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PRIMERA ESTACIÓN

JESUS ES CONDENADO
A MUERTE
Lector: Te adoranos, oh Cristo, y te bendecimos.
Todos: Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
Lector: El inocentísimo Jesús acepta por la gloria de Dios y la paz
entre los hombres la injusta sentencia de muerte pronunciada contra
El por Pilato.
Todos: Oh amorosísimo Jesús, por tu amor y en penitencia de mis
pecados acepto la muerte con cuantos dolores, penas y afanes me la
envíes.
Hágase, oh Señor, no mi voluntad, sino la tuya.
Lector: Señor, ten piedad de nosotros.
Todos: Ten piedad de nosotros.
En la Biblia: “Ellos insistían a grandes voces pidiendo que fuera
crucificado, y sus gritos resultaban violentos.
Y Pilato decidió que se hiciera como pedían. Dejó en libertad al que
pedían (Barrabás), el cual había sido encarcelado por sedición y
homicidio, y entregó Jesús a la voluntad de ellos”. (Lc. 23, 23s).

SEGUNDA ESTACIÓN
JESUS ES CARGADO
CON LA CRUZ

Lector: Te adoranos, oh Cristo, y te bendecimos.


Todos: Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
Lector: Jesús carga la cruz sobre sus hombros; Jesús Maestro nos
invita: “Quien quiera venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su
cruz y sígame”.
Todos: Sí, quiero ir en pos de ti, oh Maestro divino, mortificando mis
pasiones y aceptando mi cruz diaria. Llévame a ti, oh Señor. Angosta
es la senda, pero conduce al Paraíso. Durante el camino me apoyaré
en ti, mi guía y mi consuelo.
Lector: Señor, ten piedad de nosotros.
Todos: Ten piedad de nosotros.
En la Biblia: “Tomaron, pues, a Jesús, y cargando El la cruz, salió hacia
el lugar llamado Cráneo, en hebreo Gólgota”. (Jn. 19,17).
TERCERA ESTACIÓN
JESUS CAE BAJO
EL PESO DE LA CRUZ
Lector: Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
Todos: Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
Lector: Jesús, quebrantado por la agonía del Getsemaní, martirizado
por la flagelación y coronación de espinas, exhausto por el ayuno, cae
por primera vez bajo el enorme peso de la cruz.
Todos: Jesús cayó sostener a los que caen.
Las tentaciones del demonio, del mundo y de la carne son muchas. Oh
Señor, no nos dejes caer en la tentación, más líbranos de todo mal,
pasado, presente y futuro.
Lector: Señor, ten piedad de nosotros.
Todos: Ten piedad de nosotros.
En la vida: “Cuando el desaliento, compañero inseparable de la
confianza, venga a tentarnos, volvamos nuestros ojos y nuestro
corazón a Jesús, que se levanta de esa tierra en que ha caído bajo el
peso de su cruz, y que nos invita a subir con El hasta la cumbre del
Gólgota. ¡No podemos dejarle solo!”. (A. Moreno).
CUARTA ESTACIÓN
JESUS ENCUENTRA A SU
SANTISIMA MADRE
Lector: Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
Todos: Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
Lector: Jesús, con la cruz a cuestas, se encuentra con su Madre,
traspasada el alma por una espada de dolor. Unidos están en un
mismo dolor, el corazón de Jesús y el de María.
Todos: He aquí los dos corazones que tanto han amado a los
hombres y nada han escatimado por ellos. Oh corazones sacratísimo
de Jesús y de María, concededme la gracia de conoceros, amaros e
imitaros siempre mejor. Tomad entero mi corazón, a fin de que sea
siempre vuestro.
Lector: Señor, ten piedad de nosotros.
Todos: Ten piedad de nosotros.
En la Biblia: “Simeón los bendijo y dijo a María, su madre: He aquí que
este niño está destinado para ser caída y resurgimiento de muchos en
Israel; será signo de contradicción, y una espada atravesará tu alma,
para que sean descubiertos los pensamientos de muchos corazones”.
(Lc. 2, 34s).

