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HOMICIDIO CULPOSO COMETIDO CON VEHÍCULO AUTOMOTOR

Tazza, Alejandro O.

Publicado en: LA LEY 22/02/2017 , 1

Sumario: I. Homicidio culposo (art. 84 Cód. Penal). — II. Homicidio culposo cometido con vehículo
con motor. — III. Homicidio culposo agravado. — IV. Sujeto activo. — V. Conclusiones.

Cita Online: AR/DOC/441/2017

La reforma penal adolece de algunas fallas de técnica legislativa que no hacen sino complicar y
dificultar la aplicación de una pena justa a quien comete un delito de esta naturaleza, utilizando un
medio riesgoso como lo es un vehículo con motor. Nuevamente parece ser que el legislador
argentino recurre al Código Penal para amortiguar los nocivos efectos y las horrorosas estadísticas
que en materia de accidentes de tránsito existen lamentablemente en nuestro país.

A través de la ley 27.347, publicada el día 6 de enero de este año 2017, el Congreso de la Nación
ha procedido nuevamente a una modificación de nuestro Código Penal, esta vez en lo relativo al
homicidio y las lesiones culposas, como así también al delito conocido como "picadas ilegales".

Más allá de meras modificaciones en torno a la cantidad de pena aplicable para el homicidio y las
lesiones culposas, la reforma tiene como punto central aquellos hechos lesivos contra la integridad
personal ocurridos mediante el manejo imprudente o antirreglamentario de un vehículo
automotor y, dado ello, esta modificación se convino en llamar Ley de Accidentes Viales por su
especial énfasis en esta clase de hechos.

I. Homicidio culposo (art. 84 Cód. Penal)

El artículo 84 del Código Penal ha quedado redactado de la siguiente manera:

Artículo 84: "Será reprimido con prisión de uno a cinco años e inhabilitación especial, en su caso,
por cinco a diez años el que por imprudencia, negligencia, impericia en su arte o profesión o
inobservancia de los reglamentos o de los deberes a su cargo causare a otro la muerte.

El mínimo de la pena se elevará a dos años si fueren más de una las víctimas fatales".

Hasta aquí la única modificación legislativa ha sido el aumento del mínimo de la pena prevista para
este delito que se eleva a 1 año de prisión en vez de los 6 meses que anteriormente contenía dicha
norma. Por su lado se mantiene la elevación del mínimo a 2 (dos) años de prisión para el caso en
que las víctimas fueran más de una.

Esta ilicitud es ahora aplicable a cualquier homicidio culposo, siempre y cuando la muerte no haya
ocurrido como consecuencia del manejo imprudente o antirreglamentario de un vehículo con
motor, para cuyo caso se ha previsto una nueva disposición contenida en lo que ahora pasa a ser
el art. 84 bis de nuestro Cód. Penal.
Como punto destacable de esta reforma debemos advertir que la independización de los hechos
luctuosos producidos por la conducción antirreglamentaria de un vehículo con motor obedece a
una técnica legislativa más depurada y prolija que la anterior, y evita la confusión de estos hechos
en una misma disposición legal.

II. Homicidio culposo cometido con vehículo con motor

Como señaláramos anteriormente, esta nueva norma penal se ocupa de regular el homicidio
culposo ocurrido como consecuencia del manejo antirreglamentario o imprudente de un vehículo
con motor.

El artículo 84 bis del Código penal establece a tales efectos lo siguiente:

Art. 84 bis, 1er. párrafo: "Será reprimido con prisión de dos a cinco años e inhabilitación especial,
en su caso, por cinco a diez años el que por la conducción imprudente, negligente o
antirreglamentaria de un vehículo con motor causare a otro la muerte.

Art. 84 bis, 2do. párrafo: La pena será de prisión de tres a seis años, si se diera alguna de las
circunstancias previstas en el párrafo anterior y el conductor se diere a la fuga o no intentase
socorrer a la víctima siempre y cuando no incurriere en la conducta prevista en el artículo 106, o
estuviese bajo los efectos de estupefacientes o con un nivel de alcoholemia igual o superior a
quinientos miligramos por litro de sangre en el caso de conductores de transporte público o un
gramo por litro de sangre en los demás casos, o estuviese conduciendo en exceso de velocidad de
más de treinta kilómetros por encima de la máxima permitida en el lugar del hecho, o si condujese
estando inhabilitado para hacerlo por autoridad competente, o violare la señalización del
semáforo o las señales de tránsito que indican el sentido de circulación vehicular o cuando se
dieren las circunstancias previstas en el artículo 193 bis, o con culpa temeraria, o cuando fueren
más de una las víctimas fatales".

