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Sinopsis

A Min Yoongi le ha sido encargado el trabajo más fácil en el mundo. Hacer de niñero del hijo mimado de
un senador conservador, mantenerlo fuera de problema y recibir un cheque de seis dígitos. Un cheque
que él necesita desesperadamente. El padre de Jimin asegura que él necesita la mano firme y la
disciplina de Yoongi. Una sola mirada hacia él y Yoongi está de acuerdo. Jimin necesita disciplina.

Ser el hijo de un senador en el closet con valores familiares ha dejado a Park Jimin con una racha de
imprudencia y un amor por las fiestas que le cuestan ocho meses de su vida y la reelección de su padre.
Así que ahora, él tiene un niñero. Un niñero muy sexy.

Cuando Jimin en ebriedad le dice a Yoongi que sería un excelente “daddy”, ambos llegan a un acuerdo.

Jimin obtiene un “daddy”, Yoongi se queda con su cheque, y ambos siguen caminos separados. Para que
funcione, la llave es la discreción, pero con los reporteros siguiendo cada movimiento de Jimin, es casi
imposible.

Quedarse juntos no fue nunca una opción, pero cada día que pasa, sus sentimientos crecen más.
¿Arriesgarán todo por lo que se suponía sería una aventura inofensiva?

Embriagador es el primer libro de la serie Servicio de Protección de Élite y contiene Age-Gap, daddy
kink y elementos de BDSM, con final feliz y sin final abierto. Advertencia: Este libro contiene
situaciones de intentos de suicidio, daño auto infringido y conversaciones sobre traumas y abusos
sexuales pasados.

Prólogo

Jimin

Sesenta y cinco. Ochenta. Ochenta y cinco. Noventa.

Mientras el número del medidor de velocidad aumentaba, algo se aflojó dentro del pecho de Park Jimin.
Él solo quería que se acabara. La temperatura humeante del exterior luchaba con el frígido aire
acondicionado que bombeaba a través de las ventanillas del auto, causando que las ventanas se
empañen, pero él no conseguía refrescarse. Perdió la camisa diez minutos después de haber escalado
detrás del volante, pero todavía estaba ardiendo.

El sudor y las lágrimas pinchaban sus ojos hasta que los números nadaron en una mancha rojo brillante.
Parpadeó rápidamente para limpiar su visión. Cuando eso no funcionó, quitó ambas manos del volante,
clavando el dorso de la palma de su mano contra los ojos hasta que brillos bailaron detrás de los
párpados.

Sin su guía, el auto viró hacia el otro carril. No importaba, el camino estaba muerto. No había visto otro
automóvil en millas. Solo degenerados y camioneros estaban en la autopista a las cuatro de la mañana.
Por lo menos, eso era lo que su madre decía en su tono más agrio justo después de que le recordara que
su comportamiento era inapropiado, aconsejando que se detuviera de inmediato y esperará a que
alguien viniera a recogerlo. Eso fue cuando Jimin había tirado su teléfono por la ventana. Él cambió su
peso, la piel pegada al asiento de cuero suave como mantequilla de su Porsche Cayenne. ¿Por qué
carajos hacía tanto calor?

Los neumáticos chirriaron mientras conectaban con las franjas blancas reflectantes de advertencia en el
arcén de la carretera. Dio un tirón al volante hacia la izquierda, solo tropezando un cuarto del panel
frontal contra la barandilla de aluminio antes de encontrar nuevamente el asfalto. Intentó concentrarse
en quedarse entre las líneas blancas, pero había demasiadas de ellas. La cabeza de Jimin palpitaba, su
lengua saltó contra el paladar de su boca. Su mundo parpadeaba dentro y fuera de foco. Se frotó la ceja
y presionó el botón del aire acondicionado, intentando bajar la temperatura, pero ya se encontraba
programado en lo más bajo. Agua. Necesitaba agua. Tomó la botella de plástico en el asiento del
pasajero, gruñendo con frustración cuando estaba vacía. Aplastó el plástico con un grito antes de abrir la
ventana y enviarla volando. El auto casi se estrelló, pero él lo atrapó antes de perder el control.

“Jesús, no puedo creer que fueras tú el que vivió”.

Se sacudió las lágrimas del rostro, aplastando el pie en el pedal del gas y apretando la dirección con
ambas manos. La pequeña pastilla rosada que se había tomado más temprano estaba en guerra con la
media botella de bourbon que ingirió, dejándolo cansado y energizado, las palabras de su padre
rebotaban en su cráneo como pinball.

“Eres un desperdicio. Todo el dinero que invertimos para volverte normal… ¿y para qué? Para que estés
sobre tus rodillas en un baño como una puta de dos dólares… ¿En un evento público? En uno de mis
eventos. ¡Frente a mis amigos!”.

Lo impresionaba como su padre tuvo la audacia de llamarlo una puta cuando en el evento en cuestión se
pagaba veinticinco mil dólares por plato. Su padre tenía una idea peculiar sobre la normalidad. Casarse
con una mujer que odiaba por su fondo fiduciario. Vender su alma para alcanzar sus objetivos. Niños en
jaulas. Muros para mantener a nadie del lado de afuera. Y, aun así, Jimin era la puta. Jimin era la
abominación. Qué chiste. Su risa irregular era resaltada en el silencio del auto.

“¿Qué es lo que buscas? ¿Atención? ¿Dinero? ¿Qué se necesita para que dejes este estilo de vida
desviado de una vez por todas? Hay programas… Centros de tratamiento para adultos. Mejores de los
que te enviamos antes. Más agresivos. Déjanos ayudarte antes de que sea muy tarde. Tu alma está en
peligro.”

Se le escapó un sollozo. Su visión era una corriente de líneas blancas que refluían y fluían como si él
estuviera en The Matrix . Necesitaba bajar la velocidad, pero sabía que no podía. Él sabía, muy profundo
y abajo de sus agallas —en donde había acumulado todas las cosas que él solía pensar eran posibles—,
que no se detendría. Su padre jamás lo dejaría solo. Nunca lo dejaría ser quien era. Jamás lo dejaría
tener algo que pudiera llenar ese gigante, enorme agujero dentro de él. ¿Cuál era el punto de todo esto?

Apagó las luces de los faros delanteros y se sumergió en oscuridad hasta que las luces de las calles
fueron como estrellas fugaces y los reflectores eléctricos y las personas solo eran energía. Él era solo
energía y átomos, y si solo soltaba el volante, todo podría terminar. No más dolor. No más heridas. No
más frustración. No más decepción. No más Jimin.

¿No estaría haciéndole un favor al mundo?


Metal chocó contra metal como un monstruo prehistórico, el fuego se arrastró sobre sus mejillas y
frente, y entonces estaba volando. ¿Era así como se sentía morir? El repentino golpe le robó la
respiración de los pulmones, y el dolor explotó detrás de sus ojos mientras su cuerpo rodó por lo que
parecía una eternidad.

¿La muerte se suponía que debía doler de esa forma? Quizás esto era el infierno. Jimin intentó abrir sus
ojos, pero solo uno de ellos pareció cooperar. El cielo nocturno nadaba sobre su cabeza y mostraba un
mundo pintado en carmesí. Intentó reír, pero sonó más como un jadeo dolorido y el sabor a cobre
invadió su boca. ¿Todavía tenía sus dientes? Intentó tocarlos con la lengua, pero su cuerpo no
cooperaba.

No recordó haber cerrado los ojos, pero debió haberlo hecho porque cuando los abrió de nuevo, un
rostro apareció. Debió haber gritado si pudiera manejarlo, pero en su lugar, tragó con fuerza intentando
concentrarse. El hombre sobre él, iluminado por las luces de la calle, tenía el rostro redondo con gafas
de montura de alambre y piel bronceada de navegante. Solamente la piel alrededor de sus profundos
ojos marrones, mostró lo pálida que estaba la complexión del extraño. ¿Las personas pescaban en el
cielo?

—Mierda santa. ¿Estás vivo? Jesús. ¡Estás vivo! —El hombre lo estaba sacudiendo, y Jimin luchó contra
la urgencia de vomitar —. Cariño, mierda santa. ¡Mierda santa! Está vivo. Me está mirando fijamente.
Llama al 911 —Entonces el rostro del hombre estaba de nuevo en su punto de visión —, oye, trata de no
moverte ¿de acuerdo? Podrías tener, como, el cuello roto o algo así.

El hombre tenía demasiados dientes. Tan blancos. Jimin se concentró en los dientes como chiclets2,
mientras dejaba a su cuerpo recuperar el control.

—Mmm bien —intentó decir, pero su lengua era demasiado grande para su boca. Lo intentó de nuevo
—. Estoy bien. Si… si pudiera llevarme a mi auto.

El hombre resopló en una risa sobresaltada.

—No sé cómo decirte esto, hombre, pero podrías meter lo que queda de tu deportivo en tu bolsillo. Es
un milagro que sigas vivo.

El estómago de Jimin se hundió. Ni siquiera esto lo podía hacer bien. Tomó la mano del hombre:

—Dile a mi papá… Dile a mi papá que intenté terminarlo. Intenté hacer las cosas bien. Dile.

Uno

Yoongi

—El senador lo verá pronto.

Min Yoongi se levantó, luchando con la urgencia de tirar del cuello de la camisa blanca de vestir. Debió
de haber chequeado si su traje aún le servía antes de aceptar esa reunión apresurada, pero ya era
demasiado tarde. Llevaba tanto tiempo fatigado, que la camisa abotonada era como una soga alrededor
del cuello. O quizás era el trabajo en sí mismo lo que le causaba esa sensación de ahogamiento. Yoongi
no podía estar seguro.
Siguió a la pequeña mujer rubia por el corredor majestuosamente alineado con una alfombra azul y
dorada y pintura tras pintura de hombres blancos congestionados y viejos. Cuando alcanzaron un set de
puertas dobles, ella empujó la puerta con floritura y en un gesto indicó que entrara antes de regalarle
una sonrisa sin entusiasmo y cerrarlas de nuevo. Un hombre —Presuntamente el senador— alzó un
dedo en un gesto de “un momento”, antes de mecerse en la silla lejos de Yoongi, como si de esa forma
erigiera un tono de silencio alrededor de la conversación.

A Yoongi le importaba una mierda la llamada telefónica del tipo, así que él merodeó en la habitación en
su lugar. Contó ni más ni menos que tres animales muertos adornando las paredes. Dos que estaban
dentro de las listas de peligro de extinción. Estanterías rellenas con libros recubiertos de cuero
ocupaban la totalidad de la pared izquierda. Yoongi se desplazó más cerca, tratando de no rodar los ojos
cuando notó que casi todos los títulos eran sobre leyes, ambas secular y bíblica. Este hombre debía ser
el hazmerreír en las fiestas. La mueblería era toda de caoba brillante, y el decorador de interiores del
tipo había recubierto en cuero marrón todo lo que no estaba hecho de madera. El bar en el rincón más
apartado de la habitación exhibía una variedad de decantadores de cristal rellenos solo con licores
oscuros. Yoongi podía apostar que el hombre tenía cigarrillos cubanos escondidos en algún lugar de su
enorme escritorio.

—Esa es la circunvalación del problema, MinHyun. No se trata de eso. Escucha, necesito irme. Sí. Tengo
otra reunión. Dale a Clare y a los niños todo mi amor, y hablaremos más de esto cuando nos
encontremos en el club el sábado —El hombre hizo una pausa —. No. Jimin no se nos unirá. Tiene una
reunión respecto a su escribanía. Sí, estamos muy orgullosos. Es un buen chico. De acuerdo. Hablaremos
pronto.

Yoongi regresó su atención hacia el senador cuando pareció que estaba terminando la conversación. El
hombre colgó el teléfono, girando el rostro hacia Yoongi, dándole por primera vez un vistazo real sobre
su nuevo cliente. Tenía hombros amplios 6 con el cabello rubio dorado convirtiéndose en gris en las
sienes y con un peinado justo para esconder las entradas de su cabello. Había perdido la chaqueta de su
traje y solo llevaba una camisa azul pálida de botones y una corbata color azul oscuro, aflojada
alrededor del cuello.

Cuando se puso de pie, Yoongi notó que el estómago del hombre se hundió debajo de su cinturón a
pesar de los músculos definidos de sus brazos y pecho.

—Siento eso. Ese hombre habla hasta por los codos, si sabes a lo que me refiero. Park SeoJoon. Mis
amigos me llaman Seo —Cuando habló, su tono era afable, el suave acento sureño hablaba de las raíces
de Georgia, no Florida. Extendió la mano, y Yoongi la sacudió, notando la forma en la que la mano del
hombre apretó la suya mucho más tiempo y con más fuerza de la necesaria.

¿Qué estaba intentando probar este tipo, de todas formas? ¿Acaso pensaba que Yoongi buscaba entrar
en alguna clase de concurso de medición de pollas con él? Yoongi había conocido docenas de hombres
como él durante su servicio, imbéciles inseguros tratando de exponer su dominancia con estas
innecesarias muestras de masculinidad. Él encontraba la situación particularmente agotante.

SeoJoon hizo un gesto hacia Yoongi para que se sentara.

—Gracias por tomarte el tiempo de venir y hablar. Eres el tercer guardaespaldas que contrató en los
últimos seis meses, y francamente, esto está tomando demasiado de mi tiempo invaluable.
Yoongi dio un pequeño asentimiento, pero no dijo nada. Hoseok le había advertido sobre no dejar que la
naturaleza afable de Park SeoJoon lo influenciara. Sus amigos usaban las palabras “serpiente
encantadora”. A Yoongi no le importaba si el senador era Satán reencarnado mientras le diera un
cheque al final del trabajo.

—No es ningún problema. Ya me encontraba en la ciudad visitando a Hoseok cuando el trabajo vino por
reasignación. Él cree que puedo encajar bien.

La sonrisa se deslizó, y SeoJoon asintió.

—Es verdad. Ustedes dos sirvieron juntos, ¿correcto?

—Sí, señor. Dos tours en Afganistán.

—Hoseok es una buena persona, incluso aunque invierta la mayor parte de sus días haciendo de niñero
para las celebridades.

Jung Hoseok hacía mucho más que solo proteger celebridades, pero Yoongi no iba a perder la
respiración diciendo mucho más. SeoJoon no se veía como un hombre que quería que las personas lo
corrigieran. En su lugar, Yoongi se concentró en el trabajo.

— ¿Necesita que proteja a su hijo? ¿Ha habido alguna amenaza contra él?

El senador rio.

—Oh, no. Nada de eso. Honestamente, la única amenaza contra mi hijo es él mismo. Él… bueno, es un
malcriado, eso es lo que es. Mi esposa y yo, le dimos todo lo que quería porque perdimos nuestro
primer niño cuando era muy pequeño. Ahora, él tiene la sensación que a Dios le importa un nabo.
Necesito a alguien que mantenga un ojo sobre él durante los próximos seis meses.

Un millón de preguntas aparecieron en la cabeza de Yoongi. Comenzó con el inusual y específico período
de tiempo.

— ¿Qué sucede en seis meses?

—Día de elecciones. No puedo permitirme un escándalo ahora mismo. Me he mantenido en este puesto
por seis años, y me niego a perder frente a un treinta-y-algo, guitarrista y vegano que piensa que Bernie
Sanders es el bendito mesías —Resopló —. Lee Taemin quiere legalizar la marihuana y dejar que los gays
corran por allí, y si pudiera ser un poco más pro-elección, dejaría que las mujeres ahogaran sus propios
bebés antes del primer año. ¿Quién llama a su hijo Taemin, de todas formas? Hippies, por supuesto —
Terminó, con su voz alcanzando una impresionante nota alta.

Yoongi apretó la mandíbula, pero su rostro permaneció impasible mientras observaba al punto muerto
en el centro de la frente del tipo. Hoseok tenía razón. Este tipo era una basura.

—Entonces, ¿quiere que yo… qué? ¿Haga de niñero con su hijo? No soy bueno con los niños.

Una vez más, rio.

—Mi hijo tiene veintidós años. Puede que actúe como un infante, pero le prometo que no tendrá que
cambiar pañales. Necesito que mantenga su nombre fuera de los tabloides.
Yoongi arrugó el ceño. —No se ofenda, pero se da cuenta que está pagando una cifra de seis dígitos por
cuidar de un hombre adulto, ¿verdad?

—Diez minutos con mi hijo y se dará cuenta de que lo he robado —SeoJoon estiró la mano sobre el
escritorio y agarró algo de la primera gaveta. Arrojó una pila de fotografías hacia Yoongi. Él las atrapó
mientras se esparcían sobre la superficie brillante.

Yoongi las tomó todas. Al principio, no entendió muy bien qué era lo que, pero entonces, se dio cuenta
que se trataba de un accidente de auto. Los restos de un Maserati blanco descansaban estropeados en
lo que parecía ser una autopista. Era de noche, a pesar de la luz artificial flotando en las imágenes.
Mientras se deslizaba entre las fotografías, notó que la mayor parte de ellas eran del automóvil tomadas
de diferentes ángulos.

—Este fue su primer accidente dos años atrás. Se libró del choque sin un rasguño.

— ¿Su primer accidente?

El rostro de SeoJoon colapsó en un ceño fruncido, haciéndolo parecer mucho más viejo de lo que era.

—Hmm. Ha estado en otros tres después de ese.

— ¿Estuvo bajo influencia?

—No la primera vez. Solo fue estúpido e insensato. Convencimos al juez de que tenía un ataque, y lo
dejaron ir.

“Claro que lo hicieron”. Yoongi pensó, permitiéndose poner los ojos en blanco mentalmente.

Yoongi continuó avanzando a través de las fotos. A medio camino del bulto, las imágenes cambiaron.

Primero, los remantes de un BMW negro serie 2 envuelto alrededor de un poste de luz seguido de un
Lincoln Navigator mitad dentro y mitad fuera de lo que parecía ser una piscina comunitaria. Las
imágenes finales mostraban lo que parecía que antes había sido un pequeño deportivo blanco. El frente
del auto terminaba en el asiento del conductor, y el vehículo en sí mismo estaba doblado por todas
partes, como si un gigante lo hubiera aplastado con los puños.

—Ese fue su accidente más reciente. Tuvo una fractura en el hueso orbital, el fémur roto, seis dientes
destrozados, y un brazo lacerado. Mi esposa tuvo que estar medicada contra el estrés por semanas.

“Estrés, no miedo”, Yoongi no pudo evitar notarlo. Él supo que no era un error en las palabras escogidas.

La última foto mostraba a un muchacho en una camilla con una máscara de oxígeno ocultándole la
mitad baja del rostro. Sangre y sudor aplastaban el cabello rubio del chico contra la frente, el ojo
izquierdo inflamado estaba cerrado. El ojo derecho estaba abierto y miraba hacia la cámara. La
desolación en su apariencia se sintió como una patada en el estómago. Yoongi agitó la cabeza,
empujando las fotografías de vuelta sobre el escritorio, con excepción de una.

—Los otros accidentes fueron lo suficientemente pequeños para solo pagar por daños de propiedad.

Jesús. La manzana podrida obviamente no cayó muy lejos de un árbol podrido.


—Pero este último de hace ocho meses, mi hijo destrozó su Porsche por ir a cientos de millas por hora a
través de la I-95. Perdió el control del auto, se salió de la autopista, y de nuevo, chocó contra una
barrera de concreto. Dicen que la única razón por la que salió con vida es porque estaba tan
malditamente intoxicado que salió expulsado del vehículo. Es un milagro que esté vivo — Murmuró,
sonando más como si fuese un inconveniente y no algo milagroso.

—Parece haber sufrido heridas bastante serias —Yoongi agregó, incapaz de apartar la mirada de la
fotografía del chico.

—No lo suficientemente serias —SeoJoon murmuró. Eso captó la atención de Yoongi. Ante la ceja
levantada de Yoongi, los hombros del tipo se desplomaron —. No quise decir eso. Solo estoy frustrado.
Es un buen chico. Él solo está… Confundido. Le falta disciplina. Reglas. Orden. Es por eso que Hoseok
cree que serás adecuado. No va a encandilarte como a los otros.

—Lo siento si no es adecuado, pero su hijo tiene veintidós años. No puedo simplemente mudarme a su
casa y cuidarlo contra su voluntad.

—Al diablo si no puedes. Mi hijo está actualmente en arresto domiciliario, el cual recibió después de
haber fallado en su prueba de alcoholemia exigida por la corte. Puede que sea un adulto de acuerdo a la
ley, pero depende de mí para vivir. Antes de este accidente, estaba terminando su último año en la
Universidad de Florida antes de entrar a la escuela de derecho. Tuvo que tomarse un año completo para
cumplir con su sentencia, pero él sabe que me pertenece. Él definitivamente no tiene ni las habilidades
ni la ambición necesaria para valerse por sí mismo. Hará lo que sea que yo le diga que debe hacer. Hará
lo que tú le pidas.

Los ojos de Yoongi bajaron nuevamente hacia la imagen, su polla intrigada por la noción del niño de ojos
verdes haciendo cualquier cosa que Yoongi le pidiera. Él apartó los pensamientos lejos.

—Señor, si él está en arresto domiciliario, ¿qué necesita de mí? Si tiene un monitor en el tobillo, ¿no
significa que la policía le tiene un ojo encima?

—Salió de la propiedad dos veces a pesar de tener el condenado monitor. Le quedan dos semanas de
arresto domiciliario, y entonces las multas de Miami lo liberarán de nuevo en la sociedad. Necesito que
lo mantengas fuera de problemas de manera que no extiendan su sentencia, y también necesito que
mantengas su nombre fuera de los tabloides por los próximos cinco meses. Es un condenado milagro
que haya mantenido el arresto domiciliario en secreto.

SeoJoon de verdad parecía amar usar la palabra “milagro”. Yoongi sospechaba que el senador realmente
no entendía el significado de la palabra.

—La única cosa buena de ese niño Taemin —Continuó SeoJoon, inconsciente del monólogo interno de
Yoongi —. Está determinado a llevar una “campaña limpia”, así que no ha intentado sacar ningún trapo
sucio. Solo quiere debatir los “problemas”.

Yoongi no confiaba en nadie que usara citas de aire tanto como lo hacía este tipo.

—Entonces, no soy un niñero. ¿Soy un guardia de prisión?

—Si consideras que vivir en un penthouse de setecientas hectáreas sobre Biscayne Bay, es una prisión,
entonces seguro, eres el guardia más afortunado y bien pagado del mundo.
Estas personas eran todo lo que Yoongi odiaba del mundo.

—De acuerdo, entonces. Estoy dentro.

El rostro del senador se iluminó, y una vez más, se puso de pie extendiendo un su brazo.

—Excelente —Una vez que su mano estaba alrededor de la de Yoongi, él la apretó con fuerza —. Déjame
ser franco. No necesito hacer hincapié en la importancia de ser discretos, ¿verdad?

—Firmé un acuerdo de no divulgación cuando tomé el trabajo con Elite.

—Excelente. Supongo que no te importará firmar a tu salida otro acuerdo que mi abogado preparó.

Yoongi arrugó el ceño, pero asintió.

—Supongo que no. Estaría bien.

—Entonces no hay nada más que decir que bienvenido abordo. Una vez que juntes tus cosas, mi
conductor estará feliz de llevarte a la casa —Yoongi tenía una mano en el picaporte cuando el senador
habló de nuevo —. No olvide que trabaja para mí, Sr. Min. No importa lo que mi hijo diga.

Yoongi cerró la puerta tras él, un dolor de cabeza golpeándolo detrás del ojo izquierdo.

Esperaba que este trabajo valiera la pena.

Dos

Jimin

Jimin frotó la correa esposada a su tobillo derecho. Debajo de ella, la piel se veía en carne e irritada,
pero se consoló a sí mismo imaginando la expresión del rostro de su papá si pudiera verlo tomando el
sol en la piscina, con una botella del mejor bordeaux del viejo a su lado. Ni siquiera estaba tomando,
solo la tenía abierta en caso de que su querido y viejo padre se presentara sin anunciarse. No era como
si su padre lo hubiese hecho o siquiera fuera a hacerlo. Él siempre ponía sus esfuerzos en las cosas que
amaba, y Jimin no había sido una de las cosas de las que Park SeoJoon se preocupara desde que tenía
seis, por si acaso. Presión se inflamó detrás de las costillas de Jimin, pero él la obligó a retroceder,
mordiéndose el interior de la mejilla hasta que el sabor a metal llenó su boca.

Como sea.

Se dejó caer de nuevo sobre el sillón verde, lanzando una última mirada a su tobillera emitida por el
gobierno antes de cerrar los ojos, dejando que el calor del sol y el dolor de su mejilla palpitante
empujaran lejos el sentimiento enfermizo que él no quería reconocer. No había visto a su padre en
meses, no desde que el juez dio a Jimin una clase severa sobre responsabilidad y lo sentenció a seis
meses de arresto domiciliario. No había razón para pensar que su padre iba a ensombrecer su puerta,
aunque Jimin haya espantado a otro perro guardián.

Sin abrir los ojos, Jimin levantó la botella de Chateau Latour Pauillac y la olisqueó para después tomar un
trago tentativo y hacer una mueca. Sabía a ciruelas y mugre, y le recordaba a virutas de madera. Tomó
otro trago más generoso. Quizás si estaba lo suficientemente borracho, podía pretender que el sonido
blanco de la aspiradora de Lissa era de la playa, y que los latidos de la música latina que sonaban en sus
parlantes Bose eran del concierto de alguna banda en el bar de una pequeña isla. Hoy no le tocaba a
Lissa limpiar. Ella solo tenía turno los miércoles, pero desde su encarcelamiento en la “casa de culo-
apretado”4, ella había estado viniendo todos los días pretendiendo limpiar. A cambio, Jimin pretendía
que no notaba que no le tocaba ese día. A él le gustaba la compañía, aunque sospechaba que su madre
enviaba a Lissa bajo la esperanza de que ella podía contarle los secretos de Jimin. No podía culpar a Lissa
por pretender que lo hacía. Su madre les pagaba a sus espías sumas generosas. Pero Lissa era una de las
dos personas que eran fieles a Jimin por sobre cualquier otra persona. A pesar del ruido, Jimin no tuvo
problemas en escuchar el desagradable tintineo del timbre de entrada mientras sonaba la quinta
sinfonía de Bethoveen. Él se quedó dónde estaba, pero se forzó en abrir los ojos de nuevo.

— ¡Lissa! ¡La puerta!

La ama de casas movió la mirada en dirección a él, entonces, deliberadamente le dio la espalda,
moviendo las amplias caderas al son de la música.

—Esto se verá reflejado en tu bono navideño, señora —Prometió mientras pasaba de ella al caminar.

—Oh, y yo que estaba ansiosa por esos quince dólares —Lissa sonrió, sus palabras acentuadas goteaban
sarcasmo.

Él sonrió ampliamente y palmeó su grisáceo moño desaliñado. No se molestó en ponerse pantalones, en


su lugar abrió la puerta de golpe usando solamente sus bóxers color negro.

Que gran error.

— ¿Park Jimin?

Jimin estaba seguro que su boca se abrió. Quedó boquiabierto ante la masa de más de seis pies 5 de
puro músculo parado en su puerta, pero no pudo evitarlo. No era frecuente que cada fantasía que
alguna vez hayas tenido tomara vida y golpeara a tu puerta.

El hombre frente a él tenía una mandíbula amplia y con rastrojo, preciosos ojos miel, y espeso cabello
castaño pincelado con plata que Jimin decidió tenía el largo perfecto para tirar de él. Era mayor.
Fácilmente en sus cuarenta. Tenía arrugas que se formaban a los costados de sus ojos y líneas
pronunciadas en su frente, pero eso no restó méritos a las largas y espesas pestañas y a su muy
besuqueable boca. Una boca que estaba apretada en una línea dura como si estuviera irritado. Mierda.

Jimin miró sobre su hombro.

—Oye, Lissa. ¿Contrataste a un stripper?

—Ah sí. Déjalo que entre, llega tarde —Ella gritó sobre el ruido agitando la mano de forma desdeñosa —
. No, chico tonto. Tu padre envió a otro niñero. Espero que este sea más inteligente que el último.

Los labios del hombre temblaron como si intentara contener una sonrisa, y Jimin intentó ignorar el
revoloteo en su estómago. ¿Podría ser su padre tan cruel como para enviar al hombre más hermoso que
Jimin había visto para cuidar de él por los próximos seis meses? La respuesta era sí. Qué jodido
bastardo. ¿Qué se suponía que iba a hacer con este tipo?

—Podrías dejarme entrar.


Jesús, ¿había dicho eso en voz alta?

—Uh, ven y entra, creo.

El hombre arrugó el ceño hasta que Jimin se percató que le estaba bloqueando el acceso. Dio un rápido
paso hacia atrás, intentando recobrar el equilibrio.

“Recomponte, imbécil. Es sólo otro carcelero”.

—Así que eres el último súper soldado de papá, ¿ah? Lissa tiene razón. El último tipo era un idiota.
Espero que seas un poco más inteligente, G.I. Joe.

—Es Yoongi, pero puedes llamarme Yoongi.

Jimin quería llamarlo de un montón de maneras, pero tenía que bajarle a la mierda.

—No voy a llamarte de ninguna forma. En efecto, voy a pretender que no existes. Deberías hacer lo
mismo. Mantente fuera de mi camino y yo estaré fuera del tuyo y daremos lo mejor para afrontar los
siguientes seis meses. ¿De acuerdo?

El hombre —Yoongi— resopló antes de cerrar el pequeño espacio que había entre ellos, forzando a
Jimin a dar varios pasos hacia atrás o a tener la nariz enterrada en el pecho del hombre alto. Incluso con
algo de distancia, Jimin podía olerlo, podía sentir el calor de su cuerpo, y eso no estaba muy bien porque
él olía como a alguna colonia de hombre de vieja escuela, como Old Spice, que a Jimin le gustaba
demasiado para un chico que solo llevaba unos apretados calzoncillos tipo bóxer.

Si Yoongi notó el predicamento de Jimin, no lo dijo. Se inclinó más cerca, su voz como un gruñido bajo.

—Escúchame, niño. No sé cómo funcionaban las cosas con tus últimos niñeros y me importa una
mierda. Presta atención. Cuando yo hable, me reconocerás, y cuando te diga que hagas algo, lo harás
porque yo abro la boca por una razón justa. Puedo oler el licor en tu respiración, y eso parará ahora
mismo. Si estás en las drogas, eso se detiene también. Te despertarás a una hora razonable todos los
días, te pondrás algo de maldita ropa, y comerás algo sano porque parece que te estás consumiendo.
Harás algo productivo con tu tiempo, y las luces se apagarán a media noche y ningún minuto después.
¿Fui lo suficientemente claro?

La garganta de Jimin sonó mientras tragaba, su boca se secó y su polla se endureció como roca.

“No mires abajo, no mires abajo”. Cantó silenciosamente mientras se debatía en cubrirse la erección con
ambas manos. ¿Pero que le pasaba? Debía ser la falta de opción. Tenía que serlo. Su padre —Y el sheriff
departamental— lo tenían cautivo en ese lugar por meses sin ningún hombre a la vista, y los dos
intentos que él tuvo de aventurarse afuera con el monitor en su tobillo encendido, terminó con él
siendo recapturado antes de llegar al lobby. Él solo necesitaba jalársela y estaría bien.

No estaba seguro de que hubiese una forma no-humillante de escapar de esa situación. Demasiado
tarde, se le olvidó que el hombre esperaba por su respuesta.

—Sí… sí, por supuesto. Lo que tú digas, G.I. Joe. Estamos bien —Con eso, se giró sobre los talones y se
marchó hacia el corredor, sus pies pegados a las baldosas de mármol —. Lissa te mostrará los
alrededores —Dijo sobre su hombro antes de entrar a su habitación y azotar la puerta tras él.
Una vez dentro, se recostó contra la puerta como si el hombre lo fuese a seguir.

—Santa mierda —Murmuró, deslizando la mano dentro de su ropa interior y envolviéndola alrededor de
su polla, apretando con fuerza para evitar la repentina excitación. Tomó unas cuantas respiraciones
profundas, intentando domar su cuerpo y relajarlo, pero estaba demasiado ido.

Jimin jamás había tenido una reacción tan visceral ante otro ser humano. La voz de Yoongi era brusca y
gruñona, y golpeó un acorde bajo en el estómago de Jimin. Incluso con la tela voluminosa de la barata
chaqueta negra del traje de Yoongi, Jimin no pudo evitar notar el tamaño masivo de sus brazos. Él sabía
que esos brazos podrían atraparlo con tanta fuerza como para dejar marca, podrían arrojarlo donde
fuera, hacer que Jimin se sometiera a sus deseos.

Se giró, apoyando la frente contra la puerta antes de dejar que su mejilla descansara sobre la superficie.
Joder. Se mordió el labio inferior para retener un gemido mientras movía su mano sobre su polla, la
fricción seca era dolorosa y justo lo que necesitaba. Imaginó el rostro de Yoongi, imaginó su peso contra
la espalda de Jimin, su voz grave contra la oreja. Lo imaginó sujetándolo y follándoselo. Usándolo.

“Si te digo que hagas algo, lo harás”. Su pecho se apretó, su respiración dejándolo en ráfagas apretadas
mientras se masturbaba más rápido. Deseaba a ese hombre. Deseaba sus manos, sus palabras y sus
demandas. ¿Qué hubiese pasado si Jimin lo hubiese desafiado? ¿Yoongi lo habría castigado? Él mordió
un gemido ante el pensamiento.

“¿Fui lo suficientemente claro?”.

—Joder, joder —Susurró, derramándose sobre su mano mientras las olas de éxtasis rodaban sobre su
cuerpo y pintaban la parte de atrás de la puerta con su corrida.

Se quedó en ese lugar, jadeando, los ojos cerrados con fuerza mientras recuperaba su respiración.

— ¿Qué mierda? —Susurró. Después de un minuto, se sacó la ropa interior y caminó hacia el baño.
Quizás una ducha fría era justo lo que necesitaba.

Se decidió por una ducha tibia. Mientras lavaba su cuerpo con eficiencia clínica, Jimin frunció el ceño.
¿Pero quién se creía este tipo? Él no tendría a algún hombre viejo ordenándole como si fuese un niño.
Tenía casi veintitrés años. No se iba a inclinar ante algún súper-soldado que quería ponerle hora para
dormir.

Cerró la válvula del agua lo suficientemente fuerte como para que chillara en protesta. Una vez fuera de
la ducha, se secó con una toalla y se giró para encarar a su reflejo en el espejo, examinando su cuerpo
desnudo. Él no se estaba “consumiendo”. Seguro, quizás estaba más delgado de lo usual, pero eso era
porque subsistía con lo que Lissa le traía de comer y no sabía cómo cocinar.

Se inclinó hacia adelante, entrecerrando los párpados ante la visión de los círculos azulados bajo los
ojos. ¿Desde cuándo tenía esos? No es como si tuviera problemas para dormir. Demonios, había
dormido doce horas completas el día de ayer.

¿Qué otra cosa había que hacer? Los rizos rubios estaban ahora pegados a su cuero cabelludo,
haciéndolo ver un poco demacrado, pero no era como si estuviera en huelga de hambre. Era más como
una limpieza, frutas y vegetales pasadas con café y bebidas energéticas. Él comía cuando tenía hambre.
Solo que ya nunca se sentía realmente hambriento, no por comida al menos. Cuando sus ojos bajaron
hasta los muslos, miró hacia otro lado, todavía no estaba listo para reconocer las cicatrices allí. En su
lugar, empujó con el dedo su vientre plano, examinándose de cerca. ¿Estaba muy delgado?

—Que se joda ese tipo —Dijo a nadie en particular.

¿Por qué estaba dejando que un hombre que había conocido por cinco minutos se metiera en su
cabeza?

“Quizás porque lo quieres dentro de tus pantalones?”

—Tú también cállate —Se dijo a sí mismo mientras apuñalaba con un dedo al reflejo en el espejo.

Tres

Yoongi

Yoongi dejó caer su bolso en la cama tamaño King y agitó la cabeza mientras miraba alrededor. Jamás
había visto una habitación así de grande. El techo elevado, y toda la mueblería tenían un escaso aspecto
moderno que hizo que Yoongi se sintiera como si hubiese entrado un museo de arte. Una biblioteca de
metal cubría la totalidad de la pared a su derecha y dos sillas negras curvadas de aspecto incómodo
reposaban ante un mueble frente a la ventana que formaban dos paredes de su habitación. Todo era
negro o blanco o acromatizado, pero la cama lucía lo suficientemente confortable para Yoongi, y eso era
todo lo que le importaba.

Tiró de su corbata hasta aflojar y la dejó caer sobre la cama, seguido de la chaqueta, la camisa y los
pantalones. El senador no estableció ningún código de vestimenta particular y Yoongi se negaba a usar
traje para cuidar de un malcriado niño rico en un condominio de diez millones de dólares. Se deslizó en
una camiseta y un par de jeans azul pálido antes de caminar hacia la ventana y observar hacia la lejana y
bulliciosa ciudad.

Yoongi no estaba seguro que era lo que esperaba cuando Jimin abrió la puerta, pero no era a un hosco
ángel caído con brillantes ojos verdes y alborotados rizos rubios. Era todo músculo pulcro y bordes
afilados, era ágil como si esos músculos los hubiese obtenido haciendo natación en la piscina, y no
levantando pesas en el gimnasio. Sus rasgos eran casi… delicados. Pómulos altos y una mandíbula
perfecta. Él era… Él era lindo. Hermoso, incluso. Los escultores trabajaban toda una vida para crear esa
clase de perfección.

Sacudió el pensamiento fuera de su cabeza. Jimin era un niño, dieciocho años menor que él. No podía
pensar en él como algo distinto a trabajo. Él era solo trabajo. Un cheque que realmente necesitaba. Si
pensaba que sería problemático, un chico que necesitaba una mano firme y la corrección que su padre
decía, entonces las cosas podrían salirse de control. Yoongi sabía perfectamente lo que había que hacer
con chicos que necesitaban disciplina, y eso definitivamente no podría pasar. Nunca. Sin importar cuán
atractiva le pareciera la idea.

Tiró las cosas de la maleta y las empujó en el armario para mantener su cabeza fuera del chico que se
hallaba tras la puerta. Quince minutos después, un suave golpe se escuchó. Él se detuvo y abrió la
puerta de un solo golpe.

Lissa estaba de pie del otro lado con un sándwich gigante y un vaso de leche.
—Creí que podrías tener hambre —Dijo con una sonrisa plácida en el rostro.

—Oh, uh, gracias —Tomó la ofrenda mientras ella observaba al interior de la habitación —. Uh, ¿quieres
entrar? —Preguntó. No es como si fuese impropio; la habitación era del tamaño del apartamento de
alguien más. Había una sala de estar, por el amor de dios.

—Sí, por favor, solo un momento. Eso sería maravilloso.

Él dio un paso atrás, haciendo un gesto con el vaso de vidrio para que entrara. Ella caminó hacia una de
las sillas negras de forma extraña y tomó asiento. No era una mujer joven como pensó a primera vista.
Su rostro era un mapa de arrugas y no usaba ni una gota de maquillaje. Podía ver que su cabello una vez
negro había cedido hace tiempo al color plata, incluso aunque estaba atado en lo alto de su cabeza.

Tomó asiento en la silla negra opuesta a ella y le dio una mordida gigante al sándwich, intentando no
gruñir de placer ante la combinación de jamón con mostaza dulce.

—Está genial. Muchas gracias —Dijo alrededor del mordisco.

Ella le sonrió por unos instantes antes de que su rostro se tornara serio.

— ¿El señor SeoJoon te envió para que fueras el nuevo niñero del muchacho?

Yoongi arrugó el ceño ante esas palabras.

—Me envió para cuidar de él por los próximos meses, sí.

Ella se sentó derecha, sus ojos afilados como los de un águila.

— ¿Qué fue lo que dijo respecto al Sr. Jimin?

—Que ha estado en varios accidentes. Y que estuvo bajo influencia en el último, lo que lo llevó a acabar
bajo arresto domiciliario. Dijo que él era… impulsivo, temerario. Malcriado.

—Los últimos dos guardaespaldas que mandó apenas y eran poco más mayores que él, y fueron
fácilmente manipulados —la especialidad de Jimin— pero no creo que tú seas dirigido tan fácilmente.

—Haré mi trabajo —Dijo.

—Eso espero. Él es frágil. Está vagando, siempre vagando —Ella se golpeó la sien con uno de sus dedos
—. Justo aquí.

Yoongi no estaba seguro de que significaba eso.

— ¿Frágil?

—El Sr. SeoJoon se niega a ver a Jimin por quién es. Nunca se le ha dado lo que realmente necesita.

Yoongi contempló las palabras dando otra mordida antes de decir: — ¿Qué crees que necesita?

—Tiempo. Atención.

Yoongi resopló.

—Está un poco viejo para actuar en búsqueda de atención, ¿no lo crees?


La expresión de ella se tornó tormentosa.

—Es un chico que fue criado por una nana tras otra nana desde el día que fue traído a casa desde el
hospital. Carece de habilidades para vivir. Pero lo más importante, es que sus padres lo han tratado
como algo de último momento. Un inconveniente desde el primer día. Sobre todo, su padre.

Yoongi no tenía ni idea porque ella estaba contándole todo esto, pero asintió de todas maneras.

Ella no había terminado.

—Vengo todos los días y pretendo limpiar el suelo con la aspiradora solo para saber que él está bien.
Para estar segura que no ha hecho alguna cosa estúpida. Pensé que tener a esos guardias alrededor
serviría de algo, pero ellos no estaban interesados en ver la verdad.

— ¿La verdad?

—Solo tienes que ver debajo de sus palabras.

—No entiendo.

Ella le regaló una sonrisa triste y se puso de pie. —Sé que no lo haces, pero no eres el único que firmó
ese estúpido papel. No puedo decirte lo que sé, pero estoy esperando que aun así puedas verlo. Disfruta
de tu sándwich.

Con eso último, ella lo dejó para que descifrara su mensaje.

***

El sonido del vidrio quebrándose a la distancia levantó a Yoongi y lo puso en movimiento. Miró de reojo
al reloj. La una y cuarenta de la mañana. Había logrado dormir menos de una hora. Calladamente abrió
la puerta de la habitación y caminó descalzo hacia el sonido en algún lugar de la vecindad de la sala.
Estudió la habitación oscurecida, pero nada se veía fuera de lugar. Entonces, notó las puertas del balcón
lo suficientemente abiertas como para acomodar un cuerpo, pero la única luz era la del brillo del agua
de la piscina.

Yoongi empujó las puertas hasta abrirlas lo suficiente para caber entre ellas e inició el proceso de nuevo,
estudiando la parte de atrás del porche localizando algún signo de vida. Su mirada recayó sobre una
mancha color óxido, haciéndose más grande, ampliándose como sangre sobre las baldosas de travertino
blanca. Se acercó, notando los trozos de vidrio repartidos a través del charco y más allá, casi llegando al
agua. No era sangre. Era vino. El sonido de algo roto debió haber sido la botella de vino.

— ¡Hola, G.I. Joe! Justo a tiempo. ¿Puedes buscarme otra botella? Rompí la mía y estoy un poco
atrapado aquí —Dijo en una risita.

El corazón de Yoongi se detuvo. Justo arriba de la botella rota, Jimin reposaba a través de la barandilla
de concreto del balcón, mirando hacia Yoongi con ojos vidriosos.

— ¿Qué haces allá arriba? —Preguntó Yoongi, manteniendo la voz calmada.


—Estoy durmiendo. Bueno, estaba tratando de dormir, pero mi cerebro seguía y seguía, así que salí por
un poco de aire. ¿No te parece que la luna está preciosa esta noche? Las dos de ellas —Alzó la mano
hacia el cielo con una risa aguda.

Antes de que Yoongi pudiera decir algo, Jimin se sentó antes de perder el balance y casi caerse hacia
atrás por el balcón.

—Oops. Nop —Dijo, mirando hacia el océano —, eso estuvo cerca —La sangre corría por los oídos de
Yoongi. Park SeoJoon tenía razón; su hijo era un imprudente. Yoongi tomó el camino largo alrededor de
la piscina para evitar el vidrio, y cuando estuvo lo bastante cerca como para alcanzar la rodilla de Jimin,
el chico lo miró y le sonrió —. Oh, hola, Joe —Dijo como si no hubiesen tenido una conversación sesenta
segundos atrás.

—Voy a adivinar que mi regla sobre nada de bebidas y drogas no penetró—Gruñó mientras miraba
sobre el borde de la barandilla hacia otra piscina dieciocho pisos más abajo.

Jimin resopló.

—Dijiste “penetrar” —Yoongi rodó los ojos, jalando cuidadosamente a Jimin en una posición sentado.
Jimin miró hacia abajo, a él y le dio una sonrisa bobalicona —. Estás viejo. Cómo, muchísimo más viejo
que yo e incluso más viejo que los otros “supersoldados” que mi papá contrató para que me cuidaran.

—Gracias —Dijo Yoongi apretando los dientes mientras tiraba de Jimin de su pecho antes de girarse y
depositarlo en el suelo, cuidadosamente lejos del vidrio. Jimin se lanzó hacia adelante, sus suaves manos
recorriendo el vello del pecho de Yoongi y sus pezones. Yoongi debió haberse puesto una camiseta antes
de salir a investigar. No cometería ese error de nuevo.

Esperó a que el chico bajara las manos, pero, en su lugar, él deslizó las palmas hacia abajo, trazando los
surcos de sus músculos abdominales, alejando las manos justo antes de que las puntas de los dedos se
deslizaran debajo de la banda elástica del pantalón de pijama de Yoongi.

Jesús.

Jimin lo observó debajo de las pestañas con curiosidad.

— ¿Cómo puedes ser tan viejo y estar tan caliente? Apuesto a que las chicas hacen fila para ti, ¿eh?
Incluso las de mi edad probablemente desean que seas su sugar daddy ¿Puedes ser un sugar daddy sin
tener dinero?

Yoongi luchó por formar algún pensamiento coherente. Toda su sangre se precipitó de su cerebro hacia
su polla en el momento en que Jimin lo tocó.

—No tengo idea. No es realmente mi área.

¿Estaba el chico intentando distraer a Yoongi? ¿Hacerlo enojar? ¿Confundirlo? ¿Estaba Jimin
confundido? Yoongi caminó con él de regreso alrededor de la piscina, las manos sobre ambos brazos,
apresándolos a ambos lados en caso de que el niño tuviera la idea de manosearlo de nuevo. Yoongi no
estaba seguro de ser tan fuerte.

Jimin se detuvo, forzando a Yoongi a hacer lo mismo.


—Que mal, serías un excelente daddy.

La polla de Yoongi palpitó, pero él solo empujó a Jimin de regreso a la casa.

Una vez dentro, el chico se sacudió del agarre de Yoongi y tropezó hacia la cocina.

—Muero de hambre.

Jimin jaló una lata de crema batida del refrigerador, agitándola y rociando el contenido dentro de su
boca para gemir obscenamente después. Yoongi rodó los ojos, arrebatándole la lata y devolviéndola a su
lugar.

—Eso no es comida. Siéntate y te preparé algo.

Una sombra extraña se cruzó en el rostro del niño antes de que le diera una sonrisa desequilibrada.

—G.I. Joe puede cocinar —Dijo en un jadeo falso —. Plot twis.

Yoongi ni siquiera se molestó en responder. Abrió el refrigerador, escrutando el contenido. Había


fettuccini en uno de los estantes y espinaca cruda en el cajón de verduras. Explorando un poco más
encontró crema, mantequilla y parmesano; era todo lo que necesitaba. Gastó otros diez minutos
intentando encontrar las especias y las ollas y sartenes para la carne. Calentó la mantequilla en la sartén
y dejó caer la espinaca dentro.

Cuando se dio vuelta, Jimin se estaba entreteniendo al sacar las almendras de un bol y estaba
arreglándolas para formar figuras.

—Ven aquí.

Jimin parpadeó hacia él.

— ¿Qué?

—Puedes ayudar. No soy tu cocinero.

Jimin se levantó, caminando hacia él con miedo, como si fuera alguna farsa elaborada. Yoongi le tendió
la espátula de madera.

—Solo revuélvela en la sartén para que no se quemen, ¿de acuerdo?

Jimin arrugó la frente, pero asintió, mirando hacia la sartén con la misma concentración que si estuviera
desmantelando una bomba. Yoongi sonrió. No pudo evitarlo.

Abrió la crema y ralló el parmesano antes de regresar a la sartén. Tan pronto como se acercó, Jimin
empujó la espátula hacia él.

—Toma.

—Uh-uh. Tú eres el chef. Yo soy el maestro. Es fácil, solo agrega esto —Yoongi le tendió la crema. Jimin
la observó estúpidamente antes de tomarla y verterla en la sartén con la finura de un infante. La crema
siseó al tocar el calor, y Jimin se sobresaltó, mirando con ojos enormes hacia Yoongi —. Está bien. Ahora,
vas a envolver el parmesano lentamente mientras agitas, ¿entiendes?
Jimin no respondió, simplemente sacudió el parmesano dentro de la salsa.

“No está mal”. Pensó Yoongi. Agregó la pasta en el agua hirviendo y sacó dos platos del gabinete.

Cuando sirvió la pasta, llenó dos vasos de agua y los colocó junto a los platos.

Jimin se subió sobre el taburete al lado de Yoongi y tomó el cubierto.

—No. El agua primero. Bebe todo el vaso, y después podrás comer —Jimin observó fijamente el
fettuccini con anhelo antes de tomar el vaso de agua y vaciarlo —. Buen chico.

Las palabras dejaron la boca de Yoongi antes de que pudiera detenerlas.

Podía sentir la mirada de Jimin arder contra el lado de su rostro, pero se negó a mirarlo. En su lugar, se
deslizó del taburete y rellenó el vaso de Jimin.

—Come, o se enfriará.

—Ok —Jimin murmuró.

Comieron en silencio. Una vez que habían terminado de cenar, Yoongi enjuagó los trastes y los apiló en
el lavabo.

—Hora de dormir —Dijo Yoongi, empujando al muchacho hacia el corredor —. Vamos.

Jimin se movió, sin hablar todavía. Cuando llegaron a su habitación, se giró hacia Yoongi.

— ¿Le dirás a mi papá que estuve bebiendo? —Yoongi lo examinó, intentando no perderse en esos
luminosos ojos verdes.

— ¿Es eso lo que quieres? ¿Quieres que le diga que has estado bebiendo así tendrá otra razón para
estar enojado contigo?

El rostro de Jimin cayó y sus mejillas ardieron.

—Buenas noches, Yoongi. Gracias por la pasta.

Cuatro

Jimin

Dos disparos tuvieron a Jimin enderezándose en su cama. No podía ver. El sabor del metal llenó su boca,
electricidad sacudiendo a lo largo de su columna vertebral. Estaba ciego.

— ¡Levántate y brilla!

Las palabras explotaron en su cabeza como esquirlas de una bomba sucia. Sus manos volaron a su
rostro, alivio recorriéndolo mientras se daba cuenta que usaba una máscara de seda para los ojos y el
sexy-como-la-mierda soldado gritándole no le había, de hecho, disparado y cegado. Los fuertes golpes
debieron haber sido el puño de Yoongi golpeando su puerta antes de entrar.

Su alivio duró poco mientras se quitaba la máscara y el sol chamuscaba un hueco a través de su ya
adolorido cerebro. No pudo evitar el gemido que se le escapó.
— ¿Por qué? —Fue todo lo que pudo decir. Su lengua se sentía como si la hubiera arrastrado a través de
miles de alfombras sucias.

¿Qué había pasado la noche anterior? Él no quería saber. Deslizó la máscara devuelta a su sitio antes de
rodar y acurrucarse más profundo en el edredón atrapado debajo de él. Hubo un momento en que el
mundo se enderezó antes de que su estómago se agitara y el colchón comenzara a subir y bajar como si
estuviera cabalgando las olas de un mar embravecido.

— ¿Por qué la cama se está moviendo? —Gimió.

Una risa baja sonó desde la proximidad de la entrada.

—No lo está. Tienes resaca.

— ¿Por qué... estás... gritando? —Preguntó en un susurro desesperado.

—No estoy gritando ¿Por qué estás desnudo?

—No estoy des… —Empezó.

Excepto que él sí lo estaba. Totalmente desnudo y tendido sobre los cobertores como si se estuviera
presentándose a sí mismo a Yoongi. Oh, Dios. Su ya dolorida polla palpitaba. Estaba agradecido de estar
acostado sobre su estómago. Pero eso lo dejaba en un extraño predicamento ¿Sólo se quedaba allí,
trasero arriba, hasta que Yoongi se fuera? ¿Se cubría y actuaba como si fuese alguna escandalizada
doncella?

Otro pensamiento envió un estremecimiento a través de él ¿Estaba Yoongi mirándolo?... Chicos


militares... Todos ellos tenían novias y esposas. Incluso aquellos que eran gays estaban tan metidos en el
armario que se divertían con las criaturas del bosque en Narnia.

¿Qué demonios estaba mal con él? Todo. Jodidamente todo.

“Serías un excelente Daddy”.

Calor inundó el rostro de Jimin. Jesús, en realidad le había dicho esas palabras a Yoongi anoche. Había
mirado esos cálidos ojos color whisky y le había dicho a G.I. Joe que sería un buen Daddy ¿Qué carajos?
A Jimin no le quedaba de otra más que quedarse acostado allí con resaca, cachondo y sólo esperar a
estar hambriento hasta finalmente morir. Él nunca más podría volver a mirar a los ojos a Yoongi. Como
¿Quién podría decir mierda como esa? No chicos rectos. Y definitivamente no a otro chico recto. Él no
podría salir de esta sin una explicación “no homo”.

