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HAMLET

Escena I

Explanada delante del Palacio Real de Elsingor. Noche oscura.

NARRADOR: En la explanada del Palacio Real de Elsinor, de noche, Bernardo están de guardia.
Tras un largo pensar sobre la hora y el frío, Horacio y Marcelo llegan. Después de algunas
salutaciones, es entonces, cuando Bernardo les reveló un hecho inquietante ocurrido en la
cenInela.

BERNARDO.- Bienvenido, Horacio; Marcelo, bienvenido.

MARCELO.- ¿Y qué? ¿Se ha vuelto a aparecer aquella cosa esta noche?

BERNARDO.- Yo nada he visto

MARCELO.- Horacio dice que es aprehensión nuestra, y nada quiere creer de cuanto le he
dicho acerca de ese espantoso fantasma que hemos visto ya en dos ocasiones.

HORACIO.- ¡Qué! No, no vendrá.

BERNARDO.- Sentémonos un rato, y deja que asaltemos tus oídos con el suceso que tanto os
asusta y que en dos noches seguidas hemos presenciado nosotros.

HORACIO.- Muy bien, sentémonos y oigamos lo que Bernardo nos cuente.

BERNARDO.- La noche pasada, cuando esa misma estrella que está al occidente había hecho
ya su carrera, para iluminar el espacio del cielo donde ahora resplandece, Marcelo y yo, a
Iempo que el reloj daba la una...

MARCELO.- Chit. Calla, mírale por donde viene otra vez.

BERNARDO.- Con la misma figura que tenía el difunto Rey.

MARCELO.- Horacio, tú que eres hombre de estudios, háblale.

BERNARDO.- ¿No se parece todo al Rey? Mírale, Horacio.

HORACIO.- Muy parecido es... Su vista me conturba con miedo y asombro.

BERNARDO.- Querrá que le hablen.

MARCELO.- Háblale, Horacio.

HORACIO.- ¿Quién eres tú, que así usurpas este Iempo a la noche, y esa presencia noble y
guerrera que tuvo un día nuestro Soberano, que yace en el sepulcro? Habla, por el Cielo te lo
pido.

MARCELO.- Parece que está irritado.

HORACIO.- Detente, habla. Yo te lo mando. Habla.

MARCELO.- Ya se fue. No quiere respondernos.


BERNARDO.- ¿Qué tal, Horacio? Tú Iemblas y has perdido el color. ¿Qué te parece?

HORACIO.- Por Dios que nunca lo hubiera creído, sin la sensible y cierta demostración de mis
propios ojos.

MARCELO.- ¿No es enteramente parecido al Rey?

HORACIO.- Como uno mismo. Y tal que llevaba el arnés que ves[a cuando peleó con el
ambicioso Rey de Noruega... ¡Extraña aparición es ésta!

MARCELO.- Pues de esa manera, y a esta misma hora de la noche, se ha paseado dos veces con
ademán guerrero delante de nuestra guardia.

HORACIO.- Yo no comprendo el fin parIcular con que esto sucede; pero en mi ruda manera de
pensar, pronosIca alguna extraordinaria mudanza a nuestra nación.

MARCELO.- Ahora bien, sentémonos y decidme; ¿por qué faIgan todas las noches a los
vasallos con estas guardias tan penosas y vigilantes? ¿Quién de vosotros podrá decírmelo?

NARRADOR: En la oscura noche en la explanada del Palacio Real de Elsinor, Horacio expone a
Francisco, Bernardo y Marcelo los rumores sobre la reciente historia de Hamlet y ForImbrás de
Noruega. Hamlet, el valiente príncipe, quién venció a ForImbrás en un desa^o, asegurando así
la herencia de los territorios del Rey de Noruega. Ahora, ForImbrás, en un intento por
recuperar esos territorios, ha reunido una banda de seguidores decididos en las fronteras de
Noruega. Este conflicto es la razón detrás de la agitación y la necesidad de vigilar en la nación.

BERNARDO.- Si no es esa la razón, yo no alcanzo cuál puede ser..., y en parte lo confirma la


visión espantosa con la figura misma del Rey, que fue y es todavía el autor de estas guerras.

HORACIO.- Silencio... ¿Veis?..., allí... Otra vez vuelve... Aunque el terror me hiela, yo le quiero
salir al encuentro. Detente, fantasma. Si puedes arIcular sonidos, si Ienes voz háblame.
Detente y habla... Marcelo, detenle.

MARCELO.- ¿Le daré con mi lanza?

HORACIO.- Sí, hiérele, si no quiere detenerse.

MARCELO.- Se ha ido. Nosotros le ofendemos, en hacer demostraciones de violencia. Bien que,


según parece, es invulnerable como el aire.

