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| vio MOBY DICK Herman Melville Herman Melville aioe CAPITULO Mi nombre es ismacl. Hace unos afios, encontréndome sin apenas dinero, se me curtis embarcarme y ver mundo. Pero no como pasajeto. sino como tripulante, como simple marinero de proa, Esto al principio resulta un poco desagradable, ya que hay que andar saltando de un lado a otro, y lo marean a uno con Srdenes y tareas desagradables, pero con el tiempo se acostumbra uno. Y por supuesto, porque se empean en pagarme mi trabajo, mientras que un pasajero se ha de pagar el suyo. Alin hay més: me gusta el aire puro y el ejercicio saludable, Digamos que el marinero de proa recibe més cantidad de aire puro que los oficiales, que van a popa y reciben el aire ya de segunda mano. Por iltimo diré que habia decidido embarcarme en un ballenero, ya que las baflenas me atraian itesistiblemente. Cierto que resulta una caza peligrosa, pero tiene sus i i Moby Diek Herman Melville ‘ompensaciones: los mares en los que es0s cetéceos se mueven, la maravillosa espera, el grito forat cuando se encuentra una. El caso es que meti un par de eamisas en mi viejo bolso y sali dispuesto a llegar al Cabo de Homes 0 al Pacifico, Abandon¢ la antigua ciudad de Manhattan y Hegud a New Bedford. Era un sdbado de diciembre y quedé muy defraudado cuando me enteré de que habia zarpado ya el barquito para Nantucket y que no habia manera de llegar a Gta antes del tunes siguiente. Y yo estaba dispuesto @ no embarearme sino en un barco de Nantucket, desde donde se hicieron a la mar los primeros cazadores de ballenas, es deci, os pieles rojas. Como tenfa que pasar dos noches y un dfa en New Bedford. me preocupé ante todo de dénde podria comer y dormir. Era una noche oscura, fifa y desolada. No co- nnocia a nadie y en mi bolsillo no habia més que unas cuantas monedas de plata Pasé ante «Los Arpones Cruzados», que me parecieron demasiado alegres y caros, ¥ lo mismo me ocurrié ante el «Mesén del Pez Espadan. Aparte de ellos, el barrio aparecia casi desierto, Pero no tardé en encontrarme ante wna puerta ancha y baja de la ue salfa ura luz humeante, Y entré.en ef lugar, Desde los bancos. un centenar de rostros negros me examiné: era una iglesia para gente de color. No servia, pues, para mis propdsitos Cerca ya de tos muelles. of chicriar en el aire una muestra, Miré hacia arriba y vi que decfa: «biesén det Surtidor de la Ballena, Peter Coffin». El nombre resultaba poco atrayente, «Coffin» significa atatd, comio todas saben, pero al parecer es un apeilido cortiente en Nantucket. Por la puerta salia un fugitivo resplandor. ¥ la casa en si era extrafisima, ya que se inclinaba hacia un lado como si el viento la empujase, y ere muy vieja. Al penetrar en aquella s6rdida posada, se encontraba uno en un vestibulo que recordaba un barco desmantelado, Estaba todo ello en sombras, apenas disipadas por unas velas encendidas. La pared opuesta a la entrada se adomaba con lanzas, mazas secoradas con dientes de marfl y otras con cabetlos humanos como adornos. Una de ellas,en forma de sierra, resultaba particularmente escaloftiante, Habla tambign arpones balleneros fuera de uso. Una vez pasado el vestibulo se entraba en fa sala comin, con viges de pesada encina en el techo, y en el fondo un mostrador. Hiabia anaqueles con recuerdos ¢ incluso a quijada enorme de una baliena. AL entrar vi reunidos en la sala a unos cuantos tmarineros j6venes. Me dirigi al patron y le pedi una habitacién, Me dijo que la casa ‘estaba lena y que no le quedaba una sols cama. -Pero, espere afladié de pronto-. No tendris inconveniente en compartir una cama con un ballenero, zverdad? Le respondi que no me gustaba compartir fa cama con nadie, pero que si habia mds remedio... y que siel ballenero no era alguien repulsive... -Muy bien, siéntese -me respondié-, La cena estard en seguida, Me senté en el banico comin, junto a tun marinero joven que se dedicaba a tallar ta madera det banco con un cuchitlo. Poco después nos Hlamaron a cuatro © cinco a uns sala contigua. No habia fuego, hacia un frio polar y la estancia se iluminaba solamente con dos velas. ‘La comida fue buena came con patatas,té y budin. -aDénde esté ese arponero? -pregunté al duefio-. gEs alguno de éstos? -No. El arponero es una especie de negro, y no tardard ‘Terminada ia cena, pasamos de nuevo a ia sala comin, que no tardé en Henarse de un grupo de marineros salvajes, que segin dijo el duetio era la dotacién del Grampuss. Acababan de desembarcar y componian una buena coleccién de bandidos 0 { | | { Moby Dick Herman Melville que se tanzaron inmediatamente al mostrador, dispuestos @ acabat con todas las cexistencias de licor, si es que licor podia ilamarse al veneno que alli vendian, Pronto estuvieron todos borrachos, excepto uno, que se mantenia aparte, Tendria unos seis pies de estatura, un pecho como una ataguia y hombros muy anchos. Su ‘musculatura era la mas desarroliada que jams viera en hombre alguno. El rostro, muy atezado y los dientes muy blancos. En la voz, aunque hablaba poco, se le notaba acento surefio, Cuando el alboroto se hizo insoportable, desaparecié, y no le volvi a ver hasta... ue me lo encontré en un bareo, pero eso pertenece a otro lugar de la historia Sus compafieros le echaron pronto de menos y salieton en sti persecucién gritando que dénde estaba Bulkington, su nombre, sin duda. La sala quedé silenciosa tras la marcha de aquellos vindalos. Mientras, yo pensaba que no me gustaba dormir con nadie, Bien es cierto que los marineros duermen en el mismo cuarto, pero cada uno en su hamaca y se tapa con sus propias mantas. Por tanto, cuanto més pensaba en aguel arponero, tanto mas detestaba la idea de dormir con i. Era de suponer que fiers sucio y s6lo de meditar en ello ya me comenzaba a picar el cuerpo. Patt -dije, he cambiado de opinién. No dormiré con el arponero, sino que lo hharé en este banco. -Como quiera, pero la madera es bien dura y esta lena de nudos y mueseas. Se la cepillaré un poco. YY con una gatiopa comenzé a alisara, mientras reia como un mico. Le pedi que ‘no se preacupase mis por mi y me dejé, volviendo tras de su mostrador. E] banco era un poco corto para mi, y también demasiado estrecho. Y ademés, por la ventana entraba una corriente de aire frio que helarfa a un muerto, Mi idea no estaba resultando tan buena como pensara. jAl diablo el arponero! -pensé-. ¥ pensé también en jugirsela. Avostarme antes de que llegara y echar el cerrojo a la puerta. Pero también pensé que muy’ pro- bablemente el arponero echaria la puerta bajo 0, lo que era peor. a {a mafiana siguiente me esperaria en el comredor para peditme expticaciones, con tin cuchillo en la mano, Esperé un poco. El arponero dichoso no apareci6. -Patrén -pregunté. ;Qué clase de sujeto es ese arponero? Pues el caso es que suele acostarse temprano -respondi6-. No veo qué es lo que Je haya retenido hasta tan tarde hoy, a no ser que no haya podido vender Ia cabeza. -~cEstd usted loco? -pregunté furioso-. 