Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Leído. Útil. La Carta Privada Como Práctica Discursiva. Algunos Rasgos Característicos (Darcie Doll)
Leído. Útil. La Carta Privada Como Práctica Discursiva. Algunos Rasgos Característicos (Darcie Doll)
http://dx.doi.org/10.4067/S0718-09342002005100003
LITERATURA
Chile
RESUMEN
ABSTRACT
There are few studies dedicated to review the private letter in its configuration as a gender
or type of discourse; most of the studies only refer to partial aspects that have to do strictly
with the specific corpus of the letters under examination. In this text a set of characteristic
features of the private letter as discourse are reviewed and systematized, features that do
not intend to exhaust the object nor state an all-embracing definition, but that, as a whole
allow us to see the private letter as a discursive practice, and at the same time provide us
with interesting elements to be applied to the analysis of actual letters.
La gran mayoría de los estudios que abordan la forma carta, corresponden a visiones que no
consideran su especificidad como práctica discursiva o su modo de ser como discurso, y
obedecen a perspectivas que hacen uso de la carta como forma al servicio de otros objetos e
intereses. Entre estas orientaciones, una de las más difundidas consiste en el empleo de la
carta como fuente documental para reconstruir la biografía de un individuo (artista,
personaje ilustre). Se utiliza la correspondencia escrita o recibida como fuente para
completar o reconstruir la vida o entorno. El interés reside en el contenido o el contexto de
las cartas y funciona para documentar las afirmaciones del biógrafo, resultando importantes
para abordar aquellos momentos vitales que aparecen difusos o complejos y ante los cuales
las cartas pueden llegar a constituir pruebas irrefutables de algunos hechos.
Una segunda perspectiva tradicional, aborda las cartas como elemento auxiliar para estudiar
la producción literaria de un determinado escritor o poeta, línea que presenta poco interés
en la actualidad. La forma epistolar ha resultado un apoyo bastante discutido para
establecer elementos de la poética de un escritor o poeta, en algunas ocasiones es un intento
de penetrar en forma directa el complejo mecanismo que uniría vida y obra.
Una tercera vía, y desde otra orientación, es la consideración de la carta como factor
estructural de géneros mayores. Es el caso del estudio de la novela epistolar, texto en que la
carta funciona como factor modelizante o elemento esencial de su construcción (un ejemplo
interesante es el trabajo de Tzvetan Todorov 2 en su análisis de la novela Amistades
peligrosas). Este tipo de estudios aporta importantes elementos acerca de la forma
epistolar, pero también muestran carencias debido a la incorporación de la carta en otra
práctica de discurso. El modo de construcción "ficticio" de la carta en la novela epistolar
vuelve poco relevante estudiar el problema de su circulación como práctica cultural en el
tránsito de lo público o privado, entre otros aspectos que la constituyen como un modo
discursivo independiente.
La carta posee como función más evidente una función pragmática comunicativa: se trata,
en términos simples, de un mensaje escrito que se envía desde un emisor a un destinatario.
Ana María Barrenechea,4 en su estudio sobre las cartas de Sarmiento, afirma que en esta
función básica de comunicación, la carta puede abarcar distintos tipos de acciones, que
originan distintos tipos de cartas, aspecto que refiere a una gran amplitud de contenidos en
oposición a su unidad formal. Como forma escrita de comunicación, la carta es parte de una
amplia tradición, y una serie de autores enfatizan este aspecto; si la escritura surge como
necesidad de transmisión a distancia y de preservación, la carta cumple con una función
transmisora, a diferencia de la función de conservación5 correspondiente a formas como la
ley, las memorias, o los anales. La misma autora afirma como premisa invariable de la carta
el hecho de ser una "vía de comunicación (escrita) entre un emisor y un receptor separados
por la distancia." 6
Esta fuerte determinación funcional, será la que asegure su existencia y continuidad, aun en
los casos en que la carta sea incorporada como factor estructurante de otros géneros, como
la novela y otros tipos de relato.
La tendencia comunicativa de la carta, que a simple vista aparece como el rasgo más visible
de esta práctica, no implica sólo la consideración de un rasgo que remite a una
funcionalidad externa. Patrizia Violi considera que la "dimensión comunicativa (...) se
caracteriza no sólo por el reenvío a una situación interaccional externa al texto, sino sobre
todo, por las formas de su inscripción textual." 8. En este sentido, más allá de lo
comunicativo como intercambio entre un emisor y un destinatario "reales", es "la necesidad
estructural de asumir interiormente el eje comunicativo"9 aquello en lo que radica la
especificidad misma de la forma epistolar, es decir, en la inscripción textual de la estructura
comunicativa. La carta, entonces, no es reducible a la consideración exclusiva de su aspecto
interaccional, ella incluye, en su interior, el intercambio dialógico.
Un diálogo debe poseer ciertas condiciones exigibles para ser considerado como tal: a) la
existencia de, al menos, dos interlocutores (emisor - receptor); b) la existencia de
intercambio de papeles; c) intercambio de comunicaciones por medio de un sistema
lingüístico; y por último, d) la concentración de la atención de los interlocutores en el
acontecimiento dialógico. Aplicadas estas condiciones a las cartas, observamos que hay
plena existencia de dos interlocutores (postulados en el texto), existencia de un sistema
lingüístico, y la atención (lectura/escritura) concentrada en el texto. El requisito referente al
intercambio de papeles presenta una particularidad: está diferido en el tiempo y en el
espacio (rasgo que aparece comentado desde temprano en la tradición de la forma
epistolar). La respuesta del destinatario está mediatizada por la distancia temporal y
espacial de su respuesta o, de su toma de palabra; la otra "parte" del diálogo transcurre en
otro sitio y otro momento, aun cuando la carta pueda ser entregada en el momento mismo
en que se ha terminado de escribir. Esta distanciación inevitable de su destinatario es uno
de los aspectos que constituyen la riqueza particular de la carta como discurso.
