaración
universal de derechos humanos, tenían colonias en Asia y África y
consolidaban su neocolonialismo en América La na. La lucha de la post
guerra se circunscribía contra la barbarie nazi. Pero ponía en situación de
igualdad a un país independiente con un “territorio bajo administración
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duciaria, no autónomo o some do a cualquier otra limitación de soberanía”


(Art. 2.2).
Es decir que la cláusula de inclusión que se mani esta contra todo acto
discriminatorio, cons tuye a su vez una exclusión. No se trata de un simple
error aislado o ingenuo.
Como señala César Baldi (2015) en su tesis doctoral, se rea rma en el
Convenio para la protección de derechos humanos y de libertades
fundamentales (1950), rmado por los miembros del Consejo de Europa, que
aclara que las disposiciones de esa convención se aplicarán con la debida
consideración de par cularidades locales (Art. 63.3). Esta norma admite la
dominación y explotación extranjera que es una denegación de derechos
fundamentales. Introduce una gradualidad de derechos según los grupos o
sociedades en cues ón. El principio de autodeterminación libre no está
garan zado.
A su vez la situación colonial sufrida, no se comprende íntegramente si se
separa ésta de la opresión y explotación de los negros de África, de los
pueblos originarios, de las diferencias raciales y de clase En la visión de los
movimientos an coloniales de otros con nentes, este debía ser central en
una declaración de derechos humanos.
La mayoría de la población mundial entonces estaba some da a los gobiernos
coloniales del Norte. Este era la situación en casi África entera y en buena
parte de Asia. “Tan solo 61 países independientes estaban representados en
la ONU, cuando en la actualidad el organismo congrega 192 Estados”
(Fundación Juan Vives Suríá, 2010). También era la situación de los Pueblos
originarios en América La na.
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Como un ejemplo contrapuesto, la Carta africana de Derechos Humanos, en


su Preámbulo, promete erradicar de África toda forma de colonialismo. Los
anima “el deber de lograr la total liberación de África, cuyos pueblos todavía
están luchando por su dignidad y genuina independencia, y
comprome éndose a eliminar el colonialismo, el neocolonialismo, la
segregación racial y el sionismo y a hacer desaparecer las bases militares
extranjeras agresivas y toda forma de discriminación…” En concordancia, los
Arts. 19 - 24, señalan que “Todos los pueblos tendrán derecho a la existencia.
Tendrán el incues onable e inalienable derecho a la autodeterminación … Los
pueblos colonizados u oprimidos tendrán derecho a liberarse de las ataduras
de la dominación…” Dispondrán “libremente de sus riquezas y recursos
naturales”. Tendrán derecho al desarrollo económico, social y cultural, y a la
paz y seguridad nacional e internacional. Tendrán “derecho a un entorno
general sa sfactorio favorable a su desarrollo”.
Occidente omite todas estas consideraciones y además, usa en la prác ca
social, la regla que prohíbe la discriminación contra la mujer para efectuar
una discriminación contra las religiones en especial la del Islam y contra el
mundo árabe sin revisar sus propias estructuras patriarcales. Igualmente,
cues ona la discriminación racial y étnica pero no revisa las propias
estructuras raciales. En el caso de los trabajadores, se arguye sobre la pobre
regulación laboral. Hoy la mayor can dad de trabajadores en la prác ca
co diana, carecen de protección.
Occidente separa la retórica de los derechos humanos de la prác ca y del
principio de efec vidad que debe regir.
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El primer ar culo dispone que “todos los seres humanos nacen libres e
iguales en dignidad y derechos …”. Y en el segundo ar culo, determina que
no hay discriminaciones. Pero prima en la realidad la desigualdad que a su
vez condicionan y limitan la libertad. Por eso, muchos lo leen como una
simple cción. “A pesar de que nos dicen que tenemos derechos, la inmensa
mayoría de la población mundial no puede ejercerlos por falta de condiciones
materiales para ello” (Flores Herrera, Joaquín, 2008, p.22)
Con ene ar culos que prohíben la esclavitud, la servidumbre, la trata de
personas, la tortura y tratos crueles, inhumanos o degradantes, la detención
arbitraria, las injerencias arbitrarias en la vida privada y familiar.
Otros ar culos establecen derechos a la vida, a la libertad, a la seguridad
personal, a la personalidad jurídica, a la igualdad ante la ley, el derecho a un
recurso efec vo ante los tribunales nacionales y el debido proceso, el
derecho a la presunción de inocencia, a circular libremente, al asilo, a la
nacionalidad, a par r de cierta edad a fundar una familia.
Entre las libertades detalla la libertad de pensamiento, de conciencia y de
religión, de opinión y de expresión, de reunión y de par cipar en una
asociación, al desarrollo libre de su personalidad.
También contempla el derecho a la propiedad.
Es pula además derechos polí cos, de seguridad social y la sa sfacción de
derechos económicos, sociales y culturales, el derecho al trabajo, a una
remuneración sa sfactoria, al descanso, a fundar sindicatos y a par cipar en
ellos,
Alude al derecho a un nivel de vida adecuado en especial que asegure
alimentación, ves do, vivienda adecuada, asistencia médica y servicios
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sociales necesarios, el derecho a la educación, a la par cipación en la vida


cultural de su comunidad, a gozar de las artes y del progreso cien co.
En sus 30 ar culos reúne derechos civiles, polí cos, sociales, económicos,
culturales. Compromete la protección de los estados partes en el
cumplimiento de todos ellos.

III.d Otros instrumentos de derechos humanos


En el año 1948, también se aprobó en el marco de las Naciones Unidas, la
Convención para la Prevención y Sanción del delito de Genocidio y años más
tarde, en 1963, la Convención internacional sobre la eliminación de todas las
formas de Discriminación Racial.
A par r de entonces, se sucedieron dis ntos declaraciones y pactos.
En el contexto de guerra fría entre los bloques (capitalista y socialista), EEUU
que encabeza el bloque capitalista capitaneado por Estados Unidos
promueve el Pacto Internacional de derechos civiles y polí cos y el bloque
socialista que encabeza la URSS, el Pacto Internacional de derechos
económicos, sociales y culturales.
Por estas diferencias, cobró fuerza durante un breve periodo la teoría de las
generaciones de DDHH de cuño europeísta dentro del sistema capitalista.
Según esta, el nacimiento de los derechos se dio en todos los países de igual
forma. Primero aparecieron los derechos civiles y polí cos que son
opera vos, exigibles judicialmente y de cumplimiento inmediato por su
importancia y luego los económicos, sociales y culturales, de carácter
programá co, no exigibles por la vía judicial y de cumplimiento progresivo.
Esta dis nción y jerarquización de los derechos humanos mereció entre los
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especialistas muchas crí cas: En el modelo europeo se generaron en ese


orden. Pero no puede generalizarse como el modelo histórico seguido por el
resto de los países del mundo. Tampoco puede jerarquizarse, porque como se
reivindicó posteriormente, unos dependen de otros y se complementan
entre sí. Son una unidad inescindible. Solo sirve la dis nción de unos y otros
por razones pedagógicas.
En la Declaración de Viena del año 1993, con el consenso de todos los
Estados, se explicó que: “Todos los derechos humanos son universales,
indivisibles e interdependientes y están relacionados entre sí. La comunidad
internacional debe tratar los derechos humanos en forma global y de manera
justa y equita va, en pie de igualdad y dándoles a todos el mismo peso …”
(Pár. 1.5)
La Corte IDH, en el caso Acevedo Buendía, Sentencia del 1 de julio de 2009,
también lo determina así: “La interdependencia existente entre los derechos
civiles y polí cos y los económicos, sociales y culturales, ya que deben ser
entendidos íntegramente como derechos humanos, sin jerarquía entre sí y
exigible en todos los casos ante aquellas autoridades que resulten
competentes para ello” (pár. 101)
Hay otros numerosos instrumentos internacionales que enen jerarquía
cons tucional, entre ellos destacaremos:
La Convención sobre la eliminación de todas las formas de discriminación
contra la mujer adoptado en 1979 en Naciones Unidas. Fue ra cada por
Argen na en 1985 por Ley 23179. Por un Protocolo Faculta vo de esta
convención, aprobado en 1999 en Naciones Unidas, cada Estado parte
reconoce la competencia de un Comité para la eliminación de la
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discriminación contra la mujer (CEDAW) que se crea para garan zar su


cumplimiento. Argen na aprobó el Protocolo en el año 2006.
En 1989 adopta la Organización Internacional de Trabajo la Convención N°
169 que sus tuye a la Convención N° 107 de carácter asimilacionista.
Argen na la ra ca por Ley N° 24071 sancionada y promulgada en 1992. En
2016 en el sistema interamericano se aprueba la Declaración Americana
sobre Derechos de Pueblos Indígenas que es el primer instrumento en
nuestra región que promueve y protege sus derechos. Al año siguiente, se
aprobó el Plan de Acción sobre la mencionada declaración en el que se
comprometen los Estados Partes en la creación de un mecanismo
ins tucional que realice un seguimiento en lo rela vo a implementación.
El pacto más ra cado por los Estados es la Convención Internacional sobre
los Derechos del Niño adoptada en Naciones Unidas el 20 de noviembre de
1989. Es la primera norma internacional sobre derechos de niños y niñas de
carácter obligatorio. Protege a la infancia y determina que debe sa sfacerse
íntegramente sus derechos. A este principio rector llama interés superior del
niño. Argen na la ra có en el año 1990.

IV. La obligatoriedad de las declaraciones de derechos humanos.


Según el Art. 18 de la Carta de las Naciones Unidas, las resoluciones de la
Asamblea General son recomendaciones. Es decir que sus resoluciones no
son obligatorias como en el derecho rígido pero son un derecho exible en
tanto son parte del derecho internacional. Tienen efecto jurídico. Un juez no
puede apartarse sin dar su cientes razones.
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La Carta de Naciones Unidas establece la creación de un tribunal: La Corte


Internacional de jus cia (Art. 92). En un li gio, las partes deben cumplir con
sus decisiones. Si una parte no cumple, la otra parte podrá recurrir al Consejo
de seguridad, el cual podrá hacer recomendaciones o dictar medidas con el
objeto de que se lleve a efecto la ejecución del fallo (Art. 94).
Ese tribunal se rige por su propio Estatuto. En el Art. 38 del mismo, indica que
las controversias que le sean some das, deberán aplicar: 1. Las convenciones
internacionales que establecen reglas expresamente reconocidas por los
Estados li gantes; 2. La costumbre internacional; 3. Los principios generales
del derecho; 4. Las decisiones judiciales y las doctrinas de publicistas de
mayor competencia de las dis ntas naciones. Allí enumera las fuentes del
derecho en que se funda.
Como enseña Mónica Pinto (2009): “el contenido de la Declaración de
derechos humanos no era, en el momento de su adopción, expresión de una
costumbre internacional ni de principios generales de derecho” (p. 34). En un
principio, esta declaración no era vinculante.
Para la prof. Pinto “adelanta una opinio juris – conciencia de obligatoriedad,
expresión del deber ser – a la que la prác ca internacional debe adecuarse
con miras a la cristalización, en algún momento posterior, de una costumbre
internacional. Trátase de una inversión en el orden en que cronológicamente
suelen darse los elementos cons tu vos de una norma consuetudinaria
internacional” (p. 35-36)
De hecho, la Declaración Universal de Derechos Humanos tuvo un impacto
polí co y legal. Fue “de tal magnitud que no solo se ha adoptado legislación
sino que se han modi cado cons tuciones y elaborado normas
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internacionales” adecuándolo a lo que en ella se había establecido. (Pinto,


2010, p. 36).
La comunidad internacional la adoptó y determinó que era vinculante en
forma expresa. “La Conferencia Internacional de Derechos Humanos,
celebrada en Teherán el 13 de mayo de 1968, proclama que “la Declaración
Universal de Derechos Humanos enuncia una concepción común a todos los
pueblos de los derechos iguales e inalienables de todos los miembros de la
familia humana y la declara obligatoria para la comunidad internacional.
Hacia 1970, la Corte Internacional de Jus cia reconoce el carácter vinculante
de la Declaración, determinando así la existencia de una norma jurídica
internacional … La Carta y la Declaración cons tuyen un tándem que sirve de
fundamento a la obligación de respetar los derechos humanos…” . (Pinto,
2010, p. 36).

V. Los derechos humanos y Filoso as liberales


V.a Antecedentes
Los historiadores liberales entre los antecedentes citan: la Carta Magna
inglesa (1215) que protege a los barones ante una posible detención ilegal y
garan za el acceso a la jus cia; el Acta de Habeas Corpus (1679) y la Carta de
Derechos británica (1688) que limita el poder del monarca a favor de la
nobleza.
Destacan como los antecedentes modernos más importantes: la
Independencia de Estados Unidos y la Revolución Francesa con sus
respec vas declaraciones: Declaración de Independencia de los Estados
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Unidos de América del Norte (1776) y Declaración de Derechos del Hombre y


del Ciudadano (1789).
En la visión occidental, se destacan los instrumentos mencionados pero no se
resaltan de la misma manera ni la Declaración de los Derechos de la Mujer y
de la Ciudadana propuesta por la feminista Olympe de Gouges, ni la
Independencia de Hai (que no solo declara la independencia sino que
además abolió la esclavitud en el primer documento an racial que declaró la
libertad de todas las personas negras a principios del Siglo XIX).
Tampoco destacan con similar énfasis a la Revolución Mexicana ni a las
revoluciones socialistas del siglo XX que reconocen derechos sociales para
trabajadores y campesinos.
No se menciona ninguna lucha.
Esta selección pone en evidencia que esta historia la escriben hombres,
occidentales, burgueses, que no cues onan las estructuras coloniales,
racistas, capitalistas y patriarcales.

