Está en la página 1de 3

Capítulo LXIII: De lo mal que le avino a Sancho Panza con la visita

de las galeras, y la nueva aventura de la hermosa morisca


Don Quijote, Sancho y don Moreno van a ver las galeras. En una de ellas los recibe un
general, quien trata a don Quijote con sumo respeto y admiración. En eso, divisan un
barco que se aproxima a la costa. El general dice que debe tratarse de un bergantín de
corsarios de Argel. A la galera en la que se encuentran don Quijote y Sancho se le suman
tres más, y las cuatro van detrás del bergantín de corsarios, al que, finalmente, le dan
caza. En la batalla, mueren dos de los mejores soldados del general, frente a lo cual este
decide colgar a todos los prisioneros, sobre todo al jefe morisco que capitaneaba el
bergantín. Llega el virrey a la galera y felicita al general por la caza. El jefe morisco
resulta ser una mujer cristiana, quien decide contar su historia frente a los que allí se
encuentran, todavía atónitos por el descubrimiento.
La muchacha cuenta que vivió en diferentes lugares, separada de sus padres moriscos,
y criada, luego, por unos tíos en la fe católica. Uno de estos lugares fue Berbería, en
donde conoció a don Gregorio, un mancebo bellísimo que la acompañó en su destierro
y con el que se enamoraron profundamente. Al llegar a Argel, el rey le preguntó a la
muchacha si traía riquezas, a lo que ella respondió que todas sus joyas estaban enterradas
en España. El rey, entonces, dispuso que ella partiera en un bergantín hacia aquel país
para desenterrar esas joyas y llevarlas a Argel. Asimismo, decidió mantener cautivo a
don Gregorio debido a que "entre aquellos bárbaros turcos en más se tiene y estima un
mochacho o mancebo hermoso que una mujer, por bellísima que sea" (1041). Si bien la
muchacha había encontrado en la codicia del rey por sus joyas la estrategia perfecta para
volver a su España natal, el plan no había salido como ella quería: su amado había
quedado prisionero en Argel.

Apenas finalizado el relato, todos los presentes quedan conmovidos con la historia de la
muchacha. De repente, un anciano peregrino se acerca a ella y dice ser Ricote, su
verdadero padre. Sancho reconoce a su vecino, aquel que se encontró apenas salido de
su gobierno, y afirma que él es, sin duda, el verdadero padre de la muchacha
llamada Ana Félix. El general, naturalmente, le perdona la vida a la muchacha, y se lleva
a Ana Félix y Ricote a su casa, con el consentimiento del virrey, quien, por su parte,
decide enviar a un grupo de personas al rescate de don Gregorio.
Capítulo LXIV: Que trata de la aventura que más pesadumbre dio a
don Quijote de cuantas hasta entonces le habían sucedido
Don Quijote dice que tendrían que haberlo mandado a él a rescatar a don Gregorio, a lo
que don Antonio Moreno responde que si los que fueron llegan a fracasar, él tendrá su
oportunidad. Dos días después de la partida del grupo de rescate de Gregorio, don
Quijote sale a caminar por la playa, armado como siempre, y se cruza con otro caballero,
que se presenta como el Caballero de la Blanca Luna. Este lo desafía a un duelo, con el
único objetivo de que don Quijote, al ser vencido, confiese que la doncella del Caballero
de la Blanca Luna -sea quien fuere- es más hermosa que Dulcinea del Toboso. Don
Quijote, por su parte, dice que jamás dirá una cosa así, y acepta el duelo.

Ya en el campo de batalla, cuando ambos caballeros están a punto de embestirse, aparece


el virrey, se coloca en medio y les pregunta a qué se debe semejante batalla. El Caballero
de la Blanca Luna le explica, y el virrey va a lo de don Antonio Moreno a preguntarle si
este nuevo caballero era un enviado de él para jugarle una broma a don Quijote. Don
Antonio responde que no sabe quién es este Caballero de la Blanca Luna. Así las cosas,
el virrey no tiene más opción que autorizar el combate. El Caballero de la Blanca Luna
embiste a don Quijote y lo tumba; luego, le coloca la lanza sobre la visera y le recuerda
que, si no confiesa lo acordado, tendrá que matarlo. Don Quijote, por su parte, todavía
aturdido por la caída, dice que Dulcinea es la mujer más hermosa y le pide a su vencedor
que le quite la vida de una vez. En este punto, el Caballero de la Blanca Luna dice que
no lo matará, sino que lo obligará a retirarse a su casa un año o hasta que él lo disponga
como, supuestamente, habían acordado antes del combate. Don Quijote dice que
cumplirá con lo que su vencedor le pide. El Caballero de la Blanca Luna sale al galope
de la ciudad, y el virrey le pide a don Antonio que lo siga, ya que quiere saber quién es
este caballero.

Capítulo LXV: Donde se da noticia de quién era el de la Blanca Luna,


con la libertad de don Gregorio, y de otros sucesos
Don Antonio Moreno y un grupo de muchachos persiguen al Caballero de la Blanca
Luna, hasta que lo encierran en una casa. Entendiendo que no van a soltarlo hasta que
no confiese quién es, el de la Blanca Luna comienza a explicar todo: se presenta como
el bachiller Sansón Carrasco, quien ya hace tres meses salió al cruce de don Quijote
haciéndose llamar el Caballero de los Espejos. El problema, cuenta, es que en aquella
oportunidad don Quijote lo venció, y él no pudo imponerle la condición de volver a su
casa, algo que Carrasco considera primordial para la salud del Caballero de los Leones.
Luego de esta confesión, el bachiller Carrasco se retira de la ciudad, convencido de que
don Quijote cumplirá con lo acordado.
El Caballero de los Leones, por su parte, pasa seis días en cama, triste, pensativo, muy
desganado. Le dice a Sancho que cumplirá con su palabra, pero que después del año,
volverá a las aventuras sin perder tiempo. En eso, llega don Antonio y cuenta que don
Gregorio ha sido rescatado y que, en ese momento, se encuentra en la playa. Finalmente,
Ana Félix se reencuentra con su amado. Don Antonio se ofrece a ir a la corte para
negociar que tanto Ana Félix como su padre Ricote puedan quedarse en España.
Asimismo, también llevará a don Gregorio a visitar a sus padres, que deben estar todavía
desconsolados por la ausencia de su hijo. El capítulo concluye con la partida de don
Antonio y don Gregorio, por un lado, y la de don Quijote y Sancho, por otro.

También podría gustarte