Está en la página 1de 177

Moderadora:

Caro

Traductoras
Mona Grisy Taty

cjuli2516zc Lola'

Walezuca Segundo VanillaSoft

Freyja Guadalupe_hyuga

Corrección: Dabria Rose

Revisión final: Nanis

Diseño: Dabria Rose


Prefacio ............................................................................................................................................... 5
Uno ...................................................................................................................................................... 7
Dos..................................................................................................................................................... 12
Tres .................................................................................................................................................... 23
Cuatro ................................................................................................................................................ 29
Cinco .................................................................................................................................................. 35
Seis .................................................................................................................................................... 40
Siete................................................................................................................................................... 45
Ocho .................................................................................................................................................. 50
Nueve ................................................................................................................................................ 55
Diez .................................................................................................................................................... 61
Once .................................................................................................................................................. 69
Doce .................................................................................................................................................. 77
Trece .................................................................................................................................................. 85
Catorce .............................................................................................................................................. 90
Quince ............................................................................................................................................... 99
Dieciséis ........................................................................................................................................... 111
Diecisiete ......................................................................................................................................... 118
Dieciocho ......................................................................................................................................... 124
Diecinueve ....................................................................................................................................... 134
Veinte .............................................................................................................................................. 141
Veintiuno ......................................................................................................................................... 146
Veintidós ......................................................................................................................................... 157
Veintitrés ......................................................................................................................................... 173
Sobre la autora ................................................................................................................................ 176
El acosador movió sus ojos hacia mí.
―Ahí está esa mierda que me gusta ver. No te pareces en nada a las malditas
Kamlock. Un montón de brujas maricas ―dijo, y luego caminó alrededor del auto
observándonos a ambos. No quería que se acercara a Rathe.
―No te acerques más ―le advertí. Se detuvo e inclinó la cabeza como si tuviera
curiosidad. Si pensaba que no iba a luchar porque obviamente estaba escondiendo
la magia de Rathe, se equivocaba. En este punto, Rathe había visto y oído demasiado
de todas formas. No sabía cuánto podía mentir para salir de ésta.
No se acercó más. Se quedó donde estaba y yo sabía que no era porque me
tuviera miedo. Su mirada estaba decidida.
La mano de Rathe se deslizó alrededor de mi cintura, y puso su palma sobre
mi estómago. Era una señal de posesión más que de protección. Necesitaba volver
al auto y la única forma de meterlo ahí era lanzando un hechizo. No quería hacer
eso. Él sabría lo que soy si lo hiciera.
―Esto es un dilema, ¿no? ―preguntó, mientras tomaba la mano de Rathe sobre
mí, y luego levantaba los ojos para ver mi mirada fija. No le quité los ojos de encima
ni un segundo―. Quizá un callejón sin salida sea una mejor descripción ―dijo
entonces y se encogió de hombros.
―Es una situación de: mejor me regresas a mi amiga malditamente ahora. Eso
es lo que es. ―Lo miré con desprecio.
Rathe se quedó en silencio, lo cual me pareció extraño, pero le agradecí. Tal vez
sintió que este hombre era peligroso y sólo para él. Sea cual sea la razón, me dio una
cosa menos con la que lidiar. Los dedos de Rathe se enroscaron ligeramente, como
si tratara de agarrarme, y luego se enderezaron. ¿Intentaba decirme algo? Si estaba
planeando algún ataque, moriría. No tenía otra opción. Tenía que mantenerlo a
salvo. El hecho que él lo supiera y me dejara después de esto era el menor de los dos
males. No dejaría que Rathe muriera tratando de protegerme del hechicero loco.
Puse mis manos sobre la que Rathe tenía en mi estómago. Esto era todo lo que
podía hacer.
―Tutum intus ―dije con fuerza.
Eso debería haber enviado a Rathe al auto y sellado las puertas. No lo hizo. El
brujo se rió y los dedos de Rathe se enroscaron en mí mientras mis manos se
apartaban de las suyas. ¿Cómo lo hizo el hechicero? Bloqueaba todos los hechizos
que hacía.
―¿Qué quieres de mí? ―le pregunté con rabia. Nunca me sentí tan impotente.
El miedo por Rathe iba en aumento. No estaba a salvo, y ahora, no estaba segura de
poder hacer nada para protegerlo. Estaba tan preocupada que estuviera en peligro
por mi culpa, que nunca pensé que alguien como él fuera a ser una preocupación
mayor. Y este era un peligro al que lo había llevado directamente.
El Mal
El abrumador aroma del romero en la mesa siete no podía venir de la comida
que habían pedido. Habría notado el condimento fuerte de Jacque cuando les
entregué los platos. El ajo y el limón en su elección de plato principal eran lo
esperado, pero no el romero que flotaba en ellos. No es que no me gustara el romero.
Lo disfrutaba, pero la extraña fuerza del aroma de la hierba me intrigaba. ¿La pareja
se bañó en la hierba cuando yo no estaba mirando? Esa idea me hizo sonreír.
Había estado trabajando en Grandezzas durante tres años. No era sólo un
trabajo. Este lugar era como una familia. Nunca temí venir a trabajar. En cambio,
esperaba con ansias fugarme de mi casa y de los que vivían allí. Clientes como estos
me mantenían entretenida. Debajo de los hilos de luces que cubrían el techo, había
una sensación de paz en este lugar. El ambiente era una de las dos razones de su
popularidad. La razón más importante era la comida. Todo en el menú era delicioso.
―¿Puedes tomar mi última mesa? Necesito ir a abrir mi apartamento para el
nuevo compañero de cuarto. ―Heath Brown y su hermana gemela, Margo, habían
sido mis mejores amigos, o lo más cercano que tenía a los mejores amigos, desde que
teníamos siete años. Eché un vistazo a la mesa de Heath de dos hombres mayores y
me imaginé que sería bastante fácil.
―Claro ―respondí―. No sabía que habían encontrado un compañero de
cuarto para reemplazar a la psicópata.
La psicópata fue como describí a su ex-novia. Porque ella se merecía el título.
Ella estaba legítimamente loca. Las cosas que le había hecho a Margo mientras vivía
con ellos eran ridículas. Viniendo de alguien que había crecido con tres locas que me
habían obligado a soportar, eso era decir mucho.
Se sonrió, pero dejó de corregirme cuando la etiqueté como tal. Sabía que
estaba loca.
―Lo conocí a través de un amigo en común. No tengo tiempo para explicarte
ahora. Puedes preguntarme por los detalles más tarde. Tengo que irme.
Heath casi corrió hacia la cocina para deshacerse de su delantal negro de
Grandezzas. Me di vuelta para ir a ver a mis nuevas incorporaciones cuando la
amante del romero de la mesa siete me saludó con la mano. Sus uñas eran largas y
negras con brillo en las puntas. Las había notado antes, pero ahora que las movía en
el aire hacia mí, admiré cómo brillaban mientras las luces bailaban sobre el brillo.
Me presenté a ambos con mi brillante sonrisa. A medida que me acercaba a la
mesa, el aroma se hacía más fuerte.
―Tenemos que irnos. ―Sus palabras fueron precipitadas y dramáticas. Ahora
tenía aún más curiosidad. ¿Necesitaba de repente ir a cuidar su jardín de hierbas...
o revolcarse en él, tal vez?
―¿Disfrutaron su comida? ―pregunté, a propósito de la demora. Era obvio
que lo habían hecho. Quedaba muy poco en sus platos. Era raro que alguien se
quejara de su comida en Grandezzas.
―Está bien, Tabatha. Pidamos capuchinos y miremos el menú de postres.
Dijiste que querías probar su crème brulèe ―dijo el amante del romero. Tabatha no
estaba comiendo nada de eso, sin embargo. Sacudió la cabeza cuando sus ojos se
abrieron de par en par y sus brillantes lentes de contacto de color verde los hicieron
parecer de otro mundo. Suponía por su impactante efecto que su color natural era
un verde claro.
―Debemos irnos. Lo siento ―dijo, poniendo las manos en el borde de la mesa
para empujar hacia atrás y ponerse de pie rápidamente―. Rápido, págale y
salgamos de aquí.
Trabajar hasta el final se había convertido en algo entretenido. Esperaba que
discutiera con ella un poco más porque quería ver qué haría a continuación.
―Tab, cariño, estás cubierta de tomillo. Estamos bien. Tú lo has dicho ―dijo
esto mientras lanzaba sus ojos en mi dirección con una silenciosa mirada de
disculpa.
―¡ROMERO! ―gritó la corrección y lo fulmino con la mirada, antes de
levantar el brazo para apuntar una de sus brillantes uñas a la puerta de salida―. Es
romero, y me voy. Págale y vamos.
Había una buena posibilidad que Tabatha se tropezara con algo ilegal.
―Bien ―respondió con un suspiro de derrota o frustración―. No estaba
seguro de qué hierba me habías rociado. Cálmate.
―Todos ustedes deberían irse. El aire está pesado con él ―dijo en voz alta―.
Esta noche, el mal es espeso. ―Después de anunciar esto a todos, salió con los
hombros hacia atrás y la confianza claramente en exhibición.
Ah, no son drogas después de todo. Ella era una de esas. Debería haberlo
descubierto antes.
―Lo siento ―me dijo mientras le entregaba la factura.
―No te preocupes ―respondí con una sonrisa―. Esto es Savannah. ―Ese fue
todo el consuelo que pude darle.
―Es una bruja o una wiccana ―explicó, como si esas dos cosas fueran lo
mismo―. Es dueña de la Botica Mágica de la ciudad ―añadió, como si eso lo
mejorara. Tenía que saber lo absurda que sonaba su explicación. Sin embargo,
explicó el romero.
Mantuve mi sonrisa en su lugar mientras él sacaba el dinero y me lo entregaba.
―Quédese con el cambio.
―Gracias. ―Debería haber sido mi única respuesta. Las próximas palabras
que salieran de mi boca serían ignoradas, pero las diría de todos modos―. El
conocimiento de las hierbas no la convierte en una bruja. Tengan cuidado, los dos.
Se necesita más que romero. ―Entonces me di la vuelta y me fui. Sabía por
experiencias pasadas que advertir a los que bailaban demasiado cerca de la
oscuridad que anhelaban pero que no formaban parte de ella, no servía de nada.
Siempre se ofendían por la verdad. Querían ser mágicos, y cuando alguien les decía
que no podían elegir ser encantados, los wiccanos se ponían a la defensiva.
Necesitaba revisar la nueva mesa que Heath me había entregado, pero
primero, iba a la parte de atrás a esperar a que el tipo del romero se fuera.
Probablemente intentaría defender a su novia o pensaría que yo era una fanática
religiosa que intentaba salvar su alma. Ya no estaba de humor para lidiar con él.
Había dicho todo lo que iba a decir.
―La locura está por todo el pueblo. Tengo que amar el mes de octubre en
Savannah. ―Escuché decir a un cliente a su cita. Su risa siguió. Fue fácil encontrar
esto divertido. Yo también quería reírme. Fingir que todo era diversión y juegos.
Que sean "brujas" y tengan sus reuniones en el bosque, que usen su ropa oscura y
que vendan "hechizos" de sus tiendas.
Una vez lo ignoré y no quise advertirles. No sabía el daño que podía causar.
No sabía de las almas oscuras y malditas que encontraban su propia diversión en
mujeres como esa. Ahora sabía que, si se acercaban demasiado, descubrían
demasiado, se daban cuenta que había almas entre ellas con más poder del que sus
hierbas podían crear, entonces en un abrir y cerrar de ojos, su vida se perdería.
Inhalé profundamente, haciendo retroceder el recuerdo del rostro pálido y sin
vida de un adolescente que se había acercado demasiado. Descubrí demasiado. Su
obsesión con mi hermana le había llevado a acechar, a ver más de lo que debería, y
mi madre se había asegurado que nunca viera otra cosa. Los recuerdos de la infancia
para mí no eran felices ni atractivos; eran oscuros y retorcidos. No podía pensar en
ellos por mucho tiempo y seguir llevando una vida normal.
Fui a ayudar a los dos hombres de la antigua mesa de Heath. Eran hombres de
negocios de fuera de la ciudad que se habían entretenido con el teatro de Tabatha.
Escuché su conversación cuando me acerqué a ellos. Ambos querían un trago más
de whisky puro y su cuenta. Me ocupé de su petición, me reí de sus chistes y me
dejaron una buena propina de cien dólares.
Escondiéndola, sabía que mi conciencia no me permitiría no dividirlo con
Heath. La rareza de esta noche era parte del sentimiento del centro de Savannah, y
los otros clientes tenían razón. En octubre, la rareza que rodeaba a esta ciudad era
peor. Tabatha puede no haber sido una bruja, pero no tenía dudas de que conocía
sus hierbas y podía usarlas con todo su poder. Estaba segura que cualquiera que
estudiara los beneficios de las hierbas podría hacer lo mismo. Yo creía firmemente
en los aceites esenciales. La menta podía arreglar todo tipo de dolencias. Era
básicamente la misma idea que las hierbas.
―¿Estás cubriendo a Heath? ―preguntó Ben, uno de los otros servidores,
mientras se quitaba el delantal.
―Sí ―respondí.
―El horario decía que tenía pisos esta noche. ¿Vas a hacer eso por él?
Asentí, aunque Heath no había mencionado que le tocaba limpiar los pisos
cuando me había rogado que cubriera su mesa. Tal vez no estaría compartiendo esa
propina después de todo.
―Me ofrecería, pero tengo un debate en dos días que es una gran parte de mi
promedio semestral, y no estoy listo para ello.
La mayoría de los servidores de Grandezzas eran estudiantes universitarios.
Había varias universidades en la zona. Yo no era una de esos estudiantes
universitarios.
―Yo me encargo de esto. Buena suerte ―le dije.
―¡Gracias! ―respondió, mientras se daba la vuelta para irse después de una
breve pausa como si no estuviera seguro que debía dejarme.
Fui a buscar las llaves que estaban debajo del puesto de huéspedes y cerré la
puerta principal. La noche se estaba haciendo más lenta afuera. Las calles estaban
menos transitadas. Me quedé allí hasta que vi que las luces del auto de Ben se
desvanecían. Jacque todavía estaría en la parte de atrás con el equipo de cocina
limpiando. Los dueños, Mattia y Greta, se habrían ido poco después de las ocho
como siempre lo hacían. En su mayor parte, las noches aquí eran predecibles. Mi
trabajo esta noche era limpiar las mesas y reponer los condimentos. Lo hacía y luego
pasaba a los pisos.
Sería la última en salir esta noche. Jacque se preocuparía por eso y le daría a
Heath una charla sobre eso más tarde. Haría falta mucha insistencia para que Jacque
me dejara aquí sola.
Su cansancio de hoy y el deseo de volver a casa con sus perros, Raven y Roxy,
sería lo que finalmente causó que me dejara aquí. Sin embargo, le contaría a Mattia
y Greta sobre esto, porque se sentiría culpable por volver a casa. Mattia le daría un
sermón a Heath sobre ser más responsable al entregar sus futuros turnos. Mattia y
Greta eran como padres mayores y cariñosos para todos nosotros. La idea que una
mujer cerrara sola por la noche les horrorizaría a ambos.
No era la primera vez que cubría a alguien más y me dejaban sola.
Normalmente, esperábamos a que Jacque se fuera para que no supiera que me iban
a dejar sola. Ningún camarero quería decepcionar a Mattia o Greta, pero eran
estudiantes universitarios. Tenían mucho que hacer. Yo no. Sólo tenía este trabajo y
no me importaba cerrar. Además, no había un hombre o una mujer esperando en las
sombras que pudiera hacer algo para perjudicarme. Estaba más segura sola que con
cualquier hombre que se quedara para acompañarme al auto.
Yo era el mal al que todos debían temer.
El compañero de habitación
―¡Ya era hora de que llegaras aquí! ―Margo ya estaba arrastrando las
palabras. Estiró la mano para agarrar mi brazo y me metió en el apartamento con el
gusto de una universitaria borracha―. ¿Por qué tardaste tanto? ―preguntó, y luego
hizo un gesto hacia el apartamento lleno de gente sin esperar mi respuesta―. Estos
son amigos. No conozco a todos estos amigos, pero algunos son de Heath. ¡Algunos
son de Rathe y otros son míos y ahora son tuyos! ―Añadió la última parte como si
me hubiera dado un gran premio. No me gustaban las multitudes. Margo sobria
recordaría que yo no quería estos “amigos”, y que no quería estar aquí. Pero estaba
tratando con la Margo borracha esta noche.
Había estado con Margo cuando había bebido su primera cerveza en una fiesta
de bienvenida cuando teníamos 16 años. En esto se convirtió, alegre, vigorosa, e
incluso más amigable que de costumbre. Eché un vistazo al apartamento lleno de
gente y vi lo que parecía una fiesta de instituto, pero con gente un poco mayor y
mucha más cerveza. Había chicas y chicos coqueteando. Una seria cantidad de
muestras públicas de afecto. Y, el típico juego de cerveza pong tenía lugar en una
larga mesa plegable blanca colocada en medio del salón.
Esto no era lo que quería hacer en mi noche libre del trabajo, pero mi otra
opción era irme a casa, y nunca quería hacerlo hasta que tenía que hacerlo. Debí
haber ido a la película del dólar sola, que había sido mi plan hasta que Margo me
envió tres mensajes de texto y luego llamó todo en un periodo de cinco minutos
insistiendo en que fuera a su fiesta.
Esta era la primera fiesta universitaria a la que asistía y, por lo que parece, sería
la última. Siempre me he sentido fuera de lugar e incómoda con estas cosas. Margo
tomó mi bolso y asintió hacia su dormitorio.
―Pondré esto ahí. ¡Ve a conseguir un trago! ―Estaba demasiado entusiasmada
con que yo bebiera. Odiaba reventar su burbuja, pero no iba a beber cerveza. Nunca
había estado tan desesperada como para beber cerveza. Una probada era todo lo que
había necesitado para saber que no iba a volver a tocar esa cosa.
Vi a Margo irse con mi bolso, deseando haber inventado una excusa para irme.
Pero ahora estaba aquí e intentaría hacerla feliz quedándome todo el tiempo que
pudiera soportar mentalmente. Volviendo a mirar hacia el apartamento completo,
hice una rápida exploración de la multitud otra vez. Más chicos tenían ahora vello
facial y las chicas estaban más desnudas, pero sus acciones eran exactamente las
mismas que en las fiestas del instituto.
El cine del dólar estaba proyectando el Rocky Horror Picture Show esta semana.
¿Por qué no había ido allí? Esto iba a ser molesto. Me iba a ver obligada a hablar con
gente, que no conocía, en un ambiente social. No era buena en eso. Ya estaba molesta
y ni siquiera me habían molestado todavía.
Empecé a apartarme de la escena para ir a buscar una bebida que no contuviera
alcohol cuando mi camino fue bruscamente bloqueado por un tipo. Mis sentidos
reconocieron por primera vez que él olía increíble. Estaba mirando fijamente su
pecho, lo que significaba que era varios centímetros más alto que yo. Levantando la
mirada, observé los hombros anchos. Para terminar, suspiré con el pensamiento y
luego levanté la mirada para encontrarme con sus ojos, azules e intensos. Eran
llamativos e hicieron que uno quisiera quedarse parado allí y mirarlos. No era
necesario decir palabras.
Obligándome a apartar la mirada de sus ojos, mi mirada se dirigió a su boca, y
me di cuenta entonces que me sonreía como si tuviéramos un secreto. Como nunca
lo había visto, sabía que no teníamos ningún secreto entre nosotros; sin embargo, su
sonrisa se mantuvo intacta. Esperé a que dijera algo. Siempre dejo que el tipo hable
primero. Termina con esto. Luego seguirían adelante. Este me daba tiempo para
impresionarme con su apariencia, o se esforzaba por no reírse de mi obvia reacción
hacia él.
―Disculpa ―dije finalmente, después de un incómodo momento de silencio.
―¿Puedo ofrecerle un trago? ―preguntó, pero fue más bien una declaración.
Su tono había sonado como si yo hubiera estado aquí esperando que me trajera una
bebida. Su sonrisa no era para divertirme, sino porque era arrogante. Sabía que era...
deslumbrante. Sus ojos eran únicos, su piel de un bonito color bronceado, y su
cabello era oscuro, como el mío; sin embargo, era lo suficientemente largo como para
meterse detrás de las orejas; pero, estaba despeinado en ese aspecto de recién salido
de la cama. Sabía que eso debía volver locas a las chicas, haciéndoles desear que
fuera su cama la que él hubiera visitado. Desafortunadamente para él, yo era inmune
a la belleza. Sabía muy bien lo vacía que podía ser.
―No, gracias ―respondí, tratando de no dejar que mi molestia se mostrara
ante su confianza. No era que estuviera en contra de los tipos seguros de sí mismos.
La gente debería estar cómoda en su propia piel. Eran solo los chicos que pensaban
que su apariencia era suficiente. La belleza exterior nunca era suficiente y nada de
lo que yo deseaba.
―No te he visto por el campus ―dijo, sin que le afectara mi obvio desinterés
por su apariencia.
―Delvaux es un campus grande ―respondí. También fue fundado por el
tatarabuelo de mi padre, y uno al que no llegué a asistir, pero él no necesitaba saber
todo eso.
Volvió a sonreír. Tenía que saber que se veía bien haciéndolo. Debe ser su
objetivo cuando atrae a las mujeres.
―Es grande, pero tú destacarías. Si nos hubiéramos cruzado, me habría dado
cuenta.
Encantador, pero lo estaba desperdiciando conmigo. Estaba segura que había
veinte mujeres aquí que sonreirían y se derretirían. Necesitaba llevar este talento a
otra parte.
―Cat, estás aquí y has conocido a Rathe. ―La voz de Heath era un alivio. El
único chico con el que quería hablar en este lugar había venido a rescatarme. Miré a
mi izquierda para ver que Heath se había acercado a mi lado. La tensa sonrisa de su
rostro normalmente relajado me intrigó. No parecía gustarle el señor Romeo, y a
Heath le agradaban todos.
―Cat ―repitió mi nombre el tipo al que Heath había llamado Rathe. La forma
en que su voz hizo que estas tres simples letras sonaran sexy era impresionante.
Tenía talento en el arte de atraer a las mujeres. Le concedería eso. Solo necesitaba
alejarse de mí. No era una mujer a la que quisiera atraer. No tenía ni idea de lo que
estaba intentando hacer. No es que yo cayera en su encanto, pero él seguía jugando
con fuego. Podía advertirle que estaba perdiendo el tiempo, pero eso siempre hacía
que los hombres se esforzaran más. Mi encanto repelente le golpearía muy pronto.
Siempre tardaba unos minutos más para que los más decididos se rindieran a él.
―No exactamente ―le dije a Heath, deseando que Rathe se fuera ahora. La
tensión en Heath era extraña. ¿No invitó a este tipo? ¿Eran enemigos? No podía
imaginar que Heath tuviera un enemigo. Era demasiado agradable para que alguien
lo odiara. Incluso a sus locas ex-novias con el tiempo les agradaba de nuevo.
Heath asintió hacia el tipo al que había llamado Rathe.
―Este es nuestro nuevo compañero de habitación Rathe. Rathe, Cat es nuestra
amiga más íntima.
Espera, ¿qué? ¿Este era su nuevo compañero de cuarto? Estaba segura que a
Heath no le gustaba Rathe, pero ¿estaba viviendo con el tipo? ¿No había entrevistado
a Rathe primero? ¿Qué había pasado ya para causar esta energía negativa entre los
dos? Heath era demasiado amable. Cometía los peores errores con las mujeres, y
ahora, se había mudado con un chico que no parecía importarle mucho. Realmente
esperaba no tener que limpiar esto por él como lo hice con la última novia. Odiaba
tener que jugar con el destino. Siempre era el último recurso.
―Margo está por aquí en alguna parte ―me dijo Heath entonces―. Puedo
ayudarte a encontrarla ―añadió, mientras me rodeaba el brazo con su mano. Era
muy posesivo e impropio de Heath. ¿Planeaba arrastrarme para ir a buscar a Margo?
Toda esta situación se estaba volviendo cada vez más extraña.
―Tomó mi bolso cuando llegué aquí. Estoy segura que volverá en un momento
―le dije. Su mano no me soltó el brazo. La miré, preguntándome qué iba a hacer a
continuación. Heath no era del tipo agresivo. Esto era muy fuera de lo común para
él. La única explicación para esto podría haber sido la presencia de Rathe.
―¡Rathe! Ven a jugar con nosotros ―gritó una mujer desde el salón―. Estamos
a punto de jugar a la cerveza pong. Les dije a los demás que les ganaste a todos en
la cerveza pong la otra noche en la fiesta de Episolm ―añadió.
―Mejor que te pongas a ello, campeón ―instó Heath, como si no se le ocurriera
una idea mejor. La forma en que le hablaba a Rathe era como lo hacía con todos los
demás. Parecía amistoso, pero su lenguaje corporal era otra historia.
Volví mi atención a Rathe. El extraño comportamiento de Heath había
disminuido, pero no del todo, ya que seguía aferrándose a mí como un niño perdido
que iba a llevar hasta sus padres. Íbamos a discutir eso más tarde. Cuando
estuviéramos solos.
Rathe me estaba estudiando como si estuviera tratando de entenderme. No le
había puesto cuidado a la otra chica en absoluto. Solo esto me dio curiosidad. Ya
debería haber perdido el interés en mí. El repelente del encanto era sutil, pero era
fuerte. Había tenido que lanzarlo para asegurarme que los hombres siempre me
dejaran en paz. Mi encanto natural tenía que ser combatido con uno sobrenatural.
Era la única manera de salvarlos de sí mismos.
Lo estudié de cerca, tratando de ver si algo estaba cambiando en la forma en
que me estaba mirando. Podía sentir que se sentía incómodo con mi escrutinio.
Podía leerlo fácilmente en sus inusuales ojos. Tal vez el amuleto finalmente estaba
haciendo su magia. Con un movimiento de sus pies, dio un paso atrás.
―Te veré por ahí, Cat ―dijo, y luego se dirigió hacia la multitud que lo
esperaba. Incluso la forma en que caminaba llamaba la atención. Tenía un pavoneo
que tenía a todas las mujeres de la habitación jadeando tras él. Excepto a mí. Giré la
cabeza inmediatamente.
Volví a mirar a Heath y fruncí el ceño mientras Rathe era observado por los
demás.
―¿Por qué me agarras el brazo con tanta fuerza? ―pregunté, no tan
educadamente.
Inmediatamente dejó caer su mano.
―Lo siento ―murmuró, mientras sus mejillas se ponían ligeramente
rosadas―. No me di cuenta de que lo estaba haciendo ―dijo, como si fuera una
excusa.
―Actuaste de forma extraña con Rathe. Eso no es un buen presagio si ahora es
tu compañero de cuarto. ―Esta era mi preocupación. Si Heath pensaba que
necesitaba protegerme de Rathe, que era lo que parecía, ¿por qué iba a dejar que
Rathe viviera en el mismo apartamento que Margo? ¿Se había enterado de cosas que
no le gustaban después que Rathe se mudara? Había un hechizo protector alrededor
de este apartamento. Uno que me alertaba si mis amigos estaban en peligro, pero si
Rathe era un problema, ¿por qué Heath le estaba permitiendo quedarse?
Sus cejas se juntaron en un ceño fruncido.
―No estaba tratando de protegerte de Rathe. Es un buen tipo. Es solo un
mujeriego. Lo he visto con chicas, y pasa por una tras otra. Cuando te vio. ―Heath
hizo una pausa, luego se encogió de hombros y miró por encima de mi hombro
derecho para romper el contacto visual conmigo―. Sabía que se centraría en ti, eso
es todo. Quería que entendiera que no eras otra chica para que la usara y la tirara.
Aunque sabía que no estarías interesada en él.
Había habido ocasiones en el instituto donde Heath había parecido
extrañamente protector cuando los chicos se acercaban a mí, pero una vez que yo no
mostraba interés, se tranquilizaba. Era igual de protector con Margo, y me hacía
sentir especial que se preocupara por mí como lo hacía con su hermana. No tenía un
vínculo fraternal con mis hermanas. Claro, vivíamos bajo el mismo techo, pero no
eran exactamente el tipo de hermanas acogedoras.
―¿Le presentaste a Rathe? ―preguntó Margo, con el arrastre de las palabras
en su voz empeorándose. ¿Había bebido más desde que se fue a guardar mi bolso?
―Sí ―la respuesta de Heath fue cortante, como si no quisiera hablar de Rathe.
Si iban a ser compañeros de habitación, entonces tenía que decidir si le gustaba o no.
El contrato de alquiler del apartamento estaba a nombre de Heath. Podía echar a
Rathe. No había razón para que se sintiera incómodo en su propia casa.
―¿Y la dejó aquí de pie? Esperaba que él la sedujera ―respondió Margo con
una risa de borracha. Margo creía que todos los hombres deberían quererme. No se
equivocaba, pero no sabía la verdad. Mi encanto solo funcionaba en aquellos que se
sentían atraídos por mí sexualmente. A Margo no le afectaba el encanto repelente ya
que no le atraían otras mujeres. Ella veía mi verdadero yo.
Nací en una familia cuyo mayor poder era su belleza exterior. Era repugnante.
Había luchado contra ella la mayor parte de mi vida. Me negaba a causar la misma
destrucción que me habían obligado a presenciar. Mi madre y mis hermanas eran
un veneno que yo no quería ser.
―Fue a jugar a la cerveza pong con Chasity Arnold. ―Heath dijo el nombre
de la chica como si eso lo explicara todo. No tenía ni idea de quién era, pero Margo
sí, y su nariz se retorció de disgusto.
―Asqueroso ―murmuró―. Chasity es tan maquillada y falsa. Si su cabello,
sus tetas, sus pestañas y su maquillaje se caen es un troll.
―Sé amable ―le advirtió Heath rápidamente―, y deja de beber cerveza. Ve a
tomar un poco de agua. Estás arrastrando las palabras.
Ella fulminó con la mirada a su hermano.
―Es verdad. Jeffrey Moore dijo que la había visto antes que se pusiera todas
esas cosas. Incluso sus pechos están pegados con cinta adhesiva para hacer un
escote, y su sostén está relleno de gotas de silicona.
―Cat, por favor, hazla callar ―suplicó Heath.
Margo se giró para alejarse, luego recordó que yo estaba allí y me tomó la
mano.
―Vamos, Cat. Él arruina toda la diversión.
Me fui con ella, no porque quisiera, sino porque no tenía elección. Heath tenía
razón; necesitaba bajar la voz y beber un poco de agua. Él tenía las manos llenas con
este lugar lleno de gente. No habían hecho fiestas aquí antes de Rathe. Me
preguntaba si eso le estaba molestando a Heath. Tener a toda esta gente en su casa
alrededor de sus cosas. Yo lo odiaría.
Heath y yo siempre nos llevábamos bien porque estábamos de acuerdo en la
mayoría de las cosas. Todo menos las chicas con las que salía. En su mayor parte,
éramos similares. Sabía sin preguntarle que preferiría estar viendo The Rocky Horror
Picture Show ahora mismo también. Margo era la que siempre necesitaba gente a su
alrededor.
Margo se detuvo después de que nos alejáramos bastante de Heath y me soltó
la mano para abrazar a un tipo pelirrojo alto con pecas y ojos marrones. Su diversión
por el ataque demasiado entusiasta de Margo hizo que me gustara a primera vista.
―¡Chip! ¡No te vi entrar! ―exclamó. Estaba dispuesta a apostar que no había
visto entrar a la mitad de la gente porque había estado demasiado ocupada
bebiendo.
―No he estado mucho tiempo aquí ―respondió, con una sonrisa torpe
mientras le daba palmaditas en la espalda, inseguro de qué hacer con su abrazo
demasiado entusiasta―. Gran fiesta.
Ella se inclinó hacia atrás y soltó su agarré sobre él.
―¡Gracias! Ya era hora de que tuviéramos una. La bola y la cadena de Heath
nos impedían divertirnos por aquí ―dijo esa parte con el ceño fruncido.
Él asintió como si entendiera, pero dudé que tuviera alguna idea de lo que ella
estaba hablando. Margo culpaba a la ex-novia de no haber hecho fiestas en el pasado.
Yo no estaba de acuerdo. Heath no era muy bueno en cosas como esta.
Chip movió su mirada hacia mí y sonrió.
―Soy Chip Manasco. ―Ofreció su mano para que la estrechara. No iba a
esperar a que Margo me presentara, y tenía razón en no hacerlo. No estaba seguro
si recordaba que yo estaba detrás de ella.
―Cat ―respondí, sin decirle mi apellido a propósito. Como mi apellido era el
mismo que el de la Universidad a la que asistía, sería el comienzo de un
interrogatorio que llevaría al hecho de que yo estaba emparentada con el fundador.
Había cometido ese error en el pasado. Llamaba la atención de forma indeseada.
Trabajé duro para pasar desapercibida.
―Encantado de conocerte, Cat. ―Era muy correcto y tampoco parecía encajar
aquí. Muy parecido a mí.
―¡Cat es mi mejor amiga! ―le dijo Margo y luego me rodeó el cuello con su
brazo y me abrazó fuertemente contra ella. Le devolví el abrazo y le di una palmadita
en la espalda. Sonriéndole a Chip, puse los ojos en blanco.
Chip mantuvo su sonrisa, y me recordó a un profesor en lugar de a un
estudiante. Sus gafas redondas añadían al aspecto. Solo necesitaba caquis y una
camisa de botones. Me preguntaba por qué él había llegado a algo así.
―Se ha tomado unas cuantas copas ―le dije.
Se rió y asintió.
―¿Asistes a Delvaux? ―me preguntó entonces.
Margo me soltó y sacudió la cabeza con demasiado entusiasmo.
―No. No te metas en eso con ella. Fuera de los límites ―dijo, con los ojos bien
abiertos.
―Oh ―fue su respuesta mientras la miraba y luego volvía a mirarme. Pude
ver que no estaba seguro si debería disculparse o no. Margo había hecho parecer que
me había preguntado de qué color era la ropa interior que llevaba puesta.
―Lo sé ―dijo Margo, levantando aún más la voz―. Es despampanante,
¿verdad? Pero no coquetees con ella. No le gustará. ¡No le gusta salir con chicos!
―Se suponía que su voz fuerte se elevaría por el ruido, pero no era el momento
adecuado. Todo el mundo se había quedado callado. Volviendo mi mirada hacia la
multitud, de repente mucho más callada, que ahora había oído el fuerte anuncio de
Margo, los vi a todos mirando en nuestra dirección. Rathe estaba en medio de todo
esto con su mano suspendida, sosteniendo una pequeña bola roja entre sus dedos.
Estaba a punto de echarla en otra taza de cerveza. Sus ojos se encontraron con los
míos, e incluso desde aquí, pude ver que estaba divertido.
Odiaba la atención, y Margo me había puesto en el centro de la misma.
Fantástico, esta noche había empeorado, y no pensé que fuera posible. Con un
suspiro, volví a mirar al chico que estaba delante de mí.
Los ojos de Chip se habían abierto de par en par ante el anuncio de Margo. O
era por el comportamiento teatral de Margo o no esperaba que no me gustaran los
chicos. Aunque eso no era cierto, todos aquí asumirían que así era después de oír las
palabras de Margo. Ella no había querido decir lo que toda la sala había escuchado.
Ella sabía mi preferencia sexual, o al menos eso creía. Estaba borracha y sin sentido.
Si no fuera peligroso, creo que disfrutaría de las citas. Elegí alejarme de los hombres
para protegerlos. Era una mujer Kamlock, después de todo, y aunque era diferente
de mis hermanas y mi madre, mi alma estaba maldita como la de ellas.
Heath se dirigía hacia nosotros con el ceño fruncido, y comencé a hacer mi plan
de escape para salir de aquí. El anuncio de Margo no solo me atraería la atención
femenina, sino también la masculina. Ahora era una curiosidad para aquellos que
no se sentían atraídos por mí y veían mi verdadera apariencia. Podría irme ahora e
ir a ver esa película.
―Margo, ve a buscar una botella de agua y bébetela, luego busca otra y
bébetela, maldición ―le grito Heath a su hermana y luego me miró para asegurarse
que estaba bien antes de volverse hacia Chip―. Lo siento, Margo está borracha.
Ignórala ―se disculpó, pero Chip no parecía saber cómo responder. Yo tampoco.
Esto fue simplemente incómodo. Le di a Chip una sonrisa de disculpa. Apuesto a
que él también quería salir de aquí ahora.
Heath se volvió hacia mí.
―Vamos ―murmuró y me tomó el brazo otra vez. Pensé en soltarlo cuando
me di cuenta de que nos estaba llevando hacia la puerta. Mi salida. ¡Hurra! Solo
necesitaba mi bolso.
―Mi bolso está en la habitación de Margo ―le dije, antes de alejáramos
demasiado.
―No te muevas ―respondió, y luego corrió hacia su puerta y regresó en
menos de un minuto. Yo había mantenido mi atención sobre él, en lugar de mirar
alrededor para ver quién me estaba mirando. Heath estaba de vuelta tan pronto que
no tuve tiempo de sentir miradas curiosas que se dirigían hacia mí. Puso mi bolso
en mi hombro y luego puso una mano en mi espalda en nuestro camino hacia la
puerta. Si podía empujarme para sacarme más rápido, empezaba a pensar que lo
haría. Ese pensamiento me hizo sonreír.
Cuando la puerta se cerró tras nosotros, me tomó del brazo para darme la
vuelta y enfrentarme a él. Su expresión estaba llena de preocupación.
―¿Estás bien? ―preguntó, claramente molesto.
―Eh, sí, estoy bien ―le aseguré. Parecía más preocupado por esto de lo
necesario. Margo era lo único de lo que tenía que preocuparse.
―Margo no debería haber dicho eso. ―Sonaba enfadado otra vez.
―Está borracha. Está bien. No hay problema. ―Me encogí de hombros. No me
importaba si un montón de extraños pensaban que no me gustaban los chicos. No
tenía ningún problema con eso.
―Eso es algo para que tú lo compartas. No Margo. ―Lo estaba diciendo como
si necesitara estar segura de eso. Pensé en sus palabras por un segundo y vi la
preocupación en sus ojos, y lentamente me di cuenta. Por qué estaba tan alterado...
―Heath, ¿crees que me gustan las chicas? ―pregunté, tratando de no reírme.
Estaba molesto porque pensaba que Margo me había sacado del armario. Su enojo
tenía sentido ahora.
No respondió de inmediato. Estaba frunciendo el ceño y estudiándome de
cerca. Dejé que lo pensara bien, sin decir nada. No reírse de él era difícil y la sonrisa
que tiraba de mis labios era difícil de contener.
Habían pasado cinco años desde que tuve mi primer y único novio. Tenía
quince años y pensaba que era especial. Cody había dicho que me amaba. Yo le había
creído. Todo eso del amor joven era emocionante. Sin embargo, mi hermana mayor,
Geneva, se aseguró de que yo no experimentara demasiada felicidad, y había
terminado casi tan pronto como había empezado. Cody tuvo suerte de que Geneva
solo quisiera hacerme daño. Todo podría haber sido mucho peor para él.
―Solo has salido con un chico y eso fue hace cinco años ―dijo esto como si lo
explicara todo.
―Cierto, pero tampoco he salido con chicas durante ese tiempo ―le recordé.
Hizo ese estiramiento de cejas que yo conocía tan bien.
―Heath, si me gustaran las chicas, esperaría que, a estas alturas, hubiera
conseguido encontrar una novia. No he salido con nadie en cinco años. Eso no
significa que no me gusten los chicos.
Todavía estaba frunciendo el ceño cuando le di una palmadita en el brazo.
―Me gustan los hombres. Simplemente no estoy hecha para las relaciones.
Mis palabras parecieron abrir un nuevo conjunto de emociones en Heath
cuando explotaron en su cara.
―¿Por ese imbécil de Cody? ―preguntó inmediatamente. Por supuesto,
recordaría su nombre. Pensé que Cody había sido olvidado por todos en mi vida.
―No, en realidad no. Claro, él me mostró lo que podría pasar. ―No añadí “y
lo qué pasaría”, aunque lo estaba pensando―. Soy diferente ―fue todo lo que dije en
su lugar.
El ceño fruncido de Heath se desvaneció, e inhaló bruscamente y luego soltó
una risa corta.
―Sí, Cat, definitivamente eres diferente.
La puerta de su apartamento se abrió entonces, interrumpiendo todo lo que iba
a decir.
El alto cuerpo de Rathe llenó la puerta. Ahora estaba sin camisa, y la vista era
algo para contemplar. Aparté los ojos de él rápidamente, sin querer que pensara que
lo estaba mirando. No había ninguna razón para que se quitara la camisa más que
para llamar la atención, y ya la tenía en abundancia. No le daría más.
―Margo se ha encerrado en el baño y está golpeando la puerta y no puede
salir. ¿Hay una llave? ―preguntó.
―Mierda ―murmuró Heath y luego me miró―. Envíame un mensaje cuando
llegues a casa a salvo ―dijo.
Asentí.
―Por supuesto ―le aseguré.
Parecía que quería decir más, pero los gritos de Margo se podían oír ahora aquí
fuera. Gimió y se volvió para entrar a salvar a su hermana. No miré hacia el
apartamento. Rathe seguía allí, y aunque era agradable de ver, no necesitaba
permitirme ese tipo de placer. Abría las puertas a cosas que tenía que mantener
cerradas. No tenía que mirarlo para saber que me estaba observando irme, lo que
hizo que no mirar atrás fuera aún más difícil.
La familia
―¡Es el día de mi boda, perra! Levántate y brilla. ―El temido sonido de mi
hermana mayor, Geneva, interrumpió mis sueños; sin embargo, mantuve los ojos
cerrados. Un segundo más de paz antes de que tuviera que despertar y enfrentar un
día lleno de celebraciones que realmente deberían ser anunciadas como si fuera un
funeral, en lugar de una boda. Cualquier hombre engañado para casarse con una de
mis hermanas pedía un infierno que no sabía que existía―. Hay cosas que hacer y
necesitamos tu ayuda, por mucho que me duela ―dijo la segunda parte con disgusto
en su tono. Me dolió mucho más, estaba segura de ello. Negarse a ayudar hizo la
vida aquí aún más miserable. Me decía a mí misma que sería mejor que Geneva se
fuera, pero sabía que no se iba a ir. Estaría arruinando la vida de un hombre, como
mi madre la de mi padre, y yo tendría que ser testigo de ello. Después de la luna de
miel, ella estaría aquí a menudo.
La almohada con la que me había cubierto la cabeza fue arrebatada. Gemí,
poniendo mi brazo sobre mis ojos para cubrirlos de la luz que entraba por las
ventanas. Ella había abierto las cortinas para añadir molestia.
―¿Para qué me necesitas tan temprano? ―me quejé.
―Sabes para qué te necesito, así que levántate y deja de ser una perra perezosa
―me gruñó.
Mis ojos acababan de ser asaltados por la luz del sol. El clima debería hacerla
feliz. ¿Por qué me necesitaba? Lo único para lo que me necesitaba era para arreglar
el clima.
―Veo el sol ―declaré lo obvio y luego entrecerré los ojos al apartar el brazo de
mi cara.
―Si sacaras tu culo de la cama, verías que no va a durar mucho tiempo.
Necesito hierba seca y sol. Quiero una boda fuera. Está soleado ahora, pero esto se
va a ir pronto. ¡Levántate!
―¿No puedo secar el suelo más tarde? ―pregunté.
―No, no puedes simplemente secar el maldito suelo. La lluvia está entrando y
quedándose. Además, ¿qué pensaría la familia de Miles si la única tierra seca en
kilómetros estuviera en nuestro patio trasero? ¡Piensa, idiota!
Tirando mis cobertores, me senté aún entrecerrando los ojos ante el sol. Ella
tenía razón, por supuesto. El hecho de que nuestro patio trasero fuera la única tierra
seca no tendría sentido.
―Si me dejas en paz el resto del día, lo haré ―le dije.
Dejó salir una risa corta y fuerte.
―Te dejaré en paz, pero mamá no lo hará. Hoy se trata de mí.
Quería volver a caer en mi cama y desear que todo esto desapareciera, pero
había tratado de deshacerme de mi madre y hermanas desde que tenía cinco años,
y aún no había funcionado. Podía alejar a cualquiera, excepto a la gente de la que
realmente quería alejarme... mi familia. Los Kamlock pueden ser talentosos brujos
de magia negra, pero eran buscadores de oro de basura blanca, y mi madre era una
Kamlock. Aunque me negué a aceptar ese nombre. Mi padre había sido un Delvaux
y yo seguiría siéndolo. Él era mi único vínculo con el bien. Para no convertirme en
lo que mi madre quería que me convirtiera.
―¿La levantaste? ―Mi hermana del medio entró en la habitación y se detuvo
cuando me vio sentada―. Buenos días, ahora ve a hacer sol ―dijo con una risita,
como si estuviera haciendo una broma. Leanne no era la perra que era mi hermana
mayor, pero tampoco era un ángel. Leanne era más bien una entrometida. Si había
una olla que remover, ella la removía. Cuanto peor era la situación, más feliz parecía.
―Esta no es mi boda, gracias a la tierra, pero iré a asegurarme que tengas
hierba seca y luego me iré. No me quedaré aquí todo el día en esta locura ―contesté.
―La tía Marigold estará aquí pronto ―me dijo Leanne, como si me importara
que llegaran más mujeres Kamlock. Todas las Kamlock llegarían hoy. No pasamos
tiempo en familia. La hermana de mi madre sólo tenía una buena cualidad, su hijo.
Duely era el único miembro de la familia que no era cruel, egoísta y odioso.
―Otra razón para huir ―murmuré. La hermana de mi madre no era tan
malvada como mi madre, pero era molesta. No quería oírla hablar una y otra vez de
mi futuro y de la historia de las hermanas Kamlock. Conocía la historia. Conocía el
pasado. Las últimas hermanas Kamlock que prosperaron vivieron hace doscientos
años. Las últimas tres generaciones no tuvieron un buen historial, incluyendo a mi
madre y sus hermanas. La tercera hermana ni siquiera había llegado a la edad adulta
antes de morir en un incendio creado por mi madre.
―Bien, vete. Pero arregla este tiempo ―dijo Geneva, y luego arrojó su largo
cabello platinado sobre su hombro izquierdo antes de salir por la puerta de mi
dormitorio como si fuera una reina y yo su sirvienta. Girando los ojos, me levanté, y
Leanne seguía allí mirándome. Entrecerró sus ojos verdes hacia mí. El color de los
mismos es tan brillante y asombroso, que ni una sola vez deseé haber recibido esos
ojos de mi madre como los tenían mis hermanas. Prefería los ojos azules que venían
de algún lugar de la línea de mi padre. Los suyos eran marrones, pero como los
Kamlocks sólo tenían ojos verdes, los míos debían ser de los Delvaux.
Sabía poco sobre la familia Delvaux. Sólo lo que había podido leer en los libros
y lo que mi padre me había dicho cuando era pequeña. La familia Delvaux odiaba a
mi madre. Ella era la belleza de mala muerte que les robó su hijo y luego se llevó
todo lo que tenía. No los culpé por eso. No tenían ni idea de la magnitud del odio
que debían tener hacia ella. Ella había hecho mucho más que tomar toda la herencia
de mi padre a su muerte. Estaba segura de que ella había causado su muerte.
Mis hermanas tenían un padre diferente... Zephyr. Era un poderoso hechicero
que lo había visitado brevemente a lo largo de los años y nunca había exigido que
tomaran su apellido, aunque no usaba un apellido. Mis dos hermanas usaron el
nombre de Kamlock como si fuera algo de lo que sentirse orgullosas.
Yo era diferente. No toda mi sangre estaba contaminada por la oscuridad.
Tenía a mi padre dentro de mí y estaba agradecida por esa diferencia. También
estaba agradecida que él quisiera su apellido en mi certificado de nacimiento.
―Ya tienes veinte años, Catalina. Rechazar tu derecho de nacimiento es sólo
retrasarlo. ¿Por qué seguir así? ―Leanne puso un cigarrillo entre sus labios,
sabiendo que no permitía fumar en mi habitación. Chasqueó los dedos para
encenderlo, y cuando no pasó nada, me miró acusadoramente; sin embargo, no
intentó encenderlo de nuevo.
