Está en la página 1de 64

Incesantes

Los extraordinarios resultados


de una pareja que ora

Johann y Zuky De Dier


Se reservan todos los derechos. Ni la totalidad ni parte de este libro puede reproducirse por ningún
procedimiento electrónico, fotocopia, grabación magnética, en audio o cualquier otro medio, sin
autorización expresa de los autores.

En este libro, las citas bíblicas han sido tomadas de las versiones Nueva Traducción Viviente: NTV,
Reina-Valera, revisión 1995: RV95, Reina-Valera Contemporánea: RVC y la Nueva Versión
Internacional: NVI.

ISBN 978-9962-13-351-3

Editado por Marta Espino.

Diseño por Yemmy Medina.

Impreso por Remnant Publications.


Dedicado a
Sara y Gilma,
nuestros modelos
de una vida incesante
de ORACIÓN
“Otra vez les digo que, si dos de ustedes se ponen de acuerdo en la tierra
acerca
de cualquier cosa que pidan, les será hecho por mi Padre que está en los
cielos”
-Jesús

Índice
¿Qué es ser incesante?
Beneficio #1 Desaparece el orgullo y crece la humildady el perdón
Beneficio #2 Menos errores y más decisiones acertadas
Beneficio #3 Menos tiempo de ocio y más días con propósito
Beneficio #4 Menos callejones sin salida y más puertas abiertas
Beneficio #5 Menos frustración y más paz, alegría y gratitud
Beneficio #6 Menos apatía espiritual y más crecimiento
Beneficio #7 Se convierten en catalizador e influencia positivapara otros
Beneficio #8 Más proximidad con Dios, mayor unidadcon mi pareja
Beneficio #9 Menos temor y más fe
Preguntas de reflexión
Acerca de los autores
¿Qué es ser incesante?

Oren sin cesar.

Tesalonicenses 5:17, RVC

Cuando Zuky y yo nos preparábamos para besarnos oficialmente frente a


nuestros padres y unos 140 curiosos, nos aseguramos de tener algunas
sesiones de consejería matrimonial con el pastor que nos casaría previamente.
Sin duda nos dio algunas recomendaciones que a la fecha siguen siendo de
gran utilidad. Por ejemplo, nos sugirió tener nuestra cuenta bancaria juntos.
Habló de la importancia de darnos espacio en algunos momentos para hacer
las cosas que nos gustan. También recalcó la importancia del sexo y de
establecer una frecuencia semanal en la que ambos estuviésemos de acuerdo
para evitar frustraciones (sabia recomendación).
No obstante, hubo un consejo que curiosamente no recibimos del pastor,
pero sí de un agresivo consejero, llamado experiencia, quien tiene una
especialidad en la vida. Él nos enseñó como pareja, a través de diferentes
experiencias (que comentaremos en los próximos capítulos), a ser incesantes
en la oración como sugiere 1 Tesalonicenses 5:17.

Ser incesante simplemente define un estado o una acción constante,


ininterrumpida, que no se detiene. Orar sin cesar debe ser precisamente esto,
un estado ininterrumpido y una acción constante de toda pareja que busca el
éxito matrimonial.

Posiblemente leas la frase orar sin cesar y pienses que esto solo es posible
para personas muy espirituales o para un nini (ni trabaja ni estudia), pero
imposible para ti siendo esposa, empresaria y madre de dos al mismo tiempo,
o siendo esposo, profesional y albañil oficial de tu hogar. Uno de los
principales errores que se cometen al pensar en la oración es precisamente
limitarla a nuestra postura, hora, forma y frecuencia, perdiendo de vista la
esencia real de esta poderosa bendición: una experiencia profunda con Dios
en lo más íntimo de nuestro ser que trasciende los elementos físicos y
cotidianos de nuestro existir.

Cuando Pablo escribe estas tres palabras, orad sin cesar, él está
completamente anuente de la realidad de las parejas y familias a quienes está
exhortando. Él les anima a “ocuparse de sus negocios y trabajar con sus
propias manos” (1 tes.4:11). Evidentemente sabía que debían atender sus
actividades regulares, por lo que no les está sugiriendo pasar todo el día de
rodillas orando. De hecho, su exhortación está rodeada de otras dos de gran
relevancia: estar siempre gozosos y dar gracias a Dios en todo.
Gozo, oración y agradecimiento son elementos que deben impregnar cada
una de tus acciones en el matrimonio. La recomendación no es procurar orar
en silencio o audiblemente. No se trata de la postura en la que se acercan a
Dios, ni el lugar donde deciden buscarlo y mucho menos la hora específica
para hablar con el Señor. Ser incesantes en oración es un continuo estado de
comunión con Dios, que ambos deben experimentar de manera individual,
que los moverá a comunicarse con Él de manera colectiva. Se trata de incluir
a Dios en cada momento de su vida, utilizando las diversas expresiones de
comunicación a su disposición. La oración incesante se manifiesta en cada
“Señor, ayúdanos” al enfrentar una dificultad; en el simple “gracias, Dios” al
celebrar una victoria; en aquella lágrima que recorre tu rostro expresando tu
más profundo y silencioso deseo por un milagro o en el simple canto que
entonas desafinadamente al escuchar tu lista de favoritos en Spotify que te
recuerdan la bondad de Cristo.

No obstante, aunque la oración incesante no está limitada a un periodo


estructurado y definido de oración, tener un espacio donde puedan buscar a
Dios juntos será el catalizador para una experiencia de oración incesante
fuera de la estructura tradicional.

Desde el momento en que nos casamos, Zuky y yo decidimos establecer de


manera disciplinada la práctica de orar juntos cada tarde después de regresar
de nuestros trabajos. Esto se convirtió en un aspecto tan fundamental de
nuestra vida que aun cuando yo viajaba por trabajo, hacíamos una
videollamada y tomábamos un momento para orar. No lo hacíamos por
cumplir con Dios y marcar la casilla de completado, al contrario,
comenzamos a ver cambios drásticos en nuestro carácter que nos
beneficiaban como pareja. Fue en ese momento cuando descubrimos que la
oración incesante en el matrimonio genera beneficios, los cuales
compartiremos en las próximas páginas.

La oración incesante es el vehículo que les permitirá disfrutar de un Dios


extraordinario, inquieto por llenar su matrimonio de su presencia, la cual
genera un infinito número de bendiciones. En su libro Enjoy Your Prayer
Life (Disfruta tu vida de oración), Michael Reeves escribe: “cuando piensas
en la oración como una actividad abstracta, una cosa que tienes que hacer, la
tendencia es de enfocarse en la oración como una actividad, lo cual lo vuelve
aburrido. Evita esto al enfocarte en aquel al cual estás orando”. ¹

Cuando entiendes que no le estás orando a cualquier ser y que tus palabras
van dirigidas al Dios Todopoderoso, la invitación de orar sin cesar pasa de
ser una mera actividad o formalismo a una comunión con Él. Orar sin cesar
se convierte en disfrutar a Dios sin cesar, depender de Dios sin cesar, tener fe
en Dios sin cesar y obedecer a Dios sin cesar.

Orar sin cesar es un privilegio concedido por Dios a tu matrimonio para


clamar las promesas que ha hecho para ustedes, y acceder a su suprema
voluntad que trasciende la limitada visión que pueden tener para su
matrimonio. Es el instrumento para luchar juntos en fe hasta poder ver
victorias inimaginables y a la vez es el arma para futuras batallas. Es el canal
por el cual son llenados individualmente del inmensurable amor de Cristo,
para poder convertirse en las fuentes de amor desinteresado para su cónyuge.

Sin duda, las recomendaciones que nos dio el pastor antes de casarnos son
de extrema importancia para ayudar a mantener un matrimonio saludable,
apasionado y balanceado. Sin embargo, lo que hemos experimentado en
nuestro matrimonio es que, por más sexo apasionado y dinero en nuestras
cuentas bancarias, solo la oración incesante pudo transformar nuestros
caracteres orgullosos en dóciles; solo perseverando en oración pudimos
superar 13 meses de desempleo y, en constante oración, hemos visto a Dios
abrir una puerta que, por décadas, permaneció cerrada para un grupo de
personas en un país (te lo contaremos con más detalle en el beneficio #4).
La oración incesante tiene poder, y es nuestro sincero deseo que su
matrimonio lo pueda experimentar. Este libro no busca enseñarles a orar,
porque si lo están leyendo es porque ya practican una vida de oración. Más
allá de esto, nuestra intención es mostrarles, con ejemplos claros, nueve
beneficios que experimentarán en su relación cuando deciden ser un
matrimonio incesante en oración.

Un matrimonio sano es uno de constante avance y crecimiento. La oración


es el eje de dicho crecimiento, ya sea espiritual, económico, profesional o
emocional. No obstante, cuando lo incesante se detiene, estos elementos
dejan de avanzar. Sin oración, el mal genio de tu pareja deja de ser
transformado. Los ríos de prosperidad se pueden secar. El amor, la
comunicación y la pasión pueden mermar. Su matrimonio puede fracasar.

En sus últimas horas, Jesús expresó en oración uno de sus mayores deseos:
la unidad de sus seguidores, así como Él y su Padre son uno. Tal unidad es
claramente demostrada en Hechos 2, mientras esperan la manifestación de
una vital promesa de Jesús. Su espera no era ociosa, pero incesante en
oración.

No importa la circunstancia en la cual se encuentre su relación hoy,


Incesantes es el inicio de un nuevo modo de vida en el cual alcanzarán la
unidad que Cristo desea para ustedes, formando un cordón de tres con Él, que
producirá resultados extraordinarios en, por y a través de su matrimonio
mediante la oración.

1. Michael Reeves (2014). Enjoy Your Prayer Life, pág. 30


Beneficio #1

Desaparece el orgullo,
y crece la humildad
y el perdón
El orgullo termina en humillación, mientras que la humildad trae honra.
Proverbios 29:23, NTV

En el año 2012, luego de casi cuatro años de noviazgo, Zuky y yo


terminamos nuestra relación. No recordamos quien dijo hasta aquí, pero lo
que sÍ era evidente es que éramos extremadamente orgullosos. Nos costaba
solucionar nuestras diferencias, porque, aunque en ocasiones alguno de los
dos sabía que estaba equivocado, nuestro orgullo impedía reconocerlo. Esto
alargaba nuestras discusiones por horas (y, dependiendo del problema, por
días). Hasta que no lo soportamos más y decidimos terminar. Por tres meses
ninguno supo del otro. Nunca cruzamos camino y, principalmente, dejamos
de seguirnos en Facebook.
Sin embargo, algo interesante ocurrió en el día 90. Me levanté aquel
viernes para hacer mi devoción antes de comenzar a trabajar en casa y sentí
algo diciéndome: “Busca a Zuky”. Ignoré el pensamiento, pero cada hora que
pasaba se volvía más intenso. Salí al balcón de mi apartamento y mirando al
cielo le dije a Dios: “Señor, ¡no la voy a contactar! Estoy feliz soltero y,
seguro, ella también”. Pero el llamado era tan fuerte, que no tuve otra opción
que sentarme frente a la computadora y mandarle un correo (sí, también la
había eliminado de mis contactos en el celular).

Luego de unos minutos, en mi bandeja de entrada estaba el “re: ¡hola!” de


Zuky. Intercambiamos mensajes hasta que acordamos encontrarnos el sábado
por la noche en un restaurante para hablar. Esa noche, Zuky me preguntó por
qué la contacté. Le comenté lo que me había pasado el día anterior con
aquella voz que no me dejaba tranquilo. Nunca imaginé escuchar las
próximas palabras que ella diría: “Le oré a Dios y le dije: Señor hoy se
cumplen tres meses desde que nos separamos; si Johann es para mí, que me
contacte hoy; de lo contrario saldré con otra persona”. Por meses, ninguno
había orado por la relación, pero en el momento en que Zuky lo hizo, Dios se
encargó de unirnos. Esa noche decidimos iniciar un proceso de
transformación de carácter juntos en oración, que nos llevó al altar y a un
matrimonio con menos orgullo y más perdón.

El asesino silencioso

El orgullo es uno de los más poderosos y silenciosos asesinos de


matrimonios. El rey Asuero y su esposa, Vasti, son un claro ejemplo. En su
borrachera, Asuero se jactó de la belleza de su mujer y quiso exhibirla ante
otros hombres, mientras que Vasti, en su orgullo de mujer, dijo: “¡No! No
soy objeto de exhibición.” ¿Qué crees? ¡Hasta allí llegó su matrimonio!

Noten que, tanto en la ruptura de nuestro noviazgo, como en la separación


de Asuero y Vasti, el común denominador es el distanciamiento. Es
precisamente esto lo que produce el orgullo dentro de un matrimonio. La
tolerancia y el diálogo son reemplazados por la separación y la indiferencia.
El perdón es enterrado por la apatía. Las palabras dulces son tragadas por las
desafiantes y las tiernas miradas son cuestión del pasado. Y en las palabras
del sabio Salomón: “El orgullo solo genera contiendas” (Proverbios 13:10,
NVI).

El orgullo es una clara muestra de que un matrimonio no está siendo


incesante en oración y, mucho menos, en acercarse a Dios de manera sumisa
para ser transformados a su imagen y semejanza, una imagen de amor,
humildad y servicio.

El orgullo puede ser definido como un exceso de estimación hacía uno


mismo, incluyendo nuestros méritos, que en ocasiones nos puede llevar a
sentirnos por encima de nuestra pareja.
Cuando nuestro pastor nos recomendó tener cuentas bancarias juntas, para
ese momento ya teníamos una donde estábamos ahorrando para los
preparativos de la boda. Sin embargo, por más normal que parecía (al menos
para nosotros) tener una cuenta juntos, entendimos que el propósito de esto
trascendía el simple hecho de ahorrar juntos o tener estados de cuenta claros
y transparentes (traducción: ver si alguno se iba de compras sin permiso).
Depositar nuestros salarios a la misma cuenta cada mes es un simple ejemplo
de humildad y sumisión el uno al otro. Es una manera sencilla de decir lo mío
es tuyo y lo tuyo es mío, sin importar que uno gane más que el otro. Es un
acto que nos recuerda que somos uno, eliminando todo impulso de
meritocracia y pensamiento de superioridad.