Al respecto, Claudio Guillén10 señala que el "topos principal ha sido durante siglos, y desde
luego durante el XVI, que la carta es un lado, o una mitad de diálogo o conversación entre
amigos ausentes o separados." Erasmo señalaba: "epistola absentium amicorum quasi
mutius sermo." Y Vives: "epistola est sermo absentium per litteras". A lo anterior, se añade
lo afirmado en el manual de Vaumorière del siglo XVII, que menciona a la epístola como
"un escrito enviado a una persona ausente para hacerle saber lo que le diríamos si
estuviéramos en condiciones de hablar con ella."11
"Artemón, que editó las cartas de Aristóteles, dice que las cartas y los diálogos deben
escribirse del mismo modo, ya que una carta es como un lado de un diálogo. Algo de razón
lleva pero no es todo. Una carta debería escribirse con bastante más cuidado que un
diálogo. Un diálogo imita una conversación improvisada, mientras que una carta es un
ejercicio de escritura y se envía a alguien como una suerte de regalo"12
Lo que afirma Demetrio, según Guillén, es más afortunado que plantear la simple
homología de la carta con una parte de diálogo. En relación con ello, Gerard Genette
explica en su análisis del relato, que: "el único momento de una narración en que la
mimesis no sustituye la experiencia narrada por el lenguaje, es decir, en que las palabras
imitan o reproducen las palabras, es el diálogo." En este sentido "una carta no reproduce
una conversación (aunque compense a veces su ausencia) parcial o completamente, excepto
cuando la cita."13.
El énfasis de Guillén se dirige a destacar la conciencia de Demetrio acerca de la diferencia
entre la palabra hablada e improvisada y la escritura de la epístola, haciendo notar que para
él las cartas representaban un tránsito esencial entre una y otra. La carta como escritura,
tendía a implicar a su autor en un proceso de objetivación, distancia y construcción de su
propia persona, o de la imagen ofrecida al otro, y, en consecuencia, implicaba cierto grado
de conocimiento y también de ficción.
"Pero he aquí que la carta aporta otra suerte de relación: un entenderse sin oírse, un
quererse sin tactos, un mirarse sin presencia, en los trasuntos de la persona que llamamos,
recuerdo, imagen, alma. Por eso me resisto a ese concepto de la carta que la tiene como una
conversación a distancia, como una lugartenencia del diálogo imposible." 15
Una de las razones que aporta Salinas para argumentar esta necesaria diferencia, es la
conciencia del "instrumento": la lengua,y la actitud reflexiva que el tiempo de la carta
permite, a diferencia del diálogo cara a cara.
"Ahora el hombre se halla solo con su lengua, abstracta, abstraída del parlante y del
interlocutor. Y empieza a cobrar conciencia de ella, de lo que encierra y vale, de sus
potencias, de la arduidad de su uso, de lo que con ella podría decir, y quizá no sepa decir.
Es, en suma, la actitud reflexiva frente al propio idioma, situación nueva."16
De hecho, la carta es una forma de diálogo, pero un diálogo, aunque parezca redundante o
evidente, escrito. Sostenido en la distancia temporal y espacial, que, por otro lado, implica a
la escritura, y que desde otro punto de vista pasa a ser un simulacro de diálogo que finge la
presencia de un interlocutor, que de hecho, está ausente. De allí también que se sostenga
que la carta obedece o debe de obedecer a una espontaneidad cercana a la de la
conversación o a la lengua hablada, a la que puede, en algún sentido compararse, siempre
considerando lo esencial de la distinción entre lo hablado y lo escrito.
Pero más allá de lo dicho, es conveniente identificar elementos que permitan abordar el
modo de funcionamiento de la forma carta, con relación a otros tipos de interacciones
conversacionales o dialógicas.
En primer lugar, como se ha mencionado antes, la carta es una forma comunicativa que se
realiza en ausencia del destinatario (un diálogo diferido), considerando entonces como
rasgo distintivo la presencia o ausencia de los elementos que refieren a la situación de
enunciación. Así se distingue entre situaciones comunicativas en que la identidad de los
interlocutores y los componentes espaciales, temporales y referenciales se hallan
presentes en la producción lingüística del texto (situación de enunciación), y otras
situaciones en que no están presentes, correspondiendo esta última a la situación de la carta,
en la que la distancia del destinatario genera estrategias textuales que inscriben un
simulacro de la situación de interacción dentro del texto.
Este rasgo interaccional permite la posibilidad de abordar la carta como texto aislado o bien
como parte de un texto complejo que incluya no sólo las cartas del emisor/receptor A, sino
también aquellas del receptor/emisor B. Esta última situación correspondería a asumir la
perspectiva comunicativa o interaccional considerando todos sus componentes, o el circuito
completo. Cuestión que plantea otro modo de acceso, pero que presenta algunas
complejidades de tipo práctico, como la dificultad de reunir el corpus exacto de la
interacción (además de tomar en cuenta la intervención que significa la publicación). Por
otra parte, en nada afecta a la carta como práctica significante considerarla como un texto
singular, "un elemento de la secuencia interaccional generada por el intercambio epistolar
entre dos sujetos que se comunican"17. Incluso, afirma Violi, es posible sostener que el
discurso que se constituye por la secuencia epistolar compleja, corresponde al contexto
comunicativo en el que se encuentra el texto singular.
