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Buenos Aires, el castillo de los zombis

Por Alberto Moroy

En la esquina de la Av. Luis María Campos y José Hernández, barrio de Belgrano (Buenos
Aires), en los comienzos del siglo pasado, se construyó el llamado «Palacio de los
Leones», una excentricidad de un italiano muy rico.

Era una construcción con reminiscencias medievales, rodeada de jardines y un pórtico con
dos leones. La vista era inmejorable, el Rio de la Plata llegaba a pocos metros.
Lamentablemente, no existe más. Se dice que fue mandado construir por el conde Patrizio
Ernesto di Castiglioni, oriundo de Savigliano (Piamente), Italia en 1907. Siendo joven había
luchado contra los austriacos como oficial de artillería. Estando cautivo en Austria y a fin de
evitar los trabajos pesados propios de un prisionero de guerra, comenzó a mostrar sus
habilidades como mago y nigromante (invocación de los espíritus).

En 1867 inició una gira por México y Estados Unidos. En 1873 viajó a Haití en busca de los
secretos ocultos del vudú negro y el consiguiente poder de revivir a los muertos. En 1875
llegó a Argentina.

Los hombres sin alma 1932 (https://www.youtube.com/watch?v=Dx5vyashFHs)


Ubicación cerca de la Estación Barrancas de Belgrano

Así estaba en 1932

Continúa «la Historia»


Cuando el italiano desapareció, la mansión fue subastada y la adquirió el Dr. Teófilo
Lacroze, hijo de Federico (creador de la primera línea de tranvías de la ciudad de Buenos
Aires). Se desconocen las razones, pero los Lacroze la abandonaron enseguida, y la
tapiaron. Allí comenzaron los rumores de quejidos y ruidos extraños, chistidos al pasar y
una mujer vestida de celeste que se asomaba por entre la vegetación casi selvática que
había invadido el parque e incluso salía a la vereda. Empezó a correr el rumor de que había
muerto uno de los serenos y entonces ni siquiera los policías se atrevían a vigilar hasta la
casa «del mago italiano”.
Zombis de película

La boda

La tradición oral del Palacio


Desde su arribo a Buenos Aires, Patrizio di Castiglione, se codeó con lo más granado de la
sociedad porteña. En noviembre de 1906, en el palacio de la familia Miró, conoció a la
joven Amalita Oromí, comprometida en matrimonio con Daniel Requijo. Patrizio, inició un
asedio constante de Amalita, que por ese entonces no superaría los 20 años de edad. Era
de esas niñas que adoraba la sociedad porteña de comienzos del siglo XX. Alegre,
candorosa, lectora de novelas rosadas. Era delgada y pálida, de cabello profundamente
oscuro, con ojos claros y penetrantes. Claramente se contraponía con el modelo de mujer
de la época, robusta y rozagante, ingredientes propios de la buena salud por aquel
entonces.

Castiglione intentó todo para conquistarla. La joven rechazaba cada avance del noble
piamontés. Alhajas, flores, vestidos, nada lograba convencer el espíritu de Amalita Oromí.
Harto del hostigamiento y de lo que consideraba una ofensa a su honor, Requijo, en un
acto caballeresco, desafió a duelo al propio Patrizio. El lugar elegido para el lance fueron
unos terrenos de la costa de Tigre. Daniel Requijo apareció ahogado en las aguas del Río
de la Plata. Se supone que iba camino a Tigre, a encontrarse con el Conde. Nunca cayeron
sospechas oficiales sobre el mago Castiglione por el hecho. En cambio, muchos hablaron
de la «maldición del italiano» y atribuyeron la muerte de Requijo a sus poderes
sobrenaturales.

Libre de Requijo, a los pocos meses, el conde reinició el asedio amoroso sobre Amalia. Así,
concertó con su padre, Don Eugenio Oromí, el matrimonio con ella. De nada valieron las
resistencias de la joven. Se impuso la fecha de la boda para el 28 de septiembre de
1907.La semana antes de la boda, Amalia Oromí cayó enferma. Nada pudieron hacer los
facultativos y el 28 de septiembre, Amalita Oromí murió.

La prima de la difunta, Virginia Acosta Oromí, acusó abiertamente al conde de Castiglione


de tener tratos con el Diablo y ofrecer la vida de Amalia como una suerte de macabro
sacrificio. Amalia Oromí, envuelta en un negligé celeste, recibió su cristiana sepultura en la
tumba familiar del Cementerio de la Recoleta.