Naturalmente el orgullo nos lleva a centrar nuestra atención en nosotros


mismos, poniendo a un lado los intereses, gustos y preocupaciones de nuestra
pareja. Este intruso del matrimonio puede llevarlos a perder de vista las metas
y sueños que tienen en común, haciéndoles velar por el éxito de sus ideas
individuales a toda costa, incluyendo el dolor de su pareja.

Cuando la reina Vasti mandó a decirle a su esposo Asuero que no


comparecería ante él y sus lujuriosos invitados, la Biblia registra que el rey
“se enojó mucho, y se encendió en ira” (Ester 1:12, RVC). ¿Por qué? ¿Qué
llevó a este gran rey a tal extremo de enojo? Su orgullo. Asuero se sentía con
suficiente autoridad por encima de su esposa para pedirle hacer algo que la
denigraría como mujer, pero en cambio, exaltaría su ego masculino. Su
orgullo le privó de comprender que la belleza de su mujer era un regalo que
solo él necesitaba y debía disfrutar.

El orgullo puede ser identificado en el matrimonio cuando:


• No se acepta que haya espacios para cambios, ni mejoras. El
orgulloso tiene una percepción perfecta de sí mismo. No hay ningún
aspecto en que él o ella deba crecer o requiera cambiar. Es un
sacrilegio decirle que está equivocado.
• Se vuelve natural encontrar la culpa en el otro. En otras palabras,
quien es orgulloso siempre tiene la razón. Alguien debe tener la culpa
y no será él.
• Hay una marcada tendencia en exigir más atención. Al sentirse más
importante, el orgulloso siente que sus metas, planes, ideas y temas de
conversación son de mayor relevancia.
• Carece del principal don de Jesús, servir. Olvídate de pedirle algo a
la esposa u esposo orgulloso, pero prepárate para moverte al ritmo de
su tonada de exigencias.
• La frase “lo siento” fue borrada de su vocabulario. Aunque
internamente puede percibir que hizo mal o dijo lo incorrecto, el
orgulloso preferirá desviar la discusión a otro aspecto, antes que
disculparse.

Muerte al asesino

Aunque pudiéramos agregar más ejemplos a esta lista, es bastante claro al


leerla, que el orgullo es un mal que se origina en lo más profundo de nuestra
naturaleza humana. En las palabras de Marcos 7:23: “Todas estas maldades
[como el orgullo] salen de dentro y contaminan al hombre” (RVR95). Pero
no solo al hombre (o mujer), también al matrimonio.

La única manera en que este catalizador de la separación puede ser


detenido es mediante la oración incesante. No obstante, para que exista un
cambio en aquel integrante de la pareja que demuestra más orgullo (o en
ambos como en nuestro caso), primero debe haber un deseo para ser
transformado, el cual solo se origina en una persona que reconoce que padece
de una condición.

Uno de los versículos más conocidos sobre el cambio de carácter es el


Salmo 51:10, en el cual David pide a Dios un corazón y un espíritu nuevo y
limpio. Pero el eje de ese deseo se centra en el versículo 3, donde el salmista
declara “yo reconozco mis rebeliones”. Este es el primer paso a una oración
incesante, que producirá cambios drásticos en el carácter para beneficio de su
relación.

Cuando decidí casarme con Zuky, sabía que, si entraba al matrimonio con
un carácter orgulloso, no llegaríamos lejos. Me resultaba fácil pedir disculpas
cuando la discusión había terminado. Pero en medio de ella, yo necesitaba
hacer valer mi punto. No fue hasta que pude ver el dolor que eso ocasionaba,
cuando decidí llevarlo a Dios en oración. Oré incesantemente por más de un
año, cada día, reconociendo mi orgullo y rindiéndolo a los pies de Cristo.
Volvíamos a discutir y volvía a caer. Pero cuando caía, el golpe era menos
doloroso porque estaba más cerca de Jesús. Casi seis años después, puedo
decir con mucha alegría que disfruto escuchar la postura de mi esposa cuando
tenemos una diferencia. Se siente bien abrazarla cuando su enojo es obvio y
los vientos de una discusión comienzan a soplar.

Ser incesante en oración por mi orgullo, me convirtió en un esposo más


humilde, propenso a olvidar y perdonar con facilidad. Y es que cuando Dios
nos quita algo, Él llena ese espacio vacío con nuevas cualidades y atributos.
Al eliminar el orgullo en tu matrimonio, lo suplirá con mayor sumisión,
humildad y la facilidad de perdonarse el uno al otro.

Noten las palabras de Proverbios 11:2: “Con el orgullo viene el oprobio;


con la humildad, la sabiduría” (NVI). Como hemos visto, el orgullo solo trae
ofensa y separación en el matrimonio. Pero cuando Dios lo elimina de
nuestras vidas en respuesta a nuestra oración incesante e intercesora, vemos
que la humildad acarrea sabiduría.

La sabiduría normalmente se asocia al conocimiento, en ocasiones basado


en experiencias, que te permite tomar mejores decisiones. Una persona sabia
procura actuar de la manera correcta. Sabe lidiar y resolver problemas de
manera objetiva. Quien actúa de manera sabia tiende a estar guiado por lo
bueno y no lo malo. Cuando el matrimonio deja de estar influenciado por el
orgullo, la pareja actúa guiada por las cosas buenas – que ha aprendido de
Dios y de sus experiencias. Sabrán lidiar y resolver sus problemas
objetivamente procurando el bien común y no el individual. Por medio de la
sabiduría, particularmente la Bíblica que se obtiene en oración, desarrollarán
las herramientas para discernir lo que es positivo y necesario para su relación,
que antes el orgullo les impedía ver.

Y uno de los principales elementos positivos que su matrimonio necesita


constantemente, y que ahora podrán experimentar mejor, es el perdón. Así
como el orgullo genera separación, “El que perdona la ofensa cultiva el
amor” (Proverbios 17:9). Y como dicen las palabras de una hermosa canción:

“Todo es bello en el hogar cuando hay amor, nada allí podrá dañar
cuando hay amor. Paz y gozo se hallarán, fuerzas se restaurarán y el
Señor será el Guardián cuando hay amor”.

Beneficio #2
Menos errores
y más decisiones acertadas
Confía en el Señor con todo tu corazón; no dependas de tu propio entendimiento.
Proverbios 3:5

Seguramente han escuchado a alguien decir: “si me dieran un dólar por cada
error que he cometido, ¡ya sería millonario!”. Aunque un poco exagerada,
esta popular frase simplemente hace eco de una realidad difícil de cuantificar,
ya que, como seres humanos, cometemos muchos errores. En el 2017, una
empresa de seguridad llamada Identity Guard hizo un estudio con el cual
demostró que, en promedio, un trabajador en Estados Unidos comete 118
errores al año.
Es probable que no lleves cuenta de cuántos errores has cometido en el
matrimonio (aunque de seguro uno de los dos tiene la habilidad de llevar
cuenta, lo cual no es correcto), o cuántas malas decisiones han tomado como
pareja. No obstante, la realidad es que no están exentos a los errores.

Algunos de los errores más comunes que se pueden suscitar en una pareja
incluyen:
• No ahorrar juntos para una emergencia o la jubilación.
• Comprar su casa en la zona equivocada.
• Invertir dinero sin el consentimiento de su pareja.
• Infidelidad (desde el simple acto de pensarlo como sugiere Mateo
5:28).
• Escuchar con una actitud de resolverlo todo (usualmente lo hace el
hombre).
• No planificar/diseñar su futuro juntos.
• Dejar a Dios en un segundo plano.

Aunque pudiéramos seguir enumerando ejemplos, es evidente que su


matrimonio está expuesto de muchas maneras a cometer errores, que, a largo
plazo, sin la debida intervención divina, pueden tener efectos negativos
(incluyendo el divorcio), y alejarlos de Dios. Los errores tienden a
desarrollarse por falta de experiencia, poca o mala información, o el mal
juicio al momento de tomar una decisión. Principalmente ocurren porque
confiamos en nuestra corta sabiduría y autosuficiencia, contrario a depender
plenamente de la dirección, tiempo y plan de Dios. Entre menos tiempo
pasemos con Cristo, más estaremos expuestos a tomar decisiones basadas en
nuestros deseos, placeres e intereses. Y aunque su deseo por algo pueda ser
sincero y puro, las acciones que tomen para obtenerlo pueden ser
perjudiciales si no van acordes con el plan de Dios, como fue el caso de
Abraham y Sara.

Dios le había prometido un heredero a Abraham (Génesis 15:4-5). Luego


de aproximadamente diez años de estar esperando la promesa (16:3), a Sara
se le ocurrió una brillante idea (según ella): “Saray le dijo a Abram: —El
Señor me ha hecho estéril. Por lo tanto, ve y acuéstate con mi esclava Agar.
Tal vez por medio de ella podré tener hijos” (16:2).
Aunque en esos días existía la práctica de la madre sustituta, el “tal vez”
de Sara sugiere que ni siquiera ella estaba completamente convencida de la
efectividad de semejante idea.

Permítanos darles un consejo con base en el “tal vez” de Sara: cuando


tengan que tomar una decisión trascendental, con serias implicaciones para su
vida, y la frase “tal vez” se asome, dilaten la decisión. La inacción ante un
“tal vez” arropado de duda debido a una opción claramente en contra de la
voluntad de Dios, evita frustraciones y decepciones postreras. Si Abraham
hubiera leído este capítulo antes de su decisión, hubiera evitado convertir su
hogar en una temporada de drama continuo.

“Al darse cuenta Agar de que estaba embarazada, comenzó a mirar con
desprecio a su dueña”.

“Entonces Saray le dijo a Abram: —¡Tú tienes la culpa de mi afrenta!”


(pobre hombre).

“…comenzó Saray a maltratar a Agar”.

“Sara se dio cuenta de que el hijo que Agar, la egipcia, le había dado a
Abraham se burlaba de su hijo Isaac”.

“Este asunto angustió mucho a Abraham…”

Desprecio, culpa, maltrato, burla y angustia son los elementos que


dominaron este hogar al cometer el error de introducir una tercera persona en
su relación. Su deseo de tener un hijo (basado en la promesa de Dios) era
noble, pero las acciones que tomaron para producir ese deseo en su tiempo y
no el del Señor, trajeron días de intranquilidad a su matrimonio.

¿No es interesante? Pasaron por todo este drama tratando de engendrar


aquello que Dios les había prometido y que nunca pensaron que tendrían.
Abraham y Sara eran un matrimonio temeroso de Dios. Hablaban con Él. Le
servían. Le seguían. Sin embargo, todavía cometieron un error.

Que tu matrimonio sea uno que sirve y sigue a Dios no los exime de ser
vulnerable a los errores. Pero al ser incesantes en oración, se posicionan en
un nivel más cercano al Señor que les permitirá disminuir los errores y tener
mayores aciertos ante las decisiones que toman diariamente. El Salmo 37:35
afirma: “Confía en el Señor y haz el bien; establécete en la tierra y mantente
fiel. Deléitate en el Señor, y él te concederá los deseos de tu corazón.
Encomienda al Señor tu camino; confía en él, y él actuará” (NVI).

Usualmente, el énfasis en este salmo está puesto en la promesa de que Dios


concederá los deseos de tu corazón. No obstante, antes de la promesa hay una
serie de condiciones: confiar en Dios, hacer el bien, establecerse (o vivir con
propósito) y mantenerse fiel. Al realizar cada una de estas condiciones,
naturalmente te estarás acercando más a Dios. Entre más te acercas a Él, más
podrás saber y percibir su voluntad. Si sabes su voluntad, entonces cuando
oren, cuando pidan dirección, cuando necesiten tomar una decisión, el Señor
les concederá los deseos de su corazón, simplemente porque están pidiendo
su voluntad. Y, en consecuencia, minimizarán las posibilidades de cometer
errores basados en dudas o inexperiencia, porque conocen la voluntad del
Padre para su relación. Si confían en que Él actuará basado en lo que les
reveló, entonces podrán encomendar su camino a Él, confiar y ver una
decisión u oración acertada.

Cuando Zuky se enteró de que existía la posibilidad de hacer su examen de


residencia, debía tomar una decisión que tendría un impacto económico en
nuestro matrimonio. Si quería prepararse académicamente para realizar y
aprobar el examen, necesitaría renunciar a su trabajo. Decidir permanecer en
él a tiempo completo, limitaría su tiempo de estudio lo cual podría impactar
negativamente sus posibilidades de aprobar.

Por algunos meses, oramos incesantemente para que Dios nos diera
claridad para evitar equivocarnos y tomar una decisión acertada. Por un lado,
existía la necesidad del tiempo para estudiar, y por el otro la necesidad del
ingreso que Zuky aportaba a la casa. Aunque no teníamos mayores deudas,
había que pagar la casa y sus gastos. Contábamos con dos personas que
dependían económicamente de nosotros, y teníamos el hábito de ahorrar
significativamente cada mes. Hicimos algunos cálculos y comprobamos que
era posible afrontar nuestras responsabilidades económicas con un solo
ingreso, sin embargo, dejaríamos de aportar a nuestros ahorros.

Los días pasaban, las oraciones y el estudio bíblico continuaban, pero


había que tomar una decisión. Al fin y al cabo, la oración incesante solo
puede dar paz y claridad, pero no mueve a Dios a tomar la decisión por ti.
Confiando en que Él deseaba nuestra superación profesional, la cual nos
permite servirle con mayor influencia y alcance, decidimos que Zuky debía
renunciar a su trabajo y conseguir un empleo a medio tiempo.