QUINTA ESTACIÓN

SIMON CIRINEO AYUDA A


JESUS A LLEVAR LA CRUZ
Lector: Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
Todos: Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
Lector: Habiendo encontrado un hombre de Cirene, los judíos, con
simulada compasión, le obligan a llevar la cruz detrás de Jesús.
Todos: También yo estoy obligado a cooperar en la redención de las
almas, completando, con mis sufrimientos, la pasión de Jesucristo.
Acéptame, Maestro bueno, como pequeña víctima. Preserva del
pecado a los hombres, salva del infierno a los pecadores y libra de sus
penas a las almas del purgatorio.
Lector: Señor, ten piedad de nosotros.
Todos: Ten piedad de nosotros.
En la Biblia: “Verdaderamente Dios se esconde y va de incógnito
debajo de todo necesitado. Suplica compasión. Implora liberación.
Quiere ser auxiliado. Es importante saberlo. Pero más importante,
incluso decisivo, es ayudar, humillarse, tomar sobre si la cruz y
caminar junto al otro. Es la lección perenne que Simón de Cirene nos
legó””. (L. Boff).
SEXTA ESTACIÓN

LA VERONICA ENJUGA
EL ROSTRO DE JESUS
Lector: Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
Todos: Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
Lector: Movida a compasión, la Verónica enjuga el rostro de Jesús, y
Jesús la premia imprimiendo sus facciones en aquel lienzo.
Todos: Reconozco en esta piadosa mujer el modelo de las almas
reparadoras. Comprendo el deber que tengo de llorar mis muchos
pecados y todas las ofensas hechas a tu divina majestad. Oh Jesús,
imprime en mí las virtudes de tu sacratísimo corazón.
Lector: Señor, ten piedad de nosotros.
Todos: Ten piedad de nosotros.
En la Biblia: “Así como muchos quedaron estupefactos al verlo, por
estar tan desfigurado, por no parecer ya como un hombre, ni tener
cara como la de los hijos de los hombres, asimismo hará estremecerse
numerosas naciones”. (Is. 52, 14s).
SEPTIMA ESTACIÓN

JESUS CAE POR


SEGUNDA VEZ
Lector: Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
Todos: Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
Lector: Nuevamente desmayan las fuerzas de Jesús, y El, hecho
“oprobio de los hombres” y “desecho de la plebe”, cae por segunda
vez bajo la cruz.
Todos: Oh Maestro bueno, así tú descuentas nuestras recaídas en los
pecados cometidos por malicia, o por habernos puesto la ocasión.
Detesto, Señor, mis pecados, por ser ellos ofensa a tu majestad,
causa de la muerte de tu Hijo divino y mi ruina espiritual, y propongo
no cometerlos más en el porvenir.
Lector: Señor, ten piedad de nosotros.
Todos: Ten piedad de nosotros.
En la vida: “Examinemos con toda sinceridad las causas más ordinarias
de nuestra inconstancia: falta de vigilancia sobre nosotros mismos;
demasiada confianza en los medios humanos; abandono de la
oración; propósitos hechos a la ligera; falta de espíritu de
mortificación…” (A. Moreno).
OCTAVA ESTACIÓN

JESUS ENCUENTRA A LAS


MUJERES DE JERUSALEN
Lector: Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
Todos: Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
Lector: “Seguía a Jesús una gran multitud del pueblo y mujeres, que
se golpeaban el pecho y se lamentaban por El. Jesús se volvió hacia
ellas y les dijo: Hijas de Jerusalén, no lloren por mí; lloren, más bien,
por ustedes y por sus hijos”.
Todos: Me humillo por mis muchos pecados personales y por aquellos
que otros cometieron por mis malos ejemplos y las negligencias en mis
deberes. Oh Jesús, concédeme la gracia de impedir el pecado ajeno
con todos los medios a mi alcance; con las obras, el ejemplo, la
palabra y la oración.
Lector: Señor, ten piedad de nosotros.
Todos: Ten piedad de nosotros.
En la Biblia: “Cristo no cometió ningún pecado; pero, por nosotros, Dios
lo trató como si fuera pecador, para que nosotros, al estar unidos a
Cristo, lleguemos a tener la vida de rectitud que Dios quiere que
tengamos”. (2 Cor. 5,21).
NOVENA ESTACION