BERNARDO.- Él iba ya a hablar cuando el gallo cantó.

HORACIO.- Es verdad. Yo he oído decir que el gallo, hace despertar al Dios del día voz de su
garganta, y que, a este anuncio, todo extraño espíritu errante por la Ierra huye a su centro.

HORACIO.- Yo también lo tengo entendido. Demos fin a la guardia, y soy de opinión que


digamos al joven Hamlet lo que hemos visto esta noche, porque yo os prometo que este
espíritu hablará con él, aunque ha sido para nosotros mudo.

MARCELO.- Sí, sí, hagámoslo. Yo sé en donde le hallaremos esta mañana, con más seguridad.
Escena II

Salón de Palacio.

CLAUDIO, GERTRUDIS, HAMLET, POLONIO, LAERTES, VOLTIMAN, CORNELIO, Caballeros, Damas


y acompañamiento.

NARRADOR: Claudio, el actual rey de Dinamarca, comparte con su corte su matrimonio con la
que antes fuera su cuñada, ahora reina a su lado. Aunque la muerte de su hermano Hamlet
aún está fresca en la memoria, Claudio manIene un prudente senImiento de su pérdida. Sin
embargo, revela que ForImbrás de Noruega ha estado insisIendo en la resItución de las
Ierras que su padre perdió en la batalla contra Hamlet. Claudio, preocupado por la posible
amenaza, comunica sus acciones para enfrentar esta situación, escribiendo al rey de Noruega
para evitar que ForImbrás avance con sus reclamaciones territoriales.

CLAUDIO.- Prudente, Marcelo, vos saludareis en mi nombre al anciano Rey; aunque no os doy
facultad personal para celebrar con él tratado alguno. Id con Dios, y espero que manifestaréis
en vuestra diligencia el celo de servirme.

MARCELO.- En esta y cualquiera otra comisión os daremos pruebas de nuestro respeto.

CLAUDIO.- No lo dudaré. El Cielo os guarde.


Escena III

CLAUDIO, GERTRUDIS, HAMLET, POLONIO, LAERTES, Damas, Caballeros y acompañamiento.

CLAUDIO.- Y tú, Laertes, ¿qué solicitas? Me has hablado de una pretensión, ¿no me dirás cuál
sea? En cualquiera cosa justa que pidas al Rey de Dinamarca, no será vano el ruego, por lo que
lo es el trono de Dinamarca para con tu padre. En fin, ¿qué pretendes?

LAERTES.- Respetable Soberano, solicito la gracia de vuestro permiso para volver a Francia. De
allí he venido voluntariamente a Dinamarca a manifestaros mi leal afecto, con moIvo de
vuestra coronación; pero ya cumplida esta deuda, os confieso que mi inclinación me llama de
nuevo a aquel país, y espero de vuestra bondad esta licencia.

CLAUDIO.- ¿Has obtenido ya la de tu padre? ¿Qué dices Polonio?

POLONIO.- A fuerza de importunaciones ha logrado conseguir mi tardío consenImiento. Al


verle tan inclinado, firmé úlImamente la licencia de que se vaya, aunque a pesar mío; y os
ruego, señor, que se la concedáis.

CLAUDIO.- Elige el Iempo que te parezca más oportuno para salir, y haz cuanto gustes y sea
más conducente a tu felicidad. Y tú, Hamlet, ¡mi deudo, mi hijo!

HAMLET.- Algo más que deudo, y menos que amigo.

CLAUDIO.- ¿Qué sombras de tristeza te cubren siempre?

HAMLET.- Al contrario, señor, estoy demasiado a la luz.

GERTRUDIS.- Mi buen Hamlet, no así tu semblante manifieste aflicción; véase en él que eres
amigo de Dinamarca; ni siempre con abaIdos párpados busques entre el polvo a tu generoso
padre. Tú lo sabes, común es a todos, el que vive debe morir, pasando de la naturaleza a la
eternidad.

HAMLET.- Sí señora, a todos es común.

GERTRUDIS.- Pues si lo es, ¿por qué aparentas tan parIcular senImiento?

HAMLET.- ¿Aparentar? No señora, yo no sé aparentar. Ni el color negro de este manto, ni los


interrumpidos sollozos, ni la dolorida expresión del semblante; bastarán por sí solos, mi
querida madre, a manifestar el verdadero afecto que me ocupa el ánimo... Aquí, aquí dentro
tengo lo que es más que apariencia, lo restante no es otra cosa que adornos del dolor.

