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AL FINAL DE LA NOCHE

Ya en la calle. El Mc entra hacia las diez de la noche, hora indecisa, como algunos otros
días, quedándose cerca de la puerta, entre la cabina uno y la escalera que da al primer piso
del Ciber. En aquel espacio tan pisado, tierra de todos y de nadie, reino incoloro de cera y
de limpia, con huellas de los viciosos decididos por tener éxito en sus aventuras por la red -
Es fácil engañar a las personas cuando no te ven a los ojos. Todos alguna vez queremos
aparentar ser las personas que no somos en realidad-. Mc da aquellos pasos desganados del
que busca a alguien con la mirada, por entre las cabinas, sin demasiado fervor por
encontrarlo, mientras los pies se le van hacia adelante y todo su cuerpo como refluido por
las miradas de las personas atentas a sus conversaciones en las redes sociales; enviado
algún mensaje o correo electrónico, dicho antes por esos medios. Y un deseo de ser visto y
de no ser visto al mismo tiempo, pasa por su mente.
Busca a los de su raza. Algunos de los de su raza, los chicos del pasado invierno,
vagamente ofrecidos en cada una de sus actitudes, al darse el cigarrillo para encender otro,
al saludar sin prisa, sin efusión; pero, con una vagamente complicidad que está en el aire,
que se enciende en sonrisas, en miradas cuando transportan las manos en sus entrecruces de
sus brazos cuando alguien los observa de lejos. Busca los maduros, con la falsa juventud y
sus casacas de cuero apretadas y con muchos rasgos de antigüedad. Siempre juntos como
lobos viajeros en luz de luna, maquillados de experiencia, soledad, amargura, esperanza,
tanto o más de felicidad. Mc al salir del Ciber, suena su celular y un viento frío del mes de
setiembre del 2011 traía caricias tibias a su cuerpo.
— ¿Aló?—contesta el celular Mc.
— ¿Mc dónde estás?
— ¿Quién eres?
— ¡Soy Carlos!
— ¿Dime dónde están?— dijo Mc.
— ¡Estamos en la plaza de armas!
— ¡Esta bien, voy para allá!
En la plaza estaban, seguramente desde muy temprano ya que les gusta ver a las
chicas más lindas que salen a esa hora. Siempre las más jóvenes salen más temprano, ya
que no les dan mucho tiempo en la calle. Es sábado por la noche. Y la plaza de armas está
abarrotada de gente, la gente está acostumbrada a salir los sábados por la noche en Casa
Grande. Las discotecas y bares funcionan hasta horas muy altas de la madrugada y ahí es
donde extraños sucesos a veces ocurren.
Ahí estaba Carlos en la plaza. Carlos, eterno jugador y vicioso, confidencial en la
conversación, escasa barba. Carlos fumador y susurrante, conversador al oído, perro de
caza, pobre y rico sexual, mendigo sexual, malo y bueno para las chicas fáciles. Llevaba
siempre consigo una camisa negra muy ceñida a su cuerpo, todo de uñas mordidas, pelo
castaño lacio solo hasta los hombros, blanquiñoso y venas verdes muy notables. Siempre
con un cigarrillo, él muy fumador. Para la confidencia limpia y sucia, el buen y mal
consejo, el halago deslizante, se decía a sí mismo y te decía.
— Yo tengo clase, yo tengo dinero, yo voy hacer el amo. Tú tienes dinero, tú tienes
clase, tú eres el amo— decía Carlos.
Muy amigo del Mc es Carlos, bueno para las niñas inocentes. Por años trató de
conseguir a alguien donde pudiera pasar buen tiempo como enamorados, pero se le hacía
difícil a él. Podrían encontrar a alguien en una discoteca o bar, donde podría pasar algo
bueno, pero él sabía que solo sería por una noche.
— ¡Para eso sí eres bueno Carlos! —le decía el Mc.
También ahí se encontraba Rubén, siempre vestido con ropa negra. Rubén de pelo
largo, blanco él, de rostro achinado. Hijo de la noche, experto en seducir a las chicas tiernas
universitarias. Rubén de una estatura promedio, respetuoso y callado. Él siempre lleva una
casaca negra jean, con una calavera llameante bordada atrás, las manos frías con si tuviera
la piel cubierta por hielo. Rubén tipo silencioso que esperaba a su amigo, a su entrañable
amigo, a su compañero del alma, su amigo desde la infantil adolescencia. Mc casi siempre
acompañado de Rubén, se podría decir que eran mejores amigos.
Y viniendo de saludar una chica muy guapa. Tony, afanoso siempre escuchando
música rock en su celular, y como otras noches, Tony de sonrisa falsa y manos caídas, muy
culto él y muy al día, hambriento sexual, adicto sexual y siempre llorando sus desventuras
en las piernas de un bar. Alcohólico y melancólico. Tony de pelo muy largo, con las cejas
pobladas y la mirada penetrante, siempre con una casaca de cuero con rasgos muy antiguos,
él sabe más de música rock que de otra cosa. Tony ve siempre la vida de otra manera, con
la filosofía de que las noches son largas y la vida es corta. Al llegar a ellos, Tony con una
sonrisa retorcida dice a sus amigos:
— ¿Qué nochecita de mierda no?… esa recién me ve después de tiempo, y ya está
queriendo que la llevara algún lado —dice todo eso Tony, riendo.
A lo lejos, que venía con dirección a ellos. Gerald, Alto, con ropa muy suelta,
siempre usando colores fríos. Gerald, velludo, envarado, bigotillo inexistente, nuca rígida,
de barba muy notable que contrasta con su juvenilita falsa, de cabeza pequeña, redondeada,
peinado hacia atrás, muy tirante, como ya no se peina nadie, y con las puntas del pelo
despegadas sobre la nuca. Gerald nocturnamente intelectual, de sonrisa careada y ojos
abultados, que se resistían al esfuerzo de mirar, indiferentes, fijos, hipnóticos. Gerald
conspirador sin plan fijo, pacífico, bueno, indefenso, conversador y conocedor de la vida.
Mc se levantó de la banca para saludar y abrazar a Gerald, porque no lo ve desde ese
día donde fueron los dos a el cumpleaños de una de sus amigas, y cuando ellos ya saliendo
muy tarde de la reunión, fueron embestidos por una moto lineal, y bajando de la misma
moto, dos tipos con sus respectivas Berettas, los apuntaron en la cabeza, y con palabras
muy subidas de tono les pidieron todas sus pertenencias. Cuando por suerte la camioneta de
la policía de Casa Grande, estaba rondando por ahí. Y viendo a lo lejos a ellos en
problemas, rápidamente fueron tras ellos. Los malhechores arrancaron la moto y los dejaron
solo con el susto de casi ser asaltados.