―No lo estoy retrasando. Lo estoy negando. ―No esperé a que ella dijera más
o tratara de sacarme de quicio. Era buena en eso, usando su tono tranquilo y su dulce
sonrisa para decir las cosas exactas para molestarte. Su cabello rojo me recordaba lo
mucho que nuestra madre estaba en ella. Se parecía más a mamá que Geneva o que
yo; sólo que era mejor para ocultar su perra interior.
Salí de mi habitación y la dejé allí para que se cocinara en su propia olla de
lucha en la que prosperaba y me dirigí a las puertas que daban a la terraza trasera.
No iba a bajar y salir al patio trasero hasta que estuviera segura que lo necesitaba.
Geneva podría muy bien estar exagerando sobre el clima. Abriendo las puertas
dobles situadas en la parte superior de las escaleras que conducen al tercer piso, salí
a la terraza. Inhalando, cerré los ojos y probé la lluvia que vendría. Exhalando, mi
humor se volvió aún más agrio. Odiaba cuando Geneva tenía razón. Iba a llover hoy
más tarde. No había ninguna duda al respecto.
Girando la cabeza, miré a la derecha y vi la casa en la que Heath y Margo
habían crecido desde que tenían siete años. Se habían mudado al lado después de
una tragedia que ni Margo ni Heath habían compartido conmigo. Sabía que una vez
fueron tres, trillizos, y que perdieron a su hermana Mary cuando sólo tenían seis
años. Sin embargo, ni una sola vez compartieron eso conmigo o me dijeron cómo la
mataron. Pero yo lo sabía.
Sus padres aún vivían allí. Eran padres mucho mayores. Aunque Margo y
Heath nunca dijeron nada sobre la edad de sus padres, los niños los confundieron
con sus abuelos en las funciones escolares cuando éramos más jóvenes. Sin embargo,
eso me gustaba de ellos. Se sentían como abuelos. Su madre siempre nos hacía
galletas y nos enseñaba a mezclar la masa nosotros mismos. Durante las vacaciones,
siempre me invitaban a unirme a sus festividades. Tenían un árbol de Navidad
tradicional cubierto de palomitas de maíz que ensartábamos y adornos hechos a
mano que Heath y Margo habían hecho a lo largo de los años. Fueron los únicos
normales que llegué a experimentar. Hubiera pensado que su vida era perfecta si no
hubiera sabido que vivían como si Mary no hubiera existido. Ni siquiera una foto de
ella en su casa. Era un lugar oscuro que todos tenían dentro.
Su casa no estaba al lado, pero eran nuestros vecinos más cercanos. Como
estaba a dos campos de fútbol de distancia, no podían ver en nuestras ventanas o
ver nuestras caras, pero si me arriesgaba y saltaba desde este balcón para evitar
enfrentarme a mi madre abajo, estaba segura que se darían cuenta. Los padres de
Margo y Heath llamarían a la policía y las cosas se pondrían demasiado
emocionantes por aquí.
Suspirando, volví a entrar y cerré las grandes puertas ornamentadas detrás de
mí. Eran extravagantes como el resto de la casa. Mi padre le había dado a mi madre
exactamente lo que quería. Que había sido todo. Esta casa había estado en su familia
durante doscientos años. Había ampliado, actualizado y hecho todo lo que mi madre
le pidió. Luego ella lo dejaba morir o lo hacía morir. Su avión privado se había
estrellado cuando estaba en él sin ella, lo cual era raro. Eso me había perseguido
durante mucho tiempo, pero cuanto más envejecía, empecé a darme cuenta que la
vida que él habría tenido con ella, si hubiera vivido, habría sido horrible. Ella nunca
lo habría dejado ser libre. Sus propios deseos le habrían sido arrebatados y
reemplazados por los de ella. Su mundo la habría complacido y él nunca se habría
dado cuenta. No tenía pruebas de que ella hubiera hecho que su avión se estrellara,
pero conocía a mi madre. Eso fue suficiente para que la posibilidad me persiguiera.
Muchas noches me había acostado en la cama, preguntándome cómo habría
sido tenerlo aquí. Que su familia nos visitara o que fuera a visitarlos. Era toda una
fantasía, porque mi madre nunca lo hubiera permitido. Sabía por el odio que su
familia tenía hacia mi madre y su negativa a reconocerme que ya lo había alejado de
su familia cuando murió.
En cuanto mi pie tocó el piso de abajo, supe que mi madre estaba despierta.
Podía oler su cigarrillo. Ese fue su desayuno preferido. Geneva hablaba de la madre
de su futuro marido y de cómo estaba preparada para deshacerse de ella. Me
estremecí porque sabía, sin duda, que haría exactamente lo que mi madre le había
hecho a mi padre.
Para evitarlas, giré a la derecha y caminé hacia la parte trasera de la casa en el
lado oeste. Mi madre sabría que estaba despierta y qué estaba haciendo. Había poco
en esta casa que ella echara de menos. Me sentí aliviada cuando no me llamó por mi
nombre o me llamó a la cocina. Al abrir la puerta trasera, justo más allá de la
biblioteca que había sido de mi padre pero que no se me permitía usar, salí al césped
verde y caliente y dejé que mis pies descalzos se empaparan en la tierra debajo de
mí como si fuéramos uno. Me sentí más en paz cuando estaba tocando la tierra. Cerré
los ojos y entré en el jardín que estaba bajo el calor del sol, sin necesidad de ver para
llegar allí. He hecho mi santuario aquí tantas veces en mi vida. Tenía un poder aquí
que ni mis hermanas ni mi madre poseían. No me molestaban aquí. Porque aquí, mi
poder se hizo más fuerte que el de ellas. Sin mí, nunca conocerían su fuerza, lo que
les hacía desear el poder conjunto de tres aún más. No era a mí a quien querían, sino
a lo que yo podía hacer.
De pie en el círculo de piedra que había creado de niña, antes de que me diera
cuenta de para qué servía o qué haría, levanté los brazos al cielo, incliné la cabeza
hacia atrás hasta que mi rostro se calentó por el sol, y canté las palabras que sólo yo
sabía. Las palabras que sólo yo conocía.
El calor dentro del núcleo de la tierra se elevó hasta que mis pies se sintieron
como si estuvieran sobre brasas, pero el dolor era hermoso, no doloroso. Abracé el
calor y la tierra, y fue la única vez en mi vida que sentí que no estaba sola. Entonces
hice lo que mi hermana me exigió que hiciera. Controlé la lluvia, controlé el sol y
controlé el cielo. Tal como la profecía había dicho al nacer. Pero a diferencia de
cualquier bruja o hechicero Kamlock antes que yo.
El calor me llenó hasta que me levanté del suelo sólo por unos momentos y
luego bajé de nuevo hasta que volví a la hierba que me esperaba. Como siempre,
estaba agotada, pero no completamente. Quería volver a la cama, pero no lo hice. Al
menos no aquí. Había hecho lo que necesitaban de mí, y no habría lluvia.
―¿Lo hiciste? ―preguntó la voz de mi madre, rompiendo mi hermoso silencio.
Abrí los ojos y me di la vuelta para verla de pie a varios metros de distancia
fuera de mi jardín privado, mirándome con una soda dietética en una mano y un
largo y delgado cigarrillo en la otra. Ella sabía que estaba hecho. Odiaba que yo
tuviera este poder y ella nunca lo tendría. Su largo cabello rojo estaba recogido en la
parte superior de su cabeza en un moño desordenado, y el camisón plateado que
apenas cubría su trasero era todo lo que llevaba puesto.
―Sí ―dije, pero no dejé el círculo.
―Geneva dijo que te vas por el día. ―Parecía divertida, como si fuera una
broma.
―Sí ―respondí.
―Estás perdiendo el tiempo. Para tus hermanas y para ti misma. Esta
terquedad se está volviendo muy molesta. ¿Cuándo vas a dejar de ser una pequeña
mierda y aceptar para lo que naciste? ―Tomó una larga calada de su cigarrillo y me
miró con el ceño fruncido.
―Tomo mis propias decisiones ―dije simplemente. Sólo porque haya tenido
las tres hijas como una de cada tres hermanas Kamlock hacen cada generación no
significa que me controle.
―Ya lo veremos ―dijo arrastrando las palabras y luego se alejó de mí y se
dirigió hacia la casa.
No me asustaban muchas cosas, pero ser mi madre era lo primero en la lista.
La otra hermana
Margo tenía resaca, pero aun así respondió a mi llamada. Mis amigos eran
pocos o solo dos. Podría llamar a Margo o Heath. A medida que nos hacíamos
mayores, me había acercado a Margo simplemente porque era mujer. Heath había
estado presente durante mi infancia y, como Margo, no sabía que mi familia era una
casa de brujas. Sabía que todas eran unas absolutas perras. Él estaría allí para
ayudarme a escapar de ellas cuando fuera necesario.
Hoy, era necesario. Con Geneva actuando como si estuviera celebrando una
ocasión festiva y el mundo giraba en torno a ella, tuve que encontrar un poco de
cordura. Cuando trajo a casa a su prometido por primera vez, quise gritarle al rico
Miles Dartmore que huyera lo más rápido que pudiera.
La forma en que el chico había mirado a mi hermana, con tanta adoración, sabía
que no tenía sentido. Estaba hundido y su fortuna pronto sería de mi hermana.
Tratando de no sentirme culpable por permitir que esto sucediera, a pesar de que no
había nada que pudiera hacer al respecto, hice a un lado esos pensamientos y subí
las escaleras hasta el apartamento de Margo para recogerla.
Íbamos a desayunar en The Bacon House. Fue su sugerencia. No sabía cómo
podía comer un desayuno tan pesado mientras tenía resaca, pero me pareció bien.
Levanté la mano para llamar a la puerta, pero los pasos de la escalera detrás de mí
hicieron que me detuviera. No sabía que nadie me había seguido dentro del edificio.
―Te fuiste antes que las cosas se pusieran divertidas anoche ―dijo Rathe,
cuando me di la vuelta para encontrar la fuente del ruido. Estaba parado allí con un
vaso de papel que reconocí de la cafetería al otro lado de la calle. Su cabello todavía
se veía desordenado por el sueño, pero se las arregló para hacerlo funcionar. Los
vaqueros rotos y la ajustada camiseta negra que llevaba se veían mejor que bien en
él. Era como si ese estilo hubiera sido creado solo para él. No mirar a Rathe iba a ser
difícil. Moví mi mirada de su atuendo a su rostro. Tenía que controlar mi apreciación
de su apariencia tan sexy como el infierno. Por supuesto, estaba sonriendo. De
nuevo.
Dudaba que alguien quisiera a Rathe más de lo que Rathe se amaba a sí mismo.
La expresión de su rostro era una que había visto antes. Los hombres que sabían que
eran hermosos casi siempre mostraban esa sonrisa. Disfrutaron de la reacción de una
mujer. Si pudiera seguir recordándome esto, me ayudaría a mantener mis ojos fuera
de él.
―No me siento cómoda entre las multitudes ―respondí con sinceridad.
Tomó un sorbo de su café y siguió estudiándome. Sabía que el hecho de que
estuviera aquí hablando conmigo no era porque se sintiera atraído por mí. El hechizo
repelente ya estaba en efecto con él. Se había alejado de mí con bastante facilidad
anoche. No se acercaría demasiado.
Nacer en una familia de brujas, cuyo mayor poder era su habilidad de sirena,
requería algún poder mágico para embotar los sentidos de los hombres cuando me
veían. Había funcionado bien y salvaría a Rathe de mi atracción por él.
Rathe continuó sosteniendo su sonrisa torcida y divertida y mirándome.
Esperé a que se excusara y entrara.
―No te gustan las chicas ―dijo esto como si me estuviera avisando, en caso de
que no estuviera muy segura. Fue extraño y molesto.
Normalmente, mi hechizo repelente funcionaba mejor en hombres que esto.
No debería estar parado aquí, incluso si fuera para conversar de anoche. No quería
tener ninguna conversación con él.
―Gracias por hacérmelo saber. Estaba esperando un esclarecimiento
―contesté, en el tono más sarcástico que pude reunir.
Se rió entre dientes y ladeó ligeramente la cabeza hacia la izquierda.
―¿Por qué cree Margo que te gustan?
Darme la vuelta y llamar a la puerta para llamar a Margo era lo que tenía que
hacer, era lo más inteligente que podía hacer, pero hoy no estaba siendo tan brillante
y no me moví.
―Ella estaba borracha. No quiso decirlo de esa manera ―le expliqué, aunque
me preguntaba por qué le estaba contando algo. Este no era asunto suyo. ¿Por qué
seguía hablando conmigo de todos modos?
Hizo un gesto hacia mí con la mano que sostenía su café y dijo.
―Más detalles, por favor.
Aquí sería donde le dijera que se ocupara de sus propios malditos asuntos. Por
lo general, así era como respondía si un hombre, que no fuera Heath, me hubiera
hablado durante tanto tiempo o hubiera mostrado algún interés en mí durante más
de uno o dos minutos.
―No salgo. Con nadie. ―¿POR QUÉ? ¿Por qué le respondía?
Enarcó las cejas y sus ojos de extraños colores se agrandaron.
―¿Cómo es eso posible?
Bien, ahora estaba un poco molesta. ¿Estaba su ADN alterado? Ya debería estar
aburrido de mí. Sin hacerme preguntas y sin mostrar interés. Había habido mucho
tiempo para que el hechizo de embotamiento surtiera efecto en él.
Sin embargo, lo había preguntado y solo mostraba más de su visión superficial
de la vida. No todo el mundo tenía que estar en una relación o, en su caso,
desnudarse con alguien nuevo cada dos días. Estaba bien estando sola.
―Se llama autoestima ―le expliqué, como si fuera un niño pequeño que no
tuviera idea de lo que eso significaba. Porque seamos honestos, no lo hacía. Anoche
se había quitado la camisa para llamar aún más la atención. Heath había dicho que
Rathe pasaba a las mujeres como una puerta giratoria.
―Lo investigaré y veré si puedo encontrarle sentido ―respondió. Se estaba
burlando de mí. Estúpido.
Me las arreglé para alejarme de él, esta vez, y llamar a la puerta. No estaba aquí
para charlar con él. Este compañero de cuarto había sido una mala elección. Heath
no era el mejor para elegirlos. Ahora entendí la aversión de Heath por el tipo. Había
tomado otra decisión precipitada y necesitaba arreglarlo. Deshazte de Rathe.
Debería ser bastante fácil.
La puerta se abrió y en lugar de Margo, fue Heath. No parecía tener resaca en
absoluto, pero parecía como si acabara de despertar.
―Buenos días ―dijo y me sonrió. Eso fue sincero.
―Buenos días, dormilón ―le respondí, mientras él daba un paso atrás para
que yo entrara.
―Parece que solo tiene colmillos conmigo ―dijo Rathe arrastrando las
palabras.
No respondí a eso ni lo vi entrar al apartamento después de mí. En cambio, le
puse los ojos en blanco a Heath. Forzó una sonrisa, pero miró a Rathe con el ceño
fruncido.
Miré hacia la habitación de Margo.
―¿Está lista? ―le pregunté a Heath, esperando que Rathe se dirigiera a su
habitación.
Heath se tapó la boca mientras bostezaba y luego se encogió de hombros.
―Me acabo de despertar. ¿Ya hablaste con ella?
Asentí.
―Si. Vamos a desayunar. Tenía que escapar de mi casa.
No necesitaba una explicación.
―¡Uf! La boda es esta noche. ―Frunció el ceño―. ¿Está actuando como una
noviazilla?
―Ella nació como noviazilla. Ha esperado todos estos años para tener una
razón para desatarlo.
Heath volvió a reír. Conocía mi lucha con mis hermanas y mi madre. No el
alcance exacto de mis enfrentamientos, pero lo suficiente para saber que todas eran
egoístas y crueles.
―Me vestiré y te llevaré a comer. Me muero de hambre ―ofreció.
―Está bien, veré si Margo todavía está planeando ir también.
Heath puso una expresión incómoda en su rostro antes de mirar a Rathe, a
quien yo había estado ignorando, aunque sabía que estaba allí descansando en el
sofá al que había ido después de entrar al apartamento. Puede que no hubiera
mirado en su dirección, pero sentí su mirada sobre mí, y era inquietante.
―Uh, ¿tú, eh, quieres ir? ―le preguntó Heath, y estaba segura de que hice una
mueca. Heath siempre era un buen chico. Admiraba eso de él hasta este mismo
momento. No le agradaba Rathe. ¿Por qué estaba tratando de ser amable?
―Gracias, pero me sentaré aquí y leeré en silencio ―respondió.
Sin un momento para controlar mi boca, solté:
―¿Tú lees? ―Su respuesta me tomó con la guardia baja. No esperaba eso. No
se parecía a los tipos que había conocido que leían, pero tampoco conocía a muchos.
―Sí, Cat, disfruto de la palabra escrita. ―Su respuesta no sonó a insulto.
Aunque esta vez no estaba sonriendo y no había ningún signo de humor en su
rostro.
Abrí la boca para disculparme, pero la cerré de golpe. Rathe y yo no íbamos a
ser amigos. No me necesitaba como amiga. Necesitaba mantener su distancia.
Además, estaba segura que su ego era más grande que el Gran Cañón. Él estaría
bien.
―Iré a ver a Margo ―le dije a Heath, que volvía a fruncir el ceño. O no me
estaba diciendo algo sobre Rathe o estaba tratando de agradarle. No pude
descifrarlo.
No llamé a la puerta del dormitorio de Margo. Simplemente la abrí y entré,
necesitaba salir de la misma habitación que Rathe. Su mirada fija era difícil de
ignorar cuando se dirigía a mí.
Margo estaba tendida en la cama, desnuda y boca abajo. El leve ronquido y el
hecho que su teléfono todavía estuviera en su mano dejaban en claro que no iba a
desayunar conmigo. Quería ayudarme, pero parecía que no había logrado mover su
cuerpo del colchón.
Me acerqué y cogí la manta que estaba en el suelo en un montón arrugado. Con
una suave sacudida para enderezarlo, lo arrojé sobre su cuerpo. Cuando me volví
para irme, vi una cara familiar en la esquina mirándome. Siempre de seis años. Ella
me estaba sonriendo.
―Hola, Mary ―susurré suavemente.
La niña, cuyo rostro se parecía tanto a Margo, levantó su pequeña mano y me
saludó. Había visto a Mary la primera vez cuando tenía siete años, solo una semana
después de conocer a Margo y Heath en el autobús escolar. Ella nunca se alejaba de
su lado por mucho tiempo en ese entonces. Con el tiempo, me dijo quién era y qué
le había pasado. Sus hermanos nunca la mencionaron, lo que significaba que nunca
podría decirles nada sobre que ella siempre estaba cerca de ellos.
Cuando era más joven, cometí el error de decirle a la gente que no conocía
acerca de sus seres queridos muertos que estaban con ellos. Nunca salió bien.
Siempre había traído lágrimas. Una señora de la ciudad me llamó bruja y se fue
llorando después que le dije que su madre estaba con ella. Ella tenía razón, por
supuesto. Yo era una bruja, pero mi vista también era algo que nunca le habían dado
a ningún Kamlock. Mi madre optó por burlarse de mi don como si lo estuviera
inventando. No pude demostrárselo porque nunca había visto a ningún pariente
nuestro. Fue solo con gente normal. A menudo temía que fuera porque estábamos
ausentes de almas. No quería que eso fuera cierto, pero era lo único que tenía
sentido. La única esperanza que tenía era que nunca había visto a mi padre y sabía
que tenía alma. No nació malvado. Él era bueno.
No necesitaba quedarme con Margo, su hermana la vigilaba. Regresé a la sala
de estar. Al menos Heath estaba despierto y dispuesto a acompañarme a hacer algo.
Heath ya no estaba en la sala de estar cuando salí del dormitorio de Margo.
Pero por suerte para mí, Rathe todavía estaba sentado en el sofá. Su mirada se
encontró con la mía mientras bebía de su taza. O iba a tener que evitar el
apartamento de mis amigos o aprender a lidiar con esta inquietud que sentía a su
alrededor. Él estaba aquí ahora y, a menos que Heath encontrara una razón para
hacerlo, no enviaría a Rathe a empacar pronto. Este era actualmente el único lugar
seguro al que tenía que escapar cuando quería alejarme de mi familia. El de mi primo
Duely también era una opción, pero uno nunca sabía en qué actividades estaba
involucrado Duely, en un momento dado. Entonces, salir corriendo a su casa no
siempre era una buena idea.
―Heath fue a prepararse ―dijo Rathe y luego desvió la mirada hacia la puerta
que acababa de cerrar detrás de mí―. Supongo que serán ustedes dos en el
desayuno. ―Rathe hizo que pareciera que yo prefería estar sola con Heath. No
estaba segura de por qué dijo eso, así que lo dejé pasar.
―Se ha vuelto a desmayar ―dije simplemente.
―Ella bebió mucho anoche ―señaló lo obvio.
No dije nada en respuesta. En cambio, atravesé la sala de estar hacia la pequeña
cocina de la esquina. En su mayor parte, su apartamento tenía un plano de espacio
abierto. Los dormitorios de los chicos estaban a la izquierda y el de Margo a la
derecha de la sala de estar, más cerca de la cocina. No estaba segura de lo que iba a
buscar a la cocina, pero no me gustaba la forma en que Rathe me hacía sentir.
Necesitaba hacer algo más que continuar con esta pequeña charla que estábamos
haciendo.
Antes de llegar a la cocina, escuché la puerta de un dormitorio abrirse desde el
pasillo. Heath estaba listo. La mayoría de las veces que veía a Mary, ella estaba a su
lado. Parecía más protectora con Heath. A menudo me preguntaba sobre eso. ¿Ella
sintió que él era el más débil de los dos? Quería preguntarle, pero nunca me habían
dado la oportunidad. Era raro que la viera sin sus hermanos. Hoy estaba con Margo
mientras salíamos. Eso también era extraño. ¿Por qué pensó que Margo la necesitaba
hoy?
El desayuno
Nuestro puesto regular en The Bacon House estaba ocupado. Si Margo hubiera
venido con nosotros esta mañana habría sido más dramático. A ella le gustaba
sentarse sólo en ese lugar. La iluminación perfecta para las fotos. La obsesión de
Margo con Instagram y publicar fotos de todo lo que hace en su vida podría ser
molesto. No dudo que hubiera insistido en que esperáramos hasta que su cabina
estuviera libre si ella estuviera aquí.
Por suerte, a Heath y a mí no nos importaba dónde nos sentábamos. Sólo
queríamos comer. En el momento en que entrabas por la doble puerta del granero,
el olor a tocino te asaltaba. Mi estómago vacío retumbó de excitación. Apenas
habíamos tomado asiento cuando nos colocaron en la mesa el tazón redondo lleno
de galletas de queso. Ya sabía lo deliciosos que eran. Cada bocado se derretía en mi
boca.
―Gracias ―dijo Heath a la camarera con entusiasmo. Estaba tan concentrado
en las galletas que se perdió a la atractiva morena que se ruborizó un poco mientras
lo miraba. Esto pasaba a menudo. Heath no era consciente de su atractivo para las
mujeres. Era la razón principal por la que solía salir con mujeres controladoras. Ellas
venían detrás de él y se hacían notar. Las chicas más dulces y tímidas, que le decían
que sí a una cita con él, nunca recibían ninguna atención de él porque no tenía ni
idea de que estaban interesadas. Heath no tenía mucha confianza en sí mismo, y
nunca entendí por qué.
―¿Qué puedo traerles a ambos para beber? ―preguntó la chica, apenas
echando un vistazo hacia mí antes de estudiar su cuaderno de notas.
―Un café y un vaso de agua por favor ―respondí.
―Leche por favor ―le dijo Heath.
Ella asintió antes de darle una última mirada.
―Vuelvo enseguida.
La vi irse y esperé hasta que estuviera a una distancia segura antes de dirigir
mi atención a Heath.
―Es bonita ―le dije.
Frunció el ceño.
―Pensé que habías dicho que no te gustaban las chicas.
Poniendo los ojos en blanco, cogí el menú que estaba delante de mí.
―Es atractiva, tiene un trabajo y te está mirando.
Finalmente, una pequeña chispa de comprensión lo golpeó.
―Oh, ¿quieres decir para mí? ―preguntó y luego sacudió la cabeza―. No voy
a volver a salir por un tiempo. Necesito un descanso de las relaciones. Los dos
sabemos lo mal que se me dan.
―Eres pésimo para elegir chicas con las que salir. Eso es todo ―le corregí.
Se inclinó hacia atrás en su silla y me miró con una ceja ligeramente levantada.
―Al menos yo salgo con chicas.
Nuestra camarera regresó, y miré rápidamente su etiqueta con su nombre.
Brandy sonaba como un nombre bonito. Dejó nuestras bebidas delante de nosotros
mientras sonreía con mucha fuerza en dirección a Heath.
―¿Están listos para ordenar? ―me preguntó esta vez, pero luego miró de
nuevo a Heath.
―¿Cat? ¿Estás lista? ―me preguntó Heath. Apenas había mirado el menú,
pero sabía lo que quería.
―Sí, gracias ―respondí, y Brandy se volvió hacia mí―. Tomaré los
panqueques de tocino con jarabe de arce, por favor. ―Brandy rápidamente escribió
eso y luego se volvió hacia Heath.
―¿Y qué puedo hacer por ti? ―le preguntó.
―El desayuno de The Bacon House, por favor. Huevos revueltos y con galletas
de suero de leche.
―Gran elección ―le dijo. Estaba segura que podría haber pedido una galleta
sencilla con sémola sin sal, y ella habría alabado su pedido.
Parecía nervioso. Su interés era más obvio para él ahora que yo había dicho
algo. Con una sonrisa en mi taza de café, vi a ambos maniobrar este intento de
coquetear torpemente.
―Te traeré más galletas de queso. Las frescas acaban de salir del horno ―soltó
y luego se giró para volver rápidamente a la cocina. Dos de sus otras mesas habían
estado tratando de llamar su atención, pero no lo había notado. La pobre Brandy iba
a recibir malas propinas de ellos si no dejaba de coquetear con Heath. Nos quedaban
muchas galletas.
―Entonces, dime por qué aceptaste a Rathe como tu nuevo compañero de
cuarto cuando es obvio que no estás realmente seguro de él ―dije, decidiendo que
mientras tuviera a Heath a solas, resolvería esto.
Heath cogió una galleta y se la metió en la boca en vez de responder. Esperé.
Podía tomarse todo el tiempo que quisiera, pero yo iba a conseguir una respuesta.
Su mirada se dirigió a la derecha de nuestra mesa, y se detuvo. Su interés en otro
lugar. Volví mi atención para ver lo que estaba mirando, y vi a un caballero anciano
desayunando. El hombre estaba mirando por la ventana delante de él sin ninguna
expresión real en su cara.
―Ese es mi profesor de historia americana ―dijo Heath en un susurro―. Su
esposa falleció recientemente de forma inesperada. No ha vuelto a clase desde
entonces.
Cambié mi atención a la mujer que estaba al lado del hombre mayor. Ella le
sonreía, con su mano en su brazo. Heath no la vio, nadie lo hizo. Ni siquiera el
hombre. Deseaba poder ir a decirle que ella estaba allí.
―Parece tan solitario ―dijo Heath.
Se sentía solo. La extrañaba. Si no pensara que estoy loca, le diría que ella estaba
a su lado con su anillo de bodas aún brillando en su mano izquierda. Su anillo de
boda también estaba todavía en su mano.
―Todavía tiene su anillo de boda en su mano. La amaba mucho ―dije,
queriendo decir más pero sabiendo que no podía.
Los ojos de la mujer se encontraron con los míos, y asintió en reconocimiento.
Siempre sabían que yo podía verlos. Le di una sonrisa y luego miré a Heath.
―Me gusta creer que aquellos que nos dejan nunca se han ido realmente. Sólo
perdemos la capacidad de verlos.
Heath frunció el ceño y no dijo nada mientras bebía un poco de su leche.
Cuando dejó la taza, dijo:
―Es un lindo pensamiento, pero no creo que sea así como funciona.
No iba a decirle la verdad. No había razón para hacerlo. Después de todo,
nunca me había hablado de su hermana; sin embargo, la veía a menudo. Mary
estaría siempre a su lado.
Brandy llegó con una lata fresca de galletas calientes. Tomó la que aún estaba
casi llena y puso el lote fresco en su lugar.
―La comida debería salir pronto. ¿Puedo traerte más leche? ―le preguntó a
Heath.
―Sí, por favor, ¿y un poco más de café para ti, Cat? ―Me estaba usando para
evadir el coqueteo.
Asentí, y Brandy me dio una sonrisa. Mi encanto para enmascarar mi
apariencia no funcionaba con aquellos que no se sentían atraídos por mí. A Brandy
no le gustaban las mujeres, por lo tanto, me veía como era. Mi apariencia hacía que
la mayoría de las mujeres se sintieran amenazadas. Cuando era más joven eso no
había sido un problema. Otras chicas no se hacían amigas mías pero no por mi
apariencia. Me evitaban porque sus madres les advertían que se alejaran de mí. Mi
familia era extraña. Mi madre se había acostado con todos los hombres casados
exitosos de la ciudad. Yo era la marginada. Cuando Heath y Margo llegaron y me
aceptaron tan fácilmente, fue la época más maravillosa de mi vida.
Heath no tenía la boca llena en ese momento.
―¿Rathe? ―repetí, trayéndole de vuelta a mi primera pregunta.
Heath se encogió de hombros.
―Estás leyendo demasiado en esto. Rathe no es de por aquí. Sólo es diferente.
―¿De dónde es? ―pregunté.
―Ha vivido en muchos lugares. Su padre se mudó a menudo cuando estaba
creciendo.
―¿Por qué lo elegiste tan rápido? Podrías haber entrevistado a varias personas
y encontrar a alguien menos... ―No estaba segura de cómo describir a Rathe.
―Me pagó un año por adelantado por el alquiler ―dijo Heath. Pude ver la
lucha en su mirada entonces.
Oh... Eso era insólito entre los estudiantes universitarios.
―Eso es extraño. Si podía permitírselo, ¿por qué no consiguió una casa propia?
―Una pregunta que Heath debería haber hecho. Había visto el dinero y había
perdido su sentido común. Parecía que ahora se estaba arrepintiendo.
―Aquí tienen ―anunció Brandy, mientras aparecía de nuevo a nuestro lado
con una bandeja llena de comida. Sobre todo de Heath, ya que pidió el desayuno
más grande del menú.
Se tomó su tiempo en entregar la comida y asegurarse que teníamos todo lo
que necesitábamos. Cuando Heath no la envió a buscarle algo más, parecía
decepcionada. Tal vez esta no fue una buena idea. Empezaba a parecer más
necesitada a cada minuto. Cuando nos dejó para comer y fue a ayudar a otra mesa,
se relajó y luego me sonrió.
―Está bien. Deja de preocuparte por eso. No me arrepiento de haberlo dejado
mudarse tan rápido. ―Heath estaba tratando de callarme. Decidí por ahora que lo
dejaría, pero iba a vigilar a Rathe.
El primo
Las luces centelleantes cubrían casi cada centímetro de nuestro patio trasero, y
era un patio trasero enorme. El único lugar que se salvaba del encanto decorativo
favorito de mi tía Marigold era mi pequeño jardín. Simplemente porque sus poderes
no podían manifestarse allí. Sólo yo podía entrar en él, sólo yo podía lanzarme
dentro de él. Esta noche sólo los hechiceros presentes podrían ver mi jardín, aunque
no se acercarían a él. Lo protegí de los demás hace mucho tiempo.
Los invitados se sorprenderían de la tierra de fantasía que este lugar parecía
ser ahora. Las flores de la pasión púrpura cubrían cada silla, arco, línea de la cerca e
incluso los troncos de los árboles. Ya había pasado la temporada en que la flor de la
pasión florecía. ¿Mi tía había pensado en eso mientras cubría el lugar con la flor
favorita de mi madre? Obviamente no. Los acebos negros también eran algo en lo
que ella no pensaba. Al menos se usaban como decoración y ella no las hacía crecer
desde el suelo. Este no era un jardín británico. Estábamos en Savannah, Georgia, y
era octubre.
Admito que el púrpura entrelazado con el negro era llamativo, pero si alguien
con habilidad para la jardinería viniera esta noche, sabría exactamente lo raras que
eran las flores, y mamá tendría que explicarlo. Una gran carpa blanca estaba en
medio de todo y como todo lo demás estaba cubierta de luces parpadeantes. Ramos
de flores de la pasión colgaban del techo de la carpa, dando a la cubierta su aspecto
de cuento de hadas.
―Dejarme aquí todo el día con estas brujas fue un movimiento de perra. ―La
voz de mi primo Duely venía de detrás de mí, y me di la vuelta para verlo de pie
justo fuera de la carpa con las manos en los bolsillos delanteros de su pantalón de
traje.
―Lo siento. ¿Fue horrible? ―le pregunté.
―Sabes que fue un maldito circo.
Me reí y me acerqué para abrazarlo. Antes de que Heath y Margo se mudaran
al lado, Duely había sido mi único compañero de juegos de niña. Quizá fue porque
no había nacido mujer lo que le convirtió en el único Kamlock sin corazón negro.
Era tres años mayor que yo, y hasta hace tres años, vivía a dos horas de Savannah,
pero nuestras madres se visitaban a menudo. Ahora, Duely tenía un bar en
Savannah, pero no lo veía tanto como cuando éramos jóvenes. Le echaba de menos.
―Tu clima es perfecto ―añadió, mientras sacaba la mano derecha de su
bolsillo y la agitaba en el claro cielo del atardecer.
―Era mi llamada de esta mañana ―le aseguré.
Se rió un poco.
―No tengo ninguna duda. Han estado en ello todo el día. La combinación de
colores y la elección de las flores cambió tres veces. Geneva y tu madre no pueden
estar de acuerdo. Esto ―dijo señalando la elección actual―, fue obra de mi madre.
La tía Marigold había vivido en el norte de Inglaterra durante varios años. Supe
cuando vi las Hollyhocks que mi tía lo había hecho, no sólo las luces, sino también
las flores.
―Es hermoso ―respondí.
Se encogió de hombros.
―Eh, es una pesadilla disfrazada. Ambos sabemos eso. ¿Dónde están tus
amigos?
Duely siempre se había sentido atraído por Margo y Heath, pero como le había
rogado que no mostrara interés por ninguno de ellos, los había dejado en paz. No
era que no quisiera compartirlos; era que no quería que Margo saliera con un
hechicero. Él seguía siendo de la misma línea de sangre malvada que yo. Margo era
inocente, y este mundo sólo oscurece a los que se acercan demasiado. En cuanto a
Heath, no le gustaban los hombres, pero Duely era conocido por convencer a los
hombres de que querían experimentar. No quería que Duely usara ninguna magia
con Heath. Por suerte, Duely me amaba lo suficiente como para abstenerse de
manipular a mis amigos para satisfacer sus deseos.
―Estarán aquí esta noche. No se me ocurrió ninguna excusa para evitar que
vinieran. No invitarlos habría herido sus sentimientos.
Duely entendía mi necesidad de mantenerlos a salvo de nuestro mundo. Él
también tenía amigos mortales que no tenían idea que nuestro mundo existía.
Explicarle a alguien que habías nacido malvado y que era posible que ni siquiera
poseyeras un alma no era una forma de hacer o mantener amigos. Además, Margo
y Heath habían vivido en su propia oscuridad. No necesitaban que la mía se sumara
a ella.
―Entendido. La única forma de invitar a mi nuevo amigo fue que mi madre
estuviera aquí. No quería estar cerca de ella ya que desaprueba que salga con
hombres.
Fruncí el ceño. ¿Desde cuándo le importaba a la tía Marigold con quién salía
Duely?
―¿Cuándo comenzó a desaprobarlo? ―le pregunté.
Entonces sonrió y se encogió de hombros una vez
―Oh, a ella no le importa una mierda con quién salgo, pero eso le impidió
querer venir.
Entendiendo entonces, me reí. Era lo mejor, aunque hubiera sido una mentira.
Nadie necesitaba ser traído a este mundo si podía ser evitado. Sólo los pondría en
peligro el saber que existimos.
―¿Tiene este pobre bastardo que se casa con tu hermana alguna idea de lo que
está pidiendo? ―Duely entonces me preguntó.
Suspiré y sacudí la cabeza.
―No. Está completamente obsesionado con ella. Es repugnante.
Duely frunció el ceño.
―Me pregunto si una de las mujeres Kamlock sería capaz de engañar a un
hombre que no fuera malcriado y rico. Alguien que tuviera que trabajar duro por lo
que tiene y que no asumiera que siempre se le daría lo mejor...
Esa era una pregunta muy interesante. Las mujeres Kamlock no tenían un
legado de dinero. Se casaron con él. Con cada generación que moría, también lo
hacía el dinero que poseían de los hombres a los que se lo habían quitado. En pocas
palabras, gastaban su dinero y no tenían la habilidad de manejar la riqueza
apropiadamente. No conocía a ninguna mujer Kamlock que mostrara interés en un
hombre que no tuviera riquezas.
―No se me ocurre nadie en nuestra historia que lo haya intentado ―respondí,
después de pensarlo bien.
―¿No saliste una vez con un tipo normal?
Hice una pausa y aparté la mirada de Duely. No quería hablar de eso. Fue una
relación adolescente muy breve.
―Si nos atenemos a eso, la respuesta es que todos los hombres son idiotas.
Porque él también terminó en la cama con Geneva.
Duely gruñó como si estuviera disgustado.
―Cierto.
―Si ya terminaron de ponerse al día ―llamó mi tía Marigold en voz alta desde
la terraza trasera―. El personal está llegando. Por favor, vayan y pónganse
presentables antes de que lleguen los invitados.
Todavía llevaba los vaqueros que había tenido puestos todo el día. Duely, sin
embargo, estaba en un traje de diseño. Se volvió hacia su madre y extendió sus
manos como si estuviera exasperado.
―¿Qué tiene de malo esto?
Ella le hizo un gesto con la mano y la camisa negra que llevaba bajo el abrigo
se volvió blanca mientras que su cabello se volvió de repente a su espalda en lugar
de tener los rizos libres.
―Así está mejor ―respondió ella y luego me miró fijamente―. Ahora ve a
hacer algo contigo antes de que Persephone te vea.
Cuando Marigold regresó a través de las puertas dobles abiertas con un brillo
en su traje de etiqueta lavanda, me volví para mirar a Duely.
―Me gustan mis malditos rizos ―se quejó.
―A mí también ―le aseguré, y luego le di un rápido guiño antes de que su
cabello volviera a su antiguo estilo―. Échame la culpa ―le dije.
―Gracias, y lo haré. Sólo porque eres la única a la que no joden.
―Eso no es cierto ―dije, pensando en cómo me torturan y hacen mi vida un
infierno a diario.
Puso los ojos en blanco.
―Por favor, dime que no sigues creyendo eso. Tienes veinte años, Catalina. Si
no se asustaran de tu poder, ya te habrían obligado a tener el poder de tres. No lo
han hecho porque tienen miedo de lo que puedes hacer.
Sacudí la cabeza para no estar de acuerdo. ¿Cómo puede ser eso correcto?
Claro, mi madre nunca fue de las que consideran las elecciones de los demás, pero
no me obligaba a hacer lo que más quería. Pero, ¿por qué se asustaría de mi poder?
Yo controlaba el clima, y veía a los que han muerto. Esa no era una combinación
letal. Además, mi padre no era un hechicero. Eso debería hacerme menos poderosa
que mi madre o mis hermanas.
―Sigues siendo tan ingenua ahora como cuando éramos niños ―dijo Duely
con una sonrisa y luego caminó hacia el bosque. Lo dejé ir a buscar un lugar para
esconderse y no le pregunté nada más. No era la primera vez que me llamaba
ingenua. Nunca le di mucha importancia a la opinión de Duely sobre las cosas. Él
veía el mundo de una manera diferente a la mayoría. Yo era la que había vivido con
mi madre y soportaba su desdén por mí. Persephone no me tenía miedo de ninguna
manera.
La boda
Me quedé en mi habitación hasta que Margo me envió un mensaje de diciendo
que estaban en camino. Comprobé mi cabello en el espejo para asegurarme que mi
madre no tuviera motivos para quejarse. Dejé los rizos naturales y los recogí en un
moño lateral. Toqué la diadema brillante que añadí a la mirada y sonreí. Estaba
segura que Geneva se quejaría de eso. Llevaba una diadema en lugar de un velo, y
era un pequeño detalle que añadí para molestarla.
La única orden que había obedecido era llevar el vestido negro que ella eligió.
No tenía ningún problema con el uso del negro. Sin embargo, hice algunas
modificaciones al vestido que me dejó antes de ponérmelo. Nada que pensara que
ella notaría. Con un último ajuste, añadí lápiz labial rojo para completar mi look.
La llegada de los invitados estaba en pleno apogeo mientras bajaba la escalera.
Las barandillas también estaban cubiertas de margaritas púrpuras, y si tuviera que
agarrarme a ellas para equilibrar mis tacones, estaría en problemas. No se puso nada
para mantener a los invitados alejados de las escaleras, y aunque había varios
hechizos protectores arriba para mantener a los demás alejados, no creí que fuera
prudente dejar que los invitados subieran las escaleras con los tacones.
Manteniendo mi sonrisa en su lugar, susurré el conjuro para disuadir a
cualquiera que se acercara a la escalera de seguir adelante. La cabeza de mi madre
se apartó de los invitados a los que daba la bienvenida, y sus ojos se fijaron en los
míos. Escuchó mi susurro casi silencioso.
Con un ligero movimiento de su cabeza, estuvo de acuerdo con mi acción, pero
por razones diferentes a las que planteé, estaba segura. No le importaba la seguridad
de los demás. Sólo quería proteger su privacidad. De todas formas, estaba hecho, y
me dirigí a la entrada para tomar mi lugar junto a Leanne.
―Llegas tarde ―susurró, después de que el nuevo invitado pasara por delante
de nosotras.
No respondí. Rara vez respondía a sus pequeños comentarios que pretendían
enfadarme. Le sonreí y dirigí mi atención hacia la pareja mayor que entraba en la
casa. Mi madre los encantó con su impresionante sonrisa; el tono de su voz era
incluso atractivo para la gente normal. Después de darles la bienvenida, Leanne y
yo mostramos nuestras sonrisas y luego Duely apareció para llevarlos al patio
trasero. No estaba encantado de que le dieran este trabajo junto con tres de los
primos del novio, pero el apropiado temor a su madre y a la mía le hizo hacerlo de
todas formas.
―Huelo a hierba ―dijo Leanne, lo suficientemente bajo para que los invitados
que entraban no la oyeran.
―Por supuesto que la hueles. Duely está aquí ―respondí y luego sonreí a la
pareja muy elegante que había llegado. Tenían que ser parientes de Miles.
―¿Puede no hacerlo? ―preguntó molesta. Como si el olor de sus cigarrillos
fuera mejor. No dije nada.
―Leanne, eres tan impresionante como tu madre ―anunció Circe Kamlock
con su profunda voz sureña. Circe era la única hija de la hermana de mi abuela. Se
había casado tres veces y aun así llevaba el nombre de Kamlock con orgullo.
Leanne se empapó de la atención y casi brilló por el cumplido. Parecerse a
nuestra malvada madre siempre fue un rasgo del que Leanne se jactaba. Estaba feliz
de que no fuera yo quien tuviera esas miradas.
Circe se detuvo frente a mí. No dijo nada, pero la expectativa en sus ojos era
clara. ¿Estaba esperando que yo hiciera algo?
―Me alegro de verte, Circe ―le dije finalmente.
Un ligero levantamiento en las esquinas de su boca podría haber sido un
intento de sonrisa.
―Catalina ―dijo mi nombre con un tono extraño―. Siempre es... una
experiencia verte.
¿Circe se volvió loca y nadie me lo dijo? La mayoría de las mujeres Kamlock
que no nacieron en una familia de tres se volvían locas al envejecer. Posiblemente ya
le estaba pasando a Circe.
―Tan parecida a tu... padre ―continuó.
―Por favor, acompaña a Circe y a su invitado a sus asientos ―ordenó mi
madre, antes de que Circe pudiera decir más. Quería saber qué aspecto tenía mi
padre. Nadie en esta familia lo menciona nunca.
Circe entonces me sonrió malvadamente, antes de tomar el brazo del joven a
su lado. Duely los saludó, y vi cómo se alejaban. Iba a buscarla más tarde, después
de la ceremonia, cuando mi madre estuviera ocupada en otras cosas y ver si podía
dar más detalles sobre mi padre.
―Catalina, tus invitados han llegado. Por favor, acompáñalos a sus asientos y
luego regresa. ―Las palabras de mi madre atrajeron mi atención hacia la puerta
cuando Heath, Margo y Rathe subieron los escalones hacia la entrada.
―¿Quién es él? ―preguntó Leanne, con su voz llena de interés.
―La mejor pregunta es ¿por qué está aquí? ―le contesté enfadada.
Leanne giró la cabeza para mirarme.
―¿Lo conoces?
Podría salvarlo de mi hermana, o podría dejar que lo atrajera para usarlo.
―No es adinerado ―le dije, aunque no estaba segura de ello. Pagó a Heath por
adelantado por su alquiler. Estudié los rostros de mis amigos para saber la respuesta
a la presencia de Rathe. No era que Heath disfrutara estando cerca de él.
―No tengo que quedarme con él, pero me gustaría jugar ―señaló.
Él no debió venir, pero lo hizo, y ahora iba a ser engullido por mi hermana. No
había tiempo de pensar en una forma de detenerlo cuando entraron por la puerta, y
Leanne se adelantó para ignorar completamente a Heath y Margo hasta llegar a
Rathe.
―Leanne ―la llamó mi madre al instante. Su voz decía todo lo que necesitaba
decir. Había sido advertida. Leanne, a regañadientes, dio un paso atrás, pero
mantuvo los ojos fijos en Rathe y toda la magnitud de su petición había sido liberada.
Podía sentir su poder.
―Lo consiguieron ―les dije a Heath y a Margo, antes de mirar apenas a Rathe.
No quería ver su reacción al canto de sirena de Leanne.
―Parece increíble, quiero decir que esta casa es preciosa todo el tiempo, pero
las flores y las luces son de otro mundo ―exclamó Margo.
―Sí, mi tía es muy talentosa en cuanto a la decoración ―dije, tomando la mano
de Margo y alejándola de la entrada. Heath y Rathe me siguieron, sin mirar atrás en
dirección a mi hermana. Rathe no parecía afectado por Leanne. Era extraño. Margo
estaba ocupada mirándolo todo.
―Ella también debe de ser británica ―dijo Rathe con un toque de diversión en
su voz.
Haciendo una pausa, esta vez hice contacto visual con él.
―¿Quién? ―pregunté, sabiendo ya lo que quería decir pero necesitando
asegurarme de que no le entendía mal.
―Tu tía ―respondió, sosteniendo mi mirada.
―Ella vivió en Inglaterra por un tiempo, pero definitivamente no es británica
―le expliqué, esperando que no añadiera nada a ese comentario.
―No sabía que se podían encontrar tantas malvasías en el sur de los Estados
Unidos.
―Y no sabía que eras botánico ―le respondí, deseando que se callara y dejara
de ser inteligente. ¿Necesitaba ser atractivo y una enciclopedia andante?
Su risa me dio un escalofrío, y no era del tipo malo. Desearía que tuviera un
terrible defecto de personalidad que pudiera encontrar. Algo horrible que me hiciera
odiarlo. Estaría más segura de esa manera. Aunque, saber que pronto caerá bajo el
hechizo de Leanne debería hacer que lo odiara. Sería más fácil luchar contra mi
atracción por él, pero no lo odiaría por ello. Era humano. Era de esperar.
―Las flores son hermosas. Tu tía hizo un gran trabajo ―dijo Heath, como si
necesitara asegurármelo. Probablemente estaba confundido por nuestra
conversación. Sonreí a su natural amabilidad. A menudo me preguntaba si el
hechizo que hice cuando teníamos once años para proteger a Heath del encanto de
mis hermanas funcionó o si simplemente no se sintió atraído por ellas porque sabía
lo horribles que fueron conmigo a lo largo de los años.
