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MARIO PIETROBELLI

¿ESTADO INTERMEDIO O RESURRECCIÓN EN LA


HORA DE LA MUERTE?
Un sondeo reciente, promovido en Italia por 300 psicólogos, ha puesto
de relieve un dato, por otra parte ya conocido: la inmensa mayoría de
los entrevistados (96%) tiene miedo de envejecer y de morir. La res-
puesta hubiera sido aproximadamente la misma en cualquier país.
¿Cómo podemos vencer este temor, este recelo angustiante? ¿Existe
una respuesta, segura y cierta, a esta pregunta interpeladora sobre la
vida y la muerte? Y si existe, ¿quién nos la puede dar? En la Biblia
encontramos esa respuesta, sin excepción posible. La respuesta es
ésta: Jesús de Nazaret, crucificado, muerto y sepultado bajo el poder
de Poncio Pilato, resucitó, según las Escrituras, al «tercer día». De este
modo, Jesús desvelaba el misterioso destino del ser humano. Jesucristo
resucitado: he ahí la respuesta, real y verdadera, al problema de la
muerte y de la inmortalidad. Pero queda una dificultad. «Los muertos
permanecen en su tumba, los vivos siguen muriendo y la resurrección
prometida se aplaza indefinidamente» (P. Benoit). Entonces, ¿cómo y
cuándo ocurre nuestra resurrección? Esta pregunta, que inquietaba ya
a las primeras comunidades cristianas, sigue en pie.También nosotros,
como el apóstol Pablo, «suspiramos abrumados, porque no querría-
mos desvestirnos, sino revestirnos, de modo que lo mortal fuese absor-
bido por la vida» (2 Co 5, 4).

Stato intermedio o risurrezione in morte? Asprenas 43 (1996)


27-42.

¿Resucitados o a la espera de el alma, después de haber convi-


la resurrección? vido con el cuerpo y colaborado
con él, tenga que sufrir un castigo
Es evidente que si la resurrec- o recibir un premio, por separa-
ción de los muertos se desplaza do? Trataremos de responder a
hasta el momento de la parusía, estas cuestiones apelando, ante
habrá que admitir un tiempo de todo, a la autoridad de Santo To-
espera, un estado intermedio en más.
el que las almas, necesariamente, La primera verdad que se des-
tendrían que vivir sin el cuerpo. prende de la doctrina del Aquina-
¿Es posible que el alma pueda te a este respecto es la de la inte-
sobrevivir separada del cuerpo, gridad de la persona humana. Ha-
sin menoscabo de la integridad blando de la existencia de Jesús
personal? ¿Cómo se explica que durante los tres días en que per-

