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Colombia
Poéticas 2021-2
Autores y Autoras
Harvey Alfonso Guarín Martínez
2019277030
Paula Andrea Leal Vásquez
2019277035
Jairo Eduardo Martínez López
2019277037
Sergio Yesid Urquina Aldana
2019277057
Verónica Valencia Muñoz
2019277059
Bogotá D.C
TIERRA
DE NADIE
PERSONAJES
Personajes principales
- Don Martín Eurípides coronel (Líder social)
- Marhez Sánchez (Miembro y líder de un grupo paramilitar)
- Edgar López (Victima del conflicto armado)
- Felipe “El flaco” (Perteneciente al grupo guerrillero)
Personajes secundarios
Margarita: (con una mirada de sorpresa y una leve sonrisa) ¡Tu! ¿Qué haces aquí?
Margarita: ¡No! Hablo de porque razón estas aquí en Pitalito, y tan solo, (se sonroja) eres
pieza clave de tu organización te atraparían fácil.
Marhez: A pesar de que seas mayor que yo, sigues siendo muy ingenua. Sabes que en este
país los paramilitares podemos andar en la calle sin ningún problema, nosotros ayudamos a
la policía y la policía a nosotros.
Margarita: Tienes razón, pero dime, ¿Qué te trae aquí? el paro nacional se aproxima…
Marhez: Estas entiendo, estoy aquí por la misma razón que tú, tan solo que yo no tengo
que cuidar a nadie, a mí me cuidan.
Marhez: ¿Entonces por qué a las 4:30 de la tarde pides un almuerzo? ¿Estabas muy
ocupada escoltando a tu jefe que se reúne con las diferentes localidades?
Margarita: El caso, tú sabes que tampoco podemos dejar de actuar, así como ustedes
planean darle apoyo y refuerzos a la policía, nosotros también tenemos que cuidar al
pueblo. Es injusto que ustedes tengan un poder político que va más allá de las armas y el
pueblo no se pueda defender contra eso.
Marhez: Nunca creí que este sea el último lugar que visite en mi vida, siempre pensaba que
iba a morir en las montañas de Muzo, o tal vez atravesado por una bala de alguno
guerrillero, o en vuelto en sabanas ahogado en el rio Minero. Pero uno no puede decidir el
día de su nacimiento ni el día de su muerte.
Margarita: El destino se lo fija uno mismo. Cuando salí de mi casa lo único que quería era
dejar de trabajar en el campo dejar de sembrar, sabía que tarde o temprano o el gobierno o
los paramilitares llegarían y acabarían todo. Solo quería ayudar a las personas ya fuese en
un hospital o en la misma calle luchando al lado de ellos, y lo estoy haciendo.
Marhez: ¿En dónde quisieras morir? Nadie quiere morir, pero ¿alguien quisiera nacer por
propia voluntad?
Margarita: Quiero una muerte tranquila, natural si es posible. Pero si tengo que morir hoy
moriré como yo quiera.
Margarita: ¿Pero de que estas hablando? Una maldita serpiente de sangre fría tiene más
tranquilidad y paz que tú, un ser sin alma y corazón que solo piensa en su beneficio.
Marhez: Dios sabe administrar la tierra, a unos les da sabiduría, como a mí. A otros les da
el poder de obedecer así todo se mantiene en un completo equilibrio.
Margarita: Pero que hijo de su… (Marhez la interrumpe sin dejarla terminar de hablar).
Marhez: Ya que hoy será mi último día de vida, desnudare mi mente ante ti; que estas
paredes llenas de paz sean testigos junto a estas hermosas matas que acompañan esta tarde
fría y lluviosa.
Marhez: La paz siempre ha sido eso a lo que quiero llegar, con la paz a mi padre tal vez
nunca lo hubieran asesinado ante mis ojos y hoy posiblemente yo me estaría graduando de
la carrera que siempre quise estudiar. Pero para que haya paz las personas tienen que sentir
el dolor y cuando uno siente dolor entiende a las demás personas y es ese punto en el que
uno madura, en el que uno encuentra su paz.
Margarita: Pues fue así como acordamos la última vez que nos vimos ¿no?
Marhez: Sigo diciendo que tu ingenuidad me lleva a otro mundo. La muerte va más allá de
acabar con las pulsaciones de un corazón. La muerte es reconocer quién eres tú en verdad y
dejar de mostrar aquello que no eres. Así que hoy mataremos nuestro pasado e iniciaremos
un nuevo futuro. Marcaremos nuestro destino como los dos lo imaginemos.
El Flaco: ¡Comandante!