El 28 de febrero del 2019, fue el último día de trabajo de Zuky en el


hospital donde había sido médico por más de dos años. Este era un gran paso
de fe en Dios, en su voluntad para la vida profesional de Zuky, y en su poder
de proveer para nuestras necesidades (y un poquito para nuestros gustos).
Siete meses después, una mañana le pregunté a Zuky si consideraba que
había tomado una buena decisión al dejar de trabajar a tiempo completo. Su
respuesta fue: ¡sí! con una gran sonrisa. Y es que, a las semanas de renunciar,
Zuky le propuso a su jefe inmediato trabajar los fines de semana, lo cual con
gusto aceptó y permitió. Como si fuera poco, otro hospital a minutos de
nuestra casa, le ofreció la oportunidad de trabajar por horas cuando ella
estuviese disponible. En otras palabras, ella ahora podía estudiar y trabajar a
su propio ritmo. Económicamente había meses en los cuales el ingreso
mensual de Zuky – trabajando a medio tiempo – superaba su ingreso mensual
a tiempo completo. Viajamos más de lo que habíamos viajado en otros años y
pasamos más tiempo de calidad juntos.
Sin duda, como pareja hemos tomado decisiones equivocadas. Sin
embargo, esta en particular fue acertada porque pasamos tiempo incesante en
oración y estudio, buscando la voluntad de Dios. Comprendimos que Él tenía
planes de bienestar para nosotros, para darnos un futuro lleno de esperanza
(Jeremías 29:11), y con fe tomamos una decisión que, hasta este momento,
sigue siendo acertada. Aunque Zuky (al momento de publicar el libro) no ha
hecho el examen aún, esta decisión nos permitió experimentar otras
bendiciones, incluyendo desarrollar este libro juntos, que no hubiera sucedido
si hubiera decidido permanecer en su trabajo a tiempo completo.
Ser incesante en oración al momento de tomar una decisión involucra
desarrollar la paciencia necesaria para evitar tomar una decisión apresurada
que evoque consecuencias negativas. La paciencia les permitirá salir de su
habitual práctica de realizar todo bajo el esquema del tiempo cronos. Es decir,
el tiempo cronológico que tenemos o la sociedad determina para hacer las
cosas, por ejemplo, ser exitoso profesionalmente o tener hijos antes de los 30
años. Cuando deciden ser pacientes al buscar a Dios, se trasladarán al tiempo
kairos, aquel momento indeterminado en que solo el Señor conoce cuándo las
cosas deben suceder. Es decir, pacientemente orar para decidir, por ejemplo,
abrir una empresa a los 45 años, cuando Dios prevé que será más acertado
para ustedes.
A su vez, la oración incesante busca conectarlos y enamorarlos
principalmente de la voluntad de Dios para su relación, que les inspira a
decidir por las acciones y caminos que aporten felicidad y paz a su
matrimonio, aun cuando otras alternativas aparenten ofrecer mayor placer o
satisfacción, pero que al final solo generan vacío y descontento.
Beneficio #3

Menos tiempo de ocio y más días


con propósito
Hay una temporada para todo,
un tiempo para cada actividad bajo el cielo.
Eclesiastés 3:1

El décimo capítulo del libro de Eclesiastés está repleto de refranes cargados


en sabiduría. Uno de ellos es el versículo 18, en el que Salomón escribe: “Por
causa del ocio se viene abajo el techo, y por la pereza se desploma la casa”.
Aunque en el contexto inmediato del texto, el rey está haciendo referencia a
los catastróficos resultados que puede experimentar una nación liderada por
personas inmaduras (v. 16), sin duda este refrán puede aplicarse al
matrimonio.
En una relación en la cual uno o ambos dejan de vivir intencionalmente
cada día con propósito, se puede venir abajo el amor y desplomar su relación.

Es importante notar que el ocio en sí no es negativo, ya que no es más que


un periodo de descanso de nuestras tareas habituales. Sin embargo, hay una
línea delgada entre el descanso (o la actividad de descansar y reponer
energía) y el exceso de tiempo libre involuntario o voluntario, que puede
llevarnos al mal uso de nuestras horas, convirtiendo nuestras mentes ociosas
(como dice el famoso refrán) en taller del diablo.

Un suceso en la vida del rey David ilustra de manera magistral las


consecuencias del ocio voluntario. 2 Samuel 11:1 registra que: “En la
primavera, cuando los reyes suelen salir a la guerra, David envió a Joab [su
general] y al ejército israelita para pelear contra los amonitas… Sin embargo,
David se quedó en Jerusalén”. Y como si fuera poco, el versículo 2 agrega:
“Una tarde, después del descanso de mediodía, David se levantó de la cama y
subió a caminar por la azotea del palacio…” (NTV).

He aquí un rey mundialmente reconocido por sus proezas en el campo de


batalla. Escogido por el mismo Dios desde su juventud con el propósito de
liberar a su pueblo de opresión, temido por sus enemigos, pero que ahora se
encuentra acostado al mediodía tomando siestas en vez de estar al frente del
ejército que el Señor le había encomendado y como era responsabilidad de
los reyes en ese momento. Con esta descripción bíblica, olvídense del David
en atuendo de guerrero, con músculos firmes y un abdomen envidiable.
Seguro había desarrollado una barriga flácida y andaba en chancletas de lana
y bata de seda.

La Biblia no menciona cuánto tiempo pasó en ese estado de ocio, no


obstante, fue lo suficiente para que su desocupada vista encontrara oficio en
la lujuria de una mujer casada (mejor dicho, la esposa de un soldado con
quien él debía estar compartiendo batalla), provocando adulterio, mentiras y
hasta homicidio doloso.

Es curioso que este gran hombre de Dios que en algún momento declaró:
“Dios… de madrugada te buscaré” (Salmos 63:1, RVR1995), se encontrara
levantándose al mediodía de la cama. David había dejado de ser incesante en
oración, lo cual seguramente le hizo perder de vista lo que el Señor esperaba
de él como esposo y líder, llegando a experimentar uno de los más oscuros
momentos de su vida.

No hay duda que David merecía un poco de descanso. Al fin y al cabo,


desde el momento en que derrotó a Goliat, sus días se ocuparon en batalla
tras batalla. Sin embargo, en su acción hay un claro principio que no deben
perder de vista en su matrimonio: Dios da propósito a su relación, y aunque
las circunstancias y entornos que los rodean pueden cambiar (a su favor o
no), dejar de vivir el propósito que Dios diseñó para ustedes puede llevarlos a
un ocio que perjudicará su relación.

La experiencia de ocio autoinducido en la que se encontró David


claramente muestra el descontrol y caos que se puede desencadenar en la vida
de una persona o pareja, en un estado de ocio voluntario. Este es el tipo de
ocio que, aun teniendo propósitos claros, prefiere ignorarlos por pereza,
aburrimiento de la rutina o el desinterés en el propósito en sí (entre otras
cosas).

Naturalmente, al ignorar el propósito de tu matrimonio o dejar de realizar


tareas que le brindan importancia y valor a su relación, su mente estará
vulnerable a sugerencias, atracciones y tentaciones que pueden generar
acciones con consecuencias negativas.

Tiempo de ocio involuntario

Entre el año 2015 y 2016, estuve 13 meses desempleado. Las primeras


semanas después de que salí de la empresa fueron una especie de vacaciones
que no había tomado en los últimos cinco años. Me dediqué a descansar por
unos días para reponer un poco de energía. Sin embargo, al pasar cada día y
semana, encontrar qué hacer con el tiempo libre se volvió mi trabajo.
Después de enviar solicitudes de empleo en la mañana, pasaba horas viendo
series de televisión, como Game of Thrones, The Good Wife, Secrets & Lies
y How to Get Away with Murder, que no aportaban nada más que distracción
de la realidad.

Zuky comenzó a ver series conmigo cuando llegaba del trabajo. De pronto
estábamos consumiendo más tiempo en entretenimiento que en nuestra
devoción con Dios. Sin querer, arrastré a mi esposa a mi tiempo de ocio
involuntario, que producía risas, drama y suspenso frente a la televisión, pero
vacío, silencio y frustración alejado de ella.

Desperté una mañana y dije: ¡No más! No podíamos continuar en una


rutina de ocio sabiendo que Dios esperaba más de nuestro matrimonio.
Cambié las horas del día que dedicaba a ver series por horas de estudio
bíblico y oración. Cuando Zuky llegaba a casa, desarrollábamos maneras
creativas de pasar tiempo en devoción. Nos volvimos tan incesantes en
oración que cuando otros nos veían, ni se imaginaban que yo estaba
desempleado por la paz y gozo que transmitíamos. En mi desempleo, Dios
nos mostró cómo ayudar a otros con mayor necesidad económica. Los días de
ocio pasaron a ser días de crecimiento y propósito activo, que fortalecieron
nuestra relación con Dios y el uno con el otro.
Habrá momentos en que su matrimonio enfrentará días de ocio
involuntario por la falta de trabajo de uno de los dos (o ambos en un caso
extremo), vacaciones forzadas del trabajo sin planes, o una incapacidad
médica inesperada. Cada uno de estos momentos ha sido permitido por Dios
en su vida para su bienestar y el desarrollo de un propósito divino (Romanos
8:28).

En su libro Sacred Marriage, el autor Gary Thomas desafía la popular idea


de que el matrimonio es meramente para experimentar felicidad. Partiendo de
la pregunta ¿Dios diseñó el matrimonio para hacernos santos más que para
hacernos felices?, Gary explica uno de los principales propósitos del
matrimonio: acercarnos más a Dios.

Precisamente, una de las maneras en que el Señor nos acerca más a Él


como pareja y revela su voluntad para el matrimonio es por medio de tiempos
de ocio involuntario. Por ejemplo, la inactividad producida por la falta de
empleo puede llevarlos a descubrir en ayuno, nuevos intereses o habilidades
que producen un cambio de carrera o la visión de un nuevo emprendimiento.
Un cambio repentino en su estado migratorio que los inactiva en un país,
puede llevarlos a un nuevo lugar donde Dios tiene mayores bendiciones
preparadas para ustedes. La repentina enfermedad que pensiona de por vida a
tu pareja, en oración incesante, los puede llevar a más tiempo de calidad con
Dios, en el que Él les revela nuevos sueños y metas. Incluso, el simple hecho
de quedar involuntariamente atrapados en un aeropuerto por un huracán, sin
señal, sin batería, y nada en qué ocuparse, les permite un espacio para
reflexionar y escuchar un nuevo llamado de Cristo.

No podemos decirles cuál es el propósito de Dios para su matrimonio, no


obstante, estamos completamente seguros de que Él tiene uno para ustedes.
Por medio de la oración incesante, su matrimonio puede decidir salir del ocio
voluntario y vivir intencionalmente cada día, o descubrir el plan que Dios
tiene trazado para ustedes en medio del ocio involuntario. El mayor anhelo de
Cristo es que puedan conocer el plan que ha trazado para su relación, y que
puedan escoger vivirlo cada día. Él está dispuesto a revelar su voluntad y
llenar su vida de propósito, pero en ustedes yace la decisión de vivir un
matrimonio a la luz del plan del Dios.
Josué tomó la firme decisión de que él y su familia servirían a Jehová
diariamente, a pesar de lo que decidieran las familias que los rodeaban (Josué
24:14). Zacarías y su esposa, Elisabet, decidieron vivir una vida recta e
intachable delante de Dios, en tiempos en que el temor a Él en la familia se
había perdido (Lucas 1:6). Con gozo aceptaron el propósito de Dios de criar
un hijo con ciertas características impopulares, características que luego lo
convertirían en el precursor de Jesús. María y José, o Priscila y Aquila, son
otras parejas bíblicas que no titubearon en aceptar el propósito que Dios
diseñó para sus vidas y decidieron vivir intencionalmente cada día su
matrimonio para la honra y gloria de Dios, dejando legados que trascendieron
sus días y nos benefician hoy día.

Tomen la decisión hoy de vivir lejos del ocio que genera desánimo,
tentaciones y malas prácticas en su relación. En oración, pidan a Dios que
“les haga saber plenamente su voluntad con toda sabiduría y comprensión
espiritual”. En respuesta a esa oración, podrán ser inspirados a tomar la
decisión de vivir “de manera digna del Señor, agradándole en todo. Esto
implica dar fruto en toda buena obra, crecer en el conocimiento de Dios y ser
fortalecidos en todo sentido con su glorioso poder. Así perseverarán con
paciencia en toda situación, dando gracias con alegría al Padre”. Y como si
fuera poco, pueden tener la certeza de que el Señor, de antemano, les ha
otorgado las competencias que necesitan para vencer el ocio y vivir acorde a
la luz de su reino (Colosenses 1:9-14).

Beneficio #4
Menos callejones sin salida
y más puertas abiertas
… Cuando él abra puertas,
nadie podrá cerrarlas;
cuando él cierre puertas,
nadie podrá abrirlas.
Isaías 22:22

Mi celular no dejaba de vibrar. Estaba en silencio, porque me encontraba en


una reunión en el trabajo y no lo podía contestar en el momento. De reojo,
pude ver que era Zuky llamándome. Con temor de que algo hubiera ocurrido,
salí de la reunión para devolverle la llamada. Cuando contestó, le pregunté si
todo estaba bien, a lo que respondió: “¡Sí! Pero no lo vas a creer.” “¿Creer
qué cosa?”, pregunté. “Nos acaban de decir que cambiarán las dos fechas del
examen de residencia para que lo podamos hacer”, respondió Zuky casi
llorando de la alegría.
Durante los últimos cuatro años, un grupo de médicos adventistas habían
estado solicitando a la Facultad de Medicina de la Universidad de Panamá
que les permitiera realizar el examen nacional para aspirantes a una
residencia médica en un día que no fuese el sábado. En toda la historia
republicana del país, el examen siempre había sido sábado en las dos fechas
en que se daba durante el año, lo cual cerraba la puerta para que algunos
médicos que guardaban religiosamente este día pudieran convertirse en
especialistas – incluyendo a Zuky.

