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PROCUSTO ENAMORADO

“Socioanálisis del Amor”

“Teoría Procustiana del Amor”

Autor: Lic. Basconcelo Juan Carlos

Ensayista. Docente

Derechos reservados

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PROCUSTO ENAMORADO

Introducción

Precisando la filiación teórica, a saber, “La teoría


socioanalítica del amor”, presentamos un breve tratado
sobre las problemáticas del amor, la pareja, las reyertas
de linajes, desde la idea fundamental de que la pareja se
encuentra inmersa en una dialéctica de linajes, de “líneas
familiares en pugnas”, que perpetúan sus insignias y
modelos vinculares a través de muchas generaciones. Se
considera así las reyertas de linajes, la idea de que cada
partenaire busca instalar su propio modelo de amor, de
pareja, de familia y en suma, lo que dimos en llamar
desde el “Socioanálisis Pichoniana”, “Inconsciente
vincular”. De ésta manera, nuestro “Procusto
Enamorado” halla su lógica conceptual desde el
socioanálisis de linajes, como nueva concepción sobre el
amor, la pareja y la familia que rompe con la
biologización de los mismos para considerar que cada
sujeto busca instalar su propio modelo de amor, de
sexualidad, de familia, etc.
El eje vertebral del presente ensayo será entonces el
“Procusto enamorado” que somos. La razón se ubica en
que todos jugamos a ser “Procusto” porque la lucha
cotidiana de cada vida se reduce a pretender que los
demás cuadren en nuestras expectativas, en nuestro
esquema o modelo de mundo, en nuestro programa de
vida. Lo mismo en la dimensión emocional: luchamos por
legitimar nuestro modelo de amor, nuestro programa
emocional, nuestra sexualidad y el otro, el partenaire se
reduce al rango de “objeto” de nuestros caprichos y
deseos. Claro es que todo esto resulta ignorado y el
sujeto es inconsciente de que así suceda. En modo
“automático”, el sujeto se dedica a desear, e incluso al
sexo sin que medien ideas de que es su programa sexual
y de amor el que dicta los imperativos emocionales que
lo obligan a un tipo de elección del objeto sexual así
como del objeto de amor.

Persistimos, insistimos, luchamos, “perseveramos en ser”


(Spinoza) desde lo emocional y para lo mismo, utilizamos
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tanto nuestro “Programa sexual” como el “Programa de


amor”. Tal la problemática de éste libro.

Sabemos que Freud se dedicó al tópico de la libido, la


pulsión y que los analistas se dedican a pregonar sus
ideas sin mayores anhelos. Contrariamente, considero
que el denominado “Síndrome de Procusto” resulta más
abarcativo que la idea de “repetición” como por ejemplo
cuando repetimos ídem patrón emocional. Como
Procusto, buscamos instalar y legitimar nuestro modelo
de amor, nuestro programa emocional y aún a fuerza de
insistencias, perseverancias, luchas, que en muchos
casos, culminan en rupturas, divorcios, violencias de
parejas. Es que, como en el teatro, la pareja que
reclamamos como nuestro modelo de amor, se funda en
un programa de amor, en un “Guión emocional” que
jugamos inconscientemente en el teatro de la pareja y la
familia. De modo que, no podemos tratar de “Enfermos
mentales” a las parejas o a sus integrantes por ignorar el
programa que determina un estilo de amor con sus
vicisitudes.
¿Quién fue “Procusto”?. Del griego “Prokroústes” y que
significa “Estirador”, Procusto fue un personaje
mitológico interesante para tomar como modelo de cómo
somos en muchos ámbitos de nuestra vida y no solo en el
campo del amor. También se lo llamó “Damastés” porque
era “Controlador”, “dominante”. Procusto era un bandido
del Ática y a los peregrinos que pasaban por su casa los
invitaba a su pequeño lecho y cuando éstos dormían, los
ataba de pies y manos, para luego cortarle lo que sobraba
de pies, manos y cabezas. Es decir, si no cuadrabas en su
esquema o “lecho”, simplemente te mutilaba para que
cuadres. Esto lo vemos cuando descalificamos al
diferente, criticamos las ideas del prójimo, o incluso nos
peleamos y divorciamos en el amor etc., por lo que no
cuadra con nuestras ideas, ideologías, etc. Si sus víctimas
eran más pequeñas que la cama, los estiraba
descoyuntando sus huesos hasta que cuadre en la cama.
Como cuando exigimos, y consideramos que el otro está
“Equivocado” o posee “distorsiones” respecto de
nuestros esquemas, ideas o sentimientos. Por ello, como
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nadie coincidía con su lecho, todos morían y de hecho, se


dice que poseía dos camas, una chica y otra más grande,
y siempre terminaba matando a sus víctimas.

Sus terroríficas peripecias culminaron cuando invitó a


Teseo a que se acueste en su lecho. Pero éste, le solicitó
que sea él quien se acueste en su propio lecho y cuando
lo hizo, lo ató de pies y manos y le cortó la cabeza, las
manos y los pies tal como él mismo propinaba a sus
víctimas. Fue el último gran acto heroico de Teseo.

Por extensión al campo emocional, la pareja y las


relaciones humanas, decimos que el denominado
“Síndrome de Procusto” consiste en la tiránica exigencia
de conformidad del otro o de los demás a los dictados del
propio modelo de mundo, programa emocional, guión de
pareja, estilo de vida, etc. De manera ignorada o
inconsciente, solemos luchar para imponer nuestro
propio “Lecho de Procusto del amor” y lo consideramos
incluso como amor auténtico, legítimo, sin fisuras,
averías ni distorsiones. En todo caso, el equivocado es el
otro, tildado incluso como “enfermo mental”.
Constituye un “reduccionismo subjetivo” unilateral
donde se busca reducir la complejidad del otro, del
mundo, etc., a los propios esquemas emocionales.
Digamos que, es el otro quién debe adaptarse a nuestros
esquemas o modelos de amor y de mundo.

En el campo del amor, cada integrante busca legitimar su


propio lecho, su propia “camita singular”, para que el
otro cuadre y cuando no existen coincidencias, se le
cortan las piernas, las manos y la cabeza para que cuadre
en las propias expectativas. Aparece así la “lucha
Intersubjetiva”, la lucha por instalar el propio “Guión de
amor” y sabemos que nadie cede un ápice en éste
proceso, utilizándose diversas estrategias, algunas de
sumisión, otras de imposición, etc. Sabemos que lo que
Procusto defiende es todo un sistema de vida, un modelo
de vida, un linaje, un estilo del “deseo de ser” (Sartre), un
“Programa de amor” y ello le resulta complemente ajeno
a ambos contendientes. De modo que, todas las
problemáticas del amor, la pareja, los divorcios, las
violencias de parejas, las infidelidades, etc., constituyen
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el campo de los “Malentendidos humanos” merced a la


alienación y el desconocimiento de nuestro Programa de
vida. Lo que muchos consideran como algo alejado de las
ideas, el Proyecto vital o Programa de vida, etc., se
relaciona con un modo de ser, con esquemas
emocionales, con un “Programa sexual y de amor” que
estudiaremos en sus diferentes dimensiones partiendo de
la metáfora de “Procusto enamorado”.

Lo que podemos denominar “La crisis del amor


postmoderna” no se funda en que todos somos
“Enfermos mentales” sino en éste “Síndrome de
Procusto” del que necesitamos liberarnos para llevar a
cabo un programa sexual y de amor en compatibilidad
con el del partenaire, más libre de conflictos molestos y
en pro de un estilo de amor y de pareja “feliz”.
“Programa sexual” y “Programa de amor”

Hablar de “Programa sexual” y de “Programa de amor”-


como dos caras de un mismo proceso-utilizando
terminologías computacionales no constituye un enfoque
mecanicista de nuestra vida emocional porque hablamos
de un “Programa simbólico”, hacemos honor a los
descubrimientos de Levi Strauss respecto de la eficacia
simbólica, del estatuto de “seres simbólicos” que somos
desde que Freud estudió el simbolismo humano tanto
como Lacan u otro. Desde la dimensión biológica,
podemos entrever que nuestro ADN programa un cuerpo
biológico que luego, vía epigenética, cobra su cariz de
sexual y de cuerpo simbólico, sujeta a la cultura, al
lenguaje, a las significaciones sociales. Por lo que, un
órgano sexual, tanto como las hormonas implicadas no
determinan la vida sexual en los seres humanos. Medían
determinaciones psicológicas, simbólicas, sociales y
culturales que necesitamos analizar desde la metáfora
del “Programa mental”. Un “Programa mental” se
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compone de “archivos” o informaciones que se


almacenan en la memoria como “hologramas
emocionales” donde el sujeto aparece como director de
orquesta y de escena, de engramas emocionales,
modelos de comportamientos emocionales, y niveles
simbólicos que posibilitan al programa su funcionalidad,
su direccionalidad o finalismo (Principio teleológico de la
vida) y su característica de permanecer activo según la
lógica de las circunstancias. Por ello, hablar de “Programa
emocional”-como la otra cara del programa mental- hace
honor a la vida sexual y a la capacidad de amar de todo
ser humano. Para poder amar y tener excitaciones
sexuales, necesitamos estructurar nuestro Programa
sexual y de amor. Son dos caras de la misma moneda: de
una cara lo sexual y del otro el amor, ambos vinculados
intrínsecamente. Toda excitación sexual conlleva
patrones amorosos, modelos vinculares de amor, un
“Guión de amor” o engramas emocionales que la
posibilitan. De la misma manera, todo amor se vincula
con lo sexual, ya sea en forma directa o a través de
formas indirectas y alejadas pero que desde un análisis
más detallado nos conduce a lo sexual. Sabemos que las
primeras etapas del amor implican un menor monto de
excitabilidad, que-gradualmente-cede paso al amor
pasional como amalgama de libido y programa
emocional. La maquinaria simbólica productiva posibilita
la activación de la faz emocional que aparece así como
efecto de aquella.

Hablar de “Programa emocional” implica que nuestra


sexualidad no es caótica y sigue patrones bien
delimitados, gracias a que se activan funciones
hormonales, el aparato reproductor desde el nivel
psicológico, lo que obedece a engramas emocionales.
Precisamente, hablar de “Hologramas emocionales” de
índoles eróticos resultan positivos para comprender el
tema porque abarcan imágenes sexuales, zonas erógenas,
aparatos sexuales, etc., donde el sujeto es el protagonista
de las condiciones de su vida emocional. Tales
hologramas emocionales abarcan al sujeto, el objeto de
su amor o de placer sexual, el engrama particular o
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“Guión emocional” y la puesta en acción de todos los


elementos como “fantasías sexuales”. De modo que,
nuestra vida sexual está programada tanto como nuestro
estilo o formato de amor. Cuando un joven se enamora
en la adolescencia, activa sus hologramas de amor, su
estilo singular de amar, su guión de amor y se
autosugestiona tanto como se deja poseer por la escena
que moviliza desde su fantasía. Es decir, pone en marcha
su programa sexual y de amor que progresivamente se
posesionan del sujeto en el sentido de ser sugestionado
por el mismo. Sabemos también que ello se vincula con el
programa biológico donde las gónadas se han
desarrollado, hay irrupción de hormonas en ambos sexos,
y que tales activan el programa emocional
posesionándose del sujeto. Es decir, un programa se
activa porque estamos programados para amar y tener
excitaciones sexuales tomando como referentes y
modelos identificatorios a nuestros padres en primera
instancia. En nuestra memoria emocional, almacenamos
engramas emocionales, hologramas sexuales y de amor,
un Guión de amor y sexual, todos singulares, y que,
llegado el momento, se activan según la lógica de las
circunstancias. De modo que nuestro Programa sexual y
de amor se vinculan, aunque el amor puede cobrar
relativa autonomía según su forma: el amor a sí mismo, el
amor heterosexual, el amor materno, paterno, fraterno,
etc. Todas estas formas de amar implican una
programación diferenciada donde no opera un cerebro y
su programa sino el nivel psíquico, un sujeto y su
Programa de vida, donde el programa emocional
constituye un subprograma, y el proceso de
programación simbólico que la posibilita.

Por ello, en éste trabajo vamos a equiparar “Deseo


sexual” con “Programa sexual” y en función del programa
de amor. Con ello, vamos a salir del enfoque
“Sensualista” donde se privilegia los efectos corporales
del programa emocional como cuando Freud toma como
causa de la sexualidad la “Pulsión sexual”, cuando la
pulsión o excitación sexual y su energía libidinal
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constituyen “efectos” de una maquinaria simbólica o


“Programa sexual y de amor”.

De modo que delimitamos dos campos de


manifestaciones del programa emocional: el cuerpo como
zona de efectos del programa emocional y la dimensión
mental donde prevalecen los hologramas emocionales
que constituyen experiencias eróticas y emocionales
simbolizadas en imágenes o identificaciones con
prevalencia del deseo del sujeto en relación a su objeto
de deseo.

La sexualidad humana se programa gracias a


“experiencias intensas” (Experimentación activa) de
ternuras, caricias, excitaciones, besos, etc., que se graban
y posibilitan “impresiones” (K. Lorenz, “Imprinting”) o
“fijaciones” (Psicoanálisis) como hologramas emocionales
funcionales que se pueden activar cuando aparece una
situación emocional. Una mujer o un hombre
experimentan sentimientos sexuales y emocionales cada
vez que están uno frente al otro porque se activan sus
engramas sexuales y emocionales. Ello conduce a que
piensen y sientan diferentes gamas de emociones como
simpatías, antipatía, amor, excitación, rechazos, etc.,
según contenidos o engramas emocionales de su
programa.

De modo que lo que denominó “Experimentación activa”


del cuerpo a cuerpo, el ser erotizado, amado, abrazado,
acariciado, etc., queda grabado en el programa
emocional y que el sujeto invierte cuando desea y ama tal
como fue deseado y amado. Digamos, los hologramas de
ser sexualizado y amado es reactivado por el sujeto como
un estilo de deseo sexual y de amor en consonancia con
sus programados y sus estilos sexuales y de amor. Mejor
dicho, cuando un adulto ama y erotiza a un bebé, a un
niño, no solo lo obliga a experimental el placer de ser
erotizado sino un estilo, un modelo de placer, de vida
erótica y de amor, porque los niños al ser amados y
erotizados terminan amando y deseando a las personas
que los ama y desean. Claro es que tales grabaciones
ocurren lejos de la “función conciencia” del programa
mental y los hologramas se construyen y graban sin que
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el sujeto lo realice intencionalmente. En todo caso, tal


intencionalidad sería en el plano ignorado o
“Inconsciente”.

El “Programa Edípico”

Como concepto crucial en psicoanálisis, el “Complejo de


Edipo” aparece como el fundamento de nuestra vida
emocional, tanto sexual como de amor. Sin embargo,
formulado en el lenguaje de los mecanismos y el
“sensualismo” de Condillac, culmina en interacción de
fuerzas, de energías, de pulsiones que se erigen en causas
de la vida psíquica. Ello constituye un “reduccionismo
sexual” porque se erige como causa lo que es efecto de
un “Programa emocional” o sexual. El “Complejo de
Edipo” es-en verdad- un “Programa mental”, un
programa emocional “funcional” que, luego de
estructurarse, permanece activo según la lógica de las
circunstancias. Consiste en un “programa sexual y de
amor” y no solo sexual. Si tomamos la base erótica, los
impulsos como la libido, podríamos pensar que originan
la vida mental pero ello es solo apariencia. Su extremo
sexual se vincula además con su otro extremo, el del
programa del amor, ambos intrínsecamente ligados. Pero
es posible como marca la experiencia, el tener relaciones
sexuales sin amor, o enamorarse y posponer la
sexualidad mucho tiempo. Pero cabe aclarar que no
reducimos la vida emocional a lo sexual ni aun al amor
porque ambos constituyen dos caras de la misma
moneda: la vida emocional de los seres humanos.