Duely pasó por un pasillo mientras salía a saludar a otro invitado. Sus ojos
escudriñaron a mis amigos y a Rathe y luego guiñó un ojo. Girando los ojos hacia él,
continué hasta que encontramos la fila de asientos que me ordenaron sentar a mis
amigos. Estaba más cerca del fondo a la izquierda. Margo entró primero, luego
Heath y finalmente Rathe.
―Me reuniré con ustedes después de que este fiasco termine ―dije en un
susurro, inclinándome y mirando alrededor de Rathe a Margo y luego a Heath. No
miré a Rathe cuando me giré para irme, pero le oí. Su susurro fue tan bajo que si no
hubiera tenido un oído impecable podría haberlo pasado por alto.
―Parece un poco injusto eclipsar a la novia.
Hice una pausa. Se me puso la piel de gallina en los brazos e inhalé
profundamente mientras intentaba decidir si debía responder. Él me había elogiado.
Hacía mucho tiempo que un hombre no me halagaba o no se fijaba en mí más allá
de unos pocos momentos. No busqué ni recibí la atención, pero no me mentiría a mí
misma: Disfruté de la forma en que sus palabras me hicieron sentir. Había echado
de menos sentirme notada.
―No has visto a Geneva. Te aseguro que no la eclipsaré ―dije en voz baja,
pero no lo miré a los ojos. Salí corriendo tan elegantemente como se puede huir.
El Prosecco
Miles Dartmore había estado tan conmovido por la belleza de mi hermana, que
había llorado. Su madre también había derramado lágrimas, pero las suyas no eran
felices. Su único hijo se había acabado de casar con una mujer que su madre ya sabía,
era un error. Instinto materno, imagino, o solo sentido común. Los hombres eran
fácilmente encantados por las mujeres Kamlock. Las mujeres no eran tan fácilmente
engañadas.
Geneva no había querido que otros estuvieran de pie con ellos para la
ceremonia y distrajeran la atención de ella, así que afortunadamente, Leanne y yo
estábamos sentadas junto a nuestra madre. Al otro lado de nuestra madre estaba el
padre de Geneva y Leanne, Zephyr. Ese era su único nombre, como si fuera Eminem
o Beyoncé. Era un brujo poderoso y malvado, pero no era una súper estrella.
Nunca había asistido a una boda normal, pero asumí que esta no era tan
normal. Mi hermana había buscado bodas y rechazado cualquier ritual pagano en
su ceremonia. Estaba determinada a ocultarle lo que era a Miles. No sabía mucho
sobre católicos, pero sabía que ninguna de las tradiciones usuales estaba siendo
representada aquí. Eso no había convencido a la familia Dartmore, asumí.
Una vez que el fiasco terminó y todos fuimos dirigidos a la tienda de cocteles
y aperitivos mientras la novia se cambiaba a su atuendo de fiesta, fui libre de dejar
a mi familia y regresar con mis amigos.
Una horda de trabajadores de la compañía de planificación del evento que
había sido contratada para transformar el área de la ceremonia en la post fiesta entró
una vez que los invitados se trasladaron a la tienda más pequeña localizada en el
lado oeste de la casa. Mi mirada encontró a la familia Dartmore, y vi a la madre
forzando una sonrisa mientras hablaba con un invitado que no conocía. Realmente
lo sentía por ella. Sabía lo que vendría, no solo para Miles, sino también para su
relación con su madre. Una mujer Kamlock podía ser más letal que una enfermedad.
Solo pregúntale a cualquiera que alguna vez ha amado a una, si todavía podías
encontrarlo con vida.
Con un suspiro de pesadumbre, me alejé lentamente de los padres cuyo hijo se
había acabado de perder en una oscuridad de la que no tenía ni idea.
―¿Es así de mala, eh? ―Una profunda voz estaba tan cerca de mí que salté y
dejé salir un chillido sobresaltado. Había estado tan perdida en mis pensamientos
que no había escuchado o sentido a Rathe junto a mí.
―¡Maldición! Me asustaste ―dije, fulminándolo con la mirada y deseando que
no me gustara mirarlo, u olerlo o escuchar su voz.
Apenas sonrió. La esquina izquierda de su boca se elevó ligeramente.
―No estaba intentando sorprenderte.
―Bueno, lo hiciste ―espeté y me moví ligeramente para poner algo de
distancia entre nosotros. Miré alrededor en busca de Heath y Margo, pero no estaban
con él―. ¿Dónde están Heath y Margo?
Se encogió de hombros y miró sobre mi hombro, hacia los padres de Miles.
―La forma en la que mirabas a los padres del novio era como si acabaran de
asistir al funeral de su hijo.
No quería hablar con Rathe sobre mi familia. Quería encontrar a mis amigos y
darle a su compañero de regreso. Lucía tan jodidamente apuesto en el traje negro
que estaba usando y deseé que fuera más fácil de ignorar.
―Las mujeres Kamlock no deberían casarse ―solté, luego deseé solo haber
ignorado su comentario.
―No soy un partidario del matrimonio, pero algunas parejas se las arreglan
para hacerlo funcionar.
Miré de regreso a él. No tenía idea lo rápido que este matrimonio sería
destruido.
―Buenas personas, aquellas que saben cómo amar, que entienden el
compromiso y sacrificio. Ellos lo hacen funcionar. Mi hermana no es nada de eso
―dije, la última parte llena de lástima por Miles.
Rathe no dijo nada. Había esperado que hiciera más preguntas luego de mi
último comentario, pero no lo había hecho. Me estudió de una manera que me
calentó y me incomodó al mismo tiempo. Esta noche sus ojos parecían más azules
que plateados. Las voces a nuestro alrededor estaban desvaneciéndose, y escuchaba
la brisa nocturna en los árboles, un ave cercana encontrando su nido, y la respiración
de Rathe. Ser sostenida por su mirada era como una droga.
―No todas las mujeres Kamlock son iguales, por lo visto. ―Sus palabras eran
bajas, casi un susurro. Quise preguntarle a qué se refería con eso, pero no si la
respuesta era la que quería escuchar.
―¡No sé qué hay en este coctel, pero es a-som-bro-so! ―La voz de Margo era
ruidosa y exactamente lo que necesitaba cuando apareció junto a Rathe. Su
interrupción me sacó de lo que sea que me estaba permitiendo sentir sobre Rathe.
¿Qué estaba mal conmigo? Lo sabía mejor que tener cualquier atracción hacia un
hombre. Volví mi atención a Margo, agradecida de ser libre de esos hipnóticos ojos.
Estaba probando ser demasiado observador. Veía demasiado.
Antes de que pudiera enojarme conmigo misma porque Rathe no encajara en
el molde en el que lo había puesto, Margo metió su copa en mi rostro.
―¡Prueba este líquido mágico!
Tomar bebidas de Margo no era algo que normalmente hiciera, pero justo
ahora, una bebida podría ser lo que necesitara. Di un sorbo de su copa, y el sabor
demasiado dulce de la bebida favorita de mi tía me hizo arrugar el rostro.
―Eso no es un coctel. Es Prosecco de Granada ―le dije, regresándole la copa.
―Elegante ―dijo, haciendo un tonto baile de cejas antes de beber un poco más.
―¿Dónde está Heath? ―pregunté, cuando no pareció estarla siguiendo.
Terminó su copa, luego lamió sus labios―. Ten cuidado con eso. No es cerveza.
Cálmate o estarás inclinada vomitando en los arbustos ―le advertí.
Rodó los ojos hacia mí y luego apuntó con su copa vacía hacia la tienda oeste.
―Tu primo está hablando con él, el ardiente con el que no me puedo decidir si
le gustan los chicos o las chicas.
Heath necesitaría que lo rescataran de Duely.
―Le gustan ambos. Duely no es quisquilloso cuando se trata del sexo. Es solo
un amante ―dije, con un rastro de diversión en mi voz. Margo estaba protegida.
Sabía que la sobresaltaría. La sorprendida expresión de su rostro me hizo reír―.
Vayamos a liberar a Heath ―dije, dirigiéndome hacia la tienda oeste.
―De acuerdo, espera… así que le gustan ambos… ¿entonces eso significa que
Heath es más atractivo que yo? ―preguntó Margo cuando me alcanzó―. Porque
parecía más interesado en hablar con Heath que conmigo.
Por supuesto, esa sería su primera preocupación, lo que me divirtió todavía
más. Solo sacudí mi cabeza y me reí. Nos tomó unos cuantos minutos alcanzar la
tienda. No sabía si Rathe nos había seguido o no. Había estado en silencio, y había
estado intentando lo mejor que podía no mirar atrás para ver si seguía con nosotros;
de cualquier manera, solo alejarme y no decirle nada parecía grosero. Eché un
vistazo hacia atrás, y no estaba allí. Lo vi hablando con Leanne. Ella había hecho su
movimiento para hablar con él tan pronto como vio una oportunidad. La sonrisa que
él le estaba dando me dijo que no le importaba ser dejado atrás.
La sensación de hundimiento que vino con ese conocimiento fue inesperado.
Mi pecho se sentía pesado, y algo parecido a la decepción se asentó en mis entrañas.
No debería estar afectada por la visión de ellos juntos. Rathe no significaba nada
para mí, y hasta esta noche, solo había estado atraída por su belleza externa.
Desafortunadamente, me había dejado ver que no era solo un rostro bonito. Mi
guardia había bajado solo lo suficiente para dejarme esperar que Rathe fuera
diferente, sin siquiera darme cuenta que lo estaba haciendo. Solo había sido un
momento que me hizo cambiar ligeramente de opinión. Nada más que un solo
momento. No debió haberme afectado así. La tristeza que llegó cuando se inclinó
para susurrar algo en el oído de Leanne fue fastidiosa.
―Necesitas advertirle sobre ella ―susurró Margo, como si pudieran
escucharnos desde tan lejos. Tenía razón, por supuesto, necesitaba ser advertido.
Solo no sabía si debería hacerlo.
Me las arreglé para encoger un hombro como si no fuera de mi incumbencia.
―Parece que él puede manejarla ―mentí. Porque ningún hombre podía
manejar a una mujer Kamlock. Ninguno con un alma, al menos.
―Mmmm, voy a tener que discrepar. Tu hermana es desagradable. ―Margo
seguía susurrando.
―Sus dos hermanas son desagradables ―susurró Duely, cuando metió su
cabeza entre las nuestras.
―¡OH! ―gritó Margo y giró con sus ojos amplios.
No había escuchado a Duely y Heath acercándosenos desde atrás. Mis
pensamientos habían estado tan absortos en la conversación privada de mi hermana
y Rathe. Le di la espalda a la visión de Leanne y Rathe para concentrarme en Heath
y Duely.
―Ella sabe eso bastante bien ―le aseguré a Duely.
Golpeó su copa medio vacía contra la de Margo y dijo:
―Salud por eso. ―Entonces cambió su mirada hacia mí ―. ¿Por qué no estás
bebiendo todavía? Todavía tenemos que sufrir dos horas más de esta charada.
Tenía razón. Debería estar bebiendo.
―Estaba viniendo a salvar a Heath de tu agarre y luego me iba a dirigir a
conseguir una bebida. ¿Qué tienen, aparte de ese terrible Prosecco de Granada?
Duely levantó su copa.
―Un costoso Brut. Cuando transformen la tienda más larga, tendrán una barra
completa disponible, lo que sabrías si hubieras sufrido el día conmigo.
Duely extendió una mano para señalar a un camarero cargando una bandeja
de bebidas.
―Por favor, empieza a adormecerte ―instó Duely cuando llegó el camarero.
Tomé una copa, y Margo hizo lo mismo. Empecé a recordarle que fuera lento,
pero decidí dejarlo ir por ahora. Estaba divirtiéndose, y no estaba de humor para
entrar en el papel de mamá gallina.
―¿Cuántos van? ―le preguntó Heath a Margo.
―Dos ―replicó, frunciéndole el ceño ―. Entonces, Duely ¿cómo has estado?
―preguntó Margo, alejando la atención de ella.
Me tomé un momento para mirar atrás y ver si mi hermana seguía
manteniendo a Rathe bajo su hechizo. Desearía no haberlo hecho. Seguían hablando.
Rathe estaba diciendo algo que la hizo reír. Su cabello rojo se curvaba y se apilaba
elegantemente sobre la cima de su cabeza como una diosa y la luz de la luna
haciendo que su piel pálida pareciera angelical revolvió mi estómago.
Negándome a mirar más y determinada a que no me importara, regresé mi
mirada a Duely, que desafortunadamente estaba observándome.
―¿No es verdad eso, Cat? ―preguntó con una sonrisa traviesa que decía que
sabía lo que había estado mirando y que iba a interrogar luego.
En lugar de admitir que no tenía idea de qué había estado hablando, repliqué:
―Lo siento, necesito ir a revisar algo. Ya regreso. ―Y me alejé antes de que
pudieran hacer más preguntas.
El Extraño
No dejé de caminar hasta que alcancé el frente de la casa, la cual estaba
afortunadamente libre de invitados. Sin Duely observándome de cerca, podía
sentarme y digerir el asunto de mi preocupación porque Rathe estuviera teniendo
una agradable charla con Leanne. Por qué hizo que me importara debería ser razón
suficiente para dejarlo hundirse en su hoyo oscuro. Si solo fuera malvada, la vida
sería mucho más fácil.
Ese pensamiento hizo que mi humor amargo se intensificara.
―Eres una Kamlock ―dije en voz alta. El disgusto en mi tono era evidente,
como si admitiera algo que normalmente intentaba olvidar. La maldad estaba allí
oculta en lo profundo de mí. Estaba en mi sangre. La oscuridad siempre había
merodeado allí; sin embargo, nunca había querido ceder ante ella. La aborrecía, le
temía. Podía sentirla a veces, pero siempre era rápida en combatirla. El recuerdo de
mi padre y su bondad era todo lo que siempre había necesitado para mantener la
maldad enterrada.
―Un jodido grupo maldito del que formar parte, también. ―Una
anormalmente áspera voz llegó desde la oscuridad. Mi atención se lanzó a la sombra
detrás de la pérgola. No reconocí la voz, pero sonaba como si alguien hubiera
fumado demasiados cigarrillos en una vida entera. Un hombre desconocido
escondiéndose en la noche no me asustó, pero sus palabras indicaban que no era
solo un hombre. Conocía el nombre Kamlock y supondría por esa sola afirmación
que sabía lo que éramos. Eso era suficiente para que levantara mi guardia.
―Me disculpo, pensé que estaba sola ―dije, mientras rodeaba la ornamentada
estructura de madera interponiéndose entre los nosotros.
―Una mujer Kamlock que se disculpa. Curioso. ―Había una ligera burla en la
densa aspereza de su voz. Me detuve un momento entonces y analicé la situación.
Un hombre escondiéndose en las sombras, muy probablemente sabe quiénes somos,
y no se está moviendo hacia la luz, lo que sería lo más cortés.
―Luceat lux illa minantur in obumbratio. ―Mi hechizo fue susurrado, y cuando
ninguna luz resplandeció en las sombras de su rostro, me relajé.
―Buena elección. Inteligente y sutil. ―Su voz expresaba aprobación.
―¿Quién eres? ―pregunté, acercándome. Si era una amenaza, la luz habría
iluminado la oscuridad. Como fuera, conocía el hechizo que había lanzado, lo que
significaba que estaba, de hecho, encantado o maldecido. También seguía en las
sombras. ¿Por qué no estaba saliendo a la luz? Nada de esto se sentía correcto para
mí.
Una pequeña llama naranja iluminó la punta de un cigarrillo y observé cuando
la lucecita se movió. No avanzó, sin embargo, solo se movió a la izquierda hasta que
estuvo debajo de la luz. Pero eso fue suficiente para que lo viera. No quería que se
acercara. Solo quería ver con quién estaba hablando. Su decisión de moverse solo
hacia la luz y no hacia mí podría ser una elección considerada de su parte. Todavía
no estaba segura.
El hombre era mayor. Con un hechicero, la edad era algo difícil de medir. Si
fuera un humano normal, parecía estar a mediados de sus cincuenta. Si era un
hechicero, sin embargo, especialmente si era un brujo, podría estar cerca de los
cincuenta años. La magia era mejor que el Botox o las cirugías. Le había permitido a
su cabello volverse un poco plateado, pero la mayoría todavía era marrón oscuro o
negro. No podía estar segura en la limitada iluminación. Sus ojos eran azul brillante,
y su alto y delgado cuerpo no estaba vestido para una boda formal. En cambio,
llevaba pantalón ajustado desgarrado, botas de combate negras y una chaqueta de
motociclista de cuero. El cigarrillo colgando de su boca añadía la apariencia de
antigua estrella de rock. Me pregunté si eso era lo que estaba buscando,
posiblemente una apariencia de Kurt Cobain.
―¿Así está mejor, Catalina? ―preguntó, sin sacar el cigarrillo de su boca.
Sabía mi nombre. Sabía quién era. Yo no sabía nada sobre él. Mantuve mi
distancia y lo estudié cuidadosamente antes de decir más.
―No estás aquí para la boda ―afirmé lo obvio.
Se rió entonces, luego de sacar el cigarrillo de su boca con la mano izquierda.
Un ruidoso cacareo que sonaba realmente entretenido.
―¿Otra Kamlock que se casa? Mierda no, no estoy aquí para ver esa mierda.
―respondió, entonces cambió su peso a su pierna derecha.
―¿Quién eres? ―pregunté de nuevo. Estaba empezando a pensar que debería
estar más preocupada por la identidad de este hombre. Estaba casi segura que era
un brujo, y uno antiguo. Podían ser bastante poderosos. A este en especial parecía
disgustarle mi familia tanto como a mí. El estar aquí podría no ser para una visita
amigable.
Miró brevemente a la casa detrás de mí, antes de regresar su atención a mí.
―Estaba aquí para… asesorar a alguien, pero parece que esto es lo más lejos
que puedo ir… suficientemente interesante. ―Lució como que sonrió, pero no podía
estar segura. La luz de la luna estaba siendo obstaculizada por una nube.
Levantando mi rostro, enfoqué mi mirada en la fastidiosa nube y la moví con un
pequeño susurro, segura de que podía escuchar mis palabras de todas formas.
La nube se evaporó, y la iluminación del cielo nocturno rodeaba al extraño una
vez más. Me sonrió, pero el destello en sus ojos era casi… orgulloso. Era una
respuesta extraña a lo que había acabado de hacer. Hice una rápida pausa para sentir
la barrera que afirmaba que estaba en su lugar, evitando que fuera más allá del
jardín.
No había sabido de ninguna barrera conjurada alrededor de la casa esta noche.
Sí, había una en su lugar la mayoría del tiempo por simple privacidad, pero esta
noche, con los invitados viniendo, había sido levantada. También era básica y no
mantendría afuera a otro hechicero. No sentí nada fuera de lo ordinario desde donde
estaba, así que me moví hacia adelante, hacia él, hasta que pude sentir el poder
latente en el aire a mi alrededor. Me congelé entonces. El miedo arrastrándose
lentamente por mi cuerpo desde los dedos de mis pies hasta la cima de mi cabeza.
Raramente experimentaba miedo. Sin embargo, este hechizo, estaba caliente…
chisporroteando con intensidad y era más fuerte que nada que mi madre o mi tía
conjurarían solas.
―¿Quién eres? ―demandé esta vez. Este no era ningún hechizo ordinario.
Nunca había sentido algo así. Algo así de oscuro tenía que estar aquí por un
propósito. Si este hombre era el ser que estaba manteniendo alejado de la casa,
entonces estaba lejos de ser inofensivo. ¿Detrás de quién o qué podía estar?
¿Podrían mis hermanas haber sido capaces de conjurar algo así con mi tía y mi
madre? No solo dudaba eso, sabía que era imposible. La profundidad de energía en
su núcleo era más de lo que cualquier bruja en mi familia poseía. Eso podía asegurar.
Una sola Kamlock no podía hacer esto… y no estaba segura que ni siquiera cuatro
pudieran.
―Soy el único hijo de puta que no puede asistir a esta fiesta, dulzura. ―Sonaba
más entretenido que molesto. Su profunda risa se había ido tan rápido como llegó.
Esperé a que dijera algo más, que explicara a qué se refería, o hiciera preguntas.
Esperaba muchas cosas, pero lo que no esperaba era que solo se desvaneciera. Como
una ráfaga de humo. Como la nube que había eliminado.
El cigarrillo yaciendo sobre el suelo donde había estado de pie era su único
signo de haber estado allí en lo absoluto. Di un paso atrás mirando fijamente el lugar
vacío en el que había estado segundos atrás. ¿Eso era siquiera posible? ¿Desaparecer
tan fácilmente? Nunca lo había visto, pero había escuchado cuentos y eso era lo que
siempre pensé que eran… cuentos. Historias inventadas para asustar a los niños. Los
niños encantados habían tenido su propio conjunto de cuentos que eran más como
historias de advertencia.
―Cat ―exclamó la voz de Heath en la oscuridad, recordándome que no estaba
sola aquí. Había un patio lleno de personas. A algunas las conocía, a la mayoría no.
Tantas personas inocentes. Lo que sea que fuera esto manteniendo al extraño afuera,
ya no parecía suficiente. Un hechicero que se podía desvanecer… ese era el epítome
de la maldad. Podíamos no tener alma, al menos según lo que sabía de aquellos que
tenían ese poder.
Girándome, corrí hacia la voz de Heath. No quería a Heath o Margo cerca de
aquí o del extraño. No sabía quién era o cuáles eran sus intenciones. Lo que sí sabía
era que la habilidad para moverse a través del espacio con magia era raro. Y siempre
pertenecía a aquellos que tenían que ser más temidos.
La presencia de Heath me hizo sentir segura. Normal. Era a lo que me aferraba
y deseaba diariamente. Margo y Heath eran mi conexión a un mundo que sabía que
no era mío; sin embargo, al que anhelaba pertenecer.
―¡Oye! Aquí estás. Hemos… o mejor, he estado buscándote por todas partes.
Margo está bailando con Duely y ya está más que achispada ―divagó Heath hasta
que lo alcancé. Empecé a hablar cuando me di cuenta que Mary estaba allí junto a
él. Su mirada estaba enfocada en la oscuridad detrás de mí. No estaba segura de lo
que podía ver o sentir, pero sabía que estaba con él por una razón. Estaba
protegiéndolo. Sus ojos parecían vacíos mientras mantenía su mirada en el lugar del
que había huido. Me estremecí ligeramente por su expresión. Era como si ella
pudiera sentirlo. El peligro.
Miré hacia atrás sobre mi hombro para asegurarme de que la oscuridad
estuviera vacía. Estaba como la había dejado. Tomando el brazo de Heath, lo empujé
forzadamente de regreso a la fiesta.
―Lo siento, necesitaba un momento de paz. Ya estoy bien ―dije, sin estar
segura de que sonaba creíble.
No hice contacto visual con Heath, esperando que no hiciera más preguntas.
Podía mentir, pero odiaba mentir más de lo que ya lo había hecho. Cuando vi a
Margo doblada sobre su cintura riéndose y a Duely luciendo genuinamente
complacido consigo mismo, dejé salir un suspiro de alivio. Estaban contabilizados y
en la seguridad de la fiesta. Evitar que dejaran el círculo alrededor de la propiedad
era mi objetivo. No necesitaban ir a ninguna parte sin mí. Sin saber quién era el
hombre y por qué estaba siendo mantenido afuera, estaban en peligro. Si pudiera
tener a Duely a solas, entonces podría preguntarle si sabía algo, pero justo ahora,
estaba entreteniendo a Margo, y prefería que estuviera con él, a que decidiera irse.
―Va a vomitar ―dijo Heath, cuando nos detuvimos justo afuera de la tienda.
Me giré hacia él y vi que Mary se había ido. El peligro debió irse también. Eso me
dio una ligera sensación de alivio.
―Síp, pero le advertimos ―le recordé. No quería preguntar por Rathe y
deseaba poder olvidar cuando había estado con Leanne más temprano, pero
también necesitaba asegurarme que estuviera a salvo. Era el invitado de mis amigos.
Tenía que protegerlos a todos. Era lo correcto. O eso era lo que me estaba diciendo
para sentirme mejor―. ¿Dónde está Rathe? ―pregunté.
Heath frunció el ceño y miró alrededor.
―La última vez que lo vi, estaba con Leanne. Estaba yendo adentro, creo.
No estaba en peligro del extraño; sin embargo, había otro peligro en el que se
estaba metiendo. Mi hermana. Era un mal al que la mayoría de hombres no podía
resistirse. No le había tomado mucho conseguir su atención. Estaba segura que me
daría todos los detalles que no quería escuchar sobre su tiempo juntos. Estaría bajo
su hechizo, literalmente, y ella lo aplastaría porque dudaba que fuera lo
suficientemente rico como para que ella hiciera más que jugar con él por un
momento.
―Estoy segura que están perdidos en las invaluables ediciones de literatura de
la biblioteca de mi padre ―sugerí con sarcasmo evidente en mi voz.
―Eh, voy a dudar de eso ―dijo Heath y empezó a reírse, pero algo en mi
expresión lo detuvo. Necesitaba hacer un mejor trabajo en demostrar que no me
importaban Rathe y Leanne―. Le dije que tus hermanas eran… malas noticias. Lo
siento ―añadió con un tono inseguro en su voz. Era posible que estuviera
malinterpretando mi inquietud cuando estaba, de hecho, celosa de Rathe estando
con Leanne. No podía estar celosa. Lo sabía mejor como para tener la idea de los
celos. Había sabido que sería atraído por Leanne. Me había preparado para eso. La
punzada que provocaba era un recordatorio de que no tenía derecho en lo
relacionado a Rathe. No era una opción para mí. Nunca podría serlo. Nadie podía
ser una opción, aunque la punzada no cesó por eso.
―Puedes advertirlos, pero todos tienen que descubrirlos por sí solos ―dije,
forzando una sonrisa y palmeando el brazo de Heath como si no hubiera nada de
qué preocuparse.
No lució convencido.
La Mierda Seria
Luego de que la novia y el novio se fueron en el regalo de bodas de la novia de
parte de su nuevo esposo, un Tesla nuevo, los invitados empezaron a dispersarse.
El lado del novio fue rápido en irse, y no los culpaba. Habría querido largarme de
aquí lo más rápido posible también. Este lugar no se sentía acogedor para otros, y
no debería. No era un hogar feliz.
Mi hermana tenía lo que quería, y esta sería la última vez que la familia de
Miles Dartmore se sentiría bienvenida aquí, si alguna vez lo hicieron. Mi madre hizo
lo mejor que pudo para armar un espectáculo hasta que la boda terminó. Había
observado al señor Dartmore mirarla con fascinación. Debería estar agradecido de
tener una esposa a su lado que no fuera una Kamlock. Pronto, él y su esposa
descubrirían que ya no eran bienvenidos en el único hogar de su hijo. Su hijo
raramente vendría luego de esta noche, y nunca verían a su nuera. Se aseguraría de
que no vieran a su hijo la mayoría del tiempo. Miles ansiaría verla feliz y nunca
sentiría como si pudiera hacer suficiente. Había visto a mi madre hacerlo con mi
padre. Había visto a mi tía hacérselo a mis múltiples tíos a lo largo de los años.
―Esta fue una gran fiesta ―balbuceó Margo mientras se inclinaba contra mi
costado. Estaba observando a los invitados irse desde la entrada y asegurándome
que todos estuvieran en sus vehículos a salvo. No había necesidad de discrepar con
Margo. Estaba demasiado ebria para recordar mucho de la fiesta. Estaba segura que
su experiencia había sido placentera.
―¿Está todo bien? ―La voz de Leanne me hizo tensar. No la había visto en
casi una hora. Ella y Rathe habían regresado a la fiesta y bailado, entonces Rathe
había ido junto a Heath mientras Leanne bailaba con otros hombres. Me gustaría
pensar que no me había importado que cuando miré a Rathe, estaba observando a
Leanne, pero debió haberme importado porque había estado molesta.
Miré sobre mi hombro hacia la aparición de mi hermana en el vestíbulo. Lucía
complacida. Estaba segura que estaba más que complacida consigo misma. Él no
tenía idea lo perversa que era ella, incluso cuando había intentado advertirle.
Probablemente pensaba que mis comentarios habían venido de los celos. Lo
descubriría de la manera difícil si intentaba perseguirla luego de esta noche.
Regresé a observar a los invitados irse.
―¿Por qué no lo estaría? ―le respondí a Leanne fríamente, sin querer
responderle realmente. Margo se inclinó sobre mí más pesadamente. No que
necesitaba que se desmayara. Tenía que irse. Quedarse a pasar la noche estaba fuera
de discusión. Este lugar no era seguro. Nunca se había quedado aquí y nunca lo
haría.
―No conozco ninguna razón por la que no lo estaría ―dijo Leanne lentamente,
como si lo estuviera analizando―, pero la forma en la que me acabas de mirar, como
si fuera mierda en la suela de tus nuevos tacones, me hace pensar que algo puede
estar mal.
Mantuve mi mirada sobre la gente de afuera entrando a sus autos y yéndose.
No sabía lo seguros que estaban fuera de aquí.
―Estoy esperando hasta que se aclaren las cosas un poco antes de meterla al
auto y llevarla a casa ―dije, asintiendo hacia Margo.
No dijo nada, y si no pudiera seguir oliendo su perfume Hermes, pensaría que
se había ido.
―Es un poco vergonzosa ―dijo Leanne finalmente, y el disgusto en su voz me
enfureció. Leanne era vergonzosa. Mi familia entera era una gran vergüenza.
―Está ebria, que es mejor que ser una zorra ―respondí antes de poder
detenerme. Tomar la carnada de Leanne era algo que no hacía normalmente. Lo
sabía mejor. Esta noche, estaba tomando muchas malas decisiones. No solo estaba
haciendo un trabajo terrible en que no me gustara Rathe, sino que también estaba
contraatacando la mezquindad de Leanne. Ambas eran cosas estúpidas para
permitirme.
Se carcajeó con deleite, y odié haberlo dado el placer. No habría duda de a qué
me estaba refiriendo, y solo lo haría peor. Rathe nunca había sido una opción para
mí, de todas maneras.
―¿Celosa, hermanita? ―preguntó, con puro placer evidente en su voz. Eso era
lo que quería. Lo había conseguido porque se lo había entregado, con mi
incapacidad para ignorar mi atracción hacia Rathe.
―Ahí están ―dijo Heath, apareciendo en la base de las escaleras frente a la
entrada. Deslicé un brazo alrededor de Margo y salí hacia el porche. Heath era el
único hombre que conocía que nunca había sido debilitado por la apariencia o el
encanto de ninguna de mis hermanas. Habían intentado más de una vez cuando
éramos más jóvenes, esperando herirme. Ambas pensaban que mi amistad con él era
algo más. Cada intento que hicieron falló. Es cierto, había lanzado un hechizo para
protegerlo, pero incluso antes de eso, nunca había mostrado interés en ellas. Heath
era el mejor tipo que conocía.
―Está a punto de desmayarse ―le dije, a medida que se volvía más pesada en
mis brazos.
Sacudió su cabeza con frustración, entonces volvió su atención a su izquierda.
―Rathe, necesito una mano.
Suspiré, suponiendo que era de esperarse. Rathe vino con ellos y se iría con
ellos. A menos que Leanne decidiera mantenerlo toda la noche. Bien podía, ahora
que sabía que me molestó. Mantuve mis ojos sobre Heath y me aseguré de no mirar
a Rathe. Odiaba que fuera imposible no verlo incluso cuando no lo estabas mirando.
Su presencia era frustrantemente adictiva, y olía tan bien.
―Iré con ustedes al auto ―dije, sabiendo que no podía dejarlos salir solos.
Aunque el hombre de más temprano parecía haberse ido y todos se habían ido a
salvo hasta ahora, Margo y Heath eran demasiado importantes para mí. No sabía
quién había sido el hombre o qué quería. Si se aparecía de regreso, estos dos no iban
a estar en peligro. Los traje a este lugar y los sacaría a salvo. Siempre mantenía
separado este mundo de ellos. Excepto esta noche cuando no tuve opción. El que no
los invitara habría destrozado a Margo, que quería ver el lugar y los sentimientos de
Heath podrían haber sido heridos. Nunca estaba segura con él. Algunas veces era
solo un chico con típicas reacciones de chico y otras veces parecía ser muy sensible.
Me les adelanté y permanecí alerta. No confiaba completamente en que
pudiera hacerle algo al brujo si aparecía repentinamente frente a mí, pero era mejor
que nada si el hechicero volvía a aparecer. No tendrían protección en lo absoluto sin
mí.
Noté que Duely estaba caminando hacia el estacionamiento a unos metros de
distancia. El alivio de tener un poco de apoyo cerca me hizo llamarlo.
Me escuchó y se giró, vio la situación, la evaluó y entonces empezó a caminar
en nuestra dirección. Eso me hizo sentir de alguna manera más segura. Dos
hechiceros era mejor que uno. Duely no tenía idea de lo que había ocurrido esta
noche, pero probablemente pensaba que necesitábamos ayuda con Margo. Sin
importar la razón, estaba agradecida de que se dirigiera hacia nosotros.
―Parece que el prosecco la golpeó fuerte ―observó Duely cuando nos alcanzó,
con una sonrisa de diversión.
―Sí, está acabada. ¿Te vas? ―le pregunté, esperando que no. No tenía a nadie
en esta familia con quien hablar sobre el brujo, excepto a Duely. Solo esperaba que
supiera algo que yo no y pudiera aclarar las cosas. Había una oportunidad de que
hubiera sido un ligue de Geneva en algún punto. Había hecho la cosa del hombre
mayor por un tiempo el año pasado. Sin embargo, alguien con su poder habría sido
algo que anhelara más que el dinero. Esa clase de poder era más fuerte que cualquier
riqueza monetaria. Entonces lo estaba dudando. Tantos escenarios diferentes habían
pasado por mi mente desde que se había desvanecido.
―Todavía no. Estaba saliendo para revisar algo ―fue su vaga respuesta. Lo
estudié por un momento y la explicación no hablada en su expresión era clara. No
podía decir nada más con los otros aquí. No lo presioné.
―Los voy a acompañar a su vehículo. Puedo ir contigo luego de que se vayan
―dije, intentando sonar indiferente. Dio un pequeño asentimiento.
―Si ustedes dos necesitan ir a manejar asuntos familiares, estoy seguro que
podemos llegar al Jeep de Heath sin problema. ―Miré hacia Rathe por primera vez
desde que se nos unió. Su sugerencia había sonado sincera, pero el tono en su voz
no.
―El Jeep está justo adelante ―declaré lo obvio y seguí caminando en esa
dirección. Las luces centelleantes estaban detrás de nosotros ahora y los grandes
árboles de roble vivo bloqueaban la mayoría de la luz a medida que nos alejábamos
de la casa. Otros invitados estaban caminando hacia sus autos, entrando y cada
pocos minutos, las luces delanteras darían suficiente luz para que pudiera escanear
rápidamente la oscuridad.
Justo cuando las luces de un Mercedes plateado se desvanecieron, alcanzamos
el Jeep. Margo estaba completamente ida ahora y ambos chicos estaban sosteniendo
su peso muerto.
―Las llaves están en mi bolsillo derecho ―dijo Heath, y revisé para
conseguirlas y abrir la puerta.
―La tengo ―dijo Rathe, tomándola de Heath y luego levantándola como si no
pesara nada y colocándola en el asiento trasero. No estaría impresionada con esa
hazaña. Rathe no me podía impresionar. Forzándome a permanecer concentrada en
el asunto a la mano, mantuve mis ojos en nuestros alrededores mientras Heath subía
y la aseguraba antes de que se desplomara de nuevo.
―Gracias por invitarme. Me divertí ―dijo Rathe, lanzando mi atención de la
oscuridad hacia él. No lo había invitado. Había venido con mis amigos. En lugar de
ser grosera y recordarle ese hecho, simplemente asentí.
―Te veré mañana en el trabajo ―me dijo Heath.
―Cubrirás mi turno. Recuerda ―le recordé. Me había pedido el turno
adicional. Necesitaba dinero para algo, pero no estaba segura de qué. No ofreció esa
información. Me había preguntado brevemente si había sido para reemplazar cual
fuera el dinero que había gastado de la renta avanzada de Rathe para poder pagarle
y sacarlo. Heath nunca admitiría eso si lo fuera.
Heath sonrió.
―Oh, sí ―dijo tímidamente, luego le dio un asentimiento a Duely―. Fue
bueno verte de nuevo. ―Entonces, con una última mirada hacia mí, subió al asiento
del conductor.
―Hazla beber agua esta noche, si puedes. Va a sentir fuerte ese prosecco ―le
dijo Duely.
―Lo haré ―respondió Heath.
Rathe me estudió por un largo e incómodo momento. No dije nada, pero
sostuve su mirada. Toda la ira que había intentado negar esta noche sobre su
fascinación por mi hermana ardía a fuego lento en mi mirada, y lo sabía. Cuando no
dije nada más, fue al lado del pasajero y subió sin intentar ninguna otra charla.
Con un último saludo de Heath, las luces iluminaron la noche y se alejaron.
―Pobre tipo, ha estado enamorado de ti por tanto maldito tiempo que es como
un hábito, y el nuevo, Rathe, bueno, sabe que estas atraída hacia él y que la cosa de
Leanne te enojó. Creo que se arrepiente ―dijo Duely a modo de hecho.
Frunciendo el ceño, confundida por la divagación de Duely, lo miré en lugar
de al Jeep alejándose.
―¿Qué?
Duely levantó una sola ceja.
―Heath está enamorado de ti. Lo estaba la última vez que lo vi, y la primera
vez que lo conocí, y tienes que saber esa mierda. Rathe sabe que piensas que es
ardiente porque, seamos honestos, es magnífico, y lamenta molestarte entreteniendo
a la zorra que conocemos como la hermana malvada número dos.
Había demasiada complicación con todo lo que dijo, y no tenía tiempo para
considerar esa locura. Duely a menudo leía demasiado en las situaciones y las
personas. Estaba acostumbrada a eso. Escogí ignorar todas sus palabras.
―Había un hombre aquí afuera esta noche ―dije en su lugar―. Cuando salí
para escapar, estaba en las sombras al otro lado de la pérgola. No podía acercarse
más. Había una protección que solo le afectaba a él. No era solo un hombre. Tenía
que ser un hechicero. Uno oscuro. Realmente oscuro.
Duely no dijo nada de inmediato. Miró alrededor y frunció el ceño como si
estuviera confundido. Nada parecía resultarle familiar.
―¿Qué salías a revisar? ―cuestioné, preguntándome ahora si su madre lo
había enviado para ver que las cosas estuvieran seguras. El hechizo era demasiado
poderoso y oscuro para que mis hermanas lo hubieran lanzado solas. Mi madre y
mi tía tuvieron que saber algo. Lo que haría que quisieran escanear el lugar en busca
de peligros.
―Iba a conseguir un maldito porro de mi auto y relajarme ―dijo con un
encogimiento de hombros―. No siento un hechizo de protección de ningún tipo
alrededor de este lugar ―añadió.
No estaba sorprendida. Para algo tan poderoso, estaba muy bien oculto. Sutil
parecía una palabra demasiado débil para describirlo, pero de algo manera lo era.
―Tampoco yo, al principio ―expliqué―. Pero el hombre no podía cruzarlo.
Eso le divertía y… y luego solo se desvaneció, teletransportó. Justo frente a mis ojos.
Las cejas de Duely se juntaron en un profundo ceño.
―¿Se desvaneció? ―Si alguien más le estuviera diciendo esto a Duely, dudaba
que les creería. El poder de desvanecerse era el cuento de hadas que le decían a los
niños.
Asentí una vez y mantuve mis ojos enfocados en los suyos. ¿Realmente no
sabía nada de este hombre?
―Esa mierda es importante, Cat. ¿Estás segura que no te fumaste mi porro?
Rodando mis ojos, dejé salir un suspiro de frustración.
―Sé lo que vi y sé lo que siento. Hay una protección muy oscura y poderosa
alrededor de esta casa.
Duely miró alrededor de nosotros lentamente, luego se encogió de hombros.
―Puedes preguntarle a tu madre ―sugirió, sabiendo que estaba batallando
con eso idea―. Pero podría no hablar. Si no estás drogada… y mi apuesta es que no,
entonces hay algún secreto que no conocemos y no quieren que lo hagamos.
―Lo averiguaré. Podría haber sido alguien que se cruzó con mi madre una vez,
y regresó para conseguir su venganza. O posiblemente un ex de Geneva. ―Ambas
eran ideas con las que había jugado, pero dudaba de ellas. Obviamente, el hombre
se había ido cuando se desvaneció en una nube de humo. Los invitados ya casi se
habían ido y todos sin ningún problema.
―¿Alguna vez pensaste que estaba aquí para verte? ―Se detuvo y removió su
pie un poco, como si pensara detenidamente lo que estaba a punto de decir ―. Eres
más de lo que te das cuenta. Ya he intentado decirte eso. Yo, eh, no creo que seas
quien piensas que eres. ―Se detuvo abruptamente, luego solamente sacudió su
cabeza―. No quieres escuchar lo que pienso. Solo hazme un favor y no subestimes
tu poder. Puedes no estar de acuerdo, pero mi madre ―dijo entonces, apuntándome
―, y tu madre… están asustadas de ti. Hay algo que no sabemos. Pero leo bien a las
personas, y esas dos tienen cuidado de no presionarte demasiado. Cuando eras más
joven, no eran tan cuidadosas a tu alrededor, pero mientras más te acercas a los
veintiuno, las cosas están cambiando. Hay un cambio de poder y estás tan
acostumbrada a la forma en que han sido las cosas toda tu vida, que no lo ves.
Esta no era la primera vez que Duely me había dicho algo así, pero era la
primera vez que había mencionado que las cosas cambiaban mientras más mayor
me hacía. Todavía pensaba que estaba siendo dramático y leyendo cosas en
situaciones que no estaban allí. Había terminado de discutir que mi madre, quien
había hecho de mi vida un infierno desde el momento que murió mi padre, estaba
asustada de mí. Me odiaba. Eso estaba claro. Odiaba que no le daría el poder de las
tres. Odiaba que fuera testaruda y como mi padre. Posiblemente odiaba que fuera
medio normal. Pero Persephone Kamlock no estaba de ningún modo, asustada de
mí. Dejé salir una fuerte carcajada.
―Es hora de que abandones esa teoría ―le dije.
Frunció sus cejas. Del modo frustrado, no del enojado. Quería que me creyera
esta idea de ser poderosa. Tenía un padre mortal. Eso era imposible de considerar.
―Explica entonces por qué sientes un conjuro oscuro y yo no siento nada.
¿Cómo sabes que es oscuro? ¿Qué es lo que sientes? ―Estaba retándome ahora. No
tenía respuestas, por supuesto. Seguía intentando asimilar el acto de desaparición
que el hechicero había hecho.
―Lo habrías sentido también si hubieras visto al hombre ―dije a manera de
explicación.
―Pero no lo vi. Nadie lo hizo… excepto tú ―replicó.
Abrí mi boca para recordarle que había estado paseando para calmarme. No
había forma que el hombre supiera que me vería sola allí afuera. No había estado
esperando por mí. Eso era ridículo. Esto no nos estaba llevando a ningún lugar.
Duely había terminado por la noche y quería drogarse. No iba a hacer mucho para
ayudarme. Sacudí mi cabeza y me giré para regresar a la casa.
―¡Tal vez estoy loca! ―le grité mientras caminaba, intentando romper la
tensión que se había construido involuntariamente.
―O tal vez eres más oscura de lo que quieres aceptar.
No, no lo era. Si fuera oscura, si mi alma estuviera tan maldita como las de mis
hermanas y madre, entonces sería como ellas. Sería una vacía perra caza fortunas,
sin ningún afecto real por nadie. Sentía profundamente, me preocupaba, amaba,
tenía emociones que ellas no entendían. Podía combatir la oscuridad de la sangre de
mi sangre en mis venas. Eso me hacía menos tenebrosa que cualquiera de ellas.
Menos poderosa. No tenían ningún motivo para temerme.
El cigarrillo
La casa estaba más tranquila sin que Geneva llamara la atención diariamente.
Trabajé doble turno para mantenerme ocupada. Por suerte, Heath no había pedido
más de mis turnos, pero se había hecho cargo de algunos de los otros servidores.
Casi trabajaba tanto como yo ahora. Lo que me hizo sentir más curiosidad por saber
qué era lo que le hacía ahorrar su dinero. La película del dólar mostraba Drácula de
1931 esta semana, y fui a verla dos veces para no tener que volver a casa. Heath había
ido a verla conmigo el miércoles por la noche porque el restaurante estaba lento y
cerraba temprano. Parecía entender mi necesidad de mantenerme alejada de mi casa.
No preguntó ni se entrometió como Margo. Se lo agradecí.
Pensé que la mudanza de Geneva facilitaría las cosas en casa. Me había
equivocado. Leanne no era tan mala como Geneva, pero disfrutaba dejando caer el
nombre de Rathe cada vez que estaba al tanto. Casi preferí la asquerosidad de
Geneva a la mierda de falsa inocencia de Leanne. Era difícil olvidar que casi me
dejaba que me gustara Rathe cuando Leanne seguía hablando de él. Curiosamente,
las pocas veces que lo vi de pasada en el apartamento, no dijo nada sobre ella, ni
preguntó por ella, ni me dijo nada en absoluto.
La boda había sido hace casi tres semanas, y no creía que Rathe hubiera
buscado a Leanne. No es que supiera mucho sobre lo que cada uno de ellos hacía a
diario. Había visto a Rathe un puñado de veces, dejando el apartamento con
diferentes mujeres cuando yo había llegado. No eran Leanne. Eso es todo lo que me
importaba o al menos eso es lo que me dije. Intenté no pensar demasiado en ninguna
de las mujeres de Rathe. Había otras cosas en mi mente que eran mucho más
importantes. Como la desaparición de un extraño.
Esta mañana me desperté, miré fijamente al techo durante una hora, y decidí
preguntarle a mi madre sobre el hechizo de protección que había hecho en la casa.
Todavía estaba allí. Había parado todos los días desde la boda en el lugar donde
comenzó y probé el poder allí. Permaneció. Lo que me llevó a creer que la boda no
había sido la razón por la que se había puesto en marcha. Podría haber estado allí
durante mucho tiempo. Sólo que no lo había notado y eso era aún más raro. Tener
cualquier tipo de discusión con mi madre era algo que siempre evitaba. Incluso algo
tan importante como esto. La rueda había sido real. El hechizo de esta casa era muy
real. Estaba cansada de preocuparme por ello y de si el hombre volvería. Mi madre
era la única que podía responder a esto por mí.
Si tuviera trabajo hoy para distraerme, me prepararía y me iría. Sin embargo,
Greta me había dicho que mis horas ya eran demasiado altas, y sólo era viernes.
Tenía que encontrar otra cosa que hacer y habiendo hablado con Margo ayer, sabía
que tenía clases hoy y luego una cita, con el simpático Chip Manasco que había
conocido en la fiesta.
Parada en la alta ventana de estilo gótico de mi dormitorio que daba al patio
delantero, suspiré y me froté las sienes. Todo parecía normal. La casa que mi padre
le había dejado a mi madre era perfecta. Si hubiera vivido, si yo no hubiera nacido
en una familia de brujas locas, me habría encantado crecer aquí. Esta casa fue
construida en 1823 y los Delvaux no escatimaron en gastos. Mi padre la había
ampliado y mejorado para complacer a mi madre, pero la belleza de la estructura
original se mantuvo.
Lo que podría haber sido una infancia de cuentos en cambio fue una de horror.
Esta casa fue una vez el hogar de mis ancestros Delvaux. Ahora no era nada de eso.
Estudié el quemador del patio delantero, recordando que el hombre se parecía más
a una estrella de rock retirada que a un poderoso hechicero. Se había relajado y se
había divertido con la barrera que lo mantenía fuera. Nada había sido muy
intimidante en él hasta que desapareció. Lo que me da una razón más para no
relajarme en esta casa. Nunca había sido un lugar donde pudiera disfrutar de estar
en casa de la forma en que otras personas parecían hacerlo.
Una puerta cerraba el pasillo, recordándome a los que vivían aquí e hicieron
que fuera un lugar miserable. El día que mi madre atravesó sus hermosas puertas,
esta casa que una vez estuvo tan llena de la historia de la familia de mi padre cambió
repentinamente. Miré por encima del hombro para ver si el cierre de la puerta
significaba que Leanne venía a buscarme y me atormentaría más hablando de Rathe.
