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LA ODISEA RESUMEN

CANTO I

El narrador pide a la Musa que lo ayude a contar la historia de Ulises. Retomamos diez años después
de la caída de Troya (el tema de La Ilíada). Al tratar de volver a casa, Ulises y sus compañeros
tuvieron numerosas aventuras, pero ahora Ulises se ha quedado solo en la isla de Ogigia durante los
últimos ocho años, cautivo de la hermosa diosa Calipso. Se nos cuenta que Poseidón, dios del mar,
hará el viaje de Ulises rumbo a Ítaca aún más difícil (está furioso porque Ulises ha cegado a su hijo,
el cíclope Polifemo), y que de vuelta en Ítaca el héroe también tendrá que enfrentar problemas.

En el monte Olimpo, todos los dioses, excepto Poseidón, se reúnen y escuchan reflexionar a Zeus
sobre los defectos morales de los mortales. Trae el ejemplo de Egisto, quien mató a Agamenón y se
robó a su esposa, aunque los dioses le advirtieron que Orestes, el hijo de Agamenón, tomaría algún
día represalias, lo que efectivamente sucedió. Atenea habla en nombre de Ulises, suplicándole a
Zeus que lo libere de las manos de Calipso. Zeus accede, y el dios Hermes será enviado para pedirle
a Calipso que libere a Ulises.

Disfrazada como un viejo amigo de Ulises, Atenea viaja a su mansión en Ítaca, ahora invadida por
ruidosos y lujuriosos pretendientes que quieren casarse con Penélope, esposa de Ulises. Su hijo,
Telémaco, infeliz entre los pretendientes, saluda cálidamente a Atenea como un extraño y la invita al
banquete. Mientras los pretendientes devoran el rebaño de Ulises, Telémaco dice que cree que su
padre, a quien no conoce en absoluto, está muerto. Atenea se presenta como Mentes, viejo amigo de
Ulises, y predice que este estará pronto en casa. Sin embargo, Telémaco no tiene ninguna
esperanza, y él y su madre permanecen indefensos contra los arrogantes pretendientes. Atenea le
pide que llame a una asamblea y en ella ordena a los pretendientes que se vayan. Luego debe irse
para conseguir noticias de su padre en Pilo y Esparta. Después de esto, deberá matar a los
pretendientes, como lo hizo Orestes. Inspirado, Telémaco le agradece su consejo y ella se va.

La hermosa Penélope se acerca a los pretendientes y le pide al aedo que deje de cantar la canción
del regreso a casa de los aqueos tras la Guerra de Troya, ya que le recuerda la ausencia de su
marido. Pero Telémaco le recuerda que fueron muchos los que no regresaron de la guerra. Ella
vuelve a su habitación y llora por Ulises. Telémaco les dice a los pretendientes que al amanecer
convocará a una asamblea y los expulsará de su propiedad. Dos de los pretendientes preguntan
acerca de la identidad del hombre con el que Telémaco estaba hablando. Aunque sabe que el
visitante era inmortal, Telémaco les dice que era un amigo de la familia.

CANTO VI
Por la noche, Atenea visita en un sueño a Nausícaa, la princesa feacia, y la insta a lavar sus
vestidos. Cuando despierta Nausícaa toma un carro de carga y va con sus siervas a lavar sus
vestidos junto al río. Extienden la ropa mojada a lo largo de la orilla, luego se bañan y juegan
desnudas. Ulises, desnudo él mismo, se despierta cuando las oye. Se acerca a ellas, pero su
aspecto sucio y salvaje asusta a todas, excepto a Nausícaa. Él le pregunta si es mortal o es una
diosa, y la alaba por su extrema belleza. Le pide que lo guíe a la ciudad y le dé ropa. Ella acepta
gustosamente y ordena a sus siervas que lo atiendan. Sin embargo, Ulises es modesto y quiere
bañarse a solas. Se baña, Atenea lo embellece aún más, y las siervas le dan comida y bebida.

Nausícaa le indica que camine tras su carro, con sus siervas, camino a la ciudad, pero le advierte
que si la gente lo ve con ella se dispensará el rumor de que es su futuro esposo. Por eso, le pide que
se esconda detrás de unos árboles cerca de la muralla de la ciudad, y luego averigüe cómo llegar al
palacio de Alcínoo. Allí encontrará a su madre, a quien deberá pedir ayuda. Si a ella le cae bien,
entonces lo tendrá en su casa pronto. Se dirigen a la ciudad y pasan por el bosque de Atenea, donde
Ulises le implora a la diosa hospitalidad de parte de los feacios.

CANTO IX

Ulises, revela su nombre y su tierra natal a Alcínoo, y dice que Calipso lo retuvo contra su voluntad
antes de su llegada. Traza su ruta después de Troya. Luego, su tripulación saqueó Ismaro, una
ciudad costera de los Cicones, y lucharon contra su ejército. Perdieron a muchos hombres cuando
sus doce barcos zarparon y sufrieron una gran tormenta los días siguientes en el mar. El décimo día
llegan a la isla de los Lotófagos, un pueblo pacífico que se alimenta de loto, dulce planta productora
de placer. Tres de los hombres de Ulises la comen y desean permanecer allí, pero Ulises los obliga a
volver a la nave y vuelven a zarpar

Luego llegan a la tierra de los cíclopes, una raza de gigantes ermitaños de un solo ojo. Al día
siguiente, los hombres de Ulises se deleitaron con las abundantes cabras en la desierta y fértil isla
frente a la tierra de los cíclopes. Al día siguiente, Ulises y su tripulación cruzan para encontrarse con
los cíclopes. Ven a un hombre enorme y salvaje en un campo, y Ulises le lleva una piel de cabra llena
de dulce licor a modo de regalo. Llegan a su cueva, y los hombres de Ulises quieren robarle sus
quesos y su ganado. Ulises se niega, ya que quiere conocer al dueño. Lo esperan y luego, cuando
entra y se pone a hacer sus cosas, se esconden.

