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ADELA CORTINA
18 MAR 2022 -
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La palabra autocracia es un tanto críptica, pero el Diccionario de la RAE expone su
significado con mucha claridad: forma de gobierno en la cual la voluntad de una
sola persona es la suprema ley. Por desgracia, la brutal agresión de Putin es una
prueba más de que uno de los grandes desafíos de nuestro siglo es el
empoderamiento de las autocracias y el debilitamiento de las democracias, como si
no hubiéramos aprendido nada del sufrimiento que causaron las del siglo pasado,
de ese “mundo de ayer” del que hablaba Stefan Zweig.
Pero hay una noticia que concierne especialmente a la Unión Europea: se dice que
ha nacido la Unión Europea Geopolítica en ese orden internacional que ahora
lideran Estados Unidos y China, con Rusia al fondo. La Unión Europea ha tomado
conciencia de su responsabilidad como protagonista en el orden mundial y, por
tanto, ha de estrechar la unidad interna y las relaciones externas, asumir una
política exterior común, buscar la autonomía estratégica para no depender de
otros en productos vitales, como los sanitarios o las fuentes de energía —cero gas
de Rusia—, o reducir la burocracia inmisericorde.
Pero lo que da sentido a estos mecanismos son los valores éticos por los que la
Unión Europea optó desde su creación: la defensa de una democracia vigorosa, a la
vez liberal y social, que apuesta por los derechos de las personas concretas, por su
irrenunciable libertad, y nunca por las colectividades asfixiantes que matan la vida,
pero es consciente también de que la libertad no se conquista en solitario, sino en
solidaridad con las demás personas, que son iguales en dignidad y ciudadanas de
un mundo común. Libertad, solidaridad e igualdad son esos valores irrenunciables,
que compartimos con los demás países democráticos, y muy especialmente con los
de América Latina. Frente al comunismo capitalista chino, evidentemente
autocrático, y frente al neoliberalismo estadounidense, el socialismo liberal o el
liberalismo social es la mejor opción.
Sin embargo, no se trata de reproducir una lucha de civilizaciones que enfrenta los
valores de Occidente a los de Oriente, porque tal cosa no existe. Existe el
enfrentamiento entre los valores de las democracias y las autocracias, sea cual sea
su situación geográfica. Japón, Corea del Sur o Taiwán cuentan entre las primeras,
Rusia, China, Venezuela o Nicaragua, entre las autocracias. Construir un mejor
futuro exige promover los valores democráticos, con palabras, pero sobre todo con
hechos, demostrando que creemos en ellos porque ofrecen posibilidades de una
vida más plena que los valores autocráticos. Y es que en la configuración de las
instituciones políticas, jurídicas, económicas y sociales de cualquier sociedad se
encarnan siempre unos valores éticos y es decisivo que sean unos u otros. Las
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democracias han de contar con instituciones sólidas, con una ciudadanía madura,
capaz de discernir, con políticos responsables y veraces.
Sin embargo, algunas voces se han alzado acusando a la Unión Europea de dar un
trato muy diferente a los refugiados e inmigrantes procedentes del norte de África.
Hace décadas que también huyen de la guerra y la miseria, pero mueren a diario y
cuando llegan a nuestros países la integración es sumamente compleja. A mi juicio,
las críticas tienen razón, pero sólo en parte, porque no se trata de restar fuerza a
una experiencia de solidaridad sumamente valiosa y fecunda, que está salvando
vidas y evitando sufrimiento, sino de extenderla. Y sobre todo de poner sobre el
tapete que el problema de asilo y refugio es un desafío local y global tan urgente al
menos como la pandemia o el cambio climático, aunque sea menos célebre.
Bien lo sabe la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR) que conoce una
infinidad de migraciones, como la de los más de seis millones de venezolanos que
han abandonado en los últimos tiempos su país.
¿No tendrían que ocuparse de ello esa inmensa cantidad de organismos nacionales
e internacionales que ni resuelven los problemas en los países de origen ni
posibilitan la integración de los desplazados en los países de llegada? ¿No estamos
demostrando con este olvido de los más vulnerables que en Occidente y en Oriente
estamos bajo mínimos de humanidad?