No oí nada, y mi puerta seguía firmemente cerrada.
Empecé a mirar por la ventana cuando el ligero movimiento cerca de la cama
me llamó la atención. Ya sabía quién era antes de verla. No me sorprendió la niña
rubia que me miraba. Annabelle Delvaux había nacido en esta casa y en 1910,
después de sólo cinco años cortos, también había muerto en esta casa. Annabelle fue
uno de los primeros espíritus que recuerdo haber visto. En mis primeros recuerdos,
Annabelle había sido una amiga con la que jugaba abiertamente hasta que mi madre
me gritó que dejara de hablar conmigo misma como una loca.
―Hola, Annabelle ―dije, sonriendo a su cara familiar.
Ella levantó su pequeña y pálida mano en un saludo.
―¿Has disfrutado de la paz que ha llegado con la mudanza de Geneva? ―le
pregunté, sabiendo que a Annabelle no le importaban mucho las otras mujeres de
mi familia. No estaba por encima de hacer pequeñas cosas para molestar a mis
hermanas. Esconder su lápiz labial o joyas favoritas, enfriar el agua del baño o
quitarles las mantas por la noche. Era traviesa, y siempre me había entretenido.
―Sí, es más placentera ―dijo con su voz suave que nunca fue más que un
susurro.
Asentí.
―Siento decirte que probablemente estoy a punto de hacerlo menos agradable.
Necesito hablar con mi madre sobre algo que podría hacerla gritar. Puede que
quieras ir a jugar al ático un rato.
Inclinó su cabeza considerándolo. Sabía que le gustaba el ático donde las pocas
cosas que le habían pertenecido estaban guardadas en una caja de cedro que me
había mostrado cuando tenía ocho años. Había hecho un hechizo para proteger sus
cosas por miedo a que mi madre vaciara el ático de la historia en esa parte
aparentemente intacta de la casa.
―¿Necesitas que te distraiga? Puedo quemarla con su cigarrillo o golpearle el
brazo para que se derrame la bebida sobre sí misma.
Me reí. Annabelle a menudo le hacía esas cosas a mi madre cuando mi madre
estaba siendo mala, aunque le había dicho que parara. Negué con la cabeza.
―Gracias, pero está bien. Ve a divertirte. Yo me encargaré de ella.
Me sonrió brillantemente y luego se dio vuelta para atravesar la pared junto a
mi puerta. Annabelle no recordaba su muerte. Le pregunté cuando era más joven, y
me dijo que se despertó un día en el ático, y cuando vino a buscar a su madre no
estaba aquí. Los muebles eran diferentes y había gente que no conocía viviendo en
la casa. Estaba muy asustada y había llorado por su madre, su padre y sus hermanos,
pero nadie vino nunca. Luego hubo otros a los que encontró.
Más tarde en la vida, había buscado la historia familiar de esta casa, y sabía
que Annabelle había muerto de gripe. Aunque nunca se lo dije. Siempre parecía
triste cuando hablaba de su familia. No quería recordárselo, y también pensé que no
necesitaba saberlo. Después de su muerte, había entradas en el diario de su hermana
menor, localizado en la biblioteca de mi padre, que mencionaban haber visto el
fantasma de Annabelle. Annabelle no recordaba haber estado con su familia. Todo
lo que recordaba comenzó años más tarde cuando todos habían muerto.
Los otros que habían estado con ella se habían ido cuando mi madre se mudó
a la casa. Annabelle me dijo una vez que extrañaba a los otros. Le pregunté quiénes
eran, y mencionó a un joven llamado Oliver y a una bella dama llamada Margret.
Annabelle había explicado: “La oscuridad hizo que se fueran, pero mi muñeca está
aquí. No podía dejarla. Incluso cuando la fría oscuridad flotaba por la casa alejando
a los demás. Tenía que quedarme”.
Su pequeña muñeca de porcelana, una manta cosida a mano y una foto de su
familia estaban arriba en su cofre de cedro. Eran su ancla en este lugar. Sabía que los
otros no tenían ese tipo de ancla. La casa había sido la única residencia de Oliver
Delvaux durante sus nueve años en la tierra. Había estado aquí antes que Annabelle.
Ella era su sobrina nieta. Murió al caerse del caballo y romperse el cuello en 1866.
Margret Delvaux era la cuñada de Oliver y había muerto en 1880 al dar a luz a la
edad de veinte.
Había estudiado los espíritus y las formas de ayudar a Annabelle, y finalmente
había aceptado que dejarla aquí donde quería estar era lo mejor. Era feliz aquí con
su casa familiar y sus cosas. Esperaba que un día esta casa fuera un hogar de los
Delvaux de nuevo. Era una cosa que planeaba hacer realidad antes de morir.
Miré al techo y esperaba que se hubiera ido al ático para evitar mi
confrontación con mi madre abajo.
―Quédate arriba, Annabelle ―susurré esperando que me hubiera escuchado.
Enderezando mis hombros, caminé hasta la puerta del dormitorio y la abrí con
determinación. Interrogar a mi madre no debería ser tan difícil. Hice todo lo que
podía para evitarla, así que hablar con ella era inquietante.
El olor de su cigarrillo me llegó a la nariz cuando estaba a mitad de las
escaleras. No me detuve en el rellano, sino que seguí hasta que la encontré
descansando en la gran sala con la televisión en Real Housewives of Atlanta.
Levantó su mirada de la gran pantalla plana hacia mí. Levantó las cejas, pero no se
le formó ni una sola arruga en la frente. La mano que sostenía su cigarrillo se detuvo
en su camino hacia sus labios. La mayoría de las mujeres que fumaban tanto como
ella a su edad mostraban al menos algunas arrugas alrededor de su boca. La
suavidad de su piel la hacía parecer de veintitantos.
―No se me ocurre ninguna razón por la que me buscarías a propósito ―dijo
con su marcado acento sureño―. Estoy fascinada. ―Con una sonrisa, colocó el
cigarrillo en sus labios demasiado gordos, que fueron realzados por un hechizo no
de colágeno.
Podría volver con algo igual de sarcástico, pero preferí ir al grano y no alargar
esto. No nos llevábamos bien y prolongar nuestra interacción era una mala idea.
Tenía preguntas, y estaba segura de que sólo ella tenía la respuesta a ellas. Hasta
que no descubriera quién había sido ese hombre o qué había sido, no me iba a relajar.
No es que estuviera completamente relajada.
―Hay un hechizo de protección alrededor de esta casa. Uno que mantiene
fuera a una sola persona o hechicero. No es... típico. Y es fuerte. ―Me detuve y
esperé a que ella mostrara alguna señal de reconocimiento. No sólo me lo dijera, sino
que esperaba un parpadeo en su expresión, alguna señal de que sabía de lo que
estaba hablando. No vi nada.
Ni siquiera un intento de ocultar algo. Parecía más confundida que nada. Lo
cual era frustrante. Esperaba, no, esperaba que lo supiera, posiblemente que
mintiera, pero no esto.
―¿De qué carajo estás hablando? ―preguntó, sentándose lentamente desde su
posición reclinada. Parecía más alerta y agitada. Definitivamente no es lo que
esperaba. Mierda. Era la que se suponía que sabía quién era el hombre y qué era ese
hechizo en la casa.
―La noche de la boda, había un hombre en el frente, y no podía pasar una
barrera que decía que estaba allí para mantenerlo fuera. No le creí, pero luego lo
sentí. ―Me detuve de nuevo, no estoy segura de cuánto necesitaba saber. Si ella no
hizo el hechizo, entonces alguien lo hizo, y el infierno que levantaría averiguarlo
podría llevar a un desastre. No había previsto esto.
―Había un hombre afuera durante la boda que no pudo cruzar la línea, ¿y
ahora me estás contando esto? ―Su voz se hacía más fuerte con cada palabra que
salía de su boca. Gritaría pronto. No es anormal para nuestras conversaciones.
―Asumí que tú eras la que lo había lanzado. Es poderoso y es oscuro. No sé
de nadie más en esta casa que pueda hacer algo así. No te lo estaba ocultando. Sólo
pensé que lo sabías. ―Me estaba poniendo a la defensiva, aunque sabía que no era
la forma correcta de manejar a la mujer. Lo veía como una debilidad y sólo se ponía
más desagradable cuanto más a la defensiva me ponía. No podía explicarme y llegar
a ninguna parte con ella.
―¿Y te despertaste esta mañana, tres semanas después, con la ardiente
necesidad de preguntar sobre ello? ―Se enojó conmigo. Se levantó y cruzó la gran
habitación hacia las ventanas del frente. Sabía que estaba tratando de sentirlo, la
atracción del hechizo. Esperé, ahora más preocupada que antes. Empecé a hablarle
del hombre cuando su cuerpo se puso rígido. No se movió y yo tampoco mientras
la miraba.
Lo que fue sólo un momento se sintió como una eternidad cuando finalmente
se dio vuelta para enfrentarme. La mirada en sus ojos era tan extraña que me llevó
un momento leerla correctamente. Mi madre nunca había mostrado ningún miedo.
Verla ahora era único y ligeramente aterrador.
―Eso no es un hechizo proveniente de un hechicero ―dijo más suave de lo
normal.
―¿Qué es entonces? ―le pregunté cada vez más frustrada.
Levantó sus hombros y luego los dejó caer.
―No tengo ni puta idea. ―Fue su respuesta inesperada. ¿Cómo no sabía lo
que era y qué podía poner una barrera como esa, aparte de una rueda?
―¿En serio? ¿Qué otra cosa podría ser? Su propósito es mantener a un hombre
fuera por una razón. Un hombre específico. Hay magia en ello. Lo sentí, puedes
sentirlo. ―Estaba haciendo puntos sólidos, pero ella sólo sacudió la cabeza.
―Eso no es magia ―dijo.
Eso no tenía sentido. Por supuesto, era magia.
―¿Cómo puede no ser magia?
Se dio la vuelta para mirar afuera y luego cruzó los brazos sobre su pecho y se
estremeció. Mi madre nunca se había visto frágil o débil hasta este momento. Por
extraño que parezca, no me importaba mucho. Era superficial, hermosa, malvada y
poderosa. Me sentía cómoda con ese conocimiento. Pero me di cuenta, en ese
momento, que verla parecer débil me molestaba. No quería que fuera vulnerable y
eso me impactó más que cualquier otra cosa que estuviéramos discutiendo. Nunca
me había mostrado amor o afecto maternal, pero sí quería que lo hiciera. La mayor
parte de mi infancia me dolió, incluso cuando supe que era malvada. Era mi madre.
Tenía que ser esa niña interior a la que le molestaba que mi madre pareciera débil y
vulnerable.
Me quedé allí observándola y procesando estos nuevos sentimientos mientras
intentaba decidir si le decía lo que el extraño dijo, cómo se había visto, cómo se había
desvanecido en el aire, o si me lo guardaba todo para mí. Cuando no dijo nada
después de varios minutos, tomé mi decisión.
No dije nada más. Ella no era lo suficientemente fuerte para manejar esto.
Nunca había sentido la necesidad de proteger a mi madre y ahora que elegía hacerlo
me preocupaba por mi propia oscuridad. ¿Estaba creciendo dentro de mí y no me di
cuenta? Mi madre no era de las que inspiran compasión. ¿Cómo podía preocuparme
por ella después de todo lo que había hecho? O la sangre maldita que compartíamos
se estaba haciendo más espesa en mis venas o era la bondad de mi padre la que me
permitía cuidarla todavía. Esperaba que fuera lo último.
―Es hora de que aceptes quién eres. Si ustedes tres se unieran, entonces
tendrían el poder de leer esto. Entiéndelo. ―Giró y me señaló con el dedo. Ese
momento vulnerable se fue. El monstruo vicioso que sabía que podía ser estaba, una
vez más, parpadeando en sus ojos―. Si hay peligro ahí fuera, no lo sabremos porque
eres egoísta y estúpida. Estamos destinadas a ser imparables. ¡Todas poderosas!
¡Tenía a TRES!
Abrí la boca para defenderme cuando Annabelle apareció. Arrebató el
cigarrillo de los dedos de mi madre y lo apretó contra su muslo desnudo. Este era el
lugar favorito de Annabelle para quemar a mi madre. Parecía que le dolía más.
Annabelle había tomado nota de ello a lo largo de los años y fue por la pierna más
cercana a la parte interna del muslo como era posible.
―¡Hija de puta! ―gritó mi madre por el dolor. Annabelle se rió y luego dejó
caer el cigarrillo en el suelo delante de ella y se fue. Mientras tanto, mi madre estaba
sosteniendo su muslo y maldiciendo.
―Tienes que tener más cuidado con esas cosas ―le dije, como lo hacía cada
vez que Annabelle la quemaba.
Me disparó una mirada y luego extendió la mano para que el cigarrillo volara
hacia la palma de su mano. Todavía estaba encendido cuando lo tomó entre sus
dedos. Pude ver en su mirada que pensaba que era yo quien la quemaba. Estaba
tratando de averiguar cómo lo hice y se salió con la suya. Nunca moví mis labios
para hacer una mueca cuando ocurrió. Aunque intenté contarle lo de Annabelle
cuando era más joven, se negó a creerme. No porque no creyera en los espíritus. Eso
sería una tontería, considerando lo que éramos. Sino porque cuando se mudó, usó
un hechizo para enviar a los otros lejos. No había sido lo suficientemente fuerte para
Annabelle y su ancla aquí.
―Oh, una reunión de madre e hija y yo no estaba incluida ―dijo Leanne
dulcemente al entrar en la habitación vestida como si fuera a salir a un club a las
diez de la mañana―. ¿Has visto mis diamantes favoritos? ―me preguntó con el
ceño fruncido―. Podría jurar que los dejé en la cómoda anoche, pero han
desaparecido esta mañana.
Tuve que adivinar quién había movido los pendientes. No sonreí cuando me
encogí de hombros.
―No los he visto.
―Sigue con tu mierda ―le dijo mi madre en un tono menos agresivo que el
que había usado conmigo.
―Veo que es una cálida y acogedora charla familiar. ―La sonrisa almibarada
de Leanne había vuelto.
―Se acabó ―dijo mi madre mientras se sentaba en el sofá. Nuestra
conversación había terminado y ahora sentía como si no hubiera pasado. Tomó su
lata de Coca-Cola Light y agitó su mano sosteniendo el cigarrillo en mi dirección―.
Vete, estás interrumpiendo mi programa.
―¿Tan pronto? ―preguntó Leanne.
―Váyanse las dos ―ordenó mamá.
No necesitaba otra invitación para salir de allí. Deseaba no haber ido a ella en
primer lugar. Pero al menos ahora sabía que no tenía ni idea de quién puso la barrera
alrededor de la casa. También parecía que ya no le importaba ni el extraño, lo que
me hizo preguntarme si había sentido la barrera o sólo había fingido hacerlo.
El amigo
No poder asistir a la Universidad de Delvaux como todos los Delvaux antes
que yo fue difícil. Aunque consiguiera préstamos estudiantiles o ahorrara suficiente
dinero, no me aceptarían. La familia Delvaux odiaba a mi madre, y
desafortunadamente, ese odio se extendió a mí también. Caminar por el campus era
algo que había hecho con mi padre, y ahora cuando necesitaba alejarme de mi
familia, caminaba por los mismos caminos que él me había llevado. Estar aquí me
recordó lo bueno que llevo dentro y que la sangre de Kamlock no podía arruinarme
o quitarme. Después de los extraños tratos con mi madre hoy, necesitaba sentirme
cerca de mi padre.
Mi padre amaba los terrenos del campus, y en los meses de otoño, decía que
era mágico. De niña, me encantaba pensar que las cosas eran mágicas. Sonaba
hermoso y emocionante. Aunque mi madre no nos enseñó nuestras habilidades
hasta después de que mi padre fue asesinado, siempre supe que era diferente. Ver
espíritus y darme cuenta a una edad temprana de que nadie más los veía era una de
mis primeras pistas de que no era como los demás. Aunque mis hermanas mayores
no habían manifestado ningún signo temprano o si lo habían hecho yo no lo sabía.
Yo era más joven que ellas y nunca habíamos estado cerca.
Magia ya no era una palabra que apreciara. Sin embargo, los terrenos de la
Universidad de Delvaux eran serenos y eso era algo que yo buscaba. Mi vida estaba,
en su mayor parte, vacía de serenidad. Encontré un banco vacío bajo la sombra de
los árboles cubiertos de musgo fuera de la biblioteca del campus. Sentarme y mirar
el agua al otro lado del césped me daba paz para pensar. Los estudiantes corrían con
las mochilas en los hombros y los teléfonos móviles en las manos. Estaban todos
detrás de mí y lo suficientemente lejos como para que sus voces no me molestaran.
No había distracciones aquí. Ni madre ni hermanas. Sólo yo y mi...
―¿Considerando la posibilidad de inscribirte? ―La voz de Rathe rompió el
silencio. Parecía como si no pudiera escapar de los que me molestaban.
Miré a mi izquierda y me encontré con su curiosa mirada. Estaba de pie a un
par de metros con una mochila negra sobre su hombro izquierdo que parecía llena
de libros. Estaba haciendo que su atuendo casual de vaqueros y camiseta pareciera
un anuncio de revista. También estaba arruinando mi paz.
―No ―le respondí, mirándolo fijamente. No quería compañía, y seguro que
no quería la suya. Mi ira injustificada hacia él no era justa, pero no podía evitar
sentirla.
―¿No es un requisito familiar? ―preguntó.
Haciendo una pausa, continué mirándolo fijamente, pero también estaba
tratando de decidir qué quería decir con eso. O sólo estaba haciendo una pequeña
charla o sabía algo que no quería que supiera. Me tapé la boca con mi respuesta, sin
querer darle ningún detalle real sobre mi vida.
―Ninguna de mis hermanas fue a la universidad ―respondí vagamente.
Había una posibilidad de que no supiera nada de mi conexión con la Universidad―.
Hubiera pensado que con todo el tiempo que has pasado con Leanne lo sabrías
―añadí e inmediatamente deseé no haberlo hecho. Me hizo sonar maliciosa.
Sonrió entonces y supe que pensaba que estaba celosa. Eso fue exasperante y
me lo merecía por decir algo. Necesitaba mostrar indiferencia. Es lo que sentí ahora...
o lo que quería sentir.
―Leanne no hablaba mucho de nada importante, pero no me refería a la falta
de educación superior de tus hermanas. Me refiero al hecho de que compartes el
mismo apellido que el fundador de esta Universidad.
Nunca le había dado mi apellido. O Leanne o Margo lo habían dejado pasar.
Me encogí de hombros. No era como si mi apellido fuera un secreto. Estaba orgullosa
de ser una Delvaux. No me gustaba explicar por qué no era estudiante aquí cuando
no había querido nada más la mayor parte de mi vida.
―Veo que te has entrometido un poco ―le respondí, sin responder a su
pregunta. Porque el hecho de que la familia de mi padre me repudiara no era asunto
suyo.
Rathe se quitó la bolsa de libros del hombro y la dejó caer en el césped junto al
banco, antes de unirse a mí sin invitación. Estaba interrumpiendo mi soledad de la
peor manera.
―Tenía curiosidad. Me intrigas. Entonces, hice algunas preguntas
―respondió, y pude sentir su mirada sobre mí, aunque estaba concentrado en la
fuente de agua del estanque frente a nosotros, y me negaba a mirarlo.
―¿No tienes que estar en algún lugar? ¿Una clase tal vez? ―le pregunté.
Su risa profunda y baja me hizo sentirme rara por dentro, y de repente me sentí
muy intranquila.
―En este momento, no puedo pensar en ningún lugar en el que tenga que
estar. ―Hizo una pausa y luego añadió―: ¿Qué hay de mí que te molesta tanto,
Catalina?
Escucharle decir mi nombre completo hizo que el extraño cosquilleo que estaba
causando se intensificara. Maldición. No este tipo. Sabía que no tenía sentido que
me atrajera un hombre que no fuera un hechicero. No había futuro en ello. Sin
embargo, mi cuerpo estaba dominando mi buen sentido. Todo menos mi cerebro se
sentía atraído por Rathe. Simplemente porque mi cerebro sabía que era demasiado
débil para una hembra Kamlock. Había caído bajo el hechizo de Leanne con
demasiada facilidad. Puede que no sea como mi madre y hermanas, pero su maldita
sangre también era mía.
―Cat ―lo corregí. Porque al oírle decir “Cat” sonaba menos delicioso.
―Tu nombre es Catalina, y te queda bien. Cat no. ―Estaba tan seguro que giré
la cabeza para mirarlo sin pensar. Sus ojos eran hoy más grises como el acero que
azules. Aunque no los hacía menos fascinantes. Tenía su propia clase de magia con
su puro atractivo sexual.
―Te juzgué cuando nos conocimos. Hago eso con los hombres. Las primeras
impresiones son importantes para mí. Siempre me sale bien. Es una cuestión de
instinto. Aunque me hiciste cuestionar mi instinto. Disfrutaste de la lectura, eso es
raro en los hombres de hoy en día. Dijiste algunas cosas en la boda que me hicieron
pensar sólo esta vez que estaba fuera. Pensé que posiblemente había más de ti de lo
que... esperaba. Pero luego probaste que tenía razón al principio. Eres todo lo que
no me gusta de los hombres. ―Eso fue duro, pero lo desanimaría. A diferencia de lo
que el encanto repelente hacía porque parecía no tener ningún efecto en él.
Sus cejas se juntaron en un ceño fruncido, pero a diferencia de Heath, el suyo
parecía siniestro en lugar de sincero.
―Oh, ahora tengo aún más curiosidad. Por favor, explícame más ―dijo. Dudé
que fuera curioso. Más bien insultado sería una mejor descripción.
No quise explicarme, pero no pude callarme. Su rostro, la forma en que olía y
la cercanía de su cuerpo lo hacían imposible de ignorar. Mi cerebro me gritaba que
me callara y me alejara. Mientras que el resto de mí quería sentarse aquí y hacer lo
que me pidiera. Era una situación precaria.
―Sólo ves la belleza exterior ―respondí honestamente. Los hombres eran
criaturas visuales. No era justo juzgarlos por eso, pero lo hice. Los juzgué porque,
aunque se sentían atraídos por la belleza, nunca parecían profundizar en ella. Al
menos los que conocí no lo hicieron. Heath habría sido el hombre perfecto si no
hubiera sido así también. Siempre elegía mujeres hermosas, y terminaban siendo
locas o malas. A veces ambas cosas. Aún no había conocido a un hombre que buscara
primero la belleza interior de una mujer.
―La amargura en tu voz cuando dices eso es como si te hubieran pasado por
alto debido a tu aspecto. Casi como si estuvieras enojada porque crees que te falta
belleza... sin embargo, eres tan condenadamente hermosa que da miedo. Eres una
mezcla perfecta de confusión como el infierno.
Escucharlo llamarme hermosa tuvo el mismo efecto que la última vez que lo
dijo. Mi estómago sintió todas las mariposas tontas, y deseé más que nada que no
fuera así. El encanto repelente definitivamente no funcionaba en Rathe. Todavía
podía repelerlo, pero tendría que hacer un hechizo más complejo. La idea no me
atraía en absoluto. Lo que me hizo molestarme conmigo misma.
Rathe podría tener el poder de herirme mucho más de lo que Cody tenía hace
cinco años. Era mayor ahora, pero los recuerdos de Cody todavía me picaban.
Cody... el único chico con el que me había acostado... el chico que creía que me
amaba y le había dado mi virginidad. Había sido joven e idealista en cuanto al amor.
Él me había mostrado a una edad temprana que el sexo y el amor no eran lo mismo.
Recordar la imagen de Cody y Geneva desnudos en su cama el día después de que
me quitó la virginidad siempre me devolvió a la realidad. El hormigueo que Rathe
causó desapareció inmediatamente.
―La belleza exterior es una maldición ―dije, sosteniendo su mirada. Ya no
fruncía el ceño, pero parecía estar escuchando atentamente, así que continué―. Sé
cómo me veo, pero eso no me convierte en una persona que valga la pena conocer.
Una persona puede ser hermosa por fuera y malvada por dentro. Si miras más
profundamente, observa cómo interactúan, cómo tratan a los demás, qué es lo que
consideran importante, entonces verás su apariencia claramente. ―Me detuve. Esa
fue una explicación suficiente. No había necesidad de empezar a despotricar. No
cambiaría nada. La naturaleza humana nunca iba a cambiar.
―Estoy de acuerdo ―dijo y luego se inclinó más―. Pero déjame señalar que
no me diste esa oportunidad. Te formaste tu opinión sobre mí demasiado rápido,
sólo por mi apariencia. Hiciste lo que más odias de los hombres. Me juzgaste por mi
apariencia.
―No ―espeté―. No lo hice. ―Pero acababa de decirle todo eso. Suspiré
fuertemente y miré al cielo en vez de a él. Frustrada de que me hubiera llevado tan
fácilmente a esa esquina―. Bueno, tal vez lo hice ―admití finalmente y luego lo
miré.
Sonrió, pero no era una sonrisa brillante o divertida. Era más bien una
decepción en sus labios. Luego sacudió su cabeza en la derrota.
―Apenas me conoces, Catalina.
Eso era cierto. Era como debía ser. No necesitaba conocerlo. Sabía, por lo poco
que lo conocía, que me atraía algo más que su apariencia. Eso era peligroso para
ambos.
―Lo que sí sé es que con una sola mirada a Leanne, te quedaste
inmediatamente en trance. Atraído por su sonrisa vacía. Es impresionante, como
nuestra madre, pero por dentro, no es una buena persona. No hay nada redimible
en ninguna de mis hermanas. Ambas son perfectas por fuera, pero no hay nada más
allá de eso. No hay profundidad. No hay bondad. Ni siquiera un pequeño rastro.
―Utilicé esa explicación como mi mecanismo de defensa para mantenerlo alejado.
―Sí, tu hermana es hermosa. Toda tu familia es impresionante, incluyéndote
a ti. Pero yo no estaba en trance. Me atrajo seguro pero muy brevemente. Me tomó
unos diez minutos de hablar con ella para descubrir que era vanidosa, egoísta,
arrogante, cruel, y le gustaba esconderlo todo detrás de una dulce sonrisa muy
confusa. Soy un hombre, y sí, me gustan las cosas bonitas, pero he conocido
suficientes chicas como tu hermana para reconocer rápidamente las señales.
No respondí inmediatamente. Esperaba que se molestara conmigo. No estaba
segura de qué decir. Ni una sola vez en mi vida había oído a un hombre decir esas
cosas sobre alguna de mis hermanas. Tenía razón, y los hombres nunca miran más
allá de su belleza para ver el mal que acecha en su interior. No les importaba, o eran
demasiado estúpidos para verlo. En cualquier caso, siempre era su caída. La mayoría
no se encontró a menudo con la muerte por este error, pero aquellos que permitieron
a mis hermanas y a mi madre arrastrarlas a un destino tentado. Había dejado de
advertirles hace años. No tenía sentido. Nunca me escuchaban.
―Sí, ella es todas esas cosas ―acepté finalmente y miré hacia el agua. No era
un mal tipo. De hecho, era muy simpático, inteligente, supongo que era bien leído,
divertido, fácil de hablar, y por eso necesitaba dejarme en paz. Olvidarme a mí, a mi
familia, y seguir adelante. No era alguien que necesitara perder el tiempo para
conocerme. Preguntar por mí no tenía sentido. No era peligrosa como Leanne, pero
era peligrosa en otros aspectos. Mi mundo no era uno al que quisiera estar cerca.
―¿Tu disgusto por mí se debe simplemente al tiempo que pasé con tu
hermana? ¿O hay algo más? ―No iba a levantarse y alejarse sin más. El hecho de
que fuera tan decidido me intrigaba más. Era una chica muy tonta. Sabía más.
―No estoy segura de conocerte lo suficiente como para formarme una
verdadera opinión de ti ―dije con un suspiro y luego le devolví la mirada―. ¿Por
qué te importa lo que pienso?
Sin pausa, él respondió:
―Desde el momento en que te vi no pude apartar la vista. En el momento en
que oí tu voz, me sentí atraído y luego te miré a los ojos... eran inteligentes, estaban
molestos, embrujados y quería conocerte.
―Estás perdiendo el tiempo conmigo. No soy tan interesante. ―Decidí
impedir que dijera cualquier otra cosa que pudiera hacerme desmayar como una
idiota aquí en la maldita hierba.
Se rió y levantó la comisura de su boca que sacó un pequeño hoyuelo.
―No podrías ser aburrida si lo intentaras.
¡Parar! ¡Necesitaba parar! Estaba perdiendo mi terreno aquí. Tenía que
concentrarme y recordar por qué el que me gustara alguien normal estaba fuera de
los límites. Por qué estaba fuera de los límites. Era malo para él o para cualquiera.
Necesitaría hacer un hechizo más complejo para protegerlo de mí después de todo.
Necesitaba estar tan aburrido conmigo como los demás.
―No salgo con nadie. No tengo relaciones. No puedo. Soy... mala en ellas. ―Lo
solté todo sin pensarlo bien. Mis mejillas se pusieron rojas y no pude mirarlo. En vez
de eso, estudié mis manos apretadas en mi regazo. Había sonado como loca, y
deseaba más que nada poder desaparecer como el brujo que no conocía. Cualquier
cosa para no tener que mirar a Rathe de nuevo.
―No recuerdo haberte pedido una cita, y mucho menos ningún tipo de
compromiso. ―Su tono era divertido. Ahora no podía encontrar su mirada. Esto
pasó de ser embarazoso a humillante―. Pero me gustaría que fuéramos amigos
―continuó―. Creo que podríamos ser muy buenos amigos. No tengo ninguno de
esos aquí. No amigos de verdad. Y me gustaría tener uno.
Amigos. Quería ser mi amigo. Mi rostro no podía estar más rojo de lo que sabía
que estaba. Estaba en llamas. Tenía que ser del color de una manzana de caramelo.
¿Cómo me había equivocado tanto? ¿Fui vanidosa? ¿Fue por eso que el hechizo no
funcionó en él? Sí. Eso fue exactamente. No estaba interesado en mí como algo más
que un amigo, así que no le respondí. Pensé que me estaba seduciendo con toda su
charla sobre mi belleza y su interés. Claramente aquí es donde yo sufría socialmente.
No entendía a los hombres, y lo había hecho descaradamente obvio. Me cubrí la cara
con las dos manos y luego me reí porque ¿qué otra cosa podía hacer? Duely tenía
razón cuando dijo que era ingenua. Esta es la prueba de ello, aquí mismo. Era buena
en la amistad y si pudiera volver a mirar a Rathe, sin querer arrastrarme bajo una
roca y esconderme de este completo malentendido, entonces podríamos ser amigos.
―Tienes razón. Soy una buena amiga ―acepté, aún cubriéndome la cara. No
fui lo suficientemente valiente para hacer contacto visual―. Tampoco soy mejor
leyendo a los hombres o entendiendo a los hombres en absoluto. Supongo que eso
ha quedado claro ―añadí, esperando que eso lo hiciera menos incómodo para él.
No tenía ni idea de lo que estaba pensando porque no iba a mirar su expresión. Por
lo que sé, podría estar horrorizado. Podía estar divertido. Podría querer alejarse de
mí y no estar seguro de cómo hacerlo.
―Es parte de lo que te hace tan interesante ―dijo, y había una clara diversión
en su tono. Sentí que se movía y el crujido de las hojas muertas bajo sus pies me dijo
que estaba de pie. Estaba a punto de irse―. Puede que sea el mejor amigo que hayas
tenido. Heath y Margo deben tener cuidado. ―Sabía que se burlaba de mí y trataba
de aligerar el ambiente―. Tengo una cita para tomar un café en quince minutos, y
necesito ir hacia allá, pero no puedo irme hasta que me mires.
Iba a lamentar esta decisión. No, ya me estaba arrepintiendo porque nunca
había sido amiga de un hombre que me pareciera tan atractivo. Necesitaba verlo
bajo una luz diferente para ser justa con los dos. Sin embargo, me parecía injusto
hacer un hechizo para arreglar un problema tan humano. Si quería vivir una vida
normal, entonces tenía que lidiar con cosas normales. Como un chico guapo que
quería ser mi amigo y salía a tomar café con chicas con las que sí quería salir.
Dejé caer mis manos de mi rostro y le sonreí disculpándome. Él extendió su
mano, y no pude evitar que la pequeña decepción, por su petición de ser mi amigo,
se arrastrara un poco. Lo cual era ridículo. De esta manera podía llegar a conocerlo
y no seguir alejándolo. No había otra opción para nosotros, y el hecho de que no
quisiera salir conmigo fue algo bueno. Deslicé mi mano en la suya y nos dimos la
mano.
―Nos vemos, amiga ―dijo, y luego guiñó un ojo antes de darse la vuelta para
alejarse con un pavoneo que nunca perdería su atractivo.
Quedarse aquí ahora iba a ser inútil. Necesitaba caminar y alejarme de este
lugar. Sólo eso debería haberme hecho querer odiarlo. Acababa de arruinar mi
tranquilo lugar de meditación. Desafortunadamente, no me hizo tener ninguna mala
voluntad contra él. Poniéndome de pie con mis pensamientos sobre Rathe, y
repitiendo nuestra conversación, casi extrañándolo... el hechicero.
Estaba a varios metros de distancia, apoyado en un árbol. Vestido con las
mismas botas de combate negras, vaqueros rasgados y chaqueta de motociclista que
había llevado la noche de la boda. Me estaba observando. Sus labios en una media
sonrisa, como si hubiera escuchado nuestra conversación. ¿Había estado
escuchando? ¿Cuánto tiempo había estado allí? ¿Por qué estaba aquí? Esta vez, no
hubo una fiesta de boda llena de gente. Sólo estaba yo. Él estaba aquí mirándome.
Lo que significaba que había estado en la boda para verme. ¿Verdad?
No huía de las cosas. No estaba huyendo de él. Él tenía las respuestas que yo
necesitaba. Si este misterio iba a ser resuelto, entonces tenía que hablar con él.
Empecé a dar un paso en su dirección, pero se había ido otra vez.
El bar
No eran ni siquiera las cinco, pero para Duely siempre eran las cinco en algún
lugar. La cerveza era una bebida de cualquier hora para él. Entrar en el bar de su
propiedad y encontrarlo recostado en una silla con los pies apoyados en una mesa
mientras bebía un botellín no era sorprendente. Era típico y, honestamente, un
alivio.
Preferí enviarle un mensaje o llamarlo antes de aparecer sin avisar. La última
vez que me presenté había sido traumática. Había vuelto a su oficina buscándolo
para encontrar a su camarero de entonces, Dave, de rodillas frente a Duely dándole
una mamada. A Duely no le había importado, parecía más divertido que nada. Sin
embargo, Dave, que estaba comprometido con una mujer, se había horrorizado.
Duely estaba un poco molesto porque Dave había renunciado por el incidente.
La extraña aparición y desaparición de un hechicero me había alterado tanto
que me había olvidado de llamarlo primero. No tenía a donde ir, y nadie más para
contar sobre el avistamiento o el acecho, fuera lo que fuera. Necesitaba una opinión,
y necesitaba no estar sola. Cuanto más lo pensaba, más me daba cuenta de que podía
estar en peligro, y no sabía por qué. El deber era todo lo que tenía cuando se trataba
del mundo de los encantados. No confiaba en nadie más.
Llevó la atención de la televisión que había estado viendo hacia mí cuando la
puerta se cerró. Sus ojos se abrieron de par en par, sorprendido. No era normal que
apareciera sin más. Sobre todo porque acababa de verlo en la boda. A menudo
pasábamos meses sin vernos.
―¿Cat? ¿Estás bien? ―Dejó caer sus pies al suelo y movió todo su cuerpo para
enfrentarme.
―El hombre, o hechicero, sea lo que sea, lo vi. Estaba en la universidad.
Mirándome. ―Lo solté todo. Sin preguntar si estaba solo primero o pensando en
mis palabras. Estaba empezando a entrar en pánico, y estaba nublando mi buen
sentido.
Duely frunció el ceño.
―¿El extraño en la boda? ―me pidió como aclaración.
Asentí.
―Joder ―murmuró, y luego asintió hacia el asiento a su lado―. Siéntate. Te
prepararé un trago.
Empecé a decir que no necesitaba un trago pero decidí que tal vez sí. Tenía un
hechicero potencialmente peligroso acechándome.
―Hablé con mi madre ―le dije, y luego me acerqué para tomar asiento en el
bar.
―Estoy seguro de que sabía muchísimo. ―Se apoyó en el sarcasmo.
―No sabía nada. No hizo el casting... ―Me alejé, me detuve y miré a mi
alrededor para asegurarme de que estuviéramos solos. No parecía preocupado
cuando dije "hechicero", así que probablemente lo estábamos.
―No hay nadie aquí. Sólo nosotros ―me aseguró.
Me incliné hacia adelante en la barra con ambos codos apoyados en la
superficie lisa antes de continuar.
―Dijo que no era la magia de un hechicero y que no sabía lo que era. Lo cual
no tiene sentido. ¿Qué más podría ser?
Dejó unos cubos de hielo debidamente colocados en un vaso frunciendo tanto
el ceño que su tez perfecta se arrugó alrededor de su frente.
―¿Qué más dijo ella? ―preguntó él.
―Que estaba interrumpiendo su programa y que saliera de la habitación
―respondí.
Puso los ojos en blanco.
―Típico ―murmuró.
―Si no es magia, ¿qué otra cosa podría ser?
―No lo sé ―dijo, y luego deslizó el vaso de Martini por la superficie hacia mí.
No pregunté qué era lo que había mezclado para mí. No me importaba. Tomé un
trago y me quedé en silencio porque sabía que no había terminado de hablar.
Cuando las cosas eran serias y necesitaba concentrarse, le tomaba varios minutos
terminar un pensamiento―. ¿Crees que sintió algo, Cat? ¿Dijo que sí? No lo sentí
pero eso sólo puede significar que es algo que no me han enseñado. Como antes de
que me enseñaran a hacer hechizos. No entendía el latín. Tuve que aprenderlo.
Me senté allí y pensé en eso por un momento. Tomó un trago del líquido ámbar
en el nuevo vaso que tenía delante. Mi madre no dijo que sintiera nada. Sólo dijo
que no era magia. Eso no era admitir que sintió o no sintió nada.
―Recuerdo la primera vez que oí a mi madre hacer un hechizo y el latín era
extraño. Era confuso. Puede que te hayan enseñado cualquier poder que haya ahí
fuera, y a mí no. Pero depende de si tu madre realmente sintió algo.
―Me preguntaba lo mismo pero ella parecía asustada de lo que fuera. ―Me
detuve y luego le fruncí el ceño a Duely―. No sabía que había que enseñarte a hacer
el hechizo. Mis hermanas también lo sabían. Siempre entendí el lenguaje. ¿Por qué?
Hizo una pausa a mitad de la bebida y me miró fijamente un momento, antes
de señalarme con el dedo mientras aún sostenía el vaso.
―Eso. Eso de ahí. Esa mierda no es normal. Los maestros no nacen sabiendo
latín, Cat. Nos lo enseñan nuestras madres. Eres más poderosa de lo que crees, y tu
madre lo sabe. La asustas. Creo que los asustas a todo. ―Entonces sonrió―. Ojalá
supiera lo que eres. Por qué eres tan buena. Mejor aún, me gustaría verte desatar esa
mierda sobre mi querida tía y mis primos.
Duely nunca iba a dejarlo pasar, y yo había dejado de lado la idea, pero tal vez
había algo en mí que era diferente. ¿Era posible que lo hubiera ignorado porque no
quería creerlo?
―El tema en cuestión es el hechicero que me acecha. ¿Qué hago? No puedo
esconderme de él. No sé si me persigue para hacerme daño o si cree que sé algo que
no sé. ―Moví las manos en señal de frustración―. Estoy tratando de no volverme
loca. Si soy tan buena como crees que soy, entonces no me asustaría de un hechicero.
No puedo desaparecer o teletransportarme. Él sí puede. Él es el poderoso. No yo.
―¿Alguna vez lo has intentado? ―me preguntó.
―¿Intentado qué? ―le respondí, y luego tomé un trago de mi cóctel.
―Teletransportarte.
¿Hablaba en serio? No conocía la magia de esa manera. Nadie en nuestra
familia la conocía. Nadie que yo conociera la conocía. Había oído hablar de ella como
en las historias de brujas de miedo, pero eso era todo.
―¿Por qué intentaría algo que no creía posible hasta que lo vi con mis propios
ojos?
Movió las cejas.
―Eso digo yo. No sabías que era posible. Ahora lo sabes. ¿Por qué no lo
intentas?
Necesitaba su ayuda, no esta locura.
―Duely, concéntrate. Podría estar en peligro. No sé quién es o qué quiere o
cómo encontrarlo de nuevo. ―Duely era el único al que podía pedirle consejo.
Decirle a mi madre no iba a ayudar en nada. Empezaría a despotricar sobre el
poder de tres. Diciendo que nos estaba haciendo a todos vulnerables. Aunque ahora
dudaba de que mi madre y mis hermanas estuvieran en peligro. No las estaba
acosando a ellas. Me estaba acosando a mí. No estaba haciendo vulnerable a nadie
más que a mí misma, y mi madre usaría esto como una razón para empujar el poder
de tres cosas de nuevo. Por muy aterrador que fuera este hombre con su acto de
desaparición y su misteriosa identidad, prefería enfrentarme a él en vez de formar
equipo con mis malvadas hermanas. El mismo Satán tendría que venir a llamar a mi
puerta y amenazar con llevarse mi alma primero y posiblemente incluso entonces
necesitaría algo de tiempo para pensar qué escenario era peor.
―Por ahora, sólo quédate aquí. Hasta que sepamos quién es y qué está
pasando. No tienes ayuda con tus hermanas y tu madre. Al menos conmigo tendrías
apoyo.
Duely era conocido por no dormir solo. Su apartamento sobre el bar era una
puerta giratoria de gente que venía a hacer cosas raras en las que no quería pensar.
―Por muy bonito que suene, no estoy segura de estar preparada para
presenciar las actividades de tu dormitorio.
Puso los ojos en blanco.
―Soy consciente de ello, Blancanieves. Mantendré mi libertinaje lejos del
apartamento mientras estés aquí. Eso incluye fumar mi porro ocasional... diario aquí
abajo.
Pensé en su oferta, en cómo le estropearía el estilo, y me di cuenta de que no
tenía otras opciones. Estaba asustada, y ni siquiera sabía si debía estarlo. En este
momento, todo lo que tenía era la oferta de Duely y eso me daría tiempo para
averiguar lo que estaba pasando.
―Bien, gracias ―dije―. No puedo quedarme escondida aquí, pero podría
dormir mejor por la noche estando aquí. Tengo trabajo mañana, lo que será una
buena distracción.
―Siempre eres bienvenida aquí. No estoy seguro de que sea de mucha
protección. Este hijo de puta puede matarnos a los dos ―fue su respuesta
reconfortante―. ¿Quieres otro trago?
Empecé a decir que no y luego cambié de opinión.
―Vodka con arándanos.
Dio un guiño de aprobación.
―¿Trabajas esta noche?
―No.
―Bien. Eso me da un poco de tiempo para pensar que no tengo ni idea de qué
demonios hacer con esta mierda.
Me reí. No tenía motivos para reírme, pero Duely siempre se las arreglaba para
hacerme reír.
―Aparte de ser acosada por un espantoso hechicero, ¿cómo van las cosas con
el nuevo compañero de Margo y Heath? ¿Heath está celoso de que el nuevo chico
muestre interés?
―No. Heath es mi amigo. No se siente atraído por mí. Ya te lo he dicho, y
Rathe… somos amigos ―le contesté, aunque sonaba raro decirlo. Casi había
olvidado mi vergonzosa interacción con Rathe hoy. Casi. Mis mejillas se calentaron
al recordar lo estúpida que había sonado.
―Ah, hay una historia ahí ―dijo, ya divertido―. ¿Qué ha pasado? No sé si
necesito una distracción. Entretenme con lo que sea que te haga ponerte rojo cereza.
Tomé un largo trago del líquido rojo, esperando que su poder relajante se
activara pronto. Inhalando profundamente, sólo para hacer una mueca ante el olor
de los cigarrillos que impregnaban el bar, levanté la mirada hacia Duely y le di un
breve resumen de mi anterior interacción con Rathe.
La llamada telefónica
El sueño llegó eventualmente esa noche. El ruido del bar de abajo no era lo que
me mantenía despierta, aunque estaba acostumbrada al silencio que rodeaba la casa
en la que viví la mayor parte de mi vida. El sueño era imposible cuando mi cerebro
se negaba a apagarse. Intenté pensar en un millón de cosas diferentes, pero mis
pensamientos siempre encontraban un camino de vuelta al hechicero o lo que fuera.
La última mirada en mi teléfono fue a las dos y treinta y ocho. El bar tendría la última
llamada a las tres y tal vez se habría calmado entonces. No podía recordar, pero poco
después me quedé dormida.
Cuando mi alarma sonó a las ocho y cuarto, me quejé y deseé que no me
registraran para el turno de almuerzo de hoy en el restaurante. Alcancé mi teléfono
y apagué la alarma. El hecho de no llegar a casa anoche no pareció preocupar a mi
madre ni a mi hermana. Ninguna de las dos me envió un mensaje, pero no esperaba
que lo hicieran. Me preguntaba si alguna vez desaparecía, cuánto tiempo pasaría
antes de que alguien se diera cuenta. Supongo que Margo lo averiguaría primero,
pero puede que le lleve unos días. No siempre hablábamos a diario. Ella estaba
ocupada con la escuela, y yo tenía… una vida.
La puerta del dormitorio de Duely estaba cerrada, y sabía que no saldría de su
habitación hasta al menos el mediodía. Fui al baño y me duché, luego me vestí
rápidamente con la ropa del día anterior antes de ir a la cocina y abrir la nevera para
encontrar nada más que medio cartón de leche, un tomate de aspecto ligeramente
viejo y un frasco de jalapeños en rodajas. Si me quedara aquí, necesitaría comprar
algo de comida. Tal vez incluso cocinar una o dos comidas. ¿Con qué sobrevivía
Duely de todos modos? ¿La comida que servía en el bar de abajo? Si es así, era una
dieta terrible. Pero también lo era su consumo diario de cerveza.
No había forma de cambiarlo. Con un suspiro, me dirigí a la puerta. Tomaría
algo en el camino a mi casa para conseguir una mochila con mis artículos de primera
necesidad y mi uniforme de trabajo. Cerrando con llave detrás de mí, me dirigí a la
entrada trasera del edificio. La vieja y pesada puerta necesitaba un trabajo de
pintura, pero sabía que no lo conseguiría ni en esta década ni en la siguiente. A
Duely no le importaban esas cosas, y si lo hacía, nunca la pintaría manualmente. La
magia estaría involucrada. Me aseguré de tener las llaves y la cartera en mi bolso,
antes de dejar que se cerrara con un golpe fuerte detrás de mí.
El brillo del sol era extraño con el fresco aire de esta mañana. No llevaba una
chaqueta. Temblé un poco y aceleré el paso para entrar en el auto, para poder
aumentar el calor. El otoño estaba llegando finalmente a Savannah.
En el momento en que abrí la puerta del auto, mi teléfono empezó a sonar. Al
entrar, cerré la puerta detrás de mí, antes de meter la mano en mi bolso para
recuperar el teléfono. Era Margo. Nunca se había levantado tan temprano.
―Buenos días ―dije en forma de saludo, y luego encendí el motor con
necesidad de calor. Los escalofríos me cubrían los brazos.
―¿Dónde estás? ―preguntó bruscamente.
―Eh, en mi auto ―respondí despacio y un poco confundida por su tono de
voz.
―¿Pero en qué parte de tu auto? Miré en mi aplicación " Find My Friends", ¡y
dice que estás en una parte mala de la ciudad! Te sitúa en un bar.
Sonriendo, giré el auto hacia la carretera principal.
―Me corrijo. Parece que si desaparezco, mi mejor amiga rastreará mi teléfono
y me encontrará de inmediato ―le dije.
―Eso no es gracioso, Cat. ¿Dónde estás? ¿Estás bien?