¿Por qué decimos que el Edipo es un “Programa”?. No lo


decimos desde el mecanicismo y sin duda, no somos una
máquina, aunque personalidades como Deleuze hayan
hablado de “Maquinaria deseante” respecto del
inconsciente. Hablamos de un “Programa simbólico” que
pauta la vida emocional, la vida sexual que constituyen
manifestaciones y resultados de aquel y no al revés. Un
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goce no puede ser causa porque en verdad es un efecto


en la dimensión corporal del programa que se activa en
su extremo de goce. Cuando el programa se centra en su
extremo psíquico, mental, tenemos los “hologramas
emocionales”, de amor o de vida erótica, que muchos
consideraron como “fantasías”. El cerebro posibilita la
construcción de tales hologramas donde el sujeto
aparece como su autor y el actor de la escena que recrea
lo construido en cada programa.

Decimos que el Complejo de Edipo es un “Programa


Edípico” porque desde su formación permanece como
fundamento de todas las manifestaciones del sujeto. Su
término relativo lo podemos ubicar en la adolescencia
donde se amplifica y cambia de o paradigma y sus
comienzos lo podemos ubicar en el mismo deseo de sus
programadores: los padres. Lo que el programa codifica y
archiva son “modelos” emocionales, de índole eróticos y
de amor, verdaderos engramas emocionales que sufren
modificaciones y mutaciones a medida que los
contenidos del programa se amplifica. De los modelos
Edípico conocidos, o mejor, los padres y el hijo, el sujeto
arma su propio modelo de amor y de vida erótica, gracias
a la construcción de hologramas mal denominados
“identificaciones”. El sujeto reconstruye tales modelos en
su memoria emocional y tales permanecen activados y
aparecen disfrazados como en los sueños, en los
síntomas, en las fantasías, en las producciones artísticas,
entre otros.

En un primer tiempo podemos ubicar la sexualización del


hijo por los padres, la “afectivización”, los besos, abrazos,
caricias, etc., que al dar placer quedan grabadas como
engramas de placer, de caricias, de amor, tomando como
modelo sexual y de amor a la madre y al padre. Es la
visión interna del programa donde el sujeto es amado y
deseado por sus padres. Es el momento en que el sujeto
es “Objeto del deseo” de sus padres.

En un segundo momento, necesita construir un


“holograma interno” del vínculo de amor de sus padres,
sus abrazos, besos, y hasta escenas sexuales, para poder
así posicionarse en el lugar de los mismos. Es el momento
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en que comienza a asumir su identidad sexual y de amor,


cuando asume el lugar de su correspondiente sexo. Para
el psicoanálisis se denomina “identificación” a la
asunción de modelos. Tales modelos abarcan en primer
lugar el de la diada de los padres, que le da la posición del
sujeto en relación a que incorpora a su padre en relación
a su madre. Pero también-como es muy conocido-se
operan identificaciones cruzadas, como el sujeto respecto
de su madre o su posición respecto de su padre
emulando al de la madre.

Entonces, sustituimos el concepto de “Complejo de


Edipo” por el de “Programa Edípico”, a la vez que la idea
de “identificación” por el de formación de “hologramas
emocionales” internos, como campo de lo psíquico,
donde se juega la posición del sujeto en relación al otro
tanto como sus posibilidades emocionales inscriptas en
su programa.

En el proceso de “Programación emocional”, el sujeto se


centra en su rol, en su posición sexual, en cómo ama su
padre para poder ubicarse en su lugar. Es su “punto de
vista”, su propia interpretación” y estructuración lo que
se juega. Por ello, la idea de “Interpretación” sustituye al
de “fantasía”, más acorde como efecto del programa. Es
una interpretación singular, que conforma el “Paradigma
emocional” del sujeto que, luego, puede cobrar
derivaciones, distorsiones, o fantasías que le ayuden a
repetir los momentos placenteros.

Así, para poder desear y amar, el sujeto necesita


programar el modelo de amor de los padres hacia él y de
estos entre sí en un todo estructurado que llamamos
“holograma emocional”. El carácter de idea, de
esquemas, de engramas y de emociones y de eroticidad
resaltan en el concepto de holograma. Es una imagen
viviente, simbólico, que el sujeto construye a partir de su
interpretación de lo que observa en el escenario sexual y
de amor de sus padres.

Conjuntamente al proceso de programación, que no es


caótica porque conlleva una lógica, un engrama, una
“gramática emocional” en concordancia con el estilo o
modelo de amor de los padres. Es decir, podemos ubicar
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la faceta normativa, lo que se permite, lo que se prohíbe,


aunque cada pareja se trasmite como modelo
hegemónico, quedando los hijos atrapados en tales
hologramas emocionales. Es decir, una pareja “perversa”
trasmitiría su perversión y no el régimen de la prohibición
del incesto tal como lo imaginan muchos. Al contrario, las
trasgresiones sexuales, extralimitaciones o
“perversiones” se trasmiten íntegros en los hijos. Pero
cada pareja trasmite un estilo normativo o de prohibición
que los hijos incorporan en su programa emocional.

Al mismo tiempo, se graba el “programa materno” y el


paterno, porque el niño puede interpretar y grabar el
estilo de amor y de cuidados de sus padres. Es decir, al
activar el placer corporal vía estímulos emocionales, y sus
avatares, los padres trasmiten un modelo de paternidad y
de maternidad y no solo de amor o de sensualidad.

En cuanto a que ciertos contenidos del Edipo es


“olvidado” o “reprimido en el inconsciente”, decimos que
no son olvidados sino desplazados en los vínculos
fraternos, en los “Juegos sexuales” intrafamiliares, en el
jardín de infante donde se operan “elecciones del objeto
de amor” así como activaciones del amor a la madre en
sus sustitutas como la maestra jardinera, etc.

Mejor dicho, el niño se autoprograma-con su capacidad


electiva y de simbolización-a partir de los modelos de
amor y de sexualidad de sus padres. Tales
programaciones no son solo eróticos o de amor porque se
vinculan con el “Programa de vida” del sujeto y su “Frase
fundante”, que otorga un sentido de vida a todos los
aspectos emocionales de la existencia. El sujeto ama
según un estilo de amor, un estilo del deseo, un modo de
ser, un formato existencial y gracias a la Frase fundante
que otorga sentido a su vida. En ese “sentido existencial”
es donde cobra sentido la vida sexual o el programa
emocional.

El niño no desexualiza a sus padres porque lo desplaza


hacia los juegos entre hermanos, en el jardín, la escuela y
lo que capta es que el amor de sus padres son diferentes
al propio, tanto como su vida sexual. Pero lo que se
conoce como “Investigación sexual infantil” continúa
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incluso en la adolescencia, donde aparecen nuevas


interpretaciones de lo grabado y que aparecen en las
fantasías así como nuevos descubrimientos respecto de la
vida sexual de la madre o del padre. Un hijo puede
descubrir que su padre es infiel, por ejemplo, lo que
cambia el total de su programa sexual. Es decir, el modelo
directo de amor y de sexualidad para un hijo varón es el
padre y para la niña su madre. Lo que difiere es que la
niña debe ubicarse en el lugar de su madre para amar a
su padre, así como desear al mismo como su madre al
padre. Incluso a temprana edad, la madre “cede” a su hija
al padre, en el sentido en que las niñas son para los
padres y los niños para las madres, emulando el vínculo
de los padres. Es decir, a la niña se la programa para
vincularse con su padre y al niño con su madre. Freud
vincula esto con la carencia de pene que experimentan
las niñas y que ubica como causa del pasaje de la madre
al padre. Pero esto ocurre mucho más tarde, hacia los
cuatro años y requiere que la madre oriente a su hija
hacia su padre. Es como si dijera: “Tu que eres como yo y
debes acostumbrarte a amar y desear a tu padre”.

Lo crucial es que la “matriz emocional” de los padres “se


trasmiten” en sus hijos como programa de amor y de
sexualidad. Y en cada pareja es diferente, aunque
debemos recordar que el “`programa biológico” prefigura
algunos caminos predeterminados: la boca como zona
erógena, de placer, etc., que luego vemos en el beso. La
fase anal como zona erógena, la fase fálica donde la zona
erógena es el pene, con el “falo” como premisa universal,
o mejor, allí los niños creen que todos tenemos penes.
Siguen otras fases como el de latencia, lo que resulta
criticable porque ya habíamos afirmado que el niño
desplaza y elige un objeto de amor en los jardines, en las
escuelas. Solo en la fase genital de la adolescencia se
produce una restructuración del programa emocional.

Por otro, en el Edipo-como programa emocional-no solo


se juega el programa de los padres sino de cada padre. La
madre lucha por legitimar su linaje de mujer, su propio
modelo de amor, de sexualidad para poder cumplir con
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sus expectativas de “ser”. Persevera en ser al asumir su


propio amor y sexualidad y allí “se trasmite” como forma
singular de amar y desear. Los niños captan-tarde o
temprano-el juego de la madre así como el del padre. Por
su parte, el padre lucha por legitimar su propio modelo
de amor y de deseo, en una insistencia por ser desde su
propio linaje de género. Por afinidad de género, los niños
se inclinan por elegir el modelo de amor de sus padres y
las niñas el de las madres. Pero es común que tengan
intereses orientados hacia el otro sexo, pero ello no
indica sino el tipo de elección en consonancia con el
modelo del padre que eligieron como modelo de amor y
sexualidad.

Digamos que, en la programación Edípica se juegan


cuestiones de linajes donde cada línea familiar lucha por
instalar sus propios modelos de amores complicando el
“Edipo clásico”, como compuesto, donde ubicamos dos
Edipos de linajes, poderosos, de todo un sistema
simbólico o formato de amor y de sexualidad de linajes,
con sus “males de archivos” o funciones sexuales y de
amor “desviados” del modelo hegemónico de la
heterosexualidad o de las formas comunes de amar y
desear. Por ejemplo las perversiones, donde podemos
encontrar muchos matices.

Mejor dicho, en la programación emocional de los hijos


se juegan Estilos del “deseo de ser”, que proviene de
varias generaciones hacia atrás y donde cada línea
familiar con su “portavoz de linaje” lucha activamente
por instalar sus insignias. Es decir, superamos la visión
biológica de una madre nutricia Freudiana para darle voz
y voto en la trasmisión de modelos sexuales y de amor, lo
que rompe toda la concepción patriarcal del Edipo así
como la fundación del sujeto.

Digamos, los aportes genealógicos originan un “Programa


genealógico” donde podemos encontrar registros de
legados de los antepasados. Cada estilo sexual y de amor
no resulta desde una generación espontánea y recibe
aportaciones de linajes, de otras generaciones, y resulta
necesario rastrear el eje genealógico para comprender
algunas cuestiones sexuales y estilos de amor. Es decir, el
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“programa genealógico sexual y emocional” delimita gran


parte del “Programa Edípico compuesto” debido a que los
padres trasmiten modelos emocionales que a su vez les
fueron trasmitidos. Y cada padre es activo en
“trasmitirse” en la nueva generación. El sujeto y su
identidad sexual como su tipo de elección de amor o
estilo vincular-“Inconsciente vincular”-es la resultante de
la interacción y puja de linajes donde cuenta su propia
elección fundada en afinidades emocionales, estilo
vincular padre-hijo, madre-hijo, etc.

Por otro, por la vinculación con lo social, los padres


ofician de modelos propiciadores en relación al Programa
social de la vida emocional y sexual. Por ejemplo, la
prohibición del incesto, donde está prohibido tener
relaciones sexuales con los padres y el niño debe mirar
hacia lo social, desplazar su deseo hacia la escuela por
ejemplo. Esto conduce a la exogamia, estudiado por Levi
Strauss. Digamos que la intercepción con el Programa
social oficia de limitaciones al deseo, al amor fundando la
“Ley”. Para toda sociedad hay un modelo de amor,
modelos sexuales, formatos, que los padres asumen y
trasmiten a sus hijos. De modo que el “Programa Edípico”
hace intercepción con el modelo social o programa social.
Sobre todo, los hijos pueden lograr percibir, interpretar y
grabar las recurrencias, las repeticiones del programa
emocional de los padres. A través de sucesivas
observaciones, descubrimientos, e interpretaciones, los
niños van conformando su programa emocional, lo que se
torna “funcional” o repetitiva.

En relación al programa social del amor y la vida sexual,


el programa familiar cobra rango de social y cultural, y
que posibilita que el Programa Edípico sea también social
y cultural. Al mismo tiempo se trasmiten patrones,
modelos vinculares, emocionales, normas, costumbres,
mandatos, etc., que contribuyen a dar formato al
programa final.

Como programa, nos sirve como referencia para poder


amar y desear al otro sexo. Al mismo tiempo nos da un
carácter, un estilo de subjetividad, en consonancia con
los modelos cedidos por nuestros padres. Gracias a esta
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programación, el niño se inviste de ropajes paternos y la


niña del materno, a la vez que ambos asumen las
características de su género, una identidad sexual, un
estilo de amor. Amamos gracias a que estamos
programados para amar de una forma u otra. Con tal
programación, se infiltran las contaminaciones o modelos
nocivos trasmitidos por nuestros padres. Gracias a este
programa podemos comprender un abuso sexual, un
divorcio, la violencia de pareja, la infidelidad, etc., que
constituyen insignias emocionales legados por los padres.
De ésta manera, lo que nos queda a los psicólogos es
acceder al programa de amor o de sexualidad de un
sujeto para comprender sus sufrimientos actuales. Una
frigidez, una anorgasmia, la ninfomanía, etc., de una niña
se comprende cuando estudiamos el programa emocional
de la madre trasmitida a la misma, que, como fractal
emocional reedita tales en su propia vida emocional.

Pero esta programación tiene sus efectos en el “Sujeto


Edípico”, que aprende a delimitar, a dar formato a su
deseo en consonancia con las normas familiares y
sociales, es decir, hay construcción de la prohibición, y de
una norma familiar y social de la sexualidad. Claro es que
esto difiere de una familia a otra, como el caso de las
familias perversas donde la prohibición es trasgredida, lo
que lleva a un programa perverso, que el sujeto reedita y
defiende como su estilo de amor y de desear.

Pero debemos recalcar que el Edipo no es una simple


fantasía sino un programa, fuertemente archivado en la
memoria y que determina cada paso en materia de amor
y de vida sexual. Mejor dicho, determina la fantasía,
tanto en su faz consciente como en su faz inconsciente,
así como las formas que adopta nuestro amor. De modo
que el programa de amor de una madre pesa
enormemente en la de la hija, que pondrá en práctica
todas las insignias maternas, desde el modelo de
abordaje del varón, su carácter, sus síntomas, como por
ejemplo una madre obesa que se clona en la hija junto a
al modelo vincular de amor que le trasmite.