V.b La loso a liberal y el individualismo:


La visión liberal parte de un invento de la modernidad: el individualismo.
El egoísmo de la modernidad se inicia con Descartes que fue célebre por su
método: Puso todo en duda. Hasta imaginó “un genio maligno” que quería
engañarlo. Pero de algo no podía dudar: “Si pienso, luego existo”. Esta era la
primera a rmación clara y cierta a la que arribaba.

La “idea clara y dis nta” ya no era Dios en primer lugar. Este acababa de ser
desplazado por la Razón. “Esa cosa que piensa” no trataba de un ser humano
en toda su integridad. No incluyó su cuerpo, ni su historia, ni su espacio. Era
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una razón desencarnada y a - histórica (que retomaba su lmente el


pensamiento platónico), centrada en el propio individuo. Aunque no
angus ado porque sabía del poder de su razón.

Ese sujeto tenía además una idea de la in nitud, que solo podía provenir de
un ser In nito. De este modo res tuía a Dios, que era otra idea clara y
dis nta.

Restaba por res tuir todo lo que gira alrededor de una persona: el resto del
mundo, que no era el mundo tal como lo apreciaban los aristotélicos. Era una
cosa extensa, pensada como simple extensión en el espacio que podía ser
descripta merced a las matemá cas.

Descartes dejaba atrás la visión teleológica de Aristóteles. Para este lósofo


francés, la razón permi ría poner en orden la gran máquina del Universo. Si
ese ser humano conocía a fondo la naturaleza, podría manejarla según su
interés.

El ser humano dejó de concebirse como la unidad sustancial de alma y cuerpo


tal como lo había de nido Aristóteles. Ahora pasaba a concebirse como la
cosa que piensa, la Razón o como la res cogitans, que junto a la res extensa
eran elementos que funcionaban aisladamente y sin comunicabilidad, de
modo independiente uno del otro.

El ser humano comenzaba a ser concebido como ajeno y dis nto de la


naturaleza. Revela una tensión entre la naturaleza / el ser humano que
Descartes no pudo resolver.
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El “Discurso del Método” cerraba con una convocatoria para reemplazar la


loso a especula va, aún en boga, por una prác ca que posibilitaba
“hacernos como dueños y poseedores de la naturaleza”. La naturaleza era
una cosa que debía estar bajo nuestro dominio y explotación, sin ninguna
limitación.

Este nuevo concepto de persona invisibilizaba a aquéllos que no fueran un


hombre adulto, heterosexual, sano o “normal”, educado, de raza aria,
empleador o empresario, perteneciente a la nación y raza hegemónica, a
Occidente, sin perspec va de género, con una mirada adulto céntrica. Este
ser se adueña de la naturaleza y además ja las reglas construidas de un
modo caprichoso. Inventa y difunde criterios de clasi cación y jerarquización
para construir un orden, para “normalizar”.

Ese egoísmo cartesiano se conserva en los pensadores idealistas (hasta en los


existencialistas que subvir eron el “yo pienso” por el “yo existo”, aunque
intentaron algunos existencialistas dar una idea más social). El “ego” seguía
como centro del mundo, como señor y patrono.

El “individuo” es una construcción nacida en la modernidad, que no da


cuentas de las relaciones sociales que son cons tu vas de nuestra
subje vidad. Ese “individualismo” tomó entonces auge porque eran empos
de defensa de la libertad contra la opresión de las corporaciones medievales
y de las monarquías que subsis an y contra el despo smo de los nacientes
Estados absolu stas.

Ya en el siglo XX, la Escuela de Franckfurt, lo siguió consolidando en la lucha


contra los totalitarismos. Adorno y Horkheimer, pensadores de la teoría
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crí ca clásica, preocupados por el orden, la centralización y las aspiraciones


totalizadoras de las primeras décadas del ese siglo, defendieron la libertad de
elección y la autoa rmación contra la ru na tecnológica, los ape tos
homogeneizantes y contra el autoritarismo nazi. Esta teoría apareció como
una defensa de la autonomía personal frente a un Estado avasallador y
opresivo.

En síntesis, la libertad fue entendida como la primacía de un ser libre y


racional que defendía el ser autónomo.

En el siglo XVII se enfrenó al poder absoluto de los reyes y de la ins tución


religiosa. Había que poner límites a la amenaza de dominación del monarca
o de las jerarquías eclesiás cas. En el siglo XX, hubo se opuso a formas
autoritarias como el nazismo. Luego, sirvió para limitar la acción arbitraria de
cualquier Estado.
Durante la ilustración, cuando los intereses de la clase burguesa estaban en
ascenso, algunos pensadores llevaron esta idea de libertad al extremo de
oponerla a todos los lazos comunitarios, a la conciencia histórica, a las
tradiciones, a las costumbres, como si todo lo colec vo fuera pernicioso.
Todorov (2014) explica que si la autonomía del individuo se la interpreta
desde una posición extrema, “se confunde con la negación de los seres que
están a nuestro alrededor, y supone por tanto una auto negación” (p. 47). Ese
modelo radicalizado de libertad individual, impide o di culta su aplicación
colec va. Puede resultar contradictoria con la defensa de la soberanía del
Pueblo y la libre determinación por ejemplo. A la vez, en los hechos resultó
poco transformadora en su disputa con las ins tuciones monárquicas que en
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dis ntas naciones de Europa todavía perduran aunque con facultades


restringidas.
Esta ruptura se visualiza en la terminología u lizada. Liberales nutridos en la
loso a analí ca rechazan el uso del término “Pueblo” porque lo conciben
como un término impreciso.
Sin embargo no hacen el mismo análisis de otro término que es aún más
confuso: “Mercado”, al que algunos ungen con un poder que lo sitúa por
encima de los derechos de las demás personas.
Hoy, durante la presente fase neoliberal, se man ene un discurso contra el
Estado como si fuese la persona con más poder sin adver r que hay
corporaciones que forman parte de ese mercado y que poseen más poder
nanciero y económico que muchos estados.
Promueve la libertad del mercado. El Estado no debe intervenir en las
relaciones entre actores. Según esta visión, no deben exis r regulaciones
porque restringen el accionar del mercado. Al Estado le cabe una acción
minimalista (de orden y seguridad). La no intervención estatal supone un
igual trato entre actores privados muy diferentes como pueden ser
consumidores y grandes corporaciones, entre inquilinos y mercado
inmobiliario, entre débiles y poderosos.
Podemos decir siguiendo a Luigi Ferrajoli que se confunde poder con libertad.
Así por ejemplo, exigen el libre ejercicio del poder de los propietarios de los
medios de comunicación en nombre de la libertad de prensa. Cuando hay
intentos de prescribir ciertas reglas para evitar la concentración de los medios
de comunicación en pocas manos, los grupos corpora vos concluyen que se
procura lesionar la libertad de prensa. Pero lo que efec vamente lesiona la
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libertad es que haya voces que no se escuchen por la concentración de la


riqueza.

V.c Relación entre libertad e igualdad.


Hay pensadores liberales que han concebido como opuestas la libertad y la
igualdad. Algunos admiten una igualdad formal pero muy limitada para el
proceso de adquisición de derechos.
Al inicio de la revolución inglesa, la igualdad era entendida como igual
capacidad para ejercer derechos, para acceder y poseer bienes. A la hora de
la revolución burguesa, Locke le adjudicó el sen do de igualdad contractual
(básicamente contratos de compra y venta que celebramos entre seres
racionales, iguales y libres).
Los contractualistas (Hobbes, Locke, Rousseau, o más cercano en el empo
Rawls) se fundan en ese contrato que se celebra entre seres racionales,
iguales y libres. Como bien cri ca Martha Nossbaum (2012) es entre
hombres, heterosexuales, racionales sin discapacidad, adultos, burgueses,
europeos o norteamericanos. La gran mayoría, mujeres, niños, adolescentes,
personas con discapacidad, homosexuales, seres animales no humanos,
quedan excluidos.

V.d Libertad y Propiedad como un mismo tronco


Conocidos economistas y pensadores liberales parten de que hay un tronco
común entre el derecho a la libertad y el derecho a la propiedad
Henry Maine decía que no hay libertad para atacar la propiedad privada y
a rmar al mismo empo que se aprecia la civilización. Estos derechos
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libertad - propiedad, son los que contribuyen a fundar la sociedad civil y la


civilización actual.
John Locke acentúa el rasgo individual y coloca al derecho sobre posesiones
en el mismo nivel que el derecho a la vida, la salud, la libertad. Los concibe en
estrecha relación a uno con otros. El hombre como individuo propietario
ene en sí el gran fundamento de la libertad. Alega que el derecho posesorio
es parte de su trabajo y en ende que éste incluye todo acto de apropiación.
Esos seres racionales, libres e iguales celebran el contrato, establecen
derechos y obligaciones y el soberano debe respetar lo decidido: tanto el
derecho de propiedad como el derecho de opinión. Si los afecta, esos
individuos enen el derecho a la insurrección sagrada.

V.e El origen de la propiedad según el liberalismo


Nuestro mundo no ene abundancias sino más bien escasez de recursos. Por
ende, prima el egoísmo sobre la benevolencia general. Estas carencias las
denomina Hume como la condición humana que fuerza a ins tucionalizar
determinadas reglas.
El origen de la propiedad según ese lósofo está en el egoísmo y el egoísmo
es lo que permite la promoción de todos y el desarrollo de las sociedades.
Para aquel autor inglés, no hay sociedad que carezca de un sistema de
propiedad o que no haya establecido entre sus primeras normas “no robarás
y “no cometerás fraude”. Esta conclusión no la funda en un estudio
compara vo de dis ntas culturas. Solo es una deducción de su necesariedad
que, advierte Hinckelammert, que es una deducción claramente discu ble.
(Hinckelammert, 2006, p. 199-206).
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Del mismo modo, resulta discu ble la libertad de mercado. La acción


humana atomizada nos remite a individuos con capacidad económica que se
mueven por egoísmos, que se alían y así conforman corporaciones, que
imponen reglas y de enden la libre competencia en tanto los bene cia. Pero
ese mercado libre solo mira por un pequeño grupo, el más poderoso.

V.f Expansión del capitalismo occidental y el uso de “derechos humanos”


Con la expansión del capitalismo de occidente, se difundieron los derechos
humanos tal como éste los concebía. El uso prác co que hizo y con núa
haciendo Occidente de los derechos humanos, es cues onable.
Trató a muchas sociedades como “bárbaras” o como naciones
“subdesarrolladas” y/o “dependientes” o como “gobiernos an democrá cos”.
Estas clasi caciones en de ni va se caracterizan por concebir que el modelo
que todos deben seguir es el de Occidente y reservar un lugar superior para
Estados Unidos - Europa y un lugar inferior, para el resto.
El Norte Global no repara en las contradicciones en las que incurre y se
autopercibe como el modelo democrá co, de libertades y derechos, de mejor
calidad de vida. Se erige como la autoridad moral en el mundo actual y se
arroga el derecho de juzgar a los demás. De ahí que denuncia y sanciona por
violaciones de derechos humanos a países que no ajustan a su modelo.

VI. El alcance del concepto de los derechos humanos


Juristas como San ago Nino de nen a los derechos humanos como derechos
morales. Aunque en ende que estos derechos son un invento, quizá uno de
los más valiosos en la historia de la humanidad. Eduardo Barcesat precisa, a
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los nes de evitar que se es me que se trata de algo absolutamente


caprichoso, que son necesidades históricamente obje vadas.
Al momento de intentar explicar sus alcances, surgen las disputas.
No hay dudas de que la libertad de conciencia, de religión, expresión,
asociación, etc., todas ellas cons tuyen derechos extra patrimoniales,
inalienables, necesarios.
En cambio, hay debate sobre si el derecho a la propiedad es un derecho
humano.
En el con nente europeo del siglo XIX, la propiedad individual fue
presentada como un logro alcanzado por el progreso histórico y un valor
absoluto en el plano é co social.
Pero no se hicieron esperar las crí cas:
¿A qué necesidad responde la propiedad?, pregunta León Duguit. La
propiedad aparece como un derecho subje vo en la Declaración francesa de
1789, en el Código napoleónico (Arts. 544 y 545), en el Art. 17 de la
Cons tución argen na, en el derogado Art. 2513 del viejo Código civil
argen no que rigió hasta 2015.
Duguit cues ona la concepción de propiedad como derecho subje vo porque
obedece a una concepción meta sica e individualista. Impulsa en su
sus tución un sistema jurídico posi vista.
Para Duguit, la propiedad capitalista “debería dejar de ser” un derecho
subje vo para pasar a ser una función social. A la concepción de propiedad –
especulación, la debe reemplazar la concepción de propiedad – función.
Duncan Kennedy indica que este tránsito es un intento “por salvar al
liberalismo de sí mismo”. (Pasquale, 2014)
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Duguit sustenta una intervención estatal regulatoria de la propiedad porque


no puede tener un n especula vo. No se debe admi r erras inú les y
abandonadas mientras otros carecen absolutamente de un lugar donde
asentarse. Debe tener una función social como la forma más e caz de u lizar
la erra para resolver necesidades: alimentos, viviendas, etc. Pero podemos
cali carlo como un liberal que persiste en la defensa de la propiedad.
Ferrojioli dis nguió dos sen dos:
- Como el derecho patrimonial, subje vo, por el cual una persona en el
modelo occidental administra, dispone de una cosa y lo usa con n
especula vo. En este sen do no es un derecho humano. No todos poseen
propiedades. Depende de los ingresos familiares.
- Como el derecho a la vivienda, como el imprescindible abrigo para
sobrevivir de una persona o familia ante las inclemencias, es un derecho
universal, necesario. En este caso es un derecho humano y extra patrimonial.
Todos deberían gozar de una vivienda.
Hayek, uno de los más célebres neoliberales y de mucha in uencia en esta
etapa, retoma el derecho a la propiedad como lo apreció Locke y señala que
ley, libertad y propiedad son una trinidad inseparable.
El Estado liberal propicia que los intercambios comerciales no estén
some dos a ningún control gubernamental y que se rijan por las leyes de la
oferta y la demanda. Promueve una libre competencia y suele cali car de
autoritaria toda intervención. Pero hete aquí que ese libre mercado derivó en
un mercado que hoy se caracteriza por su concentración, es decir, que unas
pocas empresas líderes intervienen en la producción o venta de un bien. Los
crí cos de este sistema señalan que la toma de decisiones del mercado, está
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viciada y afecta su transparencia y e cacia y produce más abuso y más


privilegios.
Los instrumentos internacionales de derechos humanos reconocen el
derecho a la propiedad. Se incorporó el derecho a la propiedad a los tratados
de los sistemas regionales de América, África y Europa: Al Art. 21 del Pacto
de san José de Costa Rica, al Art. 14 de la Carta Africana de Derechos
Humanos y de los Pueblos de 1981 o Carta de Banjul. Por supuesto que no se
lo interpreta en el mismo sen do individualista y especula vo que requieren
los neoliberales. La Corte Interamericana de derechos humanos concibe la
propiedad como esa propiedad comunitaria que cons tuye un elemento
inescindible de la iden dad espiritual y cultural de los Pueblos Originarios.

