Está en la página 1de 228

UN COWBOY ENAMORADO

JOY DARK
Copyright©2023 JOY DARK
Todos los derechos reservados. No se permite la reproducción total o parcial de esta obra ni su
incorporación a un sistema informático ni su transmisión en cualquier forma o por cualquier medio,
sea este electrónico, mecánico, por fotocopia, por grabación u otros métodos, sin el permiso previo y
por escrito del autor. La infracción de los derechos mencionados puede ser constitutiva de delito
contra la propiedad intelectual (Art. 270 y siguientes del Código Penal). El copyright estimula la
creatividad, defiende la diversidad en el ámbito de las ideas y el conocimiento, promueve la libre
expresión y favorece una cultura viva. Gracias por comprar una edición autorizada de este libro y
por respetar las leyes del copyright al no reproducir, escanear ni distribuir ninguna parte de esta obra
por ningún medio sin permiso.
Primera edición, octubre 2023
Traducción: Teresa Gomares.
SINOPSIS

Sarah Parker, una abogada aficionada a los pasteles caseros y el


desorden creativo, y Mike Davis, un cowboy tranquilo obsesionado con
cuidar caballos y ganado, parecen destinados a no encajar.
Pero un secreto inconfesable une sus vidas: desde hace un año,
mantienen una peculiar relación secreta.
Cuando Emily y Ethan, sus amigos y dueños del rancho, los dejan a
cargo de su hijo Harper durante su luna de miel, la tensión entre Sarah y
Mike alcanza niveles explosivos.
Ambos saben que su extraño romance tiene fecha de caducidad y
deciden establecer reglas claras. Pero en medio del trabajo en el rancho, las
discusiones y las noches compartidas cuidando al niño, sus corazones tienen
planes diferentes.
Con el tiempo corriendo y un secreto guardado celosamente, Sarah y
Mike se embarcan en una montaña rusa emocional que hará que sus dos
caracteres choquen haciendo que todo salte por los aires.
Disfruta de esta comedia romántica llena de risas, pasión y revelaciones
inesperadas en el corazón de las praderas de Kansas.
Kansas, donde los campos dorados se extienden hasta
donde alcanza la vista, y el viento susurra secretos de la
tierra.
Joy Dark
1
SARAH

El sol se pone lentamente sobre el horizonte, tiñendo el cielo de tonos


cálidos y dorados.
Estoy de pie junto al lago, observando el reflejo de las luces
centelleantes en la superficie tranquila del agua.
La boda de Emily y Ethan ha sido un verdadero cuento de hadas, y la
fiesta es el broche de oro perfecto para esta hermosa historia de amor.
Una brisa suave acaricia mi piel, y me siento agradecida por ser parte de
este día especial.
Mi papel como dama de honor ha sido una experiencia única y
emocionante.
Ver a Emily caminar hacia el altar al lado de Mike con la confianza y el
amor que merece, ha sido un momento que nunca olvidaré.
La música suave y el murmullo de las conversaciones llenan el aire
mientras los invitados disfrutan de la cena y el baile.
El rancho se ha transformado en un lugar mágico, con luces brillantes
colgando de los árboles y mesas decoradas con flores silvestres.
Me acerco a la mesa de dulces y elijo un pastelito delicadamente
decorado.
Exactamente como los que he estado practicando últimamente, soy una
repostera aficionada, aunque jamás haya sido buena cocinera.
Mientras saboreo el delicioso bocado, mi mente vuelve atrás en el
tiempo.
Ha sido un largo viaje desde que conocí a Emily en la universidad y nos
convertimos en amigas inseparables.
Ahora, verla felizmente casada y con Harper, el hermoso niño que se ha
convertido en su hijo, me llena de alegría.
Mike, se acerca y me ofrece una copa de champán. Levanto la copa en
un brindis silencioso por la felicidad de la pareja.
Emily y Ethan están en la pista de baile, abrazados el uno al otro.
Son el centro de atención, pero también irradiando un aura de intimidad
y amor que es palpable para todos los presentes.
La música se desliza suavemente alrededor de ellos mientras bailan.
—Dan un poco de envidia, ¿no? —me dice Mike, al que no le pega
nada este tipo de comentarios.
—Un poco, pero no creo a un tipo duro como tú
le afecte lo más mínimo. No es como si te hubiera entrado unas ganas
tremendas de casarte —le espeto.
Lo conozco bastante bien como para afirmarlo.
Durante el último año, digamos que Mike y yo hemos entablado una
especie de relación amor-odio.
¿Que si nos hemos acostado?
Sí, lo hemos hecho.
Hemos vivido innumerables fines de semanas de pasión, pero eso no
significa que yo le caiga bien a él y él me caiga bien a mí.
—Contigo seguro que no —me dice.
Así funcionamos.
Yo le ataco y el contraataca.
Nos movemos bastante bien por esos terrenos pantanosos.
—¿Quieres que nos veamos en la caseta de pesca? —le sugiero.
—¿Después de tu discurso? —me pregunta él, y yo asiento mientas
apuro mi copita de champán.
—Exactamente, después del discurso. Sabes que ese es el mejor
momento. Te sentirás tan bien contigo mismo que no podrás resistirte a mi
encanto.
Mike lanza una risa sarcástica antes de asentir.
—Está bien, Sarah, después de tu discurso, nos vemos en la caseta de
pesca.
Sonrío triunfante y le doy un codazo amistoso antes de alejarme.
Aunque nuestra relación es complicada, sé que hay una chispa entre
nosotros que ninguno de los dos puede negar por completo.
Mientras camino hacia el estrado, donde pronunciaré un discurso en
honor a Emily y Ethan, reflexiono sobre cómo hemos llegado a este punto.
Mike y yo nos conocimos hace un año en un pub de Haysville, mientras
visitaba a Emily.
En ese momento, él ya era el capataz del rancho de Ethan y, a decir
verdad, no me cayó muy bien desde el principio.
Su apariencia ruda y su actitud desafiante me dieron la impresión de
que era alguien difícil de tratar.
Yo solía visitar a Emily y Ethan una media de dos veces al mes.
Mi trabajo en Lawrence como abogada, es bastante estresante, y las
escapadas al rancho me devuelven la paz que tanto necesito.
No pasó mucho tiempo antes de que nuestras discusiones sobre política,
ética y cualquier otro tema candente que se nos ocurriera frente a nuestros
amigos, se convirtieran en conversaciones apasionadas en privado.
A pesar de nuestras diferencias iniciales, algo en él me intrigaba.
Después de una cena en casa de los recién casados, en uno de esos fines
de semana que estaba allí de visita, decidimos ir al pueblo a tomarnos unas
cervezas.
Emily y Ethan insistieron en que estaban cansados y que el pub no era
un sitio adecuado para él niño, no les faltaba razón.
Sin embargo, nos instaron a ir juntos.
Era una noche de lluvia y, tras una de nuestras discusiones más intensas
en el pub, no recuerdo sobre qué, salí de allí hecha una furia.
Mike no tardó en salir en mi búsqueda y acabamos refugiados en un
pequeño café ya que mi negativa a volver con él al rancho, se vio empañada
por el fuerte chaparrón que comenzó a caer sin contemplaciones.
Allí, entre malas caras e intentos de calmar las aguas, nunca mejor
dicho, cedimos a la atracción.
Nuestro primer beso fue una mezcla de pasión y enojo, como si
nuestros labios estuvieran destinados a chocar de esa manera.
Allí, de repente, nuestra relación empezó siendo secreta, y ese secreto
se extiende hasta el día de hoy.
Nos implicamos mucho en disimular delante de los demás que
seguimos llevándonos como el perro y el gato.
Nos gusta, nos motiva y, en realidad, lo nuestro es más una atracción
física que intelectual.
A lo largo del último año, nuestras reuniones secretas se convirtieron en
algo más que simples encuentros.
Experimentamos la intensidad de una relación apasionada, a pesar de
que ambos nos resistíamos a admitirlo abiertamente.
Mientras me acerco al estrado, sé que mi discurso será una celebración
del amor, la familia y las sorpresas inesperadas que la vida tiene reservadas
para nosotros.
Y aunque nuestras vidas puedan estar llenas de desafíos y obstáculos, el
amor siempre encuentra su camino, uniendo corazones de maneras que
nunca podríamos haber imaginado.
¿Será el caso de Mike y mío?
Lo dudo, porque en el fondo, lo odio con todas mis fuerzas.
2
MIKE

Una suave brisa acaricia mi rostro, aunque no soy un apasionado de las


bodas, asumir el papel de padrino de Ethan en esta ocasión ha sido un
honor.
Acompañar a Emily hacia el altar solo demuestra que confían en mí y
que soy para ellos un buen amigo.
Ha pasado un año desde que conocí a Emily y Ethan.
Al principio, no sabía qué esperar de este lugar remoto y de las personas
que lo llaman hogar.
Mi papel como capataz del rancho era principalmente supervisar las
labores, pero con el tiempo, me convertí en una especie de protector de este
rincón y de las personas que lo consideran su refugio.
Sarah, la dama de honor y amiga de Emily, está cogiendo un pastelito
en la mesa de dulces.
Cojo dos copas de champán de la bandeja de un camarero y me acerco a
ella.
Le tiendo una y brindamos en silencio, hasta que lo rompo diciendo
algo que seguro que la sorprende.
—Dan un poco de envidia, ¿no?
—Un poco, pero no creo a un tipo duro como tú le afecte lo más
mínimo. No es como si te hubiera entrado unas ganas tremendas de casarte
—comenta Sarah, cuyo temperamento choca con el mío.
—Contigo seguro que no —le respondo, sabiendo que eso encenderá la
chispa entre nosotros.
Lo ojos de Sarah no tardan en centellear, sé exactamente lo que está
pensando.
—¿Quieres que nos veamos en la caseta de pesca? —me sugiere.
—¿Después de tu discurso? —le pregunto, aunque en realidad es una
afirmación.
—Exactamente, después del discurso. Sabes que ese es el mejor
momento. Te sentirás tan bien contigo mismo que no podrás resistirte a mi
encanto.
No puedo evitar soltar una risita sarcástica.
Los dos sabemos que es ella la que no puede resistirse a un tipo como
yo.
—Está bien, Sarah, después de tu discurso, nos vemos en la caseta de
pesca —le digo para que se quede contenta y crea que ella lleva la voz
cantante.
Nuestra relación comenzó de manera tumultuosa en un pub de
Haysville, donde nuestras diferencias saltaron a la vista.
En ese momento, yo ya era el capataz del rancho, y ella era la amiga de
Emily que venía a visitarla.
Las discusiones públicas pronto se convirtieron en momentos calientes
en privado.
A pesar de nuestros roces y desacuerdos, había algo que me atraía a ella
una y otra vez.
Cada vez que se marchaba a Lawrence, la pensaba demasiado, y aunque
ese tipo de sentimientos me asustaran, no podía evitarlos.
Para ser sinceros, discutir con ella me la ponía muy dura.
Fue una noche de lluvia, después de una discusión particularmente
intensa en el pub, cuando finalmente cedimos a los pecados de la carne.
Nuestra relación se ha mantenido en secreto, ya que no queríamos
causar escándalos en el rancho.
Durante el último año, compartimos momentos apasionados y también
discusiones acaloradas.
Aprendimos a apreciar nuestras diferencias y encontramos una
conexión sexual que ninguno de nosotros esperaba.
Ahora, mientras me dirijo hacia el frente del estrado para escuchar el
discurso de Sarah, sé que mi vida ha dado un giro inesperado.
Tal vez, en el fondo, haya algo más entre Sarah y yo, algo que va más
allá de nuestras discusiones y juegos de poder constantes.
Niego con la cabeza, «eso es imposible, detesto a esta mujer, me saca
de mis casillas».
Es deliciosamente perturbadora, sí, eso es.
La odio tanto, porque en la cama me deja sin fuerzas.
3
SARAH

—Ojalá que todos nosotros podamos encontrar, o ya hayamos


encontrado, un amor tan fuerte, apasionado y profundo como el suyo. Que
sus vidas estén llenas de risas, aventuras y momentos inolvidables juntos.
Levantemos nuestras copas y brindemos por Emily y Ethan, por su amor
eterno y por todas las bendiciones que el futuro tiene reservadas para ellos.
Que su camino esté lleno de amor, felicidad y muchas más aventuras juntos.
¡Por los recién casados! —termino diciendo, mientras los invitados
aplauden y Mike me mira desde su posición con una sonrisa de medio lado.
Qué guapo es el canalla.
Tras abrazar a Emily y a su recién estrenado marido. Bajo del atril
dispuesta a pasar un buen rato con el cowboy más aborrecible del condado.
—Ojalá que todos nosotros podamos encontrar, o ya hayamos
encontrado, un amor tan fuerte, apasionado y profundo como el suyo —me
parafrasea Mike, cuando voy hacia él, poniendo una vocecita femenina para
imitarme.
—Eres imbécil, ¿lo sabías?
—Me lo repites mucho, pero creo que en esa frase solo demuestras lo
coladita que estás por mí.
Bufo poniendo los ojos en blanco.
—¿Tú crees? Parece que la has memorizado a conciencia porque te
mueres de ganas de que te yo declare mi amor incondicional, pero eso no va
a pasar jamás, Mike Davis. Tú y yo solo somos… dos follamigos.
—Te compro la primera palabra, pero no creo que seamos amigos.
—Vale, dejémoslo en enemigos con derecho a roce.
—Me gusta —declara, mirándome lascivamente encendiendo todas las
alarmas de mi cuerpo.
La mayoría, concentradas en mi bajo vientre, todo hay que decirlo.
—Vigila la zona, escaparemos juntos hacia la cabaña cuando nadie nos
esté mirando —le digo, bebiendo lo que queda en mi copa tras el brindis de
los novios.
He perdido la cuenta de cuántas me he bebido ya.
—Lo que yo te diga, desesperada perdida —murmura con una estúpida
mueca de condescendencia.
—Tú estás alucinando. Soy la dama de honor, ¿crees no hay otro tío
guapo por aquí deseando hincarme el diente?
—No lo sé, pero hasta ahora no he visto a ninguno pululando a tu
alrededor. —Mira en derredor buscando un posible pretendiente.
—Eso es porque no has prestado atención, mentecato.
—¿Mentecato? Creo que estás perdiendo fuelle con los insultos,
señorita Parker, y me baja la libido —suelta una carcajada que hace que
empiece a perder los papeles.
—Está bien, en ese caso será mejor que me busque otra diversión por
aquí. —Intento dar un paso, pero Mike me coge del brazo antes de que
pueda darlo por completo.
—Quieta ahí, fierecilla. El único que te va a dar diversión hoy soy yo.
—Eso será si yo quiero, Búfalo Bill —le digo muy cerca de su preciosa
cara, frunciendo los labios.
Estamos tan encaramados y con la excitación subiéndome ya por la
espina dorsal, que no nos damos cuenta que nuestros amigos se acercan
hacia nosotros.
—¿Qué está pasando aquí? ¿Ya estáis discutiendo como de costumbre?
—dice Ethan.
—¿No podéis comportaron ni siquiera el día de nuestra boda? —le
sigue Emily.
—Es que no nos ponemos de acuerdo en si el vino era de Napa o de
Mendocino —responde Mike como si nada.
—Entiendo —suelta Ethan poco convencido, pero está tan
acostumbrado a vernos así que no se molesta en rebatir a Mike—. ¿Puedo
hablar contigo un momento en privado? —le pregunta.
—Claro, así descanso un poco de esta mujer tan desquiciante —
responde, dedicándome una mirada socarrona.
Gruño y Emily no puede evitar reírse.
—¿Cuándo vais a dejar esta guerra absurda?
—Cuando tu marido encuentre otro amigo.
—Pues me temo que voy a pedirte un favor que seguramente implique
verlo bastante a menudo —me dice, llenándome de intriga.
—¿De qué se trata?
—Mis padres no pueden hacerse cargo de Harper mientras estemos de
luna de miel, y he pensado que su tía Sarah estaría encantada de cuidarlo
durante dos semanas. —Emily me mira haciendo un gesto raro.
—¿Yo? A ver, no es que no pueda hacerme cargo de Harper, es que no
tengo ni idea de bebés y debería pedir las vacaciones adelantadas… —me
empiezo a poner nerviosa con la idea.
—No pasa nada, Ethan está hablando con Mike, seguro que él no tiene
ningún problema. Entiendo que es muy precipitado, pero mis padres han
decidido hacer un viaje a Italia justo en las mismas fechas. Es para
matarlos.
—¿Perdona? ¿Estás insinuando que Mike sería mejor niñero que yo? —
pregunto para cerciorarme.
—¡No he dicho eso! Pero él ayudó mucho cuando, ya sabes… y seguro
que está encantado de echarnos una mano. Se lleva muy bien con Harper, y
si tú no puedes…
—Ni hablar, lo haré yo. Me niego a que dejes a mi sobrino con ese
idiota que se cree que es más listo que nadie —digo con determinación.
—De verdad, Sarah, no te sientas comprometida, nosotros confiamos en
Mike.
—Pues eso va a cambiar, a partir de ahora, confiareis en mí. Nunca he
pasado tiempo a solas con Harper teniendo en cuenta que fui parte
fundamental en toda vuestra historia de amor. Creo que es una oportunidad
ideal de comprobar si mi instinto maternal aflora de alguna manera.
—Eso último me preocupa un poco, no quiero que Harper sufra las
consecuencias de tu experimento. —Emily se cruza de brazos frente a mí.
—Sabes perfectamente que sabré cuidar de él, si no, no me lo hubieras
pedido.
—Sí, pero estás haciendo que me arrepienta.
Me llevo una mano al pecho en un gesto dramático de época para
hacerme la ofendida.
—Asume las consecuencias de tus actos, Emily Summers Brooks. Me
instalaré en el racho durante dos semanas y seré la mejor niñera del mundo.
—Vale, pero creo que Mike debe aportar algo ya que Ethan ha insistido
en que sea él el que se ocupe de Harper. Desde que hay más personal
ocupándose del racho, Mike puede tomarse las cosas con más calma esas
dos semanas.
—¿Vais a ponerme un niñero para que haga de niñera? —pregunto con
exasperación porque es el colmo de lo absurdo.
—Creo que entre los dos las cosas serán más fáciles. Harper aún es muy
pequeño y los bebés son complicados.
—¿Más que aprenderse el código civil de cincuenta estados? No creo.
—Ahora soy yo la que se cruza de brazos.
—Aun así, sigo pensando que te vendrá bien su ayuda.
Discuto con ella unos minutos más, pero acabo aceptando que ellos son
sus padres y que solo quieren lo mejor para Harper.
—Vale, está bien, trato hecho. —Le tiendo la mano para sellar el pacto,
es la costumbre.
—Espero que esto también os sirva para limar asperezas y que dejéis de
comportaros como críos. Estamos cansados de veros discutir
constantemente.
—En ese sentido, no puedo prometerte nada.
Y es la verdad.
No sé hasta qué punto puedo soportar a Mike veinticuatro horas al día
mientras lidio con un bebé.
Una cosa es pasar un buen rato y otra muy distinta compartir una
responsabilidad con él.
Quién sabe, tal vez al final del día estaré más deseosa de cambiar
pañales que de seguir escuchando las fastidiosas pullas de Mike.
¡Que los dioses de la guardia y custodia nos protejan!
4
MIKE

—¿Vais a dejar a Harper a solas con esa loca? —bramo, después de que
Ethan me pida que haga de canguro yo solo durante dos semanas y decirle
que es demasiada responsabilidad para una sola persona.
—Si tú no te ves capaz…
—No es que no me vea capaz, es que también tengo que atender el
rancho yo solo en tu ausencia. Sabes de sobra que siempre te he echado una
mano con el pequeño.
—Y por eso hemos pensado en ti, pero si no quieres, Emily se lo pedirá
a Sarah.
—Ni hablar, no quiero tenerla por el rancho pululando todo el día para
sacarme de mis casillas. Lo haré yo. Me organizaré mejor y me haré cargo
de todo.
—¿Qué es lo que harás, vaquero? —pregunta Sarah a mi espalda
haciendo que me sobresalte.
—¿Ves lo que te digo? Siempre intenta fastidiarme —protesto
dirigiéndome a Ethan.
—Yo solo venía a decirle a Ethan que he aceptado el reto de cuidar a su
hijo durante el tiempo que dure la luna de miel, no a fastidiarte. Así que ya
no haces ninguna falta.
—¿Qué? No, de eso nada, ya le he dicho que yo me encargaré de eso.
Puedes quedarte en Lawrence tranquilamente sin perturbar la paz del
campo.
—Lo siento, pero eso no va a pasar, tendrás que compartir esa
responsabilidad conmigo. —Sarah me saca la lengua y se cruza de brazos.
¿Se puede ser más infantil viniendo de una abogada?
—Lo llevas claro, yo contigo no quiero compartir ni una pizca de aire
—digo, pensando en lo mentiroso que soy.
He compartido más de mil gemidos respirados directamente de su
preciosa boca, pero no pienso darle el gusto de ponernos en evidencia por
revelarlo.
—Pues tú mismo, pero me vas a tener que soportar dos semanas por
aquí. Me vendrá estupendo este retiro en el campo, ya sabes lo mucho que
me gusta venir de visita y desestabilizarte un poco.
Chasqueo la lengua contra el paladar y Ethan nos mira a ambos antes de
soltar algo.
—¿Podemos confiar en vosotros? No quiero que Harper acabe en
manos de los servicios sociales porque vosotros os habéis echado los trastos
a la cabeza.
—Te doy mi palabra, Ethan, pero no estoy segura de que el energúmeno
de tu amigo esté dispuesto a dar su brazo a torcer. Está claro que me odia y
que le encanta demostrarlo siempre que puede.
—Yo puedo domar a un caballo salvaje sin ningún tipo de problema, así
que lidiar contigo será pan comido, quizá abandones antes de completar la
primera semana.
—¿Vas a ponerme a prueba?
—A lo mejor —le digo como si fuera un adolescente en plena
efervescencia.
—Pues, vale, inténtalo si puedes.
Ambos nos enzarzamos en una diatriba de palabrería llena de orgullo
hasta que Ethan pone fin a la discusión.
—¡Parad de una vez! ¿Qué narices os pasa? Sois dos adultos que vais a
hacerles un favor a dos de vuestros mejores amigos. Si no vais a saber
comportaros, será mejor que contratemos a algún profesional.
Los dos agachamos la mirada como si, en efecto, fuéramos dos niños.
—¿Me prometéis que os vais a portar bien? —pregunta cuando ve que
hemos cedido a su enfado.
—Sí, nos portaremos bien —decimos al unísono.
—Así me gusta. El martes saldremos a las ocho para el aeropuerto,
preparaos mentalmente porque os vamos a confiar a nuestro hijo y no
queremos problemas con vosotros, ¿entendido?
Asentimos en silencio, Ethan cuando se enfada impone bastante.
—Entre los dos será más fácil, tenéis que ayudaros en todo porque los
bebés a veces son complicados.
—Pues anda que esta —digo en voz baja mientras la señalo con el dedo,
y Sarah me dedica una mirada cargada de furia.
Tras un rato de bronca por parte de mi jefe y amigo, se queda conforme
en que seremos buenos y haremos las cosas bien para que todo fluya
estupendamente con Harper y el trabajo en el rancho.
Pero por dentro, la idea de compartir veinticuatro horas con Emily, me
pone un poco nervioso.
Aunque, en peores rodeos me he visto envuelto.
Una mujer no va a conseguir que me vuelva loco y me haga pipí encima
por una rabieta.
No queda más remedio.
¡Que comience el desafío del siglo!
Cuando Ethan se marcha a saludar a unos invitados que están hablando
con Emily, le digo a Sarah:
—Entonces, ¿sigue en pie lo que tenemos pendiente en la caseta de
pesca?
Ella me mira fijamente a los ojos y me dedica una sonrisa de medio
lado antes de contestar:
—Vete al cuerno, Mike.
«La tengo loquita», pienso, mientras sonrío al verla marcharse
contoneándose como una hoja al viento.
5
SARAH

Mi coche se desliza por el polvoriento camino que conduce a la


propiedad.
Han pasado solo dos días desde que me fui después de la boda, pero ya
siento la tranquilidad y la familiaridad del rancho envolviéndome de nuevo.
Emily sale al porche a recibirme con Harper en los brazos.
El niño me mira y cuando voy hacia él expandiendo los brazos, esconde
la cabeza en el cuello de Emily.
—¿Qué le has dicho? —le pregunto, seguro que le ha contado que se va
a quedar conmigo y que soy una horrible canguro.
—Nada, ¿por quién me tomas? Debe notar que Ethan y yo estamos
tramando algo. Siempre ha sido muy intuitivo.
—Pues en ese caso, ya debería saber que me quedo con él dos semanas,
¿verdad? —le digo a Harper con un tono algo tonto, como se suele hablar a
los niños, pero él sigue ignorándome—. Me odia.
—No digas, eso, sabes que te adora. Vayamos dentro, es mejor que
empieces a interactuar con él para que podamos marcharnos sin que monte
una escena.
—Es lo que he estado intentando hacer —digo arrastrando mi enorme
maleta—, pero tiene el mismo carácter que Mike, se nota que pasa
demasiado tiempo con él.
Emily, que ha empezado a andar hasta la entrada de la casa, se gira un
momento para mirarme rodando los ojos.
Mi amiga desde que es madre ha perdido todo el sentido del humor.
Bueno, no del todo, pero no encaja igual mis ocurrencias.
Cuando entramos en la casa, siento la calidez del hogar.
Estamos a principios de octubre y la temperatura a primera y última
hora del día ya es un poco fresca.
Me encanta estar aquí, y no por lo que estáis pensando.
—Bienvenida de nuevo —me dice Ethan.
Cuando suelto la maleta me abraza con fuerza.
—No me ha quedado más remedio.
—Todavía estás a tiempo de huir, Mike está también al caer y no tendrá
ningún problema en rendir él solito —me dice. Parece que le divierte
picarme tanto como a su amigo.
—¿Y que me gane la apuesta? No gracias.
—¿Qué apuesta? —pregunta Emily.
—Se han retado el uno al otro a que no completan la primera semana —
contesta Ethan por mí.
—Joder, Sarah, para una cosa que te pido —replica mi amiga.
—Disculpa, pero no es la primera ni será la última que me pidas en tu
vida porque somos amigas. Además, que solo fue algo para picarnos, jamás
dejaría a Harper en la estacada.
—Eso espero, porque te quedarás sin esa preciosa melena que tanto
presumes —me advierte.
—Uso un champú para caballos que me recomendó... —me freno en
seco— un veterinario que conocí en Tinder.
Ethan y Emily se miran el uno al otro, están a punto de decir algo, pero
parece que vacilan un poco y cambian de tema.
Es Emily la que decide tomar la palabra.
—Te he dejado un listado con las comidas y horarios de Harper. No
pretendo que lo sigas al pie de la letra, pero sí que te sirva de guía. La
encontrarás sobre la encimera de cocina.
—¿Habéis dejado otra igual para Mike? —pregunto.
—No, supongo que con esa os servirá para los dos. Se trata de que
colaboréis en uno con el otro, no que os turnéis para cuidar del niño.
—Eso significa que soy interna a tiempo completo. A sus órdenes,
sargento —le digo haciendo un saludo militar.
Ethan se ríe, pero Emily se crispa un poco.
—No vas a cambiar nunca, ¿verdad? —me dice negando con la cabeza.
—Disculpa si cuando estoy fuera de un juzgado quiero ser una persona
divertida. Tienes muy mal concepto de mí.
—Sabes que eso no es verdad. Pero si quieres reafirmar que eres
responsable, ten a Harper y entretenlo en su habitación para que podamos
irnos sin dramas.
Cuando Emily obliga a Harper a venir conmigo, el niño rompe en
llanto.
—No llores chiquitín, la tía Sarah va a enseñarte algo muy bonito —le
digo, pero no parezco convencerlo.
Ha visto a sus padres coger unas enormes maletas y, por muy pequeño
que sea, sabe que algo va a pasar.
—¡Suerte! —me grita Ethan, empujando hacia a la calle a Emily que,
por lo mucho que la conozco, se marcha con el corazón partido.
Los muy traidores se han ido casi a la francesa, huyendo de la situación.
Aunque los entiendo, nunca han sido solo ellos dos, ni siquiera desde el
principio de su relación.
—Ey, Harper, vamos a darles un respiro, se lo merecen, ¿sabes?
Pero ni con esas deja de llorar, gritando mami en su dialecto infantil.
Creo que es lo único que sabe decir además de papá.
Al final, parece que Harper tiene una opinión muy clara sobre la
situación.
Va a seguir llorando hasta dejarme sorda.
6
MIKE

Escucho a Harper llorar desde el camino que delimita la casa del


terreno.
Menudos pulmones tiene el pequeño Brooks, seguro que Sarah está
sudando la gota gorda.
La idea de verla lidiar con él en ese estado, me divierte sobremanera,
pero no pienso entrar de inmediato y salvarla, quiero que sufra un poco
más.
Me voy acercando lentamente, puedo escuchar su voz alterada por
encima de los gritos y llantos de Harper.
—¿No vienen los niños con un botón de apagado? —grita y no puedo
evitar soltar una carcajada.
Cuando la escucho sollozar a ella desesperada, hago mi entrada triunfal
y, Harper, al verme, intenta zafarse de ella para venir conmigo.
Ella acaba cediendo y lo deja en el suelo.
El niño, con pasos torpes llega hasta a mí y se calma de inmediato.
—Estupendo, maravilloso, ¡de puta madre! —masculla enfadada.
—Esa boca, Parker, que hay niños delante —la reprendo.
—Sí, efectivamente, dos para ser exactos. Y por lo que veo, eres una
especie de bálsamo para Harper.
—¿Por qué te molesta tanto que me quiera? Paso mucho tiempo con él
y su padre en el rancho, es lo normal —le digo, mientras Harper suelta unos
hipidos.
—Porque te me vas a hacer imprescindible si no quiero acabar con la
cabeza hecha un bombo. El niño me odia.
—No te odia, es que huele el miedo que le tienes a todo esto.
—¿Miedo? Perdona, señor sabelotodo, pero yo no le tengo miedo a
nada. He hecho de abogada de más de un diablo.
—No sabía que te habías representado a ti misma —le contesto muerto
de la risa. A veces me hago gracia a mí mismo.
—Juraste ante Ethan que te ibas a portar bien conmigo, pero veo que no
tienes ni una pizca de palabra.
—Tú tampoco, siempre me has confesado que nuestras peleas te ponen
a cien, y el día de la boda me dejaste tirado.
—Oh, lo siento, ¿tu cosita aún no te ha perdonado lo capullo que eres
por jugar de ese modo con sus sentimientos? —me dice con esa gracia que
siempre la caracteriza.
He de reconocer que es tan elocuente, que a veces me cuesta seguirle el
ritmo y sé que puedo acabar perdiendo el cruce de palabras.
—Mi cosita y yo, sabemos cuidarnos solitos.
—Sabes que no es lo mismo, pero me alegra que disfrutes los cinco
contra uno pensando en mí.
La veo coger la maleta y comenzar a andar hasta el pasillo, donde está
la habitación de invitados que suele usar cuando viene de visita.
—¿Dónde crees que vas? Tu habitación es la de arriba, la que está cerca
de la habitación de Harper. Estás aquí para ocuparte del niño —le pregunto,
haciendo que se pare en seco.
—Creo que las noches deberías quedártelas tú, está claro que soy una
negada consolando niños e, intuyo, que llorará cuando sea consciente que
sus padres se han ido.
—¿Crees que voy a dormir aquí? No, el trato era que yo te echaba una
mano, pero la que aceptó a hacerse cargo y quedarse en la casa fuiste tú.
¿Necesitas que te recuerde las palabras exactas?
—Mejor recuerda las que dijiste tú. Esta casa ahora es de los dos
durante dos semanas, y ese niño también. Así que ve a tu casita, trae las
maletas e instálate. Harper te necesita. ¿O ahora tienes miedo de abandonar
tu paz interior?
—No, lo que me preocupa compartir espacio vital con una bruja.
—Pues ten cuidado de no alterarme mucho o tendré que hechizarte. —
Dirige las manos hacia mí y mueve los dedos en el aire.
¿Hechizarme?
Sarah lo lleva claro si cree que no entiendo el doble sentido de sus
palabras.
No pienso volver a caer en la tentación de dejarme envolver por sus
encantos.
Si quiere guerra, que empiece a preparar una buena defensa, porque yo
estoy más que dispuesto a lanzarle un buen ataque.
7
SARAH

Aún no soy consciente de lo que he hecho, pretendiendo que se quede


aquí conmigo las dos semanas.
Vale, sé cuál es el motivo principal.
Me siento completamente una inepta en cuanto a hacer de canguro se
refiere.
Soy una negada para los niños, debo reconocerlo, pero Mike debe tener
una especie de don por cómo ha reaccionado Harper al verlo.
Lo necesito aquí todo el tiempo posible, aunque eso signifique tener
que aguantar sus salidas de tono conmigo.
Y una cosa tengo clara, este juego sexual que nos hemos llevado entre
manos durante un año, se debe terminar ya.
Así que estoy decidida a poner freno a cualquier instinto primario que
quiera aflorar y a obligarme a hacer cositas prohibidas con el guapo de
Mike.
«El guapo de Mike», reverbera en mi cabeza.
Es que… la verdad, es el hombre más guapo que he visto en mi vida.
Y si lo ves desnudo, piensas: «Wooow, tiene músculos que no sabía que
existían».
Es un hombre altamente atractivo, de ojos claros que se achican cuando
sonríe o cuando te mira enfadado, los labios bien definidos sin ser
extremadamente gruesos, de mandíbula marcada y una nariz recta y
perfecta que encaja a la perfección con los demás rasgos de su cara varonil.
Su pelo castaño claro, su barbita de tres días que le queda de ataque…
Solo de pensarlo, me están entrando unos calores impropios de una
babysitter.
Me he quedado sola, se ha llevado a Harper con él a recoger sus cosas
porque el niño no quería quedarse aquí a solas conmigo.
Harper lo ha declarado alto y claro, con un grito desesperado que ha
salido de su pequeño estómago. Tiene carácter, eso me gusta, aunque lo
emplee para hacerme sentir una bruja.
Así me ha llamado Mike, ¿no?
Sí, soy una bruja deseosa de volver a montarme en el palo de su escoba.
Pero ¿qué narices estoy diciendo?
«Cancelar, cancelar, cancelar», pienso tres veces para revertir esos
pensamientos y ceñirme a lo que me he jurado a mí misma: no caer en la
tentación.
Los oigo llegar, Mike está contándole cosas aleatorias al niño: mira una
mariposa, allí hay un árbol, ¿te gusta el nuevo caballo?
Me atuso el pelo y adopto una pose indiferente mientas ojeo una revista
que Emily tiene sobre la mesa baja.
—Ya estamos de vuelta, y creo que necesita que alguien le cambie el
pañal —dice moviendo la maleta al interior con el pie, mientras carga a
Harper.
—Pues ya sabes lo que te toca. Las cosas que implican mierda, son de
tu competencia.
—¿Y se puede saber eso por qué? —me pregunta, como si no
entendiera a lo que me refiero.
—Es lo que haces en el rancho, ¿no? Limpiar cacas de caballo y vaca.
—Te equivocas, no soy el encargado de eso.
—Pues mira tú por donde, a partir de hoy tienes algo nuevo que
aprender. ¿No te gusta tanto hacerte valer por encima de los demás? Te
concedo el deseo como buena bruja que soy.
—Los deseos son cosas de otros seres fantásticos, pero me alegra ver
que mi apelativo te ha molestado.
—Para nada —contesto, devolviendo la vista a la revista.
—Está bien, yo cambiaré al niño, pero tú prepara algo para almorzar.
—Solo son las diez.
—Seguro que aun así te faltará tiempo.
—¿Insinúas que no sé cocinar? —Insinúa bien.
—He visto muchas cosas de ti, pero jamás cómo te desenvuelves
haciendo tareas de una casa.
—¿Eso esperas de las mujeres? ¿Ver si pueden ser unas perfectas amas
de casa? —le pregunto levantando las cejas en una expresión de horror.
—Vivo solo, conoces mi casa y voy a cambiar un pañal a un niño sin
que se me caigan los anillos, ¿te parece que necesito a una mujer para
sobrevivir y no tener que hacer de amo de casa?
—Es lo que parecías insinuar —por primera vez, no sé qué contestar.
—Si fuera un machista, habría dado por hecho que sabes hacerlo.
—Entonces eres un misógino —declaro, quedándome tan a gusto.
—¿Y eso por qué?
—Porque me atacas y yo soy una mujer —le doy una respuesta muy
básica, lo sé.
Arquea una ceja con hastío antes de contestar.
—No soy un misógino, Sarah. Simplemente no juzgo a las personas por
estereotipos de género. Creo que cada persona tiene sus habilidades y
preferencias, independientemente de su sexo.
Estoy tocada y hundida.
Lo miro fijamente.
—Eso que has dicho es muy bonito —digo sinceramente, hay que
reconocerlo.
—Te he dicho muchas cosas bonitas durante un año, que no hayas
sabido apreciarlas, es problema tuyo. Voy a cambiar a Harper.
Me quedo mirando a Mike mientras sube a la segunda planta para ir a la
habitación del niño.
Reflexiono sobre cómo a lo largo del último año, hemos construido una
relación compleja.
Pienso en todas las veces que hemos discutido y nos hemos retado
mutuamente.
A pesar de nuestras diferencias, también ha habido momentos de pasión
y atracción entre nosotros.
Me doy cuenta de que Mike no es tan simple como pensé en un
principio y, que hay mucho más en esta relación de lo que inicialmente
imaginé.
8
SARAH

Mike aún no ha bajado de la habitación de Harper.