Para ese entonces, muchos ya se habían rendido decidiendo abandonar su


sueño de ser especialistas, mientras que otros buscaron una manera de salir
del país para ejercer su profesión. Sin embargo, Zuky junto a una de sus
mejores amigas – quien también es médico – decidieron ser perseverantes.

Meses antes de esa emocionante llamada, una decisión había sido tomada.
En vez de seguir enviando cartas, tocando puertas, exigiendo reuniones y
buscando mecanismos legales, decidimos perseverar en oración. No es que
no se había orado antes, pero el énfasis estaba puesto en la acción. Es decir,
se enviaba una carta a las autoridades, porque hacía sentido, y luego se oraba
para que Dios hiciera algo con esa carta. O se exigía una reunión con
representantes de la universidad, y después se oraba para que Dios se
manifestara en ella.

Pero esta vez, Zuky, su amiga, su esposo y yo decidimos que lo haríamos


diferente. No solo queríamos orar por una puerta abierta, sino también por
una experiencia espiritual que nos permitiera ver la bendición de Dios,
aunque esta viniese en forma de otro callejón sin salida.

Ceder el control para ganar dirección

Decidimos orar incesantemente y experimentar las palabras del Salmo


46:10: “Estad quietos y conoced que yo soy Dios; seré exaltado entre las
naciones; enaltecido seré en la tierra” (RVR1995). Este versículo no está
sugiriendo un cese definitivo en nuestras actividades (aunque en ocasiones
esto puede ser beneficioso también). Curiosamente, el versículo sigue la
narrativa de un salmo envuelto en mucha actividad. Desde el versículo 1 al 9,
el salmista describe tribulaciones y guerra. Pero en medio de toda esta acción,
el mismo Jehová interviene en el texto diciendo estad quietos. En otras
palabras, sométanse, humíllense y reconózcanme como Dios en medio de
toda la acción que se está desarrollando en sus vidas, y sean testigos de las
cosas que puedo hacer si me devuelven el control en medio de la acción.

Las parejas normalmente procuran tener el control de las cosas que ocurren
en su matrimonio. Deseamos tener el control de nuestras carreras, el lugar
donde vamos a vivir, las finanzas de nuestra familia y hasta cuándo tener
hijos. Y si no fuera poco, cuando atravesamos por desafíos en nuestros
matrimonios, tomamos en nuestras manos la acción de resolverlos. Ante el
desempleo y la falta de ingreso, estamos listos para alquilar o vender la casa,
o cuando nos enteramos de la infertilidad, corremos a los avances científicos
para que esa puerta se pueda abrir.

La tendencia de querer controlar y actuar en las situaciones o pruebas que


vienen a tu matrimonio se origina principalmente en el profundo deseo que
tienen por aquello. Para Zuky, era el deseo de ser oftalmóloga. Para ustedes
puede ser la necesidad de ser padres, salir de una enfermedad o dejar de
alquilar y poder comprar una casa. Ese deseo los lleva a querer controlar la
situación por medio de acciones que, a su vez, se convierten en un camino. Y
su enfoque en obtener un resultado final, sin la necesaria humillación y
sumisión a Dios, los puede llevar por un camino sin salida, en el cual su
matrimonio acaba experimentando altos niveles de frustración.

Una práctica común que sería de gran valor dejar de realizar es la


tendencia de buscar a Dios cuando estamos al final del callejón sin salida. Al
decidir ser incesantes en oración, iniciarán a practicar mayor sumisión a Dios.
Una sumisión que no los paraliza por completo, pero que les permite avanzar
sujetados de su mano, para así poder halarlos a otro camino cuando sea
necesario, permitiendo ver opciones y perspectivas diferentes que generen
puertas abiertas.

Zuky y yo oramos incesantemente junto a nuestra pareja de amigos para


que Dios abriera la puerta del examen. Pero, a la vez, orábamos para que, en
el proceso, Él otorgara aquella paz que trasciende todo entendimiento
(Filipenses 4:7). Por meses, en vez de enviar cartas e ir a tocar las puertas de
directores, simplemente nos quedamos en casa orando. Hicimos ayuno como
pareja: de medio ayuno, pasamos a un día entero en ayuno. Nuestros amigos
comenzaron a venir a casa para estudiar la Biblia juntos. De pronto, un tercer
médico se unió a orar, estudiar y ayunar con nosotros. La frustración se
transformó en esperanza, la ansiedad en paz y lo imposible en posible.

Nuevas opciones, que no se habían dado en años, empezaron a aparecer,


principalmente el acceso a personas no solo dispuestas a escuchar la solicitud
por el cambio de fecha, sino también con el deseo de hacer algo al respecto.
Por primera vez en años, se dio una reunión con la junta directiva del examen
que, ante la solicitud del grupo de cambiar la fecha de un solo examen, su
respuesta fue: cambiaremos las dos fechas.

Cosas ocultas = nuevas puertas abiertas

Sin embargo, aunque pudiéramos concluir el capítulo aquí y celebrar esta


aparente victoria, es importante notar que el milagro no fue la disposición de
esta junta en cambiar la fecha del examen. El milagro fue la transformación
que experimentó Zuky durante el proceso. Su enfoque siempre estuvo en la
oftalmología. Pero al ser incesante en oración, no solo confirmó Dios su
autoridad en poder abrir esta puerta si era su voluntad, sino también le mostró
el camino a otras puertas, es decir, otras cimas que su vida profesional y
personal podía alcanzar, incluyendo desarrollar Cordón de Tres junto a mí,
experimentando gran satisfacción como la que produciría ser especialista.
Cuando están dispuestos a ceder el control de lo que procuran lograr en la
vida, hay una promesa bíblica que inmediatamente comenzará a surtir efecto
en su matrimonio: “Clama a mí y yo te responderé, y te enseñaré cosas
grandes y ocultas que tú no conoces” (Jeremías 33:3). En otras palabras,
cuando se humillan ante Dios, lo buscan incesantemente en oración antes y
en medio del proceso de lo que desean lograr o experimentar, Él les
responderá, les revelará cosas iguales o más grandes que las que pensaban y
los llevará a caminos donde podrán experimentar puertas abiertas que jamás
hubieran imaginado.
Deben entender que hay cosas que solo Dios puede revelar. Hay puertas
que solo Él puede abrir, y hay puertas cerradas que dejan de ser una
frustración, cuando son vistas desde la amplia y divina perspectiva del Señor,
permitiéndoles ver nuevas puertas abiertas por las cuales acceder y
experimentar el gozo y la paz que Dios anhela para su relación.

Sin duda es importante que tengan objetivos en común (o individuales)


específicos que llevar a Dios en oración. No obstante, la oración incesante
simplemente busca llevarlos a un estado donde puedan orar con mayor
determinación la voluntad del Padre para su relación. La Biblia sugiere que
en ocasiones podemos orar sin ver mayores resultados, porque estamos
orando por lo incorrecto (Santiago 4:3). No solo lo incorrecto, sino también
en el tiempo incorrecto o por la razón incorrecta.
Sin embargo, la oración constante en pareja los llevará a comprender con
mayor claridad la voluntad de Dios para aquello que están pidiendo, o los
posicionará en el espacio y tiempo apropiado para entender y aceptar la
sugerencia que les haga el Señor.

El camino de un callejón sin salida (o varios) a una puerta abierta es un


camino de fe. No se basa en sus recursos económicos para obtener lo que
desean, tampoco en su juventud y energía para pasar más tiempo estudiando
o trabajando en un emprendimiento. No se trata de fe en sus títulos, que
deberían abrirles ciertas puertas ante la sociedad, ni en la red de contactos que
tienen para disponer cuando los necesiten.

Este es un camino de fe en el poder, la influencia, la riqueza y, por encima


de todo, la voluntad de Dios. Siendo incesantes, conocerán su plan para sus
vidas. Al decidir aceptarlo, se apropiarán de él. No habrá más callejones sin
salida, porque cada vez que oren, es como si el mismo Jesús estuviese orando
– porque estarán orando la voluntad del Padre. Y en las palabras del salmista,
cuando deciden confiar plenamente y deleitarse como matrimonio en el
Señor, “Él te concederá los deseos de tu corazón [su voluntad]… y Él
actuará” abriendo puertas (Salmo 37:4-5, NVI).

Beneficio #5

Menos frustración y más paz, alegría y gratitud


Y que la paz que viene de Cristo
gobierne en sus corazones.
Pues, como miembros
de un mismo cuerpo, ustedes
son llamados a vivir en paz.
Y sean siempre agradecidos.
Colosenses 3:15

“¡No lo puedo creer! ¡No lo puedo creer!” —repetía una y otra vez con
asombro mientras hablaba por celular con Zuky—. “Acaban de abrir un
restaurante de sushi en nuestro local”—le continué diciendo con un notable
desaliento—. Estaba parado mirando con atención el letrero que anunciaba la
próxima apertura del restaurante. Cada segundo que pasaba elevaba
rápidamente mi nivel de frustración.
Meses antes, el año 2014, iniciaba de manera prometedora. Queríamos
invertir dinero en un negocio, y todo parecía indicar que íbamos a lograrlo
exitosamente al abrir un restaurante de sushi en un área residencial que estaba
experimentando un crecimiento comercial exponencial. Habíamos
conseguido un local de buen espacio, a la mitad del precio de arrendamiento
de otros locales en la misma área. Una empresa de consultoría de
emprendimientos gastronómicos nos había asesorado para crear un plan de
negocio sólido, diseñar el restaurante y el menú. Nuestro socio de negocio era
cristiano al igual que nosotros, y tenía mucha experiencia. Estábamos
convencidos de que este nuevo emprendimiento sería nuestra entrada a la
vida que soñábamos.

Sin embargo, no fue así. Luego de firmar el contrato de arrendamiento e


iniciar algunas acciones para adecuar el local, nuestro socio un buen día
llamó y dijo: “Tengo que retirar mi inversión por una situación familiar”. En
un abrir y cerrar de ojos nos encontrábamos intentando reunir los fondos
necesarios para cubrir su parte. Pero fue en vano. Al pasar los meses pagando
el alquiler sin poder iniciar operaciones, tuvimos que tomar la difícil decisión
de abandonar nuestro sueño. Perdimos miles de dólares.

¿Cómo era posible que hubiéramos llegado tan lejos para al final quedar en
nada perdiendo tanto? ¡No lo comprendíamos! Y, como si la frustración no
fuera suficiente, ahora me encontraba mirando el anuncio de un nuevo
restaurante de sushi, en el mismo local donde hubiéramos abierto el nuestro.
¡Sí! Alguien nos robó la idea.

La frustración no es más que un sentimiento que se genera cuando resulta


difícil obtener o satisfacer un deseo o una meta. Dentro del matrimonio se
puede generar frustración cuando:
• No logran tener hijos después de intentarlo repetidamente.
• El desempleo retrasa la realización de sueños importantes.
• No logran las metas económicas que se han trazado.
• Están obligados a proveer repentinamente para un padre, atrasando la
consecución de otras metas.
• Las deudas del pasado de su pareja surgen repentinamente.

• Están estancados profesionalmente.


• Hay mala comunicación en la pareja.
• Las cosas no avanzan al ritmo que esperaban.
• Otros parecen prosperar y su matrimonio no.
• Proyectos importantes no avanzan o fracasan.

Ante estos u otros elementos, generalmente se reacciona con expresiones


de enojo, desánimo y ansiedad, que simplemente son la manifestación de la
frustración que se experimenta en ese momento. Lamentablemente, vivimos
en una era digital, en la cual los noventa y cinco millones de fotos y videos
que se suben a Instagram cada día dan la impresión de que la vida es fácil y
sin mayores complicaciones.
Sin embargo, Dios hace un claro recordatorio de que: “en este mundo
afrontarán aflicciones” (Juan 16:33). Por ende, no se trata de frustrarse
intentando vivir una vida sin complicaciones, se trata de, en medio de las
aflicciones, procurar encontrar la paz, alegría y gratitud, que solo se pueden
gozar por medio de la oración incesante.

Cuando Zuky y yo vimos que estaban abriendo un restaurante de sushi en


el mismo lugar donde habíamos intentado el nuestro, nos desanimamos
mucho. El pensamiento de que era nuestra idea y hubiéramos sido nosotros
abriendo ese restaurante, a no ser por el imprevisto de nuestro socio, nos
generaba muchísima frustración. No obstante, tomamos la decisión de orar
para que Dios calmara nuestro enojo y nos ayudara a salir adelante.

Comenzamos a orar y, mientras más lo hacíamos, nos íbamos


desprendiendo poco a poco de ese sueño. Aunque seguíamos sin comprender
por qué había fracasado, teniendo todos los elementos para ser exitoso,
empezamos a tener paz y a confiar en que Dios tenía una buena razón para
permitir este fiasco.

Dios lo reveló de manera evidente: un año después de haber sido


inaugurado aquel restaurante de sushi, cerró. Aquello que parecía una idea
próspera, evidentemente no lo era. Comprendimos que, de haber seguido
adelante invirtiendo más dinero y recursos, y de haber abierto las puertas de
nuestro restaurante, seguramente hubiera sido una frustración más grande al
tener que cerrarlo, despedir personas y afrontar mayores problemas legales y
económicos.

Una de las principales razones detrás de la frustración que experimentan


muchas parejas es la intolerancia a la espera y el deseo por los resultados
inmediatos. Muchos acuden a Dios intentando aplicar los “siete pasos para
más…” o “las cinco claves para resultados…” en sus oraciones. Cada deseo,
meta o petición que presentan ante Dios de esta manera, solo genera ansiedad
innecesaria, roba la paz y produce descontento.

Otro elemento que influye sobre la frustración que pueden experimentar en


ocasiones es la motivación detrás de lo que desean. Muchas veces es posible
estar tan apegado al logro de un sueño u objetivo, que resulta difícil
identificar cuando Dios se está moviendo en otra dirección, produciendo
frustración al pensar que no se está moviendo para nada.

