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El Sino Trágico de

Galíndez
Galíndez denunció el régimen de Trujillo y le costó
la vida

Como es sabido, en la década del 40 el régimen


de Trujillo incorporó a las funciones públicas a
determinados refugiados republicanos españoles a fin de
aprovechar sus destrezas en campos específicos del saber y
de la administración. Muchas dependencias oficiales se
beneficiaron de esa inmigración positiva. Paradójicamente,
dos figuras que escalaron posiciones cimeras terminaron
sus días trágicamente, víctimas de la tiranía. La cercanía del
poder despótico, aún episódica, les cercenó la existencia.

Fueron los casos del gallego José Almoina Mateos -quien


llegó a ostentar la función de secretario particular
de Trujillo, siendo preceptor de su hijo Ramfis, así como
consejero y escribidor de dos obras de su esposa María
Martínez. Y del vasco Jesús de Galíndez Suárez –egresado
de Derecho de la Universidad Central de Madrid, profesor
de nuestra Escuela Diplomática y Consular, quien sirvió
como secretario del Comité Nacional de Salarios en el
Departamento de Trabajo y Economía.

A la pluma de Galíndez (1915/56) se debe La Era


de Trujillo: Un estudio casuístico de dictadura
hispanoamericana, escrita como tesis doctoral para la
Universidad de Columbia, donde era catedrático de
Derecho Público Hispanoamericano e Historia de la
Civilización Iberoamericana. Publicada post mortem en
1956 por Editorial del Pacífico en Chile, su texto conocido
de antemano por agentes trujillistas le costó la vida,
raptado el 12 de marzo de 1956 en el corazón de
Manhattan y trasladado narcotizado en avioneta a nuestro
país. Operación que dio origen a una cadena de asesinatos
para limpiar rastros. Incluidos los del piloto norteamericano
de Dominicana de Aviación Gerald Murphy y el oficial de la
AMD Octavio de la Maza.

Galíndez llegó a Ciudad Trujillo a finales de 1939 tras la


derrota republicana en la Guerra Civil (1936/39), al dejar
Madrid donde ejerció en la Delegación del Partido
Nacionalista Vasco y en la Brigada Vasca, luego de estancia
en Francia, aconsejado por el diplomático dominicano
Rafael César Tolentino.

“La mayoría de nuestros refugiados se dirigían a México,


pero yo tenía tan sólo 24 años, me sobraban ilusiones y me
resistía a ser uno más de la masa innominada. Necesitaba
un país pequeño a donde nadie fuera, sólo así tendría
oportunidades de abrirme paso”, nos relata el
propio Galíndez. Quien no esperaba que “tras de mí
cayeran en la República Dominicana entre 4,000 y
5,000 refugiados más”.
Antes de moverse a EEUU en 1946, ganó premio a la mejor
leyenda en el concurso literario del Centenario de la
Independencia con su trabajo “El Bahoruco. Leyenda del
Lago Enriquillo”, otorgado por los jurados Luis Alemar,
Guido Despradel y Vicente Tolentino. Parte del libro 5
leyendas del trópico (1944), con portada ilustrada por
Gausachs, que reeditara Taller.

En el pórtico de la obra el autor rinde homenaje “a la Isla


de Quisqueya, crisol de razas y antesala de América, por
cuyas selvas y ruinas vagan todavía espectros románticos
de indios masacrados y aguerridos colonos, de osados
piratas y esclavos de negra piel, susurrando leyendas y
recuerdos de siglos y razas que fueron; en el primer
centenario del pueblo que surgió en ella, con herencia de
siglos y optimismo de juventud; como tributo sincero de
gratitud hacia los hombres que en la desgracia me
brindaron un hogar.”

Ya en New York en febrero 1946, Galíndez se unió a los


trabajos del lehendakari José Antonio Aguirre,
representando en la recién creada ONU y ante el
Departamento de Estado al gobierno vasco en el exilio.
Desde su época dominicana el vasco venía vinculado a los
servicios de inteligencia de EEUU como informante, labor
que continuó en Norteamérica.

En NYC estudió a la colonia puertorriqueña. De ahí su


texto Puerto Rico en Nueva York: Aspectos de la Vida en el
Harlem Hispano publicado en 1950. Crítico de la izquierda
boricua y del congresista Vito Marcantonio, representante
del East Harlem por el American Labor Party, popular entre
italianos, borinqueños y los negros. Fichado por el FBI,
Marcantonio defendió en el Congreso a los nacionalistas y a
su líder Albizu Campos.

La conexión puertorriqueña relacionó a Galíndez con


Muñoz Marín, líder del Partido Popular y aliado del New
Deal del presidente Roosevelt, quien devendría adversario
tenaz de Trujillo en la política caribeña. A raíz de la
adopción en 1952 del Estado Libre Asociado, promovido
por el gobernador Muñoz Marín
(1949/64), Galíndez publicó “Nueva fórmula de
autodeterminación política de Puerto Rico” en el Boletín
del Instituto de Derecho Comparado de la UNAM.

En 2002, la prensa española consignó “que Galíndez se


resistía a desaparecer de los sumideros de la historia”,
dado al creciente número de biografías, ensayos, películas
de ficción y documentales surgidos sobre su caso.
Cargándole al PNV su tragedia, fruto de “una etapa turbia”,
al desaparecer en “la víspera de que la bandera franquista
ondeara por primera vez en la sede de las Naciones
Unidas”. Insinuando un trade-off tripartito entre
Washington-Madrid-Ciudad Trujillo, tras los pactos
EEUU/España de 1953 para instalar bases militares en la
península. España sería admitida en la ONU en diciembre
de 1955.