Así que entro en la cocina y miro qué puedo preparar.
Le voy a demostrar que soy capaz de preparar un almuerzo decente.
Después de unos minutos de búsqueda me doy cuenta de que las
opciones para mis nulas capacidades son limitadas, y no quiero arriesgarme
a estropear la comida.
¿A quién quiero engañar?
Me alimento de comida preparada o de puestos de comida callejera en
Lawrence, es fácil comprar algo rápido, barato y poco nutritivo en una
ciudad universitaria.
Saco el pan de molde, la manteca de cacahuete y la mermelada de la
despensa.
Mientras extiendo generosamente la manteca de cacahuete en una
rebanada de pan y la mermelada en la otra, pienso que Mike aún no ha
bajado de la habitación de Harper y ya lleva un buen rato.
Tal vez esté ocupado cuidando al niño o pensando en nuestra
conversación anterior.
Termino de hacer los sándwiches y los coloco en un plato junto con
algunas rodajas de manzana que encontré en la nevera.
Luego, dejo todo listo en la mesa de la cocina.
Por fin escucho sus pisadas marcando el paso en los peldaños de la
escalera de madera.
Cuando entra en la cocina—me he encargado de hacer ruido para que
sepa que estoy aquí—veo que está solo.
—¿Y Harper? —le pregunto.
—Después del berrinche ha decidido echarse una siesta.
Intento que se fije en lo que he preparado, mirando disimuladamente a
la mesa de la cocina.
—¿Qué haces con los ojos? —pregunta escrutándome con la mirada.
—He preparado el almuerzo, pretendía que te dieras cuenta.
—Siento que te hayas tomado tantas molestias, pero voy a aprovechar
que está dormido para volver al rancho, tengo algunas cosas que hacer.
—Entonces, ¿te espero para comer más tarde?
Mike mira los emparedados y luego a mí.
—Comeré algo en el pueblo. Volveré por la tarde.
—¿Y qué hago con esto? Ni siquiera me gusta la manteca de cacahuete.
Mike niega con la cabeza un par de veces antes de volver a hablar, pero
lo hace cuando ya está saliendo de la cocina dispuesto a marcharse.
—Y yo soy alérgico al cacahuete, pero ya deberías saberlo.
¿Debería? ¿Cuándo me lo dijo?
Me dejo caer en una de las sillas, cojo uno de los sándwiches y le doy
un mordisco enfadada.
Ya sé porque no me gusta la manteca de cacahuete, tiene un equilibrio
entre lo salado y lo dulce, con un ligero toque de amargura de los
cacahuetes tostados.
Exactamente como el punto en el que está la relación entre Mike y yo.
9
MIKE

Estoy de pie junto a uno de los corrales del rancho, observando a los
caballos mientras disfrutan de su tiempo en el campo.
Mi mente divaga un momento mientras pienso en la situación actual.
Sarah y yo hemos estado en una especie de montaña rusa durante el
último año y, a veces, me pregunto si alguien más en el rancho ha notado
algo.
Justo en ese momento, Jude, uno de los trabajadores más recientes del
rancho, se acerca a mí.
Es un chico que no sobrepasa los treinta años, fuerte y alto, y muy
solícito con todos.
—¿Todo bien, Mike? —me pregunta, mirando fijamente a los caballos
conmigo.
—Sí, Jude, todo bien —respondo, tratando de sonar tranquilo. Pero me
conoce lo suficiente, pasamos muchas horas juntos todos los días, como
para darse cuenta de que algo me preocupa.
—No pareces del todo convencido, amigo —dice con una sonrisa
cómplice—. ¿Algo en tu mente?
Dudo por un momento, pero finalmente decido hablar con alguien de
confianza sobre mi relación con Sarah.
—Sarah y yo hemos estado... algo complicados durante el último año
—comienzo, eligiendo mis palabras con cuidado—. Hemos tenido nuestros
desacuerdos, discusiones, y también momentos... diferentes.
Asiente con la cabeza, como si entendiera exactamente a lo que me
refiero.
—Sarah es esa chica que suele pasar tiempo por aquí, ¿no? La amiga de
Emily —dice y yo asiento—. Sí, he notado que no siempre estáis de
acuerdo. Os vi discutir en la boda y algunas veces cuando viene al rancho.
—A veces siento que nuestras discusiones son más intensas de lo
normal —confieso—. Y también hay momentos en los que... bueno, en los
que no estamos discutiendo en absoluto.
Jude arquea una ceja con curiosidad.
—¿Estás insinuando que ha habido algo más entre vosotros dos?
Respiro hondo antes de responder.
No estoy del todo seguro si confesárselo, pero finalmente accedo a
hacerlo.
Necesito hablar con alguien de esto si no quiero volverme loco estas
dos semanas.
—Sí, ha habido momentos en los que hemos estado juntos de una
manera diferente. Pero siempre ha sido complicado.
Jude parece pensar en mis palabras por un momento antes de responder.
—¿Y dices que lleváis un año discutiendo y, ya sabes, encamándoos?
—Sí, más o menos se resume a eso. En principio la cosa me divertía…
—Mira, Mike, las relaciones nunca son fáciles. Si sientes algo por
Sarah y ella siente algo por ti, tal vez sea hora de sentarse y hablar de
verdad sobre lo que está pasando entre vosotros dos. A veces, esas
conversaciones difíciles son las que nos llevan a lugares mejores.
—El problema es que creo que ambos nos negamos a sentir algo,
¿entiendes? Hoy me he dado cuenta que nunca me ha escuchado de verdad,
y en el fondo no la culpo, yo he accedido a que nuestra relación sea rara y
absurda en ciertos momentos. ¿Conoces esa sensación de estar enganchado
a algo que en el fondo te hace daño?
Jude sonríe.
—Subir a montañas rusas sin un buen cinturón de seguridad puede ser
bastante peligroso.
—Pues me temo que esa adrenalina que produce exponerse al peligro,
la tengo que aguantar dos semanas.
—¿A qué te refieres?
—A que Ethan y Emily nos han encargado que cuidemos de Harper
mientras dura su luna de miel. Sarah está en el rancho.
—Espera, ¿no iban a hacerse cago los padres de la jefa? Es lo que dijo
Ethan unas semanas antes de la boda.
—Sí, supongo que esperaban que ellos pudieran, pero se han ido de
viaje a Italia.
—Muy oportunos —comenta Jude torciendo el gesto.
—Oportunos o no, nos han encargado la tarea a nosotros dos.
—Bueno, eso es que confían mucho en vosotros, yo me lo tomaría
como un cumplido.
—Y lo es, no te lo discuto, pero eso implica a tener que convivir con
ella y no sé si estoy preparado para que todo explote por los aires cuando
note que no estoy dispuesto a ceder a sus chantajes. No pienso alimentar sus
deseos cuando le venga la real gana. Estoy empezando a cansarme de eso.
Creo que somos completamente incompatibles en la vida, dejando a un lado
la cama, ahí ambos damos lo mejor de nosotros, ¿entiendes?
—Entiendo que esa mujer te gusta más de lo que quisieras. Creo que
tienes miedo a que si te abres a ella te rechace por completo. Estás jodido,
Mike, reconócelo.
Respiro profundamente mientras escucho las palabras de Jude.
Lo que dice tiene sentido, aunque me cueste aceptarlo.
Sarah me ha desconcertado desde el principio, y el miedo al rechazo es
algo que ha estado en mi mente durante mucho tiempo.
Ese miedo ha estado arraigado en mi mente, desde aquella desgarradora
experiencia en Texas.
La mujer que pensé que sería la persona con la que pasaría el resto de
mi vida, me rompió completamente por dentro.
Aún me cuesta hablar de ello porque no lo he superado.
Aquella traición fue un duro golpe por las personas que estuvieron
implicadas…
Desde entonces, he llevado esa cicatriz en mi corazón, y aunque sé que
no todas las mujeres son iguales, el temor al rechazo se ha convertido en
una sombra constante en mis relaciones con ellas.
Sarah es la primera mujer, después de eso, que consiguió captar mi
atención, a la única con la que me he abierto en ocasiones y me he
permitido ser un poco yo mismo.
¿Me ha dolido que no supiera que soy alérgico a los cacahuetes?
Sí, mucho.
Es algo que le dije una tarde en la que incluso parecíamos una pareja
normal después de hacer el amor.
Recuerdo las confesiones de Sarah sobre sí misma. Había compartido
sus gustos y disgustos en una de esas noches en las que nuestras
conversaciones se volvían más personales de lo habitual.
Me había contado que le encantaba la música country, especialmente las
baladas melódicas que hablaban de historias de amor y pérdida. También
me había revelado su pasión por el buen vino y cómo disfrutaba
experimentando con nuevos sabores y catas en su tiempo libre.
Pero también había mencionado las cosas que detestaba.
Odiaba las películas de terror y siempre se tapaba los ojos en las
escenas más espeluznantes. Detestaba las arañas, tenía un temor irracional a
esas criaturas de ocho patas. Además, no soportaba la hipocresía y la
falsedad en las personas, valoraba la sinceridad y la autenticidad por encima
de todo.
Estaba preciosa ese día contando aquellas cosas que se han quedado
tatuadas en mi mente.
Era por la tarde, y Sarah y yo estábamos recostados juntos en la cama
de mi habitación.
La luz tenue que se filtraba por la ventana pintaba suavemente el
ambiente, creando una atmósfera íntima y relajada.
Su cabello rubio parecía brillar bajo la suave luz, y sus ojos claros, de
un verde hipnótico, resaltaban aún más en su rostro de piel suave y pálida.
Mientras compartía sus confesiones, su mirada profunda y cautivadora
tenía un brillo especial, como si estuviera revelando los secretos más
profundos de su alma.
Su sonrisa, cálida y sincera, iluminaba su rostro y hacía que ese
momento fuera aún más especial.
Era imposible no sentirme atraído por su presencia, por esa
combinación única de belleza y autenticidad que la definía.
Mientras compartíamos nuestros pensamientos y sentimientos en mi
cama, Sarah se convirtió en el centro de mi mundo, y su imagen quedó
grabada en mi mente de forma imborrable.
—No quiero aceptar que siento algo por ella, me niego completamente
a sentir algo que ella no siente y dejar que me parta en dos. No puedo
permitirme eso, Jude.
—¿Y cómo se controlan los sentimientos? ¿Hay algún remedio para
eso?
—No sé si se pueden controlar los sentimientos, pero puedo controlar
mis acciones y decisiones. No voy a permitirme ser vulnerable de esa
manera. Prefiero mantener el control, incluso si eso significa distanciarme
de Sarah. —le respondo con firmeza, pero en mi interior, sé que esta
decisión no me trae paz, sino un vacío incómodo que crecerá con cada día
que pase.
—Eso deberías haberlo pensado hace un año, y tranquilo, tu secreto está
a salvo conmigo —me responde, palmeándome la espalda.
Asiento comprensivamente ante las palabras de Jude antes de que se
aleje, dejándome solo con mis dudas y reticencias.
A pesar de haberme desahogado contándoselo, sigo negándome a
aceptar la profundidad de mis sentimientos por Sarah.
No puedo exponerme de esa manera después de saber lo mucho que
duelen las decepciones.
Vine aquí buscando paz, no quiero librar una batalla en ninguna otra
guerra.
10
SARAH

—¿No te gusta el sándwich que te ha preparado la tía Sarah? —insisto


por enésima vez.
Harper está imposible y se niega a comer.
Resoplo desesperada y empiezo a sentir un nuevo respeto por mi amiga.
¿Cómo soportan esto las madres?
Debe ser agotador.
¿Y dónde narices se ha metido Mike?
Seguro que con él hasta Harper se bebe el líquido agrio de los pepinillos
en vinagre.
—Tienes que comer, aunque sea un par de bocaditos —le digo al niño
armada de paciencia, pero es en vano. Ha cerrado y apretado los labios a cal
y canto.
¡Maldito Mike Davis!
Debería estar aquí como prometió, echándome una mano.
Ethan y Emily tenían razón, los bebés no son fáciles y se necesita de un
equipo para asegurarse de su supervivencia.
—Está bien, te dejo en paz. Pero te aseguro que esto no quedará así,
jovencito.
Lo dejo sentado en el suelo y en seguida se pone a jugar con unos cubos
de construcción a los que simplemente agita y suelta, y vuelta a empezar.
Por lo menos ya no llora y parece haber aceptado que es mí a la que
tiene que ver estos días.
«El libro de instrucciones», pienso.
Con todo el desequilibrio, no he caído en la cuenta de que Emily me ha
dejado una guía práctica de cómo cuidar de Harper.
Seguro que hay algún truco para que coma, para que se duerma, para
que deje de llorar y quizá, para conseguir que me quiera un poco.
Voy a la cocina de nuevo y compruebo que está justo donde me dijo que
lo encontraría.
Es una carpeta que, seguramente, contiene dentro un montón de tips
maternales.
Lo sostengo en mis manos y me lo llevo al pecho alividada.
Vuelvo al sofá y me siento.
Harper sigue en el mismo sitio donde lo he dejado jugando.
—Mira lo que tengo pequeño granujilla, se acabó eso de martirizarme.
Abro la carpeta esperanzada y saco un solo folio donde puedo leer:

Buena suerte con todo y con Mike.


Besos Emily y Ethan.
Casi puedo oír sus risas en el avión camino a Aruba, al imaginarse este
momento.
Aunque yo podría ahora mismo interponer contra ellos una querella por
malos padres, por confiar en que yo podría ocuparme de esto sin una guía
práctica y espiritual.
—Tus padres son unas personas muy muy malas, ¿lo sabías? —El niño
me mira pensando que estoy loca, mi cara de desesperación debe tenerlo en
alerta.
¿Qué hago ahora? ¿Llamo a Mike?
Si lo hago, puede que solo le reafirme que soy una inepta y tenga el
pretexto perfecto para sacarme de mis casillas.
¿Hay algún tipo de teléfono de la esperanza para el auxilio de canguros
en apuros?
Necesito una copa de vino, pero no puedo hacerlo hasta que haya otro
adulto responsable en la casa.
Gruño y me llevo las manos a la cabeza presa de la desesperación más
absoluta.
Debí negarme a esto porque, en vez de hacerles un favor, van a acabar
por desestimar en un futuro cualquier tipo de ayuda por mi parte.
11
SARAH

Son las ocho y media y el sol se está poniendo.


Desisto, estoy agotada.
He intentado por todos los medios que Harper coma, beba leche o
zumo, y pruebe unas galletas deliciosas de chocolate que he encontrado en
la despensa y que he acabado zampándome yo.
Me dejo caer en el sofá mientras él, triunfal de haber acabado conmigo,
mira un canal de dibujos para bebés en la tele mientras succiona de manera
rítmica su chupete.
Le he cambiado por lo menos cuatro veces los pañales, no sé de qué
manera su cuerpecito puede crear tanto excremento si no ha comido nada.
Cuando creo que voy a quedarme catatónica, Mike hace acto de
presencia e intento recolocarme en el sofá toda dignidad.
—Por fin te dignas en aparecer.
Harper se da cuenta de inmediato de su presencia e intenta bajar del
sofá, pero tengo que ayudarlo para que no se abra la cabeza.
Después corre hacia él y se agarra a su pierna como si fuera un tronco
salvavidas.
—¿Ha comido? —me pregunta, ajeno a mi comentario.
—¿Tú qué crees?
Mike coge en brazos a la criatura y se va con él a la cocina.
—¿Qué demonios ha pasado aquí? —asoma la cabeza tres segundos
después.
—Ha pasado que te has ido y me has dejado sola.
—¿Qué persona deja así una cocina para darle de comer a un solo niño?
—me pregunta con una ceja en alto, lo entiendo, debe estar alucinando.
—Alguien que ha intentado por todos los medios que comiera algo. ¡Lo
he probado todo! He hecho un intento de batido de verduras supernutritivo,
como esos que salen en los vídeos de YouTube de gente saludable, pero no
lo ha querido probar, y mejor para él, porque estaba malísimo.
—¿Y crees que voy a limpiar yo todo esto?
—No, pensaba hacerlo yo en cuanto recuperara un poco el aliento. Será
mejor que las cosas referentes al niño las hagas tú y yo me limite a
mantener un orden en la casa.
Mike no dice nada, lo oigo hablar con Harper mientras escucho que
mueve algunos cacharros.
Al poco sale con un poco de fruta en un bol, cortada en taquitos y un
biberón de leche.
Sienta a Harper en la trona y le deja la comida delante.
El niño tarda menos de dos segundos en empezar a comerse la fruta y
dar succiones desesperadas a la leche.
—Estaba hambriento, Sarah. Y no es que lo que esté comiendo sea lo
más adecuado, es que no se puede cocinar nada con todo el lío que tienes
montado en la cocina.
—¿Y yo qué? ¿Crees que no estoy casada, hambrienta y desesperada?
No ha querido comer, jugar o interactuar conmigo. El estado de la cocina es
un reflejo de todo lo que me he esforzado.
—Deberías haberme llamado. Que estemos aquí los dos no significa
que también haya que cuidarte a ti.
—Para qué, ¿para que me machaques como lo estás haciendo ahora?
Eso solo hubiera adelantado tu bronca.
—Deberías estar acostumbrada, funcionamos así ¿no?, como dos
máquinas incansables de reproches y subidas de tono —me dice, mientras
se deja caer al otro lado del sofá.
—Esperaba encontrar algo de consuelo cuando vinieras. —Me
victimizo, necesito un buen alegato de defensa.
—Creo que tu recibimiento no ha sido especialmente empático.
Tiene razón y me toca recular si quiero su colaboración completa.
Lo necesito.
—Lo siento, ha sido fruto del día que he tenido.
—Es la primera vez que lo haces —dice.
—Es obvio que sí —respondo.
No entiendo por qué me pregunta eso.
Sabe de sobra que jamás he cuidado sola de Harper.
—No era una pregunta, era una afirmación y me refiero a pedirme
perdón.
—Lo he hecho otras veces —comento, intentado recordar cuándo,
porque seguramente lo haya hecho, ¿no?
—No es verdad, y no sé por qué, pero siento que lo estás haciendo para
beneficiarte tú. En realidad, no lo sientes de verdad.
—¿Cómo puedes decir eso? Me conoces lo suficiente para saber que
estoy siendo sincera —le reprocho.
—Ahora tengo que darte yo la razón, te conozco lo suficiente para saber
que todo lo que sale de tu boca tiene un precio, y mucho más cuando se
trata de ti.
—¿Crees que quiero aprovecharme de ti y tu cuerpo para aliviar las
tensiones del día? —bufo con los ojos abiertos, haciéndome la sorprendida
mirándolo fijamente.
—Yo no he dicho eso, lo acabas de decir tú.
Pongámonos en situación.
¿Esa posibilidad se me ha cruzado por la mente durante el día?
Sí, un par, bueno quizá tres o cuatro…
—Es lo que me ha parecido que querías decir. Pero en lo que a una
cama y tú y yo respecta, creo que ya dejé claro en la boda que se ha
terminado.
—Es la primera vez que estamos de acuerdo en algo —comenta con una
calma que yo no tengo.
—Me parece bien —digo cruzándome de brazos y echando la vista a la
tele para ver el programa infantil.
—A mí también y, si ya has terminado, creo que me daré una ducha,
dormiré a Harper y después lo haré yo.
—Estupendo, esa era la clase de favores que quería de ti —miento
como una bellaca.
—Pues no tengas problema, cumpliré mi parte. Harper es la única
persona que me importa aquí.
12
MIKE

Cuando Harper se ha dormido y yo ya estoy tendido sobre la cama de


mis jefes, no puedo evitar esbozar una sonrisa ante la escena de la cocina.
—Sarah, Sarah, eres un puto desastre —murmuro, aunque es imposible
que me escuche.
Cuando he bajado a por Harper, ella estaba aún limpiando a conciencia
la cocina entre resoplidos, e intuyo que sigue allí.
Había trozos de verduras hasta en el techo.
¿Cómo puede una mujer como ella montar un caos como ese en unas
horas?
Reflexiono un poco y me doy cuenta de que es capaz de crear miles de
caos y no solo en una casa, también en un hombre como yo.
—No soy un puto desastre —escucho su voz al otro lado de la puerta—.
No hacía falta que cerraras la puerta, no pensaba entrar en medio de la
noche.
Me da un vuelco el estómago.
¿Cómo es posible que hubiera escuchado eso a través de la pared?
—¿Me has estado escuchando a escondidas? —pregunto.
—No. He subido a darme una ducha y la cama está pegada a la pared
del baño, memo.
—Pues no he oído la ducha.
—Aún no he abierto el grifo, solo he salido a avisarte de que estoy aquí,
por si pensabas seguir blasfemando contra mí. He intentado no hacer ruido
para no despertar al niño, eres un…
—¿Imbécil?
—Sí, me alegra que ya lo hayas asumido —es lo último que dice
cuando escucho sus pasos de nuevo hacia el baño.
¡Mierda!
Me he desvelado por completo.
Cuando Sarah enciende el grifo de la ducha, no puedo evitar pensar en
su cuerpo desnudo, ese que he visto tantas veces y que me vuelve loco.
En otras circunstancias, me hubiera metido con ella bajo el agua, pero
ya ha quedado claro que ese juego de tira y afloja que termina en un
polvazo, se ha acabado entre nosotros.
Tengo que ser fuerte y desviar mis pensamientos a otra cosa.
Bajo al salón para beber un poco de zumo y comerme unas galletas.
Si mi estómago se concentra en digerir la comida, tal vez deje de
presionarme el bajo vientre de esta forma.
Sarah no solo me excita en persona, también cuando la pienso.
Cinco minutos después, Sarah aparece con el pelo empapado y unas
gotas de agua le cayéndole desde la frente hasta el canalillo.
Está completamente mojada y cubierta por una minúscula toalla.
«Su cuerpo curvilíneo y tonificado».
«Me cago en todo».
«Resulta obsceno lo buena que está».
Alzo la mirada con un trozo de galleta en la boca.
—¿Qué haces aquí? —me pregunta mirándome directamente a los
labios.
—¿Que qué estoy haciendo yo? ¿Qué haces tú frente a mí de ese modo?
—No pensaba que fueras a estar en el salón y no has repuesto la toalla
de baño por una seca y limpia, así que he tenido que utilizar esta. Así que
no pienses que estoy intentado provocarte.
—Oh, claro, solo estás casualmente paseándote por aquí con una toalla
diminuta. No podría ser más casual —digo con una risa burlona mientras
me limpio las migajas de galleta de la boca.
Sarah frunce el ceño y se cruza de brazos, la toalla de mano apenas
cubriendo su figura mojada.
—Estás muy gracioso hoy, Mike. Además, ¿quién come galletas saladas
a esta hora de la noche?
—¿Quién pasea en toalla por la casa cuando sabe que no está sola? —le
respondo, aunque no pueda evitar notar lo atractiva que luce incluso en
situaciones como esta.
—Alguien que tiene toda su ropa en la habitación de abajo y cree que el
resto de personas que habitan esta casa, está ya encerrado en la habitación.
—Solo intentas desestabilizarme, salirte con la tuya y dejarme tirado
como el día de la boda.
—Eso debió dolerte mucho porque me lo has repetido mucho. No eres
tan irresistible, Mike Davis.
—En ese caso, será mejor que te vayas derechita a tu habitación, no
vaya a ser que cojas frío. Tienes una responsabilidad con Harper y debes
estar sana para ello.
—Tienes razón, pero no mires cuando lo haga. La toalla no llega a
cubrirme el trasero —me dice la muy pérfida.
Sabe que en cuanto se contonee hasta la habitación voy a mirar su
precioso culo.
—Descuida, no tengo ningún interés en verte de ese modo. Lo he hecho
otras veces y no es para tanto.
Sarah rueda los ojos y espera a que me dé la vuelta y mire a la ventana
que da al porche.
—Quietecito ahí, vaquero.
Trago saliva dos veces, sabiendo que voy a incumplir su exigencia.
Espero unos segundos y me giro lentamente de nuevo hacia el salón y
lo veo.
Ahí está, parece un melocotón.
Me siento mal e intento apartar la mirada, pero... es jodidamente difícil
hacerlo.
¡Sarah Parker tiene el culo más bonito del mundo!
Es hermosa de una manera imperfecta.
13
SARAH

Después de la ducha caliente, me he calmado un poco y he empezado a


pensar que, tal vez, ambos estamos exagerando y podemos suavizar
nuestros caracteres para que la convivencia sea mejor estas dos semanas.
Aun así, tengo que ajustar cuentas con él por lo de haber murmurado
que soy un desastre.
¿Realmente piensa eso de mí?
Pero esta noche no voy a abordar nada.
Estoy demasiado cansada y me siento derrotada.
Además, estoy segura que ha acabado girándose para mirarme el trasero
y no puedo volver al salón para enfrentarlo y exponerme al peligro.
Mike sabe que gusta a primera vista.
Sabe rebatirme con gracia e inteligencia, y aunque esté muy bueno por
fuera, aprecio mucho ese tipo de ingenio y rapidez mental en un hombre,
tanto o más que su apariencia.
Estoy segura de que eso fue determinante a la hora de dejarme llevar y
acabar encamada con él tantas veces.
Me pongo un pijama ligero, aunque por las noches refresque, aún
tenemos buen clima y dentro la casa se está estupendamente, y pienso que
no he cenado nada y que con el estómago vacío me va a ser imposible
conciliar el sueño.
Me siento y me levanto unas cuantas veces de la cama, no puedo evitar
preguntarme si Mike estará aún en el salón.
Mi barriga emite un rugido, me muero de hambre.
Es absurdo intentar evitarlo y morir de inanición.
Como era de esperar, encuentro a Mike allí, cómodamente sentado en el
sofá con una bolsa de palomitas de maíz en la mano y mirando la televisión.
Apenas levanta la vista cuando entro, pero yo sé que es consciente de mi
presencia.
—¿También tienes hambre, o es solo una casualidad que salgas ahora?
—pregunta con sarcasmo mientras mastica una palomita.
—No te hagas ilusiones, solo me muero de hambre —le respondo,
tratando de no parecer demasiado amigable.
Él sonríe de lado y se encoge de hombros.
—Bien, ya que estás aquí, puedo ofrecerte algo de mi cena gourmet de
palomitas. Estoy completamente desvelado.
—Oh, qué generoso eres —replico, tomando asiento en el otro extremo
del sofá y extendiendo la mano para coger algunas palomitas de su bolsa—.
Pero necesito algo más que esto para cenar.
Mike hace una mueca de desaprobación y luego se pone de pie.
—Está bien, está bien. ¿Qué quieres comer?
—¿Intentas compensar lo insufrible que eres dándome de comer?
Él asiente y coge su teléfono.
—Solo iba a pedir una pizza, no es que yo haya comido bien hoy y no
tengo ganas de volver a ensuciar la cocina. ¿Alguna preferencia?
—Supongo que una pizza de pepperoni estará bien —respondo, y me
sorprende que Mike esté siendo tan amable en este momento.
Mientras espera a que haga el pedido, nos sentamos en silencio, cada
uno con su parte de las palomitas de maíz viendo la televisión sin realmente
prestarle atención.
La tensión que a veces parece rodearnos parece haberse disipado
momentáneamente.
Veinte minutos después, finalmente, llega la pizza.
Mike la paga y nos sentamos en la mesa del comedor para disfrutar de
nuestra cena improvisada.
—Has tenido suerte de que haya tenido la brillante idea de pedir una
pizza —comenta Mike mientras toma un bocado—. La próxima vez podrías
encontrarte con un filete de tofu a la parrilla como cena.
—Oh, no te preocupes, Mike. Soy una superviviente. Podría lidiar con
el tofu —respondo con una sonrisa sarcástica mientras cojo una porción de
pizza de pepperoni.
Mike se ríe y sacude la cabeza.
—Eres una mujer fuerte, eso no lo pongo en duda.
—¿Oh, eso es un cumplido viniendo de ti? Debo estar soñando.
—No te emociones demasiado, solo trato de ser amable, ya sabes,
durante esta convivencia forzosa.
Nos miramos y estallamos en risas.
A pesar de nuestros roces constantes, hay momentos en los que nuestra
química sarcástica funciona sorprendentemente bien, como ahora.
Estoy empezando a darme cuenta de que, debajo de todas las
discusiones y diferencias, hay algo entre nosotros que no puedo ignorar por
completo.
—Para ser una pizza de pueblo no está nada mal —comento feliz
—¿Qué tienes en contra de las cosas de pueblo?
—Nada, me has malinterpretado, pero no es como si tu fueras parte
nativa de este entorno rural, eres de Houston, ¿no?
—Nací allí, pero la mayor parte de mi vida la he vivido en Twin Oaks.
Así que me considero rural al cien por cien.
—Lo siento, había olvidado esa parte. Seguro que lo has contado alguna
vez.
—Solo una, no suelo presentarme y contar mis orígenes dos veces, pero
has acertado con lo de Houston, y me sorprende.
—¿Por qué?
—Porque esta mañana me has dejado claro que no sueles ser muy buena
oyente. Me has preparado un sándwich de crema de cacahuete, ¿recuerdas?
—Sé escuchar, forma parte de mi trabajo pillar los pequeños detalles
para defender un caso.
—En ese caso, tus clientes son afortunados, yo un poco menos. Podrías
haberme matado.
—Reconozco que a veces me dan ganas de asesinarte, pero en sentido
figurado. En el fondo, no quiero que te pase nada malo —le digo.
Cuando sus ojos se detienen en los míos durante unos segundos, siento
que me voy a sonrojar.
De hecho, me siento incómoda porque temo que mi atracción por él sea
de algún modo transparente.
Necesito distraerme de su mirada, por lo que miro a mi alrededor.
—¿Y se puede saber por qué? ¿Has empezado a sentir una repentina
empatía por mí? —me pregunta.
—Sí y no, será algo transitorio fruto de la pizza.
—Entonces, de nada. Me alegra que te guste. La pizza es como el sexo.
Es difícil que no te guste.
«Me gusta más con quien la estoy compartiendo», pienso.
Aunque no pienso admitirlo y quedar como la débil.
—Creo que no deberíamos hablar de sexo —digo toda dignidad.
—No te he pedido que te entregues a mí encima de la mesa, solo hacía
una comparativa.
—Lo he pillado, pero sabes perfectamente a qué me refiero. Tú y yo no
encajamos y si continuamos con este jueguecito, nos haremos daño
mutuamente —admito —. Algo me dice que no eres un hombre dispuesto a
adquirir un compromiso.
—¿Y eso lo has deducido por…?
—Porque jamás me has insinuado que quisieras algo más.
—Tú a mí tampoco, y no te he etiquetado como nada.
—¿Te repito las veces que me has llamado desquiciada, loca, infantil,
arrogante…?
—Solo te devolvía tus preciosos cumplidos hacia mí persona —suelta,
dando especial énfasis a la palabra: cumplidos.
—Ser imbécil puede ser una virtud, Mike.
—¿En qué sentido?
—En el sentido de que al menos eres consistente de serlo —respondo
con una sonrisa sarcástica, sabiendo que estamos entrando en uno de
nuestros característicos intercambios.
Mike se inclina hacia adelante, mirándome directamente a los ojos.
—Y tú, Sarah, eres consistente en ser… bueno, lo que eres.
—¿Qué es lo que soy, según tú? —pregunto, desafiante.
Él se encoge de hombros con indiferencia.
—Una mujer inteligente, apasionada, y a veces, bastante insoportable.
—Oh, gracias, eso es lo más dulce que has dicho en mucho tiempo —
replico con ironía.
—Entonces no soy tan imbécil.
—Quizá, además eres bastante guapo.
Mike empieza a mirar la pizza, levantando algunas porciones de la caja.
—¿Qué haces? —le pregunto.
—Mirar que no han echado nada raro. Me has dicho un montón de
cosas este año, algunas subiditas de tono, pero jamás que sea bastante
guapo.
—No me gusta quedar delante de la gente como una experta en
obviedades, y que eres guapo es una muy evidente.
—Pues gracias, es todo un alago viniendo de ti.
—Puedo ser dulce y encantadora, pero lo reservo para otras personas.
En el justo momento que termino de decir la frase, Mike cambia el
gesto a uno más serio.
—¿Te puedo hacer una pregunta?
Asiento, expectante a qué es lo que quiere saber.
—¿Has estado con algún tío más durante este año?
—He estado con muchos hombres, pero no de la manera en la que estás
haciendo la pregunta. ¿Y tú?
—Con hombres no —dice satisfecho con mi respuesta y volviendo a un
estado más jovial.
—Ya sabes que me refería a mujeres.
—En ese caso la respuesta sigue siendo no, y no porque no haya tenido
oportunidades.
—¿Intentas ponerme celosa? Te advierto que no lo consigues, eras libre
de hacer lo que quisieras y yo también.
—Solo intento ser sincero. No he sentido la necesidad de estar con otra,
podía esperar a encontrarme contigo.
—¿Y te has preguntado por qué no has sentido esa necesidad?
—¿Lo has hecho tú? —me responde con otra pregunta a la que no
quiero responder.
Creo que ninguno de los dos quiere hacerlo.
—Ya estoy llena —digo levantándome de la mesa de un brinco—. Será
mejor que me lave los dientes y me meta en la cama. Seguro que tienes que
madrugar mucho y me espera un largo día mañana lidiando con Harper.
—Tranquila, yo recojo todo esto y me voy al catre también. Ha estado
bien esta cena, ha sido interesante.
—Sí, supongo que sí, ayuda a saber que estamos en la misma sintonía y
que no nos conviene seguir jugando con fuego.
—Descuida, aunque me gustaba apagar los incendios con mi manguera.
—Mike me guiña un ojo, y siento que algo empieza a arder dentro de mí y
no de enfado precisamente.
—Que descanses.
—Tú también, Sarah.
Me retiro a mi habitación con una sensación extraña revoloteando en mi
mente.
Los sarcásticos intercambios con Mike me han dejado pensativa y,
aunque he intentado convencerme a mí misma de que esta relación
complicada es puramente física, algo en lo más profundo de mí no está tan
segura.
Me deslizo bajo las sábanas, tratando de encontrar una posición cómoda
para dormir, pero la imagen de Mike vestido de bombero intentando apagar
el fuego que se ha encendido en mi interior, persiste en mi mente.
Cierro los ojos y respiro profundamente, tratando de alejar esos
pensamientos y recordándome a mí misma que es mejor no profundizar en
esto.
Pero a medida que la noche avanza y la luna llena se asoma por la
ventana, sé que no voy a poder descansar con esa imagen en mi cabeza.
Mi mente está llena de preguntas sin respuesta.
Me pregunto si algún día entenderé por qué Mike y yo seguimos
atrapados en este juego de provocación y atracción.
Porque seguimos presos en él, ¿verdad?
14
MIKE

Me acerco sigilosamente a la habitación del niño y compruebo que todo


está en orden, asegurándome de que el pequeño esté durmiendo
tranquilamente.
Una vez que me aseguro de que Harper está bien, regreso a la que ahora
es mi habitación.
Me encuentro tumbado en la cama, pero mi mente no para de divagar.
No puedo evitar pensar en Sarah, en cómo la he visto hoy con esa
diminuta toalla que apenas cubría su cuerpo.
Revivo algunos de los momentos del último año con ella, esos
momentos en los que nuestras discusiones se volvían apasionadas y nuestra
atracción se hacía imposible de ignorar.
Cierro los ojos y me sumerjo en esos recuerdos, en la chispa que
siempre ha estado presente entre nosotros.
Mi mente divaga por los momentos en los que nos desafiábamos
mutuamente, en las veces que nuestras palabras se convertían en una
especie de danza de seducción.
Y aunque no puedo negar que me atrae físicamente, también me intriga
en otros aspectos.
Sarah es complicada, y eso me atrae de una manera que no puedo
entender del todo.
Sacudo la cabeza en un intento de alejar esos pensamientos.
La noche avanza, y mis pensamientos siguen girando en torno a esa
mujer que parece ser capaz de desatar el caos en mi vida con una sola
mirada.
De manera casi instintiva mi mano se va a mi entrepierna.
La tengo dura como una piedra.
Pero me freno, no estoy en mi casa.
¿¡En qué demonios estoy pensando!?
«En Sarah, idiota. En su pelo, en su cuerpo, en su olor a jabón, en su
boca…»
Me levanto con cuidado de la cama, asegurándome de no despertar a
Harper, otra vez.
Necesito echarme agua fría en la cara y en la nuca.
Pero cuando estoy dentro, de nuevo siento la necesidad de aliviarme.
«Estoy enfermo, me pone malo».
Juro que toda la sangre de mi cuerpo está concentrada en mi virilidad,
dilatando las venas de mi miembro.
Lo cojo con la mano derecha, y subo y bajo un par de un par de veces
con el puño cerrado.
Vuelvo a repetir la acción, las ganas pueden más que la vergüenza.
No tardaré mucho en correrme, estoy demasiado excitado.
Siento el calor concentrándose en la punta y echo la cabeza hacia atrás
extasiado y ahogando un gemido.
El cosquilleo que anuncia el éxtasis inminente recorre mi miembro,
nunca lo he sentido tan duro.
Poco después el líquido se derrama sobre mis manos, palpitando de una
forma sobrehumana.
Me quedo ahí un rato con la cabeza apoyada en la pared como un
obsceno.
«¿Qué diablos has hecho conmigo, Sarah?».
15
SARAH

—Buenos días, ¿cómo te has despertado hoy? ¿Vas a intentar quererme


un poquito? —le digo a Harper en su habitación, cuando lo veo
desperezarse en su cuna.
El niño me mira con cara de pocos amigos, pero finalmente estira los
bracitos dándose por vencido.
Soy la única que está aquí y parece haberlo entendido.
—¿Me dejas darte un abrazo? Sé que tú también piensas que soy un
desastre, pero tengo buen fondo y te quiero. Cuando seas mayor entenderás
que soy una persona importante en tu vida.
Le digo, sabiendo que podrá apreciar mejor lo que nos vincula, que no
solo es el hecho de ser la mejor amiga de su madre.
Le cambio el pañal y lo visto para bajar a la cocina donde tengo
preparado un desayuno medianamente adecuado.
Un bol de Froot Loops, un biberón de leche templada y una banana
cortada en rodajitas.
—¿Impresionado, a que sí? —le digo sentándolo en su trona y
disponiendo todo sobre la bandeja delantera —. Hoy podemos hacer algo
divertido, como por ejemplo ir a ver los caballos. Seguro que el tío Mike
está por allí y se alegra de vernos así de bien.
Harper no me contesta, está entretenido eligiendo los cereales de color
morado, parecen ser sus favoritos, pero no lo habría hecho de ningún modo
porque no habla todavía salvo cuatro cosas básicas.
Me sirvo un café y me siento a la mesa para observarlo.
Menudo día me hizo pasar ayer, seguro que está compinchado con Mike
para hacerme rabiar hasta la extenuación.
Sé que es imposible, pero estoy relativamente tranquila con su cambio
de actitud.
Los niños tienen una capacidad innata de adaptarse a todo.
—Tus padres volverán pronto, no estaré aquí para siempre —le digo,
por si en su cabecita está instaurada esa inquietud.
Harper se limita a mirarme y llevarse a la boca un trozo de banana.
No poder mantener una conversación con la otra persona que tengo
enfrente, me pone un poco nerviosa.
Hace que me sienta tonta, aunque solo sea un bebé, no estoy
acostumbrada a este silencio a menos que esté a solas en mi casa.
Así que me levanto y empiezo a recoger todas las cosas que he utilizado
para preparar su desayuno mientras él termina.
Miro el reloj, son las nueve y media de la mañana y el sol aún no
calienta lo suficiente, aunque está previsto que a mediodía haya veintiocho
grados.
Le pongo a Harper una chaquetita de punto y yo me coloco mi cazadora
vaquera favorita.
Lo monto en su carrito y salimos a la calle.
Creo que los dos necesitamos airearnos.
16
MIKE

Jude y yo estamos ocupados en el rancho, como de costumbre.


El trabajo en un lugar como este nunca se detiene, y nuestras tareas
diarias incluyen cuidar del ganado, mantener los corrales en orden y
asegurarnos de que todo funcione sin problemas.
El sol de la mañana ilumina el paisaje, y el aire está lleno del aroma del
campo.
Mientras arreglamos algunas vallas en uno de los corrales, Jude y yo
conversamos sobre la rutina de trabajo y las labores pendientes.
En medio de nuestras conversaciones y risas, Jude me interrumpe con
una noticia inesperada.
Levanta la vista y me mira con una expresión curiosa en el rostro.
—Mike, ¿esa no es Sarah con el niño? —me dice, con una chispa de
interés en sus ojos.
Mis cejas se fruncen mientras proceso la información.
—¿Sarah y el niño? —repito, tratando de entender la situación.
Jude asiente con la cabeza, con una sonrisa cómplice en el rostro.
—Así es, amigo. Parece que tendrás la oportunidad de pasar más
tiempo con Sarah de lo que imaginabas. Os dejaré solos, iré a comprobar
cómo va todo por el establo.
Cuando la veo acercarse siento una especie de nerviosismo al recordar
lo que hice anoche encerrado en el baño pensado en ella.
Ya está muy cerca, viene sonriendo y Harper parece estar tranquilo
sentado en su carrito mientras juguetea con su chupete.
—¿Necesitas ayuda? Harper y yo estamos dispuestos a echar una mano
—me dice parando en seco frente a mí.
—No sabía que el niño ya tenía edad de trabajar.
—Él no, pero yo sí.
Río ante su comentario.
—Gracias por la oferta, pero no quiero que manches tu preciosa ropa
con excremento de vaca. —Le lanzo una mirada divertida, y ella me
devuelve una expresión sarcástica.
—¿Crees que no podría soportarlo?
—Espera, ¿vas a arriesgar tu impecable atuendo por el bien de los
cercados del rancho? Debería hacerse un documental sobre tu sacrificio —
mantengo el tono irónico.
Sarah sonríe y se cruza de brazos.
—Podría sorprenderte, Mike. Estoy dispuesta a ensuciarme las manos si
eso ayuda a mantener este lugar en orden. Yo también puedo ser polivalente
y me niego a estar en casa todo el día.
—Nadie ha dicho que lo hagas, pero no creo que este sea un lugar para
ti.
—¿Estás insinuando que este lugar no es apto para mujeres?
—No, para otras mujeres sí, estoy diciendo que no es apto para ti. ¿Por
qué te empeñas en llamarme machista a la primera de cambio?
—Puede que no lo haya hecho nunca, pero estoy dispuesta a aprender.
—¿Está en tus planes dejar la abogacía para hacerte ranchera? —
pregunto, sabiendo que Sarah quiere llegar a alguna parte con toda esta
conversación y su visita inesperada.
—¿Quién sabe? He visto en un folleto que había por la casa, que la
próxima semana hay un baile de la cosecha, tal vez conozca a alguien
interesante y quiera sorprenderlo con mis habilidades campestres.
—¿Has venido solo a decirme eso?
—Ya te he dicho que he venido a ayudar. ¿Por qué te molesta tanto?
—Creo que tu pretensión es otra, y me encanta que quieras ir al baile a
divertirte, yo también iré, podremos turnarnos para cuidar de Harper
mientras tanto. Yo también pienso bailar con alguna mujer interesante.
Su gesto relajado, ahora es tenso.
Yo también sé jugar a sus estúpidos intentos de ponerme celoso.
—Estupendo, seguro que ambos triunfamos ese día.
—No te quepa duda. ¿Y ahora, quieres probar? —le digo quitándome
los guantes y tendiéndoselos.
—Por supuesto que sí —dice toda desdén, cogiendo los guantes, que, al
ponérselos, le quedan un poco grandes.
Harper observa la escena y yo le guiño un ojo con complicidad.
—Bien, aquí está el problema. —Le señalo la zona afectada—. Parece
que uno de los postes se ha aflojado y el alambre se ha soltado. No es gran
cosa, puede arreglarse sin problemas.
Sarah asiente, prestando atención a mis palabras. Continúo explicándole
los pasos a seguir y cómo usar las herramientas necesarias.
—Necesitaremos unos alicates para enderezar el alambre y una pala
para volver a enterrar el poste de manera segura.
Hago una pausa para asegurarme de que entiende lo que estoy diciendo.
—Una vez que tengamos las herramientas, tú puedes ayudarme a
enderezar el alambre, y yo me encargaré de asegurar el poste en su lugar
nuevamente. Luego, solo necesitamos verificar que todo esté bien sujeto y
que el cercado quede en buen estado.
Mientras hablo, trato de mantener un tono de voz tranquilo y seguro.
—¿Tienes alguna pregunta? —le digo, dispuesto a responder cualquier
duda que pueda tener.
Sarah niega con la cabeza.
Ya nos encontramos junto al cercado dañado, listos para arreglarlo.
Las herramientas descansan a nuestro lado, y estoy tratando de
explicarle de nuevo los pasos a seguir cuando de repente, veo cómo su pie
resbala en el barro.
Intenta mantener el equilibrio, pero es demasiado tarde.
Con un grito ahogado, Sarah cae de bruces en el lodo.
Un instante de sorpresa me paraliza, y luego aguantándome la risa le
pregunto:
—¿Todo bien ahí abajo?
Ella se levanta, su ropa empapada de barro y una mezcla de enfado y
vergüenza en su rostro.
—¡Joder! —exclama, tratando de limpiarse el barro de las manos y la
ropa—. Esto es increíble. Ni siquiera hemos comenzado a arreglar el
cercado, y ya me he convertido en un desastre ambulante.
Trato de ocultar de nuevo la risa mientras la veo sacudirse la ropa.
—El barro en Kansas es traicionero, y a veces la naturaleza tiene su
manera de recordarnos que somos solo huéspedes aquí y mantenernos
humildes—le digo con una sonrisa de satisfacción en la cara.
—Esto te divierte, ¿verdad?
—Mucho, ¿a ti no? —respondo, tratando de ocultar mi sonrisa.
Incluso Harper, desde su posición, suelta una risa infantil como si
estuviera de acuerdo conmigo.
—Perfecto, ya veo que los dos estáis contra mí. —Sarah cruza los
brazos sobre su pecho de manera teatral.
—No digas tonterías, tan solo ha sido una escena muy cómica. ¿Acaso
has perdido el sentido del humor? —pregunto con una sonrisa juguetona.
Sarah rueda los ojos, pero no puede evitar sonreír ante mi comentario.
Puede que nuestras discusiones sean intensas, pero en el fondo, ambos
sabemos que también podemos divertirnos juntos.
—Bueno, supongo que aún puedo reírme de mí misma de vez en
cuando —admite finalmente—. Creo que será mejor que vuelva a la casa y
me quite todo esto de encima.
Asiento con aprobación, viendo que es una buena idea después de lo
que acaba de pasar.
—Está bien. Nos vemos más tarde, entonces.
Sarah se dirige hacia la casa, dejándome solo en el campo, con la
imagen de su caída en el barro aún fresca en mi mente y una sensación
extraña en el pecho que no puedo ignorar.
No permitiré que conozca a ningún otro vaquero en el baile, a esa fiera
solo puedo domarla yo.
17
SARAH

¿Por qué todo pare estar en mi contra?