VII. Filoso a no liberal


VII.a Filoso a la noamericana. Contexto la noamericano
La loso a de los derechos humanos no puede escribirse si no hacemos
referencia a la historia y más precisamente a nuestra historia, la de Pueblos
colonizados, invadidos, saqueados, en especial, de los más explotados y
oprimidos, a sus prác cas y dinámicas sociales de lucha.
En las cicatrices y en las heridas que sufrimos en esas batallas, tal como
señala T. Adorno, podemos conocer más sobre los con ictos suscitados y
sobre el camino para resolver las controversias que lo que conocemos si nos
conformamos con la simple lectura de códigos, normas o convenios
internacionales.
Para comprender este mundo en el que estamos inmersos, no es su ciente
señalar desigualdades y discriminaciones o describir acontecimientos
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actuales y pasados o comparar datos y estadís cas. Para comprender las


ins tuciones y normas vigentes, debemos adentrarnos en un recorrido que
nos llevó al momento actual.
¿Por qué América La na fue silenciada, invisibilizada, oprimida? ¿Por qué
nuestros Pueblos Originarios y las comunidades afro fueron perseguidos,
desintegrados, ocultados? ¿Por qué fueron expulsados del con nente
europeo los que inmigraron desde allí?
¿De dónde venimos, de quiénes procedemos? ¿Cuál es nuestra iden dad?
¿Desde qué lugar de la historia nos vamos a posicionar?
¿Cómo nos defendemos en un mundo lleno de tensiones? ¿Cómo luchamos
frente a las adversidades?
Para el mexicano Leopoldo Zea, provenimos de diversos orígenes y la
diversidad de los la noamericanos nos hace semejantes y nos enriquece. Esta
diversidad no proviene de un universalismo excluyente que invisibiliza las
diferencias. (Rubinelli, 30 de sep embre de 2019) Reconocernos en nuestras
diferencias, es lo común.
No se trata de diferencias o semejanzas de un orden losó co y abstracto. El
peruano José Mariátegui que acompañaba al Perú profundo, explicaba que
“la defensa de la comunidad indígena (y ella) no reposa en principios
abstractos (…) sino en razones concretas y prác cas de orden económico y
social” (Mariátegui, 1996, p. 72-76).
América La na representa la unidad de esa heterogeneidad, la solidaridad y
cooperación concreta, social, cultural y económica, frente a los divisionismos
y las narra vas que promueven la fragmentación.
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Tanto el movimiento afrodescendiente, los pueblos originarios, los


inmigrantes europeos marginados económicamente o expulsados
polí camente, ante la persecución y el olvido, se preocupan por visibilizar
presencias y proximidad; difundir sobre los procesos de mes zaje e
hibridación cultural, enfa zar las contribuciones a la cultura, facilitar espacios
de desarrollo. (Frigerio, A., 2008)
La dignidad no es una mera abstracción ni es la acumulación ilimitada de
bienes ni es un discurso jurídico. Es el reconocimiento de los otros, de sus
iden dades, de sus culturas, de sus historias, de sus luchas, sin
desvalorizaciones ni comparaciones en búsqueda de superioridad de unos
sobre otros.
Esa diversidad cultural merece que la asumamos y valoremos.
Sigamos el ejemplo que da en sus “Lecciones de Filoso a de la Liberación” el
Prof. Enrique Dussel (2020), uno de los fundadores de la Filoso a
La noamericana:
Allí recordó la obra “Mar n Fierro”, que es una obra de denuncia y
reivindicación del sujeto social rural, ubicado desde la matriz liberal como la
voz de la barbarie. Ese gaucho podía manifestar: “En mi ignorancia sé que
nada valgo”. Para el sistema, mientras considere que nada vale, todo está
perfecto porque está cosi cado. Pero si un día dice: “No vaya a ser que valga
algo …”, empieza el cues onamiento. Porque en esa propia e incipiente
valoración está la lógica de la alteridad. Ya no es una cosa. Es el momento de
no - cosi car, de respetar la dignidad de la persona, sea quien sea.
Comienza cuando alguien mani esta su determinación a irrumpir en un
orden en el que pretende ser respetado como el Otro. El respeto a los
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derechos humanos es el respeto hacia los olvidados, los marginados, los


explotados. E implica el acompañamiento en la lucha de los oprimidos hasta
que transformen el sistema opresor.
Cuando las personas o grupos o pueblos, toman conciencia de su valor y de
su fuerza, el orden opresor suele sen rlo como una amenaza.
Por eso, desde América La na proponemos el reconocimiento del Otro y
consrtuir un diálogo abierto sin jerarquizaciones donde podemos aprender de
los dis ntos aportes y experiencias.
La monoculturalidad y la monojuridicidad, fueron y son intentos del
liberalismo de subsumir todas esas culturas diferentes en una sola, que
homogenice y oculte miradas opuestas, resistencias y luchas.
La intención es subrayar que no solo enen una dimensión jurídica y que
parten de una realidad.
Entonces, nos acercamos al concepto de derechos humanos como el
conjunto de bienes materiales e inmateriales a los que se pretende acceder
para gozar de condiciones dignas de vida. Pero los derechos humanos no son
un simple listado sino que están vinculados a nuestra historia
la noamericana:

VII.b La conquista (1492).


En este con nente hay una fecha que marca aún nuestros días. Hay un antes
y un después del momento de producirse la conquista.
Previo a la llegada de los conquistadores, habitaban estas erras y circulaban
por sus ríos las comunidades indígenas. Aunque poco conocimiento haya
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sobre ellas, tenían, como toda cultura, una cosmovisión, creencias,


tradiciones, costumbres, lengua, historia, conocimientos.
La economía estaba basada en la ac vidad agraria. Era una economía de
amparo, según la denominación usada por Rodolfo Kusch, para oponerla a
otras formas económicas. “Una estructura así, suponía un trasfondo
angus oso que, sin embargo, no podía resolverse con la acción sino con una
fuerte iden cación con el ambiente” (Kusch, (1999), pág. 89). Los pueblos
indígenas cuidaban la naturaleza, la erra, la comunidad. Se sen an parte de
ellos material y espiritualmente. No se sen an superiores a los seres que los
rodeaban. No hacían tal clasi cación. Se sen an hermanados entre sí y
hermanados con todos los seres que estaban en el hábitat donde se
asentaba. Por eso, su hábitat no es simplemente trasladable (Kusch, 1999).
La acción humana de explotación a favor del hombre como el ser superior de
un orden natural jerárquico y los opuestos cultura / naturaleza, espíritu /
cuerpo, tal como lo concebía el hombre moderno europeo di eren de la
visión indígena.
Los Pueblos Originarios guardaron respeto hacia la naturaleza como no lo
hizo el hombre europeo. Para éste, era lo que debía modi carse con nes
u litarios; para los indígenas, la debían cuidar porque se sen a parte de esa
erra, de esa naturaleza y de la comunidad.
Siguiendo a Kusch podemos decir que no sen an lo exterior ni los propios
impulsos como una presión o una opresión contra la que debían luchar o
eliminar. La naturaleza era concebida como viva y sexuada como se
desprende de los análisis de las lenguas quechuas, mientras que el europeo
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desde larga data rechazaba lo corpóreo y lo sexual y cuando era inevitable la


designación de lo sexual, usaba una expresión masculina.
Este mundo indígena sorprendió a los europeos más pobres por la imagen
saludable y limpia de quienes habitaban Abya Yala. Las expediciones inglesas
que llegan años más tarde, describieron pueblos abandonados y esqueletos
esparcidos por la erra (Mann, 2006, p.50)
El europeo solo vino para dominar y enriquecerse.
La conquista fue concebida como una empresa privada, dirigida por la
burguesía y otros nobles y mercenarios – an guos jefes militares –ligados a la
Corona. De la que par ciparon grupos amenazados por las hambrunas y
pestes que afectaron a Europa y que estaban ansiosos por obtener ascenso
social y económico. Los anuncios de que había abundante oro y plata en
nuestras erras, encendieron la codicia. Fue en esa transición que se pasó
desde la visión del “buen salvaje”, primera impresión que transmi ó Colón, a
la visión de los indios ladrones merecedores de cas go.
Mo vados por una ambición desmedida, los conquistadores actuaron con
voracidad y en forma sanguinaria. Pero la conquista no fue solo un puñado
de empresas individuales. Fue un sistema de colonización que se impuso y
subsis ó a través de la explotación brutal de los indígenas.
Las comunidades terminaban sus días extenuados por el cansancio producido
por extensas horas dedicadas a roturar campos o cargar pesados
instrumentos de labranza o revolver las arenas auríferas. La fama del
colonizador condujo en la isla dominicana, a preferir la muerte de los hijos y
el propio suicidio en masa antes que caer bajo la dominación de los nuevos
opresores. “El cronista o cial Fernández de Oviedo, interpretaba así, a
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mediados del siglo XVI, el holocausto de los an llanos: muchos de ellos, por su
pasa empo, se mataron con ponzoña por no trabajar, otros se ahorcaron por
sus manos propias” (Galeano, E., 2004)
El escrito uruguayo en su obra “La venas abiertas de América La na” calculó
que durante este periodo fueron muertas millones y millones de personas.
Todo el con nente corrió suerte similar: “Aquella violenta marca de codicia,
horror y bravura, no se aba ó sobre estas comarcas sino al precio del
genocidio na vo; las inves gaciones recientes mejor fundadas atribuyen al
México precolombino una población que oscila entre los vein cinco y treinta
millones, y se es ma que había una can dad semejante en la región andina;
América Central y Las An llas contaban entre diez y trece millones de
habitantes. Los indios de América sumaban no menos de setenta millones, y
quizás más, cuando los conquistadores extranjeros aparecieron en el
horizonte; un siglo y medio después se habían reducido, en total, a solo tres
millones y medio” (p. 31).
El año 1492, el año de la conquista, dio inicio a la modernidad europea y al
nacimiento del sistema capitalista. No es una simple coincidencia.
La corona española declaró la soberanía real en los nuevos territorios y exigió
la adecuada percepción de tributos y obediencia a las normas que dictaba.
Muchos territorios fueron incorporados por el despojo y mediante
capitulaciones, contratos celebrados entre el reino de Cas lla y el jefe de la
expedición.
En noviembre de 1501, el monarca hispano se declaraba por cédula “como
sucesor en el señorío de los an guos príncipes indígenas y, por lo mismo,
subrogado en el dominio de los baldíos, suelo y erras a excepción de los
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que, para entonces, ya se hubieran concedido por sus antecesores.” (Díaz


Rementería, 1995, p. 12). Al avasallamiento, le siguió la autoproclamación
como el nuevo señor de un territorio supuestamente “descubierto” por el
rey, como si la acción cruel del conquistador no hubiera exis do.
También necesitaban del aporte y del trabajo de los na vos que pasaban a
ser actores al servicio del nuevo sistema que les imponían. En algún
momento Colón sugirió usarlos como esclavos y de hecho, algunos avanzaron
en ese sen do. En diciembre de 1503, por Orden real se declaró
expresamente la libertad de los indios. Los reyes españoles eran conscientes
de que sus representantes, que eran un número muy limitado, no podían
sostener a la distancia ese régimen esclavista. Aunque jus caban la
aplicación del trabajo forzoso por su “inclinación a la ociosidad” y aplicaban
las Leyes de Burgos del año 1512. Resulta el primer instrumento norma vo
promulgado para la población na va. Aquí se puede observar como
construían al ocio como la “condición natural (del indígena)”, conver do en
precepto legal y en factor económico de la empresa colonizadora. Y fue al
mismo empo el mecanismo que de modo permanente se u lizó para
quebrar el principio de libertad y por ende, erosionar su status jurídico.
(González Man lla, 1996)
Entre 1503 y 1660, llegaron al puerto de Sevilla 185 mil kilos de oro y 16
millones de kilos de plata. La Corona española recién uni cada, no disfrutó de
esos bo nes de guerras. Pues estaba hipotecada. Cedía por adelantado casi
todos los cargamentos de plata a los banqueros alemanes, genoveses,
amencos (Galeano, 2004, p. 40-41). Con ese oro y esa plata se nanció el
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nuevo orden mundial formado por estas nuevas colonias y hegemonizado por
el Norte de Europa que iniciaba su desarrollo industrial.