Por nuestra parte, asumimos como punto de partida la perspectiva de Mijaíl Bajtín respecto
de los géneros de discurso y enunciados. Para Bajtín19, un discurso "puede existir en la
realidad tan sólo en forma de enunciados concretos pertenecientes a los hablantes o sujetos
discursivos". Los enunciados, como unidades reales de la comunicación discursiva, reflejan
las condiciones específicas y el objeto de cada una de las esferas de la praxis humana, y a
su vez, estas esferas elaboran sus "tipos relativamente estables de enunciados" 20, a los que
denomina géneros de discurso, los que se diferencian y crecen según se desarrolla la esfera
misma de la praxis.
Bajtín distingue entre géneros primarios y géneros secundarios (del discurso). Los géneros
secundarios (novelas, dramas, investigaciones científicas) se configuran en condiciones de
comunicación cultural más compleja, relativamente más desarrollada y organizada,
especialmente escrita: comunicación artística, sociopolítica, científica, etc., absorbiendo y
reelaborando diversos géneros primarios, los que se constituyen en la comunicación
discursiva inmediata, por ejemplo, una conversación cotidiana. Según esta perspectiva, los
géneros primarios poseen una relación más inmediata con la realidad a diferencia de los
secundarios, más mediados y lejanos de ella:
"Los géneros primarios que forman parte de los géneros complejos se transforman dentro
de estos últimos y adquieren un carácter especial: pierden su relación inmediata con la
realidad y con los enunciados reales de otros, por ejemplo, las réplicas de un diálogo
cotidiano o las cartas de una novela, conservando su forma y su importancia tan sólo como
parte del contenido de la novela, participan de la realidad tan sólo a través de la totalidad de
la novela, es decir, como acontecimiento artístico y no como suceso de la vida cotidiana."21
A partir de lo que la autora considera más específico de la carta -la inscripción textual de la
situación de enunciación y por ende, del enunciador-, se da lugar a determinados efectos de
sentido. En forma general, la explicitación del acto de enunciación transmite la existencia
de referencias a la localización espacio-temporal y produce un efecto de realidad en el
interior del texto, hecho que requiere su correspondiente actualización por parte del lector
que reconstruya (interpretación) la estructura enunciativa del remitente, distinta de la del
destinatario. Desde esta perspectiva es que Violi considera que las cartas no conservan una
"inmediatez", sino que producen, mediante las estrategias textuales, el efecto de
inmediatez y el efecto de realidad.23 Por lo tanto, lo que las cartas manifiestan como género
primario es un diferente modo de elaboración respecto de los géneros discursivos
secundarios, y el grado de inmediatez se referirá a las estrategias discursivas específicas
capaces de provocarlo.
Estos elementos y los estilos y contenidos de las cartas han sido objetos de múltiples
manuales y preceptivas acerca de la "correcta" escritura de una carta, cambiando de
acuerdo a las sensibilidades epocales; manuales destinados a fijar reglas y normas
variables, según la importancia social que la carta poseía - y posee -, con el fin de lograr
establecer intercambios epistolares que gozaran de una cierta perfección, y la manifestación
de las buenas costumbres y educación de los interlocutores, entre otros aspectos.
Actualmente poseemos en reemplazo de las antiguas preceptivas, los manuales que enseñan
a escribir cartas comerciales, las que deben ceñirse a un estereotipo rígido y reconocible
que hará que cumplan con sus objetivos de la mejor forma posible.
Este formato básico de la carta, de hecho remite a una apariencia externa, a un soporte, y es
una de las razones por las que suele no ser considerada como género literario, pues según
las preceptivas, un género literario se caracteriza por una permanencia evolutiva de
contenidos. La carta, por el contrario, se construye en una gran e indefinida amplitud de
contenidos posibles25, incluyendo a veces a otros géneros completos, como relatos, poemas,
canciones, fragmentos de otras cartas, entre otros.
"Todos, por supuesto, coinciden en subrayar que lo indispensable de una carta es el saludo
o apertura de la comunicación y la despedida o cierre. Es más, estas dos marcas establecen
el código que nos permite determinar que se trata de una carta, el código que hace posible
leer el texto como una carta y no como un diario o una novela, por ejemplo. Y, sin
embargo, en el espacio abierto por estos dos momentos 'todos los géneros y todas las ideas
tienen cabida."26
Sintetiza Pagés-Rangel. Dicho de otro modo, como una relación de oposición, encontramos
que inversamente a esta fijación de fórmulas casi rituales de reconocimiento, la carta fija
significantes manifiestos y al mismo tiempo significados inasibles.
4. Los sujetos de la carta se definen como tales gracias a un marco de enunciación que
establece un contrato epistolar
"Constituir y establecer un claro contrato epistolar entre los interlocutores, un contrato que
establece la relación entre ellos y los legitima en tanto en cuanto que sujetos del
intercambio epistolar. Tal contrato, que tiene por objeto el reconocimiento de una relación
y la constitución de los sujetos definidos por esa relación, es un elemento común presente
en todo tipo de correspondencia epistolar: (...)"27
Siguiendo la noción de pacto autobiográfico que Philippe Lejeune 28 atribuye a la
autobiografía, el pacto epistolar crea una relación convencional entre los interlocutores,
que, cual pacto jurídico, instituye los derechos y deberes de los sujetos. El contenido o
múltiples contenidos posibles queda sujeto a este "verdadero objeto-valor" 29 de la carta,
poniendo en primer plano la relación que se establece. El pacto, en el caso de la
autobiografía, funciona a nivel global de la publicación30 como propuesta del autor al lector,
situación que determinará el modo de lectura y provocará sus efectos autobiográficos;
modo de lectura y tipo de escritura (sujetos a variaciones históricas). Es decir, lectura
propuesta bajo la convencionalidad de la autobiografía. En el caso de la carta, el pacto
funciona como propuesta, no en la publicación, sino en la relación de los interlocutores; un
marco con forma de pacto, que instituye un modo de lectura y un tipo de escritura.