2Quiere decir que ese hombte anda por las «alles tratando de vender la cabeza? “Si. Y bien que le dije que no podria venderla, ya que hay demasiadas existencias, Pero, jexistencias de qué? -grité. -De cabezas, Hay muchas en el mundo, , no Soy ingrin novato, asi que no bromee. -Como usted quiera, pero le aconsejo que no le gaste bromas al arponero sobre sucabeza. Pues, js¢ la romperé! “No, ya esté rota, tei que me estaba volviendo loco. Patron -dije-. Pongamos las cosas en claro. Yo vengo a su casa, y pido una ‘cama, Usted me dice que no puede darme més que media y que la otra mitad pertenece a ‘un arponero que esti tratando de vender sa cabeza por las calles. Usted ests loco. -No veo por qué tiene que ponerse usted asf -respondis el patrén-. El arponero acaba de llegar dei Pacifico, donde compré una partida de cabezas embalsamadas en Moby Dick Herman Melville Nueva Zelanda, Las ha vendido todas menos una, que trata de vender hoy porque ‘mafiana es domingo y no pareeeria bonito que fuera yendiendo cabezas mientras ka gente va a misa, Aclarado el misterio. Respiré tranquilo. pero pregunié si el arponero era un hombre peligroso y me respondié que pagaba puntualmente ¥ creo qe ya va siendo hora de que echemos el ancla -agress-. Vaya a su cama, que es muy buena, Sally y yo dormimos en elfa en muestra noche de bodas y hay sitio en ella para dos. Por otra parte -lanzé una mirada al reloj, que marcaba las doce-, ya es domingo y tal vez el arponero haya revalado en algiin lugar y no venga ya. Congue, zviene 0 n0? Le segul y me condyjo a una habitaeién kelada, pero con una cama fabulosa, en la qué podrian docmir cuatro arponeros sin molestarse, Exaatiné la cana y la encontré bien. En el resto del euarto no habia més que una tosca anaqueleria y un biombo... También un saco marinero, que debia pertenecer al rponero, y sobre &{ an gran felpudo con un agujero, lo que fe hacia parecer un enorme poncho indio, Encogiéndome de hombros, me desnudé y me meti en la cama. No sé si el coichin estaba 0 no fabrieado con guijarros, pero el caso es que no lograba conciliar el suet. De pronto of pasos en el corredor y la puerta se abrid. Un desconocido penetrs cn el aposento, con una vela en una mano y una cabeza en ta otra, Sin mirar a Ta cama, el arponero dejé fa vela y comenzé a desatar su saco. Cuando se volvi6 hacia mi, te pude ver la cara TY qué cara! Tenia un color amariilento purpireo, si es que ese color puede exist, y toda lena de cuadrados negruzcos. jMenudo compafiero de cams! Seguramente aquellos cuadrados eran tatuajes. Mientras lo miraba con los ojos enireabiertos, sac6 de su saco una especie de tomahawk, y junto con una cartera de piel de foea, coloeé ambos sobre el bail Dentro del saco puso fa cabeza se quitd el sombrero de castor y aquello me produjo una impresién espantosa. No tenia un solo pelo en la cabeza, salvo un mechén en la frente, Aterrado, pensé incluso en saltar por la ventana, pero estébamos en un segundo piso. No soy un cobarde, mas aquel tipo imponia, de veras. Seguia desnudandose, y al descubierto quedaron pecho ¥ brazos, tan cuadriculados como su rostro, Era un Salvaje absolutamente abominable, él y sus malditas cabezas. ;Y si intentaba hacerse con la nia? No habian acabado mis sorpresas. De un bolsillo del chaquetén que acababa de Guitare, sacé una figurlla deforme, jorobada y negra. Por un momento temi que fuera tun auténtico bebé, pero en realidad relueia como si estuviera lxecha con sbano. Se trataba sin duda de un idolo de madera. Lo colocé entre fos morillos del hogar. Luego cogi6 un puiado de virutas de madera, las colocé ante el idolillo y les prendid fuego. Sobre las flamas colocé un trazo de galleta marina, y tras asarla, {a offecié al fdoo. Mientras, sonidos guturales y espantables, salian de sus labios, como si orase o mascullase juramentos, cualquiera sabe. ‘Terminada esta operacion, encendis el tomahawk, que era también una pipa y fanzé algunas satisfechas bocanadas de humo. Un instante después se apagé la luz y el espantajo se metié conmigo en la cama, Lance un alarido de horror, y, sorprendido, el salvaje me palpé. Me aparté de él todo cuanto pude y te pedi que me dejara levantarme y encender de nuevo la vela. Pero i no debi entenderme. | | | | | | | Moby Dick Herman Melville ~{Quién aqui estar? -pregunté-. No hablar, yo matart. ~Pateén! -aullépidiendo auxitio, porque el tipo no pareefa dispuesto a Soltsrme, -jHabla! No hablar y yo te mato -Y mientras decia esto, agitaba el tomahawk encendido, Henéndolo todo de brasas y chispas En ese momento, jgracias a Dios!, entré ef patrdn con una vela, y yo sali corriendo a su encuentro, ~Pero, calué ie ocurre? -dijo Coffin. Queequeg no le hard datio, -Pero, 2por qué no me dijo usted que este tipo era un canfbal? -grts -Crei que lo sabia, cuando te dije lo de las cabezas. Conque, échese a dormir. Queequeg, este tipo solo quiere dormir en tu cama, :1Vi entender? Bueno -asinti6 el salvaje lanzando una bocanada de humo. Ti, acostarte aqui YY aparté las ropas de la cama para mostrar sus buenas intenciones. Patron -dije-, Por lo menos digale que suelte el tomahawk. jEs peligroso fumar en la camat Queequeg asintis amablemente y volvis a hacerme sefias de que me acostase. Parecfa haber perdido todas sus agresivas interciones. Tranguilizado, me acosté y le dije al patron que podia retirarse. Y el caso es que pronto me dornaf y lo hice con toda tranguilidad y muy bien. CAPITULO TI Cuando desperté encontté el braz0 de Queequeg amigablemente colocado encima de mi. Pronto recordé los acontecimientos de fa noche anterior y taté de apartar cl brazo, pero ef arponero continus roneando como si tal cosa, Me revolvi, le ame y por diltimo logré apartar aquel brazo. El hombre se sent6 en la cama y me mir6, tras de frotarse los ojos, hasta que pareci6 caer en la cuenta de d6nde estaba y quién era yo. Por fin me dijo que si queria, podia yo levantarme el primero para vestirme ¥ que Tego Jo haria éf, Jo cual me parecié una Cortesia por su parte. Pero el caso es que se levanté