NARRADOR: Claudio, el rey de Dinamarca, aconseja entonces a Hamlet sobre la naturaleza


e^mera del duelo. Le recuerda que, si bien es natural senIr tristeza por la pérdida de un padre,
prolongar indefinidamente el sufrimiento es un acto que va en contra de la voluntad divina y
de la misma naturaleza. Claudio argumenta que la vida sigue su curso, y que aferrarse a un
duelo interminable es un desa^o a la razón y a la lección que la muerte de los padres nos
enseña: que todos, desde el primero hasta el úlImo de los hombres, están desInados a
fallecer.
CLAUDIO.- Modera, pues, esa inúIl tristeza, considera que Ienes un padre en mi puesto, que
debe ser notorio al mundo que tú eres la persona más inmediata a mi trono, y te amo con el
afecto más puro que puede tener a su hijo un padre. Tu desición de volver a los estudios de
Witemberg es la más opuesta a nuestro deseo, y antes te pedimos que desistas de ella;
permaneciendo aquí, esImado y querido a vista nuestra, como el primero de mis Cortesanos,
mi pariente y mi hijo.

GERTRUDIS.- Yo te ruego Hamlet, que no vayas a Witemberg; quédate con nosotros. No sean
vanas las súplicas de tu madre.

HAMLET.- Obedeceros en todo será siempre mi primer conato.

CLAUDIO.- Por esa afectuosa y plausible respuesta quiero que seas otro yo en el imperio
danés. Venid, señora. La sincera y fiel condescendencia de Hamlet ha llenado de alegría mi
corazón.
Escena IV

HAMLET solo.

HAMLET.- ¡Oh! ¡Si esta sólida masa de carne pudiera ablandarse y liquidarse, disuelta en lluvia
de lágrimas ¡Oh! ¡Dios! ¡Oh! ¡Dios mío! ¡Cuán faIgado estoy ya de los insípidos y vanos
placeres del mundo! Nada, nada quiero de él, es un campo donde sólo abundan frutos
groseros y amargos. ¡Que esto haya llegado a suceder a los dos meses que él ha muerto! No, ni
tanto, aún no han sido dos meses. Aquel excelente Rey, tan amante de mi madre ¡Oh! ¡Cielo y
Ierra! ¿Para qué conservo la memoria? Ella, que se le mostraba tan amorosa. Y no obstante,
en un mes... ¡Ah! no quisiera pensar en esto. ¡Fragilidad! En el corto espacio de un mes y aún
bañada en lágrimas, acompañó el cuerpo de mi triste padre... Sí, ella, ella misma. ¡Cielos! Se ha
casado, en fin, con mi [o, hermano de mi padre. En un mes... enrojecidos aún los ojos con el
pérfido llanto, se casó. ¡Ah! Ni esto es bueno, ni puede producir bien. Pero, hazte pedazos
corazón mío, que mi lengua debe reprimirse.
Escena V

HAMLET, HORACIO, BERNARDO y MARCELO

HORACIO.- Buenos días, señor.

HAMLET.- Me alegro de verte bueno... ¿Es Horacio? O me he olvidado de mí propio caballero.

HORACIO.- El mismo soy, y siempre vuestro humilde criado.

HAMLET.- Mi buen amigo, yo quiero discuIr conIgo ese [tulo que te das. ¿A qué has venido
de Witemberg? ¡Ah! ¡Marcelo!

MARCELO.- Señor.

HAMLET.- Mucho me alegro de verte con salud también. Pero, la verdad, ¿a qué has venido de
Witemberg?

HORACIO.- He venido a ver los funerales de vuestro padre.

HAMLET.- No se burle de mí, por Dios, señor condiscípulo. Yo creo que habrás venido a las
bodas de mi madre.

HORACIO.- Es verdad, como se han celebrado inmediatamente.

HAMLET.- Economía, Horacio, economía. Aún no se habían enfriado los manjares cocidos para
el convite del duelo, cuando se sirvieron en las mesas de la boda... ¡Oh! ¡Mi padre!... Me
parece que veo a mi padre.

HORACIO.- ¿En dónde, señor?

HAMLET.- Con los ojos del alma, Horacio.

HORACIO.- Señor, yo creo que le vi anoche.

HAMLET.- ¿Le viste? ¿A quién?

HORACIO.- Al Rey vuestro padre.

HAMLET.- ¿Al Rey mi padre?

HORACIO.- Prestadme oído atento, suspendiendo un rato vuestra admiración, mientras os


refiero este caso maravilloso apoyado con el tesImonio de estos caballeros.

HAMLET.- Sí, por Dios, dímelo.