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maneció en el sepulcro, el Doc- Schönborn). Recordemos, por
tor Angélico se pregunta utrum ejemplo, lo que el Papa Benedicto
Christus in triduo mortis fuerit XII dejó taxativamente escrito en
homo. He ahí su respuesta: «Afir- la Constitución Bendictus Deus
mar que Cristo, durante los tres del 1336:
días que siguieron a su muerte,
era un hombre es lisa y llanamen- Con esta Constitución que ten-
te un error. Lo único que pode- drá vigencia para siempre, Nos, en
mos decir es que durante estos virtud de nuestra autoridad apostó-
tres días Cristo fue un hombre lica, definimos que según las genera-
muerto» (Summa Theologica, III, les disposiciones de Dios, las almas
50, 4). Si, pues, Jesús no puede de- de todos los santos (…), inmediata-
finirse como hombre durante el mente después de su muerte y puri-
breve lapso de tiempo en que su ficación (…) —en aquéllos que ne-
cuerpo permaneció en el sepul- cesitaban ser purificados—, antes
cro, es obvio que las almas sepa- de la reasunción del cuerpo y del jui-
radas del cuerpo tampoco lo son. cio universal, después de la Ascen-
En consecuencia, debemos afir- sión de nuestro Salvador Jesucristo a
mar que el estado intermedio de los cielos, están, estuvieron y estarán
las almas sin el cuerpo es un esta- en el cielo (…) con Cristo, asociados
do precario e imperfecto. Tertu- a los ángeles; y afirmamos que di-
liano las llamaba gráficamente chas almas, después de la pasión y
«medio-hombres». Lo confirma muerte de Jesucristo, han visto y ven
Santo Tomás al decir que «el esta- la esencia divina con una visión in-
do del alma es más perfecto en el tuitiva, cara a cara (…); y aquéllos
cuerpo que fuera del cuerpo». que la ven, gozan plenamente de la
Siguiendo al Aquinate, encon- esencia divina, por manera que con
tramos otra afirmación aún más esta visión y gozo las almas de los
importante: «Al disolverse el vín- que están muertos son realmente
culo de la carne que las mantenía bienaventuradas y tienen la vida y la
en vida, las almas obtienen inme- paz eternas. Con esta visión y gozo,
diatamente el premio o el casti- permanecerán (…) ininterrumpida-
go» (Ibid. III, 75, 1). Ahí se afirma la mente hasta el juicio, por toda la
existencia del juicio particular, tal eternidad» (Benedictus Deus, 29-1-
como lo enseña la doctrina tradi- 1336, Denzinger 1000-1001).
cional de la Iglesia. Pero Santo To-
más precisa que «es necesario que Esta declaración oficial de un
el cuerpo sea premiado juntamen- Papa no puede ser exhaustiva,
te con el alma, ya que ha coopera- por cuanto las almas separadas
do con ella» (Ibid. III, 70, 1). del cuerpo son presentadas
Pese a estas luminosas pala- como «totalmente realizadas» en
bras del Angélico, «ha sido nece- la plenitud de la felicidad, como si
sario mucho tiempo antes que la no les faltase nada, ni siquiera la
doctrina de la Iglesia sobre el resurrección de la carne, que ob-
“estado intermedio”adquiriese viamente se convertiría en un
perfiles bien definidos». (Ch. simple ornamento, omisible y su-

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perfluo. En efecto, ¿qué otra cosa escrito el teólogo Ladislao Boros:
puede añadir la resurrección de «Por un lado, la revelación subra-
la carne a las almas inmersas ya ya que la resurrección es un
en la beatitud de la visión divina? acontecimiento propio del final
de los tiempos. Este es el primer
La resurrección en el mo- dato al cual debemos atenernos
mento de la muerte, en la firmemente. Pero, por otro lado,
teología contemporánea no podemos perder de vista que
la situación del alma, separada del
El primero que tuvo el mérito cuerpo, es un estado contra natu-
de reabrir el debate, desde nue- ra. En efecto, en el alma espiritual
vas perspectivas, fue Karl Barth. existe una relación a la materia
El análisis de las cartas de Pablo le que le es esencial. ¿Podemos,
permitió atribuir al Apóstol la pues, lícitamente pensar que, des-
idea de que la transformación del pués de la muerte, Dios manten-
cuerpo físico de cada uno se pro- dría al alma artificialmente alejada
duce en el momento de la muer- del propio cuerpo, hasta el final
te. Este aserto se basa en el su- de los tiempos? Sería tan absurdo
puesto de que, una vez consuma- como querer mantener vivo, me-
da su obra salvífica, Cristo resuci- diante respiración artificial, a un
tado habría ofrecido a todos los hombre que puede respirar de
muertos la redención total, para modo normal. Éste es el segundo
el alma y para el cuerpo. (Die kir- dato que debemos mantener fir-
chliche Dogmatik II/1, Zürich 1940, memente». (Le paradoxe chrétien,
698). París, 1967, 27).
O. Cullmann disiente abierta- De forma aún más explícita,
mente de la hipótesis teológica se pronunció Pierre Benoit, que
defendida por Barth. Según él, «la fue director de La Revue Biblique y
resurrección del cuerpo es un rector de la Escuela Bíblica de Je-
nuevo acto creador que alcanza a rusalén. Para empezar, he aquí un
todo el universo, y por tanto no título bien significativo: ¿Resurrec-
puede ocurrir en el momento de ción al final de los tiempos o des-
la muerte individual, sino al final pués de la muerte? Después de
de los tiempos». haber establecido que la resu-
Esta argumentación no nos rrección no es una mera «reani-
convence. Podemos objetar, en mación del cadáver», sino «la
efecto, que el principio de los creación de un nuevo ser renova-
«cielos nuevos y la tierra nueva» do», se pregunta: «¿qué pensar
al final de los tiempos ya fue su- del estado intermedio en que pa-
perado cuando Jesús resucitó de ran las almas después de la muer-
entre los muertos y cuando la Vir- te, a la espera de la resurrección?
gen María fue llevada al cielo: dos ¿Nos autoriza la antropología a
hechos que son verdades dogmá- afirmar la posibilidad de una vida
ticas. sin el cuerpo? ¿Es posible la plena
Frente a ellos, consideramos actividad espiritual del alma sepa-
más equilibrado y justo lo que ha rada, o acaso permanece con las

