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Átomos para la paz. Discurso del Sr. Dwight D.

Eisenhower, Presidente de los Estados Unidos de


América,en la 470ª sesión plenaria de la Asamblea General de las Naciones Unidas

Martes, 8 de diciembre 1953, 2:45 p.m.

Presidenta de la Asamblea General: Sra. Vijaya Lakshmi Pandit (India)

5 Señora Presidenta y miembros de la Asamblea General,

Cuando el Secretario General Hammarskjold me invitó a dirigir esta Asamblea General, estaba justamente
empezando una serie de conferencias en Las Bermudas con los Primeros ministros y los ministros de
Asuntos Exteriores de Reino Unido y Francia. Los asuntos a tartar en dicha asamblea eran algunos de
los problemas que amenazan nuestro planeta.

10 Durante el resto de la Conferencia de las Bermudas, siempre tuve presente que se me había
concedido un gran honor. Ese honor es el mío hoy, al estar aquí, con el privilegio de dirigirme a la
Asamblea General de las Naciones Unidas.

Al mismo tiempo que agradezco la distinción de dirigirme a ustedes , tengo una sensación de regocijo al
contemplar esta Asamblea. Nunca antes en la historia tanta esperanza para tanta gente se había
15 reunido en una única organización. Sus deliberaciones y decisiones durante estos años sombríos se han
convertido ya en parte de esas esperanzas.

Pero las grandes pruebas y los grandes logros están todavía por llegar. Y sobre esa confianza y
expectación por el cumplimiento de esos logros, me gustaría usar el cargo que, por el momento, tengo,
para asegurarles que el Gobierno de los Estados Unidos permanecerá firme en su apoyo a este
20 organismo. Lo haremos con la convicción de que ustedes aportarán una gran parte de la sabiduría, del
valor y de la fe que puedan traer a este mundo una paz duradera para todas las naciones, y la felicidad
y el bienestar para toda la humanidad.

Obviamente, no sería adecuado que aprovechara esta ocasión para presentarles una visión unilateral
desde el punto de vista de los Estados Unidos. Sin embargo, les aseguro que en nuestras
25 deliberaciones en Las Bermudas tratamos de invocar estos mismos grandes principios de paz universal
y dignidad humana que están tan claramente grabados en su carta. Por lo tanto, decidí que esta
ocasión merecía que les contara algunas de las cosas que han estado en las mentes y en los
corazones de mis socios legislativos y ejecutivos, y en los míos, durante muchos meses: pensamientos
que originalmente había planeado dirigir al pueblo estadounidense.

30 Sé que el pueblo estadounidense comparte mi profundo convencimiento de que si existe algún peligro
en el mundo, éste es un peligro compartido por todos, y de la misma manera, si existe esperanza para
nuestra nación, esa esperanza debe ser compartida por todos. Por último, si hay que presentar alguna
propuesta destinada a aliviar, aunque sea mínimamente, las tensiones del mundo actual, ¿qué público
más apropiado podría haber que los miembros de la Asamblea General de las Naciones Unidas?

35 Me siento impulsado a hablar hoy en un lenguaje que, en cierto sentido, es nuevo, uno que yo, que he
pasado gran parte de mi vida en la profesión militar, hubiera preferido no utilizar nunca. Ese nuevo
lenguaje es el de la guerra nuclear.

La era nuclear ha avanzado a un ritmo tal que todo ciudadano del mundo debería tener una cierta
comprensión, al menos en términos comparativos, del alcance de este desarrollo, de gran importancia
40 para cada uno de nosotros. Es evidente que, si los pueblos del mundo han de llevar a cabo una
búsqueda inteligente de la paz, deben estar armados con la información más significativa de la
existencia actual.

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Mi relato sobre el peligro y el poder atómico está necesariamente enfocado desde los términos de los
Estados Unidos, ya que éstos son los únicos hechos indiscutibles que conozco, pero no necesito
45 señalar a esta Asamblea que este tema es de carácter mundial y no meramente nacional.