NARRADOR: Horacio relata a Hamlet el encuentro de Marcelo y Bernardo con una figura que se
asemejaba a su difunto padre. Estos tesIgos, mientras estaban de guardia en medio de la
noche, vieron a la figura armada de pies a cabeza, caminando de manera grave y majestuosa.
La aparición se les presentó tres veces, generando temor y dejándolos paralizados, sin
atreverse a dirigirle la palabra. Horacio, informado de esta experiencia, se unió a la guardia la
tercera noche y confirmó la veracidad de la historia. La Sombra, como la describen, era tan
similar al difunto rey como lo son las dos manos de Horacio entre sí.
HAMLET.- ¿Y en dónde fue eso?

MARCELO.- En la muralla de palacio, donde estábamos de cenInela.

HAMLET.- ¿Y no le hablasteis?

HORACIO.- Sí señor, yo le hablé; pero no me dio respuesta alguna, una vez me parece que alzó
la cabeza haciendo como si fuese a hablarme; pero al mismo Iempo se oyó la voz del gallo y al
sonido huyó, desapareciendo de nuestra vista.

HAMLET.- ¡Es cosa bien admirable!

HORACIO.- Y tan cierta como mi propia existencia. Nosotros hemos creído que era obligación
nuestra avisaros de ello, mi venerado Príncipe.

HAMLET.- Sí, amigos, sí... pero esto me llena de turbación. ¿Estáis de cenInela esta noche?

TODOS.- Sí, señor.

HAMLET.- Luego no le visteis el rostro.

HORACIO.- Le vimos, porque traía la visera alzada.

HAMLET.- ¿Y qué? ¿Parecía que estaba irritado?

HORACIO.- Más anunciaba su semblante el dolor que la ira.

HAMLET.- Yo hubiera querido hallarme allí.

HORACIO.- Mucho pavor os hubiera causado.

HAMLET.- La barba blanca, ¿eh?

HORACIO.- Sí, señor, como yo se la había visto cuando vivía; de un color ceniciento.

HAMLET.- Quiero ir esta noche con vosotros al puesto, por si acaso vuelve.

HORACIO.- ¡Oh! Sí volverá, yo os lo aseguro.

HAMLET.- Si él se me presenta en la figura de mi noble padre yo le hablaré aunque el infierno


mismo abriendo sus entrañas me impusiera silencio. Yo os pido a todos que así como hasta
ahora habéis callado a los demás, lo que visteis, de hoy en adelante lo ocultéis con el mayor
sigilo. Dios os guarde, amigos. Entre once y doce iré a buscaros a la muralla.

TODOS.- Nuestra obligación es serviros.


Escena VI

Sala de la casa de POLONIO.

LAERTES, OFELIA

LAERTES.- Ya tengo todo mi equipaje a bordo. Adiós hermana, y cuando los vientos sean
favorables y seguro el paso del mar, no te descuides en darme nuevas de I.

OFELIA.- ¿Puedes dudarlo?

LAERTES.- Por lo que hace al frívolo obsequio de Hamlet, debes considerarle como una mera
cortesanía, un hervor de la sangre, una violeta que en la primavera juvenil de la naturaleza se
adelanta a vivir y no permanece hermosa, no durable: perfume de un momento y nada más.

OFELIA.- Nada más.

NARRADOR: Laertes aconseja a su hermana Ofelia sobre su relación con Hamlet. SosIene que
el príncipe, a pesar de expresar su amor sinceramente en la juventud, está limitado por las
responsabilidades y expectaIvas asociadas con su posición real. Laertes advierte a Ofelia que,
aunque Hamlet pueda amarla, su capacidad de elección está restringida por su posición en la
jerarquía real, ya que su matrimonio afectaría la salud y prosperidad del reino. Le aconseja a
Ofelia que no con^e completamente en las promesas de Hamlet, considerando que su
capacidad para cumplirlas está sujeta al consenImiento de la parte principal de Dinamarca.
Advierte sobre las posibles pérdidas de honor y libertad si Ofelia se entrega demasiado
fácilmente a las palabras de Hamlet, destacando la importancia de preservar su propia
honesIdad.

LAERTES.- Teme, Ofelia, teme querida hermana; huye del peligro colocándote fuera del Iro de
los amorosos deseos. La doncella más honesta, es libre en exceso, si descubre su belleza al rayo
de la luna. La juventud, aun cuando nadie la combate, halla en sí misma su propio enemigo.

OFELIA.- Yo conservaré para defensa de mi corazón tus saludables consejos. Pero, mi buen
hermano, no Pises tu la senda florida de los placeres; sin pracIcar tu propia doctrina.