Sin embargo, la manera más sencilla para empezar a revertir la tendencia a


la frustración es siguiendo el modelo que Pedro presenta en el Nuevo
Testamento: “Humíllense, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que él
los exalte a su debido tiempo. Depositen en él toda ansiedad, porque él cuida
de ustedes” (1 Pedro 5:6-7).

Es fascinante que Pedro reconozca que experimentaremos ansiedad en


momentos determinados. Él no está diciendo “no sean ansiosos”. Al
contrario, cuando tengan un deseo que puede producir ansiedad, antes de
llegar al punto de frustración, procuren rendir delante de Dios aquellos
deseos, retos y sueños que solo Él tiene la habilidad y el poder para
desarrollar y convertir en realidad. Es en ese instante de humillación, a través
de la oración incesante, que el Señor interviene en sus vidas poniendo una
especie de filtro en sus mentes, “Y la paz de Dios, que sobrepasa todo
entendimiento, cuidará sus corazones y sus pensamientos en Cristo Jesús”
(Filipenses 4:7).

Es precisamente este filtro de paz, que se obtiene al buscar a Dios de


manera incesante en oración, el cual permite esperar aquella intervención
divina que necesitan en un momento determinado con alegría y gratitud. La
alegría no es más que un filtro adicional, que funciona como complemento a
la paz que Dios desarrolla para salvaguardar sus mentes. Por medio de la
alegría, se genera un estado de ánimo placentero que facilita un entorno de
gratitud, el cual les ayuda a recordar aquello que Dios ya ha hecho por
ustedes, incrementando su fe en su capacidad para obrar extraordinariamente
otra vez.

A su vez, cuando la frustración y sus derivados estén en aumento, a raíz de


una situación angustiosa en su matrimonio, por medio de la oración
incesante, Dios producirá consuelo a través de las manifestaciones de su
amor, y la reafirmación de sus promesas para su relación, que llenarán sus
almas de alegría (Salmos 94:19).
La naturaleza humana tiende a buscar alegría en la consecución de lo que
se propone, a costa de frustración a lo largo del camino. No obstante, Dios
desea llevarlos a un estado de alegría y gratitud a lo largo del proceso que
culmina en gloria para Él y su matrimonio al llegar a la cima que ha
preparado para ustedes.
Es curioso que cuando nuestra inversión falló, experimentamos un alto
nivel de descontento, sin saber que Dios nos estaba evitando una mayor
frustración. La lección en ese momento era evidente, necesitábamos confiar
más en la perspectiva divina de Dios. Por medio de la oración incesante,
aprendimos a ver nuestro fracaso como un pequeño contratiempo en
comparación al gran chasco que hubiera sido abrir y cerrar la operación de un
restaurante. Fue la oración incesante la que nos permitió encontrar alegría en
medio de nuestro fracaso. Fuimos recordados por medio de la oración de que
la perspectiva divina genera mayor valor que nuestra finita y limitada visión.

La visión 360 de Dios es una de las herramientas más infravaloradas a


disposición de todo matrimonio. Aunque la oración incesante no nos permite
ver exactamente cada paso que debemos seguir para evitar frustraciones, nos
acerca más a Cristo, quien hace el camino mucho más tolerable. Aun en
aparentes momentos de frustración, acceder a su infinita visión por medio de
la oración, les ayudará a encontrar consuelo en frustraciones temporales, o
esperanza en anhelos deseados.

Aunque hoy no puedan ver un final claro, permitan que Dios obre su
perfecto plan para su matrimonio cada día. Dependan de Él para que sus
vidas sean una manifestación de su voluntad. El dirigirá sus pasos y, aun en
la frustración, experimentarán paz, alegría y gratitud al ser llevados a nuevas
cimas espirituales y en su matrimonio.

Beneficio #6

Menos apatía espiritual


y más crecimiento
El camino de los perezosos está obstruido por espinas, pero la senda de los íntegros es una
carretera despejada.
Proverbios 15:19
En su libro El Hombre Doliente, Viktor Frankl escribió: “La gran
enfermedad de nuestro tiempo es la carencia de objetivos, el aburrimiento, la
falta de sentido y de propósito”. ¹

Sus palabras son una simple descripción de una vida que experimenta
apatía, aquel estado de ánimo que carece de ganas o entusiasmo.

Aunque en ocasiones la apatía puede manifestarse como un trastorno


psicológico que causa indiferencia frente a acontecimientos o personas,
comúnmente es una respuesta ante el estrés o simplemente desinterés por
aquello que no parece relevante o interesante. Desafortunadamente, una de
las áreas donde el matrimonio puede experimentar apatía es precisamente en
el aspecto espiritual.

Durante el período en que fuimos líderes del Ministerio de Familia en


nuestra iglesia, descubrimos que la apatía espiritual es una etapa que afecta a
muchas parejas, más de lo que imaginábamos. Es un período en el que uno de
los dos (o ambos) experimenta aburrimiento al congregarse o falta de sentido
al leer la Biblia y orar. Es una etapa en la cual se pierde el interés por aquellas
cosas que agradan al Señor y, en muchos casos, se pierde el interés por Dios
mismo.

Una de las parejas que solíamos visitar estaba pasando por un aprieto
económico y legal tan estresante que, aunque asistían cada semana a la
iglesia, comenzaron a descuidar su tiempo de devoción, juntos e
individualmente. Mientras más se enfocaban en su problema, más se alejaban
de Dios y, en consecuencia, más se alejaban el uno del otro. La apatía
espiritual los llevó a la apatía sexual. Cada día era más evidente su falta de
afecto, y principalmente, su desinterés por Dios. Una de las primeras alarmas
vino cuando el esposo pasaba menos tiempo en casa y más tiempo en su
trabajo que lo ponía en contacto con otras mujeres. Por su parte, la esposa
estaba desecha. Un día nos buscó para que oráramos por ella. Ya no sabía
cómo acercarse a Dios, ni qué decirle. Leía la Biblia, pero no le hallaba
interés. Intentaba buscar al Señor, pero sentía que era por gusto. En sus
palabras: “mi vida no tiene sentido, solo quiero morir”.

¿Cómo había pasado esta esposa con un deseo tan puro por el evangelio
cuando la conocimos a una vida apática lejos de Cristo? ¿Cómo había llegado
este matrimonio, quienes muchos disfrutaban ver, a este estado de apatía
espiritual?

El camino a la apatía espiritual

Así como la falta de ejercicio puede provocar músculos flácidos, y pasar de


seis cuadros en el abdomen a uno solo circular, la falta de ejercicio espiritual
diario nos lleva a la apatía. En el momento en que su matrimonio deje de
buscar a Dios intencionalmente cada día, se iniciará su descenso a un estado
de desinterés espiritual. En el tercer beneficio, hablamos de cómo una mente
ociosa puede ser víctima de pensamientos que producen acciones que nos
alejan del propósito de Dios. Si su mente no se está alimentando
constantemente de elementos que inciten crecimiento espiritual (oración,
estudio individual y en pareja de la Biblia o escuchar buena música),
fácilmente será llenada de aquello que lleva a ver a Dios como un Padre
aburrido, lento y sin chispa, causando desinterés en Él.

Cinco aspectos que inducen a la apatía espiritual son:

1. La falta de propósito en el matrimonio.

Muchos se casan buscando eterna felicidad y una constante luna de miel.


Pero cuando la rutina y lo cotidiano de la vida se vuelve una realidad, sin un
propósito por el cual luchar y orar, es fácil entrar en un estado de monotonía
que afecta su deseo de buscar a Dios. Al sentirse constantemente aburridos de
la rutina, buscarán escapar de aquella condición por medio de actividades que
pueden mermar su tiempo de devoción, afectando su espiritualidad.

2. Un propósito claro con exceso de interés.

El extremo opuesto a no tener propósito también puede ser causa de apatía


espiritual en su relación. Conocer su propósito es fantástico. No obstante,
invertir todo su tiempo, recursos y energía en él – desde un ministerio
familiar, hasta invertir en un negocio juntos – en ocasiones puede llevarlos a
disminuir la calidad y profundidad del tiempo que usualmente pasan con
Dios.
3. Situaciones difíciles.

Ya sea el desempleo del esposo, el cáncer de la suegra, la bancarrota de un


negocio familiar, la muerte repentina de uno de los hijos o el atropello del
perro de la familia (etc., etc., etc.), son eventos que, en medio del dolor,
pueden llevarlos a cuestionar y dudar de Dios, perdiendo su fe en Él.

4. La presunción.

Al dejar de ver a Dios como el proveedor de sus bienes materiales, o como


el Ser responsable de abrir el camino que les permitió llegar a las cimas
académicas y profesionales que alcanzaron, comenzarán a darse más crédito
del que se merecen. Al presumir de sus logros por sus propios méritos,
perderán el aprecio por lo que Cristo puede hacer por su matrimonio y
dejarán de verlo a Él como necesario para su éxito.

5. Fatiga espiritual.

Se puede desarrollar cuando una pareja está activamente involucrada en


muchos ministerios o actividades de su entorno espiritual al mismo tiempo.
Entre el trabajo, los estudios, la vida matrimonial y las exigencias de los
compromisos en la iglesia, se puede reducir el tiempo de devoción con Dios a
raíz de la fatiga.

Cómo revertirlo

Imaginen a Jesús tocando la puerta de su casa una noche. Ustedes saben


que no han estado bien en su relación con Él últimamente, por lo que apagan
las pocas luces que quedan encendidas para que piense que están dormidos.
Cuando creen que probablemente ya se fue, Él exclama desde afuera: “Yo sé
todo lo que hacen, no son ni fríos ni calientes. ¡Cómo quisiera que fueran lo
uno o lo otro!” (Apocalipsis 3:15). En esa corta y profunda frase les alerta del
estado apático en que han estado viviendo. Comienzan a recordar cómo en un
momento eran íntimos con Jesús y cómo, por su descuido, pasaron a verlo y
tratarlo con indiferencia. Una que otra lágrima sale de sus rostros. Quieren
salir a buscarlo, pero tienen vergüenza. Sienten que no hay vuelta atrás y que
probablemente Jesús ya se marchó en medio de la oscuridad, al ser víctima
nuevamente de su indiferencia.
Pero, para su sorpresa, su dulce voz exclama nuevamente diciendo:
“¡Mira! Yo estoy a la puerta y llamo. Si oyen mi voz y abren la puerta, yo
entraré y cenaremos juntos como amigos” (Apocalipsis 3:19). Es el momento
de tomar una decisión.

Aunque Jesús no está literalmente tocando a la puerta de su casa, esa


escena describe precisamente el llamado que Dios hace a su matrimonio para
salir de un estado de apatía espiritual a uno de constante crecimiento y
plenitud en Él. No obstante, deben tener presente que eso requiere una
decisión consciente de ambos. Solo pueden ser incesantes en oración, estudio
e intimidad con Cristo, cuando deciden buscarlo intencionalmente y le
permiten entrar de lleno a sus vidas.

Aunque la apatía espiritual puede llegar por errores, deslices o falta de


atención, el crecimiento espiritual viene como consecuencia de una decisión
intencional. Al decidir ser incesantes en oración para salir de la apatía,
reactivarán las acciones y actividades espirituales que generan avance y
tracción en su crecimiento espiritual. Desde decidir participar más
activamente en el culto de la iglesia, a ser más constantes en su devoción
familiar e individual, solo una firme decisión de evitar a las personas,
entornos y medios que les indujeron a la apatía inicialmente, podrá generar el
inicio al crecimiento escalonado que los posicionará en la cima que Dios
diseñó para su matrimonio.

Fue precisamente por medio de una decisión, que la pareja mencionada al


inicio de este capítulo inició un nuevo camino en su relación. Habían llegado
a un punto crítico. Ya no oraban ni estudiaban la Biblia juntos, no tenían
relaciones sexuales, el esposo procuraba tener turnos de trabajo que le
permitieran llegar a casa a horas en que su pareja no estuviera. Llegaban y se
iban de la iglesia por separado. Cada vez que los visitábamos en su casa, era
como si salieran cada uno de su esquina del cuadrilátero para enfrentarse en
una pelea donde nosotros quedábamos, sin saber, como el árbitro mediando
sus problemas.

Sin embargo, en la última visita que les hice, fui con la firme
determinación de no seguir siendo un árbitro, pero sí tomar el rol de un
promotor. Con firmeza, les dije: “Pueden seguir peleando sin resolución y
culpándose de todo o, si realmente les interesa su matrimonio, pueden tomar
la decisión de volver a buscar a Dios, y que Él les ayude a superar esta
crisis”. Después de un incómodo silencio, ambos accedieron a tomar las
acciones necesarias para pasar tiempo en estudio bíblico y oración. Él arregló
sus turnos para volver a tener tiempo con ella. Cada vez que la iglesia abría
sus puertas, hacían un esfuerzo para asistir y participar activamente. Su
semblante triste y apático cambió por uno de paz y esperanza. Porque,
aunque la situación económica difícil que enfrentaban no cesó, reconocieron
que podían enfrentarla mejor al crecer cada día como pareja en Cristo.

Tomen hoy la decisión de iniciar una nueva experiencia de crecimiento


espiritual porque “al vivir la verdad con amor, crecerán hasta ser en todo
como aquel que es la cabeza, es decir, Cristo” (Efesios 4:15).

1. Viktor Frankl (2010). El hombre doliente: Fundamentos antropológicos de la psicoterapia


(Spanish Edition), pág. 22

Beneficio #7
Se convierten en catalizador e influencia positiva para
otros
Ustedes son la luz del mundo.
Juan 5:14

Cuando lanzamos al mundo nuestro podcast Cordón de Tres, en noviembre


del 2019, nuestro principal reto no eran las horas de grabación y edición, o
encontrar temas relevantes para sentarnos a desarrollar los domingos por la
tarde. Tampoco se trataba de pasar tiempo juntos pensando y creando
contenido para las redes sociales durante la semana. Para nuestra sorpresa,
todas estas acciones fluían naturalmente y la mayoría del tiempo resultaban
completamente divertidas.