y comenzé a vestirse primero por la parte de ariba, es decir, ponigndose el sombrero, y sin pantalones atin, se puso las botas. Como las ventanas no tenian cortinas, medité en io que pensarian los vecinos si veian aquella indecente figura sin més atuendo que un sombrero y unas boras. Luego se lavé el pecho y los brazos, pero no la cara, la cual no se limpié hasta que no tuvo la camisa puesta. Jamas he visto tal manera de asearse. Pues, zy el afeitado? {Nada de navaja! Descolgé el arpén de donde estaba y desenfundando la hoja lo uilizé para rasurarse, frente a un trozo de espejo, Y tan pronto como termind su tocado, se lanzé fuera de la habitacién, Bajé tras él y saludé al sonriente patrén, La tabemna estaba Hlena de gente, casi toda ela compuesta de balleneros, calafateadores, carpinteros de ribera y herreros. iA Ta pitanza! -grté el patron, YY, ante mi sorpresa, ya que esperaba una animada conversacién sobre pesca, captura, eic., la comida transcurtié en completo silencio. Queequeg estaba en la cabecera, trio, sereno y orgulloso. Eso si, empleaba, y con cierto petigro para los demés, 1 arpén, alargdndolo sobre ta mesa para pinchar con él los filetes que deseaba comer. ‘Ferminado el yantar, me di un paseo por fas calles de New Bedford, ¢ incluso escuché un sermén y un oficio en a Capitla de Balleneros, extrafio lugar, con un pillpito mas comuplicado y raro de los que haya visto en mi vida. El padre Arce, célebre predicador, guiaba a sus fieles con términos marineros, tales como «jA. vet, avante aquellos del fondo! jLos de babor, a estribor!» y ast sucesivamente, Luego, nos habl6 Moby Dick. Herman Melville del fibto de Jonés, tema muy apropindo para feligreses que eran casi todos ellos peseadores de batlenas. Cuando volvi a la posada, encontré a Queequey completamente solo, sentado cerca del fuego y con el idolillo negro en fas manos. Al verme, dejé la figurita y cogié tun libro, se Io puso en Jas rodillas y eomenzé ccontar las hojas minuciosamente. A cada cincuenta pginas levantaba la vista y lanzaba tun silbido de asombro. Luego comenzaba de nuevo por e néimero uno, como si no supiera contar més que hasta e! medio centenar. ‘Yo traté de explicarle Ia otra finalidad que podian tener los libros, aparte de contarles las hojas, y él se interes6 en e! asunto, sobre’ todo’ cuando le interpreté las Viminas, Fumamos Una pipa juntos, y una vez acabada, me manifesté que estébamos casados, fo cual en su pais supongo que significarfa que éramos amigos, porque otra interpretacién no pensaba yo darle, Tras de cenar, nos marchamos juntos a la aleoba, Sac6 una bolsa, ¥ de ella unos treinta délares de plata, que dividié en dos montones iguales, y empujando uno de ellos hacia mi me dio 2 entender que eran mios. Yo guise protestar, pero él me los metié en el olsillo sin contemplaciones ¥ luego se dedicd a sus evoriones cor el idolitlo, ls asillas de madera y el fueguecillo que con ellas encendi. Me quiso dar a entender que podia acompatiarle, pero al fin y al eabo yo era un buen cristiano y no tenfa interés alguno en adorar a una figurilla de snadera. Una vez acabada fa ceremonia, nos metimos en la cama y nos dormimos tras de charlar un rato, él con sti media lengua y yo en el buen inglés que me habian ensetiado, Fue durante esa charla cuando me conté su historia Era natural de Rokovoko, isla que no aparece en mapa alguno, De pequefo correteaba por las selvas con un faldeltin de hierbas, cuidando cabras y ya para entonces deseaba conocer algo més acerea de tos hombres blancos que de cuando en cuando apareefan alli en sus balleneras. Su padre era un jefe, un rey, al parecer, y por parte de su madre descendia de grandes guerreros. saje en él, pero se lo negaron, En vista de to cual, tomé su eanos, esperd al arco cuando éste salia del atolén y ‘repando por una cadena, subié a bordo, donde naturalmente fue sorprindido y convidado a abandonar ef navio, Se negé terminantemente y por fin el capitin accedis a evarlo con ellos. (Queria aprender cosas con los cristianos, sobre todo algo que hiciera mas feliz a su pueblo, pero las costumbres de tos balleneros le demostraron pronto que también tos cristianos pueden ser malos y peores atin que fos salvajes. Cuando llegé a Nantucket habia aprendido todo eso y también algo mas itil: a arponear batlenas, ‘Cuando le dije que yo también pensaha en salir a cazar cetdceos, decidié en el acto que puesto que éramos amigos, él también iria, Esto me animé: siempre es conve- niente contar con un amigo cuando se emprende una nueva aventura, Me abraz6, frotando su frente contra la mia, nos volvimos cada uno a nuestro lado y nos dormimos. ‘A Ja mafiana siguiente, lunes, dejé mi cabeza embalsamada a un barbero, pagué al posadero y Queequez y yo tomamos prestada una caretila para transportar nuestro ‘equipaje. Hecho esto, emprendimos el camino al puerto, para tomar la goleta que hace el transbordo a Nantucket. La gente nos miraba, sobre todo cuando veia el arpén de Queequeg, del que éste no se separaba jamas. Le pregunié si acaso tes baleneros no proveian de arma a sus tripulantes y me respondi6 que si, pero que él estaba acostumbrado a la suya, con fa cual habia cazado innumerables ejemplares y la sabia de toda confianza. Lo mismo que tos segadores, que prefieren su hoz ala de cualquier otro. Por fin nos hallamos en la goleta, que i26 velas y se desliz6 por el rio Acushnet. Salimos al mar abierto, y Queequeg aspiré ansiosamente el aire salino, Estibamos | | | Herman Melville ambos tan ensimismados viendo las olas y os movimientos de las velas, que durante algin tiempo no prestamos atencién a un grupo de curiosos de a bordo, que parecfan diverse a costa nuestra, como si ver a un blanco junto a un negro fuera un chiste Pero. pronto Queequeg sorprendié a un javenzucto riéndase a su espalda y haciéndole burla. Soltando el arpén, ef giganteseo arponero le cogid por los braz0s y fe lanzé fimpiamente a! suelo, pero antes de que Hegara a éste ain encontré tiempo para darle un bofetén, Hecho 10 cual le volvi6 fa espalda y encendié tranguilamente su tomahawk-pipa. ~{No sabe que podia haberlo matado? -pregunt6 el capitin de fa goleta, atraide por fos gritos. ~{Matar a eso? -replicé Queequeg-. Bah, él pescadito pequefio. Queequeg sélo ‘mata ballenas grandes. EI capitin lanzé algunos juramentos, asegurando que si se repetia aquelto mataria a Queequeg, por salvaje ¥ negro, pero en ese momento la enorme botavara de fa vela mayor recibi6 un golpe de viento y barrié la cubierta. El imbécil al cual