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LA ODISEA

Es la segunda obra de Homero escrita en el siglo IX a. C. Esta historia cuenta como Ulises regresa a su patria, Ítaca. Pero en
el trayecto, comete hybris al creer que sabe todo, entonces emprenderá un camino que le enseñará humildad. Mediante
este ejemplo, los griegos manifestaban que la vida es un perpetuo aprender, nadie es perfecto. Para Homero es necesario
un viaje “iniciativo”, “el camino del héroe”. Camino que transitó Ulises, y que se trata de un trayecto físico que en realidad
genera un camino interior, un viaje espiritual, una transformación. En el caso de Ulises, él deberá aprender que por más que
haya vencido a los troyanos, que ningún hombre debe ser omnipotente. Y él se había portado muy mal, ya que vulneró la
muralla de la ciudad de Troya construida por Apolo y Poseidón.

El ejército de Ulises no podía entrar a la ciudad de Troya ya que su muralla era indestructible, por lo que a Ulises se le
ocurrió construir un caballo de madera gigante, meter soldados dentro y enviárselo como regalo a los troyanos. Los
troyanos aceptaron el regalo y quemaron completa la ciudad. Jamás pudieron gobernarla. Poseidón no le perdonaría esa
trampa. Por eso le impediría llegar a Ítaca durante diez años.

Canto 1

Ulises había sido el creador del caballo de madera, el mismo que permitió burlar las murallas de Troya y devastar la ciudad.
Cuando estaba regresando a su patria, el fecundo en ardides ancló su barca en la isla donde vivía el cíclope Polifemo, hijo de
Poseidón. El salvaje de un ojo atacó al héroe, quien se defendió cegándolo. Desde entonces, Poseidón lo expuso a los
peligros de las tempestades marinas. Tanto demoro en su vuelta a Ítaca que muchos lo dieron por muerto y docenas de
pretendientes querían casarse con su esposa, quien estaba convencida de que él estaba vivo.

Cada vez que a Zeus le dolía la cabeza era señal de que Atenea estaba urdiendo algo. Ese día, Atenea decidió que era el
momento ideal para hablar sobre Ulises en el concilio divino. Atenea defendía a Ulises ya que se identificaba con su coraje
y astucia. Pero ella evitaba pedir por él en presencia de Poseidón, para no desatar la ira del tutor de los mares. Por lo
que, ante la ausencia de Poseidón, Atenea le dijo a su padre que era hora de ponerle fin a las pruebas de Ulises,
recordándole todo lo que él había sufrido y le recordó que veinte años en la vida humana significaba mucho tiempo, no
como en la vida de los dioses. Además, le propuso que Hermes le ordene a la ninfa Calipso que libere a Ulises y que ella
partiría a Ítaca para infundirle valor a Telémaco (hijo de Ulises) para lidiar con los pretendientes de su madre. Zeus
escucho los ruegos de su hija y acepto.

Años anteriores a la decisión de los dioses de ayudar a Ulises, Penélope sufrió muchas penurias, los pretendientes se
habían vuelto los amos del palacio, se quedaban a dormir, mandaban a los esclavos como si fueran propios, comían,
bebían, y cada vez se volvían más insolentes. Durante 3 años, Penélope los contuvo gracias a un ardid digno de Ulises: le
prometió elegir a uno de ellos apenas termine su sudario de Laertes (padre de Ulises).
Atenea le dio órdenes claras a Telémaco para echar a todos los hombres del palacio, y hacia donde ir para averiguar si su
padre estaba vivo o muerto, y él así lo hizo.

Penélope hacía tiempo tejiendo y destejiendo. Pero una noche una amiga infiel la vio destejer, sintió mucha envidia y celos
de que fuera deseada por los más hermosos hombres y ella los rechazara, y no tardo en delatarla. Desde entonces,
Penélope intentaba convencerlo de que Ulises estaba vivo.

Atenea, en Ítaca, adquirió forma de un extranjero, Mentes, para darle esperanzas a Telémaco de que su padre estaba vivo.