Cuando hablamos de “Identidad sexual” estamos


hablando del “Programa sexual” de un sujeto. Cuando
PROCUSTO ENAMORADO

deseamos conocer el estilo de amor, como por ejemplo


para resolver una violencia de pareja, debemos conocer
el “Programa de amor” o “Guión de amor” de un sujeto.
Digamos, el programa destina a una forma de elección
sexual, a una forma de elección del objeto de amor. Pero
el programa sexual o de amor no culmina en la infancia
porque si un joven heterosexual se entera que su padre
tuvo episodios homosexuales, ello operará una
reinterpretación de gran parte de su programa. Lo mismo
en el caso de una joven que, en pleno calor adolescente
es anoticiada de que su madre es frígida o ninfómana.
Son datas que reescriben los engramas emocionales y
resignifican la identidad sexual y de amor.
El “Programa de vida” y el “Programa sexual y de amor”

En mi escrito “Socioanálisis del Programa para Ser” senté


la hipótesis de que la lógica de una vida, el sentido de una
vida, nuestra verdad más radical y simbólico, que
delimita nuestra identidad, nuestros propósitos, nuestro
Proyecto vital, nuestro “Programa de vida” (José Ortega y
Gasset) es lo que denominó “Frase originaria”, fundante,
que da sentido, vida, motivación, encausa una vida e
interesa todos los subprogramas de una vida como el
sexual, el amor, el proyecto de pareja, la vocación, las
funciones psicológicas como la inteligencia, el
pensamiento, las habilidades, etc., dándole sentido y
dirección. En éste sentido, nuestro Programa de vida y su
fundamento, la “Frase fundante”, determina también
nuestro “Programa sexual y de amor”, dándole un
sentido, una definición singular, un norte, un sentido,
trayecto vital y lógica. La vida sexual no se rige por un
instinto automático aunque en su función de “programa”
aparece desde un automatismo que escapa en gran parte
PROCUSTO ENAMORADO

al sujeto. Lo que diferencia un programa de vida de un


instinto es la “Función Sujeto”, que toma como referencia
“ignorada”, su propio programa ante las circunstancias y
escenas sexuales y de amor.

Cuando deseamos, lo hacemos desde un “Programa


sexual” que ignoramos pero que opera dándonos pautas,
un estilo de vida erótica, fantasías e ideas emergentes y
productos del programa, sentimientos, y por supuesto, el
amor, que siempre acompaña a la vida sexual en menor o
mayor medida. En éste sentido, nuestro “Programa de
vida” delimita nuestro “Programa sexual y de amor”. Hay
una estilística del deseo sexual, un formato simbólico,
que da contornos y lógica a nuestra “Identidad sexual”.
Quienes nos dieron una “definición” de nuestro ser
también nos legaron sus formatos de amor, de sexualidad
y ello constituye una larga construcción que no culmina
en la infancia porque abarca también el proceso
adolescente. La vida sexual del padre es para el hijo un
“paradigma emocional”, un modelo a seguir y a ello se
enfrasca con lo que se dio en llamar “Investigación sexual
infantil”. Ello se profundiza en la adolescencia, cuando el
“Programa biológico” se activa en otro nivel, el aparato
reproductor ya está conformada, hay irrupción de
hormonas, el aparato reproductor de ambos sexos están
conformadas y todo se desarrolla en el sentido de la
búsqueda del amor y el encuentro sexual. Pero, el
proceso no constituye algo hormonal, ni meramente un
juego de impulsos porque está organizada por un
“Programa sexual y de amor” de índole simbólico. De
modo que, en la adolescencia, cuando un sujeto se define
y elige un objeto sexual y de amor, el programa muestra
su organización más típica, un estilo sexual, un modo de
amar, con un objeto también singular: elección
heterosexual, bisexualidad, homosexualidad, etc.

El “estilo de amor”, la estilística del deseo, el tipo de


hombre del que se enamora una joven, sus avatares, se
encuentran programados y para conocer éste programa,
debemos rastrear sus significaciones en el discurso del
sujeto. Lo podemos también denominar “Guión sexual y
de amor” o en el caso de problemas sexuales el “Guión
PROCUSTO ENAMORADO

sexual”, para conocer su naturaleza, comparar con el


Guión de la madre y el rol que cumple el hombre como
objeto del deseo de la misma entre otros. De ésta manera
podremos conocer y buscar las raíces de un problema
sexual como la frigidez, anorgasmia, ninfomaniásis, caída
del deseo, infidelidad, violencia de pareja, divorcios
difíciles, etc. Es decir, el Programa sexual constituye la
continuación en “fractal” del de la madre porque ella fue
el modelo primigenio para la hija.

En el caso en que el programa paterno aparezca como


prevalente en el guión del sujeto, debemos precisar si ella
constituye el objeto de amor y de deseo de un hombre
con determinadas características, como los hombres
infieles, violentos, etc., y que ella busca complementar.
Podemos denominar a esto “Complementariedad sexual
y de amor” aunque sabemos que los Programas de vidas
y los programas sexuales y de amor son de difícil
compatibilización aunque no imposibles. Esto es lo que
José Ortega y Gasset denominó la desadaptación
fundamental del programa de vida, y por extensión, del
sexual y de amor.

De acuerdo con el Programa de vida, solemos buscar ser


legítimos, es decir, ser coherente con nuestro estilo de
ser, con nuestra Frase fundante, que nos compele a
“Perseverar en ser” y en “perseverar en desear y amar”
de una manera. Digamos que todo el proceso posee la
cualidad de ser inconsciente y es ignorado por el sujeto.
PROCUSTO ENAMORADO

Instinto sexual vs “Programa sexual y de amor”

Observemos a un gato, un perro u otros animales y


veremos que se rigen por instintos sexuales, por
necesidades biológicas automáticas detonadas por
hormonas. En función de un “ciclo sexual”, cuando llega
el momento del apareamiento, el empuje de la necesidad
es detonada por hormonas o mensajeros químicos que
comandan el instinto sexual. El animal no desea como un
ser humano y sus necesidades son “mecánicas”,
posibilitada por un aparato sexual motorizado
igualmente desde el nivel biológico u hormonal. En
nuestro caso, construimos un “programa sexual” pero
fundado en aportaciones biológicas. Somos deseamos,
afectivizados, estimulados por ejemplo en las zonas
erógenas como la piel, los genitales en los momentos de
lavados, etc., y que empiezan a cobrar un sentido sexual
al proveer de placer. Así, se van conformando un
“programa sexual” de acuerdo al “modelo de erotización”
y de amor que recibimos. Luego, tales experiencias
emocionales son puestas en acción por el sujeto porque
cobran un valor de “Deseo sexual”. Freud vinculaba el
surgimiento del deseo con las primeras experiencias de
placer del bebé de pecho, donde la falta del objeto de
placer como el pecho, origina el deseo del placer, la
búsqueda de placer, como programa básico de búsqueda
de placer. En el primer tiempo de la conformación del
programa sexual, el bebé es objeto del deseo libidinal de
sus padres. Luego, en el segundo tiempo, es quien desea,
porque ya es sujeto de un deseo. Así, en forma sucesiva y
en diferentes momentos, el sujeto va conformando su
programa sexual. Las experiencias de ser gozado y el
placer resultante, son luego puestos en activo por el
sujeto quién es ahora el sujeto de su placer. Como
ejemplo, el placer que se obtiene al ser abrazado o
amado por otro, donde la diferenciación va del todo de
otro a las partes, como las zonas erógenas estudiadas por
Freud. Podemos recordar la fase oral del desarrollo
psicosexual de Freud donde la zona erógena son los
labios, el chupeteo activo de búsqueda de placer,
PROCUSTO ENAMORADO

sustentado en la base funcional de la necesidad de


alimentos. Es así que, sobre la base de las funciones
biológicas de la necesidad, surge el nivel del placer sexual
gracias a un salto dialéctico de calidad, la erotización de
las zonas que se tornan erógenas, sexuales. Pero, lo que
nos diferencia de los animales es que no somos “objetos
de un instinto” que nos trasvasa y que aparece en forma
automática, en ciclos sexuales, sino el rango de “Sujetos”
de nuestra vida sexual.

De acuerdo al sentido otorgado por el sujeto a los


abrazos, las zonas erógenas cobran vida, cobran placer y
su búsqueda consecuente. Esto se logra primeramente
con la masturbación, con la autoestimulación de las zonas
erógenas, los toqueteos que sensibilizan y dan contornos
a las zonas erógenas. En otro momento, aparecen los
modelos sexuales, como el de los padres donde el sujeto
amplía sus “hologramas emocionales” y las fantasías
resultantes se amplifican incluyendo al sujeto o sus
personificaciones y al otro. El objeto del deseo sexual se
conforma en consonancia con el modelo sexual del linaje
masculino para el varón y el linaje femenino para la niña.
Así, el rol sexual se construye en base a modelos
familiares como los padres. Una niña se identifica al
modelo materno así como el niño al padre. Asumen así
tanto la naturaleza de la sexualidad de cada padre así
como sus disfunciones sexuales. Una madre poco sexual,
trasmitirá a la hija su falta de motivación sexual.

Más alejado aún de los animales, tenemos el “Programa


de amor”, el tipo singular de amor que construimos
tomando como base el modelo de nuestros padres. Con
sus virtudes y flaquezas, asumimos un amor erótico, con
un partenaire igualmente acorde a tales modelos, lo que
significa un “Programa de pareja”, un Proyecto de amor
que interesa al objeto de tal amor. Los animales pueden
llegar al apego amoroso pero desde un nivel elemental, y
no al grado en que llegamos los seres humanos. Nosotros
llegamos a enamorarnos en forma intensa, para luego
estabilizar un estilo de amor o su ruptura, cuando hay
discordancias marcadas entre el amor del sujeto y el de
su partenaire.
PROCUSTO ENAMORADO

Digamos que sobre el Programa biológico y como


“Psicoepigenética”, se asienta el Programa social y
cultural que muta el sentido de las funciones biológicas
hacia el nivel psicológico de las manifestaciones eróticas
y de amor en el ser humano.
El “Programa de amor”

Entonces, podemos sostener que, sobre la base de las


funciones biológicas se programa el “placer erótico” en
cada sujeto. Pero al mismo tiempo, sobre tales
experiencias de satisfacción se programa el amor que
sentimos por quienes posibilitan el placer sexual y los
cuidados. Amamos a quienes nos dan placer y amor. Tal
la reciprocidad inicial fundado en modelos de amor y que
internalizamos como “Ordenador emocional” o también,
“Inconsciente vincular”. Incorporamos el estilo en que
nos dan cuidado, protección, ternura, caricias positivas,
etc., como “amor”. El amor sería una superestructura
simbólico-emocional, o engrama emocional sustentado
en hologramas emocionales que quedan grabados para
ser expresado en el momento en que el “prototipo” o
modelo de amor aparezca ante nosotros. Cuando Cupido
te “flecha”, es porque el encuentro con tu prototipo de
PROCUSTO ENAMORADO

amor ha detonado o activado tu programa de amor. Una


vez activado, sigue los pasos automáticos de un
Programa. En ello, nuestra subjetividad queda subsumido
y como efecto de todo un trance emocional que emerge
de lo más profundo de nuestro programa.

Nuestra madre aparece como el primer objeto y modelo


de amor, porque ella nos cuida y nos ama, lo que
internalizamos como holograma emocional que luego
tornamos activos amando como nuestra madre nos amó.
Freud diría que primero sentimos las cargas emocionales,
los investimientos emocionales para luego sustituir tales
con una “identificación” a los modelos de amor. Es así
que terminamos amando como ellos nos amaron. Y
sabemos que los estilos de amor son varias: amor
materno, paterno, fraterno, erótico, etc. En pocos meses,
aparece el padre en su función de afectivización,
brindándonos sus cargas emocionales como engramas de
ser amado, deseado, y que luego damos vuelta al
identificarnos con él: tornamos activo el rol pasivo de ser
amado. Sobre todo, lo que da forma al amor, al apego
duradero, funcional y recursivo, es el estilo de amor que
nos brindan nuestros padres. El caso de una madre, nos
dará un prototipo de mujer para poder amar y nuestro
padre un modelo de hombre con todos sus atributos,
pecados y averías, pero modelo de amor al fin.

Incluso el amor a sí mismo o “narcisismo” aparece como


el amarse a sí mismo tal cual nos aman nuestros primeros
amantes familiares. Así, el “ser amado” se vincula con los
amantes, en posición activo. Todo ello programa el amor,
el estilo del amor y sus avatares en términos positivos o
negativos.

De la misma manera en que nos amamos a nosotros


mismos de acuerdo al estilo en que fuimos amados,
desplazamos tal estilo de amor sobre los demás, sobre el
partenaire. Eso sucede porque estamos programados
para amar y ser amado. Es decir, el programa de amor es
un “Guión de amor”, un “Proyecto de amor” construido
por cada uno sobre la base de los amores que nos
brindaron.
PROCUSTO ENAMORADO

En el varón, el engrama emocional del amor es que toma


como modelo de cómo se ama a su padre en relación a su
madre. De hecho, se programará tal cuál y buscará una
mujer que cumpla las condiciones de amor de su madre
para su padre. Imaginemos un “Holograma emocional”
del amor de un joven cuyo padre era “romántico”, le
regalaba flores a su madre, le recitaba poesías, etc., como
en la época moderna. El joven adoptará algunas de las
estrategias de conquistas de su padre y amará a la mujer
tal cuál interpretó que su padre amaba a su madre. Es
decir, el amor no proviene de puros impulsos ni de la
sexualidad o desde lo social en forma mecánica sino de
modelos o matrices familiares de amor interpretados por
el sujeto y que incorpora en su programa de vida. Pero el
programa de amor no se visualiza sino en su sentido
inconsciente como “Inconsciente vincular” que surge en
el vínculo, como “co-inconsciente” (J.L.Moreno), ignorado
y la diferencia con el “Inconsciente” del psicoanálisis es
que lo consideramos un “Programa simbólico” como
cristalización de vínculos y roles (Enrique Pichón Riviére)
que funciona en automático y que pauta la vida amorosa
así como la propia sexualidad. No consiste en que se
repita el modelo de amor de una madre o de un padre
porque lo que ocurre es que los hijos programan el suyo
sobre la base del de aquellos, lo que lleva a que muchos
atributos de amor y de identidad sexual reaparezcan en
el de los hijos. En esto podemos diferenciar aquellos
programas donde hay repetición casi idéntica, con pocas
variaciones, y otras donde las variaciones siguen un
espectro de similitud.

Si nos preguntamos del porqué de los divorcios y


violencias de parejas, debemos rastrear tanto el
programa de amor de cada partenaire como el del sujeto.
Mejor dicho, el programa de amor del sujeto conlleva el
de sus padres, donde el mismo cumple el rol
correspondiente a su linaje de género. Por “lealtad de
género”, el sujeto es fiel a los dictados de su sexo,
cumpliendo su “identidad sexual” y de amor tal como lo
interpretó del padre o de la madre. Es decir, lo que
construimos como “programa emocional” posee como
PROCUSTO ENAMORADO

requisito no solo el juego de impulsos, de estimulaciones


sensuales de los padres sino modelos de ternuras, formas
de erotización, estilos, que el sujeto torna activo desde la
asunción de su programa. La cara interna del proceso de
asunción de una identidad sexual es la erotización por los
padres pero requiere de un formato, de un estilo, que
proviene del modelo de los padres a los que se suman la
Programación sociocultural a través de la escuela, los
medios y las redes.