―Pasé la noche en casa de Duely. Ahora estoy en mi auto y me dirijo a mi casa
a prepararme para el trabajo. Puede que me detenga en algún lugar y tome el
desayuno. ¿Necesitas más detalles o es suficiente? ―contesté con un marcado
sarcasmo en mi voz.
―¿Dónde vive Duely? ¿Y por qué te quedarías allí? ―Aún no estaba satisfecha.
¿Por qué Margo se despertó tan temprano para rastrearme? Esa era la verdadera
pregunta aquí. No mi paradero o por qué estoy en casa de Duely. No podía decirle
la verdad sobre eso de todas formas.
―Vive en un apartamento sobre su bar, y ayer fui a visitarlo, y bebimos un
poco, así que me quedé a dormir. ―Llevaba mintiendo a Margo sobre esta parte de
mi vida desde que la conocía. No me gustaba hacerlo, pero no tenía otra opción. Si
quería mantenerlos a salvo entonces Margo y Heath no podían saber la verdad.
―¿Bebiste tanto que tuviste que pasar la noche en un bar? ―Sonaba
sorprendida. No la culpé.
―No dormí en el bar. Dormí en el apartamento de Duely encima del bar ―la
corregí.
―Lo mismo ―dijo.
―¿Está bien? ―Escuché una voz masculina familiar preguntar en el fondo―.
¿Necesito ir a buscarla? ―añadió. Esa tampoco era la voz de Heath. Sentí una ligera
emoción que necesitaba controlar porque Rathe sólo preguntaba porque ahora
éramos amigos. No porque quisiera verme.
―Ahora está conduciendo a casa ―le respondió Margo―. Supongo que
Jacque no se ha puesto en contacto contigo todavía. Llamó a Heath, por eso empecé
a buscarte.
―¿Por qué necesitaría Jacque ponerse en contacto conmigo? Sé que estoy
programada para el primer turno ―pregunté confundida por su pregunta.
Suspiró.
―Bueno. ―Hubo una pausa―. Ven aquí primero. No a casa. No necesitas tu
uniforme. No irás a trabajar hoy. Están cerrados.
―¿Qué? ¿Por qué? ―pregunté, sin que me gustara la forma en que sonaba su
voz. Ella no quería decirme algo. Algo muy importante también si el restaurante
estaba cerrado―. ¿Dónde está Heath? ―pregunté entonces, sabiendo que me diría
lo que estaba pasando.
―No está aquí... y no quiero que te enfades. Sólo ven aquí y te lo diré.
―Dímelo ahora. Ya estoy molesta por no saber lo que está pasando. No me
ayuda a conducir ―añadí la última parte, sabiendo que lo escupiría más rápido.
―Bueno, bien, detente ―dijo.
―Estoy estacionada ―mentí―. Dímelo.
Se detuvo un momento, y me pareció oírla susurrar algo a Rathe, pero silenció
el receptor con la mano. Estaba a punto de exigirle que me lo dijera otra vez cuando
su mano se movió y suspiró al teléfono.
―Mattia tuvo un ataque al corazón anoche... y él, no lo logró. Greta está con
sus hijos y el restaurante está obviamente cerrado hoy y bueno, Jacque no estaba
seguro de cuándo o si se abriría de nuevo. Heath me dijo que te llamara, y luego
salió corriendo por la puerta. Se reunió con Jacque en Grandezzas para cerrar
adecuadamente las cosas por un tiempo prolongado. La comida y todo, ya sabes.
―Dejó de hablar.
Entonces me salí de la carretera. Me sentí entumecida. El mundo exterior se
precipitaba a la vida mientras yo me sentaba allí en el silencio de mi auto. No dije
nada porque no podía. Intentaba dejar que las palabras que escuché se asimilaran,
aunque me costaba comprenderlas. O aceptarlas. Acababa de ver a Mattia hace unos
días. Estaba alegre y riéndose. Greta me dijo que su hija mayor estaba embarazada
otra vez. Esta vez una niña. Entonces hizo un chiste sobre que sus hijos se
reproducen como conejos, y Greta le dio una palmada en el brazo, sonriendo ante
su comentario. Ella amaba a sus hijos, pero adoraba a sus nietos. Ambos lo hacían.
Escuché a Margo decir algo más, pero no la oí. Era como si volviera a hablar a
través de un teléfono amortiguado. No podía concentrarme en sus palabras para
entenderlas. Una lágrima cayó de mi mejilla a mi mano. Miré la humedad y cayeron
más, salpicando mientras golpeaban mis manos que estaban apretadas en mi regazo.
―¿Catalina? ―La voz de Rathe era profunda y suave al llegar a mi oído.
Parpadeé pero continué mirando mis lágrimas mientras caían. Sin embargo, lo
escuché. No estaba segura de no poder oírlo nunca. Cuando él habló, todos mis
sentidos se pusieron en alerta. Maldito sea por eso. Su voz era agradable. Calmante.
Eso fue extraño, ¿no? Que su voz me calmara―. ¡Catalina! ―dijo mi nombre de
nuevo, y esta vez, sonaba preocupado.
―Sí ―respondí, mi voz era ronca.
―¿Estás estacionada? ―Su voz era firme y tenía un borde.
―Sí ―respondí. ¿Estaba enfadado por algo?
―Bien. Quédate ahí. Haré que Margo me lleve a tu ubicación. No conduzcas.
Prométeme eso.
No le pregunté por qué. Lo entendí.
―Está bien ―estuve de acuerdo.
―Nos dirigimos a tu auto ahora mismo. Ella dijo que estás a sólo diez minutos
de distancia ―me dijo.
―Bien ―le dije otra vez.
―¿Cuál es tu color favorito? ―preguntó. Era una pregunta tan extraña. ¿Por
qué le importaba eso? Me acababan de decir que mi amigo había muerto, y estaba
de luto.
―Azul ―respondí, en lugar de preguntarle por qué quería saberlo. Estaba
demasiado alterada para hacer preguntas.
―¿Cuál es tu sabor favorito de helado? ―preguntó.
―Menta con chispas de chocolate ―respondí inmediatamente, de nuevo, sin
preguntarle por qué quería saberlo.
―Habría imaginado que eras fanática de la mantequilla de maní ―dijo, y
luego preguntó―: ¿Cuál fue tu primera mascota?
Nunca tuve una mascota. Mi madre odiaba los animales.
―Nunca he tenido una ―le dije.
―¿Por qué?
―Mi madre no me dejaba.
―¿Qué mascota querrías si pudieras tener una?
―Un perro. Cualquier perro. Me gustan mucho los perros. ―Nunca le había
dicho eso a nadie. Pero nadie me había preguntado nunca. Me sorprendí a mí misma
con la respuesta.
―¿Cómo llamarías al perro? ―me preguntó entonces.
Tuve que pensarlo más detenidamente. No estaba segura.
―No lo sé. Para ponerle nombre a un perro, creo que tendría que conocerlo.
Pasar tiempo con él. Averiguar qué nombre encaja.
―Serías una buena dueña de un perro ―dijo.
¿Por qué estábamos hablando de esto? ¿Cuál era el propósito de todas estas
preguntas? ¿Tenía de repente un deseo ardiente de saber todo sobre mí? Lo dudaba.
―¿Película favorita? ―preguntó.
Empecé a decirle que era una respuesta imposible porque tenía demasiados
favoritos cuando mi teléfono sonó diciendo que tenía otra llamada. Al retirarlo para
ver la pantalla, el nombre de Heath estaba allí, mirándome fijamente. Me llamaba
para hablarme de Mattia. Por un momento, me distraje...
Y entonces lo entendí. De qué se trataban las preguntas. Rathe me estaba
distrayendo. Había funcionado. Las lágrimas se secaron en mi rostro, y ya no
apretaba las manos con fuerza. Sin embargo, ver el nombre de Heath me recordó la
noticia, y cerré los ojos con fuerza.
―Catalina ―la voz de Rathe me llamó, y yo inhalé profundamente.
―Heath me está llamando ―le dije con dificultad. Mi garganta se espesó por
el repentino retorno de la emoción.
―Ignóralo. Le enviaré un mensaje de texto. Ahora, ¿película favorita? ―Su voz
era relajante. Me hizo querer responder a sus preguntas sólo para oírlo hablar un
poco más. Me pareció extraño. Anhelar el sonido de una voz era nuevo para mí.
―Demasiadas para nombrarlas ―respondí, después de un momento.
―Me parece justo. ¿Cuál era tu película favorita cuando eras niña? ―preguntó.
―Anne of Green Gables.
―Leíste los libros también ―dijo con confianza. No era una pregunta. Estaba
haciendo una declaración.
―Eran mis favoritos.
―¿También leíste Mujercitas? ―preguntó.
―Por supuesto ―respondí, como si fuera una pregunta tonta. Porque lo era.
―¿Papas favoritas? ―preguntó entonces.
―¿Papas? ―pregunté, la palabra parecía fuera de lugar cuando acabábamos
de hablar de libros y películas.
―Comida. Un bocadillo hecho de papa o maíz, a veces arroz. ―Había una
suavidad en su tono, y me gustó. Quería oír más de eso y ver su boca cuando
hablaba. Era un pensamiento fuera de lugar.
―Takis ―dije rápidamente, necesitando detener mi tren de pensamiento.
―¿Así que te gusta el picante entonces? ―preguntó―. No lo habría adivinado.
Esperaba que me preguntara algo más, y estaba ansiosa por oírle hablar más,
cuando un golpe en mi ventana me asustó. No quería que me interrumpieran. Era
un momento al que quería aferrarme. La tristeza se apoderaba de mí, pero su voz
impedía que eso tomara el control. Cuando levanté la vista para ver quién era, Rathe
estaba allí. Todo un hombre hermoso de un metro ochenta. Lo miré fijamente,
confundida, y luego fui a desbloquear mi puerta. En el momento en que la cerradura
se liberó, abrió la puerta de un tirón.
―Déjame conducir ―dijo, extendiendo su mano hacia mí. Miré su mano, y
nuestro apretón de manos de ayer me recordó lo avergonzada que estaba entonces.
Ahora, aquí estaba él viniendo a llevarme porque perdí a un amigo. Mattia era mi
jefe, pero también era un amigo. Se había ocupado de mí y del resto de sus
empleados. Nos preguntó sobre nuestras vidas y nuestra familia. Era más que
nuestro jefe. Las lágrimas me picaban los ojos, y sabía que iba a llorar de nuevo. La
distracción de la voz de Rathe y sus preguntas ya no me impedían pensar en las
horribles noticias.
Rathe me levantó del asiento del conductor y me abrazó. Olía a sándalo y a
otra cosa oscura y masculina que me hizo querer aferrarme a él por varias razones.
Por muy delicioso que fuera el olor en su piel, no quitaba el dolor de saber que mi
amigo se había ido.
―Sácalo. Adelante, llora ―dijo―. Ahora no estás sola.
Yo siempre estaría sola. Él no lo entendería ni se había sentido nunca solo,
estaba segura. No mi tipo de soledad. No lo quiso decir de esa manera, por supuesto.
Se refería a que ya no estaba sola en mi auto, llorando a solas. La verdad de mi
soledad se sumó a la pena. Estaba muy equivocado. Yo estaba sola. En todo.
Lloré. Esta vez no fueron lágrimas silenciosas. Lloré mientras pensaba en la
pobre Greta. No podía imaginar a Greta sin Mattia. Habían estado juntos durante
cuarenta y cinco años el pasado agosto. Siempre estaban juntos. No se veían el uno
sin el otro. ¿Se sentiría como si hubiera perdido parte de sí misma? Qué horrible
sería amar y ser amado tan profundamente durante la mayor parte de tu vida y
luego perder a esa persona. Esa otra mitad se fue de repente y tú te quedaste para
seguir adelante. La vida no se detuvo, y tuviste que encontrar una manera de luchar
a través de la oscuridad y vivir. Mi corazón me dolía por ella, por sus hijos y nietos
que lo amaban tan profundamente. Él había sido su centro.
Sin embargo, por muy doloroso que fuera, tuvieron suerte de haberlo
experimentado. Habían conocido su amor. Tenerlo y perderlo era mejor que no
tenerlo nunca. Mis lágrimas disminuyeron al pensar en mi padre. Su muerte me
rompió el corazón. Estuve perdida por un tiempo, pero su recuerdo vivió y me dio
fuerza. Una vez, no estuve sola. Durante unos pocos años, tuve un padre que me
amó. El llanto era por la pérdida de Mattia y el dolor que su familia experimentaría,
pero también lloraba por mí. La pequeña niña que fue amada una vez. La niña que
perdió a la única persona en la tierra que conocía la amaba incondicionalmente. La
pérdida en un momento en que no conocía la soledad. La mujer en la que me
convertí era una experta en estar sola. Heath y Margo me amaban. Lo sabía, pero la
verdad sobre mí que ellos no sabían siempre lo enturbiaba para mí. Si me conocieran
de verdad, ¿me amarían?
―¿Estás lista para viajar? Te llevaré a donde quieras ir. ―La voz de Rathe era
más profunda de lo normal. Me quedé allí, sin querer moverme de su abrazo, pero
sabiendo que no podía quedarme aquí para siempre. Enfrentarme a la vida y a la
fealdad que ésta encerraba estaba allí frente a mí. Aferrarme a Rathe no haría que
eso desapareciera. Lo dejé ir y di un paso atrás. El calor de su cuerpo empezó a
desvanecerse, pero aún podía olerlo en mi camisa. Ojalá pudiera embotellar ese olor.
―Gracias ―dije, limpiándome el rostro con el dorso de la mano. Estaba
agradecida de no tener maquillaje de ojos en mis mejillas. Incluso en medio de la
angustia, seguía siendo consciente de que estaba frente a un hombre atractivo. No
pude evitar desear que mis ojos no estuvieran rojos e hinchados mientras me
estudiaba. Él quería amistad y eso era todo lo que yo tenía para dar. Esta debería ser
una situación perfecta. Lo habría sido si no lo hubiera anhelado de una manera que
hiciera que mi cuerpo actuara locamente a su alrededor. No estaba hecho para mí.
Ningún hombre estaba hecho para mí. Necesitaba recordar eso.
Su mano se agarró a la mía. Sólo esa cálida conexión me hizo sentir en paz. Si
tan sólo el mundo fuera diferente. Si tan sólo no hubiera nacido hechizada. Podría
quererlo entonces. Podría haberme enamorado de él y desear que yo le gustara a él.
Sin decir una palabra, me llevó al lado del pasajero del auto y lo abrió para que
pudiera entrar. Tampoco era perfecto. Yo lo sabía. Tenía defectos aunque no eran
físicos. Todo el mundo tiene defectos. Sus defectos eran perdonables. Los míos no lo
eran. Los míos eran una maldición.
La amabilidad que me mostraba hacía que los defectos que tenía no parecieran
importantes. Podría olvidarme fácilmente del playboy que era Rathe si me dejaba
envolver por su actual caballerosidad. Tenía que haber una razón para que viniera
a buscarme. La gente hacía cosas amables, pero me di cuenta de que elegían las cosas
amables cuando la acción les beneficiaba también. Nadie quería admitirlo, pero cada
humano tenía una vena de egoísmo que no quería reconocer.
―¿Por qué viniste? ―pregunté.
―Somos amigos. Te dije que sería un excelente amigo ―respondió.
No esperaba la verdad. Era humano después de todo. Puede que ni siquiera se
dé cuenta de que tenía una razón egoísta para venir a rescatarme. No iba a usar eso
en su contra. Sólo necesitaba recordarlo y no dejar que mi alma necesitada viviera
en la tierra de la fantasía que otros parecían hacer.
Sonreí débilmente porque no tuve una respuesta honesta a su respuesta.
Decirle que la naturaleza humana no funcionaba de esa manera me haría parecer
desagradecida, y le estaba muy agradecida. Por cualquier razón que viniera hoy, lo
hizo más fácil de soportar.
―Gracias ―dije finalmente, antes de entrar en mi auto. Se merecía un
agradecimiento al menos.
No iba a ser mi mejor amigo. Yo tenía dos de esos. Él iba a ser mi mayor dolor.
No necesitaba que un adivino me dijera eso. Ya estaba un poco loca por él. Era
demasiado encantador. Debería haber nacido como un Kamlock. Incluso sin sangre
mágica y sin la habilidad de hacer hechizos, podía encantar a una habitación llena
de mujeres. Se las arregló para encantarme, y yo era la que había nacido encantada.
Ese pensamiento me hizo sonreír.
El vino
Sentada en el sofá envuelto en la manta peluda roja de Margo, fingí ver un
episodio de The Office que había visto varias veces. The Office era mi espectáculo
cuando necesitaba reír. Esta noche, no estaba funcionando. No encontré humor en
nada.
Heath estaba sentado a mi lado y tampoco parecía estar mirando la televisión.
Mirándolo, noté que estaba ocupado enviando mensajes de texto a alguien,
pero no miré sobre él para ver a quién. Heath había estado soltero más tiempo de lo
normal. Cuando dijo que se estaba tomando un descanso de las mujeres, no creí que
duraría tanto como lo hizo. No me sorprendería que estuviera enviando un mensaje
de texto a un nuevo interés romántico. Con suerte, esta vez encontró uno que no
estuviera loca. Sin embargo, era muy dudoso. Heath atraía a las peores mujeres.
Margo estaba coqueteando con Duely en la cocina. Había venido a preparar la
cena aunque no estaba segura de lo buena que era la cocina de Duely. Su nevera
había sido patética esta mañana, pero cualquier cosa era mejor que la cocina de
Margo. Duely también sabía que querría volver a su casa esta noche. Había venido
con la excusa de cocinar para nosotros cuando era solo una forma de ver cómo
estaba. Sin embargo, no había señales del brujo acechador. Se lo había dicho en un
susurro después de su llegada. Aunque había pasado la mayor parte del día dentro
de este apartamento, la idea de que pudiera aparecer aquí me preocupaba. Había
lanzado una protección alrededor del edificio más temprano, pero no sabía si era lo
suficientemente fuerte para lo que él fuera. No pondría en peligro a mis amigos. Que
Duely y yo estuviéramos aquí probablemente era más seguro para ellos que yo no
estando aquí en absoluto.
Por mucho que quisiera ver a Greta y abrazarla mientras colocaba
silenciosamente una runa de paz y tranquilidad a su alrededor, sabía que estaba
rodeada de su familia. Los necesitaba más de lo que necesitaba un encantamiento.
La magia no siempre era la respuesta. Manipulaba las cosas y, a menudo, eso era en
beneficio del destino, pero yo creía que el amor a la familia era más fuerte. No tenía
eso, pero había visto su poder en otros.
El personal de Grandezzas se había reunido antes en el restaurante para ayudar
a limpiar y guardar las cosas. Había sido la única vez que salí del apartamento.
Heath me recogió y me llevó allí. Tantas lágrimas y corazones tristes. Solo hablaba
del impacto que Mattia tuvo en todos. Se había preocupado por sus empleados y
este lugar me había parecido un hogar. Para otros que no estaban tan fuera de lugar
como yo en la vida, había sido un lugar en el que disfrutaban trabajando debido a la
forma en que nos trataban.
Incluso después de la muerte, Mattia se ocupaba de todos. Las puertas se
estaban cerrando durante un período de tiempo indefinido, pero a todos se les dio
un cheque que cubría dos semanas de salario y propinas. Nos enviaron a casa con
comida mientras limpiaban la cocina. Greta tenía familia aquí y le vendría bien la
comida, pero Jacque dijo que insistió en que los empleados se llevaran la comida.
Ella estaba luchando porque todos estábamos sin trabajo, pero todos entendíamos
completamente su necesidad de cerrar las puertas. No podría verla aquí sin Mattia.
La idea parecía tan equivocada y deprimente.
La cantidad de comida que nos habían enviado a casa era la razón por la que
estábamos cocinando esta noche y no ordenando comida para llevar. Había
demasiada comida en el refrigerador del apartamento de Heath y Margo. Duely
había traído una nevera y Heath la había llenado de comida cuando yo le dije que
Duely tenía la nevera vacía.
Normalmente, estar rodeada de Heath, Margo y Duely sería agradable. Eran
las únicas tres personas del planeta que amaba. Eran lo más parecido que tendría a
una familia. Quería creer que mi duelo era lo que me tenía tan deprimida. Estoy
segura de que en parte era solo eso. La tristeza de este día era abrumadora. Estaba
muy consciente de mis defectos y los reconocí. Había luchado contra mi naturaleza
desde el momento en que comprendí lo feo que había dentro de mí. Sabía que mi
estado de ánimo actual tenía mucho que ver con la ausencia de Rathe. No estaba
feliz por eso, y deseaba poder hacer que este anhelo que parecía estar
experimentando por el hombre se detuviera. Podría hacer que un hombre me
quisiera con magia; podría obligarlo a hacer lo que quisiera. Pero no podía hacerme
sentir de cierta manera. No tenía control sobre mis emociones con magia. Sin
manipularme a mí misma. Lo que apestaba ahora mismo. Lo quería aquí. Eso era
peligroso para él y para mí. No necesitaba estar apegada a él; sin embargo, aquí
estaba… apegada.
―Díganle a esta mujer que la comida italiana requiere ajo ―pidió Duely desde
la entrada a la cocina.
―Ignórala. Le gusta el ajo; solo está preocupada porque su aliento apeste
―respondió Heath.
Escuché la risa de Duely y luego algunas risitas de Margo. Podíamos verlos
cuando estaban en el bar, pero había una pared entre donde nos sentamos en el sofá
y el área de la estufa en la cocina. No estaba segura de qué se trataba la risa, pero
Duely había prometido no hacer nada con Margo o darle una idea equivocada.
Tuvimos esa charla hace años. Actualizaba su memoria con regularidad. Parecía
necesitarlo cuando estaba cerca de alguien que encontraba atractivo.
―Ella disfruta de su atención ―dijo Heath con una sonrisa―. Cuando él está
coqueteando, ella olvida que su bisexualidad la confunde.
El poder que poseían los Kamlock era algo que no usaría con un hombre; sin
embargo, Duely lo había estado haciendo con otros durante tanto tiempo, le
resultaba natural. Su sonrisa tenía una cierta cantidad de hechizo. Era parte de la
maldición Kamlock que yo contrarrestaba con el hechizo que había colocado a mi
alrededor para hacer lo contrario con los hombres.
―La mayoría de la gente lo hace. Duely es encantador. Letalmente encantador
―expliqué lo mejor que pude.
―Toda tu familia parece tener ese encanto a su favor ―respondió, como si me
hubiera leído la mente. Si supiera lo encantadores que eran todos. Era peor que
cualquier cosa que pudiera imaginar. No saber era lo que los mantendría a salvo.
―Me temo que sí. ―Estuve de acuerdo, con una voz triste que no había
querido mostrar. Estaba cansada por lo de anoche y lo de hoy. Mantener mis
emociones bajo control y ocultas resultaba ser difícil cuando estaba agotada.
Necesitaba esforzarme más.
Se acercó y colocó su mano sobre la mía.
―¿Estás bien? ―preguntó, bajando la voz. Había notado mi tono. Yo esperaba
que lo hiciera. Heath era observador cuando le importaba.
―Sí. Me alegro de que Greta tenga a sus hijos con ella. ―Hice una pausa y
luego agregué―: Tenemos que buscar trabajo. ―Quería cambiar de tema. Mis
emociones eran lo suficientemente crudas. La verdad era que Heath y yo
necesitábamos un ingreso y rápido. El cheque que habíamos recibido de Grandezzas
fue útil y nos dio un pequeño cojín. Heath tenía que pagar el alquiler y yo quería
tener un alquiler que pagar. Estaba cerca de ahorrar lo suficiente para conseguir un
lugar propio con la seguridad de poder pagarlo durante los primeros seis meses, sin
necesitar mi cheque de pago semanal. Todavía tenía el sueño de poder ir a la
universidad comunitaria y obtener mi título de enfermería.
Él frunció el ceño.
―Yo también he estado pensando en eso. No estoy seguro de dónde buscar.
¿Estás pensando en otro trabajo de camarera?
No había pensado tan lejos, pero necesitaba hacerlo. Trabajar en otro
restaurante para otra persona parecía demasiado triste. Tal vez discutir un trabajo
en este momento no fue la mejor idea. No parecía haber un tema que pudiera
distraerme.
Me encogí de hombros en respuesta y miré su mano sobre la mía. Qué normal
se sentía, qué cómodo, qué fácil. No había corazón acelerado ni mariposas tontas.
Solo era Heath. No era trabajoso estar cerca de él. Sin tener que controlarme.
Suspirando porque mis pensamientos seguían yendo a Rathe, deseé no pensar
tanto en él. No había dicho a dónde iba esta noche. Iba vestido con vaqueros, una
camisa negra con botones y su cabello estaba peinado y recogido cuidadosamente
detrás de las orejas. Jamás había olido más celestial que hoy. Había podido olerlo
desde el otro lado de la habitación.
La única explicación para su apariencia tenía que ser una chica. Tenía una cita
y no quería sacar el tema después del día que habíamos tenido. El leve dolor en mi
pecho ante la idea de que él estuviera con otra mujer esta noche me frustró, y lo hice
a un lado. Debería concentrarme en mis amigos y pensar en cualquier otra cosa. Sin
embargo, fue difícil cuando el recuerdo de él haciéndome preguntas fáciles pero sin
sentido para distraerme seguía repitiéndose en mi mente. Duely no tenía nada en
comparación con Rathe cuando se trataba de encanto. El de Rathe era natural, sin
mejoras mágicas. Aunque nunca se lo mencionaría a Duely. Entonces me di cuenta
de que Heath me estaba mirando, claramente esperando una respuesta más que mi
casual encogimiento de hombros. Decidiendo que necesitaba decir algo cuando me
di cuenta de que Heath me estaba mirando.
―Creo que puedo buscar en otros lugares. Eventualmente quiero tomar clases
en el colegio comunitario. Nunca obtendré un título de cuatro años de una
universidad como todos ustedes lo harán, pero no lo necesito para convertirme en
enfermera. ―No hubo amargura en mis palabras. Agradecí que mis amigos tuvieran
la oportunidad de asistir a Delvaux. Ambos querían carreras que requirieran un
título universitario de cuatro años.
No me habían ofrecido ninguna beca porque no había solicitado ninguna.
Había sido un estudiante muy mediocre a propósito. Una familia con la riqueza de
mi madre tampoco calificaba para recibir ayuda financiera. Mi papá no me había
dejado nada, pero claro, no esperaba morir tan pronto. Todo había quedado en
manos de mi madre, que era el estilo Kamlock. Se aseguraron de que fuera todo
suyo. No compartiría con la descendencia. Lo cual está bien. El dinero de Delvaux
que tenía mi madre era dinero manchado de sangre. Dinero malvado. No quería lo
que mi madre le robó a mi padre.
―Tienes talento, eres inteligente, eres hermosa. ―Heath hizo una pausa luego
de decir que yo era hermosa. No estaba segura de que me hubiera dicho eso alguna
vez. ¿Estaba tan sorprendido como yo? Lo miré y me estaba mirando con expresión
nerviosa―. Tienes un mundo de oportunidades. No se requiere un título de Delvaux
para tener oportunidades. Podrías hacer lo que quisieras ―dijo todo eso demasiado
rápido y su voz tenía demasiada inflexión.
Entonces vi algo en su mirada. Tensándome, me pregunté si Duely tenía razón.
¿Me lo había perdido, y en algún momento del camino, Heath había desarrollado
sentimientos por mí? ¿Fue demasiado el tiempo que pasó a mi alrededor y algo de
ese jodido encanto maldito se filtró? ¿No había estado en guardia con él y había
dejado escapar algo? ¿Podría Heath sentir algo por mí más que amistad por ser
quien era? Si estaba sintiendo algo por mí, tenía que ser la magia de mi sangre que
lo atraía, no solo a mí. Habíamos sido amigos la mayor parte de nuestra vida. Una
atracción natural hacia mí no se desarrollaría de repente. Si Duely tenía razón,
entonces esta era la maldita maldición de Kamlock que lo estaba afectando.
―¿Quién quiere un trago de este jodidamente caro vino que trajo Heath?
―preguntó Duely, entrando en la sala de estar con dos copas de vino llenas de un
hermoso líquido de color rojo. Fue una distracción bienvenida, y quería abrazar a
Duely por ello. No tenía idea de lo incómodas que estarían las cosas aquí si nos
dejaban solos. Heath parecía que estaba planeando decir más cosas blandas o cantar
mis alabanzas. No, no Heath. No podía permitir que Heath se viera afectado por mi
sangre hechizada.
―¡Yo! ―solté, sacando mi mano de debajo de la de Heath, agradecida por una
razón para romper ese contacto. Extendí una mano hacia Duely con demasiada
ansiedad. Todo esto fue demasiado para resolver en un día: perder a Mattia, darme
cuenta de que tengo algo por Rathe, necesitar un nuevo trabajo y descubrir que mi
mejor amigo puede estar sufriendo los efectos del encantamiento dentro de mí del
cual pensé que lo había protegido. El vino sonaba como una buena idea en este
momento.
―¡Esa es mi chica! Bebe. Puede que todavía te haga alcohólica. Dos días
seguidos ―dijo Duely, acercándose para colocar el vino en mi mano extendida.
Ojalá pudiera disfrutar de este vino en lugar de tener que engullirlo. Greta había
dejado instrucciones a Jacque de que la bodega y el bar debían limpiarse. Dijo que
lo enviara a casa con los empleados responsables. Jacque había enviado diez botellas
de vino tinto más caro con Heath, y él me había dado una caja de vinos blancos y la
única botella de Titos que les quedaba en el bar. No se saborearía el rico líquido.
Duely era solo un bebedor. Él tampoco lo saborearía como debería ser. Con suerte,
por el bien de Greta, alguien lo disfrutaría adecuadamente.
Heath tomó la otra copa y le dio las gracias. Sin esperar a que él ni nadie más
tomaran un trago, di un largo trago. Estaba delicioso, pero eso no me importaba
ahora. Solo necesitaba relajarme. La bola de tensión que se acumulaba en mí estuvo
muy cerca de explotar.
―Maldita sea, niña, disfrútalo. No lo engullas ―dijo Duely, dándome una
mirada que decía que charlaríamos más tarde. Conocía mis expresiones demasiado
bien. Tuve que encubrir este repentino estrés por Heath antes de que Margo entrara
y me preguntara qué pasaba. Duely raramente saboreaba vino. No le importaba que
lo estuviera bebiendo rápido.
―Ha sido un largo día ―le dije con amargura. Necesitaba que dejara pasar
esto.
No parecía convencido.
―Casi termino. ¿Están listos para comer o quieren probar los aperitivos que
preparó Margo? La vi hacerlo, así que son comestibles. Un poco de pan crujiente le
puso mucho queso y champiñones.
Margo entró con un plato y nos dedicó a todos una sonrisa brillante. Tenía las
mejillas enrojecidas y supe que no tenía nada que ver con el vino. Duely había estado
tramando algo allí. Le lancé una rápida mirada de advertencia. Necesitaba mantener
sus manos fuera de mis amigos. Todos ellos. Lo amaba, pero era demasiado
promiscuo sexualmente. Él conocía mi regla.
―Hice crostinis y olvidaste mencionar el tocino. Les agregué tocino. Son
deliciosos. Lo juro. Mamá hace estos y yo usé su receta ―explicó Margo mientras
extendía el plato de aperitivos con orgullo en su expresión.
―Si es la receta de mamá, ella tiene razón, son increíbles ―dijo Heath―. Pero
Margo no puede cocinar una mierda, así que seré yo quien lo pruebe primero.
Margo le sacó la lengua a Heath y le entregó el plato para que tomara un
crostini. No esperé a que se lo comiera y le diera una reseña. Seguí adelante y tomé
uno también. Necesitaba algo de comida en mi estómago ya que había engullido el
vino. La comida era algo que no me apetecía y beber con el estómago vacío me haría
estar borracha en dos tragos más.
―Valiente ―me dijo Duely, pero lo estaba haciendo para burlarse de Margo.
Necesitaba dejar eso. No estaba en el estado de ánimo para lidiar con el drama que
causaría.
―No como el de mamá… pero cerca ―dijo Heath, dándole a su hermana una
sonrisa fraternal. El afecto de su hermano era claro cuando le hablaba, incluso si
tenían su parte de peleas. Siempre había pensado que yo era como una segunda
hermana para él. ¿Me sonrió así? Quizás una vez lo hizo, pero ya no lo hace, y me
pregunto si me había perdido el momento en que cambió. ¿Cuándo había
comenzado la diferencia con él? Mis sentimientos no habían cambiado. Heath era
mi querido amigo al igual que Margo. ¿Era mi cansancio el que me afectaba los
pensamientos o estaba viendo lo que no había notado antes?
Le di a Margo una sonrisa de satisfacción cuando me di cuenta de que me
estaba mirando. Margo no era tan observadora como su hermano. No necesitaba
darle un motivo para empezar a hacer preguntas.
―Estos son excelentes ―le aseguré. No estaba segura si eran excelentes o si
simplemente tenía hambre por el estrés. No importaba porque me iba a comer otro.
―Gracias ―dijo e hizo una reverencia y luego colocó el plato en la grande y
redonda otomana que usaban como lugar para apoyar los pies y para poner comida
en la sala de estar. Ella no pareció notar el cambio de humor aquí. Probablemente
estaba un poco borracha por el vino que había estado bebiendo en la cocina mientras
cocinaba con Duely.
―¿A dónde fue el dios del sexo? ―preguntó Duely mirando alrededor de la
habitación. Eso llamó mi atención y fruncí el ceño en su dirección. No iba a
responderle. No quería pensar ni hablar de Rathe. Ojalá no lo hubiera mencionado.
Solo quería beber y comer.
―Tenía una cita. ―Heath confirmó mi sospecha y luego tomó otro crostini.
Mi pecho sintió esa punzada aguda que quería hacer desaparecer para siempre.
Odiaba sentirme de esta manera. Esto estaba tan mal. No se suponía que me
importara. No me importaba. Rathe estaba tan seguro de que seríamos grandes
amigos; sin embargo, no estaba seguro de poder estar cerca de él.
―Ah, ya veo ―dijo Duely las palabras de una manera que contenía inflexión
que solo yo entendía. Me estaba preguntando sobre mi estado de ánimo. Pensó que
todo esto se trataba de que Rathe tenía una cita. No tenía idea de la montaña de
basura que había provocado esta necesidad de beber. Sentí ganas de meterle un
calcetín en la boca. Podía cerrarle la boca con bastante facilidad, y él lo sabía. Lo
había hecho antes con la brillante adición de una cremallera para reemplazar sus
labios. Seguro, era infantil, pero entonces yo tenía trece años.
No miré a Duely. En su lugar, tomé otro trago de mi vino. Definitivamente fue
suave, y hubo un regusto afrutado que debería disfrutar y no tragar como agua.
―Tranquila, Blancanieves ―advirtió Duely, y seguí ignorándolo. Su apodo
para mí, para recordarme mi ingenuidad, era molesto. Dirigí mi atención a The Office
para ver qué había pasado al siguiente episodio. Traté de concentrarme en las
payasadas que normalmente me hacían reír. Incluso con el vino, todavía no lo
encontraba divertido.
―Ignóralo ―dijo Margo, regresando a la habitación con una nueva botella de
vino―. Parece que tenemos que abrir otro. ―Caminó hacia mí―. Nunca bebes.
Disfrútala. Todos lo necesitamos esta noche. ―Dejé que llenara mi copa de nuevo y
sentí el calor relajante que comenzaba a fluir a través de mi cuerpo. Tomando otro
trago, me recosté y suspiré por el ligero entumecimiento que estaba creando. Ella
tenía razón; necesitaba esto. Estaba agradecida por el delicioso líquido.
Vi que Heath recuperaba la manta que se había caído de mi regazo al suelo
cuando me había sentado tan abruptamente antes. Me cubrió las piernas de nuevo
y eso fue agradable. Siempre fue agradable. Le sonreí sin preocuparme de que
sintiera otras cosas. Estaba segura de que había estado pensando demasiado en eso.
Era más fácil relajarme ahora y no inventar cosas en mi cabeza para estresarme que
ni siquiera estaban allí.
―Gracias ―le dije―. Este vino es bueno.
Él rió entre dientes.
―Sí, Cat, lo es. ―Estuvo de acuerdo.
―Me pregunto cuánto costará. La botella que es, como, toda la botella de vino
―aclaré.
―Oh, mierda. ―Escuché murmurar a Duely, y me pregunté qué le pasaba. Sin
embargo, no lo miré. Me estaba poniendo de nervios y yo estaba tratando de
disfrutar de mi subidón.
―El restaurante lo consiguió con un descuento, pero esta botella normalmente
se vende por cien dólares más o menos ―me dijo Heath. Sus hombros rozaban los
míos mientras se inclinaba hacia atrás y apoyaba los pies en la parte de la otomana
donde no estaba la comida―. Tenemos dos botellas más de las cosas más caras allí.
Las guardé para una ocasión especial.
Me pregunté qué calificaría como una ocasión especial para Heath.
―¡Graduación! ―dije cuando lo pensé. Debí encontrar mi respuesta divertida
por alguna razón, y escuché a Margo reír en voz alta con él. Heath me sonrió como
si estuviera de acuerdo en que la graduación era una excelente idea.
Tomé otro trago y volví mi atención a la televisión. Dwight y Michael estaban
conspirando en la cocina del personal y, por primera vez esta noche, me reí a
carcajadas. Sabía lo que iba a pasar al lado de Michael. Los demás estaban hablando
a mi alrededor y sentí el calor del cuerpo de Heath junto al mío. Estábamos sentados
más cerca de lo normal. Todo mi costado sintió el suyo y me pregunté si se dio cuenta
de que estábamos tan cerca. Comencé a preguntar cuando Duely regresó a la
habitación con un plato de comida que colocó frente a mí.
―Come, ahora. ―Sonaba bastante exigente. No me gustaba que me mandaran,
pero no iba a discutir. Tenía hambre y tomé el plato mientras ajustaba mi posición
sentándome con la espalda recta. No podía comer mientras me recostaba. Me
concentré en mi plato e intenté con todas mis fuerzas poner la comida en mi tenedor.
Fue más difícil de lo que debería ser. Los fideos estaban muy resbaladizos esta
noche. Parecía que no querían quedarse cuando traté de hacerlos girar
correctamente.
―¡Ayúdala, Heath! ―dijo Margo en voz alta y luego se rió.
La miré y ella se reía de mí. Mi situación con los fideos fue lo que encontró tan
divertido. Probablemente me veía ridícula, y me reí con ella y luego me volví hacia
Heath.
Le sonreí sintiéndose cómodo y agradable bajo el amparo del familiar aroma
de la comida italiana llenando el espacio que nos rodeaba. Me miraba con una
sonrisa tan sincera que quise abrazarlo, pero estaba sosteniendo mi comida y eso era
imposible. Alcanzó mi plato.
―Aquí, déjame ―dijo. De buena gana le di mi plato porque no podía hacer
que cooperara. Sin embargo, no tuvo ningún problema en hacer girar el fettuccine
alrededor del tenedor. Era un profesional en fettuccine resbaladizo y yo nunca me
había dado cuenta―. Abre, Cat ―dijo, e hice lo que me indicaron, agradecida por la
ayuda. El cálido sabor cremoso golpeó mi lengua y cerré los labios alrededor del
tenedor. Duely había hecho un trabajo fantástico con la salsa. Debería tener más
comida en su refrigerador si pudiera cocinar así. También era posible que hubiera
usado magia para crear esto y eso me hizo sonreír. Probablemente no sabía cocinar
nada.
―¿Catalina no puede alimentarse sola?
La voz. Estaba de vuelta. Él estaba de regreso. La felicidad por su regreso fue
la única emoción que sentí, y no me importó en absoluto. Abrí los ojos para ver a
Rathe al otro lado de la habitación. Quería suspirar o tal vez suspiré al verlo allí de
pie con toda su belleza. Su rostro perfecto estaba frunciendo el ceño. También se veía
hermoso cuando estaba enojado. Tragué mi bocado de comida y luego le sonreí.
Quizás él también tenía hambre. Eso siempre enfurecía a los hombres. Cuando
tenían hambre, se volvían intratables. Era algo que uno no podía perderse cuando
servía comida a la gente para ganarse la vida.
―¡Hola, Rathe! ―dije un poco demasiado alto. ¿Por qué estaba gritando? ¿O
era yo?
Me estudió de cerca y me limpié la cara con la mano, pensando que la salsa
podría haberme manchado. No sentí nada allí, pero luego me sentía un poco
mareada, así que no se podía confiar en mi juicio.
―¿Por qué Catalina está borracha? ―preguntó Rathe, mirando a Heath y luego
a Duely. Parecía infeliz por esto.
―No estoy borracha ―le aseguré rápidamente. Levanté mi vino―. Este es solo
mi segunda copa. Aunque puede que esté achispada. Sí, estoy segura de que estoy
achispada. Si hay comida en mi cara, es por eso.
―Es tu tercer copa, y sí, estás un poco más que achispada, Blancanieves ―dijo
Duely, y lo estudié mientras pensaba en sus palabras con cuidado. No recuerdo
haber recibido un segundo relleno. ¿Cuándo sucedió eso?
―Ella lo necesitaba. Todos lo necesitábamos. Un descanso de todo ―dijo
Heath. Estuve completamente de acuerdo con eso. Asentí. Esta fue una sensación
mucho mejor que la que había estado sintiendo antes del vino.
―El vino es delicioso. Es del bueno. ¿Por qué ya terminó tu cita? ―No quise
preguntarle eso. Acababa de salir de mi boca antes de que pudiera pensar en ello.
Ya no fruncía el ceño tan severamente. Posiblemente se estaba poniendo de
mejor humor. Eso espero. Quería que todos fuéramos felices.
―Fue un compromiso. Lo cumplí ―respondió y luego caminó hacia la cocina.
―¿Tenemos que irnos? ―preguntó Duely a Heath.
Heath negó con la cabeza.
―No, él es bueno. Debe haber ido mal ―dijo la última parte en un tono más
tranquilo.
Duely se reclinó en la silla y puso los pies en la otomana frente a nosotros.
―Entonces busquemos algo para ver que no sea estúpido como una mierda
―sugirió Duely.
Heath le arrojó el control remoto y bebí un poco más de mi vino. Luego tome
otro bocado de mi comida mientras Heath me la ofrecía en el tenedor. Esta vez no lo
había hecho girar en el tenedor.
―Come si vas a seguir bebiendo ―me dijo.
Mastiqué mi comida y tragué antes de responder.
―Sí, señor.
Soltó una carcajada y me ofreció otro bocado. Estaba masticando eso cuando
sentí que el sofá del otro lado de mí se hundía mientras un cuerpo cálido se movía
para sentarse a mi lado. Podía oler el embriagador aroma a sándalo y cerré los ojos
para respirar profundamente.
―¿Qué estás haciendo? ―preguntó Heath, y abrí los ojos y luego tragué.
―Rathe huele bien ―le expliqué, luego tomé un trago y me senté en el sofá,
mi otro hombro ahora rozaba a Rathe. Todo ese lado de mi cuerpo se estremeció de
emoción por su cercanía. No podía hacer que mi cuerpo no le gustara. Mi cuerpo fue
por su propia voluntad. Maldito traidor. Se suponía que yo era su amiga. Mi cuerpo
necesitaba reaccionar ante Rathe como lo hizo con Heath.
Girando mi cabeza hacia su hombro, inhalé profundamente cerca de su cuello.
―No es justo que te veas como lo haces y hueles tan bien ―le dije.
Margo soltó una risita y me pareció oír a Duely decir.
―Madre de Dios. ―No estaba segura porque el profundo retumbar de una risa
proveniente de Rathe me distrajo demasiado. Él también tenía una risa maravillosa.
Todas estas cosas fascinantes sobre él y yo tenían que ser su amiga. Necesitaba que
él fuera como Heath si quería que fuéramos ser amigos.
De repente, tuve sueño. Mis ojos estaban pesados y estaba cómoda cerca de
Rathe. Cerrando los ojos, inhalé una vez más y luego la oscuridad me envolvió.
El Beso
Si hubiera un Cielo, se creería que nunca lograría atravesar las puertas. Nací
con el alma oscura que me mantendría afuera. De todas maneras, la calidez y la
esencia rodeándome era mi idea del cielo. No podía pensar en un lugar más
embriagador que donde estaba, y sentí el sueño desvanecerse lentamente. Mis
pensamientos empiezan a aclararse a medida que parpadeaba una, dos veces, luego
abrí mis ojos ampliamente cuando el pecho cubierto de tela negra debajo de mi
mejilla se elevó y cayó lentamente.
No me moví. Debí haberme apartado pero el aroma era tan bueno que no
estaba segura que quisiera dejarlo. Dejé que las cosas se asentaran mientras
escaneaba la oscuridad de la habitación para descubrir dónde estaba exactamente.
La sala… seguía en el apartamento de Heath y Margo. Inhalé la esencia de nuevo y
cerré mis ojos fuertemente. Rathe. El olor era de Rathe.
Analicé mi posición sin mover un músculo. No quería que se despertara.
Especialmente cuando estaba envuelta así sobre su cuerpo. Mi pierna derecha estaba
tirada sobre sus piernas, y estaba acostada sobre un lado de su cuerpo con mi brazo
lanzado sobre sus amplios hombros. Solo podía de esto al aroma. En mi sueño, había
sido atraída por su esencia y aparentemente escalé sobre él, o al menos lo intenté.
La calidez de su aliento estaba cerca de mi nuca. Estaba tan cerca que su
exhalación provocaba escalofríos en mis brazos. Me estremecí, deseando que esto no
se sintiera tan asombroso. Su mano se movió… deslizándose alrededor de mi
espalda.
Me estaba sosteniendo. No estaba segura dónde había estado su brazo antes,
pero estaba manteniéndome en mi lugar ahora. En su sueño, me estaba acercando
también. Eso me hizo sentir ligeramente mejor. Probablemente no debería. Era un
hombre y estaba presionándome en su contra.
Intenté quedarme quieta y calmada para no despertarlo. Necesitaba recordar
por qué estábamos acurrucándonos dormidos. Había estado bebiendo vino, había
empezado a relajarme y hacerme pensar menos. Rathe había regresado de su cita, e
hice una mueca entonces, recordando que había ido a una cita y yo había estado
molesta al respecto. Se había sentado junto a mí. Había querido olerlo más porque
probablemente estaba dormida. No había estado dormida, sin embargo… aun así,
recordaba poco más. ¿Me había quedado dormida tan rápido? No estaba lo
suficientemente ebria para desmayarme. Tres copas no eran suficientes para
derribarme tan rápido.
―Si quieres estirarte, puedes hacerlo. ―La voz de Rathe era un áspero y
profundo susurro que no estaba esperando escuchar. Jadeé en respuesta a su voz.
Estaba despierto, y aquí estaba yo, extendida sobre él. ¿Qué debería hacer ahora?
¿Agradecerle e ir a la habitación de Margo? ¿O Duely estaba allí? Levanté la cabeza
y escaneé la habitación por los otros. Como esperaba, estábamos solos y dudaba que
Duely me dejara sola. Todavía teníamos a ese extraño siguiéndome. Duely sabía que
estaba insegura respecto a eso y quería la magia extra si estaba siendo acosada.
Necesitando decirle algo a Rathe, agradecí la oscuridad. Me senté y bajé la
mirada hacia él. Su mano cayó de mí cuando puse distancia entre nosotros.
―Lo siento ―dije, sin saber todavía cómo me había desmayado tan fácilmente.
No era una gran bebedora, pero normalmente tomaba más que eso para afectarme.
Estiró su gran cuerpo musculoso, y tuve que batallar duro para no admirar el
movimiento. Mantuve mi mirada sobre su rostro, aunque su expresión parecía ser
entretenida, sabiendo que estaba luchando para no mirar su cuerpo.
―¿Por qué lo sientes, Catalina? ―preguntó, su tono somnoliento haciéndome
temblar de nuevo. Maldición. Tenía que controlarme, o iba a avergonzarme una vez
más.
Intenté sonar indiferente cuando repliqué:
―No pretendía dormirme encima de ti. Supongo que estaba más cansada de
lo que pensaba. Debiste haberme apartado e ido a tu habitación donde es más
cómodo.