Me encanta pasar tiempo aquí en el racho de mis amigos, venía cada
vez que podía para escapar del estrés de la ciudad, pero ahora parece ser mi
peor pesadilla.
Las cosas siempre han sido sencillas y relajadas, pero ahora, parezco
estar en una constante competición con el universo que no para de intentar
dejarme mal delante de Mike.
Dejo a Harper viendo su programa infantil en la televisión, seguro en su
trona, y voy al baño superior a darme una ducha y ponerme ropa limpia.
Lo hago lo más rápido que puedo y bajo a comprobar que el niño sigue
tranquilo y en el mismo sitio que lo he dejado hace ocho minutos exactos.
—Siento no ser muy divertida para ti, con los adultos no me pasa —le
digo.
Estoy inquieta, por lo que decido hacer algo que llevaba un tiempo
queriendo hacer y que restará un poco de negatividad a mi reputación de
mala cocinera.
Desde que vi un programa de repostería conducido por Betty Baker (un
nombre que podría ser ficticio por lo casual que resulta), me quedé con el
gusanillo de meterme en el mundo de los productos refinados de harina
caseros.
Mi primera incursión, fue lo que se dice a mi estilo: con entusiasmo,
determinación y una pequeña dosis de caos.
Lo que siguió fue una serie de eventos cómicos que involucraron harina
esparcida por toda la cocina, huevos rotos en el suelo y chocolate derretido
en mi pelo.
A medida que luchaba por seguir la receta, parecía estar en todas partes
a la vez, como un torbellino de ingredientes y utensilios de cocina.
El resultado final fue un pastel que, aunque parecía un poco extraño y
tenía una textura sospechosa, sorprendentemente sabía bien.
Así que espero que hoy me salga todo un poquito mejor, necesito una
inyección de autoestima de forma urgente.
Me hago con una caja de harina preparada de la alacena y decido hacer
unas magdalenas de chocolate.
A los hombres se les conquista por el estómago, o eso dicen.
Seguro que gano puntos con Harper, y unos cuantos más con Mike.
A nadie le amarga un dulce, ¿no?
Me pongo un vídeo de YouTube para seguir las instrucciones de la
receta paso a paso.
Es la clave de la repostería, hacer todo bien medido, incluso los tiempos
de cocción.
Por suerte, mis amigos tienen todos los ingredientes necesarios en su
cocina menos la esencia de vainilla, pero creo que quedarán igual de ricas.
Incluso encuentro papeles de magdalena, de no haberlos encontrado
hubiera puesto la masa en un molde para bizcochos.
La casa huele muy bien cuando saco las magdalenas calientes del
horno.
Las dejo enfriar satisfecha con el resultado y me felicito por ello.
Harper comienza a removerse en el salón.
Lo he dejado demasiado tiempo frente al televisor.
Lo saco de la trona y lo llevo conmigo a la cocina.
—Mira lo que he hecho, magdalenas de chocolate. ¿Quieres probar
una?
Harper parece entenderme y se quita el chupete de la boca.
Cojo un trozo y lo soplo para enfriarlo del todo antes de ofrecérselo al
niño.
Cuando se lo lleva a la boca, parece que le gusta.
—Menos mal, has sido el catador oficial y por tu cara creo que he
superado esta prueba.
Dejo a Harper en el suelo y empieza a corretear feliz por la cocina.
18
MIKE

A mediodía decido pasarme por la casa para comprobar que Emily y


Harper están bien.
Cuando llego al porche, un olor a horneado dulce me llena las fosas
nasales.
Ya dentro de la casa, el olor se intensifica.
Emily está con Harper en el suelo mientras el niño juega y ella está
dándole de comer unos guisantes, lo que parece puré de patata y unos trozos
de salchicha.
Es una imagen encantadora.
—Veo que hoy te estás desenvolviendo mejor con él.
Emily se sobresalta, no se ha dado cuenta de que he entrado porque
tiene la puerta de la casa abierta.
—¡Qué susto me has dado!
—Lo siento, no era mi intención. Solo quería asegurarme que no
estabas metida en algún lío —le digo, a la vez que ella me dedica una de sus
miradas reprobatorias.
—Pues como ves, estamos perfectamente. He cocinado algo con éxito y
horneado unas deliciosas magdalenas. —Parece feliz y orgullosa de su
hazaña.
—Ya decía yo que el olor a azufre se ha disipado gracias al chocolate.
—Sí, pero ha sido sustituido por el de caca de vaca en cuanto has
entrado tú. ¿Has venido a comprobar que seguimos sanos y salvos, o a
intentar desestabilizar la paz que se respira en la casa?
—A lo primero, pero he de reconocer que me molesta un poco no poder
meterme contigo, parece que lo tienes todo bajo control —afirmo. Venía
con la intención de divertirme un poco.
—Eso te ha costado no probar las magdalenas. Sin embargo, me
apiadaré de ti y te dejaré servirte unos guisantes, puré y unas salchichas de
venado. No eres alérgico a nada de eso, ¿no? Quizá a los cuernos, pero lo he
descartado cuando he pensado que sería muy irónico que lo fueras porque
eres un cabrito.
No puedo evitar soltar una carcajada sonora ante su ocurrencia.
—¿Seguro que no acabaré postrado en la taza del váter después? —
pregunto mientras me dirijo a la cocina.
—A menos que hayas pillado alguna bacteria de animales de tu especie
en el rancho, no.
Para mi sorpresa, la cocina está limpia y la comida servida en
recipientes que invitan a servirte un plato y disfrutarla.
Cuando vuelvo con un plato combinado y masticando un trozo de
salchicha, le digo:
—Puede que me arrepienta más tarde de decirte esto, pero no eres tan
mala cocinera como creía.
—No es que haya preparado un pastel de carne casero ni nada por el
estilo, pero gracias. Lo estoy haciendo lo mejor que puedo.
Harper me mira y me sonríe mientras sigue entretenido con unos coches
de juguetes.
—El niño también parece feliz.
—Supongo que se ha resignado y ha aceptado que, tú y yo, somos lo
que hay hasta que sus padres vuelvan.
—¿Crees que sufrirá en el futuro una especie de síndrome de
abandono? —le pregunto, esta vez en serio.
La llegada de Harper a la vida de Emily y Ethan fue todo un reto para
ellos, cuando mi jefe lo encontró abandonado en el porche de su casa.
—No lo creo, lo estaría sufriendo ahora mismo. Es muy pequeño para
comprender que sus padres solo están de viaje, y cuando pasó aquello tan
solo tenía tres meses.
—Cuando lo conocí, supe que era un niño especial. Tiene un don para
unir a las personas —digo, recordando cómo encontré en el racho Brooks
parte de lo que había perdido en Texas.
Ethan y yo estamos muy unidos.
—Puede ser, aunque no sé si tendrá ese tipo de capacidad con nosotros
—me responde ella, mientras le ofrece a Harper una cuchara cargada de
puré.
—Bueno, aquí nos tiene, juntos durante dos semanas.
—Por fuerza mayor. Sus abuelos han hecho la gran espantada.
—¿Nunca has convivido con nadie, Sarah?
—A parte de con Lisa y Emily en nuestra época de universidad, no.
Además, yo sigo viviendo en la misma casa desde entonces. Mi padre me
regaló el apartamento y yo lo rentaba a otros estudiantes por aquel entonces
y, aparecieron ellas.
—Si te soy sincero, no entiendo como una mujer como tú está soltera.
—¿Hay alguna ley que exija a las mujeres como yo deben tener pareja y
aguantar a tipos como tú? Tú también lo estás y nadie te juzga por ello.
—Será que me he desencantado un poco de las relaciones
convencionales. Creo que es mejor estar solo.
—Yo también lo creo, soy muy individualista, pero supongo que eso
puede cambiar si me enamoro perdidamente de alguien. Nunca te lo he
preguntado, ¿has estado enamorado alguna vez?
La pregunta me pilla por sorpresa y siento que los guisantes se me
atascan en la garganta.
Me esfuerzo por tragar antes de contestar.
—Sí, y no fue una experiencia agradable, perdí muchas cosas por el
camino.
—¿La dignidad, por ejemplo? —bromea ella.
—Eso lo perdió ella y la persona por la que me dejó.
Mi gesto se vuelve sombrío y Sarah lo nota de inmediato.
—Lo siento, creo que no estás muy cómodo hablando de ello.
—Solo intento no pensar en eso demasiado. Aquí encontré algo de paz
después de aquella tormenta.
—Me gustaría poder compartir impresiones contigo en referencia del
amor, pero nunca lo he experimentado plenamente —confiesa.
—Es una sensación maravillosa, Sarah, pero también puede ser la
experiencia más devastadora, así que no estoy seguro de recomendártelo.
No puedo evitar reflexionar sobre mis propios sentimientos hacia Sarah.
Aunque estoy decidido a mantener las distancias y evitar cualquier
complicación en nuestra relación, me doy cuenta de que algo en mí sigue
siendo vulnerable, y que el amor, en todas sus formas, es una fuerza
poderosa que puede cambiarlo todo tanto para bien como para mal.
—Siento haberte hecho tener esta conversación tan profunda —me
responde, cuando se da cuenta de que me he quedado en silencio e inmerso
en mis pensamientos.
—Que sea un cowboy al que le gusten las bromas, no significa que esté
hecho de piedra o que no tenga una profunda vida interior.
—No es lo que quería decir, nunca te he considerado un hombre vacío.
—Pero sí un imbécil. No te culpo, puede que lo sea en muchas
ocasiones. —Me levanto de la silla dejando el plato sobre la mesa—. Creo
que será mejor que vuelva al trabajo, gracias por la comida.
—¿Ya te vas? Ni siquiera has terminado de comértelo todo.
—Tengo que terminar unas tareas urgentes. Nos veremos más tarde.
Ella asiente algo confusa.
Sé que mi actitud ha vuelto a cambiar de una manera bipolar que puede
descolocar a cualquiera.
Pero ya debería estar acostumbrada.
19
SARAH

No sé qué he dicho o he hecho esta vez para molestarlo de esa manera.


No puedo recriminarle nada porque ahora mismo solo somos amigos.
Se ha ido molesto, algo ha cambiado de repente en su cara cuando le he
preguntado si alguna vez ha estado enamorado.
Ambos hemos aceptado asumir ese nuevo rol y dejar a un lado el
derecho a roce que tuvimos en el pasado, aunque ese pasado se limite a tan
unas semanas.
El día de la cena de ensayo de la boda de Emily y Ethan, tuvimos
nuestro último encuentro sexual en su casa.
No recuerdo qué excusa pusimos para escaquearnos cuando terminó la
cena, reconozco que tengo algunas lagunas porque me pasé con el vino.
Solo sé que volví de madrugada a la casa de mis amigos satisfecha y
feliz y nadie se dio cuenta de nada.
Son las cuatro de la tarde, y tras haber pasado bastante tiempo jugando
con Harper, se ha quedado dormido en el sofá.
Yo también estoy agotada, pero decido salir al porche para que me dé el
aire y leer un rato sentada en uno de los sillones de mimbre.
Desde que Emily se instaló aquí de forma permanente, ha convertido
esta casa en un verdadero hogar, en un lugar verdaderamente acogedor.
Dejo el libro que estoy leyendo en mi regazo y levanto la vista hacia el
horizonte.
Mis ojos capturan la vastedad de Kansas, donde el cielo parece fundirse
con la tierra en un abrazo eterno.
Los campos de cultivo se extienden hasta donde alcanza la vista,
ondeando como un mar dorado bajo el suave viento.
En este momento, siento una conexión profunda con la tierra y el cielo,
como si formara parte de esta tierra vasta y generosa.
El viento acaricia mi rostro y juega con mis cabellos mientras
contemplo este espectáculo natural.
Es como si el tiempo se detuviera por un instante, y me doy cuenta de la
belleza serena de la vida en Kansas.
Echando un vistazo al establo que se encuentra al otro lado del porche,
veo a Mike conversando animadamente con alguien.
La distancia dificulta identificar a la otra persona, pero cuando Mike se
aparta un poco, puedo ver que es una chica.
Mi corazón da un vuelco inesperado mientras observo la escena desde
la comodidad de mi posición.
No puedo evitar sentir una punzada de celos e intriga, mientras intento
descubrir quién es esa mujer y qué relación tiene con Mike.
Mis pensamientos se agitan y las preguntas se acumulan en mi mente.
¿Quién es ella? ¿Cómo la conoció Mike? ¿Qué están hablando?
Aunque me esfuerzo por mantener la calma y no saltar a conclusiones
precipitadas, la curiosidad y la inquietud me impulsan a continuar
observando discretamente desde el porche.
La chica que está hablando con Mike parece ser de estatura promedio,
con una melena castaña que cae en ondas suaves sobre sus hombros.
Tiene una figura esbelta y una postura segura que denota confianza en
sí misma.
Lleva una camiseta ajustada y unos vaqueros desgastados que realzan
su estilo relajado pero atractivo.
Observo con atención mientras esta misteriosa chica toca con confianza
el hombro de Mike durante su conversación.
Mi corazón late más rápido y una sensación incómoda de celos se
apodera de mí.
«Maldito cowboy».
Aunque no puedo escuchar sus palabras, la interacción entre ellos
parece cercana, y no puedo evitar pensar que están coqueteando.
«Claro que lo están haciendo, Mike está como un tren, es difícil
resistirse a hacerlo», me convenzo a mí misma, haciendo que mi estado de
frustración y rabia vaya en aumento.
20
MIKE

—¿Crees que será esta noche? —me pregunta Jude.


Una yegua joven en el rancho está en trabajo de parto, pero todavía le
faltan unas horas antes de dar a luz a su potrillo.
Me acerco a ella, notando que está inquieta y sudando.
Observo atentamente la situación.
—No lo sé. Vigila cómo va en las próximas horas y avísame por si
finalmente requerimos ayuda profesional.
—Está bien, no te preocupes, yo me encargo de estar al tanto de la
yegua. Vete a casa y descansa un poco.
—Gracias Jude, te debo una.
Me levanto el sombrero para despedirme de él e ir a relajarme un poco.
Ha sido un día duro y me temo que también lo será la noche.

—Hola —digo cuando llego por fin a la casa.


Harper está dormido en el sofá.
—Hola —me responde Sarah, con un aire de tensión evidente, su
mirada clavada en mí—. ¿Qué ocurrió hace un par de horas?
«¿Qué mosca le ha picado?».
—¿A qué te refieres? —intento desviar la pregunta.
—No intentes evadir esto —se acerca aún más a mí.
—¿Podrías decirme por qué estás tan molesta? No es el mejor momento
para discutir tonterías...
—Te vi coqueteando con esa chica.
Instantáneamente entiendo a quién se refiere y no puedo evitar soltar
una risa.
—¿Eres una cotilla que va espiando con quién hablo y luego te enfadas?
—No, eso no me enfada. Me molesta que me mientas.
—Y a mí también me disgusta que me mientan, Sarah. Pero déjame
decirte que no eres muy buena ocultando tus emociones.
—Ah, ¿no? ¿Y tú crees que me conoces tan bien?
—No hace falta ser un genio para descifrarte. Eso es algo que realmente
admiro de ti, eres auténtica.
—Entonces, ¿qué opinas? ¿Por qué crees que me siento así?
—Honestamente, creo que estás confundida en cuanto a mí.
—¿Confundida? —me mira con sorpresa.
—Sí, creo que te preguntas por qué prefiero coquetear con otras
personas en lugar de alguien tan increíble como tú.
—Pues si soy tan autentica e increíble, puede ser que sí me moleste que
filtres con otras delante de mis narices.
—En primer lugar, no estabas allí, solo me espiabas que no es lo
mismo. Y, en segundo lugar, no es lo que parece.
—Muy típico de los hombres como tú.
—¿Hombres como yo? No sabes nada de mí, absolutamente nada,
Sarah.
—Sé lo suficiente como para saber que no me convienes en absoluto y
todo lo que hemos vivido es un auténtico error.
—¿Sabes una cosa? Tienes razón, no te convengo, y por eso mismo
deberías no molestarte tanto si decido coquetear con otra.
—¿Ni siquiera vas a pasar el luto?
—Tú yo no hemos sido ni podremos ser nada en un futuro, ¿a qué luto
te refieres? ¿A ese que ibas a quitarte de encima en el baile, o se te ha
olvidado lo que me has dicho esta mañana?
—Yo lo he dicho por decir, quizá para ponerte a prueba.
—Esto está empezando a enredarse...
—Necesitaba decírtelo, no quiero que pienses que no te encuentro
atractivo, porque lo haces.
Me cruzo de brazos, confundido.
—Me estoy perdiendo, no entiendo nada. —Niego con la cabeza.
Sarah cierra los ojos, tratando de encontrar las palabras adecuadas.
—Lo que intento decir es que, aunque al principio nos divertíamos y lo
pasábamos bien juntos, nunca seremos la pareja que la gente espera que
seamos. No funcionaríamos a largo plazo, pero eso no significa que no me
gustes y que me importes.
Me quedo en silencio, tratando de procesar lo que acabo de escuchar.
Las palabras de Sarah me sorprenden y confunden a partes iguales.
—Entonces, ¿qué estás diciendo exactamente? —pregunto finalmente,
necesitando aclarar las cosas.
Sarah suspira y me mira directamente a los ojos.
—Lo que estoy diciendo es que quizás debemos dejar de jugar a ser
algo que no somos y simplemente aceptar lo que tenemos sin presiones ni
expectativas.
Sus palabras me dejan perplejo.
Esta conversación va en una dirección que nunca hubiera imaginado, y
me cuesta asimilarlo por completo. Pero una cosa está clara: Sarah acaba de
abrir de nuevo la puerta entre nosotros, y no estoy seguro de si quiero
cruzarla o no.
—¿Quieres que sigamos manteniendo sexo?
—Sí, bueno… no lo sé. Lo que no quiero es verte con nadie más
mientras yo esté aquí. Cuando estas dos semanas terminen, entonces,
terminará todo lo que tenemos.
—A ver si lo entiendo, ¿quieres que pongamos una fecha de caducidad
a lo que sea que tenemos tú y yo?
—Sí, como si fuéramos un par de yogures a punto de caducar. Ya
llevamos un año haciéndolo sin involucrarnos de ninguna otra manera. Sé
que a largo plazo esto tampoco se puede mantener y debe tener un fin en
cualquier momento y, está en nuestras manos que así sea. Dos semanas, ni
un día más ni un día menos.
—Entonces, ¿esto es solo hasta que estas dos semanas terminen? —
pregunto, tratando de comprender la situación.
—Exacto, Mike. Cuando Emily y Ethan regresen de su luna de miel,
nuestro acuerdo llega a su fin.
La idea de poner una fecha de caducidad a lo que sea que compartimos
me desconcierta, pero en cierto modo, tiene sentido.
Siempre ha habido una tensión entre nosotros debido a nuestras
personalidades y diferencias.
Esta puede ser la forma más sensata de evitar que las cosas se vuelvan
aún más complicadas en un futuro.
—De acuerdo, Sarah. Dos semanas, ni un día más ni un día menos —
acepto finalmente, tratando de ocultar la extraña mezcla de alivio y
melancolía que siento.
Está claro que le tengo muchas ganas a Sarah, que en la cama somos
brutales, aunque no sé hasta qué punto podremos desengancharnos el uno
del otro después de todo un año y dos semanas extras.
Sarah asiente con seriedad, como si la decisión hubiera sido la correcta,
aunque ambos sabemos que es un terreno incierto el que estamos pisando.
21
SARAH

—¿Qué se supone que tenemos que hacer ahora? —pregunto después


de haberle confesado a medias que me muero por su cuerpo, su boca, su
torso musculado…
Digo a medias porque, efectivamente, he puesto una fecha de caducidad
a esta completa locura.
Verlo con esa mujer ha encendido todas mis alarmas.
—Yo debería darme una ducha, y tú despertar a Harper si quieres que
esta noche te dé… lo tuyo.
—Eso no suena nada sexi —digo en cierto modo molesta.
—Pero es lo que hemos acordado, lo que tú has propuesto. Nada de
romanticismo, nada de fingir lo que no somos, solo sexo durante dos
semanas.
—Eso no influye para que veamos una película, tomemos una copa de
vino o compartamos otra pizza antes de que me des… lo mío, como tú lo
llamas.
—Me parece bien. Organiza lo que quieras mientras me quito el olor a
campo de encima, y, en serio, despierta al niño o la noche va a ser de todo
menos interesante —me dice dejándome allí plantada con el corazón
desbocado.
A pesar de que mi mente entiende que Mike y yo hemos descartado la
idea de que algo romántico pueda suceder entre nosotros, mis nervios
parecen estar en completa ignorancia de esa realidad.
Me acerco a Harper e intento despertarlo, pero el niño gruñe ante mi
insistencia y poco después comienza a llorar con todas las fuerzas.
Parece completamente descontento con la idea de despertar de su siesta.
—Tranquilo, cariño, está bien. No puedes dormir más siesta, así que
vamos a prepararte un baño y después te daremos algo de cenar antes de
que vuelvas a dormir. ¿Qué te parece eso?
Mis palabras no parecen tener ningún efecto en él.
La rabia y el llanto aumentan, y me siento un poco perdida sin saber
cómo calmarlo.
Lo cojo en brazos, pero sus manitas se mueven descontroladas y me
llevo un par de puñetazos en la cara.
—Harper, para, no puedo tolerar tanta violencia —le digo, pero me
ignora completamente y me coge un mechón de pelo con todas sus fuerzas.
Me zarandea la cabeza como si fuera la niña del exorcista.
¿De dónde saca esa potencia?
Se nota que este niño se está criando en un rancho.
Me arde el cuero cabelludo y tengo miedo de quedarme calva, lo juro.
A esta criatura las siestas no le sientan bien.
La frustración no es algo que canalice de una forma sana.
Necesita terapia para bebés rabiosos o algo.
Cuando siento el cuello entumecido y los carrillos encendidos, intento
zafarme de su agarre como puedo.
Mis gritos han debido alertar a Mike porque baja corriendo escaleras
abajo, intentando subirse los pantalones y completamente desnudo de
cintura para arriba.
Aunque mi cabeza se está moviendo sin control como una bola de
discoteca, puedo apreciar su torso bien definido a ráfagas difusas.
Tras un breve forcejeo entre él y el niño, consigue separarnos.
—Pero ¿qué demonios le has dicho o hecho para que se haya puesto de
esta forma?
Me llevo las manos a la cabeza, o a lo que queda de ella, para aliviar el
dolor que siento.
—Solo lo he despertado como me has dicho. ¿No pensarás que he
provocado que me ataque de esa manera?
—Nunca lo he visto comportarse así.
—Yo tampoco esperaba que un niño tan pequeño pagara sus
frustraciones conmigo, pero ya ves, casi me deja como un juguete mordido
en manos de un perro rabioso.
Mike me mira con incredulidad, todavía sosteniendo a Harper, que ha
comenzado a calmarse un poco pero aún solloza ocasionalmente.
—Bueno, Sarah, parece que has logrado lo que ninguna otra persona en
este rancho ha conseguido: que Harper te ataque ferozmente. Deberías
sentirte halagada Luego, me mira a mí con una sonrisa sarcástica y le
respondo con una mirada fulminante.
—Oh, sí, estoy realmente emocionada por ello. ¿Dan alguna clase de
premio a la víctima?
Mike suelta una carcajada y vuelvo a fulminarlo con la mirada.
—Lo siento, es que tienes la cara rojísima y el pelo hecho un bolillo —
me dice sin poder reprimir la risa.
—Necesito un respiro. Sé que ibas a ducharte, pero ¿podrías encargarte
de él un poco mientras me calmo?
—Sí, no te preocupes, es lo justo después de que un bebé haya
intentado descabezarte.
Le hago una mueca de disgusto y me marcho a mi habitación para
intentar relajarme y recuperarme.
Cuando estoy a solas en el cuarto masajeándome la cabeza, la situación
se calma, pero aún me siento un poco abrumada por el ataque del niño.
¿Qué más cosas me pueden pasar hoy?
Necesito urgentemente cabalgar sobre Mike, deshacerme en orgasmos y
olvidar este día.
22
MIKE

Sarah ha estado encerrada en su habitación más de una hora.


He bañado y dado de cenar a Harper, y ya está durmiendo de nuevo
tranquilamente en su habitación.
Me he duchado y estoy esperando que salga con una cerveza fría en la
mano mientras busco algo interesante en la televisión.
Me siento mal por ella.
Harper no parece encajar que Emily y Ethan están de viaje y lo está
pagando con la pobre Sarah, aunque he de reconocer que verla como un
muñeco de feria atacada por el niño me ha hecho un poco de gracia.
—¿Por qué me odia? —le oigo decir a mi espalda.
Ha debido salir sigilosamente del cuarto.
Lleva un pijama de pantalón corto y camiseta de tirantes que se ajusta a
su pecho desprovisto de sujetador.
—No te odia, los niños son así.
—Tú mismo has dicho que soy la primera persona atacada por un bebé
—dice dejándose caer en el sofá derrotada.
—Estoy seguro que no en el mundo entero. Los niños son complicados,
son como locos pequeñitos y a veces las rabietas se les van de las manos.
No le des más vueltas, esta mañana estaba estupendamente contigo.
—Eso es lo que me preocupa, ¿y si es bipolar?
—Bueno, todo el mundo lo es, ¿no crees?
—¿Piensas que yo lo soy? —me pregunta y, tengo clara la respuesta.
—Después de lo que me has pedido tras jurar que jamás volverías a
meterte en una cama conmigo, creo que justifica bastante que todos en
mayor o menor media no equilibramos bien lo que queremos o sentimos.
—Pues tú lo has aceptado —dice, recolocándose en el sofá con las
piernas cruzadas sobre el asiento.
—Y no me he excluido, yo también soy muy versátil en cuanto a
intereses y sentimientos. —Le doy un largo trago a la cerveza y ella me
observa detenidamente.
—¿No hay una para mí?
—Creía que eras más de vino. —Me encojo de hombros.
—Pero estoy en fase bipolar, así que una cerveza me va bien en estos
momentos.
Se levanta y mi vista se va directamente a sus piernas torneadas, y su
culo enfundado en esos dichosos pantalones de tela fina.
—Voy a coger también unas patatas fritas, ¿te apetecen? —me grita
desde la cocina.
«Me apetece enrollarme contigo».
«Dios, eso es lo único que me apetece hacer ahora mismo».
—Sí, me parece bien.
Tres minutos después, vuelve con dos cervezas y una bolsa de patatas
chip.
—¿Lista para la película?
—Sí. ¿Cuál has elegido?
—Ninguna todavía y, siento si te resulta grosero, pero no creo que esté
muy pendiente de lo que sea que pongamos si te veo con esa camiseta de
pijama.
Sarah se echa un vistazo a sí misma.
—¿Qué le pasa?
—Es demasiado sexi, puedo ver tus aureolas marcadas y me estoy
poniendo un poco cachondo.
—Quizá fuera esa la pretensión —contesta coqueta, mientas se lleva el
botellín a la boca.
—Pensaba que querías que tuviéramos una especie de cita antes de
fornicar como conejos.
—No pareces cómodo Mike. Nadie cataloga el sexo entre dos amigos
como fornicar como conejos, suena a algo sucio y despectivo.
—Suena exactamente como lo que es. Te repito que has sido tú la que
me ha rogado que mantengamos dos semanas de sexo desenfrenado sin
compromiso.
—Hablas como si nunca antes lo hubiéramos hecho. Lo único que
cambia, es que ahora le hemos puesto una fecha fin definitiva —me dice
algo molesta.
—Sí, tal vez eso sea lo que me resulte raro.
—Podemos romper el pacto, yo vuelvo a mi habitación y tú puedes
llamar a esa mujer del establo.
—Puede que tenga que hacerlo esta noche —cojo la segunda cerveza
que ha traído Sarah.
—¿Así vas a sustituirme? ¿Tan fácil te resulta hacerlo?
—Sí solo tengo que marcar el número 7 de mi móvil y estará aquí en
menos de veinte minutos.
—¡Me dijiste que no te habías acostado con otra durante todo este año!
—Ahí está, justo lo que quería, una Sarah fuera de sí.
—Y no lo he hecho.
—Así que era tu plan b, la mujer que tenías en la recámara. Eres
asqueroso —afirma con los ojos abiertos, como si acabara de descubrir algo
escabroso.
—Y tú preciosa cuando te enfadas.
—Lo siento, pero ahora mismo no me pillas en un buen momento como
para apreciar ese cumplido.
—No es un cumplido, es la verdad, y también sé hacer que ese cabreo
se te pase de inmediato.
—¿Vas a tirarme del pelo como Harper para que me duela la cabeza y
que no me duela el corazón?
—Eso es lo último que quiero, Sarah, que te duela el corazón a ti y a
mí.
—Lo siento, pero sigo enfadada. Tu palabrería no ha surtido efecto.
—Tal vez esta medicina alternativa lo haga. —La brisa que ha entrado
por la ventana ha erizado ligeramente sus pezones.
Están tan puntiagudos y duros que solo pienso en metérmelos en la
boca para devorarlos y succionárselos, pero primero voy a robarle un beso
para intentar que se calle.
23
SARAH

—¿Cuál medicina, listillo?


Me pone las manos en las caderas y me acerca a él.
Sé lo que va a hacer, y cuál es esa medicina alternativa que ha
mencionado, pero me adelanto.
Levanto mis labios hacia los suyos y me besa.
Su boca desciende por mi garganta, enviando chispas a lo más recóndito
de mi cuerpo.
Sus manos se deslizan por debajo de mi camiseta y suben por mis
costillas hasta que agarra con fuerza mis pechos para amasarlos con sus
fuertes manos.
Su respiración se hace más pesada y ahora bajan por la parte trasera de
mis minipantalones para agarrarme el culo.
—Cómo lo he echado de menos —me dice, apretando mis cachetes.
Me empuja contra él y noto lo duro que está.
Mi vientre se hunde y mi sexo se contrae.
Paso la mano por su cálida y dura longitud que ya pugna por escapar de
su pantalón, y las piernas me flaquean.
―¿Más relajada? ―susurra, con su aliento cálido en mi cuello.
―En absoluto ―respondo sin aliento.
Mike tiene un alto poder sedante.
Me coge en brazos y me lleva hacia mi habitación, abriendo la puerta de
golpe y tumbándome a los pies de la cama.
Mi corazón late con fuerza cuando cierra la puerta, vuelve a la cama y
me quita de un tirón los pantalones.
Me alegro de que la lámpara esté encendida para poder verlo.
Mike durante el sexo es todo un espectáculo de potencia y belleza.
Es casi un dios, pero no se lo he confesado jamás porque no quiero
alimentar su ya de por sí elevado ego.
―Te has puesto ese ridículo pijama sabiendo que me volvería loco.
Definitivamente, eres muy traviesa, Parker.
Separa mis muslos y acerca su boca a mi sexo, haciéndome mojar a
través del encaje de mis bragas.
Después me las baja lentamente por las piernas y las deja a un lado.
—Tu ropa interior sabe de maravilla, pero tu sabor mejora cuando te
tengo expuesta y sin ella puesta.
Pasa su lengua por mi clítoris una y otra vez llevándome justo al borde
de un clímax que deseo desesperadamente, y luego se retira de nuevo.
―Por favor ―susurro.
―¿Por favor qué? Tienes que pedirlo.
―Por favor, no pares.
―¿Crees que una chica traviesa como tú se lo merece? ―pregunta,
deslizando dos dedos dentro de mí.
―¡Sí! —ahogo un grito de placer.
Se ríe y me da lo que quiero con su boca, su mano y su lengua, y yo
muevo mis caderas bajo él, desvergonzada y necesitada y, gimiendo tan
fuerte, que estoy segura de que si la antigua casa de Emily estuviera
ocupada por alguien, podría oírme.
Mike me lleva al borde de la locura.
Pero no me importa, por fin llega el orgasmo y es el mejor que he
tenido hasta la fecha.
Cuando mi cuerpo deja de palpitar, alejo su cabeza y retrocedo un poco.
Estoy tan sensible que es casi doloroso.
―Para, para ―digo, totalmente sin aliento―. No puedo más.
―Oh, pero lo harás, chica mala.
Mikel se levanta y se quita la camiseta.
Es tan jodidamente excitante verlo, que se me encogen los dedos de los
pies.
Está empezando a desabrocharse los pantalones cuando escucho la voz
de un hombre en el salón.
―¿Mike? ¿Dónde estás?
Él y yo intercambiamos una mirada de sorpresa.
―¿Esperas compañía? ―pregunto asustada.
―¡Mierda! Debe ser Jude. Seguro que me ha llamado y al no contestar
ha decidido venir. Es por la yegua.
―¿La yegua? ¿Cómo ha entrado?
—No he cerrado con llave —me dice poniéndose la camiseta
rápidamente para salir de la habitación.
Cuando me quedo sola, consigo ponerme la ropa interior, los pantalones
cortos y la camiseta, y un albornoz que estaba colgado en la parte trasera de
la puerta en unos diez segundos.
Me paso un dedo por los labios y abro la puerta de la habitación lo
suficiente como para deslizarme fuera, y la cierro justo detrás de mí.
24
MIKE

—Siento molestarte, Mike, pero deberíamos llamar a la veterinaria, la


yegua se está poniendo peor.
—Sí, ten el móvil —le digo lanzándole el móvil que utilizamos en el
racho—. Marca el siete y habla con ella. Yo iré en seguida.
—Descuida —dice echando un vistazo a Sarah que ha aparecido en el
salón—, y perdonad por la interrupción, os dejaré solos.
—Así que la veterinaria, ¿eh? ¿Por qué no me lo has dicho antes?
Ahora me siento ridícula.
—Porque verte celosa es un regalo del cielo —dice colocándose bien la
ropa y cogiendo una chaqueta del perchero.
—¿Crees que Jude nos ha oído, que sabe lo que estábamos haciendo?
—Por tus gritos se ha debido enterar todo Haysville. Suerte que no se
ha despertado Harper, no soportaría que te aprovecharas de mí de esa forma
y te odiaría un poquito más.
—No más de lo que te odio yo a ti ahora mismo.
—Cuando vuelva y acabemos lo que hemos empezado no dirás lo
mismo —le digo casi cruzando la puerta de salida de la casa.
—Ni lo sueñes, vaquero. Ves a ocuparte de esa otra yegua, yo ya estoy
servida. A mí nadie va a montarme hoy.
Me doy la vuelta un segundo, y le respondo asomando la cabeza:
—Eso ya lo veremos. Y ahora sí, cierra con llave, celosilla.
Cierro la puerta, imaginando la cara de furia de Sarah que debe tener
allí plantada en el salón, y corro al establo con una sonrisa de satisfacción
en los labios.
25
MIKE

Estamos en el establo, Jude y yo, mientras observamos nerviosos a la


yegua que está a punto de dar a luz.
La tensión en el aire es palpable, y de repente llega la veterinaria,
Helen, con su maletín médico, mirando a la yegua con preocupación.
—Parece que estamos ante un momento complicado. La posición del
potrillo no es la ideal, y esto podría complicar el parto.
—¿Qué podemos hacer? —pregunto.
—Lo primero que necesitamos es mantener a la yegua tranquila. Jude,
por favor, sostenla mientras intento ajustar la posición del potrillo
manualmente.
Jude asiente: —Claro, hagámoslo.
Helen se acerca a la yegua y comienza a trabajar con cuidado para
corregir la posición del potrillo mientras yo observo ansiosamente.
—Esto no es ideal, pero haré lo que esté a mi alcance para ayudar en el
parto. Necesitamos estar preparados para cualquier complicación —
comenta la veterinaria mientras trabaja.
—¿Qué otras complicaciones podrían surgir? —me intereso.
—En casos como estos, hay riesgo de que la yegua no pueda dar a luz
de forma natural, y podríamos necesitar una cesárea. También debemos
estar atentos a cualquier señal de sufrimiento fetal.
—No sabía que el parto de un caballo podía ser tan complicado —
comenta Jude que es relativamente nuevo en esta profesión y lleva solo
nueve meses en el racho.
—No es lo común, pero puede suceder. Ahora, necesitamos esperar a
ver cómo reacciona la yegua y si las contracciones se intensifican. Estaré
aquí para monitorear y tomar medidas adicionales si es necesario.
Los tres permanecemos en el establo, observando atentamente a la
yegua mientras esperamos con ansias, conscientes de que este parto podría
ser más complicado de lo esperado.
La tensión en el aire es palpable mientras observamos cada movimiento
y señal de la madre en trabajo de parto.
Las contracciones se hacen más intensas, y la yegua comienza a
empujar con fuerza.
Helen suspira aliviada
—¡Ahí vamos! ¡Está funcionando! La cría está en camino.
No podemos apartar la mirada de la yegua mientras continúa luchando,
y finalmente, vemos las patas del potrillo asomando.
—¡Vamos, chica! ¡Tú puedes! —digo emocionado.
—¡Ya casi lo tiene! —anuncia Jude que está tan contento como yo.
Con un último esfuerzo, la yegua da a luz al potrillo de manera segura.
Un suspiro colectivo de alivio llena el establo.
El pequeño potrillo está cubierto de líquido amniótico, pero parece
saludable y lleno de vida.
—Es un potrillo saludable —anuncia Helen sonriente.
—Gracias, Helen. No sé qué habríamos hecho sin ti.
—Seguro que con tu experiencia en caballos lo hubieras logrado —me
dice tocándome el brazo.
Después de asegurarnos de que tanto la yegua como el potrillo están en
buenas condiciones, Helen se acerca a mí con una sonrisa en el rostro.
—Mike, has sido de gran ayuda para esa yegua. Has hecho bien en
avisarme.
—Gracias, Helen. Hice lo que tenía que hacer, nada más.
Ella empieza a recoger todo su instrumental y se vuelve a mí.
—Escuché que el próximo sábado es el baile de la cosecha en el pueblo.
¿Tienes planes para esa noche?
Mis cejas se levantan en sorpresa ante la pregunta, y miro a Jude, quien
está ocupado cuidando al potrillo recién nacido.
—Bueno, no he pensado en eso —digo algo titubeante.
—En ese caso, ¿te gustaría ser mi acompañante en el baile? Sería
divertido.
La invitación me coge por sorpresa, y mi mente se agita mientras
intento procesar la situación.
Helen es atractiva, y parece que está interesada en mí. ¿Por qué no darle
una oportunidad?
«Porque sabes que no estás en posición de aceptar», me digo
mentalmente.
—Está bien, Helen. Será un placer acompañarte al baile de la cosecha
—digo finalmente, mientras Jude me mira ceñudo desde su posición.
Helen parece complacida por mi respuesta y me da un rápido abrazo,
algo impulsivo, antes de volver a sus tareas.
Miro al potrillo recién nacido en el establo y no puedo evitar que mi
mente divague hacia la invitación de Helen al baile de la cosecha.
He aceptado sin pensarlo demasiado, pero ahora estoy reflexionando
sobre lo que acabo de hacer.
Mi relación con Sarah es todo menos convencional, y aunque hemos
establecido reglas claras para mantener las cosas informales entre nosotros,
siempre ha habido una tensión no resuelta.
Pero, ¿qué significa esto para mí? ¿Cómo se sentirá Sarah al enterarse
de que iré al baile con otra mujer? Nuestra relación es complicada, y
aunque hemos acordado mantener las cosas casuales, esta situación parece
añadir una nueva capa de complejidad.
Me pregunto si he tomado la decisión correcta al aceptar la invitación
de Helen, podría provocar más tensión entre Sarah y yo.
Mientras continúo observando al potrillo, me doy cuenta de que esta
situación es solo un reflejo de lo enrevesada que es mi vida.
«¡Qué diablos!», pienso.
Ella ha puesto una fecha de caducidad a lo que tenemos.
Cuando llegue el día del baile, nuestra relación estará a veinticuatro
horas de expirar, y tengo derecho a hacer mi vida como me dé la gana.
Aunque, tengo la sensación de que los próximos días serán interesantes,
por decirlo de alguna manera.
Si un vaquero se apunta a un rodeo de esta categoría, tiene que montar y
aguantar las sacudidas, y asumir, todas las consecuencias.
26
SARAH

Es de madrugada, cuando escucho pasos subir por las escaleras que me


despiertan.
Debe ser Mike.
Cuando se fue, subí a la habitación de arriba para estar cerca del cuarto
de Harper por si necesitaba algo durante la noche.
Me incorporo de la cama, y salgo de ella dispuesta a volver a mi
habitación en la planta de abajo.
Pero Mike me pilla poniéndome la bata.
—Vaya, vaya, la que no quería que la montaran hoy —me dice nada
más verme.
—¿Te parece que estoy esperándote de un modo sexi con esta bata
vieja? He dormido aquí por Harper.
—Lo sé, lo he imaginado, pero me encanta ver la cara que pones.
—¿No te cansas de ser tan impertinente? —me espeta.
—La verdad, es que sí. Y estoy cansado de verdad, ha sido una noche
complicada, aunque llena de sorpresas.
Mike se quita la chaqueta y se deja caer de espaldas en la cama soltando
todo el aire en un suspiro.
—¿Cómo está la yegua? —pregunto, interesándome por el estado del
pobre animal.
—Bien, Helen es una excelente veterinaria.
—Me alegro que estés rodeado de buenos profesionales.
—La verdad es que sí, yo también estoy contento.
—Vale, te dejo descansar. Si Harper se despierta, avísame, entiendo que
necesitas dormir un poco.
—Descuida, puedo con todo —contesta con los ojos cerrados, aunque
con una sonrisa en la cara.
No sé por qué, pero tengo la sensación que eso último que ha dicho va
con segundas.
—Te felicito por ello, hasta mañana —contesto antes de salir de la
habitación.
No tengo ganas de rebatir sus palabras o ponerme a hacer preguntas que
sé que no van a llevarme a ninguna parte.
Quizá el acuerdo que le he pedido no haya sido una buena idea.
Pero ¿cómo puedo controlar las ganas que le tengo a ese vaquero?
Mike es como una droga, sabes que es malo para ti a largo plazo, pero
vuelves a caer una y otra vez porque, cuando la tienes dentro de tu cuerpo,
sienta jodidamente bien.
Aunque no es esa precisamente la sensación que tengo en estos
momentos.
Lo deseo, pero sé que algo más fuerte que el tiempo limitado que nos
queda juntos, va a hacer que la burbuja en la que me estoy protegiendo, va a
explotar y llenar todo de una sustancia viscosa.
27
MIKE

—¿Estás seguro de que salir con Helen es buena idea, estando aún
Sarah aquí? —me pregunta Jude en el corral principal.
—¿Por qué habría de esperar a conocer a alguien interesante que vive
aquí? Si la rechazo seguramente no vuelva a tener oportunidad de hacerlo.
—Porque creo que ya has conocido a alguien interesante, y en el fondo
lo sabes —afirma.
Jude insinúa que ya he conocido a alguien interesante en Sarah, y
aunque trato de negarlo, en el fondo sé que tiene razón.
Sarah tiene muchas cualidades atractivas, pero hemos acordado
mantener nuestra relación casual y sin compromisos.
No encajamos en el prototipo convencional de pareja.
Ninguno de los dos busca enamorarse, y así se lo digo a Jude por si no
le ha quedado claro aún.

