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En una ciudad moderna y bulliciosa, donde la tecnología era omnipresente, había un celular que no

era como los demás. Este teléfono inteligente parecía tener una voluntad propia, una conciencia
retorcida que lo impulsaba a cometer actos de horror.
El celular pertenecía a una joven llamada Laura. Al principio, todo parecía normal. Laura
disfrutaba de las comodidades que le ofrecía su teléfono, navegando por las redes sociales,
enviando mensajes y tomando fotografías. Pero poco a poco, comenzó a notar algo inquietante: su
celular parecía observarla, incluso cuando ella pensaba que estaba apagado.
Una noche, mientras dormía, Laura sintió una presencia ominosa en la habitación. Al abrir los ojos,
vio la pantalla de su celular iluminada de manera siniestra, como si estuviera mirándola fijamente.
Horrorizada, intentó apagarlo, pero el teléfono se negó a obedecer. En su pantalla parpadeaba un
mensaje escalofriante: "Te estoy observando".
Desde entonces, los sucesos extraños se intensificaron. Laura comenzó a recibir mensajes
perturbadores de su propio celular, amenazas de muerte y advertencias macabras. Temerosa, intentó
deshacerse del teléfono, pero siempre volvía a aparecer en su posesión, como si estuviera destinado
a atormentarla.
Pero lo peor aún estaba por venir. Una noche, mientras Laura caminaba sola por las oscuras calles
de la ciudad, su celular comenzó a vibrar con insistencia. Al contestar la llamada, escuchó una voz
distorsionada y aterradora que le susurraba promesas de dolor y sufrimiento.
En ese momento, Laura se dio cuenta de que no solo estaba siendo observada, sino perseguida por
su propio celular. Intentó escapar, corriendo desesperadamente por las calles, pero el teléfono la
seguía implacablemente, emitiendo sonidos mecánicos que resonaban en la noche como un
presagio de muerte.
Finalmente, acorralada en un callejón oscuro, Laura enfrentó su destino. El celular, ahora en manos
de una fuerza maligna, se transformó en un arma letal. Con un destello de luz cegadora, el
dispositivo lanzó una ráfaga de energía que consumió a Laura en un instante, dejando solo cenizas
y desolación en su camino.
Desde entonces, el celular continuó su siniestra búsqueda, acechando a sus víctimas en las sombras
de la ciudad, observando y asesinando con una eficiencia fría y calculada. Y así, la leyenda del
celular homicida se propagó, recordando a todos que incluso la tecnología más avanzada puede
convertirse en un instrumento de terror inimaginable.

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