El Flaco: No señor, no tengo sueño. He estado más de 24 horas acá cumpliendo con la
guardia mi señor.
Guerrero: No sea tan hijueputa entonces de decirme que no tiene sueño (se ríe
hipócritamente) vaya y se acuesta. Yo ya ando cansado de estar allá echado en la cama.
(El flaco un poco desconcertado por la orden que recibió, se va a descansar. Pues desde
hace mucho no dormía y sus pies no iban a soportar más tiempo de pie)
Aguilar: Oiga, pedazo de malparido (lanza una patada al pecho de Felipe) ¡Despierte!
El Flaco: (Sin entender que pasa se levanta rápidamente) Don Aguilar, ¿qué sucede?
Aguilar: (tirándolo al piso) ¿Usted por qué no está cumpliendo con su vigilancia?
El Flaco: Don Aguilar, Guerrero esta mañana me ordeno ir a dormir. Dijo que él iba a
vigilar.
El Flaco: (Aun sin entender que sucede, sale de la carpa en la que se encuentra) Señor! Le
juro que Guerrero esta mañana me ordeno ir a dormir. (alterado) No sé que pudo haber
pasado.
(En frente de todas las carpas del campamento se encuentra la cabeza de Guerrero
clavada a una estaca la cual tiene pintada una “P” encerrada en un círculo. El cuerpo no
se ve por ninguna parte).
Aguilar: (hacia el flaco) Por su culpa pedazo de hijueputa. (Al resto del campamento)
Alisten pues todo que en menos de 20 minutos tenemos que irnos de aquí. (gritando) Pero
muévanse, ¿o le quieren hacer compañía a Guerrero?
(Todo el campamento se mueve del lugar, después de estar cuatro días caminando. Se
ubican en un pueblo aledaño. San Vicente del Caguán).
Aguilar: Ahí les dejo a esta perra (Enciende un cigarrillo. Se retira del lugar sin evitar
reírse).
(Hombre por hombre se baja el pantalón. Uno a uno se toma el turno de agredir
sexualmente a Felipe. Felipe no deja de repetir las mismas palabras.)
El Flaco: (En forma de rezo) Divino niño, mi divino niño, solo una noche más. Divino
niño, mi divino niño, solo una noche más.
(Luego de que El flaco hubiese sido violado en retiradas ocasiones por los mismos
hombres de su escuadrón durante varios días, el comandante Aguilar, le ordeno a todo el
escuadrón que se movilizaran por todo el territorio en busca de hombres y niños que
fueran aptos para el grupo armado).
Fabián: No entiendo esta tarea, dice que debo hacer un anagrama, ¿Qué es eso?
Edgar: Es muy sencillo, en la escuela hermanito nos explicaron que un anagrama es crear
una palabra a partir de la reordenación de las letras de otra palabra, por ejemplo, tenemos la
palabra Amor…. (Edgar mira hacia donde está su padre)
Fabián: Si ¿Qué debo hacer con esa palabra? …. Edgar… oye sígueme ¡explicando!
Edgar: (volviendo a ver a su hermano) Perdón hermanito, te decía, tienes la palabra Amor
vas a buscar otra palabra que tenga las 4 letras de amor por ejemplo Roma.
Fabián: Ya entiendo, por ejemplo, la palabra “trama” la puedo convertir en “marta”, ¿Si
hermanito?
Edgar: No es nada, solo estoy esperando que termine su llamada para hablar con él.
Don Nepomuseno: Querido amigo tanto tiempo sin saber de ti, no volviste a trabajar en las
obras de caridad.
Don Martin Euripides: (en susurro) Amigo mio quisiera charlar pero no tengo tiempo,
llamo para darte malas noticias, hace ya mas de 4 años llego un grupo armado aquí al filo
del guayabal…
Don Nepomuseno: (Con tono de voz preocupado y en voz baja) ¿Qué estas diciendo?
Don Nepomuseno: No, mijo todo esta bien ¿por que lo pregunta?
Edgar: No estoy diciendo eso, no hablo de que no estemos seguros aquí, claro que lo
estamos, esta vereda es tranquila, a lo que me refería es que aún no hemos terminado
nuestras tareas, es tarde y mañana tenemos clase.
Violetta: Pero bueno, por una vez que no hagamos nuestras tareas no va a pasar nada.
Edgar: (En susurro) Que extraño jamás había visto a ese hombre en esta vereda.
Violetta: (En susurro) Claro que no es de acá, mira sus rasgos y su forma de vestir.
