Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Escena I
NARRADOR: En la explanada del Palacio Real de Elsinor, de noche, Bernardo están de guardia.
Tras un largo pensar sobre la hora y el frío, Horacio y Marcelo llegan. Después de algunas
salutaciones, es entonces, cuando Bernardo les reveló un hecho inquietante ocurrido en la
cenInela.
MARCELO.- Horacio dice que es aprehensión nuestra, y nada quiere creer de cuanto le he
dicho acerca de ese espantoso fantasma que hemos visto ya en dos ocasiones.
BERNARDO.- Sentémonos un rato, y deja que asaltemos tus oídos con el suceso que tanto os
asusta y que en dos noches seguidas hemos presenciado nosotros.
BERNARDO.- La noche pasada, cuando esa misma estrella que está al occidente había hecho
ya su carrera, para iluminar el espacio del cielo donde ahora resplandece, Marcelo y yo, a
Iempo que el reloj daba la una...
HORACIO.- ¿Quién eres tú, que así usurpas este Iempo a la noche, y esa presencia noble y
guerrera que tuvo un día nuestro Soberano, que yace en el sepulcro? Habla, por el Cielo te lo
pido.
HORACIO.- Por Dios que nunca lo hubiera creído, sin la sensible y cierta demostración de mis
propios ojos.
HORACIO.- Como uno mismo. Y tal que llevaba el arnés que ves[a cuando peleó con el
ambicioso Rey de Noruega... ¡Extraña aparición es ésta!
MARCELO.- Pues de esa manera, y a esta misma hora de la noche, se ha paseado dos veces con
ademán guerrero delante de nuestra guardia.
HORACIO.- Yo no comprendo el fin parIcular con que esto sucede; pero en mi ruda manera de
pensar, pronosIca alguna extraordinaria mudanza a nuestra nación.
MARCELO.- Ahora bien, sentémonos y decidme; ¿por qué faIgan todas las noches a los
vasallos con estas guardias tan penosas y vigilantes? ¿Quién de vosotros podrá decírmelo?
NARRADOR: En la oscura noche en la explanada del Palacio Real de Elsinor, Horacio expone a
Francisco, Bernardo y Marcelo los rumores sobre la reciente historia de Hamlet y ForImbrás de
Noruega. Hamlet, el valiente príncipe, quién venció a ForImbrás en un desa^o, asegurando así
la herencia de los territorios del Rey de Noruega. Ahora, ForImbrás, en un intento por
recuperar esos territorios, ha reunido una banda de seguidores decididos en las fronteras de
Noruega. Este conflicto es la razón detrás de la agitación y la necesidad de vigilar en la nación.
HORACIO.- Silencio... ¿Veis?..., allí... Otra vez vuelve... Aunque el terror me hiela, yo le quiero
salir al encuentro. Detente, fantasma. Si puedes arIcular sonidos, si Ienes voz háblame.
Detente y habla... Marcelo, detenle.
HORACIO.- Es verdad. Yo he oído decir que el gallo, hace despertar al Dios del día voz de su
garganta, y que, a este anuncio, todo extraño espíritu errante por la Ierra huye a su centro.
MARCELO.- Sí, sí, hagámoslo. Yo sé en donde le hallaremos esta mañana, con más seguridad.
Escena II
Salón de Palacio.
NARRADOR: Claudio, el actual rey de Dinamarca, comparte con su corte su matrimonio con la
que antes fuera su cuñada, ahora reina a su lado. Aunque la muerte de su hermano Hamlet
aún está fresca en la memoria, Claudio manIene un prudente senImiento de su pérdida. Sin
embargo, revela que ForImbrás de Noruega ha estado insisIendo en la resItución de las
Ierras que su padre perdió en la batalla contra Hamlet. Claudio, preocupado por la posible
amenaza, comunica sus acciones para enfrentar esta situación, escribiendo al rey de Noruega
para evitar que ForImbrás avance con sus reclamaciones territoriales.
CLAUDIO.- Prudente, Marcelo, vos saludareis en mi nombre al anciano Rey; aunque no os doy
facultad personal para celebrar con él tratado alguno. Id con Dios, y espero que manifestaréis
en vuestra diligencia el celo de servirme.
CLAUDIO.- Y tú, Laertes, ¿qué solicitas? Me has hablado de una pretensión, ¿no me dirás cuál
sea? En cualquiera cosa justa que pidas al Rey de Dinamarca, no será vano el ruego, por lo que
lo es el trono de Dinamarca para con tu padre. En fin, ¿qué pretendes?