La llegada de los españoles implicó no solo matanzas, persecuciones,


explotación, el despojo de las erras, sino la ruptura del mundo indígena: La
destrucción de sus creencias, la imposición de otra lengua, otra tradición y
otras costumbres y la prescripción de conocimientos que cons tuían una
cosmovisión extraña.
Ordenaban que se extendiera a este territorio la unidad religiosa de España,
que se asimilaba a la unidad polí ca de los reinos y de la nobleza hispana: En
la región ibérica, exigían la conversión religiosa de musulmanes y judíos al
catolicismo o su expulsión. Se creó el Tribunal de la Santa Inquisición y en
1483 se designó al Inquisidor General Fray Tomás de Torquemada.
La par cipación ac va de la Iglesia contribuía a esa iden dad que deseaban
imponer y a legi mar la conquista y a su vez obtenía derechos en
reconocimiento a su actuación. Sobre el derecho de erra y la fe, se asienta
España. Con esa concepción quedó es pulado en los tratados de Tordesillas
de 1494, que la evangelización otorgaba derechos jurídicos y morales sobre
los territorios y las “almas”.

Es más, ese discurso religioso legi maba hasta la crueldad y la violencia


inusitada que habían u lizado. Argumentaban que la muerte de can dad de
indios era la prueba de que Dios estaba del lado de los que conquistaban y
por eso recibían dis ntas plagas. Los religiosos jugaron ese rol principal para
la conversión y el adoctrinamiento. Venían masivamente franciscanos y
dominicos a educar pero con licencias otorgadas y respondiendo al encargo y
subordinación de los reyes. Impusieron el idioma castellano y la religión,
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modales, una historia centrada en Europa y una lógica que reconoce sus
orígenes en el siglo V a.C. en Grecia y que pretendió a lo largo del devenir
histórico erigirse como el saber universal y como el único saber. Desdeñaron
los conocimientos de nuestros pueblos. Los europeos despreciaban las
lenguas locales. En vez de admi r la religiosidad de estas comunidades
entendían que eran solo prejuicios. Desvalorizaban como primi vas, bárbaras
e irracionales las costumbres del lugar. Estaban dispuestos a borrar todo, al
decir de Sousa Santos come eron un verdadero epistemicidio.

Los conquistadores dictaron la legislación indiana que era un derecho


estamentario que hacía diferencias entre los sujetos de acuerdo a su
posición social y a su raza:

Los españoles: peninsulares y criollos, tenían la hegemonía polí ca,


económica, social y cultural.

Los indios, debían pagar el tributo personal, vivir en sus reducciones y se les
prohibía llevar armas, andar a caballo o trasladarse de un pueblo a otro.

Un lugar inferior y sin derecho (incluso sin libertad), se des naba a los
africanos que habían sido secuestrados y traídos por la fuerza como esclavos
a estas erras.

Después se instauró también un régimen de castas en los que clasi caban a


diversos grupos de mes zos.

Las relaciones sociales no eran resultado de un acuerdo atemporal como


sustenta el liberalismo sino que hay patrones de poder que las con guran y
que son históricos.
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La colonialidad es ese patrón de poder que implica formas de dominación y


subordinación, estructuradas sobre las ideas de raza. Con ella, impregna todo
el ámbito de la existencia social. Las diferencias entre conquistadores y
conquistados se codi caban en torno a la idea de ‘raza’. Habías otras
diferencias: de género, de clase, etc. . Pero los conquistadores asumieron esta
idea y surgió en ese siglo XVI la raza asociada a una supuesta estructura
biológica que fue ú l para dis nguir a unos en una situación que
consideraban natural de inferioridad con respecto a otros. Con el empo, se
elaboraron numerosas teorías sobre la raza. Hoy podemos decir que ninguna
de ellas reúne el carácter cien co y que está claro que se trata de una
construcción polí co – cultural. (Quijano, 2016).

El discurso racista del colonizador surge según Foucault (2006) en el siglo XVI.
Fue fundamental para el enriquecimiento de la burguesía naciente y echó
mano de diversos mecanismos explica vos: El Otro (los Pueblos originarios y
los afrodescendientes, secuestrados y trasladados en bodegas de barcos) era
visto como una cosa y un objeto de estudio. Se le otorgaba un lugar inferior
en la clasi cación; en esa jerarquización se reservaban el lugar superior. Era
una simpli cación y reduccionismo en estereo pos que difundían con nes
de ejercer el dominio.

Este discurso inventa la existencia de razas, que además aparecen como


salvajes, ignorantes, que deben ser explotados. Pero si personas de esas otras
“razas”, procurasen un trato más igualitario en sus sociedades, resultan
inasimilables, rebeldes y violentas.
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La opresión y explotación era constante. La encomienda, una esclavitud


encubierta, formó parte del sistema de colonización. Incluía además la mita.
El trabajo forzoso o servidumbre se extendió en algunas zonas casi hasta el
presente. En mayo del 2009, una mujer guaraní relataba que el dueño de la
hacienda donde trabajaba le adelantaba alimentos: azúcar, deos, arroz, etc.
pero la deuda era siempre mayor que el salario. Los precios eran más caros
que en los mercados

Este avasallamiento hacia el Otro, generó rebeliones populares. Organizaron


verdaderos frentes an coloniales conformados por indígenas, mes zos,
afrodescendientes libertos, encabezados por el Inca Tupac Amaru II y su
esposa Bartolina Sisa y poco más tarde por el Aymará Tupac Katari, que
amenazaron en dis ntas ocasiones el predominio de los españoles y que
fueron cruelmente reprimidos.

Las persecuciones y el dolor desproporcionado no fue objeto de


conocimiento ni tema de interés de los grupos dominantes. Porque como
señalan Rodolfo Walsh y también describe en sus textos Sousa Santos: Las
clases dominantes, el Norte, procuran que las luchas de nuestros pueblos no
tengan historias, no tengan héroes. La experiencia colec va se olvida. Walsh
sustenta que el n es hacer pensar que las luchas son recién nacidas, como si
la historia no fuera más que un conjunto de relatos fragmentados
desordenados, sin sen do. Han sido despreciadas como “par culares” y
“vernáculas” y no son comparables con el saber universal producido por
Europa.
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VII.c Voz en defensa de los Pueblos Indígenas: Bartolomé de las Casas

Hubo voces que se alzaron en defensa de los derechos de los Pueblos


Indígenas como por ejemplo Bartolomé de Las Casas. Nacido en Sevilla sobre
la segunda mitad del siglo XV; en 1522, ingresó a la Orden de los Predicadores
en la Isla Española. Terminó sus estudios teológicos y jurídicos por exigencia
de los dominicos.

Bartolomé de Las Casas denunció y visibilizó las atrocidades sucedidas,


sensibilizó y elaboró propuestas como un verdadero defensor de los derechos
humanos.

En 1528, los dominicos llevaron unos memoriales de Las Casas para crear una
ciudad de indios libres como alterna va al trabajo forzado y la esclavitud. La
segunda instrucción promulgada en 1530 consis ó en la ley an -esclavitud
que se le atribuyó a Las Casas.

“En 1531 reinicia su labor de defensa de los indios, ya como dominico, y ahora
le da una mayor profundización intelectual al problema”, resalta Rosillo
Mar nez (2012) . El profesor mexicano Rosillo Mar nez lo rescata por la
praxis y por el discurso que sostuvo. Es ma que fue el principio generador de
una tradición hispanoamericana de derechos humanos porque asumió la
perspec va de las víc mas. Aunque admite que Bartolomé de Las Casas
recurre a categorías propias de la loso a europea, pero movido por su
sensibilidad, se puso en el lugar de las víc mas, optó por defender a los
oprimidos y cri có la crueldad de sus contemporáneos.

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En las disputas sostenidas, Las Casas ha par do del principio de solidaridad


hacia los indios, claramente visible en su debate con Sepúlveda que defendía
la matriz reguladora y colonial de la Modernidad temprana. En decir que dejó
de ver al Otro como un objeto para empezar a verlo como sujeto. Fue un
proceso en que llegó al mayor reconocimiento del Otro: Percibido como
dis nto de uno mismo, con una mirada diferente, pero digna de ser respetada
y apreciada, que no puede ser conquistada ni colonizada.

El conocimiento de Las Casas sobre la realidad indiana no fue “neutral”. Fue


solidario. Observó que los conquistadores actuaron con injus cia hacia los
indios, teniendo como única meta la acumulación de oro y riquezas. De allí
que propuso una actuación responsable abierta al diálogo, a la escucha, a
revalorizar al Otro en su integridad.

Insis a en recriminar a los colonizadores su conducta.

No fue una posición individual. Fue compar da por los dominicos: Así, cuenta
Bartolomé de Las Casas sobre un sermón en una misa a la que concurrieron
las principales autoridades, Montesinos expresó:

‘Decid, ¿con qué derecho y con qué jus cia tenéis en tan cruel y horrible
servidumbre aquestos indios? ¿Con qué autoridad habéis hecho tan
detestables guerras a estas gentes que estaban en sus erras mansas y
pací cas, donde tan in nitas dellas, con muertes y estragos nunca oídos,
habéis consumido? ¿Cómo los tenéis tan opresos y fa gados, sin dalles de
comer ni curallos en sus enfermedades, que de los excesivos trabajos que les
dais incurren y se os mueren, y por mejor decir, los matáis, por sacar y
adquirir oro cada día? ¿Y qué cuidado tenéis de quien los doctrine, y conozcan
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a su Dios y criador, sean bap zados, oigan misa, guarden las estas y
domingos? ¿Estos, no son hombres?”. (P. 441-442)

Su defensa de los pueblos indígenas lo llevó a cues onar a los reyes católicos
por entrometerse o tratar de disponer sobre los tesoros que están en
aquellos reinos o arrebatarlos sin la autorización de sus súbditos. Con
claridad dijo que nadie ene libertad, por más alta que sea su autoridad, de
mandar con arbitrariedad porque la obligación es aspirar al bien común y de
todos. El rey no es un señor que ordena caprichosamente. Más bien,
administra los intereses comunes. Tiene que respetar la libertad de sus
pueblos y defender sus derechos. El dominio jurisdiccional no implica un
accionar posesivo.

Concluyó que las erras, ríos, mares, montañas, oro y plata, “todo fue
robado, injustamente usurpado y perversamente arrebatado” (Rosillo
Mar nez, 2012, 166). Todo lo que ha sido edi cado y plantado es propiedad
de los sueños del suelo y debe ser res tuido a sus verdaderos dueños. Pero si
no lo hicieran, siguiendo las enseñanzas de Santo Tomás en las Sumas
Teológicas, les será “lícito acudir a las armas”, es decir, ejercer el derecho de
resistencia (Rosillo Mar nez, 2012, 204).

Esa ac tud sensible y solidaria lo convir ó en un defensor de derechos


humanos cuya voz también fue acallada y no su cientemente difundida.

Otros pensadores señalaron las limitaciones de Bartolomé de las Casas que


fue como explica Rosillo Mar nez un defensor de derechos humanos
comprome do con los Pueblos Originarios pero admi ó la esclavitud de los
negros.