Él esperaba que su humillación de alguna manera disminuyera su erección. Aparentemente, Jimin tenía
todo tipo de fetiches ¿Yoongi se había ido? ¿Estaba él mirándolo? Dios, el pensamiento de Yoongi
mirándolo lo tenía queriendo arquearse, empujar sus caderas en el aire, presentarse ante él ¿Le gustaría
lo que veía? ¿Querría más? ¿Cómo sería más con alguien como Yoongi? Quería saberlo más de lo que
quería su siguiente respiro. Más de lo que quería que su resaca desapareciese.

Yoongi dejó salir una estrangulada tos y luego se aclaró la garganta.

—Te lo dije ayer. No dormirás todo el día. Levántate y métete en la ducha. Te haré algo de comer.
Jimin tragó.

—Sólo necesito otra hora, mi cabeza está palpitando.

—Hay una botella de agua al costado de tu cama y algo de ibuprofeno, toma las pastillas, bebe toda la
botella y luego métete en la ducha —Cuando Jimin no se movió, Yoongi ladró —. Ahora.

—Estoy un poco desnudo aquí.

Yoongi bufó.

—Si tuvieses algo que nunca antes hubiese visto, le tiraría un dólar — Prometió, su voz mucho más
grave de lo que Jimin recordaba.

Era claro que Yoongi no se estaba yendo… nunca.

—Sí, bien.

Una vez más, se quitó la máscara de ojos, pero esta vez cuando se dio la vuelta hasta sentarse, se llevó
los cobertores con él, incluso si parecía un poco ridículo. Luchó para mantener el contenido de su
estómago en su sitio mientras el mundo lo atacaba por todas partes. Yoongi lucía fresco y limpio en su
par de jeans y su camisa color oliva. Jimin había estado en lo cierto, los brazos de Yoongi eran enormes.
Él era enorme ¿Era enorme en todas partes? Jimin se forzó a alejar el pensamiento antes de comenzar a
tapar las sábanas.

Yoongi miró a Jimin con una extraña mirada cautelosa. Jimin hizo un show lanzando las pastillas hacia
atrás y succionando las doce onzas de agua antes de dar vuelta a la botella vacía así Yoongi vería que le
había hecho caso. Yoongi bufó y sacudió la cabeza, pero no dijo nada.

Buen chico.

Yoongi le había dicho eso anoche. Él prácticamente lo había ronroneado ¿Fue eso real? No podía ser. Ni
siquiera veinticuatro horas con este tipo y Jimin ya estaba listo para un manicomio ¿Cómo iba a
sobrevivir los siguientes seis meses con este hombre? Su jodido padre idiota finalmente había
encontrado el castigo perfecto.

Una vez Yoongi se fue, Jimin prácticamente se arrastró hacia el baño. Puso el agua caliente y se sentó en
el piso de la ducha hasta que algunas de las telarañas en su cerebro finalmente se desvanecieron. Él no
confiaba en sí mismo para estar cerca de una rasuradora. Se cepilló los dientes y se puso un par de
joggers negros y la primera camiseta que su mano tocó, una camisa cuello V color blanco con el logo de
Chanel en letra negra. No trató de domar sus rizos húmedos. Estaba demasiado ocupado tratando de
navegar caminando y respirando a la misma vez.

¿Cuánto siquiera había tomado la noche anterior?

Cuando él trastabilló hasta la cocina, encontró a Yoongi inclinado contra la encimera de la cocina con
una taza de café en sus manos mientras leía un periódico doblado ¿Quién lee periódicos hoy en día?
Todas esas cosas podrían ser encontradas en línea. En Facebook, incluso. Las personas mayores aman
Facebook.
Sobre la encimera estaba un plato con dos piezas de tostadas con mantequilla y una taza de café negro.
Esto detuvo a Jimin en frío, su pecho contrayéndose dolorosamente. Tragó fuerte, parpadeando
repentinas lágrimas de sus ojos. Para alguien que no sabía nada acerca de él, ese prácticamente extraño
parado en su cocina podría ser su esposo, quien le había preparado a Jimin el desayuno. Yoongi estaba
descalzo, por el jodido amor de Dios. Jimin no sabía por qué eso importaba—porqué algo de esto
importaba. La frustración lo tenía queriendo voltearse y correr, pero sus pies parecían pegados en su
lugar.

Yoongi miró hacia arriba.

—Bien, por fin. Siéntate. Come todo.

Jimin se frotó los ojos con probablemente más fuerza de la necesaria.

— ¿Estás bien? —La preocupación en la voz de Yoongi era como una mano contra su tráquea. Succionó
en un respiro tembloroso.

—Seh, el olor del café acaba de revolver mi estómago. Hizo a mis ojos aguarse. Eso es todo.

Yoongi gruñó, pero no respondió. Jimin estaba agradecido. Estaba demasiado crudo para que alguien le
preguntara sobre algo. Se sentó en el bar y mordisqueó su tostada, ignorando el café. Él prefería un
poco de café con su crema y azúcar, pero no parecía poder permitirse abrir la boca y pedir por ello. Dios,
él era un jodido desastre.

Afortunadamente, Yoongi lucía contento de pararse allí y leer su periódico ¿Se había ido y conseguido
un periódico o se lo habían entregado? Jimin nunca había notado uno antes. Él no sabía por qué esto
importaba—porqué algo de esto importaba. Solo necesitaba algo inocuo en qué ocupar su cerebro en
lugar del hombre a seis pies de distancia.

Él iba a preguntar—sólo para llenar el silencio—cuando un extraño chirrido vino del bolsillo de Yoongi. Él
sacó su celular y frunció el ceño al identificador de llamadas.

Yoongi movió sus ojos hacia Jimin.

—Tengo que contestar. Come —Dio la vuelta a la esquina, pero Jimin aún podía escuchar cada palabra
—. Hey, corazón ¿Todo bien?

Una vez más, la extraña presión en el pecho de Jimin regresó. Por supuesto que tenía una novia, quizás
incluso una esposa. Muchos militares no usan anillos. Él tomó otra tentativa mordida a su tostada,
forzándose a masticar y tragar.

—Lo sé. Diles que estoy trabajando en ello — ¿Qué exactamente había dicho “corazón”? ¿Trabajando en
qué? —. Está bien, bueno, los llamaré dentro de poco, trata de conseguirnos un poco más de tiempo —
Otra pausa, y un enorme suspiro.

—Mira, lo sé ¿A qué hora es la cita con el doctor? —De quién era la cita con el doctor. Jimin gritó
silenciosamente —. Asegúrate de darte una hora para tenerlo listo. Él estuvo luchando el otro día.
Quiere hacer todo él mismo, pero no puede.

Jesús ¿Una esposa y un hijo? Jimin empujó su plato lejos, pastillas, agua y la mitad de un pedazo de
tostada agitando su estómago.
—Sí. Lo sé. Llámame cuando dejes la oficina. Te amo también.

Jimin levantó su café y miró dentro de éste de manera triste. Yoongi fruncía el ceño cuando regresó de
la vuelta de la esquina, mirando fijamente al plato aún lleno de Jimin.

—Dije que todo.

Jimin bajó su café y se inclinó hacia atrás contra el respaldo de hierro fresco del taburete de la barra.

—No puedo. Vomitaré.

Yoongi acechó hacia adelante, empujando el plato hacia él.

—Tú puedes y lo harás. Esto no es negociable.

Un diminuto estremecimiento recorrió a lo largo de la columna de Jimin, sus pezones se pusieron duros
por el tono severo de Yoongi. Pero él sacó la barbilla.

—Dije que no puedo.

Yoongi se inclinó en su espacio hasta que su aliento sopló contra su mejilla. Él olía a café y sándalo.

—Escucha, niño, tengo todo el día. Si se necesitan los próximos seis meses para que te comas dos
malditas tostadas, entonces eso es lo que tomará. Pruébame.

Jimin lamió sus labios, pensando en que no había nada en el mundo que le gustaría más que probar a
Yoongi. Él trató de no dejar caer su mirada a las mangas estiradas sobre los bíceps musculosos que lo
dirigían a unos antebrazos perfectos.

Jimin estaba tan jodido. Empujó sus pensamientos lejos, burlándose del hombre mayor.

—Bien, pero si vomito sobre el mostrador, tú se lo vas a explicar a Lissa.

Yoongi levantó una gruesa ceja.

—Si vomitas en el mostrador tú vas a limpiarlo, mocoso. Tienes veintidós años. Es tiempo de actuar
como tal.

Algo estalló en el estómago de Jimin.

—Lo siento, pero ¿Quién diablos eres tú? Eres solo un jodido guardaespaldas. No eres mi jodido
entrenador de vida. Esa chica renunció hace como seis meses atrás. Me comeré tu estúpida jodida
tostada, pero puedes dejar de actuar como si dieras una mierda acerca de mí. Nos conocimos ayer —En
el minuto en que las palabras salieron de su boca, Jimin quiso succionarlas de egreso. Quería inventar
una máquina del tiempo y retroceder treinta segundos y no sonar como el patético perdedor que
realmente era en el fondo.

Se quedó mirando su plato durante un minuto antes de atreverse a mirar hacia arriba de nuevo. Yoongi
lo examinó, la frente surcada pero los ojos suaves... Casi como si sintiera pena por él. Eso hizo que Jimin
quisiera tirar algo, beber algo, hacer un salto de cisne desde el balcón. Cualquier cosa para alejarse de la
mirada compasiva de Yoongi.
Cogió la segunda tostada sin tocar, la dobló y se la metió toda en la boca, luchando contra la urgencia de
vomitar mientras la masticaba desafiante.

Yoongi sonrió y el corazón de Jimin dejó de latir, toda la sangre de su cuerpo entero dirigiéndose al sur.
Su mirada siguió a Yoongi mientras caminaba alrededor del mostrador. Por un momento, Jimin pensó
que estaba viniendo hacia él, pero luego él caminó pasándolo a través de la sala de estar hacia el pasillo.
Dejó salir un suspiro tembloroso, la decepción y el alivio inundaron su sobre estimulado sistema en igual
medida.

Un calor repentino floreció contra su espalda y el mundo se inclinó sobre su eje cuando el rostro de
Yoongi apareció repentinamente junto al suyo, sus labios lo suficientemente cerca como para presionar
sus palabras contra la piel de Jimin.

—Buen chico.

Jimin se mordió el labio inferior, luchando contra el impulso de inclinarse hacia las palabras, pero Yoongi
ya estaba caminando lejos de nuevo.

—Jódete —Susurró Jimin para sí mismo.

—No pienses que vas a pasar el día descansando junto a la jodida piscina todo el día. Vas a hacer de ti
mismo alguien útil —Dijo Yoongi desde algún lugar del pasillo.

¿Cómo diablos Jimin iba a hacer eso?

Cinco

Yoongi

Yoongi se encerró en su habitación y fue derecho al baño. Se salpicó el rostro con agua fría y se maldijo a
sí mismo por ser un maldito idiota. Ni siquiera tenía cuarenta y ocho horas en el trabajo y ya estaba
jugando a la gallina con un chico de la mitad de su edad. Él era una edición limitada de “jodidamente
estúpido”. Jimin era mimado, osado y dañado de mil maneras diferentes, pero mierda si la polla de
Yoongi no se ponía firme cada vez que el malcriado lo miraba fijamente, suplicando que Yoongi lo hiciera
obedecer.

Jimin era perfecto en cada aspecto. Hermoso, hosco, terco… lo suficientemente roto como para no
importarle que la guerra hubiera dejado a Yoongi jodido de maneras que ni siquiera podría empezar a
describir con palabras. La mirada en la cara del chico cuando Yoongi se había ido sin alabarlo por hacer
lo que se le había dicho… Mierda ¿Cómo podría no volver? ¿No decirle las palabras por las que él había
estado tan desesperado? Yoongi era sólo humano.

Pero él tenía que hacer su jodido trabajo, lo necesitaba más que nada. Personas contaban con él. No se
podía distraer. Él no podía ser lo que Jimin necesitaba. Se miró fijamente al espejo ¿Por qué estaba
siquiera contemplando esto? Ellos ni siquiera se conocían. Necesitaba tener control de sí mismo y sus
perversiones.

Pero Jimin lo quería. El muchacho era un enorme vacío succionándolo y Yoongi no quería nada más que
llenarlo todo, una y otra vez, darle lo que él tan desesperadamente quería. Pero Yoongi sería un
monstruo por ceder. Jimin era una gran herida abierta, desesperado por alguien que fuera todas las
cosas que su padre no era y Yoongi no podía hacer eso, no de la forma en la que el muchacho lo
necesitaba, no de la forma en la que nadie lo necesitaba. Había algo mal con él; un cable se había
cruzado y ahora ya no habría vuelta atrás.

Se tenía que masturbar y jodidamente olvidarse de ello. Poner todos estos pensamientos en una caja y
colocarlos en un estante y simplemente hacer su maldito trabajo. Nunca debió haber entrado en la
habitación de Jimin anoche. Había sobrepasado los límites de sus deberes. Pero después de verlo sobre
esa barandilla, a una fuerte ráfaga de viento o a un torpe paso ebrio de la muerte, la tristeza
prácticamente radiando de él… Yoongi sabía que no podría dormir sin antes revisar y asegurarse de que
él estaba bien.

No había esperado encontrarlo con los ojos vendados, desnudo y expuesto como una ofrenda. Toda esa
piel pálida cremosa contra el negro puro de los edredones había dejado a Yoongi duro y goteando, el
sólo imaginarse todas las cosas que le podría hacer. Incluso había contemplado deslizar sus manos
dentro de su sudadera y masturbase mientras miraba al muchacho dormir antes de que pudiera entrar
en razón.

Sería demasiado fácil tomar al muchacho, hacerlo suyo. Serías un buen Daddy. Eso es lo que había dicho
Jimin. Daddy. La palabra había estado en la cabeza de Yoongi toda la noche mientras se empujaba
contra su puño apretado, ojos fuertemente cerrados, imaginándose a Jimin montando su polla, con su
cabeza inclinada hacia atrás, rojos labios llenos semiabiertos mientras jadeaba, suplicándole a su Daddy
que le diera lo que necesitaba. Mierda, Yoongi quería eso. Él quería hacerlo rogar. Quería escuchar las
súplicas desesperadas salir de esos perfectos labios pecaminosos. Quería saber cómo luciría Jimin
inclinado hacia delante y cubierto con las huellas de las manos de Yoongi.

Mierda.

Yoongi estampó sus puños contra el mostrador. Él era un maldito soldado, y este niño era un trabajo.
También era el hijo de un poderoso senador conservador que no tenía reparos en tratar a su propio hijo
como un criminal. De la nada, los comentarios del senador sobre su oponente hicieron ruido en su
cabeza. Los gays se descontrolarían. ¿Habría este gilipolla contratado a Yoongi para asegurarse de que
su hijo se quedara firmemente dentro del clóset?

Se sacudió la cabeza. No podía envolverse en drama familiar político. Él no podía ser lo que Jimin
necesitaba, sin importar lo mucho que la idea lo atraía.

—Contrólate, estúpido.

Yoongi necesitaba desahogarse. Se cambió y se puso unos shorts negros de deporte, encaminándose
hacia el pasillo que llevaba al gimnasio incorporado en casa que Lissa le había señalado en el tour rápido
que le había dado el día anterior.

Justamente iba cruzando el umbral cuando lo escuchó. Un quejido agudo, seguido de un ahogado
sonido angustiado y luego a Jimin repitiendo: —No, no, no, no, no, no.

Yoongi se dio la vuelta, regresando de vuelta hacia la cocina, frunciendo el ceño al escuchar sonidos de
golpes y choques frenéticos. Ya estaba casi llegando a la sala de estar cuando Jimin gritó su nombre.
— ¡Yoongi!

Él había pasado demasiadas horas la noche anterior imaginándose todas las maneras en las que podría
hacer a Jimin gritar su nombre, pero ninguna de ellas lo había preparado para la imagen del chico de pie
en la cocina siendo lentamente invadido por un mar de espuma blanca.

Los ojos de Jimin en seguida se posaron en él, sus labios mojados y su pecho agitado. Cristo, era una
maravilla incluso cuando estaba en pánico. — ¿Qué estás haciendo? —. Yoongi preguntó, con una voz
serena.

—Tratando de ayudar —. Gritó él. Yoongi no dejó pasar el tono acusatorio de su voz.

Mientras Yoongi analizaba lo que estaba pasando sin problemas, no estaba listo todavía para rescatar a
Jimin.

— ¿Cómo, exactamente?

—Estaba lavando los trastes —. Replicó con indignación.

Yoongi no pudo evitar sonreír mientras las burbujas crecían, regándose más allá de la isla. Jimin estaba
adorablemente aturdido, con una mirada fulminante y señalando hacia el desastre blanco como si este
le hubiera hecho algo malo. Yoongi respiró profundo y les dijo adiós a sus zapatillas deportivas favoritas
antes de meterse cuidadosamente de lleno en la hazaña. Hizo una mueca cuando las burbujas se
aferraron a sus piernas descubiertas y el agua se impregnaba en sus zapatos y medias.

Creyó que Jimin se iba a hacer a un lado mientras él se acercaba, pero este ignoró a Yoongi mientras
apuñalaba furiosamente los tantos botones que tenía el dispositivo. En defensa del niño, Yoongi había
visto plataformas de lanzamiento de misiles con menos botones ¿Era esto un lavaplatos o un
transformer?

—Muévete —. Le ladró.

Jimin lo miró sobre su hombre antes de intentar hacer lo que se le pedía. Se movió a un lado,
aterrizando su pie descalzo en las zapatillas de Yoongi, haciéndolo tropezar. Las manos de Yoongi se
dispararon, cerrándose alrededor de la cintura de Jimin, agarrándolo firmemente, jalándolo de vuelta
contra su pecho con más fuerza de la necesaria. La respiración brusca de Jimin le provocó una sacudida
eléctrica a largo de la piel de Yoongi, sus dedos clavándose entre los surcos de la estrecha cintura del
muchacho a través de la delgada capa de algodón.

Por un momento ambos se quedaron congelados. Jimin se sentía bien entre sus brazos; encajaba
perfectamente, sus alborotados rizos descansando justo debajo de la barbilla de Yoongi. Sus manos
flexionadas mientras el aliento de Jimin salía en pequeños jadeos. Yoongi quería jalar de esos rizos
angelicales para mover su cabeza a un lado, morderlo hasta que tuviera moretones a lo largo de su
cuello, marcarlo para que todo el mundo lo pudiera ver. El impulso de arrastrar sus dientes sobre toda
esa piel pálida tenía su polla levantada con atención y no había manera de que el niño no pudiera sentir
su excitación presionando contra él.

Jimin no se movió, no lucho para apartarse. Estaba rígido en los brazos de Yoongi, esperando- esperando
las órdenes de Yoongi. El niño haría lo que sea que Yoongi quisiera, lo sabía de una manera en la que
nunca podría explicar a ninguna otra alma. Jimin era de él: suyo para besarlo, suyo para follarlo, suyo
para proteger y disciplinar. Cristo, nada de esto tenía sentido, pero Yoongi sabía que él no estaba
equivocado. Si él le bajaba la sudadera al muchacho ahí y ahora mismo, Jimin lo permitiría. Yoongi se
podría deslizar dentro del caliente canal de Jimin y follarlo doblado contra la isla de la cocina, manos
alrededor de su cuello mientras Jimin jadeaba por aire, tomando sólo lo que Yoongi le permitiera.

Él tenía que parar esto, dejarlo ir. En lugar de eso, envolvió sus brazos aún más alrededor de la cintura
del niño, acurrucándolo contra su pecho mientras se inclinaba hacia delante y presionaba el botón de
apagado. La montaña de espuma paró de derramarse de los lados de la máquina, pero no ayudó en
nada a disminuir el desastre que ya estaba ahí.

El lavaplatos se quedó en silencio, la luz verde apagándose. Yoongi podía sentir el tenso vientre de Jimin
subiendo y bajando contra la amplia extensión de sus dedos mientras se quedaban ahí paralizados por lo
que sea que esto fuera. Jimin se sentía tan cálido contra él y olía como a especias y flores.

— ¿Qué hiciste? —. Murmuró Yoongi, tratando desesperadamente de romper el hechizo.

— ¿Qué? —. Balbuceó Jimin, distraído.

Yoongi soltó una risa entre dientes, su barbilla descansando encima de la cabeza de Jimin. — ¿Qué
usaste como jabón?

Haciendo un gesto indefenso, la espuma flotando alrededor de sus dedos y aterrizando en su mejilla. —
No soy estúpido, usé jabón para trastes —. Arrebató la botella del líquido púrpura viscoso y le señaló las
palabras “jabón para trastes” antes de mirar sobre su hombro a Yoongi. — ¿Ves?

Yoongi se quedó sin aliento ante la desesperación en los ojos de Jimin. Él quería la aprobación de
Yoongi, su reconocimiento, incluso para algo tan simple como esto. Yoongi estaba jugando con fuego,
pero joder si no era un sentimiento embriagante.

—El jabón para trastes se usa en el lavabo. El detergente va en el lavaplatos —. Dijo Yoongi con
gentileza.

La luz en la mirada de Jimin se apagó, su boca perfecta doblándose hacia abajo en las comisuras
mientras se alejaba de Yoongi. Tendría que haberlo dejado ir, pero lo sostuvo firmemente. —Fue un
error honesto. Fue un buen intento.

—Claro, seguro. Como sea —. Jimin dijo, agachando la mirada de vuelta a la botella.

Dios, este niño era tan abierto, tan frágil. Yoongi entrelazó sus dedos sobre los rizos de Jimin, tirando
para atrás su cabeza, obligándolo a conectar su mirada. —Oye, no hagas eso.

La polla de Yoongi se paró con atención cuando Jimin se estremeció contra él, sus labios abriéndose.
Yoongi bajó la cabeza.

Un ruido fuerte resonó como si una mano invisible estuviera golpeando un gong en algún lugar cercano
a la puerta, y luego de repente una chica de rizos castaños alborotados entró a la sala de estar con una
enorme bolsa en un brazo y su teléfono en el otro. — ¡Jimin! Te necesito ¿Mi día ha sido un completo
desas…tre? —. Se fue apagando, quedándose corta mientras los miraba fijamente a los dos.

Yoongi dejó caer sus brazos, tomando dos pasos hacia atrás. La chica alzó ambas cejas, sonriendo con
satisfacción. —Oh, bueno, hola ahí.
Yoongi carraspeó. —Creo que ya está todo bien. Por qué no te vas con tu amiga y yo… yo me encargaré
del desastre. El lavaplatos probablemente estará fuera de servicio por un tiempo.

Jimin tragó duro, dándole a Yoongi una última mirada anhelante antes de voltearse donde la chica. —
¿Qué te dije sobre irrumpir aquí?

Ella se arrugó la cara. —Joder si lo sé ¿Estaba sobria?

Se burló, tirando de su brazo y llevándola por el pasillo. — ¿Alguna vez lo estás?

—Cierto.

Yoongi regresó de vuelta al desastre a sus pies. Eso estuvo cerca. Es posible que esa chica le acabara de
salvar la vida.

Seis

Jimin

Jimin arrastró a Kim Jisoo a través del pasillo con mucha más velocidad y agresividad de lo que una chica
tambaleándose en tacones de cinco pulgadas estaba probablemente acostumbrada, pero necesitaba
poner algo de distancia entre él y G.I. Joe de vuelta a la cocina. Una pequeña parte de Jimin se sentía
culpable por dejar el hombre para limpiar su desastre, pero la otra parte de él todavía estaba pensando
en la erección del susodicho soldado presionada contra su espalda.

Jimin podría apostar su fondo fiduciario completo a que Yoongi había estado a dos segundos de besarlo
antes de que Jisoo irrumpiera en la cocina como el desorden caliente y descuidado que era, y Jimin
estaba cien por ciento seguro que lo hubiese dejado hacerlo y setenta y cinco por ciento seguro de que
era la peor idea de la historia. Dios, ¿que se supone haría Jimin con Yoongi? El tipo estaba casado, con
un niño. Incluso si era gay, no estaba disponible, y Jimin podría ser un montón de cosas, pero no era un
rompe hogares.

Al menos, nunca lo había sido.

Una vez entraron a su habitación, él cerró la puerta. En un momento de locura, él contempló la idea de
deslizar una silla bajo el picaporte. Tomó aire profundamente y lo dejó ir, tratando de calmar sus nervios
desgarrados. Pero entonces un pensamiento se formó, como si estuviera en casa dentro de su cerebro.
Yoongi y él estaban juntos y atrapados por los próximos seis meses. Seis jodidos meses de lo que sea y
jodido fuera de lo que pasó en la cocina, o que casi pasó, o lo que sea. ¿Cómo iba a Jimin aguantarlo? No
era lo suficientemente fuerte para decir que no.

Jimin no sabía si debía reír o llorar. Este problema en particular nunca debió pasársele por la cabeza a su
padre mientras contrataba a Yoongi. Su viejo no era capaz de imaginar un mundo donde alguien como
Yoongi pudiera mirar a alguien como Jimin y no viera algo diferente a alguien patético y débil. Jimin
tampoco podía haberlo sospechado, pero no se había imaginado los dedos de Yoongi hundiéndose en su
carne o su respiración contra el cuello, o su polla dura como roca presionada cómodamente contra la
parte baja de la espalda de Jimin.

Jisoo se giró de la nada, sacándolo de sus pensamientos antes de que hubiese podido lidiar con su
inconveniente erección.
Ella hundió una afilada uña color ciruela contra su pecho.

—Ok, cara de bebé. Háblame. ¿Qué estaba pasando allá fuera contigo y con el Sr. Sexo-andante? Se veía
como si estuviera a punto de montarte contra el mesón de la cocina.

—Cállate —Dijo, pero no pudo tragarse sus palabras.

—Está bastante viejo, ¿no?

No le respondió, solo hizo rodar los ojos. El día de ayer, él podría haber llamado a Yoongi viejo, pero hoy,
pensaba que solo era lo suficientemente mayor. Jimin dio una mirada hacia sus joggers y camiseta
empapados, y brevemente consideró cambiarse de ropa, pero apartó la idea. Quizás la fría y apretada
tela lo mantendría lo bastante incómodo para que dejara de revivir los últimos quince minutos en la
cocina.

—Por favor, tienes que darme algo. ¿Estaban ustedes dos a punto de bautizar las preciosas encimeras
de mármol de tu madre?

Jimin suspiró. No tenía idea de que habría pasado si Jisoo no hubiese aparecido, y honestamente no
estaba seguro de querer saberlo. Había algo en la manera en que Yoongi lo miró, como si pudiese ver a
través de él de alguna forma. Dejó a Jimin nervioso y trastornado. Si Yoongi al observarlo lo dejaba sin
aliento y tembloroso, ¿qué diablos pasaría si lo besaba… o algo más? Jimin no era exactamente virgen,
pero Yoongi lo hacía sentir como uno.

—Enserio, boo-boo. ¿Qué pasa contigo y el extraño de la cocina? Pensé que tu padre todavía te tenía
bien metido en el armario. Si me perdí de tu fiesta de salida, voy a estar muy enojada.

El estómago de Jimin se desplomó, y la amargura llenó el tono de su voz.

—No te has perdido de nada. Todavía sigo en el closet, lo prometo.

Jisoo dejó caer su bolsa del tamaño de un maletín en la cama y caminó hacia la silla alta ubicada frente
del tocador. Ella se deslizó en el asiento de cuero negro, alisando el vestido tipo camiseta hacia abajo
sobre sus largas piernas bronceadas.

—Qué mal. La vieja rivera de allí afuera definitivamente quería follarte hasta el cansancio.

Su rostro enrojeció, la frustración retorciéndose en su interior.

—Por dios, Jisoo. ¿Alguna vez te detienes a pensar antes de hablar?

—Claro que no. ¿En dónde estaría la diversión, entonces? —Ella le agarró las manos —. Ok, suficiente de
hablar de ti. Hablemos de mí.

Él rodó los ojos.

—De verdad necesitas parar de mezclar tu Adderall con tu Chardonnay.

Ella se burló, con una mano apretó unas perlas metafóricas.

— ¿Cómo te atreves? ¿De verdad piensas que podría tolerar a mi madre sin farmacéuticos? ¿O a tu
madre, ya que estamos?
Él se encogió de hombros.

—Buen punto. ¿Por qué estás aquí?

La voz de ella adquirió la nota alta de un gimoteo.

—Necesito que me lo hagas.

Jimin parpadeó hacia ella. — ¿Qué?

— ¡Házmelo! Mi maquillaje. Mi cabello. Me llamaron de la audición, y no puedo hacerlo con Kristiane


hasta la siguiente semana, y necesito lucir más ingenua de lo que soy.

Jimin lanzó una mirada hacia la puerta como si Yoongi estuviera en el otro lado, escuchando a través de
la cerradura. Aunque no es como si hubiese una cerradura. O alguna razón para que Yoongi lo espiara.
Para nada. Probablemente estaba con su bien esculpido trasero cubierto de detergente con esencia a
lavanda.

Jimin suspiró.

—Bien. Siéntate. Entonces, ¿De qué estamos hablando? ¿Cara de “mis-padres-almacenan-biblias-y-


pistolas” o “soy-una-zorra-y-tengo-daddy-issues”?

Ella repiqueteó una uña contra los dientes.

—Algo entre ambos sería perfecto.

—Brooke Shields en Laguna azul, será.

Su estómago se agitó mientras daba una última mirada hacia la cerradura de la puerta. No estaba seguro
por qué no quería que Yoongi se enterara del maquillaje. Pero él solo compartía esa parte de sí mismo
con las personas en quién realmente confiaba, las cuales a la edad de veintidós años se resumía a dos,
Jisoo y Lissa.

Se ocupó jalando varias paletas y brochas de los cajones mientras Jisoo lo ignoraba, enviando rápidos
mensajes de textos a su madre y su agente. Para el momento en que encendió las luces blancas que
rodeaban el espejo del tocador, música optimista se derramaba por los parlantes del teléfono de Jisoo.
Él había aprendido hacía tiempo que la llave para callarla era el darle una canción para cantar, y él no
quería hablar más sobre Yoongi.

—Okay, baja el teléfono.

Jisoo obedeció, dejando que sus ojos se cerraran, incluso sin que él preguntara. Por más estúpido que
sonara, ambos habían estado haciendo esto por tanto tiempo, que el ritual se sentía casi sagrado. Jisoo
entendía más que nadie lo que el maquillaje significaba para Jimin. Claro, había algo artístico en ello,
pero había magia allí también. El maquillaje ocultaba, transformaba, podía hacer ver a las personas
cosas que antes no estaban y ocultaba aquellas que sí se encontraban allí. Era lo más cercano a la
hechicería de lo que Jimin era capaz de estar, y le daba la reverencia que se merecía.

Ambos cayeron en un silencio cómodo. Cuando Jimin siguió a trabajar en el cabello de Jisoo, ella cambió
la música, así podía practicar para el ensayo. Partió en secciones el pelo mientras ella entonaba
perfectamente las canciones de la soundtrack de Hamilton. Jimin trató de no sentirse celoso de su
talento o de su libertad, pero era difícil. Por más que la madre de Jisoo fuera una “madre de escenario”,
era también fieramente protectora con Charle… e incluso con Jimin, hasta cierto punto. Una ex reina de
belleza que se casó con un gerente de un gestor de fondos, constantemente se lamentaba de cómo
deseaba haber tenido un hijo gay.

Jimin intentaba no indagar en la vida que pudo haber tenido con los tolerantes padres de Jisoo en lugar
de su odioso padre y su desinteresada madre. No servía de nada llorar sobre su terrible ADN.

Cuando terminó con Jisoo, roció un poco de spray fijador sobre su rostro y peinó el cabello en su lugar
con más flores de las necesarias.

—Okay, por la presente te declaro lo suficientemente cachonda para que te llamen de nuevo.

Jisoo saltó de la silla, enganchando su teléfono mientras se daba una mirada superficial. —Oh, es
perfecto. Algo entre la reina de los gritos y drag queen. De nuevo, tu genialidad me asombra —Ella tomó
el enorme bolso sobre la cama colocando debajo de su brazo antes de detenerse frente a él y
entrecerrar los ojos —. Me lo dirías si no te encuentras bien, ¿verdad?

Adrenalina dio un shock a su sistema ante el repentino cambio de táctica de ella, sus latidos tropezando.
— ¿Qué?

Las esquinas de su boca tiraron hacia abajo y su corazón repentinamente sangraba a través de los
enormes ojos de lémur de Jisoo. —No te ves bien.

Algo se dobló detrás de sus costillas. —Bueno, vete a la jodida mierda.

Ella envolvió las manos alrededor de los antebrazos de Jimin, sus uñas con forma de garra presionaban
contra la piel. —Estoy siendo seria. Tienes los mismos ojos hundidos y apariencia atormentada que
tenías después de volver de Barbados ese verano… el verano que volviste de—..

—Lo recuerdo —Él chasqueó. Ablandó el tono ante la apariencia dolida de ella —Estoy bien. Solo bebí
demasiado anoche.

Su expresión pasó de pena a una asesina en un momento, la voz cambiando a un susurro silbante. —
¿Bebiste? Estás en arresto domiciliario por DUI.

El rodó los ojos, agitando la mano despectivamente. — ¿Ves a algún carro por aquí?

—No hagas eso. Estoy siendo seria —Él dejó que su mirada se arrastra sobre el punto sobre su hombro,
intentando mentalmente escudarse de sus palabras —. No puedes seguir haciéndote esto a ti mismo.
Tienes que salir de aquí, alejarte de tu padre, de este lugar. No es bueno para ti.

Jimin forzó una sonrisa frágil en su rostro. — ¡Hah! Deja que ella, dopada con farmacéuticos sin
prescripción en su traje Prada, tire la primera piedra. No puedes siquiera salir de la cama sin
anfetaminas.

Ella succionó el aire, su voz aumentando en una octava…

—Tengo un diagnóstico legítimo, gilipollas. Eres malo cuando tienes resaca.


Hizo una mueca, cruzando ambos brazos sobre la camiseta aún empapada. —Y tú no eres graciosa
cuando me sermoneas, así que estamos a mano.

Ellos se fulminaron con la mirada el uno al otro por un sólido minuto. Los hombros de Jisoo se
desplomaron y la vio ignorar los últimos cinco minutos como si nunca hubiese pasado. Una enorme
sonrisa se extendió por su rostro. — De todas formas, tengo que correr. Hay que hacerlo de nuevo
pronto —Dejó un beso en su mejilla para después abrir la puerta —. Intenta no tropezar y caer sobre la
polla del abuelo allá afuera. Podría romperse la cadera.

—Wow, pero qué graciosa —Se burló, empujándola fuera de la puerta de la habitación.

—Oye, tú te ves como la carnada en “Atrapar al depredador”. Solo estoy intentando mantenerte a salvo.

Él la giró. —Buena suerte en tu ensayo —Dijo con la voz llena de un regocijo rencoroso.

Sus ojos se abrieron de par en par, y lo apuñaló con el dedo sobre el pecho. — Retíralo, ahora mismo.

—No.

—No estoy bromeando, Park Jimin. O me dices “rómpete una pierna” ahora mismo, o dejamos de ser
amigos —Él la miró fijamente —. ¡Dilo! —Ella chilló.

Después de que sintió que ella se había retorcido lo suficiente, él cedió. —Bien. Rómpete una pierna,
creo.

Ella sacudió la cabeza como una madre decepcionada. —Eres un monstruo.

—Es verdad. Conoces el camino a la salida —dijo, cerrando la puerta de la habitación en su cara.

Él debería volver y ayudar a Yoongi, pero en lugar de eso, se dejó caer de espaldas sobre la cama,
repentinamente consciente de su todavía empapada ropa y el nudo gigante en su estómago. No podía
hacerlo. No podía regresar y pretender que por poco no se habían besado. Así que, se quedó tendido
allí, escondiéndose en su habitación como un cobarde. Como hacía siempre.

Iba a ser un día bastante largo.

Siete

Yoongi

Yoongi estaba soñando. Sabía que lo estaba. Eso no impidió que su corazón se acelerara, o que el sabor
metálico llenara su boca. Siempre comenzaba con sangre. Centavos de cobre y gasolina le quemaban la
nariz y la garganta. El sol del desierto abrasó su carne. Trató de quitarse el sudor de los ojos
parpadeando, pero seguía sin poder ver. Sus hombres estaban allí afuera en alguna parte ¿Habían
sobrevivido a la explosión? Formas vacilantes se precipitaron hacia él. Entrecerró los ojos, tratando de
encontrarles sentido ¿Llevaban uniformes de combate? No podía decirlo. Eran fantasmas, o tal vez él
era el fantasma. Si no fuera por el entumecimiento palpitante irradiando por su brazo derecho, podría
haber pensado que estaba muerto.

Trató de alcanzar su rifle a sólo unos metros de distancia, pero su brazo no estaba cooperando. Se
estaban acercando con cada segundo que pasaba. Su pulso se disparó, adrenalina enviando ondas de
choque a lo largo de su cuerpo hasta que no estaba pensando, sólo reaccionando. Cuando la forma
amorfa apareció sobre él, arremetió con su mano izquierda, agarrándolo de la garganta con todo lo que
tenía y haciéndolos rodar debajo de él. Necesitaba la ventaja. Ellos tenían armas. Tenían el pleno uso de
sus cuerpos. Tenían todos sus sentidos. Él sólo tenía miedo y entrenamiento. Se sentó a horcajadas
sobre ellos, apretando con cada pedazo de fuerza que pudo reunir con sólo una mano. Si tenía suerte,
podría fracturar el hueso hioides. Se asfixiaría.

Ellos pelearon, sus golpes débiles mientras luchaban debajo de él, gritando frenéticamente.

— ¡Yoongi!

En algún lugar, el sonido de su nombre penetró a través de la niebla de su memoria.

—Yoongi ¡Detente! Joder, por favor. Joder ¡Detente!

Yoongi abrió los ojos, parpadeando para ajustarse a la repentina oscuridad luego de haber luchado bajo
el ardiente sol del mediodía de su pesadilla. Él estaba de vuelta en su habitación en el penthouse de los
Park, sentado a horcajadas sobre un Jimin sin aliento y de rostro enrojecido. Jesús. Santa jodida mierda.

Yoongi podría haberlo matado. Su mano todavía apretaba la garganta de Jimin. Su mano izquierda.
Gracias, joder. Dejó salir un respiro tembloroso. Si hubiera sido su mano derecha... ni siquiera quería
pensar en eso. Masajeó la tierna piel de la garganta de Jimin. El chico se contrajo de dolor mientras
tragaba bajo los dedos de Yoongi. Incluso en la oscuridad, podía ver que se volvería un moretón.

—Lo siento mucho —Susurró.

Los labios de Jimin se movieron, pero su voz sonaba a kilómetros de distancia. Un peso de plomo aplastó
el pecho de Yoongi y su visión se hizo un túnel, su corazón golpeando contra su caja torácica hasta que
pensó que estaba teniendo un ataque al corazón. Joder. Ahora no. No. Ahora. Gotas de sudor le picaban
en la frente y se deslizaban a través de su columna, pero él estaba helado. Quería moverse, huir, pero su
mente lo mantenía congelado.

Las suaves manos de Jimin tocaban su rostro mientras hablaba. Yoongi se obligó a concentrarse en los
labios del chico. —Yoongi. Creo que estás teniendo un ataque de pánico ¿Puedes escucharme?

No habló, sólo asintió entrecortadamente.

—Está bien, amigo, tengo de esos todo el tiempo. Concéntrate en cinco cosas que puedas ver—. La
mirada de Yoongi se sacudió por la habitación, tratando de concentrarse en algo. —Dilas. En voz alta.

—La lámpara. La cabecera—. Respiró hondo de manera irregular, su mirada cayendo sobre Jimin. Tu
boca pecaminosa, tus rizos alborotados derramándose sobre mi almohada, pensó para sí mismo. Tragó.
—La...la silla. Las almohadas. Tú.

El pulgar de Jimin acarició la mejilla de Yoongi, su voz era un murmullo bajo. — Dime cuatro cosas que
puedas tocar.

Cuatro cosas que podía tocar. Está bien. Las sábanas, el edredón, el material sedoso de los pantalones
de Jimin, la piel suave de su garganta larga y delicada, todavía apretada en la mano izquierda de Yoongi.
Mierda. Intentó mover la mano, pero Jimin la capturó y la mantuvo en su lugar. —No —La polla de
Yoongi se crispó ante la cruda súplica de Jimin —. Cuatro cosas.

Necesitaba concentrarse. Pensar. Relajarse. Para retroceder. Concentrarse. —Las sábanas. La manta...
tú. Puedo sentirte.

Las pupilas de Jimin se dilataron, su lengua rosada lamiendo el labio inferior lleno, escalofríos estallaron
a través de su piel. —Esas son tres —Susurró.

—Es suficiente. Jimin le dio un asentimiento a medias en señal de aceptación. —Dos cosas que puedes
oír.

El aire acondicionado zumbaba, el ventilador chirriaba perezosamente sobre su cabeza, pero todo lo que
Yoongi pudo pensar en decir fue: —Tu respiración.

—Una cosa que puedes...saborear.

Se inclinó hacia abajo, presionando sus labios contra los de Jimin, metiendo su lengua dentro por un
momento antes de retroceder. Esta vez su corazón se sintió descompuesto por una razón
completamente diferente. Se sentaron allí, bloqueados en su lugar, la mano de Yoongi alrededor de la
garganta de Jimin y las manos de Jimin aplastando la muñeca de Yoongi, negándose a dejarlo ir. Ambos
estaban jadeando, ambos medio desnudos. La impresionante erección de Jimin haciendo una tienda de
campaña en sus pantalones de pijama gris debajo de Yoongi.

Todo esto estaba sucediendo demasiado rápido. No debería estar sucediendo en absoluto. Tomar este
trabajo fue un error, pero era demasiado tarde para retractarse ahora. Necesitaba el dinero. Yoongi
debería dejarlo ir, debería alejarse y encerrarse en el baño y hacerse una paja en la ducha como una
persona que valora su jodido trabajo y s u integridad. Pero no lo hizo. Él jodidamente no lo hizo.

Agachó la cabeza, pero no besó al chico, sólo lo respiró. Con Yoongi asomándose sobre él, con una mano
todavía en su garganta, Jimin pareció derretirse en el colchón como si todos los problemas que había
tenido hubiesen desaparecido repentinamente. Quizás en ese minuto, lo fue. Quizás todo lo que Jimin
necesitaba era una mano alrededor de su garganta y alguien que lo usara y tomara lo que quería. Y
Yoongi quería. Quería todo.

Cuando inclinó sus labios sobre los de Jimin esta vez, el niño gimió en voz baja, inclinando sus caderas,
frotando su necesitada polla contra la polla medio dura de Yoongi. Yoongi se tomó su tiempo. No era
sexo, racionalizó Yoongi, simplemente estaban tonteando, dándole a Jimin lo que necesitaba, lo que
ambos necesitaban. Los pequeños sonidos de Jimin volvían loco a Yoongi. El niño era tan dócil, tan
dispuesto. Dejaría que Yoongi le hiciera cualquier cosa. El pensamiento tenía a Yoongi duro y goteando
tan rápido que lo mareó.

Liberó su boca, mordiendo besos a lo largo de la mandíbula y la garganta de Jimin, reduciendo la


velocidad sólo para presionar sus labios un poco más gentilmente en cada una de las enrojecidas marcas
de dedos que se volverían moretones mañana. Debería lamentarlo, podría haberlo lamentado más si
Jimin hubiese parecido al menos un poco angustiado, pero la idea de marcar a Jimin, el ver una prueba
tangible de lo que estaban haciendo mucho tiempo después de que el sol saliera, tenía a Yoongi
gruñendo, capturando la boca de Jimin en otro beso rudo.
Se echó hacia atrás, mirando hacia la pálida extensión del torso desnudo de Jimin, dejando que sus
manos se deslizaran sobre su pecho. Jimin se aferró a Yoongi, gimiendo, tratando de tirar de él de vuelta
hacia abajo. —No te preocupes, chico codicioso. No he terminado contigo —prometió Yoongi.

Enganchó sus dedos en la pretina de Jimin, bajándole y quitándole los pantalones, arrojándolos en algún
lugar del otro lado de la habitación. La polla de Jimin golpeó contra su firme estómago y Yoongi no
quería nada más que enterrar su rostro donde su esencia era más fuerte, recorrer con su boca a lo largo
de su dura longitud y chuparlo hasta que se corriera gritando debajo de él. En su lugar, lo tomó en la
mano, pasando el pulgar por la punta, usando el fluido para trabajarlo lentamente. Jimin arqueó su
espalda, gimiendo largo y bajo como si Yoongi hubiera arrancado el sonido de él. Era hermoso así, con la
cabeza echada hacia atrás, labios separados y el pecho agitándose. Sólo para Yoongi.

Él lo liberó, sonriendo cuando el niño gimió de frustración. Yoongi sólo estaba deshaciéndose de su
propia ropa interior, luego se alineó sobre Jimin de nuevo, presionando su cuerpo contra él. Jimin
prácticamente sollozó, meciéndose desesperadamente contra Yoongi para obtener más fricción.

Yoongi fácilmente podría haberse frotado contra él como un adolescente hasta que se corriera, pero
una parte de él quería poner a prueba a Jimin, quería ver cuán lejos podía empujarlo. Se inclinó hacia
adelante, prácticamente doblando al chico por la mitad. Dios, él amaría follarlo de esta manera, con las
rodillas sobre los codos de Yoongi mientras se conducía a sí mismo hacia el calor apretado del cuerpo
flexible de Jimin una y otra vez... Pero esto sólo podría pasar esta noche y Jimin no estaba listo para
nada más que eso.

Yoongi se sostuvo sobre Jimin con una mano, la otra se deslizó hacia atrás alrededor de su garganta
mientras sus cuerpos se alineaban perfectamente, sus pollas encajando una junto a la otra.

—Sí —Sollozó Jimin.

— ¿Sí qué? —Yoongi gruñó contra su oído, apretándole la garganta lo suficiente para que Jimin luchara
—. Dilo. Necesito oírte decirlo.

—Sí, Daddy —Susurró Jimin.

Yoongi se mordió los labios, meciendo sus cuerpos más rápido. —De nuevo, dilo de nuevo.

—Por favor, Daddy.

—Ruégame.

—Por favor, por favor. Te necesito. Necesito es.. —Sus palabras en un grito áspero mientras Yoongi
molía sus caderas juntas —. Por favor, Daddy. Por favor. Por favor. Por favor —Coreó, casi como si ni
siquiera supiera que las palabras salían de sus labios.

—Buen chico —Yoongi lo elogió, sus manos deslizándose de la garganta de Jimin para tirar del cajón al
lado de su cabeza. Sacó la pequeña botella de lubricante de su lugar escondido en la parte de atrás y se
sentó sobre sus talones, presionando una mano en el pecho de Jimin mientras trataba de seguirlo —. No
te muevas —Ordenó Yoongi.

Jimin parecía querer discutir, pero hizo lo que le ordenó Yoongi, por lo que recompensó al chico
tomando las pollas de ambos en su puño resbaladizo. Jimin trabajó contra la polla de Yoongi y el calor
apretado de su palma. Normalmente, Yoongi lo habría obligado a quedarse quieto, pero estaba siendo
tan bueno, tan obediente. Yoongi lo dejó perseguir su placer, una vez más envolvió su mano alrededor
de la garganta del niño y apretó mientras la electricidad lamía cada terminación nerviosa. Sus bolas se
tensaron y la base de su columna se sintió caliente y hormigueante. No duraría mucho más. Captó la
mirada acalorada de Jimin. —Córrete para mí. Córrete para Daddy.

Jimin respiró hondo, una mirada de sorpresa se extendió por su rostro angelical cuando su cuerpo se
agarró debajo de Yoongi y se corrió con fuerza, disparando sobre su estómago y derramándose sobre el
puño de Yoongi. Yoongi no se detuvo; lo trabajó a través de las réplicas antes de atrapar la venida de
Jimin en su mano, usándola sobre su propia longitud. Jimin miró a Yoongi con ojos vidriosos y saciados,
como si hubiera escuchado la voz de Dios, como si Yoongi fuese un dios y el que hubiese hecho a Jimin
correrse hubiera sido una especie de jodida epifanía. Fue la mirada lo que lo hizo, tuvo a Yoongi
viniéndose con un grito áspero, pintando el vientre de Jimin con su propia liberación antes de untarlo
sobre la piel del niño como si pudiera frotar su esencia en su carne, convertirlo en una parte
permanente de él. Cuando terminó, llevó su mano a los labios de Jimin. No tuvo que decir una palabra;
Jimin abrió la boca inmediatamente, con su lengua lanzándose hacia afuera para lamer los dedos de
Yoongi hasta limpiarlos.

Él era tan jodidamente obediente. Yoongi se inclinó hacia abajo y le besó la frente.

—Ese es mi dulce niño —Elogió, antes de rodar para acostarse a su lado.

Ocho

Jimin

Jimin no dijo nada, se quedó ahí tendido respirando profundamente, esperando que sus extremidades
volvieran a funcionar. La sensación post-orgasmo se estaba disipando rápidamente y la evidencia del
encuentro secándose sobre su piel, provocando picazón. Jimin nunca se había acostado con un chico.
Había tonteado dentro de carros y baños e incluso en el congelador industrial de Bar Lounge, pero
nunca en una cama. Era demasiado… íntimo. Demasiado personal. Él disfrutaba poder correrse y luego
literal correr. Antes de que cualquier persona pudiera reconocerlo.

Pero esta vez no había manera de escabullirse. Yoongi estaba allí mismo, presionado contra él,
extendido desnudamente con una mano detrás de su cabeza y con la otra sobre su estómago, como si
estar acostado con Jimin en la cama no fuera la gran cosa. De pronto no lo era para Yoongi. Él estaba
casado. Tenía un hijo. El estómago de Jimin se revolvió. Después de que Jisoo se fuera, debería haberse
quedado en cama como lo había planeado, pero después de medianoche su estómago le exigió sustento
y se había deslizado a la cocina. Había una nota en la puerta del microondas. Yoongi había preparado la
cena y la había dejado para él ¿Quién hacía eso? Ni siquiera se conocían, y Yoongi le había mostrado
más consideración que nadie nunca en su familia había hecho.

Por eso se fue al cuarto de Yoongi, para darle gracias por la cena. Al menos, esas eran las intenciones de
Jimin. No había esperado encontrar a Yoongi luchando y quejándose, llorando. Solamente quería
despertarlo. Pero cuando tocó su pecho, Yoongi lo rodó debajo de él y apretó su garganta haciendo que
el cerebro reptiliano de Jimin se activara. Y aparentemente, a esta lagartija le gustaba ser tratada
duramente por hombres calientes y desaliñados en ropa interior.
Jimin quería darse la vuelta, enterrar su cara en la almohada y esperar que Yoongi se fuera, pero era su
cama. Cuando el colchón se movió, Jimin no pudo evitar mirar en dirección a Yoongi, admirando la vista
de su trasero esculpido mientras caminaba desnudo por la habitación y abría la puerta del pequeño
refrigerador en la esquina.

Cuando regresó, se sentó frente a Jimin. —Vamos. Arriba. Siéntate —. El tono de Yoongi no daba lugar a
discusiones. Si la polla de Jimin podría recuperarse, lo habría hecho. —Bebe esto.

Lo miró fijamente por un momento, pero luego la agarró y se tomó la mitad. La iba a devolver, pero
Yoongi negó con la cabeza. —Todo. —. Jimin hizo lo que se le dijo y Yoongi tomó de vuelta la botella
vacía. —Acuéstate de nuevo.

Esta vez Jimin se dio la vuelta. No quería que lo cuidaran. No quería que Yoongi actuara como si esto
significara algo. Estos encuentros nunca significaban nada. No podían ¿Qué sentido tenía? Cuando
Yoongi curvó su cuerpo contra Jimin y lo apretó contra él, Jimin se congeló. —Sabes que no tienes que
hacer esto ¿Cierto?

Labios trazaron su nuca. —Me gusta acurrucarme después de un orgasmo. Supéralo.

Jimin resopló, un poco enfadado. — ¿No tengo voz ni voto en esto?

Jimin sintió un escalofrío al oír el gruñido áspero de Yoongi —Nop. Mi cuarto, mis reglas.

Silencio cayó sobre la habitación, el único sonido era el movimiento rítmico del ventilador y el ritmo del
corazón de Jimin latiendo en sus oídos. Los dedos de Yoongi se extendieron sobre el vientre de Jimin, su
pulgar frotando círculos perezosos que agitaban algo muy profundo dentro de él.

—Gracias por la cena—. Murmuró finalmente, por no tener más que decir.

—No estaba seguro de que lo encontrarías. Pensé que habías muerto allá adentro—. Dijo Yoongi, voz
impregnada de sueño como si ya se hubiera dormido o hubiera estado al borde de hacerlo.

—Te estaba evitando.

Aliento chocó con el hombro de Jimin mientras Yoongi se reía. —No me digas ¿Por qué exactamente?
¿Estabas asustado de que te pusiera a trabajar en vez de dejarte broncear en la piscina todo el día?

—No. Porque estaba totalmente seguro de que me querías follar en mi propia cocina antes—. Las
palabras salieron de la boca de Jimin antes de que pudiera detenerlas.