—Bueno muchachos las cosas son así esta noche, esta noche vamos a tomar alguito
pues —dice Tony.
— ¡Oh sí alguito! —le contestan todos riendo.
— ¿Pero a dónde vamos? —Dijo Carlos — ¿Hablen pues muchachos? —Carlos se
para frente a ellos y los mira.
—Bueno, yo digo que vamos a la Tabola Calda—refuta Tony.
— ¡No!—dice Rubén —Para que después salgan peleando con el dueño ¡No!...ahí
¡No!
—Sí, como ese día, que fuimos y ya estábamos tan borrachos que comenzamos a
reclamar al dueño por qué tan caro el ron con gaseosa… —Gerald les dice riendo.
—Y tú, Mc, ¿A dónde quieres ir? —le pregunta Carlos.
—No sé pues muchachos, a donde sea, lo importante es que hoy la pasaremos bien—
responde Mc asiéndose un lío con el cigarro y tratando de sacar un chicle de su cajita con la
otra mano.
—Entonces será cuestión de ir al Light pues; ya que es más tranquilo —Tony.
—Ya pues, chévere.
— ¡Vamos!—dicen todos.
Cuando ya casi saliendo ellos de la plaza, y como siempre tarde. Saúl. Siempre a paso
lento, un poco desafiante, peligroso y risueño a la vez, siempre pendiente del trasero de las
chicas. Saúl mañoso sin mucha maña, fuerte, hermético y vinoso, curtido de pelas y
anochecidas en los bares, con las manos duras como de otra persona. Saúl, sonriente feliz
de alcohol y complicidad alegre. Saúl era un chico muy soñador, orgullosamente Aries, y
esto le traía un respeto y una gratitud de sus amigos y los cómicos y las lesbianas y
homosexuales. Saúl con un gran talento para el dibujo, eso lo hacía muy buena gente dentro
del grupo, casi nadie fuera del grupo se atrevía a faltarle el respeto. Saúl casi sin saber
mucho de la vida, pero la imaginaba vagamente, él sabía que ahí podía encontrar alguna
vez su redención, ya que no, desde luego en la oscuridad, y siempre buscando la luz.
— ¿A dónde van maricas? ¿A dónde van? —Saúl les dice, haciendo un movimiento
con su cabeza.
—Saúl, vamos al Light —le dice Tony.
—Ya pues, hablen, chelitas será — dice Saúl sobándose las manos.
— ¡Claro! Una cajita puede ser, como para ver las niñas —dice Tony.
— ¡Ya pues, vamos!—respondió Saúl.

II
Sábado en la noche en Casa Grande, la gente está acostumbrada a salir sin dirección
alguna; ya es una costumbre de la gente salir, así, todos los sábados, especialmente en la
noche, dando vueltas por la Avenida Tren y Plaza de Independencia. La ciudad está llena
de alegría y música, que va sonado y se escucha por las calles frías de este mes invernal.
Por las calles nocturnas, vienen los seis amigos, caminando de modo irregular. Lejos y
cerca está el rumor de la cuidad, el inmenso bajo de la orquesta de alguna fiesta, y el gran
frenazo de un automóvil repercutiendo en el cielo, la marcha numerosa que va por la
"Avenida Tren " y la “Plaza de Armas”, y por estas calles céntricas y apartadas, las seis
figuras van despacio, de prisa, hablando alto, hablando bajo.
Mc, Carlo, Rubén, Tony, Gerald y Saúl. Se advierte en el aire si esa fatalidad de que
estas noche todo puede suceder. Mc de cabello no muy largo, lacio, con las cejas pobladas,
con una mano en el bolsillo de su casaca va aminado al costado de Rubén. Carlo y Tony
van bajando y subiendo por el bordillo de la acera. Gerald se retrasaba por mandar
mensajes de texto en su celular, acompañado por Saúl que va encendiendo viejos
cigarrillos, habla consigo mismo, va él fumando el último de sus Lucky Strike, entre
cansino y ligero. Tony va cantando una estrofa de la canción de soda estéreo “La ciudad de
la furia” que va escuchando por su celular. Van ahora a paso lento, hacia el Light, con frío
y deseos de ya estar dentro del bar tomado cerveza. Todos ellos van subiendo por el
boulevard, donde siempre reúnen los raperos y los chicos que bailan "break dance”. Mc se
aprieta contra el rostro la breve solapa de su casaca negra. Rubén mira a Mc. A veces
parece su hermano, él vino desde hace mucho tiempo acompañándolo en sus aventuras y
eso Mc muy bien lo comprende de él, su gran amigo, siempre le recuerda que hay que reír
de todo.
A las puertas del bar hay un tipo que pide un sol de entrada. Por allí andaba la
camioneta del Serenazgo de Casa Grande que vigilaba que no haya problemas.
En el bar hay un clima de espejos y luces amarrillas como si el salón estuviese
iluminado por lámparas de mecha, un sabor en el aire de ocio perfumado y conversación
tardía. Unas chicas muy guapas atienden la barra, saludan a todos por sus nombres. La
barra tiene un toque a esas barras de las películas del oeste, es un cómodo sitio donde están
los personajes entre dorados de siempre, que parecen los mismos de todas las noches, y
efectivamente lo son, o no lo son, y otra vez el tipo con la chica con el pelo pintado de
rubio. Y en una esquina del bar. Un grupo de metaleros riendo fuertemente, con sus casacas
de cuero, todos de cabellos largos he intimidantes, a simple vista, todos mirándose,
diciendo cosas de las personas que entran. Ellos miran por los espejo del bar, por entre las
botellas caras, con un aire de luces antiguas que hacen sentir un ambiente bien cómodo. En
el bar se escucha música Rock, dibujando vagamente en el aire del espíritu de la década de
los ochentas. Pero la música se perdía entre las conversaciones como agua escasa en la
tierra. Mc saca un cigarrillo del bolsillo de su casaca. Rubén pide las primeras tres cervezas.
Carlos los mira y les dice:
—Hay mucha gente ¿No?
—Sí…y es todavía temprano —contesta Tony.
—Sí pues, además aquí solo vienen personas decididas a beber bien —dice
Gerald botando el humo de cigarro por la nariz.