Queequeg habia golpeado, alcanzado por ta botavara, fue lanzado al mar. Todos se asustaron, mientras trataban de sujetar el palo, que se movia furiosamente. Sélo Queequeg mantuvo la calma, © arrastré por debajo de la botavara-y-tomando-un-cabo logré sujetarla y fijaro a la amura, Luego, el salvaje se ‘desi hasta la cintura y se lanz6 al mar en un arco perfecto. Se le vio nadar durante un rato, por entre la helada espuma, buscando al caido, que estaba bajo ef agua, Se sumergié ¥ poco después aparecié de nuevo, arrastrando por los cabellos al néufrago. Se tan2é un bote, que pronto los recogi6, y la tripulacién en masa recibié a Queequeg con gritos de jbilo y admiracién, que el salvaje recibi6 con la misma gravedad de siempre, como si lo que acababa de hacer no fuera siquiera digno de mencién, Nada més sucedié durante el transcurso de la travesia, asi que pronto estuvimos en Nantucket, y era ya bien entrada fa noche euando saltamos @ tierra. Nos dedicamos fen seguida a buscar cena y cama. El patrén del «Surtidor de ta Ballenay nos habia recomendado a su primo Josué, del mesin «A Probar la Olla», famoso por sus sopas de pescado. Pronto lo encontramos al ver una muestra en fa que figuraban dos enormes ollas de madera pintadas de negro. Plantada en ta puerta habia una mujer pecosa y de cabellos amarillos. Era la esposa de Jonés, el cual estaba de Nos hizo entrar en una salita y no tardando mucho nos encontramos ante una cena compuesta de una excelente sopa de mejitiones, seguida de un no menos excelente guiso de bacalao. En mi vida he probado pescado mas apetitoso y, como supe més tarde, alli sélo se servian mejillones y becalao, tanto por la mafiana como a mediodia y por la noche, pero nadie se quejaba Concha la cena se nos proveyé de un farol y se nos instruyé sobre el camino a seguir para llevar ala cama, costados ya, le dije a Queequeg que debiamos preparar nuestto plan de accién. Ante ri sorpresé me respondi6 que, consultado su idolitio, al cual flamaba Yojo, éste le habia respondido que yo, Ismael, deberia buscar un barco en ct puerto, y que pronto descubritia el ideal para nuestros propdsitos, y que Yojo jams se equivocaba. Protesté diciendo que yo confiaba en que fuera él mismo, Queequeg, quien encontara el barco, ya que ent un veteran, pero todo fue indi, por lo que a la mafana siguiente me puse al trabajo, mientras Queequeg se quedaba en la aleoba, encerrado con Yojo. | Moby Dick Herman Mel EI puerto estaba absolutamente Heno de barcos de todas clases. A fuerza de preguntas supe que habfa tres barcos que se disponian a marchar para trivesias de tres aos. Uno de ellos era el Pequod, nombre tomado de una famosa tribu india de Massachusetts, Subi a él y pronto me convenei de que era el que nos convenia, Era un barco pequello mis bien y con aspecto descuidado, todo él tleno de dlibujos y relieves grotescos, que el capitén Peleg habia mandado durante muchos silos. Parecia un trofeo ambulante ‘Toda Ia amura estaba adormada con los dientes de un cachalote a guisa de cabillas para amarrar a ellas 10s cabos, El timén no llevaba raeda, sino una eafa tallada en la mandibula det mismo eachatote. Subi al alcézar de proa donde no vi a nadie, pero sf una tienda de campatia parevida a un wigwam, plontada a un ido del palo mayor, con una abertura triangular, y ‘medio oculto tras de la tienda un personaje que parecta gozar de alguna autoridad, Sentado en un silién de roble, habia un anciano fornido, vestide con un capote de piloto, de cara reseca y arrugada. ~gEl capitin del Pequod? -pregunté cortésmente. -a¥ qué si lo fuera? -respondié-. Por tu acento veo que no eres de Nantucket. {Hla visto alguna vez un barco hundido por una baliena? Aditi que no, -¥ no sabes nada de ballenas, eh? -No, pero he viajado bastante en barcos mercantes. -Maldita sea la marina mercante. jNo sirve para nada! ;Por qué quieres ir 2 la caza de Ja ballena? {Has robado a tu dimo capitén? ¢Piensas acaso asesinar a fa oficialidad en alta mar? Aseguré que no, sin saber si aquel tipo habiaba o no en serio, alas visto al capitén Acab? -No, iquign es? Ja, ja. Fl es quien manda este buque. Estés hablando con el capitin Peleg, antiguo capitin del Pequod y que ahora es ef consignatario. El capitén Bildad y yo armamos este buque y le procuramos lo necesario para la travesia, Vers, si ves al capitin Acab, observarés que le falta una pierna, [La perdié a manos de una batlena, que se la arrancé, la masticé y la tragé! ;EI cachalote més monstruoso que jamas hundiera un buque! Asi perdi su pierna Acab. YY tras lanzar algunos bufidos, prosiguié: Eres hombre para meterle un arpdn en el gaznate a una ballena viva y satarle Juego encima? jResponde! Si no queda otro remedio, si, sefor. Y siguié hacigndome preguntas a cul ms extrafia, tales como si habfa doblado ef Cabo de Homos. Tras de lo cual se manifests dispuesto a aceptarme como marinero. -Ven conmigo para que te vea el capitin Bildad, mi socio. Este Bildad era tambign un cudquero, lo mismo que Peleg, y tenia la reputacién, como luego supe, de ser un solemne tacafo, tanto que se contaba que en cierta ocasién, cuando mandaba et viejo ballenero Categut, regres a puerto con toda la tripulacién agotada y muerta de hambre. Jamas renegaba, pero mataba de hambre a ios hombres ¥ Jos exprimia como un limén, para sacar de ellos el mayor jugo posible. -Congue quieres embarcarte? -pregunts Bildad Si, sefior. -Qué opinas, Bildad? -pregunts Peleg. Creo que seeviré. loby Dick, Yo sabia que en ta pesca de la batlena no se dan salarios, sino que toda ta tripolacién recibe una parte de las ganancias, llamada «quifiém, proporcional a la importancia del trabajo que realiza. Mi parte, como novato, no seris muy grande, ¥ ‘como tenia alguna experiencia en navegar, suponfa que mi «quifiény seria ta doscientas setenta y cincoava parte de la ganancia. “Bueno -dijo Peleg. ,Qué quifién le daremeos af joven? Creo que la setecientas setenta y sieteava parte seria incluso demasiado - respondié el otro, que lefa un libro, en el cual haba una serie de lineas y cifras, ‘A esto siguid una discusién en la que Peleg parecia estar de mi parte y llamaba aprovechén y ladr6n al otro, el cual fe respondia invariablemente que aquelto estaba bien y aiiadia algunas citas de la Biblia en las que se recomendaba no amontonar tesoros cen este mundo, Pero é! bien que los amontonaba, el grandisimo granuja y farisco, La discusién adquirié caracteres de casi una pendencia, y parecié que iban a legar a las manos, pero ante mi asombro, pronto se