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De carta en carta Ana Maria Machado lustraciones de Juan Ramén Alonso José es el abuelo de Pepe. a v Ninguno de los dos sabe leer ni escribir. Aunque es pequefio, Pepe ya deberia haber ‘endido a hacerlo; pero es que nor- malmente no va a la escuela, prefiere quedarse en casa ayudando a su abuelo. Un dia se enfadan, dejan de hablarse y deciden contarse por carta lo enojacos que estan. {Quién les esoribird esas cartas? ALEAGUAR. JUVENIL P ue te acuerdles. De carta en carta Ana Maria Machado ALrAgY A Mase 2K CP. 05100, wuts, Alpaey S.A de ‘Ado. Leandve N- Alem 720, C2004 AAP, Buenos Ais, Argentina coup, 0 calgsier oto, sine peibo peevio por swento del Bakara Ana Marfa Machado llustraciones de Juan Ramén Alonso De carta en carta Erase una vez un nifio pequefto que viva en una ciudad pequefia. Me parece que no fue hace mucho tiempo. Ni muy lejos de aqui. Y¥ que el nifio, en realidad, no era tan pe- quefio. Pero atin no sabia leer ni es- cribir; como le pasaba a mucha gente en aquella ciudad, incluso a personas mucho mayores y mds viejas que él. La ciudad era antigua y se en- contraba a la orilla del mar Tenia calles estrechas, bonitas iglesias y lazuelas. Guardaba recuerdos de otros tiempos més ricos. Conservaba unas murallas que ya no servian para na~ da, pero que antiguamente se ha- bian usado para defender la ciudad del ataque de los piratas. Tenia casas de dos pisos, con jardines en patios interiores, y terrazas con macetas llenas de flores. Y en algunos lugares, aque terrazas del segundo piso eran gran- des y estaban sobre unos arcos que se apoyaban en las aceras, formando, pOrticos alrededor de las plazas y paseos, Una de esas plazas era la plaza de los Escribidores, All, debajo de las arcadas, se podian ver los bancos donde tra- bajaban unos hombres que se de- dicaban a escribir todas las cosas importantes que las personas de aquella ciudad necesitaban escribir y no sabian: cartas, mensajes, docu- mentos. : Algunos de aquellos escribido- res apoyaban la maquina de escri- bir encima de mesas pequefias, es- critorios 0 incluso cajones, Otros, que estaban empezan- do en la profesién, escribian a no y cobraban més barato. Pero todos pasaban el dia al sentados alrededor de la plaza, con- versando y esperando encargos. Esta es la historia de dos clien- tes de los escribidores. Un nifio Ila- mado Pepe y su abuelo José. Pepe y José vivian en la misma casa, con el resto de la familia: cua- tro nifios mds y los padres del nifio. La madre, Teresa; era hija del abue- lo José. Todos los dias, muy temprano, el padre y la madre salfan a traba- jar. Los hermanos mayores iban & la escuela y Pepe se quedaba. con el abuelo. Ya tenfa edad para pero no quedarse jugando, ademds decia que tenia que hacer compaiifa al abuelo, y los padres acababan por dejario. ~ El sefior José habja sido un ex- celente jardinero. Ahora estaba {ansado, aunque todavia hacia pe- quefios trabajos en las casas de la vecindad, Muchas veces José se llevaba a su nieto con él, como ayudante. Los dos se llevaban muy bien, aunque refifan bastarite. Eran muy parecidos, tercos y provocadores. - Discutfan por cualquier cosa: i —-Escarda ese jardin. Con mi- mo, jeh..2 No dejes ni una mala hierba. ~-Ay, abuelo, no me apetece. Por qué no hacemos esto, verds, tu quitas las rnalas hierbas y yo riego. —Nada de eso. Lo vas a en- i charcar todo.Tu siempre echas de- masiada agua, ahogas las planta: \ | —Y tu siempre llevas la rega- dera medio vacia, porque no pue- des cargar con el peso. Las plantas se van a acabar muriendo de sed, ino lo ves? Deja que yo lo haga. — Me estds diciendo que no tengo fuerzas? ;Que estoy