LAERTES.- Respetable Soberano, solicito la gracia de vuestro permiso para volver a Francia. De
allí he venido voluntariamente a Dinamarca a manifestaros mi leal afecto, con moIvo de
vuestra coronación; pero ya cumplida esta deuda, os confieso que mi inclinación me llama de
nuevo a aquel país, y espero de vuestra bondad esta licencia.
CLAUDIO.- Elige el Iempo que te parezca más oportuno para salir, y haz cuanto gustes y sea
más conducente a tu felicidad. Y tú, Hamlet, ¡mi deudo, mi hijo!
GERTRUDIS.- Mi buen Hamlet, no así tu semblante manifieste aflicción; véase en él que eres
amigo de Dinamarca; ni siempre con abaIdos párpados busques entre el polvo a tu generoso
padre. Tú lo sabes, común es a todos, el que vive debe morir, pasando de la naturaleza a la
eternidad.
GERTRUDIS.- Yo te ruego Hamlet, que no vayas a Witemberg; quédate con nosotros. No sean
vanas las súplicas de tu madre.
CLAUDIO.- Por esa afectuosa y plausible respuesta quiero que seas otro yo en el imperio
danés. Venid, señora. La sincera y fiel condescendencia de Hamlet ha llenado de alegría mi
corazón.
Escena IV
HAMLET solo.
HAMLET.- ¡Oh! ¡Si esta sólida masa de carne pudiera ablandarse y liquidarse, disuelta en lluvia
de lágrimas ¡Oh! ¡Dios! ¡Oh! ¡Dios mío! ¡Cuán faIgado estoy ya de los insípidos y vanos
placeres del mundo! Nada, nada quiero de él, es un campo donde sólo abundan frutos
groseros y amargos. ¡Que esto haya llegado a suceder a los dos meses que él ha muerto! No, ni
tanto, aún no han sido dos meses. Aquel excelente Rey, tan amante de mi madre ¡Oh! ¡Cielo y
Ierra! ¿Para qué conservo la memoria? Ella, que se le mostraba tan amorosa. Y no obstante,
en un mes... ¡Ah! no quisiera pensar en esto. ¡Fragilidad! En el corto espacio de un mes y aún
bañada en lágrimas, acompañó el cuerpo de mi triste padre... Sí, ella, ella misma. ¡Cielos! Se ha
casado, en fin, con mi [o, hermano de mi padre. En un mes... enrojecidos aún los ojos con el
pérfido llanto, se casó. ¡Ah! Ni esto es bueno, ni puede producir bien. Pero, hazte pedazos
corazón mío, que mi lengua debe reprimirse.
Escena V
HAMLET.- Mi buen amigo, yo quiero discuIr conIgo ese [tulo que te das. ¿A qué has venido
de Witemberg? ¡Ah! ¡Marcelo!
MARCELO.- Señor.
HAMLET.- Mucho me alegro de verte con salud también. Pero, la verdad, ¿a qué has venido de
Witemberg?
HAMLET.- No se burle de mí, por Dios, señor condiscípulo. Yo creo que habrás venido a las
bodas de mi madre.
HAMLET.- Economía, Horacio, economía. Aún no se habían enfriado los manjares cocidos para
el convite del duelo, cuando se sirvieron en las mesas de la boda... ¡Oh! ¡Mi padre!... Me
parece que veo a mi padre.
NARRADOR: Horacio relata a Hamlet el encuentro de Marcelo y Bernardo con una figura que se
asemejaba a su difunto padre. Estos tesIgos, mientras estaban de guardia en medio de la
noche, vieron a la figura armada de pies a cabeza, caminando de manera grave y majestuosa.
La aparición se les presentó tres veces, generando temor y dejándolos paralizados, sin
atreverse a dirigirle la palabra. Horacio, informado de esta experiencia, se unió a la guardia la
tercera noche y confirmó la veracidad de la historia. La Sombra, como la describen, era tan
similar al difunto rey como lo son las dos manos de Horacio entre sí.
HAMLET.- ¿Y en dónde fue eso?
HAMLET.- ¿Y no le hablasteis?
