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Aprender a vivir…

Me llamo Lourdes, tengo 15 años, vivo en El Alto y estoy cursando el segundo de secundaria. Hace poco
viví una experiencia que me cambió la vida.

Siempre pensé que las cosas eran fáciles y que sólo las “sonsas” se complicaban. Actuaba como quería,
hacía lo que me daba la gana y me iba bien. Así que no necesitaba de nadie y vivía tranquila. A veces
tenía problemas en mi casa, pero los solucionaba escapándome o haciéndome la “tonta”.

Un día conocí a un grupo de amigas que me cayó muy bien. Eran chicas como yo, que vivían según
como les gustaba a ellas. No seguían reglas y les gustaba hacer travesuras. Yo me divertía mucho con
ellas. Cuando me integré a su grupo, me recibieron muy bien. Tomamos “un poquito” y no pasó nada.

Pero, poco a poco, comencé a faltar al colegio y, luego, a ir, con mi grupo de amigas, a las discotecas.
Nos divertíamos y la pasábamos muy bien. A veces nos teníamos que escapar de nuestras casas y en
otras robábamos dinero para nuestros gastos. No nos importaba lo que decían mis otras compañeras de
curso. Incluso algunos chicos decían que éramos “terribles” y poderosas mujeres y nos aplaudían. Yo
pensé que hacíamos bien y simplemente “vivíamos el momento”.

Hasta ese día en que Brida, una de las chicas de nuestro grupo, vino muy triste. Había terminado con su
enamorado y lloraba sin consuelo. En vano la animábamos y le decíamos que pronto iba pasar. Parecía
que ni nos escuchaba, porque sólo seguía llorando. Todas estábamos también de pena y entonces
Carmen, otra de mis amigas, trajo muchas bolsas de “trago” y nos dijo que pronto iba a pasar todo.

Para animar a Brida comenzó a decirle que el trago ayudaba a olvidar las penas. Incluso dijo que servía
como consuelo, que iba a tener fuerza y mucho valor. En ese momento todas “nos creímos el cuento”.
Empezamos a beber acompañando a Brida. Poco a poco, nos fuimos mareando, parecía que teníamos
fuerza y valor, creíamos que teníamos consuelo y olvidamos nuestras penas. Pero, lentamente cada una
comenzó a margarse más, llorábamos por cosas hasta de niñas. Yo me acordé de mi niñez y de cómo a
veces mis papás me encerraban en mi cuarto. Lloré como una niña. Pero aún así seguimos comprando
más y más trago; hasta que ya estábamos bastante ebrias y la gente que pasaba comenzaba a reñirnos.

Luego nos dimos cuenta que venían policías, nos escapamos y huimos a nuestras casas. En la mañana me
levanté con un terrible dolor de cabeza, agotada, con miedo, avergonzada y tuve problemas con mis
padres. Sin embargo, lo peor fue que me enteré que la noche anterior habían capturado a Brida. La
habían llevado al Retén y luego sus padres se disgustaron entre ellos por sacarla de ahí.

Lo triste de esto es que el lunes siguiente la expulsaron del colegio y ninguna de nosotras la ayudó. Al
contrario, todas las chicas del grupo nos enojamos entre nosotras culpándonos una a la otra. Incluso
negamos el hecho de conocer a Brida. Nos volvimos unas “ratas traidoras” y ni siquiera tuvimos un poco
de lealtad hacia nuestra amiga. A mí, el miedo de ser expulsada me hizo ser cobarde y con los problemas
que tenía en casa ya no daba para más. ¡Siento tanto lo que le pasó a Brida!

Estas últimas semanas he aprendido mucho de la vida. He descubierto que “tomar no trae nada bueno”:
no te hace olvidar tus penas, no te da consuelo, ni te da fuerza y mucho menos valor. ¡Todo eso es
una gran mentira!

He descubierto, también, que un buen grupo te ayuda a salir verdaderamente de tus problemas. Además,
que sólo las verdaderas amigas están en las buenas y en las malas. Ahora sé, gracias a un nuevo grupo de
amigas verdaderas, que las malas compañías siempre traen mayores males a tu vida. En cambio, las
verdaderas amistades son aquellas que te ayudan a crecer y ser mejor persona.

Un grupo verdadero de amigos es aquel en donde sus miembros se apoyan


incondicionalmente y en donde existe mucho respeto en su interior. Ahora, puedo
decir, que realmente aprendí a vivir…

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