Edgar: Es una imagen de cristo crucificado, como la que tiene mi padre en la mesa de la
entrada (Pensativo) ¿Por qué traerá esa imagen? es raro se aferra demasiado a la imagen.
Edgar: Aaaah ahora si quieres irte, pues no, ahora te esperas voy a ver si el señor necesita
ayuda.
Don Martin Euripides: ¿Muchacho conoces por aquí a un señor llado Nepomuseno
Lopez?
Edgar: (Sorprendido) ¡Sí! Es mi papá señor, (pensativo) Disculpe Señor ¿Cómo es que
usted conoce a mi papá?
Don Martin Euripides: (Observando de pies a cabeza a edgar) ¿Eres Edgar Lopez?
Don Martin Euripides: (Alegre) Muchacho que grande estas, no pude reconocerte, mucho
gusto, mi nombre es Martin Euripides Ramirez Coronel soy un buen amigo de tu padre.
Edgar: Don Martin Eurípides un gusto conocerlo, supongo es usted la visita que mi papá
esperaba.
Don Martin Euripides: Asi es muchacho, vengo a visitar a tu padre y ver que tal se
encuentra la vereda.
Edgar: Don Martin Eurípides sígame lo llevo a casa, mi padre se encontraba ansioso por su
visita.
(Don Martin Eurípides y Edgar se disponen a caminar a la casa de Edgar sin saber que a
causa de la llegada de Don Martin Eurípides vendría la desgracia para la familia López a
manos de los grupos armado)
Aguilar: (Con voz temblorosa) Bueno pues, hoy los quiero ver machitos llenándome de
orgullo de todo lo que han aprendido en los últimos años. Quiero que vayan y encuentren a
hombrecitos dispuestos a servir como algún día ustedes lo hicieron. No quiero que me
traigan niñitos inservibles como todos aquellos que estuvieron con ustedes y no aguantaron
ni solo un mes los cabrones.
Guerrillero 1: Mi señor, ¿precisamente tienen que ser niños? ¿No podemos ir por los
hombres más fuertes? Es de suponer que tienen mayor experiencia con las ar.. (es
interrumpido por Aguilar).
Aguilar: ¡No sea marica! ¿Acaso no le quedó claro que entre más peladito mejor? (se ríe
sarcásticamente) Entre más jovencitos mejor, no se enferman tan rápido y suelen resistir
más ante cualquier vaina. Los adultos cuando son capturados lo único en lo que piensan es
en escapar y lo intentan hasta lograrlo. En cambio, entre más peladitos, más fácil de
controlarlos. Con el simple hecho de decirles que pronto van a volver a los brazos de sus
familias, al pecho de sus madres se rinden, dejan de pelear y al final aceptan su nueva
realidad.
(Entre todo el pelotón se hacen un silencio absoluto, nadie responde ante lo que Aguilar
acaba de mencionar. Se escucha de fondo un disparo y de nuevo vuelven a tomar su
postura).
Aguilar: Bueno, bueno. No me vayan a llorar que este no es tiempo para maricaditas. Eso
déjenselo cuando estén con Felipe (Se ríe).
(Por orden directa de Aguilar tuvieron que invadir y tomar a puro plomo el control del
territorio. El Flaco y todos los hombres del escuadrón recibieron órdenes de dispararle a
toda persona que saliera de sus casas sin orden alguna o en algún horario no autorizado).
Aguilar: Quiero que mañana usted vaya y dirija una operación que le voy a encargar. Yo
los voy a acompañar en la espalda y va a ser usted quien de las órdenes.
El Flaco: Pero señor, yo no sabría que decirle a nuestra gente si se llega a presentar algún
problema.
Aguilar: No se preocupe Felipe, la vuelta es muy fácil. Mire, mañana temprano salen todos
los peladitos para la escuela y como ninguno de ustedes ha sido capaz de conseguirme
hombres para mí, entonces necesito que vayan y me cojan a todos esos peladitos y me los
lleven hasta el campamento. Y apenas hagan eso, nos desplegamos todos. Ya no tenemos
nada que hacer acá.
Aguilar: ¿Pero que marica? Responda que sí y no sea imb… (Lo interrumpe el Flaco sin
dejarlo terminar de hablar)
El Flaco: Si, si, si señor. Claro que sí. Cuente con eso.
Aguilar: Ah bueno, eso mismo pensé. Vaya más bien alístese y avísele al resto de los
hombres.