Este marco de enunciación, instalado como puente semántico entre los mundos del texto y
del contexto, se regula gracias al mecanismo de enunciación inscrito en el texto,incluyendo
los componentes de actorialización, espacialización y temporalización. Esta relación entre
los actantes textuales, destinador/destinatario, establecerá un contrato enunciativo a través
del cual el enunciador articula una serie de programas de hacer (cognitivo, persuasivo,
manipulador, etc.) para constituir a nivel semántico y modal al enunciatario y constituirse
también a sí mismo.
La carta privada encierra una gran complejidad cuando se trata de precisar eventuales
características que la definan como un género o una práctica discursiva diferenciable de
otras, si bien no es nuestro objetivo plantear una definición de la carta, uno de los rasgos
distinguibles y más peculiares, es el que dice relación con una consecuencia de su fuerte
dimensión comunicativa; la carta, más allá de configurar una interacción conversacional
entre un sujeto (emisor) y un sujeto destinatario (receptor) extratextuales, manifiesta como
rasgo composicional la inscripción textual de la situación de enunciación y de la situación
de recepción.
La explicitación de las marcas se verifica a través de los actantes de la comunicación y "los
simulacros de sus determinaciones espacio-temporales", independiente de las variantes de
los diversos tipos de cartas. Aspecto que da lugar a un marco de enunciación que incluye un
"narrador" como figura imprescindible atestiguado por la primera persona: el "yo" como
huella del sujeto de la enunciación y su correspondiente "narratario" destinatario: el "tú"
que también reviste características de importancia. A estos elementos, indica Violi31, se
agrega la localización de tiempo y espacio, tiempo y espacio de la situación de enunciación,
generalmente explícita en el texto mismo de la carta (a veces en el sobre), y, desde luego,
mediante la deixis, que en las cartas va a remitir al acto de la enunciación/narración. En
cuanto al tiempo, es conveniente destacar la explicitación del tiempo de la narración,
incluyendo, por ejemplo, sus interrupciones y la constante superposición del tiempo de la
narración y el tiempo de la escritura (real), llegando ambos a confundirse 32. El tiempo (real)
de la escritura suele no ser tan relevante en otros tipos de textos.
Uno de los problemas más interesantes de la carta, es el que refiere a la relación entre el
sujeto real (emisor) y el sujeto textual como figura de discurso, aspecto que la teoría y
crítica literaria ha discutido ampliamente. Lo que nos interesa señalar aquí, es que la carta
representa con especial claridad lo conflictivo de la separación tajante que deja fuera los
nexos entre el emisor y el "sujeto textual", Violi da cuenta de este punto al señalar que:
"Sin duda, en ningún texto mejor que en la carta se exhibe y se pone en práctica la
dialéctica entre la realidad concreta del acto de enunciación, su anclarse a la presencia de
un sujeto real, y su transformación en figura de discurso, en un efecto del discurso que se
da sólo en el lenguaje y que sólo dentro del lenguaje se hace representable. El sujeto real es
inasible, se coloca continuamente en otro lugar sólo alcanzable en el simulacro de la
escritura." 34
En el caso de la carta, el lazo entre el sujeto real y el sujeto textual, es una relación
dialéctica que no puede ser dejada fuera del estudio, a riesgo de convertir la carta en un tipo
textual distinto. No se trata de remitir a los datos biográficos "externos" como datos en sí, y
limitar la lectura a un mero acto de recabar información; la inscripción textual específica de
la situación de interacción, como rasgo de la forma epistolar, faculta para poner en
evidencia la necesaria incardinación35 del sujeto, y el reenvío a los factores que resultan
construidos por el discurso al mantener explícita la relación (no directa ni causal), entre
sujeto y emisor, o entre figura de discurso y referente, aunque, evidentemente, la distinción
teórica se mantenga.
Si las competencias inscritas en un texto han de coincidir con las de un destinatario modelo
(inscrito en el texto), en el caso de la carta se manifiesta una diferencia de grado que puede
llegar a ser notable; las competencias que la carta requiere remiten a la necesidad de un
anclaje o relación fuerte del destinatario textual con el destinatario extratextual, incluso,
sólo el destinatario extratextual podría poseer las claves de acceso a determinada
información, dependiente de la información extratextual que sólo él podría poseer.
Utilizando los conceptos de Umberto Eco, Violi sintetiza este aspecto:
La prosecución de desincardinación necesariamente es engañosa porque el propio cuerpo
nunca puede ser negado verdaderamente, su negación se convierte en la condición de su
emergencia de forma alienada." Butler, Judith. "Variaciones sobre sexo y género: De
Beauvoir, Wittig y Foucault." Feminismo y teoría crítica. Eds. Seyla Benhabib y Drucilla
Cornella. Valencia: Alfons El Magnánim, 1990: 200.
"(...) podemos al menos decir que el concepto de Lector Modelo o Lector Ideal describe la
suma de competencias necesarias para lograr una adecuada comprensión del texto. Estas
competencias normalmente pueden deducirse desde el texto como desde la competencia
enciclopédica general disponible para todos los lectores (al menos, lectores que poseen
cierta cultura), pero lo que encontramos en la carta es que con frecuencia la enciclopedia
que necesitamos para entender el texto es idiolectal (Eco, 1976); es decir, información
disponible sólo para el destinatario real de la carta. En esta instancia, el Lector Modelo no
es una abstracción que refiere a una clase abierta de lectores reales sino que se reduce para
coincidir con un lector singular, el destinatario empírico."41
El sujeto en el discurso puede oscilar entre distintos modos en la relación consigo mismo o
autorreferencia, pero en el caso de la carta, se manifiesta una profusa y constante
recurrencia al modo del "comentario autorreflexivo"46 que consiste en adoptar un punto de
vista exterior a uno mismo. Se trata de un desdoblamiento yo-yo: el yo es observador y
observado, y también es juzgado, compadecido, o comentado por el propio yo. En este
sentido, al comentar, juzgar o comprender nuestras acciones, y proyectarlas previamente,
actuamos como agente, observador, proyectador y crítico. Este es uno de los rasgos más
importantes de la carta amorosa, entre otras.