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facultades en suspenso?». Y con- misma materia para que se pueda
cluye: «Si ninguna respuesta nos decir que sea el mismo cuerpo».
resulta satisfactoria, ¿no debería- Otro punto del documento
mos replantearnos la afirmación es el intento de compensar las
previa de la que nace la dificultad, diversas opiniones. Por un lado,
es decir: la resurrección en tiem- parece comprender a los teólo-
po de la parusía? ¿No sería más gos que ven en el alma separada
fácil afirmar la resurrección de un residuo de platonismo, según
cada uno, inmediatamente des- el cual el cuerpo sería una «cár-
pués de la muerte?» (Concilium 6 cel» para el alma. Pero, a conti-
[1970] 132-133). nuación, añade que «es también
Después de una compacta ar- muy comprensible el temor que
gumentación sobre el modo de sienten los teólogos favorables a
interpretar el estado intermedio la resurrección en la hora de la
de las almas separadas, y una nue- muerte». Dicho esto, el docu-
va interpretación de la expresión mento presenta una objeción:
«el final de los tiempos», Benoit ¿cómo conciliar la resurrección
concluye: «Si, por un lado, debe- «en esta carne, en la cual vivimos
mos creer, con la fe tradicional, ahora», con una corporeidad re-
que nuestros cuerpos resucita- cibida en el momento de la muer-
rán al final del viejo mundo, por el te?
otro, hemos de admitir que igno- Esta dificultad proviene del
ramos del todo en qué pueda discurso inicial del documento,
consistir el «final del tiempo» en donde se habla de «identidad de
un mundo nuevo, ya existente, en la persona » e «identidad del pro-
el que vive Cristo resucitado. Lo pio cuerpo». Sin embargo, no en-
que sí sabemos es que ahora y tendemos por qué sería fácil te-
aquí estamos unidos por el Espí- ner una identidad corpórea al «fi-
ritu al cuerpo de Cristo resucita- nal de los tiempos» y, en cambio,
do. Por ello, creemos que des- sería difícil tenerla in hora mortis
pués de la muerte encontrare- (en la hora de la muerte).
mos en esta unión, que nunca po- Otro punto del citado docu-
drá disminuir, la fuente y el medio mento es aquél en que atribuye a
de nuestra beatitud esencial» Tomás de Aquino esta importan-
(Ibid., 143). te afirmación: «mi alma no es mi
El estudio más reciente relati- yo». Esta afirmación viene a co-
vo a nuestro argumento es el do- rroborar otras expresiones que
cumento de la Comisión Teológi- hablan del estado «ontológica-
ca Internacional. En él se plantean mente imperfecto e incompleto»
«algunas cuestiones actuales so- del alma separada, estado que el
bre la escatología». Vamos a des- Aquinate no duda en definir
tacar los puntos referentes a «contra natura».
nuestra hipótesis. Veamos ahora cuáles son las
El primer punto es un aserto razones personales que nos indu-
básico: la Iglesia, dice, «nunca ha cen a hablar de resurrección en
enseñado que sea necesaria la el momento de la muerte, como

