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EL MÉDICO Y EL ENFERMO ANTE LA MUERTE (Resumen) 208

Los conocimientos técnicos que le permiten anticipar y diagnosticar la muerte, el médico


debe reflexionar acerca de ella para observarla, como con otros problemas médicos,
desde un punto de vista humano; reflexionar acerca de sus propias actitudes ante la
muerte y comprender la experiencia de sus enfermos en riesgo de morir.

Biológicamente, la muerte es la interrupción de la renovación continua de las células de


los tejidos. Desde este punto de vista, se empieza a morir desde que se nace y sólo la
muerte del viejo es natural. A diferencia de la humana, la muerte del animal no es ni un
problema ni un misterio. Huxley atribuyó a la muerte un sentido evolutivo: “En un universo
en evolución, la muerte es necesaria.”

La conducta del hombre está determinada por su pasado, pero también por su visión del
futuro. El hombre tiene conciencia de su fin ineludible y esto determina su vida. Para el
hombre la muerte es un problema, como también lo es la vida.

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Según Heidegger, lo que permite al hombre librarse de las trivialidades de su vida es la


aceptación de su muerte. Sartre y “los filósofos de la desesperación" pensaban que la
muerte es absurda, que no tiene sentido.

En el inconsciente, escribió Freud, somos inmortales porque la muerte carece de


representación arcaica infantil. No podemos imaginarnos muertos a menos que nos
identifiquemos con alguien que muere. Freud consideró que las religiones son una
defensa gigantesca contra la idea de la muerte.

En algunas culturas, como en nuestra antigua cultura mexica, la diferencia entre la vida y
la muerte no fue tajante. Se pensó que la vida se prolonga en la muerte y ésta era vista
como una nueva fase de la vida. En general, en culturas primitivas los hombres no
desarrollan aún una clara conciencia individual y se experimentan, más que como una
persona, como el miembro de su clan o de su tribu. Por ello la muerte para ellos es más
un hecho colectivo que un hecho personal.

La negación de la muerte es en los humanos una tendencia poderosa. Los niños


pequeños piensan que la muerte es un acontecimiento transitorio y reversible. Algunos
primitivos tratan a sus muertos como si estuviesen vivos y los entierran junto con objetos
para el viaje, o despidiéndolos con fiestas. El hinduismo niega la muerte postulando varias
vidas en sucesión, con múltiples posibilidades. La fantasía de reunirse con los seres
queridos después de la muerte es una forma relativamente frecuente de mantener la idea
de que la vida y la muerte tienen continuidad.

La negación y la clausura psicológica ante la realidad inaceptable son una defensa. En los
campos de concentración a muchos ocurrió que la muerte perdió para ellos sentido, y ya
no pensaron en ella. En estudios lle-vados a cabo en pilotos militares en la última guerra
se puso de manifiesto que, en los momentos de mayor peligro, algunos desarrollaron un
“sentimiento de inmortalidad", y n siquiera pensaron que podrían morir.

Ocurre que algunas personas realmente no temen a la muerte y la la invalidez, el


deshonor, el sufrimiento prolongado, etc., y en ciertas circunstancias de gran adversidad
desean la muerte.

Aparentemente, una causa del miedo exagerado a la muerte es el sentimiento de no


haber vivido plenamente. Por otra parte, muchos temen más al acto de morir que a la
muerte. Sin embargo, dice Osler,"muchos mueren como nacieron, es decir, sin darse
cuenta”

Muchos médicos tienen más temor a la propia muerte que sus enfermos. Cuando
enferman gravemente, se refugian en explicaciones consoladoras que sus enfermos
considerarían inexactas y aun triviales.

Reacciones ante la muerte 210

En Grecia prevaleció el sentido estoico: “el hombre es libre en tanto que pueda decidir su
muerte” Hoy en día se observa en algunas sociedades avanzadas una tendencia
extendida a actuar como si la muerte no existiera. Se da al cadáver la apariencia de un
hombre que duerme y todo es manejado por organizadores comerciales eficientes que
eliminan hasta donde es posible la cruda presencia de la muerte.

La doctora Kubler-Ross' describió una sucesión de reacciones en personas que sufren


una enfermedad mortal a corto plazo:

a) negación de la realidad: el enfermo piensa que no es posible que tal cosa le ocurra a él;
b) resentimiento profundo: ¿por qué a mí y no a otros?;
c) regateo: el enfermo trata de impedir que se cumpla la sentencia haciendo méritos;
d) depresión preparatoria: asimila la idea de la muerte y se pone de duelo por su propia
muerte;
e) etapa final: el enfermo acepta pasivamente su sentencia, e inicia un estrechamiento
progresivo de sus intereses y la retirada de sus afectos.

El médico ante la muerte de su enfermo

Una pregunta que el médico se plantea es: ; ¿debe decir la verdad a aquel cuya condición
es irremediable? Algunos enfermos dicen que prefieren saber la verdad, pero estas
aseveraciones tienen que ser vistas con mucha reserva. En general, tanto los enfermos
como sus familiares aprecian en el médico una actitud que permita escoger entre aceptar
y negar; más cercano o el más indicado debe ser franca y oportunamente informado de la
situación.

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Desear vivir es instintivo, y sin embargo, muchas personas desean morir y algunas se
quitan la vida. El suicidio tiene móviles diversos: evitar el deshonor, el sufrimiento, el
castigo; hay suicidios románticos y suicidios metafísicos. Hay suicidios lentos, como el de
ciertos alcohólicos, y suicidios disfrazados de accidentes. Otros suicidios son un chantaje.
Menos de la mitad de las personas que se suicidan lo hacen cuando sufren depresión, es
decir, un abatimiento profundo del humor y de la vitalidad.

