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ORTEGA MUÑOZ ( y el espíritu zen) ( y el haiku plástico)

Vicente Huici Urmeneta

Para quien ha dedicado una parte relevante de la vida profesional al estudio de la


cultura japonesa, como es el caso de quien suscribe estas palabras y ha practicado el
haiku durante largos años, la obra pictórica de Godofredo Ortega Muñoz posterior a
1957, sin duda depuración de fases anteriores, presenta algunos aspectos singulares.
En efecto, en los cuadros elaborados a partir de esa fecha se suceden una serie de
paisajes ya propuestos en límite de la abstracción, en los que se plasma un vacío
receptivo desde una perspectiva generalmente inclinada que induce a volcarse en su
interior.
Este vacío, puesto de manifiesto, por ejemplo, por José Corredor-Matheos como
el gran logro de todo gran artista (p.13) está relacionado en nuestra cultura occidental y
por su deriva metafísica con la emergencia del kairós, de la oportunidad que supone la
irrupción de la eternidad (aión) en el tiempo histórico (chronos), pero también aparece
como la clave experiencial y estética del budismo-zen en la cultura oriental, si bien
despojado acaso de tanta trascendencia.
Esta analogía es una buena pista para proponer una vinculación de las obras de
este periodo con el espíritu del haiku, este breve poema de tradición japonesa (Huici
Urmeneta, 2022), hasta el punto de que se podría decir que el pintor extremeño llevó a
cabo verdaderos haikus plásticos.
Dicha vinculación, que no tiene en modo alguno que tomarse como explícita, se
manifiesta, como se ha dicho, en su obra, al presentar (Huici Urmeneta, 1995), en
sentido estricto, un paisaje pensado, depurado, sin pretensiones realistas, pero siempre
con una serie de elementos de contraste plástico, tal que viñas podadas, labrantías
roturadas o castaños desnudos de hojas, como ocurre con el denominado kireji del
haiku que opera como un chispazo, como una breve iluminación.
Pero la analogía también se produce en el proceso creativo. Pues la tradición
relativa a la escritura del haiku relata que el poeta debe dejarse llevar por alguna
impresión exterior una vez que ha decidido abandonarse a la contemplación estática –
el za-zen sobre el zafú - o dinámica – el kin-hin, paseo meditativo-, hasta que se
manifiesta una expresión lingüística que se reconduce hacia la métrica mínima de tres
versos de 5/7/5 sílabas,
Por todo lo cual, el proceso creativo supone dos condiciones. Por un lado, la
aceptación implícita de una cierta disciplina meditativa. Y por otro, el entrenamiento
artesanal en la técnica poética.
En este sentido, el vagar interminable de los grandes maestros del haiku – como
Matsúo Bashô- encuentra su réplica en la costumbre de Ortega Muñoz de “pasear por el
campo” fuera por Extremadura, La Rioja o Lanzarote en un a modo de flanêur rural.
Y asimismo, la posterior plasmación pictórica, proyectada acaso originalmente
como reflexión, pero realizada a posteriori aplicando las técnicas pictóricas
desarrolladas en etapas anteriores: “Nunca pinto del natural, prefiero pintar los lienzos
después de que hayan posado y reposado mis impresiones visuales (...) pinto el recuerdo
de los sitios que me impresionan” (cit. en Trapiello: 2023). De “pintura esencial”
hablaba un poeta como Gerardo Diego.
Y si, en pura tradición zen, en el proceso mencionado se genera la desaparición
del yo de quien practica el haiku hasta su fusión con lo contemplado, siendo el haiku
algo así como un rastro .resulta curiosa la observación de José María Moreno Galván:
“Este paisaje de ahí a la izquierda, esos campos cerrados por pequeñas cercas de piedra,
esas rastrojeras…, esos castaños mochos sobre tierras recién aradas, eso es de Ortega
Muñoz. ¿Es de Ortega Muñoz o es Ortega Muñoz?”(cit. en Trapiello: 2023), pues como
también dice Corredor- Matheos, “no puede extrañarnos que parezcan desaparecer la
pintura y el pintor” (p.15).
Pero, asimismo, como praticante amateur del haiku , la contemplación de la pintura de
Ortega Muñoz me ha dado la oportunidad permanente, a modo de un
extraño kairós otorgado, tanto para la meditación como para la expresión, facilitándome
largos periodos de aquella duración dialéctica que tan hábilmente describió Gaston
Bachelard.
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REFERENCIAS
Corredor-Matheos, J. 2007. Godofredo Ortega Muñoz: una pintura pura, una
realidad transparente. Badajoz: Fundación Ortega Muñoz.
Diego, G. 1973, “La pintura esencial de Ortega Muñoz” en Obras Completas.
Tomo V. Madrid: Ed. Alfaguara.
Heyd, Th. 2007. “Bashō y la estética del caminar: Por la recuperación del espacio,
el reconocimiento de los lugares y el seguimiento de los caminos del universo” en
VV.AA. Encountering Nature: Towar an Enviromental Culture, pp, 1-16.Aldershot:
Ashgate Publishing Ltd.
Huici Urmeneta, V. 1995. “Una forma de la contemplación (dos notas sobre el
haiku)”, Bitarte- Revista cuatrimestral de humanidades, Año 3, pp. 109- 116.
Huici Urmeneta, V. 2022. «Haiku y génesis de la creación poética (Una
aproximación interdisciplinar)» en Coca, J. R y Roche Cárcel, J. a. (ed) Bases
biológicas, psicológicas y socioculturales de la creatividad, pp.111-122.Madrid. Ed.
Catarata.
Trapiello, A. 2023. “La santidad de Godofredo Ortega Muñoz”, en Entre viñas y
castaños. Badajoz: Fundación Ortega Muñoz.

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