Dientes rozaron contra el hombro de Jimin y su polla se crispó, la mano que estaba sobre su vientre
ahora arrastrándose contra un pezón duro. —Te estás imaginando cosas. Me repugnas —. Retumbó la
voz de Yoongi.

Jimin sonrió a su pesar, sus manos extendiéndose hacia atrás para frotar la cadera de Yoongi. —Sí, igual.
Cuando me besaste, casi me vomito.

Una vez más esa risa ronca antes de que descendiera al silencio. Jimin esperó a que Yoongi hiciera algo
más. Podía sentir la polla semidura de Yoongi contra su trasero. Yoongi lo estaba volviendo loco, sólo
besando y lamiendo su cuello, tocándolo como si fuera su dueño, como si él tuviera algún tipo de
reclamo sobre su cuerpo, como si fuera suyo para tener acceso a él cuando quisiera. La idea hizo que la
sangre se moviera al sur, pero Jimin no podía permitir que esto pasara otra vez. Simplemente se sentía
demasiado bien.

Se dio la vuelta entre los brazos de Yoongi hasta que estuvieron prácticamente nariz con nariz. —No sé
qué es lo que estamos haciendo ahora. No sé qué es lo que esperas de mí. No me acurruco ni beso, ni
tampoco invado el espacio del otro. Es que… este no soy yo.

Yoongi presionó sus labios contra la frente de Jimin. —Cálmate. Esto es sólo un momento temporal de
locura. Solo necesitábamos sacarlo de nuestros sistemas. Has estado encerrado en esta casa por seis
meses y estabas probablemente aburrido. Yo no he tenido el tiempo ni las energías para buscar
encuentros casuales desde que me dieron de baja. Tenemos otros seis meses juntos. Es bueno que lo
saquemos de nuestro sistema ahora ¿Verdad?

El estómago de Jimin se cuajó como la leche vencida, su pecho apretándose, pero asintió y le dio a
Yoongi una sonrisa tensa. —Sí. Totalmente.

—En doce días, tú vas a estar afuera y yo solo seré el viejo entre las sombras manteniéndote fuera de los
problemas.

Jimin frotó su nariz contra la de Yoongi antes de robarle un beso. —Sí que estás viejo—. Asintió
sombríamente. — ¿Tienes cuántos? ¿Cincuenta?

Yoongi bufó. —Cuarenta, pequeña mierda.

Esta vez fue Jimin el que se echó a reír. —Lo mismo, dah. Viejo es viejo.

—Duérmete. Mañana tenemos que volver a la realidad.

Jimin quería decirle que no había forma de que pudiera dormir con otra persona caliente y sudorosa
contra él, pero un bostezo interrumpió sus planes. Metió la cabeza debajo de la barbilla de Yoongi. Se
movió, empujando a Jimin de una manera que no le molestó, y luego las mantas estaban alrededor de
sus hombros y el brazo de Yoongi envuelto alrededor de su cintura, y se quedó dormido en el capullo
que Yoongi había hecho para ellos, su corazón latiendo bajo del oído de Jimin.

Era abrasador. Sólo el sol reflejándose en la superficie de la piscina fue suficiente para que Jimin
lamentara su plan de sentarse en el patio y fingir que no estaba acechando a Yoongi mientras caminaba
de un lado a otro por la cocina con el teléfono pegado a la oreja. Habían pasado tres días desde que
Yoongi había sacudido el mundo de Jimin y estaba frustrado y furioso a partes iguales. No estaba seguro
de por qué estaba enojado, exactamente. No quería a Yoongi. No tenía sentido querer algo que nunca
podría tener. Nada podría salir de ellos dos haciendo el tonto.

Excepto quizás unos cuantos miles de orgasmos.

No. Jimin no quería eso. No podía. Pero el hecho de que Yoongi hubiera cerrado la puerta con tanta
facilidad a su encuentro sexual sin aparentemente ningún arrepentimiento, dejó el ego de Jimin tan
magullado y en carne viva como su garganta.

Los moretones en forma de huellas dactilares ahora eran morados y verdes, que no eran los colores de
Jimin, pero se negó a taparlos. A veces se miraba a sí mismo en el espejo del baño y envolvía su propia
mano alrededor de su cuello e intentaba recordar exactamente cómo sintió que Yoongi lo ahorcó
mientras lo masturbaba.

Yoongi obviamente no pensó en ello en absoluto. Apenas miró a Jimin. Incluso ahora, Jimin yacía junto a
la piscina en su bañador más pequeño y Yoongi ni siquiera había movido su vista en su dirección. El
idiota. Bueno, tal vez no sea totalmente un idiota, regañó una voz. Le preparaba la cena a Jimin todas las
noches, incluso si solamente se la dejaba en el microondas.

Desde algún lugar del interior de la casa, la puerta principal se abrió y se cerró de golpe y luego Jisoo se
dirigió hacia él a través de la sala de estar en un vestido blanco suelto con un cinturón de grandes flores
azules y un enorme sombrero de ala ancha. Parecía que acababa de bajar de un crucero. —Oye, nuevo
tipo de seguridad cuyo nombre no recuerdo—. Cantó con un gesto.

Yoongi tapó el micrófono de su teléfono. —Oye, futura ama de casa real cuyo nombre no recuerdo—. Le
dijo, devolviéndole el mismo saludo.

Jisoo soltó una carcajada placentera mientras se dirigía al otro lado de la piscina donde Jimin se había
instalado. Arrugó la nariz cuando se dio cuenta de que estaba sentado en la sombra. — ¿Por qué estás al
acecho en las sombras como una enredadera? ¿Estás acechando al Padre Tiempo allí? —. Preguntó, con
tono sospechoso mientras se dejaba caer para sentarse en la silla al lado de él.

Jimin torció los ojos detrás de sus gafas de sol. —Por supuesto que no. Simplemente no quiero
parecerme a uno de tus bolsos de cuero cuando tenga treinta años. Mi rutina de cuidado de la piel toma
una hora completa y no la voy a arruinar quemándome con este brutal sol del mediodía.

—Tu ridíc…—. Se calló abruptamente, inclinándose hacia adelante y agarrando su barbilla, movió su
cabeza hacia arriba. — ¿Qué demonios es eso? ¿Son esos... Park Jimin, es eso una huella de mano
alrededor de tu garganta?

La sangre que se acumuló en el rostro de Jimin se sintió peor que cualquier quemadura de sol. Se quedó
mirando su propia expresión horrorizada en el reflejo de los aviadores de Jisoo antes de voltear su
mirada hacia Yoongi, rezando para no poder escuchar los chillidos agudos de Jisoo. —Shh, baja la voz.

Jisoo jadeó y se puso de pie. — ¿Que baje la voz? ¿Él te hizo esto? ¿Te lastimó?

Antes de que Jimin pudiera decir alguna palabra, ella salió disparada, cargando hacia Yoongi tan rápido
como se lo permitieron sus alpargatas. — ¿Cuál es tu problema, idiota?

Las cejas de Yoongi se alzaron hacia su frente en confusión, aunque parecía desconcertantemente
tranquilo. —Uh, estoy un poco ocupado en esto—. Dijo, moviendo su teléfono de un lado a otro en caso
de que ella no se hubiera dado cuenta.

Jisoo arrebató el teléfono de los dedos de Yoongi y lo arrojó a la piscina. —Ahora ya no lo estás —. Dijo
fuertemente. Empujó a Yoongi con ambas manos, pero él se mantuvo firme, mirándola como si fuera un
molesto insecto arruinando su picnic. Esto no hizo nada para disuadirla. — ¿Crees que porque eres más
grande que él y más fuerte y... mayor puedes simplemente intimidarlo? ¿Qué puedes abusar de él y
lastimarlo? ¿Tienes idea de por lo que ha pasado? ¿Por qué no te metes con alguien de tu tamaño? ¡Eres
repugnante!
Yoongi parpadeó lentamente hacia Jisoo mientras Jimin intentaba apartarla. — Jisoo, no es lo que
parece. Por favor, cállate antes de que lo empeores aún más.

Tan pronto como las palabras salieron de su boca, se arrepintió. Tanto Yoongi como Jisoo lo miraron,
boquiabiertos, lo cual Jimin podría haber encontrado gracioso en cualquier otra situación, pero no era
para nada gracioso ahora. Jisoo apretó los puños a sus costados y se volteó hacia Yoongi, cuyos ojos se
agrandaron ante el horrible chillido que emitía justo antes de pegarle un puñetazo en la cara.

—Ouch—. Murmuró Yoongi, poniendo una mano sobre su ojo ahora herido.

Cristo ¿Qué diablos estaba pasando? — ¡Jisoo, detente! ¿Qué te pasa? Vamos a hablar en mi habitación
¿De acuerdo?

Antes de que pudiera responder, la puerta principal se abrió y cerró una vez más y los tres se giraron
hacia ella. A Jimin se le revolvió el estómago e hizo todo lo posible por no vomitar. Por supuesto, su
padre elegiría este día para aparecerse.

Jimin rezó para que todo el edificio colapsara repentinamente y los matara a todos en un desastre
espectacular. Pero por desgracia, el edificio se mantuvo firme. El dinero no podía comprar la felicidad,
pero podía comprar materiales de construcción de primera clase.

Los ojos azules de Jisoo se volvieron salvajes al ver a su padre, y Yoongi y Jimin sólo pudieron mirar con
horror mientras ella marchaba hacia el hombre mayor y clavaba su uña como una garra en su chaqueta
azul marino. —Esto es tu culpa ¿Estás tan desesperado por tenerlo bajo control que dejarás que este
salvaje lo mate? ¡Míralo! Mira su garganta. No serás feliz hasta que esté muerto ¿Verdad? ¡Hazlo mejor!
¡Sé mejor!

Ella no esperó respuesta, sólo hizo un último ruido aterrador de niña antes de salir de prisa por la
puerta, cerrándola de golpe.

—Esa chica está tan loca como esa madre pagana suya. No sé en qué estaba pensando Kai al casarse con
esa mujer.

Cuando ni él ni Yoongi respondieron, la mirada de su padre se movió entre los dos. Después de un
momento, avanzó a grandes zancadas, agarrando la mandíbula de Jimin con tanta fuerza que temió
sufrir más moretones en forma de dedos. Una sensación de inquietud se instaló en la boca de su
estómago cuando su padre se volvió para escudriñar a Yoongi una vez más. Jimin no podía decir nada
para salvar a Yoongi de esto. Si le contaba a su padre cómo sucedió realmente, Yoongi se quedaba sin
trabajo y si no le contaba, Yoongi también se quedaría sin trabajo.

—Jimin, ve a tu habitación. Creo que necesito hablar con tu nuevo equipo de seguridad.

—Papá…—. Trató Jimin.

Su padre se giró hacia él, escupiendo las palabras con los dientes apretados. — ¿Qué acabo de decir?

Jimin se echó hacia atrás por inercia y su padre le hizo un gesto de burla con un desagrado
desenfrenado. La mirada de Jimin se arrastró por encima del hombro de su padre hasta la de Yoongi.

—Ve —. Murmuró Yoongi.


El corazón de Jimin dio un vuelco, pero hizo lo que le habían dicho, huyendo a su habitación, cerrando la
puerta de golpe detrás de él y deslizándose contra ella, agarrándose la cabeza entre las manos.
Arruinaba todo lo que tocaba. Ahora también había arruinado a Yoongi.

Nueve

Yoongi

Para el momento en que la puerta de Jimin se cerró, Yoongi estaba preparado para aceptar cualquier
consecuencia que Park SeoJoon le adjudicara. Había herido a Jimin. No a propósito, pero el resultado era
el mismo, Yoongi había puesto esas marcas alrededor del cuello del chico, no importaba cuanto él las
hubiese deseado tener allí, y ahora, él había creado un problema más grande entre Jimin y su padre.

Yoongi nunca debió dejar la Marina. Después de algunos meses, estaba claro que no tenía la más
mínima idea de cómo funcionar en el mundo exterior. Hoseok le había encargado un trabajo de seis
dígitos, y él lo había echado a perder en una semana. Un trabajo de niñero de un niño bajo arresto
domiciliario. Eso tenía que ser alguna especie de récord. Él debió haberse ido al extranjero y encontrar
un trabajo como mercenario. Hacían buen dinero y no tenían que pretender que aún formaban parte de
la sociedad educada. Debería comenzar a empacar, pero iba a dejar que el senador diera su opinión, por
el bien de Hoseok.

—Yoongi, puedo entender mejor que nadie lo frustrante que ese chico puede ser. Es un bocón,
perezoso, se preocupa más por su cabello que por graduarse o contribuir de forma positiva a la
sociedad. Jamás toma una decisión correcta. Es mi decepción más grande.

La sangre se precipitó hacia los oídos de Yoongi, el pulso disparándose. ¿Era enserio? Ese hombre estaba
echándole la culpa a Jimin por las marcas en su cuello. Esa era una racionalización de otro nivel, incluso
para un político. Yoongi metió las manos en sus bolsillos para evitar darle al senador unos moretones
que hicieran juego.

—Ha habido millones de momentos en mi vida, en donde quise estrangular al muchacho, pero no lo
hice. ¿Sabes por qué? Porque no puedo permitirme alegaciones de abuso infantil. Hoy en día, nadie
entiende los beneficios de la disciplina. De los castigos físicos. Es todo trofeos de participación y
derechos. ¿Entiendes a lo que me refiero?

—No —Yoongi respondió con honestidad.

—Estoy seguro que para este momento habrás notado que mi hijo tiene ciertas… inclinaciones.

— ¿Inclinaciones? —Yoongi gruñó, sin poder evitar que sus labios se curvaran.

Los ojos del senador brillaron, su expresión imitando la de Yoongi. — ¡Sí! ¿Ves? Esa expresión, justo
ahora. Ese desagrado. Lo entiendo. Puedo entenderlo. Me enerva, también. Ese hijo mío haría lo que
fuera para molestarme, hacerme ver mal, incluso comportándose como algún… sodomita. Es
completamente antinatural —El hombre estaba caminando ahora, agitando los brazos como algún
predicador de fuego y azufre. Yoongi conocía su tipo. Había pasado los primeros diez años de su vida en
una pequeña ciudad de Mississippi, y había sido el receptor de más de uno de esos sermones
presuntuosos.
—Es… Es malévolo, eso es lo que es. Repulsivo, moralmente reprensible, y solo Dios sabe que he
intentado razonar con él, intenté conseguir los mejores terapeutas, lo matriculé en los mejores
programas una vez supe lo que era. Los Ministros de la Luz de Dios tienen uno de los mejores programas
de conversión. Lo inscribí apenas tenía catorce años. Tres años seguidos estuvo con ellos y aun así… Aun
así, sigue comportándose de esa forma.

— ¿Cuál es su punto? —Preguntó entre dientes apretados antes de agregar disgustado —. Señor —
Recordándose que todavía representaba a Hoseok.

—Mi punto es, que entiendo tu rabia. Imagino que un marín como tú ve a un… desviado… como mi hijo,
como una abominación. Claramente te enojas y puedo entenderlo. Lo hago. Pero cualquier acción
disciplinaria que tomes debe estar fuera de vista. Aún ahora, en arresto domiciliario, la pequeña bruja
salvaje con la que retoza podría correr a los periódicos y decir que él está siendo abusado por el
empleado de su padre. ¿Si ves lo mal que podría verse para mí, verdad? Solo deseo un período más en la
oficina. Me ocuparé de todo lo demás después de noviembre.

La cabeza de Yoongi daba vueltas mientras intentaba entender exactamente lo que Park SeoJoon estaba
diciendo. ¿Implicaba que estaba bien que Yoongi casi matara a su hijo? Dios. Este hombre era un jodido
monstruo. Un monstruo que le pagaba seis dígitos. Seis dígitos que Yoongi necesitaba
desesperadamente. Se sacudió mentalmente. —Solo para estar claros, ¿qué es lo que espera de mí?

El hombre le dio una amplia sonrisa y le palmeó en el hombro. —Discreción, soldado, como discutimos.
La discreción es la clave. Nada de moretones visibles, ni lesiones potencialmente mortales. Estuviste en
las fuerzas especiales, estoy seguro que te enseñaron las mejores técnicas. Formas de… impresionar sin
causar algún daño permanente o desfiguración. Sin dejar ninguna evidencia detrás.

La sangre de Yoongi no se precipitaba, estaba hirviendo. La única persona a la que Yoongi quería dañar o
desfigurar era a este presumido pedazo de mierda frente a él que sonreía mientras relataba todas las
formas en las que Yoongi podía abusar de su hijo.

—No puede estar hablando enserio —Yoongi se oyó a sí mismo decir.

El senador alzó ambas manos, como un curpier de BlackHoseok despidiéndose. — Esto no es una
trampa. Honestamente, no podría funcionar mejor para mí. Si L.O.G no pudo salvarlo, quizás un poco de
disciplina militar pueda —Él bajó la voz —. Escucha, si estás preocupado porque Jimin pueda decir algo o
ir a la policía, te prometo que no lo hará. Si esos tres veranos le enseñaron algo, es como mantener la
boca cerrada y proteger a la familia. Gracias a Dios por esos pequeños favores.

Yoongi agradeció que sus temblorosas manos estaban en sus bolsillos. Estaba a diez segundos de arrojar
al senador estatal por el balcón, y la única cosa que lo detenía de actuar de acuerdo a sus instintos, eran
los pensamientos de su propio padre a dos horas de distancia, y el chico que estaba en el pasillo. Si
Yoongi se iba ahora, ¿Quién sabría a quién contrataría el tipo después? ¿Mercenarios del mercado
negro? Yoongi no era un santo, pero Jimin estaba mucho más seguro con él que con cualquier otra
persona. ¿Qué pasaría si el próximo guardia encontraba a Jimin tan reprensible como lo hacía su padre?
¿Qué pasaba si los guardias anteriores ya lo habían abusado?

—Lamento los moretones. Le aseguro que no volverá a pasar —Yoongi logró decir, forzando las palabras
de sus labios. Masticar el pasto del suelo habría sido menos doloroso. Se prometió a sí mismo, que
cuando todo esto acabara y presentara su carta de renuncia a Hoseok, él iba a darle un puñetazo al tipo
directo en su maldita boca petulante. Dos veces. Como mínimo.

Él se giró para caminar hacia la puerta, pero se giró a último minuto. —Tu padre debe de estar muy
orgulloso. Gracias por tu servicio —Y con un saludo alegre, se había ido.

Yoongi contó hasta treinta antes de agarrar el objeto más cercano —Un vaso de vidrio tipo highball que
Jimin había usado para su jugo de naranja— y lo arrojó contra la pared junto con un grito. Un poco de
tensión lo dejó mientras se fracturaba, el vidrio dispersándose sobre el suelo. Pero no era suficiente. No
era ni mínimamente suficiente. Él quería destrozar al otro tipo, torturarlo lentamente. Yoongi sabía
exactamente las cosas que pasaban en esos programas de conversión. Todo niño gay había oído las
horrorosas historias. Algunos de los que había conocido, tenían sus propias historias. No era capaz de
imaginar lo que sería tres veranos seguidos.

Necesitaba llamar a Hoseok. Necesitaba llamar a YoungMi. Buscó su teléfono móvil antes de recordar
que ahora se hallaba en el fondo de la piscina. Jisoo. Su ojo palpitó un poco como si repentinamente
recordará los nudillos de la chica. Era una psicópata melodramática, pero al menos de verdad se
preocupaba por Jimin. Eso todavía lo dejaba sin teléfono. Mierda.

Limpió el vidrio y lo arrojó a la basura antes de lavarse los dientes y agarrar su cartera del armario. En su
camino a la salida, se detuvo para tocar con suavidad la puerta de Jimin. —Se ha ido —No hubo
respuesta —. Necesito ir a la oficina y hablar con mi jefe, y después tengo que reemplazar mi teléfono.
¿Estarás bien por ti mismo allí dentro? —Todavía nada.

Abrió una pequeña grieta en la puerta. El chico estaba sobre su estómago debajo de las sábanas, una
almohada en su cabeza, solo su hombro derecho y la pantorrilla izquierda eran visibles. No estaba
durmiendo, pero Yoongi lo dejó tal cual estaba.

Tenía la esperanza que él no hubiese oído nada de la conversación entre Yoongi y el senador, aunque
imaginaba que no era nada que el chico ya había oído con anterioridad unas mil veces, probablemente
del lado equivocado de los puños de SeoJoon.

Él suspiró y agitó la cabeza. —Ya vengo —Dijo antes de cerrar la puerta. De vuelta a la cocina, espió el
teléfono de Jimin. Estaba desbloqueado. Abrió los textos de Jimin y encontró el nombre de Jisoo,
rápidamente escribió un mensaje.

¿Puedes volver? Te necesito.


Contuvo la respiración mientras los tres puntos danzaban, relajando los hombros solo cuando vio que la
respuesta de ella.

Voy para allá.


Al menos Jimin no estaría solo mientras Yoongi estaba fuera. No físicamente, al menos.

***

—El tipo es un chupapijas, hombre —Hoseok resopló una risa desde detrás de su escritorio, su profundo
vozarrón llenó el gran espacio de la oficina —. Todos los mejores homofóbicos lo son.
Yoongi se dejó caer en la silla del otro lado del enorme escritorio. —No creo que el tipo esté en el closet.
Solo pienso que es un cerdo mojigato. Estaba parado allí, con esa estúpida sonrisa en su cara,
pidiéndome que le quitara lo gay a su hijo a golpes pero que no dejará moretones.

Hoseok se inclinó hacia adelante doblando las manos en el escritorio, la camisa de vestir blanca se
enrolló hasta los codos mostrando el fuerte contraste con la piel morena de los musculosos antebrazos.
Yoongi había olvidado lo grande que era el otro hombre, cuán intimidante podría ser con los tatuajes.
Incluso sin un rifle entre sus manos, Hoseok se veía letal, como si pudiese destruir a un hombre. La vida
civil lucía bien en él. Era siete años menor que Yoongi, pero había vivido el mismo tiempo en el desierto.
Y, aun así, aquí estaba el hombre, llevando una de las compañías de seguridad privada más exitosas de
la nación.

—Ya que estamos en el tema. ¿Quieres explicarme como el chico terminó con moretones en el cuello?

Yoongi se frotó las manos en el rostro. —No, en realidad no.

Hoseok abrió el cajón de su escritorio, sacando una botella de whiskey. La abrió y dio un sorbo antes de
pasarla a Yoongi. —Me temo que tengo que insistir.

Yoongi bebió un trago, dejando que el fuego líquido bajara por su esófago hasta su estómago. —No es
nada. Tuve una...una pesadilla. El chico estaba en el lugar equivocado en el momento equivocado.

Hubo silencio, entonces Hoseok preguntó. — ¿El lugar equivocado era tu habitación?

Yoongi deslizó la mirada hacia su amigo antes de tomar otro sorbo y regresar la botella. —No es así. El
vino a agradecerme por dejarle de cenar. Cuando vio que estaba teniendo una pesadilla, intentó
despertarme y… no pudo.

No era exactamente una mentira. Hoseok no tenía por qué saberlo todo.

—Estabas teniendo otro recuerdo —No era una pregunta.

Yoongi se burló. —No tengo PTSD. Solo fue una pesadilla.

Hoseok se recostó de nuevo en su silla, entrelazando los dedos detrás de su cabeza. —Una pesadilla que
pudo haberle costado la vida a ese niño y a mí compañía. Tienes que ver a alguien, hombre. No debería
decirte esto, pero Choi se comió su pistola en menos de un año desde que dio de baja. Conozco a una
excelente psiquiatra. Te daré su tarjeta.

Yoongi ya estaba sacudiendo la cabeza. —No puedo permitirme a uno de tus lujosos terapistas, Jung.
Todo mi dinero debe ir para YoungMi en estos momentos.

—No puedes permitirte no ir, hermano. Considéralo un beneficio del trabajo.

—Ya has hecho demasiado por mí.

La silla gruñó mientras Hoseok se inclinaba hacia adelante, su expresión tornándose tormentosa. —Bien,
entonces considéralo una orden de tu jefe. No puedo tenerte por allí asfixiando los cuerpos que te
contraté para cuidar… Incluso si es eso lo que ellos desean.

El cuerpo entero de Yoongi se puso caliente, y después frío. — ¿Disculpa?


Hoseok suspiró. —Se cuidadoso con él. Te di este trabajo por una razón. Los otros dos guardias no
podían manejar a este chico. Los dos dijeron lo mismo: Temerario. Daño auto infligido. Suicida.

El pulso de Yoongi palpitó detrás de sus ojos. No le gustaba el sentimiento de que estaba siendo
manipulado desde todos los ángulos. — ¿Qué quieres decir?

—Lo que quiero decir, es que no se necesita ser un científico para darse cuenta de porque Jimin es de la
forma que es. Algunos niños se cortan, otros beben y están en las drogas. Otros se unen a la milicia y se
convierten en esponjas de balas. Estás inequívocamente cualificado para cuidar de ese chico porque tú
fuiste ese chico.

—Entonces, me contrataste para que pudiera... ¿qué? ¿Ser su maestro?

Hoseok se encogió de hombros. —Pienso que tal vez podrías darle al chico algo que necesita. Lo que
ambos necesitan.

Yoongi observó a su amigo por un largo tiempo, tratando de descifrar exactamente cuánto entendía
Hoseok sobre las necesidades de Yoongi. Si Hoseok realmente comprendía, debía saber que él era la
peor cosa posible para Jimin. Pero ambos estaban demasiado involucrados. — ¿Qué es exactamente lo
que crees que necesito?

—Un propósito. Estás en caída libre, hermano. Solo intento ofrecerte un lugar seguro para que puedas
aterrizar.

Diez

Jimin

Jimin era un fantasma acechando su propia casa. Habían pasado diez días desde que su padre y Yoongi
habían hablado en la cocina y cosas extrañas habían estado pasando desde entonces. Su padre se había
ido, pero no realmente. Él era como un demonio, incluso aunque no lo podías ver, el peso tóxico de su
odio impregnaba el lugar, dejando a Jimin inquieto.

Él no sabía lo que su padre le había dicho a Yoongi, pero cada vez que Lissa hacía referencia al buen
senador, Yoongi apretaba su mandíbula, gruñía y se iba a ejercitar por una hora, a este ritmo, iba a lucir
como Hulk antes de que sus seis meses terminaran. No es que Jimin se estuviera quejando...o mirando...
para nada. Bueno, no mucho de todas formas. Sólo lo suficiente para saber que Yoongi definitivamente
no lo estaba mirando a él y eso estaba volviendo loco a Jimin. Era como estar viviendo con un
compañero de piso que se llevaba bien con todos excepto con él. Un compañero de piso que
protagonizaba sus fantasías para masturbarse al menos dos veces al día.

Con sus moretones desaparecidos hace mucho, se sentía como si lo que sucedió en la habitación de
Yoongi hubiese sido un elaborado sueño húmedo. Excepto que no lo era. Jimin podía recordar cada
detalle con precisión como la de un sabio cada vez que su mano se arrastró debajo de su cintura. Él
recordaba exactamente cómo se sentían los labios de Yoongi en los suyos, cómo sus dientes mordían el
lóbulo de su oreja mientras le gruñía a Jimin que suplicara. A veces, si cerraba los ojos lo
suficientemente fuerte, podía pretender que eran las manos de Yoongi sobre él en lugar de las suyas,
pero nunca era lo mismo. Jimin no estaba tratando de citar patéticas películas, pero Yoongi
definitivamente era su marca personal de heroína y Jimin temía estar persiguiendo esa droga para
siempre. El sentimiento claramente no era mutuo.

Está bien, Yoongi aún hacía las comidas de Jimin y las dejaba en el microondas y aún le dejaba botellas
de agua con pequeñas notas recordando que las bebiera, pero ¿No era eso peor? Una persona no
debería poder ignorar a otra después de haberle dado el mejor orgasmo de su vida y aun así
preocuparse por sí está adecuadamente hidratada ¿Qué carajos? ¿Quién hacía eso? Gente que jugaba
juegos mentales, esa gente. Yoongi estaba tratando de quebrarlo psicológicamente.

Incluso ahora, Yoongi estaba caminando alrededor de la cocina guardando platos en holgados
pantalones deportivos que no hacían nada por ocultar el contorno de su pene. Cada vez que se
levantaba para poner algo en una repisa alta, su camiseta se subía, exponiendo una tira de bronceado y
tonificado vientre y un camino feliz que Jimin quería trazar con su lengua. Esta tortura tenía que ser
deliberada. Tenía que serlo y dos podían jugar ese juego. Jimin se puso sus joggers negros que Jisoo le
había obligado a comprar sólo porque estos le quedaban debajo de las caderas y “abrazaban su trasero
a la perfección” y se deslizó en su sudadera verde pálido favorita pero la dejó sin cerrar. Esto era una
guerra. Él no era musculoso como Yoongi, pero era delgado y tonificado en todos los lugares correctos y
un montón de chicos eran felices de decírselo. Tal vez Yoongi sólo necesitaba saber lo que se estaba
perdiendo.

Cuando llegó a la cocina, fue directamente al armario donde Yoongi se encontraba y se interpuso entre
él y el mostrador. —Disculpa—, dijo, sin dar ninguna explicación de que lo decía en serio. Cogió un vaso
y trató de ignorar la punzada de excitación que lo golpeó cuando los nudillos de Yoongi rozaron su
vientre.

Yoongi solo gruñó, su forma preferida de comunicación últimamente. Una vez que Jimin había llenado
su vaso de jugo de naranja, tomó asiento en la isla pretendiendo contemplar el patio. Su plan de ignorar
a Yoongi hasta que se diese cuenta de que él era el que estaba siendo ignorado rápidamente decayendo
cuando Yoongi deslizó algo hacia él en el mostrador.

—Come esto— Ordenó Yoongi.

Jimin miró hacia abajo para ver una barra de granola, haciendo una mueca. —No tengo hambre.

La respuesta de Yoongi fue un ruido bajo que fue directo a la polla de Jimin. — ¿Sonó como si estuviera
preguntando?

Jimin frunció los labios e inclinó la cabeza, mirando a Yoongi a través de gruesas pestañas mientras
deliberadamente empujaba la barra devuelta a Yoongi. —No eres mi jefe.

Yoongi se inclinó sobre la isla hasta que estaban casi nariz con nariz, y Jimin definitivamente lamentó su
decisión de andar en comando. —Niño, soy la definición de jefe tuyo. Ahora, come.

Jimin resopló por la nariz e hizo una demostración de rasgar la envoltura y tomar un gran mordisco,
haciendo una mueca mientras masticaba. — ¿Por qué esto sabe cómo cartón? —preguntó con la boca
llena.

Yoongi se rió entre dientes. —Porque es saludable. Está repleto de vitaminas y nutrientes saludables.
Necesitas calorías.
— ¿'Nutrientes saludables'? — Remedó alrededor de otro bocado. —Eres tan viejo.

—No me di cuenta de que la nutrición era algo que sólo a las personas mayores les importaba. Ahora
come.

Jimin se obligó a tragar el bocado con un estremecimiento. —No quiero comer esto. Es asqueroso.

—Bueno, no cenaste anoche, así que esta es la consecuencia.

La polla ya dura de Jimin palpitó ante la palabra consecuencia, su mirada se posó rápidamente en la de
Yoongi. —No puedes hablar en serio. Yoongi, vamos. Tengo veintidós años. No tengo que comer si no
quiero.

Los ojos color miel de Yoongi lo inmovilizaron es su sitio. —No creo que quieras probar esa teoría. Estoy
de humor.

La boca de Jimin se secó, su lengua salió disparada para lamer su labio inferior ¿Cómo era el humor de
Yoongi? ¿Terminaría Jimin con más moretones? No podía recordar a otro ser humano teniendo este tipo
de efecto en él alguna vez.

Jimin no tenía idea de lo que sucedería a continuación, pero estaba seguro como la mierda de que no iba
a terminar esa barra de granola de cartón. —Bueno, veré tu humor — se paró y caminó hacia el bote de
basura junto a la isla. — Y levantaré el mío. Abrió la tapa y tiró la barra de granola antes de girar sobre sus
talones e irse pavoneando por el pasillo con toda la actitud que pudo reunir.

Él casi había regresado a su habitación cuando Yoongi lo atrapó, inmovilizando contra la puerta, una
mano enredada en su cabello, tirando de su cabeza hacia atrás. —Tú sólo lo estás suplicando, ¿No es
así? —gruñó al oído de Jimin. — ¿Pensaste que, si te portabas mal, te haría una paja de nuevo? ¿Hmm?

Jimin tragó más allá del nudo en su garganta, agradecido de que su súper obvia erección estuviera
siendo aplastada contra la pared. —No sé a qué te refieres—, dijo, con la lengua casi tropezando con su
mentira.

—Los chicos malos no vienen. Los chicos malos son castigados ¿Lo entiendes?

No entendía, no realmente. Dio una sacudida brusca con su cabeza, de repente sin estar seguro de qué
hacer con sus manos colgando inútilmente a sus costados.

—Entonces lo demostraré.

Jimin sorbió en un respiro sobresaltado cuando Yoongi tiró de los pantalones de Jimin hasta la mitad del
muslo, su polla golpeando contra su estómago y revelando su excitación. El repentino aire frío hizo que
los escalofríos estallaran a lo largo de su piel sobrecalentada. Los latidos de su corazón se volvieron
erráticos.

—Espera.

—Muy tarde para eso.

Antes de que Jimin pudiera preguntar a qué se refería, la mano de Yoongi crujió a través de su trasero
desnudo. Fuerte. Jimin gritó, su rostro ruborizándose ante el sonido. No era así como había previsto este
juego. Estaban en el pasillo donde cualquiera podría ver… podría ver a Yoongi castigándolo, azotándolo.
Su cabeza nadaba, pensando en las muchas personas que podían entrar en su casa en cualquier
momento que quisieran.

—No puedes...

Dos agudas bofetadas más convirtieron las palabras de Jimin en un gemido bajo. Si esto no era lo que él
quería, su jodido cuerpo no estaba recibiendo el memo. Su cuerpo se inclinó, empujando sus caderas
hacia Yoongi como una puta. Joder, eso sólo daría entender que a Jimin le gustaría ser azotado. Dios, él
realmente no le estaba pagando lo suficiente a su terapeuta.

—No. Puedo. Qué— preguntó Yoongi, puntuando cada palabra con otro golpe hasta que el trasero de
Jimin ardió y las lágrimas picaron en sus ojos.

—Por favor— Jimin se escuchó susurrar, sin aliento.

Bofetada.

— ¿Por favor qué, bebé? —Yoongi ronroneó en su oído.

—Yo…

Bofetada. Bofetada. Bofetada.

Lágrimas rodaron por las mejillas de Jimin, su piel ardiendo por todas las partes donde los golpes de
Yoongi aterrizaban, y en todo lo que podía pensar era si él aún vería las marcas de la mano de Yoongi en
su culo mañana, si aún las sentirían. Eso hizo que el dolor valiera la pena. Hizo que lo anhelara.

— ¿Terminaste de portarte mal? —preguntó Yoongi.

—No sé — se escuchó a sí mismo decir, su voz sonando lejana.

Juraba que Yoongi se reía entre dientes antes de darle otras tres bofetadas.

— ¿Qué tal ahora?

Jimin se secó la cara contra el antebrazo, apoyándola contra la puerta. Sus miembros se sentían pesados
y entumecidos.

—Sí— murmuró.

El más mínimo indicio de una bofetada hizo que Jimin siseara.

— ¿Cómo te diriges a mí?

— ¿Señor?

—Respuesta incorrecta— gruñó Yoongi. —Sabes quién soy. Dilo.

—Daddy— susurró Jimin, cada terminación nerviosa levantándose en atención.

—Sí, Daddy.

Los labios de Yoongi rozaron la garganta de Jimin, sus dientes tirando del lóbulo de su oreja.
—Buen chico. Bésame.

Jimin volteó la cabeza, aplastando sus labios contra los de Yoongi, besándolo como si él tuviera la cura
para cualquier veneno que hubiese infectado a Jimin. Yoongi lo hizo girar, empujándolo contra la puerta,
antes de encontrar la boca de Jimin una vez más. Se derritió contra él, dejando a Yoongi explorar.

Cuando Yoongi finalmente envolvió una mano alrededor de la polla de Jimin, sollozó. El pulgar de Yoongi
se deslizó sobre la punta y Jimin gimió dentro de su boca. Incluso con la copiosa cantidad de líquido
preseminal goteando, la mano de Yoongi era una castigadora fricción seca que tenía a Jimin gimiendo. Él
sólo podía enterrar su rostro contra la garganta de Yoongi, sosteniéndose mientras sus rodillas se
doblaban.

— ¿Quieres venirte, dulce niño?

—Sí, Daddy.

—Entonces debes aprender a hacer lo que se te dice la primera vez.

La mano de Yoongi desapareció y Jimin se encogió, aliviado y decepcionado.

—Por favor, Daddy— rogó, sus labios aún contra la garganta de Yoongi.

—Mírame.

Jimin se echó hacia atrás, arrastrando su mirada hacia arriba hasta que estuvo mirando el rostro severo
de Yoongi. Ahuecó las mejillas de Jimin, secando sus lágrimas con los pulgares.

—Dilo otra vez.

—Por favor, Daddy— imploró Jimin, sintiendo cada palabra.

—De rodillas—.

Jimin cayó tan rápido que estaba seguro de que se arrepentiría mañana.

—Ojos en mí.

La mirada de Jimin se trabó en Yoongi. Sacó su polla con una mano, la otra mano apoyada en el marco
de la puerta sobre la cabeza de Jimin. La polla de Yoongi era perfecta: gruesa, cortada y goteando pre-
semen. Jimin quería probarlo, para sentir el fuerte peso en su lengua. Pero no se atrevía.

—No te atrevas a tocarte hasta que yo diga— gruñó Yoongi, trabajando su mano más rápido.

Jimin gimió. Quería correrse tan mal, pero quería tocar a Yoongi más. Quería envolver su mano
alrededor de la longitud aterciopelada y recorrer con su lengua a través de la gruesa vena que corría por
debajo. Quería ser el que dejara a Yoongi sin aliento.

—Puedes tocarte, pero no te atrevas a venirte hasta que te lo diga.

Jimin tenía casi miedo de hacer lo que Yoongi le ordenó; estaba demasiado cerca. Todo esto era
demasiado. Se mordió el labio inferior, gimiendo mientras su mano envolvía su dolorida erección. La
base de su columna estaba hormigueante y caliente, y no se acariciaba tanto como se apretaba,
intentando detener el orgasmo que amenazaba con engullirlo.
—Abre la boca.

Jimin hizo lo que le dijo, echando la cabeza hacia atrás y sacando la lengua. Yoongi hizo un sonido
ahogado y luego su semen estaba pintando la cara de Jimin, el amargo sabor revistiendo sus labios. Se lo
tragó, sus ojos suplicaban con palabras no dichas.

—Ahora te puedes venir.

Sólo tomó dos golpes y Jimin estaba derramándose sobre su puño, los dedos de sus pies se curvaron
cuando olas de éxtasis se estrellaron sobre él y su cerebro cayó fuera de línea temporalmente.

Once

Yoongi

Jimin se estaba derrumbando. Yoongi observó cómo la fiebre de las endorfinas disminuía, dejando al
chico aturdido y apático. —Ven.

Tiró de Jimin para que se pusiera de pie, empujando la puerta de su dormitorio y llevándolo al interior.
Jimin no peleó con él cuando lo acomodó en la cama o cuando Yoongi trajo un paño tibio y limpió
suavemente la evidencia de su escapada en el pasillo de la piel de Jimin. Dejó a Jimin el tiempo
suficiente para tomar agua y otras provisiones antes de regresar a la habitación y cerrar la puerta con
llave detrás de él.

El instinto de autoconservación de Yoongi se estaba activando por fin ahora que había profanado a Jimin
en medio del pasillo a plena luz del día.

Si tus instintos de autoconservación realmente se estuvieran activando, darías la vuelta y te alejarías


ahora mismo, regañó una voz.

Como sea. Más tarde se regañaría a sí mismo por ello. Por ahora, necesitaba cuidar de Jimin, quien se
había acurrucado en una bola apretada en el centro del colchón y estaba haciendo todo lo posible para
convencer a Yoongi de que estaba dormido. Se sentó, apoyándose contra la cabecera antes de
maniobrar fácilmente a Jimin, acomodándolo de manera que su espalda estuviera contra el pecho de
Yoongi, su cabeza descansando contra su hombro. —Bebe esto.

Jimin soltó una risa somnolienta. —Di la verdad. Tienes acciones en esta empresa de agua embotellada
¿No es así?

Yoongi sonrió a su pesar. —Sip. No puedo cuidar de mocosos ingratos para siempre ¿Verdad? Ya que
estoy tan viejo.

Jimin estiró la cabeza para encontrarse con la mirada de Yoongi, y tuvo que recordarse a sí mismo que
esto era temporal... que se había terminado. Sin importar lo perfecto que fuera Jimin. Sin importar
cuánto quisiera Yoongi recomponerlo. Tenía que parar. Sólo podían salirse con la suya durante un
tiempo sin que los atraparan, y esa era una caja de Pandora que nunca podría cerrar si se abría. Las
consecuencias serían demasiado significantes y de largo alcance.

Cuando Jimin terminó su agua, Yoongi le entregó las rodajas de naranja que había robado del cuenco de
cristal del mostrador. Una vez más, Jimin dirigió su mirada hacia Yoongi, sonriendo. — ¿Tienes miedo de
que me dé escorbuto?
—Te apuesto cincuenta dólares que no sabes ni siquiera lo que es escorbuto.

Jimin resopló. —Una deficiencia de vitamina C. La mayoría de la gente creía que sólo afectaba a
marineros, pero existe desde el siglo trece. El ejército de Napoleón se contagió consumiendo carne de
caballo —. Cuando Yoongi le parpadeó, él batió sus pestañas. —Historias de la vida real.

—No te voy a pagar cincuenta dólares —. Advirtió Yoongi.

— ¡Ja! Mi padre pagaba casi cincuenta mil dólares al año para que yo fuera a esa escuela privada
pretenciosa como la mierda, lo mínimo que podía hacer era prestar atención.

Jimin estaba lleno de sorpresas, o tal vez Yoongi acababa de hacer suposiciones basándose en la
información limitada que su padre le había proporcionado. Ahora que Yoongi entendía por lo que Jimin
había pasado mientras crecía, no era difícil ver por qué actuaba de la manera en la que lo hacía. No era
una excusa para beber y conducir -tenía suerte de que no hubiera lastimado a nadie más que a sí
mismo- pero ponía más claridad al estado mental de Jimin. Lissa le había advertido que Jimin no era
estable. Hoseok había usado la palabra suicida. Las señales de que Yoongi debería girarse y correr no
sólo estaban ahí, estaban parpadeando en un rojo neón, pero Yoongi no podía hacer eso, al menos no
profesionalmente. Alguien tenía que vigilar a Jimin.

Yoongi dejó caer un beso ausente sobre los rizos de Jimin. —Come, muchacho terco.

Se quedaron en silencio cuando Jimin cedió y se comió las rebanadas de naranja. Una vez que terminó,
comenzó a ponerse inquieto, claramente incómodo con el silencio. —Ya estoy bien. Te puedes ir.

Despedido. Yoongi no lo podía creer. —Me iré cuando esté listo... cuando yo crea que tú estás listo.

Abrió los dos lados de la sudadera con capucha desabrochada de Jimin como si estuviera
desenvolviendo un regalo, pasando los dedos por su vientre plano, notando el puñado de lunares que
salpicaba su piel pálida como constelaciones.

Yoongi disfrutó de la brusca respiración de Jimin, pero luego sus manos capturaron las muñecas de
Yoongi. —Te dije que estoy bien —. Murmuró Jimin, sin escapar de los brazos de Yoongi, sino
tensándose entre ellos.

—Detente —. Advirtió Yoongi.

—No quiero hacer esto contigo —. La voz de Jimin era pequeña pero enojada.

Jimin no estaba acostumbrado a ser disciplinado, no sabía los efectos que podía tener lo que habían
hecho, pero Yoongi sí. No podía dejar a Jimin solo. Él no quería. —Mira, sólo porque pienses que estás
bien, no significa que lo estés—. Las uñas de Jimin se clavaron en las muñecas de Yoongi formando
medialunas al escuchar esas palabras. Quizás eso no había sido lo más apropiado para decir. Yoongi no
tenía idea de cuáles eran las palabras correctas. Él no lidiaba con sentimientos o relaciones o
compromisos a largo plazo, especialmente con muchachos sin experiencia como Jimin-hermoso y roto
Jimin. Yoongi deslizó con facilidad sus muñecas del agarre de Jimin, inclinando su barbilla hacia arriba. —
No estoy listo para dejarte ir todavía.

— ¿Qué pasa con lo que yo quiero? ¿Importa eso? —. La crudeza en las palabras de Jimin fue un
puñetazo directo en el estómago.
— ¿Sabes siquiera lo que quieres?

Jimin se desinfló, la lucha desapareció de su cuerpo, su cabeza cayó hacia atrás contra el hombro de
Yoongi. —Sé que a nadie le importa realmente lo que quiero.

Cristo. —Date la vuelta.

Jimin lo ignoró, mirando las manos de Yoongi.

—Date la vuelta y mírame. Ahora.

Jimin se giró a regañadientes hasta que se sentó a horcajadas sobre el regazo de Yoongi, arrastrando los
ojos hacia arriba. Así de cerca, podía ver un puñado de pecas en su nariz y que sus ojos de color cristal
marino estaban rodeados de oro. —A mí me importa—. Dijo finalmente. No era una mentira. A Yoongi
realmente le importaba Jimin, quería que tuviera una vida fuera del control de su padre, la vida que se
merecía. — ¿Qué quieres tú?

Jimin lucía sorprendido por la pregunta de Yoongi, sus labios llenos tirando hacia abajo en las esquinas.
—No importa.

—A mí me importa —. Yoongi no sabía por qué importaba o por qué a Jimin le debería importar que le
importara a Yoongi. No debería. Pero necesitaba que Jimin supiera que, bajo circunstancias diferentes,
él querría esto... ellos. Lo que sea que fueran. —A mí me importa lo que tú quieres. Así que ¿Qué
quieres, dulce niño?

Jimin abrió la boca como si estuviera a punto de confesar un secreto y Yoongi vio el momento exacto en
que el chico se acobardó. En cambio, tomó la cara de Yoongi, pasándole su lengua por el labio inferior.
— ¿Qué pasaría si digo que todo lo que quiero eres tú?

Yoongi se preguntó qué deseo secreto y vergonzoso escondía Jimin, pero lo dejó pasar. Apenas se
conocían, a pesar de que Yoongi no lo sentía así. En cambio, se dirigió a las palabras de Jimin. —Yo
también te deseo. El hecho de que no podamos seguir haciendo esto, no significa que no quiera seguir
haciéndolo —. Insistió Yoongi, presionando sus labios contra la frente de Jimin, contra sus mejillas, su
barbilla, antes de finalmente presionar un beso en su sensual e implacable boca. —Hay tantas cosas que
quiero hacerte que me tomaría los próximos cinco meses y medio el solo enumerarlas, pero ambos
sabemos que si tu padre se enterara sería una pesadilla- para ambos- y no puedo permitirme perder
este trabajo.

El rostro de Jimin era un nubarrón, su humor oscureciéndose. — ¿Por tu familia?

Yoongi frunció el ceño ¿Cómo sabía Jimin eso? —Sí, por mi familia.

— ¿Qué piensa tu esposa de que estés follando con hombres? —. Preguntó Jimin con un tono frío.

El cerebro de Yoongi se congeló. — ¿Mi… qué?

Jimin lo miró por fin. Sus ojos brillaban con ira, su mandíbula empujada hacia adelante. —No mientas.
Te escuché hablar por teléfono con tu esposa sobre tu hijo.

Yoongi trató de recordar las numerosas llamadas que había recibido, pero no pudo identificar alguna
que le hubiera dado a Jimin la idea de que Yoongi estaba casado... con una mujer... ¿Y tenía un hijo?
Debería haberlo dejado creer que era verdad. Sería más fácil si Jimin pensaba que Yoongi era un
mentiroso y un infiel. Tal vez odiaría a Yoongi lo suficiente como para apartarlo de su mente por
completo y nunca mirar hacia atrás. Pero Yoongi simplemente no podía dejar que pensara de esa forma.
Odiaba la deshonestidad. —No estoy casado y definitivamente no tengo un hijo.

Jimin escudriñó el rostro de Yoongi como si la verdad estuviera escrita en su frente. —Le dijiste que
estabas haciendo todo lo posible y dijiste que tu hijo se trataría de vestir solo. Supongo que está
bastante pequeño. No tienes que mentir... esto no es nada ¿Recuerdas?

La compresión se asentó y Yoongi dejó caer su rostro en el hueco del hombro de Jimin, colocando un
beso allí antes de levantar la cabeza para encontrarse con la mirada acusadora de Jimin. —Estaba
hablando con mi hermana YoungMi, sobre mi padre.

Jimin frunció el ceño, su expresión recelosa. — ¿Tu papá estaba tratando de vestirse solo? Esa ni
siquiera es una buena mentira.

Yoongi negó con la cabeza. No quería hablar de esto— ni con Jimin, ni con nadie — pero necesitaba que
Jimin entendiera por qué esto no podía seguir pasando, sin importar cuánto lo quisiera Yoongi. Jimin
necesitaba entender qué estaba en juego.

—Mi padre tiene una enfermedad llamada síndrome de Korsakoff que le ha provocado demencia grave
y permanente. Vive con YoungMi en Orlando, pero él se está poniendo tan mal que ella está pasando
trabajo por su cuenta y tenemos que ponerlo en un hogar con gente que pueda cuidarlo.

La boca de Jimin formó una O perfecta, sus manos extendiéndose sobre la camiseta de Yoongi. — ¿No
hay nada que nadie pueda hacer por él? ¿No hay tratamiento?

El pecho de Yoongi de repente se sintió apretado, un nudo formándose en su garganta. Bloqueó ese
sentimiento adentro. No tenía tiempo para ponerse sentimental. No resolvía nada. Él era un marine. Los
marines se lo jodidamente aguantaban y hacían lo que se tenía que hacer. —No. Para cuando mi
hermana lo encontró, ya era muy tarde —. Se obligó a decir.

— ¿Lo encontró? —. Preguntó Jimin.

—Sí. Es una larga historia. Mi padre tiene muchos problemas; el alcohol era el más grande y ahora será
lo que finalmente lo mate.

El silencio se extendió entre ellos como una cuerda tensa hasta que finalmente Jimin dijo, —Realmente
no quieres hablar de esto ¿Cierto?

La presión explotó detrás de las costillas de Yoongi, el dolor que había mantenido a raya amenazaba con
abrumarlo. Sacudió la cabeza con esfuerzo, luchando por recuperar el control una vez más. Las manos
de Jimin se deslizaron hacia abajo, tocando el dobladillo de la camiseta de Yoongi, pidiendo permiso
silenciosamente.

—Adelante.

Jimin le quitó la camisa a Yoongi y la tiró a un lado, extendiendo sus manos sobre la piel ahora desnuda
de Yoongi, su mirada llena de asombro. Se inclinó hacia adelante, arrastrando sus labios por la clavícula
de Yoongi. Su polla se interesó, y Jimin estaba duro de nuevo también. Yoongi cerró los ojos, tomó el
culo de Jimin y tiró de él hasta que ambos gruñeron.

Jimin se meció contra él mientras bajaba la cabeza para lamerle la punta dura del pezón, mordiéndole
hasta que Yoongi siseó. Los pulgares de Jimin provocando suavemente las caderas de Yoongi mientras
dirigía su atención al otro pezón. Yoongi apretó los globos del culo de Jimin, aplastando sus pollas a
través de las delgadas capas de tela.

Jimin levantó la cabeza, ojos ardientes mientras pasaba sus labios por la mejilla de Yoongi hasta su oreja.
—Quiero más, Daddy.

Mierda. El niño era perfecto, tan perfecto. Su niño perfecto. —Estás implacable —. Gruñó, rozando los
dientes contra el hombro de Jimin. — ¿Qué es lo quieres?

Jimin hizo un sonido a medias, con las mejillas enrojecidas. —Quiero hacerte venir. Por favor.

—No sé ¿Crees que te lo mereces?

Una vez más, Jimin lo atacó con esos poderosos ojos de cachorro. —Daddy, por favor. Te haré sentir
muy bien.

La polla de Yoongi palpitó. Cristo, este jodido niño. —No sé. No terminaste de comer tu barra de
granola. Has sido un poco malcriado.

Jimin bajó la cabeza, luego lo miró a través de las pestañas, con un tono parecido a un quejido. — ¿Por
favor? Ni siquiera me vendré, te lo prometo. Déjame hacerte sentir bien.

Bueno, esa era una oferta que Yoongi no había visto venir. Ya lo había azotado por desobedecerlo con su
desayuno. —Saca mi polla.

Jimin se apresuró a hacer lo que le dijo, deslizándose fuera del regazo de Yoongi y arrodillándose entre
sus rodillas abiertas antes de enganchar sus dedos en los pantalones de Yoongi. Levantó las caderas lo
suficiente para que Jimin los apartara y liberara su erección ya goteando.