En circunstancias adversas, por ejemplo, cuando está en cautiverio un animal, ya no mira


por su vida, languidece y muere.

EL DUELO COMO PROCESO PSICOLÓGICO 212

Se trata de un proceso emocional y conductual definido, sujeto a variaciones individuales


que dependen del carácter de la relación sujeto con el “objeto” perdido, del significado que
tiene para él esa pérdida. La posesión por parte del doliente de otros afectos e intereses
le facilita la superación de la crisis suscitada por la pérdida del objeto amado

El duelo se ha reconocido como un proceso humano esencial que requiere ser


socialmente manejado , y proveen una variedad de rituales funerarios que tienen por
objeto facilitar el proceso a los dolientes. No hay cultura que no favorezca en alguna
forma la restauración de la estabilidad después de la pérdida de un ser querido. Margaret
Mead ha descrito estos rituales en diversas culturas. Baste decir que el elemento común
en estas costumbres es el reconocimiento de que el duelo es una crisis humana profunda,
y para ayudar a su superación se establecen formas de aliviar el sufrimiento que genera la
pérdida. Una de ellas es expresando ese sufrimiento por el llanto propio o alquilado, el
rasgamiento de vestiduras o la ceniza sobre la cabeza, etc. Lo importante es expresar
aflicción y también culpa y expiación.

En nuestra cultura la tendencia es a suprimir el duelo del todo. “La función tiene que
seguir”; llorar es de mal gusto. Una persona educada no se aflige, no grita, no llora, no
expresa su cólera o su culpa. Esta supresión de un proceso natural no es saludable. Si en
diversas culturas se reconoce al duelo como una necesidad humana es porque son más
sensibles que nosotros.

El duelo patológico 215

Los dolientes ponen en juego defensas psicológicas que facilitan la restauración del
equilibrio. La negación de los hechos dolorosos también. Hay otras defensas psicológicas;
una de ellas es la distorsión de la imagen del objeto perdido. Aquella mujer que no hacía
sino desacreditar a su marido y divulgar sus defectos, nos habla ahora de él como un
padre ejemplar, un esposo inigualable, etc. La imagen del conyugue parrandero
desobligado etc. se transforma en la de un santo varón. Esta imagen dignificada tiende a
conservarse porque atenúa la culpa.
Freud describió la melancolía como un estado patológico de duelo. El doliente
inconscientemente adopta las actitudes y opiniones del difunto; “incorpora” la imagen de
la persona muerta y logra así la reunión con ella. Esto se expresa en la tendencia a
adoptar actitudes y apariencias del difunto, las cuales son vistas como propias. Es claro
que cuando dos personas han compartido la vida por muchos años se han identificado el
uno con el otro, han compartido muchas actitudes, puntos de vista, metas e intereses.

Hemos dicho que la reacción de búsqueda, etapa inicial en el duelo, es seguida con
frecuencia por una etapa de abatimiento del ánimo. En algunos casos este abatimiento es
profundo, persistente y se acompaña de alteraciones psicofisiológicas. Algunos dolientes
son personas que, habiendo sufrido la pérdida de alguien muy amado, continúan varios
meses después sumidos en un estado de inercia, desinterés e incapacidad para iniciar o
mantener una ocupación. Clínicamente sufren una “reacción depresiva". Esto es más
frecuente cuando el sufrimiento no es compartido y se carece del apoyo de una persona o
grupo.

En raras ocasiones el duelo suscita también reacciones disociativas. Donde una madre
que a perdido a su hijo, ha enviudado, "olvida" que el ser querido ha muerto y continúa
actuando como si aún viviera. El intento de restablecer la unión con el objeto perdido se
hace en la fantasía, violando las leyes de la realidad.

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Si bien el duelo puede ser la puerta de entrada a la depresión, puede investigaciones


recientes dejan pocas dudas en cuanto a que algunas personas enferman cuando la
pérdida de un ser querido activa en ellas una disposición patológica latente o en alguna
forma mina su resistencia. Un estudio de grupos pareados muestra que las mujeres que
enviudan tienen una mortalidad mayor en los primeros años de su viudez, que otras,
cuyos maridos viven. También la mortalidad en un grupo de varones viudos ha sido mayor
en los dos primeros años de viudez que en un grupo testigo. El apoyo social con que se
cuenta o no se cuenta puede ser decisivo, pero en todo caso la mortalidad es mayor en
los viudos.

2017

Siguiendo a Rank, podemos entender la vida como una sucesión de los intentos de
restitución de esas pérdidas: cuando nos separamos debemos que asumir el papel de
adultos sin serlo todavía del todo, cuando nos jubilamos, etc. Hay duelos por los que
todos pasamos y otros que son muy personales. Ante cada pérdida usamos el repertorio
de defensas psicológicas de que disponemos. Las defensas de algunas personas son
eficaces y flexibles; son generalmente personas que tienen intereses genuinos, relaciones
afectivas firmes, etc. Otras personas organizan su vida en torno de unos cuantos objetos
o de un solo objeto. No es extraño que experimenten su pérdida como un desgarramiento
profundo.

En casos de catástrofes naturales, quienes sobreviven experimentan un estado que es


comprensible en términos del modelo que hemos descrito. También es válido hablar del
duelo como una reacción colectiva que muestra las características del duelo personal. En
todo caso, el duelo es un tema de reflexión que los médicos no debemos dejar a un lado.

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