Existe, por lo visto, una figura básica consistente en un homicidio culposo ocasionado por el
manejo indebido de un vehículo con motor, y una figura agravada que, partiendo de tal ilicitud,
establece una serie de circunstancias que a criterio del legislador ameritan la imposición de una
pena más gravosa.

Analizaremos a continuación los aspectos más salientes de esta previsión legal.

En cuanto a la figura básica se mantiene la misma penalidad que existía en el anterior art. 84 del
Código Penal, esto es, de 2 a 5 años de prisión para la muerte ocasionada por el manejo de
vehículos automotores. En realidad, y como novedad de esta reforma, el legislador ha modificado
el término "vehículo automotor" por la de "vehículo con motor", que aparece ahora como una
forma diferente de señalar al medio comisivo del delito.

En efecto, el hecho sigue siendo el mismo, esto es, causar a otro la muerte en forma culposa -no
dolosa-, a consecuencia de la conducción imprudente, negligente o antirreglamentaria de un
vehículo con motor, habiéndose incorporado esta nueva denominación en lugar de la antigua,
como queriendo ampliar aún más los objetos con los cuales se ocasiona la muerte. Como si se
quisiera abarcar no solo a los automotores, sino también a otros vehículos que funcionen con un
motor, como podrían ser las motocicletas, motonetas y ciclomotores de cualquier índole.

Sin embargo, al comentar el art. 193 bis del código en otro lugar (1), habíamos señalado que la
anterior expresión "vehículo automotor" era una indicación de carácter jurídico, y como tal, debía
extraerse de la normativa legal que los regulaba, esto es, el decreto ley 6582/58 (Adla, XVIII-A,
1079) denominado de Régimen Jurídico del Automotor. Esta norma señala expresamente en su
art. 5° a los automotores como los automóviles, camiones, tractores, camionetas rurales, jeeps,
furgones, ómnibus, etc., incluso hasta las maquinarias agrícolas incluidos los tractores,
cosechadoras, máquinas viales y todas aquellas que se autopropulsen.

A modo aclaratorio, y a través de su reglamentación, la Secretaría de Justicia de la Nación había


dictado la resolución nro. 586 de 1988, en la que se señalaba que las motos y motonetas -entre
otros- quedaban comprendidas dentro de la categoría de vehículo automotor (2). Con ello, esta
novedad legislativa carece a nuestro juicio de valor alguno y era innecesaria a la hora de precisar el
medio comisivo de tal modo, ya que la antigua legislación también comprendía lo que el legislador
quiso abarcar con este nuevo giro idiomático referido al objeto que ocasionaba la muerte.

III. Homicidio culposo agravado

Lo más destacado de esta reforma legislativa está dado por la nueva disposición legal que prevé el
art. 84 bis del Código Penal.

Como hemos visto, el primer párrafo del articulado está referido a la causación de una muerte
culposa por parte de quien condujo en forma imprudente, negligente o antirreglamentaria de un
vehículo con motor. La penalidad es idéntica a la que está prevista para la pluralidad de víctimas
señalada en el último párrafo del artículo anterior.

El segundo párrafo del articulado 84 bis sanciona el homicidio culposo causado por conducción
imprudente, negligente o antirreglamentaria de vehículo con motor siempre que -además de ello-
se diera alguna de las circunstancias allí enumeradas, las que analizaremos a continuación.

III.1. Fuga y ausencia de socorro a la víctima

La primera de estas circunstancias agravantes exige un homicidio causado con vehículo automotor
en forma culposa, y que el conductor se haya dado a la fuga o no intentase socorrer a la víctima,
siempre y cuando no incurriera en la conducta prevista por el art. 106 del Código Penal, esto es
abandono de persona.

En consecuencia la norma establece una premisa básica, consistente en la causación de una


muerte por parte de un conductor que ha manejado en forma imprudente, negligente o
antirreglamentariamente un vehículo con motor y que se haya dado a la fuga, es decir haya
escapado del lugar del hecho; o no haya intentado socorrer a la víctima, esto es, brindarle los
primeros auxilios u ocuparse de su situación. Y ello siempre y cuando no se dieren los requisitos
del delito de abandono de persona previsto por el art. 106 del Código Penal. Esta última parte del
texto representa una especie de relación de subsidiariedad expresa y restringida exclusivamente a
aquel ilícito consistente en el abandono seguido de muerte, es decir -según nuestra concepción-,
la previsión legal del último párrafo del art. 106 del Código Penal que sanciona dicha consecuencia
con una pena de 5 a 15 años de prisión.