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Por eso, no hay consideraciones análogas de los dis ntos estudiosos. Algunos
resaltan que no tuvo la misma sensibilidad, ni capacidad de denuncia, ni
acción de solidaridad, con miles de personas, con muchos jóvenes que eran
violentados, secuestrados y trasladados de un con nente a otro. Sin embargo
sobre el nal de sus días, manifestó su pesar por su ac tud. (Pacho
O’Donnell, 1999)

VII.d El aporte de la comunidad afro


La trata transatlán ca se inicia en el siglo XVI y se mantuvo hasta nes del
siglo XIX.
Secuestraban a los africanos en su territorio (zona sur del con nente
africano) y los trasladaban en condiciones indignas, ubicados en las bodegas
del barco. Debían soportar acciones de enorme crueldad aún cuando eran
niñxs o adolescentes. Algunos se dejaban morir de hambre y tristeza. De este
modo fueron esclavizados. Ese trá co era tanto legal como ilegal.
El primer permiso real para la importación de esclavos en la región del Río de
La Plata, se otorgó en 1534, antes de la fundación de la ciudad de Buenos
Aires. (Scheuss, 1958)
Vale resaltar que a la violencia del golpe y del lá go, se le sumaba la violencia
de que los traten como una cosa que se compraba, embargaba, hipotecaba.
(Goldberg, Marta Beatriz, 2005, pp. 197-217)
España, por el tratado de Tordesillas (1494), renunció a tener bases en África
y otorgaba a los portugueses el dominio sobre el hemisferio oriental. Para
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abastecerse de esclavos, España recurrió a comerciantes portugueses y luego


a holandeses, franceses y británicos.
España prohibió en forma temprana la esclavitud de los pueblos indígenas. A
diferencia de los anglosajones en América del Norte y también de Brasil que
some ó a los indígenas a esclavitud hasta 1758 en que José I lo prohibió.
Pero en Portugal y en España no estaba prohibida la esclavitud. Era una
herencia romana que subsis a. (Andrés – Gallego, José, 2005)
Hacia 1650, se incrementó la compra para el trabajo esclavo en el sistema de
plantaciones de Brasil, Hai , Jamaica, Mar nica y otras colonias
La mayoría de las personas esclavizadas en América La na se dedicaron al
trabajo rural.
En Argen na, no había mayores plantaciones de po intensivo, salvo algunas
provincias como Tucumán. En Buenos Aires los esclavos que provenían de
África se dedicaron al trabajo domés co y a diversos o cios: zapatero,
sastre, herrero, albañil, carpintero, pasteros, maestros de música, etc. Lo que
ganaban se lo daban al dueño. Pero les permi an ahorrar pequeñas sumas
que las des naban para la compra de su libertad.
En el Derecho romano que se aplicaba, se preveía la manumisión o ex nción
de la condición servil. Ante un magistrado, el esclavo salía de la potestad de
dominus o manus por un acto que lo conver a en libre. En 1526 Felipe II
reiteró el derecho de los esclavos a iniciar procesos legales para obtener su
libertad. También se admi a en América la carta de libertad si era
protocolizada.
¿Cómo podía comprar su libertad? Las Par das señalaban que “todas las
cosas que el siervo ganare por cualquier manera que las gane deben ser de su
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dueño”. Podía comprar la libertad con el peculio acumulado. Lo que ganaba


fuera de la casa de su amo. Los esclavos tenían derecho a dos horas diarias
“para que las empleen en sus manufacturas u ocupaciones que ceda a su
personal bene cio y u lidad” (Real Cédula Genera de 1789).
No hubo normas que regularon el peculio y quedó así librado a las
costumbres de cada lugar.
Sin embargo, nada les era fácil. Una vez en libertad estaban imposibilitados
de trabajar en ciertos o cios y este hecho los llevaba en numerosas ocasiones
a la mendicidad. (Crespi, 2010)
“Desde múl ples mecanismos, los negros resis eron al control y la
explotación colonial y a los intentos de suprimirlos cultural y socialmente.
Aquí podemos incluir desde los reclamos por su libertad hasta las prác cas
religiosas en secreto, la desobediencia a sus esclavistas, la compra de su
libertad, las fugas, entre otras cuyo clamor por la jus cia y la igualdad estuvo
presente desde un primer momento” (Carlos Pisoni (Coordinador), sep embre
de 2014, p. 18)
Era común que acudieran al defensor de pobres, nombrado por el Cabildo. A
veces, éste pertenecía a los grupos de la ilustración rioplatense o a veces por
el contrario, podía ser uno de los tra cantes de esclavos en la región.
Sobre comienzos del siglo XIX, hay acalorados alegatos contra los abusos que
se come an hacia los esclavos (no permi r asistencia a misa, o maltratos o
golpes que no se jus caban) sobre todo por aquellos defensores que
adherían a la crí ca ilustrada del sistema esclavista.

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También pedían el cambio de dominio. El alto número de pedidos y de causas


promovidas, contribuyó a poner a la esclavitud en el centro de debate
durante las primeras décadas del siglo XIX:
Defensores, scales y jueces citaban con frecuencia a las Siete Par das del
rey Alfonso el Sabio, el derecho indiano y el derecho patrio para resolver las
controversias.
Buenos Aires fundada en 1580, era amenazada por invasiones extranjeras. En
1590 se formaron las primeras milicias como “fuerzas irregulares”, Los negros
esclavos integraron las milicias coloniales en unidades segregadas como el
Cuerpo de indios, pardos y morenos.
El virrey Ver z en 1778 mostraba regiones formadas por los hombres de
castas. Los blancos ocupaban los rangos o ciales.
En 1812 se prohíbe la introducción de esclavos.
La Asamblea de 1813 dispone la libertad de vientres. Es decir, que los nacidos
desde n de enero de ese año, eran libertos. En este caso tampoco
alcanzaron la plena libertad. Liberto implica que pesa sobre ellos un
reconocimiento de propiedad durante un periodo. Debían con nuar viviendo
en la casa de sus amos.
Impide la reproducción de este aberrante ins tuto. Pero el amo de la madre
pasó a ser el patrono del recién nacido. El liberto no estaba bajo su dominio
perpetuo. Había un plazo de vencimiento que era inmodi cable: cuando
cumpliera la edad de emancipación.
El Art. 1 del Reglamento que les rigió, establece la obligación de denunciar
los nacimientos ante las autoridades policiales o del cabildo. Todos los niños
de castas permanecerán en casa de sus patronos hasta los 20 años (Art. 6 del
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Reglamento), que es la edad de su emancipación (Art. 12). Los libertos


servirán gra s a sus patronos hasta la edad de 15 años (Art. 8). Las libertas
quedarán emancipadas a los 16 años o antes si se casasen (Art. 15). Estaban
sujetos a ciertos controles y podían ser cas gados. Según el reglamento
determina en el Art. 5, “cuando se hubiese de vender una esclava que tenga
un hijo liberto, deberá pasar con él a poder del nuevo amo, si el liberto no
hubiese cumplido aún los dos años; pero pasado ese empo, será voluntad
del vendedor el quedarse con él o traspasarlo al comprador junto con la
esclava”
El 31 de mayo de 1813 la Asamblea cons tuyente aprueba el plan que
presentó el Supremo Poder ejecu vo para formar un batallón de negros
esclavos. Obliga a los propietarios de esclavos (primero a los españoles y
luego a los criollos) a donar o vender al Estado una determinada can dad.
Durante cinco años integrarían las las del ejército y luego obtendrían su
libertad. En ese rescate del estado, incluían aquellos esclavos que habían
comprado su libertad. En tal caso, sus patrones debían devolverles las sumas
de dinero. Algunos se sumaron a las nacientes fuerzas patrias en forma
compulsiva por la ley de rescate. Otros se sumaron al Ejército de los Andes,
con la aspiración de alcanzar su propia libertad. De 2000 soldados negros que
cruzaron los Andes, solo regresaron 150. (Goldberg, 2005) También a
Belgrano lo acompañaron en el Ejército del Norte. Se componía de 1200
hombres, de los cuales 800 eran libertos.
En 1814 se designa un tasador o cial de precio de los esclavos.
En la Cons tución de 1819 se prohíbe la trata de personas. Entre los años
1820 y 1827, se suprime la alcabala (an guo tributo que se pagaba al sco en
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una compraventa) en la venta de esclavos y se prohíbe el traslado de mujeres


embarazadas que eran esclavas. Se declara posteriormente la trata de
esclavos como acto de piratería.
Las promesas de libertad no siempre fueron cumplidas. Para retener a los
esclavos, los amos invocaban problemas de salud y achaques de vejez.
(Bernand , Carmen, 7 de enero de 2010)
No fue fácil que se respetase la norma va. Porque los propietarios de los
esclavos exigían una indemnización. El Ar culo 15 de la Cons tución Nacional
indica que “En la Confederación Argen na no hay esclavos, los pocos que hoy
existen quedan libres desde la jura de esta Cons tución y una ley especial
reglará las indemnización a que dé lugar esta declaración”. En esta tensión
entre libertad y derecho de propiedad, los jueces daban primacía al derecho
de propiedad. Una vez más, observamos cómo la libertad queda postergada
frente al derecho de propiedad.

VII.e Proceso de la primera independencia en América La na.

A lo largo del siglo XIII y comienzos del siglo XIX, se produjeron incursiones y
levantamientos indígenas y de origen afro por las penurias a las que fueron
some dos, rebeliones de caudillos locales y campesinos y comerciantes
disconformes con el monopolio del comercio impuesto por el trono español.

Los vínculos comerciales estaban monopolizados por la metrópoli aunque sea


super cialmente pues los monopolios españoles solo servían para evitar las
relaciones entre las dis ntas colonias. Los verdaderos bene ciados eran los
proveedores de Europa, es decir, Gran Bretaña, Alemania, Países Bajos.
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Los mercaderes españoles se convir eron a menudo en simples


intermediarios de casas comerciales extranjeras. A cambio de las
manufacturas de Flandes, Francia, Inglaterra y Alemania, los españoles daban
sus propios productos y los de las Indias.

Esta España se resignaba a ser vendedora de productos que llevaba de


América. Así fue desplazada en el comercio por Inglaterra. El Tratado de
Utrecht (1713), concedió a los ingleses el derecho de asiento y el navío de
permiso por treinta años. Permi ó su introducción legal, con el pretexto de
asegurar la explotación de personas traídas desde África que, en el Río de la
Plata se des naron al servicio domés co. Empero fue el camino para avanzar
en la organización con nental del contrabando.

Las colonias tenían prohibido la creación de industrias. "Sólo los jesuitas, con
su orgánico posi vismo, mostraron acaso en el Perú como en otras erras de
América, ap tud de creación económica. Los la fundios que les fueron
asignados prosperaron... (Crearon) los centros de trabajo y producción que los
nobles, doctores y clérigos, entregados en Lima a una vida muelle y sensual,
no se ocuparon nunca de formar" (Mariátegui, José Carlos, 1959, 11)

Las clases privilegiadas de la colonia gozaban de la propiedad de la erra. El


concepto señorial de las haciendas pasó de España a América, según Haring.
Hechos que explican el carácter parasitario y no produc vo que iden có a
los más poderosos.

Había un esquema de dominación e instrumentos de control social que con el


correr de los empos, fueron cada vez más cues onados.
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Se precipitaron los cambios cuando Napoleón ordenó invadir España.

En Hispanoamérica, las “Juntas” surgieron en las ciudades principales de los


cuatro virreinatos y capitanías generales en virtud de la prisión de Fernando
VII y en su nombre. No había una declaración de independencia, más bien
esperaban el resultado militar y las decisiones polí cas de España para de nir
la unidad o la separación.

“…La mayoría de los movimientos emancipadores tuvieron un carácter


municipal, limitados generalmente a la localidad de residencia de las
autoridades coloniales. Gradualmente, en la medida en que consiguieron
concitar apoyos, se fueron extendiendo hasta adquirir un carácter nacional.
Los débiles aparatos estatales del período independen sta estaban
cons tuidos por un reducido conjunto de ins tuciones -administra vas y
judiciales- locales. A este primi vo aparato se fueron superponiendo órganos
polí cos (v.g. Juntas, Triunviratos, Directorios), con los que se intentó sus tuir
el sistema de dominación colonial y establecer un polo de poder alrededor del
cual cons tuir un estado nacional”.

Estos Estados recién nacidos, que permanecían en contacto con las potencias
extranjeras, contaban con grandes extensiones territoriales aún no
integradas. Los escasos caminos siempre se dirigían al puerto.

Los grupos asentados en las zonas rurales seguían a caudillos que se unían
entre sí o se uni caban tras uno de ellos. Esta lógica favorecía la división y el
aislamiento dentro del con nente y di cultaba la integración regional.
Tendencias secesionistas, alentadas por Inglaterra, terminaron por
desmembrar el mapa polí co.
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La posición de una La noamérica unida pareció frustrarse. El antecedente del


Congreso de Panamá de 1826 motorizado por Bolívar fue olvidado como las
voces de Ar gas, San Mar n y tantos otros.

Los indígenas y la población afro, sobre todo en nuestra región, guiados por
las promesas de libertad, se alistaron en buena parte al Ejército de Los Andes
y al ejército del Norte. También, se sumaron a los gauchos, o “las
montoneras” como solían llamarles, lideradas por Mar n Miguel de Güemes.
Del mismo modo, indios y mes zos siguieron a Ar gas; campesinos aztecas o
mayas, a Hidalgo y Morelos o cholos y mes zos a Muñecas en el Alto Perú.

Después de la crisis española, se declaró la independencia en los estados


nuevos.

Empezó la búsqueda de reconocimiento internacional, de nuevas relaciones


comerciales, de emprés tos para solventar múl ples gastos:

Francisco Zea, en su calidad de Ministro plenipotenciario de la Gran


Colombia, consiguió el primer préstamo externo en marzo de 1822, rmado
en París, con la rma de prestamistas ingleses Herring, Graham & Powles.

Francisco de Borja Migoni, un comerciante mexicano que residía en Londres y


que fungía como representante del gobierno, rmó un contrato con la rma
B.A. Goldschmidt en febrero de 1824.

Por ambos préstamos el país tuvo que dejar en garan a casi todos sus
ingresos por aduanas marí mas.

El Estado de Buenos Aires había iniciado ges ones ante la Casa Baring de
Londres. Se celebró un Tratado de amistad, comercio y navegación en
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diciembre de 1824, requisito para el reconocimiento por parte de Inglaterra


de nuestra Independencia.

Inglaterra se había conver do después del triunfo de Waterloo sobre


Napoleón, en el primer prestamista mundial. Así encadenó nuevamente a
Hispanoamérica a través de las respec vas deudas externas e imposibilitó su
desarrollo, limitando su potencial emancipador e imponiendo condiciones
durante el siglo XIX.

Además instó a concretar masacres como en la guerra de la triple alianza


(Argen na, Brasil, Uruguay) contra Paraguay que era el país sudamericano en
condiciones de alcanzar su propio desarrollo industrial.

En 1889 se reunieron los Estados americanos para comenzar a crear un


sistema común de normas e ins tuciones de modo regular. Fue una invitación
de Estados Unidos y la Primera Conferencia Internacional Americana tuvo
lugar en Washington. Ya había sido anunciada la conocida doctrina de
“América para los americanos”. Y aún no podemos lograr avances
signi ca vos de integración la noamericana por las presiones de países
extranjeros.