viejo y ya no sirvo para nada? —Es que no tienes fuerzas... S6- lo estoy diciendo la verdad... No te vayas a enfadar ahora por una ton- teria. —Eres un malcriado, eso es lo que pasa. Se lo voy a contar a tu padre. Para que te castigue, vas a ver. Como no te disculpes, cuando legue, ja, ja, le voy a contar todo Jo que haces durante el dia. El nifio no queria que lo casti- garan. Pero no iba a disculparse. Se quedd callado, conteniendo la rabia. E] abuelo segufa rezongando: —Todos los dias lo mismo. No tienes ningUn respeto, Nunca he visto que un nifio de tu edad diga esas cosas a un viejo. En mis tiemn- pos esto no pasaba... Eres un male- ducado. Como me vuelvas a decir algo asi, vas a ver... Furioso, Pepe salid de casa. Dio un portazo, pero no se sintid me- jor Si no queria que lo castigaran, no podia contestar al abuelo, aun- que ganas no le faltaban. Si supie- ra.. le diria cuatro cosas, pero sin hablar Le escribiria al viejo una car- ta bien descarada. Pero no sabia escribir Y tampoco tenia ganas de -a la escuela para aprender. Comenzé a andar por la calle, insult por lo bajo, dio una patada a una lata vacia que estaba en el suelo, pero la rabia no se le pasd Siguié caminando, hasta que llegs a la plaza de los Escribidores. Y tuvo una idea. Se acercé a uno de los hom- bres que esperaba clientes delante de su mesa y le pregunté: —Buenos dias, sefior Miguel jCudnto cuesta escribir una carta? —Bueno, depende del tamnafio... —respondié el hombre—. {Pero para quién es? —Para m{ mismo. Bueno.., es para mandarsela a alguien, pero quiero escribirla yo. i por qué no lo haces? —Todawia no he aprendido: El sefior Miguel se quedé mi rando a Pepe, Pensé que era muy triste que un nifio de su edad no supiera escribir, Los mayores ya no podfan aprender, a sus afios era muy dificil para ellos, y cuando ha- blan sido nifios no todo el mundo en la ciudad podia ir a la escuela. Pero ahora si era posible, El sefior Miguel sabia que asf iba a perder los clientes, pero le parecia bueno que los chavales estudiaran. Y le parecfa mal que un padre y una madre dejaran faltar a clase a su hi- jo. Entonces se le ocurrié ponerle una condicién y respondid: —A los nifios de tu edad no les cobro nada, Pero tienes que ha- cer una cosa: debes ir a la escuela un dia y venir a contarme cémo es, porque tengo muchas ganas de sa- berlo... Ese seré el precio. A Pepe esa condicién no le gusté mucho. Pero sdlo tenia unas pocas monedas en una caja que habfa dejado en casa, y no queria gastérselas con el escribidor, Ade- més, queria la carta ya. As/ que pro- pus ~~Es una carta muy cortita. yMe la escribe ahora y yo se la pa- go mafiana? Claro... —Entonces escriba esto: «eres un pesado». El sefior Miguel escribid. Y pre- gurita: —jNada mds? —WNo, tengo mas. Ahora escri- ba: «jvete al infierno!». 20 El escribid. El nifio extendis la mano. —Ya esté, me la puede dar. Voy a entregarla ahora mismo. —jNo la vas a firmar? (Y no la metes en un sobre? —Ah, eh, me olvidaba... Enton- ces firme ah «Pepe», y métala en un sobre para José. 7 El hombre hizo lo que el nifio le mandaba y le entregd el mensa- je, pensando que era para algun amigo. Después se despidieron: —No olvides tu promesa. Ma- fiana después de la escuela te pasas por aqui, jeh? Tienes que contarme cémo te ha ido. —Si, me pasaré. No se preo- cupe. Al dia siguiente, muy tempra- no, cuando la fa iba a desayu- nar, aparecié Pepe vestido con el uniforme y anuncié que se iba a la escuela con sus hermanos. Justo antes de salir, entregé un sobre al abuelo. —Toma. Es una carta para t. El seAior José la metid en el bolsillo sin leer y se fue al jardin a trabajar. Después de almorzar, se tomé un descanso, fue