HORACIO.- Sí señor, yo le hablé; pero no me dio respuesta alguna, una vez me parece que alzó
la cabeza haciendo como si fuese a hablarme; pero al mismo Iempo se oyó la voz del gallo y al
sonido huyó, desapareciendo de nuestra vista.
HORACIO.- Y tan cierta como mi propia existencia. Nosotros hemos creído que era obligación
nuestra avisaros de ello, mi venerado Príncipe.
HAMLET.- Sí, amigos, sí... pero esto me llena de turbación. ¿Estáis de cenInela esta noche?
HORACIO.- Sí, señor, como yo se la había visto cuando vivía; de un color ceniciento.
HAMLET.- Quiero ir esta noche con vosotros al puesto, por si acaso vuelve.
LAERTES, OFELIA
LAERTES.- Ya tengo todo mi equipaje a bordo. Adiós hermana, y cuando los vientos sean
favorables y seguro el paso del mar, no te descuides en darme nuevas de I.
LAERTES.- Por lo que hace al frívolo obsequio de Hamlet, debes considerarle como una mera
cortesanía, un hervor de la sangre, una violeta que en la primavera juvenil de la naturaleza se
adelanta a vivir y no permanece hermosa, no durable: perfume de un momento y nada más.
NARRADOR: Laertes aconseja a su hermana Ofelia sobre su relación con Hamlet. SosIene que
el príncipe, a pesar de expresar su amor sinceramente en la juventud, está limitado por las
responsabilidades y expectaIvas asociadas con su posición real. Laertes advierte a Ofelia que,
aunque Hamlet pueda amarla, su capacidad de elección está restringida por su posición en la
jerarquía real, ya que su matrimonio afectaría la salud y prosperidad del reino. Le aconseja a
Ofelia que no con^e completamente en las promesas de Hamlet, considerando que su
capacidad para cumplirlas está sujeta al consenImiento de la parte principal de Dinamarca.
Advierte sobre las posibles pérdidas de honor y libertad si Ofelia se entrega demasiado
fácilmente a las palabras de Hamlet, destacando la importancia de preservar su propia
honesIdad.
LAERTES.- Teme, Ofelia, teme querida hermana; huye del peligro colocándote fuera del Iro de
los amorosos deseos. La doncella más honesta, es libre en exceso, si descubre su belleza al rayo
de la luna. La juventud, aun cuando nadie la combate, halla en sí misma su propio enemigo.
OFELIA.- Yo conservaré para defensa de mi corazón tus saludables consejos. Pero, mi buen
hermano, no Pises tu la senda florida de los placeres; sin pracIcar tu propia doctrina.
LAERTES.- ¡Oh! Yo me detengo demasiado; pero allí viene mi padre, pues la ocasión es
favorable me despediré de él otra vez. Su bendición repeIda será un nuevo consuelo para mí.
Escena VII
POLONIO.- Sobre todo hijo mío, usa de ingenuidad conIgo mismo, y no podrás ser falso con
los demás, consecuencia tan necesaria como que la noche suceda al día. Adiós y Él permita que
mi bendición haga frucIficar en I estos consejos.
LAERTES.- Adiós.
Escena VIII
POLONIO, OFELIA
POLONIO.- Bien pensado, en verdad. Me han dicho que te ha visitado varias veces
privadamente, y que tú le has admiIdo con mucha complacencia y libertad. Si esto es así debo
decirte que no te has portado con aquella delicadeza que corresponde a una hija mía y a tu
propio honor. ¿Qué es lo que ha pasado entre los dos? Dime la verdad.
POLONIO.- ¡Amor! ¡Ah! Tú hablas como una muchacha loquilla y sin experiencia, en
circunstancias tan peligrosas. ¡Ternura la llamas! ¿Y tú das crédito a esa ternura?
POLONIO.- Piensa bien que eres una niña, que has recibido por verdadera paga esas ternuras
que no son moneda corriente. Es[mate en más a I propia; pues si te aprecias en menos de lo
que vales harás que pierda el entendimiento.
OFELIA.- Él me ha hablado de amor, es verdad; pero siempre con una apariencia honesta,
que...
NARRADOR: Polonio aconseja a su hija Ofelia sobre la naturaleza voláIl de las promesas de
amor. Le advierte que cuando la pasión está en su punto más álgido, la gente Iende a hacer
promesas impulsivas que carecen de durabilidad. Le aconseja que sea más cautelosa con su
presencia y que valore su conversación. En parIcular, le advierte que no acepte fácilmente los
coqueteos o las insinuaciones. Respecto al Príncipe, le aconseja que lo vea simplemente como
un joven y que no se deje llevar por sus palabras, ya que podrían ser arImañas para saIsfacer
deseos impíos.