—Sarah tiene puntos geniales, pero ya sabes que no tenemos ninguna


intención de enamorarnos el uno del otro. Simplemente no encajamos en
ese prototipo.
—¿Y tienes intenciones de hacerlo de la veterinaria? Enamorarte, me
refiero.
Cuando Jude menciona a Helen, me doy cuenta de que podría estar
repitiendo un patrón.
No tengo la intención de enamorarme de Helen ni de nadie más en este
momento de mi vida.
Después de lo que pasó, no quiero volver a sentir ese tipo de amor, que
puede ser tan devastador.
—No, tampoco. No creo que pueda volver a sentir eso por nadie. Es
más no quiero sentirlo, he conocido de primera mano lo destructor que es
ese sentimiento.
Jude suspira antes de volver a hablar.
—Pues yo creo que querer y ser querido es un sentimiento fantástico
cuando se encuentra a la persona adecuada.
—No sabía que eras un romántico, yo últimamente me ciño a
cuestiones más físicas que sentimentales —le digo a Jude soltando una risa.
—Solo soy un ser humano, normal. He vivido algunas experiencias
buenas y otras malas, pero mientras han durado, las he disfrutado
plenamente. Creo que el tiempo que el amor dura, uno se siente de puta
madre.
Su comentario me hace pensar en las experiencias que he tenido, tanto
buenas como malas, y cómo el amor ha influido en ellas.
Niego con la cabeza, en realidad solo obtuve dolor y decepción a
grandes dosis.
A pesar de mi escepticismo, no puedo evitar preguntarme si estoy
dejando pasar la oportunidad de experimentar algo especial con Sarah o,
incluso, con Helen o cualquier otra mujer interesante que se cruce en mi
camino.
Jude y yo seguimos conversando en el corral mientras observamos a los
animales pastar.
La brisa mueve suavemente las hierbas altas que rodean el lugar.
Vine aquí buscando paz, y paz es lo que quiero seguir teniendo, aunque
me esté costando mucho encontrarla en estos momentos.
Sarah es como una llama ardiente que te quema, sabes que puedes salir
herido, pero no puedes resistir la atracción de su cálido resplandor.
—Entiendo lo que dices, Jude, pero me temo que el amor y yo no
somos buenos compañeros en este momento de mi vida. Después de lo que
ocurrió en el pasado, no estoy seguro de si quiero volver a sentir ese tipo de
conexión profunda.
Jude asiente con comprensión, sabiendo que no siempre se pueden
forzar los sentimientos.
—Lo entiendo, Mike. Cada uno tiene sus propias experiencias y
cicatrices. Pero recuerda que la vida a veces nos sorprende. Quién sabe, tal
vez encuentres a alguien que cambie tu perspectiva en el futuro.
Sus palabras me hacen reflexionar sobre la incertidumbre de lo que
creemos que son nuestras expectativas de cara al futuro y las sorpresas que
puede depararnos la vida.
Observo el paisaje tranquilo y me pregunto si algún día encontraré a
alguien que haga que el amor vuelva a tener sentido en mi vida, o tal vez,
esa persona ya exista y estoy negándome a sentir las señales que intenta
mandarme el corazón.
Sarah siempre ha sido como un juego de apuestas, sabes que entrar en él
implica el riesgo de perder, pero, aun así, te sientes tentado a jugar por la
posibilidad de ganar un premio inigualable: el sexo con esa mujer del
demonio.
Cómo me mira y cómo la miro a ella cuando estamos en plena
efervescencia.
Cuando estoy con Sarah, el mundo se desvanece y solo existimos ella y
yo, en ese momento.
Como dos almas que se entrelazan en un vínculo que va más allá del
placer físico; pero solo es una ilusión producida por la maldita oxitocina,
¿verdad?
Cuando Sarah y yo nos enzarzamos en una de nuestras batallas
verbales, es como si dos titanes chocaran en una tormenta de palabras y
emociones.
Una mezcla intensa de frustración y pasión que nos consume y nos
lleva al límite, como si nuestras diferencias fueran solo otra forma de
entendernos.
Su imagen desnuda viene a mi mente.
Niego con la cabeza para que esa idea se evapore de mi cabeza.
«Ella no te quiere, tú tampoco puedes quererla a ella», le digo en
pensamiento a mi subconsciente.
No volveré a caer en ese error y ella con su pacto también lo ha dejado
bastante claro.
Quizá sea eso lo que me fastidie tanto… querer algo más, a pesar de
que ambos hemos jurado no hacerlo.
28
SARAH

Harper se ha despertado esta mañana de mejor humor.


Hemos desayunado con calma y después, he decidido dar un breve
paseo por el pueblo con el niño.
Necesitaba un respiro de la vida en el rancho y anhelaba ver gente,
alejarme de mis pensamientos por un rato, explorando las calles del
pintoresco pueblo.
Decido entrar en una acogedora cafetería para descansar un poco.
Vigilar constantemente a un niño pequeño que intenta corretear por
todas partes con sus pasitos torpes, puede ser agotador mientras intento
manejar su carrito.
Harper parece emocionado por el cambio de escenario y sus ojos
curiosos exploran el lugar mientras entramos.
Hago la comanda tras mirar la carta brevemente y tomamos asiento en
una de las mesas cerca del ventanal que da a la calle.
Estamos en la cafetería, esperando los batidos y pasteles que hemos
pedido, mientras observo a la gente que entra y sale del lugar.
La mayoría de los rostros me resultan familiares en este pequeño
pueblo.
Sin embargo, mi atención se centra en una mujer que está sola en una
mesa cercana.
Al principio, su rostro me parece vagamente familiar, pero no logro
recordar de qué la conozco.
La mujer está absorta en su teléfono, sosteniendo una taza de café en la
otra mano.
Mis pensamientos se centran en tratar de descubrir quién es, y frunzo el
ceño en un intento por recordarlo. Finalmente, cuando se levanta y se dirige
hacia la salida, la reconozco.
Es la mujer a la que vi hablando con Mike en el establo, la veterinaria
que ayudó a Mike con la yegua en el rancho.
Ella nos ve y se acerca a nuestra mesa sonriente, y saluda a Harper con
amabilidad.
Yo intento mantener la compostura, me siento un poco incómoda por la
inesperada coincidencia.
—Hola, Harper, ¿cómo estás? —le dice a él frotándole la cabecita.
—Hola, soy Helen —dice ahora dirigiéndose a mí mientas me tiende la
mano.
—Sí, la veterinaria, me han hablado de ti. Soy Sarah, la amiga de Emily
y ahora canguro de Harper.
—Ethan y Emily deben estar disfrutando su luna de miel, ¿verdad?
—Eso espero, hacer de madre no está siendo fácil. ¿Ayudaste a parir a
una de las yeguas del rancho, cierto?
—Oh, sí, fue una experiencia interesante. Ayudé a Mike a traer un
potrillo al mundo —responde casualmente y luego me mira con atención—.
Conoces bien a Mike, ¿verdad? —pregunta, y su expresión denota cierto
misterio.
Asiento, sin comprender del todo a dónde va la conversación.
—Sí, podríamos decir que somos amigos —respondo con sinceridad—.
Hemos compartido muchos momentos especiales debido a nuestra relación
con los Brooks.
Helen parece satisfecha con la respuesta, pero luego cambia su tono de
voz, como si estuviera a punto de revelar algo importante.
—Sarah, ¿te importaría si hablamos de chica a chica? —pregunta
Helen, con una sonrisa nerviosa mientras toma asiento en nuestra mesa.
Me siento intrigada por la solicitud, así que asiento lentamente con la
cabeza.
No sé a dónde va todo esto, pero estoy dispuesta a escuchar.
La camarera interrumpe el momento para dejar nuestro pedido, cuando
se va, Helen continúa hablando.
—Verás, Sarah, me gustaría ser completamente sincera contigo. Hace
tiempo que siento algo por Mike. Y, bueno, finalmente, he conseguido una
cita con él para el baile de la cosecha.
Las palabras de Helen resuenan en mis oídos como un estruendo
ensordecedor.
Mi corazón comienza a latir desbocado, y una mezcla de emociones me
invade.
La sorpresa, la confusión y una punzada de celos se entrelazan en mi
interior mientras lucho por procesar lo que acabo de escuchar.
—¿Y qué tengo yo que ver en eso? —digo en un tono indescifrable
hasta para mí.
—Verás, si lo conoces bien, podrías darme algunos consejos sobre lo
que le gusta a Mike. Tú ya me entiendes.
«¿Qué narices te voy yo a entender?», pienso.
—¿En base a qué? En realidad, no sé qué le gusta o no le gusta Mike
cuando sale con alguien, nunca le he visto en esa tesitura.
«Pero sí en otras, pero me lo reservo para mí», pienso de nuevo para
mis adentros.
—Me dijo que estabais juntos cuidando de Harper y he supuesto que, si
tiene ese nivel de confianza como para compartir una casa y el niño de unos
amigos contigo, debías conocerlo mejor.
—Lo conozco, pero nunca hemos hablado de qué nos gustaría encontrar
en alguien en una cita porque nunca hemos tenido una, Helen.
Ella hace un gesto raro, como si intuyera que la conversación que
estamos manteniendo me parece fuera de lugar y que no tengo intenciones
de ayudarla en sus planes de conquista.
—Lo siento, tal vez no he debido de tomarme ese tipo de confianzas
contigo, no nos conocemos de nada.
—Me parece bien que hayas preguntado, simplemente no sé qué puedo
responder a eso. Sin embargo, te deseo mucha suerte con él, no es un tipo
fácil.
Helen se levanta dispuesta a marcharse.
Sé que he sido injusta con ella, pero no puedo evitar odiarla un poquito.
¿Por qué puede tener ella lo que no puedo tener yo?
¿Qué la hace diferente y especial?
¿Realmente repelo a los hombres de ese modo, incluso a los más
pequeños como Harper?
Aún no he superado del todo el incidente con el niño cuando me tiró del
pelo y me zarandeó como si fuera una piñata.
Me jode enormemente que Mike ya me haya buscado una sustituta.
¡Maldito vaquero!
—De nuevo, lo siento, no pretendía molestarte. Y por favor, no le digas
a Mike esto, me moriría de la vergüenza.
—Tranquila, no le diré nada —le digo para tranquilizarla.
Aunque no sé si podré cumplir la promesa, aún me lo tengo que pensar.
Ahora mismo estoy tan alterada, que podría tirarme el batido encima y
gritar como una loca para que me sirvan una copa de vino y un calmante
para reses encabritadas.
29
MIKE

Cuando llego al racho, unos minutos después de que haya atardecido,


siento a Sarah distante y noto que su actitud es un tanto extraña, como si
algo la estuviera preocupando.
No puedo evitar pensar que esto es típico de ella cuando quiere algo de
mí.
—¿Qué tal ha pasado el día Harper?
—Bien, normal, fuimos al pueblo y después de cenar y un relajante
baño, ha caído rendido —me responde sin mucho entusiasmo.
—Me alegro de que todo haya ido bien.
Sarah me mira con una expresión distante, y empieza a hablar de nuevo.
—¿Sabes, Mike? A veces me pregunto qué se necesita para conquistar a
alguien como tú.
La pregunta me pilla por sorpresa y, por su actitud, no me encaja
demasiado en este momento.
Aun así, decido contestar.
—El amor es un tema complicado. No sé si hay una fórmula mágica
para eso.
Pero, ella, no conforme con mi respuesta, persiste.
—Pero, ¿qué piensas que sería importante? ¿Qué cualidades crees que
debería tener alguien para enamorar a un hombre como tú?
—Sabes, no creo que haya una lista de requisitos. El amor simplemente
sucede cuando menos lo esperas —respondo tratando de esquivar la
pregunta.
—Eso es muy interesante y demasiado intenso viniendo de ti.
—Tus preguntas también, Sarah. ¿Qué mosca te ha picado? Un día me
ofreces un pacto sexual de dos semanas, y otro me preguntas qué debe
hacer una mujer para que me enamore de ella.
—Mera curiosidad, me pregunto qué pasaría si dejáramos que eso
suceda —me dice con la mirada fija en mí.
—Que no pasaría nunca.
—¿Por qué? Es por mí o por ti.
—Por los dos, siempre he creído que ambos teníamos claro que el amor
no está hecho para nosotros.
—Nunca he pronunciado esas palabras, Mike. Me cuesta entender por
qué has deducido eso de mí.
—Tampoco has pronunciado lo contario, simplemente nunca has dicho
nada al respecto.
—¿Y jamás has albergado la posibilidad de que yo quisiera algo más
contigo? —suelta, dejándome descolocado.
Me gustaría darle una respuesta satisfactoria a su pregunta, pero lo
cierto es que lo nuestro era tan cómodo para mí, que no tuve en cuenta ese
tipo de sentimientos en ella.
—Estoy cansado y no creo que sea momento de responder a eso.
—¿Y cuándo es un buen momento para ti? ¿Tal vez en el baile de la
cosecha o en el bar del pueblo? Dime cuando cojones vamos a tener una
cita tú y yo para que me respondas a eso.
—Nunca he creído necesario que tengamos una cita, empezamos la casa
por el tejado, lo pasábamos bien, fin de la historia.
—¿Acaso no soy una buena candidata para ocupar tu corazón? ¿Crees
que hay alguien mejor que yo ahí afuera merecedora de ese privilegio?
—Lo siento, Sarah, pero te juro que me cuesta entenderte y no sé qué ha
desembocado que me estés interrogando de este modo.
—Si no lo sabes tú, no seré yo la que te saque de dudas, Mike.
—¿Qué narices quieres de mí?
—¿Ahora mismo? Que me beses, que me hagas tuya para poder
sentirme un poco bien con todo esto, para creerme por un intervalo corto de
tiempo que te importo lo más mínimo.
—Me importas, me importas más de lo que piensas, pero no estoy
seguro de poder darte todas esas cosas. Pero puedo besarte hasta que
amanezca, abrazarte y fingir que somos algo que no podremos ser jamás
porque el amor no es bienvenido en esta ecuación.
—¿Solo en esta?
—En ninguna.
—Entonces, dame lo que puedes ofrecerme ahora. Yo me encargaré de
transformarlo en mi mente y dejar de culparme por no agradar lo suficiente
como para que un hombre me quiera sin condiciones.
Siento la tensión entre nosotros, la presión que supone no confesarle
que no es por ella, que el que tiene una tara soy yo, y que me gustaría poder
decirle que la quiero tanto que esta mierda me supera.
Pero no puedo, no puedo jodernos más de lo que ya estamos, no puedo
ser el hombre que ella necesita porque lo merece todo y yo podría ofrecerle
nada.
Decirle que estoy cagado de miedo, que no quiero sufrir más y, que, la
comodidad de nuestra extraña relación compensa lo que siento por ella en
una zona segura, puede ser devastador.
Aunque sé que debería irme y encerrarme en la habitación y no seguir
alimentando sus inseguridades y mis temores, cedo a su mirada intensa.
Me acerco a ella y nuestros labios se encuentran en un beso apasionado
que parece responder a las preguntas formuladas.
La beso tan intensamente, que podríamos fundirnos en una sola masa
sólida.
30
SARAH

«¿Estoy loca o qué?».


Sí, lo reconozco y ha sido necesario que esa mujer me confirmara mis
sospechas entre ellos para darme cuenta de que quiero a Mike para mí sola,
no solo entre mis piernas, sino en mi vida en general.
Antes de que pueda cuestionar algo más, las manos de Mike están
atrayéndome hacia él, sus labios contra los míos, besándome con más
intensidad de la que me han besado en toda mi vida.
El corazón me late muy rápido por la pura conmoción de lo que está
ocurriendo o simplemente porque soy consciente de que esto va a
arruinarme la vida.
Mike mete y saca su lengua de mi boca.
Sus labios calientes y húmedos sobre los míos son, sin duda, lo mejor
que he sentido en mi vida.
Al reconocer su sabor, todos mis sentidos se debilitan.
Mis piernas están a punto de colapsar.
Ya no me importa Helen, ni si me quiere o no me quiere ni si soy digna
de él.
Aparta sus manos de mis mejillas y empieza a pasar sus dedos por mi
cara.
—¿Por qué no puedes quererme? —le pregunto, aunque la pregunta se
centra en él, siempre me he cuestionado por qué jamás he encontrado el
amor.
Siempre he pensado que espanto a los hombres, como si yo les
pareciera una especie de loca.
—No podría hacerlo del modo que te mereces.
Sus dedos se dirigen a los botones de mi camisa. Lentamente empuja
me los desabrocha.
Gimo cuando deja que sus dedos rocen mi pecho, y me encanta la forma
en que su respiración se entrecorta cuando siente los pezones duros debajo
de mi sujetador de encaje.
Juro que voy a explotar como un adolescente en la noche del baile de
graduación.
Emite un gemido bajo y no se me ocurre nada para reducir lo
jodidamente excitada que estoy.
—Prométeme que no estoy loca —le digo.
―Te lo prometo, nena.
Joder, me está llamando nena.
Y no de esa forma condescendiente como la dicen algunos tíos.
La forma en la que lo ha dicho, es como si todo lo que ha pasado, fuera
lo que tenía que pasar entre él y yo.
―El sexo entre nosotros no es malo —digo a continuación, como para
querer confirmar que esto no está mal.
—No lo es, pero el amor te acelera el corazón y es un fuego lento que
nunca se apaga del todo, aunque las cosas salgan mal, muy mal.
Nuestras miradas no se apartan.
Se aprieta contra mi pecho mientras ambos guardamos silencio
Me vuelvo a hundir contra su pecho, sin querer pensar en lo que ha
dicho.
―Me gustan los chicos que necesitan ser rescatados.
―Ah, ¿crees que podrás hacer algo conmigo, como su fueras una
heroína? No sabía que eras ese tipo de mujer con superpoderes.
―Todo el mundo es un tipo, solo me falta saber cuál eres tú ―le digo.
—Soy del tipo que no hay forma de rescatar. Soy un caso perdido,
Sarah.
Me niego a creerlo.
Nadie se pierde tanto como para no volver a encontrarse, incluso
aunque esa persona esté muerta en un lugar recóndito.
El silencio en la habitación se vuelve palpable, como si las palabras y
los suspiros hubieran dejado una huella en el aire.
Todavía estoy apretada contra el pecho de Mike, nuestros cuerpos
pegados.
Nos miramos fijamente, como si quisiéramos descifrar los secretos que
guardamos el uno del otro.
—No sé si puedes entender lo que estoy tratando de decir. Estoy tan
herido, que no puedo deshacer todo el daño que me han hecho.
—Todos tenemos cicatrices, heridas del pasado que nos marcan de
alguna manera. Lo importante es cómo elijas manejar eso ahora —le digo,
sin entender qué fue eso tan grave que le pasó como para renunciar a la
felicidad de compartir la vida con otra persona.
Mike suspira profundamente.
—Siento que no merezco una segunda oportunidad, que no lo supe
hacer bien aquella vez y el amor se volvió en mi contra. Duele mucho que
te sustituyan, hace que todas tus inseguridades afloren.
—Todo el mundo merece una segunda oportunidad, pero hay que estar
dispuesto a intentarlo y enfrentar tus demonios.
—¿Tú crees que puedo cambiar? ¿Puedo ser mejor de lo que soy?
—La verdadera pregunta es si tú crees en ti mismo, Mike.
31
MIKE

Dos años atrás…

La noche estaba despejada en el pequeño pueblo de Twin Oaks, donde


celebrábamos nuestra fiesta de compromiso, Sheila y yo.
La brisa cálida soplaba suavemente mientras nuestros amigos y
familiares se reunían en el rancho Davis, un lugar que había sido testigo de
muchas historias familiares.
Las luces colgantes iluminaban el área, creando un ambiente acogedor y
festivo.
Lucía radiante en mi traje y, Sheila, con su hermoso vestido rojo, se
encontraba a mi lado rodeados de nuestros seres queridos.
Mis padres, Richard y Linda, estaban allí, junto con mis dos hermanos,
Sam y Brad.
Por parte de Sheila, estaban sus padres, John y Margaret, y su hermana
menor, Katty.
La velada transcurría con risas y conversaciones animadas mientras
todos disfrutaban de la comida y la música country que llenaba el aire.
El momento culminante llegó cuando mi padre, Richard, se puso de pie
para hacer un brindis en honor a nuestro compromiso.
—Quiero hacer un brindis por mi hijo, Mike, y su prometida, Sheila.
Desde que eran niños, hemos visto crecer su amor, y hoy estamos aquí para
celebrar la unión de dos almas que se han encontrado en este rincón de
Texas.
Los invitados aplaudieron con entusiasmo mientras mi padre
continuaba con emoción en su voz.
—Mike, desde hace tiempo he estado pensando en el futuro del rancho
Davis. Hoy, quiero anunciar ante todos nuestros seres queridos que, en
honor a este compromiso, he decidido cederte la dirección del rancho
cuando llegue el momento. Sé que lo cuidarás con el mismo amor y pasión
que todos nosotros hemos invertido en él.
Me sentí abrumado por las palabras de mi padre y la responsabilidad
que se avecinaba, pero también lleno de gratitud.
—Gracias, papá. Significa mucho para mí. Prometo que seguiré la
tradición de la familia Davis y cuidaré del rancho con todo mi corazón —
dije levantando mi copa.
El brindis fue seguido por aplausos y vítores, y todos levantaron sus
copas en honor a nuestro compromiso y al futuro que Sheila y yo teníamos
por delante.
El ambiente estaba lleno de amor y esperanza mientras Sheila y yo nos
mirábamos con ojos brillantes.
Me sentía profundamente enamorado de ella y emocionado por la vida
que estábamos a punto de comenzar juntos.
Sabía que, con ella a mi lado y el rancho Davis como nuestro legado,
teníamos un futuro brillante por delante.
La noche avanzó y la fiesta de compromiso había llegado a su fin.
Había estado ocupados saludando y charlando con los invitados que se
disponían a marcharse mientras Sheila me había indicado que se retiraba al
baño un momento.
Mientras me despedía de algunos amigos y familiares, noté que mi
padre estaba parado cerca, observando con una sonrisa en el rostro.
—Papá, quiero agradecerte de nuevo por lo que has dicho esta noche.
Significa mucho para Sheila y para mí.
—Mike, estoy orgulloso de ti y de la elección que has hecho. Sheila es
una mujer maravillosa, y estoy seguro de que construiréis un futuro
increíble juntos. El rancho siempre ha sido un sueño compartido en nuestra
familia, y sé que lo cuidarás con amor y dedicación con ayuda de tus
hermanos —dijo poniendo una mano en mi hombro.
—Es un honor para mí continuar la tradición del rancho Davis. Y tu
apoyo significa el mundo para nosotros.
Mi padre y yo compartimos un abrazo en silencio antes de que él se
retirara para unirse a mi madre.
Me sentí agradecido por su comprensión y por la confianza que tenía en
mí y en mi futura esposa.
Después de un rato, me di cuenta de que Sheila aún no había regresado
del baño, a pesar de que habían pasado alrededor de treinta minutos desde
que me lo había informado.
Decidí servirme una copa y esperar unos minutos más, pero la inquietud
comenzaba a apoderarse de mí.
Finalmente, después de esperar un poco más, decidí ir a buscar a Sheila.
Caminé por el lugar, buscándola entre los invitados que aún quedaban.
La preocupación crecía en mi interior mientras me dirigía al baño,
esperando encontrarla allí y asegurarme de que todo estuviera bien.
Cuando llegué allí, pude escuchar voces provenientes de uno de los
cubículos.
Las reconocí de inmediato, y una sensación incómoda comenzó a crecer
en mi interior.
Sin pensarlo dos veces, abrí la puerta del cubículo abruptamente.
—¡Sheila!
El shock se apoderó de mí cuando vi a Sheila y a mi hermano Sam en
una actitud que no admitía malentendidos.
Los ojos se me nublaron de incredulidad mientras los dos me miraban,
sorprendidos y culpables.
Di un paso atrás cerrando la puerta de nuevo con fuerza para largarme
de allí, como si hubiera visto la escena más gore del planeta.
Sam trató de detenerme.
—Mike, espera, podemos hablar de esto.
«¿Hablar de qué?», pensé.
Todo estaba claro, lo había visto con mis propios ojos.
—No, Sam, no hay nada de qué hablar, es evidente lo que ha pasado.
He perdido de golpe a dos personas importantes en mi vida, me habéis
traicionado de una forma cruel —dije con furia.
Me di la vuelta y me alejé de allí, sintiendo una mezcla de rabia y dolor
que me oprimía el pecho.
Sam me siguió, tratando de alcanzarme, pero yo estaba decidido a poner
distancia entre nosotros en ese momento.
—Hermano, escúchame...
Lo interrumpí bruscamente.
—No quiero escuchar nada, y no vuelvas a llamarme hermano. Espero
que la puedas hacer feliz, está claro que yo no he sido suficiente para esa
mujer, pero ten claro que si ha sido capaz de hacérmelo a mí te lo hará a ti
también.
—Nos queremos, Mike, íbamos a decírtelo, pero la cosa ha llegado
demasiado lejos porque no sabíamos cómo te lo ibas a tomar.
—Pues ya lo sabes. Tú y ella estáis muertos para mí. Ahora deberías
preocuparte de cómo se lo vas a explicar a papá.
Mis pasos me llevaron lejos de la escena que acababa de presenciar,
pero el peso de la traición y la herida en mi corazón no desaparecerían tan
fácilmente.
Aquel momento dejó una marca profunda en mí, una herida que no
sanaría con rapidez.
La confianza quebrantada y la traición de quienes más quería me
hicieron sentir una soledad y un dolor que nunca había experimentado
antes.
Me marché esa noche sin hacer ruido, sin dar una explicación a nadie.
Era como si todo mi mundo se hubiera derrumbado en cuestión de
segundos.
Conduje a través de las solitarias carreteras de Texas, sin un destino fijo
en mente, solo tratando de alejarme de todo lo que había conocido.
Pasé semanas vagando por diferentes lugares, tratando de encontrar un
refugio lejos de los recuerdos dolorosos. Finalmente, acabé en un pequeño
pueblo de Texas, donde la vida era tranquila y sencilla.
Alquilé una modesta casa y busqué trabajo en los ranchos locales,
deseando dejar atrás mi pasado y comenzar una nueva vida.
Fue Brad, mi otro hermano, quien finalmente dio con mi paradero.
Llegó a mi puerta un día, decidido a hablar conmigo y encontrar una
solución para todo lo que había sucedido.
Cuando vi a Brad parado en mi puerta, no quería escuchar nada
relacionado con mi otro hermano y esa mujer traicionera que había
destrozado mi confianza en mí mismo. Durante mucho tiempo, había vivido
con la amargura y el dolor de su traición, y no estaba dispuesto a revivir
esos recuerdos.
Había llegado a creer que no era suficiente, que no era digno de amar y
ser amado. Las heridas emocionales que había sufrido eran profundas, y no
estaba seguro de poder superarlas. Pero Brad insistió en que habláramos, en
que enfrentáramos nuestro pasado y encontráramos una manera de seguir
adelante juntos como hermanos.
A regañadientes, accedí a escuchar lo que tenía que decir.
Cuando Brad finalmente se atrevió a compartir la noticia, me golpeó
como un puñetazo en el estómago.
Sam y Sheila estaban esperando un hijo.
El dolor que aquellas palabras provocaron fue inmenso, como si todo lo
que había soñado para mi vida se hubiera desmoronado en un instante.
Mientras escuchaba a Brad hablar ellos, sobre la vida en el rancho
familiar desde que me había ido, de que todos los habían perdonado y que
solo faltaba yo, me di cuenta de que él había logrado todo lo que yo había
anhelado: formar una familia y encontrar la felicidad.
Aunque la noticia me llenó de envidia y tristeza, también me hizo
darme cuenta de que la vida seguía adelante y que tenía que encontrar mi
propio camino hacia la felicidad y la realización.
Al día siguiente de su visita la gran noticia, tomé la decisión de poner
rumbo a Kansas.
Estaba decidido a empezar una nueva vida lejos de la tierra que me vio
nacer y de las dolorosas memorias que la acompañaban.
Me juré a mí mismo rehuir del amor, ese sentimiento que me había
herido profundamente, y no permitiría que el amor me quebrara de nuevo
en mil pedazos.
Cargué mis pertenencias en mi vieja camioneta y me despedí en
silencio de Texas, dejando atrás los recuerdos y las expectativas rotas.
Sabía que el camino sería difícil, pero estaba decidido a encontrar mi
propio camino y descubrir quién era realmente lejos de las sombras de mi
pasado.
32
MIKE

—La verdadera pregunta es si tú crees en ti mismo, Mike.


—No, no lo hago. Hace tiempo que aprendí que hay personas que no
están hechas para el amor, y yo soy una de ellas. Jamás dejaré que nadie
vuelva a romperme en mil pedazos.
—¿Tan mal te ha tratado la vida como para desconfiar de mí de ese
modo? —me dice con lágrimas en los ojos.
Me duele verla así, me duele no poder ser lo que ella quiere que sea.
No poder darle lo que se merece de verdad, porque en el fondo sé que
se lo merece todo.
—No es por ti, Sarah, simplemente no quiero nada serio. Y tampoco
esperaba que tú me lo pidieras.
—Si te ha parecido una declaración de amor, no lo es, simplemente
quería saber si nos estamos equivocando en algo. Yo también tengo algo de
falta de confianza en mí ahora mismo.
—¿Y qué puedo hacer para solucionarlo? Este es el tipo de cosas de las
que rehúyo, hacer y hacerme daño. No me perdonaría que te sintieras mal
después de todo esto, después de mí.
—No pasa nada. Lo entiendo. De verdad que no pasa nada. Además, fui
yo la que te pedí esto, no es justo lo que estoy haciendo ahora desde un
punto de vista legal —dice negando con la cabeza y apartándose de mí.
La agarro de la cintura sin previo aviso, mis manos sujetan su cara, y
mis emociones amenazan con desbordarse.
—Me gustas mucho, mucho de verdad. De hecho, no se me ocurre nada
de ti que no me guste. No hay absolutamente nada en ti que no me encante.
Eres inteligente, preciosa, segura de quién eres y de lo que quieres, y no
temes luchar por ello. Siempre tienes algo ingenioso con lo que insultarme
o rebatirme cualquier cosa. Creo que eso es lo que más me atrae de ti, tu
valentía. Eres increíblemente sensual, incluso en pijama, no necesitas estar
desnuda para atraer a ningún hombre. Me vuelves jodidamente loco, Sarah
y siento haberte hecho pensar que esto podía ser algo más.
—Si todo lo que acabas de decir es cierto, no puedo entender por qué
no soy válida para ti.
—Simplemente no puede ser.
Ella me mira directamente a los ojos y nuestras miradas se encuentran.
Tiene los ojos cargados de tristeza, dolor e ira.
Eso solo me hace que me confunda un poco más.
—¿Puedo abrazarte otra vez? —le pregunto y ella asiente.
Esto es lo que quería evitar a toda costa.
Arrastrar a otra persona a mi abismo, a mi pozo de mierda.
Apoya la cabeza en mi pecho, justo encima de mi corazón.
—¿Puedo dormir contigo arriba una primera vez? —me pregunta, con
melancolía en sus palabras.
Nunca lo hemos hecho.
En nuestros encuentros casuales, aunque nunca habíamos estipulado el
tiempo, parecía que este estuviera impuesto y nunca dormitábamos juntos.
Seguramente que nuestros amigos no supieran nada de esto tenía mucho
que ver.
De haberlo hecho, Sarah habría tenido que dar demasiadas
explicaciones.
—¿Crees que es buena idea? —le pregunto, no quiero confundirnos
más y crear vínculos innecesarios.
Ya me siento bastante mal siendo el causante de su malestar.
—Creo que nos merecemos una noche tranquila, como dos buenos
amigos. Siento que lo necesito, quizá para asegurarme de que no estoy
perdiendo nada importante.
33
SARAH

Es la primera vez que nos acostamos en la cama como la gente normal.


Mike se ha dado una ducha y yo he llorado un poco en silencio antes de
que volviera a la habitación.
En otras ocasiones, nos dejábamos caer en una lucha por quitarnos la
ropa lo antes posible, pero esta noche lo hacemos tranquilamente y nos
metemos en la cama sin un rastro de pasión.
Me tumbo de lado, de espaldas a él, que se acurruca detrás de mí.
El hecho de tener el torso firme de Mike contra mí hace que mi cuerpo
me traicione al notar su cálido aliento en mi nuca.
Me quedo inmóvil y con los ojos cerrados, intentando ignorar las ganas
que tengo de que me folle sin contemplaciones, que me castigue por ser tan
idiota.
Sin embargo, cuando noto su erección contra la parte baja de mi
espalda, se me hace imposible pasar por alto ciertos pensamientos.
Respiro hondo y él apoya la frente sobre mi hombro.
—Podemos… hacerlo una última vez —suelto, dejando a un lado la
poca dignidad que me queda.
«¿Qué me pasa? ¿Todo esto es por esa mujer, Helen?».
—Joder. ¿Estás segura?
No, no lo estoy, pero no quiero sentirme frustrada.
O quizá sea la esperanza intentando hacerse hueco.
Respondo bajándome los pantalones cortos del pijama y las bragas.
Mike me da un beso en la nuca y me gira hacia él.
Pone una mano detrás de mi cabeza y me agarra el cuello con fuerza.
Con la otra mano se abre paso entre nuestros cuerpos para introducirse
en mi interior.
—Abre las piernas —dice, seriamente—. Pon esta por encima de la
mía.
Antes de que pueda ponerme cómoda, Mike me penetra, y me duele un
poco la embestida.
Pero es lo que quiero, que me castigue, que me lo haga con rabia.
Así somos, así ha sido y así recordaré nuestra relación, con furia,
enfado, malos rollos y ganas de follarnos de este modo rudo y tosco, pero
absolutamente placentero.
Se introduce en mi interior unos cuantos centímetros y retrocede para
hacerme sufrir, pero echo mi cuerpo hacia delante con tanta fuerza que me
introduzco su erección hasta el fondo.
—Dame más fuerte —le digo y suena como orden.
Él retrocede y vuelve a mi interior con más fuerza.
—Más fuerte —exijo de nuevo.
Necesito que lo haga, necesito que acabe cayéndome mal por ser tan
brusco.
Después nos volvemos salvajes, chocando el uno con el otro.
Es una de nuestras trifulcas convertidas en pasión desmedida, en sexo
puro y duro.
Mi pecho está vibrando de tantas emociones que las lágrimas empiezan
a brotar de mis ojos.
La cama se tambalea, nuestros cuerpos sudorosos.
—Rómpeme del todo, Mike.
—Joder, Sarah. Me voy a correr.
—No te atrevas —le digo, a pesar de que lo único que puede calmarme
en este momento es un orgasmo tan fuerte que me haga estremecer.
Cuando me empieza a acariciar el clítoris, siento que todo mi cuerpo se
cortocircuita.
Me contraigo alrededor de él y gimo tapándome la boca para
amortiguar el sonido.
Él me embiste tres veces más y gruñe apoyando su frente con la mía,
derramándose la última vez dentro de mí.
«Estás jodida, Sarah, muy jodida».
34
SARAH

—Estoy enamorada de Mike —digo al otro lado del teléfono, cuando


Lisa descuelga mi llamada.
—¿De Mike Myers? —pregunta sorprendida.
Sé que lo dice de cachondeo, pero tiene un don para hacer de sus
bromas algo que parece real.
—¿Desde cuándo soy yo fan de ese actor de sesenta años? De Mike
Davis, el capataz del rancho.
—¿De qué narices estás hablando y qué me he perdido? —ahora su voz
denota confusión.
—Lo siento, soy una pésima amiga, Lis. Y cuando te lo cuente vas a
matarme.
—Pues desembucha, porque estoy descolocada ahora mismo.
Le cuento todo lo que ha pasado entre nosotros durante este año y me
escucha atentamente soltando algún ajá de vez en cuando.
Media hora después, debe tener la oreja más roja que una langosta
cocida.
Harper está sobre la alfombra de juegos mirándome un poco alucinado.
Gesticulo mucho cuando hablo por teléfono y debo parecerle un
muñeco hinchable de esos que ponen en las gasolineras.
—No sé ni qué decir. No es que me parezca descabellado que te tires a
un tipo como Mike. Lo he visto solo un par de veces, y es evidente que es
muy atractivo, pero que te lo hayas callado tanto tiempo, hayáis fingido que
os lleváis fatal y ahora estés enamorada de él, es muy fuerte.
—Eres a la primera persona que se lo cuento, me ha dado hasta
vergüenza oírme.
—Si te gustaba tanto, ¿por qué le pusiste fecha de caducidad a eso tan
raro que teníais?
—Yo qué sé. Me saca tanto de mis casillas que creía que conseguiría
volverlo loco. Pero la que se ha vuelto majara soy yo, y todo por culpa de
esa veterinaria. ¿Qué tiene ella que no tenga yo?
—¿Sentido común?
—Muy graciosa, Lis, pero no me estás ayudando nada.
—Bueno, es que, si él no está dispuesto a mantener una relación con
nadie, no puedes obligarlo. Pero hasta donde yo sé, tú tampoco. Eres la
única de las tres que siempre ha estado más reacia al amor.
—Quizá no haya estado muy atenta otras veces para reconocerlo. Jamás
me había encoñado tanto de nadie. Siempre que nos veíamos nos
encendíamos con nuestras peleas absurdas, era un círculo vicioso. ¿No
consiste en eso? Las parejas me refiero. ¿Un amor odio que acaba
absorbiéndote como un agujero negro y sientes que no puedes salir de ahí
porque ese mareo te produce placer?
—Creo que no es así, por lo menos en mi caso. No te digo que las
parejas no tengan riñas, pero también existen otros factores que hacen
perfecta esa unión, como por ejemplo que los dos quieran formar un equipo
y no escondérselo al resto del mundo,
—Siento que me estás juzgando.
—No, solo quiero que seas consecuente. Todo lo que me has contado es
muy raro, aunque te pega totalmente.
—¿Y qué hago? Aún falta una semana para que Emily y Ethan vuelvan
y tengo que verlo todos los días. Me voy a morir por estallo espontaneo de
corazón. ¿Has visto algún caso así en el hospital?
Lisa es cardióloga y de las buenas, seguro que me puede recetar algo
para el mal de amores y evitar que mi corazón se me salga del pecho y bote
hasta el Gran Cañón para suicidarse.
—No, me temo que de amor ya no se muere nadie y, bueno, ya sabes lo
que dicen: Si quieres algo, déjalo libre. Si vuelve, es tuyo. Y si no vuelve,
pues te aguantas, porque no era para ti.
—¿Y qué hago con Helen? La odio, la odio mucho —digo apretando
los dientes.
—Nada, esa chica no tiene nada que ver entre lo que pasa contigo y ese
vaquero guaperas. ¿Vas a encerrarla en un granero para que no pueda asistir
al baile? No estás protagonizando ninguna película de malas de instituto.
—Pues te juro que cuando me lo dijo, me sentí parte del reparto de
Mean Girls.
—¿Por qué no le has dicho que sabes que tiene una cita con esa chica?
—me pregunta.
—Porque esperaba que él fuera sincero y me lo dijera. ¿Cómo crees que
voy a quedar si le digo lo celosa que estoy?
—Quizá haya querido ahorrarte el disgusto.
—Eso es obvio, pero lo iba a ver de todos modos, pienso ir a ese baile,
es lo más interesante que va a pasar por aquí desde que llegué hace una
semana.
—Bueno, eso y que te has tirado a Mike en la cama de Emily y Ethan,
asegúrate de dejarles la cama hecha con sábanas limpias —la escuché reírse
al otro lado del teléfono.
Se está divirtiendo con esto la muy maldita.
—¿Crees que cambiará de opinión? —Necesito que alguien me brinde
un poco de esperanza.
—Sinceramente, no lo sé, no estoy dentro de su cabeza. Pero quiero que
tengas claro que ya te ha dicho que no quiere nada serio, y las cosas, por
mucho que no nos gusten, no se pueden forzar. Tal vez si pones de verdad
distancia entre tú y él, se dé cuenta de que también siente algo fuerte por ti.
Pero las cosas que empiezan como un juego, pueden que lo sean en el fondo
y uno tiene que estar dispuesto a perder, Sarah.
—¿Por qué siempre tienes que ser tan pragmática? Esperaba algo más
alentador.
—Solo quiero que estés preparada para sufrir un poco, es la primera vez
que confiesas que estás enamorada y siento decirte que no siempre es tan
maravilloso.
—Te vas a casar, Lis. ¿Qué opinaría Dan si te escucha decir eso?
—Que tengo razón, todo el que está dispuesto a enamorarse corre el
riesgo de pasarlo mal, y Dan no es la primera persona ni yo la suya, de la
que ambos nos hemos enamorado.
—¿Puede doler tanto como para que una persona renuncie a ese
sentimiento para siempre? —pregunto, con la esperanza de que su
experiencia como médico del corazón ilumine mi camino.
—El dolor es parte de la vida, Sarah, y el amor, a veces, es la forma
más hermosa de experimentarlo. No puedes evitar el sufrimiento, pero
tampoco deberías evitar amar tú porque él lo haga. Ahora ya sabes que
tienes esa capacidad y te queda descubrir, si estás dispuesta a asumir de
nuevo el riesgo con otra persona que no sea Mike.
—No creo que esté dispuesta a hacerlo a corto plazo.
—Entonces ya tienes tu respuesta.
Lisa responde con una sabiduría que me deja reflexionando.
35
MIKE