En efecto, no parece muy adecuada la referencia a todo el art. 106 del Código Penal puesto que la
figura básica consiste en poner en peligro la vida o la salud de otro al colocarlo en situación de
desamparo, o por abandono a su suerte a una persona incapaz de valerse y a la que deba
mantener o cuidar, o a la que el mismo autor haya incapacitado.

Por tanto, si el art. 84 bis está regulando la causación de una muerte, sería insensato pensar que
sucedido ello, además el autor pudiera poner en riesgo a la víctima por su fuga u omisión de
socorro, por lo que la única hipótesis posible que descarta la aplicación del art. 84 bis sería aquella
contenida en la última parte del art. 106 del texto punitivo, esto es, la puesta en riesgo por
desamparo o abandono de persona seguido de muerte.

En cuanto a la exigencia de la fuga -por un lado- y de la omisión de socorro a la víctima -por el


otro- que contiene esta disposición, daría la impresión que se confunden ambas hipótesis en una
misma situación, esto es, que el conductor se escape del lugar del hecho. Quizás podría
distinguirse la fuga en tanto el autor del homicidio culposo intenta esconder su persona fugándose
del lugar del hecho, mientras que el no intentar socorrer a la víctima podría entenderse como la
ausencia completa de prestación de auxilio aun recurriendo a terceros, como podría ser la
derivada de comunicación personal o telefónica a las agencias de salud o policiales dando cuenta
del hecho.

Tampoco merece nuestra aprobación la expresión "fuga", ya que como bien se señala en la nota al
art. 141 del Proyecto de 1960, que es la fuente de la figura del abandono de personas, la esencia
de la fuga consiste en dificultar una investigación, que en todo caso representa un delito contra la
administración de justicia. Lo correcto hubiese sido utilizar otra expresión más acorde con la
situación.

De todos modos, llámese fuga o ausencia de socorro, el hecho se vincula estrictamente con la
figura del art. 106 del Código Penal, la que a modo de elemento negativo, no debe estar presente
en todos sus caracteres, puesto que en tales casos sería de aplicación dicha norma que es más
severa para el resultado muerte ocurrido como consecuencia de un previo abandono de persona.

Aun así, sea que consideremos fuga, ausencia de socorro, privación de auxilio o escape del lugar
del hecho, la situación debe ser medida en el caso concreto de acuerdo con las circunstancias de
tiempo y de lugar, y analizarse incluso desde la perspectiva de la manda constitucional que
prohíbe la autoincriminación.

En el primer aspecto solo habrá una circunstancia agravante cuando de la situación particular y
concreta pueda asegurarse que el autor, con la fuga o ausencia de asistencia, ha contribuido de
algún modo a la muerte de la víctima. Es decir, establecer concretamente que falleció con
posterioridad al accidente como consecuencia de la falta de auxilio inmediato o que la fuga
contribuyó a precipitar la muerte por la carencia de atención médica. Sería un tanto ilógico pensar
que el agravante pueda funcionar en un delito contra las personas -más concretamente contra la
vida- si el autor se fuga o no presta auxilio cuando la víctima ya ha fallecido como consecuencia del
impacto o del hecho luctuoso, puesto que su asistencia sería completamente inútil y en nada
beneficiaría al occiso. Su escape o ausencia de socorro -posterior a la muerte- en nada se
emparenta con un ilícito de esta naturaleza más que con un deber de carácter ético o moral, o
eventualmente con una lesión a la administración de justicia en tanto se elude la identificación del
autor y la determinación de su propia responsabilidad.

Ello nos conduce al segundo aspecto problemático de esta agravación, pues la misma puede
considerarse como atentatoria contra el principio constitucional que prohíbe la autoincriminación
(art. 18 C.N.), pues en cierto modo la ley obliga al autor de un hecho delictivo a identificarse o
reconocerse como el responsable del hecho, bajo el apercibimiento de aplicar una sanción mayor
en caso de no actuar de tal modo.