Como lo afirmamos en éste trabajo, el amor es la


resultante del “Deseo de ser” de cada sujeto, que
fundamenta a la “Frase fundante” o nombre del ser, de
una vida y de la afirmación del sujeto en un estilo de
amor y de vida sexual. Es decir, el sujeto persevera en ser
incluso desde su vida erótica, desde su estilo de amor
porque aún en la dimensión emocional se juega su deseo
de ser, su estilo, fundado en el linaje de género, y en el
amor y sexualidad de los padres que trasmiten estilos
vinculares tanto en el plano consciente como el del eje
transgeneracional inconsciente.
Uno ama en consonancia con el amor de la madre pero
también con el amor del padre, lo que lleva a que el
programa de amor y de sexualidad sea compuesto, mixto,
merced a que el programa de cada padre resulta
diferente. Cada padre lucha por instalar su estilo
emocional y ello se acusa en sus quejas, en sus averías,
en sus insistencias conflictivas buscando legitimar un
modelo de amor. A veces, al resultar imposible, llegamos
al divorcio, como manifestación de lo disímil de cada
programa. En otras, el mismo programa empuja hacía el
divorcio o la violencia de pareja porque constan como
premisas en sus archivos.

En cuanto al sujeto y su Programa de amor, el amor


prende cuando se activa el prototipo de amor que consta
en el archivo. Esto sucede ante la presencia de otro que
cuadra con el prototipo de amor del sujeto. Ciertos
rasgos, la voz, la mirada, etc., cautivan al sujeto que
empieza a “idealizar”, a “enamorarse” y ser cautivo de su
programa. Constituye un verdadero “trance
autoinducido” que sume al sujeto en el “túnel del amor”.
PROCUSTO ENAMORADO

Es decir, el sujeto queda hipnotizado por su programa y


queda en un trance sonambúlico emocional intenso.
Claro es que medían etapas, como el conocido por todos
del “Enamoramiento”, del reproche, la etapa del
“Proyecto de amor conjunto” cuando ambos acuerdan y
construyen un amor conjunto. Para llegar a ésta fase se
debe poder acordar a pesar de las diferencias de
programas y las luchas para legitimar el propio estilo de
amor. Recordemos que en esto cuenta nuestro
“Síndrome de Procusto” donde aún en el amor,
ofrecemos nuestro pequeño lecho para luego atar y
cortar las piernas y cabezas que sobran, en aras de
imponer el propio estilo o programa de amor.

De modo que, nuestro Programa de amor se funda en el


modelo de amor de nuestros padres y sus vicisitudes. El
“Cómo ama mi madre” es crucial para la mujer y cuando
elige a su hombre, es porque éste cuadra con el prototipo
de amor inculcado por su padre. Este hombre posee
cualidades o ella le adjudica, de ser “paternal”, “infantil”,
etc., que son precisamente cualidades o insignias de su
padre pero que ella ya ha olvidado. Como es un
“Programa”, se reactivará en forma idéntica con cada
nuevo amor. Esto se debe a lo que ya afirmamos más
arriba: en el amor se juega el Programa de vida, que le
brinda su estilo o formato emocional. Todos los
problemas de parejas pueden tener su lógica si acudimos
a éste enfoque programático y analizando el modelo de
amor inculcado al sujeto y que para él o ella ofician de
“Guión de amor” o desde enfoque vincular, “Inconsciente
vincular”. Pero, aún la toma de conciencia de que sigue
un patrón emocional, repeticiones, variaciones o
simetrías respecto del amor de sus padres, el sujeto
encontrará dificultades para cambiar su estilo.

Digamos que ambos sexos y aún quienes poseen


“identidades diferentes” como los homosexuales,
asumen en diversos estilos el programa sexual y de amor
de los padres. Ello se debe a que el amor no emerge de
los impulsos, las hormonas o el pensamiento y posee
mucho de “influencias” y de “trasmisiones psíquicas”
PROCUSTO ENAMORADO

desde la generación de los padres y aún de generaciones


anteriores.

El “Programa masculino”

El sujeto se programa a partir de su Programa


fundamental: su “Frase fundante”, la frase que define su
ser como eslabón de una cadena de linajes masculinos de
muy larga data. Es decir, la dialéctica de linajes, de luchas
por instalar un modelo de familia propio, en desmedro
del partenaire, así como de un modelo de amor, de
pareja, de sexualidad, etc., aparece como contexto de la
constitución de tal programa masculino. Asume la
definición de su ser cuando su propio padre lo define con
un “Eres un X”. Sobre la base de ésa matriz simbólica,
programa su vida sexual o su identidad sexual. Por
“simetría”, el hijo calca la vida sexual del padre y a
medida que se estructura, copia sus insignias, graba las
escenas cruciales que atrapa en su “investigación sexual
infantil” (Freud). Así, el programa paterno pasa al niño
como modelo emocional a seguir. Sin embargo, no hay
mecanicismo en esto y el niño simboliza, escribe,
interpreta y estructura su propio programa aunque en
base a modelos. Por el proceso de “experiencia activa”,
intensa, a la vez simbólica y emocional, el niño observa,
descubre escenas, comprueba que su padre es activo en
la escena sexual y ello le permite encontrar una
referencia a seguir. Será activo, junto a las cualidades
inherentes a su padre. Será “heterosexual” si las
imágenes del padre se corresponden con lo que la
sociedad y la familia definen como tal. Pero puede elegir
otras “Orientaciones” y ello depende de quién le trasmite
las pistas simbólicas sobre cómo ser. Ser como su padre
no solo implica asumir y seguir su programa de vida en
sus diferentes versiones, sino además “ser como él en el
campo emocional”. Como la determinación familiar y de
linaje es máxima, escapar al condicionamiento simbólico
PROCUSTO ENAMORADO

resulta difícil. Por ello, simbolizará al padre como su


modelo emocional a seguir. Con ello, aprehende también
sus “averías”, sus males de archivos, sus fracasos, sus
virtudes y dotes, todo. Lo que podemos ver desde un
enfoque panorámico es que un sujeto puede tener una
vocación social y laboral diferente al del padre, pero ello
se debe a que las determinaciones sociales son menores
que el determinismo familiar.

En la estructuración de sus hologramas emocionales, que


proyecta en la escena de su conciencia, comienza por
copiar la forma de ser del padre con su propio cuerpo,
invirtiendo el ser cuidado y los ejemplos del padre con la
madre como propio, cuando juega a ser como papá con la
hermanita, por ejemplo. El juego refleja así los progresos
del programa en diversos ámbitos. El descubrimiento de
que posee un órgano genital como su padre constituye un
momento de cambios exponenciales. Su visión de sí y de
su cuerpo, corre aparejado al de su padre, quién es como
él. Podemos recordar el temor de perder su pene, tal
como lo estudió Freud y que denominó “angustia de
castración”. Esto sucede al captar que su hermanita o la
madre no poseen penes y que hay diferencias. Gracias a
éste descubrimiento, cobran sentidos los roles para
ambos sexos. Se escinde la inclinación hacia el propio
sexo, la lealtad al mismo, y se conforma la identidad
sexual. La diferencia ha surgido.

Surge así el deseo de ser como su padre con la madre


para poseerla, en su rol activo, en la escena sexual.
Elabora un holograma que reseña éste momento y ello le
brinda una referencia emocional fundamental. Al mismo
tiempo, el niño se asume como su padre ante la madre,
desde una ritualización erótica del ser como él. Es el
momento en que su ubica al niño en su rol de ser como el
mismo padre, buscando sustituir al mismo ante su madre,
experimentándose en su cuerpo erótico, con la erección
de su pene, en su plenitud “fálica”. No solo incorpora su
cuerpo erotizado, excitado e incestuoso, porque además
incorpora un objeto de deseo singular, como la madre,
gracias a marcas o atributos del objeto sexual. Para luego
sentir atracción, erección, y deseo intenso hacia una
PROCUSTO ENAMORADO

mujer, se necesitan engramas emocionales conformadas


en el programa sexual. De lo contrario, si el programa es
otro, como el caso del homosexual, la excitación será
ante otro varón. Todo esto lo podemos caracterizar como
la construcción o programación del objeto sexual.

Entonces, el deseo de ser como el padre, de seguir sus


insignias, y que es comandada por la Frase fundante que
dicta el imperativo de ser como él, el niño va
programando su vida sexual. Este proceso no se reduce a
su base “pulsional” o libidinal y requiere ya un “programa
simbólico fundamental” como la Frase originaria para
tomar a su cargo las insignias del modelo sexual y de
amor, tanto como las del objeto sexual y de amor. Deseo
de ser, ser como el padre en acción, deseos eróticos y una
limitación: ser como el padre en lo sexual no habilita el
ser él mismo. Medían límites impuestos por los
programadores. Es lo que conocemos como “Prohibición
del incesto”, que diferencia entre lo permitido y lo
prohibido.
Desde sus programadores, observamos que propician los
procesos anteriores en su rol de “modelos emocionales”
que el niño asume como su modelo desde una versión
singular.

La construcción progresiva del rol sexual y de amor lleva


a la consolidación gradual del Programa sexual y de amor,
lo que lleva también a la “separación” progresiva de los
padres a los fines de la “Elección exogámica” de la
sexualidad y el amor. Es decir, la misma familia programa
a sus integrante en el sentido de la exogamia, obligando a
lo que Françoise Doltó denominó “Castraciones
simbolígenas”, dando límites a la libido oral, anal, fálica,
genital, orientando hacia elecciones exogámicas. Juega
en esto la “Prohibición del incesto” y cada linaje resulta
operativo en orientar a sus hijos desde el propio
programa emocional. Un padre buscará instalar su propio
“Programa masculino” oficiando de modelo, ejemplo
concreto, que los niños descubren, por ejemplo, cuando
pescan a sus padres en una relación sexual, lo que obliga
a la construcción de hologramas sexuales donde el sujeto
PROCUSTO ENAMORADO

es activo o pasivo, según sea la escena propiciante de la


simbolización hologramática.

El niño descubre gradualmente que su padre orina


parado, que es activo en la cama, el pene se excita con la
función fisiológica, lo que orienta hacia las actividades de
autoexploración, sensibilización de las zonas erógenas y
la toma de conciencia de las diferencias con las niñas. Es
un descubrirse ser como el propio padre, a quién busca
imitar en todo, identificándose con el mismo, y
elaborando un holograma autorreferencial, de sí mismo
como portador de un pene en relación a otro que es la
madre, y quién propicia encuentros de caricias, abrazos,
besos, etc., que excitan al niño haciendo que
experimente intensamente tales y queden grabaciones
referenciales para su propia sexualidad. Digamos que el
“Tener un pene” se vincula con la incorporación de un
modelo que lo posee y lo ejerce de una determinada
forma, y éste proceso es gradual, como cuando los niños
juegan a ser como sus padres, en los “Juegos sexuales
exploratorias” entre nenes y niñas. Allí juegan
concretamente sus hologramas sexuales que a su vez les
ayuda a conocer nuevas facetas de su sexualidad en
construcción.

Digamos, el niño necesita ver realmente a su padre en


acción, en la cama con su madre, en la siesta, por
casualidad en algún encuentro sexual, en el baño, etc.,
como portador del pene para asumir tal imagen y hacerla
propia. Pero es un proceso complejo cuyo desenlace
depende de muchos factores para que se dé en forma
positiva. Es decir, ser varón se corresponde con un
programa paterno masculino, cuya legitimidad mínima
debe provenir del linaje materno, que debe validar y
“entregar” un modelo de hombre que la ama y desea. Si
esto fracasa, el varón puede que no lo sea y su “identidad
sexual” puede adquirir otras vías.

Ya en la adolescencia, asistimos a la consolidación-


relativa-del Programa sexual y de amor y el sujeto es
avasallado por la irrumpida hormonal que lo torna
excitado, “libidinal”, potenciado esto por la conformación
final del aparato biológico sexual en ambos sexos. Es hora
PROCUSTO ENAMORADO

de que el sujeto utilice su programa sexual y de amor y se


enfrasca en la misma. Las primeras elecciones del objeto
de amor fueron los del jardín, la escuela primaria, pero en
la secundaria, la cosa se torna pleno, el joven siente
excitaciones, las producciones hormonales son intensos,
sus gónadas producen espermatozoides y todo está listo
para que cumpla la función que la especie le depara: la
función procreativa de la sexualidad. A nivel “psíquico”
de su Programa, aparece la elección del objeto de amor,
se enamora y es en éste momento en que podemos
visualizar su estilo de amor, su programa conformada, sus
peripecias. Pero no decimos que todo ha culminado
porque aún medían programaciones hasta la adultez
plena hacia el declive del proceso adolescente.

Es también el momento en que el joven manifiesta su


estilo de amor, en consonancia con su modelo, su padre,
pudiéndose encontrar similitudes increíbles. Es que son
programas simétricos, aunque la excepción haga a la
norma. Es el momento en que tomará la senda paterna
en materia de vida emocional. Cierta vez conocí un joven
cuya vida sexual inicial era para cumplir con una carta del
destino paterno: encontrar una joven, amarse
intensamente, tener un hijo y separarse. El joven debía
tener un hijo en algún lado tal como su padre le relató
una vez sin pensar que con ello estaba programando a su
hijo para la paternidad. Es decir, lo que para los padres
significa cumplir el rol de padre para con sus hijos,
constituye además cumplir el rol de modelo sexual y de
amor para los mismos.

Para los que odian el determinismo y aborrecen las


repeticiones, le aseguro que hay otras versiones de
programas sexuales y de amor diferentes al del padre,
como cuando hay divorcios y ciertas madres propician el
modelo de amor de un tío, un abuelo, etc., en
detrimentos del modelo paterno. Incluso, formaciones
transaccionales, donde el niño lucha por ser como el
padre en todos los campos pero también cumplir ciertas
expectativas maternas en materia de modelos
masculinos.
PROCUSTO ENAMORADO

El “Programa femenino”

La identidad femenina constituye el producto de una


larga programación (“Construcción”) que no parte de
puros impulsos sino de “modelos” o estilos del ser
femenino. Por ello, parte del modelo materno de ser
mujer y madre. En sus comienzos, con el cuerpo a cuerpo,
las caricias, abrazos, etc., la niña graba un modelo de ser
cuidada, amada, tratada. Es un modelo de madre merced
al cuidado que dedica a la niña. Es también un modelo de
amar, de dar caricias eróticas, de poseer al otro y allí
surge el deseo de ser como la persona que nos ama y
cuida.