¿Sabes qué era lo difícil para nosotros? Aprender a usar Instagram más allá
de subir una foto con un buen filtro cuando estábamos en la playa (que
vergüenza que dos millennials estén escribiendo esto). Leímos artículos,
vimos videos y hablamos con personas con más experiencia, para aprender el
uso correcto de las historias, cómo configurarlas, las mejores horas para
publicar, la importancia de los hashtags y todo lo necesario para maximizar
nuestra presencia en esta red. Zuky se tomó tan en serio el reto, que nuestros
amigos iniciaron a decirle la influencer.

En términos de mercadeo y publicidad, un influencer es alguien que tiene


la habilidad de influir en las decisiones de personas para que compren un
producto o servicio. Este poder de influencia está basado en la credibilidad y
la audiencia que han desarrollado estos usuarios en distintas redes a través del
tiempo, lo cual facilita que puedan persuadir a sus seguidores a realizar
donaciones a su caridad preferida o comprar productos de una marca
específica. Influencers con miles o millones de seguidores generan ingresos
económicos por cada publicación que realizan. Kylie Jenner, una influencer
con más de 140 millones de seguidores en Instagram, generó 1.2 millones de
dólares por cada publicación en el año 2019. ¡Zuky estaba lejos de eso!

Sin embargo, lanzar Cordón de Tres nos hizo comprender una verdad
trascendental: con Instagram o sin Instagram, Dios nos había dado un círculo
de influencia y, el llevar una vida de oración incesante, nos había convertido
en entes para ejercer una influencia positiva sobre estas personas a través de
nuestro matrimonio.

Morning Consult, una empresa tecnológica de data, realizó un estudio en el


año 2019 que tituló The Influencer Report (Reporte de los influencers). En su
reporte de 32 páginas, concluyeron que el 86% de millennials y generación Z
desean ser influencers. El 58% de ellos desea lograrlo para hacer una
diferencia en el mundo.

Curiosamente, mucho antes de que un influencer pudiese generar ingresos


económicos hoy por anunciar algo en las redes sociales, Dios ya nos había
llamado precisamente a comunicar buenas nuevas y a hacer una diferencia en
el mundo. Pedro escribió: “Pero ustedes son linaje escogido, real sacerdocio,
nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anuncien los hechos
maravillosos de aquel que los llamó de las tinieblas a su luz admirable” (1
Pedro. 2:9, RVC).

El hecho de ser escogidos por Dios para un propósito especial, aunque nos
debe llenar de orgullo, no debe limitarnos a simplemente eso: una actitud de
arrogancia, porque nos creemos superiores a otros que, tal vez, no conocen a
este fantástico Señor. Por el contrario, ser escogidos nos debe hacer
conscientes de la responsabilidad que tenemos ante Dios como individuos y
en nuestro matrimonio, para anunciar a aquel que ha manifestado su gracia,
misericordia, justicia y bendiciones inexplicables en nuestra relación, cada
vez que lo buscamos en oración.

En los capítulos anteriores, mencionamos cómo la oración incesante


substituye el orgullo por humildad, la apatía por el crecimiento espiritual y la
frustración por más paz, alegría y gratitud. Es decir, la oración incesante es la
puerta para que el Espíritu Santo pueda realizar el trabajo silencioso de
transformar tu corazón, vaciarte del yo, eliminar tu ego, restaurar tu
matrimonio, impregnarlo con más amor y realizar cambios en tu carácter y
relación que antes parecían imposibles. “De modo que, si alguno está en
Cristo, ya es una nueva creación; atrás ha quedado lo viejo: ¡ahora ya todo es
nuevo!” (2 Corintios 5:17).

La transformación que Dios desea realizar en tu matrimonio cuando lo


buscas en oración es precisamente aquel hecho maravilloso para el cual te ha
convocado y que debes anunciar a tu círculo de influencia. El recorrido que
harás junto a tu pareja, a través del cual ambos dejan atrás rasgos de carácter
negativos, actitudes dañinas e ideas y conceptos mal fundamentados, para ser
una nueva pareja bajo el propósito que Cristo ha diseñado para ustedes, es el
testimonio más poderoso que puedes utilizar para tener un efecto positivo
sobre otras personas que han perdido la esperanza y la fe en Dios.

La invitación de Pedro a vivir el llamado de Dios, a anunciar sus buenas


nuevas, fue escrito en su momento a familias cristianas que vivían una
intensa persecución por su fe en el año 64 D.C. El emperador romano Nero
hacía torturar y matar a cristianos. Como un buen líder, Pedro les escribe esta
carta para animarlos, entre otras razones, a anunciar los hechos maravillosos
de Dios viviendo una vida de influencia basada en acciones y no palabras,
convirtiéndose en catalizadores para la fe de sus vecinos, posiblemente los
mismos que serían tentados a entregarlos a las autoridades romanas. Él les
escribe: “Mantengan una buena conducta entre los no creyentes para que,
aunque los acusen de malhechores, al ver las buenas obras de ustedes
glorifiquen a Dios” (1 Pedro 2:12). También agrega: “Muéstrense
respetuosos” (2:13), “practiquen el bien, para que así hagan callar la
ignorancia de la gente insensata” (2:15), “las esposas, respeten a sus esposos”
(3:1), “los esposos, sean comprensivos con ellas en su vida matrimonial [y]
hónrenlas” (3:7). Culmina diciendo: “únanse todos en un mismo sentir; sean
compasivos, misericordiosos y amigables; ámense fraternalmente y no
devuelvan mal por mal, ni maldición por maldición” (3:8).

La invitación de Pedro es a ser influencers activos y genuinos. Si


pudiéramos resumir el mensaje de su carta a estas familias en una oración
sería: vivan una vida cristiana auténtica que tenga una influencia positiva aun
en desconocidos, para mostrar las maravillas que Dios ha hecho en ustedes.

Mientras que muchos influencers hoy día representan algunas de las


marcas y productos más prominentes de nuestros tiempos, tu matrimonio
tiene la oportunidad de representar al único y supremo Dios del mundo que
trasciende tiempos. Él te quiere utilizar como un catalizador químico para
acelerar la reacción de quienes lo necesitan, y solo pueden ser alcanzados por
medio de tu matrimonio. Jesús dijo: “Ustedes son la sal de la tierra” (Mateo
5:13). La sal es un químico con influencia sobre la comida al preservarla o
darle sabor.

Solo por medio de matrimonios cimentados en Él, Dios podrá preservar


verdades básicas y fundamentales para el bienestar de la sociedad. Verdades
como: el principio del matrimonio entre un hombre y una mujer (Gen 2:24),
la perpetuidad del matrimonio de tal manera que nada ni nadie lo debe
separar (Marco 10:9), las relaciones sexuales como un regalo para disfrutar
solo entre esposos (1 Cor. 7:2) y la fidelidad que, por más normal y
apasionante que parezca el adulterio en las películas de Netflix, no es el plan
de Dios (Prov. 6:32).
A su vez, Dios puede utilizar tu matrimonio para agregarle sabor a tu
comunidad, a tu círculo de amigos o a tu familia. Lo hace cuando estas
personas están expuestas al gozo contagioso de tu matrimonio más unido.
Cuando vean la paz inexplicable que tienen en medio de un proyecto
fracasado, o vean la verdadera definición de amor al verlos perdonarse
ofensas que la sociedad cataloga como imperdonables.

Todo inicia en casa

Una famosa escritora declaró que la restauración de la humanidad se inicia


en el hogar. ¹ Nuestra sociedad está compuesta por familias. La sociedad se
define y se desarrolla con base en el carácter que se desarrolla en cada hogar.
Proverbios 4:23 dice: “Cuida tu corazón más que otra cosa, porque él es la
fuente de la vida”. Y el corazón de la comunidad y de nuestra sociedad es la
familia. El bienestar de la sociedad, el éxito de tus círculos sociales, la
prosperidad de tu comunidad depende de la buena influencia de tu
matrimonio.

Para que tu matrimonio tenga una buena influencia, debe tener un carácter
conforme al de Dios, porque nuestro carácter tiene poder. Y este será
transformado a medida que lo rindas a Él en oración. Solo así podremos
manifestar su carácter en nuestras relaciones y hacer una diferencia en el
mundo.

Karen y Ronald Flowers escribieron: “El mundo está hambriento por amor.
Hogares están sufriendo porque no tienen un verdadero modelo de amor real.
Anhelan ver amor genuino y cómo este afecta la vida de la familia. Algunas
parejas se divorcian, algunas se separan, otras simplemente aguantan en la
medida que pueden, frecuentemente en batallas bajo sus propios techos entre
ellos mismos, o aguantando el dolor y frustración. Aquellos de nosotros que
estamos encontrando el camino a [un matrimonio Cristo céntrico] tenemos
algo que compartir para que otros puedan ver amor y comprenderlo”. ²

Tal vez nunca llegues a generar un solo dólar por ejercer tu influencia y
hacer un cambio en el mundo a través de tu matrimonio (o tal vez sí). Sin
embargo, al aceptar el reto de ser una pareja incesante en oración, por más
limitado que parezca tu círculo de influencia, por más pequeña que parezca tu
habilidad y las oportunidades que se presenten, si abres tu mente y corazón,
Dios usará tu matrimonio para ser un ente de cambio que hará de tu hogar un
centro de influencia para la sociedad. De sus vidas brotarán refrescantes
bendiciones a otras familias que se encuentran en medio del desierto
necesitando un refrescante oasis.

1. Elena G. de White (2010). El Ministerio de la Curación, pág. 269.


2. Karen and Ronald M. Flowers (2009), The Family: School of Human Relations, pág. 110.

Beneficio #8

Más proximidad con Dios, mayor


unidad con mi pareja
Uno solo puede ser vencido, pero dos presentan resistencia.
El cordón de tres hilos no se rompe fácilmente.
Eclesiastés 4:12

En diciembre del 2017, Google publicó su lista de las principales búsquedas


realizadas en su plataforma ese año. Una de las categorías que más interés
despertó fueron las relaciones amorosas. Millones de personas alrededor del
mundo estaban interesadas en saber cómo mejorar su relación, cómo superar
una separación y hasta cómo cambiar su estado civil en Facebook.
No obstante, entre las diez principales búsquedas dentro de la categoría de
relaciones, en la tercera posición se encontraba “cómo construir la confianza
en mi relación”. Aunque hay muy buenas respuestas y sugerencias a esta
pregunta, la base de todas es una sola: mayor unidad con tu pareja.

En Génesis 2:24, Dios le dejó dicho a todos los matrimonios, por medio de
una conversación con Adán y Eva, que deberían dejar a su padre y madre y
ser una sola carne (Adán y Eva técnicamente no tenían padre y madre como
nosotros, por lo que evidentemente este es un mensaje para futuros
matrimonios como el tuyo y el nuestro). Ser uno es un estado
extremadamente profundo de intimidad. No es una cercanía superficial
mediante la cual simplemente nos mantenemos con cierto grado de contacto
físico, o conocemos algunos detalles de nuestra pareja. Ser uno es el
propósito fundamental de Dios para el matrimonio, basado en el principio de
la unidad que rige la relación del Padre y el Hijo.

En su última cena con sus discípulos, antes de iniciar el doloroso camino a


la cruz, Jesús realizó una oración registrada en el libro de Juan 17. En su
oración, repitió frases como “cuídalos… para que sean uno como nosotros” o
“para que todos sean uno; como tú, Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos
sean uno en nosotros”.

Evidentemente la unidad es un principio muy importante para Dios, al


punto de ser el centro de su discurso en el matrimonio de Adán y Eva, y parte
de la última voluntad de Jesús antes de morir en la cruz. Y aunque ser uno
como declara Génesis 2:24 tiene una implicación sexual, esto es solo una
parte de lo que conlleva la unidad en el matrimonio.

Ser uno significa unidad de corazón, unidad de espíritu, unidad de


propósito y destino. Es decir, soy uno con mi pareja en el vínculo de amor
que nos unió en primer lugar, somos uno en carne o espíritu a través de la
intimidad, somos uno bajo el propósito que Dios diseñó para nuestro
matrimonio, que entre otras cosas incluye el destino de una eternidad junto a
Él.

No obstante, aunque Siri, Alexa o Google puedan sugerirnos cientos de


artículos y videos con las siete claves para mayor unidad o diez ideas para
acercarnos más a nuestra pareja, la realidad es que la oración incesante sigue
siendo el método más antiguo y efectivo para acercarme más no solo a Dios,
sino naturalmente a mi pareja.

En las palabras de Zuky

Durante la primera parte del año 2019, tratar con Johann se me hacía un
poco difícil algunos días. No es que teníamos un problema como pareja ni me
había hecho un desplante que me costaba olvidar. Sencillamente fue un
periodo en el que él se encontraba completamente desanimado por una
situación difícil con su trabajo. Aunque tenía una buena posición dentro de
una empresa multinacional, no sentía ninguna satisfacción por el trabajo que
hacía. Cada tarde regresaba a casa completamente estresado y frustrado.
Como si fuera poco, los domingos por la tarde era el peor momento porque su
escape de fin de semana había acabado. Sus lágrimas eran suficientes para
llenar un vaso.

Verlo de esa manera me entristecía mucho. “¿Quieres que te haga alguna


comida especial?” o “¿Hay algo que pueda hacer por ti?”, le preguntaba para
buscar llenarlo de algo placentero durante su día. Su repuesta siempre era la
misma: “No, gracias, mi amor”. Aunque su comportamiento y tono de voz se
mantenían gentiles y respetuosos, la comunicación e interacción entre ambos
se dificultaba en algunos momentos. Yo no sabía cómo cambiar el tema o qué
decir cuando él se sentía desanimado. Siempre he sido una persona que
disfruta hablar, por lo que el comprensible, pero angustioso silencio en
ocasiones me agobiaba.