Sebastián Soler se había ocupado de ello al señalar en su momento, que esto podría ocurrir en los
accidentes de tránsito, y la novedad (de aquel momento) de esta figura "consiste esencialmente
en imponer aquí el deber positivo de asistir a la víctima, aun a riesgo de que con ello quede
eliminada indirectamente la impunidad tradicionalmente reconocida en la autoeximición sin
violencia" (3).

III.2. Estupefacientes y alcohol

El delito culposo se agrava también cuando el autor conductor de vehículo con motor haya
causado una muerte si lo ha hecho bajo los efectos de estupefacientes.

Ello debe entenderse como un doble juego de requisitos: En primer término el sujeto activo debe
haber causado una muerte por la conducción imprudente, negligente o antirreglamentaria de un
vehículo con motor. Y en segundo lugar que el accidente se haya causado como consecuencia del
manejo bajo los efectos de sustancias estupefacientes.

Cuando la norma exige que la conducción haya sido "antirreglamentaria", quiere decir que la
muerte sucede como consecuencia directa y causal derivada de esa infracción y no por cualquier
circunstancia antirreglamentaria. Supongamos que alguien conduce un vehículo automotor que no
posee la verificación técnica vehicular (VTV) y un peatón se arroja a su paso produciéndose la
muerte. No podrá decirse que el delito se verá agravado por una conducción antirreglamentaria,
sino cuando ella sea la causa directa y excluyente del accidente que provoca la muerte.

Ello viene a colación, porque en nuestra legislación no bastará con el solo hecho de que el
conductor conduzca bajo los efectos de estupefacientes -por cierto, conducta antirreglamentaria-,
sino que será necesario acreditar que debido a esa conducción y como consecuencia de estar bajo
dichos efectos, el autor ha ocasionado un accidente que provoca la muerte de la víctima.
Creemos que traerá algunos inconvenientes interpretativos este segmento de la norma
comentada, no ya desde la consideración de las sustancias estupefacientes -para lo cual habrá que
recurrir al art. 77 del Código Penal para su determinación (esto es estupefacientes, psicotrópicos y
demás sustancias incluidas en las listas que elabora el Poder Ejecutivo)-, sino en la apreciación de
cuando se ha conducido "bajo los efectos de estupefacientes". La normativa daría a entender que
el conductor debe tener la conciencia obnubilada o los reflejos afectados al momento del
accidente o una perturbación similar que es causa del hecho, no bastando que haya consumido
sustancias tóxicas con anterioridad o en una cantidad que no implique una afectación de tales
sentidos. Menos aún que las lleve en su poder o dentro del vehículo.

Lo mismo puede asegurarse respecto del estado del nivel de alcoholemia que la ley estima como
agravante cuando es igual o superior a 500 miligramos por litro de sangre en el caso de transporte
público, o de 1 gramo por litro de sangre en el transporte privado. Tal como sucede en el caso
anterior, el estado del nivel de alcoholemia tiene que haber sido la causa generadora del hecho
que provoca la muerte de la víctima, siguiendo aquellas pautas objetivas de imputación que
permitan asegurar que el suceso luctuoso tuvo su origen y ha sido causado por haber estado
alcoholizado el conductor en alguno de los grados previstos por la ley.

Puede discutirse aquí la distinta valoración en términos de nivel de alcoholemia que la norma
establece según el transporte sea público o privado, porque en realidad, si el fundamento de la
agravación está dado por la perturbación que genera la ingesta de tales sustancias en una
persona, no tendría razón de ser semejante distinción, ya que el consumo de alcohol genera las
mismas consecuencias para unos y otros independientemente que conduzcan un transporte
público de pasajeros o un vehículo automotor particular.

III.3. Exceso de velocidad

La otra circunstancia de agravación establecida por la nueva disposición legal entiende que es de
mayor gravedad la causación de una muerte por conducción imprudente, negligente o
antirreglamentaria de un vehículo automotor cuando la misma se ha provocado porque el autor
conducía a más de 30 kilómetros (por hora) por encima de la máxima permitida en el lugar del
hecho.

Al igual que en todos los supuestos circunstanciales que la ley aquí señala, creemos que el exceso
de velocidad tiene que haber sido la causa generadora del suceso que termina en la muerte de
una persona.

El solo hecho de circular a mayor velocidad que la permitida en la zona o lugar del hecho no basta
por sí sola para hacer incurrir al conductor en esta agravación penal si no se demuestra que ha
sido la causa determinante del acontecimiento luctuoso.