Ya desde los comienzos, la madre “orienta” a la hija


“hacia” el padre donde la misma emula a su madre
respecto de su Padre. La niña es así amada, y erotizada
por los besos y abrazos del padre. Es su “mamita”, donde
el mismo reedita su propio estilo de amor hacia su mujer,
la madre de la beba. Digamos, lo que se cede y que la
pequeña graba es un modelo vincular de amor, de
intercambios eróticos que permite la construcción del
propio estilo de amor y de desear fundado en tales
modelos. De modo que, desde un comienzo, la niña es
amada por su madre, pero “cedida” a título de “parte de
sí misma narcisísticamente amada” al padre, como forma
de ratificar y sostener el amor a su hombre. La hija será
su sustituta que ahora es amada y erotizada por el padre.
El padre a su vez trasmite un modelo de amor y de
ternura o sensualidad a su hija, que al “experimentarse”
amada y erótica, queda sensibilizada o programada para
tales intercambios amorosos y libidinales. No habría dos
tiempos como se ha sostenido hasta ahora como cuando
se ha considerado a la niña y la madre como un “tiempo
preedipico” sino una “orientación” de la niña hacia el
padre desde los primeros momentos. Si se fijan, incluso al
nacer, la madre asiste a una escena crucial en que el
padre alza a su hija y la mira, le da besos, la abraza, etc.,
donde espera confirmar el amor del padre hacia su hija.
Allí se juega todo para ella.
PROCUSTO ENAMORADO

De modo que, el ser femenina, mujer y madre, es


trasmitida por la madre cuando ella misma es mujer,
madre y femenina, respecto de su hombre. Por
observación activa y constructiva, la niña se identifica y
construye hologramas emocionales, el engrama de su ser
mujer, femenina y madre a partir de lo que observa. El
modelo materno lo obtiene de los cuidados de su propia
madre así como su complemento, el padre. Pero cuando
descubre que su cuerpo es como el de su madre, aparece
la diferencia con el cuerpo paterno, con el cuerpo de su
hermanito con pene, lo que bifurca el camino de la niña
respecto de los varones. Será un terrible descubrimiento,
deseo de ser como el varón y su padre, con el
consiguiente duelo por la imposibilidad de serlo a medida
que progresa en sus conocimientos sobre las diferencias.
Eso detona además junto a las sensaciones corporales
genitales la exploración de las zonas erógenas
(Masturbación infantil), su sensibilización y programación
sexual. Sobre todo cuando la niña descubre escenas
donde cumple un rol “pasiva”-activamente pasiva-de la
madre respecto del padre. Luego, como prueba de que
ello detona la construcción de hologramas eróticos, del
cuerpo a cuerpo, del intercambio de besos, caricias, etc.,
la vemos jugar con su hermano los famosos “juegos
sexuales exploratorios”. Sin duda, éste primer
descubrimiento de las diferencias corporales por la niña
deja marcas significativas en su programa emocional.
Sentimientos de ser privada, ser desmerecida de un
órgano tan preciado como el pene florecen en el carácter
femenino como “envidia del pensé” y del hombre en
forma duradera. Pero el modelo materno, como modelo
de amor hacia el padre, y como modelo sexual hacia el
mismo, brinda esperanza básica, un sendero a seguir y a
ello se enfrasca la niña. Ser como su madre será su
programa básico. Ocupará su lugar respecto del padre, a
quién amará y deseará tal como deduce que su madre
ama y desea a su padre. De ésta manera, se programa
para amar y desear a un hombre como el modelo
paterno. No tanto ser un hombre como ser la mujer que
ama su padre, emulando a la madre. Tal su holograma
PROCUSTO ENAMORADO

emocional fundamental. Esto dará un norte, un programa


de amor fundamental para toda mujer.

En éste momento en la programación de una mujer,


Freud ubica la “envidia fálica” (envidia del pene), el
querer poseer eso que los varones poseen, como crucial
en la estructuración de la mujer. Como la madre le
deniega, se orienta hacia su padre, del que tampoco
obtendrá el objeto de su búsqueda, lo que cambiará a
desear tener un hijo del padre, ser amado por él, como
equivalente de aquella búsqueda. Posteriormente y como
modo de resolución del programa femenino, desplazará
sobre otro hombre todo el amor y el deseo que siente por
el padre. Lo crucial en cuanto a la idea de que la
identidad sexual es un programa es que quedan registros,
hay engramas emocionales, hologramas eróticos y de
amor que determinan todo el amor y la sexualidad
posterior.

Muchos creen que la niña asume a su padre, se identifica


con el mismo pero ello es secundario: lo crucial es que se
identifica con la pareja paterna, donde se ubica del lado
de la madre como mujer que ama su padre. A eso se
atiene en su vida sexual y de amor posterior. Cumplir su
Holograma emocional y sexual se erige así en el garante
de su felicidad posterior.

El “Programa de pareja”

El “Programa de pareja” es lo que denominamos


“Inconsciente vincular”, que se activa en vínculo, donde
cada partenaire lucha por instalar su propio modelo, en
forma unilateral, en la puja cotidiana de toda pareja. Es la
raíz de todos los males del amor.

Cada sujeto posee su propio “Programa de pareja” que


pone en acción en relación al partenaire. Por su parte, el
partenaire, moviliza su Programa y así, asistimos a dos
programas en relación. Pero hablar de “relación” puede
ser entendido como “funcionamiento paralelo” o incluso
PROCUSTO ENAMORADO

de “desconexión” donde cada uno pone en marcha su


programa ubicando al otro en rol de “objeto” de las
representaciones propias. Es decir, al movilizar el
programa de pareja, adjudicamos al otro el rol que
necesitamos que cumpla para plasmar nuestro programa.
Básicamente todo el proceso se da a nivel inconsciente,
sin que haya percatamiento consciente de la verdad en
juego. Y, como la tesis del presente libro es que somos
“Procusto enamorado”, cuando amamos, luchamos por
imponer nuestro programa aún a costa de “cortar
cabezas, piernas y brazos”, además de “Descoyuntar
articulaciones” cuando el partenaire queda pequeño en
relación con nuestro engrama emocional, programa,
guión de pareja u holograma emocional fundamental.
Cuando pensamos, movilizamos los aspectos cognitivos,
ideativos de nuestro programa pero al amar,
amplificamos los aspectos emocionales y nos dejamos
avasallar por las mismas. Es una verdadera autoinducción
que culmina en un autohipnósis. De allí la falta aparente
de “lógica” y “Principio de realidad” en el amor.
En otros términos, cada partenaire se enamora, ama,
movilizando su propio “Guión de amor” o “Inconsciente
vincular”, pero que ignora, por lo que, básicamente, se
tiende a considerar que el amor es algo similar a un
“instinto”, a algo que surge sin necesidad de una
programación previa. Nada más alejado de la verdad.

Cada uno se enamora, ama, reactivando hologramas


emocionales, cuya diferencia con una fantasía es que en
el holograma, el sujeto aparece personificado en la
escena, en un integrante, varios o todos. Son aspectos
simbólicos del propio sujeto, autor de los hologramas.

Como “Programa de amor”, conlleva la verdad del sujeto.


Conlleva su verdad, su “Frase fundante” que le da un
sentido emocional. Así, el sujeto “Persevera en ser” pero
ésta vez en el campo emocional y la pareja. Es por ello
que su programa de amor no consiste en algo abstraído
del “Programa de vida” sino otra de sus cartas sin marcar.
El sujeto ama como amó su padre y su madre, donde el
programa emocional constituye un símil. Esto se debe a
que los modelos fundantes de la vida emocional
PROCUSTO ENAMORADO

provienen del ejemplo de los padres. Es también por ello


que todo sujeto arma su guión emocional como calco del
de sus padres y más específicamente del padre del mismo
género, como narcisismo de linaje, donde el amar, el
amor forma parte de la identidad, del sentido del ser, de
un sistema de vida.

Conocer el programa de amor de un sujeto implica un


rastreo genealógico de su linaje, del estilo de amor de su
madre, de su abuela, como mínimo, para poder abstraer
las similitudes, las trasmisiones, las recurrencias, y sobre
todo, las averías o “contaminaciones” de “males de
archivos” como divorcios, violencias de parejas,
infidelidades, etc. El sujeto se apropia de tales y las hace
propio, en consonancia con su Programa de vida, con su
Programa de amor. De modo que, debemos revisar cada
linaje, cada línea, en el linaje del padre, del abuelo, para
entender el estilo de amor que moviliza un sujeto. Un
hombre puede tener una vocación diferente al de su
padre, pero escapar al programa paterno resulta difícil
debido a la máxima determinación de los modelos
familiares. Tales son asimilados a edad temprana y como
el sujeto no posee criterios ni pensamiento crítico a edad
temprana, los engramas emocionales u hologramas
emocionales quedan como mandatos emocionales
absolutos a cumplir.

El “Argumento” de todo “Programa de amor”

El “Argumento”-también “Guion de amor” o


“Inconsciente vincular”-de un “Programa de amor
inconsciente” es el sentido que otorga lógica a un estilo o
modelo de amor. Se lo suele encontrar a pedazos, en los
reproches, en toda producción subjetiva emocional, en
sus tropiezos, etc. Es el “Sentido emocional” de todo
vínculo de pareja y lo podemos encontrar organizado
como un estilo de amor, como un “Idioma subjetivo
PROCUSTO ENAMORADO

emocional”, como un “Guión de amor”, muy vinculado


con el de los padres del sujeto. Una mujer programada
para el divorcio buscará por los todos los medios ser ella,
es decir, ser como su madre, quién le dio el espejo para
mirarse así como sus tropiezos o averías que
consideramos como “divorcio”. Podemos armar el
Argumento de su Guión, el sentido de todo lo que le
ocurrió y desde un principio, podemos encontrar
similitudes con la historia materna y paterna: buscarse un
hombre, tener un hijo o más, casarse, pelearse,
engañarse y luego divorciarse. Parece simple pero
tampoco los ejemplos son tan complejos. Una madre es
el ejemplo de su hija así como para su hijo. La misma,
cifrará en todo momento su lugar en relación al padre, o
mejor, el lugar que su padre ocupa en el deseo de su
madre, lo que le dará cierta perspectiva de si se quieren o
no. Una niña me aseguró una vez: “Mis padres se pelean
mucho, y se van a separar”. Eso ocurrió y además indicó:
“Mi abuela suele venir y cuando ella viene seguro que mi
papá se pela con mi mamá”. Es que la inocente abuela o
suegra del susodicho, viene a recordar o al menos a
reforzar el Argumento emocional de la hija, a saber, que
las mujeres de su linaje terminan separadas. En otro caso,
la cosa es casarse, tener hijos, ser infiel en forma
esporádicas, y en la última fase del amor, a saber, casi en
la tercera edad, separarse del hombre, para vivir sino de
amantes. Los casos son tantas como sujetos y solo
intento brindar el contorno de un estilo de amor
fundando en un programa de amor, en modelos
trasmitidos, el papel protagónico del sujeto en su
programación, etc.

El argumento de un Programa de amor manifiesta el


holograma emocional crucial del sujeto. Es decir, lo más
regular del amor de sus padres: se peleaban todo el
tiempo, el padre era romántico, nunca se separaron,
pareja clásico, etc. Además, la verdad de cada sujeto o
“Frase fundante” que le da lógica, sentido, un norte a
seguir, para “Perseverar en ser” desde un estilo de amor.
Pero el modelo de amor que uno despliega en el campo
PROCUSTO ENAMORADO

del amor no solo está programado porque además sigue


una estilística del deseo de ser.

Como en un juego de ajedrez, cada partenaire moviliza su


Estrategia de amor o “Proyecto de pareja” donde “ganar”
significa instalar el propio sistema de amor, el propio
programa de amor. Con ello, cada sujeto cumple su rol de
eslabón de una cadena de linaje, de hombres que
trasmiten su forma de amor, de mujeres que perseveran
en ser trasmitiéndose en sus hijas.

En un primer tiempo de la programación del amor


tenemos al niño y la niña observando atentamente cómo
ama su madre a su padre y el niño respecto de su padre.
Es un ver para tomar partido por uno u otro, según el
género, pero además, para comprender el vínculo, el
estilo de amor, lo que cada uno le hace al otro, lo que se
dicen, las expectativas recíprocas, entre otros. Así, el
holograma de pareja es construida activamente por el
niño que toma partido en su interpretación de lo que
observa. De ésta manera, los niños graban, conforman
un registro del estilo de amor de sus padres. El niño suele
ser leal a su sexo, con su padre, en la niñez, aunque
menos hacia la adolescencia, pero ello no significa que no
devenga lo que rechaza u odia de su padre. Será como él
en materia de amor, sexualidad, familia, disminuyendo la
eficacia de las influencias hacia lo social, como la
vocación que elija. Lo mismo la niña respecto de su
madre. Se “identificará” con ella en todo, en sus
sufrimientos, en sus risas, en sus proezas y tropiezos, en
sus rupturas y logros, etc. En infancia, la mirada del niño
carece de pensamiento crítico y las grabaciones ocurren
en brutos, conformándose el “Programa de amor”, de
pareja, con sus avatares. No vamos a poder comprender
las violencias de parejas, las rupturas, las infidelidades si
no nos metemos en la mirada y la interpretación de los
niños respecto del amor de sus padres.

La tarea de la niña es “Ser la mujer que ama mi padre” y


una vez programada, se enamora, busca en forma
inconsciente reactivar su programa, un hombre revestido
de aquel, el mejor del mundo, inimitable. Su lucha, su
meta emocional será conformarse con su holograma
PROCUSTO ENAMORADO

emocional, con el estilo de amor de su madre. Una


verdadera lealtad emocional al estilo de amor de su
madre.

Pero un amor “sano”, si cabe el término adaptativo de la


supuesta “salud mental”, tiene como requisito que el
Programa de amor, el modelo de amor de los padres sean
relativizadas, sean hechas conscientes, con una distancia
mínima como para que haya un “Sujeto del amor”, con
algo de libertad respecto del determinismo del Proyecto
de amor conformado según el modelo de los padres. Y
eso implica un duelo previo, que no suele ocurrir en
nuestra cultura. Un duelo, una pérdida de la ilusión del
amor, para disipar la niebla que cubre al objeto de amor y
lo envuelve cual lecho de Procusto.
Un duelo necesario en el amor

Es necesario que cada partenaire relativice su programa


de amor, el “Inconsciente vincular” que porta a título de
“Guión de amor”. El objetivo del mismo es la adecuación
conjunta del “Proyecto de pareja”, producto de la
intercepción de ambos programas de amor o
“Inconscientes vinculares”, pero que no constituye una
adecuación total, sino de lo que se comparte, lo que se
acuerda, los pactos conscientes, los ideales compartidos,
lo necesario como para que la familia surja, por los hijos,
por la humanidad. Pero lo que ocurre con “Procusto
enamorado” es que éste “se” impone en su Programa de
amor mutilando la del otro, imponiéndose en forma
autoritaria, como una violencia simbólico-emocional, que
lleva a los fracasos de amor. El máximo de imposición
ocurre porque somos inconscientes de que portamos un
Programa de amor. Merced a que no existe una cultura
consciente sobre cómo amamos y de sus orígenes en el
amor de nuestros padres, chocamos contra la pared o
PROCUSTO ENAMORADO

procedemos a cortar la cabeza y las piernas de nuestro


partenaire tal como acostumbraba Procusto.

Cuando perseveramos en amar según nuestro estilo,


considerando nuestra forma de amar como el amor
mismo, como lo más genuino, e inculpando al otro por las
diferencias y desacuerdos, procedemos como Procusto.
Tanto desde los primeros momentos del enamoramiento
como en sus momentos de plenitud amorosa, ponemos
en práctica nuestro programa. Somos comandados por
dicho programa y ello permite que el amor posea un
orden, a contrapelo de las visiones azarosas o “locas” del
mismo compartido por muchos pensadores. Pero cuando
comprobamos en muchos casos que tal orden toma
consistencia a partir de modelos de identificación, a
partir de hologramas emocionales construidas por cada
uno en base a modelos familiares, comprendemos su
lógica.

En otros términos, debemos considerar que el


funcionamiento “en automático” de nuestro Programa de
amor resulta positivo solo en los casos en que hubo una
programación positiva. En los casos en que hubo
“modelos contaminantes”, averías, rupturas, conflictos
recurrentes, infidelidades, divorcios, etc., el sujeto es
obligado a un estilo de amor que lo hace sufrir.