Jimin no puso su boca sobre la polla de Yoongi, en su lugar presionó su rostro contra su ingle e inhaló,
como si sólo el olor de Yoongi fuera suficiente para hacerlo venir. Joder. Jimin arrastró su lengua a lo
largo de la costura donde se unían el muslo y la pelvis de Yoongi, los dedos se hundieron en los surcos
de la cadera de Yoongi. Entonces Yoongi cayó en cuenta- Jimin estaba esperando que le diera permiso.

Yoongi miró el reloj que estaba en la mesita de noche. Era la una de la tarde. No deberían estar
haciendo esto en la mitad del día. No deberían estar haciendo esto en lo absoluto. De alguna manera,
eso le hizo más fácil decir: —Adelante. Chúpame. Haz que me corra.

Jimin no lo pensó dos veces. Apretó la base de la polla de Yoongi con su puño y lo chupó hasta la parte
posterior de su garganta como una jodida estrella porno. — Cristo, muchacho—. Murmuró, flexionando
los abdominales, curvando el cuerpo hacia adentro contra su voluntad.

No había finura, pero lo que le faltaba en técnica lo compensaba con entusiasmo y un reflejo nauseoso
inexistente. Jimin lo soltó, con ojos húmedos y los labios de color rojo cereza mientras recorría la boca a
lo largo de la parte inferior de la tensa polla de Yoongi, con una mirada que decía ‘fóllame’ mientras
metía la lengua en la hendidura antes de chuparlo una vez más.
Yoongi no pudo evitar arquear las caderas, no pudo evitar la forma en la que apretó los rizos de Jimin,
follándose en la caliente succión de la boca perfecta del chico, metiendo su polla en su garganta y
manteniéndolo allí hasta que las lágrimas cayeron sobre su rostro. —Buen chico.

Yoongi lo soltó y Jimin respiró entrecortadamente antes de llevarse a Yoongi a la boca una vez más.
Obligó a Jimin a tomarlo con calma, manteniéndolo firme y follando contra su boca con empujones
cortos y superficiales. Los pequeños ruidos codiciosos de succión de Jimin hacían que las bolas de Yoongi
se apretaran contra su cuerpo.

Podía ver la erección de Jimin alzándose sobre esos pantalones ridículamente ajustados, pero Jimin no
trató de tocarse. Siendo Yoongi su enfoque. Tan pronto como Yoongi lo soltó, Jimin lo chupó hacia
abajo, su cabeza iba de arriba a abajo mientras trabajaba en Yoongi con una intensidad tan concentrada
que provocó que Yoongi cerrara los ojos con fuerza. —Quiero que te lo tragues todo. Cada maldita gota.

Jimin tomó a Yoongi con su garganta, los músculos de allí convulsionando de maneras que hicieron que
la visión de Yoongi se nublara. Lo inmovilizó en su lugar, llevando su polla contra la boca de Jimin una y
otra vez antes de correrse duro, derramándose tan profundo que Jimin no tuvo más remedio que
tragarlo o ahogarse. Lo tomó todo, sus grandes ojos verdes se fijaron en los de Yoongi mientras la
sacaba con un “pop”, lamiendo cada gota de sus labios antes de dedicarle una gran sonrisa.

Jimin se volvió a subir al regazo de Yoongi y capturó la boca del chico en un beso sucio, queriendo
saborearse a sí mismo en su lengua. —Bien hecho, dulce niño —. Metió la mano en los pantalones de
Jimin, tomando su polla y trabajándola a un ritmo castigador. —Córrete—. Gruñó contra los labios del
chico.

Jimin se tensó, un quejido de sorpresa se le escapó cuando hizo lo que ordenó Yoongi, un
estremecimiento lo recorrió por todo el cuerpo.

Se sentaron en los brazos del otro, tratando de recuperar el aliento, la frente de Jimin sobre el hombro
de Yoongi.

Después de un momento, Jimin se soltó del agarre de Yoongi y se dejó caer de espaldas a su lado. La
burbuja íntima en la que habían estado durante los últimos minutos pareció estallar, dejando sólo un
silencio incómodo y algo más... algo que se parecía mucho a una pérdida o arrepentimiento. Era hora de
volver al mundo real.

— ¿Viene Lissa hoy? — Preguntó finalmente.

Jimin se encogió de hombros. —No está programada para venir, pero eso nunca la detuvo antes. Ella ya
no pasa tanto tiempo aquí ahora que tú estás, y cuando ella está aquí, es para hablar contigo, no
conmigo.

Yoongi soltó una carcajada. — ¿Estás celoso porque paso tiempo con ella?

—Tal vez, sí —. Se quejó Jimin.

—Bueno, no lo estés. Mañana eres un hombre libre y volverás a tu vida anterior y a tus viejos amigos y
yo seré otro de los empleados de tu padre.

Jimin tragó saliva de forma audible, con la voz tensa. —Por supuesto.
—Esto no puede volver a pasar—. Dijo Yoongi más para sí mismo que para Jimin.

Jimin se sentó y le dirigió una mirada herida por encima del hombro. —Te escuché las primeras diez
veces. Me ducharé. Quizás no deberías estar aquí para cuando regrese.

—Sí, niño. Lo que quieras.

—Lo que yo quiero. Claro.

Doce

Jimin

Jimin estaba acostado boca arriba en su cama con los pies descansando contra la pared, observando
parpadear la brillante luz roja del monitor de su tobillo, de la misma manera que lo había hecho miles de
veces en los últimos ciento ochenta días. En solo ocho cortas horas, él estaría libre de esa prisión
dorada. El pensamiento debería haberle complacido, pero sólo causó un agujero en su estómago,
creciendo más grande con cada minuto que pasaba. Jimin deseó que pudiera tragarlo por completo.

En algún lugar de la cocina, Yoongi estaba usando la licuadora, haciendo uno de sus desagradables
smoothies verdes, mientras que Lissa pretendía aspirar el suelo por cuarta vez esa semana, y la música
resonaba desde los altavoces empotrados de la casa. Jimin se sentía sobrecargado. Había una presión
creciendo en su interior, amenazando con partirlo en dos. Había pasado demasiado tiempo atrapado en
ese apartamento, que no estaba seguro si podría adaptarse al mundo de afuera. Si adaptarse hubiera
sido una de sus fortalezas, no hubiese terminado en arresto domiciliario en primer lugar.

Él no sabía cómo ser una persona funcional. Él no era bueno en ello. Había pasado veintidós años
viviendo donde alguien —su padre— tomó cada decisión por él, donde había siempre otra persona que
hacía todo por él. Él nunca había tenido que preocuparse acerca de pagar una factura o cambiar un
cable o siquiera hacer su propia colada. Una vez que los policías retiraran el monitor de su tobillo, nada
de eso cambiaría. Lissa seguiría haciendo los quehaceres, y el gerente de negocios de su padre seguiría
pagando sus cuentas, y su padre seguiría diciéndole que hacer con su vida. Justo como siempre. El
pensamiento tenía a Jimin dando vueltas. Cada día, lo mismo. Nada cambiaría. Jimin jamás tendría
permiso de ser una persona completa, jamás tendría el permiso de ser quién era, sea quien fuese.

Clavó sus uñas en las palmas de las manos hasta formar media lunas en la piel, el dolor cubriendo el
pánico en endorfinas, regalándole algunos segundos de paz. Él necesitaba dejar de lamentarse. Algunas
personas matarían por tener su vida. A nadie le importaba el pobre niñito rico y sus problemas de niño
rico. Ni siquiera los padres del niño rico.

Se balanceó sentándose, su mirada atraída hacia el tocador. No había incursionado con su maquillaje en
días, no desde el ensayo de Jisoo. Miró de reojo hacia la puerta. No era como si Yoongi fuera a
entrometerse. Estaba dando lo mejor por pretender que Jimin no existía desde que tomó la palabra de
Jimin y se fue mientras todavía estaba en la ducha el día anterior. El diputado no estaría allí hasta dentro
de algunas horas para quitarle el monitor. No había razón para que no jugara un rato con él.

Al diablo.

Se sentó en la silla, abriendo los cajones y extrayendo las paletas de polvos en ricas tonalidades y las
cremas, dejándolas fuera. Calor y anticipación se precipitó sobre él, aplacando sus nervios agotados. El
tiempo desapareció cuando tuvo las brochas en su mano. El maquillaje necesitaba precisión y habilidad
artística. Había profundización y dimensión, difuminar las sombras para camuflar cualquier imperfección
percibida e iluminar los activos deseables. Cuando maquillaba —a sí mismo a alguien más—su mente se
callaba y todo el resto del mundo desaparecía.

Él podía hacer el rostro completo en una hora o menos, pero no estaba apurado. Comenzó con el
primer, asegurándose que la base se deslizaría como seda. Él construía desde allí, poniendo capas y
contornos hasta que se convertía en otra persona, alguien con confianza y capaz. El púrpura ahumado
de las sombras hacía que el iris verde pálido luciera casi sobrenaturales, y se hizo la línea de gato hasta
que fue lo suficientemente afilada para rebanar la garganta de un hombre.

El maquillaje era una máscara para esconderse detrás de ella, pero también lo hacía sentir como un
superhéroe disfrazado. Había manejado un montón de encuentros casuales anónimos en clubes
nocturnos, y nadie había descubierto quién era detrás de la pintura. O quizás, era que no les importaba.
Finalizó su look con un labial mauve matte que Jisoo le había regalado para su cumpleaños, entonces se
dio cuenta que no había más nada que pudiera hacer más que limpiarlo todo y comenzar de nuevo. El
pensamiento lo deprimió todavía más.

Deseó poder tomar fotografías, enseñar sus habilidades en Instagram como otros artistas, poder crear
tutoriales en YouTube y ayudar a las personas a entender que cualquiera puede usar maquillaje,
cualquiera podría ser más hermoso, tener más confianza en sí mismo, sentirse mejor sobre sí mismos.
Eso era lo que él quería… Era todo lo que había deseado desde el momento en que se sentó en el
tocador de su madre y probó su labial rojo brillante en él. Pero no importaba lo que Yoongi dijera, no
importaba lo que Jimin quisiera. Levantó el teléfono para tomar una selfie y enviarla a Jisoo, el flash
apagándose justo en el momento en que la puerta se abrió detrás de él.

—Te tengo una sorpresa— ¿Qué diablos?

Jimin se congeló, el brazo levantado, y sus ojos bloqueados en su padre a través del reflejo del espejo.
Después de un minuto, su cuerpo volvió a la vida, y saltó poniéndose de pie, su cerebro moviéndose a
través de cien formas distintas de difusar la situación. De alguna forma, terminó en indiferencia
sarcástica. —No tengo maldita coronaria, papá. Esto es… —Los puños de su padre conectaron con su
diafragma, y sus palabras murieron en un jadeo desigual, el aire fue forzado de sus pulmones, como si se
hubiera caído de un edificio de diez pisos. Su pecho estaba ardiendo, sus pulmones paralizados, pero no
lo detuvo de intentar succionar el muy necesitado aire de vuelta a su cuerpo. El teléfono cayó de sus
dedos, y arañó su pecho como si eso devolviera sus pulmones a la vida de nuevo.

Debió haber visto el golpe venir. Era la zona de anotación favorita de su padre. No dejaba moretones
visibles, pero sí todo el trauma. El pánico volvió como un cohete. En algún rincón oscuro de su mente,
entendió que su cuerpo no permitiría que él estuviera allí de pie sofocándose, que sus pulmones
eventualmente cooperarían y le permitirían respirar, pero no le estaban ayudando ahora mismo. Su
padre lo merecería si él se muriera así, justo frente a él. “Buena suerte explicando el moretón del
tamaño de unos nudillos en el pecho de tu hijo muerto, SeoJoon”.

Su padre no estaba ni siquiera en la habitación cuando Jimin se las arregló finalmente para tomar una
bocanada agonizante. Podía escucharlo hurgando alrededor del baño, pero él se tambaleó hasta la
cama, descansando en la orilla mientras practicaba en poner aire dentro de sus abusados pulmones y
luego dejándolo ir. Cada respiración le quemaba, como si su pecho estuviera relleno de gasolina, pero a
su padre no le preocupaba. Lanzó un trapo húmedo hacia Jimin, el borde golpeando el costado de su ojo
y desencadenando otra reacción furiosa.

—Límpiate esa mierda de la cara. ¿Pero qué mierda está mal contigo? ¿De verdad eres tan estúpido?

Jimin asumió que la pregunta era retórica. Ambos sabían que nada de lo que Jimin dijera podría
convencer a su padre de su agudeza mental, así que solo se sentó allí, esperando a que su padre se
explicara. Cuando su padre no dijo nada, Jimin dijo con voz ronca. — ¿Por qué estás aquí?

—Bueno, estúpidamente pensé que estarías apurado por quitarte esa cosa de tu tobillo, así que llamé
por un favor, y afuera están dos de los mejores de Miami esperando para quitártela y deshacerse del
equipo. No esperaba encontrarte aquí jugando con maquillaje y pintándote como si fueras una ramera
de dos bits.

Jimin se forzó a sí mismo a no reírse disimuladamente ante la palabra ramera34. ¿Quién demonios
usaba esa palabra todavía? —Por dios, papá, que cosa tan linda de tu parte. Tan fuera de lugar. ¿Es esa
la única razón por la que viniste? — Jimin preguntó, su voz llena de apreciativa burla.

Los ojos azules de su padre se movieron hacia el suelo, y Jimin resopló. Por supuesto, no era la única
razón.

—Ya que lo mencionas, necesito hablar contigo sobre algunas cosas de la próxima campaña.

Antes de que Jimin pudiera preguntar por alguna explicación, la puerta de su habitación crujió
abriéndose para acomodar el gran cuerpo de Yoongi. La mirada de Jimin arrastrada hacia él casi contra
su voluntad. Yoongi frunció el ceño hacia Jimin, y él sintió otra pieza de sí mismo morir. Ahora, el pecho
le dolía por dos razones: el abuso de su padre y la desaprobación de Yoongi. No sabía cuál de las dos era
peor. Pero Jimin suponía que realmente no importaba. Yoongi y él no eran nada.

Cuando el senador notó a Yoongi allí parado, escudó a Jimin con su cuerpo como si Yoongi ya no lo
hubiese visto con la suficiente cantidad de maquillaje para hacer que una drag queen se pusiera celosa.
—Lávate el maldito rostro y encuéntrate con nosotros en la sala cuando estés presentable.

Jimin esperó a que ambos se hubieran ido antes de lanzar la toalla a través de la habitación y alcanzó las
toallas desmaquillantes en el primer cajón de su tocador. Mientras borraba horas de su trabajo en
cuestión de minutos, se concentró en entumecerse a sí mismo. Si a él no le importara, su padre no
tendría poder sobre él ni tampoco Yoongi. Al menos, eso fue lo que se dijo a sí mismo. Estaba cansado
de sentirse en nervios crudos todo el tiempo.

Cuando tenía el rostro limpio de nuevo, se puso un par de pantalones blanco y un suéter de mangas
largas y rayas color azul y blanco. Su mano estaba en el picaporte cuando su teléfono gorjeó desde el
suelo.

Lo levantó, arrugando el ceño ante la alerta de mensaje de texto desde un número de teléfono de otro
estado. Había una sola línea, pero su corazón dio un vuelco en su pecho de todas maneras.

Pienso que te veías sexy.


Dejó la habitación con el pequeño indicio de una sonrisa en su rostro. Dos oficiales con ropas simples
estaban de pie en la cocina con su padre. Yoongi también estaba allí, a un lado, los brazos cruzados
sobre su pecho, como un centinela. Se veía que estaba intentando todo lo posible para parecer invisible,
pero Jimin podía sentir sus ojos en él como una caricia. Hizo mucho más sencillo sonreír y hablar un
poco con los oficiales antes de que removieran el artilugio de su pierna.

Una vez su padre se tomó el tiempo suficiente como para besar los traseros de los diputados y pedir sus
votos en noviembre, los acompañó hasta la puerta. Una vez estuvo cerrada, la naturaleza afable de su
padre y la sonrisa de viejo chico bueno se deslizó fuera de su rostro como cera derretida, dejando
solamente una mueca de disgusto. —Podrías haberme costado las elecciones justo ahora, muchacho.

Jimin resistió la urgencia de frotarse el sitio donde su padre le había dado un puñetazo. Se negaba a
disculparse. — ¿Dijiste que querías hablar sobre la campaña?

Por un momento, parecía que su padre no estaba listo para dejarlo ir, pero entonces suspiró y alcanzó el
bolsillo de su traje. —Este es el itinerario de todos mis discursos y cenas de estado. Mi asesor de
campaña dijo que se veía sospechoso que no hubieses estado en ninguna recaudación de fondos, y
bastante gente ha comentado tu ausencia.

Jimin encontraba eso difícil de creer. Nadie nunca parecía tomar en cuenta su asistencia. —Bien.

La mejilla de su padre tembló en una mueca burlesca. —Cada evento con una estrella al lado es un
evento familiar. Estarás disponible —Se giró hacia Yoongi, apuntando con un dedo en su dirección —. Te
harás cargo de que se presente y que vista y se comporte apropiadamente todo el tiempo. ¿Fui claro?

—Completamente —Yoongi gruñó.

Jimin quería vomitar. Fue una cena de recaudación de fondos la que inició los eventos que lo llevaron a
su accidente de automóvil esa noche. El incidente con el mesero de catering en el baño. Odiaba esas
cenas. Era todo sobre sacudir manos y besar a damas viejas mientras ellas le rogaban que las dejaran
emparejarlo con sus nietas. No quería hacer más esa mierda. No podía. —No creo que me quieras
alrededor, papá. ¿Qué pasa si hago algo super gay?

Su padre lo apresó de la parte de atrás del cuello, arrastrándolo hacia adelante hasta que las frentes de
ambos se tocaron y Jimin podía oler el café en la respiración de su padre. —Park Jimin, te presentarás
cuando te diga y harás lo que yo te digo o te juro, que el siguiente programa en que entres hará que
L.O.G parezca el maldito Disney. ¿Me estás entendiendo?

Algo muy profundo dentro de Jimin se marchitó, pero expuso sus dientes en una sonrisa demencial. —
Por supuesto, seguro, papá. Lo que tú digas.

Cuando su padre lo soltó, Jimin miró hacia Yoongi por encima del hombro del hombre. Cada vena en el
brazo de Yoongi se marcaba debajo de su piel, y apretaba la mandíbula tan fuerte que Jimin se preocupó
que pudiera hacerse daño a sí mismo.

—Las cosas serían mucho más sencillas si aprendieras a hacer lo que te dicen y te detuvieras con toda
esta tontería de llamar la atención —Murmuró su padre.

—Claro, papá —Jimin no tenía la fuerza hoy para pelear con él —. Necesito prepararme. Jisoo y yo nos
encontraremos para un almuerzo tardío —Mintió.
Su padre infló el pecho, como un pájaro acicalado, dándole un resoplido desdeñoso —Necesito volver a
la oficina, de todas formas.

Una vez se fue, Jimin cerró la puerta y se recostó de ella en caso de que su padre intentara regresar.
Cuando estaba seguro que el hombre se había ido, dirigió una mirada en dirección a Yoongi, y
finalmente se metió en su habitación y cerró la puerta.

Estaba equivocado. El jodido apartamento no era su prisión, su familia lo era. Mientras su padre
estuviera con vida, Jimin jamás sería libre. El pensamiento lo tuvo gateando hasta su cama y empujando
las sábanas sobre su cabeza. Solo necesitaba dormir.

Se preocuparía por todo lo demás en la mañana.

Trece

Yoongi

—Te lo estoy diciendo, Hoseok, es una mala idea ¿Tener a Jimin en las conferencias y cenas de
recaudación de fondos de su padre? Es una receta para el desastre. Ese niño se va a romper.

Hoseok apoyó sus brazos en el escritorio, sus dedos se juntaron al frente de su barbilla. — ¿El niño se va
a romper? Eres tú quien se ve demasiado herido, hermano.

No estaba equivocado. Yoongi estaba a punto de romperse, tenía los hombros tensos, su mandíbula
doliendo por sus dientes apretados. Necesitaba una salida. Algo más que golpear un saco pesado o
hacer pesas con kilos adicionales. Si Jimin realmente hubiera pertenecido a Yoongi, en todos los sentidos
de la palabra, Yoongi habría vertido toda esta energía y rabia follando a Jimin, desarmándolo y
recomponiéndolo, usándolo una y otra vez hasta que ambos estuvieran tan exhaustos como para pensar
en el desastre en que se habían convertido sus vidas.

Pero él lo había terminado... porque era lo correcto por hacer, era lo inteligente por hacer. Necesario.
Necesitaba terminar este trabajo; su hermana lo necesitaba para terminar este trabajo. Pero todo en
Yoongi gritaba que Jimin lo necesitaba más. Por supuesto, eso podría ser sólo su polla hablando. Él
jodidamente ya no lo sabía.

—Él lo lastimó— dijo finalmente, sin dejar de caminar a lo largo de la oficina de Hoseok. Eso captó la
atención de su amigo. — ¿Lo lastimó físicamente? ¿Viste eso?

Yoongi dio una única sacudida de cabeza. —No, no lo vi, pero lo podría decir. Es abusivo. El tipo me dio
carta blanca para quitarle lo gay a su hijo, no es un salto real pensar que le pondría las manos encima.

Hoseok dio un profundo suspiro, pellizcándose el puente de la nariz entre el pulgar y el índice.

—Yoongi...

—No me digas que no es asunto mío, Hoseok. No voy a quedarme parado allí y ver cómo el maldito lo
lastima— ladró Yoongi.

La cabeza de Hoseok se levantó de golpe. — ¿Crees que te diría que ignores algo como eso? ¿Soy esa
clase de chico? Entré en este negocio para ayudar a las personas, para protegerlas. Pero tienes que
tener cuidado.
—Cuidado— repitió Yoongi.

—Sí, cuidado. Ese hombre es un senador estatal. Sí, es un hijo de perra y sí, la mayoría de la gente lo
detesta, pero tiene alcance. Estamos en un estado muy rojo. Él podría complicar mucho tu vida y la
mía… no importa lo que él podría hacerle a su hijo. Si crees que te estás involucrando demasiado en
esto, te buscaré otro cliente, uno al que seas menos probable de apegarse. Créeme, tengo muchos de
esos.

Eso hizo que Yoongi se detuviera de pronto. No estaba renunciando a Jimin. No podía confiar en que
otro guardia lo fuese a entender, que fuese a saber lo que necesitaba. Eso no estaba pasando. —De
ninguna manera—, gruñó, golpeando sus manos en el escritorio.

La ceja de Hoseok se arqueó. —Toma asiento.

Yoongi quería decirle que se fuera a la mierda, él había sido el líder del batallón de este chico, pero en
cambio, simplemente se dejó caer en la silla antes de pasarse las manos por la cara. —Este muchacho ha
pasado por suficiente. Su padre es un imbécil controlador abusivo. Sólo tiene una amiga de verdad—.
Quién me odia, añadió silenciosamente Yoongi, sin estar seguro de por qué eso importaba. —Está solo y
deprimido. No sé si es lo suficientemente fuerte para manejar estos eventos y mantener la calma.

—Ese no es nuestro llamado.

— ¿No puedes decirle al senador que será una pesadilla logística tratar de mantenerlos a él y a Jimin
seguros en estas funciones?

Hoseok resopló una carcajada. —Él no es el jodido presidente. Es un idiota, pero nadie lo está
activamente apuntando. Excepto quizás tú— añadió, dándole a Yoongi una mirada mordaz.

— ¿Entonces qué hago?

— ¿Qué puedes hacer? LCEM, hermano.

Lidia con esa mierda. Le había dicho eso a sus hombres cientos de veces. Deja de quejarte y ten el
trabajo hecho. Se clavó los pulgares en los ojos hasta que manchas de color atravesaron sus párpados.
—Tienes razón. Pero, hombre, por la tumba de mi madre, en el momento en que renuncie, voy a acabar
con ese hijo de puta. No me importa si voy a la cárcel.

—Y ese día, estaré allí con el dinero de la fianza y un buen abogado... hasta entonces, adáptate y
supéralo, marín.

Yoongi asintió. — Necesito regresar. No sirve dejar al niño solo durante tanto tiempo.

Su mano estaba en el pomo de la puerta cuando Hoseok habló una última vez. — Lo que sea que estés
haciendo con ese chico… asegúrate de que no te atrapen con la polla fuera, por nuestro bien.

—No hay nada pasando.

—Mierda.

La cara de Yoongi se sonrojó. —Lo terminé. Le dije que no podíamos. Se acabó.

—Uh-huh. Si tú lo dices.
Yoongi no se molestó en discutir, simplemente abrió la puerta de una sacudida y se fue. Realmente
quería volver con Jimin. Había estado en su habitación por horas, desde que su padre había dejado caer
la bomba sobre la campaña en su cabeza. La historia había demostrado que dejar a Jimin solo con sus
pensamientos durante demasiado tiempo nunca terminaba bien para nadie. Técnicamente, él nunca
debería dejar a Jimin solo, pero Yoongi había necesitado hablar con Hoseok antes de que cometiera un
crimen contra un miembro del Congreso.

Llamó a su hermana en el Uber en el camino de regreso al penthouse, pero ella no respondió, así que le
dejó un mensaje y respondió a algunos correos electrónicos olvidados, en su mayoría viejos amigos de la
Marina felicitándolo por su nueva vida civil. Antes de retirarse, había esperado salir y no volver a ver
otro jodido desierto nunca más, pero ahora, no estaba seguro de poder adaptarse alguna vez a este
mundo o si él incluso quisiera hacerlo.

Yoongi debería haberse dado cuenta de que algo andaba mal cuando se cruzó en el vestíbulo con una
chica usando un vestido de cóctel y un flotador de piscina con forma de flamenco, pero su mente estaba
en el triste chico que actualmente se encontraba deprimido en el penthouse. Sólo cuando dicha chica lo
siguió al ascensor, él miró hacia arriba y frunció el ceño. Ella sonrió con demasiados dientes y saludó
maniáticamente. No estaba sola. Una chica con un vestido tan corto que parecía que lo hubiese
confeccionado con cinturones de hombre estaba junto a un tipo con delineador de ojos, un sombrero de
copa rojo y un par de pantalones ceñidos de cuero negro que hacían que las bolas de Yoongi dolieran
con simpatía.

Yoongi frunció el ceño —Este es un ascensor privado. Sólo para el penthouse

—Duh. Jimin organiza las fiestas más locas ¡Estamos tan emocionados de que esté de vuelta!

Yoongi podía sentir el esmalte de sus dientes erosionando mientras apretaba la mandíbula hasta que
ésta, estalló en protesta. Demasiado para su triste chico deprimido. Jimin se había disparado directo al
modo de autodestrucción. Yoongi miró a su reloj. Sólo se había ido un poco más de dos horas. Nadie
podía organizar una fiesta así de rápido.

Cuando todos salieron del ascensor, Yoongi se detuvo en seco. Esta definitivamente era una fiesta. Las
puertas dobles del penthouse estaban abiertas de par en par y un descomunal bajo vibraba al compás
de destellantes luces estroboscópicas desde algún lugar en las esquinas de la sala de estar. Cuerpos
aplastados juntos en la cocina, y en el patio chicas en topless corrían alrededor de la piscina, gritando y
riendo. Parejas en plena follada en el sofá, en el que había bebido su café no hacía doce horas atrás.

Yoongi era demasiado mayor para esta mierda. La vena de su sien latía con el ritmo de la música. No
quería nada más en el mundo que ir a buscar la fuente del ruido al que llamaban música y matarla. La
chica en el flotador de la piscina de flamenco dio pequeños pasitos con sus tacones demasiado altos,
casi cayendo sobre el regazo de la otra chica. Ella quitó la tapa de un tazón en el medio de la mesa de
café y dio un chillido maravillado. —Oh, regalitos.

Yoongi caminó hacia la mesa. Dentro del tazón había pastillas de cada inimaginable forma, tamaño y
color. La chica tomó dos o tres sin mirar y las dejó caer dentro de su boca, tragándolas con una taza que
encontró en la mesa junto al tazón. El cable dentro de él finalmente se rompió.
Merodeó la fiesta hasta que encontró la fuente de la música, un tipo con dos tocadiscos escondidos en
el rincón más oscuro del patio. —Se acabó la fiesta— gritó cuando el DJ levantó un auricular.

—Vete a la mierda, hombre. Recién estamos comenzando.

Yoongi no tenía tiempo para esto. Se levantó la sudadera mostrando la Glock enfundada en su cadera.
—La fiesta. Acabó.

Los ojos del tipo se agrandaron y levantó las manos en señal de rendición. Los oídos de Yoongi
resonaron en el repentino silencio cuando cien cuerpos se congelaron a la vez, mirando alrededor en
confusión. Yoongi caminó de regreso donde la chica-flamenco.

— ¿Dónde está Jimin?—preguntó.

—Creo que fue a su habitación con alguna chica.

¿Alguna chica?

—Necesitas tomar a tus amigos y a tus pastillas y jodidamente salir de aquí ahora.

Ella se burló. — ¿Quién eres tú, siquiera? Como, no eres su padre... ¿Lo eres?

Yoongi puso los ojos en blanco. —Soy un policía y estoy aquí para terminar esta fiesta. ¿Necesito
mostrarte mi placa? Porque te acabo de ver sacar un puñado de pastillas de un tazón y tomarlas.

Afortunadamente, ella no refutó el engaño de Yoongi. —Bien.

Ella se paró encima de la mesa y agitó las manos. —La fiesta está cancelada. El abuelo aquí es un jodido
soplón.

Yoongi observó mientras la gente comenzaba a murmurar para sí mismos como si no estuviera seguro
de si ella estaba diciendo la verdad o no. Yoongi levantó la pretina de su sudadera una vez más,
queriendo este fiasco terminado antes de que alguien llamara a verdaderos policías y un escándalo
estallara.

Las cosas se movieron rápidamente después de eso, la gente saliendo en fila hasta que todo lo que
quedó atrás fueron los típicos restos de comida y tazas medio vacías después de una fiesta. Si Yoongi no
mataba a Jimin, Lissa lo haría. Cuando la última persona se fue, llamó a la recepción y les informó que la
fiesta había terminado y que nadie más estaba permitido de usar el ascensor privado. Luego fue a
buscar a Jimin. El dormitorio de Jimin estaba oscuro y vacío. Él frunció el ceño. Quizás la chica del
flotador de piscina estaba equivocada, quizás Jimin estaba en otro dormitorio. Estaba a punto de irse
cuando escuchó un dolorido siseo desde el baño y una chica canturreando: —Eso es, bebé. Se siente
bien, ¿eh?

La puerta del baño estaba casi cerrada, pero una luz tenue vacilaba en el reflejo del espejo. Su estómago
se revolvió, preparándose para lo que sea que Jimin y esta chica estuvieran haciendo para pasar el
tiempo. Empujó la puerta de par en par, frunciendo el ceño ante lo que vio. Jimin estaba acostado en la
gran bañera vacía en solo sus jeans desabrochados. La chica —mujer, en realidad— estaba sentada en el
borde de la bañera detrás de su cabeza, desnuda salvo por un par de bragas negras. La mirada de Yoongi
se arrastró hacia el enorme moretón sobre el diafragma de Jimin, pero se obligó a dejarlo ir, por ahora.
Los ojos de Jimin estaban vidriosos, sus pupilas tan hinchadas que sus ojos verde pálido parecían negros
en la tenue luz. Sostenía los remanentes de un porro en una mano, pero fue lo que la chica tenía en la
mano lo que tuvo a las tripas de Yoongi retorciéndose. La hoja de afeitar apretada entre sus largas uñas
negras todavía goteaba sangre, la sangre de Jimin, a juzgar por las manchas marrones en su cuello y
hombro. Jesucristo.

—Tú. Ponte la ropa y lárgate. Ahora.

— ¿Quién mierda eres tú? — preguntó la chica, su mirada moviéndose rápidamente entre él y Jimin. Ella
estaba claramente en algo también, pero la única preocupación de Yoongi era Jimin.

—El tipo que va a hacer que te arresten por asalto si no te pones tu maldita ropa y jodidamente te largas
de aquí— dijo, su voz un bajo retumbo mientras trataba de controlar la adrenalina corriendo por su
sistema diciéndole que levante a la chica y la tire por la puerta.

Jimin rio disimuladamente, su cabeza colgando sobre sus hombros. — ¡G.I Joe!— exclamó en una voz
lejana. —Justo estaba pensando en ti.

La chica empujó a Jimin en su intento de apresurarse a hacer lo que Yoongi dijo, dejando caer la hoja de
afeitar en la bañera mientras agarraba la tela roja que Yoongi asumió era un vestido sobre sus pechos
demasiado inflados. —Sólo para que lo sepas, él me pidió que lo cortara. Sé lo que estoy haciendo
¿Preferirías que lo hiciera él mismo? Así es como suceden los accidentes.

—Vete— casi rugió Yoongi, apuntando la puerta.

Cuando finalmente escuchó cerrarse la puerta principal, se volvió hacia Jimin. — ¿Qué diablos te has
hecho a ti mismo?

— ¿Qué te importa? —preguntó, luego se rio antes de tomar otra larga calada del porro en su mano.

A Yoongi le importaba. Demasiado. Y eso iba a arruinar la vida de ambos.

Alcanzó el botiquín de medicamentos, buscando algo para desinfectar las heridas. Se sintió tanto
aliviado como alarmado cuando encontró todo lo que necesitaba. Se deshizo de la hoja de afeitar
ensangrentada junto a la cadera de Jimin.

—Ponte derecho.

Catorce

Jimin

Jimin quería cumplir con las órdenes de Yoongi -siempre quería hacer lo que Daddy le dijera-, pero sus
huesos se habían evaporado y cada vez que intentaba moverse, sus extremidades se negaban a
cooperar. — ¿Qué me está pasando? — preguntó, desconcertado mientras trataba de sentarse de
nuevo.

— ¿Qué te tomaste? —Preguntó Yoongi, empujando a Jimin hacia adelante y sentándose detrás de él
donde Cherry había estado sentada momentos antes... ¿O había sido Ginger?

Era el nombre de algo que Jimin odiaba comer. El pensamiento le hizo soltar una risita.
—Jimin ¿Qué te tomaste?

La pregunta tersa de Yoongi tenía a Jimin tratando de despejar su mente de las telarañas que estaban
envolviendo su mente. Echó su cabeza hacia atrás hasta que descansó sobre el muslo de Yoongi y miró
el rostro perfecto de Yoongi. —Una pastilla color rosa brillante y una azul muy pequeñita—. Pinchando
los dedos juntos para mostrar el tamaño aproximado de la píldora. Pensando que si Yoongi supiera que
tan pequeña era estaría en menos problemas. El corazón de Jimin se disparó ante la expresión de
Yoongi. —Estás enfadado conmigo. Tu rostro está todo fruncido ¿Por qué te ves tan sexy así? ¿Por qué
estás tan sexy todo el tiempo? Quiero sólo tocarte todo el tiempo—. Trató una vez más de levantar los
brazos para tocar a Yoongi... para demostrarle que hablaba en serio. Cuando aún se negaban a cooperar,
comenzó a preocuparse. —Ahora ya no puedo tocarte en absoluto. Creo que la pastilla azul se robó mis
brazos. Lucía un poco sos-sospech-sos… lucía como una pastilla azul mala.

Una sonrisa renuente se asomó por la boca de Yoongi, risas pequeñas se le escaparon, y el corazón de
Jimin sintió como si fuera a flotar fuera de su pecho. Sintió la abrumadora necesidad de aplastar su
rostro contra el de Yoongi para poder sentir la rudeza y el ardor de la oscura barba de su
impecablemente cincelada mandíbula contra la suya. —Me gusta cuando te ríes. Tienes buenos dientes.
Derechos. Blancos. Brillantes. Como Chiclets.

Yoongi ignoró las divagaciones de Jimin, moviendo una vez más a Jimin donde lo quería. De repente se
encontró a sí mismo mirando las baldosas blancas del baño mientras su hombro se incendiaba. Se quejó,
pero fue Yoongi quién maldijo en voz baja. —Mierda, bebé ¿Qué te hiciste?

El corazón de Jimin se hundió en su estómago. Yoongi estaba enojado con él otra vez. Odiaba eso. —Lo
siento—. Susurró.

Yoongi no dijo nada y Jimin no tuvo más remedio que quedarse quieto mientras Yoongi curaba sus
heridas. Se iba y venía, su cerebro cálido y confuso mientras flotaba en las estrellas, lejos de toda la
mierda que le esperaba en la Tierra. Sólo se obligó a abrir sus pesados párpados cuando las manos de
Yoongi se hundieron en sus axilas, tirándolo de pie antes de balancearlo en sus brazos como si fuera
Whitney Houston y Yoongi fuera Kevin Costner en The Bodyguard. Habría sido un momento para
derretirse si todo el cuerpo de Jimin no se sintiera ya débil.

Debió haber dicho eso en voz alta porque Yoongi resopló. —Uno: eres demasiado joven para entender
esa referencia y dos: Whitney murió en su bañera por una sobredosis, así que mejor no nos fijemos en
ninguna similitud dado tu estado actual de intoxicación ¿Eh?

—Dices demasiadas palabras—. Murmuró Jimin, cerrando los párpados. Gimió cuando su cuerpo se
conectó con la fría suavidad de sus sábanas de algodón egipcio. Jimin descubrió que sus caderas
funcionaban bien cuando Yoongi le bajó los jeans y la ropa interior. Se arqueó para ayudar con el
proceso, y la sensación de las manos de Yoongi sobre su piel desnuda lo hizo gemir.

Yoongi lo cubrió con el edredón, pero Jimin lo pateó como un niño pequeño. —No. Hace mucho calor.

Cuando Yoongi no dijo nada, Jimin abrió un poco los párpados. La presión se acumuló en su pecho, en
ese lugar donde su padre lo había golpeado, cuando vio a Yoongi caminando hacia la puerta del
dormitorio. No pudo detener que las palabras salieran de sus labios. —No te puedes ir. Tienes que
traerme agua y naranjas. Me tienes que cuidar.
Yoongi se giró y la mirada exasperada en sus ojos hizo que Jimin se sintiera pequeño, pero las palabras
de Yoongi calmaron los bordes irregulares de su ansiedad. —No te estoy dejando. Sólo me voy a cambiar
la ropa. Y a traerte un poco de agua y tal vez incluso algunas naranjas—. Su voz se volvió severa. —No
podría dejarte, aunque quisiera porque no sé qué veneno está fluyendo por tus venas o si tendré que
llevarte a la sala de emergencias para que te bombeen el estómago más tarde.

A Jimin no le importó nada de lo que dijo Yoongi después del “No te voy a dejar”, pero la presión en su
pecho no disminuyó hasta que Yoongi se deslizó en la cama, lo tomó en sus brazos y sostuvo la botella
de agua en sus labios. Jimin se lo tragó todo. No se dio cuenta de lo sediento que había estado. Se comió
la fruta que le había traído Yoongi -rebanadas de manzana esta vez- sin protestar.

Cuando Yoongi lo acostó, Jimin se puso en posición de la cuchara pequeña, acurrucado contra el cuerpo
sólido de Yoongi, notando que Yoongi ahora vestía una camiseta de algodón y unas sudaderas suaves
que se sentían bien contra la piel sobrecalentada de Jimin. Encajaban como las piezas de un
rompecabezas. Si Jimin no estuviera tan drogado, podría haberse sentido extraño acostado desnudo en
los brazos de Yoongi mientras este estaba completamente vestido. En cambio, esto sólo lo excitó, o lo
habría hecho si las drogas no le hubieran robado la capacidad de ponerse duro. El brazo de Yoongi
envuelto alrededor de la cintura de Jimin, su pulgar acariciando círculos en la piel suave debajo del
ombligo de Jimin, haciéndolo temblar.

No eran nada. Nunca serían nada. Se dijo a sí mismo esto una y otra vez mientras yacían en la oscuridad.
Pero cuando los labios de Yoongi rozaron su cuello, Jimin inclinó la cabeza para darle un mejor acceso.

—No puedes seguir haciéndote esto—. Advirtió Yoongi, presionando las palabras en la piel de Jimin
como un hechizo que podría hacerse realidad de alguna manera.

Pero Jimin lo sabía mejor que nadie.

—Claro que puedo. Lo he estado haciendo toda mi vida—. Le aseguró.

—Toda tu vida—. Murmuró Yoongi. —Tienes veintidós. Tu vida ni siquiera ha empezado todavía.

Las lágrimas brotaron de los ojos de Jimin de la nada, con la garganta apretada. —Mi vida terminó
cuando tenía seis años y mi hermano mayor, Chanyeol, murió. Si hubiera vivido, habría sido el heredero
que exige mi padre y yo podría haberme escapado. Mi padre nunca me hubiera buscado.

Los brazos de Yoongi se apretaron alrededor de él, presionando suaves besos contra su hombro
vendado.

—Odio a mi hermano—. Confesó Jimin en un susurro. —Soy un monstruo ¿Verdad? ¿O sea quién odia a
un niño de ocho años por tener cáncer y morir? Yo. Yo lo hago. Jodidamente escapó. Se fue—. Tenía que
dejar de hablar, pero no podía. El pánico se apoderó de él. Si no pronunciaba las palabras, estaba seguro
de que se iba a ahogar con ellas. —La noche que me arrestaron... ¿Sabes lo que dijo mi papá?

La mano de Yoongi se aplanó sobre el hematoma que le había dejado su padre. — Jimin, no.

— ¿No qué? ¿Decir la verdad? No lo entiendes. El no hablar es la razón por la que la gente de mi familia
es como es. Mi madre todavía susurra la palabra cáncer como si fuera una maldición y se aferra a sus
perlas cada vez que alguien menciona el aborto, la inmigración o la violación. Cualquier cosa que se
entrometa en su perfecto palacio de privilegios—. Lágrimas calientes rodaron por sus mejillas, pero sus
brazos enjaulados hicieron imposible limpiarlas. Jimin sollozó. —Él dijo: “No puedo creer que hayas
sobrevivido tú."

Yoongi se movió, tirando de Jimin hasta que encontró su rostro escondido debajo de la barbilla de
Yoongi. Un crudo lamento se escapó de sus labios y luego otro. No pudo parar. Enterró su rostro contra
el pecho de Yoongi para ocultar su feo rostro de llanto. Pero no se podía ocultar la forma en que su
cuerpo temblaba o los mocos y las lágrimas que corrían por toda la camiseta de Yoongi. Le susurró
palabras sobre el cabello de Jimin, pero no tenía idea de lo que decía. No le importó. Sólo quería los
brazos de Yoongi y el calor de su cuerpo y sentirse como si a una persona en todo el puto mundo le
importara un carajo si vivía o moría ¿No merecía siquiera sólo uno?

Algún tiempo después, abrió sus ojos ardientes, tenía la garganta en carne viva y la nariz tapada. —
¿Sabes por qué lo dijo? —pudo decir, sin estar seguro de por qué necesitaba que Yoongi supiera esta
parte.

— ¿Qué? —preguntó Yoongi, con la voz empapada.

— ¿Sabes por qué dijo que no podía creer que yo fuera el que había sobrevivido?

—No—. Susurró Yoongi, el brazo alrededor de los hombros de Jimin se tensó casi como si Yoongi no
supiera lo que estaba haciendo.

—Porque me atrapó dándole una mamada al camarero en su cena benéfica—. Yoongi no reaccionó, no
dijo una palabra. Jimin soltó una carcajada sin humor. —Mi papá se puso francamente bíblico
llamándome de todo, desde una puta hasta un sodomita, pero lo gracioso es que soy virgen en la
definición más verdadera de la palabra—. Eso obtuvo una reacción. El cuerpo de Yoongi se puso rígido
debajo de él. —No lo viste venir ¿Verdad?

—No—. Dijo Yoongi, con voz tensa

—No es por falta de intentos. No tengo ningún interés en ser el activo, pero gracias a mi padre, cada vez
que un chico intenta tocarme allí, mi cuerpo se bloquea. Es como ese campamento... esas personas ...
reconfiguraron mi cerebro, sabotearon mi cuerpo ... han pasado cuatro años pero en el momento en
que un tipo me toca estoy ahí de regreso con esa aguja en mi brazo y esos dedos y... y simplemente no
puedo salir de mi cabeza lo suficiente como para estar con alguien de esa manera.

La mano de Yoongi trazó suaves círculos en su espalda. —Es como si pudiera ser otra persona... incluso
si pudiera alejarme de mi padre y de este ático tóxico y tener una vida normal ... nunca seré normal, no
de una manera real.

—No eres... anormal. El sexo con penetración no es la única forma de tener sexo, no es la única forma
de tener intimidad con alguien.

Jimin resopló. —Eso lo sé, pero lo quiero, y ellos me lo quitaron.

—No lo sabes. Sólo necesitas estar con alguien que sea paciente, alguien que se tome el tiempo para
ayudar a relajarte, alguien en quien confíes.

—Yo quería eso contigo. Confío en ti—. Confesó Jimin.


La mano de Yoongi apretó el cabello de Jimin, reclamando su boca en un beso caliente con la boca
abierta que hizo que Jimin gimiera, sus manos estaban aferradas a los hombros de Yoongi cuando este
lo soltó. —No puedes decir esas cosas—. Gruñó Yoongi antes de darle otro fuerte beso en los labios.

Esa estúpida pastilla azul tenía que haber sido un suero de la verdad porque no parecía poder dejar de
confesarlo todo, incluso cuando Yoongi nunca le había preguntado y probablemente nunca habría
querido saber. Ese pensamiento hizo que el corazón de Jimin se encogiera en su pecho. Agachó la
cabeza una vez más, inhalando el aroma de Yoongi como si de alguna manera pudiera memorizarlo. —
Quiero dormir—. Murmuró. —Quédate conmigo, Daddy.

—No me voy a ningún lado, niño. Te lo prometo. Duérmete.

Quince

Yoongi

— ¡Oye, jodido nugget!

Dado que la pequeña amiga alegre de Jimin — ¿Janni? ¿Ginna?— fruncía el ceño en su dirección, Yoongi
asumió que él era el jodido nugget al que se refería. Tomó un sorbo de su café negro, soltando un
suspiro mental antes de bajar la tasa. Él esperaba una o dos horas de paz y rayos del sol antes de tener
que lidiar con toda la caída emocional de Jimin la noche anterior, pero parecía que el universo todavía
conspiraba en su contra.

Yoongi observó mientras la amiga del chico caminaba hacia él con un pequeño bolso debajo del brazo,
como una chica en una misión. Su extraño pantalón rayado de piernas anchas hinchándose tras ella, de
alguna manera impedía su progreso, arruinando el acto de chica dura que ella intentaba transmitir.

Él se levantó mientras ella se acercaba, esperando que sus uno noventa y dos de estatura la hicieran
dudar. No funcionó. Ella echó la cabeza hacia atrás, sus ojos azules llenos de furia, justiciera y sus labios
rojo brillante se estiraron en un gruñido.

Alzó las cejas ante su expresión asesina, y dio un paso atrás con voz firme. —Totalmente francos, Barbie
Malibú. Si me das un puño en la cara de nuevo, te tiraré a la piscina.

Ella entrecerró los ojos. — ¿Golpearte en la cara? estoy a dos segundos de meterte mi Taser por el culo.

Jimin emergió desde dentro usando solamente unos pantalones cortos de basketball y nada más. Yoongi
olvidó brevemente a la chica que lo estaba amenazando con violarlo con un Taser, tratando de evaluar si
Jimin estaba bien. Su rostro estaba hinchado, y su cabello parecía un nido de ratas. El moretón de su
padre estaba ahora del tamaño de una berenjena, y la venda que Yoongi le había asegurado sobre el
hombro se curvaba al final. Aparte de eso, se veía bien —Exhausto y quizás un poco dolido, pero bien.
De alguna forma, eso lo hacía peor. ¿Cuántas noches como esa había tenido Jimin?

—Jisoo... —Jimin comenzó, pero ella le hizo un gesto para que se callara, sin apartar los ojos de Yoongi.

—Mira, conozco que al senador mierda le gusta contratar matones como tú que hagan el trabajo sucio
por él. Machos alfa que creen que es gracioso empujar a Jimin bajo el pretexto de endurecerlo… ¡Pero
no en mi guardia! Te mataré, y mi familia tiene el dinero suficiente para que salga invicta de un
asesinato o dos, así que no me pruebes —Ella enfatizó sus palabras al empujar sus uñas demasiado
afiladas contra su pecho —. ¿Lo entiendes, entrepierna de comadreja?

—Tus insultos son terribles. Solo estás juntando dos palabras sin relación —Yoongi observó —, pero tus
amenazas son persuasivas —Añadió a regañadientes —. Innecesarias pero persuasivas.

—Hablo enserio. Puede que sea pequeña, pero voy a joderte.

— ¡Jisoo! Detente —Ella se giró hacia Jimin, como si él fuera el siguiente en su paliza verbal, pero esta
vez, Jimin le dio una palmada sobre la boca —. Él no me hizo daño. No lo hizo. Ahora, detente.

¡Jisoo! Ese era su nombre. La mirada de Jisoo se dirigió de Yoongi a Jimin y de regreso, sus manos
cayendo a ambos lados y los hombros desinflándose. Jimin quitó la mano.

— ¿Qué pasó? —Ella preguntó finalmente —. Y lo sabré si me mientes.

Jimin se frotó la parte de atrás del cuello. —Mi papá, eso fue lo que pasó. Me atrapó usando maquillaje
cuando los policías vinieron a quitarme el monitor. Estaba molesto porque casi lo avergoncé.

El rostro de Jisoo se tornó tan rojo como su labial, y su furia hizo que a Yoongi le agradara un poco más.
—Si el karma existe en este mundo, tu padre tendrá su rostro violado por una sierra eléctrica —Ella juró.

—Si dios quiere —Murmuró Yoongi.

La mirada de Jisoo se desvió hacia la vena en el hombro de Jimin. — ¿Te lastimó en el hombro también?

Jimin miró una vez más hacia Yoongi. La desesperación del chico tuvo a Yoongi queriendo echarse la
culpa solo para evitarle a Jimin tener que explicarse. Pero no era su historia para contar. Lo que
decidiera Jimin para decirle a Jisoo, verdad o mentira, Yoongi juraría sobre eso.

—Ginger.

Las fosas nasales de la chica llamearon, y antes de que Yoongi pudiera detenerla, alcanzó y arrancó la
venda del hombro de Jimin.

— ¡Ow!

— ¿Dejaste que esa escoria drogadicta te cortara? ¿De nuevo? —Ella chilló.

¿De nuevo? la palabra rebotó alrededor del cráneo de Yoongi. No había notado ninguna otra cicatriz en
Jimin, pero no había tenido la oportunidad de explorar su cuerpo a fondo como había querido. ¿Cuántas
veces había pasado antes? ¿Jimin lo haría de nuevo?

—Era una fiesta de píldoras. Tomé algo… me dañó la cabeza.

Jisoo descolgó su bolso de sobre el hombro y golpeó a Jimin con él para puntuar sus palabras. — ¿De
verdad eres tan estúpido? ¿Pero qué diablos, Jimin? Me prometiste que no harías esta mierda de nuevo.
Me lo jodidamente prometiste.

Yoongi esperó mucho más de lo que debería antes de arrancar el bolso de sus manos y firmemente
empujarla hacia abajo en una de las sillas del lounge. — Siéntate. Ya para de… hacer todo esto. Para de
sillar, para de golpear, solo… solo detente. Me estás dando migraña.
Jisoo cruzó sus brazos, fulminando a Jimin y a Yoongi con la mirada. Sus cejas repentinamente se
dispararon hacia la línea de su cabello, y sacudió la cabeza de nuevo hacia Jimin. — ¿Tu padre también
te hizo los moretones en el cuello? Si lo hizo, debiste haber llamado a la policía. Debe haber registro en
papel.

Jimin enrojeció hasta las puntas de las orejas, su mano volando hacia su garganta casi contra de su
voluntad. Casi como si lo estuviese recordando. Joder. Ahora, Yoongi lo recordaba también. Jimin debajo
de él, desnudo y rogando, mientras Yoongi lo masturbaba hasta el orgasmo, sus dedos flexionados
alrededor de la garganta de Jimin.

Jimin se lamió el labio inferior, su mirada caliente haciendo que Yoongi agradeciera llevar jeans, incluso
aunque su polla tuviese una imprenta permanente de su bragueta.

Yoongi intentó sacudir los pensamientos de su cabeza, dirigiendo su atención de regreso a la amiga
ruidosa de Jimin. Supo el momento exacto en el que Jisoo puso todas las piezas en su lugar, y ella tomó
una bocanada de aire, sus manos aplaudiendo con deleite. —Esperen… ¿Era alguna cosa sexual?
¿Ustedes están teniendo un rollo sexual?

—Oh, por dios, ¿podrías callarte? —Rogó Jimin, dando una mirada dentro de la casa, como si su padre
podría asecharlos desde algún lado, escuchando a escondidas.

—Sí lo es —Siseó antes de reír —. Eso es genial, pequeñas mierdas pervertidas.

—No es así. Para de decir eso.

Jisoo frunció las cejas. — ¿Cuál es el problema? Si alguien necesita follar, ese eres tú. Estás demasiado
tenso.

Jimin parecía rogar que un hueco se abriera y lo tragara entero.

—No es así.

— ¿No te ahorcó durante el sexo? Porque por la forma en que se estaban follando con los ojos y la
impresionante erección que los dos tienen después de la mención del respectivo ahogamiento me dice
que ustedes o son realmente kinky o unos psicópatas. Pero, si me dices que Yoongi te ahorcó por una
razón diferente, lo patearé en el trasero. Entonces, ¿cuál es, Boo?