caminando hasta la plaza y le entregd al sefior Miguel: ~~Por favor, he recibido esta carta, pero no sé leer. Me gustaria que me la leyera y que luego me ayudase a responder. N El sefior Miguel reconocié al instante lo que habia escrito, Abrid el sobre y leyd en voz baja: Eres un pesado... iVete al infierno! Pepe. Miré la cara cansada del viejo y decidié que no |e iba a decir aque- lo. En vez de eso, fingid estar le- yendo algo parecido. Asf, si Pepe por casualidad reclamaba después, decir que se habia con- Estés my cansado... [Vete al invierno! Pepe. 24 El viejo suspird y dijo: ~—Por favor, espere un poco. Voy-a pensar la respuesta. Se senté en un banco de la plaza, Al poco rato, volvid y pre- gunto: —;Puedo pagar con flores? No tengo dinero, pero mi jardin esta precioso. Usted escribe, yo le trai- go unas flores en un jarro con agua, las pone ahf al lado y las va vendiendo... Ganaré mds dinero de lo que yo pudiera pagarle, El sefior Miguel aceptd. Entonces el viejo, que ya habia recibido algunas cartas a lo largo de su vida y sabia mds o menos cémo solian ser, le dicté un men- saje: Estimado nieto? Espero que al recibo de la presente te encuentres bien de salud. Por agul, todos bien, a Dios gra~ cias. Teresa se quemé con una cazuela la semana pa- sada y Tonico se tropezé con una piedra, pero no jue nada grave. se rascé la cabeza, pensd un poco, decidiéd que ya ha- bia dado noticias de la salud de la far El que anda muy cansado Soy yO, como ya te has da- do cuenta, y yo que pensa- ba que ni te fijabas en mi... Hay veces que me en- tran ganas de parar, tum- barme y no levantarme nun- ca més. 0, por lo menos, echarme una siestecita en una hamaca después de co- mer. Pero con este calor eso no me iba a sentar bi- en tampoco. Si pudiese se- guir tu consejo e irme al invierno me iba a venir estupendamente. Pero me parece que todos los in- viernos estén muy lejos y el viaje cuesta muy caro. 28 De cualquier modo, agra~ dezco que te acuerdes. Cuando llegé a ese punto, el abuelo dejé de dictar y comenté: —-Me parece que ahora va una de esas cosas que se ponen al final de las cartas y yo no sé, ese asunto de «sirvase aceptar» no sé qué y el «reconocimiento de mi es- tima y consideracién», Una vez una carta del Gobierno y ponia eso. Me la termina usted. —-No, no hace falta —dijo el sefior Miguel—., Basta con que diga «un abrazo de tu abuelo»... Al sefior José no le convencié: —No, no, de eso nada. Quie- ro hacer las cosas como es debido. 29 EI niflo tiene que aprender y edu- carse, jsabe? Se lo pensé mejor Records al- gunas cosas y prosigui —Ponga ahf también: «Eres un atrevido y un malcriado, pero. atentamente, tu abuelo», El sefior Miguel creyé que el flo merecia oir aquelio. Escribid exactamente lo que el viejo le iba dictando. Después do- bI6 el papel, lo metid en el sobre y se lo dio al sefior José, que se mar- ch. Justo a tiempo, porque Pepe aparecia ya por el tro lado de la laza. Traia un aguacate maduro en la mano, se lo ofrecié y te explicé: —He venido a curnplir mi pro- mesa y a contarle cémo me ha ido w 3 la escuela. En la hora del recreo he ugado mucho y del drbol que hay en el patio he trafdo este aguacate 2 1Q —Sdlo palotes y circulos. He hecho un montén de garabatos y unos redondeles con el ldpiz. La profesora dijo que eran prdcticas para luego bir las letras. Y que soy muy habil. Me ha prometido que si vuelvo mafana me ensefia a Oo», asi que creo que mafiana, pero voy a ir Pepe aparecié EVO la carta dei abuel ja leyera el sefior Mi- hombre leyd todo lo que estaba escrito, sin cambiar nada. El iio escuchd, puso cara. de no er Después dijo —Escriba ahi «eres un viejo loco». Y luego esas cosas del