—Saúl, y ese día que te vi por las “Calle Palmeras” ¿Con quién estuviste? —le
pregunta Carlos sirviéndose cerveza hasta el tope en el vaso.
—Ah, una amiga, fui a verla para conversar un rato.
— ¿Oye, ella no era Karen?—pregunta nuevamente Carlos.
— ¡Sí!
—Pero ella es menor que tú, ¿No?
—Y que tiene, solo fui a conversar —Saúl le contesta botando el humo por boca.
— ¿Muchachos se acuerdan de Carol? —Gerald entra en la conversación.
— ¡Claro!— contestan Saúl y Carlos.
—Ayer la vi comprando en la calle con su hermana. Creo que ya no está con el
imbécil de su enamorado.
—Ah… será cuestión de volver a visitarla — dice Carlos sonriendo con el cigarrillo
entre los dedos.
— ¡Anda oye, si ya fuiste tú! —comenta Tony, inclinando el vaso para servirse
cerveza.
— ¿Qué?... y no lo puedo volver a intentar.
— ¡No! ya fuiste, yo voy a visitarla en estos días.
— ¡Tú!… jajá, anda oye...
—Ya muchachos no pelen, no arruinen la reunión por un chica que no están seguro si
sigue con su enamorado —les dice Rubén, con Mc que les mueve la cabeza a todos, como
diciéndoles es verdad lo que dice él.
Desde antes. Light era un bar donde siempre era concurrido por tipos entre tímidos y
extrovertidos, con las señoras y señoritas que andaban siempre en lo suyo. Lo suyo era el
último loco con dinero a quien desfondar. Ahora, Mc ha llegado al Light con sus amigos
pero ya están llegando chicas muy jóvenes y jóvenes sodomitas y viejos importantes,
incluso algún músico de orquesta y muchas chicas hermosas. Carlos tiene relaciones en ese
lugar con gente que llega ahí, ya hace bastante tiempo. Carlos sabe hacer las cosas. Carlos
se acercó a un tipo que estaba en la barra bebiendo solo, y lo saluda y habla con mucha
naturalidad. Le tocaba el hombro como si ya lo conociera desde hace mucho tiempo. Sí, ese
es Carlos, la confidencia sucia y el buen consejo.
— ¿Qué nochecita de mierda?—les dice Carlos al regresar a la mesa de donde yacían
todos sus amigos.
Y no se refería al clima de la calle, sin duda. Pero Tony y Saúl tenían una polémica
borracha de jóvenes lujuriosos.
— Tú, no levantas más que yo —le decía uno al otro —Yo levanto más que tú a
unas flaquitas bien ricas —le decía Tony a Saúl.
— Saúl eres un enfermo pajero —dijo Tony con media sonrisa. Saúl ríe palmeando el
hombro de Tony.
Mc tiene en las mejillas el beso perfumado de las chicas más bellas y de las
adolescentes que siempre acostumbra ver entre semana. Tiene él, en las mejillas el beso
falso y sincero de sus viejas amigas, y se alegra tímidamente de que hayan echado de
repente a Cesar, su mejor enemigo por decirlo así; lo han echado del bar. Que desde lejos le
estaba dando la noche, tan solo con mirarlo. Ha sido la única forma de quitárselo de
encima, aunque Mc tiene así como un pálpito que volverá a encontrase con él, antes del
amanecer, o quizás en el amanecer mismo; porque esta noche es una de esas noches en que
todo tiene una segunda vuelta y el final se anilla extrañamente con el principio. Como en
una de esas películas latinas que tanto le gustan, con esos finales perfectos. Así piensa Mc
mientras se hace un lío con el cigarrillo en una mano, y el vaso de cerveza en el otro.
En el bar se escucha la canción de Bryan Adams “Todo lo que hago lo hago por ti”,
se agarra la cabeza con una mano, se llena el vaso de cerveza mientras sus amigos cantan a
voz baja. Mc recuerda a Liliana la mujer niña que es ahora, su eterna enamorada, la que
nunca olvida y no olvidará nunca, por ella es que él es como es, recuerda su risa, su llanto.
Ella lo es todo para él. Y no fue casualidad que en ese mismo momento la vea entrar al bar
justamente vestida como a él le gusta. Siempre llevando al límite su belleza. Siempre
vestida con su blue Jean muy bien ceñido y llevando el pelo suelto, largo, lacio y castaño.
Con su típica casaca marrón de cuero en el que una vez derramó media botella de jugo de
durazno, cuando le daba de beber en la boca.
— ¡Anda Mc, no mires atrás!… creo que se te hizo la noche —le dice Rubén en voz
baja.
Liliana entra acompañada por un grupo de amigos y amigas. Mc deja todo y en su
embriaguez va hacia ella. Pero, se detiene en medio camino, quizás porque ella ya no la
pertenece a él, ya hace mucho tiempo que ya todo terminó entre ellos. Regresa a sentarse,
prende un cigarrillo y solo la mira desde su mesa y recuerda mirando el humo del cigarro,
la vida con ella unos años atrás.
Donde el otro chico, y él esperaban a la pálida colegiala impura, la niña con su
uniforme y la placa del colegio de plata labrada, como un objeto sacro, sobre el inexistente
seno izquierdo de la adolescente. Ella los tocaba, les leía las rayas de las manos, se
escondía con uno de ellos en unos rincones de la escalera, palpitantes, sudorosos, en
un éxtasis sexual, mientras el otro los buscaba por todo el colegio. Ella se iba escalera
arriba hacia su salón, apresurada como paloma que sale de su jaula donde estuvo encerrada,
al sonar el timbre del final del recreo. Ella a ellos los dejaba enervados, olorientos, febriles.
Ellos la pintaban en la última hoja de su cuaderno como un ángel. Se desahogaban tras la
gran puerta del salón cerrada en las clases de educación física, o en el baño de mujeres. Era
un caer en un desahogo violento, vuelto sobre sí mismo, de todo el amor y todo el deseo
que la adolecente les había dejado dentro.
Ah el sabor de sus besos y la sensación dulce del pecado, la ternura un poco brutal
de dos adolescentes, solos y viciosos en el anochecer de una casa abandonada sin luz, con
las llaves en su poder, tantos años ah, ahora que el tímido muchacho vendría a ser Mc
recordando aquellos años. Despierta de su trance y mira los espejos del Light, se pasa una
mano por el pelo negro, suave, cepillado, por las patillas y la poblada nuca, como un
terciopelo intersexual, y se ve en un lejano espejo el rostro de bello mentón, de ojos tristes
y cejas pobladas. Con la camisa blanca, y el cuello de la casaca de cuero negro. Y una vaga
burla romántica se dibuja en su rostro con el cigarrillo en la boca y las manos blancas he
inseguras.