JESUS CAE POR


TERCERA VEZ
Lector: Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
Todos: Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
Lector: Jesús cae por tercera vez bajo la cruz, porque nuestra
obstinación nos llevó a repetir los pecados.
Todos: La obstinación ciega la mente, endurece el corazón y pone el
corazón y pone el alma en peligro de impenitencia final. Oh Señor,
concédeme la gracia de vigilar sobre mí mismo, ser fiel al examen de
conciencia y confesarme a menudo con las debidas disposiciones.
Lector: Señor, ten piedad de nosotros.
Todos: Ten piedad de nosotros.
En la vida: “Hay muchos que caen y vuelven a caer.

Un mecanismo pecaminoso los envuelve y los atrae continuamente


hacia la misma iniquidad. Jesús, cayendo por tercera vez, asume la
caída trágica de los pecadores. Su levantarse y volver a caminar los
salva”. (L.Boff)
DECIMA ESTACION

JESUS SE VE DESNUDADO
DE SUS VESTIDURAS
Lector: Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
Todos: Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo
Lector: Llegado al Calvario, Jesús es despojado de sus vestidos y su
boca amargada con una bebida de hiel y vinagre.
Todos: He aquí cuanto costaron a Jesús los pecados de ambición y
de gula. Oh Señor, concédeme la gracia de desapegar siempre más
mi corazón de toda vanidad y satisfacción pecaminosa, para buscarte
únicamente a ti, mi suma y eterna felicidad.
Lector: Señor, ten piedad de nosotros.
Todos: Ten piedad de nosotros.
En la Biblia: “Como perros de presa me rodean, me acomete una
banda de malvados. Mis manos y mis pies han traspasado. / Y
contaron mis huesos uno a uno.
Esta gente me marca y me vigila. / Reparten entre sí mis vestiduras y
mi túnica se juegan a los dos”. (Salmo 22, 17 – 19).
UNDECIMA ESTACION

JESUS ES CLAVADO
EN LA CRUZ
Lector: Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
Todos: Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
Lector: Los verdugos clavan en la cruz al Hijo de Dios, que sufre
espasmos indecibles, bajo la mirada de su afligidísima Madre.
Todos: Pertenecen a Jesucristo los que crucifican su carne con los
vicios y concupiscencias. Yo quiero ser de Jesucristo durante la vida,
en la muerte, en el juicio universal y por toda la eternidad. ¡Oh Jesús,
no permitas que me separe de ti!
Lector: Señor, ten piedad de nosotros.
Todos: Ten piedad de nosotros.
En la reflexión: “Cristo crucificado sufrió como debía sufrir una
Persona Divina, con sabiduría resignada, cediendo de mala gana a la
intrusión del dolor en la felicidad natural que le era propia; cediendo,
no obstante, con valentía, porque el hacerlo así significada salvación
para las almas que El llevaba en el seno de su amor”. (A. Vonier).
DUODECIMA ESTACION