Jimin dejó caer la mano. —No es tu problema.

Ella se burló. —Todo sobre ti es mi problema. ¿Por qué están actuando como si esto fuera la gran cosa?
Los dos son adultos.

—He estado sepultado en el armario por toda mi vida, y Yoongi trabaja para mi padre. Si alguien se
entera, arruinará nuestras vidas —Jimin confesó antes de llevarse una mano a la boca. Su mirada se
centró en Yoongi, las cejas fruncidas como si pensara que Yoongi se molestaría. No lo estaba, pero Jimin
se veía tan adorable, que Yoongi olvidó temporalmente que ellos no estaban solos y puso una mano en
el hombro de Jimin. El rostro de Jimin se relajó, aunque sus ojos seguían viéndose tristes.

Yoongi debió haber entrado en pánico por la confesión de Jimin, pero tener a Jisoo en el bucle hacía a
Jimin feliz, y ella era obviamente la defensora más fiera de él. Ella jamás haría algo para dañarlo. Jimin
odiaba los secretos, odiaba que nadie en su familia se hablara con los otros.
— ¿Cómo lo sabría tu papá? ¿Se lo vas a decir?

Yoongi ahora entendió por qué Jisoo era tan importante para Jimin. Ella no conocía algún pensamiento
que no lo dijera en voz alta, y arreglaba el universo para asegurarse que Jimin estaba bien. Yoongi no
podía pedir nada más que eso. Jisoo era quizás la única persona en la que Jimin podía contar.

Jisoo no había terminado de abogar por su caso. —Chicos, ustedes pasan el noventa por ciento del
tiempo solos. Lissa no va a decir nada. Y yo estoy segura que tampoco lo haré. La puerta de la entrada
está cerrada. Problema resuelto.

Esta vez, cuando Jimin miró hacia él, había un pequeño destello de esperanza, una pregunta silenciosa.
¿Podrían? ¿Podrían hacer que funcionara? Yoongi agitó la cabeza. —Tengo este único trabajo por los
siguientes cinco meses, y luego tengo que regresar a Orlando. Eso no es negociable.

Jisoo agitó las cejas. —Incluso mejor. Tengan un romance. Una aventura ardiente. Hacen películas sobre
cosas como esta. Chicos, tienen cinco meses para follarse el uno al otro hasta sacarlo de sus cerebros. La
oportunidad es, que para el tiempo que esos cinco meses terminen, los dos estarán listos para decir
adios. Usualmente yo si lo estoy.

—No es tan simple —Yoongi le aseguró a ella… y a sí mismo. No podía ser así de fácil.

Jisoo apartó con la mano su declaración. —Follar nunca es sencillo, pero casi siempre vale la pena.

—Sigue sin ser tu problema —Gruñó Jimin.

—Bien, como sea —Ella concedió —. De cualquier forma, pasé por aquí para decirte que seré tu cita
mañana para la estúpida cena de recaudación de fondos de tu padre.

— ¿Ya lo sabes? —Preguntó Jimin.

Una vez más, ella se burló. —Duh, Lissa le dijo a Rosé, quién le dijo a mi mamá, que me dijo a mí. Así
que, vine directamente a decirte que me reportaré mañana para la misión de barba.

—Mi papá te odia —Jimin le recordó.

—Sí, pero él odia más que seas gay. Así que, el hijo heterosexual que sale con la hija rica de una artista
liberal triunfa sobre el hijo gay que secretamente le gusta ser asfixiado y follado por su enorme y fornido
guardaespaldas. Él lo aceptará.

Jimin hizo una mueca. —Deja de decir eso.

—Mmm, no. Es obvio que quieren deshuesarse el uno al otro. Odio el subtexto y la insinuación. Solo
hazlo. Yo seré tu coartada. Dile a tu padre que venderá por completo la idea del playboy heterosexual si
yo soy tu novia falsa. Él estará tan molesto por que me escogiste, que ni siquiera notará que estás
jodiendote a Capitán América.

Yoongi debería de haber callado la conversación entera. Tener a Jisoo a bordo era útil pero no infalible.
Todavía era peligroso. Ellos todavía podían perderlo todo si alguien lo descubría. Además, Jimin no
estaba lo suficientemente estable para la clase de relación que Yoongi demandaba de los chicos con los
que jugaba. Yoongi no estaba seguro de que él tampoco fuera lo suficientemente estable, tampoco. Él
siempre insistía en una capa de protección — nada de apegos, solo escenas y cuidados posteriores, y
finalmente cada uno tomaba su camino. Los otros habían entendido el acuerdo. Pero Yoongi ya estaba
bastante apegado a Jimin. Ya le importaba. Aun así, contuvo su lengua. Quería a Jimin, y si Jimin estaba
dispuesto a tomar el riesgo, Yoongi sabía, bien adentro, que no sería capaz de decirle que no.

Jimin miraba el rostro de Yoongi, así que intentó mantener una expresión neutral. La decepción de Jimin
ante la falta de respuesta de Yoongi, fue obvia. Finalmente, le dijo a Jisoo. —No puedo pedirte que
hagas eso.

Ella resopló. — ¿Pedírmelo? Por favor, soy voluntaria. No eres realmente una celebridad hasta que
barbeaste con al menos un caso de armario, de todas formas. Lo considero otro recuadro a rellenar en
mi lista de “Camino a Hollywood”. De cualquier forma, Voy a intentar encontrar un apropiado vestido
inapropiado para la cena de tu padre mañana. Ustedes probablemente tienen un montón de cosas de
las que hablar.

Y entonces, ella se fue, dejándolos en el patio con una montaña de tensión entre ellos.

Dieciséis

Jimin

Las venas de Jimin vibraron como si alguien hubiese electrificado su sangre. No habló. No podía. ¿Qué
diablos se suponía que iba a decir? Jisoo había quitado el seguro de la granada y la arrojó a Jimin
mientras se alejaba. Pero Yoongi tenía que saber que Jimin lo deseaba, que deseaba esto… más que
nada. Él tenía que. Era Yoongi quién continuaba diciendo que no podía funcionar entre ellos, que era
demasiado riesgoso. Jimin había aceptado las palabras de Yoongi, pero ahora que Jisoo puso las cartas
sobre la mesa entre ellos, Jimin no podía recordar haber necesitado algo tanto como eso. Cinco meses
con Yoongi como su Daddy era más de lo que él se había atrevido a desear, y si decía que no, Jimin no
estaba seguro de poder recuperarse.

— ¿Quieres...? —Yoongi comenzó.

—Sí —Jimin interrumpió.

Yoongi ladeó la cabeza, entrecerrando los ojos. —Ni siquiera sabías que iba a decir.

Jimin agitó las manos. — ¿No lo entiendes? No importa lo que fuera que ibas a decir. La respuesta es sí.
Lo que sea que quieras… Siempre diré que sí.

Yoongi cerró la distancia entre ellos, enterrando las manos en el cabello de Jimin y aplastando sus bocas
juntas. Se derritió contra él, saboreando el café en la lengua de Yoongi y deleitándose en el rasguño y
ardor de la barba incipiente contra su piel tierna. Yoongi los llevó hacia atrás de regreso a la casa, sin
romper el beso. Cuando Jimin tropezó, las manos de Yoongi se engancharon debajo de sus muslos,
alzándolo como si pesara nada. Jimin rodeó su cintura con las piernas, la parte baja de sus cuerpos
alineándose en una forma que lo tuvo gimiendo.

Cuando Yoongi finalmente apartó la boca, su mirada se clavó en Jimin. —Tienes que estar seguro.
Realmente no entiendes cómo funcionan estos acuerdos; hay contratos y límites. Eres virgen, y jamás he
hecho algo con una persona sin experiencia.
Jimin sostuvo su mirada. —Solo soy virgen en el sentido técnico de la palabra. Mis límites duros son
nada de humillación, nada de deportes de agua, y no quiero que me compartas con otros. Mis límites
suaves son los que hablamos ayer en la noche. Quiero ser… el pasivo… contigo, pero no sé si mi cuerpo
pueda… —Él se interrumpió, mirando por sobre el hombro de Yoongi, seguro de que sería un factor
decisivo.

Yoongi arrastró el pulgar sobre el labio inferior de Jimin. —Entendido.

Yoongi los dejó a ambos sobre el sofá, llevando a Jimin hacia abajo sentándolo ahorcajas en su regazo.
Yoongi lo estudió hasta que Jimin no pudo contenerse en preguntar. — ¿Qué?

—Sabes más cosas de las que pensé.

Jimin rodó los ojos con una sonrisa. —Te dije que serías un buen Daddy la noche en que nos conocimos.
¿Acaso pensaste que no había hecho mi dosis de averiguaciones en google? El porno es gratis ahora,
viejo.

— ¿Así es como te liberas en las noches? ¿Mirando a daddies dominar a sus chicos? —Yoongi rugió, una
mano en un puño dentro del pelo de Jimin, la otra arrastrándolo cerca hasta que estaban al ras uno
contra el otro.

Jimin no pudo evitar frotarse contra la polla medio dura de Yoongi. Yoongi azotó su trasero lo
suficientemente fuerte para hacerlo sisear.

—Detén eso. Estamos hablando ahora mismo —Dijo, aunque sus ásperas manos rozaban el torso y
pecho de Jimin, los pulgares arrastrándose sobre los pezones planos —. Daddy te hizo una pregunta.

—Sí, Daddy —Dijo Jimin en un gemido, arqueando la espalda contra el toque, sus ojos cerrándose
mientras Yoongi dejaba un beso sobre el centro de su pecho.

—Presta atención, chico dulce.

—Eso intento —Jimin lloriqueó. ¿Cómo se suponía que iba a concentrarse con los pulgares de Yoongi
recorriendo las ranuras de los huesos de su cadera, la polla dura de Yoongi contra la suya, y la lengua de
Yoongi jugando sobre la punta dura de uno de sus pezones? Yoongi no estaba siendo justo.

La boca de Yoongi desapareció, sus manos viajando hasta el trasero de Jimin, apretándolo fuerte hasta
hacerlo gritar. —Ojos sobre mí —Jimin fijó los ojos en Yoongi, su boca repentinamente un desierto.
Estaba intentando comportarse, pero estaban hablando demasiado. Él se forzó en concentrarse,
mirando los labios de Yoongi mientras este hablaba, asustado de perderse de alguna palabra —. Si
vamos a hacer esto, espero obediencia completa. Me perteneces en todos los sentidos de la palabra.
Cuando estemos solos, soy tu dueño; existes solo para complacerme. Si te deseo, te tomo. Te correrás
solo cuando crea que te lo has ganado, y si me desobedeces, te castigaré severamente. ¿Lo
comprendes?

Si Yoongi esperaba asustar a Jimin, claramente no había estado prestando atención. La polla de Jimin
palpitó. Deseaba tanto tocarlo, pero sólo asintió. — Sí.

Yoongi se inclinó hacia adelante, mordiendo el pezón de Jimin hasta hacerlo lloriquear. —Sí, ¿qué?

—Sí, Daddy —Gimió.


Yoongi deslizó la lengua sobre la carne tierna de Jimin. —Buen chico —Se inclinó hacia atrás —.
Usaremos el sistema de luces de tráfico. Verde significa sigue. Amarillo significa pausa. Rojo significa
para. ¿Entendido?

Jimin era incapaz de imaginar un mundo donde el detuviera a Yoongi de hacer lo que él quisiera.

—Sí, Daddy.

Yoongi le agarró la barbilla, obligándolo a encontrarse con su mirada. —Esta es importante. No vas a
autolesionarte bajo ninguna circunstancia. Ese es mi límite duro. Nada de cortadas, no drogas, sin
ponerte en situaciones peligrosas. No me pongas a prueba con esto.

Jimin dudó. No podía prometer eso. No podía. Cuando el mundo era demasiado… Era la única forma de
acallarlo. La bebida, las drogas, nada de eso importaba. Eran una distracción. Pero cortarse… No podía
acceder a eso. Cuando sus pensamientos se volvían tóxicos, y su odio, pánico y auto desprecio se
filtraban dentro de su sangre hasta que se sentía enfermo y lento, era la única forma de sacarlo, de
limpiarse a sí mismo del veneno. Él estaba a salvo. Era cuidadoso. Solo era un pequeño corte. No era que
a Jimin le gustase o ni siquiera lo quería. Lo necesitaba. Sin ello, él podría morir.

No había forma de que alguien como Yoongi lo entendiera. Poseía una fuerza con la que Jimin solo podía
soñar. Él se iría en cinco meses y sería quién quisiera ser, pero Jimin seguiría aquí, siendo lo que su
padre demandara. Pero Yoongi había dicho que ese era su límite duro, y Jimin lo deseaba mucho más de
lo que deseaba decir la verdad. Dio un asentimiento inseguro. “Serán solo cinco meses”.

Yoongi lo soltó. —Di las palabras.

Jimin cerró los ojos, enterrando el rostro contra la garganta de Yoongi. —Sí, Daddy.

—Si pienso que no puedes manejarlo o que te hago más daño que bien, lo terminaré. No seré otra
persona que te lastime. ¿Entendido?

Jimin nunca había entendido la palabra agridulce hasta ahora. Presionó un beso del hombro de Yoongi
hasta su garganta. —Sí, Daddy. Lo que quieras. Sí. ¿Podemos jugar ahora?

—Que impaciente —Yoongi murmuró incluso cuando alzó a Jimin, dejando que rodara su polla contra
sus perfectos abdominales. Cualquier fricción era una buena fricción. Jimin jamás había estado más listo
en su vida.

Jimin gimió. —Más, por favor.

— ¿Qué es lo que quieres, bebé?

—Lo que tú desees, Daddy.

Yoongi rio entre dientes. —Buena respuesta. A la habitación. Ahora. Te quiero desnudo sobre la cama
antes de que entre.

Jimin se apresuró en cumplir, pelando sus shorts a la mitad de su destino, agradecido que Yoongi no
notó cuando él se tropezó y cayó de cara sobre el colchón. Una vez sobre la cama, su mente corrió con
posibilidades. Él había deseado un Daddy por más tiempo del que podía recordar, y había deseado a
Yoongi desde el momento en que se conocieron, pero nunca en sus sueños más salvajes, imaginó que
podía tenerlos a ambos. Era abrumador en la mejor forma posible.

¿Qué querría Yoongi de él? ¿Desearía que Jimin fuera pasivo? Dijo que entendía los problemas de Jimin,
pero eso no significaba que no intentaría sobrepasarlo. El pensamiento lo hizo estremecer. Yoongi sobre
él, dentro de él, tomándolo y usándolo. Jesús. Sus manos fueron a su dura y goteante polla, los ojos
cerrados mientras se mordía el labio para frenar los sonidos que amenazaban con salir.

— ¿Dije que podías tocarte a ti mismo?

Sus ojos se abrieron. Yoongi llenaba el portal de la puerta, los antebrazos apoyados contra el marco
mientras sus ojos bebían hasta saciarse del cuerpo desnudo de Jimin. Él enrojeció, sin estar seguro si era
porque Yoongi lo había atrapado tocándose a sí mismo o porque lo miraba hacerlo. Hacía sentir a Jimin
como una virgen, a pesar de sus abundantes y variadas experiencias.

— ¿En qué estás pensando?

Jimin quería envolverse a sí mismo en la calidez del tono rasposo de Yoongi. —En ti, Daddy.

Yoongi merodeó acercándose, las manos deslizándose dentro de sus bolsillos. La mirada de Jimin se
posó sobre el contorno de la enorme polla de Yoongi a través de la mezclilla gastada de sus pantalones.
Se mordió el labio inferior, dándole a Yoongi su mejor mirada de “Fóllame”, pero él no tenía ninguna
prisa en desvestirse mientras estaba de pie al final de la cama. Jimin luchó contra la urgencia de cubrirse
mientras la hambrienta mirada de Yoongi vagaba por su carne, como si tuviera derecho sobre él. Pero, él
tenía derecho sobre Jimin, supuso. Yoongi era dueño de su cuerpo y su alma… al menos por ahora. —
¿Qué sobre mí?

Él había tenido todo tipo de encuentros casuales, siempre en la oscuridad, usualmente de pie o
atiborrado en el asiento trasero del auto deportivo de alguien. Nadie lo había visto desnudo, nunca con
él dispuesto con la luz solar transmitiéndose a través de las persianas, sin lugar donde esconderse. Lo
dejó tembloroso y vulnerable. —Pensaba en ti follándome, Daddy.

Las cejas de Yoongi se volaron hacia arriba, como si el candor de Jimin lo sorprendiera, y un pequeño
punto húmedo se formó en la parte delantera de sus vaqueros. Su estómago revoloteó al estremecer el
control de Yoongi solo un poco. El triunfo fue corto mientras Yoongi golpeaba la cama y gateaba cerca,
sus muslos atrapados debajo de los de Jimin, forzando sus piernas a abrirse. Tragó, cautivado por el
deseo en el rostro de Yoongi flotando sobre el de él. — ¿Así? ¿Así es cómo quieres que te joda, bebé?

Yoongi sacudió sus cuerpos juntos en una sucia pantomima del sexo, como si lo estuviera llenando,
conduciéndose dentro de él, poseyéndolo. Jimin gimoteó, su erección sacudiéndose ante el
pensamiento, solo para encontrarse con el imperdonable metal de los dientes de la bragueta de Yoongi.
Dio un asentimiento tembloroso, pero él ya no estaba mirándolo a la cara si no a su polla llorosa. ¿Por
qué era tan caliente?

—Oh, sí. Eso te gusta, ¿No, chico sucio? Apuesto a que podría hacerte correr sin siquiera tocarte.
¿Hmm? ¿Solo mis palabras? ¿Mi voz? ¿Diciéndote todas las cosas sucias que voy a hacerte?

—Daddy… —Era una súplica.


Jimin quería ser bueno, pero Yoongi lo estaba matando. Necesitaba tocarlo en algún sitio, en todos los
sitios. Cada músculo de su cuerpo estaba al borde. ¿Estaba jugando con él? ¿Pensaba Yoongi que podía
hacer que el cuerpo de Jimin estuviera tan caliente que lo dejara ir… y se rindiera? él quería eso más que
a nada. Sería mucho más fácil si la decisión no fuera suya. Pero si Yoongi lo intentaba y Jimin no podía…

La boca de Yoongi rozó la suya —Relájate. Puedo oírte pensar desde aquí. No estamos allí todavía…

Alivio y decepción pelearon dentro de él. ¿Qué pasaba si nunca llegaban allí? El pensamiento de nunca
tener a Yoongi dentro de él era un hoyo en su vientre. Así que él lo empujó lejos. —Tócame, Daddy. ¿Por
favor?

Yoongi cortó la mirada hacia Jimin con expresión severa. — ¿Quién hace las reglas?

Jimin se estremeció. —Tú, Daddy.

El pulgar de Yoongi se deslizó dentro de su boca. Él lo chupó sin pensarlo, saboreando la aspereza contra
su lengua y el gusto salado de su piel. Todo era demasiado y no era suficiente, y ni siquiera habían
comenzado todavía.

— ¿A quién perteneces? —Yoongi le preguntó, arrastrando el pulgar a través del labio inferior de Jimin.

El interior de Jimin se sacudió mientras lograba suspirar, —A ti, Daddy.

—Te tocaré cuando esté listo. Ahora mismo, quiero mirar lo que es mío.

Jimin enterró las uñas en sus muslos, intentando usar el dolor para suprimir su excitación. La voz de
Yoongi lo sorprendió. —Las manos en la cabecera. Si las mueves, te ataré a la cama y no te gustará lo
que pase después. ¿Entiendes?

Tan pronto como sus manos alcanzaron la cabecera, Yoongi estaba sobre él. No había rima ni razón, no
había ritmo en su asalto. Yoongi podía besar la delicada piel detrás de su oreja, entonces morder el
lóbulo con la fuerza suficiente para hacerlo gimotear. Sumergió la lengua en el hueco de la garganta de
Jimin, solo para raspar con sus dientes a través de sus pezones, dejándolo sollozando. Era un asalto
completo a los sentidos de Jimin mientras Yoongi lo tocaba en todas partes, con excepción de donde
más lo necesitaba.

—Daddy. Oh, Dios. Por favor, solo… por favor… por favor… Lo necesito…

Yoongi lo besó, follando la boca de Jimin con su lengua. —Shhh, bebé. Daddy sabe lo que necesitas.

Entonces, Yoongi ya no estaba sobre él si no entre sus piernas abiertas, empujándole las rodillas sobre el
pecho. Jimin lloraba mientras la lengua de Yoongi recorría la parte de debajo de su polla antes de chupar
la punta entre sus labios. Sus manos se agitaron cuando el placer lo atravesó, pero Yoongi las azotó de
regreso a la cabecera. —Lo siento, Daddy. Por favor, no te detengas. Por favor. Lo siento.

Yoongi se detuvo, aun así. Jimin no pudo detener un sollozo de frustración. Las palmas de Yoongi
agarraron su culo, abriéndolo.

Jimin abrió los ojos, el pánico apoderándose de su corazón. — ¡Espera!

Yoongi se congeló. — ¿Color?


Jimin frunció el ceño ante la palabra. ¿Color? ¿Color? ¡Color! Él realmente no quería que Yoongi
esperara. No sabía lo que quería. —V… verde —Dijo temblorosamente —. Verde. Definitivamente,
verde. Verde quiere decir sigue. ¡Sigue!

Una vez más esa risa enloquecedora, y entonces la lengua de Yoongi barrió sobre el apretado anillo de
músculos. La cadera de Jimin se sacudió hacia arriba por la sorpresa. ¿Cómo carajos eso se sentía tan
bien? ¿Cómo es que no sabía que lo haría? Apretó las manos en puños dentro de su cabello y rogó que a
Yoongi no le importara más lo de la cabecera, porque Jimin necesitaba agarrarse a algo, incluso si será
solo a él mismo.

La lengua de Yoongi lamió el agujero de Jimin en trazos amplios y pequeños movimientos rápidos. Si
Jimin tenía cualquier sentido de razón, los sonidos brotando de sus labios lo hubieran humillado hasta la
mierda, pero no le importaba. No le importaba nada más que los dedos de Yoongi enterrados con fuerza
en sus caderas, tan duro como para dejar moretones, y la malvada boca y pecaminosa lengua
trabajando contra él una y otra y otra vez. —Por favor, Daddy.

—No te corras hasta que yo lo diga.

Jimin sollozó, sus manos retorciendo las almohadas, sus caderas trabajando contra la jodida y perfecta
lengua de Yoongi. —Por favor, no puedo.

—Lo harás —Con esas palabras, Yoongi succionó la polla de Jimin dentro del apretado calor de su boca,
y Jimin no pudo contenerse por más tiempo, corriéndose sin aviso profundamente en la garganta de
Yoongi. Las olas de éxtasis lo invadieron hasta que su visión se transformó en un túnel y se perdió así
mismo en una perfecta nada.

Cuando abrió los ojos, Yoongi estaba a horcajadas sobre el pecho de Jimin, una mano agarrando la
cabecera y la otra empuñando su polla. —Abre la boca. Quiero ensuciar ese rostro de ángel.

Jimin sacó la lengua, su mirada clavada en Yoongi mientras él se perdía a sí mismo persiguiendo su
propio placer, con la boca abierta y el cuerpo rígido. Era la cosa más caliente que Jimin hubiese
presenciado, y si su polla hubiese podido endurecerse de nuevo, lo habría hecho. Yoongi gruñó, sus
músculos abdominales flexionándose mientras se acurrucaba hacia adelante. Cerró los ojos cuando la
primera salpicadura de semen golpeó su rostro y lengua, Yoongi se estremeció sobre él. Jimin supuso
que debía sentirse sucio, pero él no lo hacía. Se sentía querido y a salvo, y no le importaba si eso estaba
mal o era equivocado.

La boca de Yoongi encontró la suya en un beso sucio. —No esperaste a que te diera permiso, chico malo.
Ahora tendré que castigarte.

—Lo siento, Daddy —Dijo Jimin, incapaz de contener la sonrisa satisfecha que se extendía a través de su
rostro pegajoso. Yoongi rio. —No, no lo sientes… pero lo harás.

Diecisiete

Yoongi

Para cuando Yoongi fue a limpiar a Jimin, el niño era gelatina. Permitió que Yoongi lo pusiera de pie y lo
guiara al baño, permaneciendo en silencio mientras Yoongi abría la ducha y esperaba que el agua se
calentara. Una vez bajo el rocío, Jimin se balanceó sobre sus pies, con los párpados medio cerrados.
Yoongi lavó gentilmente su rostro con un paño antes de voltearlo hacia el rociador. Mientras Yoongi se
ponía a trabajar con el champú en los rizos de Jimin, dio un suspiro satisfecho, apoyando la espalda
contra el pecho de Yoongi.

Un dolor se formó detrás de las costillas de Yoongi ¿Alguien había mostrado alguna vez interés en Jimin
sin un motivo oculto? ¿Alguien lo había cuidado cuando estaba enfermo o simplemente lo había
abrazado sin ningún motivo? Incluso el gesto más simple parecía enorme para el niño. Yoongi al menos
había tenido a su hermana para cuidarlo, incluso con su madre demente y su padre ausente. Jimin había
crecido sin nadie a su lado y ese conocimiento carcomía algo dentro de Yoongi.

Una vez que el cabello de Jimin estuvo limpio, Yoongi lo enjabonó, lavándolo cuidadosamente, su
mirada enganchándose en las docenas de cicatrices que estropeaban ambos muslos. Un dolor agudo
cortó a través de él mientras se imaginaba a Jimin tomando una cuchilla en un intento desesperado por
sentirse mejor. Pasó los dedos sobre ellas, notando cómo Jimin se ponía rígido. Yoongi no dijo nada
¿Qué había que decir? Depositó un suave beso sobre cada conjunto de cicatrices antes de enjuagar a
Jimin con eficacia clínica y envolverlo en una de las enormes toallas de baño que Lissa remplazaba
debajo del lavado cada dos días. Yoongi no se molestó en vestirlo, ya que sólo lo iba a acostar en la
cama, incluso si apenas era de tarde. Apartó las mantas y le hizo un gesto a Jimin para que entrara.

Jimin hizo lo que le indicaron sin protestar, pero luego miró hacia Yoongi con esos enormes ojos verdes.

— ¿Te quedarás aquí conmigo?

Yoongi se deslizó a su lado. Jimin se curvó hacia el lado de Yoongi como si esto fuera algo que hacía
todas las noches, acurrucando su cabeza contra su hombro y colocando una pierna sobre la de Yoongi.
Una vez más, esa extraña punzada lo golpeó.

—Me quedaré hasta que te duermas, pero no quiero arriesgarme a hacerte daño de nuevo. Mis
pesadillas son impredecibles.

Jimin pasó su mano por el pecho de Yoongi, sus dedos peinando el espolvoreado cabello allí.

—Pero me gusta cuando me lastimas.

Yoongi sonrió, pero sacudió la cabeza. —Así no. No puedo arriesgarme.

Jimin hizo un puchero — ¿Pero te quedarás hasta que me duerma?

Yoongi le besó la frente. —Sí, dulce niño.

Jimin se durmió casi al instante. Yoongi debió de haberse quedado dormido poco después porque
cuando volvió a abrir los ojos, el sol se había puesto y la luz de la luna llena se derramaba a través de las
ventanas, empapando la habitación en tonos grises. Hacía calor debajo del pesado edredón, dejándolos
a ambos húmedos, pero Yoongi no hizo ningún esfuerzo por moverse, incluso con su brazo atrapado
dolorosamente debajo de la cabeza de Jimin.

Jimin se había apartado de Yoongi, pero su rostro se inclinó hacia arriba, atrapado en la luz de la luna.
Yoongi no pudo evitar mirar. Jimin era hermoso en cualquier momento, pero mientras dormía, la
tensión habitual se deslizaba de su rostro. Su ceño fruncido suavizado sin la ansiedad siempre presente,
sus largas pestañas proyectando medias lunas sobre su pálida piel. Lucía mucho más joven dormido, con
una mano debajo de su cara y la otra enroscada alrededor del antebrazo de Yoongi atrapado debajo de
él como si incluso en sueños le preocupara que Yoongi se fuese a ir.

Debería irse. Necesitaba levantarse y cocinar la cena, pero acurrucó su cuerpo contra el de Jimin, su
lengua trazó el caparazón de su oreja, mordiéndole el lóbulo de la oreja mientras su mano libre trazaba
la curva de la piel satinada de Jimin debajo de las mantas, sus nudillos deslizándose desde sus costillas
hacia el surco de su cadera y de regreso.

Jimin dio un tembloroso suspiro, moviéndose más cerca, dándole a Yoongi más acceso a su cuerpo
desnudo y sudoroso. Yoongi trazó besos mordaces contra la mandíbula de Jimin, su mano deslizándose a
lo largo del vientre de Jimin para envolver su palma alrededor de su polla semi erecta, acariciándolo a un
ritmo glacial. Jimin gimió bajo.

Yoongi había estado con muchos chicos, pero nunca había compartido cama, nunca se había quedado
durante la noche. No hubo tiempo para las relaciones con semanas de entrenamiento, despliegues y
misiones. Al menos, eso es lo que se había dicho a sí mismo. Pero esto, tener acceso al cuerpo de Jimin
cuando le plazca... tomar lo que quisiera, dar placer cuando quisiera, podría volverse adictivo. Por los
siguientes cinco meses, Jimin le pertenecía sólo a él, y Yoongi planeaba aprovechar cada oportunidad.
Apretó su agarre, retorciéndolo en un movimiento ascendente, deslizando su pulgar sobre la punta
antes de desplazarse hacia abajo.

Jimin gimió, empujando las caderas hacia arriba, trabajándose en el sudoroso puño de Yoongi,
persiguiendo su placer incluso en sueños. Yoongi no lo detuvo. Lamió y mordió el cuello y la garganta de
Jimin, atrapado en el sabor salado de su piel, su propia polla ya en atención y deslizándose entre los
globos del culo de Jimin.

La mano de Jimin de repente se apretó donde sostenía el antebrazo de Yoongi, su respiración


entrecortándose mientras alcanzaba la cadera de Yoongi.

— ¿Yoongi?— Susurró, volviendo su rostro hacia él.

— ¿Es así como me llamas? —Yoongi retumbó contra su oído.

—Daddy—. Gimió Jimin, empujándose a sí mismo hacia atrás contra la polla de Yoongi antes de
balancearse hacia adelante en la mano de Yoongi. —Oh, joder, por favor, Daddy.

— ¿Color?—. Preguntó Yoongi.

—Verde, muy verde—. Jadeó.

Yoongi capturó su boca, follando su lengua dentro antes de morder gentilmente el labio inferior de
Jimin. —Te puedes correr cuando quieras, pero tienes que hacer el trabajo—. Susurró Yoongi contra su
boca.

Yoongi dejó de mover su mano, pero Jimin no pareció notarlo, sus dedos agarrando la cadera de Yoongi
mientras se follaba a sí mismo en el puño apretado de Yoongi. Yoongi movió sus caderas hacia adelante,
igualando el ritmo de Jimin mientras trabajaba su longitud entre las nalgas de Jimin.

—Joder, te sientes tan bien—. Murmuró Yoongi.


Jimin hizo un sonido medio mordido, sus músculos se flexionaron con cada empuje hacia adelante,
encerrando la polla de Yoongi en un calor constreñido que tenía a sus bolas apretándose contra su
cuerpo. Se condujo contra Jimin casi tan ciegamente como Jimin jodía el puño de Yoongi, pequeños
ruidos de placer salieron de los labios del chico mientras perseguía su liberación.

—Vamos, dulce chico. Trabaja por ello. Tómalo.

—Daddy—. Jimin respiró, casi sin pensarlo. —Yo... quiero... Joder, joder.

Jimin nunca terminó su oración, sólo gimió en voz baja, todo su cuerpo temblaba mientras su semen se
derramaba sobre la mano de Yoongi. Yoongi trabajó el fluido sobre la polla de Jimin, empujando contra
él tres veces más antes de enterrar su rostro en la garganta del chico con un grito ronco, el placer
recorriendo a lo largo de cada terminación nerviosa mientras su propia liberación cubría el trasero y la
espalda baja de Jimin.

Cuando Yoongi finalmente pudo decidirse a mover, presionó su mano sobre los labios de Jimin, dejando
al niño probarse a sí mismo antes de limpiar el resto en la sábana. Apartó las mantas, dándole espacio a
Jimin ahora que ambos estaban pegajosos. Jimin lo miró y sonrió.

—Hola.

—Oye—. Dijo Yoongi, todavía sintiéndose sin aliento y un poco tembloroso.

— ¿Pensé que ibas a regresar a tu habitación?

Yoongi se rio. —Son sólo...—. Miró el reloj junto a la cama de Jimin. —Las ocho y media.

Jimin bostezó lo suficientemente fuerte como para hacer que su mandíbula saltara.

—Tengo hambre.

— Por supuesto que tienes hambre—. Dijo Yoongi, sacudiendo la cabeza. — ¿Lissa dejó algo para
comer?

Jimin se rascó el vientre. —No lo creo ¿Podríamos ordenar? Hay un montón de menús para llevar en el
cajón de la cocina ¿Qué te gusta?

Yoongi se encogió de hombros y rodó hasta colocarse en posición sentada. — Cualquier cosa menos
comida tailandesa. Demasiado picante

— ¿Cuál es el problema? ¿Te da acidez de estómago, hombre viejo? — criticó Jimin, saliendo de la cama
del lado de Yoongi.

La bofetada en el trasero de Jimin fue un disparo fuerte en el silencio y dejó una huella perfecta de la
palma de Yoongi. Jimin siseó, pero la mirada que le dio a Yoongi podría haber derretido el acero. Se
inclinó hacia adelante y besó la huella que había dejado antes de empujar suavemente a Jimin hacia el
baño. —Tú límpiate y yo encontraré los menús.

Jimin lanzó una mirada por encima del hombro que tuvo a Yoongi medio tentado de seguirlo, pero luego
su estómago gruñó y recordó que tenían que comer. Metió las piernas en el par de jeans que había
abandonado junto a la cama y se dirigió a la cocina.
Cuando Jimin regresó con un par de pantalones verde oliva de aspecto suave, pidieron comida china y se
sentaron en el sofá a esperar. Jimin encendió la televisión y se acostó con la cabeza sobre el muslo de
Yoongi. Los dedos de Yoongi se doblaron en los rizos de Jimin, desafiladas uñas rascando a lo largo de su
cuero cabelludo. Jimin suspiró, contento por el momento.

En la pantalla, un hombre enmascarado vestido todo de negro rodó por la ladera de una montaña de
manera dramática. Jimin cambió de canal y Yoongi le arrebató el control remoto y regresó al canal
anterior. —No puedes pasar de largo a la mejor película jamás hecha.

Jimin se burló. — ¿Te refieres a la película más antigua jamás hecha? ¿Cuándo fue esto? ¿Los ochentas?
Está tan granulado.

Yoongi se resistió. —Debería ponerte sobre mis rodillas solo por faltarle el respeto a La Princesa
Prometida de esa manera.

La boca de Jimin cayó abierta mientras miraba a Yoongi en shock. —No puedo decir si estás bromeando.

—No. Y si no te gusta esta película, no sé si alguna vez confiaré en tu juicio sobre algo—. Yoongi sacudió
la cabeza.

—Nunca he visto esta película, así que no tengo ni idea de si me gusta o no—. Dijo Jimin vacilante, como
si no pudiera creer que este fuese un tema de vital importancia para Yoongi.

—La pondremos desde el principio y la veremos durante la cena—. Dijo Yoongi sin dejar lugar a
discusiones. —Mi hermana solía ponerla para mí todo el tiempo mientras crecía. Veíamos esto y
Goonies una y otra vez cada vez que mi madre estaba en uno de sus estados de ánimo.

Tan pronto como las palabras salieron de su boca, Yoongi deseó poder succionarlas de vuelta. Una
mirada a la cara de Jimin le dijo que no se había perdido el comentario.

— ¿Estados de ánimo? —Jimin preguntó, su voz una octava más alta de lo normal como si tratara de ser
casual.

Yoongi se encogió de hombros. —Sí, mi madre tenía mal genio.

La expresión de Jimin se suavizó. —Yo sé cómo va eso ¿Ella bebía... como tu papá?

Yoongi intentó, pero falló en ocultar la amargura de su tono. —Sí, entre otras cosas. Mi madre era una
bipolar de ciclos rápidos que bebía cuando estaba maníaca y aceleraba cuando estaba deprimida. Mi
padre estaba probablemente tan borracho para darse cuenta de que algo andaba mal con ella al
principio y para cuando lo hizo, mi hermana tenía cuatro años y yo dos. Entonces, él se fue.

— ¿Te abandonó con tu mamá loca?—. Jimin dijo, lástima resplandeciendo en sus brillantes ojos de
cristal marino.

— Sí —. Yoongi se puso de pie rápidamente, dejando a Jimin en el sofá.

— ¿Quieres una bebida? —preguntó, intentando desviar su repentino abandono.

Jimin se colocó en una posición erguida, mirándolo por encima del respaldo del sofá. — Sí, tomaré una
cerveza.
—Tendrás agua, refresco dietético o jugo.

Jimin puso los ojos en blanco. —Soda dietética, supongo.

Yoongi abrió la nevera y miró dentro como si algún nuevo contenido fuera a brotar en cualquier
momento.

—No tenemos que hablar acerca de eso. Entiendo lo que es tener padres psicópatas —. Le aseguró
Jimin.

Yoongi gruñó. —Eso es...

El timbre de la puerta sonó, cortando cualquier estúpido tópico que Yoongi estaba a punto de lanzarle a
Jimin. Caminó hacia la puerta y la abrió de un tirón, agradecido por la interrupción. Miró boquiabierto a
una pequeña mujer de cabello oscuro con la cara llena de maquillaje y un ceñido traje negro de
negocios. Quienquiera que fuera, no estaba allí para entregar comida china. Yoongi se puso rígido,
cerrando la puerta hasta que sólo su cuerpo fue visible.

— ¿Puedo ayudarla? —preguntó, el tono dejando claro que no tenía intención de hacerlo.

— ¿Está Jimin en casa? —preguntó, sonriendo con demasiados dientes, mirando bajo el brazo de Yoongi
como si esperara vislumbrar al chico.

En su periferia, podía ver a Jimin moverse hacia la cocina, claramente aun pensando que era su cena. A
Yoongi se le ocurrió entonces que su apariencia sin camisa ni zapatos era demasiado casual para una
relación de empleado y empleador. Esperaba que esta mujer no trabajara para el senador.

— ¿Qué está tomando tanto tiempo? Estoy hambriento ¿Necesitas dinero para la propina o algo así? —
Jimin llamó. Cuando vio a la mujer en la puerta, frunció el ceño.

—Jimin—. Llamó la mujer con un saludo. —Kim Jennie para el Miami Sun. Esperaba hacerte algunas
preguntas sobre la campaña de tu padre —miró a Yoongi de arriba abajo, arqueó una ceja y una sonrisa
se extendió por su rostro. —Si este es un mal momento, puedo volver más tarde.

La sangre de Yoongi latía en sus oídos. —Él no está respondiendo preguntas para la prensa. ¿Cómo llegó
hasta aquí?

Ella se encogió de hombros, una vez más intentando mirar alrededor del enorme cuerpo de Yoongi. —
Entonces ¿No tienes ningún comentario acerca de la reciente decisión de tu padre de votar en contra de
un proyecto de ley por la igualdad salarial para las mujeres? —preguntó ella en voz alta.

Detrás de ella, el ascensor sonó y un adolescente con el cabello castaño grasiento y acné salió con una
caja llena de comida en las manos. Cuando llegó a donde Yoongi y la mujer estaban parados, frunció el
ceño en confusión. —Uh ¿Entrega?

Jimin apareció al lado de Yoongi, arrebatándole la caja al tipo y deslizándole cincuenta dólares antes de
desaparecer una vez más. —Oigan, chicos. La comida está aquí —. Gritó Jimin por encima del hombro
como si hubiera una habitación llena de personas escondidas detrás de la puerta. El chico de la entrega
ya estaba en los ascensores, no interesado en cualquiera que sea el drama que se desarrollaba detrás de
él.
—Jimin... —. Comenzó la mujer, pero Yoongi la interrumpió.

—Escuche, él no está interesado en responder sus preguntas. Esta es propiedad privada. Si regresa aquí
de nuevo, haré que la arresten por allanamiento.

—Bueno ¿No eres tú el protector? —. Dijo con una risa disimulada.

—Ese es mi trabajo, señorita.

—Bueno, mi trabajo es informar las noticias y el hijo del senador no ha sido visto por ningún lado
durante meses y de repente está de vuelta en la lista para cada función importante. Sólo pensé que
podría haber una historia aquí.

Yoongi miró a la mujer, pero ella no estaba impresionada. —No hay historia. No regrese.

Él le cerró la puerta en la cara, bloqueándola y deslizando el pestillo en su lugar antes de regresar a la


sala de estar. Necesitaba sacar la cabeza de su trasero.

Nunca debería haber abierto la puerta sin mirar. Claro, no hubo una amenaza física real para Jimin, pero
cualquiera podría haber estado del otro lado, incluido el mismo senador. Podrían haber justificado su
falta de ropa, claro, pero si alguien, incluida esa reportera, hubiera visto las huellas de moretones en las
caderas de Jimin o las marcas de mordidas en su pecho y hombros, no podrían haberlo explicado.

Ambos se sentaron en silencio durante unos minutos mientras Yoongi colocaba los recipientes de
plástico para llevar sobre la mesa y le entregaba a Jimin un juego de palillos. Jimin estudió el lado del
rostro de Yoongi como si tratara de medir su estado de ánimo. Yoongi tomó el control remoto que Jimin
había abandonado y volvió a poner la película desde el principio, esperando que su frecuencia cardíaca
volviera a la normalidad.

Jimin abrió el recipiente de lo mein, cavando con sus palillos. —Así que ¿Qué tiene de bueno esta
película, de todos modos? —. Preguntó, su voz vacilante como si no estuviera seguro de que Yoongi
quisiera que hablara.

Yoongi lo miró y alcanzó el arroz. —Uh ¿Peleas de espadas, piratas, sarcasmo, tortura, gigantes, Mandy
Patinkin?

Jimin sostuvo los fideos en el aire antes de echárselos en la boca y masticarlos pensativamente antes de
sonreírle a Yoongi. — Mandy Patinkin ¿El tipo de Criminal Minds? Oh sí. Él es genial, supongo.

Yoongi se burló. —Presta atención. Esta película te volará la mente.

Jimin dio un beso descuidado en la mandíbula de Yoongi. —Si tú lo dices, Daddy.

Yoongi rio entre dientes. —Mocoso.


Dieciocho

Jimin

Jimin estaba teniendo el mejor sueño de todos. La boca de Yoongi estaba sobre él, chupándolo como si
intentara sacar el cerebro de Jimin a través de su polla. Jimin trató de empujar más profundamente en la
caliente succión, pero las manos de Yoongi lo mantuvieron en su lugar, agarrándolo lo suficientemente
fuerte como para magullarlo. Jimin apretó los puños en el cabello de Yoongi, rogándole que tomara más,
que lo dejara empujar más profundo, pero cada vez que Jimin hablaba, Yoongi se alejaba, contento de
esperar a Jimin hasta que se calmara.

Era enloquecedor: cada vez que Jimin se quedaba en silencio, la boca de Yoongi comenzaba de nuevo,
trabajándolo más duro, llevando a Jimin cerca del clímax hasta convertirlo en un lío balbuceante, lo que
solo haría que Yoongi se detuviera una vez más. Cada vez que Jimin suplicaba, Yoongi se reía y jugaba
más con él, lamiendo y chupando el pliegue de su muslo o el lugar detrás de sus bolas—en cualquier
lugar menos donde Jimin más lo necesitaba— hasta que Jimin era un desastre jadeante y sollozante.

—Avísame cuándo estés a punto de correrte, — exigió Yoongi en voz baja, mordiendo la parte interior
del muslo de Jimin con tanta fuerza como para arrancarlo del sueño y demostrarle que no estaba
soñando en absoluto. Jimin parpadeó con los ojos pesados hacia Yoongi, quién se había arrodillado a los
pies de la cama, con los muslos de Jimin sobre sus enormes hombros.

—Oh, Dios—, gimió Jimin.

—Daddy será suficiente—, dijo Yoongi con una sonrisa. —Avísame cuando estés cerca. ¿Entendido?

—Sí, Daddy—prometió Jimin, echando la cabeza hacia atrás mientras Yoongi lo tomaba hasta la parte
posterior de su garganta.

Yoongi era el mejor Daddy de todos. Primero, el beso negro y luego la paja que le dio anoche y otro en la
ducha antes de arroparlo de nuevo, y ahora la succión perfecta de la boca de Yoongi mientras le daba la
mamada más caliente de su vida. Jimin arqueó las caderas y esta vez Yoongi lo dejó. Se perdió en la
sensación, yendo más profundamente sin pensarlo, atrapado en la sensación de los labios de Yoongi
trabajando sobre él y la forma en que lamía su raja, su barba incipiente rozando contra todos los puntos
más sensibles de Jimin.

—Estoy cerca... estoy tan cerca... Daddy...

El perfecto calor de la boca de Yoongi desapareció. Jimin intentó obligar a su cerebro a procesar la
repentina ausencia. Yoongi flotaba sobre él ahora, descansando su peso en sus manos, una sonrisa de
satisfacción en su estúpido e impecable rostro. Jimin parpadeó confundido.

—No te puedes correr hasta que te dé permiso. Tu castigo comienza ahora.

Jimin sintió que su expresión se derrumbaba. — ¿Castigo?

—Te corriste sin permiso.

Las palabras de Yoongi fueron agua helada vertida sobre su cabeza. Jimin miró a Yoongi, tratando de
matarlo con sus pensamientos. Yoongi parecía imperturbable. — No hagas pucheros. Te advertí que
habría consecuencias.
Jimin contempló darle una patada a Yoongi en las pelotas, sin importar si hubiese consecuencias o no.
No sabía que era posible estar tan cachondo y enfurecido al mismo tiempo. —No estoy haciendo
pucheros.

—Dile eso a tu labio inferior—, bromeó Yoongi, inclinándose para morder el labio inferior de Jimin antes
de ponerlo de pie.

Tenía derecho a hacer pucheros, se aseguró. Le dolían las bolas y su polla estaba lo suficientemente
dura como para romper una ventana, sin embargo, una parte estúpida de él todavía estaba desesperada
por complacer a su Daddy. Si Yoongi quería castigarlo, Jimin no podía detenerlo, pero eso no significaba
que tuviera que estar feliz con eso. Era lo opuesto a feliz y tenía derecho a comportarse de acuerdo con
ello.

Evitó a Yoongi moviéndose a un lado y lo golpeó con la mirada más gélida que pudiera reunir. —Está
bien, entonces me iré a dar una duchar fría... Yoongi.

Usar el nombre de Yoongi era nimio, pero le dio una pequeña pizca de satisfacción mientras pasaba por
el lado tranquilamente. Yoongi lo agarró por la parte superior del brazo, con la otra mano golpeando el
trasero de Jimin dos veces. Se mordió el labio para no gemir, incluso cuando su polla goteó,
traicionándolo. Yoongi lo hizo girar hacia atrás. —Si necesitas ducharte, puedes ducharte conmigo para
poder mantenerte vigilado. No permitiré que te corras tú sólo allá adentro.

—No lo haría—dijo Jimin enfurecido.

Yoongi soltó una risita. —Oh, claro que lo harías. En cambio, creo que deberías ponerte de rodillas y
chuparme.

Jimin lo fulminó con la mirada. — ¿Oh, tú crees?

Yoongi sonrió. —Mm-hmm. Ahora mismo.

Jimin ladeó la cabeza con los labios fruncidos. —No.

— ¿Me estás desobedeciendo de nuevo? —preguntó Yoongi, enhebrando una mano en el cabello de
Jimin, forzando su cabeza hacia atrás.

¿Por qué le gustaba tanto esto? —Ya estoy siendo castigado. ¿Qué importa?

Yoongi sonrió, entrando en el espacio de Jimin, presionando besos en su garganta y a lo largo de su


mandíbula. — ¿No crees que lo puedo empeorar? Podría inclinarte sobre esta cama y darte palmadas en
el trasero hasta que esté crudo, masturbarme mientras te cuento todas las cosas que te habría hecho si
te hubieras comportado bien, metería tu polla en una jaula para asegurar de que no te corras por una
semana, tal vez más. ¿Es eso lo que quieres? ¿Yo, usándote solo para mi beneficio? Eso no suena muy
divertido para ti.

Los pezones de Jimin hormiguearon, cada terminación nerviosa en alerta. ¿Era esto una táctica de
negociación? —Entonces, si te la chupo, ¿dejarás que me corra?

Una vez más esa risa enloquecedora cuando Yoongi pasó la mano por el trasero de Jimin, apretándolo
con fuerza. —Oh, no. ¿Eso es lo que pensabas? No. Me la vas a chupar porque quieres hacerme feliz y
aceptaste mis reglas. Voy a llevarte al borde del orgasmo tantas veces como me plazca a lo largo del día
hasta que sienta que has aprendido la lección. Luego, si eres un buen chico en la fiesta de esta noche, te
llevaré a casa, te ataré, te abriré de piernas y te comeré hasta que me ruegues que te deje correrte.

Jimin se sintió mareado al solo pensarlo. Si Yoongi no tenía cuidado, Jimin iba a tener un orgasmo allí
mismo, intacto. Eso le daría una lección. — ¿Entonces me podría venir?

Yoongi lo besó, con la lengua metiéndose en su boca antes de que arrastrara sus labios a la oreja de
Jimin. —La única forma en que la que te vas a volver a correr es con mis dedos en tu agujero, así que
supongo que eso depende de ti.

Jimin nunca había deseado nada tanto en toda su vida. Se frotó contra el muslo cubierto de los jeans de
Yoongi, gimiendo como una estrella porno ante la perfecta fricción hasta que Yoongi le dio un manotazo
en el trasero una vez más. —Detente.

—Entonces deja de hablar—, se quejó Jimin.

—Entonces arrodíllate y haz lo que se te diga.

Jimin se dejó caer al suelo ante él, mirando a Yoongi con expresión hosca.

—Color—, murmuró Yoongi, ya desabrochando sus jeans.

—Verde, —murmuró Jimin.

Yoongi empuñó el cabello de Jimin, golpeando la cabeza de su polla contra los labios de Jimin.

— ¿Verde qué, malcriado?

—Verde, Daddy—, murmuró Jimin, abriendo su boca para Yoongi.

—Chupa la polla de Daddy como un buen chico.

Jimin no chupaba a Yoongi, sino que permitió que Yoongi lo usara como un juguete para follar, sus
manos se anudaron en los rizos de Jimin mientras se abría paso en la boca de Jimin una y otra vez hasta
que las lágrimas se filtraron en sus ojos y le dolían la mandíbula y las rodillas, y Jimin no pudo hacer más
nada que agarrar las caderas de Yoongi para darse estabilidad.

—Sí, ese es mi buen chico. Te encanta esto, ¿verdad? Amas cuando Daddy usa esa soberbia boca tuya.
—Jimin solo pudo gemir. Sí que le encantaba. Le encantaba ser bueno con su Daddy, le encantaba ser
utilizado para el placer de Yoongi, quería cuanto Yoongi lo deseaba a él y solo a él. —Eso es. Toma la
polla de Daddy, mi dulce chico. Mi dulce y perfecto chico.

Yoongi entró con fuerza por la parte posterior de su garganta y se lo tragó. Cuando Yoongi lo soltó,
volvió por más, lamiendo hasta la última gota de la polla gastada de Yoongi y luego mirándolo para ver si
lo había hecho feliz.

El orgullo y la adoración en el rostro de Yoongi hicieron que el dolor en su garganta y su pene todavía
dolorosamente hinchado valieran la pena. Había hecho feliz a su Daddy. Eso era suficiente. Yoongi lo
puso de pie y lo besó. —Vamos a tomar esa ducha.

Así comenzó el día más frustrante de la vida de Jimin. Yoongi lo masturbó lentamente en la ducha
mientras le susurraba cosas sucias al oído, dejando que Jimin se moviera contra el círculo suelto de su
puño a pesar de que esto no hizo nada para aliviar su necesidad. Más tarde, cuando la polla de Jimin
había perdido la esperanza, Yoongi lo inmovilizó contra la encimera y lo chupó allí mismo en la cocina,
llevándolo al borde una vez más antes de dejarlo con ganas. Justo antes de que Lissa regresara, Yoongi
cumplió su promesa de azotar a Jimin, inclinándolo sobre la cama y atormentándolo por lo que se sintió
como horas antes de masturbarse sobre el trasero de Jimin y frotarlo en su piel como si estuviera
marcándolo.

Para cuando Yoongi lo mandó a vestirse para la fiesta, Jimin ya estaba demasiado preocupado por sus
propias bolas azules como para preocuparse por la gala de recaudación de fondos de su padre. A Jimin
no se le permitió ducharse de nuevo, a pesar de que el semen seco se descascaraba en su espalda, así
que se contentó con domar sus rizos antes de ponerse desodorante y cepillarse los dientes.

Se puso un traje azul marino ajustado de Brooks Brothers que le compró su padre, uno de los muchos
que guardaba en el fondo de su armario después de que un asesor de imagen los considerara
apropiados y no demasiado extravagantes. Jimin se saltó la corbata, vistiendo la blanca como la nieve
camisa de botones con el cuello abierto, lo que garantizaba que su madre estaría en modo alarmada
antes de los aperitivos.