Estoy en el acogedor pub del pueblo, tomando una cerveza fría después
de una jornada de trabajo temprana en el rancho.
Es uno de esos raros días en los que terminamos las tareas a tiempo, lo
que nos permite relajarnos un poco antes de volver a casa.
Junto a mí está Jude.
El ambiente en el pub es cálido y acogedor, con la conversación
animada de los lugareños de fondo y la música country sonando
suavemente en los altavoces.
Le doy un sorbo a mi cerveza y me recuesto en la silla, disfrutando de la
sensación de relax.
Jude, con una sonrisa amigable, comenta:
—Hoy ha sido un buen día, ¿verdad, Mike? Hemos hecho un buen
progreso en ese cercado nuevo.
Asiento con la cabeza, agradecido por la camaradería y la tranquilidad
del momento.
—Sí, ha salido genial. Parece que todo avanza según lo planeado en el
rancho.
Jude se ríe y levanta su propia cerveza.
—¿Y lo tuyo con Sarah, también avanza según lo planeado?
—Eso sigue igual de complicado.
—¿Algo nuevo que quieras contarme? Sabes que puedes hacerlo —me
insta Jude.
—No sabría ni por dónde empezar…
—Hacerlo por el principio siempre es una buena opción.
—Cómo empezó todo esto ya lo sabes, pero Sarah hace un par de días
me hizo unas confesiones que hicieron que las cosas se complicaran. Desde
ese día nuestra relación se ha enfriado, y en el fondo es lo mejor.
—¿Qué clase de confesiones? —se interesa Jude.
—Parecía que quería algo más entre nosotros, algo la hizo cambiar de
opinión repentinamente, jamás me había hablado de ese modo tan profundo.
—Las mujeres tienden a hablar más abierta y profundamente sobre sus
emociones, y más cuando hay vinculo sexual previo. Las experiencias
pasadas, como relaciones anteriores o situaciones familiares, pueden influir
en cómo una persona establece vínculos emocionales a través del sexo. Así
que me temo que tú estás influenciado por esa segunda cuestión, ¿me
equivoco?
—Puede que no te alejes mucho.
—Entiendo que tienes una ex que debió joderte demasiado.
—Vuelves a acertar. ¿Eres psicólogo o algo por el estilo? —le pregunto
a Jude y él se ríe.
—No, siempre me he dedicado al campo, pero me gusta estudiar el
comportamiento humano, que tenga las manos llenas de durezas no
significa que no me guste cultivar la mente.
—Pues se te da bien, quizá podrías hacerte algún curso online —le digo
y luego doy un largo trago a mi cerveza.
—¿Crees que sigues enamorado de tu ex?
Frunzo la cara
—Nunca te he hablado de ella, pero creo que te ha fallado el radar esta
vez. No podría seguir queriendo a esa mujer ni aunque me hechizaran.
—¿Puedo preguntar qué pasó?
—En nuestra fiesta de compromiso la pillé con mi hermano, medio
desnudos en un baño. Ahora son tremendamente felices y son padres de un
niño.
—Joder, lo siento Mike.
—Han pasado dos años, ya está superado —digo, aunque con la boca
pequeña.
—Me temo que ahí te equivocas, no lo has superado y sigues atado a
ese pasado tan doloroso. ¿Sabe Sarah todo eso?
—No —digo suspirando.
—Quizá deberías decírselo, así podrá entender que aún necesitas un
tiempo para reconciliarte contigo mismo y las relaciones más profundas, y
no olvides mencionarle que eres un capullo y has quedado con otra para ir
al baile de la cosecha.
—Tienes razón, soy un capullo y estoy haciéndole daño gratuitamente.
—Creo que estás huyendo de tus verdaderos sentimientos y que sigues
autocompadeciendote. Estás a tiempo de arreglar todo esto. No puedes ir
dejando cadáveres sentimentales. Ahora mismo tienes a dos mujeres en la
recamara, y estás jugando con ellas. Siento ser tan sincero, Mike, pero eso
no ayudará a nadie y menos a ti. Si necesitas tiempo para recuperarte de
aquello, tómatelo, pero deja de dar tumbos e involucrar a esas pobres chicas
en tus asuntos internos.
—Vaya, no esperaba esta bronca, hace años que no me echaban una —
digo rascándome la nuca.
—No es una bronca, es un buen consejo de alguien que te considera un
amigo. Piénsalo.
—Lo haré —le digo, pensando en que todo lo que ha dicho tiene una
lógica aplastante por mucho que me pese.
—Brindemos por eso, amigo.
Ambos chocamos nuestros vasos en un brindis silencioso.
Jude rompe el silencio de nuevo.
—Y si quieres a Sarah, y creo que lo haces y simplemente estás
acojonado, date una oportunidad. No renuncies a ser feliz por culpa de otras
personas, son ellas las que no te merecen.
Asiento, sé que tiene toda la razón del mundo y también en eso de que
no quiero involucrarla en mis asuntos.
He de reconocer que Sarah es una mujer con tanta personalidad, que
Dios la ama y un diablo como yo la desea con todas sus fuerzas.
Tengo tanto miedo de este sentimiento que tengo por ella, que a veces
me siento como un náufrago a la deriva en un océano de incertidumbre y
deseo, sin saber si encontraré la costa segura o seré consumido por las olas
turbulentas de mi propia resistencia.
36
MIKE

Cuando llego a casa, Harper está en su trona, llorando con lágrimas que
le corren por las mejillas rosadas.
Sarah está en el sofá, con una expresión agotada y un paño frío en la
frente.
Me acerco con cuidado, preocupado.
—¿Qué sucede? —pregunto, tomando a Harper en brazos y
sosteniéndolo cerca de mí.
Sarah se ve pálida y cansada.
Levanta la mirada hacia mí y suspira.
—No me encuentro bien, Mike. Creo que tengo fiebre. Me duele la
cabeza y me siento débil.
—¿Tienes fiebre alta? ¿Has tomado algo?
Sarah asiente y me muestra el termómetro en la mesa, confirmando mis
temores.
Miro la temperatura y veo que es alta.
—Tienes razón, estás un poco caliente. Deberías descansar. Yo me
encargaré de Harper.
Sarah parece aliviada por mi respuesta.
—Gracias, Mike. No quiero contagiarle nada a Harper. Creo que he
cogido la gripe.
Acaricio su cabello suavemente y le doy un beso en la frente.
Es el primer contacto físico que tengo con ella desde aquella noche en
la que dormimos juntos, pero no he podido evitarlo.
Estoy preocupado por ella, y siento una necesidad tremenda de cuidarla
y hacer que se sienta bien cuanto antes.
—No te preocupes, cuidaré de ambos. Ahora, ve a descansar. Harper y
yo nos las arreglaremos aquí abajo.
Sarah sonríe débilmente y se levanta con esfuerzo para dirigirse a la
habitación.
Mientras ella se retira, me siento con Harper en brazos para consolarlo.
Después me dispongo a poner la casa en orden y a ocuparme del niño y
prepararlo para irse a la cama.
Me siento mal por haberme ido a tomar cervezas con Jude y no volver a
casa inmediatamente, pero Sarah no me ha avisado de que estaba enferma.
Aunque entiendo que nuestra comunicación ha sido nula estos días y le
ha podido resultar violento.
Una vez que Harper está tranquilo y medio dormido en su cuarto, bajo
de nuevo al salón.
Cojo el termómetro y me dirijo a la habitación de Sarah.
Cuando entro, ella se gira hacia la puerta y tose débilmente.
—No deberías estar aquí, no podemos enfermar los dos.
—Sobreviviré a esto, soy duro y resistente —me acerco a la cama y me
siento a su lado—. Voy a tomarte de nuevo la temperatura.
—Puedo hacerlo sola si me das el termómetro.
—Sé que puedes, pero quiero ayudarte, no tienes buen aspecto.
—Tú tampoco, estás horrible Davis —me dice en un intento de empezar
una de nuestras batallas dialécticas, pero su voz suena cansada.
—Me alegro de que estemos ambos en igualdad de condiciones. Ponte
derecha para que te meta… el termómetro en la axila —carraspeo.
—Tú lo que quieres es sobarme las tetas, admite que lo has pasado muy
mal estos días —dice girándose lentamente, debe estar dolorida por la
fiebre.
—Las he tocado muchas veces, pero jamás me aprovecharía de una
enferma. Así que no te preocupes, no las rozaré siquiera.
Ella sonríe levemente y levanta el brazo para que pueda poner el
termómetro.
—¿Cómo está Harper? —me pregunta cuando le hago bajar el brazo.
—Está bien, ya debe haberse quedado dormido del todo.
—Soy un maldito desastre, Harper debe pensar que la naturaleza es
sabia y por eso la vida no me ha dado un novio y la posibilidad de ser
madre todavía.
—Ni Harper ni nadie piensa eso, Sarah.
—Sí, sí lo piensa, y tú también, por eso vas a salir con Helen.
Las palabras de Sarah me cogen por sorpresa.
Me pregunto cómo sabe lo de mi cita con Helen.
Un escalofrío de incomodidad recorre mi espalda mientras me doy
cuenta de que Sarah podría haber averiguado esta información de alguna
fuente externa o, peor aún, haberla descubierto por sí misma.
—Creo que no es momento de hablar de eso ahora.
—Supongo que no, bastante tengo con la gripe como para lidiar con
todos mis complejos ahora —vuelve a toser con un gesto contraído, debe
dolerle el pecho.
El termómetro pita y levanta el brazo para que se lo extraiga por la
manga de la camiseta.
—Tienes cuarenta de fiebre, será mejor que te des un baño para bajarla.
—No creo que pueda levantarme de la cama para eso. Estoy realmente
muy mareada, siento que me pesa todo el cuerpo —comenta mientras
entrecierra los párpados.
Siento un suspiro escapar de mis labios mientras, sin dudarlo, cargo a
Sarah en mis brazos y la llevo cuidadosamente hacia el baño de arriba.
Ella apoya su rostro en mi cuello, su respiración pausada evidenciando
el malestar causado por la fiebre. Mientras subimos las escaleras, una
oleada de ternura hacia ella me inunda por completo.
No puedo evitar sentir una responsabilidad profunda hacia ella en este
momento.
A pesar de mis luchas internas y mis intentos por mantenerme alejado,
esta mujer ha logrado ocupar mis pensamientos y sacarme más de una
sonrisa durante el último año.
La preocupación que siento por su bienestar me hace darme cuenta de
cuánto me importa, aunque eso me asuste.
«Tienes que anular esa estúpida cita con Helen, ¿qué diablos estás
haciendo con tu vida?», me pregunto, mientras la dejo sentada en el váter y
abro el grifo del agua de la bañera.
37
SARAH

Durante unos segundos he soñado que Mike me llevaba en brazos


mientras me besaba la frente, haciéndome sentir en casa, protegida, querida,
valorada.
Su olor en la punta de mi nariz.
Suele oler a dios del universo.
Su aroma a madera y tierra, es como si llevara consigo la esencia misma
del rancho y la naturaleza que lo rodea.
Me ha desvestido, y me ha introducido en el agua, debemos estar en el
lago y siento como acaricia mi piel con sus manos haciendo que mis
pezones se endurezcan por su contacto.
Dios, cómo he echado de menos estos días esa cercanía entre él y yo.
—Sarah, Sarah, no te duermas, mantente despierta, háblame —escucho
decir y me fuerzo a abrir los ojos.
—¿Estamos en el lago? —le digo a la cara desenfocada de Mike.
—Me temo que estás en la bañera, tenías mucha fiebre.
De pronto me doy cuenta de que no estaba soñando.
Mike me ha cargado hasta el baño de arriba y me ha desnudado y me ha
metido en el agua.
Ahora está lavándome el pelo suavemente.
—Siento ser una carga para ti.
—No eres ninguna carga, quiero y siento que debo cuidarte, quiero
verte bien y que me insultes con ganas.
—Creo que eso puedo hacerlo, imbécil —le digo esbozando una leve
sonrisa.
—Me alegra ver que el baño te está sentando bien. Pero es hora de salir
del agua y tomarte algún analgésico, necesitas dormir y descansar.
—No, un poco más, me siento bien aquí en el agua, no dejes de tocarme
Mike, por favor.
Lo escucho suspirar, yo tengo los ojos cerrados, como no queriendo
volver a la realidad y seguir pensando que estamos en el lago desnudos
dejándome querer por él.
Nunca jamás he experimentado algo así, la sensación de necesidad de
un hombre a pesar de que no siente lo mismo que yo por él.
Duele, pero a la vez, en momentos como estos, te reconforta que esté a
tu lado y que te toque de ese modo tan delicado evadiendo la cruda realidad.
—Joder, Sarah —susurra mientas me acaricia los hombros y aprieta mis
brazos.
No sé cómo, pero ahora sus manos están cubriéndome los pechos, y
luego se mueven en círculos suaves mientras apoya su boca en mi frente y
suelta todo el aire que ha debido retener en sus pulmones.
De pronto, se para y saca las manos del agua.
—Creo que será mejor que te saque de ahí, el agua se está poniendo
demasiado fría.
Asiento.
No sé en qué narices estoy pensado cuando no puedo toser sin que me
duela el pecho y la cabeza.
Me ayuda a salir y me cubre con una toalla limpia y mullida.
—Gracias, me ha sentado bien el baño. Creo que ha debido de bajar la
temperatura unos grados —le digo, aunque estoy segura que en otro sentido
ha subido hasta el nivel máximo soportable.
Cuando Mike se pone a mi espalda y con otra toalla más pequeña,
comienza a secarme el pelo, noto su dureza pegada a mi espalda.
—Me alegro, creo que yo también voy a necesitar una ducha tibia en
cuanto te deje sana y salva en la cama de nuevo.
—Creo que puedo hacerlo sola, prometo no caer escaleras abajo como
una salchicha en una parrilla.
Pienso que el símil no es muy acertado en estos momentos porque lo
oigo carraspear.
—Bien, en ese caso te dejo vestirte de nuevo sola. Si me necesitas
avísame, solo tienes que tocar la pared con los nudillos.
Asiento y veo cómo se retira, seguramente algo avergonzado.
Consigo ponerme de nuevo el pantalón y la camiseta y bajo a la cocina
para tomarme un analgésico y meterme en la cama.

Poco después escucho el agua correr de nuevo en la planta de arriba.


En mi mente, el cuerpo de escándalo de Mike pegado al mío con una
erección dura como una piedra contra mi espalda, y la imagen de él
masturbándose la ducha.
«Estás enferma, y no por la gripe», pienso, intentando apretar fuerte los
ojos para quedarme dormida.
38
MIKE

—Gracias, Jude —digo antes de colgar.


He tenido que pedirle que me tomara el relevo como capataz hasta que
Sarah se recupere.
Son las once de la mañana y sigue dormida.
Si realmente lo que tiene es gripe, necesitará un par de días para curarse
del todo, y no puedo dejar que cuide de sí misma y Harper al mismo
tiempo.
Necesito y quiero estar aquí a tiempo completo.
Si a alguno de los dos les parara algo, no podría vivir con esa carga.
—Quédate aquí, pequeño, voy a ver cómo está Sarah, ¿de acuerdo? —le
digo a Harper cuando lo siento en su trona y le pongo el canal infantil.
Cuando entro en la habitación, Sarah se está desperezando.
—Me alegro verte despierta, quería saber cómo estabas.
—Me sigue doliendo la cabeza y creo que tengo algo de fiebre, aunque
no tan alta como la de anoche. ¿Dije o hice muchas tonterías? Cuando paso
de treinta y ocho suelo delirar un poco. Una vez de pequeña le dije a mi
madre que una marioneta de Muppet Show me perseguía todos los días
cuando iba al colegio —ríe, pero le ataca la tos de inmediato.
—No, tranquila, no hicimos nada raro.
—¿Hicimos? Tú también deliraste.
—Para nada, solo era un decir. ¿Quieres que te traiga algo?
—¡Joder! —dice al punto que mira la hora en el móvil —¿Dónde está
Harper? He dormido un montón.
—En el salón, lo he dejado viendo los dibujos con un vaso de zumo.
Jude se encargará de dirigir el rancho estos días, no te preocupes.
—Esto no está saliendo como habían previsto Emily y Ethan, no van a
volver a confiar en mí en la vida —resopla.
Tiene unas ojeras oscuras que denotan lo enferma que está.
Aunque sigue estando preciosa con el pelo revuelto y los ojos
adormilados.
—No has caído enferma por gusto, eso no se puede evitar.
—Ya, pero suelo ser poco oportuna hasta para esto.
—No te martirices. Te traeré algo para desayunar y las medicinas. He
llamado al médico y le he contado tus síntomas y me ha mandado unas
recetas. Un compañero me ha traído el medicamento esta mañana —le
informo.
—Gracias por cuidar tan bien de mí, pero no hace falta que te tomes
tantas molestias, a menos que yo tenga la edad de Harper y no es el caso. Es
a él al que realmente debes cuidar.
—Tú también me importas, aunque te haya dado otra impresión. Estoy
seguro que tú habrías hecho lo mismo por mí.
—De eso no te quepa la menor duda —responde, aunque noto que hay
algo velado en sus palabras.
—Bien, te dejo para que uses el baño y te pongas cómoda en la cama,
hoy desayunas como si estuvieras en un hotel de cinco estrellas.
—¿Tanta pena te doy? Creo que puedo desayunar en la cocina o el
salón como un mortal cualquiera.
—Eso es precisamente lo que quiero evitar, que tu mortalidad se haga
presente. Es mejor que tomes reposo y las cosas con calma, Sarah.
—Está bien, te haré caso, no veo por qué no puedo dejarme mimar un
poco por un tipo duro como tú.
—No soy de acero ni de piedra, también tengo un lado sensible y
encantador.
—Lo sé, aunque solo esté reservado para ciertas personas. En realidad,
me parece un gran privilegio gozar de ese ladito tierno mientras me debato
entre la vida y la muerte —dice, recogiéndose el pelo en un moño
desordenado y atándolo con una goma que lleva en la muñeca.
—Sobrevivirás, tú eres mucho más dura y peleona que yo, Parker.
—Puede que tengas razón, pero he decidido dejar las batallas y las
peleas para los juzgados, la gente se complica demasiado la vida odiándose
los unos a los otros y mi trabajo es mediar para que ambos se sientan
satisfechos. La vida personal debería estar separada de todo eso, y estoy
deseando volver a ella, esto está siendo más complicado de lo que esperaba.
Asiento sin saber qué añadir a eso y salgo de la habitación.
A veces, ella y yo nos comportamos como un matrimonio que está a
punto de expirar, y ni siquiera hemos iniciado una fase romántica que
preludie una relación.
Entiendo que esté cansada de lidiar con esos sentimientos y, mucho
más, cuando yo no he estado dispuesto a abrirme a ellos.
Siempre que Sarah me lanza una indirecta, la pillo al instante, la
conozco demasiado bien.
«Sí, la conoces demasiado bien, y te encanta», me digo mentalmente.
Joder, Sarah Parker me encanta, me vuelve completamente loco, hasta
el punto de ponerme cachondo, aunque esté débil y enferma.
Anoche tuve que masturbarme pensando en ella porque el momento del
baño me puso cardiaco.
No fui consciente hasta ese momento, de lo mucho que necesito su
contacto, y las veces que deseaba con ansias su llegada al racho aquellos
fines de semana.
Sus visitas empezaron a frecuentarse desde aquel primer beso bajo la
lluvia, y yo no hice nada para frenarlo.
La esperaba como un perro al que han dejado muchas horas solo en
casa.
Y ahora, que la he tenido y la tengo aquí a tiempo completo, no hago
más que cagarla una y otra vez por ese muro de escombro que amenaza con
derribarse y engullirme vivo si no me mantengo en mi área de seguridad.
Un área de seguridad que, en realidad, lleva su nombre.
Ella es la única capaz de salvarme de mí mismo, la única por la que
estaría dispuesto a saltarme ese muro y dejar que engullera a otros, mientras
yo abrazo mi zona de confort sintiéndome de nuevo en casa.
Estoy enamorado de Sara Parker, aunque intente negarlo y me cueste
admitirlo.
39
SARAH

Después de dos días, decido que es hora de salir de la habitación.


La fiebre me ha mantenido en la cama la mayor parte del día, pero
alrededor de las cuatro de la tarde, me envuelvo en una manta y salgo al
porche.
El sol que queda me acaricia la piel mientras permito que la brisa fresca
me revitalice.
Mis pasos me llevan hacia donde Mike y Harper están jugando con una
pelota de goma.
Me uno a ellos con una sonrisa en el rostro.
Ver a Harper reír mientras intenta atrapar la pelota hace que sienta un
cálido hormigueo en el corazón.
Mike me mira con preocupación y se acerca.
—¿Cómo te sientes? —pregunta con ternura.
—Mejor —respondo sinceramente—. La fiebre parece estar cediendo
un poco.
Mike asiente y me hace un espacio a su lado en el porche.
Sentir la presencia de Mike cerca me reconforta, no puedo evitarlo,
aunque esta sensación sería aún mejor si fuera compartida.
Sus ojos reflejan una mezcla de preocupación y cariño, pero sería tonta
si me hago falsas ilusiones.
Harper se acerca a mí, sosteniendo la pelota para que sea yo ahora la
que juegue con él.
—Parece que no eres el único que se apiada de mí, me está dando una
tregua —digo, mientras lanzo la pelota al otro lado del poche para que
Harper vaya a por ella.
—Tienes unas ideas infundadas sobre ti muy absurdas.
—O es lo que la gente me ha hecho creer.
—Siento si he formado parte de esas personas. Pero te puedo asegurar
que tengo muy buena opinión de ti.
—Ah sí, ¿crees que tengo virtudes destacables? —lo miro con sorpresa.
—Muchas, más de las que te piensas.
—Dime una.
—Podría decirte más de una.
—Adelante, regálame los oídos.
—Creo que esto ya te lo he dicho, pero me pareces muy inteligente.
—¿Y no te sientes amenazado por eso? Muchos hombres se sienten
inferiores ante las mujeres inteligentes y por eso las descartan.
—Nunca me he considerado tonto, por lo tanto, las mujeres con
inteligencia me gustan porque significa que podremos debatir y conversar y
nutrirnos mutuamente.
—¿Y qué más ibas a decir de mí? Continúa —le insto.
—Eres valiente, creo que sincera y realmente preciosa.
—Lo último es superficial, pero me alegra parecerte guapa.
—Nunca me acuesto con mujeres que no me atraen plenamente, ¿lo
haces tú?
—Con mujeres no —le digo dándole un codazo.
Ambos reímos.
—¿Qué pensaste de mí cuando me viste por primera vez con Emily en
el pub? —continúo.
—¿El día que me dijiste si era el representante de Ethan?
—Sí.
—Que estabas defendiendo a tu amiga a capa y espada, y que Emily
tenía suerte de tenerte a su lado. No me equivoqué. Además, cuando te
fuiste, te miré el culo y sonreí pensando: diablos, qué buena está.
—No te creo —comento con la boca abierta.
—A mí también me gusta ser sincero, aunque sé que piensas que soy un
cretino y que no te he contado nada importante sobre mí.
—Puedo distinguir entre todas esas capas de rudeza que llevas encima,
que alguien te hizo mucho daño.
—¿Tanto se me nota?
—Sí, y espero que algún día puedas solucionar ese conflicto interno y te
permitas ser feliz. No todo el mundo somos esa persona, hay gente
dispuesta a quererte bien.
—Y si te dijera que esa persona es mi hermano, y la otra mi
exprometida.
—¿Qué tienen que ver entre…? —paro de hablar de golpe—No me
digas qué…
—Sí, en nuestra fiesta de compromiso, hace dos años.
—Lo siento mucho, sobre todo por tu hermano. Es una traición fuerte y
debió dolerte mucho.
—Mucho más que la de ella, al fin y al cabo, Sheila no estaba obligada
a quererme, pero mi hermano…
—Ahora puedo entenderte, en cierto modo.
Mike me mira a los ojos, y puedo ver la gratitud en su mirada.
Puede que aún haya heridas en su corazón, pero al menos ahora sé que
no está solo en su dolor, y eso significa mucho para ambos.
—Gracias, pero creo que me he cerrado demasiado y culpabilizado a los
sentimientos de ser los causantes de todos mis males, y no son los
culpables, más bien las personas que no tuvieron en cuenta lo que yo sentía
por ellos.
—Me temo que así es, y estás en el camino correcto para acabar de
arreglar ese corazoncito que tienes.
—¿Aún crees que lo tengo?
—Nunca dejo de creer en las personas a las que quiero, Mike.
—Eso es otra virtud que tienes, una que juega a mi favor y que me
encanta. La misma que vi a aquel día en el pub, que eres legal.
—Estaría faltando a mi profesión si no lo fuera.
Me viene un golpe de tos y Mike se preocupa.
—¿Estás bien?
—Sí, creo que debería entrar dentro, tomarme una infusión calentita y
volver a meterme en la cama.
—Sí, no quiero que empeores. Ves directa a la habitación, yo te llevo la
infusión.
—No hace falta, quédate con Harper. Está solo jugando con esa pelota y
tendrás cosas que hacer.
—Vale, pero avísame si necesitas algo.
—Descuida.
Mike me ayuda a incorporarme.
La traición de su hermano y su exprometida me han dejado un nudo en
el estómago.
Siento una profunda pena por él y por todas las personas que han
experimentado la traición de aquellos en quienes confiaban.
Es desgarrador pensar que hay gente en el mundo que puede ser tan
insensible y egoísta, sin tener en cuenta el profundo daño que causan con
sus acciones.
Aunque mis sentimientos por él no hayan podido borrar su dolor ni
cambiar lo que ha sucedido en su vida, me siento agradecida de que haya
confiado en mí lo suficiente como para abrirse y compartir sus sentimientos
más profundos.
Antes de cruzar la puerta y meterme dentro la casa le digo: —Mike,
lamento mucho que hayas tenido que pasar por algo así. Nadie merece
sentirse traicionado de esa manera. Pero, sabes, a veces las heridas más
profundas nos hacen más fuertes. Espero que algún día puedas encontrar la
paz y la felicidad que mereces.
Mike asiente, agradecido por mis palabras, y una sensación de
complicidad y entendimiento parece unirnos por unos segundos.
«No te quiere del mismo modo, acéptalo, Sarah», pienso, aunque ahora
puedo entender de otro modo por qué no soy suficiente para él.
Tal vez Helen tampoco lo sea.
40
MIKE

—Estoy enamorado de Sarah —le digo a Jude, una hora después de


nuestra conversación en el poche, por teléfono.
—Pensaba que ibas a mandarme alguna tarea, pero lo que dices no es
nada nuevo. Solo te faltaba reconocerlo. ¿A que es liberador?
—Sí y no, no sé cómo se va a tomar mi cambio de actitud repentino, ni
yo mismo me creo lo obstinado que he sido.
—No es que seas obstinado, es que ha llegado la mujer perfecta i para
abrirte los ojos.
—¿Crees que lo nuestro puede funcionar?
—No soy adivino, solo sé que Sarah te quiere y tú a ella. Ahora toca
descubrir hasta donde os lleva ese sentimiento.
—Está tan enferma que me sabe mal decirle lo mucho que la necesito
estando en ese estado.
—Estoy seguro que le va a sentar mejor que los analgésicos —dice
riéndose al otro lado del teléfono—. Ya has esperado demasiado, ¿no crees?
—Sí, lo creo. ¡Joder! Llevo tanto tiempo luchando contra mí mismo y
todo lo que sentía por ella, que tienes razón, me siento liberado.
—Tenéis un largo recorrido de sexo y peleas, ya erais una pareja de
verdad desde hace al menos nueve meses. Los tres primeros solo eran una
precuela.
—No sé si te lo he dicho alguna vez, pero gracias, Jude, eres un gran
tipo.
—Soy un vaquero encantador, pero no pienso ligar contigo.
—Descuida, no eres mi tipo —digo soltando una risotada.
Ambos bromeamos un poco más antes de colgar.
Por primera vez en mucho tiempo me siento bien y ningún pensamiento
intrusivo se me pasa por la mente.
Es como eso que dicen de: que una mancha de mora con mora se quita.
Cojo a Harper para entrar dentro de la casa y preparar alguna cena con
la que sorprender a Sarah, supongo que tendrá que comer algo en cuanto se
levante después de su segunda siesta.
Espero que se sienta un poco mejor y podamos disfrutar de una noche
tranquila, aunque tengamos que brindar con jarabe para la tos.
Necesito ser yo quien le confiese ahora que estaba completamente
equivocado y sí quiero algo más con ella, en realidad no solo algo, lo quiero
todo con Sarah.
Quiero un futuro sin pensar en nada, disfrutar cada momento y
confesarle a todo el mundo lo mucho que la quiero.
Soy un cowboy enamorado, aunque me haya costado un año y una
semana reconocerlo.
41
SARAH

Me froto los ojos y consulto la hora en mi móvil: son las nueve de la


noche.
Parece que me encuentro un poco mejor, mi estómago ruge de hambre.
Me pongo la bata y salgo de mi habitación en busca de la fuente de ese
delicioso aroma a asado que impregna la casa.
Al llegar a la cocina, me encuentro con una escena que me sorprende
gratamente.
Mike está allí, luciendo un delantal y removiendo una olla de lo que
parece ser una deliciosa sopa casera.
El horno también está encendido, y el ambiente irradia un reconfortante
calor hogareño.
No puedo evitar soltar una risa al ver a Mike en su papel de cocinero.
—¿Desde cuándo eres un experto en cocina casera, Mike? —le
pregunto con una sonrisa para sorprenderlo.
Mike se encoge de hombros y me devuelve la sonrisa. —Después de
sobrevivir dos años viviendo solo, uno aprende un par de cosas. Además, no
es tan complicado como parece. Me alegro que te hayas despertado, tienes
mejor aspecto —responde mientras continúa removiendo la sopa.
Me acerco a él, curiosa, y disfruto del delicioso aroma que emana de la
olla.
—Huele increíble. Supongo que Harper ya ha cenado, ¿verdad?
—Sí, le preparé algo más ligero para un niño de su edad, no creo que
pueda masticar bien la carne que tengo en el horno. He hecho la sopa por si
te apetecía más que el asado.
Sonrío y asiento agradecida. "
—Suena genial, ¿dónde está Harper?
—En su trona en el salón.
Me encamino hacia el salón.
Harper, al verme, sonríe y extiende sus brazos, pidiendo que lo cargue.
No puedo resistir la tentación y lo levanto con ternura.
Le acaricio la cabecita y le susurro.
—Estoy bien, pequeño. No te preocupes, no me va a pasar nada malo
—Parece entender lo que le digo y se acomoda en mis brazos, sintiéndose
aliviado.
Le sonrío y continúo.
—Espero no contagiarte nada y que tu madre no se enfade conmigo por
devolverte lleno de mocos y fiebre.
Harper ríe y siento un cálido afecto por el niño y por Mike, quienes me
han cuidado y reconfortado en un momento en que más lo necesitaba.
Mike viene al salón aún con delantal puesto.
—Es hora de acostar a este pequeñín. Ya lo bañé antes de cenar.
—No, déjalo, lo haré yo. Hemos hecho las paces, ha debido
preocuparse por mí y me ha sonreído al verme.
—Siempre he sabido que te quiere, solo estaba algo estresado por la
situación.
—La verdad es que estoy aliviada. Creo que soy la única adulta a la que
han tenido que separar de un bebé —digo recordando el incidente con el
niño cuando lo desperté de la siesta.
Por un momento pensé que iba a necesitar un escáner para descartar
lesiones cervicales irreversibles.
—Mientras tú acuestas a Harper, pondré la mesa.
—Vale, además aprovecharé para darme una ducha, ¿te importa?
—No me importa, además te sentará bien, el agua caliente ayudará a
terminar de despejarte. Quiero que disfrutes de la cena y vacilar de mis
dotes culinarias.
—Te advierto que soy muy crítica, mi madre es una gran cocinera, me
he criado comiendo cosas deliciosas.
—Estoy preparado para ello —me dice con un brillo distinto en los
ojos.
Subo las escaleras hacia la planta superior y llego a la puerta del cuarto
de Harper.
Las paredes están pintadas de un suave tono azul claro, con estanterías
llenas de libros infantiles y juguetes organizados con cuidado.
La cuna blanca se encuentra en el centro de la habitación, cubierta con
una manta suave y un móvil colgando sobre ella.
Me embarga una sensación de melancolía al imaginar si alguna vez
tendré la oportunidad de decorar una habitación así para un hijo propio.
Con cuidado, coloco a Harper en su cuna.
Observo cómo sus ojitos se cierran lentamente, y pronto está
profundamente dormido.
Es increíble cómo un niño puede pasar de estar preocupado y
necesitado a dormirse tranquilamente en cuestión de minutos.
Sonrío al verlo tan apacible y, con suavidad, me retiro de la habitación,
asegurándome de dejar la puerta entreabierta por si necesita algo durante la
noche.
Mientras cierro la puerta del cuarto de Harper, reflexiono sobre qué
haré cuando todo esto acabe de verdad.
Tal vez deba adentrarme en el mundo de las citas y encontrar a alguien
con quien compartir mi vida, así me será más fácil olvidar todo lo que
siento por Mike.
Pensar en ello me hace sentir más confiada en que el camino que he
elegido y que me llevará a donde debo estar.
Toda experiencia nos ayuda a comprendernos y aceptarnos de un modo
u otro.
Y ahora sé, que quiero poder amar a alguien y que ese alguien me ame a
mí.
Me lo debo.
He perdido demasiado tiempo en pensar que no estaba hecha para el
amor.
Y estoy segura que aceptaré que Mike y yo, solo podemos ser amigos a
partir de ahora.
Hay cosas que simplemente no pueden ser.
42
MIKE

He preparado la mesa con esmero, colocando el asado y los cuencos de


sopa en su lugar.
Mientras espero, en la parte inferior de las escaleras, percibo el aroma
del jabón que ha usado para ducharse antes de la cena.
La fragancia es fresca y femenina, y siento cómo mi corazón late un
poco más rápido de lo normal.
—Tenías razón la ducha me ha devuelto un poco más a la vida —dice,
mientras mira la mesa perfectamente dispuesta—. He de reconocer que te
las apañas muy bien, Mike Davis.
—La ocasión lo merece—le digo, y ella hace un gesto de extrañeza
mientras toma asiento.
Nos sentamos uno frente al otro, y por un momento, el silencio llena la
habitación mientras ambos miramos los platos deliciosamente preparados.
Mi estómago ruge, recordándome cuánta hambre tengo.
Pero noto que Sarah está un tanto inquieta, y su mirada parece estar en
otra parte.
Mi expresión debe de reflejar mi nerviosismo porque puedo sentir la
tensión en el aire mientras ella me mira con curiosidad.
Finalmente, decido que es hora de hablar, de abrirme a ella como nunca
antes lo había hecho.
La sinceridad es la única opción.
—Sarah, hay algo que quiero decirte. Algo que debería haber
compartido hace tiempo.
Mi corazón late con fuerza mientras la miro directamente a los ojos,
buscando la conexión que siempre he sentido cuando estamos juntos.
—¿Qué sucede? —Sarah coge el vaso de agua que tiene o frente a ella y
bebe un poco.
Yo nervioso jugueteo con mi tenedor.
—Verás, durante todo este tiempo que hemos pasado juntos, he sentido
algo. Algo que nunca pensé que admitiría en voz alta.
—¿Qué es, Mike? No tienes que sentirte incómodo, sea lo que sea que
te pasa, seguro que lo podemos solucionar.
—Eso espero, porque seguramente vayas a enfadarte conmigo por no
haber admitido esto antes.
—¿Enfadarme? No entiendo nada y me estás asustando.
—No es nada malo, te juro que no lo es. Es solo que... bueno, estoy
empezando a darme cuenta de que siento algo por ti, algo más profundo de
lo que había imaginado.
Sarah parece sorprendida, pero tiene una leve sonrisa en el rostro.
—¿Algo por mí?
—Sí, y es raro porque nunca pensé que diría esto en serio, y que cuando
me diste la oportunidad de hacerlo te dije que no podía ser, pero aquí estoy,
diciéndote que... creo que me he enamorado de ti, Sarah.
—No será una de tus bromas, ¿no?
—¿Me crees capaz de jugar así con tus sentimientos?
—Ya lo hiciste ese día. ¿Cómo crees que me he sentido estos días?
—Seguramente mal, pero yo también, Sarah, pensaba que te alegrarías.
—Y lo hago, pero me sorprende que me digas esto tan de repente.
—Tú también lo hiciste de forma inesperada.
—Pero no es lo mismo —se queja.
—Sí lo es, y no entiendo por qué estamos discutiendo esto cuando
deberíamos estar besándonos y celebrando después con este magnífico
asado.
—¿Te estás victimizando? Porque si es así, yo puedo ganarte.
—Tú puedes ganarme en todo, maldita sea. Puedes ganarme en
destrozarme vivo cuando insinúas que vas a quedar con otros y cuando me
rechazas si te enfadas demasiado conmigo. Eres la única mujer por la que
me estoy dejando ganar el corazón después de todos mis traumas. Puedes
ganarme en todo lo que quieras porque estoy completa y absolutamente
loco por ti, y me niego a que esto termine al completar las jodidas dos
semanas, porque no sabría cómo afrontar que jamás volveré a tocarte —
digo levantando la voz, algo alterado, pero feliz de poder decirle todas esas
cosas que llevaba guardadas dentro.
—No me lo puedo creer —dice ella segundos después, levantándose de
la mesa con brusquedad.
—No me jodas, Sarah, ¿qué es lo que no te crees?
Se acerca lentamente a mí, me coge por la pechera de la camisa y hace
que me levante yo también.
«¿Va a pegarme?», pienso, es capaz de eso y de mucho más.
—No me creo que vaya a pasarte los virus y a contagiarte en venganza
por lo que me has hecho sufrir, porque voy a besarte hasta que se te borren
esos labios temblorosos de cagueta que tienes ahora mismo.
Sarah se lanza hacia mi boca con ansias, como si todo el peso de las
emociones acumuladas se liberara en ese momento.
Nuestros labios se encuentran en un beso apasionado que parece durar
una eternidad.
La intensidad de mis sentimientos se refleja en cada gesto y caricia,
mientras nos entregamos mutuamente al deseo que hemos guardado durante
tanto tiempo.
El mundo a nuestro alrededor desaparece por un instante, y solo
existimos él y yo, explorando este nuevo territorio juntos.
—Estoy muy enfadada contigo. Me lo tendrías que haber dicho antes.
—Lo siento. Creía que en ese momento hacía lo correcto, pero te lo
compensaré. Te juro que lo haré, soy un imbécil, siempre has tenido razón
en eso.
—Y tanto que me lo vas a compensar y vas a tener todo el tiempo del
mundo porque no pienso alejarme de ti jamás.
Sonrío.
—Lo dices como si fuera un castigo, pero a mí esa promesa me parece
la mejor del mundo.
Pongo cara de inocente y le agarro el cuello con la mano, como sé que
le gusta.
—Te recuerdo que no hemos cenado —me dice con los ojos brillantes.
—Prefiero empezar por el postre.
Nos quitamos la ropa con rapidez.
Ella se desnuda primero y luego me ayuda y me obliga a sentarme de
nuevo en la silla.
Me araña los muslos con las uñas cuando me baja los calzoncillos, y se
sienta a horcajadas encima de mí.
Siento el calor húmedo que irradia su entrepierna en la base de mi
erección.
—Te deseo más que cualquier otra de las veces que te he tenido así para
mí —gruño—. Necesito sentirte.
—Y yo a ti.
Alargo una mano entre nuestros cuerpos, me agarro el pene y lo guío
hasta su interior húmedo.
Tengo tantas ganas de follármela que me tiembla todo el cuerpo y ella
se percata.
—¿Estás bien?
—Mejor que nunca, Sarah, es por la emoción de poder decir que estoy
haciendo el amor con la mujer de la que estoy enamorado. ¡Qué bien sienta
decirlo! Estoy enamorado —digo entre risas, que Sarah acalla con sus besos
mientas se coloca correctamente sobre mí.
Luego empieza moverse de delante hacia atrás para que la penetre hasta
el fondo; es la mejor sensación del mundo.
Arquea la espalda, se sujeta a mis rodillas a peligro de caer de espaldas
y empieza a mover la cadera en círculos.
Cuando gime mi nombre, me vuelvo loco.
Empiezo a acometer su cuerpo con el mío y adoptamos nuestro ritmo
particular.
—Mike —ahoga un grito.
—Yo también estoy a punto, nena.
Queremos corrernos a la vez, lo siento.
Nunca había sentido tanto placer, es perfecto y es real.
Sarah se tensa y se agarra al respaldo de la silla mientras repite mi
nombre una y otra vez.
La veo cerrar los ojos y gemir fuertemente mientas el orgasmo la
consume.
Cuando su cuerpo se relaja y su cara está pegada a la mía buscando mi
lengua para besarnos, la empujo una vez y más y sucumbo.
Ambos estamos jadeando como si fuéramos dos asmáticos, pero juro
que he tenido el mejor orgasmo de toda mi vida.
—¿Estás bien? ¿Te duele algo? —le pregunto acariciándole el pelo
húmedo.
—Estoy bien, te lo prometo. Aunque todavía estoy enfadada contigo.
—Siempre que te enfadas me lo demuestras así, así que dudo que deje
de hacerlo. Y creo que se te pasará en cuanto pruebes mi sopa y mi asado.
—Eso habrá que verlo.
Me da un beso fugaz y se levanta para vestirse y disfrutar de la cena.
Nos la merecemos, aunque se haya quedado fría.
43
SARAH