LAERTES.- ¡Oh! Yo me detengo demasiado; pero allí viene mi padre, pues la ocasión es
favorable me despediré de él otra vez. Su bendición repeIda será un nuevo consuelo para mí.
Escena VII

POLONIO, LAERTES, OFELIA

NARRADOR: Polonio, el consejero de la corte, exhorta a su hijo Laertes a embarcarse,


destacando la premura del viento y la expectaIva que lo aguarda. Le ofrece su bendición y le
brinda algunos consejos memorables. Lo insta a no revelar sus pensamientos con facilidad y a
meditar cuidadosamente antes de actuar. Polonio aconseja ser amable pero no vulgar, elegir
amigos sabiamente y evitar disputas, aunque, si se involucra, buscar que el contrario se reIre.
Sugiere ser cauteloso en asuntos financieros, tanto prestando como pidiendo prestado, ya que
esto puede llevar a la pérdida de dinero y amistades. EnfaIza la importancia de la economía y
el buen orden en la vida.

POLONIO.- Sobre todo hijo mío, usa de ingenuidad conIgo mismo, y no podrás ser falso con
los demás, consecuencia tan necesaria como que la noche suceda al día. Adiós y Él permita que
mi bendición haga frucIficar en I estos consejos.

LAERTES.- Humildemente os pido vuestra licencia.

POLONIO.- Sí, el Iempo te está convidando y tus criados esperan; vete.

LAERTES.- Adiós, Ofelia, y acuérdate bien de lo que te he dicho.

OFELIA.- En mi memoria queda guardado y tú mismo tendrás la llave.

LAERTES.- Adiós.
Escena VIII

POLONIO, OFELIA

POLONIO.- ¿Y qué es lo que te ha dicho, Ofelia?

OFELIA.- Si gustáis de saberlo, cosas eran relaIvas al Príncipe Hamlet.

POLONIO.- Bien pensado, en verdad. Me han dicho que te ha visitado varias veces
privadamente, y que tú le has admiIdo con mucha complacencia y libertad. Si esto es así debo
decirte que no te has portado con aquella delicadeza que corresponde a una hija mía y a tu
propio honor. ¿Qué es lo que ha pasado entre los dos? Dime la verdad.

OFELIA.- ÚlImamente me ha declarado con mucha ternura su amor.

POLONIO.- ¡Amor! ¡Ah! Tú hablas como una muchacha loquilla y sin experiencia, en
circunstancias tan peligrosas. ¡Ternura la llamas! ¿Y tú das crédito a esa ternura?

OFELIA.- Yo, señor, ignoro lo que debo creer.

POLONIO.- Piensa bien que eres una niña, que has recibido por verdadera paga esas ternuras
que no son moneda corriente. Es[mate en más a I propia; pues si te aprecias en menos de lo
que vales harás que pierda el entendimiento.

OFELIA.- Él me ha hablado de amor, es verdad; pero siempre con una apariencia honesta,
que...

POLONIO.- Sí, por cierto, apariencia puedes llamarla. ¿Y bien? Prosigue.

OFELIA.- Y autorizó cuanto me decía con los más sagrados juramentos.

NARRADOR: Polonio aconseja a su hija Ofelia sobre la naturaleza voláIl de las promesas de
amor. Le advierte que cuando la pasión está en su punto más álgido, la gente Iende a hacer
promesas impulsivas que carecen de durabilidad. Le aconseja que sea más cautelosa con su
presencia y que valore su conversación. En parIcular, le advierte que no acepte fácilmente los
coqueteos o las insinuaciones. Respecto al Príncipe, le aconseja que lo vea simplemente como
un joven y que no se deje llevar por sus palabras, ya que podrían ser arImañas para saIsfacer
deseos impíos.

POLONIO.- Desde hoy no quiero que pierdas los momentos ociosos en hablar, ni mantener
conversación con el Príncipe. Cuidado con hacerlo así: yo te lo mando. Vete a tu aposento.

OFELIA.- Así lo haré, señor.


Escena IX

Explanada delante del Palacio. Noche oscura.

HAMLET, HORACIO, MARCELO

HAMLET.- El aire es frío y suIl en demasía. ¿Qué hora es ya?

HORACIO.- Me parece que aún no son las doce.

MARCELO.- No, ya han dado.

HORACIO.- No las he oído. Pues en tal caso ya está cerca el Iempo en que el muerto suele
pasearse.

HORACIO.- ¿Veis? Señor, ya viene.

NARRADOR: Hamlet, perturbado por la visión de lo que parece ser el espíritu de su difunto
padre, invoca a los "ángeles y ministros de piedad" para que lo protejan. Siente la necesidad de
abordar esta figura, ya sea un alma bendita o una visión condenada, que se presenta de una
manera tan impactante. Hamlet se ve obligado a hablar con la figura, idenIficándola como su
padre, el difunto rey de Dinamarca. Implora respuestas y claridad sobre por qué los restos de
su padre, ya enterrados, han abandonado la paz de la tumba y han vuelto a la superficie.
Hamlet busca comprender la razón detrás de esta inquietante reaparición y qué acciones
deben tomar

HORACIO.- Os hace señas de que le sigáis, como si deseara comunicaros algo a solas.