En este supuesto debe tenerse en consideración la circunstancia del lugar donde ocurre el hecho,
determinar con precisión la máxima velocidad permitida en esa zona, y finalmente si el conductor
del rodado causante la ha superado en límites por encima a los 30 kilómetros -por hora debió
decir la norma- de lo que está permitido en dicho sitio.

El establecimiento de esa velocidad superior es una pauta arbitraria fijada por el legislador, que
bien podría haberla colocado en 20 ó 50 kilómetros por hora por encima de la reglamentaria del
lugar.

Nada dice la norma, y será materia de interpretación judicial en su caso, es qué sucedería si se
trata de un accidente que involucra a dos o más vehículos automotores en los que ambos
superaban los topes reglamentarios en la medida de esta disposición penal -incluso la víctima a
velocidad superior- y solo uno de los automovilistas o acompañantes fallece en dicho accidente.

No entraremos aquí en la discusión en torno a la mal llamada "compensación de culpas"


impracticable como posición jurídica en derecho penal, pero sí señalar las dificultades que el texto
legal puede traer aparejado.

III.4. Inhabilitación de licencia de conducir

En esta especial circunstancia el autor del homicidio culposo ha ocasionado una muerte
conduciendo un vehículo automotor estando inhabilitado para hacerlo según resolución de la
autoridad competente. Tal como está redactada la norma podría interpretarse que se contempla
aquí el supuesto de alguien que estuvo habilitado para conducir vehículos con motor y que luego,
por los motivos que fuera -edad máxima permitida, enfermedad o infracciones severas-, le fue
revocada esa habilitación y la autoridad competente ha dispuesto la caducidad, suspensión o la
pérdida de la autorización respectiva, decretándose su inhabilitación para la conducción de tales
vehículos.

Sin embargo, entendemos que la normativa contempla también el supuesto de quien no se


encuentra habilitado para hacerlo por no haber cumplido con las exigencias y trámites
correspondientes como para adquirir la autorización para conducir, y también los casos de quien
conduce un vehículo automotor para el cual no está autorizado por referirse la pertinente
habilitación para otro tipo o clase de vehículos con motor, como por ejemplo quien está habilitado
para conducir automotores y se encuentra conduciendo un camión.

Nuevamente debemos destacar aquí que la muerte de la víctima debe haber sido ocasionada
como consecuencia directa e inmediata de una maniobra imprudente, negligente o
antirreglamentaria de un vehículo con motor, derivada estricta y necesariamente de la falta de
habilitación para conducir, producida por la ausencia de conocimientos teóricos y prácticos en el
manejo de esta clase de objetos.-

Es que -reiteramos en este aspecto-, como bien apunta Soler, no se trata de imputar
objetivamente el resultado producido mientras en el sujeto se hallaba en violación de ordenanzas,
leyes o reglamentos pues ello llevaría a una hipertrofia de la culpabilidad. Para que se pueda
atribuir la culpa es necesario no sólo que el hecho se produzca, sino precisamente que lo produzca
él (4); es decir, un nexo de causalidad entre la violación reglamentaria y el resultado producido,
imputable objetivamente al conductor del vehículo.

III.5. Violación de señalización de semáforo y de tránsito

Otra circunstancia que amerita la agravación del homicidio culposo está dada por la conducción
imprudente, negligente o antirreglamentaria de un vehículo con motor, que a consecuencia y con
motivo de haber inobservado la señalización de un semáforo o las señales que indican el sentido
de la conducción vehicular, produce o causa la muerte de una persona.

La disposición penal, en tal sentido, ha tomado de todas las infracciones previstas en la legislación
que regula el tránsito vehicular, aquellas que consideró más relevantes como para establecer que
su violación ameritaba una circunstancia que debía agravar la penalidad del homicidio culposo
ocurrido como consecuencia de tal conducta.

Lo que la norma no determina es si esa violación a las disposiciones reglamentarias del tránsito
debe haber sido producto de una deliberada intención de realizarla o si es aplicable para aquellos
casos en que el conductor -por descuido o desconocimiento- pasa un semáforo en rojo o toma una
calle en contramano. Muy diferente es la situación de quien en forma intencional decide circular
por una calle sabiendo que no es del sentido de la circulación reglamentaria, y otra la de quien por
cualquier otra circunstancia, incluso por ausencia o deficiencia de la señalización, cree estar
conduciendo en el sentido que está establecido y produce un accidente con consecuencias fatales.
En fin, todo ello será motivo de la interpretación que los tribunales establezcan para estos
supuestos.