Canto 5

Luego de que Atenea cuante la situación de Ulises y de su hijo ante los dioses del Olimpo, Zeus le permitió que obrase como
quisiera, le aconsejo que lo acompañase a Telémaco y le envió a Hermes a que le diga a Calipso que Ulises debía volver a su
patria y que debía permitirle construir una barca. Hermes rápidamente comunicó a Calipso de esto, quien en desacuerdo le
dice que cumplirá lo que le pedía ya que sabía que era imposible transgredir la voluntad de Zeus.

Calipso le dice a Ulises que, si seguía pensado en volver a su isla, y era capaz de hacer una balsa resistente, lo dejaría ir. Al
día siguiente, Ulises se dispuso a fabricar la balsa.
Ulises se despidió de Calipso y comenzó a navegar. Navegó durante 17 días seguidos guiándose con las estrellas. Llegando a
las costas del país de los feacios, Poseidón le envió una gran tormenta que lo dejo sin balsa, nadando para llegar a tierra
firme. A pesar de la tempestad que vivió, logró llegar a la orilla gracias a la ayuda de Ino y Atenea. Pero antes paso dos
días, afligido, naufragando y con miedo a chocar contra las rocas.

Canto 9

El rey Alcínoo, le comenzó a contar su larga historia. “Soy Ulises, le fecundo en ardides. No he hallado jamás cosa más dulce
que mi patria; por eso anhelo volver allí”.

Empezó a contar su vuelta desde que salió de Troya. “Al mando de doce naves, el viento nos llevó a Ismaro, país de los
cicones. Entramos, matamos a sus hombres y tomamos todas sus riquezas. Aconseje a mis soldados partir rápido, pero
quisieron degollar bueyes y tomar vino. Los cicones que habitaban el interior del país, alterados por el humo se presentaron
en la ciudad, y combatieron hasta que el día tocó su fin y tuvimos que ponernos en fuga con muchos heridos y llorando seis
muertos”.

“Al tercer día hubiéramos llegado a Ítaca, si no hubiera sido porque los vientos dañino y las corrientes de las olas los
desviaron y navegamos durante nueve días hasta que llegamos a la tierra de los lotófagos, que se alimentaban con loto
(fruto que hacía olvidar el recuerdo de la patria, asimilable a cualquier desmesura que te desvíe de tu camino). Envié a
conocer a los habitantes, quienes le dieron de comer este fruto. Entonces, ellos solo querían quedarse allí por el resto de
sus días. Por lo que los hice encadenar a los mástiles. Yo tenía un racimo de loto, pero vencí la tentación y zarpamos”.

“Más tarde arribaron en la tierra sin ley, donde vivían cíclopes que confiados de los dioses no plantaban árboles ni labraban
los campos, vivían en cuevas. Frente al puerto había otra isla más pequeña, y hacia allí nos guiaron los dioses. La recorrimos
en paz, cazando cabras. Al día siguiente, fui con mi nave a la isla donde se encontraban los ciclopes. Quería ver que tan
salvajes eran estas criaturas. Junto doce hombres me interioricé en la isla, y pronto vimos a un cíclope saliendo de una
gruta. Nos adentramos en la gruta y encontramos muchos establos con cabritos y corderos y quesos. Esta vez la
equivocación fue mía, ya que quise probar si el cíclope nos brindaba hospitalidad. Después de una hora, el cíclope nos vio y
se comió a dos de mis compañeros. Pensé en matarlo mientras dormía, pero jamás podríamos escapar de la cueva ya que
no podrían empujar la piedra que tapaba la entrada. Entonces organicé un plan para cegar al cíclope, al verlo relajado, le
ofrecí vino, el cual bebió con satisfacción y pidió más a cambio de su hospitalidad. Pero no nos fue otorgada. Por lo que, por
la noche, puse en marcha mi plan, cegué al Polifemo y escapamos atados debajo de las ovejas para que cuando las dejara
salir y las parpara no se dé cuenta que estábamos huyendo. Antes de zarpar le dije al cíclope que si le preguntaban quien lo
había cegado dijese que había sido Ulises el ingenios. Fue así como Polifemo, furioso le pidió a su padre Poseidón que no
me permita volver nunca a mi patria y él fue escuchado”.