Esos países han di cultado no solo la integración la noamericana sino que


aún enen enclaves coloniales. Solo para que visualicen que hay países recién
independizados, cito algunos casos: Barbados, Guyana, ambos en 1966, del
Reino Unido; Surinam en 1975 de Los Países Bajos; San Vicente y Granadinas
se independiza en 1979 y Bélice en 1981, ambos de Gran Bretaña.

Este proceso es similar en el Sur:


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De África, entre otros: Congo se independiza de Bélgica en 1960; en el mismo


año, Burkina Faso, Camerún, Nigeria, de Francia y Argelia, en 1962; Kenia, de
Gran Bretaña en 1963; Sudán del Sur logra su independencia en 2011.

De Asía: India y Pakistán se independizan de Gran Bretaña en 1947; Malasia,


de Gran Bretaña en 1957; Bangladesh, en 1971 de Pakistán.

Estos datos evidencian que la situación de colonialismo perdura mucho más


allá del siglo XIX.

VII.f Miradas colonizadas:

Nuestro idioma, nuestra pedagogía, nuestra epistemología y visión losó ca,


adoptó en general, la de los países opresores.

Se impuso un idioma o cial en Argen na a través de la Ley Nacional N° 1420


que obligaba al estudio del idioma en clara referencia al idioma español, que
desconoció y/o desvalorizó la lengua de los pueblos originarios, como
también sus culturas. Lejos había quedado el momento en que el Acta de
declaración de independencia se difundió también en lenguas de pueblos
originarios.

En el siglo XIX se buscaron docentes franceses o norteamericanos que


quedaron a cargo de la enseñanza y se copiaron los programas
fundamentalmente de Francia. La relación pedagógica era una relación de
dominación, a veces de disciplinamiento y muchas veces, de crueldad.
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El ámbito académico se nutrió de los conceptos europeos y norteamericanos


en boga y aprendidos en la escuela donde se fomentaba una forma de
inves gar, determinadas metodologías, en detrimento de otras formas de
conocimiento.

Desde 1850, con Sarmiento a la cabeza se propaga la oleada modernizadora


con énfasis en: el ejemplo de los países más desarrollados, desprecio de lo
popular, lo indígena, lo la noamericano. (Devés Valdés, 1997, p. 11 – 75).

Sobre los años 80 y 90, estuvo en auge la loso a posi vista y más adelante,
otras que provenían del Norte. No pensábamos desde nuestra realidad sino
desde la realidad europea.

Los grupos gobernantes seguían encadenados a la cultura, economía,


nanzas europeas. Adoptaron el proyecto de modernidad y con éste, el
intento de jus car el egoísmo, la ambición desmedida, la explotación
irracional y la hegemonía del capitalismo. Concibieron como un problema la
extensión geográ ca y promovían la inmigración europea.

El derecho era concebido como herramienta de opresión, como un modo de


control social, para bene cio de sectores minoritarios aliados a intereses
hegemónicos.

Con esas categorías y con esos análisis epistemológicos, nos formamos. Estas
cadenas con núan hasta el presente.

El n de este breve resumen es que se comprenda que las miradas


colonizadas se extendieron en el empo.
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Del análisis de la prác ca social, nace la construcción de una Filoso a


La noamericana, de un giro decolonial, de la Epistemología del Sur propuesta
por Sousa Santos que se asume desde la praxis emancipadora, que fractura
los límites hegemónicos del “capitalismo sin n” y del “colonialismo sin n” y
que recupera la llamada “sociología de emergencias”, la presencia de los
pueblos milenarios. Obliga a una revisión del derecho tradicional y nos
remite a un derecho como herramienta de liberación.

VII.g Agotamiento del pensamiento moderno europeo

Ese individualismo propio de la modernidad europea, para algunos autores


persiste, para otros en la actual fase histórica es desplazado por el mercado.
Los pueblos reclaman un estado que los de enda frente a los abusos
nancieros y económicos de las grandes corporaciones. Pero es central en su
discurso la alusión al desvanecimiento de lo público como defensa de lo
“nuestro” frente a los grupos de poder.

Los guardianes de lo “privado” colonizan el espacio público y lo público se


aleja de la calle, de las asambleas, de los gobiernos locales y nacionales hacia
la territorialidad de las redes sociales (Bauman, 2003, 45), las que son
manipuladas por sus dueños.

La libertad es la consigna más importante. Pero no alude a la libertad de los


oprimidos, de los explotados, ni de América La na, ni de los Pueblos
originarios, ni la de las mujeres, ni de niñxs vulneradxs. Está circunscripta a la
defensa de los intereses de la burguesía, a la libertad del mercado, que fue
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consagrada por el Estado y cuya desobediencia debía ser duramente


perseguida y cas gada. Kant no admi ó bajo ninguna circunstancia, ni aún en
casos de ranía como sí lo había admi do con anterioridad Tomás de Aquino,
el derecho a la resistencia ante el poder opresor.

Las loso as no liberales cri can esa categoría inventada durante el


modernismo: “individuo”. Es una abstracción, un invento que atomiza a la
sociedad, aísla. Contribuye a la delegación de la voluntad polí ca que
caracteriza al Estado liberal representa vo a la par que rea rma el
desamparo y soledad de quienes antes se sen an parte de una comunidad.
“Es a par r de este individuo abstracto que el “interés general” puede
formarse, como suma de voluntades aisladas, en una externalidad ajena a
todos, esto es, el Estado liberal. La elección voluntaria de la sumisión requiere
entonces un imaginario histórico cercenado, una autorrepresentación
abstrac va, una poli cidad impalpable, externa, é camente inveri cable. La
delegación de la voluntad polí ca presupone, por tanto, un po especí co de
sujeto, el sujeto delegante que no es responsable de sus actos porque es
impotente frente a sus circunstancias, y queda compelido a desprenderse del
manejo de sus intereses. En otras palabras, requiere de individuos some dos
a una par cular disciplina de mandos tolerados, de sumisiones refrendadas,
de expropiaciones soportadas y de carencias padecidas como inevitables.
Requiere pues, de la construcción disuasiva o forzada de una cierta
“moralidad de esclavos” que permite arrebatar a los sujetos libres su impulso
genérico y esencial de seguir siendo libres. La moderna ciudadanía es,
descaradamente, una ciudadanía irresponsable, en la medida en que el
ejercicio de derechos públicos es simplemente una ceremonia de dimisión de
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la voluntad polí ca, de la voluntad de gobernar, para depositarla en manos de


una nueva casta de propietarios privados de la polí ca, que se atribuye el
conocimiento de las so s cadas e impenetrables técnicas del mando y del
gobierno” (García Linera, Álvaro, 2000, p. 191).

Sin dudas, desde hace un empo el proyecto de modernidad aparece


agotado y quizá esto explique por qué las posiciones más escép cas han
prosperado. El mundo vive una transición.
La crisis del sistema occidental fue causada por el poder económico –
nanciero y se percibe en el hambre, las muertes evitables, las guerras y las
injus cias, las pandemias derivadas de la afectación al medio ambiente. Se
perdió toda forma de equilibrio.
Víctor Choquehuanca anuncia, en la sesión de honor de 2022, que vivimos un
pasaje de la modernidad y el sistema capitalista ya agotados hacia una cultura
de la vida, un renacer de los saberes de los Pueblos Originarios. Se acaba un
sistema donde la vida está some da a las teorías y a las doctrinas y que
ende a monopolizar, a homogeneizar, a destruir lo alterna vo y al Otro, para
dar lugar a un sistema en que la Vida está en el centro. Es el paso del
individualismo egoísta, del divisionismo, del miedo y la agresividad, a la
empa a por el Otro o el bien colec vo. Es la muerte del antropocentrismo y
el revivir de la cultura de los Pueblos Originarios. “Es empo de volver a ser
personas que no enen dueño. Nadie en este mundo ene que sen rse dueño
de nadie ni de nada.” (h ps://www.youtube.com/watch?v=Zlno_KiVVHY )
Para que acontezca este cambio. “debemos superar la división, el odio, el
racismo, la discriminación …”.
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Es la oportunidad para retomar el equilibrio interrumpido hace siglos con


capacidad de construir relaciones armoniosas, hermandad y no
enfrentamientos, paz y no guerra, respeto y no reiteración del pensamiento
único colonial, capitalista, discriminador y racista, patriarcal.
Es el momento de la recuperación de esos saberes milenarios que intentaron
colonizar, de esos códigos de la vida en ín ma conexión con los Pueblos, con
la naturaleza, con el mundo. Es empo de construir el sumak qamaña.
Explica en la sesión inaugural de la Asamblea Legisla va Plurinacional de
Bolivia de 2020 – 2025, el principio del buen vivir sobre el que gira una
cultura milenaria de la vida. Lo resume así: “todo está inter relacionado,
nada está dividido, nada está afuera. Por eso nos dicen que todos vayamos
juntos, que nadie se quede atrás, que todos tengan de todo, que a nadie le
falta nada …“ (h ps://www.youtube.com/watch?v=IWOR2r6PCPU )
No hay plenitud del individuo si no hay buen vivir para la comunidad entera.
Apostar a la descolonización de la construcción de los derechos humanos,
asegurar su efec vidad polí ca, material y cultural, valorar la lucha de los
pueblos del Sur.
El concepto de Buen Vivir (Sumak Qamaña), que se incorporó a las
Cons tuciones de Bolivia y de Ecuador, se opone a los modelos de desarrollo
que legi man la explotación de seres humanos y la depredación de la
naturaleza.

VII.h Nuevo Paradigma: el Otro, la Solidaridad.

La loso a la noamericana, no niega la subje vidad. En realidad, rescata al


hombre en su integridad a par r de la prác ca social y no al ser fragmentado
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que hereda de la vieja loso a europea. No se piensa en un ser abstracto,


sino en una persona concreta, de carne y hueso, con historia, perseguida
desde la conquista, unido a su comunidad, iden cado a una cultura
oprimida, con sen mientos y dolores y con una razón que no es pura. Esta
persona se auto percibe como parte de una cultura y de una naturaleza, que
responde a valores materiales y espirituales.

No hay un ser solo ni somos mónadas cerradas como imaginaba Leibniz.


Nacemos y crecemos gracias al prójimo y a la naturaleza en la que nos
cons tuimos. Por eso, somos quienes somos. Somos cons tuidos en el
encuentro con el Otro (Rosillo Mar nez, 2013).

Tomamos conciencia de sí en la medida en que descubrimos a los Otros.


Estamos abiertos a los Otros, a nuestros hermanos, que lejos están de ser
nuestro enemigo. Son sujetos de derechos que deben ser escuchados, que
nos ofrecen otra perspec va de la realidad diferente a la nuestra pero con
igual valor. Personas y Colec vos situados en los más diversos contextos, con
sus contradicciones, aciertos y errores, que conforman una red de vínculos
más amplia que también nos de ne.

Hay una solidaridad que favorece una relación de hermandad en la


comunidad, pero eso no signi ca homogeneidad. Es una hermandad en que
cada uno reconoce al Otro como Otro, con el que hay acuerdos y
discrepancias. Por ende, cobran centralidad los vínculos en los que nos
insertamos.

La autonomía o libertad del que goza el que pertenece a una cultura


oprimida, es una ilusión engañosa. No hay libertad para nadie en una
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comunidad some da. La lucha por la libertad es la lucha por la liberación de


un pueblo oprimido.

Así como cada persona de ne su propio proyecto de vida, cada Pueblo ene
derecho a de nir libremente su condición polí ca y su forma de desarrollo
económico (sistema de producción, comercialización, asociación, ahorro y
nanciación), social (sistemas de salud, de educación y convivencia) y
cultural (la propia decisión sobre todo rela vo a la producción y creación).
Aquí la libertad es la Libertad para América La na, para los más débiles cuyos
derechos han sido históricamente postergados.

Libertad que supone la responsabilidad del cuidado hacia nuestro sistema


ecológico y hacia nuestro prójimo. Los Pueblos indígenas han sostenido en el
devenir de los empos una función ecológica. (Lenkersdorf, Carlos , 1996) .
Poseen creencias e ins tuciones, valores y normas inherentes a la cultura de
los pueblos y las comunidades, que a veces son hasta desconocidas o
ninguneadas, soslayadas en el estudio del derecho.

VII.i Propiedad y Libertad según una mirada crí ca.