III.6. Realización de "picadas ilegales"

Otra circunstancia que agrava la penalidad para el homicidio culposo vehicular está dada por el
hecho de la ocurrencia del suceso mortal como consecuencia de que el conductor se hallare
realizando alguna de las conductas previstas por el art. 193 bis del Código Penal, esto es, en el
marco de una competencia de velocidad o destreza con un vehículo con motor (picadas ilegales).

En otro lugar habíamos propugnado la previsión de una consecuencia de esta naturaleza para el
supuesto de picadas ilegales. El delito previsto en el art. 193 bis consiste precisamente en poner
en riesgo la vida o la integridad personal (pese a su ubicación sistemática dentro de los delitos
contra la seguridad pública) con motivo de la realización de una competencia de velocidad o de
destreza con un vehículo automotor.

La pena prevista para el conductor del rodado por tal conducta es de 6 meses a 3 años por la sola
participación en dicha contienda, mientras que en la disposición del art. 84 bis la sanción consiste
en una pena privativa de libertad de 3 a 6 años, si el resultado de esa competencia deportiva no
autorizada deriva en la muerte de una persona.
Entendemos que existe aquí un supuesto de concurso delictivo de carácter ideal (art. 54 CP),
aunque solo resultará aplicable el art. 84 bis por contener una pena más grave que la regulada en
la norma del art. 193 bis del Código Penal.

En realidad se trataría de una preterintencionalidad que bien pudo haber sido contemplada en la
parte final del art. 193 bis del Código Penal como agravante de pena por el resultado culposo, al
modo de otras ilicitudes previstas en el mismo Título del Código que la figura señalada (v. gr. art.
186 inc. 5°; 190 párrafo tercero y 191 inc. 5°, ó 201 bis, entre otros), manteniéndose la armonía y
coherencia que debe imperar en un sistema orgánico punitivo.-

Pese que existe una remisión a toda la disposición legal de aquel delito (se dieran las
circunstancias previstas en el art. 193 bis dice el texto), consideramos que no resulta posible en las
conductas de su 2° párrafo, en tanto sanciona al organizador y promotor de la picada ilegal o a
quien ha entregado su vehículo para que otro participe con conocimiento de ello, en atención a
que no sería posible incriminar, por ausencia de un curso causal inescindible a quien procede de
tal modo, la muerte ocasionada por un tercero, en el caso, el conductor del vehículo.

III.7. Culpa temeraria

Se agrava el delito también, si el autor del homicidio culposo con vehículo con motor ha incurrido
en lo que el legislador cataloga como "culpa temeraria".

No existe en nuestra legislación el concepto de culpa temeraria. No sabemos a qué hipótesis quiso
referirse el legislador. ¿Qué es concretamente la culpa temeraria? De algo estamos seguros: no es
dolo eventual. La calificación de la conducción como de culpa temeraria excluye necesariamente el
dolo, de cualquier clase que fuese.

Es una categoría foránea ajena a nuestra idiosincrasia y no tratada por la dogmática argentina.

Refiere Zaffaroni que el Código "Tejedor" penaba la culpa grave y la culpa leve como grados de
culpa, criterio seguido por el Código de 1887 y cuya distinción provenía del Código de Baviera (5).

Tradicionalmente la doctrina distingue entre la culpa inconsciente o sin representación, que se


manifiesta cuando el sujeto no se representa el resultado como posible pudiendo hacerlo; de la
culpa consciente o con representación, en la que el sujeto se representa la posibilidad del
resultado, pero confía en que no acontecerá (6).

Fuera de estas categorías, nuestro sistema jurídico -ni siquiera en el orden civil- reconoce a la
culpa "temeraria" como una forma o graduación de la culpa o la imprudencia.

Es cierto que el Anteproyecto de Código Penal Argentino de 2014 consagraba una culpa más
gravosa penalmente para cuando el autor había obrado con infracción al deber de cuidado
temeraria, pretendiéndose volver a la vieja fórmula de Feuerbach, distinguiéndose en tal sentido
entre culpa simple y otra temeraria, aunque la propuesta estaba conjugada con la lisa y llana
eliminación del dolo eventual (7).
No sabemos con exactitud cuándo puede decirse que ha existido una culpa temeraria. Como si
existiera también la posibilidad de actuarse con culpa "no temeraria".