Decidí orar. Teníamos nuestro tiempo de devoción como pareja por las
tardes, pero por las mañanas y mientras trabajaba, no dejaba de hablar e
interceder por mi esposo. Lo vi hacerlo por mí en otros momentos y sabía que
la única manera de cambiar la situación era en oración.

Hice un pacto con Dios, por el cual semanalmente le entregaba una ofrenda
especial como parte de mi solicitud de que transformara la situación de
Johann. Mi deseo, al igual que el de él, era que el Señor se manifestara con
otro trabajo. Por su lado, Johann también había hecho la resolución de
encontrar paz. Comenzó a clamar la promesa de Filipenses 4:6-7: “No se
preocupen por nada. Que sus peticiones sean conocidas delante de Dios en
toda oración y ruego, con acción de gracias, y que la paz de Dios, que
sobrepasa todo entendimiento, guarde sus corazones y sus pensamientos en
Cristo Jesús”. (RVC).
Si en este momento estás esperando el clásico desenlace en el cual, al día
siguiente, Johann se levanta para ir al trabajo, recibe una llamada para
invitarlo a una entrevista que lo llevaría a su trabajo soñado y me llama
emocionado para decirme que nuestra específica petición había sido
respondida, ¡pues, no! Servimos a un Dios cuyos pensamientos no son los
nuestros, ni sus caminos nuestros caminos (Isaías 55:8).

Mi búsqueda diaria e incesante de Dios me llevó a acercarme más a Él, y


empecé a ver uno de sus frutos desarrollarse cada día más en mi vida: la
paciencia (Gálatas 5). Ya no me ponía ansiosa, porque veía a mi esposo triste,
o desesperada porque no decía muchas palabras después de las 6:00 p. m. los
domingos. Fue así como asimilé que más allá de hacer un milagro para
Johann, Dios estaba haciendo un milagro en mí también. Mientras nuestra
limitada visión nos llevaba a pedir lo que pensábamos que Johann necesitaba
en ese momento, Dios en su magna visión aprovechó cada minuto, cuando
nos acercábamos a Él individualmente con un propósito, para ejecutar el suyo
en nuestras vidas como pareja.

Luego de dos meses en oración, Johann y yo estábamos más unidos. La


situación en su trabajo no había cambiado en lo más mínimo, pero al
aproximarnos más a Dios, Él me convirtió en una esposa más paciente, con
capacidad de escuchar cuando fuese necesario o abrazar y aconsejar cuando
era requerido. Johann, por su parte, volvió a apreciar las cosas pequeñas que
había perdido de perspectiva, y que ahora se convertían en los vehículos para
llenarlo de la paz de Dios, a pesar de no tener lo que pensaba necesitar. El
Señor nos dio lo que realmente necesitábamos, aunque no lo habíamos
reconocido ni pedido. Nos dio los elementos necesarios para seguir
disfrutando de nuestro matrimonio, en medio de la situación no favorable.

Sin duda la oración es el recurso ideal para acercarnos a Dios. Al fin y al


cabo, es el método que se nos facilitó para comunicarnos con Él en todo
momento. Sin embargo, como seres humanos tenemos la tendencia a
desmeritar el poder de la oración y sus efectos en nuestro matrimonio,
particularmente la unidad de este. Santiago 4:8 nos insta: “Acérquense a Dios
y Él se acercará a ustedes”. Esta es una invitación abierta para aproximarnos
más a Dios y poder experimentar los beneficios de su presencia en nuestras
vidas.

El problema

Desafortunadamente, nuestros ritmos acelerados de vida muchas veces


merman nuestro enfoque e intensidad para buscar más a Dios. La oración en
muchas ocasiones es el último recurso para salir de una situación estresante o
desafiante, y no la actividad placentera y disciplinada para profundizar
nuestra experiencia espiritual.
Cuando tomas la decisión de procurar un estilo de vida en el que la
comunicación incesante con Dios es parte de tu día a día, estás abriendo las
puertas de tu ser para que Dios te pueda llenar con las cualidades y aspectos
de su divino carácter que se convierten en los eslabones para crear el puente
que facilite y selle la unidad en tu matrimonio.

El éxito de una pareja no está en la independencia, sino en la


interdependencia. Hoy día, muchas parejas consideran que,

mientras más independencia tienen, mejor será su relación. Cada


integrante del matrimonio se enfoca en sus actividades, sus responsabilidades
y sus necesidades, creando un matrimonio superficial, con conversaciones
superficiales.

Hemos conversado con parejas que se asombran de la profundidad de la


comunicación que existe entre nosotros. Cierto día, una joven casada no salía
del estado de sorpresa al Zuky decirle que, casi todas las tardes, tomábamos
una hora, como mínimo, para conversar de nuestro día y cualquier tema en
nuestras mentes, sin la televisión y lejos de nuestros celulares. Ella, con
asombro, preguntaba: “¿Cómo pueden hablar tanto tiempo sin hacer nada
más?” “Jamás he tenido una conversación tan larga y profunda con mi
esposo. Solo hablamos de lo básico, el supermercado, las cuentas de la casa,
la escuela de los niños y nada más. No hablamos de nuestras metas o de cosas
que podemos lograr juntos”.

Sin duda, tener un cierto grado de independencia es relevante para el buen


funcionamiento de la relación. Es importante que cada uno pueda tener su
espacio para realizar aquellas actividades que también generan deleite o
reducen el nivel de estrés causado por el trabajo, que se disfrutan estando
solos. Para un hombre puede ser tan sencillo como ir al gimnasio o arreglar
su moto, mientras que para una mujer puede ser cuidar su jardín o hacer su
shopping terapia. No obstante, el plan de Dios es la interdependencia basada
en la unidad individual y colectiva del matrimonio con Él.

Interdependencia y no independencia

Antes de darte la teoría de la interdependencia, permítenos ilustrar el


concepto regresando al momento en que Dios le presenta a Adán su novia,
Eva. En Génesis 2, la Biblia registra que Adán se encontraba ocupado,
realizando actividades para las que, hasta ese momento, no necesitaba apoyo
(independencia). Adán básicamente pasó parte de su tiempo poniendo
“nombre a todos los animales domésticos, a todas las aves del cielo y a todos
los animales salvajes” (Gen 2:20). Al finalizar su jornada, experimenta una
extraña sensación que no había sentido mientras hacía sus actividades:
soledad. Posiblemente, al ver ciertos animales en pareja supliendo sus
necesidades mutuas, se pregunta: ¿Y qué hay de mí?

Sin saberlo, Dios ya estaba un paso adelantado. En su infinito amor por


Adán y por cada hombre que sería engendrado después, exclamó: “No es
bueno que el hombre esté solo. Haré una ayuda ideal para él” (Gen 2:18).
“Entonces el Señor Dios hizo que el hombre cayera en un profundo sueño…
el Señor Dios hizo de la costilla a una mujer, y la presentó al hombre”.

Nota ahora la reacción de Adán: “¡Al fin! —exclamó el hombre—. ¡Esta es


hueso de mis huesos y carne de mi carne!” (interdependencia).
La interdependencia no es más que el momento o la acción en que tanto el
hombre como la mujer en un matrimonio reconocen que tienen una necesidad
inherente el uno por el otro. Esta necesidad incluye elementos básicos, como
la intimidad sexual, que, aunque Dios creó para ser disfrutada entre un
hombre y una mujer, dejó claro en su palabra que debe ser consumado dentro
de la relación matrimonial (Hebreos 13:4). La necesidad de ayuda mutua
emocional, espiritual e inclusive económica. La necesidad de encontrar gozo
y contentamiento en la presencia de tu pareja, que se manifiesta por medio de
acciones, palabras, gestos y detalles, cuyo rol, por encima de todo, es
manifestar el amor de Dios.

Cuando pasamos de ser independientes a interdependientes en nuestras


relaciones, logramos erradicar uno de los principales males que azota
cualquier matrimonio, el yo. Dejamos de preocuparnos por nuestro propio
bienestar y comenzamos a buscar la manera de servir a nuestra pareja para
asegurar que sus necesidades estén siendo satisfechas. Porque en la medida
que lo son, las nuestras también lo serán. Al mismo tiempo, al ser
interdependientes, compartimos metas, propósitos y anhelos, y trabajamos
mancomunadamente para hacerlos realidad, reconociendo que, aunque
podríamos hacerlo solos, entre los dos, siempre será mejor.
Por favor, no nos mal entiendas. No te estamos diciendo que necesitas ser
dependiente de tu pareja. Como recalca el experto en matrimonio Jimmy
Evans: “Lo primero que tienen que entender a fin de que su matrimonio
funcione es una verdad simple: Ningún ser humano puede suplir sus
necesidades más profundas; sólo Dios puede”. ¹

La interdependencia es el balance ideal en un matrimonio que aprecia y


promueve sus gustos e intereses individuales, a la vez que mantiene el deseo
y la necesidad de compartirlos con su pareja, promoviendo una unidad sólida
y grata para ambos.

En la medida que procuren acercarse a Dios para que Él supla sus


necesidades más profundas individualmente, les restarán carga innecesaria a
las responsabilidades de cada uno en el matrimonio, abriendo y facilitando el
espacio para dar y recibir aquello que necesitan de cada uno, creando no solo
un vínculo de unidad, sino también un cordón de tres hilos que no se romperá
fácilmente.

1. Jimmy Evans (2019). Matrimonio Sobre la Roca: El diseño de Dios para su matrimonio de
ensueño (Spanish Edition) , pág. 280.
Beneficio #9
Menos temor
y más fe.
Cuando siento miedo, pongo en ti mi confianza.
Salmos 56:3

“¡Johann! ¿Cómo está? Pase adelante. Ricky me dijo que quería hablar
conmigo de algo importante y que no me fuera del negocio hasta que usted
llegara. Siéntese, cuénteme”. Estas eran las palabras del papá de Zuky, a
quien fui a visitar el 12 de abril del 2013, para pedir la mano de su hija.

“Gracias, Sr. Ricardo”, contesté intentando mantener un tono de voz firme


y seguro después de haber estado practicando mis palabras por una hora
mientras conducía por la autopista.

“Como usted sabe, Zuky y yo hemos sido novios por cinco años. Yo quiero
mucho a su hija (en el auto había practicado “amo a su hija”), ambos hemos
pasado por buenos momentos y ella también ha estado a mi lado en algunos
retos personales que he tenido, y estamos convencidos de querer hacer una
vida juntos y por eso vine a pedirle la mano de Zuky”.

Saltando de su silla con una gran sonrisa gritó: “¿Eso era todo?” – puedes
insertar unas enormes carcajadas aquí – “Yo pensé que venía a decirme que
Zuky estaba embarazada y que iba ser abuelo”. – Imagina mi cara tímida con
una sonrisa de alivio – “No, para nada” respondí.

Llamando a su asistente, eufórico dijo: “Magnolia, cierra el local cuando te


vas, me voy a celebrar con mi yerno, ¡que hay boda!”.
Aunque no esperaba esta jocosa reacción del padre de Zuky, tampoco
anticipaba mayor oposición. Tenía una buena relación con mis suegros, por lo
que todos, hasta cierto punto, esperaban que diéramos el gran paso. Luego de
almorzar con el Sr. Ricardo, inicié mi camino hacia la segunda parte de mi
misión ese día: hablar con la mamá de Zuky. Se supone que ya lo más difícil
había pasado (o al menos eso creía). Pero, para mi sorpresa, no fue así. En
casa de la madre de Zuky, solo faltaba el fondo musical de un funeral. El
recibimiento no fue efusivo. Ella sabía a qué iba y, aunque traté de mostrarle
el anillo de compromiso para penetrar su temporal caparazón, ella solo tenía
una pregunta para mí: “¿Cómo pretenden tener un matrimonio exitoso
viniendo ambos de hogares separados?”

Su pregunta penetró lo más profundo de mi ser, como una espada bien


afilada, causándome una sensación de temor al futuro que no había
experimentado antes. Era completamente válida. Zuky tenía 24 años y yo 26.
Sus padres se habían separado cuando ella solo tenía 3 años y los míos
cuando yo tenía 13. Y, como si fuera poco, muchos de nuestros tíos y abuelos
e, inclusive, personas allegadas en lugares como la iglesia tenían historias
similares. No teníamos los mejores modelos a seguir de un matrimonio o una
familia exitosa.

En otras ocasiones, Zuky ya me había manifestado uno de sus más grandes


temores de casarse. Durante nuestro noviazgo, en los momentos menos
esperados, solía preguntarme: “¿Me amas?” Pero este no era el tipo de
pregunta con una tierna mirada que producía un largo sí, acompañado de un
apasionado beso. Sus ojos transmitían miedo. Miedo de que yo algún día
fuese otro hombre inscribiendo mi nombre en las malas estadísticas del
divorcio.

De vuelta a casa de la mamá de Zuky, yo estaba de pie sin saber que


responder a su pregunta (¡Sí! Nunca me invitó a sentarme, como lo hizo el Sr.
Ricardo). Ella no estaba tratando de desalentar nuestra intención (después me
dio algo de beber y sonrió viendo el anillo). Simplemente mi suegra tenía una
preocupación genuina por asegurarse de que no cometiéramos el error de
nuestros padres.

Lo bueno es que no me haría quedarme allí parado hasta que le diera una
respuesta. Ella la tenía para mí: “Deben buscar a Dios en oración cada día”,
afirmó.

Meses antes de casarnos, Zuky me repitió su mayor miedo: que yo me


aburriera y la dejara. A su vez, yo reconocí que el mío era fracasar como
esposo. Sin embargo, recordando las palabras de su madre, le dije: “No
podemos vivir con miedo. Si no queremos que nuestro matrimonio sea otra
estadística, debemos hacer un esfuerzo para acercarnos más a Dios”.