Al existir un grado más elevado de este comentario autorreflexivo, como ocurre en algunas
cartas o fragmentos de carta en que se revela con intensidad una suerte de autoevaluación o
autodescripción exhaustiva, a veces con marcados elementos valorativos, este
desdoblamiento yo-yo47, que para Vygotski constituye una suerte de "lenguaje interior" y es
señalado por Lotman como autocomunicación o comunicación yo-yo (y referido en última
instancia a la comunicación poética), puede provocar que el destinatario sea en última
instancia el mismo emisor, quien conociendo el mensaje "y comunicándoselo a sí mismo,
intenta elevar su rango, introduciendo nuevos códigos, y esto lo vuelve nuevo en cierto
sentido.(...) Entre el mensaje originario y el código secundario surge una tensión que lleva a
interpretar los elementos semánticos del texto como si estuvieran incluidos en una
construcción sintáctica complementaria y recibieran de esta interconexión nuevos
significados relacionales."48
Así, las variaciones pueden dar lugar a una gama de grados de autorreflexividad del sujeto,
mediante diversas estrategias, destacando que la presencia de este rasgo suele ser una
tendencia recurrente en las cartas privadas.
En su teoría del discurso, Mijaíl Bajtín afirma que "toda palabra49 está dirigida a una
respuesta y no se puede evitar la influencia de la palabra-respuesta anticipable", según la
naturaleza dialógica del pensamiento humano.Esta situación que se atribuye a cualquier
tipo de discurso se manifiesta de modo composicional en la carta, a raíz de la inclusión de
la especificación y caracterización del destinatario, y la exhibición de las situaciones de
enunciación y de recepción como parte de su modo específico de organización del discurso;
rasgo distintivo que promueve una relación ineludible, en el sentido de la explícita
dirección del discurso hacia su destinatario específico, que inscribe esta respuesta
anticipable o palabra ajena en su propia construcción.
Bajtín distingue tres tipos básicos de discurso 50: I. Discurso orientado directamente hacia su
objeto en tanto que expresión de la última instancia interpretativa del hablante, que describe
como un "(...) discurso directo e inmediato, orientado temáticamente (palabra que nombra,
comunica, expresa, representa), que cuenta con una comprensión inmediata e igualmente
orientada hacia una comprensión temática"; II. Discurso objetivado (discurso de un
personaje representado); y, III. Discurso orientado hacia el discurso ajeno (palabra bivocal).
Como el propio autor afirma, la forma epistolar favorece la inscripción del subtipo de
discurso que llama palabra ajena reflejada, que corresponde a la tercera variante 51 del
discurso orientado al discurso ajeno:
"La epístola se caracteriza por una aguda sensación del interlocutor, del destinatario, ésta,
igual que la réplica de un diálogo, va dirigida a un hombre determinado, calcula sus
posibles reacciones, cuenta con su posible respuesta, etc. Esta orientación al interlocutor
ausente (...) puede ser más o menos extensiva."52
La palabra o discurso ajeno reflejado se caracteriza porque en él, el discurso ajeno actúa
desde el exterior, y de acuerdo a ello son posibles diversas formas de relación con este
discurso ajeno y su influencia deformadora se manifiesta en diversos grados. Como señala
el autor, "las interrelaciones con la palabra ajena en un contexto concreto y viviente no
tienen un carácter inamovible sino dinámico: la correlación de voces en el discurso puede
cambiar bruscamente (...)"53. Lo importante son los modos de reaccionar a la palabra ajena
y los grados en que se la "toma en cuenta".
Por otro lado, el dialogismo bajtiniano presente en las cartas se entiende como una suerte de
negociación entre los discursos, negociación con el discurso del otro que puede ser asumida
con diversos matices, más o menos evidentes, ya sea con el discurso del otro-destinatario,
en la autoobjetivación del sujeto mismo (otro de sí), y, además, con la variedad de los
discursos sociales y culturales; univocal cuando la negociación cede y la palabra del sujeto
asume la palabra del otro, o bivocal, cuando se revela la presencia actuante de los dos (o
más) discursos, hasta llegar al extremo de bifurcar los discursos, casi en una cesación del
dialogismo.
La cantidad de información no parece ser, por otra parte, el rasgo definitorio, Violi,
argumenta que la "informatividad, obviamente, no es una categoría cuantitativa: no es
difícil imaginar un texto largo y complejo que se vuelve totalmente autorreferencial." 56 Si el
grado de información no obedece sólo a la extensión, sino al tipo de información y a la
calidad y cantidad de la información; a mayor información, no tendría porqué descender la
autorreferencialidad de la carta, de modo que la pura información no sería un criterio
estable para distinguir entre grados de autorreferencialidad. La carta, en este sentido, lo que
hace es atestiguar su acto de existencia.
Este mundo fragmentario, y la propia fragmentariedad de la carta entendida como una parte
en un continuum de comunicación, es el que provoca la tendencia a establecer un orden en
la publicación de las cartas, dotarlas de un registro narrativo que produzca alguna
legibilidad más acotada en el tránsito de la carta privada a la esfera pública.