El 16 de julio de 1945, Estados Unidos provocó la mayor explosión atómica del mundo. Desde esa fecha de
1945, los Estados Unidos de América han realizado cuarenta y dos explosiones de prueba. Las
bombas atómicas de hoy día son más de veinticinco veces más potentes que las primeras armas con
las que se inició la era atómica, mientras que las bombas de hidrógeno se sitúan en el rango de los
50 millones de toneladas de TNT equivalente.

Hoy en día, el arsenal de armas atómicas de los Estados Unidos, que, por supuesto, aumenta
diariamente, sobrepasa varias veces el equivalente total de todas las bombas y todos los proyectiles
lanzados en cada bombardeo en todos los escenarios de guerra durante todos los años que duró la
Segunda Guerra Mundial. Un único escuadrón aéreo puede ahora lanzar sobre cualquier objetivo
55 alcanzable una carga destructiva que excede en potencia a todas las bombas que cayeron sobre Gran
Bretaña durante toda la Segunda Guerra Mundial.

El desarrollo de las armas atómicas no ha sido menos notable en cuanto a tamaño y variedad. El
desarrollo ha sido tal que las armas atómicas han alcanzado prácticamente el estatus de armas
convencionales en nuestras fuerzas armadas. En los Estados Unidos, el Ejército, la Marina, la Fuerza
60 Aérea y el Cuerpo de Marines son capaces de utilizar estas armas con un uso militar.

Pero el terrorífico secreto, y los temibles motores del poder atómico, no son sólo nuestros.

En primer lugar, el secreto lo poseen nuestros amigos y aliados, Reino Unido y Canadá, cuyos genios
científicos contribuyeron enormemente a nuestros descubrimientos originales y a los diseños de las
bombas atómicas.

65 El secreto también es conocido por la Unión Soviética. La Unión Soviética ha informado de que, en los
últimos años, ha dedicado amplios recursos a las armas nucleares. Durante este período, la Unión
Soviética ha hecho explotar una serie de dispositivos atómicos, incluyendo al menos uno que implica
reacciones termonucleares.

Si en una época los Estados Unidos poseía lo que podría llamarse un monopolio de la energía nuclear,
70 ese monopolio dejó de existir hace varios años. Por lo tanto, aunque nuestro comienzo más temprano
nos ha permitido acumular lo que hoy es una gran ventaja cuantitativa, la realidad es que hoy existen
dos hechos que conforman la realidad atómica:

En primer lugar, el conocimiento que ahora poseen varias naciones acabará siendo compartido por
otras, posiblemente por todas las demás.

75 En segundo lugar, incluso una gran superioridad en el número de armas, y la consiguiente capacidad
de represalias devastadoras, no previene por sí misma de los temibles daños materiales y el número
de vidas humanas que infligiría una agresión por sorpresa.

El mundo libre, al menos ligeramente consciente de estos hechos, se ha embarcado naturalmente en


un amplio programa de sistemas de alerta y defensa. Este programa nuclear se acelerará y ampliará.
80 Pero que nadie piense que el gasto ingente en armas y sistemas de defensa puede garantizar la
seguridad absoluta de las ciudades y los ciudadanos de cualquier nación. La terrible aritmética de las
bombas atómicas no permite una solución tan fácil. Incluso contra los más sofisticados sistemas de
defensa, un agresor en posesión de un número mínimo de armas atómicas podría probablemente
colocar un número suficiente de bombas en los objetivos elegidos para causar un daño espantoso.

85 Si se lanzara un ataque atómico de estas características contra Estados Unidos, nuestras reacciones
serían rápidas y contundentes. Pero que yo diga que la capacidad de defensa de los Estados Unidos

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es tal que podría infligir terribles pérdidas a un agresor, que yo diga que la capacidad de represalia de
los Estados Unidos es tan grande que el territorio de ese agresor sería arrasado, todo esto, aunque sea
un hecho, no es la verdadera expresión delpropósito y las esperanzas de los Estados Unidos.