tranguilizaron ¥ por ditimo Bildad dijo que me aceptaba y me apuntaba para un quifton de tres centésimas. -Capitin Peleg -dije-, tengo un amigo arponero que quiere embarcarse, -Trielo y le echaremos un vistazo. Me pregunté Bildad si ese arponero habia matado muchas ballenas, le respond que si y los dejé, cuando comenzaban a pelearse de nuevo sobre qué quifiéa offecer a (Queequeg. Menuda pareja de gramujas estaban hechos los dos. Cuando iba a marcharme recordé que no habia visto al capitin Acab y prewunté por él a Peleg. Este me respondié que para qué verto, y que ya estaba alistado. Avfadié ue no podta verlo, y que incluso a éf, Peleg, no le permitia verlo con frecuencia. -No es un tipo vulgar -aiadié-. Ha frecuentado universidades y ha estado en todo el mundo. Lieva el nombre de tun rey biblico, como tecordaris, ¥ no escogié su nombre, sino que su madre, una viuda, te ilamé asi. Desde que aquetla condenada ballena le cort Ia piema es un tacitumo insoportable, pero un magnifico capitén. Hace tres viajes se cas6 con una muchacha dulce y resignada. Hijo mio, recuerda esto que te digo: es mejor navegar con un buen capitén bueno y tacitumo, que con otro malo pero sonriente, ‘Aunque deshecho y eastigado por la suerte, el capitén Acab sigue siendo un hombre. Me alejé pensativo. No pude por menos que sentic pena y compasién por el ‘Aca, Pero otras cosas rectamaban mi atencién, por el momento. capi CAPITULO IE Habfa ya anochecido cuando llegué a mi aposento y Hlamé a la puerta, No recibi respuesta alguna, Y Ja puerta estaba cerrada por dentro, Llamé varias veces, anunciando que era Isinael y que me abriera, pero todo permanecié en silencio. ‘Comencé a inguietarme, ya que temia que le lmibiera ocurtido algo. Miné por el ojo de la cerradura, pero nada Vj, aparte del arpén, colocado en un rineén. ¥ como él jams salia sin su arpén, era de esperar que estuviera dentro, En vista de lo cual, bajé para avisar ata eriada, -iYa pensaba yo que tenia que haber sucedido algo! dijo 1a mujer-. Cuando fut a hacer la cama, enconiré la puerta cerrada con llave y no of nada dentro. jHay que avisar al ama? jAma! ;Un asesinato, seguramente! ;Seftora Hussey! ‘Aparecié la pairona, interrumpiendo sus ocupaciones en la cocina ~iCorran por algo para derribar la puerta! -grité muy alarmado-. ;Un hacha! Moby Dick Herman Melville (Fs que piensa acaso romper mi puerta? Esta el arpén ahi? zi? jEntonces es aque se ha matado, como el pobre Sligas! ‘Ya perdi otra colcha! Pero no permito que me estropee mi puerta, Tengo una llave que quiza sirva. Pero sin escucharla, me laneé contra la puerta, que se abrid. Y, ;Dios bendito! Alli estaba Queequeg, tan tranquilo, sentado en cucillas en medio det aposento y con Yojo encima de ia cabeza. No nos miré siquiera. Continué en la misma postura como si no hubigramos enteado siquiera ea el cuarto. {Qué te ccurre, Queeaueg? -progunté ansiosamente No ereo que lieve todo ef dia en esa postura ~dijo fa patrona-, No habria quien fo soportase, Pero por mucho que hicimos, no conseguimos arrancar a Queequeg de su ensimismamiento, mas por io menos estaba vivo, asi que dije a la sefiora Hussey que nos dejase solos. Una vez obedecieron, traté de que Queequeg se sentase en una silla y «que me hablase, pero todo en vano. {Fs que aquello formaba parte de su Ramadin? Bajé a eenar y volvi a subir: nada, continuaba en la misma postura, ¥ ni siquiera €l decitle que debia bajar a cenar consiguié sacarle de su marasmo. Por tanto, ¥ como estaba cansado, le puse sobre los honmbros su chaquetén de piel de foca para que no se enfriase y me meti en la cama. ;Vaya noche que me esperaba, con aquel salvaje sentado en silencio y quieto! Pero el caso es que me donmni, y fo hice durante toda fa noche. Lo primero que hice al despertar fue lanzar una ojeada al arponero, y af continuaba, en La ‘misma postura, Pero cuando el primer rayo de sol penetré por la ventana, se fevanté, crujiéndole Jas articulaciones como bisagras oxidadas Se acere6 a mi, frots su frente contra la mia y me aseguré que va habia acabado su Ramadén, ‘Le hice algunas preguntas sobre su religién y traté de explicarle otras religiones, asi como le aseguré que los largos ayunos perjudicaban la digestion. Le pregunté si hhabia padecido alguna vez de indigestion, -Solo una vez, cuando matamos cincuenta enemigos y nos los comimos en una sola noche -respondid. Por lo cual, yo cambié prudentemente de conversacién, y bajamos a desayunar, fo que Queequeg hizo como un lobo, devorando camuelas enteras de toda clase de pescado. Luego nos dirigimos hacia el Pequod, tras expficarle yo que habia consewuido ya barco y trabajo. Al Hezar al extremo del mueite, donde se hallaba el ballenero, of la voz del capitén Peleg que grufifa porque yo no le habia dicho que mi amigo era un salvaje, ¥ que él no admitia canibates en su barco, a menos que tuvieran los papeles en regia. Respondi que Queequeg, pese a su color. era un buen cristiano, miiembro de tx Congregacién de la Primera Iglesia. Esto, y el hecho de ver como Queequeg manejaba cl arpén, los convencieron, aunque un poco a regafiadientes, Queequeg se subié a una de las balleneras que colgaban al costado de! buque y Dlandié su arpén. Capitan -grité-. ;Ver ti aquella mancha de alquitrin? Usted supone es ojo de ballena, jeh? -y lanz6 et arpén, que fue a dar contra la oscura gota haciéidola desaparecer. Con to cual los dos eapitanes armadores le inseribieron al instante en el rot de a ‘ripulacién, -Supongo que no sabré escribir, ;verdad? -me pregunt) Peleg. Pero al instante Queequeg cogis la pluma y traz6 sobre el papel el mismo simbolo que llevaba tatuado ene brazo. 