En este punto nos interesa revisar el desplazamiento de la carta privada por los bordes de lo
canónico a partir de algunos rasgos que la hacen un texto difícil de clasificar y asimilar, y,
que a la vez nos sirven como importantes puntos de partida para estudiar la carta y otras
prácticas significantes menores.
Dice Pedro Salinas, en su conocido ensayo sobre la forma epistolar, subrayando uno de los
bordes por los que transita la carta; la discusión acerca de su carácter privado, tema
frecuentemente mencionado en los escritos sobre la carta, y cuestión que posiblemente se
torna más relevante que en cualquier otra práctica significante escrita, con excepción del
diario íntimo.
A partir de la voluntad del autor, Salinas considera que: "Lo que las diferencia radicalmente
(a la epístola, 'arte epistolar', género literario, artificio retórico, y a la carta privada) es la
intención del autor: intento en ésta de ser para uno, o para unos escogidos pocos, si así lo
quiere el que la recibe. En aquélla, intento de hacerse pública, de alcanzar a todos, sin
distingos."58 No obstante, advierte la ambigüedad de esta idea: "De ahí arrancan las
dificultades de los tratadistas para distinguir entre carta privada y pública. Y hasta esa base
de distinción que señalamos como la más sólida, la intención del autor, no es terreno
bastante firme, ya que en el curso de la escritura no es cosa imposible el mudar, sin darse
cabal cuenta, de intención profunda, sustituyendo al humilde corresponsal, amiga, hermano,
a quien se empezó a escribir, por la gran destinataria de todas las obras de la literatura, la
fama perdurable."59
Agustina Torres Lara60 afirma que el género epistolar presenta un doble aspecto: "La
mayoría de las veces se trata de cartas personales redactadas sin intención de publicación,
pero en ocasiones pueden convertirse en auténticas obras maestras por voluntad de su
autor" y distingue tres tipos de cartas: la privada: dirigida a un destinatario particular; la
pública: destinada a alcanzar a todos sin distingo; y, la privada hecha pública: la
publicación de la correspondencia íntima impresa y lanzada al mercado".
El problema de lo privado y lo público, reviste consideraciones que van más allá de la carta,
por lo tanto, es necesario establecer algunas precisiones respecto de este binomio; en
nuestro caso, entendemos esta relación como posiciones, y no como oposiciones, es decir,
como tránsitos demarcados inestablemente y sujetos a variaciones históricas y no
esenciales.
Carlos Castilla del Pino62, efectúa en esta línea, una caracterización de las actuaciones
públicas, privadas e íntimas, indicando que lo que existe son espacios, o "escenarios" que
usamos en la representación que constituye nuestras acciones; de este modo, no se trata de
actuaciones de uno u otro tipo en sí mismas, sino que dependen del espacio en que se
inscriban, es decir, posiciones. Desde este punto de vista estos espacios son diferenciables,
y distingue entre: actuaciones públicas, que son necesariamente observables (visibles,
audibles, etc.); actuaciones privadas: que podrían serlo, por falta de cautela por parte del
actor o voyerismo del observador; e íntimas, que no pueden observarse y sólo se las puede
inferir mediante lo que el sujeto dice o hace, incluso con su inhibición o su silencio (que
son formas de actuación).
De allí que nombrar a estos géneros como géneros de la intimidad constituya una suerte
deequívoco, si consideramos lo que afirma Castilla del Pino:
"Las actuaciones públicas y las privadas tienen una proyección externa que las hace
observables, y ambas, por tal motivo, son perfectamente diferenciables de las actuaciones
íntimas: fantasear, imaginar, proyectar, suponer, idear, en suma, pensar y asimismo sentir
(gustar de, admirar a, envidiar, amar, odiar, etc.), son actuaciones del sujeto meramente
internas, no poseen ese segmento externo que caracteriza las públicas y privadas y, por
tanto, no pueden ser sabidas por nadie fuera del sujeto."63
Un segundo aspecto con relación a la carta y lo privado, tiene que ver justamente con su
desplazamiento a un circuito diferente: la publicación de las cartas. Alain Pagés hace notar
al respecto:
"Como el 'diario', la carta posee el estatuto ambiguo de un texto que transita entre el uso
privado y el uso público, y su publicación no es jamás cierta ni definitiva. Hay una
estrategia del secreto que la carta y el diario manifiestan por sus características
convergentes: vehículo del secreto, la carta representa la aparición y el retrato, también el
juego del disimulo por la precariedad de su existencia textual. La mano que censura, en el
siglo XIX, sabe que la supresión que ella opera se inscribe en la forma de un texto ya
marcado para lo inacabado y la discontinuidad."66
"El editor se constituye en guía de los lectores y facilitador de la lectura del epistolario:
llena vacíos (identifica nombres, lugares, obras), corrige errores ortográficos, añade datos
históricos, elimina secciones, aclara palabras. La labor editorial se concibe como la fuerza
unificadora de unos 'pliegos sueltos'. Su deseo es, en última instancia, el deseo de entramar,
de domesticar esa 'obstinada fragmentariedad' que caracteriza al género. Su función es la de
arrestar su herejía temporal y espacial, exorcizar su inestabilidad, garantizar un significado
estable para proveerlos de su capacidad documental."67
La publicación introduce, a nuestro parecer, una doble y ambigua función autor; en primer
lugar la inscripción del escribiente de las cartas ahora como figura o "función autor"
(incluso si es el mismo escritor de las cartas quien las publica), y, en segundo lugar, la del
sujeto autorizado que compila, organiza, prologa o incluso censura las cartas, o las inserta
en una nueva mezcla heterogénea, otra discursividad, compuesta por las cartas y sus
interpretaciones, notas, aclaraciones, datos; función autor que llamaremos función-editor.