Canto 10

“Llegamos a Eolia, isla donde mora Eolo Hipótada, designado como el guardián de los vientos. Eolo me trató como un amigo
y fuimos atendidos como reyes por un mes entero. Cuando llego el momento de partir, Eolo me ofreció u odre que contenía
todos los vientos, menos el Céfiro, el que nos llevó a nuestra patria. Este empujó nuestras naves durante nueve días y
noches, hasta que divisamos nuestra patria. Pero algunos compañeros desconfiados pensaron que llevaban pocas riquezas
a sus casas y por lo que decidieron abrir el odre, pensando que este estaba rebosado de oro. En consecuencia, fueron
liberados todos los vientos, empezaron a chocarse entre ellos, y llegamos por segunda vez a Eolia. Allí le suplique a Eolo que
nos ayude nuevamente, pero él se negó y nos ordenó que salgamos de su isla”.

“Después de siete días llegamos a Telépilo de Lamos, ciudad de Lestrigonia. Envié a tres hombres a averiguar por los
habitantes y que le dieran muestras de amistad. Ellos llegaron al palacios del rey Antífates, quien al verlos tomo a uno de
ellos, lo partió a la mitad y lo mando a la cocina para la cena. Los dos que quedaban huyeron, pero fueron perseguidos por
todo el pueblo y llevados a sus casas para comérselos. Las naves que estaban amarradas en el puerto se hundieron debido a
las rocas arrojadas por los lestrigones. Pero no fue en vano mi precaución de sujetar la mía a un peñazo en las afueras del
puerto. Corté las cuerdas y logramos alejarnos rápidamente”.
“Logramos llegar a Eea, donde gobernaba la diosa Circe. Dividí a mis compañeros en dos grupos, yo estaba al frente de uno
y Euríloco del otro. Echamos a la suerte la elección de quien iría a visitar el palacios de Circe, y esta eligió a Euríloco y sus
hombres. Todo el grupo entró al palacio excepto Euríloco, quien sospechaba de una trampa. Los invitados se fueron
alimentados con un potaje, el cual contenía drogas que provocaron la pérdida de la memoria. Entonces Circe los tocó con su
varita y los convirtió en cerdos. Pasado un tiempo, Euríloco comprendió que algo malo había pasado y corrió a la nave para
ponerme al tanto. Entonces me encaminé para ver que ocurría y Hermes se me apareció para ayudarme. Me dio un
remedio con el que no podría encantarme. Yo debía lograr que libere del hechizo a mis amigos. Cuando llegué al palacio la
maga intento conmigo lo mismo que con mis compañeros, pero como funciono se dio cuenta quien era. Me pidió que
confíe en ella y me preparo un banquete, pero no lo acepté hasta que no cumplió mis peticiones de liberar a mis amigos del
hechizo. Pasamos un año entero descansando de nuestros viajes. Luego, nos vino el recuerdo de nuestra patria y decidimos
volver. Pero antes, según ordenes de Circe, debíamos emprender un viaje a la tierra de Hades, donde nos esperaría el alma
del tebano Tiresias, quien nos diría como volver a Ítaca. Al enterarse del camino que debíamos de recorrer, mis compañeros
se asustaron, pero finalmente decidieron a obedecerme”.

Canto 11

“Llegamos a la tierra de los cimerios, que viven rodeados de oscuridad. Caminamos por el Bosque de Perséfone. Cuando
llegamos a la unión de los ríos espolvoreé harina blanca, le supliqué a los muertos, prometí sacrificios. No tardaron en salir
los muertos recientes de la región del Érebo. Entre ellos se encontraba Elpénor, uno de mis compañeros caído en el palacio
de Circe, que no había recibido sepultura y me suplicó que lo entierre para que los dioses no se enojasen conmigo.
Finalmente, el adivino Tiresias apareció, sació su sed de sangre y me dijo todo lo que debía saber para volver y que me
esperaba al llegar. También vi a mi madre, quien luego de beber la sangre me contó como estaban las cosas en mi nación.
Muchas más almas se acercaron a beber sangre y me fueron contando sus historias. Entre esas almas apareció la de
Agamenón, que me conto como el amante de su esposa, Egisto, preparó su muerte y Clitemnestra consumó el crimen.
Mientras hablábamos, se acercó Aquiles, que me confesó que en realidad estaba triste por haber elegido la gloria en vez de
la vida. Además, lo vi a Hércules, pero tuve que partir ya que entendí que había estado suficiente allí y que mi curiosidad
estaba molestando a la Parca. Agradecí a los dioses y me fui”