Lo temerario es lo intrépido, osado, una exposición excesiva a un riesgo innecesario; más


precisamente ello es característico y esencial de un obrar imprudente o negligente.

Parecería haber copiado el legislador argentino en este aspecto (y mal), el art. 381 del Código
Penal Español que castiga a quien conduciendo con temeridad manifiesta pone en peligro la vida o
la integridad física de una persona, situación completamente diferente a la prevista en este
articulado.

En síntesis, la culpa temeraria aparece así en nuestro sistema jurídico como una novel e imprecisa
categoría de imprudencia o negligencia, la que, dada su vaguedad y difusa conceptualización dará
lugar a diversas interpretaciones por parte de la jurisprudencia, que deberá juzgar si en el caso
concreto el conductor del vehículo con motor ha actuado de ese modo. Circular contra el sentido
vehicular o cruzar deliberadamente un semáforo en rojo, o hacer un giro en redondo en avenida o
maniobra similar será considerado "culpa temeraria"? Será ello motivo de fuertes discusiones en
torno a la aplicación de esta figura que, por su vaguedad e imprecisión podría llegar a lesionar el
principio de certeza y taxatividad que debe imperar en una norma de contenido penal.

III.8. Multiplicidad de víctimas

Por último, este art. 84 bis del Código Penal agrava el homicidio culposo cometido con vehículo
con motor cuando fueren más de una las víctimas fatales.

Al igual que cualquier caso de homicidio culposo con la nueva redacción del art. 84 último párrafo,
esta disposición considera que el resultado lesivo consistente en causar la muerte de más de una
persona amerita por sí solo la elevación de la cantidad punitiva señalada para la figura básica.

En este punto debemos observar que si bien se trata de una cuestión de política legislativa, no se
llega a comprender acabadamente la agravación de un tipo penal culposo cuando son varias las
víctimas, y negar esa posibilidad para cuando el homicidio sea cometido con dolo.

IV. Sujeto activo

El sujeto activo de este delito, o mejor dicho "el causante" (8), está definido en el mismo
articulado que individualiza como el "conductor" de un vehículo con motor.

Nada dice respecto de la participación de quienes pueden hallarse dentro del vehículo, ni de
aquellos otros que -por ejemplo- participaron de la competencia de destreza o velocidad, v.gr. el
copiloto o los otros conductores de los otros vehículos que generaron la situación de riesgo que
produjo la muerte de la víctima.

En efecto, supongamos que una picada ilegal en la que participan dos o más vehículos se genera
primero, una situación de riesgo colectiva que termina por ocasionar la muerte de un transeúnte
circunstancialmente en el lugar de los hechos, provocada por haber sido embestido por uno de
tales vehículos. Ninguna duda que el conductor de dicho rodado deberá responder por el
homicidio culposo agravado (en concurso con el 193 bis), más nada se dice de la eventual
responsabilidad de aquellos otros participantes, más allá de la evaluación en los términos del art.
193 bis los que, por otra parte, tampoco quedarían alcanzados ya que dicho articulado también
castiga únicamente al "conductor" que ha generado el riesgo concreto para la vida o la integridad
personal de alguien.

Pensamos que la norma es incompleta en este aspecto, y ello en razón de haberse remitido a otra
disposición -art. 193 bis- que presenta los mismos defectos que los aquí comentados.

Tampoco podría recurrirse a los principios de la participación criminal, pues es bien reconocido
que en materia de tipos penales culposos como el aquí analizado, la participación delictiva es
inadmisible, salvo la instigación. En efecto, la individualización del sujeto activo del tipo culposo
como mero causante no da lugar a que pueda distinguirse entre autor y partícipe en el tipo
culposo, porque con cualquier intervención en el curso causal se es sujeto activo (9).

V. Conclusiones

Como hemos visto a lo largo de este sucinto comentario a la nueva normativa, la reforma penal
adolece de algunas fallas de técnica legislativa que a nuestro juicio no hacen sino complicar y
dificultar la aplicación de una pena justa a quien comete un delito de esta naturaleza, utilizando un
medio riesgoso como lo es un vehículo con motor.

Nuevamente parece ser que el legislador argentino recurre al Código Penal para amortiguar los
nocivos efectos y las horrorosas estadísticas que en materia de accidentes de tránsito existen
lamentablemente en nuestro país.