90 Detenerse ahí sería confirmar la inútil irreversibilidad de la creencia de que dos colosos atómicos están
condenados a mirarse malévolamente de forma indefinida a través de un mundo tembloroso.
Detenerse ahí sería aceptar con impotencia la posibilidad de que la civilización sea destruida, la
aniquilación de la herencia irremplazable de la humanidad que se nos ha transmitido de generación en
generación, y la condena de la humanidad a comenzar de nuevo la antigua lucha desde el salvajismo
95 hacia la honradez, el derecho y la justicia. Seguramente ningún miembro cuerdo de la raza humana
podría encontrar la victoria en tal desolación. En algunas páginas de la historia aparecen los rostros d e
los "grandes destructores", pero el libro de la historia también revela la interminable búsqueda de la
paz por parte de la humanidad y la capacidad de construir que le ha dado Dios.

Es con el libro de la historia, y no con páginas aisladas, con lo que Estados Unidos desea ser siempre
100 identificado. Mi país quiere ser constructivo, no destructivo. Quiere acuerdos, no guerras entre
naciones. Quiere vivir en libertad y con la confianza de que los ciudadanos de todas las demás
naciones disfrutan igualmente de su derecho a elegir su propia forma de vida.

Por todo ello, el propósito de mi país es ayudarnos a derribar la cámara oscura de los horrores y traer
la luz, encontrar un camino por el que las mentes de los hombres, las esperanzas de los hombres, las
105 almas de los hombres de todo el mundo puedan avanzar hacia la paz, la felicidad y el bienestar.

En esta búsqueda, sé que no debe faltarnos la paciencia. Sé que, en un mundo dividido como el
nuestro hoy, la salvación no puede alcanzarse mediante un único acto dramático. Sé que habrá que dar
muchos pasos a lo largo de muchos meses antes de que el mundo pueda mirarse a sí mismo un día y
darse cuenta realmente de que existe un nuevo clima de paz y confianza mutua reinando sobre él.
110 Pero sé, por encima de todo, que debemos empezar a dar esos pasos ahora.

Estados Unidos y sus aliados, Reino Unido y Francia, han intentado, en los últimos meses, dar algunos
de estos pasos. Que nadie diga que evitamos sentarnos a negociar. Hace tiempo que consta la
petición de Estados Unidos, Reino Unido y Francia de negociar con la Unión Soviética los problemas
de una Alemania dividida. También consta la petición de estas tres naciones de negociar un tratado de
115 paz con Austria. En el mismo expediente sigue en pie la petición de las Naciones Unidas de negociar
los problemas de Corea.

Más recientemente hemos recibido de la Unión Soviética lo que es, en efecto, una expresión de
voluntad de celebrar una reunión de las cuatro potencias. Junto con nuestros aliados, Reino Unido y
Francia, nos alegramos de que esta propuesta no contenga las inaceptables condiciones previas
120 presentadas anteriormente. Como ya saben a través de nuestro comunicado conjunto de las
Bermudas, Estados Unidos, Reino Unido y Francia han aceptado rápidamente reunirse con la Unión
Soviética.

El Gobierno de los Estados Unidos aborda esta conferencia con sinceras esperanzas. Pondremos todo
nuestro empeño con el único propósito de salir de esa conferencia con resultados tangibles hacia la
125 paz, la única forma verdadera de disminuir la tensión internacional.

Nunca hemos propuesto, ni sugeriremos, que la Unión Soviética renuncie a lo que le pertenece por
derecho. Nunca diremos que los ciudadanos rusos son un enemigo con el que no deseamos tratar ni
mezclarnos nunca en una relación amistosa y fructífera.