Sonrió con esa media sonrisa que hizo aparecer su hoyo.
―Estabas pacífica y no quería quitarte mi deliciosa esencia.
Cubrí mi rostro y gemí. Lo había dicho en voz alta. Genial. Esperaba que fuera
lo único que compartí con él.
―Sí huelo malditamente bien. ―Estaba definitivamente entretenido.
Dejé caer mis manos de mi rostro y pregunté:
―¿Duely está aquí? ―No quería saber si había dicho otra cosa humillante.
Necesitaba irme.
Disparó su mirada a la habitación de Margo. Mi estómago se desplomó. Él
sabía que no debía ir allí.
―Oh, no ―susurré, odiándome por beber.
―Está solo allí. Ella está en la cama de Heath y Heath está en el suelo de su
habitación ―explicó. Estaba aliviada, pero también había complicado el arreglo el
arreglo para dormir.
―Debió haberme despertado ―dije, sintiéndome ahora culpable por más que
solo incomodar a Rathe.
―No iba a dejar que nadie te despertara o te moviera. ―La respuesta de Rathe
sonaba firme. Como si nadie pudiera discutir con él. Me gustaba eso. No debería y
deseaba que no lo hiciera.
―¿Por qué? Porque tenerme extendida sobre ti era oh, tan cómodo.
―respondí, queriendo sonar como si su respuesta no me hubiera hecho sentir
aturdida.
―Fue agradable, Catalina. No mentiré. Estabas tan pacífica. Me gustó que
durmieras sobre mí y eso no era algo a lo que estuviera dispuesto a renunciar.
Oh. Mi corazón estaba acelerándose ahora, y respirar de repente parecía difícil.
La forma en la que su voz había descendido cuando lo explicó solo hizo su
explicación más emocionante. Solo lo miré fijamente, sin estar segura de qué decir.
No estaba segura que mi voz no delataría el efecto que sus palabras tuvieron sobre
mí. El silencio parecía ser más seguro. La privacidad y la oscuridad hicieron que los
deseos dentro de mí se agitaran, que había estado intentando rechazar.
Se movió, deslizando su mano de regreso alrededor de mi cintura,
acercándome de nuevo a él. Mi cuerpo se calentó y el rubor que estaba causando
ahora no tenía nada que ver con vergüenza. Estaba reaccionando a la atracción.
―Ni siquiera son las tres, todavía. Tenemos muchas horas para dormir.
Quédate conmigo.
Ignorar esa sugerencia no sería posible. Recosté mi cabeza sobre su hombro
con vacilación.
―No estoy segura que eso es lo que hacen los amigos ―le dije, o a mí, o a
ambos.
―Lo es. ―Me aseguró, su aliento demasiado cerca de mi oreja. Inhalé
profundamente y mi piel hormigueó con placer―. Esta noche, tuve una cita. Una
que no pude disfrutar porque todo en lo que podía pensar era en alguien más. ―Bajó
su cabeza y sus labios estaban tan cerca de mi oreja que la rozaron cuando habló―.
¿Sabes quién era, Catalina? ―preguntó con una ronca voz baja.
No podía hablar. Me las arreglé para sacudir mi cabeza un poco.
―Tú. No pude pensar en nadie más que en ti.
Mi respiración se atascó en mi garganta, quise huir de esto y escalar hacia él al
mismo tiempo. Cada razón por la debí irme se desvaneció cuando presionó sus
labios a mi oreja y luego se movió para besar mi sien.
―Solo quería regresar, sabiendo que estabas aquí. Entonces llegué y te
enrollaste en mí, tan dulce y suave. Es exactamente donde quería estar. ―Sus labios
se movieron sin romper el contacto por mi oreja, luego me movió y estaba besando
mi cuello, girándome hasta que mi pecho estuvo presionado al suyo y sus labios
estaban sobre mi mejilla. Estaba deteniéndose, burlándose, posiblemente batallando
consigo mismo. No estaba segura, pero mi cuerpo estaba tan consumido con una
codiciosa necesidad de obtener más que no me importó. Solo no quería que
detuviera nada de ello.
Con un rápido giro, sus manos estaban sobre mi cintura y nuestros labios
estaban tocándose. Cada terminación nerviosa de mi cuerpo estalló en llamas
cuando la punta de su lengua tocó la piel sensible de mis labios. No podía respirar,
mis pulmones estaban ardiendo con la necesidad de oxígeno. Mis labios se abrieron
para él sin necesidad de ayuda. Sabían lo que querían y el sabor era posiblemente
mejor que el olor de su piel. Jadeé, consiguiendo finalmente el aire que mi cuerpo
necesitaba.
Mis manos apretaron sus hombros por apoyo cuando me subí a horcajadas
sobre él, luego hundí mis dedos en su cabello.
―Mierda. ―Pronunció la única palabra antes de que su mano agarrara un
puñado de mi cabello y empezó a besarme con un hambre que igualaba la mía. Mi
necesidad de perderme en él era tan salvaje que presioné mi cuerpo sobre el suyo y
sentí la rigidez de su erección entre mis piernas. Eso encendió instantáneamente una
llama donde mis nervios ya sensibles habían estado palpitando.
Gemí y lo besé con más entusiasmo. El placer estaba burlándose de mí con la
necesidad de más. Me removí ligeramente, causando que ambos inhaláramos
agudamente y nos detuviéramos. Su mano se apretó en mi cabello, y tiró de mi
cabeza hacia atrás con un movimiento. Sus ojos me inmovilizaron con tal intensidad
que debí haber estado asustada, pero no lo estaba. Estaba enloquecida por él. El
destello en sus ojos cuando vio mi completa rendición me tuvo casi rogando. Que se
jodieran las consecuencias.
Mi cuerpo y mente estaban de acuerdo ahora. No batallar más con lo que
deseaba y lo que sabía que era correcto. Me iba a rendir a esta atracción a Rathe.
Esa aceptación fue muy efímera, como lo fue el calor entre nosotros. Rathe no
iba a rendirse o a actuar en base a nada. En cambio, Rathe sacudió su cabeza con una
firmeza que entendí. No había duda sobre a lo que estaba negándose. Era claro.
Nunca me había sentido tan perdida como lo hice en ese momento. Continué
quieta esperando por una explicación suya a hacerme perder la cabeza. Quise
malinterpretar su sacudida de cabeza. Los segundos que pasaron fueron solo unos
pocos, pero parecieron una eternidad. La inseguridad estaba entrando a rastras y el
fuego que había pasado de una brasa a un incendio entero, fue apagado en
segundos.
―No podemos hacer esto. ―Aunque su voz sonaba llena de arrepentimiento,
las palabras seguían siendo las mismas. Me moví. Ya no quería escalar sobre él.
Exactamente lo opuesto. Quería huir de él. El hecho de que estuviera montando su
regazo tan descaradamente se había vuelto embarazoso.
Su mano soltó mi cabello cuando me moví y fui capaz de apartarme
rápidamente de su abrazo. La habitación estaba fría sin el calor de nuestros cuerpos.
Envolví mis brazos a mi alrededor en un gesto protector y eché un vistazo alrededor
por mis zapatos. No sabía qué más decir o hacer. Esta era una primera vez para mí.
Solo había intimado con otro chico y eso fue hace mucho tiempo. Quería irme, pero
¿debería hacerlo sin Duely? Mi seguridad ya no parecía tan importante. Si tuviera
que elegir entre el hechicero acosador y quedarme aquí con Rathe después…
después de lo que casi habíamos hecho, entonces mi iba a inclinar hacia el hechicero.
―Catalina ―dijo mi nombre con una firmeza que demandaba atención, pero
no lo miré. Solo necesitaba un momento para recomponerme. Para sentirme menos
vulnerable y emocionalmente expuesta. Me sentía en carne viva―. Lo siento.
Empecé… cosas ―dijo las palabras como si realmente lo sintiera. Le creí. Se suponía
que éramos amigos. Había sido claro sobre eso, pero era una mujer, y había estado
allí voluntariamente, subiendo sobre él sin muy poca insistencia. No podía culparlo
solo a él.
Vi mis zapatos Vans metidos debajo de la otomana y me incliné para
agarrarlos. De nuevo, no estaba segura si debería irme. Irme de aquí sola, en medio
de la noche era una mala idea en este momento, pero parecía ser todo lo que podía
hacer. Además, no sabía si el extraño desaparecido era peligroso. Era solo un
desconocido y eso era lo que me preocupaba. No era débil. Cualquier cosa del
exterior necesitaba temerme. Nunca había paseado con miedo antes y la rareza de
eso era una molestia.
Las Kamlock no temían. No estaba orgullosa de ese nombre, pero era algo para
recordar ahora mismo. Estaba muy lejos de ser indefensa.
―No te puedes ir ―dijo Rathe ―. Es tarde. Toma mi habitación. Me quedaré
aquí afuera.
Mi cabeza se levantó de golpe ante esa oferta para mirarlo. Su remordimiento
era claro y esa era otra razón más para saliera como el infierno de aquí. Había habido
arrepentimiento antes en un chico. Ese recuerdo ardió en mis entrañas, y debería
haber sido suficiente para evitar que fuera una estúpida esta noche. Era una
masoquista del castigo. Esto era la prueba. Me iba.
―Estaré bien. Dile a Duely que iré a mi casa esta noche ―dije, luego me puse
mis Vans rápidamente.
―Catalina, por favor no te vayas. Habla conmigo ―dijo las últimas tres
palabras como si eso fuera lo último que quisiera hacer. No quería ser la razón por
la que me fuera en medio de la noche y probablemente fuera secuestrada o violada.
No había razón para que se preocupara sobre eso, pero es solo que no sabía lo segura
que estaba de cualquier criminal al acecho allí afuera.
―Creo que hablamos lo suficiente, Rathe. ¿Y tú? Me voy a ir y terminaré con
esta incomodidad. Confía en mí, estaré bien. ―Me detuve antes de empezar a
despotricar. Mi deseo de decirle nombres que probablemente no merecía me recordó
lo ingenua e inexperta que realmente era. Malditas hormonas y su atractivo rostro.
―Si no nos hubiera detenido, habríamos arruinado todo ―dijo mientras se
levantaba. En serio esperaba que no pensara que podría evitar que atravesara esa
puerta. Heriría su masculinidad un poco si lo intentara.
―Tienes razón. Lo habríamos hecho. Gracias por tener la fuerza de voluntad
para detenernos. ―Sonaba enojada o amargada y mañana desearía haber actuado
más madura al respecto.
Nos quedamos allí en la oscuridad con nada más que la luz de la luna
atravesando las ventanas iluminando la habitación. Ninguno dijo nada. Estudié su
rostro por algo que facilitara esto, pero todo lo que vi fue arrepentimiento. Eso dolió
más.
¿Cómo es que era la única mujer Kamlock en la historia en ser herida por los
hombres? Nacimos para causar dolor. Éramos las cazafortunas rompecorazones. Las
mujeres Kamlock no eran rechazadas. A excepción de mí, al parecer. No ser malvada
significaba ser vulnerable. Analicé el estilo del desordenado cabello de Rathe y la
expresión de su rostro. Ni siquiera el rechazo de Rathe podría hacerme querer ser
como las otras mujeres en mi familia. Escogería ser rechazada una y otra vez por
hombres que terminar siendo como mi madre.
Sin una palabra, giré y fui a tomar mi bolsa de la mesa junto a la puerta
delantera. Cuando abrí la puerta, no dijo nada. No me rogó que me quedara más.
Sin más discusión. Quería que me fuera. Solo no podía admitirlo.
Una puerta se abrió en algún lugar, y suspiré, sabiendo que habíamos
despertado a uno de los otros. No iba a discutir con ninguno de ellos. No quería
explicar por qué me iba. Todos me habían visto acostada sobre Rathe antes de irse a
la cama.
―¿A dónde vas? ―exclamó Duely. Me alegraba que fuera él.
―A casa ―le dije en voz baja sin mirar atrás. Su audición era excelente.
Entones crucé la puerta y la cerré tras de mí.
―¿Vas a ir tras ella? ―Escuché que preguntó Rathe.
―Estará a salvo. Al menos de cualquier cosa allá afuera que pueda herirla
―replicó Duely con un toque de sarcasmo en su voz. No había estado preocupado
sobre mi seguridad con el hechicero, después de todo. Tenía esa estúpida idea en su
cabeza de que era especial o algo más. Seguro, podía ver almas de aquellos que
fallecieron, podía controlar el clima, pero lo único que me hacía más fuerte que el
resto de las Kamlock era que podía experimentar emociones tales como la simpatía
y el amor. Tenía un corazón. Ese no era un súper poder. Si acaso, me hacía más débil
que el resto. Esta noche era un ejemplo de lo débil que era.
―De lo único que necesitas preocuparte es de la reacción de Heath cuando
descubra que la hiciste huir en medio de la noche ―añadió Duely. Rodé mis ojos y
seguí alejándome del error que había cometido esta noche.
El rechazo
La oscuridad siempre me ha calmado. Incluso de niña, la noche era mi favorita.
La tranquilidad, la belleza de las estrellas, el confort de estar solo. Ir a casa no
significaba para mí lo que para los demás. Prefería la noche y la tierra a estar dentro
de esa casa.
Frente a la casa, la miré fijamente, deseando que mi vida hubiera sido diferente.
Un millón de veces deseé que mi padre hubiera vivido. Deseé haber tenido la edad
suficiente para protegerlo. Para mantenerlo a salvo. De la forma en que mi madre
podría haber hecho si lo hubiera intentado.
Me quité los zapatos y los dejé en la escalera de la casa y luego hundí mis pies
en la fría y húmeda hierba. La conexión causó que un rayo de energía recorriera mi
cuerpo. Me empapé con la recarga. Caminando por la casa, inhalé los dulces aromas
de la naturaleza. Cerrando los ojos, no necesitaba ver para encontrar el camino a mi
círculo. Me atrajo hacia sí. El suelo bajo mis pies era mi guía.
Mis pasos fueron sin pausa hasta que me quedé en el lugar que era sólo mío.
Aquí no me sentía perdida. No tenía la conexión que Heath y Margo tenían entre sí
y con sus padres. No tenía familia a mi alrededor. Nunca tendría una conexión
romántica con alguien. Esta noche lo había olvidado por un momento, pero Rathe
me lo había recordado. La realidad había golpeado como siempre y la punzada de
la soledad me había llegado a lo más profundo de mi ser.
Me sentía más fuerte aquí.
No estaba sola aquí. Tenía una conexión con algo que otros no tenían. Era como
si los ancestros que no eran frías perras odiosas estuvieran conmigo. Estaba segura
de que no tenía ancestros Kamlock que no fueran criaturas oscuras y superficiales,
pero aquí tenía a alguien. Algo. No sabía qué era o por qué tenía esto cuando los
otros no lo conocían. Mis hermanas se burlaban de mí cuando éramos niñas y se los
mencioné.
La idea de que lo que me rodeaba aquí fuera el lado de la familia de mi padre
no era posible porque sólo había visto a uno de ellos, Annabelle. Era mi antepasada,
pero no era lo mismo que cuando estaba cerca. Esto era... poderoso. Contenía algo.
Tenía una energía que los humanos comunes no tenían.
Lo que sea que tuviera aquí, me mantuvo cuerda en esta vida en la que nací.
Con los ojos cerrados, recliné la cabeza y la unidad me había calentado mi piel. Mis
pies se levantaron del suelo, y descansé suspendida bajo las estrellas. No llamé a
ningún poder, no pedí nada, no saqué ninguna energía, sólo acepté la armonía. La
brisa se calmó y supe que los animales que habían estado cerca huirían, dejando el
área que me rodeaba completamente vacía de vida que no fuera la mía. Ni siquiera
Annabelle venía aquí o cerca de esta área.
El tiempo no era importante y tampoco lo era nada más. Era en esta serenidad
que mi dolor, mi angustia, mi tristeza no existían. No había dolor en mi pecho. Este
era mi vacío. Mi tiempo de adoración cuando le daba lo que era a la tierra y permitía
que me controlara.
Cuando la noche comenzó a cerrarse, abrí los ojos, y lentamente fui bajada de
nuevo a la tierra debajo de mí. Con una respiración profunda liberé el dolor de ayer,
el rechazo de hacía horas y la tristeza que venía con la vida que llevé. Había perdido
a un querido amigo y esa era mi excusa para mi debilidad por Rathe. No volvería a
suceder.
Me moví para dejar mi círculo cuando mi mirada se elevó para encontrarme
con los brillantes ojos verdes de mi madre que brillaban en el pre amanecer mientras
me miraba. Estaba a varios metros de distancia, con su largo cabello rojo corriendo
libremente por su espalda. Con la brisa que atrapaba los sedosos mechones y la luz
de la luna en su pálida piel, parecía ser el ser mágico que era. Nada en ella era
ordinario.
No le dije nada mientras me acercaba, esperando que dijera algo. Que explicara
su presencia. No era su momento del día. Le gustaba dormir. Estaba aquí por una
razón. Sintió que me unía a la tierra, pero eso no era inusual. Hacía esto desde que
era niña. Si quería burlarse de mí o criticarme por no hacer lo que quería, entonces
habría esperado hasta otro momento. Su descanso no se habría interrumpido por
mí.
Estaba nerviosa, y me pregunté por qué. El brillo de sus ojos era una muestra
de brujería. Estaba en guardia y lista para lanzar en cualquier momento. Yo no sentía
ningún peligro a nuestro alrededor. No veía ninguna razón para que estuviera tan
nerviosa y alerta.
―Tienes que irte de aquí ―me dijo.
―¿Qué? ―pregunté, sin estar segura de haberla escuchado correctamente.
―La fuerza que rodea esta casa fue puesta aquí para ti. Zephyr vino ayer para
ver si las chicas estaban en peligro. Le hablé del hombre que viste en la boda y de la
barrera que no podía cruzar. Trajo dos hechiceros más con él. Nadie puede romperla
ni sabemos lo que es. ―Inhaló profundamente, y sus ojos parpadeaban como si la
luz del sol en la oscuridad lo causara―. Rechazaste el círculo de tres. Rechazaste el
poder del hechicero que iba a ser tu destino. Ahora tienes que irte. Deja esta casa y
no vuelvas.
Me pregunté si esto fue idea de Zephyr para que me rompiera y aceptara el
poder de tres. Amenazó con alejarme alegando que el extraño iba por mí. Sonaba
bastante conspirador que mi madre se lo hubiera inventado, pero apostaría que tuvo
ayuda con los detalles.
―Entonces, ¿me estás echando de la familia? ―pregunté conmocionada.
¿Pensaron que caería en esto? ¿Cuándo les había dado una razón para pensar que
era tan crédula?
Ella no dijo nada.
―¿Cómo es que todo esto se trata de mí? ¿El hechizo le habló a Zephyr? ¿Le
dijo que estaba aquí para protegerme? ―pregunté, preguntándome hasta dónde iba
a llevar esto. Sabía que mi madre haría cualquier cosa por el poder de tres, pero esto
no era algo que yo esperara.
El gruñido que reconocí en el rostro perfecto de Persephone significaba que la
había enojado. Quería asustarme para que acatara su voluntad. No le iba a dar
ningún motivo. No me alejé de ella. En su lugar di dos pasos en su dirección, dejando
claro que no era una niña a la que pudiera controlar. Ella no se movió, pero sus ojos
mostraron una advertencia. Como si de repente yo fuera un enemigo en lugar de su
hija.
―Hay hechicería y hay algo que pasa la oscuridad. Es un eclipse, Catalina. Un
vudú que la magia negra no es lo suficientemente fuerte para contener. Tu alma lo
llama. Temía que algún día lo hiciera. Mi esperanza era que dejaras de ser una
mocosa egoísta y aceptaras el don de tres. Que tus hermanas unieran sus fuerzas
para limpiarte del otro. El tiempo se ha agotado. ―Me señaló con un solo dedo―.
Has esperado demasiado tiempo. No permitiste que el regalo Kamlock te salvara.
Ahora lo sabe. Ya no te está buscando. Te ha encontrado.
Di otro paso hacia ella, y esta vez dio un paso atrás.
―¿De qué estás hablando? ¿Qué vudú? ¿Quién me ha encontrado?
Ella dio varios pasos más para alejarse de mí. Vi el terror en sus ojos y me
pregunté, una vez más, qué podría aterrorizar a mi madre.
―¿Es el extraño de la boda? ¿De eso se trata? ¿Me persigue y sabes quién es?
¿O es un truco para que me entregue al poder de tres? ―Empezaba a pensar que
esto era más que una manipulación. ¿Realmente creía que alguien iba por mí y que
podría hacerle daño?
Sacudió la cabeza.
―No. Eso se acabó. Está aquí. No habrá poder de tres en esta generación. Mis
decisiones de hace años lo maldijeron, y ahora, ha vuelto para atormentarnos a
todos.
Hablaba demasiado rápido para que pudiera entender todo lo que estaba
vomitando. Se estaba poniendo histérica.
―¿Quieres que agarre mis cosas y me vaya de aquí? ¿Que no vuelva? ¿Ya no
deseas el poder de tres que tus hijas poseerían? ―No es que no hubiera planeado
irme pronto, pero no en este momento, sin trabajo. Tenía dinero ahorrado, pero no
lo suficiente como para sentirme segura. Tampoco planeaba irme porque mi madre
exigiera que me fuera, inmediatamente.
Sus ojos se abrieron de par en par, y señaló a lo lejos.
―Sólo vete. Lejos de aquí. No vuelvas. Zephyr tiene a Leanne con él hasta que
te hayas ido.
Me quedé allí, mirando a mi madre, sin ver otra emoción que el miedo en su
expresión. No había tristeza, ni dolor, ni preocupación por mí, ni amor. Nada de
nada. Siempre pensé que en el fondo tenía algún tipo de afecto materno por mí.
Nunca me dijo que me amaba, pero tampoco se lo decía a mis hermanas. Sólo pensé
que teníamos que importarle en algún lugar debajo de todo esto. Parecía que le
importaba Leanne y probablemente Geneva... pero no yo. Me estaban echando.
Había intentado demasiado en esta vida conseguir alguna conexión de esta familia.
Nada más que dolor provenía de estar aquí. Aferrarme a la esperanza de que podría
pertenecer a algún lugar era un sueño infantil que había abandonado mental pero
no físicamente. Este lugar tenía recuerdos de mi padre. Dejar eso atrás dolería, pero
dejar el vacío sería fácil. Exigía que me fuera, y tenía razón. Era el momento. Ya no
nos necesitábamos.
―Mea est enim omnis ―grité.
No quería volver a ver mi habitación. No quería ver a Annabelle y tener que
explicarle las cosas. Ya había perdido a muchos. No había necesidad de que volviera
a visitar un lugar que hacía tiempo que era un hogar. Mis cosas no necesitaban que
las recogiera y me mudara. Vendrían a mí como había ordenado.
Empecé a caminar hacia mi madre, solo para ver cómo se alejaba de mí. Era
extraño ver cómo se encogía. De niña, me trataba de maneras que me hacían sentir
débil, no deseada, odiada. Saboreé el miedo en sus ojos, y sabía que la oscuridad
dentro de mí rugía por mis venas. Quería que causara dolor; sin embargo, hasta ese
momento, nunca había tenido el impulso. O la tentación.
―Ya está hecho. Me he ido. Gracias madre por nada en esta vida. ―Esperaba
una punzada de culpa cuando dije esas palabras en voz alta, pero no sentí nada.
Como debería ser. Yo había sido su decepción y ella estaba segura de que yo lo sabía.
―Nunca debiste haber nacido. ―Su voz tembló ligeramente mientras decía las
palabras.
Yo estaba de acuerdo con ella. No le deseaba mi vida a nadie.
―De acuerdo ―le respondí.
―No vayas con Duely. Déjalo en paz ―añadió para hacerme daño.
La única pariente de sangre que me cuidaba también quería que me fuera sola.
Incluso ahora, estaba tratando de controlarme. Puede que me estuviera repudiando,
pero yo seguía siendo una Kamlock. Eso no podía cambiarlo.
―Eso depende de Duely ―le dije.
Levantó una mano como para protegerse, pero no dijo nada. Puse los ojos en
blanco. Esto era lo más ridículo que había experimentado con esta mujer, y había
pasado por mucho. Pensé que la vez que me encerró en un auto en el calor del verano
a la edad de diez años como prueba después de las lecciones de casting que nos dio
fue mala. Mis hermanas no habían sido probadas de esa manera. Sólo yo. Había
pasado la prueba con facilidad. Parecía cruel, pero esto lo superaba con creces.
―Has estado tratando de deshacerte de mí desde que era niña ―dije,
preguntándome si las pruebas que me había hecho toda mi vida habían sido para
matarme.
No discutió conmigo. No lo negó. Estaba aturdida. Duely tenía razón. Era
ingenua. Terriblemente ingenua. Pero este era el final de eso. Hoy me cambiaría más
que cualquier otra cosa que haya hecho.
―Adiós, madre ―dije, no quería pasar un momento más cerca de ella. No tenía
ni idea de lo que iba a hacer ni de adónde iba a ir. Todo lo que tenía eran los artículos
que me pertenecían. Lo que fuera que hubiera en esa casa que se considerara mío
estaría en el porche de la entrada esperándome. Fui clara cuando dije las palabras
para conjurarlo.
Ella no se movió. Se quedó allí, mirándome como si yo pudiera transformarme
en un demonio en cualquier momento y ella pudiera necesitar usar la magia para
protegerse. No conocía a esta mujer en absoluto y sabía que ella tampoco me conocía
a mí. Cómo una mujer podía dar vida a un niño y vivir con él durante veinte años
sin sentir que nada por ella era algo malo de por sí.
El sol aún estaba a dos horas de salir cuando rodeé bajo la luz de la luna la casa.
La oscuridad seguía dándome paz en un momento en el que no debería tenerla. No
estaba segura de a dónde iría o qué haría, pero nada de eso me preocupaba. Las tres
maletas en el porche tenían lo que la casa consideraba mío. Era más de lo que
esperaba, ya que era poco lo que había comprado para mí. Todo lo que proveía el
dinero de mi padre era todavía de mi madre, ya que su dinero se lo habían dejado
solo a ella.
El dinero que había estado ahorrando, para poder irme de aquí, estaría con mis
cosas. Si conseguía un trabajo rápidamente, podría usar ese dinero para encontrar
un lugar asequible en el que vivir. No tenía ningún deseo de volver a ese porche o
cerca de su entrada. Extendí la mano y, con un movimiento, las maletas se
levantaron y se movieron sin mi ayuda hasta el auto. El maletero se abrió y las tres
maletas cupieron cuando sólo debería haber espacio para una. Esperé hasta que se
cerrara y, entonces, sin mirar atrás, entré y me fui.
La Charla
Así fue como supe que mi madre estaba equivocada respecto a mí. Si era el
malvado monstruo que parecía creer que era, entonces no estaría sintiendo el dolor
que estaba arrastrándose por la pérdida del único hogar que he conocido. Con cada
kilómetro que ponía entre esa casa y yo, la emoción obstruía mi garganta. Luché
contra ella. No quería sentir nada. La soledad era más abrumadora ahora de lo que
había sido antes. Después del rechazo de parte de Rathe anoche, y el desalojo de mi
madre, no podía sentirme más indeseada de lo que lo hacía.
Había conducido de regreso a Savannah sin ningún destino real en mente. No
tenía ningún lugar a donde ir, y no estaba segura por dónde empezar. Qué hacer
primero. Podría llamar a Margo, pero ir allí significaría enfrentar a Rathe. Esperaba
una llamada de Heath pronto. Se despertaría y descubriría que me había ido.
Posiblemente averiguara que me fui en medio de la noche. Estaría preocupado y me
llamaría de inmediato. Margo se despertaría más tarde que Heath. Ella rastrearía mi
localización en lugar de llamarme. Podría esperar un mensaje de Duely en algún
punto hoy, también. Anoche no estaba preocupado sobre mí. Tenía más fe en mi
seguridad que yo.
Entrando en el estacionamiento casi vacío de un centro comercial, estacioné el
auto. Los pocos autos aquí habían sido estacionados por un tiempo. Tenían nieve
encima y estaban vacíos. La ciudad no estaba despierta a esta hora. Empezaría a
despertar lentamente en el transcurso de la siguiente hora. No tenía razón para estar
estacionada aquí. Las tiendas no estaban abiertas todavía, pero conducir por ahí
gastando gasolina no estaba ayudando en nada. Necesitaba un plan. Seguir
ahondando en los eventos de las últimas veinticuatro horas no me estaba ayudando
a enfocar en el tema en cuestión. No tenía tiempo para sentir pena por mí misma.
Tenía que averiguar dónde iba a trabajar, dormir, bañarme.
Bajé la mirada hacia mi ropa arrugada. No podía hacer mucho luciendo así.
Necesitaría limpiarme antes de empezar a ir por solicitudes de trabajo. Nadie iba a
contratar a alguien que lucía como si hubiera dormido con su ropa, posiblemente en
una banca, en un parque toda la noche. Hice una rápida revisión en el espejo para
ver que mi cabello no estaba nada mejor que mi ropa. Había una hoja atascada en
las enredadas hebras. La quité. No tenía ningún lugar para tomar un baño o incluso
un lugar para cambiarme de ropa. El apartamento de mis amigos era un gran “No
hay posibilidad en el infierno” para mí. Rathe era la última persona a la que quería ver
hoy.
¿Qué estaba mal conmigo? Había trabajado duro para ser buena. No abusaba
de mis poderes. Hice mi mejor intento para tener una vida normal. Uno que no fuera
un gran camino de rosas debido a la magia. No quería estar encantada, sin embargo,
lo estaba. Era diferente a mi familia y diferente a mis amigos. No encajaba en
ninguna parte.
Estaba de regreso a sentir lástima por mí misma. No me gusta la
autocompasión. Era débil y una pérdida de tiempo. Tenía que averiguar cómo
limpiarme. Ese era mi primer plan de acción. Levanté mis ojos para mirar al espejo
de nuevo y fruncí el ceño.
―Estás haciendo esto más difícil de lo que ya es ―le dije al desastre
mirándome de regreso. Había una respuesta fácil para arreglar mi apariencia. Había
practicado tener una vida normal por tanto tiempo que nunca era mi primera opción
lanzar hechizos para cosas sencillas como hacerme lucir presentable. Cuando la
magia era usada para vestir, venía un potenciamiento con ella. No me gustaba usar
magia de esta manera porque era injusto para aquellos a mi alrededor. Eran
afectados por algo que no era enteramente real.
Persephone estaba convencida de que era más allá de malvada, lo que era
absurdo. Ni siquiera me gustaba usar un simple encantamiento para arreglar mi
apariencia. Ella era la villana. No iba a dejar que sus palabras me molestaran más.
Indiferentemente de los disparates que había escupido, sabía quién era. Me
gustaba quién era. Pretender ser normal no me había ganado nada en la vida, pero
posiblemente había sido el balance que evitaba que me volviera como mi madre. Si
mi uso de la magia no iba a herir a nadie, entonces no veía el punto en volverlo un
problema. En las próximas semanas la necesitaría más que nunca si quería volver a
balancear mi vida. Una vez que tuviera un empleo, un lugar para vivir, y
posiblemente una esperanza en matricularme en la escuela de enfermería, entonces
dejaría de usarla por las nimiedades. Vivir como había estado viviendo antes.
Al llegar a esa decisión, eché un vistazo para asegurarme que no había ninguna
adición nueva en el estacionamiento y confirmé que seguían estando los vehículos
vacíos y yo. Aunque había un poco más de tráfico en la carretera, el estacionamiento
seguía vacío. Nadie aquí.
Había pasado un largo tiempo desde que usé este encantamiento en particular.
La última vez había sido en el baile de primer año. Había querido impresionar a
Cody. Eso había sido un desastre. No solo Cody se había enamorado de mí, sino
también la mayoría de los otros hombres en el baile y unas cuantas chicas. Después
de hacerme enemiga de cada chica hetero del lugar, a excepción de Margo, había
decidido no volver a hacerlo nunca. Sin embargo, aquí estaba, a punto de hacerlo de
nuevo. No lo haría por todo lo alto esta vez. Sería algo más simple. Lo más mínimo
de ser posible. Haría lo mejor que pudiera.
―Quam alii perfect me. ―Las palabras se deslizaron de mi lengua fácilmente.
La punzada de energía que me tocó era similar a una descarga eléctrica. Un
resplandor me cubrió tan levemente que el ojo humano no lo captaría. Sentí terror
en el fondo de mi estómago, rogando no estar yendo demasiado lejos. No quería
lidiar con la clase de atención masculina que me había causado la última vez. Mis
ojos estaban fuertemente cerrados y temía abrirlos. Tomando una respiración
profunda, me obligué a mirar. El visor solar seguía abajo con el espejo frente a mí.
Mi reflejo era lo que había esperado. La belleza Kamlock me devolvió la
mirada. El destello de perfección que venía solo de la magia. Se necesitaba belleza
natural, pero el uso de la magia la potenciaba. Esto iba a ser una molestia hoy. No
sería capaz de desvanecerme al fondo luciendo así. Había sido la respuesta más fácil
al menor de mis problemas esta mañana y tenía que superar mi disgusto a atraer la
atención por hoy, al menos.
Un solo golpe en la ventana del lado del conductor fue inesperado y mi mano
voló a mi boca para sofocar mi chillido. Girando mi cabeza para ver quién estaba allí
afuera, fui de estar sobresaltada a ligeramente aterrada. Sin embargo, fue un breve
momento de pánico. Se había aparecido en el peor momento. No estaba de humor
para aguantar más mierda de la gente, familia, o extraños hechiceros acosadores. No
era débil, y si me probaba, se lo demostraría.
Tomé una respiración profunda y alcancé la manija de la puerta para abrirla
con más fuerza de la necesaria, causando que el señor quiero ser una estrella de rock
retrocediera con una velocidad que no había esperado. Había esperado golpearlo
con mi puerta. Lo miré fijamente, mientras salía del auto. No iba a ver miedo en mis
ojos. Mantuvo una pequeña sonrisa mientras permanecía allí observándome con una
mano en el bolsillo de su chaqueta. Incluso aunque nunca dio una mirada siniestra,
sabías que había peligro. Conseguiría respuestas antes de que desapareciera en el
aire esta vez. Realmente no estaba segura en este punto qué tan poderoso era. Podría
estar aquí matarme. Extrañamente, esa era la menor de mis preocupaciones esta
mañana.
―Buenos días, Catalina. Pareces estar alegre. ―Por la forma en que me
hablaba, sonaba como si fuéramos amigos. Como si esto fuera una visita planeada.
―¿Quién eres y por qué me estás siguiendo? ―No iba a charlar con él. No me
estaba acosando para una charla. Necesitaba llegar al punto.
Sacó un cigarrillo del bolsillo delantero de su chaqueta y me lo ofreció.
―¿Te gustaría uno? Pareces en la necesidad de algo que te tranquilice. ―Los
cigarrillos eran una adicción común con los lanzadores de hechizos. Especialmente
brujos.
―Odio los cigarrillos. ¿Qué quieres? ―repetí.
No chasqueó los dedos de la forma que hacía mi madre para encender sus
cigarrillos. Simplemente se encendió cuando lo colocó en sus labios. Aunque no
había visto uno encenderse de esa manera, aun así me recordó a un truco de magia
destinado a impresionar. No estaba impresionada. Su desvanecimiento era
impresionante, pero eso no.
―Tenía curiosidad a por qué estabas sentada sola en un estacionamiento vacío
tan temprano esta mañana. ―respondió.
Esto no estaba ocurriendo de nuevo. Iba a darme respuestas reales. No
hablarme en un círculo que solo él entendía.
―Hasta que me des respuestas, no te daré ninguna. ―Si tenía curiosidad sobre
mis acciones, entonces necesitaba hablar.
No parecía tener prisa por decir nada.
―Tienes algo de mierda ruda en ti. Me gusta. No usas el encanto Kamlock para
abrirte camino. Felicitaciones para ti. ―dijo, luego sacó el cigarrillo de su boca.
Esperé porque estaba buscando respuestas, no cumplidos, si incluso podías llamarlo
así―. Te botó. ―No estaba preguntando. Era una afirmación. Esperé para ver si
diría más. Se quedó allí relajado como si tuviera todo el día para que respondiera.
Yo, sin embargo, no tenía todo el día.
―Si te refieres a mi psicótica madre, entonces sí ―repliqué.
Se rio, como si lo complaciera. Me alegraba que alguien estuviera feliz de
verme sin hogar. Mi ceño se profundizó, y crucé mis brazos sobre mi pecho para
esperar a que terminara. Estaba cansada de ser seguida. Su aparición aquí en un
estacionamiento vacío era la última gota.
―Bien por ti ―dijo, luego tomó una larga calada de su cigarrillo.
―Gracioso que lo veas de esa manera. ―Arrastré las palabras ―. Ya que estoy
sin hogar o trabajo. Puedes ver por qué no estoy tan complacida como pareces
estarlo.
Levantó su barbilla y dejó salir el humo en perfectos anillos. Con un suspiro,
levantó su hombro izquierdo en un encogimiento mientras su mano izquierda
permanecía metida en su bolsillo delantero. Lucía como si no tuviera una
preocupación en el mundo.
―No necesitas a las Kamlock. No eres como ellas.
Abrí mi boca para decir que no necesitaba ser echada mientras estaba sin
empleo, pero su última oración me detuvo.
―¿Desde hace cuánto me has estado siguiendo? ―pregunté. No me gustaba.
La idea de ser observada me daba escalofríos.
―Tienes las cosas resueltas ―dijo, ondeando su mano y cigarrillo hacia mí―.
Estás lista para encontrar trabajo. Podría sugerir que apuntes a algo que pague más
que un servicio de comida.
Estaba ignorando mi pregunta, y no necesitaba su opinión sobre mi próximo
trabajo.
―¿Hace cuánto has estado observándome y por qué? ―dije, en lo que pensaba
que era una voz muy intimidante.
Suspiró como si esa respuesta fuera tonta. En lugar de responder, tomó otra
calada de su cigarrillo. O no iba a responderme o se estaba tomando todo su tiempo
solo para ser molesto. Abrí mi boca para intentar más demandas cuando apuntó
hacia mi izquierda.
―Esto está a punto de ponerse interesante. ―Seguí la dirección a la que estaba
apuntando para ver un Dodge Charter negro viniendo en nuestra dirección en el
estacionamiento de otra forma vacío.
―¿Los conoces? ―pregunté, sin saber si debería estar preocupada por quién
quiera que estuviera conduciendo ese auto o inquieta porque estaba a punto de ser
superada en número. No aparté mis ojos del auto, intentando prepararme
mentalmente para cualquier escenario que estaba a punto de ocurrir aquí.
―Creo que tú sí ―fue su respuesta.
El sol elevándose golpeó la ventana delantera cuando el auto se detuvo
rápidamente hacia nuestra izquierda. Era un rostro que no quería ver por muchas
razones, pero justo ahora no quería verlo porque esto no era seguro. Estaba lidiando
con un brujo psicópata que tenía una extraña obsesión conmigo, y Rathe no era rival
para él.
―Mierda ―farfullé entre dientes, entonces hice lo primero que me llegó a la
mente―. Et oblinito ianuam ―dije extendiendo mi mano como para mantener
cerrada físicamente la puerta, luego la dejé caer rápidamente y me giré para fulminar
al brujo frente a mí ―. Escucha, ve al punto. ¿Por qué estás aquí? No tengo tiempo
para esto o paciencia para juegos.
Se rio con el cigarrillo todavía entre sus labios.
―Lo encerraste dentro del auto. Malditamente hilarante.
―Claro, esto es un alboroto. Solo algo más con lo que tengo que lidiar hoy.
Habla o vete. Solo no te desvanezcas. No puedo explicar eso cuando Ra… él te vea.
―respondí, deteniéndome duramente antes de poder decir el nombre de Rathe.
Pudo haberme herido, pero no lo quería en peligro. No era parte de esto. El hecho
de que estuviera aquí tenía que ser culpa de Margo. Ella y yo tendríamos una charla
sobre la cosa de rastreo que estaba haciendo. Mejor aún, la bloquearía de ver mi
ubicación―. Habla, ahora. Él va a llamar a mis amigos y a mi primo. Todos
aparecerán aquí, y en serio no necesito eso hoy. ¿Qué es lo que quieres?
―Comprender a este bicho no iba a ocurrir esta vez. Rathe había terminado eso.
Otra cosa más que sacarle en cara a Rathe.
―Sabes cómo sobrevivir sin las Kamlock. Era hora de que te liberaras de ese
puñado de perras dementes. Usa tu jodido vudú mágico y deja de intentar ser tan
malditamente humana. Me agota ―dijo, entonces lanzó su cigarrillo. Nunca golpeó
el suelo. Solo se evaporó en el aire, muy parecido a como había hecho él antes. Esta
vez me guiñó―. No soy fanático de contaminar la tierra. ―Entonces se giró y se
alejó. Lo observé queriendo llamarlo y pedirle que me dijera quién era y que dejara
de acosarme. Pero no quería que Rathe me escuchara. Maldito Rathe.
Miré hacia atrás a su auto y levanté mis dedos de mi costado sutilmente.
―Resigno ―susurré, sin mover mis labios. Luego miré de regreso a mi dolor
en el trasero alejándose. Estaba cruzando el cuarto carril, todavía visible y normal
en apariencia. Conseguí muy poco de esa conversación. Sabía que se aparecería de
nuevo, pero estaba casi segura que no pretendía herirme. Era actualmente solo un
bicho raro que deseaba que me dejara sola.
Suspirando, regresé la mirada al Charger para ver que Rathe se había dado
cuenta que su puerta ya no estaba atascada y que podía salir. Los ojos de Rathe no
estaban sobre mí, pero estuvo fuera del auto y se dirigió hacia mí con un paso
determinado, aunque su mirada estaba enfocada en mi visitante. Estaba a punto de
tener que mentir varias veces, y no estaba segura de qué mentiras iba a usar. Esto
era un fastidio tal, que solo quería arrojar un encantamiento para hacerlo olvidar lo
que vio o que sus puertas estaban bloqueadas. Aunque no me gustara mucho, no
podía hacerle eso. Joder con la memoria no era bueno para el cerebro humano.
―¿Estás bien? ―preguntó, envolviendo una mano alrededor de mi brazo al
instante que estuvo lo suficientemente cerca. Bajé la mirada hacia su mano y supe
que era un gesto protector. Como si pudiera hacer algo para ayudar si el brujo
regresaba. Mi mundo no era para él y ese recordatorio fue muy oportuno. Mucha de
la ira y el dolor reprimidos que estaba sintiendo contra él empezó a alejarse. Se había
salvado anoche y ni siquiera lo sabía. Debería estar agradecida de que no me hubiera
querido. No habría sido yo la que tuviera que dejarlo ir. No habría lágrimas ni
corazones rotos cuando lo alejara.
―Estoy bien. ¿Por qué estás aquí? ―le pregunté, dándome cuenta que esa
pregunta se estaba volviendo popular esta mañana. Ya la había hecho unas cuantas
veces. Afortunadamente, nadie más se aparecería de sorpresa, y esta sería la última
vez que necesitaría hacerla.
―Tomé el teléfono de Margo y lo usé para localizarte ―dijo, como si eso
estuviera perfectamente bien.
―¿Margo estaba despierta para desbloquear su teléfono? ―pregunté para
asegurarme que no había robado el teléfono de Margo y de alguna manera tuviera
su contraseña para ingresar. Porque, de ser así, entonces teníamos algunos asuntos
que discutir.
Asintió como si eso fuera una respuesta obvia.
―¿Por qué no estás en casa? ―me preguntó entonces, todavía mirando al brujo
retirándose, incluso aunque era apenas visible en la distancia.
―Voy a buscar empleo hoy. ―Le di la única verdad que probablemente
entendería sobre mi día.
Finalmente me miró, y estaba aliviada. No estaba segura cuándo mi acosador
decidiría desvanecerse o si le importaba lo suficiente para no atraer ese tipo de
atención. No había mucho tráfico todavía, pero había lo suficiente para notar si solo
desapareciera en el aire.
―Son las seis y treinta. ―Se detuvo entonces y retrocedió un poco para
analizar mi apariencia. Me escaneó lentamente, empezando por mis botas negras
que llegaban a mis rodillas, minifalda de pana gris, y un suéter ajustado de corte
bajo. No había visto personalmente la apariencia completa en mí. Era un atuendo
que había visto en una publicidad de Instagram la semana pasada y me gustó. No
era la mejor en idear estilos o apariencias en mí. Usar magia para vestirme requería
tener una imagen en mi cabeza―. Y luces… increíble. ―Terminó, mirándome con
un poco de confusión y asumí que era por el repentino cambio de apariencia, y luego
preocupación. Ese último no lo comprendí o esperé. Era un hombre, y había estado
preparada para que tuviera ese destello de adoración que venía de este maldito
hechizo. ¿Era tan indiferente a mí que ni siquiera un encanto podía hacerme
atractiva para él?
No. No iba a ponerme toda sentimental. Esto era bueno. Genial, incluso. Rathe
no estaba en peligro de mí y esa era una preocupación menos. Como Heath siempre
había sido un lugar seguro para mí, estaba empezando a lucir como que Rathe
podría volverse eso también. Excepto que estaba atraída a él de una manera que
nunca había estado hacia Heath.
―Eh, gracias ―dije, dándome cuenta que no había respondido a su cumplido.
Había estado tan atrapada en mi propia batalla interna.
―¿Tienes una entrevista en alguna parte? ―preguntó entonces.
No me estaba preguntando sobre el hombre que había estado aquí hablando
conmigo y casualmente se había ido. Tampoco estaba diciendo nada sobre por qué
no había salido de inmediato. Pensé que mencionaría la puerta de su auto o al menos
haría preguntas sobre el extraño. En cambio, comentó sobre mi apariencia. Tuve que
luchar contra la repentina ola de mareo que me inundó.
―No, solo quería empezar temprano ―dije.
Finalmente, echó un vistazo de regreso a la carretera donde el brujo ya estaba
fuera de la vista.
―¿Conocías a ese hombre? ―preguntó, mirándome de nuevo.
Sacudí mi cabeza.
―No realmente. Digo, no. No tengo idea de quién es, pero quería dinero. Le
dije que no tenía nada, pero le señalé el refugio de indigentes más cercano. ―Esa
mentira llegó muy fácil. Se deslizó sin mucho esfuerzo. No era tan difícil mentirle a
Rathe como temí que sería.
―No es seguro para ti estar sola aquí afuera tan temprano. Las tiendas no están
abiertas todavía. ¿A dónde podrías ir a aplicar en este momento?
Decidí manejar esto girando la atención a él.
―¿Por qué rastreaste mi ubicación?
Sus cejas se unieron de una forma irritada.
―Porque te fuiste sola en medio de la noche. Estaba preocupado. No podía
dormir.
Rodé mis ojos. Dudaba que hubiera estado despierto toda la noche. Me había
dejado salir muy fácilmente.
―Estaba bien, y tú estabas aliviado de que me fuera. Luego de ese… error,
ninguno de los dos quería prolongar la noche o estar en el mismo apartamento.
―Eso había sido un poco rudo, pero era mejor sacarlo ahora y no actuar como si no
hubiera ocurrido.
Sacudió su cabeza, y su mano cayó del agarre sobre mi brazo.
―¿Es eso lo que piensas?
No respondí de inmediato. No sabía qué pensar sobre él. Había venido a
buscarme, en lugar de Heath, lo que era extraño.
―¿Cómo hiciste para que Heath te dejara venir en su lugar?
―Esto no era asunto de Heath ―dijo amargamente. Había más en esa historia
y no lo conseguiría de Rathe, pero Heath o Margo me dirían.
―Bueno, estoy bien. A salvo. No estoy herida de anoche como puedes ver.
Gracias por eh… tu preocupación. Supongo. ―Podía irse ahora, para poderme
enfocar en mi plan para este día. Pensé que había dejado lo más educadamente claro
que pude, que debería irse. Su trabajo había terminado. Sus acciones no habían
causado ningún daño.
―Desayuna conmigo. Hay un lugar a menos de un kilómetro de aquí al que
me gusta ir por tortillas. El café también es bueno.
Desafortunadamente eso no era una opción. Tenía que permanecer en tierra y
no dejar que mi estupidez se encargara de nuevo. Mi corazón era demasiado débil
ahora. No confiaba en él o en mis emociones.