Podemos agregar, además, que debido a la facilidad, como afirma Pedro Salinas 71, conque
la carta transita inestablemente el límite de lo privado y la intención literaria, y a la
mencionada intervención de la publicación, la carta también se instala en las fronteras de la
no-autoría y la función autor, entendida como función social de un discurso sancionado por
un canon.
NOTAS
2
Todorov, Tzvetan. Literatura y significación. Barcelona: Planeta, 1974.
3
Véase, por ejemplo, la recopilación y estudio de Sergio Vergara Quiroz: Cartas de
mujeres en Chile. 1963-1885. Santiago: Andrés Bello, 1987.
4
Barrenechea, Ana María. "La Epístola y su naturaleza genérica." Dispositio 15. 39: 56.
5
Ibid., 52.
6
De Zubiaurre Wagner, María Teresa. "Libertad y servidumbre de la carta: Tríbada, de
Miguel Espinosa y la evolución de la novela epistolar." Revista Hispánica Moderna XLV.
1 (1992): 107.
7
Pagès, Alain. "Stratègies Textuelles: la lettre a la fin du XIX Siècle." Littèrature 31
(1978): 107 (trad. mía).
8
Violi, Patrizia. "La intimidad de la ausencia: formas de la estructura epistolar." Revista de
Occidente, 68 (1987): 90. Los artículos de Patrizia Violi son los más interesantes y
completos acerca de la carta como práctica textual.
9
Ibid.
10
Guillén, Claudio. Teorías de la historia literaria. Madrid: Espasa-Calpe, 1989:300.
11
Ibid., 301.
12
Citado por Claudio Guillén. Op. cit., 302.
13
Ibid., 302.
14
Pagés-Rangel, Roxana. Del dominio público: itinerario de la carta privada. Amsterdam
Atlanta: Rodopi, 1997: 16.
15
Salinas, Pedro. "Defensa de la carta misiva y de la correspondencia epistolar." El
defensor. Ensayos Completos. Tomo II. Madrid: Taurus, 1981: 228.
16
Ibid., 244.
17
Ibid.
18
Cada carta o parte de ella puede constituir actos ilocucionarios específicos, como
pedidos, excusas, promesas, etc. Patrizia Violi. "Letters." Discourse and Literature. Ed.
Teun A. Van Dijk. Amsterdam/Philadelphia: John Benjamin Publishing Company, 1985:
149-67.
19
Bajtín, Mijaíl. Estética de la Creación Verbal. México: Siglo XXI, 1990: 260.
20
Ibid., 248.
21
Ibid., 250.
22
Violi (1987) Op. cit.
23
Violi (1987) Op. cit., 94.
24
Barrenechea. Op. cit., 58-59.
25
"Escritas en distintos días, a veces incluso desde lugares diversos, la carta privada
presenta una dispersión temporal y espacial que dificulta los diversos intentos de darle un
diseño teleológico. Su diversidad temática, la capacidad para incluir todo tipo de mensajes,
enunciados o registros lingüísticos, su disposición para acoger en el mismo territorio tanto
lo esencial como lo accidental o, en último término, de negarse a discriminar entre lo
relevante y lo irrelevante, lo central y lo marginal, hace de la carta un texto esencialmente
heterodoxo respecto a todo esquema basado en la progresión y en el desarrollo narrativo."
Pagés-Rangel. Op. cit., 13.
26
Ibid., 11-12.
27
Violi (1987) Op. cit., 9091.
28
Lejeune, Philippe. "Le pacte autobiographique." Poétique 14 (1973): 137-162.
29
Violi (1987) Op. cit., 91.
30
Nora Catelli discute este punto en su interesante estudio acerca de la autobiografía: El
espacio autobiográfico. Buenos Aires: Lumen, 1991.
31
"La especificidad del objeto carta no es tanto el estar destinada al intercambio
comunicativo como la necesidad estructural de asumir interiormente el eje comunicativo (y
de aquí las figuras de los actantes de la comunicación y los simulacros de sus
determinaciones espacio-temporales)." Violi (1987) Op. cit., 90.
32
Ibid., 93.
33
Ibid, 94 -97.
34
Violi (1987) Op. cit., 89.
35
El concepto de incardinación o sujeto incardinado es enunciado por Butler en oposición a
la idea de trascendencia del sujeto, en el contexto de la situación cultural que asigna a los
hombres el rasgo característico de existencia humana trascendente y a las mujeres el
carácter de existencia humana corpórea o inmanente. La incardinación se entiende como la
incorporación del cuerpo a la noción de sujeto. La siguiente cita sintetiza el argumento de
Butler, realizado a partir de una interpretación de Simone de Beauvoir: "Desde esta
creencia de que el cuerpo es Otro, no hay un gran salto a la conclusión de que los demás
son sus cuerpos, mientras que el 'Yo' masculino es un alma no corpórea. El cuerpo situado
como Otro el cuerpo reprimido o negado y, entonces, proyectado- vuelve a emerger de este
'Yo' en opinión de otros como esencialmente cuerpo. De ahí que las mujeres lleguen a ser el
Otro, vienen a incorporar la corporalidad misma. (...) La dialéctica de Beauvoir del Yo y el
Otro discute los límites de una versión cartesiana de la libertad desincardinada.
36
Cfr. Butler, "Actos performativos y constitución del género: un ensayo sobre
fenomenología y teoría feminista." Debate Feminista 18 (1998): 296-314.
37
Violi, Patrizia. El infinito singular. Madrid: Cátedra, 1991.
38
Ibid.
39
Para el concepto de lector modelo véase Eco, Umberto. Lector in fabula. Barcelona:
Lumen, 1981.
40
Violi. Op. cit., 92.
41
Violi (1987) Op. cit., 158.