MARCELO.- Ved con qué expresivos gestos os indica que le acompañéis a lugar más remoto;
pero no hay que ir con él.

HORACIO.- No, por ningún moIvo.

HAMLET.- Si no quiere hablar, habré de seguirle.

HORACIO.- No hagáis tal, señor.

HAMLET.- ¿Y por qué no? Yo no esImo nada la vida, ni a mi alma, ¿qué puede él hacerle,
siendo como él mismo cosa inmortal?... Otra vez me llama... Voy a seguirle.

HORACIO.- Pero, señor, si os arrebata al mar o a la espantosa cima de ese monte, y allí tomase
alguna otra forma horrible, capaz de impediros el uso de la razón... ¡Ay! ved lo que hacéis.

HAMLET.- Todavía me llama... Camina. Ya te sigo.

MARCELO.- No señor, no iréis.

HAMLET.- Dejadme.

HORACIO.- Creedme, no le sigáis.

HAMLET.- Señores, apartad esas manos... Por Dios..., o quedará muerto a las mías el que me
detenga. Otra vez te digo que andes, que voy a seguirte.
Escena X

HORACIO, MARCELO

HORACIO.- Su exaltada imaginación le arrebata.

MARCELO.- Sigámosle, que en esto no debemos obedecerle.

HORACIO.- Sí, vamos detrás de él... ¿Cuál será el fin de este suceso?

MARCELO.- Algún grave mal se oculta en Dinamarca. Vamos, sigámosle.


Escena XI

Parte remota cercana al mar. Vista a lo lejos del Palacio de Elsingor.

HAMLET, LA SOMBRA DEL REY HAMLET

HAMLET.- ¿Adónde me quieres llevar? Habla, yo no paso de aquí.

LA SOMBRA.- Mírame.

HAMLET.- Ya te miro.

LA SOMBRA.- Casi es ya llegada la hora en que debo regresar a las atormentadoras llamas.

HAMLET.- ¡Oh! ¡Alma infeliz!

LA SOMBRA.- No me compadezcas: presta sólo presta atención a lo que voy a revelarte.

HAMLET.- Habla, yo te prometo atención.

LA SOMBRA.- Luego que me oigas, prometerás venganza.

HAMLET.- ¿Por qué?

NARRADOR: La Sombra se presenta ante Hamlet como el alma de su difunto padre, condenada
a vagar de noche y sujeta a fuego durante el día como expiación por sus pecados terrenales.
Aunque la Sombra lamenta no poder revelar todos los secretos de su prisión, advierte a Hamlet
sobre la gravedad de la verdad que podría revelar. Pide la atención de Hamlet, mencionando la
necesidad de atender a lo que está por decir. La Sombra insinúa que Hamlet debería prestar
especial atención si realmente amó a su padre.

HAMLET.- ¡Oh, Dios!

LA SOMBRA.- Venga su muerte: venga un homicidio cruel y atroz.

HAMLET.- ¿Homicidio?

LA SOMBRA.- Sí, homicidio cruel, como todos; pero el más cruel y el más injusto.

HAMLET.- Dímelo inmediatamente, para que con alas veloces, me precipite a la venganza.

NARRADOR: La Sombra de Hamlet, el difunto rey, desmiente la versión oficialmente aceptada


de su muerte, y contrario a la creencia de que una serpiente fue la causa de su fallecimiento en
el jardín, la Sombra revela un relato más sombrío. Explica que mientras descansaba en su jardín
una tarde tranquila, fue sorprendido por su hermano, el actual rey Claudio. UIlizando un
veneno letal, Claudio envenenó al rey dormido al verter la sustancia tóxica en su oído que tuvo
efectos desgarradores en el cuerpo del rey. Tambien le revela que el moIvo detrás de este
asesinato fue la lujuria y la traición de su hermano, quien buscaba la corona y a la Reina
Gertrudis, esposa de Hamlet, esto proporciona a Hamlet una visión más completa de la traición
y depravación en la corte danesa. La Sombra también aconseja a Hamlet que no deje que su
madre sufra por las acciones de su [o, planteando un dilema moral crucial para el príncipe.
Escena XII

HAMLET, y después HORACIO y MARCELO

NARRADOR: Hamlet, profundamente afectado por las revelaciones de la Sombra de su difunto


padre, expresa su desesperación y angusIa. Invoca a los "ejércitos celesIales" y a la "Ierra",
reflexionando sobre la posibilidad de invocar incluso al infierno. Sin embargo, se deIene y
ruega a su corazón y nervios que lo sostengan en medio de su turbación.