Oscurantismo
La tradición oral asevera que Patrizio de Castiglione logró revivir a su amada. La misma
noche en que Amalita Oromí fue enterrada, “il conte Patrizio” se presentó en la Recoleta,
invocó a las fuerzas del Espíritu de Luz e hizo que la muchacha abandonara el féretro.
Amalia Oromí era una muerta viva, sin voluntad, sujeta a los designios del conde de
Castiglione. Sus ojos claros y penetrantes habían desaparecido. Sólo quedaban dos
cuencos blancos, reflejo de la posesión de su alma por el piamontés. Ahora sería su
esclava. Aquello que no había podido tener en vida, lo tendría en la muerte. La leyenda
dice que Amalia fue llevada a vivir por Patrizio al Palacio de los Leones. Era la Zombi
Blanca.

De noche, solía vérsela deambular sin compañía, sin sentido, por el extenso jardín que
tenía la propiedad. Incluso, se asomaba a la vereda. En determinadas ocasiones gritaba,
aunque algunos afirmaban haber escuchado, también, un lamento profundo, gutural, que
venía del interior del Palacio. Los padres y hermanos de Amalita, alertados por los rumores,
fueron un día hasta el cementerio y abrieron la sepultura. A todos los invadió el horror
cuando encontraron el féretro vacío.

Los fantasmas (Caras y Caretas 1932)


En 1932 Caras y Caretas sacó un artículo. Se tituló “Castillo de los Fantasmas en la
Barranca de Belgrano”, y agregaba: hace muchos años que permanece cerrado. Su dueño
el doctor Lacroze no quiere alquilarlo ni venderlo.

La casa, permanece vacía. Nadie vive en ella, ni siquiera su propia cuidadora. Los vecinos
me cuentan que hace varios años, un hombre joven fue contratado como sereno, de la
finca. Al día siguiente, amaneció con el cabello blanco. Dos semanas después lo
encontraron muerto de un síncope cardíaco. Casualidad seguramente o chisme de
comadres. Asimismo se cuenta que dos jóvenes de Belgrano, hicieron hace seis años una
apuesta con varios amigos. Estaban resueltos a desafiar a los fantasmas permaneciendo
de noche en el castillo. Llevaron una canasta de fiambres y, a escondidas de la policía,
escalaron la verja y penetraron en la casa encantada. Ambos jóvenes pasaron la noche en
la casa, pero, a mediodía, cuando los amigos fueron a buscarlos, uno estaba muerto. El
otro había perdido la razón.

La persona encargada actualmente de cuidar la propiedad, tampoco duerme en el mismo


castillo. Es una buena señora española que vive a los fondos, en las dependencias de otra
propiedad del doctor Lacroze, lindera del castillo A través de la reja esta señora me cuenta
que cierta vez el sereno descubrió varias sombras humanas que, a medianoche, vagaban
por el jardín agitando los brazos. El sereno descargó su revólver sobre los fantasmas. Uno
de ellos cayó herido. La policía comprobó que se trataba de caballeros doctos en
espiritismo. Se habían refugiado en la regia mansión atraídos por el encanto del misterio. El
herido era el «médium”.

La Nación, Martes 14 de diciembre de 2010


Frente al actual Club Belgrano, calle José Hernández, se erigía el imponente «Palacio
Encantado» de estilo medieval, que había ordenado construir un comendatore (caballero)
italiano, que luego fundió su fortuna y debió abandonar el país. Tiempo después, la
propiedad, de dos plantas y un doble mirador, fue adquirida por la familia Lacroze.

Sin motivos declarados, sus nuevos propietarios decidieron tapiar las puertas y ventanas,
clausurar los portones y emprender la retirada. Enseguida comenzaron a tejerse leyendas
urbanas y quienes merodeaban la zona aseguraban escuchar por las noches crujidos,
ruidos, lamentaciones y chistidos, por lo que nadie quería custodiarlo. Mucho menos desde
el día que trascendió que un sereno contratado murió sorpresivamente. Los sucesores de
los Lacroze enajenaron el castillo y ya en ruinas fue demolido. Hoy se levantan en la zona
distintos establecimientos, entre ellos, el Sanatorio de la Sagrada Familia.

¿Quién era Ernesto Patrizio de Castiglione?


Revista el Mosquito Teatro de la Victoria y Colon Buenos Aires 18 de octubre 1875

Diario Los Andes de Mendoza, 28 /11/2007


Desde muy joven se dedicó a la magia y al ilusionismo. Viajó por todo el mundo y visitó por
primera vez la Argentina en 1875. En ese año, realizó un duelo de magia con otro famoso
ilusionista llamado Nicolás. La prensa porteña publicitó este acontecimiento con bombos y
platillos. A principios de 1885 estuvo de gira en España con su compañía y un tiempo
después llegó a Buenos Aires, para seguir hacia el interior de nuestro país y luego hacia
Chile. El Conde Patrizio estaba considerado como uno de los magos e ilusionistas más
importantes de todos los tiempos, como Fu Manchú, el mago Nicolás, Pasman el ‘Hombre
Radar’, Príncipe Misterio, Fantaseo, el Gran Faluggi y, por supuesto el más grande de
todos los grandes, Harry Houdini.