42
Ibid.
43
En la teoría de la enunciación se hace referencia a una tipología de la situación de
alocución que toma en cuenta el número y estatus de los miembros del intercambio
(verbal). Aplicada al texto carta, en cuanto al receptor, podríamos afirmar que corresponde
a un receptor alocutario o destinatario (singular o plural, nominal o anónimo, real o ficticio)
que se define como tal por ser considerado explícitamente por el emisor o locutor, indicado
por el pronombre de segunda persona (por la dirección de la mirada en la comunicación
oral), hecho que de paso señala que la codificación, en general, está determinada al menos
parcialmente por la imagen del destinatario que el locutor se construye.
44
El sujeto es al mismo tiempo objeto de su discurso; en términos simples, la referencia del
yo al yo que obviamente puede adoptar distintas modalidades y utilizar distintas estrategias.
45
Cfr. Kerbrat. Op. cit.
46
Cfr. Lozano, Jorge, Cristina Peña-Marín y Gonzalo Abril. Análisis del discurso. Hacia
una semiótica de la interacción textual. Madrid: Cátedra, 1989: 124-26.
47
Cfr. Segre, Cesare. Principios de análisis de texto literario. Barcelona: Crítica, 1985:
127-130.
48
Ibid.
49
El término "palabra" en los diversos textos de Mijaíl Bajtín, funciona como sinónimo del
término "discurso" el uso de uno u otro, corresponde a las variaciones producto de las
traducciones.
50
Bajtín, Mijaíl M. Problemas de la poética de Dostoievski. México: Fondo de Cultura
Económica, 1986: 278-279.
51
La tercera variante que corresponde al tercer tipo de discurso (discurso orientado al
discurso ajeno) incluye: III. 3. subtipo activo (palabra ajena reflejada): a) Polémica interna
oculta; b) Autobiografía y confesión con matización polémica; c) Todo discurso que toma
en cuenta la palabra ajena; d) Réplica del diálogo; e) Diálogo o culto. Ibid., 279.
52
Bajtín. Ibid., 287.
53
Ibid., 278.
54
Ibid., 277-278.
55
Violi (1985) Op. cit., 160.
56
Ibid.
57
Salinas. Op. cit., 238.
58
Ibid., 235.
59
Ibid., 241.
60
Torres Lara, Agustina. "La correspondencia epistolar en España (1975-1992)". Escritura
autobiográfica. Ed. José Romera, et al. Madrid: Visor Libros, 1993: 391.
61
Salinas. Op. cit., 233.
62
Castilla del Pino, Carlos. "Público, privado, íntimo." De la intimidad. Ed. Carlos Castilla
del Pino. Madrid: Crítica, 1989: 26.
63
Ibid., 28-29.
64
Pedro Salinas también da cuenta de esta diferencia entre la intimidad y lo privado,
cuando expresa que "En cuanto los pensamientos salen del recinto de puro pensarlos el
autor y, puestos en palabras, se objetivan, ya existen fuera de él, son accesibles, por el
simple hecho de ser legibles, a todos los que sepan leer. Se ha dado un paso en una
dirección: comunicar nuestra intimidad, abandonarla generosamente: una entrega. Pero
apenas dado, entra en acción la reserva, se rodea a la carta de precauciones, el sobre
cerrado, el lacre, y se la consigna a una sola persona. Por un movimiento complementario al
anterior, pero nacido de un impulso opuesto, lo recién exteriorizado se hurta a la
publicidad, a la lectura general; afirmada su condición privada, se hace secreto entre dos
personas." Op. cit., 262.
65
Geninasca, Jacques. "Notas sobre la comunicación epistolar." Revista de Occidente 85
(1989): 79.
66
Pagés. Op. cit., 112.
67
Pagés-Rangel. Op. cit., 34.
68
Brett, Guy. "Abrir sólo en las condiciones indicadas." Camino Way (fotocopia) s.d: 11-
15.
69
Foucault, Michel. "¿Qué es un autor?" Entre filosofía y literatura. Obras esenciales .
Barcelona: Paidós, 1999: 80.
70
Deleuze, Gilles, Félix Guattari. Kafka, Por una literatura menor. México: Era, 1983.
71
Salinas. Op. cit.
REFERENCIAS
Arriaga Flórez, Mercedes. "La escritura diarística en clave bajtiniana: Gertrudis Gómez de
Avellaneda y Sibilla Aleramo". Bajtín y la literatura. Eds. José Romera Castillo, Mario
García-Page y Francisco Gutiérrez Carbajo. Madrid: Visor, 1995: 165-173.
Barrenechea, Ana María. "La Epístola y su naturaleza genérica". Dispositio 15. 39: 51-65.
Brett, Guy. "Abrir sólo en las condiciones indicadas". Camino Way. (fotocopia) s.d. :11-15.
Castilla del Pino, Carlos. "Público, privado, íntimo". De la intimidad. Ed. Carlos Castilla
del Pino. Madrid: Crítica, 1989
Deleuze, Gilles, Félix Guattari. Kafka, Por una literatura menor. México: Era, 1983.
Lozano, Jorge, Cristina Peña-Marín y Gonzalo Abril. Análisis del discurso. Hacia una
semiótica de la interacción textual. Madrid: Cátedra, 1989.
Pagès, Alain. "Stratègies Textuelles: la lettre a la fin du XIX Siècle". Littèrature 31 (1978):
107-114.
Vergara Quiroz, Sergio. Cartas de mujeres en Chile. 1963-1885. Santiago: Andrés Bello,
1987.
Violi, Patrizia. "Letters". Discourse and Literature. Ed. Teun A. Van Dijk.
Amsterdam/Philadelphia: John Benjamin Publishing Company, 1985: 149-167.