JESUS MUERE EN
LA CRUZ
Lector: Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
Todos: Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
Lector: Durante tres horas sufre Jesús penas indecibles, y muere al
fin sobre la cruz, por nuestros pecados.
Todos: La muerte de Jesús se renueva diariamente sobre nuestros
altares, con la Santa Misa. ¡Oh Jesús amorosísimo! Concédeme la
devoción a la Santa Misa, a fin de que asista a ella a menudo y con las
disposiciones que tuvo tu santa Madre al pie de la cruz.
Lector: Señor, ten piedad de nosotros.
Todos: Ten piedad de nosotros.
En la Misa: “!Oh Jesús!, que, obedeciendo a la voluntad del Padre y
por la cooperación del Espíritu Santo, diste vida al mundo con tu
muerte, líbrame, por tu cuerpo y sangre sacratísimos, de todas mis
culpas y de todos mis males, y haz que yo me adhiera inviolablemente
a tus mandamientos, y no permitas que me separe jamás de ti”.
(Ordinario de la Misa).
DECIMOTERCERA ESTACION
JESUS ES BAJADO DE LA CRUZ
Y ENTREGADO A SU MADRE
Lector: Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
Todos: Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
Lector: La Madre Dolorosa recibe entre sus brazos al Hijo descendido
de la cruz.
Todos: María contempla en sus llagas la obra inhumana de nuestros
pecados y el amor infinito de Jesús por nosotros. La devoción a María
es un signo de salvación. ¡Oh Madre, acéptame como hijo,
acompáñame en la vida, asísteme cada día y especialmente en la
hora de mi muerte!
Lector: Señor, te piedad de nosotros.
Todos: Ten piedad de nosotros.
En la Biblia: “Estaban en pie junto a la cruz de Jesús su madre, María
de Cleofás, hermana de su madre, y María Magdalena. Jesús viendo a
su madre y junto a Ella el discípulo que Él amaba, dijo a su madre:
Mujer, he ahí a tu hijo. Luego dijo al discípulo: He ahí a tu madre. Y
desde aquel momento el discípulo la recibió consigo”. (Jn. 19, 25-27).
DECIMOCUARTA ESTACION
JESUS ES DEPOSITADO
EN EL SEPULCRO
Lector: Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
Todos: Que por tu Santa Cruz redimiste al mundo.
Lector: El cuerpo de Jesús, ungido con aromas, es llevado al sepulcro.
María esperaba con fe viva la resurrección de su Hijo, según Él lo
había predicho.
Todos: Creo firmemente, Dios mío, en la resurrección de Jesucristo,
como creo en la resurrección de la carne. Quiero resucitar diariamente
a nueva vida, a fin de merecer resucitar a la gloria en el último día.
Lector: Señor, ten piedad de nosotros.
Todos: Ten piedad de nosotros.
En la fe: “Jesucristo descendió para asegurarnos: ¡No teman; yo
poseo las llaves de la muerte; yo vencí a la muerte; yo abrí la puerta
de la soledad última; donde no había presencia alguna, allí estoy yo;
donde había un abandono final, allí está mi descanso; donde reinaba
la muerte en adelante morará la vida!”” (L. Boff).
DECIMOQUINTA ESTACION
JESUCRISTO RESUCITA
GLORIOSO DEL SEPULCRO
En la Biblia: “Pasado el sábado, muy de madrugada, el primer día de
la semana, fueron María Magdalena y la otra María a ver el sepulcro.
De pronto hubo un gran terremoto, pues un ángel del Señor bajó del
cielo, se acercó, rodó la piedra del sepulcro y se sentó en ella. Su
aspecto era como un rayo, y su vestido blanco como la nieve.
Los guardias temblaron de miedo y se quedaron como muertos. Pero
el ángel, dirigiéndose a las mujeres, les dijo: No teman, pues sé que
buscan a Jesús, el crucificado. No está aquí: resucitó como dijo”. ( Mt.
28, 1-6).
Lector: Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
Todos: Que por tu Santa Cruz y Resurrección redimiste al mundo.
En la vida: “Cristo resucitado debe ser nuestra alegría, porque su
Resurrección nos dice que está vivo, a nuestro lado, como vivo y al
lado estaba de los discípulos de Emaús, para decirnos, como a ellos,
que el fracaso, el desaliento, la desesperanza y la muerte no deben
tener cabida en el corazón de sus amigos, de los verdaderos
creyentes”. ( A. Valdés).
Al terminar el Viacrusis se puede rezar un Padrenuestro, Avemaría y
Gloria según las intenciones del Sumo Pontífice

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