0 i j i | Moby Dick Estébamos enrolados, La habilidad de Queequeg habia convencido a tos dos _ranujas. Bajamos al muelle ¥ de pronto oimos tna voz que nos deci: -Marineros, 08 habéis alistado en ese bareo? Era un tipo harapiento, marcado por ta viruela y que seialaba al Pequod con un dedo extendido. Le dije que si. -Y, ;habéis visto ya al viejo Trueno? -al ver que no comprendiamos, afadis- Me refiero al capitin Acab. Muchos de entre nosotros le Haman asi. 2Qué os hat contado sobre él, ch? Que esti enfermo. ~iBalt! Cuando ¢1 sane, yo recobraré este brazo -y sefalé su manga desnuda. Era manco, aunque no me habia fijado en etlo, “Bueno, nos han dicho que es un buen eazador de ballenas ~admit -E30 es cierto, pero, gno os han dicho lo que fe ocurrié a la altura del Cabo de Homos, cuando estuvo como muerto durante tres dias y tres noches, ni de la pelea que mantuvo con un espaiiol ante el altar de su santa? zNi cémo perdi6 la pierna en el lltimo viaje? Bah, no creo que haydis ofdo nada de eso! -No entiendo ni una palabra de lo que dices -respondi-. Y me pareve que no andas bien de la cabeza. Estoy bien entetado de lo que ocurtié con su piema, EI se -Estiis alistados ya, eh? Bueno, lo que sea, sonar’. Que los cielos os acompatien, compares. -Nada més ficil que simular que se tiene un gran secreto y cerrar fa boca - respondi despectivamente-. Vamos, Queequeg, dejemos a este demente. ;Cémo te Hamas, amigo? -Mi nombre es Elias. Y cuando nos marchamos vi que nos vigilaba desde lejos con la mirada, Incluso ‘me parecié que nos seguia, aunque no podia ni imaginar con qué intencién. ‘Dos dias después reinaba gran actividad a bordo dei Pequos, Se remendaban las vvelas viejas, se ponian las nuevas, y el capitén Peleg no bajaba a tiem sino en contadas ccasiones. Se dio aviso a toxtos los marineros que lievaran sus coftes de viaje a bordo, y Queequeg ¥ yo pattimos en busca de nuestros pertrechos, La estiba principal del Pequod estaba ya atiborrada de came, pan, agua ¥ montafias de barriles. La hermana de Bildad, anciana y flaca dama, de una gran bondad, procuraba que nada fatase a los marineras y se la vein ie y venir eon frascos,franelas, uungiientos, etc, todos fa Hamaban «tia Caridad». Era fa mujer mas extraordinaria que he conocido en mi vida. Yo preguntaba de cuando en cuando por el capitin Acab, y que cémo seguia y que cudndo se incorporaria a bordo. La respuesta era siempre la misma: que pronto lo vveria y que su presencia no era necesaria ya que Bildad y Peleg se ocupaban de todo. Por fin se nos avisé ciesta mafiana que el barco parteia al siguiente dia, de modo que el dia fijado, Queequeg ¥ yo nos levantamos muy temprano, antes del amanecer. emprendimos ef camino al muelle, -Por alli van algunos marineros corriendo -dije a mi amigo-. Sin duda son del Pequod -aitadi, ya que no resultaban muy visibles entre la niebla ~iParaos! -dijo una voz a nuestras espaldas, al tiempo que el duefio de la voz nos cogfa a cada tno por un brazo-, {Vais a bordo? -Lérgate, Elias -le dije-. Ya te estés poniendo pesado. -Puede, pero, ;n0 habéis visto antes a un grupo de hombres que se encaminaban hacia el barco? Admit que si u ‘Moby Dick Pus... trata de encontrarlos si puedes! -respondié-. Pensaba_preveniros contra... bueno, pero no importa, Pasadlo bien, aunque creo que ya no volveré a veros hasta el dia dei juico. Y dichas estas palabras, se marché, dejéndome indignado, si, pero también un poco preocupado. A nadie le gustan tos malos augurios. Al subir al Pequod fo encontramos sumido en e! més completo de fos silencios. El tambuco de la eémara estaba cerrado por dentro y los demés tapados con rotlos de cuerdas. Al acereames al tambuco del castillo de proa, vimos abierta sb puerta y al entrar encontramos a un viejo marinero durmiendo. “Donde se habran metido aquellos marineros que vimos, Queequeg? -pregunte.. Agué en el barco no hay ser viviente mis que este tipo ‘Queequeg no parecid preocuparse por ello. Sin més, se senté encima del ddurmiente y sae6 su pipa tomahawk. La encendi6 y lanzé algunas satisfechas bocanadas de humo, Luego me pasé ta pipa y me indicé que le acompafiase en aquel asiento tan peculiar. Le dije que podia ahogar a aquel pobre tipo y me respondié que no, ya que ne se le sentaba encima de la cabeza. Por ditimo, la humareda que tlen6 el tambuco hizo volver a la vida al durmiente Se incorporé y nos miré con ojos de bitho, ~iQuiénes sois? -pregunt Queequeg se levants de encima de su tripa y yo le dije que éramos triputantes, del Pequod, Ah, bien! -respondi6- ;Zarpamos hoy mismo! Et eapitin Hieg6 anocke a bordo. Yo le iba a hacer algunas preguntas sobre Acab, cuando el hombre aod: -¥a esta por ahi Starbuck, e} segundo de a bordo. Veo que li cosa comienza a moverse y debo ir a echar una mano. Estaba saliendo el sol. ¥ en efecto, le tipulacidn iba legando en grupos. Poco después habia un trfago terrible en el barco, pero del capitan Acab no vimos ni rast. Al parecer seguia encerrado en su camarote como en un santuario. Hacia el mediodia, Pete- y Bildad te pidieron al primer oficial Starbuck que reuniese a la tripulacién en eubierta y que desmoniasen Ia tienda en la que ambos ar- adores habian estado hasta entonces. Eso significaba que el momento de hacerse a ta ‘mar era inminente. ~iAl cabrestante ia gente! -ordené Starbuck. Y los marineros comenzaron a elevar ef ancla, cantando una cancidn profana gue no merecié la aprobacién de Bildad, pero que aytudaba a la maniobra, como siempre ocurre cuando se ha de hacer un esfuerzo continuado. Por dikimo qued levantada el ancla y el barco comenzé a destizarse hacia alta ‘mar, Bildad, ademés de armador, era el prictico del puerto. Era el dia de Navidad, hacia _mucho fifo y pronto encontramos las heladas aguas del océano. Bildad canturreaba un Antico religioso. Pronto fue innecesaria la presencia de ambos pricticos. Bildad y Peleg se dlispusieron a dejar la nave, emocionados como siempre, va que el viaje duraria mucho tiempo, tres aos, y en él habian invertido mucho tiempo y dinero. Incluso alguna égrima escapé de sus ojos ;Que Dios os bendigat dijo Bildad-. Confio en que tendréis buen tiempo, y que el capitin Acab, en vista de ese buen tiempo, se encuentre pronto entre vosotros. Cuidado en fa caza, muchachos, Sefior Starbuck, cuide de que no se despilfarre el material, ya que cada vez esta més caro, jHa subido un tres por ciento este aio! Si recals en las istas, cuidado también con tas mujeres, seftor Flask. ¥ hay que ahorrar la mantequilla.;Veinte centavos la libra nos ha costado! 