POLONIO.- Desde hoy no quiero que pierdas los momentos ociosos en hablar, ni mantener
conversación con el Príncipe. Cuidado con hacerlo así: yo te lo mando. Vete a tu aposento.
HORACIO.- No las he oído. Pues en tal caso ya está cerca el Iempo en que el muerto suele
pasearse.
NARRADOR: Hamlet, perturbado por la visión de lo que parece ser el espíritu de su difunto
padre, invoca a los "ángeles y ministros de piedad" para que lo protejan. Siente la necesidad de
abordar esta figura, ya sea un alma bendita o una visión condenada, que se presenta de una
manera tan impactante. Hamlet se ve obligado a hablar con la figura, idenIficándola como su
padre, el difunto rey de Dinamarca. Implora respuestas y claridad sobre por qué los restos de
su padre, ya enterrados, han abandonado la paz de la tumba y han vuelto a la superficie.
Hamlet busca comprender la razón detrás de esta inquietante reaparición y qué acciones
deben tomar
HORACIO.- Os hace señas de que le sigáis, como si deseara comunicaros algo a solas.
MARCELO.- Ved con qué expresivos gestos os indica que le acompañéis a lugar más remoto;
pero no hay que ir con él.
HAMLET.- ¿Y por qué no? Yo no esImo nada la vida, ni a mi alma, ¿qué puede él hacerle,
siendo como él mismo cosa inmortal?... Otra vez me llama... Voy a seguirle.
HORACIO.- Pero, señor, si os arrebata al mar o a la espantosa cima de ese monte, y allí tomase
alguna otra forma horrible, capaz de impediros el uso de la razón... ¡Ay! ved lo que hacéis.
HAMLET.- Dejadme.
HAMLET.- Señores, apartad esas manos... Por Dios..., o quedará muerto a las mías el que me
detenga. Otra vez te digo que andes, que voy a seguirte.
Escena X
HORACIO, MARCELO
LA SOMBRA.- Mírame.
HAMLET.- Ya te miro.
LA SOMBRA.- Casi es ya llegada la hora en que debo regresar a las atormentadoras llamas.
NARRADOR: La Sombra se presenta ante Hamlet como el alma de su difunto padre, condenada
a vagar de noche y sujeta a fuego durante el día como expiación por sus pecados terrenales.
Aunque la Sombra lamenta no poder revelar todos los secretos de su prisión, advierte a Hamlet
sobre la gravedad de la verdad que podría revelar. Pide la atención de Hamlet, mencionando la
necesidad de atender a lo que está por decir. La Sombra insinúa que Hamlet debería prestar
especial atención si realmente amó a su padre.
HAMLET.- ¿Homicidio?
LA SOMBRA.- Sí, homicidio cruel, como todos; pero el más cruel y el más injusto.
HAMLET.- Dímelo inmediatamente, para que con alas veloces, me precipite a la venganza.
El príncipe jura recordar a su padre mientras haya memoria en el mundo y promete que el
único precepto que guiará su vida será el mandato de venganza de su padre. Hamlet, en medio
de su tormento emocional, se dirige a la "mujer más delincuente" su madre y al "malvado"
que ha descubierto: su [o Claudio y lo acusa de ser halagador y malvado al mismo Iempo,
expresando su desconfianza y repudio hacia él; pero, a pesar de su desesperación, Hamlet
decide conservar la expresión adecuada para la situación.
MARCELO.- Ni yo tampoco.
NARRADOR: Hamlet les cuenta todo lo vivido con la sombra, y los pone en sobreaviso.
HORACIO.- Pero, no era necesario, señor, que un muerto saliera del sepulcro a persuadirnos
esa verdad.
HAMLET.- Sí, cierto, tenéis razón, y por eso mismo, sin tratar más del asunto, será bien
despedirnos y separarnos. A rezar.
HAMLET.- ¡Ah! ¡Mis buenos amigos! Yo os pido, pues sois mis amigos y mis compañeros en el
estudio y en las armas, me concedáis una corta merced.
HORACIO.- Con mucho gusto, señor, decid cual sea.
HAMLET.- Que nunca revelaréis a nadie lo que habéis visto esta noche.