Creemos que la solución no puede provenir del derecho penal; pero amen de ello, debemos ser
extremadamente celosos a la hora de acuñar tipos penales que puedan comprometer expresas
garantías constitucionales que son propias de un estado democrático de derecho, y que se nutren
hoy de un vasto reconocimiento en instrumentos internacionales que son aplicables en nuestro
país.

Propugnábamos hace tiempo la incorporación a nuestro catálogo punitivo de figuras específicas


relacionadas con el manejo imprudente de vehículos automotores (10).

No obstante ello entendemos que el legislador argentino se ha quedado a mitad de camino, a la


par de utilizar una técnica a nuestro juicio defectuosa. En efecto, en esta materia es hora de que
se sancione no ya la causación de lesiones o muertes por manejo imprudente de vehículos con
motor, sino la generación de un concreto riesgo para la vida o la integridad de las personas.

Hubiese sido más productivo y prolijo -a nuestro criterio- utilizar como fuente los tipos penales
existentes en España o Alemania, sancionando como delito la mera conducción de rodados bajo
influencia de alcohol o estupefacientes (art. 379 del C. Español) o en caso de deficiencia mental o
física (art. 315 "c" del C. Alemán), o la puesta en peligro de la vida o integridad personal debido a
la conducción de vehículos cuando exista una flagrante y deliberada infracción a las normas de
tránsito (art. 382 español y art. 315 alemán), o supuestos similares, no esperando a que exista una
persona muerta o lesionada por la producción de tales ilícitos, aunque ello represente incluir en
nuestro código delitos culposos de peligro prescindiendo del resultado, lo que no es del todo
novedoso en nuestro sistema punitivo (11).

Lo que hemos considerado para el homicidio culposo debe replicarse en lo concerniente a lo


dispuesto por el nuevo art. 94 y 94 bis del Código Penal referidos a las lesiones a las personas.

De todos modos, aclaración particular debe hacerse respecto al agravante del art. 94 bis en torno
a la agravación por fuga o ausencia de socorro, ya que en este especial caso al estar sólo lesionada
y no muerta la víctima, la conducta omisiva del autor contribuye a incrementar el riesgo de vida, y
entonces sí encuentra justificación una disposición semejante en tal sentido.

Por último, entendemos como de mejor técnica legislativa la inclusión de la consecuencia letal de
la muerte como agravante del delito de picadas ilegales en el último párrafo del art. 193 bis del
texto punitivo, máxime teniendo en cuenta que esta clase de conductas fue considerada como un
hecho lesivo a la seguridad colectiva y no específicamente contra la vida o la integridad personal.

(1) Ver TAZZA, Alejandro, "Picadas Ilegales", LA LEY, 2008-C, 972.

(2) El art. 1 de la Res. 586/88 de la Sec. De Justicia (Adla, XLVIII-D, 4554), incorpora al régimen
jurídico del Decreto Ley 6582 a los motovehículos, categoría que según el art. 2° comprende a
ciclomotores, motocicletas, motocarros, motonetas, triciclos y cuatriciclos con motor.

(3) Ver SOLER, Sebastián, "Derecho Penal Argentino", T° III, Ed. Tea, 1978, p. 176.

(4) Ver SOLER, Sebastián, ob. cit., p. 85.

(5) Ver ZAFFARONI, Eugenio Raúl, "Tratado de Derecho Penal - Parte General", T° III, pag. 421, Ed.
Ediar, 1981, señalando que por suerte nuestro código se abstiene de ese criterio y la doctrina
moderna evita esas engorrosas complicaciones de graduar la culpa.

(6) Ver ZAFFARONI, Eugenio Raúl, ob. cit., pag. 411 y 412, y Sebastián Soler, ob. cit., T° II, pag. 135
y 136.

(7) Cfr. Fundamentos del Anteproyecto de Código Penal Argentino, pag. 57.

(8) Ver ZAFFARONI, Eugenio Raúl, ob. cit., pag. 350 y sgtes. El tipo culposo se integra con un
resultado que no es perseguido por la finalidad, sino causado. Como no hubo una conducta
dirigida a ese resultado, no pudo haber ni autor ni partícipe, sino solo causantes

(9) Cfr. ZAFFARONI, Eugenio Raúl, ob. cit., pag. 353, con cita de Welzel, 98.

(10) Ver nuestro trabajo sobre las picadas ilegales en LA LEY, 2008-C, 972.

(11) Ver TAZZA, Alejandro, "El fin de los delitos culposos de resultado", LA LEY, 2005-E, 1452.

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