final, igual que me ha hecho él a mi «Pe- ro... atentamente,.tu nietow. ;Qué quiere decir eso? -Que puede estar enfadad. a veces, pero que te quiere mucho. —Entonces pdngale lo mismo aél El sefior ns ee un rato, Abuelo: Te quiero mucho, aun- gue & veces me eniado un 32 poco y digo que pareces medio loco. Disculpa. Un abrazo de tu nieto, Pepe. —jUsted lo ha confundido to- do! ~-exclarné Pepe muy enfada- do—. Yo no he pedido disculpas. Quite eso. El sefiur Miguel lo borrd. —Y falta lo de «atentamente». ~~No he escrito «atentamen- te», porque he puesto «un abra- zo». Queda mejor, cuando escribe un nifio a su abuelo. ——~jEntonces por qué me ha escrito 6) ¢atentamente»? Yo tam- bién quiero... —Porque él es mds viejo, de una época antigua, antes se decia ha querido repetirlo, Pepe se qued6 adn —jMi abuelo recibid ta con esas cosas? {Una carta de e esas COSAS a amigo. Puede que el Gobierno. —iY qué quiere el Gol ae A Pepe le parecid que ya reguntado demasiado o se quedé co EI sefior Miguel le alargé la carta: sobre es cosa tuya. {No dijiste que ibas a aprender a escri- bir «abuelo»? ——Y lo he aprendido. —jPues entonces, enséfiamelo! Pepe se esmeré con los gara- batos y los redondeles. —jTerminado! —se lo mostré, orgulloso. Allf estaba: ABUELO. ora sdlo falta que me pa- gues la carta. — Pagarle? —Claro. De la misrna forma. Ve a la escuela mafiana y a la salida ven hayas aprendido. Al otro dia, cuando Pepe apa- recid, el sefior Miguel ya habia lefdo su carta al cbuelo y le habla escrito una respue ita, pero no podia con- tar como era, porque el nifio no iba a recibirla hasta que volviera a casa. Pero el escribidor escuchdé con aténcidn al nifio contar las nuevas letras y los numeros que estaba aprendiend> en el colegio. También conversaron sobre la pensidn, por- que la profesora le habia explicado IO que era. ~-Mi abuelo est muy cansado, ado toda la vida, ahora tie- la pensién —con- io, O sea, recibir ascansar ha trat 37 todos los meses para guardar algtin dinero para cuando él llegara a Viejo. ~——Se lo voy a preguntar —dijo Pepe, decidido. Y cuando liegd a casa, recibid la carta que el sefior José habia dictado en respuesta. Enséguida reconocié su nombre: Pere. De la misma forma que lo escribfa la profesora, El todavia no conseguia hacer aquellas letras derechas, pe- ro.ya sabla que formaban-su nom- bre. Sin embargo, lo. que. habia dentro, no. lo reconocia. Iba a te- ner-que llevdrselo al dia siguiente al sefior Miguel Pero para lo de la pensidn, no hacia falta carta. El sefior José y si podian hablar de eso, de mo- do que comenzaron a charlan sin 38 discutir Los padres de Pepe esta- ban asombrados: —jQué le pasa a este nifio? Ahora va al colegio todos los dias y ya no se pelea con el abuelo, Al pasar por la plaza, después de clase, Pepe descubrié que la nueva carta del abuelo dec/a esto: Querido niet Espero que sigas bien. Yo estoy cansado y lo paso un poco mal con este calor. Yo también te quiero mucho, ineluso cuando estoy enta- dado. Incluso entonces, te quiero igual. Echo de menos tu ayuda, pero estoy muy contento porque estd&s yendo 1 colegic y escribiéndome 40 unas cartas muy bien he- chas. le siento my orgu- lloso de mi nieto. asf que dentro de algun tiempo no voy a necesitar més los ser= vicios del sefor Miguel. Ti mismo vas & poder ayudarme con unas cartas my impor= tantes que necesito escribir al Gobierno desde hace mu- chos afios. Atentamente, tu abuelo José. El escribidor se extrafid: qué? {Ya no quieres ira para pagarr Pepe se rid y ex ir a la escuela de to porque he e de futbol de tengo un partido importante. Y porque la profesora bié storia. Ademds, tengt sar en lo que voy a querer que us- ted escr