LA SOMBRA.- Juradlo
HAMLET.- ¡Ah! ¿Eso dices?.. ¿Estás ahí hombre de bien?.. Vamos: ya le oís hablar en lo
profundo ¿Queréis jurar? Juradlo por mi espada.
LA SOMBRA.- Juradlo.
HAMLET.- Señores, acercaos aquí: poned otra vez las manos en mi espada, y jurad por ella, que
nunca diréis nada de esto que habéis oído y visto.
HAMLET.- Bien has dicho, topo viejo Mudemos otra vez de puesto, amigos.
HORACIO.- ¡Oh! Dios de la luz y de las Inieblas, ¡qué extraño prodigio es éste!
LA SOMBRA.- Jurad.
CRIADO: ¡el rey Hamlet fue asesinado! ¡Así como escuchan! ¡Fue asesinado!
CLAUDIO: (mira hacia abajo) se pone algo nervioso y ordena a la guardia que capture al
hombre tras hacer semejante escándalo.
NARRADOR: Hamlet observa la postura corporal del [o, que no es normal, esto lo hace deducir
que la confesión del fantasma era verdad.
HAMLET: para ser sincero hace Iempo que no lo estoy, ni me siento a gusto con la unión
marital entre tú y mi [o Claudio.
GERTRUDIS: (sorprendida) ¿¡Hamlet qué terrible acusación estás haciendo!?, ten cuidado hijo
no pierdas la cabeza, sin tener pruebas de un acto tan soez como ese.
GERTRUDIS: Hamlet anoche pensé lo que mencionaste de Claudio, pero creo que tu
comportamiento extraño es porque me casé con él.
HAMLET: nunca estuve de acuerdo con la boda, ni se guardó duelo a mi padre. Ahora todo
apunta a que el [o Claudio, armó el plan para quedarse en el trono.
GERTRUDIS: (llora) ¿¡Halemt qué has hecho!? necesitas ayuda hijo mío, has matado a Polonio
en tu locura de venganza desmedida.
Por otra parte, Ofelia, hija de Polonio, entra en pánico al enterarse que Hamlet, el hombre que
amó, fue capaz de matar a su padre. Ella no puede controlar sus emociones y decide quitarse la
vida ahogándose en un lago.
Escena XV
CLAUDIO: mi esImado Leartes, debo informarte con mucho pesar que Hamlet mató a Polonio
sin piedad, ni respeto a I, ni a la fallecida Ofelia.
LEARTES: es indignante lo que hizo con mi padre, acuchillándolo sin ningún remordimiento,
NARRADOR: Claudio recomienda a Leartes que invite a Hamlet al enIerro de Ofelia, para
hacerle creer que no había rencor entre ellos y poder tenderle una trampa.
Escena XVI
NARRADOR: Hamlet llega a Dinamarca, le escribe a Leartes, acepta su propuesta y se reúne con
él. Este úlImo coloca veneno en el filo de la espada para asegurarse de asesinarlo en la
primera oportunidad, pero también agrega un poco del peligroso líquido en una copa de vino,
en caso de que se encuentren rodeados de personas a la hora de tomar acción.
HAMLET: (sorprendido) lo siento Leartes, no sabía que Ofelia falleció, ella siempre estuvo allí
para mí, pero yo me distancié.
LEARTES: ¡tú no supiste valorar el amor de mi hermana!, actuabas como “alma en pena” y,
además, te atreviste a matar a mi padre, Ofelia no lo soportó, pero yo me vengaré (saca la
espada).
NARRADOR: Leartes hiere a Hamlet por un costado, sin embargo, sigue vivo y logra responder
con una estocada que lesiona a su contrincante. En ese momento se acercó Gertrudis tomando
la copa de vino que había dejado Leartes en el salón de al lado, y apenas alcanzó a ver la pelea,
cuando cayó al piso, muriendo envenenada.
NARRADOR: más atrás de Gertrudis venía el rey Claudio y, en medio de la impotencia de ver a
su madre agonizar, Hamlet toma fuerzas antes de morir y asesina a su [o atravesándolo con su
espada.
Al cumplir su venganza, Hamlet, en plena agonía, vio llegar a su apreciado amigo Horacio y le
dijo que su úlImo deseo era designar como nuevo rey de Dinamarca al príncipe ForImbrás,
descendiente del anterior rey de Noruega, quien perdió la vida a manos del padre de Hamlet.