2 Moby Dick Herman Melville ‘Tras de estas palabras, ambos saltaron a la barca que los devolveria al puerto. ‘Las dos embarcaciones se separaron. Toda In marineria lanzé los tres hueras de rigoe y el Pequod se adentré en el desierto Attintico. CAPITULO IV ‘Ya hablé antes de un marinero flamado Bulkington al que conoct en ef mesén, Pues ahora lo encontné en el timén, Me extraé al ver que un hombre que habia desembarcado s6lo unos dias antes, se lanzase de nuevo a la aventurs, como si fa tierra Je quemase los pies. Tengo ahora que hablar, siquiera sea someramente, del resto de la tripulacién del Pequod. El primer oficial era, como ya dije, Starbuck, un cudquero de Nantucket. Tenia unos treints aos y era delgado, casi reseco, y duro como la galleta marina, También era valiente y muy peligroso, como todos los eudqueros, pero su valentia jamés le hacia olvidarse de la prodencia. «En mi lancha no quiero a nadie que no tema a las ballenas», decia, con fo que queria dar a entender que el que no conoce ef miedo resulta macho més peligroso que un cobarde para sus compaeros, Stubb era el segundo oficial, y dotado de un inalterable buen humor, patroneaba ‘su ballenera con mano firme y segura. Cuando legaba el momento culminante de ta lucha con el ceticeo, manejaba el arpon de una manera inexorable y fri. Una pipa corta pendia siempre de sus labios, y era més facit imaginarselo saltar de ta litera sin su nariz que sin su pipa. Sobre una repisa tenfa uma larga serie de ellas, bien cargadas y al aleance de 1a mano, y al vestirse, en Iugar de meterse los pantalones se ponia fa pipa entre los dientes. El terver oficial era Flask, natural de Tisbury, joven rechoncho y enemigo declarado de tas ballenas, con tas cuales parecia tener tin resentimiento personal. Por lo ‘cual resultaba temerario con etlas, y las consideraba enemigos, primero, y luego materia negociable, es decir, comercial. A bordo de! Pequod le llamaban «E1 Pendol6m», porque se pareefa mucho a ese madero corto y grueso que sirve a los balleneros del Artico para defender al barca de tas presiones de Ios hielos. Estos tres oficiales eran los que patroneaban las tres balleneras del Pequod. Podriamos decir de ellos que eran os comandantes de fas compaiifas. Y como tales comandantes Hlevaban cada uno de ellos un segundo, un lugarteniente encargado de entregarle una fanza nueva cuando la primera se habia torcido al arponear una ballena, y ayudarle en la caza, Una estrecha relacién se entablaba entre ambos, ya que debian ‘compenetrarse perfectamente 0 la caza no fimncionaba. Starbuck habia elegido como arponero a Queeueg. Stubb tomé a Tashtezo, un indio americano de pura raza, de largos y lacios cabellos, psimulos prominentes ¥ ojos redondos ¥ negros. Venia de una raza de antiguos cazadores de ballenas y era un hombre en et que se podia confiar siempre. El tereer arponero era Daggoo, un gigantesco negro, salvaje, del coor de fa pe. De las orejas fe colgaban aretes de oro, grandes como argollas. Se habia alistado siendo casi un niflo en un barco ballenero que tocd en su tierra, y desde entonees sdlo conocta quella tierra natal, en Affica, Nantucket y los puertos que tocaban los barcos en que vviajaba, Andaba por cubierta con ta prestancia que te daban sus dos metros de altura y su herotlea humanidad. Casi todos tenfan que mirarie de abajo arriba, Ew el arponero de Flask, que a su lado pareeia un pedn de ajedrer. B | | | | Moby Diek Herman Melville De fos deiés tripulantes poco puedo decir. No eran ni mejores ni peores que fa mulkitud de marineros que burbujea en los puertos. Muchos de ellos provedian de las islas Azores, tierra propicia para los balleneros, y de las islas Shetland, que gozan de ‘igual fama, Y sigo, pues, mi historia tras de este breve inciso. Durante varios dias, tras de zarpar de Nantucket, no se vio ni rastro del eapitin Acab. Los oficiales se tumaban regularmente en las guardias, y a juzgar por las apariencias parecian los verdaderos duefios del buque. Solo que de cuando en cuando salian de fa cfumare dando érdenes bruscas y terminantes que se veia claramente que alguien les habia dictado, ‘Cada vez que subia yo a cubjerta, después de una guardia abajo, miraba en el acto a popa, para ver si bahia en ella un rostro que me resultase desconocid, y siempre recordaba las diabéticas insiruaciones del viejo Elias sobre nuestro capitan invisible. ‘Como habiamos zarpado en Navidad, durante unos dias tuvimos un tiempo ‘verdaderamente polar, aunque derrotsbamos incesantemente hacia el Sur pars dejar paulatinamente atris aque! tiempo intolerable, Poco a poco, el tiempo mejoré, aunque de una manera casi insensible. 'Y fue una de aquellas maitanas de transicién entre ef ftio intenso y una temperatura mis soportable, cuando al fevantar la mirada hacia el coronamiento de popa, fui presa de un estremecimiento de mal agiero: Bt capitén Acab estaba plantado en el aledzar. No parecia un enfermo, ni un convaleciente. Parecia, si, un hombre al que se hhubiera sacado de una hoguera cuando ya comenzaban a arder sus miembros. Su alta silueta parecia fundida en bronce macizo. Por entre sus cabellos grises aparecia una cicattiz, de un blanco livido, que le corria por un lado del rostro hasta per~ derse en el cuello del capo. ‘Curiosamente, en toda la travesia jams nadie hizo alusién a aquella cicatriz, por Jo que yo ignoraba si era una sefial de nacimiento o el resultado de alguna terrible herida. Sélo una vez, Tashtego, el Indio, afirmé que su padre decia que hasta tos ‘cuarenta afios no habia tenido Acab aquella sefial, y que no la habia recibido en una revert, sino en Tucha con fos elementos marinos. Esa explicacin estaba, no obstante, en contradiccién con lo que insinué un ‘marinero de fa isla de Man, hombre muy supersticioso, pero que no habia conocido a ‘Acab hasta este viaje, que si al capitén alguna ver. se le amortajaba, se encontrarfa en él un estigma de nacimiento que te liegaba desde la coronitla a los pies. EL aspecto de Acab y aquella cicatriz me afectaron tan profundamente, que durante los primeros instantes en que lo vi no me di cuenta de que, en parte, mi horror se debia a ta pata blanca en que se sostenfa. Ya habia yo ofdo decie que aquelta plema de marfl se le hebia improvisado en alta mar, con e! hueso brutfido de un eachalote. Si, se decia, lo desarbolaron en las costas del Japéa, pero lo mismo que un buque desarbolado, se plants otro midst sin molestarse en esperar al regteso en tierra firme. Oitra cosa llamé inmediatamente mi atencién. A cada lado del aledzar de popa del Pequod, y junto a fos obenques de mesana, habia taladrados en las tablas unos agujeros de media pulgada de profundidad. Acab metia en uno de elfos su pata de marfil ¥ cogido a an obenque, se mantenia muy tieso, mirando fijamente por encima de la cabeceante proa del navio, imperturbable No hablaba palabra, ni sus oficiales le decian nada tampoco. Producia una penosa impresién, Is de que aguel hombre era el producto majestuoso de algin tremendo infortunio, Poco después de aquella primeta aparicién, se retité a su cémara, como si ya tuviera bastante con el aire libre que habia revpirado. Pero desde aquetle matiana, la tri- “4 | Moby Dick. Herman Melville pulacién to vefa diariamente, ya plantado en un agujero para su pata artificial. va sentado en um taburete de marfil, o paseando pesadamente por eubierta ‘A medida que el cielo