Fue en ese momento que hicimos el compromiso de vivir una vida de


oración incesante, porque el futuro y bienestar de nuestro matrimonio estaba
en juego.

¿Por qué tememos?

Verás, son muchos los temores que pueden azotar tu relación. Miedo a la
separación, miedo a la muerte repentina de uno de los dos, convirtiendo al
que permanece en padre o madre soltera. Temor a ser engañado, pánico a
quedar en la bancarrota y perder todo lo que con esfuerzo han construido.

El miedo es una sensación angustiosa usualmente motivada por el espacio


que dejamos en nuestras mentes para la duda, desconfianza o incredulidad.
Hay que resaltar que la palabra clave aquí es “espacio”. Porque precisamente
nuestras mentes, que forman el epicentro de todas nuestras acciones y
emociones, al no estar completamente maduradas en Dios, es decir, no
habiendo llegado al máximo estado de completa plenitud en Cristo, serán
víctimas de filtraciones que ocuparán suficiente espacio para incitar el temor.

El miedo es uno de esos silenciosos asesinos a sueldo que, de no estar


alerta, puede ser perjudicial para el matrimonio. Entre otras cosas, puede
generar:

- Disputas sin fundamento, cuando alguno de los dos teme que algo
salga mal. Por ejemplo, la esposa puede tener miedo a ser engañada y
desconfía de los amigos de su esposo, quienes, a su vez, jamás han
hecho algo para incitar al esposo a ser infiel. Pero cada vez que el
esposo está por salir de la casa, inicia una discusión innecesaria, por
creer que ocurrirá algo contrario a lo que desea, lo cual le causa
miedo.

- Siguiendo el ejemplo anterior, la esposa (o también un esposo) puede


comenzar a sentir celos enfermizos, sin que exista un correlato en la
realidad. Esto lleva a dejar de creer en la pareja, y toda la atención está
puesta en sus palabras y acciones, volviendo la relación tensa en
algunos momentos.

- Roba el gozo. El miedo produce angustia, la cual no es más que una


sensación de intranquilidad que, ante su inminente presencia en
nuestras vidas, opaca la alegría, el gozo y la paz.

- Nubla el propósito y visión del matrimonio. Al experimentar temor, la


atención estará enfocada, en la mayoría de los casos, en una amenaza
imaginaria que no se ha dado (y no necesariamente se dará). Esto
limitará nuestra capacidad de vivir en el momento presente, perdiendo
de vista nuestro enfoque en aquello que sí es real e importante en la
relación.

Es obvio que, si existe una amenaza real a tu integridad física o emocional,


reaccionarás posiblemente con temor. Sin embargo, cuando hablamos de
miedo o temor en este capítulo, nos referimos a las ideas, conceptos o
pensamientos que se dan en nuestras mentes basados en una falsa percepción,
amenazas imaginarias, experiencias pasadas que no se han repetido, entre
otras cosas.

Este miedo no es más que una visible manifestación de que aún no hemos
madurado, ni hemos sido completados en el perfecto amor de Dios. 1 Juan
4:18 lo afirma: “En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa
fuera el temor, porque el temor lleva en sí castigo. Por lo tanto, el que teme,
no ha sido perfeccionado en el amor”.

Cuando experimentamos miedo – ya sea porque tememos que nuestra


pareja pueda hacer algo que nos dolerá, aunque no nos haya dado evidencia
para creer esto, o sentimos miedo como pareja de algún factor externo al
matrimonio que está fuera de nuestro control – es una señal de que, en lo más
profundo de nuestro ser, hay un vacío que Dios aún no ha saciado. Todo ser
humano tiene necesidades profundas que deben ser llenadas, como amor,
seguridad, identidad o propósito. Intentar saciar estas necesidades a través de
cosas materiales o por medio de tu pareja, puede producir, entre otras cosas,
miedo. Por ejemplo, puedes sentir temor a perder tu matrimonio porque, aun
cuando todo marche de maravillas, estás buscando llenar tu necesidad de
seguridad en tu pareja y no en la fuente de confianza suprema, que es Dios.
Cuando nos casamos, teníamos buenos ingresos económicos y una buena
cuenta de ahorro. Viajábamos fuera del país hasta dos veces al año de
vacaciones, y todo lo hacíamos sin tener una sola tarjeta de crédito.
Habíamos creado este sentido de seguridad financiera que, en momentos de
reflexión mientras disfrutábamos las cosas buenas de la vida, reconocíamos
que teníamos miedo a perder esa estabilidad.

¿Sabes qué pasó? ¡La perdimos! Johann quedó sin trabajo por más de un
año, perdimos $10,000.00 en una inversión y llegamos al punto de solo tener
$0.35 en nuestra cuenta de ahorro. Nuestro mayor miedo se había hecho
realidad. Pero, al sumergirnos en una búsqueda incesante de Dios durante ese
periodo, aprendimos que nuestro sentido de seguridad estaba puesto en lo
equivocado. Habíamos buscado saciar nuestra necesidad de seguridad en la
fuente equivocada. Aprendimos que debíamos llenarnos del perfecto amor de
Dios en el cual se basa la verdadera seguridad.

Dios nos restauró todo lo que teníamos y hasta nos dio un extra. Sin
embargo, cuando llegamos a ese punto donde esa experiencia ahora era otra
memoria de nuestro matrimonio, también habíamos llegado a la completa
plenitud de Dios en nuestra relación. Nuestra seguridad estaba en Él. Y ya no
volveríamos a temer, porque sabíamos que, en su perfecto amor, de pasar por
otra situación similar, Él se encargaría de nuestro bienestar.

Plenitud en Cristo

1 Juan 4:18 nos menciona que el perfecto amor echa fuera el temor. Dos
versículos antes, Juan nos dice: “Y nosotros hemos conocido y creído el amor
que Dios tiene para con nosotros. Dios es amor; y el que permanece en amor,
permanece en Dios, y Dios en él”. Y agrega: “En esto se perfecciona el amor
en nosotros: para que tengamos confianza…”

El contexto en que Juan escribe estas palabras es la premisa de poder


comparecer ante Dios sin temor, porque hemos vivido en la plenitud de su
amor. No obstante, el principio para el matrimonio es el mismo. Cuando
decides permanecer en el perfecto amor de Dios, es decir, obedeciendo su
palabra y creyendo sus promesas, Dios permanecerá en tu vida y tu relación,
ocupando tanto espacio, que la única opción del temor será salir por la puerta
trasera. Y cuando el miedo no habita en tu ser, su antónimo ocupa su lugar: la
fe.

Al permanecer en el perfecto amor de Dios, este se vuelve tu medio


ambiente, tu estilo de vida, del cual el miedo no forma parte, y la fe te hará
declarar las palabras de Pablo (Rom. 8:35,37): “¿Qué podrá separarnos del
amor de Cristo? ¿Tribulación, angustia, persecución, hambre, desnudez,
peligro, espada?... En todo esto somos más que vencedores por medio de
aquel que nos amó”.

Tener este tipo de fe no ocurre de la noche a la mañana. Es un cambio


progresivo que inicia con tu primer paso a una vida de oración incesante, y
aumenta al ser constante en ella y experimentar los beneficios mencionados
en los capítulos anteriores. Cuando desaparece el orgullo y crece la humildad,
este es uno de los primeros escalones a una vida de fe. Humildad es aceptar
nuestra dependencia total de Dios, y preparar el corazón para confiar en Él
sin la noción de la autosuficiencia y el orgullo. La humildad nos permite
percibir nuestra ignorante condición y nos lleva a tener fe en la dirección
divina para nuestros matrimonios.

Al tener la dirección que necesitamos, comenzamos a ver más puertas


abiertas, las cuales eliminan los días de ocio y nos llenan de propósito, lo que
continúa aumentando nuestra fe al permitirnos ver más aciertos y menos
errores. Es en este momento cuando empezamos a experimentar un
crecimiento espiritual más acelerado y cambios más radicales en nuestra fe al
ser llenados de los frutos del Espíritu Santo, que, entre otros, incluyen paz,
alegría y gratitud. Estos nuevos rasgos de la fe serán cada vez más evidentes
fuera de las cuatro paredes del hogar, lo que nos convertirá en entes de
influencia para otras personas.

Y al unirnos en ese cordón de tres con Dios y nuestra pareja, afirmamos el


perfecto amor de Dios en fe.

Al vivir en fe, siendo incesantes en oración, podrán vivir un matrimonio


pleno sabiendo que absolutamente nada podrá separarlos del perfecto amor
de Cristo, el cual es la fuente que suple sus más profundas necesidades.
Podrán ser dependientes de Aquel quien es totalmente fiel y quien tiene
recursos ilimitados y su matrimonio estará saturado de una atmósfera de
bendición, satisfacción y optimismo.

Acepta hoy el desafío de unirte junto a tu pareja en un matrimonio que


busca incesantemente a Dios con fe en oración, y experimenta los
extraordinarios beneficios que Él está ansioso para dar a su relación.
Preguntas de reflexión

¿Qué es ser incesante?


1. ¿Cómo podemos ser más incesantes en oración individualmente y
como pareja?

2. ¿Qué momentos y espacios físicos podemos definir para orar juntos?

3. ¿Qué elementos interrumpen nuestra búsqueda de Dios en oración?

4. ¿Qué primera acción podemos tomar hoy para restaurar nuestra vida
de oración?
Beneficio #1
Desaparece el orgullo, y crece la humildad y el
perdón
1. ¿Puedes identificar los momentos donde el orgullo controla tus
reacciones?

2. ¿Hay algún hábito en ti o en tu pareja que denota superioridad?

3. ¿Con cuánta facilidad puedes reconocer cuando no tienes la razón con


respecto a un tema?

4. ¿Qué primer cambio puedes realizar que alimente el entorno de


humildad y perdón en tu matrimonio?

Beneficio #2
Menos errores y más decisiones acertadas
1. ¿Con qué frecuencia buscan a Dios en oración para la toma de sus
decisiones?

2. ¿En qué área de su matrimonio necesitan desarrollar más paciencia al


esperar en Dios?

3. ¿De qué maneras se puede beneficiar su matrimonio al ser más


pacientes cuando toman decisiones?

Beneficio #3
Menos tiempo de ocio y más días con propósito
1. ¿Qué hábitos puedes identificar que están limitando el desarrollo de tu
matrimonio?

2. ¿Qué acciones puedes tomar para reemplazar el tiempo de ocio por


hábitos que enriquezcan tu matrimonio?
3. ¿De qué manera cambia su visión del matrimonio el saber que Dios
tiene un propósito para él?

4. Discute con tu pareja que decisiones pueden tomar para vivir el


propósito de Dios para su matrimonio.

Beneficio #4
Menos callejones sin salida y más puertas abiertas
1. ¿Están de acuerdo que sería de gran valor buscar a Dios antes de
encontrarse al final del callejón sin salida? ¿Por qué sí o por qué no?

2. ¿En qué áreas de su matrimonio identifican que necesitan mayor


sumisión a Dios?

Beneficio #5
Menos frustración y más paz, alegría y gratitud
1. ¿Qué situaciones han causado mayor frustración en su matrimonio?

2. Enumeren cinco bendiciones que han recibido que pueden generar paz
y alegría en momentos de frustración.

Beneficio #6
Menos frustración y más paz, alegría y gratitud
1. Viktor Frankl escribió: “La gran enfermedad de nuestro tiempo es la
carencia de objetivos, el aburrimiento, la falta de sentido y de
propósito”. ¿Qué tanto impacta esta realidad tu matrimonio?

2. ¿Se identifican con alguno de los cinco aspectos que inducen a la


apatía espiritual? Si no, ¿hay algún otro afectando su relación con
Dios?

3. ¿Qué necesitan ceder para impulsar su crecimiento espiritual?


Beneficio #7
Se convierten en catalizador e influencia positiva
para otros
1. ¿De qué manera está influyendo tu matrimonio de forma positiva o
negativa en otras personas?

2. ¿Qué beneficios puede experimentar tu relación al ejercer una


influencia positiva sobre otros?

3. Al saber que Dios utiliza el matrimonio para preservar sus verdades


básicas y fundamentales para el bienestar de la sociedad, ¿cómo
influye esto sobre la manera en que escogen vivir?

4. ¿Qué aspectos de su carácter necesitan entregar a Dios para ejercer la


influencia que Él espera de ustedes?

Beneficio #8
Más proximidad con Dios, mayor unidad con mi
pareja
1. Haz una lista de tres acciones que puedes tomar para fomentar mayor
proximidad con Dios.

2. Identifica los elementos que están limitando la interdependencia en tu


matrimonio.

3. ¿Qué puedes hacer diferente para desarrollar más conexión con tu


pareja?
Beneficio #9
Menos temor y más fe
1. ¿Qué miedos infundados están afectando tu matrimonio?

2. ¿Hay en tu matrimonio un ambiente donde pueden

expresar sus temores? ¿Cómo pueden promoverlo en caso tal la


respuesta sea no?

3. ¿De qué necesitas alejarte o despojarte para que el amor de Dios te


llene plenamente y elimine el temor?
4. ¿Cómo cambia tu percepción el saber que la fe y el

amor de Cristo te capacitan con recursos ilimitados para enfrentar


tus temores

5. ¿Aceptas hoy el desafío de unirte junto a tu pareja en un matrimonio


que busca incesantemente a Dios con fe en oración?
Acerca de los autores
Johann y Zuky De Dier son un matrimonio cristiano. Han liderado el
ministerio de familia en su iglesia y actualmente son los anfitriones del
podcast y programa radial Cordón de Tres, un espacio donde exploran los
temas y preguntas de mayor relevancia, que te dan las herramientas para vivir
un matrimonio exitoso conforme al plan de Dios.

Para más información visita www.cordonde3.com. Para invitaciones,


preguntas o sesiones de ayuda, puedes contactarlos al correo
info@cordonde3.com o por mensaje directo en Instagram
(@podcastcordonde3).

También podría gustarte