Usarlo abierto también implicaba aplicar corrector en las mordeduras y moretones que Yoongi había
dejado en donde se unía su cuello con su hombro. Presionó sus dedos contra cada uno, rezando para
que Yoongi lo considerara un buen chico esta noche y finalmente lo dejara correrse. Jimin se estremeció,
irritado y excitado a partes iguales. Ahora lamentaba lo ceñidos que eran los pantalones del traje, ya que
había tenido una erección la mayor parte del día.

Jimin encontró a Yoongi de pie en la sala de estar con Lissa preocupándose por él como si fuera a un
baile de graduación y ella fuera su cariñosa abuela. Yoongi vestía el mismo traje básico de hombres de
negro que el primer día que se conocieron—el traje que usan la mayoría de los hombres de seguridad en
estos eventos. Lissa le había pedido a su hermana que lo modificara para que le quedara a Yoongi como
estaba previsto, ajustándose en todos los lugares correctos. Se veía caliente. Muy caliente. Jimin juró
que antes de que terminara la noche, él iba a trepar a Yoongi como si fuera un árbol.

Antes de que Jimin pudiera anunciar su presencia, Lissa lo vio y corrió hacia él, alisando su chaqueta y
frunciendo el ceño ante su cuello abierto. — ¿Por qué tienes que volver loca a tu madre? Ahora tomará
demasiadas pastillas y mañana la recogeré del suelo del baño. Eres un chico malo—. Terminó ella,
dándole un manotazo en el hombro. Jimin estaba agradecido de que ella no hubiera escogido su trasero
maltratado. De por sí, Jimin ya temía el tener que sentarse para la cena. Aun así, su polla se crispó ante
sus palabras. Yoongi sonrió burlonamente detrás de ella, sus ojos recorrieron a Jimin como si estuviera
allí desnudo y sin más ropa de la que había tenido en días.

Una llave giró en la cerradura y luego Jisoo entró, luciendo más como si estuviera a punto de asistir a los
Oscar que para una gala de recaudación de fondos llena de viejos multimillonarios decrépitos y sus
arrugadas esposas. Se había recogido el cabello en un moño suave y había resaltado sus ojos azul aciano
con bronces y dorados, que complementaban su bronceado siempre perfecto. Pero era su vestido lo que
realmente le fascinaba. Si el cuello abierto de Jimin iba a dejar a su madre escandalizada antes de la
mañana, ella definitivamente se arrojaría desde un techo ante el deslumbrante vestido dorado de un
solo hombro de Jisoo que abrazaba sus curvas hasta la rodilla antes de derramarse en un charco de
lentejuelas a sus pies. Era asombroso. Escandaloso. Su padre tendría un derrame cerebral... lo cual era
perfecto.

—Wow—, dijo Yoongi antes de que Jimin pudiera encontrar las palabras adecuadas.

Jisoo se sonrojó e hizo una reverencia antes de dar una vuelta, haciendo que la cola girara a su
alrededor. —Aww gracias. Sin embargo, deberíamos ponernos en marcha. El coche está abajo.

Jimin de repente sintió como si un yunque hubiera caído sobre su cabeza. No había tenido que lidiar con
su padre o sus compinches en público durante casi un año. Ya no tenía la fortaleza emocional para esto.
Quería echarse atrás, decirle que estaba enfermo y esconderse allí en el penthouse con Yoongi, donde
estaba seguro. Donde se sentía seguro.

Pero era demasiado tarde. Jisoo estaba enganchando sus brazos con los de ellos y los dirigía hacia las
puertas. —Empecemos a rodar este show de mierda, caballeros.

Diecinueve

Yoongi

En el auto, Jimin se sentó entre Yoongi y Jisoo, estremeciéndose como un Chihuahua muy nervioso.
Masticó su labio inferior, sacudió la pierna y movió sus manos hasta que Yoongi entrelazó sus dedos con
los de él y los apretó con fuerza. Echó la cabeza hacia atrás, sus ojos tristes encerrados en los de Yoongi.
Una pequeña punzada de culpabilidad lo pinchó. Tal vez no debió haber pasado el día arrastrando a
Jimin al borde del olvido. Quizás debió haber hecho algo para que se relajara todo lo posible. Pero Jimin
tenía que entender que sus acciones tenían consecuencias, y si Yoongi no cumplía, él dejaría de creer
sus amenazas. Además, era demasiado tarde como para preocuparse por ello ahora.

Cuando se detuvieron junto al hotel. Estaba la línea usual de carros para estos eventos, limosinas
dejando a personas justo en la puerta. Dios no les permitiera caminar a cualquier lado. Un grupo de
aproximadamente treinta personas protestando estaban de pie afuera, sujetando carteles sobre sus
cabezas, abucheando cada vez que otra pareja pasaba en sus mejores galas. Los asistentes no parecían
molestos, y algunos incluso sonrieron y agitaron la mano en un gesto de “que coman pastel”. Jisoo tenía
razón. Este era un show de mierda de proporciones épicas.

Yoongi salió antes que Jimin, escudándolo mientras él ayudaba a bajar a Jisoo en su ridículo vestido
apretado. Una vez ella estuvo de pie, Yoongi los apresuró dentro, ambos brazos alrededor de ellos como
un escudo. Ambos bajaron sus cabezas mientras bombillas de cámaras disparaban flashes y los
reporteros locales empujaban micrófonos contra sus rostros. Las preguntas se arremolinaban hacia
ellos, pero ninguna lo suficientemente discernible para garantizar una respuesta. No es como si
hubiesen respondido, de todas formas.

Dentro, el lobby del hotel tenía daba una sensación diferente. Música clásica fluyendo de los parlantes
de arriba. Las únicas personas visibles eran los invitados a la fiesta del senador, riéndose y charlando
mientras caminaban hacia el salón de baile principal, como si Roma no estuviera ardiendo justo detrás
de las puertas doradas del hotel. Yoongi dirigió a Jimin y Jisoo en dirección a la fiesta, caminando detrás
de ellos y con una manoen cada hombro. Cuando casi pasaban el límite, una mujer dio un paso al frente.
Jimin se detuvo en seco antes de chocar con ella. Jisoo arrugó el ceño en confusión hacia la mujer más
pequeña.
—Jimin, Kim Jennie del Miami Sun. Nos conocimos ayer en la noche. Me preguntaba si podrías hablar
ahora que los dos tienen la ropa puesta —Ella preguntó, alzando la voz con suficiente fuerza para que
las cabezas se giraran hacia ellos.

Las mejillas de Jimin ardieron, pero Jisoo se acurrucó contra él con posesividad y una sonrisa astuta
como si el comentario fuera dirigido a ella y Jimin, y no a Yoongi y Jimin. Las personas que estaban cerca
para oírlos dieron una mirada al vestido relevador de Jisoo antes de girar las narices y seguir caminando.

Yoongi bajó la voz. —Sin comentarios. Él nunca tendrá algún comentario, y si imprimes, aunque sea una
palabra o guiño a lo que sea que estás implicando, mi cliente te demandará por difamación.

Ella rio disimuladamente. — ¿Difamación? Sólo si no puedo probar mis alegatos.

Yoongi abrió la boca, pero fue Jisoo quien dio un paso al frente. — ¿Dijiste que escribes para Miami Sun?

La mujer movió su mirada a Jisoo respondiendo despectivamente. — Sí.

Jisoo sonrió. —Oh, entonces estoy sorprendida que no me reconozcas.

La mujer se removió con incomodidad, su actitud engreída quebrándose un poco. — ¿por qué habría de
saber quién eres?

—Porque mi padre es tu jefe.

Tanto Yoongi como la mujer dirigieron sus miradas a la muchacha, estupefactos.

La reportera se burló. —Mi jefe es una mujer, y ella no tiene hijos.

—Oh, quizás no fui clara. Mi padre es el jefe del jefe del jefe… etc. Entiendes el punto. Tu periódico
pertenece a Stavros Holdings, LTD. Esa compañía es una de las muchas empresas que pertenecen a mi
padre. Puedo ponerlo al teléfono si quieres confirmar —Ella agitó el pequeño bolso en su muñeca.

La mujer empalideció, pero entrecerró los ojos hacia Jimin, como si intentara mirar dentro de su cabeza.
—No estoy segura de lo que tú y tu padre están tan empeñados en ocultar, pero no voy a dejarlo ir. Si la
historia es lo suficientemente buena, a mi jefe no le importará quien es tu padre.

Jisoo le dio a la mujer una sonrisa rígida, su tono era dulce sacarina. —Yo que tu sería muy cuidadosa
con las amenazas, Jennie, cariño. A veces, las personas se enfocan demasiado en lo que tienen al frente
que fallan en ver los peligros que se acercan por los lados.

—Sí. Tendré eso en mente —Dijo la mujer, con una expresión que implicaba que no tenía intención de
dejarlo ir —. Espero que todos ustedes disfruten su tarde.

Jesús. Las mujeres eran perversas. Yoongi estaba convencido que, si dejaran a las mujeres interrogar a
los prisioneros de guerra, acortarían el tiempo que tomaba en romperlos por la mitad. Jimin no había
pronunciado ni una palabra durante el intercambio. Cuando Yoongi miró hacia él, el muchacho se veía
resignado a su destino. Yoongi lo empujó hacia adelante. —Vamos, acabemos con esto.

Una vez entraron al salón de baile, Jisoo azotó a Jimin en el trasero, ganándose un siseo y una mirada
sorprendida. —Pon tu mejor cara, o estas viejas te comerán vivo.
Jimin pareció realizar que había entrado al nido de la serpiente. Sus hombros fueron hacia atrás, alzó la
cabeza, y enyesó una sonrisa engreída en su cara. Era cómo un taxi encendiendo sus luces.
Repentinamente, todos los ojos estuvieron en ellos.

Las siguientes dos horas fueron de un aspecto borroso de un pollo grumoso, vegetales fríos, y mujeres
viejas con enormes senos de mentira y rostros demasiado tensados, adulando a Jimin, como si no
supieran si querían envolverlo en sus brazos o follarlo. Yoongi hizo lo posible para no tender las ropas
con estas ancianas mientras pinchaban y besaban a Jimin, como si tuvieran algún derecho sobre lo que
era suyo.

—Cuida tu cara, C.I. Joe, porque ahora mismo te ves menos como un guardaespaldas imparcial y más
como un novio celoso —Susurró Jisoo, la diversión en su voz rallando sus nervios.

Yoongi gruñó en respuesta, pero intentó relajar los brazos a ambos lados y lucir menos como si quisiera
patear cachorritos. Divisó a una mujer rubia abriéndose un camino directo hacia Jimin, y se preparó para
otro embate. El cambio en el muchacho fue inmediato. Respiró hondo, cómo si ya estuviera
preparándose para una batalla. Mientras se acercaba, Yoongi supo con certeza que esta era la madre de
Jimin. Ambos compartían la mandíbula afilada y los enormes ojos jade. Sospechó que también tendría
los mismos rizos que él si su cabello no estuviera alisado hasta la sumisión y cayendo en cascada sobre
sus hombros estrechos.

—Oh, estás vivo. ¿Te mataría el llamarme de vez en cuando, aunque sea? —Ella preguntó, besando en el
aire ambas mejillas de Jimin antes de dejar que su mirada cayera intencionadamente sobre el cuello del
muchacho —. ¿De verdad? Pareciera que te criaron los lobos. Esta es una función de gala y tú ni siquiera
estás usando corbata. ¿Estás intentando avergonzar a tu padre? —Jimin abrió la boca, pero ella alzó una
mano esquelética— No. Creo que tus acciones en los últimos diez años hablan por sí solas. ¿Quién eres
tú? —Preguntó sin siquiera respirar, examinando a Yoongi como si fuera un vagabundo que ingresó en
las instalaciones.

—Min Yoongi, señora —Dijo. Su rostro se agrió— ¿Quién?

—El último niñero de papá —Le recordó Jimin a través de los dientes apretados —. Yoongi, conoce a mi
madre, Park SoRa.

—Oh, cierto. El soldado —Dijo, rápidamente olvidándolo —. Jisoo, cariño, ¿qué pasó con el resto de tu
vestido? ¿Se perdió en algún punto junto con la corbata de mi hijo?

—Sí, hubo un terrible accidente. Por poco y no salimos con vida —Jisoo respondió sin perder el ritmo.

—Hmm —Murmuró su madre —. Gong Yoo está aquí, y planea escribir un cheque gigante esta noche.
Espero que vayas a decir hola. Es posible que aún obtengas una pasantía con él. Jimin hizo una mueca,
de como si prefería morirse, pero su madre o no lo notó o no le importaba. Yoongi sospechaba que era
lo último.

—Está justo allí con la bruja del pantano.

— ¡Joder sí! ¿Jessi está aquí? —Dijo Jisoo, estirando la cabeza para mirar alrededor de la habitación.

—Encantadora como siempre, Jisoo. Tu madre debe estar muy orgullosa.


—Ella piensa que soy la putas tetas —Aseguró Jisoo, ganduleando sus propios pechos para enfatizar.
Yoongi se mordió el interior de la mejilla hasta que lagrimeó, solo para evitar reírse. Tenía que admitirlo,
si a él le gustaran las mujeres, se habría quedado con Jisoo.

Jimin agitó la cabeza con una risa. —Madre, por favor deja de llamar a la abuela “bruja del pantano”.

Ella se mofó. —Dejaré de llamarla de ese modo cuando deje de actuar como una —Su madre respondió
—. ¿Sabes qué le dijo a Ha-neul que sería más barato si una mujer se instalara una perrilla en la parte de
atrás de la cabeza, así los cirujanos podrían girarlo y apretar su rostro periódicamente y sin tanta
molestia? —Jimin rio disimuladamente, ganándose un ceño de su madre —. No es gracioso. Es una gran
donante. También confundió a la esposa del alcalde con su hija y cuando Jang Hyuk le informó que su
esposa había muerto, le dijo que su esposa probablemente había fingido su muerte para alejarse de un
aburrido viejo estúpido como él. Honestamente, su boca nos va a costar una fortuna.

—Entonces, ¿por qué la invitaste? —Preguntó Jimin.

SoRa miró a su hijo como si fuera estúpido. —El consultor de imagen dijo que había rumores de que la
teníamos metida en un asilo de ancianos para que podamos desviar todo su dinero a la campaña de tu
padre.

Las cejas de Jimin se alzaron. —Así que… ¿no tanto un rumor como las otras verdades incómodas de
papá?

—Eres incorregible, querido. Juraría que ni siquiera te importa todo el estrés bajo el que me encuentro.
Estas fiestas de campañas no son baratas, y organizarlo todo es exhaustivo.

—Tienes a un planeador de fiestas, dos asistentes personales, tres amas de llaves, y un chef personal. Mi
corazón sangra por ti, madre.

Ella le lanzó una mirada traicionada. —No tienes ni idea de lo dura que es mi vida. Formo parte de siete
comités, soy voluntaria en una docena de museos, tengo varios almuerzos y fiestas de los que se
esperan que asista en nombre de tu padre, y mi diseñador de interiores se fue justo en la mitad de la
reconstrucción de mi armario, Jimin. Es demasiado.

—Wow. Eso suena terrible, madre.

Ella agitó la mano hacia un mesero un par de pes lejos de ellos. —Ugh, solo dile hola a tu abuela antes
de que te vayas. Necesito otro trago.

—Voy a encontrar a Jessi —Anunció Jisoo antes de perderse en la multitud.

Jimin observó a la chica como si acabara de caminar hacia territorio enemigo sin armas y esperar a que
Jimin la siguiera. Se veía casi congelado.

Yoongi se inclinó, bajando la voz hasta un susurro. — ¿Te he dicho lo buen chico que has sido esta
noche? —Jimin solo respondió con un suspiro tembloroso y un ligero desplazamiento de la parte de
debajo de su cuerpo —. Digamos hola a tu abuela, y entonces nos iremos de aquí y terminaremos lo que
empezamos esta mañana.

Jimin hizo un sonido bajo, casi como un gruñido. —Espero que lo digas en serio —Murmuró antes de
pasar con dificultad entre la multitud detrás de Jisoo. Yoongi los siguió a una distancia razonable.
Eso fue lo que se dijo a sí mismo de todas formas.

Veinte

Jimin

No era que Jimin no quisiera a su abuela. La quería, tanto como una persona podría amar a alguien que
apenas conoce. Ella era lo más parecido a un humano que probablemente encontraría columpiándose
en su árbol genealógico. Pero Jessi Ho era lo que a Jisoo le gustaba llamar una rompe-pelotas. Era vieja y
medio ciega y estaba sentada en una silla de ruedas que parecía haberla sacado directamente del ático
de una película de terror. Jimin podía contar con una mano el número de veces que había tenido algo
más que una conversación pasajera con la mujer desde su nacimiento. Su madre y su abuela no se
hablaban, aunque Jimin no sabía por qué. Supuso que lo que sea que había sucedido era culpa de su
madre. Eugenia era una persona difícil incluso con una dosis triple de Xanax.

Cuando alcanzó a Jisoo, ella se sentó en cuclillas junto a la silla de ruedas de mimbre de su abuela,
agarrando los nudosos dedos de Jessi y riéndose de algo que la mujer decía. Jimin no tenía idea de por
qué Jisoo quería tanto a la mujer. Sólo se habían visto dos veces, pero parecían viejas amigas ¿Quizás su
abuela era senil y pensaba que Jisoo era otra persona? Quizás Jisoo también estaba un poco senil.

La mujer se parecía mucho a una versión envejecida de su madre, sólo que su cabello plateado estaba
recogido en una complicada configuración de vueltas y ondas, todo decorado con una horquilla de rubí
chillón. Jimin y su madre se parecían a Jessi en tono de piel y color de ojos, pero todo en su abuela era
frágil, incluida su personalidad.

Él se inclinó y la besó en la mejilla, y ella no le dio palmaditas en la mejilla, sino que lo abofeteó.

—Bueno, si no es mi nieto desaparecido. Pensé que quizás también te habían metido en una casa y se
habían fugado con tu fondo fiduciario—. Los ojos de Jimin se agrandaron y Jisoo se rio. No estaba
equivocada, pero la gente los rodeaba por todos lados, gente a la que nada le gustaría más que chismear
sobre Jimin y su familia.

El juez Gong Yoo estaba parado junto a su abuela. Era uno de los compañeros de golf de su padre. Un
evangélico con intenciones ocultas. El tipo favorito de su padre.

—Sí, Jimin. Pensamos que tal vez estabas en rehabilitación y tu padre estaba demasiado avergonzado
para decírnoslo—. Bromeó el hombre, agitando su largo vaso vacío.

A Jimin se le revolvió el estómago, pero puso una sonrisa falsa en su rostro, volteándose hacia su abuela.
—He estado ocupado con la escuela, Nana. Eso es todo.

Los ojos de Yoo destellaron en el brillo de un centenar de candelabros. —Eso es gracioso. Nayeon dijo
que no te había visto por el campus en casi un año.

Nayeon era una pequeña soplona de rostro puntiagudo. —Su hija es una Tri-Delta. No me gusta mucho
la vida griega.

—Podrías haberme engañado—. Murmuró Jessi, mirando a Yoongi de arriba abajo con una mirada
conocedora que hizo sudar a Jimin.
Antes de que pudiera pensar en una respuesta decente, la esposa de Yoo se unió a ellos. Era una mujer
de mediana edad que vestía una base dos tonos demasiado oscuros y un vestido amarillo que hacía que
su tez se viera pálida como si tuviera una afección médica.

—Allí estás. Lo juro, había una cola para el baño de mujeres casi hasta fuera del vestíbulo. Algunas de
esas feministas locas lograron entrar al hotel, creo.

— ¿Por qué dices eso? —Preguntó Yoo, mirando por encima del hombro como si una feminista pudiera
estar al acecho detrás de él.

—Bueno, la mujer en el cubículo a mi lado estaba usando los zapatos más masculinos. Creo que podría
haber sido una lesbiana.

—Oh, cállate. Usar zapatos cómodos no convierte a una mujer en feminista o lesbiana más de lo que
usar ese horrible vestido amarillo te convierte en un maldito plátano —dijo Jessi con aspereza,
sacudiendo la cabeza. —Lo juro, con mujeres como tú, no sé por qué mi madre luchó tan duro para
ganar el derecho al voto.

Si alguien más hubiera tenido la audacia de decir tal cosa, Martha Abrams habría tenido un colapso total
y los habría desterrado del salón de baile, pero su abuela aún ejercía una gran cantidad de poder,
incluso media ciega en una silla de ruedas de mimbre.

—En serio, Jessi. Sólo estoy diciendo, algunas de esas mujeres allí afuera estaban sosteniendo carteles
sobre su derecho a matar bebés. Eso nunca estará bien a los ojos de Dios.

Jessi se rio. —Si tan sólo tu madre hubiera elegido ese camino, querida.

— ¡Nana! — Jimin se atragantó.

Ella lo miró con expresión divertida, agitando una mano. — ¿Qué? Es una broma.

No era una broma y todos los que estaban en ese círculo lo sabían.

—Algunas personas no entienden tu humor —dijo Jimin, tratando de aligerar la situación.

—El aborto no es una broma—. Dijo una voz detrás de él.

Un dedo helado de conciencia se deslizó a lo largo de la columna de Jimin, un sabor metálico inundó su
boca. Los ojos de la esposa de Yoo se agrandaron y sonrió por encima del hombro de Jimin.

— ¡Jing-jin! Viniste.

El hombre en cuestión se rozó contra Jimin para llegar a los Gong, estrechó la mano de Yoo y rozó el más
mínimo indicio de un beso en la mejilla de su esposa. Ella se tocó la cara como si Lee Jung-jin fuera Harry
Styles y nunca se fuese a lavar la mejilla otra vez. Jung-jin no era Harry Styles. Era mayor que el padre de
Jimin por al menos diez años y sus tripas se agitaron sobre la pretina de su traje, los botones
esforzándose para contener su cintura. Se había peinado hacia atrás su grueso cabello plateado en un
intento a medias por cubrir la calva que esperaba que nadie notara. Quizás nadie lo había notado, nadie
excepto Jimin, quien había pasado semanas mirando ese punto en la parte superior de la cabeza de ese
hombre mientras se arrodillaba entre las piernas de Jimin...
La mirada de Jung-jin encontró la suya, una sonrisa escurridiza se extendió por sus delgados labios.

— Cuando SeoJoon dijo que Jimin estaría aquí, supe que tenía que dejarlo todo, especialmente cuando
dijo que iba a traer a su nueva novia—. Volvió su sonrisa hacia Jisoo, ofreciéndole una mano para
ayudarla a levantarse. Ella la tomó, haciendo una mueca cuando él le rozó los nudillos con los labios. —
Tú debes ser Kim Jisoo.

—Jisoo. Sí ¿Quién eres tú?

—Lee Jung-jin. Ministerios Luz de Dios. Creo que he conocido a tu padre.

La mirada de Jisoo se movió bruscamente hacia Jimin, su boca cayendo abierta. Jimin no sabía lo que su
cara estaba mostrando, pero había perdido el control de su capacidad para funcionar. Cualquiera que
haya sido la expresión que tenía fue suficiente para tener a Jisoo mirándolo como si él estuviera a dos
segundos de desmayarse. Quizás lo estaba. Las palmas de sus manos estaban sudorosas, pero todo en él
estaba frío. Las luces por encima de su cabeza parecían desdibujarse sobre él.

—Jimin, bebé ¿Estás bien? —la voz de Jisoo parecía a kilómetros de distancia.

Le tomó un esfuerzo hercúleo a Jimin poder abrir la boca y decir: —Mareado, Demasiado champán con
el estómago vacío, creo.

— ¿Por qué no me dejas ayudarte a ir al baño? Echarte un poco de agua en la cara —. Se ofreció Jung-
jin.

Jimin no podía respirar. Sacudió la cabeza, pero su boca no funcionaba. Fue como ser golpeado en el
pecho otra vez. Jimin volvió la cabeza, buscando a Yoongi ¿Dónde estaba Yoongi?

—No creo que eso sea necesario—. Espetó Jisoo.

—Por favor, insisto. Jimin estuvo a mi cuidado muchas veces—. Dijo Jung-jin. Jimin se sintió como si
estuviera en el fondo de un pozo, escuchando a la gente discutir mientras se ahogaba.

La voz de su abuela cortó a través de la niebla en su cabeza. —Por el amor de Cristo, Jung-jin. Ella dijo
que no—. El nudo en su pecho se aflojó sólo un poco cuando una mano encontró la parte baja de su
espalda. Yoongi. Yoongi estaba justo detrás de él.

—Tú, allí. Sí tú. El construido como una montaña—. Jessi ladró.

Yoongi estaba ahora a su lado. —Sí, señora.

—Tú eres su seguridad personal. Por favor, asegúrese de que mi nieto y su cita lleguen a casa de
inmediato—. Jimin se balanceó sobre sus pies, alivio lo inundó.

—Pensándolo bien, sería bueno si para en algún autoservicio y le consigue algo de comida en su sistema.

—Por supuesto, señora—. Dijo Yoongi secamente. —Señorita Kim ¿Viene conmigo?

Jisoo asintió, flanqueando el otro lado de Jimin. Juntos, los dos lo guiaron fuera de la habitación y fuera
del hotel. Jimin se hundió contra Jisoo mientras Yoongi llamaba por un coche. Jimin no recordaba mucho
después de eso. Simplemente acostado en el asiento, su cabeza descansando en el regazo de alguien
mientras pasaban sus manos por su cabello sudoroso.
—Simplemente no lo esperaba—. Dijo Jimin a nadie en particular.

—Lo sé, bebé. Está bien. Estás bien—. Le aseguró Jisoo desde algún lugar por arriba.

De alguna manera, llegaron a casa y subieron al penthouse. Jimin colapsó en el sofá.

—Me encargo desde aquí. No hagas esperar al coche—. Le dijo Yoongi a Jisoo en algún lugar cerca de la
puerta principal. Sólo escuchó a medias mientras se despedían.

Cuando Yoongi tomó a Jimin en sus brazos, no luchó contra él. El calor del cuerpo debajo de él y el
tranquilizador latido del corazón de Yoongi le dieron a Jimin algo en lo que concentrarse, un ancla al que
aferrarse en su mar de pánico.

Jimin no estaba seguro de cuánto tiempo estuvieron sentados en el sofá en la oscuridad, Yoongi
murmurando palabras sin sentido en su cabello como si estuviera tranquilizando a un niño después de
una pesadilla. Quizás eso no estaba muy lejos de la verdad. Jung-jin Osborne fue el arquitecto de cada
una de las pesadillas de Jimin y no importaba cuánto tiempo pasara, el hombre podía arrojarlo de vuelta
a la oscuridad cuando quisiera.

— ¿Estás bien?—. Preguntó Yoongi finalmente.

Jimin soltó una carcajada sin humor. —Ni siquiera un poco.

—Ese era el hombre de los campamentos de conversión ¿No?

La cabeza de Jimin se sacudió hacia Yoongi.

— ¿Qué dijiste?

—Tu padre mencionó que asististe al campamento Luz de Dios. Tu padre dio a entender que era un
campamento de conversión.

—Programa de terapia reparativa—. Murmuró Jimin. —Así es como ellos se llaman a sí mismos. "Dejar
que Dios arregle lo que está roto dentro de nosotros". Eso es lo que Jung-jin solía decir. Dijo que Dios lo
había arreglado y le había encargado “arreglarnos”.

Su pulso latía fuerte pero lento, Jimin recitando estas cosas como si fuera algo que le hubiera pasado a
otra persona.

— ¿Así es como él lo llamaba?

Jimin asintió, algo retorciéndose profundo dentro de él. No se suponía que Yoongi estuviera sentado allí
cuidando a Jimin. Le había prometido a Jimin una noche de rimming y al menos un orgasmo que le
volara la mente. Lee Jung-jin era la razón por la que Jimin entraba en pánico cada vez que alguien
intentaba tocarlo. Había arruinado esa experiencia para Jimin y justo cuando Jimin estaba listo para
intentarlo, apareció de la nada para robarle una vez más como un villano de cuento de hadas. No era
justo.

Eso no va a suceder.

—No quiero hablar acerca de Jung-jin—. Declaró Jimin.


Yoongi frunció el ceño. —Está bien ¿Qué quieres?

—Tú. La noche que me prometiste. Dijiste que, si era un buen chico, me atarías, me comerías y me
darías orgasmos—. Jimin sonaba como un niño malcriado, pero no le importaba. Quería la noche que
Yoongi prometió. — ¿No fui bueno, Daddy? —preguntó, girando en los brazos de Yoongi para sentarse a
horcajadas sobre sus muslos.

Yoongi apartó el cabello de Jimin de sus ojos, estudiando su rostro como si no estuviera seguro de que
Jimin estuviese listo para lo que fuera a pasar a continuación. Jimin tampoco estaba seguro, pero él lo
quería de todos modos. Quería a Yoongi.

—Sí, bebé. Estuviste perfecto.

—Entonces quiero mi recompensa.

—Te dije que no te correrías de nuevo a menos que fuera con mis dedos dentro de ti, pero sí...

—Recuerdo lo que dijiste. Lo recuerdo todo. Quiero eso.

—Jimin, después de lo que pasó...

— ¡No! — Jimin lo interrumpió. —Él no me va a quitar esto también. Lo quiero todo. Lo quiero contigo.
Deja de dar vueltas. No estoy siendo autodestructivo ¿No puedo tener algo que sea solo para mí? ¿No
puedo simplemente tener de vuelta esta cosa que me quitó?

Jimin contuvo la respiración mientras Yoongi parecía pelear consigo mismo. Una parte de Jimin se sintió
mal por ponerlo en esta posición, pero la otra parte sabía que nunca se sentiría más seguro que como lo
hacía con Yoongi. Si no hiciera esto aquí, ahora, con Yoongi, es posible que nunca se atreviera a hacerlo
de nuevo.

—Por favor, Yoongi—. Susurró, presionando un beso contra su barbilla. —Por favor, Daddy.

Vio el momento exacto en que ganó.

—Dormitorio. Ahora.

Veintiuno

Yoongi

Yoongi podría haber considerado divertido el caminar rápido de Jimin hacía el dormitorio si no estuviera
realmente preocupado por su estado mental actual. Lo siguió a un ritmo más pausado, llegando al
dormitorio cuando uno de los zapatos de Jimin pasó por la puerta. Ya se había deshecho de la chaqueta
y la camisa ya al suelo y sus pantalones estaban agrupados alrededor de un tobillo mientras saltaba,
tratando de deshacerse de su otro zapato. Yoongi no interrumpió, solo se apoyó contra la puerta, con
una sonrisa en su rostro.

Jimin había pasado la noche esforzándose duramente por estar perfecto, pero Yoongi lo prefería así,
torpe, ansioso, desesperado por complacer. Jimin había deslumbrado a los amigos de su padre. Todas
las personas se habían acercado a él como un faro y Jimin les había obsequiado a todos historias
cuidadosamente ensayadas y anécdotas falsas sobre su padre. La sonrisa de Yoongi se desvaneció al
recordar los puños apretados de Jimin y la sonrisa que nunca reflejó en sus ojos. Años de abusos habían
condicionado a Jimin a actuar como el hijo obediente, pero nunca se había perdido a sí mismo, nunca
había dejado que su padre enterrara quién era... al menos, todavía no. Yoongi necesitaba proteger esa
parte de Jimin, esa parte defectuosa y frágil de su alma que su padre aún no había borrado.

Jimin confiaba en Yoongi lo suficiente como para pensar que de alguna manera podría superar este
obstáculo mental que su cuerpo había lanzado para protegerlo. Si Yoongi hacía esto mal, si apresuraba a
Jimin o lo lastimaba, Jimin nunca volvería a confiar en él. Puede que nunca volvería a confiar en nadie.
No quería arruinar esto, pero Yoongi no tenía idea de lo que haría falta para que el cuerpo de Jimin
cediera, para dejar entrar a Yoongi. No lo tomaría a la fuerza, no manipularía a Jimin ni lo obligaría a
hacer algo para lo que su cuerpo no estaba listo. Él no sería otra persona que lo lastimaría. No podía
serlo.

Ver a Jimin usar esa máscara de dinero y privilegio que su padre le había impuesto hizo que Yoongi
estuviera decidido a hacer esta noche todo lo que Jimin quería, y tal vez si Yoongi lo hacía bien, la noche
terminaría con él enterrado dentro de su chico. Su mirada recorrió la carne desnuda de Jimin. Lo había
vuelto un desastre en los últimos días. Las marcas de mordiscos le estropeaban los hombros y las
costillas, los moretones en forma de dedos aún eran visibles en los globos de su trasero. Era la cosa más
hermosa que Yoongi había visto en su vida.

Cuando arrastró los ojos hacia arriba, el chico se volvió, con el labio inferior atrapado entre los dientes,
las pupilas dilatadas mientras miraban a Yoongi con una expresión casi tímida. Esto sacudió algo suelto
dentro de él. Caminó a grandes zancadas a través de la habitación, agarrándole la cara y juntando sus
labios, su lengua saqueando la boca de Jimin en un beso que dejó al chico apretando las manos en la
camisa de Yoongi.

Empujó a Jimin hacia el colchón, jalándose la corbata y deslizándola para soltarla mientras el muchacho
se apresuraba a subirse a la cama para apoyar la cabeza en las almohadas. Los ojos de Jimin se clavaron
en la corbata en la mano de Yoongi antes de mirarlo a la cara, expresión adorablemente esperanzada. La
cama se hundió cuando Yoongi se sentó a horcajadas sobre el pecho de Jimin, todavía completamente
vestido. —Tus manos.

Jimin las empujó hacia él, con las muñecas juntas, los labios entreabiertos, la punta de su lengua rosada
a la vista.

Yoongi se rio entre dientes, capturando sus muñecas con su corbata y asegurándolas a la cabecera.
Presionó el pulgar contra los labios de Jimin y el chico lo succionó sin dudarlo. — ¿Necesito atarte los
pies o te vas a portar bien? —preguntó, liberando su dedo.

—Me portaré bien, Daddy. Te lo prometo.

—Buen chico.

Yoongi se bajó de la cama. — No te muevas—, ordenó, sabiendo muy bien que el chico no podría
hacerlo incluso si quisiera. Se dirigió a su propia habitación, donde tomó lubricante y condones. A su
regreso, los ojos de Jimin se agrandaron ante los artículos en la mano de Yoongi. Pasó los dedos por los
rizos de Jimin, con la esperanza de tranquilizarlo un poco. Dejó caer los artículos en la mesita de noche.
—Sobre tu estómago, bebé.
Jimin se apresuró a obedecer, empuñando la corbata negra como si necesitara un salvavidas. Yoongi se
puso de pie, admirando la imagen que creaba Jimin, todo ese músculo flexible y piel cremosa contra el
fondo de su suave edredón negro. Yoongi acarició el trasero de Jimin, presionando sus dedos sobre los
moretones anteriores, sonriendo ante los restos de su semen que aún se descamaban en la piel de
Jimin.

Dio un paso atrás, haciendo que Jimin se quejara. Yoongi se quitó la chaqueta, la colgó en el respaldo de
la silla de Jimin antes de arremangarse hasta los codos y quitarse los zapatos. Jimin lo estudió, su rostro
solo se veía a medias, sus rizos caían sobre su frente como un ángel caído.

— ¿No te vas a desnudar? — Jimin preguntó, la decepción empapando su voz.

Yoongi se acercó más, deslizando un dedo por la parte interna del muslo de Jimin, deteniéndose justo
antes de sus bolas. — ¿Me estás cuestionando?

Jimin gimió, balanceando sus caderas contra el colchón. —No, Daddy.

Yoongi dejó caer una fuerte palmada en el trasero magullado de Jimin. — Detén eso, o podemos
retomar esto mañana cuando tengas un poco más de control. ¿Es eso lo que quieres?

Jimin aplastó su polla contra el colchón una vez más como si no pudiera evitarlo, su voz era un gemido
bajo. — No, Daddy.

Yoongi se rio en voz baja, levantando la cabeza de Jimin para darle un beso duro. —Entonces
compórtate.

Jimin hizo un pequeño ruido necesitado, pero Yoongi lo ignoró, se arrodilló en la cama entre los muslos
de Jimin y se cernió sobre él, sus manos a ambos lados de la cabeza de Jimin. No lo tocó, solo se inclinó
hacia él, su aliento alborotando el cabello en la nuca de Jimin.

— ¿A quién perteneces? —murmuró contra su oído.

—A ti, Daddy—, suspiró Jimin.

—Así es. ¿Qué quieres, dulce niño?

—Solo a ti, Daddy.

—Me tienes— juró Yoongi, sintiéndolo más de lo que jamás admitiría.

Jimin respiró hondo, pero no dijo nada.

—Eres hermoso así —gruñó Yoongi, trazando el caparazón de su oreja con la lengua. —Naciste para
esto, para ser adueñado, poseído, marcado... usado—. Mientras hablaba, puntuaba cada palabra con un
beso mordaz a lo largo del cuello de Jimin, las protuberancias de su columna, su cadera. Jimin no
respondió, simplemente se aferró a sus ataduras, respirando entrecortadamente dentro sus pulmones.
Yoongi presionó un beso entre sus omóplatos y bajó las caderas, frotando su polla vestida contra su
trasero.

— ¿Ves lo que le provocas a Daddy? ¿Ves lo duro que me pones?

—Por favor, Daddy.


Yoongi reprimió un gruñido mientras se permitía un minuto para apretar su erección contra el chico. —
Quieres ser bueno para mí, ¿no es así?

—Sí, Daddy —dijo Jimin entre sollozos.

Yoongi le dio un tierno beso en la sien. —Entonces relájate por mí, bebé. Quiero saborearte.

Jimin pareció derretirse, sus manos aflojaron su agarre mortal mientras Yoongi se sentaba sobre sus
pies, tomándose un momento para mirar la imagen que Jimin le presentaba. Dejó que las yemas de sus
dedos provocaran los tobillos de Jimin, la parte posterior de las rodillas, la parte interna de los muslos
antes de levantar las caderas de Jimin y abrirlo de piernas. Se inclinó hacia él, dejando que su respiración
se extendiera por el estrecho y pequeño agujero de Jimin.

— ¿Es esto lo que quieres? ¿Mi boca sobre ti?

Jimin arqueó la espalda, empujando su trasero más alto como una gata en celo. —Por favor, Daddy.

—Dilo de nuevo—, molestó Yoongi, inclinándose para morderle los cachetes

—Por favor, Daddy. Por favor. Lo prometiste, —gimió Jimin. —Me lo prometiste —dijo de nuevo, casi
como si no supiera que estaba hablando.

Yoongi había prometido y Jimin había hecho todo lo que Yoongi le había pedido. Se inclinó hacia
adelante, pasando la parte plana de su lengua sobre el apretado agujero fruncido de Jimin. Este gimió,
empujándose hacia atrás sobre la cara de Yoongi. Lo mantuvo en su lugar, mordisqueando, lamiendo y
chupando hasta que Jimin se convirtió en un desastre sollozante y tembloroso debajo de él.

Metió la mano entre las piernas de Jimin, envolviendo su puño alrededor de la polla ignorada de Jimin,
trabajándolo lentamente hasta que el chico balbuceó. —Necesito más. Quiero más. Por favor. Tú dijiste.
Lo prometiste, Yoongi. Por favor.

La polla aprisionada de Yoongi goteó al oír su nombre en la lengua de Jimin. Jimin nunca antes había
pronunciado el nombre de Yoongi de esa manera, como una oración, como si fuera la única persona que
podía darle a Jimin justo lo que necesitaba. Yoongi gruñó, apuñalando su lengua contra el codicioso
agujero de Jimin, sintiendo que cedía solo un poco. Apretó su propia polla, tratando de recomponerse lo
suficiente como para hacerse cargo de su chico.

Cogió el lubricante de la mesa que estaba a un lado. —Daddy se va a encargar de ti—. Se cubrió los
dedos, masajeando el agujero de Jimin con el pulgar, aplicando presión, pero no lo suficiente para
penetrarlo. — ¿Color?

La respuesta de Jimin fue un largo y estirado, —Verde.

Yoongi presionó su pulgar más allá del primer anillo apretado de músculo. Jimin siseó, el cuerpo
tensándose, apretando el dedo de Yoongi con fuerza. Jodido Jesús. Yoongi frotó círculos en la cadera de
Jimin hasta que su cuerpo se adaptó a la invasión menor. Una vez que se relajó, Yoongi presionó más
allá, todo mientras estudiaba a Jimin en busca de signos de angustia, mega consciente de la respiración
entrecortada del chico y el ligero brillo de sudor en su piel. Yoongi miró, paralizado, mordiéndose la
lengua hasta que pudo saborear la sangre. Probablemente podría correrse con solo ver cómo su dedo
desaparecía entrando y saliendo del cuerpo de Jimin. Pero no se trataba de él, se recordó Yoongi,
tomando la polla de Jimin en la mano una vez más, haciendo que su suave erección volviera a
endurecerse.

Jimin se folló contra el puño de Yoongi y Yoongi lo permitió. Sacó su pulgar y lo reemplazó con su dedo
índice, sondeando más profundamente hasta que encontró la próstata de Jimin, aplicando presión sobre
la glándula esponjosa.

Las palabras se derramaron de los labios de Jimin sin pensarlo. — ¡Joder! Oh, joder. Oh, joder. Eso es...
Oh, Dios. Más. No pares. Por favor...—Dijo apagándose un poco, sus caderas perdiendo el ritmo como si
no pudiera decidir si empujarse hacia atrás en el dedo de Yoongi o hacia adelante en su puño
resbaladizo. Cuando Yoongi liberó su dedo, presionó dos de vuelta hacia adentro.

Jimin siseó incómodo, pero no detuvo su ritmo desesperado mientras perseguía su orgasmo. Yoongi
quería liberar sus dedos y conducir su polla en el estrecho canal de Jimin hasta que se corriera dentro de
él, preñándolo, marcándolo como suyo. Pero esto se trataba de premiar a Jimin por su buen
comportamiento, por dejar entrar a Yoongi. —Córrete por Daddy, dulce niño.

El ruido que hizo Jimin fue algo entre un chillido y un grito mientras su cuerpo se estremecía y su semen
salpicaba el edredón de abajo. Se derrumbó en la cama, enterrando su rostro en la almohada, los
hombros temblando mientras lloraba. Yoongi yacía encima de él, salpicando besos en su cabello y un
lado de su cara. —Lo hiciste tan bien, bebé. Tan bueno. Estuviste perfecto.

Yoongi extendió la mano entre ellos y liberó su propia polla dolorida, contento con frotarse contra su
chico. Jimin lo había hecho bien, pero Yoongi no quería presionarlo. Empujó sus pantalones y ropa
interior fuera del camino antes de envolver sus brazos alrededor de Jimin y trabajar su polla contra él,
los ojos en blanco por la fricción. No pasó mucho tiempo antes de que se corriera, derramando su
semilla en la espalda baja de Jimin una vez más.

Para cuando Yoongi se recuperó lo suficiente como para soltar las manos de Jimin, el chico estaba
inconsciente, roncando suavemente debajo de él. Yoongi masajeó las muñecas de Jimin, asegurándose
de que la sangre hubiera regresado a sus manos antes de moverse para ponerse de pie. Jimin extendió
la mano para agarrar la mano de Yoongi, tirando de él hacia abajo y entrelazando sus dedos,
acurrucando su rostro más profundamente en las almohadas.

Yoongi suspiró, besando el hombro sudoroso del chico y cerrando los ojos. Sus pantalones todavía
estaban alrededor de sus rodillas, su camisa estaba arrugada alrededor de él, el semen secándose en su
piel y vello púbico, pero no hizo ningún movimiento para desenredarse. El cambiarse podría esperar.
Limpiarse podía esperar. Por Jimin, el mundo entero podía esperar y Yoongi no estaba seguro de qué
hacer con ese pensamiento.

Veintidós

Jimin

Jimin no recordaba quedarse dormido, pero cuando abrió los ojos de nuevo la habitación estaba oscura,
afuera la luna resplandecía tenuemente detrás de una marea de nubes oscuras. Yoongi lo tenía en
cucharita, un brazo debajo de la almohada de Jimin y el otro envuelto alrededor de su cintura, roncando
suavemente contra su cuello. El calor se arrastró por su cuerpo al recordar lo que hicieron. Lo que dejó
que Yoongi hiciera. Era algo extraño de lo que estar orgulloso, Jimin sabía, pero dejó que Yoongi entrara,
se vino tan fuerte en los dedos de Yoongi. Todavía podía sentirlo. Era extraño, casi como un ardor
placentero, nada como solía sentirse después de...

Sacudió los pensamientos lejos antes de que pudieran echar raíces. No estaba dispuesto a arruinarlo. Él
cambió de posición, haciendo una mueca cuando su vejiga protestó. Intentó deslizarse debajo del brazo
de Yoongi sin molestarlo, pero se apretó a su alrededor. — ¿A dónde crees que vas? —Yoongi gruñó
contra su piel. Jimin rodó los ojos.

—Qué mandón —Bromeó, un extraño sentimiento liviano en su pecho mientras dejaba caer un beso en
la barbilla de Yoongi y se dirigía al baño.

Una vez se hubo descargado, observó su reflejo en el espejo. Tenía el pelo erizado, y sombras tenues
formaban medias lunas debajo de sus ojos. Y luego estaban los moretones... Si alguien lo mirara, jamás
sería capaz de convencerlos de que él había deseado esto, pero cada marca enviaba una descarga de
emoción a través de él, servía como un recordatorio de que pertenecía a Yoongi... Al menos, por ahora.

Se dirigió de regreso a la habitación donde Yoongi estaba acostado como lo había dejado, de lado, ojos
cerrados, los carnosos labios separados. Incluso en sueños, Yoongi lucía intimidante, como si alguna
especie de dios romano hubiese vagado en la cama de Jimin y se hubiese dormido. Gateó de regreso a la
cama, preparando su camino debajo del pesado brazo de Yoongi encarándolo esta vez, y encajó la
cabeza debajo de su barbilla. El cuerpo de Jimin entraba a la perfección. Presionó la nariz en la garganta
de Yoongi. ¿Por qué siempre olía tan bien? Y, ¿Por qué siempre era tan cálido?

Jimin acarició con la mano los músculos de la espalda de Yoongi, trabajando sus muslos entre las rodillas
de él. El brazo de Yoongi lo abrazó más cerca, su mano deslizándose sobre el trasero de Jimin. —No
comiences nada que no puedas terminar, chico —Murmuró en su oreja.

Jimin tembló, sus pezones endureciéndose solo con el sonido de la voz de Yoongi. —No estoy
intentando iniciar nada —Reclamó incluso aunque se mecía contra él, frotando su polla medio dura
contra el surco de la cadera de Yoongi —. Es solo que te sientes tan bien.

Yoongi rio, sin ninguna intención de detener a Jimin de follarse su pierna. —Oh, ¿enserio?

Jimin asintió debajo de su barbilla, trazando la lengua a lo largo de la clavícula de Yoongi, disfrutando el
sabor de su piel. —Sí. Es como mi nueva cosa favorita.

Yoongi se echó hacia atrás, inclinando la barbilla de Jimin para besarlo, pero no había calor detrás del
beso. —De verdad. ¿Estás bien después de lo que pasó más temprano?

El corazón de Jimin se aceleró detrás de las costillas, su cadera quedándose quieta. —Sí, estoy bien. De
verdad. Mejor que bien.

Yoongi lo examinó como si la verdad de sus palabras descansara en algún lugar de su piel. Lo que sea
que vio pareció calmarlo. Besó su frente antes de meter la cabeza de Jimin nuevamente debajo de su
barbilla. Ellos estuvieron echados allí en silencio, los dedos de Yoongi trazando patrones a lo largo de su
espalda, y la mano de Jimin arrastrando los dedos sobre la espina de Yoongi.

— ¿Puedo hacerte una pregunta? —Preguntó Yoongi luego de unos momentos.

El pulso de Jimin se aceleró, pero dio un asentimiento entrecortado. —Creo que sí.
— ¿Cuál es el problema con tu abuela?

Jimin no pudo evitar la risa sorprendida que estalló de sus labios. —No estoy seguro de querer saber
cuánto tiempo llevas aquí echado pensando sobre mi abuela.

Yoongi rio. —No tanto para causar preocupación... al menos, no lo creo. Solo parece que no la conoces
demasiado. ¿Cómo funciona?

Jimin suspiró. —Supongo que es porque no nos conocemos el uno al otro. Ella y mi madre no se llevan
bien. No sé por qué, pero si tuviera que adivinar diría que fue por culpa de mi papá. Solíamos verla en
las recaudaciones de fondos y en los bailes de caridad. Ella es una jugadora bastante poderosa en ciertos
círculos, o lo era hasta que fue declarada con demencia y se le concedió poder notarial de alguna forma.

Yoongi dio un gruñido disgustado, el cual Jimin encontró que sonaba similar a sus gruñidos de “no estoy
escuchando” pero nada como sus gruñidos cachondos o sus gruñidos de hambre. Jimin no culpó a
Yoongi. Su familia era horrible. —Creo que los imagino a ustedes siendo el tipo que tiene cenas
incomodas los domingos en alguna mansión gigante.

Jimin suspiró. —No sé si llamarías al condominio de seis millones de dólares de la abuela una mansión,
pero está justo en el océano. Cuando era pequeño, íbamos a cenas allí, y mi hermano y yo corríamos
alrededor de la playa mientras los adultos hacían lo que fuera que hiciesen adentro. No recuerdo
mucho, excepto, que usualmente terminaba con mi madre ebria y gritando y mi padre despotricando en
el auto todo el camino a casa. Después de la muerte de mi hermano, solo dejamos de ir.

—Ella y Jisoo parecen cercanas —Observó Yoongi.

Jimin resopló, metiendo su cabeza contra el pecho de Yoongi. —Jisoo se ha visto con ella dos veces,
incluyendo esta noche. Solo que ella sabe lo mucho que mis padres la odian, y eso la hace su aliada en el
libro de Jisoo. El enemigo de mi enemigo y todo eso.

La voz de Yoongi vibró contra su mejilla. —Aunque, parece que tu abuela te quiere.

Jimin reflexionó sobre eso. — ¿Lo parece? Yo siento que es educada por obligación. Ni siquiera me
conoce.

—No parece ser una mujer que haga las cosas por obligación, y parece saber lo suficiente.

Jimin supuso que eso era verdad, pero el dudaba que cualquier pizca de afecto — Si es que existía —
sobreviviría si se enteraba que su único nieto estaba orientado al mismo sexo. Su madre le había dado a
luz y ni siquiera ella era una fan. Ignoraba esa parte de él, esperando que desapareciera. Él imaginó que
la reacción de su abuela no sería muy diferente.

—Después de que Chanyeol murió, solía soñar que alguien vendría a rescatarme. Hacia estas fantasías
elaboradas sobre como mi padre no era mi padre, y que algún otro hombre me llevaría lejos
eventualmente, o que había habido una equivocación en el hospital y yo descubría que terminé en la
familia equivocada y que la verdad pertenecía a una familia agradable. Esa última definitivamente era un
penoso deseo, porque luzco justo como la buena y vieja SoRa, para su deleite —Jimin odiaba hablar de
esta mierda, pero no parecía poder callarse ahora —. De todas las personas que pensé que podían venir
y rescatarme de mis padres, la abuela nunca era uno de ellos. Nunca fue una parte grande en mi vida.
No recuerdo siquiera recibir un abrazo de ella. Solo se hincaba en una rodilla y sacudía mi mano, decía
que un buen apretón de manos era importante, era un sinónimo de fortaleza e integridad. Entonces, ella
usualmente solo miraba mal a mi padre. Cuando mi padre entró en política, mi madre la mencionó
menos y menos. Incluso cuando se encontraban en funciones de caridad y galas, actuaban más como
conocidos semi hostiles que como familia.

—¿Has intentado alguna vez hablar con ella por fuera de las cenas de campaña?

—Esta noche ha sido la primera vez que he visto a mi abuela en mucho tiempo, y eso es solo porque el
consultor de imagen de mi padre claramente no tiene ni idea de cómo funciona nuestra familia.

—Quizás debas intentar hablar con ella. Puede ser bueno tener a alguien en tu esquina.

Jimin deslizó los labios a lo largo de la clavícula de Yoongi. —Creo que tú tampoco entiendes cómo
funciona mi familia.

—Solo es una idea.

— ¿Eres cercano a tu abuela? —Jimin contrarrestó, incómodo con la dirección que estaba tomando la
conversación.

—Mis abuelos están todos muertos.

Jimin probablemente debía haber parado de fisgonear allí, pero no lo hizo. — ¿Qué hay de tu mamá?
Cuando hablaste de ella, esa vez dijiste... ¿está...? —Se apagó.

Sintió a Yoongi asentir sobre él. —Sí. Murió de una sobredosis de drogas cuando yo tenía diecisiete.

—Cielos. Lo siento. Eso apesta —Yoongi raramente hablaba de sí mismo o de su familia. Jimin no tenía
ese lujo ya que Yoongi tenía un boleto de primera fila a todo el drama familiar de Jimin —. Crecer con
una madre drogadicta mentalmente enferma no pudo haber sido fácil.

La madre de Jimin era fría, pero ella no era una abusiva adicta a las drogas.

—Tenía a mi hermana. YoungMi hizo lo que pudo para protegerme. Ella tomó la peor parte del reino de
terror de mi madre.