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hipótesis teológica más acepta- ejemplo que nos propone el mis-
ble. Para ello, nos basaremos en mo Pablo: «Lo que tú siembras
algunas analogías naturales, en al- no cobra vida, si no muere»
gunos presupuestos filosóficos y (1 Co 15, 36-37). Este ejemplo de
teológicos, así como en los coro- la semilla, ya usado por Jesús para
larios que de ellos se derivan. hablar de la muerte y la resurrec-
ción, es, sin duda, la imagen más
Las razones de la resurrec- apropiada para hablar de nuestra
ción a la hora de la muerte resurrección, a la hora de la
muerte. En efecto, ¿qué sentido
La biología nos enseña que, tendría afirmar que la semilla
cada siete años, aproximadamen- muere hoy para revivir, como
te, en nuestro cuerpo ocurre una vida nueva, millones de años des-
especie de resurrección sorda y pués?
silenciosa, ya que todas las células Del campo de la naturaleza
de todos los tejidos —exceptua- pasamos a la filosofía. Empezare-
das las neuronas— se renuevan mos refiriéndonos, una vez más,
por completo. ¿No es esto una al Aquinate. Al decir éste que no
implícita reclamación del cuerpo existe incompatibilidad entre es-
de aquella eterna juventud, que píritu y materia, nos ayuda a fun-
sólo la resurrección le puede dar las bases de una antropología
dar? cristiana. La persona humana es
Pasemos al orden analógico un compuesto de materia (cuer-
de la creación. La serpiente, cada po) y de espíritu (alma), unidos
año, en el momento de su muda, sustancialmente entre sí. El alma,
se renueva del todo, despren- por naturaleza, «exige» y «recla-
diéndose de su vieja piel, al tiem- ma» estar con su cuerpo, aunque
po que se viste de otra totalmen- per accidens se halle fuera de él. El
te nueva. Algo semejante, si bien alma sin su cuerpo vive en un es-
más misterioso, ocurre con las tado contra natura. El «yo» total
mariposas. El gusano, de aspecto de la persona sólo se da en la sus-
más bien repelente, se encierra tancial unidad cuerpo-alma. Ni el
en su capullo, como si se tratase cuerpo ni el alma, mientras dura
de una tumba, y allí permanece la división entre ellos, pueden
durante un breve tiempo, para sa- considerarse persona humana.
lir finalmente transformado en Dando por supuesta esta in-
una espléndida mariposa. San Ci- terpretación que Santo Tomás
rilo de Jerusalén lo explicaba así a hace de la filosofía aristotélica,
sus oyentes: «¡Observad la natu- vamos a adaptarla a nuestro pro-
raleza! Un árbol tronchado vuel- pósito, que es la resurrección en
ve a reverdecer. ¿No tendrá el el instante de la muerte. Ante
hombre esta prerrogativa? (…) Si todo debemos preguntarnos
aquello que fue creado para cómo puede subsistir el «princi-
nuestro uso, una vez muerto, re- pio de individuación» después de
vive, ¿por qué nosotros no revivi- la muerte. Según el Aquinate,
remos, después de morir?». Otro todo ser humano se distingue de

