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El Colegio San José de la Sierra tiene una larga e interesante historia que une
esta Obra Educativa a la evolución de la Congregación Dominica en Mérida. El
advenimiento del gobierno civil de J.J. Rojas Paúl (1888-1890) desplazó
temporalmente las guerras, las armas y la corrupción gubernamental
prevalentes, y se pensó en la salud y la educación de los ciudadanos. Por
falta de recursos nacionales, las autoridades eclesiásticas y filántropos
promovieron la venida de órdenes religiosas europeas a tal fin. Los jesuitas,
dominicos y franciscanos regresaron. Los salesianos llegaron por primera vez.
También se crearon, por decisión episcopal, congregaciones nacionales.
Las primeras Hermanas del Hospital San Juan de Dios fueron Georgina
Febres Cordero Troconis, Julia Picón Febres, Isabel Uzcátegui, María Jiménez
Pulido, Rosa Chuecos, Antonia Pino, Josefa Moreno y Eva María Lacruz.
Con estas ideas, llegó a las puertas del Hospital San Juan de Dios, un joven
con un mensaje para la Madre Superiora Sor Margarita del Corazón de Jesús.
En esta misiva, la señora Josefa Salas de Salas ofrecía a la Congregación la
escritura y las llaves de un terreno y una casita ubicada en Milla, futura
base de la Congregación, la Casa Generalicia y el Asilo de Niñas o Internado
San José de la Sierra, de lo que “estarán eternamente agradecidas”.
Con gran regocijo por esta donación, manifestaron que “Sería la Casa de las
Niñas Pobres”. Esta casa comenzó a ser organizada con contribuciones de
algunas señoras caritativas que regalaron camas, colchones, loza, y otros
útiles, pero se decidió no habitarla hasta hacerle reparaciones, para lo que
no había recursos económicos. Para ello, las Madres Margarita y Julia
decidieron recoger colaboraciones tanto en la ciudad como en el campo.
En 1923, fue designada como Madre Luisa de los Dolores, quien tenazmente,
y a pesar de las recriminaciones formuladas porque se perdería la libertad
lograda como Congregación Diocesana, insistió en la afiliación con la
Congregación Santo Domingo de Guzmán, que había reingresado a
Venezuela por el Estado Táchira en 1926, para dirigir institutos
educacionales y parroquiales; luego a Mérida, donde establecieron la
Cofradía del Santísimo Rosario en la Catedral y la Venerable Orden Terciaria
de Santo Domingo para seglares.
Los dominicos llegados desde Colombia regresaron a ese país en 1951, pero
fueron reemplazados en Venezuela por religiosos venidos de
Filipinas, Vietnam y China, que huían de las persecuciones religiosas.
A los cuatro meses, el Reverendo Fr. Alberto Blat. O.P., en nombre del
Padre General, manifestó la aprobación de la afiliación, comunicación que
fue leída en toda la ciudad. En la comunicación, se exigía añadir al nombre de
la Congregación la designación de Dominicas, adaptar el uniforme al de las
Hermanas Terciarias, modificar las Constituciones y recitar el Oficio Parvo
según el rito dominico.
“Un silencio invadía a la catedral, roto por el órgano que cribaba con
penetrante misticismo, cuando asomaron nuestras Hermanas vestidas de
blanco”. “En verdad, no se podía comparar la pureza que irradiaba el hábito
blanco con la serenidad que emanaba del anterior. Arrodilladas de nuevo
frente al altar, semejaban una bandada de palomas a los pies del Sagrario”.