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Covid: anular la propiedad

intelectual sobre las vacunas sería


un grave error
Estados Unidos y otros países, como India y Sudáfrica,
apoyan en la OMC la suspensión temporal de las
patentes de los inmunizantes contra el coronavirus
9 de junio de 202108:14

Philip Stevens
PARA LA NACION
Una enfermera inyecta a un hombre una dosis de la vacuna de Pfizer contra el
COVID-19 el lunes 7 de junio de 2021 en un centro de vacunación, en Ciudad de
Panamá. (AP Foto/Arnulfo Franco)
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Días pasados, Estados Unidos anunció que se unirá a la India, Sudáfrica y


otros países en apoyar una propuesta ante la Organización Mundial del
Comercio para suspender temporalmente los derechos de propiedad
intelectual sobre las vacunas contra el Covid. En teoría, esto permitiría que
otras compañías produzcan copias de las vacunas que pertenecen a
empresas como Pfizer y AstraZeneca, lo cual aceleraría el proceso de
inmunización en los países en desarrollo.

Repasemos los hechos. En solo 18 meses, el Covid ha pasado de ser una


enfermedad desconocida a un mal prevenible con cuatro vacunas
autorizadas por agencias reguladoras en EE.UU., la Unión Europea y
otras naciones. Se estima que la producción mundial de vacunas contra el
Covid llegará este año a más de 12.000 millones de dosis, una cantidad
suficiente para lograr potencialmente la inmunidad de rebaño en 2022.
Nunca antes se había alcanzado una producción de vacunas de esta
magnitud y velocidad.

La propiedad intelectual ha sido el héroe anónimo de esta historia, ya que


ha permitido docenas de colaboraciones de investigación y alianzas de
producción en todo el mundo, incluso entre competidores. Empresas
rivales han compartido compuestos, plataformas y tecnologías exclusivas
para desarrollar vacunas en tiempo récord. Los desarrolladores de
vacunas han unido fuerzas con fabricantes alrededor del mundo -muchos
de ellos competidores comerciales- con el fin de aumentar la capacidad de
producción y acercarnos a la meta de las12.000 millones de dosis.

Estas alianzas no ocurrirían sin la certeza jurídica que brindan los


derechos de propiedad intelectual. Si se deshacen dichas reglas, estos
acuerdos colapsarían. Lo último que el planeta necesita en esta coyuntura
tan delicada es una reorganización total como la que plantea la propuesta
ante la OMC.

Aún más sospechosa es la noción implícita en dicha propuesta de que hay


una capacidad de producción ociosa que podría ponerse a buen uso si tan
solo la propiedad intelectual no estuviera en el camino. En realidad, solo
un puñado de naciones cuentan con esta capacidad desarrollada y tratar
de construirla en los países en desarrollo no debería ser una prioridad en
este momento.

“La mayoría de los países no cuentan con la capacidad de cultivo de


células o de líneas de envasado esterilizado y tratar de construirlas de cero
no constituye un buen uso del tiempo, dinero y esfuerzo. Es como que
Suiza decida ser autosuficiente en sushi”, señala el investigador
farmacéutico y escritor científico Derek Lowe.

Las vacunas de Moderna y Pfizer se basan en mRNA, una nueva


tecnología de inmunización que está haciendo su debut comercial en esta
pandemia. “No hay capacidad manufacturera mRNA en el mundo”,
afirma Stephane Bancel, el director ejecutivo de Moderna. “Se trata de
una nueva tecnología. Uno no puede salir a contratar gente que sepa cómo
hacer mRNA. Y aún si todas esas cosas estuvieran disponibles, quien
quiera producir vacunas mRNA tendría que comprar la máquina e
inventar los procesos de producción, verificación y análisis”.
Incluso si no hubiese propiedad intelectual, construir toda esta capacidad
de la nada tomaría meses sino años, tiempo para el cual las alianzas
existentes ya habrían alcanzado la meta.

Otros ingredientes e insumos escasean a nivel mundial, como las


partículas de lípido y mezcladores para hacer las vacunas mRNA. Novavax
está enfrentando escasez de ingredientes tan diversos como corteza de
árbol chileno y bolsas de biorreactor debido a que otros productores de
vacunas están compitiendo por los mismos productos.

La falta de disponibilidad de insumos no tiene nada que ver con la


propiedad intelectual, pero ciertamente se ha visto agravada por la
restricción a las importaciones impuestas por varios países, incluyendo
EE.UU. Mientras la India se queja ante la OMC por la propiedad
intelectual, su agencia reguladora no aprueba aún la vacuna de Pfizer para
uso interno. Es todo un disparate.

Anular la propiedad intelectual sería un retroceso y desincentivaría a las


empresas a hacer los ajustes necesarios para combatir las nuevas cepas
del Covid. Además, descarrilaría decenas de acuerdos de otorgamiento de
licencias para la producción de vacunas, lo cual generaría caos en las
cadenas de producción globales y pondría en riesgo los miles de millones
de dólares que actualmente se están invirtiendo para crear o ampliar
capacidad manufacturera.

Con el precedente que se establezca en la OMC, pocas compañías querrán


invertir en nuevas vacunas cuando llegue la próxima pandemia. Sin el
sector privado, el mundo tendría que depender de los laboratorios
gubernamentales para investigar y producir masivamente en cronogramas
muy ajustados. Es un escenario tenebroso.

Director ejecutivo de la Geneva Network en Londres

Philip Stevens

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