Resulta necesario entonces un duelo por el “Estilo de


amor obligado”, por el propio “Inconsciente vincular”,
para pasar a conformar un “Estilo de amor elegido”,
alternativo, como “Co-inconsciente vincular alternativo”
que posibilite al sujeto no ser víctima de los modelos
hegemónicos de su familia de origen. Liberado de
determinaciones genealógicas o legados nocivos, podrá
construir la “Pareja elegida” por ambos sin ser la
marioneta de los modelos de parejas trasmitidos por
ambas familias.
PROCUSTO ENAMORADO

El “Síndrome de Procusto” o la lucha por imponer el


propio “Inconsciente vincular” en la pareja

Cuando aquel personaje mítico del Ática te ofrece su


lecho, no solo te ofrece dormir y descansar sino un estilo
de ser, un modelo vincular, un modo de amar, un
esquema de vida y solemos ser como él. Luchamos por
ser en consonancia con nuestro “Programa de vida” y que
se plasma también desde nuestro “Programa de amor”.

Tanto la mujer como el hombre se nos aparecen como


dos Procustos que ofrecen su propio lecho como
ejemplos de vidas. Y las diferencias llueven porque cada
Procusto posee un esquema de vida diferente, un modo
distinto de amar como su propio “Inconsciente vincular”.
Lo que se traduce en todos los órdenes del amor, de la
vida.

De modo que, el “Síndrome de Procusto” significa que


solemos persistir en imponer nuestro estilo de amor, en
consonancia con nuestro programa de vida. Y, por
supuesto, el otro, el partenaire se resiste y busca a su vez
instalar su propio estilo. Indefectiblemente encontramos
reproches, luchas por “Ser” porque aún en el amor se
juega nuestra verdad más radical, nuestra “Frase
originaria”, nuestra verdad. Es una verdadera lucha de
sujetos que se mediatizan por su programa de amor, y
todo eso lleva a controversias, a diferencias. El tema es
que el amor se desgasta en los intentos de instalar el
propio sistema de amor y de vida sexual y deja además
resentimientos, reproches. De modo que, el “Síndrome
de Procusto” no es un mal menor. Es un “Mal de archivo”
como lo diría Deleuze o una tendencia fundamental de
todo programa: el de llevarse a cabo, en ser.

En lo manifiesto, podemos ver todo esto como lucha por


el poder, como un verbo a verbo, incluso, cuerpo a
cuerpo, pero solo es la superficie de la verdad. En verdad,
detrás de las supuestas luchas por el poder lo que ocurre
es la insistencia por ser, el ser a través del propio
programa de amor. Claro es que el término más acorde es
la de la lucha por la dominación, pero dominación como
PROCUSTO ENAMORADO

imposición y legitimación del propio modelo de amor. Un


hombre inconsciente de que posee un “Proyecto de
amor” que busca plasmar, puede llegar a considerar las
actitudes e ideas de su mujer como “equivocadas” y
persistirá en su tesitura. Incluso a la fuerza, cuando la
mujer busca “ser” instalando el suyo. Muchos suelen
creer que la mujer se adecúa al deseo del hombre, como
objeto del mismo, como si pudiese tomar conciencia del
“deseo” de su hombre. Solo busca ser según los términos
de su Programa de amor. Entrar en el cerebro o la mente
de otro solo es posible en la suposición, a nivel
conceptual.

Podemos sostener entonces que lo que se conoce como


“lucha por el poder” en la pareja no es una confusión
entre poder y amor, porque cada uno persiste en ser
buscando legitimar su estilo de amor y utilizando
estrategias, estratagemas, sofismas, y toda clase de
“racionalizaciones” donde lo que se justifica es la razón
del propio ser: un “Programa de vida” y lo que es
inmanente a la misma como “Programa de amor”.
Dos idiomas emocionales singulares

Como sistema de significaciones del “Programa de vida” y


del “Programa de amor” o inconsciente de parejas, cada
sujeto habla un “Idioma emocional” singular (su propio
“Inconsciente vincular”), que lleva símbolos de su linaje,
propio de su género, de la cultura familiar de sus
antecesores, secretos de familias, mandatos, estilos de
vidas, costumbres, ideales, males como el alcoholismo, la
infidelidad, la potencialidad para el divorcio, el suicidio,
accidentes, éxitos y fracasos, etc. De modo que, hacerse
entender por el otro es una meta primordial para todo. Es
decir, que el otro pueda comprender y no solo juzgar, se
erige en miles de parejas como un anhelo siempre
buscado. Pero no ocurre y lo que se busca es forzar el
propio idioma, ser comprendido en nombre del amor, en
nombre de un chantaje emocional del tipo: “No me
comprendes porque no me amas” o por otros motivos
como acusaciones, reproches, etc. Lo correcto podría ser
PROCUSTO ENAMORADO

que el escuchar para comprender sea lo primero, dejando


el escuchar para juzgar a los jueces.

Este idioma singular habla de todo un sistema de amor,


un modelo de ser con el otro, un estilo de amor y de
pareja fundado en modelos familiares, construidos en el
ámbito familiar como escuela de la vida. Una mujer será
la mujer que amó su padre en su madre y que ella
interpretó para su programación, lo que luego reactúa en
el ámbito de su propia pareja. La pregunta para
comprender el “Idioma emocional” de una mujer o un
hombre es: “¿Qué modelo de amor y de pareja demanda
para compatibilizar con su Deseo de ser?”. Así, cuando
una mujer ama, ama al prototipo de amor que consta en
su programa. Ama un modelo de pareja, estilos de
interacción que pueden variar entre una simple charla a
diferencias, críticas, rechazos, agresiones, reproches, etc.
En otros casos podemos encontrar parejas “compatibles”
en cuanto a que la “complementariedad programática”
es máxima. Esto significa que en sus respectivos
programas constan modelos compatibles, lo que
minimiza los conflictos y las posibilidades de rupturas.

Cada sujeto habla su idioma de amor buscando instalar


un estilo de amor en consonancia con su linaje, con su
familia de origen. Esto significa que los términos de cada
palabra, de cada acción, de cada acto amoroso, etc., el
sujeto busca y anticipa no solo los comienzos de un amor
sino su desarrollo y su desenlace: los programados para
el divorcio anticipan y estructuran un campo propicio
para terminar separados. En otros casos la infidelidad se
prefigura ya en el noviazgo, como así las violencias de
parejas en las “microviolencias” de los comienzos, entre
otros. Pero por otro, no solo lo negativo se manifiesta en
éste idioma de amor sino un estilo de ser con el otro, un
modelo de pareja, un estilo sexual, creencias, prejuicios
de géneros, posiciones ante el otro como el rol de
víctima, victimario, salvador, etc.

Lo difícil en éste tema es que, no consiste en que


“hablamos un idioma de amor” sino que “Somos
hablados” por nuestro idioma de amor, por nuestro
PROCUSTO ENAMORADO

programa, lo que indica que el proceso es básicamente


inconsciente. En un caso de “Inducción de la infidelidad”,
el hombre sostenía que trabajaba afanosamente por su
vida, su familia, su pareja, su amor. Sin duda algo
elogiable pero sus reproches de que “Le di todo pero
igual me engañó”, así como la profundización de su caso
nos indicó que fue activo en inducir la infidelidad de su
mujer. En el caso del infiel, todo su juego, sus estrategias,
su “búsqueda orientada por su programa” será en el
sentido de que algún día logrará estructurar la escena
que posee escrito en su holograma emocional de
infidelidad.

Pero no solo la activa instalación de un modelo de amor a


despecho del otro, sino al mismo tiempo, se demanda la
complementariedad de rol, de que el otro asuma el rol
complementario a nuestro programa de amor, a lo que
creemos que es amar, a lo que debe realizar, decir y
pensar para que cuadre con las expectativas del
“Procusto enamorado” que somos. Antes que “volver
común” una idea o un modo de amar, lo que hay es un
“co-municar” como la lucha por ser comprendido en el
estilo de amor. Esto constituye una alienación emocional
básica, de la que los seres humanos aún no nos hemos
percatado del todo en nombre de las parcelas
explicativas, donde se toman fragmentos como las
“distorsiones”, la infancia, lo social, la familia, etc., para
justificar lo que poco se entiende.
PROCUSTO ENAMORADO

Desencuentros de linajes y de Programas de amor

Procusto sigue enamorado de un estilo de amor, el suyo,


el modelo de amor que calcó de los ejemplos familiares,
del beso de su padre a su madre, de sus reproches, de sus
momentos de desencuentros con su madre, de lo que su
abuelo o abuela le indicó como lo que sucede entre sus
padres, de sus conclusiones, etc. Pero éste programa
emocional le sirve de anteojos para ver la “realidad de su
amor”. Nunca puede percatarse de que “proyecta” un
estilo de amor sobre ambos, luchando por consolidar su
estilo, discutiendo, reprochando, buscándose
explicaciones, etc. Es una forma de ser a través del amor.
En el amor se juega esto de investir un Programa de amor
sobre la propia pareja.

Del lado de la mujer lo mismo. Ella trae su programa y lo


juega en el campo del amor. Luchará por ser la mujer que
amó su padre en su madre. Luchará por ser alegre, triste,
melancólica, infiel, sexual o no, conflictiva o cooperadora,
etc. Así, tal como nos lo enseñó Spinoza, “Perseveramos
en ser”, pero ésta vez en el campo del amor, la
sexualidad, los hijos, la familia. De ésta manera, en
materia de amor, hay “linajes de amor”, todo un estilo de
amar y ser amada, desde muchas generaciones hacia
atrás y también en el hombre. Si bien, asistimos a la
“zona común”, a las coincidencias en muchas cosas, cada
linaje hace proteccionismo, sin ánimo de negociar sus
insignias, cediendo siempre en condicional, como
dificultad para compatibilizar ambos mundos, ambos
modelos de amor y de parejas. De ahí las “Guerras de
sexos”.

Al “investir un amor” tal cuál Pigmalión que esculpe a su


amada, lo que ocurre no es propositivo sino impositivo,
donde una pantalla proyectiva impide ponerse en el lugar
del otro desde el nivel interpretativo. Esta inversión de
roles imposibles sume a ambos integrantes de la pareja
en la dificultad para entender al otro, para comprender
su mundo y sobre todo, su mundo emocional.
PROCUSTO ENAMORADO

Por ello, la deconstrucción de ambos programas nos


permitirá disipar la espesa bruma que tapa la vista de
ambos contendientes. Así, el amor no es algo
exclusivamente pasional, sexual, de placer y felicidad, el
tesoro buscado porque implica una lucha por ser, ser
desde lo emocional, en consonancia con nuestro
Programa de vida.
Infidelidades transmitidas

Otra carta sin marcar en el Destino de todo sujeto. Hablar


de “Infidelidades transmitidas” hace honor a lo
programado de todo amor. Muchas hijas construyen su
sexualidad identificándose con su madre en relación a su
padre. Es decir, asumen el rol materno libidinal en
relación al padre como modelos primigenios de amor y
de sexualidad. Programan su sexualidad fundada en tales
modelos, conformando sus “hologramas sexuales y de
amor”. Pero no solo una “Identidad sexual” o una forma
de amar porque además los padres trasmiten sus
tropiezos, sus averías o modelos negativos como la
infidelidad. Una hija, tarde o temprano, llegará a
descubrir si su madre le es infiel a su padre. Si vemos que
hace alianza con su padre es porque la sorpresa del
descubrimiento le remueve todo el programa y necesita
una reescritura del mismo indagando en el deseo ambos
padres. Es decir, le interesa saber si el tema es solo de la
madre o también del padre. Es que inconscientemente
PROCUSTO ENAMORADO

capta que puede existir una relación entre el engaño


materno y el deseo del padre. Para nosotros, posibilidad
de “inducción” inconsciente, como el caso citado más
arriba.

Otra cuestión vinculado con nuestra temática es que


pueden existir engaños ocasionales, temporales, que
ocurren cuando lo social obliga a encuentros, un trabajo,
posibilidad de ascenso, un gimnasio, una amiga
instigadora, etc., pero es claro que no son duraderos
como lo son los casos de hombres y mujeres ya
programados para el engaño. Quiere decir que en su
identidad de hombre o de mujer, y en su identidad sexual
y de amor, hay registros, grabaciones donde podemos
leer: “Yo, un X, amo como los X donde el engaño es parte
inherente a nuestro estilo de amar”. Es decir, constituye
una marca de identidad, un símbolo del ser, algo que
equilibra el amor conyugal, y sin el cual, el programa
empujaría al sujeto hacia la angustia, la ansiedad.
La bigamia como mal de archivo

He podido conocer varios casos de “bigamia” donde una


pareja se “blanquea” pero la otra no, se la oculta en la
clandestinidad. Es decir, son los casos en que una pareja
se divide entre una y otra, en una suerte de equilibrio
cifrado, necesario al integrante que la realiza merced a su
programa de amor. La mujer-que vamos a llamar “Y”-
tenía su matrimonio, su esposo trabajaba muchas horas,
y ella entabló vínculo con una amiga quien le presentó un
amigo, dando comienzo al raid de una bigamia porque
también vivía con él. El requisito para la bigamia no es
que haya solo infidelidad sino además el convivir con la
otra persona en ciertos momentos del día o la noche.
Sostener dos parejas resulta llamativo y más cuando
algunos de los hijos resultan diferentes. Muchos hombres
suelen mantener su familia además de otra pareja oculta,
informal, como prerrequisitos de su programa de amor.
El mismo-la bigamia-no resulta algo casual porque para
su consagración requiere de “archivos” o “registros” que
PROCUSTO ENAMORADO

se activen dando curso al proceso. Es lo que entendemos


por “programa”. La denominamos “mal de archivos”
porque son modelos negativos, de transgresión, de falta
de lealtad a la propia familia y pareja, pero que para el
sujeto que lo lleva a cabo resulta sintónico con su
Programa. Un ejemplo paradigmático de bigamia es el del
famoso psicoanalista Francés Jacques Lacan, quién-según
Elizabeth Roudinesco-mantenía dos mujeres e hijos,
ocultando a ambas la existencia de la otra. Cuenta la
psicoanalista que en un cruce de calle, Lacan paró el
coche y dos de sus hijos lo ven y se sorprenden con un
“¡Es papá¡”, pero él, simplemente los miró, y cuando
cambió el semáforo, arrancó el auto y se fue. Al lado
estaba su “Otra” mujer y la nueva hija en el asiento
trasero.

En algunos casos, la bigamia hace cortocircuito, cuando lo


que se ocultaba se manifiesta, se hace explícito, con
distintos tipos de respuestas de parte de cada integrante
de la pareja, como ejemplos no muy felices. Incluso
puede resultar peligroso desde el punto de vista de la
violencia de pareja y como mal ejemplo para los hijos que
graban los incidentes y el ejemplo como un “Mal de
archivo”.

Divorcios también programados

Resulta interesante saber que nuestra “mente” se


organiza como un “Programa simbólico”, escrito por el
sujeto en base a interpretaciones, modelos, el lenguaje
como medio de clasificación, de dar sentido, así como la
capacidad de simbolización como la imaginación, la
capacidad del sujeto de conformar “hologramas
emocionales” donde el protagonista central es él mismo,
tanto como el poder de la mente de pensar, de realizar
hipótesis o posibilidades sobre lo que vemos, sentimos y
hacemos. Respecto del “Divorcio” puede también
resultar interesante la idea de que está programado, de
PROCUSTO ENAMORADO

que en lo que Freud llamó “Edipo” ya podamos encontrar


las premisas que la sustentan. De hecho, el Edipo es un
“Programa emocional” y los ejemplos paternos que
asimilamos en tal programa, nos sirven como referencias
para todo lo posterior. Un modelo de amor, de identidad
sexual, de ideal, etc., se escribe en dicho proceso
“Edípico” y queda a título de “programa emocional” que
nos sirve para amar, odiar, envidiar, sentirse incompleto,
desear, etc.