unas preguntas a la profesora. A\ dia siguiente, a la salida de la escuela fue a dictar al sefior Miguel la nueva Cat Sehor Gobierno? ii abuelo ha trabajado toda la vida y est& my cansado. Necesita descansar y ya no puede estar sudando pajo el calor del sol. Me~ eesita sentarse y quedarse mirando al mar, tomando agua de coco y pensando en la vida. 0 charlando y ju- gando al dominéd con los amigos, debajo de alguno de jos Arboles que ha planta~ do. No quiere tener que preocuparse mis por el tra~ pajo. iene derecho, ésabe? éY sabe otra cosa? Es el mejor jardinero del parrio, venga sélo a ver las flores y los jardines. Pregunte a cual~ quiera por los jardines del senor José. Pero shora ya no puede cuidar de les plantas todo el tiempo, hay horas en que pretiere descansar. Ysi tengo que ayudarle yo, acabo no yendo a la escuela. Quien ha dicho que t ene derecho ha sido mi profeso= ra. Es gente. Puede ensefaxle in- cluso a usted, sefor Go~ bierno. Si usted quiere aprender con ella, le voy a explicar: la escuela queda enfrente de la iglesia todavia hay pupitres vacios en mi clase. Pero en el equipo de futbol no hay si- tio. Sdélo en el vanquillo de reserva. Salvo si juega usted my bien. Responds enseguida, porque ai abuelo est&é viejo y ya no miede esperar micho tiempo. Atentamente, Pepe. El seRtor Miguel escribio la car- Aproveché y mando otra, suya, mismo sobre, explicando al personal encargado de los pensio- nistas algunas cosas que segtin él faltaban \| cabo de unas sernanas llego una respuesta del Gobierno, en la que pedian al sefior José que pasa- ra por una Oficina de Atencion al Ciudadano. Pepe quiso ir con pero no queria faltar a la escuela y el abuelo acabé yendo con el se- fior Miguel Todav montén de cartas y documentos, nte el sef hubo que reui pero f 6 consiguiendo Estaba muy feliz, claro, tanto que contaba a todo el mundo que era su nieto quien lo habia conseguido. Al poco tiempo, dos amigos suyos vinieron a pedir ayuda a Pepe que, para entonces, ya habia aprendido a leer y escribir: Pepe les ayud6, por supuesto, Después vinieron otros. Mucha gente lo necesitaba. Pepe lleg6 a creer que, cuando creciera, iba a ser escribidor Pero fue descubriendo otras co- sas y teniendo otras ideas. Pasé el tiempo. Los dias © cieron semanas, las sernanas se hicieron meses, los meses se hicie- ron afios, El abuelo consiguid des- cansar hasta el final de su vida. Inviernos y veranos. Pepe fue cre- ciendo y siguid estudiando. Muchos dfas, semanas, meses y afios. Pero después no se hizo escribi- dor Acabé trabajando en la oficina de Atencién al Ciudadano, ayudan- do a las personas que necesitaban pension y cosas asf. También descubrid que !e gus- ta mucho escribir. Por eso, de vez en cuando, escribe cosas que no n poco de son cartas. Mezclando recuerdos con un toque de inven- 5n. Historias. Como esta misma. Quien quiera, que haga lo mismi Nace en Rio de Janeiro, Brasil, en 1941. Al principio, empezé a estudiar pintura, luego Geograffa; sin embargo, no tardé mucho en cambiar de carrera: se matriculé en Le- tras y realizé un doctorado en Lingiiistica. Ejercié como profesora universitaria y co- mo periodista. Pero en 1969, se vinculé a Recreio, una revista para nifios, y ahi se ini- cid como autora de literatura infantil. Des- de entonces ha vendido més de cuatro millones de ejemplares de sus libros. En e! afio 2000 fue galardonada con el Premio Andersen. En los Ultimos quince afios se ha dedicado a la promocién de fa lectura, tan- to en su pais como en el extranjero: r ticipa en innumerables seminarios, c- sos y conferentias sobre lectura infantil. de inp de 2005, en los

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