―Gracias, pero no creo que esa sea la mejor idea. Necesitamos intentar esta
cosa de la amistad de nuevo en una semana o algo así. Tengo un montón que
resolver en mi vida justo ahora.
Suspiró y corrió una mano a través de su cabello con obvia frustración. Como
si fuera mágico, cayó en un perfecto estilo alborotado. Aparté mi mirada de su
cabello y miré sobre su hombro derecho hacia los edificios detrás de nosotros. Me
distraían menos y no me aguaban la boca en lo absoluto.
―Lamento lo de anoche, Catalina. Fui débil y arruiné las cosas. Lo manejé todo
mal. Por favor perdóname. No dejes que eso arruine lo que acabamos de construir.
Asumí que se refería a que habíamos estado construyendo una amistad. La
forma en la que había estado allí ayer en la mañana cuando me estaba derrumbando
por la muerte de Mattias, definitivamente era una gran base que había colocado.
Una corta y acalorada sesión de besuqueo no era algo que sostener en su contra. Ya
había aceptado que era mi culpa.
―No arruinó nada. Solo estoy pidiendo un poco de tiempo. No te culpo por lo
de anoche. Fui la que lo empezó. Hiciste lo correcto. Debería estar agradeciéndote
por detenerlo, pero estoy un poco demasiado avergonzada por mis acciones.
Entonces. ―Sonreí ―. Algo de tiempo es todo lo que necesito. Nuestra amistad
inicial está a salvo.
Lucía como si fuera a decir más. Sus ojos dijeron que quería discutir o razonar
conmigo, pero no hizo ninguno de los dos. Luego de un momento, simplemente
asintió.
―De acuerdo ―dijo.
Su respuesta no debió molestarme, pero causó otra punzada en mi pecho. El
tiempo ayudaría con eso. Estaba segura de eso. Sonreí brillantemente, incluso si no
lo sentía. Sonrió también, y su hoyuelo apareció. Podría superar pronto su cabello,
esos ojos, su cuerpo, pero iba a ser mucho más difícil superar ese hoyuelo.
El Héroe
Mi teléfono sonó luego de que saliera del estacionamiento y regresara a la
carretera principal. Lo recogí y vi el nombre de Duely en la pantalla. Presioné aceptar
y lo puse en mi oreja.
―Hola ―saludé.
―¿Rathe te encontró? ―preguntó somnolientamente. No llevaba mucho
despierto, a juzgar por el sonido de su áspera voz.
―Síp. Se presentó mientras estaba en medio de una conversación con mi
acosador ―respondí secamente.
―¡Cierra la puta boca! ¿Qué hiciste? ―Ahora estaba despierto.
―Sellé sus puertas para que no pudiera salir del auto hasta que el brujo
estuviera fuera de la vista. Antes de que preguntes, se alejó, no se desvaneció. No le
tuve que explicar eso a Rathe. Nunca mencionó sus puertas estando bloqueadas o
ser incapaz de salir del auto. Lo que esperaba que hiciera. Raro.
Duely dejó una exhalación ruidosa.
―Demonios, tu mañana ha sido ocupada. Echada de la casa de tu loca madre
porque eres peligrosa, enfrentaste al brujo de nuevo, y Rathe yendo al rescate
―replicó, luego bostezó ruidosamente―. Demasiado temprano para esta mierda.
―¿Cómo supiste que Persephone me había echado y que piensa que soy
malvada? ―le pregunté inmediatamente. Si se había acabado de despertar, entonces
no debería saber esta noticia todavía.
―Mi madre me escribió luego de llamarme mientras estaba dormido y no
respondí. Dijo que Persephone te había obligado a salir de la casa porque eras
peligrosa. Que había cosas que no sabía y necesitaba mantener mi distancia. Que no
te dejara entrar a mi apartamento. Que no hablara contigo o respondiera tus
llamadas. Entonces, ¿cuándo traerás tu mierda a mi apartamento? La habitación de
invitados es tuya por tanto tiempo como la necesites.
Lágrimas pincharon mis ojos, y las aparté parpadeando.
No podía decir que no era amada o cuidada por mi familia. Duely era mi
familia y esta era su manera de decirme que todos se podían ir al infierno. No me
estaba repudiando o excluyéndome. Duely me amaba. Más lágrimas me
amenazaron. Iba a arruinar mi maquillaje y tendría que hacer otro encantamiento.
―Me amas ―dije, con la emoción obstruyendo mi garganta.
―Por supuesto que te amo, mierda. Somos nosotros contra ellos. Siempre lo
ha sido. Además, si eres tan malditamente malvada y peligrosa, no te quiero como
mi enemiga. Si mutas en un demonio o alguna mierda extraña así, entonces quiero
esa clase de matonería a mi lado.
Me estaba riendo ahora, y las lágrimas habían rodado por mis mejillas. Siempre
podía confiar en Duely para encontrarle el lado brillante a todas las situaciones y
hacerlas graciosas.
―También te amo ―le dije.
―Sí, lo sé. Lo que significa que no te vas a convertir en un demonio siniestro
del hoyo del infierno en tu siguiente cumpleaños. ―Sonaba abatido por eso, lo que
hizo que mi sonrisa creciera―. Solo porque tenga que dejar ir esa idea no significa
que no serás un ser todo poderoso o alguna mierda. Porque cuál sea el oscuro secreto
que tu engendradora tiene sobre ti, está aterrada de ti.
El recordatorio de mi madre amargó mi efímero buen humor.
―Ella solo me odia. No es terror ―aclaré.
―Incorrecto. Para que esa mujer renuncie a las hijas Encantadas. El maldito
poder de tres mierdas que anhelaba tanto… está aterrada de ti. Odiaba que no le
fueras a dar lo que quería. Pero, Cat, nunca te ha odiado. Ha estado intimidada por
ti desde hace tanto tiempo como puedo recordar. No lo veías, pero era claro para
todos los demás. Excepto para tus superficiales hermanas.
No quería hablar más de eso. Había terminado de hablar sobre Persephone .
―Buscaré trabajo hoy, luego iré al bar y tomaré la llave del apartamento más
tarde. Tengo todas mis cosas conmigo.
Hubo una pausa.
―¿Qué clase de trabajo? ―preguntó.
―No lo sé. Estoy intentando averiguar eso. No he tenido una mañana muy
tranquila para pensarlo. Una interrupción tras otra.
―Estaba pensando ayer pero no dije nada porque estabas en duelo y sentí que
no era el momento adecuado. Pero conozco a alguien que está buscando un asistente
personal. Ella es una de mis amigas especiales. Lala diseña carteras. Abrió una
boutique aquí hace unos cuantos años, y la mayoría de sus ventas son por Internet,
pero unas celebridades, creo que eran unas de esas estrellas de pop adolescentes,
pero como sea, fueron vistos con una de sus carteras en algún evento de premiación.
La mierda de Lala estalló luego de eso. Fue de un pequeño negocio a una
corporación completa con inversores. Está buscando a alguien que reemplace a su
última asistente. La chica se casó hace dos semanas y renunció.
No estaba segura quién llamaría a su hija Lala, pero el empleo sonaba como
que podía pagar más que un servicio y eso era lo que estaba buscando. Podría reunir
suficiente dinero para pagar mi escuela de enfermería.
―Estoy interesada en hablar con ella si está abierta a entrevistarme.
―Lo estará. Esa no es una pregunta. La llamaré y luego regresaré a ti con los
detalles. No aceptes ningún empleo hasta que hayas hablado con ella.
―Está bien y gracias ―respondí.
―No hay problema. Solo, si te conviertes en una malvada criatura demoniaca,
no la mates. Es mi amiga ―dijo, luego termino la llamada con una risita.
Sonreí y sacudí mi cabeza. Saber que él también pensaba que Persephone
estaba loca ayudaba. Me eché un vistazo en el espejo retrovisor y no vi nada fuera
de lo ordinario aparte del hecho de que mi maquillaje todavía lucía perfecto. Una
ventaja de lanzar un hechizo en lugar de solo ponerme el maquillaje. Me había
olvidado de eso.
Mi panorama ya se estaba mejorando. Duely no me iba a repudiar o me temía,
me estaba ofreciendo un lugar para quedarme por un tiempo, y tenía una entrevista
de trabajo. Limpiaría su apartamento también, pero estaba impoluto. No tenía
problema con usar mágica para hacer cosas como limpiar su apartamento. Tendría
que encontrar una manera de recompensarle su ayuda. Sería mi héroe hoy.
Decidí dirigirme de regreso al apartamento de Margo y Heath y explicar mi
escapada de anoche. Tenía tiempo que matar esperando a que Duely me hablara de
nuevo sobre la entrevista con Lala. Investigaría un poco sobre ella después de que
dejara el apartamento de Margo y Heath. Quería saber más antes de hablar con ella.
Rathe no había girado para ir hacia el apartamento cuando hubo salido del
estacionamiento, así que había una sólida posibilidad de que fuera a otro lugar que
lo mantendría alejado lo suficiente como para que visitara a mis amigos.
Tiempo. Solo un poco de tiempo lejos de él sería todo lo que necesitara. Era el
primer chico en atraerme desde que tenía quince. Había sido mi primera atracción
de adulta. Estaba segura que esta reacción era típica. Si pudiera evitarlo por una
semana o dos y luego volver a ser amigos como si nada pasara, funcionaría. Estaba
segura de eso. Tal vez.
Cuando entré al estacionamiento de su apartamento, no vi ningún signo del
Charger negro. No estaba aquí, pero los vehículos de Margo y Heath estaban
estacionados en sus lugares acostumbrados. Estacioné junto al de Margo y salí. Miré
fijamente a la puerta del auto. El cerrojo hizo clic en su lugar inmediatamente. No
estaba segura de todo lo que podía hacer sin decir un encantamiento y dirigir mi
energía con mis manos. Bloquear la puerta era una de esas cosas, aparentemente. Sin
usar magia diariamente, no sabía qué podía hacer cuando se refería a cosas simples.
Como hoy, ¿pude haber sellado las puertas de Rathe sin hablar o elevar mis manos
en esa dirección? No tenía idea. ¿Quería saber? Había pasado mi vida intentando ser
como mi padre. Intentando no ser una bruja. Había comparado ser mágica y
malvada. No eran lo mismo. Duely no era malvado y usaba magia a diario.
―¡Cat! ―La voz de Heath irrumpió en mis pensamientos y levanté mi mirada
de la puerta para ver que Heath se estaba dirigiendo en esta dirección―. Te he
estado llamando y enviándote mensajes por casi una hora. Iba a ir a buscarte. He
estado preocupado desde que descubrí por Duely que te habías ido y Rathe había
salido a buscarte. ―Se detuvo entonces y sus ojos me analizaron mucho más rápido
que Rathe―. Iba a preguntarte si estabas bien, pero pareces estar, eh, bien.
Realmente bien. ―Sus ojos se encontraron con los míos, y allí estaba el destello que
había pensado ver en los de Rathe, pero no. El encantamiento no había impresionado
a Rathe, pero estaba afectando a Heath bastante fácil.
―Lo siento. No tengo llamadas perdidas o mensajes tuyos. ¿Me pregunto qué
ocurre? ―Había recibido otros mensajes y llamadas bastante bien―. Oh, y tengo
una entrevista de trabajo ―le dije a Heath, sin entrar en detalles―. Iba a disculparme
por dormirme anoche y luego irme como lo hice. No debí haberlos preocupado.
Estaba mirando mi suéter y luego parpadeó varias veces cuando se dio cuenta
que lo estaba haciendo.
―Llamé y escribí, lo juro. La recepción debe haber estado mala… y no, no
necesitas disculparte ―tartamudeó―. No debí haber dejado a Rathe convencerme
de dejarte dormir con él. Estaba siendo tan malditamente testarudo que solo me
rendí. Eso es mi culpa. ―Inhaló un poco agudamente como si estuviera luchando
para tomar una respiración. Este estúpido encantamiento debió haber sido
demasiado. No estaba segura de cómo controlarlo.
―No debí haber bebido tanto sin comer lo suficiente. Mi culpa ―le dije,
entonces quise escapar de esta conversación―. ¿Margo está despierta? ―pregunté,
sabiendo ya que lo estaba. Rathe había conseguido mi ubicación de ella mucho más
temprano.
―Sí, está en la ducha. Tuvo que trabajar. ¿Tienes tiempo para ir a conseguir
algo de comer? ―preguntó, luciendo demasiado esperanzado. Estaba hambrienta,
pero no iba a ir a ningún lugar con él. No cuando estaba siendo afectado por el
hechizo.
Abrí mi boca para rechazarlo cuando Mary apareció a su lado. Estaba
mirándome con sus ojos serios… casi lucían desaprobadores. Como si la hubiera
decepcionado. Quise explicarme ante ella. No quería que pensara que estaba
intentando hacerles algún daño a sus hermanos. Sabía por conversaciones con
Annabelle que Mary sentiría la magia, como una presencia siniestra. No le gustaba.
No podía explicarle muy bien a Mary lo que había hecho frente a Heath. Mis ojos
regresaron a Heath, y sonreí.
―Gracias, pero no tengo tanto tiempo. ¿Buscarás un trabajo hoy? ―le pregunté
en cambio.
Asintió.
―Sí, hay una posición en la biblioteca Delvaux. Paga sorprendentemente bien
y sería fácil ir del trabajo a clase el mismo día. Muy conveniente.
―Eso suena genial ―le dije.
―Solo me temo que vaya a haber un montón de estudiantes aplicando.
Probablemente tendré una ligera posibilidad de conseguirlo ―dijo con un
encogimiento.
―Lo conseguirás ―dije las palabras demasiado fácil. Ni siquiera me había
tomado un momento para considerar el poder detrás de ellas. Sabía lo que estaba
haciendo, y lo hice de todas formas. ¿Qué estaba mal conmigo? Nunca solía
manipular el futuro. Dejaba que las cosas ocurrieran como tenían que hacerlo.
Sonrió.
―Pareces segura de ello. Tal vez esa buena vibra me ayudará en la entrevista
―dijo.
Oh, lo ayudaría bastante. Estaría tomando más que una buena vibra allí.
Estaría envuelto en hechicería que no pidió, pero conseguiría el trabajo. Sería feliz.
Eso era bueno, pero que yo lo controlara era malo.
Sentí la inquietante mirada de Mary y no la miré a los ojos de nuevo. Si el
encantamiento que había sentido de mi apariencia la había molestado, entonces lo
que había acabado de hacer la tendría escalando sobre Heath por la siguiente
semana.
―Necesito irme. Dile a Margo que la llamaré luego ―dije.
―Lo haré. Dime cómo va tu entrevista ―respondió―. Espera, ¿dónde es la
entrevista? No me dijiste.
―Una amiga de Duely es diseñadora. Necesita una asistente personal. Eso es
todo lo que sé justo ahora. Te diré más cuando lo sepa.
Heath frunció el ceño.
―¿Duely tiene amigos así?
Me reí. Duely era una criatura salvaje ante los ojos de mis amigos. No tenían ni
idea de la clase de amigos que Duely tenía. Su encanto había sido usado para su
ventaja absoluta.
―Sorprendente, lo sé. Pero es un encantador, incluso si tiene una personalidad
colorida.
Heath no lucía convencido, pero no estaba encantado por Duely.
―De acuerdo ―dijo, y empezó a decir más cuando vi el Charger negro entrar
en el lugar de estacionamiento a mi derecha. Hora de irse.
―Te escribo luego ―dije, entonces me dirigí a mi auto sin mirar de regreso a
la dirección de Rathe o Heath.
Cuando alcancé la puerta del auto, la desbloqué con una mirada por instinto.
Agarrando la manija del asiento del conductor, la abrí y entonces, incapaz de
detenerme, miré hacia el Charger.
Rathe estaba de pie por el lado del conductor. Su espalda hacia Heath mientras
me observaba. Me detuve y sostuve su mirada por un momento, pero eso fue todo
lo que pude permitir. Darle un pequeño asentimiento y una sonrisa. Eso era lo
suficientemente amigable. Subiendo al asiento del conductor, estaba orgullosa de
cómo manejé eso.
Cuando salí a la carretera, Rathe estaba allí en mi espejo retrovisor,
observándome marchar. La presión en mi pecho llegó instantáneamente y esa
debilidad probaba lo débil que era. Este enamoramiento o lo que sea que tenía por
Rathe podría ser difícil de superar, pero también estaba reasegurándome que mi
madre no me conocía. Era la mitad de mi padre. Rathe estaba recordándome eso con
cada grieta emocional que me causaba.
La entrevista
Lala Longstreen no quería reunirse conmigo en sus oficinas de Savannah. Le
dijo a Duely que me enviara a su casa, que era una casa de cuatro pisos en el distrito
histórico de Savannah. Duely había llamado poco después de que dejara a Heath y
Rathe en el estacionamiento de su apartamento.
Me dijo que viniera tan pronto como pudiera, porque se dirigía al aeropuerto
a las dos para una exposición en Manhattan esta noche. Hice lo que me dijo y fui
directamente a la dirección que me había dado. Al llegar al frente, miré a mi
alrededor y me pregunté por cuánto se vendían estos lugares. Eran parte de la
historia de Savannah y estaban en un lugar privilegiado. Esperaba que esto
significara que ella tenía los ingresos para pagar un salario que me permitiera
estudiar enfermería.
Aunque no me iba a ofrecer una cantidad mayor que la que ganaba como
camarera, Duely me había conseguido esta entrevista. Estaba agradecida por eso.
No habría sabido siquiera solicitar algo así. Había planeado hacer una pequeña
investigación sobre ella antes de la entrevista, pero no hubo tiempo. Ahora iba a
entrar ahí, sabiendo sólo lo que Duely me dijo. Que era muy poco.
Llegué a su puerta y busqué el timbre. Sin embargo, la puerta se abrió antes de
que pudiera encontrar el timbre y tocarlo. Había una mujer pequeña con cabello
rubio oscuro y rizado que le rozaba los hombros frente a mí. Tenía los labios
pintados de un rojo brillante, sus ojos eran grandes y redondos y marrones. No
podía medir más de un metro y medio y pesaba treinta kilos vestida, pero algo en
ella hacía que su presencia pareciera mucho más grande.
―¡Maldita sea! Duely me lo dijo, por supuesto, pero no estaba preparada para
este tipo de aturdimiento. El bastardo miente cuando funciona para él ―dijo ella con
un giro de ojos y frunció los labios.
No tuve la oportunidad de responder a eso, afortunadamente. Dio un paso
atrás y con un movimiento de mano demasiado dramático, continuó.
―Entra y te serviré un trago. Antes del mediodía soy una chica de cócteles
Cosmopolitan. Me muevo a las cosas más duras después del almuerzo. ¿Te parece
bien un cosmo? ―preguntó caminando por el gran vestíbulo abierto hacia la primera
puerta arqueada a su izquierda. La seguí rápidamente porque para alguien con
piernas cortas, ella caminaba rápido.
―Soy más una persona de agua antes del mediodía ―respondí con
honestidad.
Se detuvo abruptamente y me miró con horror. Esos ojos ya grandes parecían
aún más grandes.
―¿Agua? ¿Quién coño me ha enviado Duely? ¡Vete ya! ―Señaló la puerta
principal.
Me quedé allí, congelada. No estaba preparada para una reacción tan violenta
a mi petición de agua. Estaba demasiado sorprendida para moverme.
Lala comenzó a reírse a carcajadas. Continué ahí y la observé. ¿Esta mujer
estaba bien? ¿Duely me había conseguido una entrevista con una lunática?
―Vas a ser divertida. ¡Esa expresión de sorpresa no tenía precio! Le debo una
a Duely por esto. ―Siguió riéndose mientras entraba en la cocina. No sabía si debía
irme o seguirla―. Vamos, Cat. Todavía tengo que obligarte a hacer un cosmo antes
del mediodía. Y una mierda, agua. Eso es triste, chica.
Entré en la cocina y me dio una gran sonrisa blanca de dientes rectos.
―Cuando creciste en un remolque que no tenía calefacción y aire con agujeros
en el suelo que tenías que mantener rellenos con toallas y esperar que los bichos no
pudieran atravesarlos y entrar, bebes antes del mediodía. Y no se bebe solo
―explicó, mientras agitaba una bonita coctelera azul que tenía la letra L en cristales
en la parte delantera―. Mi mamá era una alcohólica, así que esto es lo peor que
podría estar haciendo, pero todo se trata de moderación, cariño. Moderación ―dijo,
vertiendo la bebida roja en dos vasos de Martini. Parecía que no bromeaba sobre que
yo también bebería.
No estaba segura de que esta mujer no estuviera loca, así que no pensé que
rechazar el cosmo de nuevo fuera una buena idea. Tomó uno de los vasos y luego
asintió hacia el otro.
―Adelante, tómalo ―dijo, y luego volvió a la barra, agitando su mano vacía
hacia el resto de la cocina―. Un lugar genial, ¿no? Me encantan las cosas viejas y
elegantes.
Asentí y luego tomé mi vaso.
―Es una casa hermosa.
―Ven, vamos a sentarnos y a hablar. No tengo mucho tiempo. Barney reservó
este maldito tour sin preguntarme, y es de último minuto. Le diría a Barney que se
fuera a la mierda, pero es molesto cuando se pone de humor. Prefiero hacer esto y
acabar de una vez. Antes de que llegue para asegurarse de que llego al aeropuerto a
tiempo, te advierto que aunque seas guapísima no le interesarás. Es un hermoso
bastardo y mi última asistente se avergonzó tratando de llamar su atención hasta
que me di cuenta de que sentía algo por él. Debí haberle dicho al principio que era
una pérdida de tiempo. A Barney le encanta que le chupen la polla, pero no por
gente como tú. Le gusta que Duely le chupe la polla ―dijo, mientras la seguía a otra
habitación―. Siéntate ―instruyó, señalando el sofá.
Me acerqué y me senté con mi cosmo y luego tomé un sorbo. El excéntrico
nombre de Lala ya no parecía extraño. Encajaba perfectamente. Me guiñó un ojo
cuando me vio beber.
―Bueno para el alma o sólo para el cerebro. Terrible para el hígado, he oído,
pero a Betty White le va muy bien y es una bebedora de vodka. Esa es la única prueba
que necesito de su magia. Ahora, viajo mucho. No me gusta, pero así es como
funciona. Este lugar es mi residencia principal. Las oficinas de Lala Longstreen están
a las afueras de la ciudad, pero no muy lejos en auto. Se te dará una tarjeta
corporativa para la gasolina y para todos los demás gastos. El auto de la empresa es
un Audi esta vez, creo. ¿O Barney dijo que era un Cadillac? No me acuerdo. Es del
2020, y estoy segura de que será suficiente. Los números para cualquier cosa que
necesites están aquí. ―Agarró el diario de cuero rosa brillante de la mesa de al lado
y me lo tiró. Lo agarré sin derramar mi bebida en el sofá de terciopelo blanco de
aspecto caro. Me apoyé en el borde del sofá por miedo a lastimarlo―. Tintorería,
compras personales, familia ―dijo con un fruncimiento asqueado en sus labios―.
Son todos unos bastardos, así que evítalos si puedes. Tu teléfono tendrá sus nombres
ya programados con advertencias para no contestar. Si hablas accidentalmente con
uno de mis parientes, tendrás más cuidado la próxima vez. Confía en mí. ―Tomó
un trago y luego siguió hablando―. Socios de negocios, etc., está todo ahí. También
está programado en tu teléfono corporativo. Barney tendrá eso, el juego extra de
llaves de la casa, la oficina, los códigos e instrucciones de la alarma, y las llaves del
auto. Bien, eso es todo. ¿Alguna pregunta?
Tenía demasiadas para contarlas.
―Yo…
―Oh, el salario, olvidé lo más importante. ―Sacudió la cabeza y tomó otro
trago―. Son sesenta y cinco, y puedes usar el auto para uso personal.
El auto que seguía tratando de comprender, pero ahora ella dijo sesenta y cinco
como que tenía sentido. ¿Sesenta y cinco qué? Sesenta y cinco por hora era imposible,
pero sesenta y cinco por día no podía ser, incluso con el beneficio del auto.
―No estoy segura de entender el sesenta y cinco…
―Estás empezando ―me interrumpió―. Cada seis meses hay una
oportunidad de un aumento. También hay bonos cuando necesito que viajes
conmigo. Las subidas no son enormes, y es acorde con el rendimiento y la mierda.
Barney puede explicarlo mejor.
Eso no aclaraba nada. Si me dejara sacar una frase completa, podría obtener
alguna aclaración, pero no estaba segura de entender este trabajo si tenía un día
entero para discutirlo con ella. Era una locura y no dejaba de hablar más de un
minuto.
―Lo que estoy preguntando es... ¿estás diciendo que son sesenta y cinco
dólares al día? ¿Es eso lo que estoy entendiendo?
Hizo una pausa con su bebida en la mano y luego estalló en risas. Una fuerte y
profunda risa de vientre. Estaba empezando a molestarme toda esta situación. Ella
era agradable y definitivamente entretenida pero no podía aceptar un trabajo que ni
siquiera entendía. No tenía ni idea de lo que quería que hiciera o cuántas horas al
día o a la semana. Si pedirle que me aclarara el salario la haría reírse de mí de esta
manera, el resto de las cosas la harían doblemente incapaz de tomar un respiro.
Esperé e intenté con todas mis fuerzas no dejar que mi molestia se notara en
mi expresión. Era amiga de Duely, independientemente de su comportamiento, y
me había conseguido esta entrevista. Le debía ser agradecida y no grosera.
Finalmente, Lala se limpió las lágrimas de su rostro y me sonrió.
―Vas a ser perfecta ―dijo. Odiaba decirle que no iba a ser nada. Si no podía
seguirle el ritmo durante una simple entrevista, me perdería tratando de trabajar
para ella―. Sesenta y cinco mil al año, cariño ―dijo, todavía sonriendo.
Sesenta y cinco mil dólares. La miré fijamente esperando a que estallara de
nuevo riéndose de su propia broma. Cuando bebió y esperó a que yo dijera algo,
empecé a sospechar que podía estar hablando en serio. ¿Iba a pagarme sesenta y
cinco mil dólares al año? ¿Cómo era que esta mujer tenía éxito? Estaba loca.
―Pensaría que tu silencio no es suficiente, pero supongo que como pensaste
que te iba a pagar sesenta y cinco dólares al día te quedaste sin palabras. Me alegro
de que nos pongamos de acuerdo en el salario. Ahora, Barney estará aquí en diez
minutos, y no estoy vestida para irme. Necesito ponerme un traje de viaje y luego
hacer una maleta o algo así. Barney tiene que conocerte, y darte todas las cosas. Si
odias el auto, podemos negociar eso también. Compro aquí mismo, y estoy segura
de que puedo conseguir que el vendedor de autos que uso, debo, lo cambie por algo
que prefieras. Bebe, Cat. Explora el lugar hasta que llegue Barney. Necesito ir a
prepararme —dijo, saltando de su silla de respaldo alto―. Bienvenida a bordo
―añadió, y luego salió de la habitación.
Me senté allí con mi cosmo, de repente sola. Escuché sus pies golpeando las
escaleras, y si no hubiera dicho sesenta y cinco mil dólares estaría saliendo a
hurtadillas ahora mismo. Sin embargo, sesenta y cinco mil me darían la
independencia. Pagaría la escuela. Quería estar extasiada, pero tenía muchas
preguntas que esperaba que Barney me respondiera. Si tenía alguna idea de en qué
consistía este trabajo y una idea de las horas semanales, entonces sabría si esta oferta
irreal iba a cambiarme la vida o no.
No pasaron diez minutos antes de que la puerta principal se abriera y los pasos
sonaran en el pasillo. Un hombre alto con cabello oscuro, pareciendo un experto, la
cara suave con rasgos tan afilados que no tenía ningún defecto y unos labios
carnosos se detuvo en la puerta de la habitación en la que me encontraba. Este tenía
que ser Barney. Era demasiado hermoso para ser un hombre, pero aun así, lo era. Su
piel cremosa color moca era de envidiar. El azul claro de sus ojos era casi como ver
el cielo en un día claro a través del cristal.
―Hola, Cat. Estoy aquí para interpretar todo lo que Lala debe haberte soltado.
Su cerebro artístico es a veces difícil de seguir para todos menos para mí.
Entonces sonreí y suspiré aliviada.
―Es muy bueno oírlo. Tengo varias preguntas. Para empezar, ¿en qué consiste
exactamente este trabajo?
Barney sonrió.
―Por suerte para ti, no implica entender nada de lo que Lala dice ―dijo y
luego tomó el diario de cuero rosa que me había arrojado―. Empezaremos con esto
―comenzó.
El nirvana
Tome el trabajo como asistente personal de Lala Longstreen. Mi trabajo no
empezaba hasta su regreso de Nueva York, y Barney había confirmado que sería el
miércoles, dentro de dos días completos. Hasta entonces, me había dado toda la
información necesaria para prepararme para un día de trabajo con Lala. El nuevo
Audi plateado que estaba estacionado en la parte de atrás del bar de Duely solo tenía
16 kilómetros cuando lo recogí en la dirección que Barney me dio. Estaba tan
nerviosa por conducir un auto como este que llegué a ponerle un hechizo protector.
Sentada en el salón del apartamento de Duely, tenía la agenda diaria de Lala
delante de mí con mis propias notas sobre cómo manejar mejor el día. Los detalles
sobre los miembros de su familia eran inquietantes. La hermana sobre la que Lala
tenía una orden de alejamiento era la más preocupante. Había un paquete que
contenía todas las fotos que se habían tomado de Koko Longstreet. Ella cambiaba su
apariencia regularmente, y yo necesitaba saber las diferentes formas en que se veía
en el pasado para reconocerla si aparecía en la casa, oficinas, o se acercaba a mí en
cualquier lugar. Barney me había advertido que tenía que tener cuidado con ella ya
que podía ser impredecible. La manejaría bien, y una vez que nos conociéramos, no
volvería a aparecer.
Había tanto que recordar aquí. Koko era solo una pequeña parte de toda la
información que me habían dado. Había estado en ello durante dos horas y la barra
debajo de mí se había vuelto más ruidosa a medida que se acercaba la medianoche.
Debía guardarlo todo y dormir, pero no estaba cansada. Debería estar lista para
desmayarme después de este día, pero estaba nerviosa. Mi cerebro no se apagaría ni
se ralentizaría.
Casi había decidido que iría a buscar un apartamento mañana. Tenía mucho
dinero ahorrado para el alquiler del primer y último mes y un depósito para pagar
los servicios públicos. Si fuera honesta, podría comprar algunos muebles y la
mayoría de mis cosas esenciales también. El dinero que había ahorrado iba a ir a la
escuela de enfermería, pero con este nuevo trabajo, podría inscribirme para el
próximo semestre. Luego estaba mi auto que podía vender por un par de miles.
Tenía que hacer algo con él, y no necesitaba dos autos. La idea de no tenerlo si algo
no funcionaba con este trabajo me preocupaba, pero entonces podría decir lo mismo
sobre conseguir un apartamento y usar mis ahorros para hacerlo. ¡Arg!
Todo esto era muy estresante. No podía decidir qué era lo mejor que podía
hacer. Quería tener mi propia casa, pero también necesitaba ser inteligente. No
adelantarme a los acontecimientos y cometer un error. Duely no me estaba apurando
para salir de aquí. Solo necesitaba instalarme en algún lugar pronto.
Un golpe en la puerta del apartamento me sacó de mi debate interno, y aunque
no esperaba a nadie, me alegró la interrupción. Probablemente fue uno de los amigos
de Duely viendo si estaba aquí arriba. Eso o Duely me había enviado algo de comer
del bar. Dejé mi nuevo iPad, que también me dio Barney, en la silla de al lado y me
levanté y pasé por encima de mi círculo de notas y papeles para comprobar la
mirilla. Tenía hambre, y aunque la comida del bar no era tan buena, esperaba que
Duely me hubiera enviado algo. Parado en punta de pies, moví la pequeña aleta de
metal que cubría el mirador y comprobé quién estaba ahí. No era comida.
Era Rathe.
Volví a bajar hasta los talones y suspiré de derrota. No pude conseguir ninguna
distancia de este hombre. No tenía que abrir la puerta. No debería abrir la puerta.
Sabía que iba a abrir la puerta.
¿Por qué estaría aquí? ¿Por qué Duely le habría dejado entrar por la parte de
atrás? ¿Por qué no había llamado o enviado un mensaje de texto? ¿Por qué no podía
escuchar mi petición de tiempo lejos de él? Hombre obstinado.
―Abre la puerta, Catalina ―llamó desde el otro lado de la puerta.
Saqué mi lengua a la puerta cerrada. Tenía trabajo que hacer y decisiones que
tomar. No tenía tiempo para él. Todo eso era una razón para alejarme de esta puerta
y no abrirla. Si fuera más fuerte, haría precisamente eso.
Pero él quería ser mi amigo y hasta ahora lo había sido. No podía negar eso.
Solo porque tenía todos estos dolores y emociones en lo que a él respectaba, no era
su culpa. El hecho de que apareciera todo el tiempo y me recordara su existencia era
una lucha que tendría que superar. No parecía que fuera a escuchar mi petición de
espacio.
―Catalina, por favor ―dijo esto con más urgencia en su voz que la anterior.
Bien. Ganaste, Rathe. Me rindo.
Alcancé el pomo de la puerta y lo abrí y luego lo giré, respirando
profundamente antes de abrírselo.
―Hola ―le dije sin moverme para dejarle entrar. Al menos podía ver si decía
lo que quería y luego se iba.
Parecía que había tenido un día difícil. Su cabello estaba muy despeinado y
desordenado. Su camisa era la misma que se había puesto a las seis de la mañana, y
sus ojos parecían agotados.
―¿Puedo entrar? ―preguntó. Había un tono pesado en su tono, y me
preguntaba si estaba aquí para darme malas noticias. No quería oír más malas
noticias. Si no podía tener un descanso de Rathe, al menos necesitaba un descanso
de las malas noticias.
Dando un paso atrás, le dejé entrar, sabiendo que esto solo iba a hacer las cosas
más difíciles para mí. Parecía que cuanto más estaba a su alrededor más me apegaba.
Tal vez si me sumergía en la presencia de Rathe, podría ser inmune a ella. Se suponía
que eso funcionaba, ¿no? Si estaba lo suficientemente cerca de él, podría empezar a
ponerme de los nervios. Podría empezar a buscar cosas de él que me molestaran.
Él estaba mirando mi piso desordenado.
―Estaba trabajando. ¿Qué pasa? ―Traté de sonar casual. Termina con esto.
Me miró por encima del hombro. Yo estaba manteniendo un poco de distancia
de él.
―¿Tienes un trabajo?
Di un pequeño asentimiento.
―Sí. Soy asistente personal de una señora que diseña bolsos.
Su pequeña sonrisa era de satisfacción.
―Apuesto a que eso paga bien.
Di otro asentimiento. No le dije cuánto. No le había dicho a nadie más que a
Duely eso. Sentí que se merecía todos los detalles desde que me consiguió la
entrevista.
―Bien por ti, Catalina ―dijo con un toque de orgullo en su voz.
―Duely me consiguió la entrevista ―admití. No quería tomar el crédito por
conseguir un trabajo como este. Nunca hubiera sabido que este tipo de trabajo existía
para alguien como yo.
―Le hizo un favor a ella. No a ti ―respondió, todavía con aspecto de estar
orgulloso de mí.
Me encogí un poco de hombros, sintiéndome un poco avergonzado por este
sutil elogio.
―Mi jefe es la persona más excéntrica que he conocido. Apenas puedo seguir
el ritmo de lo que dice. Por suerte, tiene un manager llamado Barney y él traduce...
caos ―dije y me di cuenta de que de repente quería contárselo todo a Rathe. Esto
podría ser algo bueno. Los amigos hablaban de cosas. A mí también me gustaba
hablar con Margo y Heath.
―Espero conocerla ―dijo él, sonando sincero.
―Si la conoces, siéntate y abróchate el cinturón, porque ella hablará sin parar
saltando de una cosa a otra tan rápido que tu cabeza dará vueltas.
Se rió de tal manera que me hizo sentir un cosquilleo en la piel.
―¿Empezaste hoy entonces? ¿Justo después de la entrevista? ―preguntó,
mirando todos los papeles y archivos del suelo.
―No exactamente. Se fue a un espectáculo en Nueva York hoy, justo después
de contratarme. Esta es toda la información que Barney me dio para repasar antes
de que empiece en dos días.
Levantó las cejas.
―Maldición. Es mucho para recordar.
Asentí lentamente, en acuerdo.
Nos quedamos quietos un momento. ¿Por qué estaba él aquí? Había entrado
haciendo preguntas, pero no me había explicado por qué había venido a verme. Si
se estaba retrasando porque era algo que no iba a querer oír, entonces quería
terminar con ello.
―¿Por qué estás aquí, Rathe? ―pregunté.
Las comisuras de su boca apenas se levantaron. No era una sonrisa, sino un
débil intento de sonreír.
―Para verte ―respondió―. Iba a inventar una mentira de mierda, así que
tenía una excusa para venir aquí, pero no es justo. Te debo la verdad. Y la verdad es
que quería verte.
No es lo que esperaba en absoluto. Ni siquiera cerca de lo que esperaba que
dijera.
―Se supone que debo recoger a esta chica que conocí en mi clase de Ecología.
Ella es simpática. Me hizo reír. Parecía que congeniamos. La invité a salir esta noche
durante la clase del viernes. Cuando me subí a mi auto para ir a buscarla, me
encontré conduciendo hasta aquí. ―Hizo una pausa y sacudió la cabeza como si
estuviera decepcionado―. Escuché a Heath decirle a Margo que te habías mudado
de la casa de tu madre, y que te quedarías aquí hasta que encontraras tu propio
lugar. ―Se dio la vuelta para enfrentarse a mí completamente. Tenía las manos
metidas en los bolsillos delanteros de sus vaqueros, y sus hombros se desplomaron
ligeramente―. No quería ir a buscar a otra persona. Quería verte. Y eso es un
problema, Catalina.
Sí, era un problema. Uno que no esperaba. Claro, yo estaba luchando contra mi
propio enamoramiento, pero él no podía sentir lo mismo. No quería hacerle daño a
Rathe, y yo era una Kamlock. Éramos tóxicas para los hombres. Aunque fuera
diferente, aunque no tuviera a mis hermanas cerca para arruinar las cosas como
hicieron con Cody, aunque fuera mayor ahora y más inteligente, él no estaba seguro
a mi alrededor.
―Anoche, esa fue la cosa más difícil que he hecho. Dejar de tocarte, besarte,
sentirte. No puedo sacármelo de la cabeza. La sensación de tu cuerpo, la forma en
que sabes, no puedo dejar de pensar en ello. Quieres que mantenga mi distancia, y
lo hice lo mejor que pude. Intenté con todas mis fuerzas mantenerme alejado, y duré
menos de un día. Cuanto más tiempo me alejaba de ti, más te quería. Le pedí salir a
otra mujer, pensando que me ayudaría a sacarte de mi cabeza... y ni siquiera puedo
ir a buscarla.
Oh no. Oh no. Oh no. Me alejé de él. Distancia. Necesitaba que se moviera al
otro lado de la habitación y me diera un minuto para recuperar el aliento y calmar
mi corazón acelerado. Las palabras no deberían tener este efecto. No debería ser
capaz de hacerme sentir como si me hubiera besado sin sentido solo con palabras.
―Quieres distancia. Quieres superar lo que sea que sientas por mí. Necesitas
tiempo para empezar a pensar en mí como una amiga.
Levantó la comisura de su boca y mostró su hoyuelo.
―No estoy seguro de poder alejarme de ti, Catalina.
Cerré los ojos con fuerza. Ya era una bola de emociones a punto de desquiciarse
en cualquier momento. No necesitaba verlo abatido. O su maldito hoyuelo. Las cosas
que me decía eran todas las cosas que desesperadamente anhelaba escuchar. Desde
el primer momento que lo vi, supe que era un problema. Solo que no sabía que iba
a ser este tipo de problemas.
Tenía que salir de este tonto encaprichamiento. Rathe no sabía cuánto se
arrepentiría de esto. Cómo desearía no haberme conocido nunca. Yo era veneno.
Luché contra ello, e hice todo lo posible por ser normal, pero si me permitía perder
el control de algo. Especialmente, mi corazón. Si me dejo caer libremente por este
hombre, podría perder el control. No tenía ni idea de lo que podía pasar y eso me
asustaba.
―¿Te sentiste atraído por mí la primera vez que me viste? ―pregunté,
abriendo los ojos para ver su expresión. Para saber si estaba mintiendo. Tenía que
entender por qué Rathe se había sentido atraído por mí cuando había conseguido
mantener a los chicos alejados de mí durante años.
―Catalina, no quiero parecer superficial, porque lo que siento tiene poco que
ver con tu apariencia física, pero no hay hombre o mujer en la tierra que pueda
mirarte sin sentirse atraído por ti. Eres hermosa.
Esa descripción no debería haberme hecho querer arrojarme en sus brazos,
pero lo hizo. Había resentido mi belleza toda mi vida. Hasta este mismo momento.
Hasta que Rathe dijo que yo era hermosa.
―La mayoría de los hombres no me ven como tú ―susurré, sin saber por qué
vio más allá de mi repugnante encanto.
―Probablemente estén deslumbrados pero intimidados. No parece que te
guste la atención y eso puede asustar a los hombres ―explicó, como si eso tuviera
sentido. Estaba equivocado. Sabía que era el hechizo lo que los mantenía alejados.
Sin ese hechizo, atraía a los hombres como mis hermanas.
―No te deslumbraste cuando nos conocimos. Te alejaste fácilmente y te fuiste
a jugar tu juego de beber. ―Me esforcé por no parecer celosa o insegura.
Se rió, suave y bajo, y luego dio un paso en mi dirección. Sus ojos nunca dejaron
los míos.
―Estaba tan deslumbrado que cuando Margo anunció que no te gustaban los
hombres, me sentí aliviado. Pensé que me evitaría perseguirte como asumí que lo
hacían todos los hombres que conociste. No quería ser como los demás. No vine a
Savannah esperando sentirme así. Perder la cabeza por una chica. Esto no estaba en
los planes.
Entonces me reí.
―Yo tampoco planeé esto. Siempre he sido cuidadosa con los hombres y he
mantenido mi distancia.
―Dejaste que Heath se acercara ―dijo, sin sonreír―. Heath está tan
enamorado de ti que dejaría cualquier cosa y a cualquiera por ti. Incluso a su
hermana. Te adora. No recuerda ningún momento en que no te haya amado. Escoge
mujeres horribles para salir con ellas porque sabe que no les hará daño. No les
romperá el corazón. No saldrá con una mujer que se enamore de él porque te ama.
Y yo lo odio. Estoy tan malditamente celoso cada vez que lo tocas o le sonríes. ―Se
pasó una mano por el cabello como si estuviera frustrado―. Cuando llegué a casa y
estaba sentado tan cerca de ti y te daba de comer, me quebré. No pude soportarlo.
Tenía que alejarte de él, y tú viniste a mí tan fácilmente. ―Cerró el resto del espacio
entre nosotros, deteniéndose a pocos centímetros de mí. No me moví. Debí haberme
alejado y detener toda esta conversación, pero no lo hice. No sabía cómo.
―Heath no está enamorado de mí. ―Era todo lo que podía decir. Respirar era
un poco difícil en este momento.
Rathe levantó una mano y pasó el dorso de sus dedos a lo largo de mi
mandíbula, muy lentamente, mientras estudiaba mis labios. Dejé de respirar por
completo. Sus ojos volvieron a tener ese extraño color azul acero cuando se encontró
con mi mirada.
―Catalina, no tuvo más remedio que enamorarse de ti. Tu belleza exterior
atrae a los hombres, pero cuando alguien se acerca a ti, pueden ver lo que hay dentro.
Llegan a escuchar tu boca inteligente ―dijo con una sonrisa―. Cuando la gente ve
lo desinteresada y amable que eres, lo mucho que te preocupas por los que amas. Es
imposible no enamorarse de ti. Hay algo increíblemente único y raro en ti.
Había algo único en mí, pero no las cualidades que él acababa de usar para
describirme. No sabía que yo era una mentirosa, no sabía que tenía un alma maldita,
no sabía que había una oscuridad que corría por mis venas y que tenía que combatir
todos los días. No sabía que amarme sería su peor error.
―No puedes amarme ―dije las palabras que necesitaban ser verdaderas. Por
mucho que mi corazón quisiera oírle decir que me amaba, no podía. No debería.
Rathe tomó mi rostro con sus dos manos y lo inclinó hacia atrás para que lo
mirara directamente a él. Tuve que decirme a mí misma que respirara. Inhala.
Exhala. Inhala. Exhala.
―Puede que no te ame... todavía, pero podría. Tan fácilmente.
Oh... Demonios.
Cerré los ojos sin poder seguir mirando esa profunda mirada de acero suya y
me quedé de pie.
―Respira, Catalina ―susurró, mientras sus labios rozaban suavemente mi
mejilla y luego mi párpado cerrado.
Obedecí e inhalé profundamente.
―Vine aquí por otras razones, pero tú lo cambiaste todo.
¿Aquí, como a este apartamento, o aquí, como a Savannah? Su boca seguía
arrastrando besos sobre mi rostro y su olor me emborrachaba. Todo el anhelo por el
que había luchado tanto para controlarlo se liberó de todo el control que tenía sobre
él. No había ningún poder lo suficientemente fuerte para evitar que me ofreciera lo
que él estaba ofreciendo. El hambre avariciosa de aferrarme a él tan fuerte como
pudiera, me aterrorizaba; sin embargo, sabía que el terror no era suficiente para
detenerme.
Sus labios rozaron los míos y yo abrí los míos exigiendo más. La agresividad
de mi beso accionó un interruptor. El dulce abrazo de Rathe con mi rostro terminó
y sus manos se dirigieron a mi cintura agarrándome con fuerza. Con un fuerte tirón,
me empujó contra él, haciéndome jadear con el golpe de nuestros cuerpos. Levanté
la mano y la enterré en su cabello que siempre deseé tocar. Enredando mis dedos en
sus perfectos mechones, saboreé la libertad de hacer lo que quisiera.
Levantándome hasta que mis pies dejaron el suelo, Rathe rompió el beso.
―Rodéame con tus piernas ―me pidió. Luego me levantó hasta que mis
piernas se aferraron a su cintura, cerrando mis tobillos en su espalda. Su boca estaba
de nuevo sobre la mía. Me sentí muy excitada cuando me besó sin sentido.
Las cálidas y duras manos de Rathe se deslizaron bajo el suave algodón de mi
gastada camiseta. Temblé con anticipación mientras se movía sobre mi piel caliente
hasta que sus dos grandes palmas cubrieron mis pechos desnudos. Gemí y él movió
su cabeza hacia atrás, rompiendo el beso, con sus ojos entrelazados con los míos.
Ambos respirábamos con dificultad mientras nos mirábamos fijamente el uno al otro
por un momento.
Un sonido profundo retumbó en su pecho antes de que me pasara la camiseta
por la cabeza y la tirara a un lado.
―¿Dónde está tu cama aquí? ―me preguntó. Ya estaba caminando hacia las
dos puertas detrás de mí. Me agarré de sus hombros mientras me llevaba, todavía
envuelta alrededor de él.
―El de la izquierda ―dije sin aliento y con emoción.
Abrió la puerta rota con una suave patada, y estábamos dentro de la oscuridad
de la habitación. La luna llena brillaba como un foco en la cama, como si estuviera
lista para esto y creaba el ambiente. Rathe me puso en la cama, e inmediatamente se
quitó la camisa desabrochando solo los tres botones superiores y tirando de ella
sobre su cabeza, sin molestarse con el resto. La vista de su pecho desnudo me llenó
de euforia.
Vi que sus manos se movían hacia sus vaqueros, y aunque no iba despacio, se
sentía como mi propia tira erótica personal. Mi deseo por él aumentaba, segundo a
segundo, a medida que salía de su pantalón. Solo tenía un momento para ver su
tamaño. Era más de lo que esperaba. Rathe extendió su mano y me levantó de la
cama antes de que pudiera decidir si me quedaba bien o me mataba.