Jimin enrolló su mano sobre la cadera de Yoongi, acurrucándose más cerca. No sabía qué decir al
respecto. —Háblame de YoungMi.

—Ella es increíble. Es una diseñadora de vestuario en Los Ángeles. O al menos lo era. Apenas estaba
ganando reconocimiento por eso cuando reconectó con mi padre y supo cuán enfermo estaba. Dejó un
gran trabajo para venir a Orlando y cuidar de él.

Jimin se alejó para mirar a Yoongi. — ¿Por qué?

Yoongi frunció el ceño en la sombra. — ¿Por qué, qué?

—¿Por qué sacrificar sus propios sueños para cuidar de alguien que la dejó atrás?

La mano de Yoongi ahuecó el lado del rostro de Jimin, cepillando sobre su boca con las ásperas
almohadillas de su pulgar. —Yo imagino que es por la misma razón por la que escondes tu sexualidad y
tu maquillaje, por el bien de un hombre que jamás haría lo mismo por ti. Porque él es nuestro padre, y
en el fondo, eso significa algo para ellas.

Las palabras no fueron dichas con malicia alguna, pero se sintieron como gravilla debajo de la piel de
Jimin, y él quería pincharse para sacarlo fuera. Yoongi tenía razón. Jimin no era mejor que Yoongi y su
hermana. Se escondió para la comodidad de su padre, la carrera de su padre, sabiendo perfectamente
que su padre no orinaría sobre él si estuviera en llamas. “No puedo creer que fueras tú el que vivió”. Su
padre había intercambiado su vida por la de Chanyeol. Jimin tenía una cicatriz en la cadera para
probarlo. En el fondo, su padre todavía lo culpaba por el trasplante fallido de Chanyeol como si Jimin
hubiese ordenado a sus células a no funcionar, y de alguna forma asesinado a su propio hermano.

Jimin se sentía repentinamente atrapado, sofocado. El calor tranquilizador del cuerpo de Yoongi era
ahora un horno prendiéndole fuego a Jimin. —Ya regreso — Murmuró, desenredándose a sí mismo del
cuerpo de Yoongi y encerrándose en el baño.

Una vez el seguro sonó en su lugar, él se paseó apretando las manos en puños hasta que los bordes de
las uñas hicieron medias lunas en sus palmas, trató de utilizar el dolor para distraerse de los insectos
arrastrándose bajo su piel y el sudor frío que lo hacía estremecer, pero nada sofocaba las sacudidas de
su interior. No podía quedarse allí para siempre. Yoongi vendría para asegurarse de que estaba bien. Él
no estaba bien, ni por asomo, pero no podía hacer lo que lo hacía sentir mejor. Lo prometió.

Dio una mirada hacia la puerta cerrada antes de deslizar la mano entre el gabinete médico y la pared.
Soltó el pequeño papel pegado con cinta y saltó al mostrador para mirar. Solo necesitaba verlo,
sostenerlo en su mano. Quizás eso fuera suficiente. Abrió el paquete, palmeando la nueva y brillante
hoja de afeitar. Algo se estremeció dentro de él, y el impulso de presionar la hojilla contra su piel se
convirtió en una cosa viva dentro de él, un demonio susurrando en su cabeza que solo cortando su carne
haría que todo fuera mejor.

Pero no pudo. Yoongi lo hizo prometerlo. Dijo que todo terminaría si Jimin se lastimaba a sí mismo.
Yoongi nunca había comentado sobre las cicatrices de símbolo de almohadilla en cada uno de sus
muslos internos, pero él las había lamido, presionado sus labios sobre ellas. Había dejado en claro que
sabía de lo que Jimin era capaz.

Dejó que la parte de atrás de su cabeza golpeara el espejo, cerró los ojos y trató de imaginar la hoja
afilada contra su piel, cortándolo, alivianando la presión, dejando que todo el dolor y la ansiedad
corrieran por el desagüe, disminuyendo el peso plomo en su estómago.

No funcionó. Nada en la imaginación de Jimin se sentía de la forma en que cortarse lo hacía. Nada
aliviaba la presión de la forma en que el borde filoso lo hacía. Pero no podía desobedecer a Yoongi. Si lo
hacía, lo perdería. Si perdía a Yoongi, no estaba seguro de poder pasar a través del campo de mina de
los próximos cinco meses. Se mordió el interior de la mejilla hasta que sangró, dejando que su lengua
jugara con el corte irregular y encontrando algo de consuelo en el sabor a cobre inundando su boca.
Envolvió la hoja de afeitar de nuevo en el papel, pero no pudo salvar la cinta, así que lo deslizó en la
parte de arriba del gabinete de medicinas y regresó al dormitorio.

La expresión preocupada de Yoongi hizo sonrojar a Jimin, algo blanqueándose dentro de él. Casi lo
traicionó. Y todavía lo deseaba, incluso ahora. Su estómago se crispó, su cerebro disparó, como si
hubiese tomado demasiada cafeína sin dormir lo suficiente. Necesitaba una distracción, algo para acallar
las voces en su cabeza diciéndole hasta que se diera por vencido y presionara la hojilla contra su piel.

—¿Estás bien? —Preguntó Yoongi mientras Jimin gateaba hasta él.

Jimin no respondió, solo empujó a Yoongi hasta que este rodó sobre su espalda y él pudo subirse a
horcajadas en sus caderas, capturando su boca en un beso sucio.

Yoongi alejó su boca, entrecerrando los ojos hacia Jimin. — ¿Por qué sabes a sangre?

Me mordí la mejilla —Dijo Jimin, enganchando la boca con su dedo para mostrarle la herida en el
interior de su mejilla.

—Sé más cuidadoso —Amonestó Yoongi, jalando de Jimin hacia abajo.

—Okay, Daddy —Jimin suspiró contra la boca abierta de Yoongi.

Yoongi gruñó agarrando las caderas de Jimin, jalándolo mientras lo embestía desde abajo, moliendo sus
pollas juntas- —Oh, es Daddy ahora, ¿no? ¿Estás intentando decirme algo?

—Te deseo —Dijo Jimin entre besos. No mentía. Deseaba a Yoongi. Lo deseaba más de lo que deseaba
cortarse. Incluso, mucho más.

—¿Qué quieres, chico dulce?

Jimin quería que Yoongi lo follara, que lo sujetara y usara hasta que él dejara de sentirse tan vacío por
dentro. Dio una mirada hacia la mesa. El lubricante seguía allí, pero los condones habían desaparecido.
En la gaveta, ¿quizás? Jimin no se atrevió a preguntar, en lugar de eso dijo: —Úsame, Daddy. Folla mi
boca hasta que te corras en mi garganta. Hazme tomarlo todo.

La polla de Jimin se endureció cuando las pupilas de Yoongi se dilataron, su acalorada mirada salvaje
mientras lo empujaba contra su espalda y se ponía de rodillas sobre él. El nudo en el pecho de Jimin se
aflojó. Él podía hacer esto. Había más de una manera en la que Yoongi podía llenarlo, y Jimin pretendía
probarlas todas. Alguna tenía que funcionar, eventualmente.

Veintitrés

Yoongi

Jimin era insaciable.

Era como si alguien hubiera accionado un interruptor. En los siete días desde su encuentro con ese tipo
Jung-jin, Jimin se había esforzado por presionar los botones de Yoongi hasta que era castigado o lo
llevaba al orgasmo, generalmente ambos, y a Jimin no parecía importarle cómo sucedía. Ningún castigo
parecía lo suficientemente brutal, ningún orgasmo parecía lo suficientemente fuerte para satisfacerlo.
Yoongi lo encontró inquietante, pero no tenía idea de qué hacer al respecto e incluso si lo convertía en
una persona terrible, eso no le impidió darle a Jimin lo que deseaba.
Incluso ahora, estaban sentados en la cama de Jimin, el chico montando dos dedos de Yoongi como si
fuera su polla, con la cabeza echada hacia atrás mientras perseguía su cuarto orgasmo en las últimas
veinticuatro horas.

— Por favor, Daddy —. Lloró Jimin. — Por favor. He sido tan bueno. Yo sólo… —su voz se cayó en un
sollozo. — Lo necesito. Te necesito. Todo de ti.

El “lo" al que se refería era la polla de Yoongi. Estaba desesperado por ella. Se lo decía a Yoongi cada vez
que estaba desnudo debajo de él, pero, aun así, Yoongi vaciló. Desde ese enfrentamiento con Jung-jin,
era como si el tipo fuera un fantasma en su cama y Yoongi no podía quitarse la sensación de que Jimin
hacía todo esto por él. Para demostrarle a ese maldito enfermo que no había roto algo en él.

Pero cada día que pasaba, era más claro para Yoongi que algo estaba roto en Jimin, algo que su polla no
podía arreglar. A veces, Yoongi pensaba que debería cerrar todo el asunto por el bien de Jimin... pero
sabía que nunca lo haría. Tal vez eso convertía a Yoongi en un idiota, pero si Jimin necesitaba correrse, si
necesitaba ser castigado y usado, entonces Yoongi lo haría porque una parte de él temía que Jimin
pudiera ir a buscar su dolor a otra parte con alguien a quien no le importara tanto como a Yoongi. Pero
no lo follaría hasta que supiera que se trataba de ellos y no para probarle algo al hombre que había
abusado de él. Esa era su línea en la arena. No sabía por qué eso importaba - sus dedos, su polla, su
lengua... eran sólo partes del cuerpo - pero importaba. Importaba para Yoongi y no vacilaría en esto, no
importa cuánto Jimin suplicara, no lo haría hasta que Yoongi estuviera seguro.

— Fóllame, Daddy. Por favor. Lo quiero tanto. Tus dedos se sienten bien, tan bien, pero tu pene sería
mejor. Sé que lo sería. Por favor, estoy listo.

—No estás listo —. Logró decir Yoongi, curvando sus dedos dentro del apretado calor del cuerpo de
Jimin, trabajando su próstata hasta que Jimin sollozó, su polla goteando mientras se golpeaba a sí
mismo en los dedos de Yoongi.

Jimin inmovilizó a Yoongi con su mirada, las pupilas tan hinchadas que sus ojos parecían casi negros. —
Por favor. Por favor. Necesito esto.

Yoongi empuñó su mano libre en el cabello de Jimin, agarrándolo lo suficientemente fuerte como para
captar la atención del muchacho. — ¿Por qué? Dime por qué lo necesitas.

Jimin se congeló, mirando a Yoongi como si estuviera saliendo de un trance. — ¿Qué?

— ¿Por qué lo necesitas? ¿Me necesitas? ¿Por qué necesitas más que esto?

Jimin se sonrojó, un centenar de emociones jugando sobre su hermoso rostro: conmoción, confusión,
traición. La ira contorsionó los rasgos de Jimin, lágrimas desbordando en la oscuridad.

—Vete a la mierda, Yoongi.

Se deslizó de los dedos de Yoongi y salió de la cama.

—¿A dónde vas? —. Preguntó Yoongi.

Le lanzó a Yoongi una mirada hosca. — Al baño ¿Necesito tu permiso para eso también? —. Jimin
preguntó, sin esperar por una respuesta antes de desaparecer dentro de la habitación oscura.
Yoongi suspiró, mirando hacia el tambaleante ventilador de techo de Jimin. — Buen trabajo, imbécil.

No tenía idea de lo que estaba pasando en el cerebro de ese niño, pero lo último que necesitaba era que
Yoongi lo interrogara sobre sus motivaciones en medio del sexo. Se suponía que esto era una cogida
casual. Una aventura. Jisoo incluso había dicho que estarían hartos el uno del otro en poco tiempo. Pero
Yoongi nunca se cansaba de la cara de Jimin, de escuchar su voz, su risa. Incluso su mente subconsciente
parecía estar tranquila cuando Jimin estaba cerca. Tenía menos pesadillas cuando estaba en la cama de
Jimin y nunca se cansaba de despertarse con Jimin acurrucado contra él. Yoongi había tenido más que su
parte justa de encuentros casuales. Esto no se sentía como una aventura. Se sentía pesado, personal y
demasiado real, y estaba jodiendo la vida de Yoongi en todos los sentidos.

Este debería haber sido el jodido trabajo más fácil que había tenido alguna vez. Cuidar al niño, recibir un
salario enorme y liberar a su hermana de su padre, y luego regresar al desierto donde pertenecía, lejos
de todas las personas a las que podría lastimar. Todo lo que había tenido que hacer era mantener la
cabeza baja, no meterse en problemas y ocuparse de sus propios asuntos. Ahora estaba metido hasta
los putos ojos.

Había librado una guerra en el desierto contra los insurgentes empeñados en matarlo. Había sido testigo
de innumerables muertes y cosas tan horribles que ni siquiera podría pronunciarlas en voz alta a otra
alma viviente, pero Jimin lo asustaba más que cualquiera de esas cosas. Este muchacho arruinado con su
vida arruinada y su familia arruinada, y sus cables permanentemente cruzados habían de alguna manera
hecho su camino en la cabeza de Yoongi y hacerlo sentir como en casa, ahora no era sólo un trabajo y no
era sólo sexo... Joder, Yoongi no sabía qué era, pero no se estaba rindiendo. No se estaba rindiendo con
Jimin.

Aún no.

Pasaron los minutos, pero Jimin no regresó. La mente de Yoongi regresó a la última vez que lo había
encontrado en el baño, alguna chica cortándole la carne con una navaja. Se levantó y se movió incluso
antes de comprenderlo completamente. La puerta del baño no estaba completamente cerrada. Yoongi
la abrió, el corazón se le detuvo cuando vio a Jimin sentado en la bañera como la última vez. Encendió la
luz, parpadeó hasta que sus ojos se ajustaron.

Jimin movió sus ojos hacia él, mirándolo ceñudo ante la intrusión. Yoongi no se disculpó, examinando a
Jimin en busca de algún signo de lesión desde donde estaba parado en la puerta. El chico parecía estar
bien, los únicos moretones eran los que le había hecho el propio Yoongi. Jimin se sentó en la tina vacía,
los rizos enmarañados y anudados, los ojos verdes luminiscentes bajo los párpados hinchados e
inflamados. Claramente había estado llorando. Yoongi suspiró, arrodillándose junto a la bañera y
empujando el tapón en su lugar antes de abrir el grifo.

Cuando la temperatura fue aceptable, Yoongi tomó el jabón de la ducha y una toallita limpia y entró en
la larga bañera, deslizando a Jimin hacia adelante para deslizarse detrás de él. Jimin no se relajó contra
él, simplemente se encorvó sobre sí mismo, envolviendo sus brazos alrededor de sus piernas.

—Ven aquí—. Dijo Yoongi, tirando hacia atrás los hombros de Jimin. Se resistió al principio antes de
reclinarse rígidamente, con la cabeza descansando contra el pecho de Yoongi.
Yoongi no habló con él. Estaba claro que Jimin todavía estaba molesto. Enjabonó la toallita, deslizándola
sobre el pecho y el estómago del niño, no tan preocupado por limpiarlo como lo estaba por calmar los
bordes ásperos del dolor de Jimin.

Jimin se relajó de a pocos, eventualmente hundiéndose hacia atrás contra Yoongi. Usó su pie para cerrar
el grifo antes de decir: —Háblame ¿Qué está pasando contigo?

Jimin resopló. — ¿Qué pasa conmigo? ¿Qué está pasando contigo? Literalmente te estoy rogando que
me folles y sigues rechazándome—. Replicó, su voz quebrándose.

Yoongi negó con la cabeza a pesar de que Jimin no podía ver el gesto. — ¿Rechazándote? ¿Cuántas
veces te has venido hoy? ¿Esta semana? ¿Los últimos veinte días?

—Sabes a lo que me refiero. No es la misma cosa ¿Por qué no me follas? —la voz de Jimin era espesa
como si se estuviera ahogando con sus palabras. — ¿Es porque soy como un... bien dañado?

La boca de Yoongi cayó abierta, agradecido de que Jimin no lo estuviera mirando. — ¿De qué carajo
estás hablando? Dañado... ¿Qué?

Sus palabras se volvieron como piedras, distantes. — Es porque sabes lo que él hizo ¿No? Viste cómo me
miraba… lo que quería. Sabes que me hizo cosas, muchas cosas... y que me... me gustó a veces... y ahora
no me quieres así.

La ira creció detrás de la caja torácica de Yoongi hasta que estuvo seguro de que estallaría libre de su
pecho, en su propia entidad viviente. Su pulso latía en sus oídos. Había sospechado que el jodido Jung-
jin estaba usando su pequeño campamento de conversión para estafar a los tipos ricos con su dinero, y
pensó que el tipo probablemente era un homosexual en secreto como la mayoría de esos idiotas
santurrones... pero no había entendido todo el alcance de lo que le había sucedido a Jimin la otra noche.
Quizás debería haberlo hecho. El trauma necesario para que el cuerpo de una persona colapse
físicamente ante la idea de revivir un daño pasado, para protegerse a sí mismo incluso cuando el
cerebro consciente de Jimin quería lo contrario... tenía que ser malo. Yoongi todavía no sabía los
detalles, pero debió haber sido lo suficientemente horrible como para dejar una cicatriz permanente en
la cabeza y el corazón de Jimin.

—Lo que sea—. Murmuró Jimin, tratando de ponerse de pie.

Yoongi envolvió ambos brazos alrededor del pecho de Jimin, impidiéndole moverse. — Jesús, Jimin. No.
Eso es... no ¿Cómo carajo pudiste pensar eso? Lo que sea que te hizo, es cosa de él. Esa es su carga, su
maldito pecado por el que tendrá que pagar eventualmente—. Al menos, si Yoongi tenía algo que decir
al respecto. —Tú no hiciste nada malo. Incluso si tu cuerpo respondió, no hiciste nada malo. Nada de
esto fue culpa tuya. Eso no es de lo que se trata esto.

—Entonces ¿De qué se trata? —. Preguntó, claramente desconcertado.

Mierda. Yoongi no podía descargar todos sus sentimientos conflictivos en Jimin, no cuando estaba así de
crudo y vulnerable. Pero no podía mentirle. Se concentró en la pregunta específica de Jimin. — Es
porque estoy preocupado por ti... por lo que dar ese paso podría hacerte —. Respondió Yoongi
honestamente.
Las fosas nasales de Jimin se dilataron. — ¿Hacerme? ¿Hacerme? — Jimin soltó una risa cortante. —Tu
polla es jodidamente bastante impresionante, Yoongi, pero no creo que me cambie como persona.

Yoongi sonrió a pesar de sí mismo, pero no reconoció el golpe. — No has sido el mismo desde la cena de
campaña de tu padre. Algo sobre ver...

—No lo hagas. No digas su nombre otra vez —. Interrumpió Jimin.

—Eso es a lo que me refiero. Hace diez días, estallabas en sudor frío si mis manos estaban en algún lugar
cerca a tu trasero. Ahora, es como si no pudieras correrte sin mis dedos dentro de ti, incluso si eso
significa lastimarte a ti mismo. Es como si estuvieras tratando de demostrar algo... a él, a ti mismo... no
lo sé, pero no quiero que mires atrás y te arrepientas de esto... que te arrepientas de nosotros.

Jimin se liberó de los brazos de Yoongi para girarse, derramando agua por los lados de la bañera. —
Finalmente me las arreglo para hacer algo por mí mismo. Me las arreglo para... superar esta mierda
mental... ¿Y ahora me estás haciendo sentir mal por gustarme tus dedos dentro de mí? ¿Por querer
estar contigo en todos los sentidos? Tienes que saber que quería follarte el día que nos conocimos, pero
mi cuerpo simplemente no me lo permitió. Ahora que he superado eso, lo estás usando en mí contra
¿Qué carajos?

Yoongi negó con la cabeza. —Eso no es lo que estoy diciendo...

—Entonces ¿Qué mierda estás diciendo? Porque suena como que estás diciendo que sólo me quieres
cuando estoy roto y no cuando estoy mejorando.

Las cejas de Yoongi se dispararon hacia arriba. —Eso no es cierto en absoluto y lo sabes. No creo que
estés mejorando. Creo que sólo has encontrado una nueva forma de enterrar tu trauma.

Jimin se burló. —No soy yo quien trató de estrangular a alguien mientras dormía. Preocúpate por tu
propio trauma, G.I Joe.

Bueno, esto estaba yendo bien. Quizás Yoongi debería haber mantenido la boca cerrada.

—Dime por qué me quieres dentro de ti.

Todo el rostro de Jimin se volvió escarlata. —Creo que la razón debería ser obvia.

—Entonces dime. Se apartó de Yoongi, cruzando los brazos sobre el pecho.

—Porque lo quiero.

Yoongi le dio un beso en la parte superior de la cabeza. —Haré una pregunta más fácil. Tenemos meses
hasta que me vaya ¿Por qué estás tan obsesionado con hacer esto ahora mismo?

Jimin negó con la cabeza. —El tiempo pasa volando. Va tan rápido que siento que me estoy perdiendo
todo. Voy a parpadear y tú te habrás ido y yo volveré a vivir la vida de mi padre y todo habrá terminado.

Yoongi cerró los ojos, presionando su barbilla contra el cabello de Jimin. —Sé que no lo parece, pero
estoy haciendo esto para protegerte.

—No necesito tu protección, —espetó Jimin.


Yoongi presionó sus labios contra la oreja de Jimin. — ¿No? Entonces ¿Por qué me llamas Daddy? ¿No es
mi trabajo protegerte, cuidar de ti, saber lo que necesitas incluso si no es lo que quieres? ¿Para
recompensarte por ser buen chico y disciplinarte cuando eres malo? "

Jimin liberó un suspiro tembloroso, sus manos recorrieron los brazos de Yoongi.

—Sí.

— ¿Sí qué? —Yoongi gruñó. —Dilo.

Jimin se derritió contra él. —Sí, Daddy.

—Entonces deja de pelear conmigo. Confía en mí para saber cuándo estarás listo. Déjame cuidar de ti.

— ¿Cuidarás de mí ahora? —. Jimin susurró, tomando la mano de Yoongi y colocándola sobre su polla
medio dura.

Algo detrás de las costillas de Yoongi se desató en la más leve parte. Esta conversación no había curado
nada, pero tal vez había detenido un poco el sangrado. Podría darle a Jimin esto. Él no quería nada más.
Esto era fácil. Esto era lo que sabía.

—Sí, bebé, pero primero terminemos de limpiarte. Quiero que te vengas con mi lengua dentro de ti.

—Sí, Daddy.

Veinticuatro

Jimin

Jimin no podía dormir. Habían pasado dos días desde su pelea con Yoongi y, aunque habían vuelto a una
cómoda rutina, Jimin no podía quitarse la sensación de que no estaban bien. El pensamiento lo dejó
inquieto, su mente agitada con fantasías fatalistas. Era como si pudiera sentir que cada momento
pasaba rápidamente, y pronto Yoongi se iría y Jimin se quedaría solo para lidiar con la realidad una vez
más.

El pecho de Yoongi subía y bajaba bajo la cabeza de Jimin, su corazón latía tan firme como un
metrónomo. Jimin podría haberlo encontrado hipnótico si no fuera por el ruido impío que emanaba del
rostro de Yoongi. Éste claramente no tenía problemas para dormir. Jimin temía que pudiera tener
problemas para respirar. ¿Era cuarenta demasiado joven para ese trastorno del sueño que requería que
la gente usara máscaras como Bane en las películas de Batman?

Jimin no encontraría a Yoongi menos atractivo con una de esas extrañas máscaras, supuso.
Probablemente se convertiría en otro fetiche extraño. Honestamente, estaba agradecido de que Yoongi
pareciera estar durmiendo tan profundamente. Las últimas dos noches, habían estado plagado de
pesadillas, llorando en sueños, quitándose las sábanas, una vez incluso sollozando contra la almohada.
Jimin se había ido al Internet, buscando alguna forma de ayudar a Yoongi con sus episodios, pero todos
los artículos decían lo mismo... déjalo ser. Entonces, eso es lo que haría Jimin. Tomaría su manta, se
acurrucaría en la silla y esperaría a que Yoongi se calmara una vez más. Ninguno de los dos lo
mencionaría por la mañana.
Esta noche, sin embargo, Yoongi dormía mucho más profundamente de lo habitual. Jimin se estremeció
de risa cuando los ronquidos de Yoongi solo se hicieron más fuertes, un crescendo en la peor orquesta
del mundo. Simplemente no parecía posible que alguien tan sexy pudiera hacer un ruido tan poco
atractivo, como una motosierra puesta dentro de una trituradora de madera. Era un poco adorable. Un
pensamiento que nunca compartiría con otra alma viviente.

Algo en los ronquidos de Yoongi lo hacía parecer más real, más humano y menos superhéroe. No
sucedía todas las noches, solo las noches en las que Yoongi dormía profundamente. Y no eran sus
ronquidos lo que mantenía despierto a Jimin, solo sus propios pensamientos intrusivos. Literalmente
podía dormir a través de cualquier cosa. A su madre le encantaba contar la historia de cómo una vez
durmió durante toda la actuación de una banda de música en la concentración de su padre.

Se alejó de Yoongi, agarró su teléfono de la mesa lateral e hizo clic en la aplicación para mensajes,
encontrando a la única otra persona con la que todavía se asociaba que estaría despierta a esa hora.

¿En qué andas?

Tres puntos rebotaron durante lo que pareció una eternidad antes de que apareciera su respuesta. A
punto de cerrar el trato con un esquiador olímpico y su novia patinadora sobre hielo de pecho alegre.

Después de un momento apareció una imagen. Jisoo sentada en un club nocturno lleno de humo,
iluminado por láseres multicolores. Llevaba una especie de mameluco de seda que le llegaba hasta el
ombligo y unas botas khaki que le llegaban hasta las rodillas. Sentada en el regazo de un tipo que
parecía que debería estar en la portada de “Viking Monthly” mientras una pequeña pelirroja pálida
mordía su lóbulo de la oreja. Jisoo tenía razón. La chica si era de pecho alegre. Él suspiró.

Estoy aburrido. Llámame. Mejor todavía. Ven por acá.

Tendrá que ser un no. Estos dos están cargados y en posición tenemos una suite reservada arriba. Te
amo, pero no voy a desperdiciar este Molly contigo. ¿Dónde está el Padre Tiempo?

Dormido. Creo que lo cansé. Jimin se dio la vuelta, acurrucando su cabeza junto a la de Yoongi antes de
tomar una foto. Jimin lucía desordenado. Yoongi parecía haber muerto mientras dormía. Jimin se rió
disimuladamente y lo envió. Borra eso y nunca le digas que lo envié.

Bueno, ustedes dos se ven total y jodidamente domésticos. Lamento que estés aburrido. Es el peligro de
follar con geriátricos, boo. Pero me tengo que ir.

Noooo. No me dejes...

Oye, no te enojes conmigo porque tu hombre no puede seguir el ritmo de tu líbido de veintidós años. Ve a
ver porno y pajeate.

La idea tenía mérito, pero solo había un problema. No se me permite hacer eso sin permiso. Y no lo voy
a despertar para eso. Necesita descansar.

DIOS MIO. Pequeños cabrones pervertidos. No puedo ayudarte, pequeño Padawan. Ve a jugar a uno de
tus tontos videojuegos que tanto te gustan. Pero no Fallout porque me gusta verte jugar a ese y
estábamos en medio de una partida. Ahora deja de molestarme para que pueda ir a echar un polvo.
Adióooooos.
Perra, pensó para sí mismo antes de dejar su teléfono y sentarse. Golpeó a Yoongi dos veces en el pecho
para ver si eso lo molestaba. Yoongi hizo un extraño sonido gutural, frotando su antebrazo sobre su cara
antes de tirarlo por encima de la cabeza, la otra mano se contrajo dónde estaba sobre su vientre. Hubo
un momento de silencio y luego los ronquidos de Yoongi se volvieron nucleares, los sonidos salieron de
sus labios haciendo que Jimin se derrumbara de la risa. Consideró grabar los ronquidos de Yoongi para
Jisoo, pero luego se lo pensó mejor.

Se agarró los pantalones cortos del suelo donde los había dejado antes, cerró la puerta detrás de él
antes de caminar descalzo hacia la sala de estar. Encendió el televisor, puso en marcha su PS4 y se dejó
caer en el sofá, metiendo las piernas debajo de él mientras esperaba a que arrancara. La página del
título se desvaneció a la vista. Call of Duty 4. No había jugado en semanas.

El dedo de Jimin se cernió sobre el botón mientras miraba hacia el pasillo. Había evitado sus juegos por
una razón. Había bombas y granadas y fuego de ametralladora. No quería desencadenar otro de los
ataques de Yoongi. Jimin se mordió el labio inferior. Yoongi estaba durmiendo, muerto para el mundo
en todos sus efectos. Jimin simplemente mantendría el sonido bajo.

Ajustó el volumen y se acomodó, perdiéndose en el juego. Era fácil liberar su mente cuando tenía una
misión con tareas específicas que completar. Le calmó las voces en su cabeza, le ayudó a aflojar el nudo
que parecía vivir en su garganta.

No estaba seguro de cuánto tiempo había estado jugando cuando vio algo por el rabillo del ojo. Respiró
sobresaltado al ver la silueta de Yoongi recortada por la tenue luz del pasillo. Apretó el dedo sobre el
botón de pausa y se puso de pie. — Oye, lo siento si te desperté.

Yoongi no dijo nada, no reconoció a Jimin, se quedó de pie con las manos empuñadas a los costados,
inmóvil. Los latidos del corazón de Jimin se dispararon mientras se arrastraba hacia Yoongi, con el
estómago revuelto. ¿Cuánto tiempo había estado parado allí? — ¿Yoongi?

Jimin se paró a su lado, pero lo suficientemente lejos como para evitar su alcance si era necesario.
Yoongi ni siquiera pareció notarlo al principio, su mirada aguda recorrió la habitación como si estuviera
buscando algo en la distancia, viendo algo que Jimin no podía. — ¿Yoongi? — dijo Jimin por lo que se
sintió como la centésima vez.

La mirada de Yoongi se clavó en él. —Kyung. ¿Dónde está Seok? ¿Dónde está Choi? Tenemos que
movernos. Tenemos que salir de aquí —dijo en un susurro áspero. Señaló hacia arriba. —Están en el
techo. Quédate conmigo y quédate callado.

Jimin podría hacer esto. Ya había leído sobre ello. Solo tenía que recordarle a Yoongi dónde estaba,
recordarle que no era real. —Yoongi. Soy yo, Jimin. Estamos en el penthouse. ¿Recuerdas? ¿Puedes
escucharme?

Yoongi le agarró la parte superior del brazo. —Hay demasiadas ventanas. Joder, nos tienen
inmovilizados. Vámonos. Vamos— murmuró.

Jimin permitió que Yoongi lo arrastrara más profundamente en el pasillo, lejos de las puertas corredizas
de vidrio. Una capa brillante de sudor cubrió la piel de Yoongi mientras examinaba su entorno una vez
más con ojos vidriosos. Jimin solo podía intentarlo de nuevo. —Yoongi. Soy yo. Jimin. Estamos en el
penthouse. ¿Te acuerdas? ¿Me puedes oír? Por favor, ¿puedes oírme?
Jimin se rebanó el cerebro tratando de recordar cada palabra, cada artículo, cualquier cosa que hubiera
leído que pudiera traer a Yoongi de vuelta con él. Había tanta información en Google que no podía saber
qué era verdad, así que se quedó con la información que se superponía. Di su nombre. Oriéntelo hacia
donde estaba. Hágalo tantas veces como sea necesario. Así que eso es lo que hizo. Le recordó a Yoongi
una y otra vez hasta que su voz empezó a sonar ronca y las palabras tuvieron poco sentido. Yoongi
todavía tenía un agarre mortal en el brazo de Jimin. Definitivamente dejaría más moretones para
mañana, pero Jimin no trató de alejarse. Agarró la muñeca de Yoongi, sorprendido al sentir el pulso
rápido e irregular bajo sus dedos.

De repente, el rostro de Yoongi se arrugó, los ojos muy abiertos por el horror. — Oh, mierda. No. ¿Es
ese... es Seok? Oh, carajo. Él está... Jesús. No. Él estaba…— Yoongi cayó de repente, tirando a Jimin con
él. —Oh, mierda. Choi estaba con Seok. ¿Dónde diablos está Choi? Mierda. ¿Están todos muertos?

Yoongi no estaba hablando con él ni con Kyung, quienquiera que fuera. Yoongi estaba hablando solo,
una especie de monólogo continuo en su cabeza. Ahora estaba empapado de sudor, le temblaban las
manos mientras empujaba las rodillas hacia el pecho y dejaba caer la cabeza entre las manos. — ¿Qué le
voy a decir a su padre? Mierda. Mierda. Mierda.

Ahora libre, Jimin se arrodilló ante Yoongi, haciendo algo que los artículos decían que nunca hiciera.
Agarró su cabeza, obligando a Yoongi a encontrar su mirada. — Yoongi. Por favor. Soy yo, Jimin. Estamos
en el penthouse. ¿Bueno? ¿Bueno? —se le escapó un sollozo, pero se mordió el labio. No podía
permitirse el lujo de desmoronarse. Se trataba de Yoongi, no de él. Tenía que ser fuerte por Yoongi. —
¿Puedes escucharme? Estamos en el penthuose. Estás bien. Estamos bien. Estás aquí conmigo. Mierda.
Regresa a mí. Estoy justo aquí. Solo... solo vuelve. ¿Está bien? No quiero hacer esta mierda sin ti. ¿Bien?

Jimin no estaba seguro de cuánto tiempo estuvo allí sentado, repitiendo esas palabras y frases en varias
formas. Parecieron horas, pero probablemente solo fueron minutos. — ¿Jimin? —la voz de Yoongi era
cruda, impregnada de confusión.

Jimin le sonrió, agarrándole la cara. —Hola. Oye, estás bien. Tú solo... creo que tuviste un episodio. Estás
seguro. — Yoongi parpadeó el sudor y las lágrimas de sus ojos, mirando un punto sobre el hombro de
Jimin como si estuviera esperando que su cerebro volviera a funcionar.

—¿Puedo, puedo tocarte?— Preguntó Jimin.

Yoongi esbozó una sonrisa temblorosa, encontrando su mirada. —Me estás tocando.

Jimin dejó caer las manos. —Las cosas que leí en línea decían que se supone que solo debes tocar a
alguien en crisis con su permiso, pero no sabía qué más hacer. Lo siento. No estaba tratando de... violar
tu espacio o lo que sea.

Yoongi jaló a Jimin contra él, abrazándolo con fuerza como si fuera su propia manta de seguridad
personal. —Lo siento, bebé—, susurró Yoongi contra el cabello de Jimin. — ¿Te lastimé? ¿Estás bien?

—Estoy bien. No me hiciste daño. — Yoongi claramente no le creyó. Apartó a Jimin de él para recorrer
sus manos por la garganta y los brazos de Jimin, centrándose en la huella roja en su bíceps, sus fosas
nasales dilatadas. Jimin negó con la cabeza. —Te lo juro, estoy bien. No está ni cerca de los moretones
por los que he rogado. No me hiciste daño.
—Podría haberlo hecho. Jesús, Jimin. Podría haberte matado.

Jimin negó con la cabeza, preparándose para lo que sea que fuera a pasar a continuación. —Es mi culpa.
No debería haber estado jugando ese juego. Sabía que los disparos podrían desencadenarte, pero
roncabas tan fuerte y yo había cerrado la puerta del dormitorio. No pensé que fueras a despertarte y
venir a buscarme. Lo siento mucho.

—No te disculpes—, gruñó Yoongi, acunando a Jimin contra él en un abrazo de hierro. —Esto se trata
mí.

Jimin no podía permitir que Yoongi asumiera la culpa de esto también. —No, yo lo sabía. Todos los
artículos que leí, los videos... todo decía que cosas como ruidos fuertes y fuegos artificiales podrían
causar un episodio… lo sabía y lo hice de todos modos porque fui egoísta, estaba aburrido y sabía que no
tenía permitido pajearme.

Yoongi soltó una carcajada mientras las mejillas de Jimin se sonrojaban. —Por favor. Detente.

Jimin cerró la boca de golpe, esperando a que Yoongi dijera más, pero no lo hizo. Jimin presionó su oreja
contra el pecho de Yoongi. Su corazón seguía siendo un tambor, pero ya no era un ritmo frenético, solo
un latido sordo y pesado.

— ¿Leíste sobre el PTSD? —preguntó finalmente Yoongi, con la voz ronca, su pecho vibrando debajo de
la oreja de Jimin.

Jimin se sonrojó, agradecido de que Yoongi no pudiera ver su rostro. —Bueno, sí. Después de la última
vez, me preocupaba que pudiera volver a suceder y no sabía cómo ayudarte. A veces tienes pesadillas y
quería asegurarme de saber qué hacer. Me sentí tan estúpido, especialmente porque la última lo
convertí en algo sexual.

Yoongi se rió en voz baja. —Mucha gente convierte su trauma en cosas sexuales. Es simplemente una
especie de condición humana. Además, yo también estuve allí, ¿sabes? Podría haberte detenido.
Probablemente debería haberlo hecho, incluso. No creo que la disculpa adecuada por intento de
asesinato sean los orgasmos mutuos. Quería lo que pasó esa noche, quitando lo de casi haberte matado.
— Presionó un prolongado beso en la sien de Jimin.

Fue un gesto extrañamente íntimo y completamente desconocido, como algo que haría un novio.
Apretaba algo en lo profundo de su interior, intensificando esa sensación supurante en su vientre. Sus
caóticos pensamientos salieron de sus labios. —Yo también... lo quise, quiero decir... incluso tus manos
en mi cuello, ya sabes, contigo despierto—, terminó Jimin sin convicción, perdido por lo que vino
después.

—Sí, definitivamente prefiero estar lo suficientemente despierto para disfrutar de mis manos sobre ti—,
le aseguró Yoongi. —Volvamos a la cama. Estoy exhausto y tú también debes estarlo después de todo
esto.

Yoongi hizo que ambos se pusieran de pie en un elegante movimiento. Entrelazó sus dedos con los de
Jimin y lo llevó de regreso a su habitación. El pensamiento hizo que Jimin tropezara con sus pies.
¿Cuándo había comenzado a pensar en su habitación como la habitación de ambos? Se sacudió el
pensamiento antes de que pudiera echar raíces. Nada de eso importaba.
Permitió que Yoongi tomará las riendas, dejó que le quitara los shorts y retirara los edredones. Una vez
que se acostó, Yoongi se deslizó detrás de él, envolviendo sus brazos alrededor de él desde atrás. Jimin
cerró los ojos, la tensión finalmente abandonándolo.

—¿No debería ser yo el que te acurruque? —Jimin preguntó, solo medio en broma. —Tú eres el que
tuvo una noche difícil.

Yoongi se quedó callado tanto tiempo que Jimin pensó que no iba a responderle. —Necesito sostenerte.
Sosteniéndote me hace sentir seguro. Como si todavía confiaras en mí para encargarme de las cosas...
de ti.

El corazón de Jimin se sintió como si hubiera estallado en su pecho. Se retorció, moviéndose entre los
brazos de Yoongi hasta que estuvieron nariz con nariz. Yoongi parecía agotado. La respiración de Jimin
se atascó en su pecho mientras tocaba suavemente su mejilla. —No seas estúpido. Nadie me cuida
mejor que tú. Nadie más que Jisoo siquiera lo ha intentado. —Jimin le dio un beso a Yoongi. —Nada de
lo que hagas cambiará eso.

Veinticinco

Yoongi

Yoongi abrió los ojos nublados, sintiéndose como si hubiese sido arrollado por un camión. Sin mirar,
supo que Jimin no estaba a su lado. La cama se sentía vacía. Él se sentó, notando la puesta de sol
mientras su mano buscaba ciegamente la mesa auxiliar.

—Si buscas tu teléfono, se está cargando en tu habitación —Dijo Jimin. Sentado en la silla frente a su
iluminado tocador, el cual estaba esparcido de tubos coloridos y botellas de maquillaje. Jimin estaba
cubierto de maquillaje también y miraba a Yoongi por el reflejo del espejo.

—¿Qué hora es? —Yoongi preguntó con voz cruda.

Jimin deslizó un aplicador de plástico pequeño sobre sus labios. —Casi las siete.

—¿De la noche? ¿Cómo…?

Él chasqueó los labios. —Tuviste una noche difícil. Necesitabas descansar. Puse tu teléfono en tu
habitación. Mensajeé a Jisoo y Lissa para que no vinieran hoy y me aseguré de que mi padre estuviera
todavía fuera de la ciudad. Sabía que nadie más nos molestaría. Aunque, he estado revisando tu
teléfono, solo en caso de que YoungMi llame por tu padre.

Yoongi gruñó, enterrando los dedos en sus ojos antes de tropezar desnudo dentro del baño para
aliviarse a sí mismo y salpicar algo de agua en su rostro. Se sentía con resaca. Nunca había tenido una
regresión mientras estuviera despierto. Solo pesadillas mientras dormía. Quizás era sonámbulo. Solo
que no podía recordarlo, y ese pensamiento lo dejó frío por dentro. ¿Qué sucedía si volvía a dañar a
Jimin de nuevo?

Jimin. Su nombre era como una granada detonando en el pecho de Yoongi, dejándolo destrozado y
esparcido a su paso. Este chico… estaba constantemente sorprendiéndolo. Jimin había cuidado de él la
noche anterior. Había investigado sobre cómo tratar con las regresiones de Yoongi, se había sentado allí
por quién sabe cuánto tiempo esperando a que Yoongi volviera a sí mismo. Lo protegió la noche
anterior, cuidando de él todo el día, e incluso mantuvo a las personas en su vida alejadas… todo por
Yoongi. Lo pensó todo, incluso sobre YoungMi y su papá. Mierda. Yoongi no sabía qué jodidos hacer con
esa información. Deslizó una mano sobre su cara desaliñada, repentinamente sintiéndose cien años más
viejo y más confundido que nunca.

Cuando regresó a la habitación, vagó hasta Jimin, quien usaba una capucha rosada y un par de
pantalones cortos blancos que dejaban expuestas sus largas piernas. Él miró lascivamente el cuerpo
desnudo de Yoongi en el espejo, con una sonrisita en su cara. —Hey, daddy —Dijo en una voz cantarina,
claramente divertido consigo mismo.

La manera en que la polla de Yoongi respondió a esa palabra que salió de los labios de Jimin fue
devastadora, su sangre precipitándose al sur. Él giró lentamente la silla del chico lejos del espejo,
presionando un beso prolongado en la boca de Jimin. Sabía a fresas, pero olía como a loción
bronceadora, y Yoongi deseaba enterrarse a sí mismo en su esencia. Quería enterrarse a sí mismo en
Jimin.

La expresión de Jimin mutó en preocupación, entrecerrando los ojos hacia Yoongi.

— ¿Cómo te sientes? —Preguntó, recorriendo con sus suaves manos a través de su mandíbula
desaliñada.

La preocupación de Jimin había formado un nudo en el pecho de Yoongi. Esa era una pregunta capciosa,
una con la que Yoongi no quería tratar así que solo jaló a Jimin en otro beso, más sucio esta vez, dejando
a su lengua explorar mientras guiaba la mano de Jimin a su polla medio dura. — ¿Cómo crees que me
siento?

Jimin gimió contra sus labios, apretando su cálido puño alrededor de la excitación de Yoongi. —Bien, tan
malditamente bien.

Yoongi se alejó lo suficiente para tomar el rostro de Jimin entre sus manos. Claramente había pasado el
día jugando con su maquillaje. Se había quitado los rizos de la cara con un broche negro y grueso, y su ya
perfecta piel cremosa ahora brillaba como prisma cuando la luz la golpeaba. Se había pintado los
parpados de un azul plateado brillante y sus labios llenos de un rosa helado. Se veía como un espíritu
virginal de una tierra muy lejana, y Yoongi no deseaba otra cosa que ensuciarlo entero. Él liberó el pelo
de Jimin, despeinando los rizos. — Tienes puesta tu pintura de guerra —Susurró Yoongi, mordiendo el
labio inferior de Jimin —. ¿Te sientes valiente?

Las mejillas de Jimin se ruborizaron y él miró hacia otra parte. —Puedo quitármelo —Murmuró.

Yoongi odiaba esa expresión, la vergüenza que alguien —probablemente su maldito padre— había
enterrado en él sobre algo que Jimin claramente amaba. Yoongi tomó su barbilla, obligándolo a
encontrarse con su mirada. —Oh, no. De ninguna manera. Daddy tiene grandes planes para ti. Quiero
ver esos preciosos labios rosados envueltos alrededor de mi polla —Las pupilas de Jimin se dilataron, su
lengua deslizándose sobre su labio inferior —. Ponme duro, bebé… quiero follarte.

Jimin observó a Yoongi, como si estuviera preocupado de que Yoongi lo estuviera engañado. No lo hacía.
No sabía en qué momento había tomado la decisión de darle a ambos lo que deseaba, pero tan pronto
como las palabras dejaron su boca, supo que era verdad. Necesitaba estar dentro de Jimin, necesitaba
poseer cada parte de él.

Jimin se deslizó de la silla hasta quedar de rodillas, sus ojos clavados en Yoongi mientras tomaba su polla
hasta la parte de atrás de la garganta y tragaba. — Jesús. Sí, así es —Yoongi murmuró mientras los
músculos de Jimin se contraían alrededor de él. Jimin seguía sin tener técnica, solo entusiasmo poco
riguroso y nada de miedo… Oh, maldición. Y ningún reflejo nauseoso. Su cuerpo tenía cero reflejos
nauseosos —. Te ves tan bien en tus rodillas para mí. Tan lindo con mi polla en tu boca.

Jimin lo soltó con un “pop”, su mirada ardiendo en el alma de Yoongi. —Imagina lo lindo que me veré
con tu polla en mi culo —molestó antes de agregar precipitadamente —Daddy.

Yoongi rio, agitando la cabeza. Jimin hizo un movimiento como si fuera a tragárselo completo
nuevamente, pero Yoongi sujetó su cabello, presionando la cabeza de su pene contra los labios de Jimin.
—Abre.

Jimin cumplió, gimiendo mientras Yoongi recorría con su extensión la suavidad aterciopelada de su
lengua.

—Tan malditamente perfecto. Dios, naciste para esto.

Los labios de Jimin se cerraron en torno a él, chupando con fuerza, sus manos agarrando firmemente el
culo de Yoongi urgiéndolo a ir más profundo. Le dio al chico lo que quería, follándose el calor húmedo
de su boca, solo deteniéndose para permanecer profundamente en él hasta que Jimin se ahogó, las
lágrimas brotando de sus ojos causando que trazos negros corrieran hacia abajo sobre su rostro
hermoso. No debería haber sido tan caliente, pero lo era.

Salió de él, jalando a Jimin de pie antes de darle un sucio beso abierto. — ¿A quién perteneces?

—A ti, daddy —Jimin prometió, sus labios rosa brillante mojados e hinchados, el rostro sucio y sonrojado
y los ojos brillantes por las lágrimas.

Yoongi se acarició el pene, empujando a Jimin hacia la cama. — ¿Quién hace las reglas?

Jimin tropezó mientras se apresuraba a complacer. —Tú lo haces, daddy.

Yoongi giró a Jimin, su voz era un bajo retumbar. — ¿Serás bueno para mí?

Jimin cabeceó. —Muy bueno, daddy.

—Buen chico. Levanta los brazos —Jimin cumplió, permitiendo a Yoongi jalar su capucha y tirarla lejos.
Presionó entre los omoplatos —. Inclínate —Yoongi murmuró.

Jimin se dobló sobre el colchón, enterrando el rostro en el cobertor mientras jadeaba. Yoongi tiró de los
pantalones cortos de Jimin a la mitad de los muslos, pero los dejó puestos, instó a Jimin a separar las
piernas y masajeó el pene duro. Jimin soltó un sollozo sorprendido, sus rodillas doblándose.

—Uh-uh. Alza ese trasero al aire donde pertenece —Lo reprendió, azotándole una nalga con la fuerza
suficiente para dejar la marca perfecta de su mano.
Deseó poder tomar una fotografía de Jimin justo así, mostrarle la belleza perversa en su imagen. Sacudió
el pensamiento lejos, girándose para encender las luces en la habitación oscurecida y tomar el
lubricante y los condones que había escondido en el cajón de Jimin. La mirada del chico lo siguió
mientras se deslizaba por la habitación, pero Yoongi pretendió no notarlo. Dejó los suministros a su
alcance.

—Daddy —Jimin gimió, meneando las caderas contra las sábanas. Yoongi azotó su culo una vez más,
más duro esta vez —. Ow —Jimin gimoteó sin aliento.

—Compórtate.

Jimin hizo un sonido frustrado. Yoongi se río por lo bajo, pero a él no le iba mucho mejor. Estaba lo
suficientemente duro como para martillear un clavo a través de la pared. Quería olvidarse de todo el
juego previo y conducirse a sí mismo dentro del dispuesto, pequeño y caliente cuerpo de Jimin hasta
pintar su interior, pero no estaban allí todavía. Jimin necesitaba atención.

—Por favor, daddy.

Yoongi tiró de la cabeza de Jimin hacia atrás, sellando las bocas de ambos en un beso rápido. Cuando él
se alejó, Jimin persiguió sus labios. Yoongi sacudió la cabeza. —Me encanta cuando suplicas. Pero solo
estoy comenzando, bebé. ¿Color?

—Verde. Verde. Verde —Cantó Jimin, dejando caer su frente sobre sus manos juntas.

Esta vez, era el turno de Yoongi de ponerse de rodillas. Abrió el trasero de Jimin, su verga goteando ante
la visión de su agujero ligeramente hinchado. Jimin amaba joderse duro contra los dedos de Yoongi, a
veces demasiado. Joder, algún día pronto, haría que montara su polla con el mismo afán. Pero no esa
noche. Se inclinó hacia adelante y arrastró la lengua sobre la entrada de Jimin.

—Oh, joder.

Yoongi sonrió, abriéndolo más. Lamió y succionó sobre la entrada apretada de Jimin, aflojándolo con
una lamida a la vez hasta que pudo enterrar su lengua dentro. Jimin era un lío sollozante de mitad
gemidos y mitad frases medianamente formadas mientras balbuceaba tonterías.

—Daddy… Daddy… Por favor… No puedo… tienes que… Tú… Joder, por favor… Oh dios. Oh, joder. Más
profundo. Oh, te sientes tan bien.

Yoongi alcanzó el lubricante, cubriendo sus dedos sobre el agujero de Jimin antes de presionar su dedo
medio hacia dentro. Yoongi mordió un gruñido mientras la succión apretada del cuerpo de Jimin lo
jalaba más profundo en el suave calor. Joder. Apretó su polla, tratando de evitar el orgasmo que ya se
encontraba demasiado cerca para haber hecho casi nada. Solo escuchar a Jimin perder la cabeza era casi
suficiente para que Yoongi se corriera.

—Más. Ya hemos hecho esto antes. Puedo tomarlo, por favor —Jimin rogó a través de respiraciones
irregulares, follándose a sí mismo contra el dedo de Yoongi.

Yoongi agregó un segundo dedo y eventualmente un tercero, trabajándolos dentro y fuera masajeando
la próstata de Jimin en cada paso hasta que lo tuvo moliéndose hacia atrás y jodiéndose a sí mismo
contra las sábanas. Yoongi usó su mano libre para azotarlo. —Detén eso —Gruñó, liberándose del
cuerpo de Jimin y secando sus manos contra el cobertor —. En la cama.

Jimin gateó contra el colchón y colapsó sobre su estómago, enterrando el rostro en la almohada.

Yoongi lo siguió, jalando los pantalones del chico hacia abajo y fuera. —Gírate sobre tu espalda. Quiero
mirarte.

La orden pareció sacudir a Jimin, congelándolo en su lugar por un segundo, antes de que rodara. Colocó
sus pies apoyados en el colchón, las rodillas dobladas, su mano migrando hacia su pene. —Ni siquiera lo
pienses —Advirtió Yoongi —, la única forma de que te corras es conmigo enterrado dentro de ti.

La mirada de Jimin se tornó brumosa, su mano cayendo a su lado. Yoongi se sentó entre las rodillas de
Jimin, sus piernas enmarcándole el cuerpo. Se inclinó hacia adelante, presionando un beso
tranquilizador contra los labios de Jimin antes de jalarle cuerpo bajo hacia su regazo y acariciar con sus
manos la piel suave como pétalo de su abdomen. Deslizó el condón y se bañó a sí mismo con lubricante,
frotó su polla entre las nalgas de Jimin hasta que la cabeza se ajustó contra la entrada.

— ¿Estás seguro? —Preguntó Yoongi una última vez.

Jimin miró hacia él incrédulo. —Sí. Un millón de veces sí. Consentimiento dado. Verde significa sigue.
Jódeme. Joder. Hazlo. Solo hazme tuyo de verdad. Por favor.

Yoongi presionó hacia adelante antes de que Jimin terminara de hablar, violando el primer anillo de
músculos y hundiéndose en el calor más apretado que hubiese conocido jamás. En su cabeza, Yoongi
recitó los Artículos Militares de Conducta, tratando de controlarse a sí mismo. Iba apenas por el artículo
dos cuando sintió el cuerpo de Jimin adaptarse alrededor de él.

Veintiséis

Jimin

Jimin cerró los ojos con fuerza, con las manos apretadas en las sábanas mientras su cuerpo lo
traicionaba y la quemadura abrasadora hizo que lágrimas salieran de sus ojos. No. No. No. No. No. Por
favor, ahora no. Quería esto, quería a Yoongi. Más de lo que jamás podría expresar con palabras. La
frustración le robó el aliento como un peso de plomo sobre su pecho. Esto no era justo. Simplemente no
lo era ¿Por qué esto le seguía pasando a él? No tenía ningún sentido. Exhaló fuertes respiraciones por la
nariz, tratando de obligar a su cuerpo a relajarse, a aceptar la invasión de Yoongi, pero no podía dejar de
temblar.