El recuerda que la colegiala que los dejaba temblorosos de roces fugaces. El otro, el
amigo quien vendría ha ser Cesar, torpe, brusco, menos querido de la chica. Despechado y
celoso. Buscaba el desahogo, buscaba robar a su amigo Mc, todas las preferencias que ella
le había concedido, que ella trasfería a aquel chico más tierno, más lindo, más quieto, más
callado. Quería siempre arrebatar el encanto de ella. Quería sentir caminar de la mano,
como lo hacía con el otro chico.
Al colegial enamorado y torpón le turbaba su amigo por trasmisión o herencia de los
encantos de la bella adolescente, y mientras recordaba Mc todos aquellos lejanos días. Se
sentía ahora aquel niño tierno de diez años atrás, cuando la vida era escasa y el cielo se
ponía de un color extraño en el atardecer, como en una aurora boreal que se cernía sobre el
pecado de ambos, igual que aquellos cielos de Sodoma y Gomorra, de un aspecto
anaranjado que se extendía en la bóveda celeste, camino al anochecer.
Entonces Mc vuelve totalmente en sí de su trance del pasado, y pide tres cervezas
más para su mesa; quiere borrar todos esos recuerdos y matar lo poco que le queda de
aquel niño tierno que siempre la recuerda, en un llanto reprimido que aparece cuando está
solo en el oscuro abismo de su habitación. Ahora que está reunido con sus amigos, en un
rincón de “El Light”, bajo la música y el efecto del cigarro y alcohol, y trata él de olvidar;
que aquella chica, alguna vez fue suya.
— ¿Quién es la chica que está en la barra Carlos? — preguntó Rubén.
—Ah, ella es Paola, siempre viene aquí, pero es raro verla sola, siempre está con sus
amigas. Seguramente está esperando a sus amigas.
— ¿Tú crees?... A lo mejor está buscando compañía hoy, ya sabes cómo son las
chicas de su clase. Las maduras. Seguro está con ganas de enredarse con alguien hoy —dijo
Rubén—Tony, anda y le hablas, y la traes aquí con nosotros —agrego.
—No... Hoy no estoy tan perro como otras noches—contesto Tony.
—Tranquilo muchachos que la noche recién empieza, después vamos a ir al Hatun
Wasi, me dieron el dato que hoy toca una banda de Rock —les dice Carlos.
Mc mira la mesa donde está Liliana, y ve que se levanta y corre hacia un costado del
bar agarrando el celular, tapándose con una mano la otra oreja, y luego la ve que llega al
lugar donde están sus amigos y algo les dice. De pronto los ve que se levantan todos de la
mesa y salen.
— ¡Mc, mira Liliana sale del Light! — Carlos dice apuntando con su cigarro.
—Sí, me di cuenta, no me importa a donde vaya ella; total ya hace mucho tiempo
que lo nuestro terminó.
—Vamos muchachos hay que terminar este par y no vamos al Hatun Wasi — dice
Carlos.
—Saúl, verdad me dijeron que el otro día te agarraste a pelear, por defender a una
chica que estaba siendo golpeaba por su enamorado.
—Sí pues tiazo, el tipo era un cobarde, yo salía tarde de la casa de Carlos, cuando veo
a un tipo golpeando la cara de su enamorada, una chica más o menos de quince años. Lo
agarré por la espalda y me lo eché encima.
— ¿Y no te hizo nada él?
—Sí, agarró una piedra y me la tiró, me cubrí con el brazo. Mientras la chica se
desesperaba y gritaba. Después le vi que corrió hacia su casa. Después ya no la he visto
desde ese día —les cuenta su anécdota Saúl mientras fuma uno de sus cigarros.
—Seguro la chica hoy está con él nuevamente. Las chicas de hoy son así actualmente,
pareciera que les gusta que las traten mal —comenta Rubén.
— ¡Ya muchachos es hora de salir de aquí! — dice Mc.
Algo dentro de él le dice que Liliana está en el Hatun Wasi, con sus amigos,
seguramente buscando a alguien como él. Aunque él diga que ya no sienta nada por ella, él
sabe muy bien que en noches como está, siempre llamará su atención.
Los seis amigos salieron del bar, despejados de tanto humo de cigarrillo y con ganas
de más alcohol en sus venas, improvisando pequeños versos va Tony, y delante Gerald
hablando con Carlos sobre cosas de amores no correspondidos. Mc va dejando colillas de
cigarrillos muertas sobre el pavimento, va pensativo, silencioso y se mete las manos en los
bolsillos de su casaca, va caminando despacio como alguien que va hacia su cita con la
muerte, ansioso y deseoso, pero a la vez temeroso de lo que pueda pasar.
—Ah Liliana… A ella siempre le gusta amar a oscuras, domina solo con la mirada.
Siempre se preguntan todos ¿Que la hacía tan irresistible y misteriosa a la vez? Ella nunca
cedió a mis caprichos; sin embargo, ella hace que cualquier hombre ceda a sus caprichos y
siempre tomando el control de las cosas. Así es Liliana. La chica angelicalmente malvada
que me es difícil apartar de mi mente en noches como esta, que no mide las consecuencias
de sus actos. Siempre rompiendo los corazones de los incautos y tontos que la ven por
primera vez, engañados por su belleza, engañados por sus lindos ojos, estafados por sus
besos y roces fugaces. Ella siempre será como es y nadie cambiará su forma de ser, oh mi
Liliana— Así se iba diciendo Mc en voz baja, mirando su sombra en la vereda, mirando los
reflejos de las farolas en las paredes de las calles del Barrio Obrero, que se eclipsan en la
oscuridad de la noche y solo son alumbradas por los faros de las motos y autos que por ahí
circulan.

III

Estando ellos ya, frente a Hatun Wasi; ven entrando a la que fue una vez la ganadora
del certamen de belleza que se realizó aquí en " Casa Grande"; ven entrando a los jóvenes
sodomitas que mueren al amanecer, vestidos muy ceñidamente; ven entrando las señoritas
maduras que difícilmente se perderían una noche como esta; ven entrando las chiquillas que
siempre van todas las noche, y también, ven entrando a los rockeros que venían del Light
en ansiedad por más Alcohol. Unas chicas se ven llegar con dos tipos cada uno en sus
motos. De repente se le cayeron monedas de su bolsillo a uno de ellos y se pusieron a
indagar por el suelo, buscando las dichosas monedas frente a la puerta del recinto, donde
salía la música con gran estruendo y las luces que llamaban, aún más, a la diversión y al
desenfreno total.