Desde una nuestra óptica, poseemos un “Programa de


amor”, de pareja, de familia, de padre o de madre, o de
mujer y hombre que se activan según el momento y sin
los cuales no funcionaría nada. Tal programa es funcional
porque posee escrito muchas funciones como “formas de
ser” en el amor, en la pareja, etc. Pero también “males de
archivos” o modelos nocivos que volvemos a activar sin
tomar conciencia y que nos llevan a la colisión vincular o
a las rupturas. Es muy claro que los hologramas
emocionales que simbolizan una pareja conflictiva, que
luego termina en ruptura, se conforman gracias a
modelos familiares y por el proceso hologramática. En
psicoanálisis ocurre por la “Identificación” donde
asumimos modelos de amor. De modo que el divorcio es
una carta sin marcar y que juega su parte durante la
concreción de un Programa de amor. Estamos así,
programados para el divorcio y todo lo previo, es decir,
las causas del mismo.

Según un marco teórico que puede ser criticado desde


ópticas como el psicoanálisis, a saber, la Teoría del
aprendizaje social de Albert Bandura, lo que un chico
observa, lo que ve lo aprende. El experimento sobre
trasmisión de agresividad donde se expone a un grupo de
niños a una película no violenta y a otro grupo con
película violenta, los resultados dieron que quienes
asistieron a una película no violenta no manifestaron
juegos violentos pero sí quienes vieron la película
violenta. Es decir, “Lo que se ve, se trasmite” y lo mismo
para otros tópicos como el divorcio que se programa
gracias a lo que los chicos vieron y experimentaron en su
familia. Así, para un “Hijo del divorcio”, todo lo que es
PROCUSTO ENAMORADO

amar, la pareja, casarse, resultan solidarios con el


“separarse” porque el modelo de ruptura del amor es
propio de sus programas emocionales.

Solemos resistirnos a toda visión mecánica de la vida y


para muchos, el aprendizaje de los “males de archivos”
en la familia les resultan difíciles de asimilar. Incluso,
prefieren ser la excepción antes que la marioneta de los
modelos paternos en sus propias parejas. No captan la
relación y la niegan utilizando sus “mecanismos
defensivos”.

Si analizamos un marco teórico muy valorado por el


mundo psicológico como el Psicoanálisis, toda la vida
emocional resulta determinada por nuestro
“Inconsciente”, por nuestro “Complejo de Edipo”,
fundado en “identificaciones” a modelos, como los
padres, pero que no está lejos de ser un “Programa” si
consideramos el Inconsciente como un “sistema de
archivos” que pautan nuestra vida emocional. Cuando
nos enamoramos, es porque desde el programa se
activan archivos, los hologramas emocionales que nos
cautivan, nos hipnotizan desde un verdadero
“autohipnósis”, entrando en el túnel del amor. Junto con
ello, activamos toda la secuencia, el Proyecto de amor, de
pareja, el programa, y que en cada uno resulta singular.
En el caso del “hijo del divorcio”, resulta muy inevitable
terminar en una ruptura, pero el mismo dependerá de
que en el programa consten los términos del mismo. No
es que si mis padres se separaron yo me separo. Eso en
muchos casos pero pueden existir otras influencias que
lleven a otros desenlaces.

Si tipificamos los casos, podemos obtener que existen


tres posibilidades. Una es que quién porta el modelo de
divorcio como mal de archivo en su programa sea el
hombre, lo que lo obligará a realizar los movimientos
divergentes, y orientar todo su amor, incluso su
sexualidad, etc., hacia la ruptura. Otra es que sea ella
quién porte el mal y realice lo que le pide la lógica de su
programa. En todas sus producciones simbólicas
podremos obtener significaciones que nos hablen al
respecto: en sus fantasías, ideales, peleas repetitivas,
PROCUSTO ENAMORADO

disenso con el hombre, en el modelo de amor de sus


padres, abuelos, etc. Finalmente, medían la posibilidad
de que sean ambos quienes porten el mal en sus
respectivos archivos y la diferencia será la manera
singular en que operan para terminar separados.
La violencia primaria (Síndrome de Procusto) y la
violencia de pareja

Hoy día, el flagelo de la violencia en el amor está


mellando ésta institución emocional en todas partes. Se
aduce que las causas son psicológicas, sociales, culturales,
del machismo patriarcal, las crisis económicas, etc. Desde
nuestra propuesta, una de las causales cruciales de la
violencia de pareja es el llamado “Síndrome de Procusto”
en su versión violenta. Es decir, el Síndrome de Procusto
determina una primera “violencia primaria” como
búsqueda de imposición del propio estilo de amor al
partenaire como si ne qua non de todo amor. Pero el
mismo depende del tipo de Programa que cada sujeto
porta, por lo que, un sujeto con hologramas o guiones de
parejas que impliquen violencias en sus diversas formas,
llegará a la misma. En muchos casos podemos asistir a
diversas clases de violencias en el amor, como la violencia
verbal, emocional, física, etc., que se relacionan con el
programa que portamos. Cuando un niño asiste a la triste
PROCUSTO ENAMORADO

escena en que sus padres pelean, y experimenta


angustia, queda paralizado, asustado, etc., todo eso
queda archivado, queda como programa y se reactivará
en el momento lógico del devenir de su programa.
Sabemos que ya en el noviazgo podemos encontrar
prefiguraciones de lo que vendrá más adelante y cierto
grado probabilístico de predicción podemos realizar en
cada caso. De lo contrario, la vida de pareja sería
dominada por el azar. Hay orden, organización o
“Programa” y para entender a una mujer desesperada
que denuncia por violencias en su pareja, debemos
utilizar-por supuesto-todos los métodos psicológicos que
poseamos, todos los caudales de conocimientos, pero
también orientar la búsqueda hacia su programa de
amor, para entrever la lógica de su programa.

Digamos que, por “Síndrome de Procusto”, el grado de


imposición del propio programa vira hacia niveles
agresivos, violentos, lo que lleva a desenlaces negativos
como el divorcio. Es por éste síndrome que un sujeto
intenta forzar a su mujer a que realice, piense o sienta de
una determinada forma. Es decir, para que legitime su
visión unilateral de la cosa le corta las piernas, la cabeza o
las ideas y se impone bruscamente. Mejor dicho, la
violencia de pareja tiene una finalidad consistente en
legitimar, instalar, imponer y concretar un modelo de
amor unilateral y violento.

Podemos hacer una imagen del mentado “Procusto”,


quién te invita a pasar a su casa, te trata bien en el
primer tiempo, te ofrece lo mejor de sí, incluso su lecho,
donde luego duermes apaciblemente, hasta con buen
sexo, amor, ternura….hasta que te duermes y despiertas
despavoridas, atada de pies y manos, y con Procusto
apuntando a cortar tu cabeza y tus piernas, para
imponerse de manera brutal.

Es decir, lo que se juega allí es la dominación en el amor.

Si preguntamos a cada violento de si puede estar


equivocado o no en su estilo de amor, quizás consienta a
algunas responsabilidades, pero en el fondo, y en sus
violencias e imposiciones, lo que se juega es su ser, su ser
PROCUSTO ENAMORADO

como el padre que violentaba a su madre, por lo que,


solo con una buena terapia puede llegar a tal holograma
emocional negativo y despotenciar sus efectos en su vida
emocional.

“Estrategias de amor” y “Principio de no interferencia y


reciprocidad”

Como “Estrategias del amor” podemos encontrar muchas


y en éste apartado solo analizaremos las que “Procusto
enamorado” utiliza para instalar su sistema de amor. En
primer término, Procusto siempre trata de ser él, de
plasmarse a través de su programa de amor, de cumplir
los designios de su destino programado y buscará instalar
su sistema como primera forma de estrategia: la
dominante. Intentará “Llevar la pareja”, dirigir el amor,
Proyectar su estilo de amor, y si en el caso en que
escuche y considere la propuesta de su pareja, será para
que complemento su visión o como posición
subordinada. Le preocupa no ser él quien determine los
ejes y líneas principales del amor en curso y para lo
mismo puede utilizar toda la gama de estrategias
psicológicas como la culpabilización, la racionalización o
justificación de su visión unilateral, entre otros. Este afán
de control de la pareja, de las decisiones, de los tiempos
de la convivencia, es una forma de imponerse, de
imponer el propio estilo de amor y si el partenaire no se
afirma en su propuesta, puede que la reduzca al rango de
“cosa”. En los momentos en que el estilo dominante es
avanzado por la propuesta de amor de la otro parte,
padece el sentimiento de que algo no marcha según sus
expectativas y tratará de recobrar el equilibrio volviendo
dependiente a su partenaire. De hecho, todo se conforma
a cómo cifró la pareja de sus padres donde él
interpretaba el rol del padre como central, lo más
importante, en detrimento del de la madre. Un universo
masculino y lealtad de género, por lo tanto. En los casos
PROCUSTO ENAMORADO

de mujeres dominantes, tenemos a la Procusta que


tampoco vacila en imponerse y como en el juego de la
Soga, nadie cede terreno sino a duras penas. Lograr que
el propio amor sea consentido por el otro es el sueño de
los dominantes. Instalar en forma repetitiva el modelo de
amor de sus padres tal como él lo interpretó, su
añoranza. Pero no resulta así, y podemos encontrar
modelos transaccionales, donde se instalan aspectos del
modelo de amor de ambos, aunque en forma desigual
según ámbitos de la vida cotidiana. En materia de
sexualidad, puede que ceda la mujer, pero en crianza,
quizás solo acuda al padre de sus hijos cuando éstos
estén tomando otro formato, etc. Es decir, nadie cede un
ápice y los reproches se orientan hacia la falta de
consideración del otro respecto de lo que uno considera
como amor auténtico.

Entonces, por el “Síndrome de Procusto”, solemos ser


dominantes en mantener e instalar nuestro propio
modelo de amor para ser congruente con nuestro
programa de amor. Tal modelo se funda a su vez en los
modelos de amor de nuestros padres y específicamente
del modelo de amor del linaje femenino y desde el linaje
masculino. Cada niño valoriza y construye un modelo de
amor emulando el del propio género, a saber, el padre
para el niño y la madre para la niña. Cuando se considera
que un niño o niña porta aspectos del modelo de amor de
su padre es porque éste es un rol complementario al
modelo de amor de su madre, es decir, ser el modelo de
mujer que amó su padre. En ésta “percepción selectiva”,
la niña incorpora una madre dominante, activa, amada, o
no, respecto de su padre, que queda en rol dependiente.
El niño a su padre y como rol dominante en materia de
amor.

La otra Estrategia de Procusto es el “estilo dependiente”,


donde la estrategia de dominación en el campo del amor
no se da sino por medios blandos, incluso como
seudosumisión. Por el contrario, ser dependiente es ya
un modelo de ser, de amor, en consonancia con los
modelos primarios familiares y el sujeto considera su
forma de amar como legítimo. Si no es reconocido,
PROCUSTO ENAMORADO

aparece el sufrimiento, los conflictos y reproches. Por


otro, el sumiso y su estilo de amor sumiso, lo que teme es
no ser amada o amado y busca un rol complementario
dominante para tener algo a qué asirse, un norte, un
estilo vincular de sometimiento-sumisión. Si éste modelo
cede paso a la rebelión, cuando aparecen
descalificaciones y otras agresiones, aparecen el conflicto
y las violencias.

Como vía alterna a tales modelos de amor no positivas,


elegimos el modelo “Independiente” donde se considera
el “Principio de No interferencia y reciprocidad”. Significa
que al considerar éste principio, se busca conocer,
compatibilizar y respetar el Programa del otro en el
marco de la “Ética del amor” cuya finalidad es la
preservación de la vida emocional, la pareja, la familia,
los hijos. Es lo contrario a “Procusto enamorado” que
busca imponer su sistema de vida y de amor violentando
el mundo emocional y de vida de su partenaire. No
interferir pero también permanecer predispuesto,
acompañando, incentivando, posibilitando al otro “Ser”
en su vida emocional así como en su “Programa de vida”.
Claro es que las diferencias pueden resultar en
inconvenientes, pero una vez despotenciadas, toda
pareja puede acordar líneas de vidas emocionales
diferentes a los mandatos familiares, trascendiendo la
programación familiar. Como requisito del principio,
podemos decir que necesita la deconstrucción, la
resignificación de ambos Programas de amor. De lo
contrario, permanecemos en el lecho de Procusto. En
otros términos, el “Principio de No interferencia y
reciprocidad” implica el viraje necesario desde el
“Programa de amor obligado” o impuesto por la
programación familiar hacia el “Programa elegido”,
previa deconstrucción. Pero, hacer consciente un
Programa obligado no resulta fácil ni siquiera para los
psicólogos y requerirá una nueva “Alfabetización
emocional” para desmitificar las formas dominantes y
patriarcales de amor. El amor de Procusto es el modelo
de amor no solo patriarcal porque proviene de mucho
tiempo atrás en la historia. Se corresponde a una etapa
PROCUSTO ENAMORADO

de la vida humana caracterizada por la alienación en un


modo de producción y estilo de vida capitalista y hará
falta que corra mucha agua debajo del puente de la vida.

De ésta manera, el Principio de no interferencia y


reciprocidad implica una nueva educación emocional
tanto desde un “Currículum familiar” como escolar, para
que las niñas y los niños consideren criterios de géneros,
el estilo de amor femenino, las idiosincrasias familiares
en materia de amor, modelos masculinos prevalentes,
modelo de mujer, de padre, de padre, de amor, de
sexualidad, etc. Implica la necesidad de enfoques y
métodos nuevos, como la propuesta de “Escuelas para
Parejas”, en todos los ámbitos, y materias orientadas a la
Alfabetización emocional, donde no solo se traten la
sexualidad y sus patologías sino la socialización de
género, la identidad sexual, el amor, estilos de amor, la
pareja, el divorcio, la violencia en el amor, la crianza de
los hijos, derechos, etc.
El “Complejo de Sísifo”

Condenado a subir una y otra vez su piedra, Sísifo grafica


aquellos “programas de amores” repetitivos, insistentes,
donde lo que se juega no es la simple repetición, sino el
Deseo de ser, ser lo que la propia Frase fundante origina
como el nombre de nuestra vida, lo que debemos ser. Es
decir, cuando asistimos a modelos de amores repetitivos
y que denominamos “Complejo de Sísifo”, lo que insiste
en tales repeticiones es un “Programa de amor” y un
“Programa de vida” que le da contexto subjetivo, familiar
y social. En sí mismo como “complejo”, lo que el mito de
Sísifo nos enseña no pasa de las repeticiones penosas de
un modelo de amor negativo. Muchos hombres y mujeres
asisten así al mismo estilo de amor, con muchos
problemas, fracasos laborales, conflictos, violencia de
pareja, rupturas…Incluso, se vuelven a reeditar el mismo
estilo de amor luego de que la triste realidad haya
demostrado su insuficiencia. Son las mujeres que vuelven
a elegir al mismo tipo de hombre, con quién vuelven a
PROCUSTO ENAMORADO

estructurar un mismo estilo de ser, de amar, de exigir ser,


de luchar, de sufrir, etc., pero que no consisten en
simples caprichos de géneros ni algo inherente a la mujer
porque es mujer o el hombre porque es hombre. Por el
contrario, constituyen estilos o Programas de amor que al
reeditarse, avasallan al sujeto que asisten impávido a las
repeticiones sin poder encontrar salida al “callejón sin
salida”. Como Sísifo, cargamos nuestra cruz, nuestro
Programa de vida, nuestro estilo de amor y lo
defendemos. Somos leales a lo que somos y nadie piensa
cambiar un ápice de su vida. Por el contrario, es el
partenaire, el otro el que está equivocado y luchamos por
tener razón, incluso como violencia de amor. Pero como
ya lo remarcamos, no constituyen simples ocurrencias o
decisiones conscientes porque no repetimos en forma
mecánica porque “re-peticionamos” un estilo de vida,
una forma de ser, un Programa de vida. Si renunciáramos
de golpe a un modelo de amor negativo, perderíamos las
referencias fundamentales de nuestro Programa de vida.
De modo que, el viraje desde un Programa impuesto a
otro electivo mejor, que evite las reverberaciones
negativas, requiere de un “pasaje por el duelo”, por la
despotenciación de los engramas emocionales u
hologramas emocionales que alimentan las reiteraciones.

