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FÁBULA “EL GRILLO Y EL LEÓN” (Autor: Anónimo)

Sobre la verde hoja de una enredadera, un grillo enamorado cantaba todo el día,
recordando a su amada.
Tenía por vecino a un león, tan viejo y amargado que ya no se acordaba de lo
que es el amor. Cansado de oír siempre el mismo canto, el león se acercó un día a la
enredadera y la sacudió de un zarpazo. El grillo cayó a tierra y quedó atontado por el
golpe.
Cuando por fin pudo recuperarse, se plantó fuerte sobre sus patas y enfrentó al
león:
- Te crees que porque eres grande puedes llevarte el mundo por delante. ¡Jamás olvidaré
esta ofensa! - gritó el grillo, enojado.
- ¡Jo, jo, jo! ¿Todavía tienes fuerzas para cantar? Te aseguro que yo no estoy de humor
para conciertos - se burló el león.
Pero no es tan fácil hacer callar a un grillo. Y mucho menos a éste, que era muy
valiente, y tenía respuesta para todo.
- Te aprovechas porque eres grande y yo soy chiquito y estoy solo. Pero si llamara a mis
amigos, te tendrías que callar - replicó el grillo.
Y así siguieron discutiendo durante horas y horas.
-Eres un monstruo peludo y feo - decía el grillo.
- Y tú un músico desafinado - opinaba el león.
Finalmente decidieron batirse a duelo al día siguiente. Cada uno pelearía
acompañado de sus amigos.
Y llegó el gran momento. La selva estaba en silencio. El león se presentó
seguido por los animales más grandes: osos, lobos, tigres, elefantes, rinocerontes. El
grillo, por su parte, tenía un ejército de abejas, avispas, mosquitos y tábanos.
Seguro del triunfo, el león se dirigió a sus amigos y rugió:
-¡Adelante! ¡Acabemos con esta molestia chillona que es el grillo y sus amigos! -
Y el grillo gritó a su compañía, con toda la fuerza que tenía:
-¡Al ataque, compañeros! Somos chiquitos pero poderosos. Vamos a demostrarles los
animales gigantes de lo que somos capaces de hacer -
Y así empezó la batalla. Al principio todo era confusión. Los animales grandes
daban ciegos zarpazos en el aire y mordían el vacío. Por su parte, los animales pequeños
tenían mucho lugar donde atacar. Con sus peligrosos aguijones, se arrojaban sobre los
hocicos desprotegidos.
Después de un rato, el león y sus amigos estaban más ocupados en rascarse que
en luchar. Y, aterrados por los zumbidos, escaparon en completo desorden. El grillo y su
ejército contemplaron triunfantes la fuga. Y desde entonces fueron respetados a pesar de
su tamaño.
Cuidado con los chiquitos que pueden volverse grandes cuando se saben
defender.

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