Hatun Wasi tiene ya en su ambiente el humo que se mezcla con la música de la banda
y la entre visión de todas aquellas luminosas personas que habían visto pasar, que se
atraviesan por el angosto camino de las espaldas de la gente, por el lleno del lugar, en un
ahogo de música, cigarros y alcohol. Mc, en una vista fugaz, choca miradas con César. Él
se dice así mismo: “Sabía que lo encontraría aquí también, y seguro que estará Liliana aquí
también”. Dijo tratando de pasar por entre la gente que llenaba el local.
— ¡Vamos, hay que buscar un lugar muchachos! —les dice Mc gritándoles, para que
lo escuchen por entre la bulla de la música y la gente.
El ambiente está muy bueno, la gente disfrutaba de la música de la banda. Liliana
estaba en un grupo con sus amigos. Estaban entre sus amigos, el chico moreno que siempre
se sabe que vende hierba, estaban también ahí con ella, otras gentes que se dicen que la
consumen. Entre sus amigos están también las chicas y chicos de un grupo coreográfico
que estaban dando la hora al ritmo de la música.
Liliana tiene las piernas hermosas, el pelo castañamente feroz y ojos grandes. Liliana,
de carne blanca y fácil, un poco casi salida de un relato de princesa encantada, llena de luna
y de sol, de mar y de arena y de cielo, de brisa y de noche. Misteriosamente bella y
malvada. Casi siempre se le ve fumando sin mucha prisa, siempre mirando, analizando lo
que puede suceder. Una vez que todo se vuelve confusamente bueno. Ella va en busca de
aquellos que quieren tener algún encuentro del primero, segundo, tercero, cuarto y hasta
quinto tipo.
Así es como Mc con el alma en un hilo veía pasar la noche, tomaba parte en la
conversación, de vez en cuando, escuchaba y fumaba, ofrecía cigarrillos y fuego para los
cigarrillos. Llenaba el vaso de Appleton sin mucho hielo.
Los seis amigos, esta noche sacan el dinero, que es una lástima ver cómo se les van
los azules. Qué vida. Pero Liliana sería una solución para Mc, de momento. Claro que, eso
dice ahora, luego cuando está delante de ella le da miedo. Puro miedo, como que es una
chica demasiado bella y devoradora. Una tigresa, una leona, una loba. Cualquiera se
defiende de eso. Pero él no. Mc diviso la banda y se da cuenta de algo. Vio que el vocalista
en algún tiempo lo conoció y que eran amigos. Mc les dice a todos:
— ¡Muchachos al vocalista lo conozco, se llama Augusto, es mi amigo!
— ¿Qué va ser? —dicen en coro todos los reunidos.
— ¡Sí! ahorita lo llamo, si quieren ahorita voy y le pido que toque un tema que a mí
me gusta mucho —dijo Mc.
Se acerca hacia el vocalista, mientras el susodicho animaba a la gente, y al llegar a
él, lo ve y se acuerda rápidamente de Mc. Y al recibirlo con un abrazo, se acerca a su oído
y le dice:
— ¡Agucho, me encanto el tema anterior!
— ¡Mc amigo, qué sorpresa!— le responde agarrándolo por los hombros y viéndolo a
los ojos.
— ¡Sí pues! ¡Agucho tengo un tema que quiero que lo toques! —Mc le dice
nuevamente al oído.
— ¿Cuál quieres que toquemos?— le responde al oído.
— ¡Pronta Entrega de Virus!… ¿Podrán tocarlo?
— ¡Por supuesto, ahorita va!
— ¡Gracias, oye un gusto haberte saludado y verte en la banda!
— ¡No, de nada amigo!
— ¡Gracias, mándame saludos!
— ¡Ok, chévere! — le responde Augusto con el pulgar arriba.
Cuando Mc llegó al lugar donde estaban sus amigos, ve a Liliana conversando con
uno de ellos, y a poca distancia de llegar él, ve que ella se aleja de ellos. Mc desconcertado
de lo que acaba de ver, llega al sitio y pregunta a Rubén.
— ¿Que quería ella, que te dijo?
— Nada, solo me pidió un cigarrillo.
—Ah, ¿Qué raro?
—Sí, estaba medio rara, pero no permitas que esto te arruine la noche; mira creo que
tocará tu pedido — le dice Rubén sonriendo.
Cuando por los altavoces se escucha su saludo. Mc le alza su vaso de ron al vocalista
de la banda y empieza a escucharse el tema que pidió. Mc y sus amigos disfrutaron mucho
de este tema, que siempre ellos lo piden en los bares y discotecas, y que tiene una letra
tan maravillosa y bella a la vez.
_ ¡Gracias y buenas noches, esto fue todo por hoy, somos “C G Rock”!—se despidió
así el vocalista de la gente.
Ya con el sonido del DJ, Liliana sorprende a Mc tocando su hombro y diciéndole
al oído. —Anda Mc, sácame a bailar, mis amigos están como locos y yo me siento muy
sola —. Y todo el perfume de Liliana, toda su locura de claveles trópicos, toda su voz
irónica y templada se inclinaban sobre la oreja izquierda de Mc, que se puso en pie, se
deshilvanó, no sin una leve expectación por parte de todos, y cruzó la pista llevado de un
dedo por Liliana. Las luces y la música creaban un ambiente propicio para este tipo de
encuentros, algunos cantaban, otros reían, fumaban, tomaban y bailaban entre ellos. Las
más lobas se movían como si no hubiese mañana, las lesbianas fumaban en tertulia casi de
hombres y al otro extremo de la pista de baile, con sus cabellos largos, fuertes, y sus
pantalones Jeans desteñidos. Los rockeros que tomaban cerveza como si el mundo se
terminaría mañana. Y unas cuantas parejas bailando en medio del salón. Mc tuvo en sus
brazos la belleza sobrante de Liliana, todo el clima que desplegaba y desplazaba aquella
mujer, que le abrazaba y le mordía suavemente en los labios.