Por el contrario, esperamos que esta próxima conferencia pueda iniciar una relación con la Unión
130 Soviética que finalmente traiga un nuevo contexto de relaciones entre los pueblos de Oriente y
Occidente, la única forma segura y humana de desarrollar el entendimiento necesario para unas
relaciones pacíficas y de confianza.

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En lugar del descontento que ahora reina en la Alemania oriental, la Austria ocupada y los países de
Europa oriental, buscamos una familia armoniosa de naciones europeas libres, sin que ninguna
135 constituya una amenaza para ninguna otra, y tampoco para ciudadanos de la Unión Soviética. Más allá
de la agitación, las luchas y la miseria, buscamos una oportunidad pacífica para que los pueblos
desarrollen sus recursos naturales y eleven su suerte.

No son palabras vanas ni visiones superficiales. Detrás de ellas se esconde una historia de naciones
que finalmente han llegado a la independencia, no como resultado de la guerra, sino a través de la libre
140 concesión o la negociación pacífica. Ya se ha escrito sobre la ayuda que las naciones occidentales han
prestado gustosamente a los pueblos necesitados y a los que sufren los efectos temporales del
hambre, la sequía y las catástrofes naturales. Son semillas de paz. Hablan más fuerte que las
promesas o las protestas de intenciones pacíficas.

Pero no deseo descansar ni en la reiteración de propuestas pasadas ni en la reafirmación de hechos


145 pasados. La gravedad de los tiempos es tal que debe explorarse cualquier nueva vía de paz, por muy
tenue que parezca.

Hay al menos una vía de paz que no ha sido todavía bien explorada, una vía que ahora reside en la
Asamblea General de las Naciones Unidas.

En su resolución del 28 de noviembre de 1953 esta Asamblea General sugirió: "que la Comisión de
150 Desarme estudie la viabilidad de establecer un subcomité formado por representantes de las
principales potencias involucradas, que busque en privado una solución aceptable e informar... sobre
dicha solución a la Asamblea General y al Consejo de Seguridad a más tardar el 1 de septiembre de
1954".

Los Estados Unidos, atendiendo a la sugerencia de la Asamblea General de las Naciones Unidas,
155 están inmediatamente dispuestos a reunirse en privado con aquellos países que puedan estar
"involucrados", para buscar "una solución aceptable" a la carrera del armamento nuclear que
ensombrece no sólo la paz, sino la vida misma del mundo.

Llevaremos a estas conversaciones privadas o diplomáticas una nueva concepción. Los Estados
Unidos buscarán algo más que la mera reducción o eliminación del material atómico con fines militares.
160 No basta con quitar estas armas de las manos de los soldados, éstas deben ser puestas en manos de
quienes sepan despojarlas de su carcasa militar y ponerlas al servicio de la paz.

Estados Unidos sabe que, si se revierte la terrible tendencia a acumular armas nucleares, esta fuerza
destructiva puede convertirse en un gran beneficio, un beneficio para toda la humanidad. Estados
Unidos sabe que la utilización pacífica de la energía nuclear no es un sueño del futuro. La capacidad,
165 ya probada, está aquí hoy. ¿Quién puede dudar de que, si todo el cuerpo de científicos e ingenieros
del mundo tuviera cantidades adecuadas de material fisionable con el que probar y desarrollar sus
ideas, esta capacidad se transformaría rápidamente en un uso universal, eficiente y económico?

Para adelantar ese día en que el miedo al átomo comience a desaparecer de las mentes de los
ciudadanos y de los gobiernos de Oriente y Occidente, hay ciertas medidas que pueden ser tomadas
170 ahora.

Por lo tanto, hago la siguiente propuesta:

Los principals gobiernos implicados, en la medida en que lo permita la prudencia, deberían empezar
ahora y continuar haciendo aportaciones colectivas de sus reservas de uranio y materiales fisionables
a una agencia internacional de energía atómica. Las proporciones de las aportaciones, los
175 procedimientos y otros detalles entrarían en el ámbito de las "conversaciones privadas" a las que me
he referido antes.