Publicidad de Ernest Patricio 1873 Francia

Una noche mágica en Mendoza


Al llegar la noche, cientos de personas se agolpaban en la entrada del teatro Municipal para
ver al mago e ilusionista Conde Patrizio. La expectativa era muy grande entre el público
que estaba haciendo fila a las puertas del teatro. Los más rezagados se bajaban de los
coches y súbitamente trataban de ocupar un lugar en la cola. Se podía apreciar a varios
personajes de la sociedad mendocina que charlaban haciendo el comentario de la
presentación. Las puertas del establecimiento se abrieron y los parroquianos comenzaron a
acceder al interior y se sentaron en los palcos y demás lugares. En el escenario se podía
ver algunos auxiliares de Conde Patrizio, quienes acomodaban diferentes elementos para
el espectáculo del mago. Detrás del escenario había un telón totalmente negro.
Faltaban pocos minutos para iniciar la función y se podían sentir las voces en toda la sala,
hasta que se anunció la presentación de Conde Patrizio. De repente hizo su aparición el
gran mago, vestido de frac. negro con camisa blanca y moño del mismo tono, lo
acompañaba una chistera muy brillante y un bastón.

Comenzó haciendo grandes trucos con los naipes de póquer. Luego le pidió a un
espectador que subiera al escenario y lo ayudara. Anunció que adivinaría con su poder
mental cuáles cartas tenía el ayudante. Inmediatamente comenzó a adivinar cada una de
ellas. El público aplaudió con ganas. Posteriormente, ejecutó otros pases de magia con
cajas en las que aparecían conejos. Todos quedaron sorprendidos. Hacía desaparecer y
aparecer todo tipo de objetos. Los ojos de los mendocinos no podían creer lo que estaban
viendo. Lo mejor estaba por venir: con un magnetismo increíble pudo hipnotizar a un
espectador; esto colmó a los que se encontraban en la sala.

Cuando la función terminó, la mayoría del público salió en estado de conmoción. Un


cronista escribió: “El conde Patrizio de Castiglione es un verdadero diablo, un brujo
consumado”. Carlos Campana.

Del autor
Este cuento bien pudo ser una truculenta historia, pero no lo es ¡No calza nada del «conde»
con este castillo! Patrizio no era conde, si un ex soldado devenido en mago y de los
mejores, con exhibiciones por todo el mundo.

Nació en 1845 en Italia. Vino a Argentina en dos ocasiones 1875 y 1885 cuando ya tenía 40
años. Por lo tanto si hubiese sido quien construyó el Castillo de los Leones en 1907,
hubiese tenido 62 y difícilmente hubiese estado persiguiendo jóvenes de 20 años. Dicen
que murió en 1895/96, doce años antes de la construcción del castillo. Los apellidos usados
como el de la joven “zombi» Amalia Oromi existen, solo que con ese nombre la genealogía
no tiene rastros, tampoco el de su novio Daniel Requijo. El dueño del castillo no era el
conde sino il comendatore Juan Ditto, el mismo que cometió las estafas con las jubilaciones
(Atribuidas al conde).

Treinta años después, la revista porteña Caras y Caretas dice: Su dueño primitivo fue el
famoso financista «comendatore» Diatto (Juan), caballero italiano que fundó una extinguida
caja internacional mutua de pensiones. Formidable empresa que asombró a Buenos Aires
con la construcción veloz de casas de ocho pisos levantadas con las economías de la
gente sin plata. Espíritu extraño y laborioso, vivía en una constante atmósfera de rapidez,
de vibración, de vértigo. Hasta su cultura era vertiginosa. Nos lo prueba la extraña
arquitectura de la «Casa de los Fantasmas», mezcla de todos los estilos; casa ideada por
él sobre planos de su propio dibujo. Se le ocurrió vivir en un castillo digno de Ludovico el
Moro.

El interior del castillo no es menos raro que su frontispicio. Parece trazado por un lápiz
ebrio. Las habitaciones no se adaptan a la vida doméstica. Grandes salones interrumpidos,
de pronto, por un cuarto de baño; salas de baile que terminan en punta; piezas redondas,
triangulares, poligonales; corredores con curvas, en zig zag, como callejones de Venecia.
En resumen: la locura de Hamlet haciéndose una casa; la risa de Falstaff construyendo un
laberinto para sus carcajadas; los monstruos alzando una casa de títeres. Poco tiempo
alcanzó a vivir Juan Diatto dentro de ese castillo. Sus cálculos financieros sufrieron un
desastre. El polvo del derrumbe envolvió la fama millonaria del comendador. La
imaginación, madre de las matemáticas, suele ser madrastra de los números. Diatto se
marchó escondido `para nunca más volver.

http://curiosidadmisteriosa.blogspot.com.ar/2012/04/el-palacio-embrujado-de-belgrano.html
http://www.acciontv.com.ar/soca/bsas/fotos2/castillo.htm

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