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EL BOSQUE Y EL LEÑADOR

• Perdió o rompió un Leñador el mango de su hacha, y mientras reponía,


tuvo la Selva algunos días de descanso. Nuestro hombre le suplicó por
fin humildemente que le permitiese tomar una sola rama, para hacer otro
mango; prometió que marcharía a ganarse la vida a otra parte, que
dejaría en pie esta y aquella encina, este y aquel abeto, que todos
admiraban por sus años y frondosidad.

• La inocente selva le proveyó de nuevas armas. Bastante lo sintió. Apenas


tuvo mango el hacha, sirvióse de ella el Leñador para despojar a su
bienhechora de sus mejores galas. Gemía la Selva a todas horas; su
propio don era el instrumento de su suplicio.

• Así procede el mundo: el beneficio se emplea contra el que lo hizo.


Cansado estoy de decirlo. La ingratitud está de moda.

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