se mostraba menos sombrio, y comenzaba a aparecer més rato y calido, ef capitén parecia menos sombrio, y estaba cada vex menos tiempo encerrado en su cémara, Poco a poco, lleg6 2 estar casi siempre al aire libre, aunque todavia no dijera una sola palabra, casi como un méstit més. Claro que el Pequod navegaba tranguilo, sin haber comenzaido todavia la caza, y todos fos preparativos para cuando ésta tlegase estaban perfectamente controlados po Ios oficiales, de modo que en realidad nada habia en la maniobra que hiciera intervenir 2 Acab. Y poco a poco, su semblante, como decia, fue aclardndose e incluso en algunos momentos alguien hubiera podido decir que en st rostro podria, en cualquier momento, Hogar a reflejarse una pélida sonrisa, Pasaron los dias. Habiamos dejado ya a popa tos hielos, y el Pequod se balanceaba en una especie de hermosa primavera. Los dias eran claros, frescos y les noches majestuosaments estrelladas. Los hombres pasaban mucho tiempo en cubieria, incluso por la noche, ya que muchos tripulantes eran viejas y estos duermen poco. En las guardias nocturnas los marineros ya no trabajaban precipitadamente, sino que 1o hacfan con tranquilidad, Muchas veces ahora, el timonel, si miraba al tambucho de fa cmara podia ver emo cel viejon, el capitin, asomaba poco a poco, agarrindose al pasamanos de cobre para ayudarse. En estos casos, Acab no paseaba por el aledizar, pues el repiqueteo de su pata de maril podria turbar el suefio de sus oficiales, que dor- ‘fan quince centimetras mas abajo. Pero en ciertas ocasiones, en las que debfa estar més enfadado, no paraba en miramientos de esa clase y media con pesados pasos ta cubierta desde el coronamiento al palo mayor. Tanto que una vez, Stubb, el segundo oficial, se asomé y sugitié, con eierta jovialidad temerosa, que ya que el capitan necesitaba pasear por cubierta, podia quiz poner alguna sondina a su pata, colocdndole a éta, por ejemplo, una bolsa de estops. ~{Me toma acaso por una bala de calién para quererme liar asi, Stub? Vamos, baje inmediatamente a su eubil nocturno,;A tu perrera, perro! Sorprendido, Stub quedé unos instantes sin habla, Luego, muy agitado, respondié: -No estoy acostumbrado a que me hablen asi, ser, y no me gusta en absoluto, seiior. ~Largo! -gtit6 Acab, con los dientes apretados. Un instante, sefir -teplicé Stubb-. No pienso dejar que me llamen perro. ‘Pues entonces te Hlamaré diez veces burro, y lingate de mi vista si no quieres ue le libre al mundo de tu presencia! Y avanz6 hacia € con un aspecto tan terrorifico, que Stubb se echd aris intimidado. “Mientras bajaba la escalera, Stubb rezongabe: -En mi vida me han tratado asi sin que yo haya respondido, No sé si volver @ darle un golpe o... Pero, calma, Stabb, Es el tio mas extraio que me he encontrado en todos mis viajes, Hay que ver e6mo me fulmind con la mirads. {Estard loco? De todos modos, algo rato fe ocurre. Ahora no se acuesta ni tres horas seguidas y apenas duerme. El camarero, «Bufuefo», me dijo que por la mafana tas ropas de su cama aparecian como si se hubiera pasado el iempo revoledndase en ellas. Y afiadia: EI viejo esté Ileno de enigmas. :Qué int a hacer al soltado de popa todas tas noches? «Bufluelo» lo ha visto, {Con quign tiene cita en el sollado? Ys me gustaria Moby Herman Melville saberlo, ya. En fin, vmonos a dormir. Mira que llamarme perro... Ya me ha puesto de smal humor ef maldito viejo, Ya veremos lo que oeurre mafiana. ‘Tan pronto como Stub desaparecid, Acab se estuvo un rato apoyado en ta amurada y Tuego ilamé aun marinero de guardia para que le trajera su taburete de marti ¥ su pipa. Sentado bajo el farol de bitdcora, se puso a fur. Pasaron algunos instantes, mientras et humo salia a chorros de su boca, que el viento fe devolvia aia cara. «El tabaco ya no me calma, mal tengo que andar para que ni siquiera la pipa me sirva de consuelo -pensaba-. Init, me parece que no volveré fumar.» Y tird al mar ta pipa, todavia encendida, que chisporroted al caer al agua. Con el sombrero calado hasta las cejas, Acab reanuds sus paseos sobre cubierta CAPITULO V A la mafiana siguiente, Stubb le contaba a Flask lo que le habia ocurrido por la noche con el capitén, ¥ a resultas de fo cual, et primer oficial habfa tenido un suetio extraiio en el cual el «viejo» le golpeaba con su pata de palo y cuando él queria devolver fos golpes, se encontraba con que Acab se habia transformado en una especie de pirémide contra fa cual de nada vatian sus esfuerzos.. -Exiraflo suetto -opiné Flask-, Pero lo que creo es que debes olvidarte de ello y dejar tranquito al «viejo». Por cierto -atadié mirando hacia delamte-; ;Qué ocusre? ~iAcab esta pritando, Calla, que no fo oige bien! Mientras guardaban silencio, oyeron la voz. del capitén que aullaba: ~iAh, de la cofal {Todos ojo avizor! {Hay ballenas cerca! ;Si veis una blanca, rompeos la garganta a gritos! ~{Qué te parece. Flask? -pregunté Stubb-. Una ballena blanca? Qué diablos quiere significar esto? De todas formas hay algo especial en el viejo, Preparate, al «viejo» Je sangra algo por dentro, Pero, jojo, que aqui viene! Antes de continuar con mi narracién, conviene que me ocupe de un asunto indispensable para fa comprensin de mi historia. Entre los batleneros se da la existencia de una clase especial de oficiales, los arponeros, que resulta totalmente desconocida en las dems marinas mervantes. La gran importancia concedida a fa profesién de arponero y el hecho de que en las primitives pesquerias holandesas, hace ya casi dos siglos, el mando de tn ballenero no recaia exclusivamente en et capitén, sino que lo compartia con un oficial al que HMamaban titeralmente ef «cortador de tocinon, es algo que ha mareado la profesién, Por aguelia época, la autoridad del capitin se reducia a lo relativo a ta navegacién y direccién general det barco, en tanto que el arponero-jefé gobernaba todo fo que se referia ata caza de balfenas y a sus derivados. Esta costumbte se conserva aiin en las pesquetias inglesas de Groenlandi aunque haya devaido un poco ef rango de dicho arponero, que aliora es muy inferior en autoridad al eapicin, Sin embargo, como el éxito de una campatia de pesca depende principalmente de Ja pericia de tos arponeros, en fas pesquerias norteamericanas, el arponero mayor no ¢s solamente un oficial importante, sino que en determinadas circunstancias lleva el mando dela cubierta, vive teéricamente aparte de Ja marineria y se le distingue de tos demas tripulantes. 16

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