Mientras sus manos se movían hacia mi pantalón corto y comenzaba a bajarlos
lentamente por mis caderas, sentí que todo mi cuerpo se ponía al rojo vivo. Nunca
me había parado desnuda frente a un hombre. Esa vez con Cody había sido en la
oscuridad y torpe, y ni siquiera nos habíamos quitado toda la ropa.
Mi pantalón corto cayó al suelo una vez que él lo pasó por mis caderas y luego
lo aparté con mi pie. Todavía tenía puesto el brasier de encaje negro y bragas de
seda. Rathe no me quitó las manos de la cintura, pero dio un paso atrás y me miró
fijamente. Deseaba tener más experiencia en esto. Al menos la oscuridad ocultaba
mi rubor. O esperaba que lo hiciera.
―Dulce Jesús ―dijo en un susurro ronco. Sabía que mi cuerpo era atractivo.
La genética de mi familia se aseguró de ello, pero al oír la obvia apreciación de Rathe,
la incomodidad que sentía se desvaneció. Tocó las finas correas de mis bragas y yo
inhalé bruscamente cuando empezó a moverlas también por mis caderas. Cuando
se deslizaron hasta el suelo, estaba completamente desnuda. No tuve que salir de
ellas porque me estaba levantando de nuevo y colocándome tiernamente de
espaldas en el centro de la cama grande. El cuerpo de Rathe inclinado sobre mí e
iluminado solo por la luz de la luna le hacía parecer de otra manera. Demasiado
hermoso para ser real―. Catalina ―susurró mi nombre, haciéndome temblar...
―Sí ―le susurré.
Inhaló profundamente como si se hubiera olvidado de respirar. Mis ojos se
movieron por su cuerpo, ansiosos de verlo todo. Yo quería esto. Cada fibra de mi
cuerpo lo quería.
―Sigue mirándolo así y esto se acabará muy pronto. Mi autocontrol es muy
débil en este momento ―dijo, y mi mirada se volvió hacia sus ojos oscuros.
Su expresión oscura era excitante.
―Me vas a destruir y voy a disfrutar cada momento.
Bajándose sobre mí, me miró hasta que estuvo a pocos centímetros de mi cara.
Sus codos se metieron en la cama junto a mi cabeza, envolviéndome en su abrazo.
Sus ojos se abrieron y bajó su cabeza hasta la curva de mi cuello.
―Juro que no me canso de ti. ―Su aliento caliente contra mi piel―. Me has
embrujado.
No tenía idea de cuán ciertas eran sus palabras.
Empezó a besarme el cuello, dando pequeños mordiscos y lametazos a lo largo
de mi piel, haciendo que mis pensamientos se hicieran papilla. Su cuerpo era pesado
sobre el mío, pero yo disfrutaba de su peso. Me sentí poseída por él. Sus manos se
cerraron sobre mis rodillas y las separó ligeramente, mientras movía su gruesa y
larga erección entre mis muslos abiertos. Rathe calmó su cuerpo y levantó la cabeza
para mirarme a los ojos.
Mientras miraba fijamente a los suyos, vi el frenesí, la excitación, la agitación,
la locura y la anticipación que ninguno de los dos podía expresar con palabras. Se
deslizó dentro de mí lentamente, la sensación de que nuestros cuerpos se unían
como nunca antes había imaginado. El impulso de acercarme a él lo más
humanamente posible se apoderó de mí y levanté mis caderas, agarrándome a sus
brazos y no queriendo que hubiera ninguna parte de nosotros que no se tocara.
―Joder ―gimió y cerró los ojos con fuerza mientras siseaba una respiración―.
Esperaba que te sintieras como en el paraíso, pero, santo cielo, esto es el maldito
nirvana. ―Empezó a deslizarse y yo le clavé las uñas en los brazos, no estaba lista
para que esto terminara. Su mandíbula se apretó y sus fosas nasales se abrieron
cuando empezó a deslizarse de nuevo. El lento balanceo de nuestros cuerpos causó
que la presión se acumulara dentro de mí, empezando por el zumbido pulsante que
había estado ahí la primera vez que me tocó.
Supliqué, pronuncié su nombre, hice ruidos que nunca antes había hecho, y no
pude acercarme lo suficiente. Quería que no hubiera un principio y un final para
nosotros.
Nuestros movimientos se hicieron más rápidos y más duros. Los choques de
nuestros cuerpos solo aumentaron mi delirio. Era como si Rathe tratara de atarnos
permanentemente.
―Maldita sea ―dijo y sentí su cuerpo temblar contra mí. Su mano se deslizó
por mi muslo, presionando mi rodilla hacia atrás para poder llegar más profundo
dentro de mí―. Me vuelves tan jodidamente loco ―dijo con un gruñido―. Nada
debería sentirse tan bien.
Fueron sus palabras, la forma en que me miraba, nuestros cuerpos estando tan
cerca y tocándose por todas partes, fue todo lo que envió olas de placer a través de
mí. Un rayo de éxtasis atravesó mi cuerpo y explotó en un millón de pedazos.
Grité el nombre de Rathe y me aferré a él, temiendo perderlo en esta dicha
desconocida. Lo quería conmigo. Gritó y oí mi nombre salir de él como si hubiera
sido arrancado de su pecho. Estaba allí conmigo.
Cuando el éxtasis empezó a calmarse lo suficiente como para que pudiera
volver a abrir los ojos, Rathe me envolvió en sus brazos y se puso a su lado,
llevándome con él. Sus ojos aún estaban cerrados. Jadeaba y había una fiereza en su
frente y en la línea de su boca. Levanté la mano y le pasé un dedo por los labios, sin
saber lo que sentía. Mi cuerpo aún tarareaba por todo lo que acababa de pasar entre
nosotros y quería que él sintiera lo mismo. Necesitaba que él sintiera lo mismo.
Sus dedos rodearon mi muñeca y sus ojos se abrieron. Lo miré fijamente y la
misma fiereza estaba en su mirada.
―No te abandonaré ―dijo con una voz gruesa.
―Bien ―respondí. Todas las razones por las que no debíamos estar juntos ya
no parecían importantes. Tampoco había manera de que yo pudiera renunciar a él.
―¿Está bien, Catalina? ―preguntó entonces.
Probablemente no. ¿Me seguiría queriendo si conociera el mal que hay dentro
de mí? ¿Estaría aterrorizado? ¿O se quedaría?
―Yo tampoco te abandonaré ―fue todo lo que pude decir, aunque era una
promesa que sabía que no tenía derecho a hacer.
Se inclinó para besar mis labios.
―Te pertenezco y eso no debía suceder.
No quería ser su dueña. Solo que nunca quería dejarlo ir.
―Solo abrázame ―le dije, sin querer pensar más. Sus palabras solo me
recordaban por qué esto no debería haber pasado nunca. No podía imaginarme vivir
esta vida y nunca experimentar lo que acabamos de hacer. Era imposible
arrepentirse.
Amar a Rathe era egoísta... pero no lo cambiaría.
La Abominación
El sonido de una puerta cerrándose me despertó. Parpadeando, me tomó un
momento recordar dónde estaba. La luz tempranera atravesó las persianas y todo lo
de la noche anterior regresó en una ráfaga de emoción, miedo e incredulidad.
Me senté y giré para ver a Rathe extendido junto a mí en la cama. Su hermosa
espalda expuesta y su cabello, un perfecto desastre. Estaba aquí. Toda la noche
anterior había sido real.
La puerta que me había despertado se cerró de nuevo. Duely nunca se
levantaba temprano. Quería acurrucarme contra Rathe y quedarme en la cama con
él para siempre, pero el cierre de la puerta no era normal. Tenía que asegurarme que
estábamos a salvo. Que mantenía a salvo a Rathe.
Salí de la cama mirando alrededor por mi ropa, y sin ver nada más que mis
bragas. No quería despertar a Rathe al buscar entre mis maletas. Más ruidos desde
la cocina empezaron a preocuparme. Esto no era normal. No tenía tiempo para
buscar mi ropa.
―Mihi exhiberet convivium ―susurré.
Bajando la mirada y viendo la ropa de la noche anterior cubriendo mi cuerpo
de nuevo, me dirigí a la puerta. Abriéndola de modo que no hiciera ruido, entré al
pasillo y caminé unos cuantos pasos hacia la sala de estar y el área de la cocina.
Duely estaba sentado en la barra con una taza de café. La subió cuando me vio.
―Salud ―dijo―. Era hora de que consiguieras un poco.
―Shhh, mantén la voz baja ―susurré―. ¿Y cómo sabes sobre eso? ―Cuando
finalmente me dormí en los brazos de Rathe anoche, la barra seguía siendo fuerte.
Duely sonrió.
―Te traje un poco de comida anoche. Creo que Rathe gritando maldiciones y
tú gritando su nombre fue mi primera pista. Sonaba como un momento ardiente y
sexy.
―Oh ―dije, sabiendo que Duely era la última persona frente a la que debería
sentirme avergonzada, dadas todas sus escapadas sexuales. Aun así me sentía
incomoda por saber que nos había escuchado.
―Aunque necesitarás trabajar en no perder tu control cuando tengas sexo la
próxima vez. Es difícil de recordar al principio, pero tendrás que hacerlo, o vas a
hacer algo estallar en llamas. Si es la cama, entonces dolerá como una perra.
―¿De qué estás hablando? ―le pregunté, completamente confundida. No
había usado nada de magia la noche anterior.
Hizo girar su dedo en el aire.
―El poder pulsando aquí era intenso anoche. Casi me tiró sobre mi trasero y
estaba afuera de la puerta.
―Pero no estaba usando magia ―dije de nuevo.
―Eso no es lo que estoy diciendo, Blancanieves. La energía que estabas
desprendiendo es normal, pero solo cuando dos hechiceros están follando es que eso
puede ser seguro. Él no es un hechicero, así que no puedes dejar que ese lado de ti
se libere. No es seguro.
¿Por qué nadie me había mencionado esto antes? ¿La noche anterior había sido
buena sola porque estaba arremolinando magia por ahí y no tenía idea? Mi estómago
se anudó por la idea.
―¿Fue… eso hizo… estaba haciéndolo… fue bueno por lo que estaba
haciendo? ―Estaba roja brillante ahora. Odiaba tener que preguntar eso.
―Si lo fue, ¿te molestaría? Es quien eres, así que es una parte de ti y eso es lo
mismo a que alguien tenga una polla grande y sepa cómo usarla. O un apretado
coño mojado que te apriete justo lo correcto.
Sacudí mi cabeza, sin entender esto en lo absoluto.
―No quiero que la magia sea la razón por la que el sexo entre nosotros sea
bueno. Eso suena como engañar. Mentir.
Duely rodó los ojos.
―Nuestras vidas son una mentira. Estamos encantados.
―Maldecidos. Estamos maldecidos ―lo corregí, cruzando mis brazos sobre mi
pecho.
―El sexo contigo siempre será diferente para cualquiera con el que lo tengas.
Diferente bueno. Porque eres diferente. Tienes poderes y el encanto hace el sexo
contigo incluso más intenso para los humanos normales. Pero eso no es por la
energía que estabas desatando anoche. La única persona que podría sentir eso es
otro hechicero. Es por eso que a dos hechiceros les gusta soltarlo durante el sexo.
Son afectados por eso. De una manera embriagante.
Eso me hizo sentir un poco mejor, pero seguía incomoda de que mi don
malvado hiciera el sexo mejor para Rathe.
―Deja de fruncir el ceño. No puedes dejar de ser una bruja. Naciste como una.
―Meneó sus cejas―. Es un extra en el sexo.
Esta vez, rodé los ojos. Duely era un adicto al sexo. Había terminado de hablar
sobre mi vida sexual con él.
―Heath no estará de acuerdo con esto. Imagino que estará tan malditamente
desgarrado que probablemente saltará de un edificio.
No quería hablar sobre Heath. Ese podía ser un pequeño problema, pero no
iba a ser la gran cosa que Duely pensaba que sería.
―¿Por qué estás despierto? ―le pregunté.
―Acabo de entrar ―respondió―. Ya que ustedes estaban follando como
maniáticos allá arriba, decidí ir a casa con una ardiente rubia universitaria y su mejor
amigo gay. Fueron aprendices rápidos una vez que ella superó la incomodidad de
ver a su amigo chupar mi polla. Le dije que montara mi cara, y lamer su coño la
ayudó a superarlo malditamente rápido.
Sacudí mi cabeza y levanté una mano.
―No necesito las imágenes, Duely.
Se rió entre dientes.
―¿Qué? ¿No quieres imaginarme follando una rubia tetona mientras un
musculoso semental de fútbol con una gran polla toma mi trasero?
―¡Detente! ―siseé.
Duely se rió y bebió su café.
―Regresa a la cama con tu sensual hombre, Blancanieves. No quise
despertarte. Estoy a punto de irme a la cama.
Me giré para regresar a la habitación, pero decidí pedir la opinión de Duely
sobre mi más grande miedo. Sería honesto conmigo. Me diría si estaba siendo
ridícula o si había una oportunidad de que terminaría volviéndome malvada.
―¿Crees… que si entro a una relación con hombre seré… diferente? ¿Más
como mi madre y hermanas?
Bajó su taza y se puso de pie.
―¿Te importa, Cat, o eso fue solo una follada?
―Me importa ―respondí, todavía recuperándome por admitirme eso más
temprano.
Duely sonrió.
―Es por eso que nunca te volverás una de ellas. A ellas no les importa. Ellas
follan. Toman. No sienten nada.
Quería creer eso.
―Espero que tengas razón. Ya no hay vuelta atrás. No puedo… ni siquiera si
eso significa que está más seguro lejos de mí. Me asusta sentirme de esa manera.
―Deja de darle vueltas. Disfrútalo. Mereces ser feliz. Permítete serlo.
La puerta detrás de mí se abrió y miré hacia atrás para ver a Rathe de pie allí
en sus boxer, cabello alborotado detrás de sus orejas, y luciendo demasiado
maravilloso para las palabras.
―Buenos días ―dijo cuando nuestros ojos se encontraron.
―Buenos días. Lo siento si te despertamos ―dije, sintiéndome tímida a la luz
del día y con Duely como nuestra audiencia.
―De lo único que tienes que disculparte es de dejarme despertar sin ti junto a
mí. Eso fue jodidamente cruel.
Oh, mi corazón no iba a sobrevivir a él.
―Lo siento por eso, también ―respondí tímidamente.
Señaló con su cabeza hacia la cama.
―Regresa.
―De acuerdo.
Sonrió entonces y el destello travieso en sus ojos me hizo desear que Duely se
fuera. No me importaba que fuera su apartamento.
―Iré al bar y veré qué necesita limpiarse ―dijo Duely como si me hubiera leído
la mente. Sabía que quería irse a la cama y dormir un poco, pero no iba a decirle que
hiciera eso. Iba a ser más egoísta por el momento.
Rathe extendió una mano en un saludo.
―Buenos días y gracias ―dijo en la dirección de Duely.
―Diría que tu mañana va a ser mejor que la mía ―respondió Duely, luego se
dirigió a la puerta.
No miré de regreso a él. No que estuviera avergonzada. Solo no podía dejar de
mirar a Rathe. Quería correr a él y saltar a sus brazos. La puerta se cerró y Rathe
extendió su mano hacia mí.
―Por favor, desnúdate y regresa a la cama conmigo ―rogó.
Caminé hacia él y puse mis manos en las suyas. Tiró de mí y presionó un beso
en un costado de mi cabeza.
―¿Cómo te sientes? ―pregunté, luego deslizó su mano entre mis piernas. Sus
dedos se deslizaron por la parte delantera de mis pantaloncillos y dentro de mis
bragas―. ¿Adolorida?
No me había dado cuenta que estaba sensible, hasta que me tocó. Me restregué
contra él como un gato queriendo ser acariciado, a pesar de la sensibilidad.
―Catalina, no quiero herirte, pero voy a necesitar estar dentro de ti. Desperté
anhelándote.
El timbre de mi teléfono interrumpió lo que sea que pudiera decir o hacer.
Nadie debería estarme llamando tan temprano. Nadie nunca me llamaba tan
temprano.
―Ignóralo ―dijo Rathe, mordiendo mi oreja y haciendo que no me importara
que mi teléfono estuviera sonando tan temprano. Rodeó mi cintura con sus manos
y caminó hacia atrás para la cama, llevándome consigo. Mi teléfono dejó de sonar.
Quien quiera que fuera, podía esperar.
Otro teléfono empezó a sonar en alguna parte del apartamento y Rathe se
paralizó. Lo miré.
―¿Ahora es el tuyo?
Asintió.
―Heath o Margo. Algo puede estar mal. ―Me alejé de él y me dejó ir. Fui a
buscar mi teléfono de la cómoda y revisé quien había llamado.
Heath.
―Hola, hombre. ¿Ocurre algo? ―preguntó Rathe y me giré a verlo de pie en
medio de la habitación con el teléfono en su oído.
Fui hacia él, mi preocupación cada vez mayor.
―Sí. Está bien ―Su mirada se enfocó en la mía y se detuvo. Estaba
preguntando si esto estaba bien. Podía ver la pregunta implícita en sus ojos.
Simplemente asentí―. Está conmigo. Estamos en la casa de Duely ―terminó. Su
mano libre se estiró y enlazó sus dedos con los míos. Hubo un silencio al otro lado
de la línea y esperé que Duely y Rathe estuvieron equivocados sobre cómo se sentía
Heath respecto a mí.
Finalmente, pude escuchar la voz de Heath cuando empezó a hablar de nuevo.
No podía entender sus palabras claramente. Escuché Margo y mi nombre, pero no
mucho más.
―¿Cuándo fue la última vez que hablaste con ella? ―preguntó Rathe, su mano
apretándose alrededor de la mía―. Catalina, ¿puedes ver si puedes encontrar a
Margo en la aplicación de tu teléfono? ―preguntó Rathe. Dejó ir mi mano y me
apresuré a tomar mi teléfono y revisarlo. Abrí la aplicación, pero todo lo que vi fue
una notificación de que Margo ya no estaba compartiendo su ubicación conmigo.
Ella no haría eso. Algo no estaba bien.
―¿Hace cuánto desapareció? ―pregunté, girando para mirar a Rathe.
―La última vez que Heath la vio fue ayer, cuando ella fue a trabajar. Él no
regresó al apartamento anoche. Él, eh, se quedó afuera y acaba de llegar. Ella no
estaba allí y no había signo de que hubiera regresado desde que se fue al trabajo
ayer. No puede contactarla al teléfono. Va directo al buzón de voz.
El pánico me paralizó. Muchísimos escenarios empezaron a inundar mis
pensamientos.
―¿Llamó a su trabajo? ―pregunté.
―Aún no son las siete de la mañana, Catalina ―me recordó.
―Oh. Cierto. ¿Qué hay de un empleado, jefe, gerente? ¿Tiene alguno de sus
números?
Rathe sacudió la cabeza.
Tenía que encontrarla. Podía encontrarla fácilmente. Ella no era así. Algo
andaba mal. Agarré los zapatos que tenía ayer y me dirigí a la puerta.
―Catalina, espera ―exclamo Rathe. No podía venir conmigo. Tenía que estar
sola. No tenía tiempo para averiguar cómo usar magia sin que se descubriera lo que
estaba haciendo. Podía encontrarla más rápido si estaba sola. Había dos maneras en
las que podía hacer esto y necesitaba algo suyo, pero no tenía nada conmigo. Tendría
que ir al apartamento. Tenía que tomar algo.
Estaba bien. Tenía que estar bien. ¿Dónde había estado Heath? ¿Por qué no
llamaría para revisar? ¿No la revisó cuando se quedó a pasar la noche afuera? Agarré
las llaves de mi nuevo auto e imágenes de cosas terribles se mantuvieron destellando
en mi cabeza, así que empecé a correr. Tenía que apresurarme. Estaba imaginando
lo peor.
Desbloqueé las puertas mientras corría hacia él. Cuando llegué al asiento del
conductor, la abrí de un tirón, pero no pude entrar antes de que el cuerpo de Rathe
estuviera detrás de mí y estuviera siendo lanzada hacia atrás.
―El asiento del pasajero. Estás demasiado alterada para conducir ―dijo en mi
oído muy calmadamente.
―¡Tengo que apresurarme, Rathe! ―grité.
―Voy a volar, maldita sea. Lo juro. Pero estás demasiado alterada para
conducir. No voy a dejar que algo te ocurra.
Estaba desperdiciando tiempo discutiendo. Dejé salir un gemido frustrado y
corrí al asiento del pasajero.
―Bien. Entra. Conduce ―grité abriendo la puerta y entrando. Rathe fue rápido
como había prometido. Estaba apresurándose fuera de allí y hacia el final de la calle
que afortunadamente seguía vacía―. Ella no es así ―dije.
―Heath también dijo eso. Pero ambos necesitan tomar respiraciones
profundas. Cálmate y piensa dónde podría estar. ¿Quieres ir a donde trabaja y ver
si hay alguien allí, o tal vez su auto? Pudo haberse ido con amigos y emborrachado.
Desmayado.
Esos escenarios eran muy probables, y si no hubiera estado enloqueciendo, lo
habría besado por darme algo razonable que esperar. Estaba imaginándola siendo
secuestrada, violada, muerta a un lado de la carretera en alguna parte. Me gustaba
más esta teoría. Ir al centro comercial donde se encontraba la tienda en el que trabaja
significaba que podía rastrearla desde allí.
Sin embargo, necesitaba hacer eso sola. Maldición. Necesitaba que Rathe no
fuera tan protector conmigo. No necesitaba protegerme. No sabía eso y era dulce
que me quisiera a salvo. No podía estar enojada con él por querer mantenerme a
salvo. Pensó que llevarme era conveniente. Debería estar enojada con Heath por no
llamar a su hermana anoche y decirle dónde estaba. Se habría dado cuenta entonces
que no estaba respondiendo.
―Eh, sí, ¿por qué no me dejas en el centro comercial y yo entro? La cafetería
estará abierta. Puedo averiguar si alguien la ha visto. Ver si su auto está allí. Puedes
ir al apartamento y buscar a Heath. También está preocupado. No necesita conducir.
―Esa era la mejor excusa que podía pensar para hacer que me dejar allí sola.
Me frunció el ceño.
―Heath es un chico grande. Puede manejar solo. No te voy a dejar allí sola.
Mierda. De acuerdo, nuevo plan. Tenía que hacer esto de la forma difícil. No
sería capaz de pararme afuera de su tienda y lanzar el hechizo localizador que me
llevaría a ella. No si iba a estar justo allí, observándome.
El baño. El que estaba cerca de su tienda. Lo habría usado ayer. Puedo ir allá y
hacer el hechizo.
Estábamos llegando al centro comercial. Rathe había roto todas las reglas de
tránsito para llevarnos tan rápido.
―¿Dónde habría estacionado? ―preguntó. Apunté al lado derecho de la
entrada a la cafetería.
―Ese lado ―instruí. Cuando rodeamos la esquina y uno de los tres autos
estacionados en el largo y de otra forma vacío estacionamiento era el de Margo,
suspiré con alivio. Sin embargo, eso fue fugaz porque entonces empecé a temer que
hubiera sido tomada del estacionamiento―. Llama a Heath y dile que su auto está
aquí. Voy a correr adentro y usar el baño ―dije, alcanzando la manija de la puerta
antes de que se detuviera por completo junto a su auto. Necesitaba mirar adentro y
asegurarme que no estuviera allí.
En el segundo que el auto se detuvo, abrí la puerta y salté al exterior. No había
signo de Margo dentro del auto, pero su cartera estaba allí. ¿Por qué estaría su
cartera allí? Me estiré para abrir la puerta del auto, pero estaba bloqueado. Bajando
la mirada, intenté abrirla como había hecho con el mío ayer, pero nada ocurrió.
Estaba demasiado alterada para que mi mente se concentrara apropiadamente.
―Reserare ianuam ―susurré y apreté la manija, esperando que se abriera. De
nuevo, nada. No se estaba abriendo.
―Tomará un poco más que ese simple hechizo para hacer que se abra ―dijo
la profunda voz familiar, sobresaltándome. Mi cabeza se levantó de golpe para ver
a mi acosador de pie allí al otro lado del auto, recostándose sobre él como si hubiera
estado allí todo el tiempo, aunque sabía que no lo había hecho.
No. Nononononono. ¿Por qué estaba aquí? ¿Por qué estaba cerca del auto de
Margo?
―¿Por qué? ¿Dónde está? ―Hice ambas preguntas recordando entonces que
no estaba sola y que Rathe no estaba en el auto esta vez, así que no podía encerrarlo
de nuevo. Estaba tras de mí. Su esencia y calidez estaban cerca. Muy cerca. Tenía
que pensar, pero estaba entrando en pánico y eso hacía más difícil pensar. Si se había
llevado a Margo, entonces no tendría ningún problema intentando herir a Rathe
también.
―Está durmiendo, a salvo. Relájate, Catalina ―respondió el hombre,
moviendo su mirada por encima de mi hombro. Le dio a Rathe una extraña sonrisa,
casi amenazante. Me moví para quedar completamente frente a Rathe y mi pánico
estaba siendo reemplazado con furia malditamente rápido. Pudo haberse llevado a
mi amiga, pero no iba a hacerle nada a Rathe.
―Quiero a Margo. Ahora ―dije con mi propia amenaza en mi hombro.
El acosador movió sus ojos de regreso a mí.
―Allí está esa mierda que me gusta ver. No eres nada como las malditas
Kamlock. Montón de brujas maricas ―dijo, luego rodeó el auto observándonos. No
lo quería cerca de Rathe.
―No te acerques más ―le advertí. Se detuvo y ladeó la cabeza como si tuviera
curiosidad. Si pensaba que no iba a luchar porque claramente estaba ocultando mi
magia de Rathe, estaba equivocado. En este punto, Rathe había visto y escuchado
demasiado de todas maneras. No sabía cuánto podría mentir para salir de esta.
No se acercó más. Se quedó dónde estaba y sabía que no era porque estuviera
asustado de mí. Su mirada era determinada.
La mano de Rathe se deslizó alrededor de mi cintura, y puso su palma sobre
mi estómago. Era un signo de posesión, más que de protección. Necesitaba regresar
al auto y la única forma en la que podía llevarlo allí era lanzando un hechizo. No
quería hacer eso. Sabría lo que era si lo hiciera.
―Esto es un dilema, ¿o no? ―preguntó, a medida que analizaba la mano de
Rathe sobre mí, luego levantó sus ojos para encontrarse con mi mirada firme. No iba
a apartar mis ojos de él ni por un segundo―. Quizá un callejón sin salida sea una
mejor descripción ―dijo entonces y se encogió de hombros.
―Es una situación de: mejor me regresas a mi amiga malditamente ahora. Eso
es lo que es. ―Lo fulminé con la mirada.
Rathe estaba en silencio, lo que encontré raro, pero estaba agradecida. Tal vez
sentía que este hombre era peligroso y solo para él. Cual fuera la razón, me dio algo
menos con lo que lidiar. Los dedos de Rathe se curvaron ligeramente, como si
estuviera intentando agarrarme, luego se enderezaron de nuevo. ¿Estaba intentando
decirme algo? Si estaba planeando algún ataque, moriría. No tenía opción. Tenía que
mantenerlo a salvo. El hecho de que sabría y me dejaría luego de esto era el menor
de dos males. No dejaría morir a Rathe intentando protegerme del brujo
enloquecido.
Coloqué mis manos sobre la que Rathe tenía en mi estómago. Esto era todo lo
que podía hacer.
―Tutum intus ―dije con fuerza.
Eso debió haber enviado a Rathe al auto y sellado las puertas. No lo hizo. El
brujo estaba riéndose y los dedos de Rathe se curvaron dentro de los míos de nuevo
cuando mis manos se alejaron de la suya. ¿Cómo estaba haciendo eso el brujo?
Estaba bloqueando cada hechizo que lanzaba.
―¿Qué quieres conmigo? ―le pregunté furiosamente. Nunca me había sentido
tan impotente. El miedo por Rathe estaba creciendo. No estaba a salvo, y ahora, no
estaba segura que pudiera hacer algo para protegerlo. Había estado tan preocupada
de que estuviera en peligro de mí, sin pensar ni una vez que alguien así sería una
preocupación incluso mayor. Y este era un peligro al que lo había llevado
directamente.
―Esa no es la pregunta. Estás haciendo la equivocada. Crees que las cosas son
de cierta forma pero ah, mi Catalina, no lo son. Demasiado tiempo con esas Kamlock.
Te dejé demasiado tiempo ―dijo lentamente como si sintiera verdadero
arrepentimiento por esto.
La mano de Rathe se apretó en mi camisa y luego la liberó. Su mano me dejó y
se apartó de mí. Tenía que detenerlo. Iba a hacer algo y conseguir que lo mataran.
Me giré para ver qué estaba haciendo y poder bloquearlo. La frialdad en sus ojos era
aterradora y sorprendente al mismo tiempo. Afortunadamente, esta no estaba
dirigida hacia mí, sino hacia el brujo del que necesitaba alejarse como la mierda. No
necesitaba intentar protegerme, porque no podría salvarlo entonces.
―Rathe, escúchame. Solo entra en el auto. Por favor, por favor, solo entra al
auto. Puedo manejar esto. Lo juro.
Escuché al brujo suspirar ruidosamente.
―Sí, Rathe, ¿por qué no solo entras al auto?
La forma en que sus ojos se entrecerraron no era buena. Iba a hacer que lo
mataran. Nunca había estado sin la habilidad de usar magia.
―Sabes que tengo la paciencia de un… santo… ―dijo el brujo con una risita.
No sabía con quién estaba hablando o sobre qué estaba siendo paciente. Sin
embargo, yo no estaba siendo paciente.
―¡Bueno, yo no! Me cansé de esto. ¿Qué quieres? ―le pregunté, dando un paso
en su dirección, esperando desviarlo de Rathe.
Sus labios se curvaron hacia arriba en cada esquina en un movimiento
siniestramente confiado.
―¿Por qué tomaste a Margo? Lo que sea que quieras, solo dime. Y déjala ir.
―Tenía la intención de sonar dominante, pero en cambio soné suplicante.
―Ella era una advertencia ―respondió.
Lancé mis manos hacia arriba con frustración.
―¿Una advertencia para qué? No me dirás por qué me acosas. No tengo idea
de qué estás intentado obtener de mí.
Sin embargo, no me estaba mirando. Su mirado estaba enfocada sobre Rathe
detrás de mí. Había un mensaje implícito que me estaba perdiendo. Podía verlo en
los ojos del brujo. Pero si no entendía detrás de qué estaba, entonces tampoco Rathe.
Sus ojos se lanzaron de regreso a mí y se suavizaron, si eso era siquiera posible.
―Catalina, no era una advertencia para ti.
―¡¿Entonces quién?! ―le grité completamente frustrada con esta
conversación. Quería a Margo de regreso y quería a Rathe lo más alejado de este
demente.
Su mirada se movió de nuevo sobre mi hombro hacia Rathe.
Entonces Rathe habló, pero no supe qué dijo porque era un lenguaje que no
entendía. Fue corto y sonaba enojado. Me giré. Tenía que ver si Rathe estaba
hablando realmente un lenguaje extraño o si era el brujo haciéndoselo.
Pero Rathe ya no estaba allí.
Miré al auto para ver si había decidido entrar después de todo, pero estaba
vacío. Escaneé el estacionamiento, mi corazón empezando a acelerarse por el terror
arañándome. Me volteé de vuelta para mirar al brujo que parecía determinado a
volver mi vida una pesadilla.
―¿Qué le hiciste? ―grité. Mi sangre martilleando en mis oídos, las náuseas
revolviendo repentinamente mi estómago. Esto era mi culpa. Si no me hubiera
permitido tenerlo, esto no habría ocurrido. Mi codiciosa, egoísta alma negra había
causado esto.
―Puedo hacer muchas cosas. ―Se detuvo, luego se encogió de hombros―.
Bueno, puedo hacer casi todo. Pero Catalina, no tengo poder sobre el único hijo de
Angra Mainyu. ―El hombre hizo un gesto con su mano―. Esas son líneas delgadas
y todo. Demasiado cerca de la misma fuente de energía. Rathe es su propia
abominación maldecida. El chico creado de dos seres que nunca debieron producir
descendencia. ―Se acercó a mí, pero no me aparté. No podía. Mi cabeza estaba
girando tan rápido que me sentí mareada. Las náuseas estaban empeorando―.
Mientras que tú ―empezó cuando lo miré con incredulidad―, tú no eres una
abominación. Seguro, pude haber escogido a alguien mejor que Persephone, pero
tiene esta hermosura cautivadora que es tan difícil de ignorar. Como sabes ―dijo,
ondeando una mano hacia mí―. No obstante, ella quería tres hijas. Yo quería un
hijo. Le di la tercera hija que estaba tan ansiosa por tener y ella me dio el hijo que
tanto quería.
Esto era una mentira. Todo ello. Estaba mintiéndome. Me había seguido,
descubierto mis peores miedos y ahora estaba lanzándomelos uno tras otro. Pero,
¿por qué? ¿Por qué quería destruirme? ¿Qué había hecho para merecer esto? Había
intentado ser buena. Ahora había perdido a mi mejor amiga y a Rathe. Tenía que
controlarme y luchar por ellos.
―¿Quién eres? ―le pregunté, sin esperar una respuesta.
Sacó un cigarrillo y lo llevó a sus labios, luego sonrió.
―Tu padre.
Sacudí la cabeza. Sabía quién era mi padre, y este no era mi padre.
―No. No eres mi padre. Mi padre está muerto.
El brujo tomó una calada de su cigarrillo y luego niveló sus ojos con los míos.
―Lucas Delvaux nunca podría haber producido una niña tan talentosa y letal
como tú, querida. Era un mortal adinerado y caprichoso que era tan débil a los
encantos de Persephone como todos los demás.
―Él es la razón por la que no soy como ellas. Puedo escoger el bien en mí por
LA SANGRE DE MI PADRE dentro de mí. Mi vida entera he tenido la habilidad de
ser quien quería ser y no caer en sus pasos. Fui capaz de negar el poder de las tres y
fui capaz de hacer cosas que ellas no pueden. Puedo amar.
Meneó los dedos que sostenían el cigarrillo hacia mí.
―La sangre mortal habría sido demasiado débil para resistir la influencia
Kamlock. No te habría hecho lo suficientemente fuerte para ser diferente. No amas
y no eres bondadosa. Escoges amar y escoges ser bondadosa. Escoges que
malditamente te importe cuando te conviene, pero Catalina, no te agrada la gente en
general. Decides por quién te preocuparás y entonces lo haces. Eso no es débil sangre
mortal.
Sacudí mi cabeza, enderezando mis hombros. No me arrebataría esto también.
No me iba a quitar a mi padre.
―Se necesita bondad. Mi padre era bueno.
Se rió. Una oscura carcajada profunda que odié inmediatamente. Luego tomó
otra calada y me miró.
―¿Por qué crees que ves las almas de aquellos incapaces de abandonar esta
vida? Los que se aferran a alguien o algo. ¿Conoces a un hechicero que pueda hacer
eso?
No dije nada. Muchos hechiceros tenían diferentes habilidades.
―¿Por qué la tierra, el suelo, el aire te obedecen? ¿Qué hechicero que conozcas
puede hacer algo así?
No lo sabía. Nunca lo había entendido. Solo lo acepté.
Se sentó sobre el borde del maletero del auto de Margo. Una bota de combate
negra sobre el pavimento y la otra sobre el parachoques. Lucía cómodo. Relajado.
Lo odiaba. Estaba arrebatándome todo y no parecía preocupado por eso en lo
absoluto.
―Tu padre es Diabolus, Catalina. Negarme es inútil. Me necesitarás y estaré
aquí cuando lo hagas. La belleza y hechicería Kamlock mezclada con mi maldad
omnipotente. ―Destelló una malvada sonrisa―. Fue una brillante y perversa idea.
―¿Satán? ―pregunté, sin tener dificultad en creerlo en lo absoluto. Estaba
haciendo de mi vida el Infierno.
Hizo una expresión disgustada.
―Catalina, por favor. No te refieras a mí como tal.
―Hablo latín. Sé lo que significa Diabolus en español.
Levantó una sola ceja.
―Técnicamente traducido al español es Diablo. Pero eso es tan general. Hay
tantos de esos.
No me importaba. Sacudiendo mi cabeza, decidí que no iba a escuchar más de
esta locura.
―Quiero a mi amiga de regreso ―dije, harta de esto.
Dio una calada y luego asintió.
―Margo está durmiendo en su cama. Heath olvidó que estaba desaparecida y
su auto se quedó aquí porque salió y bebió demasiado. Alguien le dio un aventón a
casa.
―No te creo.
Extendió su mano y mi teléfono estaba allí cuando la estiró hacia mí.
―Escríbele. Llama a Heath. Lo que sea ―sugirió.
―¿Dónde está Rathe? ―demandé.
Se encogió de hombros.
―No puedo ayudarte allí. Soy el señor del pecado, oscuridad, muerte, pero no
puedo controlar al vástago de Angra Mainyu. No está en mi capacidad.
Marqué el número de Heath, cuidadosa de no apartar mis ojos del monstruo
frente a mí.
―Buenos días ―dijo animadamente.
―Heath ―dije, recordando su frenética voz más temprano.
―Sí. ―Se rió entre dientes―. Me llamaste, Cat. ¿Olvidaste a quién estabas
llamando? ―Su voz era burlona. Muy como Heath.
―¿Dónde está Margo? ―pregunté.
―Su ebrio trasero sigue durmiendo. Tuvo un poco demasiado anoche ―dijo,
sonando menos animado.
Miré a Diabolus y luego le pregunté a Heath:
―¿Dónde está Rathe?
―Ni idea. Entró hace unos minutos y tomó unas cuantas cosas. No dijo mucho
y luego solo se fue.
El Diablo frente a mí se encogió de hombros y siguió fumando mientras me
quedaba allí.
―¿Estás bien, Cat? ―preguntó Heath.
―Sí, eh, te hablo más tarde ―dije, terminando la llamada.
Meneó sus cejas cuando continué mirándolo. Estaba esperando que dijera algo.
Las cosas empezaron a encajar en su lugar. Cosas que no quería conectar. Cosas
que quería que fueran una mentira.
―¿Quién puso el hechizo alrededor de la casa de mi madre que te mantuvo
afuera? ―pregunté, incluso aunque algo estaba desmoronándose dentro de mí. Solo
necesitaba escucharlo decirlo.
―Rathe ―dijo su nombre y sentí mis piernas debilitarse por su confirmación.
―¿Por qué estabas allí? ―pregunté.
―Para ver por qué el vástago de Angra Mainyu y un arcángel caído estaba
acercándose a mi hija. Rathe no se mezcla entre los humanos a menudo. Pero el
bastardo esperaba que me apareciera y me mantuvo afuera. Eso me dijo todo lo que
necesitaba saber. Estaba allí por ti y sabía quién era tu padre.
Odiaba esto. No quería escuchar más, pero tenía que saber.
―¿Quién es Angra Mainyu?
―¿Ese hombre Delvaux no dejó atrás una biblioteca? ¿No leíste buena
literatura?
―Persephone no me dejó.
Lucía molesto.
―¿Qué tanto sabes del cristianismo?
Me encogí de hombros.
―Crecía en Georgia. La mayoría.
―¿Has escuchado de Spenta Mainyu… o el Espíritu Santo?
―Una vez, creo. ¿No es ese solo Dios o algo?
Rodó los ojos.
―No. Es uno de los otros ―dijo, ondeando su mano distraídamente hacia el
cielo―. Angra es su hermano gemelo. Es su opuesto. Angra es el Espíritu
Destructivo.
―¿Cómo un espíritu del que nunca he escuchado tiene un hijo con un
arcángel? ¿No están en dos lados diferentes de las cosas?
Diabolus me apuntó como si hubiera dicho algo brillante.
―Exactamente. Eso fue lo que ella lanzó. Sin embargo, todavía es una
bienhechora ―añadió la última parte como si fuera ridículo.
Necesitaba estar sola o despertar y que todo esto haya sido una terrible
pesadilla.
―Tengo que irme. Pero nunca estoy lejos ―dijo con una inclinación de cabeza
en mi dirección. Entonces se había ido.
Estaba sola.
No estaba despertando.
El mundo seguía aquí como había estado ayer.
El nuevo auto de empresa estaba estacionado junto a mí.
Y todo lo que pensé que sabía había acababa de ser arrancado y devuelto como
un horror tras otro. Las cosas de las que no estaba segura que fueran reales, existían.
Apreté mis ojos y deseé más que nada que todo esto hubiera sido una pesadilla.
Quería despertar con Rathe allí en la cama junto a mí. El Rathe normal. El Rathe
humano. No el Rathe inmortal.
El hecho de que mi padre fuera el Diablo debería haber sido lo peor de todo.
Pero no lo era.
El cierre
Lala Longstreen era una locura y una distracción que estaba agradecida de
tener. Después de dos semanas de trabajar con ella, comencé a entender su proceso
de pensamiento y las llamadas a Barney para que me tradujera eran cada vez más
escasas. Me iba a mudar de la casa de Duely mañana y aunque él no quería que me
fuera, necesitaba estar sola.
Nadie, ni siquiera Duely, sabía quién era yo. No podía decírselo a nadie.
Nunca.
Diabolus no volvió a aparecer, pero Rathe también se había ido. Se desvaneció.
Se llevó todas sus cosas cuando nadie estaba en casa y dejó una nota para que se
quedaran con el alquiler. Decidió que Delvaux no era para él. Se iba al extranjero.
Heath estaba feliz por la partida de Rathe y no había tratado de ocultarlo. Intentó
que me mudara con ellos sin pagar el alquiler, pero no pude tomar la habitación de
Rathe.
Su memoria estaba demasiado fresca. Mis emociones eran demasiado crudas.
Por mucho que quisiera odiarlo, no podía. Me había mentido. Lo que creía que
teníamos nunca fue real. Pero no había sido el único mentiroso. Yo también le había
mentido.
No sabía por qué me buscó si no fue para ver si Diabolus tenía un hijo. Me
acosté en la cama pensando en las razones por las que vino aquí. Intenté
convencerme de que debía tenerle miedo. Era inmune a mi brujería, y ni siquiera el
señor del mal pudo hacerle algo. ¿Por qué fue eso? ¿Tenía algo que ver con la sangre
santa que había en él? Tenía tantas preguntas y no sabía si alguna vez tendría alguna
respuesta. Diabolus no venía a responder nada. No ahora que Rathe se había ido.
Me quedé fuera de la casa de mi madre mirándola y mi pecho lloró la pérdida
de un hombre que creía que era mi padre. Había creído en mi bondad. Creía que la
tenía dentro de mí. Nada de eso estaba ahí. Mi sangre no era lo que me había hecho
elegir el bien sobre el mal. ¿Cómo es que el mal dentro de mí era lo que me hacía
mejor?
La mujer dentro de esa casa me había dado la vida pero vivía aterrorizada y
ahora entendía por qué. Yo era la abominación. Nunca debí haber nacido. Ella tenía
razón. Ya no la odiaba por todo lo que me había dicho. Siempre supo quién era yo.
Lo que era.
Una pequeña figura llenó la ventana del ático, atrayendo mi mirada hacia ella.
Ella era la única razón por la que yo estaba aquí. Annabelle me miró fijamente.
Levanté mi mano para saludarla y ella hizo lo mismo. No quedaba nada para ella en
esta tierra. Murió como una niña y se quedó por el dolor de su madre. No sabía que
tenía que seguir. Dejó que el dolor la mantuviera aquí. Ahora lo entiendo. Diabolus
no tenía que explicármelo. Había cosas que sabía ahora. Desde que me dijo quién
era yo y quién era él, empecé a tener respuestas a cosas que no tenía antes. Ojalá
tuviera todas las respuestas.
―Hoc est domum tuam. Hoc est tempus de hoc mundo ad mortem ire et liberum esse.
Innocentes anima tua, accipe et vade. Soram, Annabelle. Ita summa petunt.
Esa era otra cosa que acababa de saber. No siempre eran hechizos los que hacía.
Estaba aprendiendo la diferencia diariamente. A mis hermanas siempre les
enseñaron hechizos, pero yo podía hablar por mi cuenta.
Ahora sabía que los que me salían naturalmente nunca eran hechizos. Era el
poder de Diabolus. Estaba hablando de su existencia y así fue. Como las palabras
que le dije a Annabelle hace un momento. La pequeña niña del ático se había ido.
No volvería. Estaba libre de un hogar donde la tristeza la retenía. No había más
aferrarse a esta vida para ella ahora. El latín que yo hablaba era simplemente yo
sacando el poder de mi padre y hablando de ello.
La puerta principal se abrió y mi madre salió, con los ojos fijos en mí.
―¡Aléjate de este lugar! ―me gritó.
―Con gusto ―le respondí―. Pero, madre, el hechizo que has puesto en esta
casa para alejarme ―le dije, percibiendo su presencia allí, y luego desapareció de su
patio y reapareció a centímetros de ella en el porche.
Ella gritó y comenzó a lanzar hechizos que no podían afectarme.
―No tengo ningún deseo de venir aquí o de verte. Tenía algunos asuntos
pendientes. No volveré. Hiciste bien en echarme. No debí haber nacido y no
pertenezco a ninguna parte. ―Esas eran las palabras que necesitaba decirle. Un
cierre para nosotras. Un cierre para mí.
―Eres igual que él. Sabía que lo eras. Lo vi cuando eras pequeña. ―Su voz era
nerviosa y acusadora como si yo hubiera pedido esto. Ella deseaba tanto a la tercera
hija que hizo un trato con el Diablo. Yo fui el resultado. No necesitaba quedarme y
recordar el error que deseaba no haber cometido.
Podía mentirme a mí misma pero la verdad era que me dolía. Tener una madre
que no sólo no te quería, sino que te odiaba. Una madre que deseaba que nunca
hubieras nacido. Ella hizo esto. No quería sentir nada hacia ella ni hacia el resto de
los Kamlock. Me había permitido creer una mentira toda mi vida. Ahora, Lucas
Delvaux era una pérdida más en esta pesadilla que era mi vida.
Alejándome del terror en los ojos de Peresephone, no le dejé ver el dolor en los
míos. Era mi secreto. Nadie tenía que saber la angustia que afrontaba cada día
cuando abría los ojos. Sobreviviría. No sería feliz, pero viviría.
Di los últimos pasos que daría en la escalera del porche de mi antigua casa y
no miré atrás. Esta vez me iba de verdad. No tenía que volver a verme. No necesitaba
ese recordatorio. Mi vida con ella se convertiría en un capítulo cerrado. Que nunca
se reabriría.
Cuando mi pie golpeó la acera pavimentada con ladrillos, estaba lista para
irme. Desaparecer de la vista como mi padre siempre lo hizo. Antes de que pudiera
enfocarme en el lugar al que quería teletransportarme, mis ojos se fijaron en un par
de familiares piscinas de azul metálico. Inhalé bruscamente, con el corazón
golpeando mi pecho, pero no parpadeé, temiendo que fuera él quien desapareciera.
El musgo colgaba de los árboles protegiéndolo de la vista y, por un momento,
el dolor que sentía se fue. No importaba quiénes fuéramos. Por un momento, no me
sentí sola.
Como todo en mi vida, ese momento de paz se fue al Infierno.
Abbi Glines es la autora bestseller #1 del New York Times,
USA Today, Wall Street Journal de Rosemary Beach, Sea
Breeze, Vincent Boys, Boys South of the Mason Dixon y The
Field Party Series. También es autora de Sweet Trilogy y Black
Souls Trilogy. Cree en fantasmas y tiene la costumbre de
preguntar a la gente si su casa está embrujada antes de entrar
en ella. Su casa fue construida en 1820 y aún no ha encontrado
un fantasma en ella, pero sigue buscando. Toma el té de la tarde
porque quiere ser británica pero, por desgracia, nació en
Alabama aunque ahora vive en Nueva Inglaterra (lo que la
hace sentirse un poco más cercana a los británicos). Cuando le preguntan cuántos
libros ha escrito, tiene que parar y contar con los dedos. Cuando no está encerrada
escribiendo, entretiene a su hija en edad preescolar, lee (si la niña en edad preescolar
la deja en paz el tiempo suficiente), compra online (su mayor adicción es Amazon
Prime), corre porque come demasiados tacos, y planea sus próximas vacaciones a
Disney World.

También podría gustarte