Los días que siguieron a nuestra confesión fueron sencillamente


maravillosos.
Mike y yo nos sumergimos en una especie de burbuja mágica,
compartiendo risas y momentos tiernos junto a Harper, mientras dejábamos
volar nuestra imaginación sobre un futuro en el que niños traviesos
llenarían nuestros días con risas y aventuras familiares.
Nos convertimos en dos adolescentes hormonados, disfrutando cada
instante con pasión desenfrenada.
Incluso llegué al punto de fingir que seguía enferma solo para tener a
Mike fuera del rancho un par de días más.
Vivíamos en un mundo de colores brillantes, como si estuviéramos en
un país de las maravillas.
A pesar de que no éramos unos desconocidos, ya que habíamos
compartido un año de complicidad, sentíamos que nos conocíamos aún más
profundamente.
Nuestras discusiones, aquellas que a veces solían ser motivo de tensión,
se transformaron en momentos juguetones en los que ninguno de los dos se
lo tomaba en serio.
Descubrimos que disfrutábamos provocándonos mutuamente, como una
especie de preludio antes de entregarnos por completo a la pasión.
Nos prometimos mantener viva esa chispa y garantizar que nuestros
encuentros fueran los más apasionados que pudiéramos experimentar.
Aunque nunca antes había estado en una relación como esta, me sentía
asombrosamente cómoda y en paz.
Experimentaba una sensación de plenitud y felicidad que me hacía
entender por qué el amor es tan adictivo para la gente.
Recordé algunos de los casos de divorcio que había representado en el
pasado y lamenté cómo esas relaciones se habían deteriorado de manera tan
amarga.
A veces, las personas simplemente no están destinadas a estar juntas, y
el sino juega sus cartas de manera despiadada.
Sin embargo, también entendí que esos desenlaces pueden ser nuevas
oportunidades para encontrar a la persona adecuada y descubrir el amor
verdadero.
Cada experiencia, incluso las más dolorosas, nos acerca un poco más a
encontrar a nuestra alma gemela y vivir una historia de amor que valga la
pena, como ha sido el caso de Mike.
Las dos semanas están a un día de completarse, catorce días en las que
hemos sido nosotros al cien por cien y en las que nos hemos abierto y
sincerado al mil por mil.
Mike hoy ha vuelto al trabajo en el rancho, no podíamos abusar tanto
del bueno de Jude, pero esta noche es el baile de la cosecha, y estoy
deseando poder disfrutarlo y bailar un poco con Mike sin escondernos de
nadie.
Eso es lo mejor, poder decir abiertamente por fin a todos nuestros
amigos que somos una pareja de verdad, aunque no sé cómo encajarán
Emily y Ethan que hayamos guardado el secreto un año entero, mi amiga
puede que no me lo perdone en la vida.
He vestido a Harper con unos vaqueros pequeñitos, una camisa de
cuadros rojos y blancos, y en su cabecita, un minigorrito de cowboy.
Está monísimo y he de decir que ya somos muy buenos amigos.
—Vas a ser el niño más mono de todo el baile —le digo dándole un
toque en su diminuta nariz.
Harper me responde arrugándola e intentando quitarse el gorro.
—Por favor, déjame que te haga una foto de recuerdo.
Se lo recoloco y saco el móvil todo lo rápido que puedo para darle al
obturador digital.
Acto seguido se la envío a sus padres, que ya deben estar disfrutando de
su última noche en el paraíso.
—Madre mía, qué niño más elegante, solo le falta un cinturón con una
gran hebilla —dice Mike haciendo acto de presencia en la casa.
El baile está a punto de inaugurarse y no me lo quiero perder.
Me han dicho que es todo un espectáculo.
—No creo que hubieran de su tamaño —le digo a mi novio, aunque aún
me cuesta verbalizar esa palabra.
—Eso es porque no te has dado una vuelta por las tiendas de ropa de
cowboy del pueblo —comenta dándome un beso fugaz.
—¿Crees que te dará tiempo a llegar al acto de apertura?
—Me daré toda la prisa que pueda, con ese vestido vas a arrasar, nena,
y no quiero quedarme sin novia tan pronto, me prometiste una vida entera.
—Me agarra por la cintura y me da un beso ante la atenta mirada de Harper
que, de nuevo, está intentado desprenderse del gorro.
Me he pasado horas eligiendo el atuendo perfecto para la ocasión.
Quiero que todo sea especial.
Llevo un vestido largo y vaporoso de un azul profundo que destaca mis
ojos.
Los tirantes caen delicadamente por mis hombros, y el escote en forma
de corazón realza mi figura.
El vestido se ajusta a mi cintura y luego cae en una falda amplia que
roza el suelo, aunque debajo llevo unas botas de cowgirl blancas que he
comprado esta mañana especialmente para la ocasión, pero he omitido que
sí he visitado las tiendas temáticas de ropa country, quiero que sea una
sorpresa y que al final del baile me monte con las botas puestas.
Vosotros ya me entendéis.
Encima llevo una chaqueta tejana de color blanco a juego con el
calzado.
Mis cabellos están recogidos en un moño suelto, con algunos mechones
que enmarcan mi rostro.
He aplicado un toque ligero de maquillaje para realzar mis rasgos
naturales.
—Creo que Harper ya se está poniendo nervioso, ¿te importa que nos
adelantemos?
—Para nada, me ducho y voy a vuestro encuentro.
Le doy un beso fugaz y cargo a Harper en el carrito para llevarlo hasta
mi coche.
Instalé su sillita de seguridad cuando llegué, y solo tenemos que
montarnos y llegar al baile que se celebra en el centro de Haysville.
44
MIKE

Termino de ducharme, dejando que el agua caliente relaje los músculos


de mi cuerpo después de un largo día de trabajo en el rancho.
Estoy a punto de terminar de vestirme cuando escucho un golpe en la
puerta.
Frunzo el ceño, preguntándome quién podrá ser a estas horas.
Los golpes se intensifican y me obligo a bajar sin camisa y
apresuradamente los pantalones.
Al abrir la puerta, me encuentro con Helen.
«Mierda», exclamo en mi pensamiento.
Con todo lo que ha sucedido estos días, mi estado de felicidad
permanente y, que no he pensado en otra cosa que no sea Sarah y yo, he
olvidado anular la cita con ella.
Helen se me queda mirando y se muerde el labio inferior.
—Siento presentarme así, pero como no me has escrito para fijar una
hora ni para recordarme que hoy teníamos una cita, he decidido venir. Y me
encanta cómo me has recibido, no esperaba verte tan… receptivo.
Me veo tentado a cubrirme el pectoral ante su expectativa, pero no lo
hago.
Debo tener una cara indescifrable en el rostro.
El momento me resulta muy incómodo.
Rascándome el cabeza perturbado, le digo:
—Lo siento, debería haberte llamado para anular la cita.
—¿Anularla? —Frunce el ceño.
No sé qué decir, esto me ha pillado desprevenido y me siento muy
culpable por mi falta de memoria.
Debe pensar que soy un desgraciado y que he jugado con ella.
Pero no me queda más remedio que solucionar esto de la mejor manera
posible.
—Me temo que no es un buen momento para quedar con nadie, es largo
de explicar. De veras lo siento.
—¿Eso significa que no vas a ir al baile? —Helen no parece darse por
vencida.
—Debo de ir, me están esperando unos amigos.
—Entiendo…—dice dubitativa.
En este justo momento, decido ser sincero.
Si va a asistir, acabará viéndome con Sarah y es absurdo seguir
ocultando a nadie nuestra relación.
—No quiero que pienses mal de mí, pero en realidad me está esperando
mi novia. Ha sido todo un poco caótico estos días, y lamento mucho tener
que decírtelo así, debería haber hablado contigo antes. Lo siento, mucho.
—¿Quién es ella? ¿La mujer que cuida al bebé de los Brooks? No
pensaba que tuvierais algo ni con ella ni con ninguna otra, no es la
impresión que me dio cuando te pedí que me acompañaras al baile y
aceptaste —parece querer ahondar un poco más en el tema.
—Sí, es una historia complicada —digo sin la menor intención de darle
más explicaciones.
No porque no se las merezca, sino porque lo más importante y principal
ya se lo he dicho y he sido sincero.
Tras unos segundos de silencio extraño, Helen cambia el gesto y habla
de nuevo.
—Bueno, no pasa nada, pero he venido andando, supongo que llevarme
hasta allí no te resultará un problema ahora que ha quedado claro que no
vamos a tener esa cita. Al fin y al cabo, seguiremos siendo amigos.
—Supongo que eso puedo hacerlo —digo, porque no veo la posibilidad
de negarme, eso sería demasiado feo dadas las circunstancias.
—En ese caso, termina de vestirte, yo te espero aquí en el porche.
Asiento y subo escaleras arriba todo lo deprisa que puedo para terminar
de arreglarme.
«Eres un completo desastre», me digo a mí mismo.
Cinco minutos después, me encuentro con Helen fuera, parece que no le
ha sentado muy mal mi plantón, porque sonríe nada más verme.
—Estás muy guapo, Mike. Es una pena que lo nuestro no vaya a
suceder nunca, creo que hubiéramos hecho una buena pareja.
—Estoy seguro que hay alguien mejor que yo para ti en todo el
condado. Y reduciendo un poco el cerco, seguro que en el baile.
—¿Vas a presentarme a algún vaquero sustituto?
—Eres una mujer guapa e inteligente, no creo que te hagan falta los
servicios de un casamentero.
Helen se ríe mientas caminamos juntos hacia mi camioneta.
—Gracias, en realidad ya tengo el ojo echado a uno —comenta,
mientras me guiña un ojo.
Pienso que quizá se refiere a Jude, pero no le doy más vueltas porque
no es de mi incumbencia lo que haga con su vida amorosa.
Subimos a la camioneta y, finalmente, nos dirigimos hacia el baile,
juntos, pero no revueltos.
45
SARAH

El alcalde ha hecho su discurso de apertura, y cuando ha cortado la


cinta, los fuegos artificiales han iluminado el cielo nocturno.
La plaza del centro del pueblo está decorada de una manera encantadora
para el baile de la cosecha.
La música country llena el aire, y los adornos del lugar hacen que todo
parezca sacado de una película del viejo oeste.
Grandes farolillos de colores cuelgan de las ramas de los árboles,
iluminando suavemente el área con una luz cálida y acogedora.
Las mesas redondas cubiertas con manteles a cuadros blancos y rojos
están dispuestas alrededor de la plaza, y en el centro, un escenario de
madera rústica espera a los músicos que animarán la noche.
Guirnaldas de flores silvestres adornan los postes y barandillas,
añadiendo un toque fresco y natural a la atmósfera.
En un rincón, se ha instalado una carpa donde se sirven deliciosas
comidas y bebidas, desde hamburguesas y perritos calientes hasta
refrescantes limonadas y cervezas frías.
La plaza está llena de personas que charlan y ríen, disfrutando de la
celebración en un ambiente festivo y relajado.
El bullicio de la multitud se mezcla con la música que llena el aire,
creando una sensación de comunidad y diversión que hace que la noche
prometa ser inolvidable.
El sheriff Jhonson se acerca a saludar a Harper, y también la señora
Bryan y algunas personas del pueblo que conocen a Emily y Ethan.
—¿Qué tal les va a los tortolitos en su luna de miel? —me pregunta el
sheriff que ofició la boda de Emily y Ethan.
—Creo que muy bien, pero no hemos hablado mucho porque no deben
tener mucha cobertura, usted ya me entiende —le digo entre risas—.
Aunque esa desconexión se les termina mañana, está previsto que lleguen
sobre el mediodía.
Miro a la barra, me muero por una bebida fría.
El sheriff ha debido darse cuenta.
—Yo me quedaré con Harper si quieres ir a la barra a pedir algo.
—Gracias, la verdad es que estaba pensando en eso. No tardaré.
—Tranquila, no tengas prisa, me encantan los niños, mi hija aún no me
ha dado nietos y me apetece ensayar para cuando eso suceda, si es que
sucede.
Dejo al Harper con él y me pongo a la cola en la barra.
Por suerte la gente avanza rápido y pido una limonada, desde que estoy
aquí me he completo una auténtica abstemia.
Y para ser sincera, echo de menos el vino.
Cuando regreso, noto que un grupo de personas está bailando en línea
en el centro de la pista.
Observo con interés y pienso que me encantaría aprender a bailar así.
Seguro que Mike es un gran aficionado a este tipo de baile, y me gustaría
que fuera él quien me enseñara.
El ambiente está animado, pero no puedo evitar preguntarme cuánto
tiempo pasará antes de que Mike llegue al baile.
La emoción por verlo crece a medida que el tiempo avanza, y espero
ansiosamente su llegada, creo que va a ser una noche inolvidable.
46
MIKE

Aparco la camioneta en el estacionamiento del baile, y Helen y yo


descendemos del vehículo con la música country de fondo.
Durante todo el trayecto, Helen ha mantenido silencio, y yo tampoco
estaba interesado en entablar una conversación con ella en ese momento.
Solo deseaba llegar y reunirme con Sarah.
La había visto preciosa con el vestido azul, parecía una diosa y estaba
deseando poder bailar con ella.
Cuando estamos a punto de cruzar los postes que delimitan la entrada,
Helen, sin previo aviso, entrelaza su brazo con el mío y tira de él mientras
caminamos hacia el centro del baile.
Siento cómo aprieta su agarre, como si quisiera asegurarse de que todos
sepan que hemos llegado juntos.
La incomodidad me invade, y me pregunto por qué estoy permitiendo
que esto suceda.
Con desesperación intento liberarme del agarre de Helen, pero ella
aprieta con más fuerza, y me pregunto si será inapropiado empujar a una
mujer en este momento.
—¿Qué diablos se supone que estás haciendo? —le digo alzando la voz.
—Entrar al baile con el hombre que me prometió que vendría conmigo.
¿Pensabas que me iba a dejar vencer por esa mujer maleducada?
Todos los ojos están puestos en nosotros cuando Helen, sobrepasando
su atrevimiento, me agarra la cara y me planta un beso.
Cuando por fin se separa de mí, diviso a Sarah en la distancia y mi
corazón da un vuelco.
—Ahora sabrás que no se juega con las mujeres —me dice Helen
triunfal, y yo soy incapaz de articular palabra.
Sarah, enfurecida, coge la sillita de Harper y a él, y empieza a caminar
decidida a la salida.
Pero cuando pasa por mi lado, la retengo cogiéndola del brazo.
—Sarah, espera.
—¡Harper, vámonos! No quiero estar aquí ni un minuto más con este
mentiroso —dice dirigiéndose al niño sin siquiera mirarme.
Helen tiene la desfachatez de quedarse a mi lado con una estúpida
sonrisa de satisfacción impostada en la cara.
—Sarah, por favor, escúchame. Esto no es lo que parece.
—¿No es lo que parece? —dice con furia— ¿Me estás diciendo que
esto no es una farsa? ¿Que me has mantenido engañada para disfrutar de tus
dos semanas de sexo a costa de mis sentimientos? Lo que no esperaba es
que no tuvieras la decencia de esperar a que me fuera mañana. Tenías razón
cuando dijiste que tenías el corazón podrido, me das asco y creo que has
llevado este juego demasiado lejos. Felicidades has ganado, ya sabemos
cuál de los dos es el débil.
—Sarah, dame la oportunidad de explicarte.
—¡Explicarte! No necesito tus explicaciones, Mike. Ya he escuchado y
visto suficiente —Sarah está llena de ira.
—Sarah, te ruego, piensa en todo lo que hemos vivido estos días, no
puedes creer que soy capaz de una cosa así.
—Eres un cobarde.
—No lo soy, Sarah. Te juro que esto no es lo que parece. Todo lo que te
he dicho, todo lo que hemos compartido es real. Tuve mis dudas, pero te
juro que cuando me sinceré todos mis demonios volvieron de cabeza al
infierno. Te quiero Sarah.
—No me importa, Mike. No quiero volver a verte. Ahórrame las
molestias y no vuelvas esta noche. Disfruta en tu propia casa de tu nueva
víctima —dice, mirando unos segundos a Helen, que sigue aquí,
observando la escena llena de orgullo.
Yo no me atrevo a mirarla porque siento ganas de hacer algo impropio
de mí.
Sarah emprende su camino a la salida, y siento de la necesidad de ir tras
ella.
La veo atar a Harper en el asiento de seguridad y después subirse a su
coche, asegurando la puerta para que no pueda detenerla.
El sheriff Johnson se acerca a mí y me pide que la deje en paz, que ya
ha sido suficiente.
—Hijo, será mejor que te calmes y te vayas a casa, este no es momento
ni lugar para solucionar las cosas y no quiero que hagas nada de lo que
puedas arrepentirte —me insta por última vez.
A regañadientes, acato su consejo y la veo alejarse, sintiendo una
mezcla de rabia y tristeza.
Helen, que no parece aún contenta con todo lo que ha provocado, llega
a la salida cruzada de brazos.
—Está claro que no te mereces a esa loca, hay algo mejor para ti en este
pueblo. No fue muy amable conmigo en la cafetería cuando le pedí algunos
consejitos, la gente de ciudad se cree muy superior.
Ahora ya sé cómo se enteró Sarah de que había quedado con ella.
¡No puedo soportarla más!
—Vete a la mierda, Helen —le digo antes de dar media vuelta y
dirigirme a mi camioneta para volver a mi casa.
Estoy apretando los puños, tan fuerte, que los nudillos se han vuelto
blanquecinos.
Me siento la peor persona del mundo.
Debí haber visto claras las intenciones de la veterinaria, sus
comentarios me cuadran perfectamente con lo que acaba de suceder.
El despecho la ha llevado a esto, aunque me siento culpable por mi falta
de memoria y me corono como el que lo ha provocado.
Debí negarme a traerla, pero ¿cómo iba a imaginar esto?
Me siento tan rastrero al haber hecho sufrir a Sarah lo sufrí yo al ver a
Sheila y a mi hermano, que no me voy a perdonar en la vida lo que ha
pasado.
La noche prometía estar llena de sorpresas, pero jamás imaginé que
sería como esta.
47
SARAH

Esa noche, sentí la necesidad de dormir con Harper.


Necesitaba su cercanía y el amor incondicional que solo un niño puede
brindarte.
En medio de la tormenta emocional que sacudía mi vida, el pequeño se
convirtió en mi refugio, en la única fuente de verdad y sinceridad en mi
mundo porque de algún modo, sentía que él también sabía que algo malo
había sucedido con las dos personas que se habían hecho cargo de él esos
días.
Mientras él dormía plácidamente a mi lado, mi mente estaba llena de
preguntas sin respuestas.
¿Cómo pudo Mike traicionarme de esa manera? ¿Por qué mintió? ¿Fui
solo un juego para él?
Las lágrimas caían silenciosamente por mis mejillas mientras luchaba
por entender lo que había sucedido.
Con el transcurso de la noche, empecé a vislumbrar un rayo de
esperanza en medio de la tormenta, un camino hacia la sanación y la
posibilidad de un futuro más brillante porque por la mañana volvería a
Lawrence, a mi casa, y no volvería a mirar atrás.
Allí estaban el resto de mis amigas, mi trabajo, la vida que me había
construido, mi zona de confort.
Todo lo que había vivido en Haysville sería solo un espejismo, algo que
se disiparía con el tiempo, aunque no pudiera afirmar eso de: que acabaría
riéndome de todo esto cuando lo recordara con posterioridad.
Estaba segura de que jamás podría hacer un chiste sobre la situación
mientas compartía un vinito con mis amigas, esas con las que siempre
intercambiaba historias con hombres y citas desastrosas.
El dolor quedaría guardado en una cajita de deshechos en un rincón de
mi corazón y simplemente lo ignoraría.
Lo único cierto que me había dicho Mike y, en lo que no iba a quitarle
la razón, es que el amor duele tanto, que se te quitan las ganas de volver a
experimentarlo en un futuro.
Aunque jamás pensé que me convertiría en una persona como él, rota y
desilusionada y con el corazón hecho trizas por su culpa.
¿Estaba Mike tratando de vengarse y arrastrar al resto del mundo con él,
para no sentirse el único desgraciado?
No estaba segura de cuáles eran sus intenciones, pero sin duda, fueran
las que fueran, habían conseguido calarme hasta lo más hondo.
No sé en qué momento de la noche me quedé dormida con los ojos
hinchados de tanto llorar.
Cuando Emily y Ethan cruzan la puerta de su casa con visible emoción
por encontrarse con su hijo, que al verlos ha ido a su encuentro corriendo
torpemente, toda la felicidad se les cae a plomo cuando, tras besarlo y
abrazarlo, me ven la cara.
Debo tener un careto horrible, la nariz roja de tanto moquear por el
llanto y los ojos hinchados como dos globos repletos de helio.
Cuando mi amiga me mira extrañada, corro hacia ella y me abrazo
fuertemente comenzando a llorar de nuevo.
Siento enormemente convertirme en la protagonista dramática de su
regreso, pero es que necesito hablar con otro adulto de confianza y contarles
lo mal que siento.
No solo he sido una pésima canguro, también una pésima amiga que les
ha ocultado durante un año un montón de cosas y la he cagado tanto, que
ahora solo soy una pequeña parte de la Sarah que conocen.
—Pero ¿qué te pasa? ¿Qué tienes, Sarah? ¿Va todo bien? ¿Le ha pasado
algo a tus padres? —me dice Emily, cuando me separo un poco de ella para
sorberme la nariz.
Ethan a su vez está revisando al niño por si le falta algún dedo o algo
parecido, no me extraña, deben estar alucinados.
—Estaréis cansados por el viaje, yo debería volver a casa y contaros
esto en otro momento —digo, sintiéndome culpable por estropearles de ese
modo la llegada a su casa.
—No, de eso nada, tú has estado aquí cuidando a Harper y ahora
pareces necesitarnos tú a nosotros, así que siéntate, Ethan nos traerá algo de
beber y empiezas a soltar por esa boquita.
Asiento aliviada de contar con su apoyo y voy con ella al sofá.
Ethan vuelve con Harper, que no se despega de él, y deja unas cervezas
en la mesa.
—Intuyo que nos vendrá bien una de estas a cada uno, pero yo solo
beberé agua porque este pequeñín no piensa dejarme.
—Gracias, cariño —le dice Emily—. Ahora, desembucha, nos tienes
preocupados.
—Me da tanta vergüenza —afirmo.
—Nada de lo que digas o haya pasado nos va a escandalizar, y puede
que hayamos tenido algo que ver —Emily mira a Ethan e intercambian una
mirada cómplice.
—¿A qué te refieres?
—A que sabíamos que Mike y tú llevabais un rollo raro durante un año,
y propiciamos esto para que de algún modo os acabarais dando cuenta de
que estáis hechos el uno para el otro. Pero creo que algo ha fallado en
nuestro plan, ¿me equivoco?
Niego con la cabeza, no se equivoca para nada.
Emily continúa.
—No erais muy discretos, se notaba a leguas, y he de reconocer que os
seguimos un par de veces. Siento decírtelo así, pero empezamos a ver cosas
raras entre vosotros y nos mataba la curiosidad —confiesa Emily—.
Aunque esperé que me lo contarás, pasó mucho tiempo y no lo hiciste, nos
pareció buena idea obligaros a convivir un poco y que acabarais confesando
a nuestro regreso que estabais enamorados.
En estos momentos no sé si matarlos, reírme o llorar de nuevo, porque
se van a sentir muy mal cuando les cuente qué ha pasado entre Mike y yo.
—Ha salido como el culo —acabo diciendo. No es momento de
ponerme a analizar todo lo que me han dicho porque supongo que tiene
cierta lógica.
—Cuéntanos de una vez qué ha pasado.
Empiezo a contar todo de manera atropellada, las palabras me salen a
borbotones y no estoy segura de sí me están siguiendo el hilo, pero cuando
termino, ambos tienen una expresión diferente en la cara.
Emily tiene lágrimas en los ojos, pero Ethan parece enfadado, lo que no
sé es si con Mike o conmigo.
—Lo siento, de verdad que siento que hayas tenido que pasar por esto
por nuestra intromisión —me dice mi amiga.
—No, tú no tienes la culpa, en el fondo me lo merezco por no haber
confiado en ti y haberte contado qué hacíamos Mike y yo cuando venía de
visita. No he sido una buena amiga.
—Te juro que, en estos momentos, yo tengo unas ganas tremendas de
estrangularlo. ¿En qué estaba pensando? Helen es la mejor veterinaria de
los alrededores, una conocida que siempre está dispuesta a venir a cualquier
hora. Mike no solo te ha partido el corazón, sino que ha puesto en
entredicho la reputación de este rancho y ha puesto en peligro la salud de
los animales —suelta Ethan.
—Por favor, no le digas nada. No quiero que esto genere un conflicto
aquí en tu casa y en tu negocio. Yo vine para echaros una mano y que
disfrutarais de una luna de miel perfecta y siento que lo he estropeado todo.
—Tú no has hecho nada malo, y no queremos que te sientas cohibida de
volver aquí, sé lo mucho que te gusta venir a disfrutar de unos días en el
campo. —Emily me aprieta las manos para infundirme algo de paz y
comprensión.
—Por favor, no intentes quitarme culpa, he sido una tonta. Solo quiero
irme a casa y empezar a recuperarme de todo esto lo antes posible.
—No, Sarah, pienso ir a buscarlo ahora mismo y que me dé una
explicación —dice Ethan, entregando al Harper a su madre y poniéndose en
pie dispuesto a ir a por Mike —. No pienso tolerar esas faltas de respeto
hacia una mujer.
—Ethan, no hagas nada de lo que puedas arrepentirte —le dice mi
amiga—, si Sarah quiere dejar las cosas así, debemos hacerle caso y hablar
con Mike cuando todos nos calmemos un poco.
Ethan no la escucha y yo estoy paralizada.
Sale de la casa y yo me quedo con Emily y Harper sin saber qué hacer.
No quiero verlo, no quiero seguir más aquí y empeorar las cosas.
—Emily, tengo las maletas preparadas, no quiero ser desconsiderada,
pero tú eres la única que puede entenderme y saber que necesito alejarme
cuanto antes, buscar mi paz en mi casa en Lawrence.
Emily asiente, sabe perfectamente de lo que hablo.
—Lo entiendo, pero prométeme que me llamarás luego y que volverás
en cuanto te sientas fuerte para volver y hablar mejor de todo esto.
—Te lo prometo.
No abrazamos un rato más, hasta que decido ponerme en pie y
marcharme.
Lo que Ethan y Mike tengan que hablar con respecto al rancho, ya no es
asunto mío.
48
MIKE

La noche anterior había sido un desastre total, y mis acciones habían


causado un dolor inmenso a Sarah.
Sentí como si hubiera perdido el rumbo de mi vida, y me preocupaba
profundamente el impacto que mis decisiones tendrían en mi relación con
ella.
Después del incidente en el baile con Helen, regresé a casa con una
sensación de derrota.
La atmósfera en mi hogar estaba cargada de tensión y tristeza.
Me sumí en un sueño intranquilo, lleno de pesadillas y remordimientos.
Y al despertar, me siento agotado y desconcertado.
Sé que tengo que enfrentar las consecuencias y hablar con Sarah, pero
no sé por dónde empezar.
Mi mente está en un estado de caos, y cada vez que intento imaginar
una conversación con ella, siento un nudo en el estómago.
Decido escapar del tormento temporalmente y me dirijo al trabajo.
Sin embargo, estoy tan distraído que apenas puedo concentrarme en las
tareas del día.
Mientras caminábamos por el rancho, Jude nota mi estado de ánimo
sombrío.
No puedo evitar hablar sobre lo que sucedió la noche anterior, necesito
desahogarme con alguien en quien confío.
—Fue un completo desastre. Sarah cree que la he traicionado…
Jude asiente con comprensión.
Sabe lo importante que es Sarah para mí.
—Algo he oído. Eres la comidilla del pueblo. ¿Por qué no hablas con
ella? Aclarar las cosas podría ser el primer paso para arreglarlo.
Sus palabras tienen sentido, pero el temor a enfrentar la verdad y el
dolor que he causado me paralizan.
Además, me preocupa que Sarah esté tan herida que no quiera
escucharme.
—No sé si podrá perdonarme, Jude. Anoche la vi tan furiosa y herida...
Me siento como el peor hombre del mundo.
Jude pone una mano en mi hombro, reconfortándome.
—Todos cometemos errores, Mike. Lo importante es cómo los
enmendamos y aprendemos de ellos. No dejes que el miedo te paralice. Si
amas a Sarah, debes luchar por ella.
A lo largo del día, sigo pensando en cómo abordar la situación.
No será fácil, pero sé que es necesario para intentar sanar las heridas
que he causado.
Poco después, estoy solo en el establo ocupándome de unas tareas,
cuando de repente escucho mi nombre pronunciado con furia a mis
espaldas.
Me giro rápidamente y me encuentro con la mirada enfurecida de
Ethan.
No parece estar de buen humor en absoluto.
—Mike, necesitamos hablar —dice Ethan con un tono de voz tenso.
Mis tripas se retuercen de ansiedad mientras dejo lo que estoy haciendo
y me acerco a él.
—¿Qué pasa, Ethan? ¿Cómo ha ido la luna de miel?
Ethan bufa, claramente molesto.
—No, me vengas con esas, Mike. He oído lo que pasó anoche en el
baile. ¿Qué demonios estabas pensando?
Me quedo sin palabras, sin saber por dónde empezar. Ethan no parece
dispuesto a escuchar excusas, y la tensión en el ambiente es palpable.
—Ethan, entiende que no fue lo que parecía —comienzo a decir, pero él
me interrumpe con un gesto brusco.
—No me importa lo que pienses, Mike. Lo que hiciste fue una
irresponsabilidad total, Helen es la mejor veterinaria de la zona. Tienes
responsabilidades aquí en el rancho, y no puedes jugar con ellas de esa
manera.
Me siento incómodo y culpable.
—Sí, te reconozco que fue un acto irresponsable e inmaduro, pero no
por mi parte, sino por la de Helen. Sarah ni siquiera me ha dado opción de
explicárselo. No quiere verme, me detesta.
Ethan me mira fijamente, sus ojos todavía chispeando de furia.
—Eso no es suficiente, Mike. Sarah está destrozada por lo que pasó. Te
he visto como un hermano, y me duele verte actuar de esta manera.
Me siento aún peor al escuchar las palabras de Ethan.
No solo he decepcionado a Sarah, sino también a la que ella y yo
consideramos nuestra familia urbana, la que me aceptó como uno de los
suyos cuando más lo necesitaba.
—Ethan, necesito que me escuches y me entiendas. Lo que pasó anoche
en el baile fue un completo malentendido. No quería que esto afectara a
Sarah ni al rancho de ninguna manera.
—Quiero escucharte, pero no sé si eso cambiará lo que sucedió.
—Lo entiendo, pero tienes que saber que Helen me puso en una
situación complicada. No planeé ir al baile con ella, olvidé anular esa cita y
cuando llegó, traté de zafarme de ella. Pero...
—Pero ¿qué pasó, Mike? Ayúdame a entender por qué te has
comportado como un auténtico cretino con Sarah.
—Helen me cogió la cara y me besó sin mi consentimiento. No quería
que eso sucediera, pero me cogió por sorpresa y no pude evitarlo.
—Eso no cambia el hecho de que estabas allí con ella y que Sarah te
vio.
—Lo sé, y eso es lo que más me duele. Helen manipuló las cosas para
vengarse de mí por no querer salir con ella. Me puso en una posición
incómoda y traté de evitarla, pero cometí un error al no cancelar la cita en
primer lugar.
—Mike, entiendo que Helen pudo haber tenido la culpa en parte, pero,
aun así, deberías haber sido más cuidadoso. Tienes responsabilidades aquí
en el rancho y con Sarah.
—Lo sé, Ethan, y me siento terriblemente culpable por lo que sucedió.
Sarah es lo más importante para mí, y no quería herirla de esta manera. La
quiero, joder, la quiero tanto y sienta tan bien pronunciarlo en voz alta, que
no sé si voy a poder aguantar las lágrimas delante de ti. Y entiendo que, si
estás aquí echándome en cara lo que ha pasado, ya debes saber todo lo que
ha sucedido entre nosotros durante un año —comento algo avergonzado,
rascándome la nuca por los nervios.
Ethan asiente lentamente.
—Y supongo que es justo que te diga que Emily y yo lo sabíamos, no
habéis sido muy discretos que digamos, vuestras peleas a veces eran tan
absurdas y exageradas, que nos empezó a sorprender la manera en la que
Emily se escabullía del rancho a deshoras, hasta que descubrimos que lo
hacía para encontrarse contigo. Mi mujer y yo pensamos que estas dos
semanas os vendrían bien para que por fin os abrierais el uno al otro y
acabarais con esa tontería, pero no ha salido tan bien como esperábamos.
Lo único que me importa ahora es cómo arreglar las cosas con Sarah. Está
devastada, y no puedo verla sufrir de esta manera, le debo mucho y lo
sabes. —Asiento a eso último.
Todo lo que ha dicho no me sorprende, es más, supone un alivio.
—Te prometo que voy a hablar con ella y tratar de enmendar las cosas.
Jamás debí haber permitido que Helen se interpusiera entre nosotros. Haré
todo lo que esté a mi alcance, Ethan. No puedo soportar ver a Sarah herida
de esta manera.
—Pues hazlo ya, Sarah quiere marcharse cuanto antes a Lawrence, y no
voy a permitir que lo haga de ese modo depresivo. Y espero que tengas
suerte, la vas a necesitar para para resolver este lío.
—¿Tú me crees verdad? —le pregunto a Ethan y él asiente—. Entonces
tienes que ayudarme a hacerla entrar en razón, ambos conocemos bien a
Sarah y tienes razón en que voy a necesitar suerte, por eso quiero que seas
mi talismán.
—Sabes que puedes contar conmigo, deberíamos ir ya y no dilatar esto
más —dice Ethan y ambos caminamos directos a su casa.
Él algo más calmado y yo con el corazón en el puño.

***

Cuando llegamos a la casa, un escalofrío de ansiedad recorre mi


espalda.
Es el mismo porche de la casa donde tuvimos nuestras conversaciones
más profundas y nuestros momentos más íntimos.
Pero ahora, en lugar de sentirme reconfortado por esos recuerdos, me
invade un pánico abrumador.
La idea de que nuestra relación, que ha sido tan intensa y apasionada,
pueda estar en peligro, me atormenta.
Siento que todo lo que hemos construido juntos está en ruinas, y no sé
si hay alguna forma de arreglarlo.
La mirada enfurecida de Sarah al verme con Helen en el baile sigue
grabada en mi mente, y me hace sentir como si estuviera al borde de un
abismo.
Mientras avanzo hacia la puerta principal, cada paso es una lucha
interna.
Recuerdo los momentos en los que Sarah y yo reímos en este porche,
compartimos nuestros sueños y esperanzas, y me duele pensar que esos
momentos pueden haber desaparecido para siempre.
Me doy cuenta de que tengo que enfrentar mis miedos y hablar con ella,
sin importar cuán difícil sea la conversación.
No puedo permitir que el pánico me paralice.
Sé que tengo que luchar por lo que tenemos, por lo que hemos
construido juntos.
Cuando entramos en la casa, lo primero que noto es que no veo a Sarah
en ninguna parte.
En su lugar, me encuentro con Emily, quien sostiene a Harper en sus
brazos.
Su expresión es una mezcla de sorpresa y preocupación al vernos entrar
juntos.
—¿Dónde está Sarah?
—Se ha ido hace diez minutos, lo siento —me responde.
—No debe haber llegado muy lejos, podemos alcanzarla —interviene
Ethan.
—No sé si es buena idea, necesita algo de espacio y ya sabéis cómo es.
Quizá sea mejor dejar pasar unos días…
—No puedo esperar, no puedo porque pensar que está destrozada por
mi culpa hará que me muera de dolor. Necesito aclarar todo este
malentendido cuanto antes —digo llevándome las manos a la cabeza
desesperado.
—Vamos, iremos en mi camioneta, conozco un atajo que nos llevará a
la carretera de Clearwater, la interceptaremos por el camino —comenta
Ethan cogiendo las llaves.
—Pero ¿qué ha pasado? Me tenéis en ascuas, ¿qué malentendido? —
Emily nos mira a ambos.
—Cariño, no tenemos tiempo que perder, te prometo que luego te lo
contaremos todo, ¿confías en mí? —le dice Ethan a Emily y ella asiente.
—Vale, id con cuidado. Y Mike, mucha suerte.
49
SARAH

Conduzco por la carretera, mis ojos fijos en el camino y mi corazón en


un nudo apretado.
En la radio, Love at Dusk de Jackson Malone llena el interior del
automóvil con su melodía nostálgica, y no puedo evitar sentirme
transportada atrás en el tiempo, a un recuerdo que ha quedado grabado en
mi mente desde hace más de un año.
La primera vez que vi a Mike fue en Haysville, fui a visitar Emily
cuando estuvo pasando un mal momento.
Ese día, él apareció en mi vida de la manera más inesperada, con sus
ojos profundos y su sonrisa cautivadora.
La tensión de aquel encuentro, la conexión instantánea que sentí, todo
ello se revive en mi mente mientras la música sigue sonando.
—¿Y tú quién eres? ¿Su representante? —solté.
—¿Y tú? —me preguntó Mike, escrutando mi cara.
—Soy Sarah, y mi amiga y yo hemos venido al pub para que se olvide
de ese amigo tuyo. Así que no intentes hacer de casamentero y constrúyete
tu propia historia de amor.
—¡Sarah! —me reprendió mi amiga.
—Tranquila, estoy acostumbrado a encontrarme histéricas como ella —
dijo Mike.
—¿Histérica? Perdona guapito, pero ya quisieras tú conocerme —le
dije clavándole un dedo en el pectoral.
—Será mejor que os deje a solas, creo que necesitas calmar a tu amiga.
Las notas de la canción me envuelven, y me encuentro recordando cada
detalle de ese momento.
La manera en que Mike me miró, cómo su presencia cambió mi mundo
en un abrir y cerrar de ojos.
La melancolía se apodera de mí, y me doy cuenta de lo lejos que hemos
llegado desde entonces, de cómo nuestros caminos se entrelazaron y se
transformaron en una historia llena de altibajos y desafíos.
Mientras el paisaje pasa velozmente por la ventana, me sumerjo en el
pasado.
Jackson Malone canta con una voz suave y emotiva, y su música se
convierte en el eco de mis emociones.
Me pregunto si alguna vez podré superar lo que ha sucedido, si
encontraré la manera de liberar mis sentimientos y aceptar el nuevo rumbo
que ha tomado mi vida.
La canción llega a su punto culminante, y una oleada de tristeza y
anhelo me envuelve.
Ese primer encuentro con Mike marcó el inicio de una historia que ha
alterado mi mundo de maneras inimaginables.
En medio de la confusión y el dolor, su presencia ha llegado a significar
mucho para mí.
Continúo conduciendo, luchando por contener mis emociones mientras
la canción se desvanece en el aire, cuando de pronto una camioneta que
reconozco de inmediato, sale por un camino de tierra y para en medio de la
carretera obligándome a detener el coche.
De ella veo bajarse a Mike y el corazón parece que se me va a salir del
pecho.
Él y su expresión de tristeza mientras viene hacia mi coche, yo sigo
dentro de él, hace que me apresure a quitarme el cinturón de seguridad para
salir y enfrentarlo.
—¡Estás loco! ¿Qué haces aquí, vienes a joderme un poco más la vida?
—grito, mis emociones están en ebullición, una mezcla de enojo, tristeza y
un anhelo incontrolable por escuchar su versión.
—Espero que lo que tengo que decir solo la mejore un poco, aunque no
quieras perdonarme, necesito que sepas la verdad de lo que pasó anoche —
su voz suena sincera, desesperada.
Mike se acerca más, y siento cómo mi ira se mezcla con la
vulnerabilidad que detecto en él.
—La verdad es que te vi entrar con ella muy acaramelados y luego la
besaste delante de mis narices. ¿Una forma un poco agresiva de deshacerte
de mí, no crees? —Me cruzo de brazos frente a él intentando mantenerme
firme, aunque por dentro estoy temblando.
—Esa mujer me tendió una trampa por despecho, y debes creerme
porque jamás querría deshacerme de ti. Lo único que quiero es hacerte el
amor cada día hasta que me quede el último aliento, Sarah. —Su mirada
está llena de sinceridad, y sus palabras llegan a lo más profundo de mi ser.
—¿Y por qué querría yo complacerte de ese modo?
—Porque me quieres del mismo modo que yo te quiero a ti.
—Puede que lo haga, pero me has partido el corazón y creo que no te
mereces a una mujer como yo, Mike Davis —mi voz tiembla, y una
lágrima escapa de mis ojos, traicionando mi fortaleza.
—Estoy de acuerdo, no estoy a la altura de una mujer como tú, pero
quiero ser digno de ti, Parker, porque si no quieres estar conmigo voy a
estar lamentándome para los restos y volviéndome loco por no poder tocarte
y besarte, y contarte cosas simples de cómo me ha ido el día —su voz suena
apasionada, desesperada por recuperar lo que hemos perdido.
—Cuéntaselas a tus amigos —mis palabras son un intento de mantener
mi distancia emocional.
—Quiero contárselas a mi mejor amiga, al amor de mi vida, a la mujer
que tengo delante y que me ha hecho ser mejor persona, aunque ahora
mismo no te lo parezca.
—¿Qué trampa dices que te tendió esa mujer? —Mi curiosidad supera
mi enfado, y necesito entender su versión de los acontecimientos.
—Vino a la casa a buscarme, es obvio que olvidé por completo anular
esa cita, y cuando le dije mis intenciones de no ir con ella porque me había
enamorado de ti, no debió encajarlo bien y urdió un plan para jodernos a
ambos. Sí, fui con ella al baile, más bien me ofrecí a llevarla hasta allí
porque había venido andando. No vi nada de malo en eso, el resto, solo fue
parte de su malévolo plan. Me cogió fuerte del brazo y para separarme
hubiera tenido que empujarla con fuerza, y … no, no fui yo quien la besó,
me obligó a hacerlo, Sarah, debes creerme.
Sus palabras me conmueven, y por primera vez desde que empezó este
caos, comienzo a considerar que podría haber sido víctima de una trampa.
—Tal vez hubiera sido mejor lanzarla al suelo y quedar mal con ella y
no conmigo, ¿no crees? —digo un poco más calmada.
—Tienes toda la razón, me vi sobrepasado por la situación. Me quedé
paralizado y me culpo por ello, pero te juro que tenía otros planes para
nosotros esa noche, planes de disfrutar de una cita por fin sin ocultarnos
porque me siento liberado y feliz de haberte conocido y haberme
enamorado de ti hasta las trancas.
Quiero creerlo, necesito creerlo, porque, aunque me haya herido
profundamente, también estoy enamorada de él hasta la médula.
Sus palabras, su sinceridad, me hacen dudar de mi decisión de dejarlo
ir.
—Sarah, sé que cometí un error terrible. Ni siquiera puedo expresar lo
arrepentido que estoy. No puedo excusar lo que sucedió, pero puedo
prometerte que haré todo lo posible para enmendarlo. Quiero demostrarte
que mis sentimientos son genuinos, que eres la única mujer en mi mente y
en mi corazón. Por favor, dame la oportunidad de demostrártelo.
Me muerdo el labio inferior, indecisa, mientras su mirada suplicante se
encuentra con la mía.
—Mike, tus acciones de anoche realmente me dolieron y me hicieron
dudar de todo lo que compartimos. Pero... —dudo un momento, disfrutando
del suspenso antes de continuar—, también sé que cometí errores. Dejé que
mi orgullo y mi enfado me controlaran, y no te di la oportunidad de
explicarte.
Él asiente, esperanzado, pero aún cauteloso.
—Pero ¿qué propones hacer para enmendarlo? —pregunto a
continuación, manteniendo una expresión seria.
Mike toma una profunda bocanada de aire antes de responder.
—Primero, quiero que aceptes mis disculpas más sinceras. Lamento
mucho haberte herido de esa manera, y nunca debí permitir que Helen se
interpusiera entre nosotros. Quiero que sepas que solo tienes mi atención y
mi corazón.
Aprecio su compromiso, pero quiero asegurarme de que comprenda la
gravedad de su error.
—Mike, necesito que entiendas que esto no puede volver a suceder. No
puedo soportar otro episodio como anoche. Necesitamos ser honestos el uno
con el otro, siempre. ¿Puedes prometerme eso?
Él asiente con determinación.
—Te lo prometo, Sarah. No habrá secretos ni mentiras entre nosotros.
Sus palabras calan hondo en mi corazón, y finalmente, cedo ante la
verdad en sus ojos y su promesa.
—Está bien. Acepto tus disculpas, pero sabes que tienes que ganarte mi
confianza de nuevo. No será fácil, pero si realmente sientes lo que dices...
—mi voz tiembla, pero sé que es el momento de darle una oportunidad—,
entonces también quiero intentarlo.
Una sonrisa ilumina su rostro, y sus ojos brillan de alivio y felicidad.
—Sarah, no sabes cuánto significa esto para mí. Haré todo lo que esté a
mi alcance para demostrarte que puedo ser el hombre que necesitas y
mereces.
Sin pensarlo más, me acerco a él y le doy un tierno beso en los labios,
un beso lleno de amor y perdón.
—Sabes que yo también te quiero y me encanta quererte, aunque seas
un imbécil —digo esbozando una sonrisa sincera.
—Pero soy tu imbécil, y me encanta que me quieras a pesar de ello.
—Te quiero a pesar de muchas cosas, y juro que jamás dejaré de
chincharte por todas y cada una de ellas.
—Y yo te juro también, que haré que nuestras batallas dialécticas estén
cargadas de emoción para complacer tu sed de venganza.
—Que así sea, me gusta tal y como somos.
—Te quiero tanto, Sarah, que ahora mismo siento mi corazón bombear
sangre como si estuviera participando en una maratón en pleno verano, ¡y
eso que ni siquiera me he movido del sitio!
—Nunca pensé que te vería como un cowboy enamorado.
—Pues lo soy, estoy completa y absolutamente enamorado de ti.
—Solo tengo una pregunta más —le digo, haciendo que su expresión
cambie de pronto —¿Cuándo crees que podremos empezar nuestra vida
juntos?
—Voy a besarte para darla por inaugurada, ¿te parece bien?
—Me parece perfecto —respondo, envolviendo su cuello con mis
brazos.
Respiro hondo y el suspiro se lleva con él la tensión que queda antes de
que abra la boca para recibir su lengua.
Para cuando nos separamos, yo ya no sé ni cómo me llamo, pero sí
reconozco de inmediato la melodía que ha empezado a sonar poniendo
banda sonora a nuestro momento.
Made for you de Jake Owen sale del reproductor de la camioneta de
Ethan, quien ha abierto las puertas para que resuene en medio de la
carretera.
Ambos lo miramos y nos sonríe desde su posición levantando el pulgar
en señal de que todo está perfecto, y no podemos estar más de acuerdo con
él.
Mike me eleva del suelo levemente en un abrazo y me vuelve a besar
con intensidad.
Sin duda alguna, él está hecho para mí y yo para él.
EPÍLOGO

Un año y medio después.