Tal las fuentes, Galíndez habría sido informante del FBI en


el país reportando actividades de grupos falangistas y
comunistas, bajo el código DR-10. En EEUU operaría como
el agente Rojas código ND-507, recibiendo paga por sus
servicios. Según el historiador alemán Ludger Mees,
catedrático de la Universidad del País Vasco, nuestro
personaje habría canalizado fondos a terceros por US$1
millón en los 6 años previos a su desaparición vía cuentas
cifradas, actuando como agente pagador. Parte de la
colaboración de la red vasca con los servicios de
inteligencia norteamericanos.

Se afirma que a su llegada a EEUU, “enseguida pasó a


formar parte de la nómina oficial de informantes que
dirigía el responsable del FBI, Hoover, y desde entonces
hasta su desaparición suministró al FBI cientos de informes
sobre las actividades pro comunistas en la comunidad
hispanohablante de Nueva York”. Con reportes regulares
sobre el Partido Nacionalista de Puerto Rico, el Comité para
la Unidad de Latinoamérica y la Brigada de Veteranos
Lincoln, “bajo sospecha de ser organizaciones comunistas”.

Galíndez escribió en la revista Alderdi en 1954: “Yo combatí


con las armas en la mano al fascismo y me opongo con
igual energía al comunismo, porque defiendo la libertad y
soy alérgico a lo que suponga dictadura. Por eso mismo
cada día me preocupan más ciertos giros ideológicos que
está tomando la guerra fría, especialmente en
Hispanoamérica”.

Manuel Vásquez Montalbán, autor de la novela


histórica Galíndez (1990), nos habla en El País sobre la
estancia dominicana y desenlace trágico de su personaje.
“He repasado mis datos y sus lugares. Su vida de exiliado
en esta isla, entre 1940 y 1946, antes de marcharse a
Nueva York, para volver narcotizado y secuestrado en una
avioneta fletada por los servicios secretos de Trujillo y sus
cómplices del lobby trujillista norteamericano. Me he
detenido ante la casa en que vivió, cuando ya consiguió
cierta estabilidad económica como profesor de derecho,
asesor sindical y prolífico escribidor de vascongadeces en
publicaciones nacionalistas.

“También he paseado por el parque donde se reunía con su


contacto de la embajada norteamericana, para pasarle
información sobre los nazis y los rojos presentes en la
República Dominicana, dos piezas de una misma partida de
ajedrez a la que jugaba el generalísimo Trujillo.”

“Todo empezó para mi poco después que todo acabara


para Jesús Galíndez. Recuerdo que fue en el claustro de la
universidad de Barcelona, otoño de 1956, yo tenía 17 años
recién cumplidos y en las catacumbas clandestinas se
comentaba un escándalo, primera página en la prensa de
EE UU, incluso en Life, que nuestro Trujillo particular nos
había ocultado.

“Un profesor vasco de la universidad de Columbia,


representante del PNV en Nueva York y ante el
Departamento de Estado, impugnador fracasado del
reconocimiento internacional de la dictadura de Franco,
había sido secuestrado y había desaparecido entre noticias
contradictorias. Los trujillistas dominicanos y yanquis le
acusaban de haberse fugado a Moscú a cumplir su
verdadera identidad de espía de la KGB y el PNV en el exilio
clamaba inútilmente a los cielos más democráticos
denunciando un asesinato político que según
algunos Trujillo había perpetrado a mano, irritado por las
opiniones contra su persona vertidas en su tesis doctoral
de Columbia University y futuro libro, La era de Trujillo.”

Vásquez Montalbán afirma que tras 30 años de convivencia


con Galíndez en la recámara de su imaginación y con
materiales reunidos se decidió “a dedicarle una novela en
la que Jesús de Galíndez se convierte en materia de
reflexión sobre la ética de la resistencia”. Apunta
que Trujillo, temeroso de quedar al descubierto, fue
liquidando a los testigos, “sin darse cuenta de que dos de
ellos iban a convertirse en el detonador de su propia
ejecución”. Alusión a Murphy y sus dolientes
norteamericanos y a Tavito, al participar Antonio de la
Maza en el ajusticiamiento del dictador.

“Pero como chivo expiatorio original seguía aquel


misterioso Jesús de Galíndez, madrileño hijo de vasco,
mitómano del país de su abuelo, ayudante de Irujo en su
Ministerio de Justicia durante la guerra civil, condottiero y
conspirador barojiano por todo el Caribe al lado de los
Figueres, Muñoz Marín, Betancourt.”

“Ni entro ni salgo en la verdad histórica de Galíndez como


nacionalista vasco a ultranza que se convirtió en
informador del FBI y de la CIA para que el Departamento de
Estado favoreciera la razón nacional y democrática de los
vascos. Más de un exilado superviviente me dijo en Nueva
York que quien más quien menos, pocos estuvieron en
condiciones de no dar algo a cambio del asilo
norteamericano y de la esperanza del retorno de la
democracia a España de mano de Estados Unidos.”

Recuerdo haber leído al ingresar al local del SIM en la


México esta sentencia siniestra: “Por la boca muere el pez”.
https://www.diariolibre.com/opinion/columnistas/2022/04/14/a-la-pluma-de-galindez-se-
debe-la-era-de-trujillo/1770330

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