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Estados Unidos está dispuesto a emprender estas exploraciones de buena fe. Cualquier socio de
Estados Unidos que actúe con la misma buena fe encontrará en Estados Unidos un socio no
irrazonable ni poco generoso.

180 Sin duda, las contribuciones iniciales a este plan serían pequeñas en cantidad. Sin embargo, la
propuesta tiene la gran virtud de que puede llevarse a cabo sin las irritaciones y sospechas mutuas
propias de cualquier intento de establecer un sistema de inspección y control mundial com pletamente
aceptable.

La agencia de la energía atómica podría encargarse de la recogida, el almacenamiento y la protección


185 de los materiales fisionables o de cualquier otro tipo aportados. Las habilidades de nuestros científicos
proporcionarán las condiciones necesarias de seguridad bajo las cuales tal banco de material
fisionable pueda hacerse inmune frente a cualquier tipo de amenaza.

La responsabilidad más importante de esta agencia de la energía atómica sería la de idear métodos
por los que este material fisionable se destinara a servir a los fines pacíficos de la humanidad. Se
190 movilizaría a los expertos para aplicar la energía atómica a las necesidades de la agricultura, la
medicina y otras actividades pacíficas. Un objetivo relevante sería proporcionar energía eléctrica en las
zonas del mundo que carecen de ella.

Así, las potencias contribuyentes dedicarían parte de su fuerza a servir a las necesidades y no a los
temores de la humanidad.

195 Los Estados Unidos estarían más que dispuestos, estarían orgullosos de asumir junto con el resto de
implicados el desarrollo de planes por los que se acelere este uso pacífico de la energía nuclear. Entre
los "principales implicados" la Unión Soviética debe ser, por supuesto, uno.

Estaría dispuesto a presentar al Congreso de los Estados Unidos, y con todas las expectativas de
aprobación, cualquier plan de este tipo que, en primer lugar, fomentara la investigación mundial sobre
200 los usos más eficaces del material fisionable en tiempos de paz, y con la certeza de que los
investigadores dispusieran de todo el material necesario para la realización de todos los experimentos
que fueran necesarios; en segundo lugar, comenzara a disminuir el poder destructivo potencial de los
arsenales atómicos del mundo; tercero, permitir que todos los pueblos de todas las naciones vean que,
en esta época preparada, las grandes potencias del planeta, tanto de Oriente como de Occidente, se
205 interesan antes por las ambiciones humanas que por la construcción de armamentos de guerra; cuarto,
abrir un nuevo canal de discusión de iniciativas pacíficas, al menos como una nueva aproximación a
los numerosos y difíciles problemas que deben resolverse en las conversaciones privadas y públicas si
el mundo quiere quitarse de encima la inercia impuesta por el miedo y se posibiliten los progresos
positivos hacia la paz.

210 Con el oscuro telón de fondo de la bomba atómica, los Estados Unidos no quieren limitarse a presentar
fortaleza, sino también el deseo y la esperanza de paz. Los próximos meses estarán cargados de
decisiones transcendentales. Que, en esta Asamblea, en las capitales y en los cuarteles militares del
mundo, en los corazones de los hombres de todo el mundo, sean gobernantes o gobernados, se tomen
las decisiones que conduzcan a este mundo fuera del miedo y hacia la paz.

215 A la hora de tomar estas decisiones transcendentales, los Estados Unidos prometen ante ustedes, y
por tanto, ante el mundo, su determinación de ayudar a resolver el temible dilema atómico, de dedicar
todo su corazón y su mente a encontrar el camino por el que la increíble creatividad del hombre no se
dedique a su muerte, sino que se consagre a su vida.

Agradezco de nuevo a los representantes el gran honor que me han concedido al invitarme a
220 comparecer ante ellos y al escucharme tan amablemente.

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