Canto 12

“Retornamos a la isla de Circe para buscar el cadáver de Elpénor, para cumplir su pedido. Circe nos llenó de provisiones y
me advirtió que llegaríamos a la Isla de las Sirenas, ninfas que tenían rostro de mujer y cuerpo de ave, y que con sus cantos
conducían a los marineros a la muerte. Luego de esa isla, debía elegir entre dos caminos, uno con piedras errantes y el otro
era un estrecho que pasaba por dos acantilados, y en cada uno había un monstruo. Finalmente, pasaríamos por la isla
Trinesias, donde se encontraban las vacas del dios Sol, quien se vengaría si les hacíamos algún daño.
Partimos y con un pan, mis compañeros, se taparon los oídos para no oír el canto de las sirenas. Por otro lado, yo quería
escucharlas, por lo que les pedí que me ataran al mástil para impedir que me acercara a ellas.”

“A la hora de elegir el camino, nos desviamos por el de los acantilados. En uno de ellos, se encontraba Escila, un monstruo
de doce patas y seis cabezas de perros, ante el cual morirían seis de mis hombres, y así fue. En el otro, estaba Caribdis, una
mujer voraz que creaba remolinos que empojaba los barcos al fondo. Pasamos velozmente por allí.”

“Cuando llegamos a la isla del Sol, yo sugerí que no convenía bajar, pero una amenaza nos esperaba más adelante. Vientos
del sur no nos permitieron movernos de allí, ya que nos llevaba a la dirección contraria a Ítaca. Durante un mes comimos las
provisiones que nos había dado Circe, pescamos algunos peces y cazamos algunos pájaros.
Un día, un dios me mando un sueño en el que mis compañeros tomaban una vaca y la comían. Al despertar pude oler el
aroma de la carne asada, los reproche, pero ellos ya no podían hacer nada y siguieron cazando más vacas sagradas. Al
séptimo día, el viento del Sur cesó y partimos. Cuando nos alejamos de la isla, Zeus, en venganza, nos envió uno rayo que
hizo que mis compañeros cayeran al agua y la Parca los devorase. En cuanto a mí, el viento del Sur volvió a soplar y me llevó
de nuevo al estrecho donde perdí mi nave y nadé hasta la isla de Ogigia donde me rescató Calipso. Ella me brindo favores,
pero no me dejó partir por muchos años.”

Así termino Ulises de contar sus aventuras al rey Alcínoo.


Canto 13

Los feacios prepararon el barco y se celebró un banquete de despedida. Ulises partió y descansó toda la noche. Los remeros
lo dejaron sobre la arena de su patria.
Poseidón se indignó al ver que los feacios protegían mucho a Ulises, por lo que cuando estos estaban regresando a su isla, él
convirtió su nave en peñasco. Entonces, el rey Alcínoo decidió rendirle honores a Poseidón y suplicar que se apiadara.
Ulises despertó, pero no reconoció su patria. Entonces Atenea se le presentó y le hizo entender dónde estaba. Ella lo
convirtió en un anciano para que no sea reconocido mientras seguía con el plan y luego de deliberar acerca de sus próximos
pasos, cada uno fue a cumplir su parte.

Canto 24

Los pretendientes murieron y sus almas fueron guiadas al Hades. Por otro lado, cuando Ulises llego al campo de su padre
Laertes, él no lo reconoció, pero luego de unas palabras de su hijo, el anciano lo abrazó y se quedaron conversando durante
horas. Los padres de los pretendientes de Penélope intentaron provocar una guerra, la cual detuvo Atenea, quien hizo que
se jurasen la paz mutuamente. Y así fue como Ulises regresó al palacio y vivió junto a su esposa por el resto de sus días.

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