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Trabajo Final:

“El mundo contemporáneo y sus


transformaciones: sociedad, escuelas y
estudiantes”

Aula: 114

Tutora: Luciana Calcagno

Cursante: Leandro Segado

DNI: 31606849
Comencé este curso con expectativas, dado que el mismo estaba coordinado por Javier
Trímboli, profesor e intelectual que “sigo” (escucho su podcast del Ministerio de Cultura que
hace junto a Julia Rosemberg, etc). A su vez, la temática, el mundo contemporáneo, me
interpela de cerca. Soy un trabajador de la educación, tengo dos hijos/as y me mudé
recientemente desde la Ciudad de Buenos Aires a Neuquén. En esta humilde reflexión me
centré en la cuestión ecológica dentro de los temas que hemos visto.

La crisis climática la puedo vivir y observar: los ríos que circundan a la ciudad en la que
vivo, estos son, el Limay y el Neuquén, estuvieron hasta el año pasado con mínimos
históricos. Al mismo tiempo, estos ríos, sobre todo el Limay, a través de la Represa El
Chocón, proveen de energía eléctrica a gran parte del país, a AMBA por ejemplo, a partir de
la erogación de agua de esas represas. Pero esta erogación, de algún modo, deja con menos
agua a toda esta región. Estamos hablando de agua potable, que se utiliza para consumo
humano y animal; riego de chacras de donde se cosechan frutas, verduras, viñedos y para el
fracking, técnica para extraer petróleo de pozos no convencionales. Por lo que hay una suerte
de ‘disputa’ por un bien común, esencial para la vida, que se utiliza para que muchos hogares
y empresas puedan consumir energía eléctrica y para que máquinas facturadoras saquen
petróleo del subsuelo y lo conviertan en mercancía vendible y consumible. Entonces, hay un
bien común -el agua- y otro -el petróleo- que permiten a las clases dominantes explotarlos y
mediante su explotación garantizar consumo energético (eléctrico y de combustible en
automóviles, etc) a grandes franjas de población. A su vez, permite la exportación de
petróleo, permitiendo al Estado aumentar sus reservas de divisas y con esas divisas pagar
deuda externa, y garantizar cierto gasto público. Desde ese lugar, uno podría estar de acuerdo.
Pero estas explotaciones mencionadas, se realizan a costa de un consumo de agua muy
elevado, para que luego, en el caso del petróleo, cuando sea utilizado, aumente el
calentamiento del planeta, por el dióxido de carbono emanado. Esta situación contradictoria
me recuerda a la que elaboran Danowski y Viveiros de Castro, cuando argumentan que “(...)
para sacar a la población de la pobreza es necesario crecer económicamente. Y ahí tenemos
un dilema: si la economía crece con el uso cada vez mayor de energía altamente
contaminante como el petróleo y el carbón, vamos a destruir el planeta” (p. 2). En la película
La princesa Mononoke, también se grafica este “dilema”: por un lado hay una sociedad que a
partir de la extracción de hierro y madera, de la montaña y del bosque, elabora mercancías
que puede vender y así crecer y darle trabajo y sustento a leprosos y ex trabajadoras sexuales.
Por otro, una depredación de esos bienes comunes, avanzando sobre fauna y flora, lo que
genera una guerra contra las fuerzas de la naturaleza.

El ser humano siempre ha satisfecho sus necesidades a partir de la explotación de la


naturaleza, pero desde la Modernidad (sobre todo desde la Revolución Industrial) se ha
potenciado esta instrumentalización de la naturaleza ya que se percibe “(...) todo árbol como
madera en potencia. Es decir, sólo utilidad. Por eso la época moderna, que finalmente fue su
momento de realización, implica la ‘ilimitada instrumentalización de todo lo que existe’. Sólo
la existencia del hombre cuenta, la de la tierra sólo en relación con él, a su servicio. ”
(Trímboli, 2022, p. 9). Esta superexplotación de la naturaleza se ha potenciado desde la
llamada Era Atómica (Trímboli, 2022; Percaz y Trímboli, 2022).

Volviendo a mi vida personal, por momentos me da cierta “eco ansiedad”, es decir, un


pesimismo sobre lo que vaya a suceder con el planeta. Caigo en lo que Fischer nombra
“realismo capitalista”, esto es “(...) la idea muy difundida de que el capitalismo no solo es el
único sistema económico viable, sino que es imposible incluso imaginarle alternativa” (Fiser,
2016, p. 22). Al mismo tiempo, considero, que el hecho de haber decidido tener hijos/as, no
una vez sola, sino luego del primero, otro más, de alguna manera, me está haciendo creer en
las generaciones futuras, en lo nuevo, en que ese fatalismo que por momentos nos gana a los
pesimistas de la razón, se transforme en optimismo de voluntades jóvenes que abran nuevos
horizontes, en armonía con la naturaleza y con justicia social. Este optimismo lo observé en
varias entrevistas a jóvenes que visualicé en el Padlet. Ellos/as no ignoran que el planeta se
está agotando, pero prevén un futuro más utópico que distópico. Esta situación nos da, como
sociedad, un haz de luz de esperanza. Que así sea.
Referencias

● Entrevista a Eduardo Viveiros de Castro y Déborah Danowski. Diálogos del fin del
mundo. El país (2014). Recuperada de:
https://elpais.com/internacional/2014/10/01/actualidad/1412193739_781432. html
Fecha de consulta: 26 de septiembre de 2022.

● Fisher, Mark, (2016) "Es más fácil imaginarse el fin del mundo que el fin del
capitalismo." En: Realismo Capitalista. ¿No hay alternativa? Buenos Aires: Caja
Negra

● Trímboli, Javier (2022). Clase Nro.3: La noción del mundo. El mundo contemporáneo
y sus transformaciones: sociedad, escuelas y estudiantes. Buenos Aires: Ministerio de
Educación de la Nación.

Videos

● Miyazaki, H. (1997) “La princesa Mononoke”.

● Percaz Laura, Javier Trímboli (2022) Videoconferencia INFOD

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