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los demás por un determinado particular» (Catecismo de la Iglesia
carácter específico, que Duns Católica, nº 1022). La muerte,
Scoto llamó haecceitas. Es eviden- pues, se asocia a la idea de un jui-
te que la muerte, ruptura violenta cio. Ahora bien, sabemos quién es
de la personalidad, niega el princi- el juez, pero no sabemos quién es
pio de individuación. ¿Cómo se el juzgado. Si fuese el alma sola y
puede entonces hablar de unici- «desnuda» (2 Co, 5, 3), estaría en
dad e irrepetibilidad —las dos contradicción con lo que afirma
notas características y fundamen- el Aquinate: es decir, que el alma
tales de toda persona humana—? sin el cuerpo no representa todo
«El alma —escribe el Angélico— el «yo». El verdadero «imputado»
es tan sólo una parte del hombre en el juicio particular debe ser,
y como tal, aun separada, retiene pues, «todo el individuo» —alma
la capacidad de volver al cuerpo, y cuerpo—, ya que el premio y el
de modo que no puede ser consi- castigo afecta a «todo» el ser hu-
derada una sustancia individual mano.
(…). Por esto no le conviene ni la Hay otros motivos de orden
definición ni el nombre de perso- teológico que pueden aducirse
na» (Summa Theologica, I, 29, 1). Si en confirmación de nuestra hipó-
la muerte impidiera, durante mi- tesis. El apóstol Pablo escribe a
les de años, esta unidad sustan- los cristianos de Roma. «Si el Es-
cial, querida por el Creador, obli- píritu que resucitó de la muerte a
garía a millares de almas a vivir en Jesús habita en vosotros, el mis-
un estado contra natura, y enton- mo que resucitó al Mesías dará
ces deberíamos decir: o la muer- vida también a vuestro ser mor-
te tiene un poder mayor que el tal, por medio de este Espíritu
del acto creador de Dios o Dios que habita en vosotros» (Rm 8,
prefiere ver cómo millones y millo- 11). Consecuentemente, si la re-
nes de almas viven en un estado surrección de cada creyente es
contra natura, es decir, contra Su obra del poder del Espíritu, no
voluntad. Lo cual es absurdo. Dice hay duda que este poder, en vir-
la Biblia: «Dios no hizo la muerte, tud de la inhabitación del Espíritu
Dios no goza destruyendo a los vi- en el cuerpo del cristiano, actuará
vientes» (Sb 1, 13). en él paralelamente a como lo
Después de esta premisa filo- hizo con Jesús.
sófica, pasamos a considerar las En otra carta a los Corintios,
consecuencias que de ella se de- Pablo escribe: «Sabemos que si
rivan en el campo teológico, en el nuestro albergue terrestre, esta
supuesto de que la resurrección no tienda de campaña, se derrumba,
se produjera a la hora de la muerte. tenemos otro edificio que viene
La doctrina católica ha afirmado de Dios, un albergue eterno no
siempre la existencia de un juicio construido por hombres» (2 Co
particular. «Todo hombre, desde 5, 1). Ahí tenemos un perfecto
el momento de su muerte, recibe parangón entre el cuerpo mortal
en su alma inmortal la retribu- (albergue terrestre) y el cuerpo ce-
ción eterna, después de un juicio lestial (albergue eterno no construi-

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do por hombres). En ambos casos niencia, por parte de Dios, de in-
la palabra albergue sustituye a tervenir con un nuevo acto crea-
cuerpo. Pablo no dice que recibi- tivo, léase resurrección.
remos un albergue después que el Extrapolando el argumento
cuerpo se haya disuelto, sino que que Duns Scoto esgrimía en favor
afirma que, cuando se deshaga de la Inmaculada Concepción de
este cuerpo, dispondremos de María, la madre de Jesús, podría-
otro cuerpo en el cielo. Esta es la mos decir con él: Decuit, potuit,
interpretación más lógica y cohe- ergo fecit. En otras palabras, si es
rente. Por esto el apóstol añade a conveniente y congruente que
continuación: «nosotros suspira- Dios establezca la unidad sustan-
mos anhelando revestirnos del cial del cuerpo y del alma inme-
cuerpo celestial» (2 Co 5, 2). Lo diatamente después de la muerte;
que Pablo detesta es la «desnu- si este hecho expresa mejor la
dez», el hecho de verse «despoja- actualización de la obra redento-
do» de «este cuerpo» sin recibir ra de Jesús, que es resurrección y
de inmediato el otro. En el con- vida; si todo esto es posible para
texto de esta argumentación, no Dios y para Jesús resucitado, «a
se vislumbra ninguna referencia a quien se ha dado plenos poderes
una resurrección diferida.Todo el en la tierra y en el cielo» (Mt 28,
discurso parece apoyarse en la 18), entonces podemos justa-
idea de una realización inminente mente concluir que la resurrec-
de la parusía. Podríamos llegar a ción en el momento de la muerte
la misma conclusión examinando es un hecho no sólo posible, sino
otros pasajes del Evangelio. factible.
Al confiar a los lectores esta
Conclusión hipótesis teológica, queremos de-
jar bien claro que se trata tan
Después de este ceñido análi- sólo de una opinión teológica, y
sis, podemos establecer nuestra que personalmente nos remiti-
conclusión general. La razón de mos a la doctrina tradicional de la
fondo a favor de la resurrección Iglesia en esta materia, ya que
en el momento de la muerte gira sólo ella detenta el depositum fidei
en torno a un silogismo que tiene y sólo a ella corresponde, por de-
una doble premisa: el poder de recho divino, todo juicio sobre lo
Dios, para quien «nada es imposi- que es objeto de fe.
ble» (Lc 1, 37), y la suma conve-
Tradujo y condensó: JOSEP CASAS

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