Miguel: Yo soy Miguel Andrés Zapata Vichada me dicen " Miguelito", soy nuevo en la
vereda. Me presento. Nací en 1985 en mi bella Florencia, en Caquetá, ¿de dónde soy, que
soy? Lo dejo a su imaginario
Nací en una familia como la mayoría, allí viví hasta los 5 años, mi padre Hernando Zapata
Muñoz trabajaba en el campo me consiguió alguito en la vereda el Darién a 2 kilómetros y
medio de San Vicente del Caguán, allí vivimos junto a Elvira de Muñoz Vichada, mi
madre, se me dan bien los números y el español, quiero ser ingeniero, una vez en mi
anterior colegio… (es interrumpido por la coronel)
(Cogieron a todo niño que los hombres consideraron aptos. Como Aguilar lo menciono. La
coronel y el Flaco eran los encargados de reclutar a todos ese día. Aguilar veía la escena
desde lejos con una risa perturbadora, como si toda la violencia ejercida a niños le
provocara placer).
La coronel: Estamos buscando jóvenes vigorosos y con una actitud arrolladora.
¡Compañera! Páseme el agua (La coronel toma un trago de agua del pulmón (cantimplora)
que le pasa la compañera como ella le dice. Se dirige a otro y le dice en voz baja.) Rápido
formen a esa gente para saber quién es apto para ser parte de nuestras filas.
Compañera: Firme mi coronel, los civiles ya están formados desde los más pequeños e
inservibles hasta los más grandes con buen potencial.
Miguel: Yo tenía mucho miedo, yo quería escuchar que era débil para que no me llevarán
con ellos. Le temía a la guerra.
(La coronel siguió revisando fila por fila y allí iba tomando del brazo y sacándolos de las
filas, al salir dos hombres vestidos con prendas militares, pero con una cinta en su hombro
que decía FARC tomaba a los jóvenes y los llevaban a un camión sin importar que se
negaran o patalearan).
(Toma a Miguel junto con cuatro de sus amigos de la fila, a los cuales llevan a rastras al
camión y cuando arrancó, Miguel resignado y con lágrimas pensó en que no volvería a ver
a su familia. Se sube la coronel al camión dirigiéndose a los muchachos dentro de el)
(Los niños son bajados del camión y los ponen en hilera uno al lado del otro)
Aguilar: (se ríe) Lo que usted quiera Flaco, lo que usted quiera. Pero principalmente para
que me lo ponga bien fino como me lo han puesto a usted a lo largo de estos años.
El flaco: (Mira de reojo a todos los niños que están en la hilera) A este mi señor! (Levanta
al niño del suelo).
Aguilar: Ahora hágame otro favorcito Flaco. Póngame a ese niño de rodillas y mátemelo.
Aguilar: (Gritando) Mi señor ni que nada. Que lo mate maricon, ¿O al que debo matar es a
usted?
(Edgar levanta la cabeza y mira a los ojos al Flaco. El flaco con lágrimas en los ojos)
(Al Flaco se le hace un nudo en la garganta. Mira a Edgar con rabia porque sabe que si no
lo mata en ese mismo momento el será el culpable de que nunca más pueda volver a ver a
su familia)
El flaco: Yo solo cumplo ordenes pelao (Le dispara cinco veces en la cabeza).
Aguilar: Esto es lo que pasa cuando no cumplen con mis expectativas. Si no quieren
terminar como este pelao es mejor que hagan lo que se les ordena.
Don Martin Eurípides: Ya ha pasado un mes desde que el hijo mayor de mi mejor amigo
fue capturado por el grupo guerrillero, recuerdo muy textual sus palabras “…Yo lo ayudo
con todo el placer, eso aun sabiendo que pongo en riesgo la vida de toda mi familia…”
Siento que todo lo que sucedió fue mi culpa. Sin embargo, siento tranquilidad pues hoy
todos en la vereda recibieron una noticia: “…algunos de los peladitos que nos llevamos
serán devueltos, pues ninguno cumple con la finalidad de ser un hombre de verdad…”
Don Nepomuseno: ¡Martiiiiiin! (Con voz de esperanza) Venga mijo, venga que ya vienen
los muchachos. Ahí debe venir mi niño. ¡Ya soltarón a los peladitos!
Don Martin Eurípides: Llego lo más rápido que puedo al lado de mi amigo Nepomuseno.
Veo como los muchachos entra uno a uno a la verdad, sin embargo, algo llamo mi atención.
Cuatro muchachos traen consigo una caja grande, como si fuera un ataúd. Cuando están aún
más cerca de nosotros, Don Nepomuseno sin pensarlo quita la tabla que cubre la caja, oigo
un grito desgarrador por parte de Nepomuseno e inmediatamente sé que hay dentro de ella.