En Europa, Proudhon, en 1840, denunciaba que la propiedad es un robo. El
privilegio o preeminencia social por la que se apoderan de grandes terrenos
como su propiedad, bajo cualquier pretexto, sea de superioridad de talento o
mérito o esfuerzo, es un delito, es parte del bandolerismo.
Si se ob ene al decir de Locke por el trabajo, los trabajadores deberían
acceder a esa ins tución sin mayores di cultades. Pero la propiedad no es
para todos ni para las mayorías, mucho menos para los trabajadores.
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En de ni va la propiedad es la negación de la igualdad, el impedimento para


ejercer la libertad y para la sociedad es un suicidio
Marx denuncia que en ese capitalismo naciente que estudió, al trabajador le
niegan el acceso a la propiedad privada de un inmueble. Lo que elabora, el
producto de su trabajo, no lo puede adquirir sino que resulta ú l para crear el
capital. Ese capital es trabajo muerto.
En las úl mas décadas del siglo XIX, comienzan pequeñas reformas de los
textos legales. En el código napoleónico, ya se admiten dis ntas y numerosas
formas de propiedad. En la Cons tución de Weimar, se asocia con la idea de
bienestar común. Duguit alega que la propiedad ene un n social. Se
debilita el planteo individualista que había llegado a su máximo auge con
Locke.
Es indudable que la propiedad de una cosa no solo afecta al propietario en
cues ón sino que afecta a toda la sociedad o cultura. Cuando el propietario
de un inmueble urbano, man ene desocupado el edi cio porque no quiere
que sea ocupado por niñxs, adolescentes, perros, afecta a muchas familias
que necesitan una vivienda. Cuando el propietario de un predio rural,
man ene improduc vo un determinado campo, afecta a la sociedad que
necesita determinados alimentos o a aquéllos que reclaman trabajo. Si una
empresa opta por no comercializar su invención, perjudica a la sociedad. Si
produce una vacuna o un medicamento que resulta imprescindible para
recuperar la salud o para erradicar una enfermedad y numerosos grupos
humanos no pueden acceder, corre riesgo la vida de estos grupos.
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A veces se contrapone el argumento de que debe reconocerse el mérito del


productor o del que hizo un determinado invento. Pero esta a rmación no es
del todo veraz y no es justa.
No es veraz porque lo que cada persona conquista o alcanza ”por medio de
su trabajo o esfuerzo es construido sobre y se bene cia de lo que fue
producido, pensado y desarrollado por generaciones pasadas. Hay todo un
capital acumulado de conocimiento, bienes y posibilidades que cada
generación aprovecha, a pesar de no haber contribuido con su producción”
(Ana Paula de Barcellos, 2008, p. 81).
No es justo porque aún cuando alguien es me que todo conocimiento es
exclusivamente suyo sin ningún aporte de otro ser, no puede exigir por ello
condicionar los derechos humanos del prójimo.
Las conductas no solo dañan por acciones sino también por omisiones y no
solo de forma visible sino también de forma más estructural y su l. En otras
palabras, los intereses egoístas no están por encima del interés público y
general.
Frente a los liberales que reclaman la no intervención estatal, Gordillo enseña
que siempre hay intervención estatal. Incluso “un mercado libre sin
intervención no puede exis r, ni existe de hecho”. Aunque advierte: “la
intervención en sí no garan za nada, pues depende de cómo efec vamente se
haga” (Gordillo, Agus n, 2006, Cap. VII, p VII-3). El problema es si interviene
a favor de la clase trabajadora, o del Pueblo o a favor de los más poderosos.
Cuando en Argen na se deba ó el Art. 40 de la Cons tución de 1949 que
consagraba la amplia intervención económica del estado, para los sectores
del poder real fue un verdadero escándalo. Sobre todo, el segundo párrafo
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del Art. 40, inspirado en la Cons tución de la República de Irlanda, fue el


factor decisivo para la tenta va de eliminarlo. (Za aroni, Eugenio Raúl, 2019)
Según ese ar culo, los bienes de producción enen como función primordial
obtener el bienestar del Pueblo. Por ende, dispuso procurar a cada labriego o
campesino la posibilidad de conver rse en propietario de las erras que
cul vaba.
La cons tución determinaba que el Estado debía intervenir en la economía en
salvaguarda de los intereses generales.
Después de la caída del peronismo, se derogó esa norma cons tucional, se
inició una etapa de transnacionalización del capital. Argen na ingresó al
Fondo Monetario Internacional y comenzó un periodo de creciente
endeudamiento.
Lo indicado en párrafos anteriores, nos permite observar que el derecho de
propiedad es una construcción social e histórica que varía a lo largo de los
empos. Y lo podemos corroborar en el estudio de dis ntas culturas que
de nieron una propiedad absoluta, eterna, individual, hereditaria; otras, una
propiedad con clara limitaciones, temporánea, colec va o comunitaria, no
hereditaria. A medida que conocemos diversas culturas, podemos
comprender que ese concepto de propiedad abstracto y universal se esfuma
para dar paso al reconocimiento de un concepto de propiedad que guarda
múl ples sen dos.
Otro sen do de propiedad, poseen los Pueblos Originarios. La Corte
Interamericana de Derechos Humanos, ha dispuesto en numerosos fallos el
reconocimiento del derecho de propiedad y posesión. Para estos Pueblos, la
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erra no es una mercancía no es algo a explotar. No conciben destruir la


naturaleza porque no son “dueños” de nada ni de nadie.
No es el ser humano el centro del universo sino una parte de un ecosistema.
En ese sen do, el tribunal interamericano obliga al Estado a reconocer la
“estrecha relación que los indígenas man enen con la erra” y que debe ser
“comprendida como la base fundamental de sus culturas, su vida espiritual,
su integridad y su supervivencia económica. Para las comunidades indígenas
la relación con la erra no es meramente una cues ón de posesión y
producción sino un elemento material y espiritual del que deben gozar
plenamente inclusive para preservar su legado cultural y transmi rlo a las
generaciones futuras” (Corte IDH, Caso de Comunidad Mayagna (Sumo)
Awas tongni vs Nicaragua. Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia del 31 de
agosto de 2001. Serie C Nro. 79).
Esta consideración es sostenida por el tribunal en diversos fallos. “La cultura
de los miembros de las comunidades indígenas corresponde a una forma de
vida par cular de ser, ver y actuar en el mundo, cons tuido a par r de su
estrecha relación con sus territorios tradicionales y los recursos que allí se
encuentran, no solo por ser estos su principal medio de subsistencia, sino
además porque cons tuyen un elemento integrante de su cosmovisión,
religiosidad yy, por ende, de su iden dad cultural” (Corte IDH, Caso
Comunidad Indígena Yakye Axa vs Paraguay. Fondo y Reparaciones. Sentencia
del 17 de junio de 2005, pár. 135)
Este concepto de propiedad requiere que el Estado otorgue “una protección
efec va que tome en cuenta sus par cularidades propias, sus caracterís cas
económicas y sociales, así como su situación de especial vulnerabilidad, su
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derecho consuetudinario, valores, usos y costumbres” (Corte IDH, Caso


Pueblo indígena Kichwa de Sarayaku vs Ecuador, Fondo y Reparaciones.
Sentencia del 27 de junio de 2012, Serie C Nro. 245, Pár. 264)

VII.j Antecedentes de los derechos humanos resaltados por la loso a


la noamericana.
Las naciones indígenas andinas protagonizaron rebeliones emancipatorias
contra el imperio español a nales del sigo XVIII bajo el liderazgo de Tupac
Amaru y de Tupac Katari.
En 1804 se produjo la primera revolución por la independencia y contra el
yugo colonial a nivel mundial. También la primera revolución que declara la
libertad de los esclavos negros y prohíbe la esclavitud de los negros.
Veinte años después, Francia reconocerá su Independencia, luego de imponer
una indemnización millonaria por sus “propiedades”. (Fundación Juan Vives
Suríá, 2010, p. 57)
La Cons tución mexicana de 1917, estableció los derechos al trabajo y que la
erra es de quien la trabaja. Consagró los derechos a la salud y a la
educación como derechos fundamentales.
En nuestro país se resalta la Cons tución de 1949, que determina la función
social de la propiedad y la intervención del Estado a favor de los intereses del
país. De ende la soberanía nacional sobre recursos naturales, que la erra es
para que el que la trabaja, la nacionalización del comercio exterior, los
derechos de los trabajadores, de la familia, de la ancianidad, de la infancia, de
la salud, de la educación y la cultura.
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VIII. Epistemología del Sur


Se señalan como logros de la conquista y del capitalismo, el desarrollo
tecnológico y el bienestar alcanzado. Pero ocultan la historia colonial, la
esclavitud, los fascismos del siglo XX y las dictaduras la noamericanas, el
hambre en el mundo, el sufrimiento de los más postergados.
El capitalismo cosi ca a todos y todos devienen mercancía. La producción se
vuelve hos l y extraña. Hegel cali caba este proceso como “alienación” y
Marx, como “el fe chismo de la mercancía”
¿Por qué y cómo es posible invisibilizar parte de la realidad?
Souza Santos justamente de ne al pensamiento occidental moderno como un
pensamiento abisal. “Las dis nciones invisibles se establecen mediante líneas
radicales que dividen la realidad social en dos reinos: el reino de “este lado de
la línea” y el reino de “el otro lado de la línea”. Una división en la que “el otro
lado de la línea” se desvanece como realidad, se convierte en no existente y
de hecho se produce como inexistente. No existente signi ca que no existe de
ninguna forma relevante o compresible de ser.” (Sousa Santos, 2019, p. 585)
Es decir, que el reino existente es el Occidental. Conocemos sus valores, sus
historias, sus ins tuciones. ¿Pero realmente conocemos los valores, las
historias de nuestros pueblos desde sus inicios hasta el presente?
¿Conocemos la cultura milenaria de América La na? ¿Conocemos que pasó
antes de 1492? ¿Conocemos los saberes populares, campesinos o indígenas,
plebeyos, que son los del “otro lado de la línea”? ¿O se visibilizan y niegan
por no interesar o no ajustarse a la forma de conocimiento de la ciencia
moderna occidental?
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Porque el Occidente a través de la ciencia es el “dueño” absoluto de la


dis nción universal entre lo verdadero y lo falso. Es la civilización. En cambio
la colonia es el estado de naturaleza donde las ins tuciones de la sociedad
civil no enen lugar. (Hobbes 1985, p. 187; Locke 1946, p. 49).
Igualmente en lo polí co, mientras la población permanece “salvaje” en
América, a través del contrato social Europa ya conformó la sociedad civil y
abandonó el estado de naturaleza. (Sousa Santos, 2010, p. 16 )
Al Sur, le inculcan que repitan las fórmulas y concepciones losó cas,
axiológicas, ins tucionales, del Norte. Pero es importante tomar conciencia
de ese pensamiento para no reproducir las líneas abismales.
La primera condición para superar ese pensamiento, es la co-presencia
radical. Sousa Santos llama así, a sen rnos contemporáneos y esto supone
deses mar la línea de progreso. También apela a una ecología de saberes que
reconoce una pluralidad de conocimientos. Los dis ntos saberes deben abrir
un diálogo mutuo. Para una mejor comunicación, debe exis r una traducción
intercultural. Es decir que la ecología no se limita a valorar únicamente al
conocimiento cien co. La ciencia es parte de esa pluralidad de
conocimientos, pero no es la forma universal y exclusiva. Todo conocimiento
ene límites internos y externos. Y la jerarquía de conocimientos depende
del contexto.
“El pensamiento moderno no ene la misma signi cación para el
Nordatlán co, centro de poder que ene que jus car su dominación del
mundo, y para La noamérica que sufre la dominación. Repe r el
pensamiento europeo a la europea, siguiendo la guía de los manuales
importados o de los aquí copiados es, desde este punto de vista, no entender
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ni las ideas ni los hechos. Es dejarse colonizar ideológicamente” ( Germán


Marquínez, 15 de agosto de 1979, p. 39)
En el derecho, también podemos decir que copiamos mecanismos y normas
europeas. Desconocemos la forma de administración de jus cia de los
Pueblos Originarios. Desconocemos la experiencia y el saber aplicado durante
siglos por nuestra propia cultura para resolver con ictos. No nos
preocuparnos si esas normas resultan extrañas a nuestra historia, las
reiteramos .
En el derecho moderno, “lo legal y lo ilegal son las dos únicas formas de
exis r ante la ley y, por esta razón, la dis nción entre ambos es una dis nción
universal. Esta dicotomía fundamental excluye todo un territorio social donde
la dicotomía sería impensable como principio organizador, es decir, el
territorio de lo sin ley, lo a-legal, lo no-legal e incluso lo legal o ilegal según el
derecho no reconocido o cialmente. De modo que la línea abisal que separa
el reino de la ley del reino de la no ley es la base de la dicotomía visible entre
lo legal y lo ilegal que organiza, en este lado de la línea, el reino de la ley”
(Sousa Santos, 2019, p. 588)
Sousa Santos propone la reconstrucción intercultural de los derechos
humanos. No desconoce que el origen del concepto de derechos humanos
estuvo en Occidente. Sin embargo “se han desarrollado discursos y prác cas
contrahegemónicas de derechos humanos, se han propuesto concepciones no
occidentales de derechos humanos, se han organizado diálogos
interculturales de derechos humanos” (Sousa Santos, 2010, p. 70).
Reivindica la construcción de un concepto de derechos humanos, poscolonial
y pos imperial
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De allí que frente al conocimiento imperial del mundo occidental que produjo
un epistemicidio, reivindica el derecho al conocimiento y a conocimientos
alterna vos. Frente a la recíproca producción de víc mas y vic marios, es
necesario hacer posible un pasaje desde el colonialismo a la solidaridad. Es
necesario hacer una dis nción que no hace el liberalismo entre víc ma y
vic mario.
Frente a la sistemá ca violación de derechos humanos, a través de la
imposición masiva de miseria, empobrecimiento cultural y destrucción
ecológica, corresponde el derecho de llevar al capitalismo histórico a
enjuiciamiento de un tribunal mundial.
Frente al derecho de propiedad concebido como un derecho individual,
occidental y centro de la línea divisoria entre Norte/ Sur, propone el derecho
a una transformación del derecho de propiedad orientada a la solidaridad.
Incluye nuevas categorías jurídicas: Naturaleza y Generaciones futuras. Busca
el derecho al reconocimiento de derechos a en dades incapaces de ser
tulares de deberes concretamente la naturaleza y las generaciones futuras.
Siguiendo la explicación de Sousa Santos, Shivji propuso el derecho de los
Pueblos a la autodeterminación como central en el contexto africano, un
derecho que encarna la principal contradicción entre el imperio y sus aliados
frente a los Pueblos. Rescata el derecho a la autodeterminación democrá ca
tal como podemos leer en la Declaración de Argel de 1976.
Pero para alcanzar esos derechos, es fundamental el derecho a organizar y
par cipar en la creación de derechos
La propuesta de la Filoso a la noamericana y también de la Epistemología de
sur, es que el punto de par da de nuestro pensamiento no sean ideas (como
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lo proponía la modernidad) sino que partamos de la realidad en que nos


encontramos.