El príncipe jura recordar a su padre mientras haya memoria en el mundo y promete que el
único precepto que guiará su vida será el mandato de venganza de su padre. Hamlet, en medio
de su tormento emocional, se dirige a la "mujer más delincuente" su madre y al "malvado"
que ha descubierto: su [o Claudio y lo acusa de ser halagador y malvado al mismo Iempo,
expresando su desconfianza y repudio hacia él; pero, a pesar de su desesperación, Hamlet
decide conservar la expresión adecuada para la situación.

HAMLET: Adiós, adiós, acuérdate de mí. Yo he jurado acordarme.

MARCELO.- ¡Hola! ¡Eh, señor!

HAMLET.- ¿Hola? amigos, ¡eh! Venid, venid acá.

MARCELO.- ¿Qué ha sucedido?

HORACIO.- ¿Qué noIcias nos dais?

HAMLET.- ¡Oh! Maravillosas.

HORACIO.- Mi amado señor, decidlas.

HAMLET.- No, que lo revelaréis.

HORACIO.- No, yo os prometo que no haré tal.

MARCELO.- Ni yo tampoco.

HAMLET.- Pero ¿guardaréis secreto?

LOS DOS.- Sí señor, yo os lo juro.

HAMLET.- No existe en toda Dinamarca un infame..., que no sea un gran malvado.

NARRADOR: Hamlet les cuenta todo lo vivido con la sombra, y los pone en sobreaviso.

HORACIO.- Pero, no era necesario, señor, que un muerto saliera del sepulcro a persuadirnos
esa verdad.

HAMLET.- Sí, cierto, tenéis razón, y por eso mismo, sin tratar más del asunto, será bien
despedirnos y separarnos. A rezar.

HORACIO.- Todas esas palabras, señor, carecen de senIdo y orden.

HAMLET.- ¡Ah! ¡Mis buenos amigos! Yo os pido, pues sois mis amigos y mis compañeros en el
estudio y en las armas, me concedáis una corta merced.
HORACIO.- Con mucho gusto, señor, decid cual sea.

HAMLET.- Que nunca revelaréis a nadie lo que habéis visto esta noche.

LOS DOS.- A nadie lo diremos.

HAMLET.- Pero es menester que lo juréis.

HAMLET.- Os doy mi palabra de no decirlo.

MARCELO.- Yo os prometo lo mismo.

LA SOMBRA.- Juradlo

HAMLET.- ¡Ah! ¿Eso dices?.. ¿Estás ahí hombre de bien?.. Vamos: ya le oís hablar en lo
profundo ¿Queréis jurar? Juradlo por mi espada.

LA SOMBRA.- Juradlo.

HAMLET.- Señores, acercaos aquí: poned otra vez las manos en mi espada, y jurad por ella, que
nunca diréis nada de esto que habéis oído y visto.

LA SOMBRA.- Juradlo por su espada.

HAMLET.- Bien has dicho, topo viejo Mudemos otra vez de puesto, amigos.

HORACIO.- ¡Oh! Dios de la luz y de las Inieblas, ¡qué extraño prodigio es éste!

LA SOMBRA.- Jurad.

HAMLET.- Descansa, descansa agitado espíritu. Señores, yo me recomiendo a vosotros y creed


que por más infeliz que Hamlet se halle, Dios querrá que no le falten medios para manifestar la
esImación que os profesa.
Escena XIII

NARRADOR: a Hamlet le cuesta conciliar el sueño, Iene ojeras, ha adelgazado y su humor no es


el mismo. Durante una celebración en el casIllo, el príncipe convence a uno de sus criados para
llamar la atención gritando, como en un ataque de locura, que al difunto rey lo habían
asesinado. Una estrategia con la cual pensaba analizar el comportamiento de su [o Claudio.

CRIADO: ¡el rey Hamlet fue asesinado! ¡Así como escuchan! ¡Fue asesinado!

CLAUDIO: (mira hacia abajo) se pone algo nervioso y ordena a la guardia que capture al
hombre tras hacer semejante escándalo.

NARRADOR: Hamlet observa la postura corporal del [o, que no es normal, esto lo hace deducir
que la confesión del fantasma era verdad.

GERTRUDIS: ¿hijo estás bien, después de escuchar tal barbaridad?

HAMLET: para ser sincero hace Iempo que no lo estoy, ni me siento a gusto con la unión
marital entre tú y mi [o Claudio.

HAMLET: De hecho, no me sorprende lo dicho por el criado, al contrario, confirma mi teoría de


que fue Claudio, quien asesinó a mi padre.