Tanto en el “autoanálisis” como en la terapia u otras


formas de toma de conciencias y métodos psicológicos,
sin duelo o pérdida del modelo anterior no se logra nada.
La despotenciación de los engramas modelos vinculares
enquistados requieren trabajo de la memoria, relatos,
interpretaciones, reconstrucciones, hasta métodos como
la hipnosis u otros. Conjuntamente, el rastreo
genealógico de los legados, donde el programa de amor
actual hunde sus raíces en el linaje de cada integrante de
la pareja, donde un padre trasmitió y legó a su hijo no
solo el modelo de ser padre, esposo de su mujer etc., sino
un modelo de amor y de vida sexual. El objetivo
fundamental de la revisión del Programa de amor es el
viraje desde el programa impuesto a otro elegido, previo
duelo, para poder optar por un estilo de amor menos
dependiente o posesivo como el estilo “Independiente”.
PROCUSTO ENAMORADO

Claro es que hablamos de modelos relativos, donde lo


que somos se vincula también con cómo amamos y
elegimos nuevas opciones.

Un “Programa social” del amor

“Procusto enamorado” es la significación típica de un


modelo patriarcal del amor. Un sistema o modelo
vincular de parejas inconscientes. Lo ubicamos en el
plano del Inconsciente social y del “Inconsciente
vincular”. No obstante institucionalizado como estilo
vincular, el “modelo patriarcal” subestima el poder
emocional de las mujeres en materia de amor.
Construyen su propio programa emocional y luchan por
ser legítimas o auténticas a través de la misma. Para nada
son determinadas o alienadas en otra clase de amor que
no sea la que prescriben sus modelos familiares. Es decir,
ellas, son “Sujetos” en el amor y para nada “Objetos” de
un amor masculino. Si consideramos que son “sometidas”
al amor impositivo de Procusto, ellas mismas realizan el
mismo proceso a su hombre. De modo que, cuando se
juzga un estilo de amor como “patriarcal”, debemos
considerarlo como el contenido manifiesto de una verdad
que se extiende mucho más allá. Incluso, podemos
hipotetizar lo inverso: la de que el modelo de amor
“Patriarcal” no constituye sino la punta del iceberg de un
amor femenino más inteligente que la del varón. Es decir,
el modelo patriarcal constituye el resultado del
encuentro/desencuentro de ambos modelos de amor, del
cual, el modelo masculino o “patriarcal” queda mal
parado. Medían razones del mismo. Una es que el
hombre suele asumir su rol de Procusto utilizando
métodos corporales, la fuerza, siendo así reducido a lo
más bajo de las reacciones, quedando la mujer exenta de
agresiones hacia el mismo cuando la verdad no dice eso.
Ellas utilizan el método blando, lo psicológico, como las
agresiones verbales, insultos, etc., que desequilibran a
PROCUSTO ENAMORADO

Sansón, quién, finalmente agrede a Dalila para pesar


suyo. De modo que, juzgar el proceso por sus efectos no
lleva a buenos puertos.

Entonces, el modelo patriarcal de amor, lleva mucho de


“matriarcal” porque en la “Guerra de géneros” la mujer
es más inteligente. Es una propuesta para debatir, por lo
que, quienes consideren el modelo de amor aislado de un
hombre, no hace honor a la audacia femenina.

Habíamos dicho que “Procusto enamorado” constituye el


modelo oficial de amor “Patriarcal”, pero también
afirmamos que “Matriarcal”, porque en materia de
“Programa de amor” y “Programa de vida”, nadie desiste
en Ser, en “Perseverar en ser”. Es decir, en el amor, se
juega un sistema de vida, una identidad, un linaje, el
siguiente eslabón y ceder puede ser peligroso en el
sentido de perder el sentido del ser. Es por ello que nadie
cede en materia de amor sino a duras penas. Tanto el
hombre como la mujer luchan por ser a través de un
modelo de amor que no se reduce al linaje familiar y
ancla también en lo social, en los mandatos sociales, la
moda, el estilo que impone un orden social más o menos
opresivo. De modo que, si una mujer fue programada
como “Madre” en el capitalismo naciente y a despecho
de su rol de mujer, lo fue porque el orden social
necesitaba muchos hijos, muchos proletarios para la gran
industria, lo que cambia cuando el capitalismo viró hacia
sus extremos financieros y el maquinismo sustituyó la
mano de obra de miles. Fue entonces cuando el modelo
anterior, el de la mujer es igual a madre procreativa,
sufrió una crisis. Las familias no logran adaptarse al
medio capitalista de crisis y los conflictos se solucionan
inculpando a la pareja, a los hijos como el maltrato
infantil. Pero al mismo tiempo, el rol de la mujer fue
cambiando ante las exigencias del mercado. Se le ordena
entonces ser “Mujer” y comprar y consumir toda clase de
productos para embellecer el producto. Con ello, se la
volvió “narcisista” y problemática, lo que derivó en
mayores diferencias con su hombre desocupado y en
crisis de identidad al no poder asumir siquiera su soltería
PROCUSTO ENAMORADO

en un mundo que lo excluye como trabajador


desocupado.

Es decir, el modelo romántico del amor cede paso a otra


forma más “libre” del amor en ambos sexos pero también
más conflictiva, porque pululan los divorcios y violencias
de parejas. El mandato social de “felicidad por el amor”
no encuentra eco y los resultados son estadísticas
nefastas sobre rupturas amorosas. Pero lo claro es que
cada sociedad impone ciertos estilos de amor en
consonancia con sus posibilidades, las exigencias del
mercado, los medios, la moda, y los estilos propuestos
por las ciencias como las humanísticas. Tales modelos o
modas suelen determinar pero en segundo plano, con
menor poder de determinación que los moldes familiares
y de linajes muy resistentes al cambio histórico. Pero no
decimos que no cambien con lo social, con la historia,
porque el poder social es de menor incidencia. Los
divorcios, infidelidades, violencias de parejas, etc., suelen
ocurrir incluso en ausencia de problemas económicos o
en sujetos muy cultos. Es decir, la alienación en modelos
sociales de amor, impuestos por la cultura, por el orden
social, suelen escapar a la conciencia de los ávidos sujetos
del amor. Los medios, las películas, la moda, las parejas
de estrellas, los libros de historia de amor, las novelas,
etc., suelen incidir en el programa emocional aunque en
menor monto. Si acudimos a los mismos será para
explicar el Programa social de todo amor, en consonancia
con una cultura, una época histórica y en interacción
dialéctica con el modo de producción más o menos
injusta.

Formatos o estilos de amor desde el Psicoanálisis

Cuando el “Programa sexual y de amor” está


conformada-hacia los seis años aproximadamente,
aunque en sentido relativo porque aún falta los cambios
de la adolescencia que dará el formateó definitivo al
PROCUSTO ENAMORADO

programa sexual y de amor-podemos diferenciar “Tipos


de elección” como los requisitos que debe poseer el
objeto de amor para que detone el enamoramiento. Es el
caso del tipo de elección Narcisista, donde elegimos a
quién se nos parece, a quién posee rasgos similares a
uno, a lo que fuimos o deseamos ser, como en un espejo.
Como en el Mito de Narciso, nos enamoramos de lo que
el espejo del otro nos devuelve. Son los amores
narcisistas, donde se inviste al otro merced a los dictados
del propio programa, más como “producción” del otro
que como un sujeto con rasgos propios. En otras, nos
enamoramos de la mujer maternal, nutricia, calco de la
figura materna o en el caso de la mujer, el hombre
paternal, protector, que recuerda al padre y su estilo de
amor. En forma preferencial, ellas se enamoran no solo
del hombre paternal sino del hombre que emula un hijo,
como el hijo que demanda toda mujer, por lo que, un
hombre que resume ambas características resulta
irresistible al amor de muchas mujeres.
Sin embargo, tales tipos de elección se encuentran en los
comienzos de todo amor y cada sujeto ya viene
“enamorado/a” del estilo de amor de sus padres en la
que permanecen atrapados merced a su rango de
“ignorado”. Es más, el primer amor es el amor a los
padres, como el caso de la niña y su amor al padre o del o
niño y su amor a la madre, a la que se suma el amor al
amor de los padres. Es decir, amamos a quién nos ayuda
a conformar nuestra vida emocional actual con nuestro
Guión de amor, con nuestro Programa de amor, donde el
prototipo de amor que nuestros padres nos brindaron
aparece como crucial.

En el caso de la niña, su gran amor será ser la mujer que


amo su padre en su madre, siendo una continuación de
un estilo de amor que ancla muy lejos en la genealogía
del linaje femenino. Lo mismo el niño que cifró como su
programa de amor el tipo de amor de su padre, donde
“Ser el hombre que amó su madre” aparece como la
referencia emocional básica. Entonces, toda la demanda
en materia de amor será que la otra parte sea el
PROCUSTO ENAMORADO

complemento del propio modelo, lo que resulta siempre


difícil debido a que la mujer demanda un estilo de amor
de su hombre y éste otra. De ahí los malentendidos
emocionales que tiñen las diferencias cotidianas en la
pareja.

Nuevamente y a través del amor, luchamos por ser lo que


dicta nuestro “Programa de vida” como contexto de
nuestro “Programa de amor”. Así, lo que cada partenaire
lucha por concretar es la razón del ser como ser lo que
dicta un programa de vida y persistir en ser incluso con
un Programa sexual y de amor.
El “Síndrome de las amazonas”

Imaginemos a una niña observando, estudiando el


modelo de amor de sus padres, su sexualidad, en lo que
se conoce como “Investigación sexual infantil”.
Imaginemos que un día observa que sus padres pelean, y
un buen día, el padre se aleja, se separan y ella queda con
la madre, sin poder introducir cambios, siendo además
obligada a tomar el punto de vista de la madre como “La
realidad”, del que no logra convencerse del todo.
También observa que una de sus tías le pasa lo mismo,
incluso a la abuela y no puede dejar de construir un
holograma de “Amores divididos”, de separaciones,
donde la mujer expulsa al hombre, al padre. Es que no
está muy equivocada porque pertenece a un linaje de
mujeres que expulsan a sus hombres por motivos que
creen justificados. Al programarse como “Hijas del
divorcio”, pasan a ser ellas mismas partes de la larga serie
de mujeres que se quedan sola previa separación.
PROCUSTO ENAMORADO

Imaginemos ahora a todas las mujeres que viven solas,


luego de separarse de distintas maneras, de común
acuerdo, recurriendo al juez, etc., y que para nada
consideran su grado de responsabilidad en el tema.
Inculpan al hombre que es considerado como violento,
insensible, etc., justificando además el modelo de amor
dividido de la madre, así como de otros casos. Nunca
pensaron que podían cuidar el amor, la pareja, a su
partenaire, y desde un comienzo, la vida emocional se
tiñó de tendencias divergentes, movimientos para
separarse, y nunca el cuidado de un amor. Es el
“Síndrome de las amazonas” que consiste en expulsar a
los hombres considerándolos responsables de toda la
propia vida emocional además del tema del divorcio más
o menos violento. Como tendencia divergente en la
pareja actual, este síndrome perjudica seriamente el
amor, la pareja, la familia y sin mediar consideraciones
hacia los niños. Se descalifica el rol del amor y la pareja
como instituciones que originan hijos y ni mucho menos
el pensar sobre el bienestar de los mismos.
En éste síndrome, la mujer está programada para incluir
un hombre en su vida emocional, tener un hijo, etc., para
luego patear el tablero. Sin duda, resalta la necesidad de
intervención del psicólogo para poder ayudar a retomar
la vida emocional pero esta vez sin tendencias
divergente.

Los celos en el amor

Son muchos los casos de “Celos” en el amor que aparecen


como disruptivos de una comunicación sensata. Pero es
claro que desde el plano Inconsciente del Programa
emocional, el sujeto que cela lo que hace es “Inducir” la
infidelidad en su partenaire. Es un “pedido inconsciente”
de que el otro sea infiel. Es decir, quién cela comienza por
desconfiar, lo que halla su origen ya en una definición de
lo que es un hombre o una mujer, que sabemos, proviene
PROCUSTO ENAMORADO

del modelo de amor de los padres, donde podemos


encontrar el mismo patrón o modelo de amor “celoso”.
De modo que, para ser fiel a su modelo de amor
perteneciente a los padres, el sujeto busca activamente
inducir el engaño para cuadrar sus modelos de amor. En
forma regular, un hijo puede llegar a descubrir las
infidelidades de sus padres, lo que queda como “mal de
archivo emocional” en su Programa y que luego buscará
plasmar en el campo de su pareja. Es decir, necesita una
mujer o un hombre infiel que cuadre con sus prototipos u
hologramas emocionales.

Freud decía que quién cela es por sus intenciones


inconscientes de infidelidad, pero con ello, obvia la
realidad de que un sujeto celoso proviene de modelos de
amor donde la infidelidad era parte integrante de la
pareja. Es decir, donde hubo infidelidad reciproco. Un
sujeto que cela lo que hace es inducir la infidelidad en su
pareja a nivel inconsciente, a través de lo que se conoce
como “doble vínculo”, de doble mensaje, donde a través
de insinuaciones, preguntas, etc., se sospecha la
infidelidad.

En otros casos, Freud decía que la homosexualidad


latente llevaba a desconfiar del partenaire adjudicando la
potencia sexual al rival, con el que el sujeto se identifica.
Es decir, el celo como aspecto de un Programa emocional
homosexual, donde las identificaciones son con la madre,
su punto de vista, su estilo sexual, su estilo de amor y que
sume al sujeto en un universo emocional femenino.

Un hombre celoso de su mujer, no descansará hasta que


ella capte la inducción o “indirecta”. Cuando un buen día
se decide, lo que hace es consentir al Programa de su
hombre que requiere de una mujer infiel como requisito
de su amor. Será entonces la mujer infiel de un esposo
que lo requiere. Lo mismo una mujer que necesita un
hombre infiel tal como le sucediera a su madre. De modo
que, cada integrante busca forzar en el otro los roles
complementarios al propio.

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