El sol se oculta en el horizonte y las luces empiezan a iluminar el


extenso jardín del rancho.
El lugar está decorado con un gusto exquisito: mesas largas cubiertas de
manteles blancos, adornadas con centros de flores silvestres y velas
titilantes.
Guirnaldas de luces parpadean en los árboles, creando un ambiente
mágico.
La música suena suave y animada al fondo, mientras los invitados
comienzan a llenar el lugar.
En el centro del jardín, bajo un arco floral impresionante, se encuentra
Sarah, radiante en un vestido blanco, rodeada de amigos y seres queridos
que la felicitan y abrazan.
Mike está a su lado, mirándola con una sonrisa llena de amor y
admiración.
Ha pasado más de un año desde aquel incidente en el baile, pero su
relación ha crecido y se ha fortalecido con cada día que pasa.
La fiesta sigue hasta altas horas de la noche, llena de alegría y felicidad.
Sarah mira a su alrededor, agradecida por todo lo que ha encontrado
aquí: amor, amistad y un lugar donde pertenecer.
Esta noche, bajo las luces brillantes y rodeada de las personas que más
quiere, sabe que su vida ha cambiado para siempre.
Y así, con una sonrisa en el rostro y el corazón lleno de gratitud, Sarah
celebra su cumpleaños en el rancho.
—¿Cuándo piensa ese vaquero ponerte un anillo en el dedo y hacer que
te mudes aquí para siempre? Llevas mucho tiempo a caballo entre
Lawrence y Haysville —le pregunta Lisa.
—Estamos bien, nos queremos, disfrutamos de la ciudad y el campo y
nos damos cierto espacio. Nosotros no somos tan convencionales.
—Me niego a creer que no quieres que lo haga.
—Y yo a que pienses que tiene que ser él y no yo la que se lo pida —le
responde, y pienso que tiene toda la razón del mundo.
Lisa rueda los ojos y le da un sorbo a su copa de champán.
—Por cierto, ¿cómo decís que se llama ese cowboy tan guapo que está
allí? —pregunta Lisa a continuación.
—Ah, se llama Jude, es un tipo encantador, pero te recuerdo que estás
casada —le digo a nuestra amiga.
—No he dicho que vaya a pedirle que se case conmigo como una que
yo me sé —dice mirando a Sarah—Solo que es guapo, de hecho, muy
guapo.
—Lo es, pero me temo que no me quedan amigas con las que
emparejarlo —digo entre risas.
—Vaya dos alcahuetas que estáis hechas —comenta Lisa, que parece no
querer apartar los ojos de Jude.
—Y tú deja de mirarlo, tu marido te va a pillar babeando por otro y no
queremos más sobresaltos amorosos, creo que de eso ya vamos servidas —
le dice Sarah, quien ha visto a Mike venir hacia nosotras.
—¿Qué estáis tramando? —pregunta, después de darle un beso a su
novia.
—Planean cómo y cuándo vas a pedirme que me case contigo.
—Ya siento que estamos casados en cuerpo y alma.
—Eso les he dicho —dice Sarah triunfal.
Y es que Mike y ella, están realmente hechos el uno para el otro y son
de esas parejas que no necesitan un papel para creer firmemente en su
compromiso.
Todos sabemos que casados legalmente o no, son un para siempre en
toda regla.
No hay más que verlos juntos para comprender que el amor tiene mil
formas y el de ellos es único y exclusivo.
—Aunque Lisa parece estar interesada en mis servicios, porque no para
de mirar a Jude con ojos de deseo —comenta Sarah a Mike, para chinchar a
Lisa.
—Eso no es verdad, solo he comentado que es un chico muy atractivo.
—Sí, además un buen amigo y mejor persona. Pero creo que tiene algo
con una chica que ha llegado recientemente al pueblo.
—¿En serio? ¿Quién es? —pregunta Sarah.
—Creo que es la sobrina de la señora Bryan, pero no me ha hablado
mucho sobre el tema. Además, no estoy seguro de que tengan algo, solo sé
que la conoció hace un par de días en el pueblo y que se quedó prendado de
ella.
—Necesitamos una actualización de esa historia en cuanto te enteres de
algo —le digo a Mike mientras Sarah y Lisa asienten.
—Sois unas cotillas —nos dice Mike entre risas.
—No es verdad, tan solo nos encantan las historias de amor de cowboys
buenorros de ranchos en Kansas —le dice Sarah dándole un codazo.
—En ese caso, dejaremos que Jude se monte su propia historia de amor
—le contesta Mike, y sé perfectamente a qué está haciendo alusión.
Los tres nos reímos con su respuesta.
—¿Qué me he perdido? —pregunta Lisa.
—Fue algo que me dijo tu querida amiga la primera vez que nos vimos.
—Un buen consejo, tanto que se hizo realidad y soy la mujer más feliz
del mundo de que lo siguiera al pie de la letra —reporta Sarah, besando a
Mike apasionadamente delante de nosotras.
—Idos a un hotel, que hay niños delante —comento frotándome la
barriga de cinco meses de embarazo.
—¿Habéis pensado ya en un nombre? —me pregunta Lisa.
—Sí, iba a ser mi regalo sorpresa para la cumpleañera, pero hemos
decidido que se llame Sarah.
—¿De verdad? —mi amiga abre los ojos con mucha sorpresa e ilusión.
—De verdad de la buena, sin ti Harper no tendría a esta hermanita, así
que creo que no hay mejor nombre para ella.
—Joder, me vas a hacer llorar —dice enjugándose unas lagrimitas.
—Además, puede que te necesitemos de canguro alguna que otra vez y
necesito tenerte contenta para ello —bromea.
—Estaré encantada de hacerlo, aunque le pongas de nombre Mabel.
Las dos nos fundimos en un abrazo fuerte.
Me siento muy feliz de haberla emocionado con nuestra decisión.
Sarah y yo estamos fuertemente vinculadas la una a la otra.
Sabemos que nuestra amistad es fuerte y duradera, y que las segundas
oportunidades y el amor han transformado nuestras vidas en algo aún más
especial.

El amor verdadero y la amistad sólida son el cimiento de nuestras


historias, y aún nos quedan infinitas páginas en blanco para escribir
juntas.

Emily Summers:
madre, esposa, y mejor amiga de la cumpleañera.
¿QUIERES CONOCER LA HISTORIA DE
EMILY Y ETHAN?
Puedes leer un poquito a continuación.
UN COWBOY EN APUROS

JOY DARK
Copyright©2023 JOY DARK
Todos los derechos reservados. No se permite la reproducción total o parcial de esta obra ni su
incorporación a un sistema informático ni su transmisión en cualquier forma o por cualquier medio,
sea este electrónico, mecánico, por fotocopia, por grabación u otros métodos, sin el permiso previo y
por escrito del autor. La infracción de los derechos mencionados puede ser constitutiva de delito
contra la propiedad intelectual (Art. 270 y siguientes del Código Penal). El copyright estimula la
creatividad, defiende la diversidad en el ámbito de las ideas y el conocimiento, promueve la libre
expresión y favorece una cultura viva. Gracias por comprar una edición autorizada de este libro y
por respetar las leyes del copyright al no reproducir, escanear ni distribuir ninguna parte de esta obra
por ningún medio sin permiso.
Primera edición, septiembre 2023
Traducción: Teresa Gomares.
En Kansas, la grandeza de sus vastas llanuras se encuentra en cada
rincón, mientras el viento susurra secretos de libertad y los campos
dorados bailan al compás de los sueños.

Joy Dark
SINOPSIS

Ethan Brooks, un apuesto y rudo vaquero, nunca imaginó que su vida


tranquila en el rancho tomaría un giro inesperado. Cuando una mañana
encuentra a un bebé abandonado en su puerta, su mundo se ve sacudido por
una responsabilidad imprevista. Sin saber quién es la familia ni el motivo de
ese misterioso regalo, Ethan se ve forzado a hacerse cargo del pequeño.
Emily Summers, su vecina y científica dedicada, se ofrece a ayudar a
Ethan en su nueva tarea de cuidar al bebé, a pesar de que no tiene
experiencia en maternidad. Juntos, comienzan una travesía llena de desafíos
mientras intentan descubrir la identidad del precioso bebé y cómo encaja en
sus vidas.
Las sombras del pasado y las incertidumbres del futuro se entrelazan en
este lugar remoto de Kansas, donde dos corazones heridos intentan
encontrar su camino hacia la verdad y, tal vez, hacia el amor.
1
ETHAN

—¡¿Qué narices?! —exclamo, ajustándome el sombrero cuando veo un


portabebés en el porche de mi casa en el rancho.
Subo las escaleras con cautela, consciente de que podría ser un señuelo
de algún ladrón, esperando ser emboscado con una pala en la cabeza.
Entre todas las desgracias que me han ocurrido hoy, esto es lo último
que me faltaba.
Me detengo un instante al escuchar un sonido similar al maullido de un
gato.
«Puede que sea solo un gato o varios», pienso, tratando de mantener la
calma. Sin embargo, tres pasos más adelante, mi corazón se acelera al
comprobar que no se trata de una camada de gatitos, sino de una pequeña
mano moviéndose en el aire.
Doy dos pasos más y ahí está: ¡un bebé!
Una pequeña criatura con los ojos cerrados, moviendo los labios y
agitando sus manitas inquietas.
Un destello de pelo rubio rojizo se asoma del gorrito azul que lleva
puesto, a juego con una manta mullida del mismo color con un estampado
de nubes.
—Un bebé —repito en voz alta, tratando de procesar quién puede ser y
por qué lo han dejado en la puerta de mi casa.
Junto al bebé hay un bolso blanco acolchado.
Con el pulso acelerado, me agacho y lo examino detenidamente.
¿Quiénes son los padres de este bebé y, lo más importante, dónde
diablos están? ¿Podría ser mío?
Retrocedo mentalmente unos meses.
El bebé no parece tener más de tres meses, por lo pequeño que es.
Hace exactamente un año, estuve con algunos de mis hombres en una
feria de ganado en Dallas.
¿Conocí allí a alguna pelirroja?
Intento recordar, pero no me viene a la mente nadie, aparte de Betsy,
una morena pechugona con la que tuve una relación fugaz y que suelo ver
cada mes cuando voy a hacer los pedidos de pienso. Además, sé que no ha
estado embarazada.
No, este bebé no es mío, estoy seguro, pero ¿qué se supone que debo
hacer con él?
Como si pudiera escuchar mis pensamientos, el bebé abre los ojos y
comienza a llorar desconsoladamente.
—¡Mierda! —exclamo sin saber qué hacer.
No tengo ni idea de cómo cuidar a un bebé.
Miro alrededor y hacia el camino, pero no hay nadie escondido para
decirme que esto es una broma de cámara oculta.
Quienquiera que haya dejado al bebé en mi porche ya se ha largado
hace mucho tiempo.
Estamos en agosto y hace un calor insoportable.
Debo quitarle esa manta que le han colocado encima o se va a asfixiar.
Agarro el asa del portabebés y con la otra mano abro la puerta, entrando
con cuidado y dejando al bebé sobre la mesa de centro frente al sofá.
—Sí, ya lo sé. El desquiciado que te ha cubierto con una manta en
pleno agosto debería estar en prisión —le digo mientras retiro la pequeña
colcha.
Me preocupa que tenga sed, pero no sé si los bebés beben agua o solo
leche.
La angustia comienza a apoderarse de mí. No saber qué necesita un ser
tan pequeño me pone nervioso.
Decido tomarlo en brazos y tratar de calmarlo, así que voy al baño para
lavarme las manos antes de hacerlo.
Al regresar, me cuesta desatar las correas de seguridad hasta que
finalmente descubro cómo hacerlo y lo cojo torpemente.
Lo sostengo en el aire y lo veo llorar con fuerza.
¡Dios mío, qué pulmones!
—A mí tampoco me gusta esto, así que deja de llorar o empezaré a
hacer lo mismo que tú en cualquier momento —le digo, aunque es evidente
que no me entiende y que mi casa, y yo mismo, somos completos
desconocidos para él. Debe estar asustado.
Recuerdo que había un bolso de esos que los padres llevan para cargar
todas las cosas del bebé.
—Vamos a buscar tus cosas, tal vez dentro encuentre algo que me
indique quién eres —le digo mientras lo cargo nuevamente y nos dirigimos
hacia el porche.
Espero encontrar un nombre o una dirección dentro de esa bolsa.
Al regresar al interior, comienzo a vaciarla.
Hay pañales, ropa de bebé, biberones y un bote de lo que parece ser
leche en polvo, pero no hay rastro de una nota o una identificación que me
dé alguna pista.
A medida que la conmoción inicial comienza a desvanecerse, la
irritación empieza a aflorar.
Todo esto es una locura absoluta.
¿Qué tipo de persona deja a un bebé en el porche de un rancho y se va
sin más? ¿Qué clase de madre o padre haría algo así?
Suspiro frustrado. Creo que lo mejor será llamar a la policía.
Estoy a punto de coger el teléfono cuando mi molesta vecina irrumpe en
mi casa gritando mi nombre.
—Ethan Brooks, has vuelto a estacionar mal la camioneta en la entrada
y no puedo entrar en mi... —de repente, al verme con el bebé en brazos, se
queda sin palabras—. ¿De quién es ese bebé? ¿Y quién ha tenido la osadía
de dejártelo a cargo, siendo tan irresponsable como eres? —pregunta,
levantando una ceja.
—Lo primero, hola, y lo segundo, ¿qué haces en mi casa?
—Ya te lo he dicho, reclamarte lo irresponsable que eres al bloquear mi
paso.
—Pues como puedes ver, estoy ocupado con asuntos más importantes,
así que aparca fuera y camina unos pocos metros hasta tu casa, Emily.
—Para ti, señorita Summers, pero aún no me has dicho de quién es ese
bebé. —Se cruza de brazos y me mira ceñuda.
—Eso no es asunto tuyo
—Entiendo, debe ser una de esas tantas cosas irresponsables que haces,
¿no? La madre, cansada de que no la ayudes en nada, ha decidido compartir
la custodia contigo.
—Para tu información, no es hijo mío.
—¿Y cómo lo sabes? —pregunta de manera condescendiente.
—¿Necesito darte una clase sobre cómo se hacen los bebés? Sé
perfectamente que no es mío, señorita Summers. Alguien lo ha dejado en
mi porche —digo pronunciando su nombre con cierto retintín.
—¿Y no llamas a la policía?
—Eso es lo que estaba intentando hacer cuando has entrado
vociferando.
—Parece que al bebé le divierte vernos discutir porque está sonriendo
mientras nos mira.
Compruebo que tiene razón, el niño ha dejado de llorar y nos mira con
una sonrisa adorable en la cara.
Emily se acerca y se sienta a nuestro lado en el sofá.
—¿Puedo? —dice estirando los brazos para que la deje sostenerlo.
—Todo tuyo —le digo entregándoselo.
—¿Qué te estaba haciendo este señor tan malo con lo bonito que tú
eres? ¿Te has hecho caca cuando lo has visto? —le dice, y para mi sorpresa,
el bebé suelta una risotada.
—No le he hecho nada, ¿cómo puedes decir algo así? —bramo, viendo
lo bien que parece llevarse con ella.
—Puedo porque sé que eres un negado y no tienes ni idea de cómo
cuidar a un bebé. Debes tener el instinto paternal debajo de las orejas.
—Será que no se me suele despertar con los bebés que no son míos. He
revisado la bolsa que traía junto al portabebés y no hay ninguna nota ni
nada que me indique quién es.
—¿Y eso? —dice señalando un sobre que no había visto, pegado en el
lateral de la sillita donde estaba sentado.
Me levanto levemente para alcanzarlo.
Lo abro y vuelvo a dejarme caer en el sofá.
Leo las breves palabras que hay escritas y encorvo los hombros antes de
apartar la vista del papel y mirar a Emily.
—¿Qué pasa? Te has quedado blanco —pregunta cuando me ve con la
mirada perdida.
—Se llama Harper Brooks.
—¡Lo sabía! Sabía que habías metido tu cosita en el cuerpo de alguna
pobre incauta y te habías largado sin más con tu superioridad machista —la
escucho parlotear como si acabara de ganar un premio, pero no hago caso a
sus provocaciones.
—Es mi sobrino —digo sin más.
—¿Tú qué?
—Mi sobrino. Mi hermano Graham, por lo visto, ha tenido un hijo y me
lo está encomendando a mí porque la madre ha fallecido y él no se ve capaz
de cuidar de él.
—Es demasiada información que procesar. A ver… ¿tu hermano ha
tenido un hijo y no lo sabías?
Niego con la cabeza.
—Hace mucho tiempo que no nos hablábamos, no sé ni dónde vive.
—¿Puedo leer la nota? —me pregunta y accedo pasándosela mientras
suelto un bufido.
—Este es Harper Brooks. No puedo hacerme cargo de él en estos
momentos y he pensado que será mejor que lo cuides tú. No sé cuándo
volveré, confío en ti, Ethan —lee en voz alta— ¿Dónde dice exactamente
que su madre ha fallecido?
—No lo dice, pero nadie en su sano juicio dejaría a un bebé con mi
hermano si no está muerta.
—¿Y tus padres? —pregunta algo confusa.
—No tenemos padres desde hace diez años. De mi familia solo
quedamos mi hermano y yo, y unos tíos que viven en Canadá —respondo
con pesar, comprendiendo que Emily y yo no somos exactamente los
mejores amigos.
Cierro los ojos, aún aturdido por el contenido de la nota que acabo de
leer.
Emily suspira, me entrega nuevamente al bebé y se levanta del sofá.
Observo cómo coge uno de los biberones y el bote de leche mientras se
dirige a mi cocina.
—¿Se puede saber qué estás haciendo?
—Estoy echándote una mano y preparando un biberón para el pequeñín.
Debe tener hambre, por la forma en que se está mordiendo el puño.
Mientras tanto, comprueba si necesita que le cambien el pañal —me dice
con amabilidad.
—No necesito tu ayuda.
—Tal vez tú no, pero Harper sí. Nadie en su sano juicio dejaría a un
bebé contigo a menos que sea tuyo —responde Emily, insistiendo en esa
posibilidad.
—No es mío, te lo aseguro, y solo tengo un hermano, así que sumando
dos más dos… —digo convencidísimo.
Ella suelta un resoplido y pone los ojos en blanco un poco menos
convencida que yo.
¿Dónde diablos está mi maldito hermano?
¡Lo quiero matar!
2
ETHAN

Harper, al sentir la tetilla de plástico en sus labios, abre la boca de


inmediato y comienza a succionar la leche con ansia.
Observo a Emily a nuestro lado, satisfecha por ver cómo el pequeño
está comiendo adecuadamente.
—¿Cómo sabes tanto de bebés? —le pregunto a Emily, curioso,
mientras seguimos atentos al pequeñín.
—No lo sé, supongo que las mujeres somos más observadoras y
algunas de mis amigas ya han sido madres —responde con humildad.
—Nunca te lo he preguntado, pero ¿qué edad tienes? —le pregunto con
una sonrisa juguetona.
—¿Por qué quieres saberlo? ¿Acaso quieres comprobar si aún estoy en
buena edad para procrear? —responde sarcásticamente, haciendo rodar los
ojos.
—Sí, algo así —digo riendo, divertido por su respuesta.
—Tengo veintisiete —responde Emily.
—¿Y qué hace una mujer sola, viviendo en medio del campo? —le
pregunto, genuinamente interesado.
—¿Qué es lo que más te preocupa, que viva sola o que haya decidido
mudarme al campo? Me encanta vivir aquí en Haysville —responde con
una mirada desafiante.
—Las dos cosas. Hace siete meses no tenía a una loca gritándome todo
el día si dejaba mi camioneta fuera o si no me preocupaba de sacar la basura
a la hora acordada por la comunidad de vecinos.
—Entonces, deberías pensar en cómo estabas viviendo hasta que yo
llegué. Las normas están para cumplirlas, o ¿acaso das de comer a tus reses
cuando te da la gana? —me reprocha Emily.
—No, no lo hago. En ese sentido, soy muy responsable —admito,
reconociendo su punto.
—Bien, entonces empieza tú por contarme por qué llevas un rancho
solo, por qué no te hablas con la única familia que tienes y, además, ¿qué
piensas hacer con Harper a partir de ahora? —me cuestiona directamente.
Me paso la mano por la cara, sintiendo una mezcla de emociones antes
de responder. En este momento, siento una punzada de crueldad en mi
interior.
—Siempre he luchado por no parecerme a mi progenitor. Ese hombre
jamás se hubiera ganado el premio al padre del año, pero mi querido
hermano sí heredó su odioso carácter. Así que esto no me sorprende en
absoluto, además de que algún día vendrá un hijo no reconocido a reclamar
su parte del rancho. ¿Responde eso a tu pregunta sobre mi solitaria vida?
—¿Heredaste tú solo el rancho familiar? —pregunta Emily, interesada
en conocer más detalles.
—No, mi hermano y yo lo heredamos, pero le compré su parte y él
decidió largarse a vivir la vida. Ha sido más fácil fingir que no existía,
ignorar otro símbolo más del irrespeto que mi propio padre mostró hacia su
propia familia. ¿Ha acabado ya tu interrogatorio sobre mi árbol
genealógico? —expreso con cierta amargura.
—Supongo que es un buen resumen —responde Emily encogiéndose de
hombros.
—Si fuéramos amigos, podría explicarte más en detalle, pero no es el
caso —comento, resignado.
—Bien, entonces, será mejor que me vaya —dice Emily, levantándose
rápidamente y apresurando el paso hacia la puerta.
—Espera, ¿dónde vas? —pregunto con un pánico evidente en mi voz.
No quiero quedarme solo otra vez con Harper.
—A mi casa, no creerás que me voy a quedar en un lugar donde
claramente no soy bienvenida, ¿verdad? —responde con un tono de
sarcasmo.
—Yo no he dicho que me molestes, solo que no somos amigos —aclaro
rápidamente, sintiéndome un poco desesperado.
—Para mí, esas palabras suenan bastante similares. Hasta luego,
vaquero —dice mientras se da la vuelta de manera rápida, haciendo que su
coleta cobriza gire bruscamente.
—¿Qué tengo que hacer para que te quedes y me ayudes hasta que
Harper se duerma esta noche? —le pregunto apremiantemente, tratando de
retenerla—. Mañana buscaré a alguien que se haga cargo de él hasta que
encuentre al despreciable de mi hermano, no puedo llamar a la poli
sabiendo que es mi sobrino. Mi hermano Graham ya tiene demasiados
problemas.
Emily se detiene en seco, como si mis palabras hubieran capturado su
atención.
—Quiero un millón de dólares —dice después de unos segundos, con
su espalda aún hacia nosotros.
—¿Qué? ¿Te has vuelto loca? —respondo sorprendido y desconcertado.
En ese preciso momento, ella se da la vuelta con una expresión
divertida en el rostro.
—No, solo estaba bromeando. Me quedaré si prometes no ser tan
desagradable conmigo a partir de ahora y si te comprometes a ser un buen
vecino —declara, con un tono más suave.
—Supongo que eso puedo hacerlo —digo, pensando que sus peticiones
son razonables y fáciles de cumplir.
—No puedes, pero agradezco que estés dispuesto a intentarlo —
responde con una sonrisa. Luego, camina de regreso al sofá dando pequeños
saltitos.
Emily Summers es, sin duda, una chica muy peculiar, pero ahora mismo
la necesito porque tengo un problema importante. Soy un hombre de treinta
y dos años, soltero que intenta manejar un rancho y que no sabe nada de
bebés.
3
ETHAN

—No tengo ni idea de cómo cuidar de un bebé. No sé nada al respecto


—digo, mirándola y esperando que esté de acuerdo.
—No necesitas decirlo, me di cuenta de eso de inmediato —responde,
cruzando los brazos—. Pero eso no cambia el hecho de que te hayan dejado
a cargo de Harper.
—No sé qué hacer.
Emily me dedica una sonrisa comprensiva.
—Recuerda que una vez tú mismo fuiste un bebé, solo eso —me dice.
—No recuerdo haber cuidado de mí mismo cuando era un bebé, así
que... —respondo irónicamente, aunque me relajo un poco al recordar que
debo evitar enfadarla si quiero que me ayude con Harper.
El momento se prolonga y Emily mantiene su mirada fija en mi rostro.
—Cuando te relajas y te muestras vulnerable, eres bastante... bastante
atractivo.
No esperaba en absoluto que mi vecina me dijera algo así.
—Gracias, ¿pero siempre eres tan directa cuando intentas ligar?
—¿Ligar? Solo te hice un cumplido para que no fueras tan brusco, tan...
serio. No quiero ligar contigo. ¿Es eso lo que piensas cuando una mujer te
dice que eres atractivo? ¿Acaso no tienes espejos para saberlo?
—No me considero tan atractivo.
—Entonces entiendo tu mal genio, tal vez deberías quererte más y
confiar en ti mismo. Esa es la clave para cuidar de otro ser humano.
—Pero todo cambia cuando se trata de un niño inocente. Es imposible
no juzgarme. Me doy cuenta de que puedo ser incompetente cuando se trata
de cosas que desconozco por completo.
—Siempre hay una primera vez para todo, incluso para tener una
conversación conmigo sin gruñir como un búfalo.
—¿A qué te refieres? —pregunto, y Emily se gira para mirarme
mientras sigue acariciando los pies del bebé.
—A que siempre hay una primera vez para todo y no sabes cuánto
puedes superarte hasta que la vida te pone a prueba.
—¿Crees que la vida me ha puesto una vecina quejona como tú para
que supere algún tipo de prueba?
—No, tonto, a Harper —me dice, inclinando la cabeza y mirándome
acusadoramente. Sabe que le estaba tomando el pelo.
—Quizá no pueda correr ese riesgo con él, sería un pésimo cuidador. Sí,
es mi sobrino y no puedo llamar a la policía, ¿verdad? Ambos sabemos lo
que le pasaría al niño si lo hago.
—No puedes dejarlo en un hogar de acogida. Si lo haces, es posible que
su padre nunca pueda recuperarlo. Y no puedo permitir que eso suceda.
Debes encontrar a tu hermano y hablar con él.
—Lo sé —respondo, mirando a Harper y preguntándome quién era su
madre y por qué la familia de esa chica lo dejó con mi incompetente
hermano—. Necesito saber muchas cosas sobre este bebé que me resultan
confusas.
—Te ayudaré —dice decididamente.
—¿Estás segura? Entiendo que es mucha responsabilidad.
—Puede que lo sea, pero dispongo de mucho tiempo libre y, recuerda,
no lo hago por ti, sino por él —dice haciéndole una carantoña al niño, que,
sin duda, parece muy a gusto con su presencia.
Me doy cuenta que, de algún modo, Emily puede sentir que ya está
involucrad y arrastrada hacia una situación que no ha provocado ella.
—¿A qué te dedicas para tener tanto tiempo libre? —le pregunto con
curiosidad.
—Soy bióloga. Por eso me ves merodeando por tus tierras recogiendo
algunas flores.
—No te había visto, pero ya sé quién es la persona que me deja sin
Gloriosas Daisys.
—No exageres, solo me he llevado algunas para analizarlas.
—¿Qué tienen de especial esas flores y por qué las analizas?
—Es una flor perenne que atrae a mariposas y abejas, añadiendo vida y
color a los paisajes de Kansas durante esta temporada, ¿te parece que eso no
es especial?
—No lo sé, dímelo tú.
—¿Que su nombre incluya la palabra gloriosa no te da ninguna pista?
—me pregunta, a lo que niego con la cabeza haciéndole poner los ojos en
blanco
—Como bióloga, me interesa estudiar la flora autóctona de Kansas y
comprender su papel en el ecosistema local. Además, las Gloriosas Daisys
son particularmente fascinantes por su resistencia y su capacidad para atraer
polinizadores. Quiero descubrir más sobre sus propiedades y cómo
contribuyen al equilibrio natural de la región.
—Vaya, no tenía idea de que las flores tuvieran todo ese trasfondo
científico. Supongo que hay mucho más de lo que se ve a simple vista.
—Exactamente. La naturaleza es un tesoro de sorpresas y misterios
esperando a ser descubiertos. Además, no hay nada mejor que pasar tiempo
al aire libre, rodeada de flores y animales, para inspirar la creatividad y
encontrar paz interior. Además, cuidar del pequeño Harper es una forma de
combinar mi amor por la vida silvestre con el cuidado de los seres vivos.
—Bueno, en ese sentido me alegra que estés dispuesta a ayudar.
—Creo que eso responde a tu pregunta de por qué vivo sola aquí. —
Emily se encoge de hombros y estira los brazos para que le entregue a
Harper.
—Creía que ya me habías contestado a eso —le digo mientas se lo doy.
—Eso es porque aún no has aprendido a escuchar a los demás, porque
te aseguro que no lo había hecho. Ahora voy a cambiar a este muchachote
para que descanse y poder irme a casa. Te daré unas instrucciones básicas
por si se despierta esta noche.
—¿Se va a despertar? —pregunto con los ojos tan abiertos, que creo
que Emily ha podido ver parte de mi cerebelo.
—Sí, los bebés aún no controlan los ciclos circadianos. Puede que
tengas que cambiarle el pañal, darle de comer o simplemente acunarlo
porque se ha desvelado.
Todo lo que me dice hace que el corazón se me acelere y comiencen a
sudarme las manos.
Sé que lo que voy a hacer puede sonarle raro, incluso atrevido, pero
estoy sufriendo un ataque de pánico y tengo miedo de joderle la infancia a
mi propio sobrino si no lo hago.
—Emily, por favor, no me abandones, quédate esta noche aquí con
nosotros.
Emily me mira unos segundos con una cara indescifrable. Debe pensar
que estoy loco por pedirle una cosa así.
—Igual sería mejor que me llevara a Harper a mi casa.
—No, no puedo hacer eso, es mi sobrino y no estaría bien que dejara
que …
—Termina sin miedo, ¿qué ibas a decir? —me insta con cierta furia en
sus ojos.
—Que una mujer a la que apenas conozco se lo lleve así sin más.
Veo cómo mi vecina me escudriña con la mirada unos segundos antes
de contestar.
—Sin embargo, crees que yo voy a aceptar quedarme en casa de un tipo
al que apenas conozco para echarle un cable con un bebé al que tampoco
conozco, ¿no? —deja a Harper en su sillita, y se cruza de brazos ante mí de
manera desafiante.
—Dicho así…
—Simplemente he trasladado tu teoría a lo que realmente me estás
pidiendo. Pero ¿sabes una cosa, Ethan? Que yo no soy como tú, y confió
que tendrás algún rifle a mano por si tengo que defenderme de ti durante la
noche para salvarnos el pobre Harper y yo.
—¡No soy ningún loco! —protesto.
—Ni yo tampoco, pero lo has insinuado de manera subliminal. Me
quedo porque este niño me da mucha pena. Tu hermano será un
descerebrado, pero creo que compartes con él la nula habilidad de las
relaciones sociales a la hora de pedir un favor. —Vuelve a coger al niño
mientras rebusca un pañal en su bolsa.
No sé qué contestar ante tal verdad.
—Lo siento si he sido un poco torpe al expresarlo. A veces me cuesta
pedir ayuda —digo a modo de disculpa.
—Pues en unas horas me lo has pedido un par de veces, así que corta el
rollo y prepara un barreño con agua tibia, vamos a bañar a Harper para
acostarlo limpio y relajado. Pero asegúrate de que entiendes que esto no es
algo que hago por amistad o por sentirme cómoda en tu casa. Lo hago por
el bienestar del niño.
4
ETHAN

Harper gorgotea y ríe mientras Emily lo sumerge con cuidado en la tina


llena de agua tibia y espuma. El pequeño se divierte con los juguetes
flotantes y salpica alegremente, llenando el baño de risas contagiosas.
Observo la escena con una sonrisa en mi rostro, disfrutando del
momento.
Emily acaricia suavemente la cabecita de Harper mientras le canta una
canción de cuna suavemente, haciendo que el bebé se relaje.
Ella envuelve al pequeño en una toalla suave y lo lleva a mi habitación.
Es la primera vez que una mujer entra en ella y me siento extraño.
Nunca antes me había fijado en mi vecina de este modo, es bastante guapa y
atractiva, y en cierto modo, siento peligro.
Juntos, colocamos cojines y almohadas alrededor del borde de la cama,
creando una barrera de protección para el bebé, y nos acercamos demasiado
el uno al otro, tanto, que puedo sentir el olor a miel y camomila que
desprende su pelo. Mi entrepierna me manda una señal, una que no debería
estar mandando en este momento.
La fantasía de que parecemos una familia me viene a la mente.
¡Mierda! No debería haberle pedido que se quedara.
Con ternura, Emily acuesta a Harper en la cama, acomodando las
almohadas detrás de él para mayor comodidad. El pequeño se agita
ligeramente, todavía lleno de energía después del baño, pero pronto se va
tranquilizando. Sus ojitos se cierran lentamente mientras bosteza, dando
señales de que está listo para dormir.
Emily se acerca a mí, susurrando suavemente para no despertar al bebé.
—Mañana deberías comprar una cuna para Harper, Ethan. Estará más
seguro y cómodo en su propia camita.
Asiento, sé que tengo que comprar muchas cosas para él y que mi vida
ha dado un giro en menos de cinco horas, y que ella y yo también
estaríamos más seguros en nuestra propia cama.
—Tienes razón, quiero que tenga todo lo que necesita.
Emily me sonríe.
—Seguro que conseguirás ser un tío increíble si te lo propones.
—Haré todo lo posible para darle a Harper la mejor vida posible
mientras esté aquí, él no tiene culpa de nada.
Nos quedamos junto a la cama, observando al pequeño dormir
plácidamente.
—Voy a preparar té en la cocina —me dice Emily, que, para no estar
cómoda en mi casa, se mueve por ella sin dificultad, y no sé si me gusta que
lo haga.
—Iré contigo, Harper ya está dormido.
—Asegúrate que está bien protegido, los bebés se mueven mucho y
puede caerse de la cama. Te espero allí.
—Está bien —le digo mientras la veo salir de la habitación sin poder
evitar fijarme en su trasero enfundado en unos malditos vaqueros ajustados.
5
EMILY