GERTRUDIS: (sorprendida) ¿¡Hamlet qué terrible acusación estás haciendo!?, ten cuidado hijo
no pierdas la cabeza, sin tener pruebas de un acto tan soez como ese.

NARRADOR: el príncipe se reIra de la reunión, no se despide ni siquiera de su amada Ofelia. El


festejo concluye rápido por lo acontecido.
Escena XIV

NARRADOR: un día después de la celebración, la reina Gertrudis se dirige a la habitación de


Hamlet en el casIllo Kronborg para conversar con él.

GERTRUDIS: Hamlet anoche pensé lo que mencionaste de Claudio, pero creo que tu
comportamiento extraño es porque me casé con él.

HAMLET: nunca estuve de acuerdo con la boda, ni se guardó duelo a mi padre. Ahora todo
apunta a que el [o Claudio, armó el plan para quedarse en el trono.

NARRADOR: de repente se escuchan pasos detrás de las corInas. Hamlet ve la figura de un


hombre y pensando que era Claudio, mata a Polonio, Chambelán del reino.

GERTRUDIS: (llora) ¿¡Halemt qué has hecho!? necesitas ayuda hijo mío, has matado a Polonio
en tu locura de venganza desmedida.

NARRADOR: Gertrudis informa a Claudio lo ocurrido, éste casIga a Hamlet expulsándolo de


Dinamarca a Inglaterra con el objeIvo de matarlo.

Por otra parte, Ofelia, hija de Polonio, entra en pánico al enterarse que Hamlet, el hombre que
amó, fue capaz de matar a su padre. Ella no puede controlar sus emociones y decide quitarse la
vida ahogándose en un lago.
Escena XV

NARRADOR: Leartes, hijo de Polonio, no estaba en Dinamarca y, de su regreso al país, se entera


de la trágica noIcia, de la cual se aprovechó Claudio.

CLAUDIO: mi esImado Leartes, debo informarte con mucho pesar que Hamlet mató a Polonio
sin piedad, ni respeto a I, ni a la fallecida Ofelia.

LEARTES: es indignante lo que hizo con mi padre, acuchillándolo sin ningún remordimiento,

¡cuánto odio siento por Hamlet! Por él perdí también a mi hermana.

CLAUDIO: venga la muerte de tu familia. El príncipe Hamlet no merece vivir, úlImamente


rechazaba a Ofelia, quien tanto lo amaba y ahora, incluso se atrevió a matar a Polonio.

NARRADOR: Claudio recomienda a Leartes que invite a Hamlet al enIerro de Ofelia, para
hacerle creer que no había rencor entre ellos y poder tenderle una trampa.
Escena XVI

NARRADOR: Hamlet llega a Dinamarca, le escribe a Leartes, acepta su propuesta y se reúne con
él. Este úlImo coloca veneno en el filo de la espada para asegurarse de asesinarlo en la
primera oportunidad, pero también agrega un poco del peligroso líquido en una copa de vino,
en caso de que se encuentren rodeados de personas a la hora de tomar acción.

HAMLET: (sorprendido) lo siento Leartes, no sabía que Ofelia falleció, ella siempre estuvo allí
para mí, pero yo me distancié.

LEARTES: ¡tú no supiste valorar el amor de mi hermana!, actuabas como “alma en pena” y,
además, te atreviste a matar a mi padre, Ofelia no lo soportó, pero yo me vengaré (saca la
espada).

HAMLET: ¿me estas retando a un duelo?

LEARTES: ¡sí! ¡Vamos a pelear!, ¡enfréntate como un hombre!

NARRADOR: Leartes hiere a Hamlet por un costado, sin embargo, sigue vivo y logra responder
con una estocada que lesiona a su contrincante. En ese momento se acercó Gertrudis tomando
la copa de vino que había dejado Leartes en el salón de al lado, y apenas alcanzó a ver la pelea,
cuando cayó al piso, muriendo envenenada.

LEARTES: (triste) esto es culpa de Claudio, él me convenció de vengarme de I por la muerte de


mi padre, él se aprovechó de mis emociones.

NARRADOR: más atrás de Gertrudis venía el rey Claudio y, en medio de la impotencia de ver a
su madre agonizar, Hamlet toma fuerzas antes de morir y asesina a su [o atravesándolo con su
espada.

Al cumplir su venganza, Hamlet, en plena agonía, vio llegar a su apreciado amigo Horacio y le
dijo que su úlImo deseo era designar como nuevo rey de Dinamarca al príncipe ForImbrás,
descendiente del anterior rey de Noruega, quien perdió la vida a manos del padre de Hamlet.

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