El cíclope, llamado Polifemo, los nota y les pregunta quiénes son. Ulises se presenta y le pide
cualquier ayuda que pueda proporcionarles, advirtiéndole no ofender a Zeus, el dios de la
hospitalidad. Polifemo ridiculiza la idea: no le importan los dioses. En cambio, preguntan dónde está
la nave de Ulises. El astuto líder le miente y le dice que fue destruido, y que ellos son los únicos
sobrevivientes. Polifemo agarra a dos de sus hombres, los mata y se los come enteros mientras los
otros miran, impotentes. Luego se echa a dormir en su puerta, advirtiéndole a Ulises que no lo mate,
ya que no serían capaces de apartar su enorme cadáver para atravesar la puerta y escapar.

Por la mañana, Polifemo se come algunos hombres más, luego sale y bloquea la entrada de la cueva
con una gran roca. Ulises crea un plan para derrotar a Polifemo. Corta una sección de seis pies de un
gran tronco de olivo que Polifemo deja en la cueva, luego le da forma para hacer un extremo
puntiagudo y afilado, y finalmente lo pone al fuego para endurecerlo. Por la noche, Polifemo regresa
y se come a dos hombres más. Ulises le ofrece un poco de su vino. Polifemo le pide más y le
pregunta su nombre, prometiéndole un regalo a cambio. Ulises le dice que su nombre es "Ninguno", y
Polifemo le responde que su regalo consiste en que se lo comerá último, tras haber engullido a todos
los otros. Pero Polifemo se queda dormido, borracho, y Ulises y cuatro hombres calientan su arma en
el fuego y la embisten contra el único ojo del cíclope. Lo ciegan y él aúlla para llamar a los otros
cíclopes, que desde el exterior de su cueva le preguntan si un hombre lo ha engañado. "Nadie", dice
Polifemo, lo ha arruinado. Los otros cíclopes entienden que nadie le ha hecho nada, y se van,
diciéndole que ore a su padre, Poseidón.

Polifemo abre la puerta de la cueva, esperando atrapar a cualquiera que intente escapar. Ulises tiene
otra idea. Une al rebaño en la cueva y crea un cabestrillo debajo de cada animal, que los hombres
pueden montar. Permanecen en sus carruajes hasta la mañana, cuando Polifemo deja pasar al
rebaño por la entrada. El carnero de Ulises es el último en salir, y Polifemo se pregunta por qué no
está liderando el rebaño, como hace habitualmente. Una vez en el claro, los hombres abandonan sus
cabestrillos y conducen a los carneros a su nave. Ya seguro en el mar, Ulises insulta a Polifemo a los
gritos. Polifemo arranca un trozo de la colina y lo arroja cerca de la nave, desequilibrando con una ola
gigante. A pesar de las súplicas de su tripulación, que le piden a Ulises no revelar su posición
burlándose de Polifemo, Ulises le da al cíclope el nombre y la patria del hombre que lo cegó.
Polifemo dice que una vez le profetizaron que alguien llamado Ulises, probablemente un gigante, lo
cegaba. Ahora le pide a Ulises que regrese, que lo tratará bien y orará por él a su padre, Poseidón.

Ulises rechaza su oferta, y Polifemo le ruega a Poseidón que Ulises pierda a sus compañeros y no
vuelva nunca a su hogar. Poseidón envía inmediatamente una enorme roca que casi golpea la nave.
La tripulación se apresura a encontrarse con el resto de la flota, y sacrifican el rebaño robado como
ofrenda a Zeus. Sin embargo, Zeus tiene en mente la destrucción y la muerte de esos hombres
inconscientes. Ellos celebran ese día, y a la mañana siguiente continúan su viaje a casa.

CANTO XXI

Penélope, recupera el gran arco de Ulises del fondo del palacio y sus siervas llevan bronces y hierros
al vestíbulo principal. Penélope explica el juego: quienquiera que pueda disparar con el arco de su
marido una flecha a través de doce hierros se casará con ella. Telémaco prueba primero, y tres veces
no puede disparar. Varios pretendientes también fallan. Mientras tanto, Ulises lleva a Eumeo y Filetio
afuera y les revela su verdadera identidad, usando su cicatriz como prueba. Después de que le juran
lealtad, les ordena que le den el arco y cierren la puerta cuando llegue el momento.

De vuelta en la sala, Eurímaco falla con el arco, y Antínoo sugiere que posponga el concurso, hagan
un sacrificio a Apolo, dios de los arqueros, al día siguiente, y vuelvan a intentarlo. Ulises pide probar
el arco, pero Antínoo lo amenazó para que no lo hiciera. Penélope insiste en que se le permita la
oportunidad al mendigo. Si tiene éxito, ella le dará ropa y otros regalos. Telémaco la envía a su
habitación y luego le ordena a Eumeo que le dé el arco a Ulises. La puerta, y también la salida al
patio, están cerradas. Ulises examina el arco mientras los pretendientes se burlan de él. Lo tensa
suavemente mientras Zeus envía truenos, y luego dispara la flecha a través de los doce hierros.

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