Hoy Edgar volvió a casa, a su pueblo, volvió en un cajón, eso que llaman ataúd. Su familia
le llora y yo solo puedo pensar que esto lo ocasione cuando llegue aquí. Solo me queda
partir.
(Al medio día salen todas las personas de la iglesia y se concentran en la plaza en
diferentes puntos de comida, etc. En las bancas de la plaza se sienta Don Martín y su
esposa, junto a otras personas, que hablan de la situación por la que pasa la comunidad)
Don Martín: Bueno, pero cuál es el chisme aquí, cuenten para todos.
Federico: Pues imagínese Don Martín, que con la gente de por aquí nos damos cuenta de
que cada vez son más las personas que abandonan sus finquitas.
Don Martín: ¿Cómo así? ¿Pero por qué? ¿Por lo que ya sabemos?
Federico: Claro Don Martín, como usted ya no permanece por estos lados no se da cuenta
de lo que pasa; esa gente está volviendo a sembrar miedo en la comunidad.
Don Martín: (Dirigiéndose a todas las personas que están en el lugar) Señores, ustedes
muy bien saben por qué a mí me toca mantenerme lejos de estas tierras, durante muchos
años estuve aquí poniendo el pecho por todos ustedes, pero no es fácil señores, no es fácil.
Tantos enfrentamientos y amenazas de parte de esa gente no son un juego, todo el tiempo
que soporté eso, que no les comía cuento, metiendo incluso a mi familia en esos conflictos,
hasta que las amenazas se cumplieron. Después de que mataron a mi hijo Carlitos, preferí
largarme de aquí… y sin embargo la desgracia me siguió cuando estos desgraciados
mataron al hijo de mi mejor amigo. Eso ni para que les cuento, siempre me persigue la
desgracia.
Socorro: ¿Pero si serán los mismos de antes, o será un nuevo grupo? Nosotros hemos
vuelto con la esperanza de encontrar un lugar más tranquilo. Como duele saber que estas
cosas nuevamente estén pasando.
Federico: La gente dice que son los mismos, la diferencia es que ahora no se dejan ver
tanto.
Don Martín: Si son los mismos, creo que quedarse por acá no es muy buena idea, esa
gente no se anda con juegos. Nosotros mejor nos vamos. Camine mija.
Socorro: Eso no le pare bolas a eso, camine más bien para la casa.
(Cuando giran por una de la casa, se encuentran encima de una camioneta cargada con
unos hombres uniformados, armados y con un pasamontaña en el rostro. Se baja Marhez
de la parte del copiloto)
Marhez: ¿Ustedes dos quiénes son? ¿Qué los trae por estos lados?
Don Martin: Somos de acá de la región. Tenemos nuestra finquita a un kilómetro de acá,
por cosas de la vida nos tuvimos que ir y ahora nos quedaremos un tiempo por el lugar.
Marhez: Ahhh… ¿Y es que ustedes no saben quién tiene el control en esta zona?
Socorro: Vea señor, nosotros somos más de está tierra que lo que usted cree.
Marhez: ¿Y a usted quién le dio permiso de hablar señora? Estoy hablando con el hombre,
usted se calla.
Don Martin: ¿Usted cree que nosotros no hemos pasado por esto antes? Nos vamos a
morir de viejos de vivir situaciones como estas, de cruzarnos con gente como usted; la
desgracia nos persigue y ni siquiera a eso ya le comemos cuento. Si tenemos que morir,
morimos. Pero ya más no nos dejaremos.
Marhez: (Se ríe irónicamente, hablando con sus compañeros) ¿Qué tal este hijueputa?
Ahora resulta que los pájaros les tiran a las escopetas.
Marhez: (Irónicamente) ¿Entonces qué cucho? ¿Con muchas ganas de morir hoy o qué?
Marhez: (Marhez a sangre fría y sin pensarlo, descarga su arma en la cabeza de socorro)
Así es como mueren los sapos.
(En ese mismo instante Marhez se marcha del lugar junto a sus hombres. En el lugar queda
Don Martin con el cuerpo de Socorro en sus brazos)
Don Martin: (La voz temblorosa, con lágrimas en los ojos, hablándole al cadáver de su
mujer) Si ve mija, y yo que pensé que ya no tenia nada más que perder. Ahora cuide de
nuestro hijo allá arriba, el me la debe extrañar mucho, dígale que lo amo y usted mija tenga
por seguro que aquí en tierra ya aprendí la lección… hay que hacerse el bobo, el que no vio
nada ni sabe nada para poder vivir.