Mc se llenó de su perfumada y maravillosa dicha que se notaba en sus labios cuando
la besaba y bailaba con ella, como si toda esa angustia que la acompañaba todas las noches,
haya terminado en esto. Y Liliana enredaba la boca de él, le mordisqueaba la lengua, le
besaba los labios por dentro y recorría minuciosamente con su fresca y puntiaguda
lengüecita de gata la boca fresca y feliz del muchacho. Quizá, Liliana en realidad se sentía
muy atraída por él, he incluso estaba cometiendo por él aquella locura de habérselo sacado
a bailar, cuando alguno de sus obsesionados pretendientes podrían entrar en cualquier
momento, cansados de buscarla por todos los lugares, donde solía pasar sus aventuras
nocturnas, donde toda la gente podía llevar su perversiones al extremo y ponerse celoso y
dar el numero ahí mismo con el tímido muchacho.
Se comprendía que Liliana en aquel momento lloraba por sus infidelidades, por aquel
tiempo que paso lejos de él, por no llamar su atención en situaciones donde se sabía que
podía encontrarse con él; pero ninguno de ellos daba su brazo a torcer. Y de pronto él la
miraba a los ojos y la abrazaba muy fuerte, y dejaba de bailar, en un rincón, hasta que ella
iniciaba de nuevo el leve ritmo. El Mc estaba un poco cansado de todo este juego de
entregas y arrepentimientos fugaces, y, por otra parte, Liliana lo tomaba de las manos y le
hacía gestos de terminar el baile para así los dos fueran a algún lugar más privado.
Luego fueron a sentarse en un sillón hondo y rojo, bebieron ron y Liliana acostó su
cabeza en el hombro del Mc y le habla de todo el tiempo que paso lejos de él. Y él le habla
de sus noches sin ella y cuánto la extrañaba, que sentado en la oscuridad la recordaba y la
lloraba embriagado con nostalgia y recuerdos de su hermosa figura.
Cuando Mc volvió con Liliana, a donde estaban los demás, vio que en el grupo de sus
amigos estaba también ahí reunido Cañero, un viejo amigo de Mc, de cabello largo y que
siempre lleva con él toda la magia que envuelve la noche. Cañero viejo luchador desde la
cruel adolescencia, en aquellos círculos de Arte y música donde se hacía una
cultura menestral de recitadores y poetisas de un mundo irreal, donde lo que más tiene
sentido y lo que más palpable podías tener era una canción o un poema. Que te pueda
llevar a ese misterioso mundo creado por los sueños y el pensamiento libre.
Mc conoció a Cañero cuando él frecuentaba, aquellas tardes polvorientas y pobres en
penumbra, que se hacían en el viejo “Cine Casa Grande”, donde todo el circulo artístico
asistía, donde Mc ahí también conoció a Karen, una chica que siempre estuvo sola, siempre
la vio sola, siempre se veía sola. Ella era una chica que le gustaba ese mundo de arte y
poesía, era una chica inteligente, se podría decir que Karen se deleitaba caminando sola,
sola escuchando música en su reproductor mp3, ella necesita de la alegría y la visión
romántica de los inviernos, sola con su cuaderno repleto de poemas de su creación, y en
las noches solo de la compañía de su grande gato Ghost.
Mc se acercó al grupo agarrando a Liliana por la cintura. Se acercó diciendo:
— ¿Cañero, amigo qué sorpresa? ¡Coge un vaso y bebe tío!— dijo Mc.
— Gracias brother —contesto Cañero.
—Con mucho hielo, échale bastante — agrego Tony.
— ¿Tienes sueño Liliana? —pregunta Carlos.
— ¡Claro que no!—dijo ella sonriendo y agarrando el brazo del Mc.
— ¿Te preparo algo suave?— dijo Carlos.
— ¡Claro, si fueras tan amable!
— ¡La juerga al parecer recién empieza! ¡Qué tal si vamos al Rey de Copas! —les
dice Cañero.
—Cañero, pero si ahí están tus amigas poetisas… puede ser ah… —dice Tony
tomando un sorbo de Appleton.
—Sí… verdad que me dijeron que ahí estarían.
— ¡Ya pues, entonces vamos ahorita!
— ¡Terminen rápido pues el Appleton!—dijo Mc.
— ¡Saúl!… tú toma más para que llegando saques a bailar a las niñas —dice
Carlos riendo.
— ¡Sonso!… no ves que yo saco a bailar cuando estoy borracho no más —refuta
Saúl, con la risa de todos por el gracioso comentario de Carlos.
— ¿A dónde ha ido Gerald? — preguntó de pronto Rubén.
—Por ahí fue, creo que fue al baño —respondió Carlos.
— A lo mejor ya se fue —dijo Rubén —Anda a buscarlo Carlós, para ya irnos al Rey
—agrego Rubén.

El grupo guardaba una unánime simpatía hacia Gerald. Pero había que dejarlo ir a
veces. Hay momentos en que es bueno que el hombre esté solo.
Carlos fue primero al baño, salió inmediatamente y se dirigió a la barra y ahí lo
encontró.
— ¿Gerald que haces aquí?
—Estoy esperando a mi amiga.
—Vamos al grupo, vamos a ir al Rey de Copas —dijo Carlos— ¿Estarás feliz
maricón? —agrego.
— ¿Por qué?
—Seguro verás ahí a Mónica.
— ¿A quién?
— Sí Mónica. La chica que te vi el otro día, ahí mismo en el Rey de Copas.
—Ah…pero ella se fue de viaje.
—Bueno, no lo sabía —dijo Carlos —Rosquete este —dijo sonriéndole — ¿Y quién
es tu amiga?
—Mira, ahí está mi amiga —respondió Gerald —Sonia, él es Carlos. Carlos, ella es
Sonia. Vamos a ir al Rey de Copas, con todos mis amigos, habla qué dices.
—Ya pues, por mí normal, que para mí la noche recién empieza—respondió Sonia
muy coquetamente.
Sonia llegó a Casa Grande de su natural Ascope en busca de trabajo. Ella tiene veinte
años y tiene una preciosa cara de muñeca increíblemente expresiva y mucha inquietud por
ganar dinero, por saber cuánto podían valer aquellas carnes suyas, tan tersas y tan bien
formadas. Sonia trabajaba de instructora de baile en un gimnasio muy popular de esta
dulce tierra, y fue novia de un futbolista a quien después encontraron muerto en un
descampado en las afueras de esta ciudad. Sonia un poco sola desde la muerte del
futbolista. Ahora Sonia solo le interesa dejarse llevar por toda la vida que trae la noche.