IX. Giro decolonial


Cuando hablamos de giro, pretendemos resaltar la importancia de un tema:
En este caso, la cues ón de la colonización. Un sistema mundo que rompió
con el orden anterior e implantó nuevas reglas, nuevas visiones, nuevas
miradas, las de la colonización. Pero no solo las implantó en un con nente
sino que jó nuevos patrones mundiales.
Aún cuando el proceso de descolonización se dio en nuestro país y otros
la noamericanos en el siglo XIX, con nuó cierto colonialismo interno o
neocolonialismo por el cual esos patrones nos siguen gobernando.
Fue sobre nes del siglo XX que comienza a tomar auge la idea decolonial.
Dis ntos pensadores proponen una decolonialidad, una transformación de
ciertas estructuras de poder y crear otras, respecto del:
• Del poder (Aníbal Quijano): Patrón mundial basado en la idea de raza
aunque no incluye necesariamente relaciones racistas de poder. El
capitalismo global hace referencia a la ar culación estructural de todas
las formas conocidas históricamente de explotación, esclavitud,
servidumbre, producción mercan l, trabajo asalariado, bajo la
hegemonía de la relación capital – salario en la que observa un
entrecruzamiento entre trabajo y raza.
• Del saber: (Lander) Preponderancia de la visión eurocéntrica en la
epistemología que busca reproducir formas de pensamiento colonial
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• Del ser (Mignolo , Maldonado): Remarcar los efectos que produce la


experiencia de la condena de vivir bajo la culpa y deuda de exis r como
grupos some dos
• Del género (María Lugones): El dominio de una mirada de género
binaria y jerárquica.

X. Tensiones

Mencionaremos las tensiones más importantes entre las visiones señaladas y


aún no resueltas:

Sobre la persona: ser fragmentado (Razón) vs integralidad;

Sobre la relación con los otros: individualismo vs solidaridad y cooperación;


Sobre la relación con la naturaleza: Recurso para enriquecerse vs pertenencia
a la naturaleza y respeto, relación de hermandad y equilibrio.

Sobre la cultura: monoculturalidad y homogeneización vs pluriculturalidad e


interculturalidad.

También estas tensiones se observan en el derecho: uniformidad jurídica,


tecnocrá ca, burocra zada, puni vista vs pluralidad jurídica, par cipa va y
democrá ca, desburocra zada, con eje en la libertad y el equilibrio.

XI. Los derechos humanos en el actual desarrollo capitalista


El pensamiento liberal económico clásico, representado en Adam Smith,
concibe al mercado como una armonía preestablecida, un sistema
autorregulado. No requiere intervención de otros campos, como el polí co.
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Los crí cos del capitalismo aclaran que ese equilibrio supone un desequilibrio
previo que persis rá y que jamás puede eliminarlo. El crecimiento de
produc vidad y el rendimiento superior del trabajo, bene cia al empresario
pero se adquiere al precio de la aniquilación de la fuerza del trabajo y muchas
veces de dañar el ambiente. “El mercado no puede dejar de producir este
mar rio, porque sin él no podría producir el equilibrio de la armonía de Adam
Smith”. (Hinckelammert, 2006, p. 244) Para Marx, esta destruc vidad es auto
destructora. No es una simple destrucción de otros sino que llega un
momento que es destructora para el mercado mismo.
Nada dice Smith de la explotación de trabajadores ni tampoco de la
depredación de la naturaleza.
Las crisis cíclicas del capitalismo, cada vez más frecuentes y más profundas,
nuevamente nos ubican ante una situación muy crí ca, de desempleo,
pauperización y a la vez de concentración de riqueza cada vez mayor. La crisis
económica y nanciera está intrínsecamente ligada a la crisis ambiental y
genera problemas preocupantes sobre la sobrevivencia humana.
Los capitalistas jus can este proceso en razón del desarrollo tecnológico y
de los avances cien cos. Ese logro lo adjudican a la inversión económica que
hacen.
El comportamiento de las grandes empresas se caracteriza por discriminar,
empobrecer, producir daños ambientales y en la salud, que
excepcionalmente reparan. Su accionar es absolutamente abusivo y dañoso
para la comunidad. Los defensores de derechos humanos reclaman que las
empresas deben respetar los derechos humanos.
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Durante largo empo prevaleció la voluntariedad frente a quienes exigen


normas sobre responsabilidades de las empresas transnacionales
obligatorias.
En estos úl mos años se deba eron Principios Rectores sobre las empresas y
los Derechos Humanos (PR). Pero no incluyen mecanismos que incorpore un
enfoque de par cipación empoderada.
Como advierte Meyersfeld hay problemas estructurales en la arquitectura de
estos Principios Rectores. Buena parte de los Estados que deben limitar el
comportamiento destruc vo de las grandes corporaciones, son muy débiles,
con menguados presupuestos y demasiada deuda. Buscan atraer la inversión
a través de la reducción de protección legal. Esta situación no conlleva a
modi car la conducta de las grandes empresas (César Rodríguez Garavito
(Editor), 2018, p. 24)
Esta ausencia de medidas que impele a modi car la conducta empresarial,
despertó simpa a en ese sector que otorgó el inmediato apoyo del Norte
Global, de sus grandes empresas.
El fracaso principal del diseño actual de Principios Rectores parte de que no
ene en cuenta de forma sistemá ca la par cipación empoderada de los
ac vistas o militantes sociales, de los actores reales que sufren las
consecuencias del proceder de las grandes corporaciones. (César Rodríguez
Garavito (Editor), 2018)
Del mismo modo debe considerarse la situación con la problemá ca de la
deuda externa. Bohoslavsky como experto en deuda externa de Naciones
Unidas también indicaba que las empresas de negocios nancieros, incluidos
los llamados fondos buitres, se encuentran “obligados a respetar los derechos
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humanos y deberían ejercer la debida diligencia en materia de derechos


humanos para iden car, prevenir, mi gar y dar cuenta de los impactos
nega vos sobre los mismos tal como se indica en los Principios rectores sobre
Empresas y Derechos Humanos (en par cular los Principios 11, 12, 13, 15,
17)”
Los expertos en deuda externa designados por las Naciones Unidas hicieron
informes detallados sobre los daños y efectos nega vos que produjeron las
polí cas promovidas por el FMI.
El Comité de Derechos económicos, sociales y culturales, a rmó en la
Declaración “Deuda pública, medidas de austeridad y Pacto Internacional de
Derechos económicos, sociales y culturales” que “Todo Estado parte que
aspire a recibir asistencia nanciera debe tener presente que toda condición
injus cable impuesta en la conexión de un préstamos que obligue al estado
adoptar medidas regresivas en la esfera de los derechos económicos, sociales
y culturales cons tuirá una violación del Pacto”.
También el Comité de DESC salió al cruce del FMI y del BIRF en
interpretaciones que desconocen los derechos humanos. “Como organismos
especializados de las Naciones Unidas, el FMI y el BIRF enen la obligación de
actuar con arreglo a los principios de la Carta de Naciones Unidas que
establece la efec vidad de los derechos humanos y las libertades
fundamentales como uno de los propósitos de la Organización, que deben
alcanzarse, en par cular, por medio de la cooperación económico y social
internacional” Dichas ins tuciones “están obligadas a respetar los derechos
humanos, enumerados, en par cular , en la Declaración Universal de
Derechos Humanos, que forman parte del Derecho internacional
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consuetudinario o de los principios generales del derecho, ambos fuentes del


derecho internacional”
Una Carta Abierta dirigida por cuatro relatores especiales (ONU) y el
presidente del Comité DESC al FMI, recordó sus deberes legales en materia de
derechos humanos. El FMI también debe rendir cuentas en toda la gama de
obligaciones en materia de derechos humanos.
El FMI, cuyas autoridades no son elegidas democrá camente, impone
medidas económicas sin respetar la soberanía de los países, poniendo en
crisis al mismo derecho internacional.
La resolución del Consejo de Derechos Humanos de Naciones Unidas del 5 de
julio de 2012 rea rma que los ajustes estructurales, las reformas impuestas
en condiciones abusivas, enen consecuencias nega vas en la capacidad de
los gobiernos para cumplir sus obligaciones en materia de derechos humanos
especialmente derechos económicos, sociales y culturales. El aumento de la
carga de deuda de los países en desarrollado más endeudados y el excesivo
costo del servicio es insostenible y abusivo por los organismos acreedores.
El experto independiente Lumina elaboró “Principios rectores sobre la deuda
externa y los derechos humanos” con el obje vo de equilibrar las obligaciones
contractuales de los estados deudores y acreedores derivados de acuerdos
sobre deuda externa y las obligaciones jurídicas internacionales de los
deudores y acreedores de respetar, proteger y ejercer todos los derechos
humanos, especialmente los derechos económicos, sociales y culturales.
Sin embargo, pasan los años y estas polí cas no se modi can. En el caso
argen no, las deudas contraídas con el FMI fueron durante la dictadura de
1976 a 1983 en circunstancias cues onables y con posible complicidad
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corpora va. En la causa Olmos, se reconoció múl ples ilegalidades pero no se


promovió la revisión del acuerdo ni ninguna consideración hacia el país. Más
recientemente también hubo un nuevo acuerdo entre Macri como Presidente
de Argen na con el FMI, sin respetar la norma va vigente, sin previas
auditorías e incumpliendo el Estatuto del FMI. Por ende, es de dudosa
legalidad. La inves gación judicial está pendiente.
Los datos que se proporcionan desde organismos no gubernamentales como
Oxfam muestran a nivel global el desinterés prevaleciente por el bienestar
general y el crecimiento de la desigualdad: En un informe publicado el 20 de
enero de 2020, en su prensa, previo al Foro económico de Davos, señala que
2153 milmillonarios poseen más riqueza que 4600 millones de personas (un
60% de la población mundial). En América La na, esta diferencia se agudiza;
los más poderosos concentran el 83% de la riqueza. (www.oxfam.org/es/
informes)
En este siglo XXI aumentan las deudas externas que son una herramienta de
some miento e imponen ajustes y medidas del Fondo Monetario
Internacional desconociendo los derechos soberanos de los países.
Es el triunfo del desequilibrio y de la permanente incer dumbre, del hombre
económico y egoísta que construyó una é ca del mercado como única é ca
que además se transformó en la é ca de la irresponsabilidad en palabras de
Hinckelammert (2006, p.302).
Como indica la socióloga Sassia Sasken, el nuevo siglo se caracteriza por
“formaciones predatorias” que son complejos instrumentos de polí cas
públicas, avances tecnológicos, nancieros y de mercado al servicio de los
más poderosos.
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Desde 1980 se evidencian dos cambios:


1) Las áreas se transforman para concretar operaciones económicas claves
ú les para la acumulación del capital. 2) El predominio de las altas nanzas
que se rigen por la lógica extrac vista.
Los efectos que produjeron son el debilitamiento de estado, las restricciones
en gasto público, la falta de cobro de impuestos a las grandes corporaciones y
demás polí cas a su favor.
Todo esto genera graves con ictos sociales (desempleo, bajos salarios,
enorme desigualdad). A amplios sectores de la población se los expulsa y
pasan a ser invisibles. Pero en este periodo se sufrieron expulsiones de miles
de familias de sus viviendas por falta de pago de las hipotecas. Se expulsó a
los desplazados, por diferentes mo vos: guerras, hambrunas, y por
adquisiciones de grandes extensiones de erra para la ac vidad extrac va.
Estos desplazamientos producen daño de modo con nuo, sin ninguna
medida de prevención, sin ningún compromiso de reparar. Unas pocas
personas se adueñan de territorios y riquezas y luego se fugan mientras en
forma permanente personas y pueblos quedan abandonados.
No es el cuidado del ser humano, el cuidado de la Vida, lo que prevalece.
Pues no se toman medidas para evitar la destrucción de la naturaleza ni
tampoco se toman medidas para evitar el padecimiento de niñxs y
adolescentes que sufren hambre y múl ples necesidades o de trabajadores
con bajos salarios o que trabajan en condiciones no dignas o con suma
precariedad. No se vela por las mujeres ni por las personas con discapacidad.
Buscan el debilitamiento de sindicatos y de todas las organizaciones sociales
que de enden derechos de nuestro Pueblo.
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Este con icto ene rasgos regionales (Chile, Perú, Argen na). Es comprensivo
de una realidad de empobrecimiento y de represión hacia amplios sectores
populares en el mundo. Aunque valga decir que en muchas regiones
la noamericanas cada vez gana más adhesión y apoyo la cosmovisión de los
Pueblos Originarios.

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Corte Internacional de Jus cia del 27 de junio de 1986, caso rela vo a las
ac vidades militares y para militares en Nicaragua y contra Nicaragua
(Nicaragua contra Estados Unidos de América)
CIJ, Opinión consul va del 11 de abril de 1949, Reparación por daños sufridos
al servicio de Naciones unidas
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