Enciendo la tetera y saco dos tazas, preguntándome qué diablos estoy


haciendo aquí.
Debería largarme a mi casa, enseñarle a este tipo cómo calentar los
biberones y desearle suerte.
¿Desde cuándo me ofrezco de esa manera tan impulsiva a ayudar a los
vecinos que me caen mal?
La respuesta está clara, pero intento no formularla en mi mente para que
no sea tan real.
En ese preciso momento, aparece Ethan en la cocina con su imponente
cuerpo cargando a Harper en brazos.
Me quedo petrificada con la taza en la mano, contemplando su cara de
pocos amigos. Resoplo mientras dejo las tazas en la encimera imaginando
cómo debe de sentirse.
—Se despertó justo después de que te largaras.
—Tal vez tenga hambre otra vez —le digo.
—Voy a preparar un biberón —comenta decidido.
Lo veo agarrar el que hemos usado antes y que he fregado y esterilizado
con agua hirviendo en el microondas, mientras tiene a Harper en brazos.
Lo hace todo con torpeza y se le nota que está nervioso, sabiendo que
estoy observando la escena.
—Dame. Déjame enseñarte cómo se hace. —Me acerco a él, intentando
no tocarlo demasiado. Con los dedos le rozo la camisa y siento una
corriente eléctrica recorrer todo mi cuerpo mientras acomodo a Harper en
sus brazos. Ahí está la maldita razón de ser tan solicita con él, Ethan Brooks
despierta un interés en mí que desconocía—. Tienes que sostenerle más el
cuello. Al principio, los bebés no pueden mantener la cabeza en alto, así
que cuando lo levantes o lo cargues, asegúrate de darle apoyo.
Lo acerco más a él y puedo sentir su aroma varonil a campo,
descubriendo que así huele un cowboy rudo como él.
Me gusta lo que percibe mi olfato y me sorprendo de nuevo de que
Ethan Brooks despierte en mí alguna emoción que no sea rabia o furia.
«Nunca te acostarás sin saber una cosa más», me dice mi subconsciente,
aunque intente acallarlo chistando de manera imaginaria.
—Quizá debería llamar a un profesional y dejarte en paz. No tienes por
qué estar aquí. Me siento mal por obligarte de alguna manera a que me
ayudes. Estaría mejor con otra persona, ¿no crees? Tú misma lo has dicho.
Soy un inútil en esto.
Sus ojos reflejan indecisión y me avergüenzo por haber dicho algo así,
sabiendo lo hiriente que he podido ser.
A pesar de lo hosco y cascarrabias que ha sido Ethan conmigo, está
claro que está tratando de hacer lo correcto.
—Nadie nació sabiendo cómo cuidar a un bebé. Y si lo que dice la carta
es verdad, tú eres su familia. ¿Eso no cuenta?
—Más de lo que te imaginas —responde él sin mucho entusiasmo—.
Pero tengo que encargarme de un rancho. ¿Cómo demonios voy a cuidar a
un bebé y hacer todo lo demás?
La tetera empieza a pitar y trago saliva.
—Lo descubrirás día a día. ¿Quieres un té?
—No, gracias —niega con la cabeza—. Debería darle de comer a
Harper e intentar que se duerma para poder descansar yo también. Necesito
despejar la mente y encontrar una solución. Lo primero es encontrar a mi
hermano.
No lo dice, pero intuyo que mi presencia lo está incomodando de algún
modo, aunque un rato antes me hubiera pedido que me quedara.
—¿Significa eso que quieres que me largue?
Él aprieta la mandíbula de nuevo y me sonrojo un poco, dándome
cuenta de lo guapo y sexi que se ve cuando hace ese gesto.
—No quiero meterte más en esto de lo necesario. No es justo, lo tuyo
son las flores, no los tipos como yo a los que los problemas lo persiguen.
Sus pasos se alejan de la cocina para volver al salón. Cierro los ojos y
suspiro, no sé si aliviada.
—Ethan —lo llamo.
—¿Qué? —me dice unos segundos después asomándose por el umbral
de la puerta.
—Calienta el agua y echa dos cacitos de leche en polvo. Luego, pon
unas gotas en la parte interna de tu muñeca. Cuando sientas que está
templada, será la temperatura adecuada para que Harper tome la leche.
Por unos segundos, mantenemos la mirada y algo fugaz sucede entre
nosotros.
Hay algo brillante en sus ojos que acaba reflejándose en los míos.
No quiero pensar en lo que podría ser, seguro que me estoy montando
una película del Hallmark Channel.
Doy un paso atrás y bajo la vista al suelo.
—Gracias —murmura él.
—Bien, entonces, me voy a casa. Procura descansar.
Lo veo asentir con Harper en sus brazos mirándome atentamente,
haciéndome sentir que lo estoy abandonando.
Me obligo a agachar la mirada, Ethan prefiere encargarse de todo él
solo después de todo y tengo que aceptar su deseo.
No vuelvo a levantar la vista hasta que salgo por la puerta de la casa de
mi apuesto vecino y vuelvo a la calle.
El sol comienza a descender en el horizonte, tiñendo el cielo de tonos
dorados y naranjas, como si derramara su fuego sobre las vastas llanuras de
Kansas.
El aire adquiere una suave frescura mientras la brisa mece suavemente
los altos tallos de trigo dorado. El paisaje se extiende ante mí en una
sinfonía de colinas ondulantes, salpicadas aquí y allá por granjas y campos
interminables.
Ethan tiene razón, no estoy aquí para encargarme de la vida de otra
persona y es mejor que vuelva a casa.
Bastante tengo con mis propias preocupaciones, le he mentido cuando
me ha preguntado qué hago en Hasyville.
6
EMILY

Termino mi cena y como lentamente mientras mi mente se llena de


pensamientos sobre Ethan y Harper.
Después de terminar, coloco el plato en el lavavajillas y limpio las migas de
la encimera.
Me acerco a las ventanas que dan a los campos del sur y me pregunto
cómo les estará yendo en este momento... si el bebé estará llorando, si
Ethan ha logrado darle el biberón correctamente y si finalmente han
conseguido dormirse.
Paso las yemas de mis dedos por mi rostro y una mezcla de sorpresa y
normalidad me invade al descubrir que estoy llorando.
¿Qué diablos me sucede?
No los conozco lo suficiente como para sentirme así, aunque el hecho
de que mi padre biológico nos abandonara a mi madre y a mí cuando yo era
un bebé tal vez tenga algo que ver.
Intento controlar mis emociones y racionalizar mis sentimientos, pero la
conexión que he empezado a sentir con ellos es inexplicable. Tal vez sea el
instinto maternal que se despierta en mí al ver a Ethan cuidando de Harper
con tanta dedicación. O tal vez es la nostalgia de lo que nunca tuve, la
imagen de una familia unida que siempre anhelé, con un padre que te
quiere.
No puedo evitar sentir que ese bebé abandonado, una vez fui yo.
Suspiro profundamente y me seco las lágrimas.
¿Qué hará Ethan cuando tenga que trabajar? ¿No deberíamos anteponer
el bienestar del pequeño a nuestras propias inseguridades?
Vuelvo a secarme los ojos y, antes de poder reconsiderarlo, cojo mis
llaves y camino a través de la hierba que me separa de su casa.
7
ETHAN

Caminando por el salón con Harper en brazos, siento sus labios


húmedos pegados a mi cuello y un profundo respeto por todas las madres.
Desde que Emily abandonó mi casa, no he logrado que el niño se
duerma y estoy exhausto. No solo por la falta de sueño, sino por haber
pensado tanto en ella, en su cabello, en su aroma, en sus hermosos ojos
esmeralda y su atractivo trasero. Incluso en lo acogedora que parecía mi
casa con ella moviéndose de un lado a otro con Harper. ¿Qué me está
sucediendo?
El sonido de una llamada a la puerta rompe el silencio, y Harper se
sobresalta, extendiendo sus manitas. Veo que ha vuelto a abrir los ojos y
contengo mi irritación mientras me acerco a abrir, rezando para que sea mi
hermano y que todo esto haya sido un simple error por su parte. Pero en
lugar de él, me encuentro con Emily en el porche.
—Vaya, eres tú —digo, y la veo fruncir el ceño.
—Lamento decepcionarte y que mi presencia, una vez más, te moleste
—comenta, ladeando la cabeza y dejando que su coleta repose sobre su
hombro.
Tengo que luchar contra la sensación de alegría que surge en mi pecho
al verla nuevamente.
Esta tarde he sido un idiota. Le pedí ayuda, pero mis prioridades
cambiaron cuando me di cuenta de que su presencia me perturbaba por
cómo resaltan sus largas pestañas en sus ojos azules, o cómo ese vaquero
que llevaba puesto resaltaba sus curvas.
No estoy decepcionado en absoluto, aunque debería estarlo.
—Solo esperaba que fuera mi hermano, nada más.
—Eso sería lo ideal, pero la persona más maravillosa que puede estar
aquí en este momento, soy yo. Así que... —Me ofrece una leve sonrisa y mi
mirada se posa en sus labios carnosos, traicionándome por completo— ¿No
me vas a invitar a pasar?
Aquí estoy, parado como un idiota, pensando en lo hermosa que se ve
con esa sonrisilla en la cara.
Me aparto y sostengo la puerta para que entre.
—Claro, pasa.
—Solo quería ver cómo te va con Harper. Supongo que, como mujer, el
instinto de protección aflora como las flores en primavera.
—¿Tienes todo tu vocabulario relacionado con las flores?
—¿Y tú con gruñidos? —me pregunta, obligándome a contener uno.
Decido cambiar de tema.
—No he podido volver a dejarlo en la cama, así que no paro de ir con él
de un lado para otro. —Emily me mira los brazos y un deseo inesperado
vuelve a golpear mi pecho.
—A los bebés les gusta que los tengan cerca —murmura—. Piénsalo. Si
hubieras pasado los primeros nueve meses de tu vida en un lugar cálido y
acogedor, también querrías tener esa sensación afuera.
Me doy cuenta de que estoy parado frente a ella pensando si también le
gustaría que la cargara y la abrazara para tener esa sensación de protección.
Hay algo en ella que evoca que es como un pajarillo herido, huele a
fragilidad, aunque intente hacerse la dura.
Me digo a mí mismo que debería bloquear esos pensamientos intrusivos
e inapropiados hacia mi vecina.
—Lo siento, soy un negado para muchas cosas. Supongo que nunca
tuve esa sensación en mi casa. He hecho café, ¿quieres una taza?
Ella parece complacida y sonríe.
Mi corazón da un pequeño vuelco al ver cómo cambia su expresión,
desvaneciéndose la seriedad y volviéndose casi juvenil de nuevo.
Se ve tan dulce con esos ojos vivarachos y esa sonrisa tímida...
—Un café suena genial. Parece que este pequeñín va a dar guerra esta
noche. Los bebés son seres humanos pequeñitos y deben sentirse
descolocados, tanto o más que tú.
—Bueno, al menos no soy el único que se siente descolocado. Supongo
que eso nos aporta algo en común —digo con una sonrisa.
Emily asiente mientras entramos en la casa y me dirijo a la cocina.
—Es cierto, pero ¿sabes una cosa?, los bebés tienen una forma especial
de enseñarnos paciencia y darnos lecciones de vida inesperadas.
Mientras sirvo el café, no puedo evitar soltar una risa.
—Supongo que Harper está empeñado en darme todas esas lecciones al
mismo tiempo.
Emily se ríe y toma asiento en la mesa de la cocina cuando Harper
comienza a llorar desconsoladamente. Estoy desesperado y ella lo nota
cuando hago una mueca de hastío.
—¿Le has dado el biberón ya? —pregunta con tono crítico.
—Sí, ya le he dado el biberón. También ha eructado —respondo,
tratando de defenderme.
—Dámelo a mí, tú termina de servir ese café.
Los llantos de Harper se calman cuando Emily lo toma en brazos.
Me giro en el acto cuando el pequeño deja de llorar por completo.
—Quizá esté incómodo. ¿Tú qué dices, pequeñito? —le habla al bebé, y
dirijo mi atención a ellos, dejando la cafetera sobre la base caliente.
La expresión en el rostro de Emily es extraña, como una mezcla de
culpabilidad y pánico, aunque desaparece rápidamente.
—No estoy seguro —respondo—. No puedo decirlo con certeza. Pero
seguro que tú lo sabes, esta tarde parecías muy hábil con él.
—Fue solo suerte. Simplemente... recordé algunas cosas que he visto
hacer a algunas amigas —contesta, mientras llevo el café a la mesa.
—Pues parecía que sabías exactamente lo que estabas haciendo —le
reprocho, sintiéndome más inepto aún, algo que detesto, ya que me gusta
tener el control de todo lo que hago.
—La verdad es que nunca antes había cuidado de un bebé. Las cosas en
las que pensé eran solo cosas de las que había oído hablar, no experiencias
propias —levanta la barbilla, poniendo fin al tema.
—Lo alimenté, le di palmaditas en la espalda como me indicaste, lo
puse a dormir, pero cada vez que lo dejaba...
—Probablemente ya sea hora de cambiarle el pañal, ¿no crees?
Claro, había olvidado algo importante.
Estaba tan concentrado en recordar todos los pasos que olvidé por
completo verificar si necesitaba un cambio de pañal.
Emily rodea la encimera y me entrega al pequeño.
—Aquí tienes, tío Ethan —dice con ligereza—. Te toca encargarte de
los pañales. Yo me ocuparé del café. ¿Con leche y azúcar?
8
EMILY

Mientras Ethan se prepara para cambiarle el pañal a Harper, me acerco


sigilosamente y observo la escena.
Ethan, con una expresión de determinación, levanta las piernas de
Harper y lucha por deshacerse del pañal sucio. Sus movimientos son un
tanto torpes y parece tener dificultades para mantener el equilibrio.
Sus manos grandes y ásperas, acostumbradas al trabajo duro, ahora
luchan con un pañal.
No puedo contener la risa y me acerco, sin hacer ruido, para observarlo
más de cerca.
Cuando finalmente Ethan logra retirar el pañal, suelta un suspiro de
alivio. Pero, justo cuando va a agarrar el pañal limpio, se le escapa de las
manos y cae al suelo.
—¡Vaya, vaya! Parece que el tío Ethan necesita algunas lecciones de
cambio de pañales —comento, divertida, mientras me muerdo el labio
inferior para contener la risa.
Ethan levanta la mirada y se encuentra con mis ojos burlones.
—Oh, muy graciosa. Tú deberías intentarlo entonces, a ver qué tan bien
te va —responde Ethan, sonriendo con sarcasmo.
Acepto el desafío y me acerco, tomando el pañal limpio y colocándolo
hábilmente debajo de Harper. Mientras Ethan me observa con asombro,
deslizo el pañal sucio en un movimiento rápido y seguro, asegurándolo en
su lugar.
—¡Voilà! ¡El cambio de pañal perfecto! ¿Ves cómo se hace, señor
torpe? —exclamo, riendo abiertamente.
Ethan no puede evitar reírse también, reconociendo su propia torpeza.
—Está bien, está bien. Admito que necesito algo de práctica. Pero,
¿sabes qué? Tú puedes quedarte con el título de experta en cambios de
pañales mientras yo sigo mejorando mis habilidades —responde,
juguetonamente.
Ambos compartimos una risa contagiosa mientras Harper, ajeno a la
situación, nos observa curiosamente desde la mesa, y no puedo evitar notar
lo guapo que se ve Ethan en este momento.
Su expresión de determinación, a pesar de su torpeza, y su sonrisa
juguetona, me hacen sentir una atracción irresistible hacia él.
Sus ojos brillantes reflejan la complicidad que hemos creado juntos en
esta divertida situación.
Mientras nos reímos, mi mirada se desliza por su rostro, notando los
rasgos rudos y varoniles.
Aunque pueda parecer torpe en momentos como este, no puedo evitar
ver en Ethan a un verdadero vaquero, un hombre valiente y protector.
¿Era posible que esté empezando a gustar este hombre?
Su mirada intensa hace que mi corazón lata más rápido.
¿Cómo es posible que me esté sintiendo así?
Me pregunto si Ethan también percibe la electricidad en el aire.
Observo a Harper, quien nos observa curiosamente desde la mesa. En su
inocencia, parece comprender que algo especial está sucediendo en este
momento.
¿Podrán los bebés leer la mente de los adultos?
—No he tenido ni un momento para tomar un respiro. Y ahora tengo
que darte las gracias otra vez —comenta, dejando escapar un suspiro de
cansancio.
—No ha sido nada.
Ethan entrecierra los ojos, mirándome atentamente. Ha sucedido varias
veces a lo largo del día.
Esa evasión revela que hay muchas cosas que desconozco sobre Ethan
Brooks.
Tomo un sorbo de café, intentando mantener la calma.
—Esta noche todavía tengo que ocuparme de algunas tareas en el
rancho...
—Y siendo así, ¿por qué me has propuesto volver a mi casa? Ya había
aceptado quedarme aquí a echarte una mano.
Lo observo por encima del borde de mi taza.
Casi puedo escuchar cómo giran los engranajes de su cabeza mientras
piensa en qué decir a continuación.
—Sé que es una carga enorme, pero necesito encontrar a mi hermano
Graham, ocuparme de las tareas del rancho y no puedo llevarlo al granero
conmigo ni dejarlo aquí solo. Si acepto tu ayuda, me gustaría pagarte.
—No estoy segura de ser apta como niñera —respondo.
—Ibas a hacerlo gratis esta noche, así que no veo de dónde ha salido tu
inseguridad. Además, sería solo algo temporal.
—No es lo mismo, quieres pagarme como si fuera una profesional,
estoy segura de que en el pueblo habrá alguien más cualificado que yo para
cobrarte por ese servicio.
—Cuantas menos personas sepan sobre esto, al menos por ahora, mejor.
No puedo estar seguro de que alguien no haga una llamada telefónica a los
servicios sociales. Solo quiero mantenerlo seguro y hacer lo correcto.
—Lo entiendo, pero no sabría cuánto cobrarte. Yo ya tengo una
profesión —digo vacilando.
—Los dos sabemos que, en estos momentos, estás tan involucrada en
esto como yo, si no, no habrías vuelto una hora después de haberte
marchado a tu casa.
—A la hora de haberme mandado derechita a mi casa —lo corrijo.
—Vale, acepto que no debería haber hecho eso, a la vista está que me ha
podido el orgullo. Así que te suplico que no me hagas rogártelo —me dice
mesándose el pelo.
—Mmmm, suena tentador eso de oírte rogar algo. Apuesto a que no
estás acostumbrado a sentirte tan vulnerable.
—La verdad es que no, soy un vaquero solitario que suele cuidarse muy
bien solito.
—Pero se te acabó la soledad, Ethan, así que tendrás que ponerte de
rodillas y pedírmelo de manera formal.
—No estoy pidiéndote que te cases conmigo, solo quiero pagarte por
tus servicios de niñera.
—Ni yo aceptaría a ser tu esposa, no eres mi tipo —digo
categóricamente, aunque en el fondo de mi ser, las palabras suenan con la
boca pequeña.
—Y por Harper, ¿aceptarías formar parte temporal de esta familia?
Miro al pequeño, que ha cogido su pie derecho y se lo está llevando a la
boca, y después a su tío antes de contestar.
9
EMILY

—Está bien, pero solo lo haré por un tiempo, hasta que puedas
solucionar las cosas —respondo.
No puedo permitirme crear un vínculo. Sería demasiado fácil
enamorarme de Harper sin siquiera intentarlo.
Ethan suspira en voz alta.
—Gracias —dice aliviado—. No tienes idea de lo agradecido que estoy.
—Hay dos cosas que debemos hacer —murmuro—. Primero, Harper
necesita pañales, leche de fórmula, ropa, un carrito y una cuna. Quizá
alguien del vecindario tenga cosas que ya no use, pero necesitarás
ayudarme, no puedo cargar ciertas cosas yo sola con un bebé.
—Creo que la señora Bryan puede ayudarnos con eso, pero no sé qué
excusa poner. No quiero que empiece a divulgar rumores por el pueblo y se
entere de la existencia de Harper. Además, ¿y si mi hermano ha mentido?
Solo ha dejado una nota confusa, pero conociéndolo, puede que lo que haya
escrito ahí no sea verdad.
—Encontrar a tu hermano puede ser otra de nuestras prioridades.
¿Tienes alguna idea de cómo localizarlo?
—Estoy de acuerdo. —Él se frota la barbilla en un gesto pensativo—.
No puedo evitar pensar que puede estar en algún tipo de problema. —Se
levanta y deja la taza en el fregadero, luego apoya las manos en la encimera
—. Tengo un número antiguo, mañana lo llamaré y veremos si contesta. Lo
último que supe es que estaba en Topeka.
—Tal vez la madre tuvo a Harper en el hospital más cercano a esa
localidad. No perdemos nada por preguntar.
—Solo sabemos el nombre y el apellido paterno, creo que va a ser
difícil saber si dio a luz allí porque no sabemos quién es.
—Tienes razón, pero si tu hermano fue quien la llevó al hospital, es
posible que haya registrado la entrada con su nombre. No perdemos nada
por intentarlo.
—Por supuesto —asiente aguantándome la mirada.
Ethan está tan atractivo que tengo que tragar saliva. Me digo a mí
misma que solo estoy cansada y que la oscuridad afuera hace que la cocina
parezca más acogedora de lo que realmente es.
—Creo que debería dormir a Harper, el día ha sido muy largo. Mañana
nos pondremos en marcha con todo eso.
—Está bien, si no te importa, voy a terminar de hacer algunas tareas del
rancho.
—Es tarde, ¿no podría eso también esperar a mañana?
—Los ranchos no duermen, ¿lo hacen las flores?
Sonrío en su dirección.
Ethan se acerca a mí, con una mirada comprensiva en sus ojos.
—No te preocupes, solo será un rato y luego descansaré. Quiero
asegurarme de que todo esté en orden para mañana —me dice.
Asiento con seriedad, admirando la dedicación y responsabilidad que
Ethan muestra hacia el rancho.
Sus ojos reflejan una profunda pasión por su trabajo, y eso me hace
apreciar aún más su compromiso.
—Entiendo. Harper y yo estaremos bien. Nos vemos mañana —digo
con una sonrisa reconfortante, mientras coloco suavemente mi mano en su
brazo en un gesto de apoyo.
A medida que me alejo de Ethan, siento cómo mi corazón late un poco
más rápido.
Aunque este acuerdo es temporal, no puedo evitar sentir una conexión
especial con él y, sobre todo, con el adorable Harper. Es como si nuestros
destinos se hubieran entrelazado en este momento crucial.
Adentrándome en la habitación, lo acuno suavemente en mis brazos,
sintiendo la calidez de su cuerpecito contra el mío.
En este instante, una determinación indomable se apodera de mí.
Estoy dispuesta a enfrentar cualquier obstáculo que se presente, porque
sé que este pequeño se merece todo el amor y la protección que puedo
brindarle.
10
ETHAN

Cuando Emily se retira a la habitación con Harper, me marcho decidido


a terminar las tareas pendientes del rancho.
El resplandor cálido de la luna baña el paisaje de Kansas, creando un
ambiente mágico que resalta las siluetas de los animales pastando en la
pradera y los contornos de las construcciones de madera en la distancia.
Mientras realizo las tareas, como reparar una cerca dañada por el viento
y revisar los corrales, los pensamientos sobre Emily no dejan de rondar mi
mente.
Su presencia en mi vida es refrescante y reconfortante, como una brisa
suave que alivia el agotamiento de los largos días de trabajo.
No puedo evitar recordar su bonita sonrisa y sus ojos llenos de
determinación, que reflejan la fortaleza y la bondad que lleva en su interior.
Nunca antes la había visto de ese modo.
Cuando llegó a Haysville, hace ya siete meses, nuestro primer
encuentro no fue lo que se dice agradable.
No voy a negar que por aquel entonces ya me pareció atractiva, pero
también una chica amargada que estaba obsesionada con las normas
vecinales.
Yo soy responsable en mi trabajo, y algo más distraído con las cosas
que, para mí, no tienen mucha importancia.
Sin embargo, ahora, mientras mis manos hábiles trabajan en cada tarea,
mi mente divaga hacia los pocos, pero intensos momentos que hemos
compartido juntos durante este día.
Recuerdo la forma en que Emily ha tocado mi brazo con ternura, y
cómo su voz suave y tranquilizadora ha sido un bálsamo para mi alma en
medio del caos.
El aire fresco de la noche acaricia mi rostro mientras me detengo un
instante para admirar el cielo estrellado.
Las constelaciones brillan con intensidad, y el deseo de poder compartir
esta vista con Emily, envueltos en una manta mientras conversamos bajo la
luz titilante de las estrellas, me sacude la mente. Imagino sus risas y
nuestras miradas entrelazadas en ese mágico escenario nocturno.
«¿Desde cuándo te has vuelto tan sentimental?», me pregunto
mentalmente.
Después de una infancia difícil, aprendí a vivir de manera solitaria
como una forma de protección. El dolor y la inestabilidad en las relaciones
familiares me dejaron profundas cicatrices emocionales. Desarrollé un muro
protector y me volví cauteloso a la hora de formar lazos.
La soledad se convirtió en mi refugio, permitiéndome controlar mi
entorno y protegerme de las heridas del pasado. Aprendí a depender de mí
mismo, encontrando consuelo en la naturaleza y en mi trabajo en el rancho.
Aunque la decisión de vivir de manera solitaria puede parecer un
mecanismo de defensa, también hay una parte de mí que anhela la conexión
humana y el amor.
Sin embargo, el miedo a que me hieran de nuevo y la incertidumbre
sobre si puedo confiar en los demás me han mantenido siempre alejado de
establecer vínculos profundos y duraderos.
A medida que avanzo con las tareas, me doy cuenta de que Emily se ha
convertido en un faro de esperanza.
Su presencia me tranquiliza.
No quiero que Harper corra la misma suerte que yo, en el fondo,
agradezco que, si realmente es sobrino mío, mi hermano haya decidido
dejarlo a mi cargo.
Mientras los recuerdos de Emily persisten en mi mente, una sonrisa se
dibuja en mi rostro.
11
ETHAN

El aire fresco de la noche acaricia mi rostro mientras abro la puerta de


la casa y entro en silencio.
La tranquilidad envuelve cada rincón, y la suave luz de la lámpara crea una
atmósfera acogedora.
Cuando llego a la habitación, veo a Emily aún vestida, recostada en la
cama con Harper durmiendo pacíficamente a su lado.
Me detengo en el umbral, observándolos con ternura. El pequeño
Harper parece tan frágil y sereno en sus brazos, que una sonrisa se dibuja en
mi rostro.
Con pasos ligeros y cuidadosos, me acerco a la cama y me siento junto
a Emily.
La observo con admiración mientras su rostro refleja la serenidad del
sueño.
Su cabello cae suavemente sobre su hombro y, sin poder evitarlo, aparto
un mechón delicadamente para admirar su rostro angelical.
Con suavidad, cubro a Emily y a Harper con una sábana ligera,
asegurándome de que estén cómodos y protegidos.
Me inclino y le doy a Harper un beso en la frente.
Me levanto lentamente, dejándolos descansar, y salgo de la habitación
para ir al baño a darme una ducha.
La casa del rancho no es grande, tres habitaciones y un baño en dos
plantas, pero las otras dos estancias no están habilitadas para el descanso,
más bien son un nido de recuerdos familiares, aunque en mi casa nunca
fuimos una verdadera familia, así que me toca dormir en el sofá.
Cierro los ojos y dejo que el agua me abrace, pensando en lo mucho que
Emily me ha impactado en tan poco tiempo.
Su dedicación hacia Harper y su disposición para ayudarme en la
búsqueda de respuestas me ha dejado impresionado.
Es una mujer fuerte y valiente, y con mucha capacidad de desafío.
Pero también me preocupa.
Me inquieta que al involucrarse en mi vida y en la situación de Harper,
pueda verse afectada por el caos y la incertidumbre que me rodean.
Mi deseo de protegerla se mezcla con el miedo de repetir los errores del
pasado.
Termino la ducha y salgo del baño, envuelto en una toalla.
Me dirijo al salón y me estiro en el sofá, pensando en lo extraño que es
tener a alguien más en esta casa que siempre ha sido un refugio solitario
para mí.
Mientras me acomodo en el sofá, miro al techo y reflexiono.
La noche se desvanece lentamente mientras me sumerjo en
pensamientos y emociones encontradas.
En medio de todas las preocupaciones y temores, hay una chispa de
esperanza y un sentimiento de que, tal vez, esta vez las cosas pueden ser
diferentes.
12
EMILY

Me despierto temprano y por un momento no sé dónde estoy. Alguien


nos ha cubierto con una sábana y me he despertado acalorada.
Mis ojos se adaptan a la luz tenue y miro hacia mi lado en la cama,
donde veo a Harper durmiendo plácidamente. Una sonrisa se dibuja en mi
rostro al contemplar su serenidad.
Decido levantarme y bajar al salón para preparar café. Al entrar, me
encuentro con una sorpresa:
Ethan está durmiendo en el sofá, desnudo.
Un rubor invade mis mejillas mientras mi mirada se desliza de manera
involuntaria por su cuerpo fuerte y bien formado. Cada músculo parece
esculpido a la perfección, como resultado de su trabajo duro como cowboy
en el rancho.
No puedo evitar sentirme atraída por su apariencia viril y ruda. Los
hombros amplios y musculosos, los brazos fuertes y definidos, el torso
marcado y el abdomen esculpido, y su entrepierna…
Unos instantes me quedo paralizada, admirando su figura masculina con
una mezcla de fascinación y deseo.
Me doy cuenta de que estoy observando algo privado, una imagen
íntima que solo debería ser para él.
El calor invade mis mejillas mientras mi mirada se desliza de manera
involuntaria por su cuerpo bien formado.
Mis mejillas arden mientras el conflicto interno se apodera de mí.
¿Debería cubrirlo con la toalla que está en el suelo?
Aunque me siento tentada a hacerlo, me contengo y dejo la toalla donde
está.
Con pasos suaves, me dirijo a la cocina y comienzo a preparar el café,
tratando de distraerme y apartar los pensamientos subidos de tono que
invaden mi mente.
Mientras el aroma del café se expande por la casa, intento ignorar las
imágenes que persisten en mi cabeza.
Si bien siento una atracción hacia la apariencia física de Ethan, también
me siento incómoda al invadir su privacidad.
No es la primera vez en mi vida que veo a un hombre completamente
desnudo, pero ninguno se asemejaba al que acabo de ver tendido en el salón
durmiendo plácidamente.
13
ETHAN

Me despierto repentinamente al escuchar un ruido que proviene de la


cocina.
Parpadeo un par de veces, tratando de ubicarme en el momento, hasta
que caigo en la cuenta de que estoy completamente desnudo en el sofá.
Me levanto rápidamente, con cuidado de no hacer más ruido del
necesario, y busco a tientas la toalla que había dejado en el suelo. La recojo
rápidamente y la envuelvo alrededor de mi cintura, sintiéndome al menos
un poco más protegido.
Camino en silencio hacia la cocina, tratando de no hacer demasiado
ruido para no interrumpir el momento de tranquilidad de Emily.
A medida que me acerco, puedo escuchar suaves movimientos y el
aroma del café recién preparado llenando el aire.
Al llegar a la cocina, Emily está concentrada lavando el último biberón
que Harper se tomó la noche anterior.
Nota mi presencia a pesar de que no he dicho ni una sola palabra y su
mirada se encuentra con la mía y, por un instante, percibo una mezcla de
sorpresa y rubor en su rostro.
Es evidente que me ha visto desnudo antes y me recoloco la toalla
nervioso.
Intento no dejar que la incomodidad se apodere de mí. Me acerco a ella
con una sonrisa ligera y le digo en tono jocoso:
—Creo que hoy me he quedado sin pijamas.
—Sí, y que te has levantado con el arma cargada, vaquero —dice,
llevando la vista a mi entrepierna que, involuntariamente, levanta la toalla
como su fuera una tienda de campaña.
Ambos soltamos una pequeña risa nerviosa, aliviando la tensión que se
ha formado en el ambiente.
—Lo siento, no estoy acostumbrado a tener visita en casa.
—Tranquilo, tampoco es la primera vez que veo a un hombre desnudo y
sus erecciones matutinas. Nuestro cuerpo es más discreto en ese aspecto.
—Creo que debería ir a ponerme algo de ropa.
—¿Y privarme tan rápido de las bonitas vistas? Tómate un café, no
quiero que despiertes a Harper, le costó dormirse anoche —dice
tendiéndome una taza humeante con una sonrisa pícara que no le había
visto hasta este momento. La clase de sonrisa que podía hacerme perder la
cabeza en cosas extrañas y maravillosas a mis intenciones.
Sin duda, su apariencia angelical me cautiva una vez más, pero ya tengo
suficientes complicaciones. Coquetear con ella no me llevará a buen puerto.
Mi vida está aquí, en esta casa y en este rancho. Todo lo demás es
pasajero, capaz de entrar y salir sin previo aviso.
He construido mi vida de esta manera a propósito.
Lo último que deseo es parecer tonto e impulsivo y terminar tan infeliz
como lo fueron mis padres.
—Creo que yo también he dormido tan solo un par de horas —le digo
sentándome y ocultando mi erección debajo de la mesa.
—¿Demasiado trabajo anoche?
—Más bien preocupaciones. ¿Y si Harper no es mi sobrino? ¿Y si mi
hermano ha secuestrado a ese niño para obtener dinero de su familia?
—¿Lo crees capaz de algo así? —me pregunta ceñuda mientras toma
asiento en la mesa frente a mí.
—Hace tiempo que no confío en él —contesto, mesándome el pelo.
—Si el bebé fuera de otra persona, ya hubiéramos visto algo en las
noticias hace días, ¿no crees? A menos que lo secuestrara ayer y lo trajera
directamente aquí con una bolsa llena de cosas de bebés, y la verdad, me
parece un poco improbable.
—Eso es porque no conoces a Graham Brooks.
—¿Quieres que pongamos la tele? Quizá podamos comprobar que a
Harper no lo está buscando nadie —me propone.
—Lo haría si tuviera una, no suelo verla, no tengo tiempo.
—No me he dado cuenta de que no tenías televisión. ¿Tan aislado te
gusta vivir del mundo exterior?
—Salgo al campo cada día, yo a eso no lo llamaría aislarse.
Simplemente tengo mi propio mundo exterior, como tú lo llamas.
De pronto, un llanto agudo rompe nuestra conversación, y ambos nos
levantamos como un resorte para ir a la habitación.
—Será mejor que te quedes ahí sentado, ya voy yo —me dice, cuando
la simple toalla que me cubre se desliza levemente.
14
EMILY

Mi corazón se acelera al ver cómo la toalla que cubre el cuerpo de


Ethan se desliza ligeramente.
Intento apartar mi mirada, pero es difícil resistirse a la tentación.
Debo recordar que esto es su casa, su espacio privado, y no debería
estar invadiendo su intimidad de esta manera con mis pensamientos.
Me apresuro a entrar en la habitación, encontrando a Harper llorando en
la cama.
Lo levanto con cuidado y lo sostengo en mis brazos, tratando de
calmarlo con movimientos suaves.
Aunque mi atención está en el bebé, mi mente no puede evitar volver a
la imagen de Ethan, desnudo y vulnerable en la cocina.
Intento enfocarme en Harper y en las preocupaciones que Ethan ha
mencionado acerca de su hermano.
¿Será posible que Harper no sea realmente su sobrino? La idea de un
secuestro y de la posible implicación de Graham Brooks me preocupa
enormemente.
Después de cambiarlo y con Harper en brazos, regreso a la cocina,
donde encuentro a Ethan sentado en la mesa, aún cubierto por la toalla.
Su presencia me hace sentir una extraña mezcla de confort y
nerviosismo.
—¿Cómo está Harper? —pregunta con una voz suave y preocupada.
—Está un poco inquieto, pero creo que se calmará en cuanto le demos
de comer.
Ethan suspira y baja la mirada, como si estuviera sumergido en sus
propios pensamientos.
—Deberíamos contactar con la familia materna de Harper, si es que la
hay. Llamar a los hospitales como sugeriste.
—Tal vez deberíamos considerar hablar con las autoridades y preguntar
por tu hermano. Si hay alguna posibilidad de que Harper no sea tu sobrino,
es importante resolverlo cuanto antes.
Ethan asiente, con una expresión de determinación en su rostro.
—Tienes razón. Haré algunas llamadas hoy mismo y veré qué podemos
descubrir. No puedo dejar que mi hermano se salga con la suya si está
involucrado en algo turbio.
La seriedad de la situación nos une en un propósito común.
Aunque solo hemos pasado poco tiempo juntos, siento que confío en
Ethan y que puedo apoyarlo en esta difícil situación.
Mientras Harper se calma en mis brazos, Ethan se levanta de la mesa y
se acerca a mí lentamente. Me mira fijamente, como si estuviera buscando
algo en mi rostro.
—Emily, quiero agradecerte que estés aquí y por ayudarme en todo
esto. No sé qué haría sin ti.
Sus palabras me tocan profundamente, y siento un nudo en la garganta.
Quiero decirle que estoy aquí para él, que lo apoyaré en cada paso del
camino, pero mis palabras se quedan atrapadas en mi interior.
En cambio, le sonrío y le digo:
—Estoy aquí para apoyarte, Ethan. No tienes que enfrentar esto solo.
Juntos encontraremos la verdad y protegeremos a Harper.
Ethan asiente, y en sus ojos puedo ver una mezcla de gratitud y
determinación.
—¿Puedes prepararle el biberón? —le pregunto con nerviosismo, su
mirada penetrante me altera.
—Claro, siempre y cuando vigiles lo que hago para no cagarla. —
Harper nos mira y suelta un balbuceo feliz—. Este pequeñín y yo confiamos
en ti.
Sonríe ante mi comentario y asiente con determinación.
15
ETHAN

Preparo el biberón con una minuciosidad que raya en la obsesión.


Cada medida, cada indicación precisa de Emily, la sigo al pie de la letra.
Pero mi mente no está del todo centrada en la tarea. Mis pensamientos se
desvían constantemente hacia Harper, hacia la incógnita de su identidad y
hacia los secretos que rodean su llegada a nuestras vidas.
En ese instante, Emily se acerca a mí, su presencia envolvente casi
rozando mi cuerpo. Puedo sentir el calor que emana de ella, esa energía
vibrante que me desconcierta y me hace desear un contacto más íntimo.
Trato de concentrarme en lo que estoy haciendo, pero sus ojos me atrapan
una vez más.
Ella sonríe, asintiendo en silencio, mientras nuestros dedos se rozan en
el momento en que le entrego el biberón que he preparado con tanto
esmero.
Una corriente eléctrica recorre mi cuerpo al sentir su suave contacto, y
el tiempo parece detenerse.
En ese instante, en medio de la cotidianidad de la cocina, el mundo se
reduce a nosotros dos.
No puedo evitar preguntarme qué hay detrás de esos ojos llenos de
misterio y complicidad.
Sin embargo, la incertidumbre me asalta.
¿Será apropiado dejarme llevar por esta atracción? Ambos estamos
inmersos en una situación compleja, con un niño en peligro y un misterio
que amenaza con desmoronar nuestras vidas. Pero el deseo, esa fuerza
incontrolable, se hace presente, y me enfrento a una elección complicada.
La mirada de Emily es un cóctel de emociones, una invitación a
explorar lo desconocido y arriesgarse.
En medio del caos, nuestras miradas se conectan una vez más, y sin
palabras, siento que nuestros cuerpos se entienden. Somos un hombre y una
mujer adultos.
—Iré a sentarme al salón para darle el biberón, tú deberías vestirte, por
muy vaquero que seas, no puedes ir todo el día apuntado con esa pistola —
me dice echando un vistazo rápido a mi entrepierna, que, de nuevo, parece
haberse despertado.
Continúo mirando fijamente a Emily, con una sonrisa pícara en los
labios.
—Tienes razón, Emily. No quiero asustaros con mi estilo salvaje oeste.
Además, Harper no necesita verme así mientras le das el biberón —le
respondo, intentando mantener la compostura a pesar de la situación.
Ella se ríe y niega con la cabeza, mientras se aleja hacia el salón con
Harper en brazos.
La sigo con la mirada, apreciando su figura y deseando poder abrazarla
en este instante.
Me dirijo rápidamente a mi habitación, buscando algo que ponerme.
Mientras revuelvo mi armario, una idea se apodera de mí. Quizás pueda
hacer de este momento una oportunidad para sorprender a Emily.
Finalmente, encuentro una camisa desgastada sin mangas, pero con
estilo, unos jeans ajustados y unas botas. Me visto rápidamente y me miro
en el espejo.
Regreso al salón, donde encuentro a Emily alimentando a Harper.
Nuestros ojos se encuentran de nuevo, y no puedo evitar soltar una frase
con un tono divertido.
—Espero que Harper no se haya quedado con hambre por culpa de mi
pistola —le digo, haciendo una mueca cómica.
Emily no puede contener la risa y Harper parece contagiado por nuestra
alegría. La atmósfera se llena de complicidad y ligereza.
—Ethan, eres todo un personaje. Pero te aseguro que Harper está
satisfecho y feliz —responde Emily, con una sonrisa radiante que ilumina la
habitación.
Me acerco a ella y acaricio suavemente la mejilla de Harper.
—Es imposible no encariñarse con un bebé —digo mirando los ojitos
vivarachos de Harper.
—Tienes razón, Ethan. Harper es realmente adorable. Te roba el
corazón en un instante. Es difícil no encariñarse con él.
Nuestros dedos siguen acariciando la suave piel de Harper.
—Será mejor que me ponga en marcha. Tengo que preguntar a la señora
Bryan si puede prestarnos algunas cosas para el bebé y hablar con el sheriff
y que averigüe algo de mi hermano —digo volviendo a la realidad.
—¿Qué le vas a decir a la señora Bryan? No la conozco mucho, pero se
comenta que es un poco chismosa.
—He pensado contarle una verdad a medias. Que tengo el bebé de un
familiar de visita.
—Supongo que no es a medias, es prácticamente toda la verdad, no
hace falta que le des muchas más explicaciones.
—Tras darle vueltas al asunto, es absurdo inventarse alguna otra excusa
que complique más las cosas —le digo encogiéndome de hombros.
Emily asiente mientras juega con el pequeño.
—Bien, yo también creo que debo ponerme en marcha. Si no te
importa, me llevaré a Harper a mi casa, tengo que hacer un par de cosas
importantes antes de mediodía.
—¿Alguna investigación sobre flores?
—Más o menos —dice de manera escueta.
Sonrío ante su respuesta enigmática. Emily siempre tiene ese toque
misterioso que me intriga y me atrae aún más hacia ella.
—Está bien, llévatelo a tu casa. Sé que estarás pendiente de él. Y
prometo ponerme en contacto con el sheriff y obtener cualquier información
que pueda ayudarnos a descubrir la verdad sobre mi hermano y la situación
de Harper.
Nos levantamos del sofá y nos dirigimos hacia la puerta, ella con
Harper en brazos. Antes de salir, me detengo y miro a Emily con una
sonrisa.

—De nuevo gracias, Emily. No sé qué haría sin ti en medio de todo


esto.
Ella me devuelve la sonrisa y me mira con sinceridad.
—Tranquilo, nos vemos luego.
Veo cómo Emily se aleja con Harper en sus brazos.
A medida que se va, una parte de mí se siente vacía, pero sé que es
necesario que ella se ocupe de sus asuntos y yo de los míos antes de
reunirnos nuevamente.
Cierro la puerta y me quedo solo en la casa, con mis pensamientos y la
determinación de descubrir la verdad.
Con renovada determinación, saco mi teléfono y marco el número del
sheriff.
Es hora de buscar respuestas y enfrentar la verdad, por difícil que sea.
Después de unos tonos, el sheriff responde al teléfono.
—Sheriff Johnson al habla, ¿en qué puedo ayudarle?
—Hola, sheriff. Soy Ethan Brooks. Quería pedirle un favor. Necesito
información sobre mi hermano, Graham, y cualquier pista que pueda tener
sobre su paradero.
El sheriff guarda un breve silencio antes de responder.
—¿Por qué no te pasas por aquí para eso? No creo que pueda darte
muchas respuestas por teléfono.

SIGUE LEYENDO AQUÍ: https://amzn.to/46Dg803

También podría gustarte