Ahora, Sonia se viste mejor, se peina mejor y bebe con un apetito juguetón, hace la vida de
noche y espera el momento en que algún tipo la acechara.
Gerald, la llevó al grupo, les presentó a todos cordialmente, le ofreció un trago para
terminar de tomar el Appleton, para que después salga y vayan todos al Rey de Copas.
—Llevamos un rato esperándolos muchachos —dijo Mc cuando llego Carlos con
Gerald acompañado por Sonia.
—Y tú Gerald como siempre vas sin decirnos nada —dice Tony.
—Pero ya muchachos, ya me tienen aquí —contesto Gerald —Que esta noche vamos
a darle duro —Gerald les dice mirando y sonriendo a Sonia con una cierta complicidad
sexual.

IIII

De nuevo en la calle, los esperaba un fuerte viento. Eran casi las dos de la madrugada.
Todo el grupo camina despacio, en una calma de frio y soledad. Son nueve locos
noctámbulos, noctívagos y noche-riegos. Siete hombres y dos mujeres dispuestas a esperar
en pie el nuevo día, hasta llegar al final de la noche en compañía de sus acompañantes y en
caso de Liliana de su amante Mc. Todo ellos ya fuera de Hatun Wasi, llevan los cuellos de
los abrigos subidos, fuman y apenas hablan entre sí. Mc lleva cogida por la cintura a
Liliana. Sonia ha tomado del brazo a Gerald y le habla despacio de cosas vagas. Rubén va
junto a Tony hablando entrecortadas anécdotas de sus caserías en Trujillo. Carlos va detrás
de ellos queriendo hacer una llamada a alguna amiga que de repente este esperándola ahí.
Mientras Saúl y Cañero van cantando un verso de la canción “Opio de héroes del silencio”.
Todos van por la amplia Avenida Tren, esa calle tan histórica de Casa Grande, aquella
principal calle que es como la columna vertebral de este lugar. Donde cada uno de ellos
guarda tantos recuerdos acumulados desde su niñez, pasando por su complicada
adolescencia, hasta estas noches. Solo guiados por la luna llena.
Esta noche evoca para el Mc delicados y violentos roces con sus sueños de soledad,
donde crea la perfecta visión de una noche de gloria para él, donde por fin un hombre como
él encuentra su dicha, a esa alta hora, donde desde el principio estuvo llena de encuentros
desafortunados.
En el Rey de Copas se escucha la canción de Soda Stereo Cuando pase el temblor,
junto con el corío de voces de la multitud que eufóricas están en la pista de baile. Dentro
hay mesas de madera y asientos con un aspecto rústico como de bar de películas antiguas.
Los grupos de todas las noches ya avanzados por el profundo efecto de la cerveza, que
hasta en el piso está regada por donde quiera.
Algunas parejas bailan esa música tan popular de la década de los ochentas. Hay
hombres y mujeres sentados y otros bebiendo y fumando, algunos grupos conversan. Un
muchacho solitario vagaba buscando su grupo. Por allí andaba Joselyn una de las chicas
más bellas que siempre está pasando sus noche en este antro, coqueteando con chicos de
mirada oscura y camisas de alto cuello. Allí estaba el músico de banda, pesado y
lamentable solo, muy borracho, yendo de grupo en grupo, buscando al amor de su vida para
aquella noche por veinte, treinta y hasta cincuenta soles, como mucho, si la cosa realmente
merecía la pena.
En un rincón estaba Cesar fumando y bebiendo con dos amigos, ya se veían un poco
amenazadores, solitarios y silenciosos como siempre. Al Mc se le había agudizado su
presencia desde que entro con todo el grupo, y Liliana le habla al oído, por entre la bulla de
la música y todo lo que envolvía el lugar. Tony y Rubén invadieron una mesa media
desocupada, jalaron asientos para todos. Gerald se había sentado junto a Sonia y cañero fue
a saludar a unas amigas que vio pasar por ahí solas. Saúl se sentó con todos los demás en
entorno. Gerald saco a bailar a Sonia, mientras cañero se veía a lo lejos hablando con dos
chicas ya un poco sudadas por los movimientos que produce el cuerpo al bailar. Llego con
ellas al grupo, presento a todos, ellas eran Natalie y Brenda, dos amigas de cañero que
amaban la noche, dos bellas jóvenes que se separaron de su grupo, para buscar alguna
aventura fuera de aquellos con quienes entraron.
En el Rey de Copas se vivía una fiebre de sábado por la noche. El alcohol
había subido muchos grados en todas las cabezas. El Mc y Liliana salieron a bailar. Saúl
saco a bailar a Brenda, mientras Carlos a Natalie. La pista de baile estaba llena de esa
riqueza del espectáculo que produce la música, el alcohol, las luces y el deseo concreto y
vehemente, agudizado, angustioso; las fugitivas miradas de las parejas que danzan en el
brillo de luces y sombras, la complicidad del reconocimiento de caras lejanas y cercanas de
los distintos grupos sociales del mismo lugar. El Rey de Copas es como un enorme lugar
santuario para los que buscan aventuras de una noche, tiene un escenario pegado a la pared
en medio, donde un DJ mezcla sin parar la música, y la multitud hirviente en medio de una
pista llena de luces, humo y fantasía. Hay un palco que está en un segundo nivel a un
costado donde siempre va la gente que solo quiere beber y ver a los que están en la pista de
baile. La gente entra y sale del lugar, y en la pista un friso de cabezas entre cortadas sale a
flote de la penumbra de luces, humo, y entre largos besos, y caricias exageradas.
Mc, seguía en su baile eterno con Liliana. Gerald ponía más alegría al bailar más
pegado en un juego de piernas y brazos con Sonia, y ella bailaba muy bien (todas las
mujeres bailan bien), pero ella le ponía muchas ganas. Carlos baila pegado con Natalie.
Carlos apenas bailaba, sino que estaba pendiente más, de la gente conocida, de los saludos,
de las sonrisas. Natalie, olvidada de su amigo, desataba en el baile habilidades y lujuria de
mujer hambrienta y solitaria. Saúl y Brenda bailaban y se hablaba al oído, más que a bailar,
hablar. Él le preguntaba sobre su trabajo, si está actualmente sola o alguien la asechaba. Él
quería saber de su vida y ella, de algún modo le respondía para satisfacción de él. Tony y
Rubén se quedaron en la mesa rustica de madera a beber y comentar las cosas que ven
hacer a sus amigos en la pista. Cañero regreso sonriente a donde estaba Tony y Rubén,
tomo asiento mientras trataba de encender un cigarrillo con su encendedor ya casi gastado.
Al Mc le revolvían el pelo de vez en cuando, Liliana, y le sonreía con cierta
complicidad.
— ¡Esto es una noche de mierda, Mc!... ¡Tenemos que hacer algo, ya está bien de
hacernos los locos!... ¡Aligérate un poco y a ver cómo diablos nos largamos juntos de aquí!
… ¡Hay que hacer alguna locura! ¿No se te ocurre ninguna locura, Mc?—le decía Liliana al
él, mientras le guiñaba un ojo con la malicia que suponía pedirle aquella clase de
información, desde su experiencia, al casi ángel Mc.
Mc y Liliana en ese gran santuario de luces y música, eran una pareja contrastante, la
oscura presencia sexual de ella junto al blanco rostro de él.
Los que se habían ido por parejas, fueron regresando al grupo y otra vez estuvo el
clan reunido. Estaban entre mezclados, barajeados, en aquella mesa de aspecto rustico. Y
Gerald besaba a Sonia, todos sabían ya que ambos acabarían la noche juntos.
Es la hora en que se han consumado los tratos, llegado a cabo los idilios, se han
abierto los reinos de la impunidad, y la amistad se trasmuta en deseo sexual. Hay los
amores íntimos, de una pareja imaginativa y solitaria, en algún rincón que quizá tan solo
fue anteriormente atracción, por el calor de los roces fugases, que sintieron al bailar, la
rueda colectiva de los sexos, el encuentro múltiple, la proliferación de las formas. Como
hay en el suspiro casi adulto de un hombre sobre una adolescente pasiva, y el goce
silencioso reconcentrado del hombre maduro violento, en la callada y ebria criatura de
gracia. Ebria por el fragor casi pagano de los cuerpos excitados por la música y el alcohol.
Cesar, en una esquina, absolutamente destruido por el alcohol, invitaba cerveza a una
rueda de personas animadas por la malicia, el desenfreno, y el frenesí que siempre se
involucra en noches como esta. No vio o hizo como que no veía al grupo del Mc.
Él estaba sentado con los de su grupo en un par de mesas en una esquina casi oscura.
El Mc vio que cesar estaba muy atento a su persona, estaba seguro que este segundo
encuentro ya no era normal. Liliana lo tenía cogido del brazo al Mc y se apretaba contra él,
con el frio y la impaciencia de una amante correspondida. Gerald y Sonia anduvieron por la
pista caminando buscando a sus amigas. Había en la pista de baile una rara escases de
dignidad de la gente, siempre ya clásica por las alturas de la madrugada y el exceso de
alcohol. Donde ya nada parece importar, donde las personas solo se dejan llevar por este
mundo tan liberal de diversión desenfrenada.
Ya satisfechos de noche, música y cerveza. Todo el grupo salió del local. Sin darse
cuenta que alguien asechaba al despreocupado Mc.

Estando todos afuera. Cesar los ve salir e impulsado por una rabia diabólica, toma de
golpe una vaso de cerveza, deja caer un pucho terminado de cigarro y fue tras de ellos. Ya
estando fuera también del lugar, va directamente a su moto que estaba estacionada a un
costado del pórtico del establecimiento, busca debajo del asiento y saca su Beretta para
luego ir tras el Mc y su grupo de amigos.
El Mc no lo vio venir. Gerald, quien lo vio primero, grito:
— ¡Mc cuidado!
Y fue quien recibió el primer disparo por proteger su amigo…
Segundos antes que se dieran cuenta Gerald, se escuchó el disparo. Gerald cayo,
mientras el Mc abrazo a Liliana pensando que Cesar quería matarla a ella. El armando y
rabioso Cesar apuntando a todos de pronto se ve en una escena afueras del antro. Cuando
repente con el brazo temblores apunta al Mc que abrazaba a Liliana en ese instante. De
repente sin más preámbulo, Cesar en su locura y sin bacilar dispara contra él Mc. Luego
con el arma en la mano corre hacia su moto y emprende veloz fuga.
La gente que salía del recinto y el personal de seguridad que también fueron
sorprendidos por los disparo. Corren inmediatamente a donde las cosas suscitaban. Solo
dejaron que Cesar se marche. Las cosas salieron como el las imaginó mientras tomaba ese
último vaso de cerveza “Esta vez todo me salió bien” se decía el mismo mientras corría a
toda velocidad en su moto.
Pero hubo un tercer disparo que el recuerda haber dado en su locura, mientras va
acelerando el motor de su moto hasta el límite.
El nervioso Cesar va escapando por la Avenida Tren, pasando por la Plaza de Armas,
cruzando la Avenida Atahualpa, subiendo por la alameda de ficus de la entrada de Casa
Grande. Recuerda haber dado un tercer disparo, y reaccionando de su locura. Para su moto
justamente donde comienzan los imponentes árboles, donde se da la bienvenida a este
hermoso lugar. Parado el ahí, se pone a recordar…
En las imágenes que él puede recopilar de su mente; ve que ese otro disparo penetro
el vientre de Liliana, su amiga de la infantil adolescencia, su eterno amor, su amor no
correspondido, su obsesión. Aterrorizado por lo que había hecho, por el terrible error que
acaba de cometer. Cesar se apunta la sien, y mirando las luces que a lo lejos brillaban de la
ciudad. Cesar sin dudar se dispara a luz de luna llena, en un llanto de fría penumbra que ya
anunciaba el suceso.
El Mc solo sufrió el susto de estar cara a cara con la muerte; ya que la bala solo rozo
la parte de su brazo. Pero Liliana que recibió el tercer disparo, yacía muerta en los brazos
del enamorado Mc.
Sus amigos gritaban y lloraban. Gerald solo estaba herido. Liliana se desangro en el
acto por la bala que Cesar descargo en ella y que llego a tocar parte de su corazón, he hizo
que rápidamente le causara la muerte.
— ¡Liliana! ¡Liliana!... no me dejes —decía Mc.
Y con el corazón destrozado por la muerte de su amada, así se quedó Mc, de rodillas
frente aquel recinto, abrazando a su amada, rodeado de sus amigos y gente que deambulaba
por el local. Llorando con una expresión de amargura, y tristeza en su rostro. Gritaba con
un llanto que nunca antes se había escuchado en Casa Grande.

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