— ¿Jimin?

La preocupación en la voz de Yoongi sólo aumentó el peso en su pecho, haciéndole difícil respirar.
Sacudió la cabeza, secándose las lágrimas de las mejillas. —Estoy bien ¿De acuerdo? Mira, sabes que
duele, pero no pares. Por favor—. Las cejas de Yoongi colapsaron mientras examinaba el rostro de Jimin.
Después de un momento, se movió. Jimin lo agarró por los brazos. — ¡No! Por favor, no te vayas. Puedo
hacer esto. Puedo. Lo juro.
Jimin odiaba la desesperación en su voz, la forma en que sus palabras se convirtieron en un sollozo, pero
ahora estaba decidido. Si no seguía con esto, nunca volvería a arriesgarse. Necesitaba superarlo, no
evitarlo. Entre su maquillaje corrido, sus lágrimas y el sudor frío que le recorría la piel, estaba seguro de
que lucía como una película de terror. Esto no era sexy y no era en absoluto por lo que Yoongi había
firmado. Jesús. Quería cubrirse la cara con la almohada y simplemente morir ¿Por qué alguien querría
lidiar con todo esto?

Yoongi frotó suaves círculos en los muslos de Jimin. —Oye. No te estoy dejando. Sólo me estoy
poniendo en una posición más cómoda... para los dos... ¿De acuerdo?

Yoongi le hablaba como un negociador que intenta convencer a una persona para que se apartara del
borde del precipicio. Si había un dios, la cama simplemente se abriría y se lo tragaría entero.
Probablemente Yoongi se estuviera arrepintiendo de cada elección de vida que lo había llevado a ese
momento. Respiró dolorosamente cuando el movimiento de Yoongi los empujó a ambos, forzándolo
más adentro. Luego, el peso tranquilizador del cuerpo de Yoongi presionó a Jimin contra el colchón, con
los codos posicionados a ambos lados de la cabeza de Jimin.

Jimin no se atrevió a mirar a Yoongi. Se quedó mirando el centro muerto de su pecho como si este
tuviera el secreto de todos los misterios de la vida. Tenía tanto miedo de lo que vería cuando mirara el
rostro de Yoongi. Pero a medida que pasaban los segundos, la curiosidad mórbida lo hizo arrastrar los
ojos hacia arriba.

Yoongi le dedicó una suave sonrisa. —Hola.

Jimin tragó fuerte, mirando a los ojos del color de la cálida miel. —Oye.

—Entonces ¿Cómo estás disfrutando de tu primera vez hasta ahora? Creo que estamos arrasando ¿No?
—su tono era ligero, casi conversacional.

Jimin soltó una risa húmeda, luego hizo una mueca ante el agudo dolor en su trasero. Su sonrisa se
deslizó cuando la decepción se extendió a través de él. Enterró su cabeza contra la garganta de Yoongi.
—Lo siento mucho.

—Oye, mírame—. Encontrar la mirada de Yoongi requirió un esfuerzo hercúleo. —Olvídate de todo lo
demás ¿De acuerdo? Sólo bésame ¿Puedes hacer eso ¿Verdad?

Jimin levantó la cabeza, apenas rozando sus labios con los de Yoongi, sintiéndose tímido. Yoongi inclinó
su boca sobre la suya, su lengua deslizándose dentro. Se habían besado miles de veces, pero nunca así,
nunca lento, metódico, como si no hubiera otra cosa que hacer más que simplemente conectar de
alguna manera. Jimin nunca había besado a nadie así, y eso provocó que una flota entera de mariposas
se desatara en su vientre.

Nunca había considerado el sexo como íntimo, más como un simple intercambio. Se trataba de una
necesidad. Correrse e irse, esperando que nadie reconozca su rostro. Incluso con Yoongi, esto era sólo
temporal, ellos eran sólo temporales. Pero no se sintió temporal. Todo el cuerpo de Yoongi lo cubrió con
esta presión perfecta. Encajaban como piezas de rompecabezas, dos mitades del mismo todo de alguna
manera simplemente existiendo en el espacio del otro, el único sonido eran los silenciosos jadeos de su
respiración y sus labios encontrándose y separándose una y otra vez. Se sintió íntimo y real... se sintió
como por siempre.
Los besos suaves se volvieron urgentes. El corazón de Jimin latía más rápido, su respiración volviéndose
entrecortada, su polla estaba de vuelta completamente a bordo con el dolor de la invasión de Yoongi
ahora siendo sólo un dolor sordo. Movió las caderas, absorbiendo en un agudo respiro.

—¿Estás bien?

Jimin hizo una pausa, considerando la pregunta, moviendo sus caderas hacia adelante sólo un poco para
probar su cuerpo. —Sí, eso creo ¿Podemos... Podemos intentarlo de nuevo?

El aliento de Yoongi salió precipitado por su nariz. —Sí, definitivamente.

Yoongi se sentó sobre sus rodillas, su polla deslizándose fuera de Jimin.

Jimin entró en pánico. — ¿Qué estás haciendo?

Yoongi se inclinó hacia adelante, dando un beso en la boca abierta de Jimin. — Confía en mí.

Cogió el lubricante, volviéndolo a aplicar al condón y lo untó en el agujero de Jimin una vez más antes de
que la presión contundente regresara. Los latidos de su corazón se saltaron cuando Yoongi presionó
dentro, sus manos extendiéndose para agarrar los hombros de Yoongi. —Yoongi— Odiaba el pánico en
su voz.

—Escucha, podemos parar cuando quieras, sólo di la palabra; de lo contrario, concéntrate en mí—.
Yoongi frotó los labios por su frente. —En esto. Somos sólo tú y yo.

Jimin sintió la abrumadora urgencia de llorar. Se la guardó. Yoongi miraba a Jimin como si no estuviera
roto. Cuidaba de él, se aseguraba de que comiera, se aseguraba de que bebiera suficiente agua, lo
vigilaba. Eso era por lo que Jimin lo había elegido, por lo que Jimin confiaba sólo en él. Por lo que estaba
bastante seguro de que estaba enamorado de él. Sólo un poco.

Yoongi presionó hacia adelante. — ¿Te estoy lastimando? — preguntó, con la mandíbula apretada.

¿Dolía? Le dolía un poco, pero en el buen sentido. Sobre todo, se sentía lleno, abrumado... querido.
Tener a Yoongi enterrado dentro de él hacía que cualquier dolor valiera la pena. Había pasado días
queriendo esto, queriendo que Yoongi lo llenara, lo poseyera en todos los sentidos, usara su cuerpo
para su propio placer. Necesitaba ser de Yoongi en todos los sentidos y ahora lo era. —No. Estoy bien...
está bien. No te detengas.

Yoongi rodó sus caderas una vez y luego una segunda vez antes de detenerse nuevamente, dejando caer
su cabeza sobre el hombro de Jimin, su espalda subiendo y bajando con respiraciones profundas, sus
extremidades temblando un poco. Probablemente era adrenalina, pero Jimin esperaba que tal vez
también fuera un poco abrumador para Yoongi.

A medida que pasaban los segundos, Jimin frotó su mejilla contra la de Yoongi, deleitándose con el ardor
de la barba de Yoongi contra su piel. —Estoy bien, puedes moverte ahora.

Yoongi hizo un sonido brusco. —Oh, no estoy mintiendo aquí por ti ¿Tienes alguna idea de lo bien que te
sientes? —. Movió las caderas y Jimin gimió. —Estás tan caliente, y apretado y perfecto. Joder, tu cuerpo
es simplemente... yo sólo... sólo necesito un minuto.
El peso en el pecho de Jimin se levantó y la repentina ligereza lo hizo sentir casi mareado. Yoongi estaba
cerca de perderlo. Jimin había hecho eso. —Está bien si no dura mucho—, le aseguró. —Probablemente
me voy a sentir como si me hubieras dado con un ariete en el trasero mañana.

—Eso es romántico—. Dijo Yoongi con una suave risa. Se echó hacia atrás lo suficiente para mirar a Jimin
a los ojos. — ¿Estás seguro de que estás bien?

—Nunca he estado mejor. Lo prometo. —Cuando Yoongi parecía inseguro, Jimin sacó la única arma de
su arsenal. Le dio a Yoongi su mejor puchero. — Fóllame, Daddy. Lo necesito. —no era una mentira.

—Cristo. No juegas limpio, niño —. Enredó sus dedos en el cabello de Jimin, sus bocas se encontraron
mientras él se mecía contra Jimin. Con cada embestida, su cuerpo se relajaba un poco más, abriéndose
para Yoongi, y pronto las manos de Jimin estaban apretadas en las sábanas, sus caderas subiendo para
encontrarse con Yoongi. Pero no era suficiente. No importaba cuán profundo iba Yoongi, simplemente
no era suficiente. Necesitaba más.

Yoongi se movió sobre él, empujando las rodillas de Jimin más alto. En la siguiente estocada, ráfagas de
relámpagos se dispararon a lo largo de su columna. —Oh Dios. Oh, joder. Haz eso de nuevo. —suplicó.

— ¿Sí? ¿Te gusta eso, bebé? —. Yoongi gruñó. — ¿Quieres más?

Las palabras de Yoongi tuvieron a la polla de Jimin palpitando. —Sí, Daddy. Por favor.

Yoongi se sentó sobre sus rodillas, arrastrando las caderas de Jimin más cerca, prácticamente
doblándolo por la mitad antes de follar en él una vez más. El cerebro de Jimin se desconectó. No podía
pensar, no podía formar una oración completa. Cada vez que Yoongi encontraba la próstata de Jimin,
arrastraba sonidos animales de él hasta que su polla goteaba con cada embestida. —Daddy, necesito…
más. Quiero más.

Jimin no estaba seguro que más quería. No sabía qué pedir, pero Yoongi claramente sí. Movió las
caderas más rápido, conduciéndose imposiblemente más profundo, golpeando a Jimin de la manera
correcta. Jimin sintió como si se estuviera precipitando hacia un acantilado.

Jimin sollozó cuando la mano de Yoongi finalmente se cerró alrededor de su descuidada polla. —Sí, por
favor. Por favor.

El agarre de Yoongi era apretado, su único lubricante eran los propios fluidos de Jimin. Era sólo este lado
doloroso ya que los golpes de Yoongi seguían el ritmo de sus embestidas. Era demasiado, excesivo, pero
no suficiente. La plenitud en su trasero y el ritmo imperdonable de Yoongi mientras trabajaba su polla lo
hacían sentir cerca. Tan cerca. — ¿Me puedo correr, Daddy? Por favor... Oh, Dios. Voy a... por favor, di
que está bien. Por favor, di que está bien.

Yoongi gruñó bajo. —Córrete para mí.

Luz explotó detrás de los ojos de Jimin cuando el placer lo arrojó sobre el borde, y se corrió con fuerza,
pintando sus abdominales y el pecho con su liberación.

Yoongi entró en Jimin una vez más, su cuerpo poniéndose rígido mientras se corría con un grito gutural.
Dejó caer la cabeza sobre el hombro de Jimin, su cuerpo temblando por las réplicas.

— ¿Estás bien? —. Yoongi respiró contra su oído.


—Estoy más que bien. Estoy increíble—. Respondió Jimin honestamente. —Estoy bastante seguro de
que ahora puedo escuchar colores. Eso fue... wow.

Yoongi sonrió, presionando otro beso en la frente de Jimin antes de deslizarse del cuerpo de Jimin. Se
quitó el condón, atándolo antes de tirarlo en la basura junto a la cama de Jimin.

—Vuelvo enseguida. La cama se sintió vacía con su salida. Jimin vio a Yoongi ir desnudo al baño. Regresó
con un paño húmedo, limpiando a Jimin antes de tirar el paño al suelo. —Tomaremos una ducha en un
rato—. Declaró Yoongi, dejándose caer de nuevo en la cama y empujando a Jimin contra él.

—No creo que mis piernas me sostengan todavía—. Dijo Jimin con un gran bostezo.

Yoongi se acercó y apagó la lámpara. Una fina franja de luz de luna abrió un camino a través del suelo y
se detuvo justo cerca de la cama. Jimin miró fijamente hasta que se puso bizco, esperando a que el
pánico se apoderara de él. Pero por el momento parecía que todos sus demonios estaban durmiendo.
Quizás Yoongi los había cansado también. El pensamiento le hizo sonreír.

—Me gusta cuando sonríes. Deberías hacerlo con más frecuencia.

Jimin miró hacia arriba para encontrar a Yoongi estudiándolo. No podía imaginar cómo se vería después
de todo esto. Su maquillaje probablemente se había ido hace mucho, a excepción de su rímel.
Probablemente lucía como si hubiera escapado de una banda gótica. No había nada que pudiera hacer
al respecto. Él sólo sacudió la cabeza. —Sonrío todo el tiempo.

Yoongi se burló. —No, sonríes como la pequeña mierda malcriada que eres, pero rara vez simplemente
sonríes.

Jimin se encogió de hombros, apartando la mirada. —Sonrío cuando estoy feliz. No suele haber mucho
de qué sonreír.

Yoongi empuñó su mano en el cabello de Jimin, tirando de su mirada hacia él. — ¿Pero estás feliz ahora?

Calor inundó las mejillas de Jimin y agradeció que las luces estuvieran apagadas. —Sí, creo que lo estoy.

—Bien—. Gruñó Yoongi.

Las palabras se le escaparon antes de que pudiera detenerlas. — ¿Lo estás tú?

El corazón de Jimin se hundió cuando Yoongi se quedó en silencio, pero luego lo empujó más cerca,
metiendo la cabeza de Jimin debajo de su barbilla. —Sí, niño. Creo que yo también lo estoy.

—Bien.

No estaba bien. Era un desastre, pero Jimin lidiaría con eso más tarde... mucho más tarde. ¿Cuál era el
daño en pretender, sólo por un momento, que ellos podían tener un final feliz?

Veintisiete

Yoongi

A Yoongi le disgustaban muchas cosas: el tráfico de Miami, la homofobia, las personas que usaban luces
intermitentes en la lluvia; pero había tres cosas que él verdaderamente odiaba: las preguntas sin
responder, los cereales dulces para el desayuno y las jodidas caricaturas. Esa mañana, las tres cosas lo
estaban asaltando al tiempo, haciendo que palpitara su ojo izquierdo.

A su lado, Jimin estaba sentado con sus piernas aún en pijamas dobladas debajo de él y la boca llena de
cereal mientras se reía de una sensible esponja que usaba pantalones. Yoongi usualmente no permitía
que Jimin tomara comida chatarra a primera hora de la mañana, pero el día anterior, le prometió al
chico todo lo que quisiera si conseguía atravesar el almuerzo de caridad de su padre sin incidentes. Jimin
había escogido una mañana de mamadas y cereales, y Yoongi era un hombre de palabra.

Él era todo acerca de reforzar el buen comportamiento, y no pensaba que alguna vez fuera a cansarse
de chupársela a Jimin, pero el aroma a marshmallows empapados y leche azucarada lo hacía apretar
tanto los dientes como las caricaturas estridentes de la televisión. Las caricaturas no eran parte de la
negociación inicial sino un apéndice que Jimin había propuesto un segundo antes de que se maniobrara
a sí mismo sobre la polla de Yoongi hacía una hora. Había rogado, haciendo mohines, llamándolo Daddy
mientras lo miraba fijamente con esos enormes ojos verdes al defender su caso con entusiasmo. Jimin
había montado la polla de Daddy como un chico que de verdad quería ver caricaturas, lo cual explicaba
como Yoongi, ahora duchado y afeitado, sentado en el sofá, escuchaba a Jimin resoplar de risa mientras
que las paredes que él cuidadosamente construyó alrededor de su infancia disfuncional se
desmoronaban.

En la familia Min, las caricaturas y el cereal eran lo más básico de la despensa. Yoongi creció en sórdidos
moteles de paga-la-hora en donde las alfombras sucias dejarían tus pies negros, la ropa de cama
siempre tenía manchas sospechosas, y nunca había cocina. Había semanas en que su hermana y él
habían sobrevivido con nada más que cereal seco de baratas, comprado con las monedas de detrás de
los cojines de sofás arruinados y las que eran minadas del mar de caramelos sin envoltorios y tabaco
suelto que siempre flotaba en el fondo del bolso de su madre.

Su madre constantemente desaparecía por días, dejando a YoungMi resolver como los llevaría a ambos
a la escuela y a la casa —Cuando su madre recordaba registrarlos en la escuela—. Tarde en la noche, su
hermana ponía cintas de VHS de Bugs Bunny o Tom y Jerry dentro del VCR así no tendrían que escuchar
los sonidos de las sirenas, peleas de borrachos, o las prostitutas conduciendo sus negocios en las
habitaciones siguientes. Las caricaturas eran la música de fondo de cada cosa mala en la vida de Yoongi
hasta que su madre falleció y él se escapó a la milicia. Después de todos estos años, todavía hacía que se
le erizara la piel.

A pesar de todo eso, Yoongi dejó a Jimin tener su cereal y sus caricaturas, porque por primera vez en
casi una semana, él parecía estar disfrutando. Lo que lo llevaba a la tercera cosa que Yoongi odiaba: las
preguntas sin respuesta. Algo había cambiado en Jimin desde que Yoongi lo había follado. No era un
cambio obvio, más como una tensión en su rostro, la ansiedad en sus ojos cuando Yoongi no estaba
castigándolo o enterrado dentro de él. Cuando Jimin no tenía algo con qué distraerse, se ponía inquieto,
agitado como un animal encerrado, pero cada vez que Yoongi preguntaba si había algo mal, Jimin
sonreía y decía que estaba bien.

La puerta de entrada se abrió de par en par, y Jimin saltó, tambaleándose hacia el otro lado del sofá por
instinto. Fulminó con la mirada a Jisoo mientras ella dejaba caer un bolso de mano sobredimensionado
sobre la encimera.
Ella se encogió de hombros. —¿Qué? Si la cerradura estuviera puesta, yo no estaría parada aquí ahora
mismo. Deberían ser más cuidadosos, ustedes dos.

Ella se desplomó en el sofá entre ellos, balanceando su pie en sandalia sobre el regazo de Jimin mientras
dejaba caer la cabeza en el muslo de Yoongi. —Hombre, nunca me dijiste que tu hermana era una
belleza.

—¿Perdón? —Yoongi preguntó, el golpeteo en su cabeza incrementando.

Ella giró la pantalla de su teléfono hacia él, mostrándole el rostro sonriente de su hermana. YoungMi era
hermosa, él concedió mientras estudiaba la fotografía. Estaba parada en una duna, su cabello castaño
flotaba en el viento, los ojos olivo parecían más verdes que marrones en la luz del sol. Su corazón se
encogió. YoungMi pertenecía en esa playa en California, no atrapada en ese pequeño hueco de mierda
como apartamento cuidando de un viejo demente.

Él agitó la cabeza. Necesitaba llamarla. Había pasado demasiados días concentrado en Jimin, que había
descuidado a YoungMi. De verdad estaba fallando en todos los frentes.

—Enserio, hombre. Ella está muy buena. No me puedo creer que sea tu hermana mayor. Ósea, ni
siquiera parece de treinta —Ella giró el teléfono para mostrarle a Jimin, quién asintiendo en acuerdo
antes de llevarse otra cucharada de cereal a la boca.

—¿Por qué estás acosando a mi hermana?

—¿De qué otra forma iba a descubrir si eres algún asesino psicópata secreto? —Preguntó como si fuera
obvio— Tu perfil en redes sociales no existe. No tienes Instagram. No tienes Twitter. Solo tu cuenta de
tipo viejo de Facebook como con… diez fotografías de ti de pie en frente de varios telones de fondo de
desiertos, como las fotos de escuela más aburridas del mundo.

—Lamento no haber podido capturar algunos de mis momentos más excitantes para ti, pero al gobierno
no le gusta que nos grabemos a nosotros mismos cuando estamos desplegados. No nos gusta
entregarles nuestra localización a los enemigos.

Ella hizo un “hmm” distraído, como si ya lo estuviera despidiendo. Él se permitió a sí mismo un


momento para contemplar el hacerla rodar por el suelo.

—¿Viniste hasta aquí para avergonzarme sobre mi uso de internet o tienes algún motivo oculto?

—Uh-uh. Vine hasta aquí para hablar con Jimin de la gala y preguntarte sobre él.

Ella giró el teléfono una vez más hacia Yoongi. Era una fotografía de él y Hoseok contra el aburrido telón
de desierto llevando sus fatigas. Hoseok tenía una bandana negra alrededor de la cabeza para proteger
la piel del calor abrasador y hacía un gesto de asalto hacia la cámara. — ¿Qué con él? —Yoongi logró
decir.

Ella chasqueó, agitando la cabeza. — ¿Quién es él? ¿Es soltero? ¿Es un asesino serial?

—¿Tienes alguna especie de fetiche con los asesinatos? —Yoongi dijo inexpresivo, ganándose un
resoplido de Jimin.
Jisoo alzó una perfecta ceja esculpida. — ¿No sería más extraño que tus fetiches, o sí, pervertido? Ahora,
escúpelo. ¿Quién es?

Yoongi suspiró, enterrando el pulgar en su ojo izquierdo. — ¿En este momento? Él es mi jefe.

—Oh, Dios. ¿No es tan viejo como tú, o sí? —preguntó, rizando su labio en un gesto de disgusto y
ampliando la foto en la cara de Hoseok.

Yoongi le pinchó suavemente la nariz. —No es tan viejo como yo, no.

Ella se enderezó. —¿Es soltero?

Yoongi hizo un gesto vago. — ¿Hasta donde sé? No hemos discutido su vida amorosa.

—¿Es hetero?

Era implacable. Él se encogió de hombros. —En teoría.

Jisoo chocó sus manos con emoción, su teléfono amortiguando el sonido. — Excelente. Quiero
conocerlo.

Jimin frunció el ceño ante eso. —¿Por qué? ¿Siquiera tienes citas?

—¿Quién dijo que quería salir con él? —Contrarrestó Jisoo.

Yoongi pensó sobre decirle a Jisoo que se apartara, pero en el corto tiempo en que la conocía, había
comenzado a realizar que empujarla lejos solo causaría que ella volviera con más fuerza. Esa chica era
una banda elástica, y él no estaría en el otro punto cuando se rompiera. —No hagas algo que termine
despidiéndome.

Jisoo balanceó el pie sobre el regazo de Jimin y se levantó, balanceándose. — Oh, mareo —Caminó hacia
la encimera —, no te preocupes, extraño Yoongi, te prometo que seré amable con él.

Sí, claro. —También, deja a mi hermana sola.

—No puedo, cabo Yoongi.

—Para eso —Gruñó Yoongi, sabiendo perfectamente que ella solo se detendría hasta agotar todos los
apodos estúpidos para él.

—Ya somos amigas en Facebook, e iremos a beber algo la próxima vez que esté en Orlando, lo cual será
en solo tres semanas cuando vaya a esa sesión de fotos con Kristiane.

—¿Qué podrías tener tú en común con la hermana de cuarenta y tantos años de Yoongi? —preguntó
Jimin con la boca llena de cereal.

—No hables con la boca llena —Murmuró Yoongi. —Lo siento, Da—… Lo siento —Susurró, con el rostro
tornándose escarlata.

Jisoo hizo el sonido de una foca muriéndose. —Fenómenos— carcajeó antes de decir —La hermana de
Yoongi es una impresionante diseñadora de trajes y yo soy una actriz-guión-modelo-guión-cantante.
¿Qué tenemos en común? No estés celoso, boo, Siempre serás mi número uno en las buenas y en las
malas, lo prometo.
—¿Dijiste que tenías que hablar sobre la gala? —Yoongi le recordó.

Ella asintió. —Yeah, el imbécil asesor de imagen de tu padre tuvo la jodida audacia de enviarme vestidos
que él consideraba “Apropiados” —Ella citó en el aire sus últimas palabras con un ademán ostentoso —.
También me dio una lista de puntos y temas de conversación que no podía discutir bajo ninguna
circunstancia porque esta era la recaudación de fondos más importante de la temporada.

—Suena a que papá está preocupado por algo. ¿Quizás la campaña no está yendo tan bien como él
pensaba? —Dijo Jimin animándose.

—Solo quería dejarte saber que planeo ignorar los vestidos y usaré el listado de temas baneados como
mi lista personal de quehaceres.

—Me decepcionaría si no lo hicieras —dijo Jimin.

Ella dio un beso húmedo en la frente de Yoongi y después en la de Jimin antes de pasearse hacia la
puerta. —Por cierto, estoy bastante segura de que hay un investigador privado merodeando en el lobby.
Solo para que sepan.

Yoongi se puso rígido ante su declaración casual. — ¿Por qué piensas que es un investigador privado?

—Porque está usando dentro del edificio un gorro y lentes de sol y estaba hablando con el chico de la
recepción de manera sospechosa. También, estoy bastante segura de que me estuvo filmando mientras
entraba al elevador. —ella revisó su teléfono móvil antes de guardarlo e introducir ambas manos en su
cabello hasta que luciera despeinado. Desabrochó la mitad de su camisa y embadurnó su labial rosa
coral.

—¿Qué diablos estás haciendo, bicho raro? —preguntó Jimin con la cuchara pausada en mitad del aire.

—Te acabo de decir que hay un investigador privado en el lobby. Estoy haciendo lucir como que vine
aquí para algo rápido. De nada. Dios, tengo que hacer todo el trabajo pesado mental por aquí —Ella se
colgó el bolso y dio un pequeño saludo. —Adiós, chicos. Los veo mañana en la noche.

Yoongi espero quince minutos antes de encaminarse hacia el lobby. Jisoo tenía razón. Sentado en una
cómoda silla verde estaba un hombre vestido con una camisa polo rosada usando gafas aviadoras y una
gorra de baseball. Aunque no tenía una cámara, se había acomodado a sí mismo para que su teléfono
apuntara hacia el elevador.

El personal habitual de la mañana estaba detrás del escritorio, sus ojos moviéndose rápidamente entre
el hombre y Yoongi mientras se acercaba. El chico trabajando no era mucho mayor que Jimin. Tenía una
rica piel cobriza, rostro rasurado y ojos tan marrón oscuro que parecían negros. Su nombre era Sang. Él y
Yoongi habían tenido conversaciones triviales e intercambiado cortesías unas cien veces en el curso del
trabajo de Yoongi, y cuando se acercó, Sang dio un saludo poco entusiasmado.

—Hola, Yoongi.

—Hola. ¿Cómo va todo?

La mirada del chico se deslizo una vez más al hombre de camisa rosada antes de inclinarse más cerca. —
¿Está Jimin bien, hombre?
La incomodidad se filtró a lo largo de la espina de Yoongi. — ¿Por qué preguntas?

—Quiero decir, primero no ha dejado su apartamento por meses, y cuando lo hace, tú apareces y lo
sigues a todas partes, ahora, su padre tiene a un investigador privado vigilando nuestro lobby. ¿Alguien
puso precio a su cabeza o algo así?

Yoongi se giró hacia el hombre. — ¿Ese tipo dice que trabaja para Mr. Park?

—Sí.

—¿Llamaste a la oficina del senador para confirmarlo? ¿Por qué nadie me llamó para preguntarme?

Sang hizo una mueca, masajeándose la parte de atrás del cuello. —Yoongi, hombre, yo sólo trabajo aquí.
Yo asumo que mi manager habló con alguien.

—Si llegas algo como esto o si alguien aparece haciendo preguntas, llámame —dijo Yoongi, tendiéndole
una tarjeta con su número en ella.

—Seguro. ¿Jimin está bien, entonces?

Esa era una excelente pregunta. Yoongi no tenía idea. —Sí, él está bien. Todo esto son las personas de la
campaña de su padre. Les paga para ser paranoicos, ¿sabes?

Sang asintió, aunque su expresión delataba que no sabía. Yoongi se giró, buscando el número de Hoseok
y pinchando el botón de llamada.

—Jung —Dijo Hoseok en forma de saludo.

— ¿Qué sabes de que Park contrató a un investigador privado para sentarse en nuestro lobby?

Hubo una pausa larga. — ¿Hay un investigador privado en el lobby del penthouse?

—Sí, el chico de recepción dice que el investigador privado afirmó ser contratado por Park para vigilar el
lugar. ¿Esto tiene sentido para ti? Si iba a vigilar el lobby, ¿por qué no te contactó a ti? Tú te encargas de
toda su seguridad privada, ¿no?

—Ya te regreso la llamada.

Veinte minutos se arrastraron antes de que Hoseok regresara su llamada. —El asesor de imagen
contrató al tipo.

—¿Cuál es el problema de ese hijo de puta? Jamás he oído de un asesor de imagen o publicista que se
involucrara en las cosas. ¿Para qué este tipo necesita un investigador?

—El senador recibió un correo electrónico que amenaza con exponer los pecados de su hijo, declarando
que tenían pruebas.

El repentino subidón de adrenalina causó un dolor agudo en el pecho de Yoongi. — ¿Qué pecados?
¿Qué demonios significa eso? Esto tiene que ser esa perra Jennie del periódico. ¿No podemos hacer que
se retire? ¿No puedes hacer algunas llamadas?

—Es la primera vez que oigo sobre esto —No había pérdida de la frustración en la voz de Hoseok —.
Escucha, antes de que averigüemos qué pasa, cuando ustedes dos dejen el edificio serán estrictamente
profesionales. Mientras más presión sienta Park sobre su campaña, peor será para todos nosotros. Si
alguien averigua que hay algo entre ustedes dos… todos estaremos jodidos.

Yoongi ni siquiera se molestó en negar que estaba pasando algo entre ellos. ¿Cuál jodidos era el punto?
Todos en su círculo íntimo ya lo sabían. Todos menos Park SeoJoon. Esto era un jodido desastre. —
Entendido.

—Oye, una cosa más —Dijo Hoseok con duda en su voz.

—¿Si?

— ¿Por qué Kim Jisoo me envió una solicitud de amistad en Facebook?

Veintiocho

Jimin

Yoongi había estado al teléfono por horas, primero con Hoseok y ahora con su hermana. Jimin no estaba
espiándolo. No era su culpa que la voz de Yoongi se colara desde el patio hasta su habitación. Claro, él
podría haber estado sentado detrás de la puerta donde la acústica era mejor, pero el punto era que
Yoongi no podía estar enojado con Jimin por escuchar.

—Lo siento, El. De verdad. Encontraré a una nueva enfermera para la noche así puedes dormir un poco.

Jimin no estaba seguro de cuál había sido la respuesta de YoungMi, pero no se perdió de la tensión en la
voz de Yoongi o el suspiro pesado que puntuó sus palabras. Jimin no podía imaginarse cuidando de
alguien veinticuatro horas al día, siete días a la semana, especialmente no a alguien con demencia
severa. Sonaba exhaustivo e ingrato en sus mejores días. Pero, ¿detener tu vida entera para cuidar de
una persona que te abandonó con una madre loca? Eso iba más allá del desinterés, parecía bordear a lo
masoquista. No era como si Jimin debiera señalar con los dedos. Él siempre estaba buscando formas
nuevas y creativas de hacerse daño a sí mismo.

— ¿Has oído de Chen de tu anterior trabajo? —Yoongi preguntó antes de decir —. YoungMi, estás
comenzando a hacerte de renombre. Esto es una locura. Ponlo en el hogar estatal que encontraste en
Orlando y regresa a California. Regresa a tu vieja vida. Odio que seas tú quien se lleva la peor parte de
todo esto.

Jimin se preguntó cuánto costaban los cuidados permanentes de un paciente con habilidades limitadas
para cuidar de sí mismo. A Yoongi le pagarían un cheque de seis dígitos solo por pasar el rato con Jimin
todos los días, y lo único que hacían era asistir a esos aburridos eventos de caridad. Imaginó el costo de
llevar la vida entera de una persona, mantenerlo con vida… debía valer una fortuna pequeña. Al menos
tanto como el salario de Yoongi. Fue por eso que él aceptó hacer del niñero de Jimin.

La noción torció algo muy dentro de él. No era que a Jimin le doliera el cheque que Yoongi recibiría. Ese
dinero no era por el sexo con Jimin. En su cabeza lo sabía. Pero una parte oscura dentro le susurraba
que él solo era el medio para un fin, un cheque con beneficios, y tan pronto como el cheque estuviera
entre sus manos, no volvería a escuchar de Yoongi jamás.
Jimin agitó la cabeza. Por supuesto que no volvería a saber de él. Ese era el punto. Ellos estaban
teniendo una aventura. Incluso, aunque no fuera así, ¿Qué haría Jimin? Su padre jamás lo iba a liberar.
No había mundo alguno en donde él y Yoongi pudiesen estar juntos. Así era la forma en que el mundo
funcionaba.

Mientras más pensaba en ello, Jimin se tornaba más sombrío. Vagó hacia la cocina, se hizo un sándwich
de mantequilla de maní antes de apuñalar el bote con el cuchillo y dejarlo puesto en el mostrador, como
una advertencia hacia todos los otros bocadillos para untar de que no se metieran con él. Se sentó en el
mostrador, desgarrando el pan en pequeñas piezas, pero sin llegar a comerlas. En su lugar, frunció el
ceño hacia la figura retirada de Yoongi, bajando la cabeza cada vez que él se giraba y caminaba hacia
atrás.

Su teléfono vibró contra el mostrador, captando su atención. Era un mensaje de Jisoo.

¿Arregló Yoongi lo de tu investigador privado escaleras abajo?

¿Lo había hecho? Jimin no tenía ni idea. Yoongi le había dirigido cinco palabras si acaso desde que
regresó. Algo así. Todo lo que él dijo es que el tipo trabaja para mi papá.

Jisoo: ¿Arruiné un reventón perfectamente bueno para esto? Lucía como si hubiese atravesado un
túnel de viento para el momento en que me encontré con Mark. Qué imbécil. Debería enviarle la
factura. Espera. ¿Por qué tu papá contrató a un investigador privado?

Jimin: Joder si lo sé. Quise preguntarle a Yoongi, pero ha estado en el teléfono por horas. Creerías que
podía darme cinco minutos de su tiempo, pero parece que no.

Tres puntos danzaron antes de que llegara el siguiente mensaje, sacudiendo los nervios crudos de Jimin.
Oh, chico. Alguien está de mal humor. ¿Qué pasó? Se veían bien en el desayuno.

El estómago de Jimin se agrió. ¿Era así?. Eso fue antes. Esto es ahora.

Jisoo: Uh-Oh. Jimin pequeña nube negra de lluvia… Mi Jimin menos favorito. El Jimin que toma
decisiones estúpidas. No estás planeando hacer algo estúpido, ¿verdad? Porque si es así deberías
guardarlo para la fiesta súper importante de tu padre mañana.

Jimin: ¿Qué hay con esta fiesta que repentinamente se volvió mucho más importante que las otras?
Una semana atrás, era solo otro evento.

Jisoo: Mi mamá dijo que la prensa iba a estar allí porque le darían un premio o algo así. Sea cual sea el
premio, estoy segura que lo compró.

Jimin no pudo controlarse en rodar los ojos, incluso aunque no había nadie para atestiguarlo. Su padre
era capaz de hacerse pasar por un héroe. Él miró hacia Yoongi, quién se plantó a sí mismo en las sillas
del lounge al final del porche. Se pellizcó el puente de la nariz mientras continuaba hablando con su
hermana.

Jisoo: ¿Hola?

Jimin: Lo lamento, es solo que no sé qué decir.

El teléfono casi instantáneamente, el nombre Jisoo titilando en la pantalla.


— ¿Sí? Un sonido como ruido blanco llenó sus orejas antes de que Jisoo dijera. —Me estás asustando,
Jimin. ¿Qué pasa contigo?

—¿Estás en un Uber?

—No, compré un auto —Dijo ella casualmente —. No cambies de tema. ¿Cuál es el problema?

Déjalo en que Jisoo acaba de comprar un auto por impulso. — ¿A qué te refieres? Ninguno —Mintió, su
mirada extraviándose afuera una vez más.

— ¿Es tu papá?

Él usó su dedo acusador para hacer huecos en los restos de su sándwich mutilado. —No. Quiero decir,
no más de lo usual.

Hubo una pequeña pausa. —Entonces, es Yoongi.

Jimin dejó caer la cabeza, su respuesta fue un murmullo duro, como si Yoongi de alguna manera los
hubiese oído. —No dije eso.

—No tienes que decirlo. Es él, ¿no es así? ¿Hizo algo mal? Ambos se veían tan confortables en la
mañana.

—Es eso. Estábamos… Estamos. Es solo… —Comenzó antes de caer en silencio una vez más.

Jisoo chupó el aire. —Oh, cariño. Estás enamorándote de él, ¿no es así?

Su risa fue dura, discordante incluso. — ¿Enamorándome? Más bien, enamorado. Lo estoy. Estoy
hundido hasta los glóbulos oculares. No es como si importara. Pero lo hace. Imagínate, no puedo ni
tener una aventura sin joderlo.

Una vez más, ella dudó. — ¿Has hablado con Yoongi sobre cómo te sientes?

— ¿Qué? ¡No! Nunca. Mis locuras no son sus problemas. Estoy seguro que mi psicosis es ya mucho más
de lo que él esperaba.

—Es protector contigo. Su respuesta podría sorprenderte.

Odió la lástima en su voz, como si ella fuera bastante optimista pero igual de dudosa que él. —No tiene
importancia. Nunca funcionaría. Yoongi solo estará aquí hasta que pueda recibir su gordo cheque,
entonces se irá a cuidar de su padre, y yo seguiré aquí pretendiendo ser el hijo perfecto. ¿Cuál es el
punto?

—El punto es, que no tiene que ser así —Ella chasqueó —. Podrías tener una vida. No le debes una
mierda a tu padre. Te lo he dicho millones de veces. Vete, vive tu vida. Puedes venirte a vivir conmigo.
Podemos volvernos celebridades de YouTube y vivir del dinero de mis padres.

El estómago de Jimin se agitó. Jisoo no lo entendía. Él no podía vivir de Jisoo y su familia. Además, su
padre tenía razón. Él no tenía ninguna habilidad remarcable. Era impulsivo, argumentativo, incapaz de
hacer siquiera las tareas del hogar más fáciles. Jimin ni siquiera sabía cómo escribir un cheque. Su padre
jamás lo dejaría ir, de todas formas. Pasaría todo el resto de su vida acosando a Jimin si él alguna vez
intentaba alejarse. Esa mujer de la prensa se encontraba ya pescando sobre el pasado de él. ¿Cuánto
tiempo pasaría antes de que se diera cuenta de que Jimin era gay? El pensamiento no lo asustó tanto
como lo habría hecho antes, pero la furia de su padre sí lo hizo.

Por el rabillo del ojo vio a Yoongi levantarse y caminar hacia la casa. —Me tengo que ir —No esperó a su
respuesta antes de terminar la llamada.

Afuera, el clima cambió tan rápido como lo hizo el humor de Jimin. Nubes negras borraban el sol,
pintando el cielo entero de sombras grises, engranando para la tormenta tardía del día. Yoongi deslizó la
puerta de vidrio hasta cerrarla tras él justo cuando el primer retumbar de los truenos rodaban por el
cielo. Yoongi arrugó el ceño cuando vio los restos del almuerzo de Jimin, notando el bote abierto de
mantequilla de maní y el cuchillo pegajoso. —Limpia eso. Lissa hace lo suficiente aquí sin tener que lidiar
con mierda como esta. Lo sabes mejor.

Yoongi no estaba equivocado, pero a él no le importó. —Ella es el ama de llaves. Se le paga lo


suficientemente bien para limpiar “mierda como esta”, es literalmente su trabajo —Le recordó en un
tono ligero.

Un estremecimiento se deslizó sobre Jimin cuando la frente de Yoongi se levantó, su voz bajando un
octavo. — ¿Acaso pregunté por un debate? Límpialo. Ahora.

— ¿o qué? —Preguntó Jimin, cruzando los brazos sobre su pecho como un adolescente malhumorado.

Yoongi vino detrás de la barra, acechándolo sobre sus hombros. —Sabes, si quieres que te castigue,
podrías pedirlo amablemente —Murmuró contra su oído.

La polla de Jimin se endureció en respuesta, escalofríos recorriendo su piel, pero no había terminado. —
No es siempre sobre eso —Espetó.

Yoongi giró el taburete hasta que estuvieron cara a cara. — ¿Entonces sobre qué es?

El peso en el pecho de Jimin regresó, aplastándolo. ¿Qué iba a hacer? ¿Por qué presionaba sobre esto?
Jamás obtendría la respuesta que quería. Necesitaba aprender a disfrutar lo que tenía ahora.

—Nada, solo olvídalo.

Podía sentir la mirada de Yoongi quemar un hoyo en su piel, pero se negó a mirarlo. —No lo olvidaré.
Has estado temperamental por días. ¿Qué está pasando contigo? Sólo háblame. Lo que sea que está en
tu cabeza, solo… dilo.

—¿Por qué sigues pretendiendo que te importo? —Jimin quiso succionar la pregunta de regreso en el
momento en que dejó sus labios, pero era demasiado tarde. Yoongi se congeló.

No estaba seguro de cuál de los dos se veía más horrorizado.

—Solo olvídalo. —Susurró con el rostro en llamas.

Se deslizó fuera del taburete, agachándose por debajo del brazo de Yoongi y se movió a hacer lo que él
pidió. Jimin sacudió los restos de sándwich hacia la basura y limpió el mesón antes de colocar la tapa de
la mantequilla de maní y llevarla nuevamente gabinete.
Podía sentirlo observarlo mientras se movía, pero se negaba a mirar hacia arriba, negándose a
reconocer siquiera que él seguía allí de pie. No podía. El silencio de Yoongi era un cuchillo retorciéndose
en su corazón. ¿Qué había esperado que le dijera?

Era una prueba del entrenamiento militar de Yoongi el que nunca lo escuchó acercarse, no lo miró
moverse siquiera, solo se encontró a sí mismo presionado entre el cuerpo de Yoongi y el borde de la
encimera ahora mordiendo inconfortable contra su cadera.

Afuera, un trueno rugía y un rayo iluminó el casi negro cielo. La mano de Yoongi se cerró alrededor de su
garganta, y su otro brazo se encerró alrededor de su pecho. Jimin deseó que los brazos de Yoongi no se
sintieran como casa.

—¿Recuerdas el día en que inundaste la cocina? —Preguntó Yoongi roncamente.

—Sí —Fue todo lo que manejó responder.

—Estábamos justo así. Estabas frenético… indignado… actuando como si el lavaplatos te hubiese
traicionado. Te deseaba incluso entonces. Eras hermoso. Malcriado. Un completo mocoso. Eras la
perfección absoluta —Sus labios rozaron sobre la oreja de Jimin, hasta su mejilla —. Te deseaba tanto
que contemplé renunciar. No podía imaginarme pasar los siguientes seis meses tratando de mantener
mis manos lejos de ti —Jimin se derritió contra él, su cabeza reposando en el pecho de Yoongi,
presionándose a sí mismo hacia atrás contra el pene medio duro. —En todo lo que podía pensar era en
enterrarme dentro de ti. Has estado debajo de mi piel desde el día uno.

Jimin succionó una respiración cuando la mano sobre su pecho se hundió debajo de la banda elástica de
los pantalones de pijama, apretando su erección rudamente y acariciándolo. No pudo luchar contra el
gemido que se le escapó.

—Quería follarte justo así, inclinando sobre el mesón de la cocina mientras me rogabas para que te
llenara, te hiciera mío.

—Sí —Jimin respiró, repentinamente deseando eso más que nada.

La mano de Yoongi se apretó en torno a su garganta. — ¿Eres mío ahora?

—Sí, daddy —Prometió con respiración dificultosa.

—Solo mío —Yoongi retumbó.

Solamente de él. Jimin no se podía imaginar amando a alguien más de la forma en que lo hacía con
Yoongi, no importaba lo loco que sonaba. —Sí.

Yoongi apretó más fuerte aún, cortando el suministro de aire de Jimin, sus latidos tornándose erráticos.
—Sí, ¿qué?

—Sí, daddy —Manejó.

Yoongi le permitió respirar, masajeando su garganta. —Dilo.

Las palabras se sintieron como un voto. —Soy tuyo, daddy.


—Sí, lo eres. Mío. Solo mío —Masturbó a Jimin un poco más pero entonces su mano desapareció —.
Desearía poder follarte aquí mismo.

Jimin succionó una respiración. Necesitaba a Yoongi dentro de él ahora mismo, lo necesitaba mucho
más de lo que necesitaba el aire en sus pulmones —. Sí. Hazlo. Jódeme. Aquí mismo. Muéstrame que
soy tuyo.

—Todo lo que necesitamos se encuentra en la habitación.

—Eres un jodido Marin. Improvisa —Razonó Jimin.

—Puedo improvisar lubricante pero no condones.

Jimin miró sobre su hombro. —Soy negativo. Mi padre me hizo examinar después de lo del mesero de
catering. ¿Y tú?

Yoongi buscó en su rostro por un largo momento antes de asentir. —Sí, examinarse es mandatorio en la
milicia.

Jimin tragó con fuerza, su lengua deslizándose sobre su labio inferior. Era jodidamente estúpido,
temerario inclusive. Pero él realmente estaba sano, y confiaba en que Yoongi le estaba contando la
verdad. —Entonces hazlo. Fóllame. Justo aquí. Entra en mí. Márcame. Muéstrame que soy tuyo en todo
sentido.

La única respuesta de Yoongi fue un rugido bajo, y entonces estaba jalando los pantalones de Jimin hacia
abajo. Dejó que sus ojos se cerraran mientras Yoongi mordía el lado de su cuello y su hombro, dejando
que el dolor calmara sus lados irregulares. Él no había dicho que le preocupaba, pero era lo
suficientemente cerca, lo suficientemente bueno, mucho más de lo que Jimin se merecía.

Después de un momento, los dedos resbaladizos de Yoongi presionaron contra su entrada. Jimin soltó
una risa sin aliento. — ¿Eso es… aceite?

Siseó cuando dos dedos empujaron dentro de él. Joder. Jamás se cansaría de esa sensación.

— ¿Eso es un problema para ti? —Preguntó Yoongi, trabajando sus dedos dentro y fuera.

Jimin se meció hacia atrás, gimiendo como una zorra. —No, daddy.

Yoongi río. —Eso pensé.

Trabajó a Jimin abriéndolo primero con dos dedos, luego tres, pero no era suficiente. —Estoy listo,
daddy. Fóllame.

Yoongi azotó su trasero. —Yo decidiré cuando estés listo —Él gruñó, pero la cabeza roma de su gruesa
polla ya se encontraba reemplazando sus dedos, y entonces solo hubo presión y llenura y la perfecta
quemadura de su cuerpo acomodándose para recibir la invasión de Yoongi.

No esperó a que Jimin se ajustara, follándolo lo suficientemente duro para poner a Jimin de puntillas.
Yoongi se deslizó dentro de él una y otra vez justo como a Jimin le gustaba, como si él estuviera allí solo
para el placer de Yoongi, como si solo él pudiera satisfacer sus necesidades y lo tomaría de Jimin de la
forma que mejor le placiera. Tenía que ser feliz con esto, necesitaba apreciar a Yoongi mientras todavía
lo tuviera, necesitaba recordar cada momento.

—No te quedes callado ahora, chico —Ordenó Yoongi, agarrando las caderas de Jimin y cambiando el
ángulo hasta hacerlo llorar —. Mucho mejor. Déjame oírte.

La lluvia golpeaba las ventanas, combinándolo con el sonido de sus pieles conectadas y el sonido
irregular de sus respiraciones, pero Jimin no podía encontrar las palabras. Estaba perdido en el
sentimiento, intentando memorizar la esencia de Yoongi, su peso contra la espalda. Tenía unos meses
adelante, pero de alguna forma, esto se sentía como el final.

Condensación se formaba en las ventanas, encerrándolos en un bolsillo confortable que lo hacía sentir
como más, de alguna forma. Algo… real. La mano de Yoongi se cerró alrededor del cuello de Jimin de
nuevo y él dejó de pensar, dejó de preocuparse. Se concentró en su lugar en la presión constante sobre
su garganta y en la polla de Yoongi enviando sacudidas eléctricas a través de su espina cada vez que
rozaba su próstata. Su polla negligente goteaba con cada embestida, pero sus manos se agarraban al
mesón. Yoongi no le había dado permiso. — ¿puedo tocarme, daddy, por favor?

—No —Yoongi consiguió decir a través de sus dientes apretados.

Jimin lloró, moliéndose contra Yoongi. —Por favor, daddy. Estoy tan cerca.

—No dije que no podías correrte. Dije que no podías tocarte.

¿Yoongi esperaba que se viniera sin tocarse? —N-No creo que…

—Puedes. Puedes, y lo harás. Si es que quieres correrte, eso es.

Yoongi liberó la garganta de Jimin, su mano forzándole la cabeza hacia abajo contra el mostrador antes
de tomar sus caderas y comenzar a follarlo en cortas y rápidas embestidas que tenían a Jimin rodando
los ojos atrás de su cabeza mientras el placer incendiaba a lo largo de su columna, sus bolas apretándose
contra su cuerpo. —Oh… oh… eso es… oh, Dios. Sí. Más de eso. Oh, por favor. Por favor. Necesito
correrme, daddy. ¿Por favor?

—Puedes correrte siempre que quieras, bebé, siempre y cuando no te toques.

Jimin sollozó. No era capaz siquiera de formar palabras. Yoongi lo estaba golpeando justo allí,
haciéndolo todo bien. El calor se agrupaba en la base de su espina dorsal, y Yoongi tiró de Jimin contra
él, agarrando su garganta lo suficiente fuerte para cortarle la respiración.

—Córrete —Gruñó.

Su orgasmo azotó contra él como un bus escolar, sus rodillas cediendo mientras pintaba los gabinetes
con su corrida. Yoongi lo mantuvo en alto, sus caderas sacudiéndose contra él implacablemente hasta
que fue solo demasiado.

Jimin apenas registró la voz ronca de Yoongi gritar mientras esperaba que su mundo volviera a
acomodarse. Cuando él besó entre sus omoplatos, Jimin se estremeció, sabiendo que la corrida de
Yoongi lo había llenado. El pensamiento no debió haber sido caliente. No debió haberle hecho sentir a
salvo, visto, cuidado, incluso amado… pero lo hizo.
Deseó que su corazón pudiera ver esto por lo que era, pero no supo cómo hacerlo. Cuando estaba entre
los brazos de Yoongi, no se sentía como una aventura.

Se sentía como amor, y hacía que Jimin quisiera llorar.

Veintinueve

Yoongi

Para cuando Yoongi limpió a Jimin y se sentó en el sofá con su cena, había vuelto a un silencio de mal
humor. Yoongi no sabía lo que pensaba que conseguiría con el sexo en la cocina aparte de acentuar el
hecho de que Jimin era, como dijo Jisoo, una "cosa sexual". Cuando le preguntó por qué Yoongi actuaba
como si le importara, se quedó helado. Era una jodida pregunta sencilla con una jodida respuesta
complicada.

Por supuesto que a Yoongi le importaba. Le importaba demasiado. Cuidar de Jimin era la cosa más fácil
del mundo, pero cuidar de Jimin era una serie de minas terrestres. El niño necesitaba un guardián,
alguien que lo cuidara, lo vigilara, lo guiara. Yoongi quería ser ese alguien. Había querido decir todo lo
que había dicho. Jimin era perfecto tal como era... pero sólo tenía veintidós años. Su vida ni siquiera
había comenzado. Yoongi se sentía como si tuviera cien años en un buen día y su trastorno de estrés
postraumático era impredecible. Yoongi no sabía cómo darle a Jimin lo que necesitaba cuando las vidas
de ambos eran desastres tan iguales pero opuestos. Aun así, podría haber dicho algo más tranquilizador
que "he querido follarte desde que te conocí", pero era demasiado tarde ahora.

Una vez que terminó de ordenar la cocina, se tumbó en el extremo opuesto del sofá, con una pierna
todavía apoyada en el suelo. Jimin lo miró con recelo como si estuviera esperando algo. Dios, Yoongi
realmente la había cagado. —Ven aquí, bebé.

Jimin no vaciló, se lanzó hacia Yoongi y colapsó encima de él, su cuerpo se acurrucó entre los muslos de
Yoongi y con la cabeza en su pecho. Enterró su mano en los rizos de Jimin y dejó un beso en su cabeza,
esperando transmitir con acciones lo que no podía decir con palabras. Yoongi podría ser feliz con sólo
tener a Jimin en sus brazos. Sus ojos se cerraron cuando la respiración de Jimin se niveló bajo sus
palmas.

Se despertó con el sonido de la puerta traqueteando en el marco cuando alguien trató de forzar su
entrada al penthouse.

— ¿Por qué diablos está cerrado el cerrojo?

Jimin se incorporó de un salto, los ojos muy abiertos al oír la voz de su padre, su terror claro. El cerrojo
en cuestión impedía que la puerta se abriera lo suficiente para que el senador los viera, pero Yoongi le
indicó a Jimin mediante gestos que fuera a su habitación de todos modos. Jimin lanzó una última mirada
de pánico hacia la puerta antes de luchar para hacer lo que le pidió Yoongi.

Yoongi se puso de pie, pasándose los dedos por el cabello y asegurándose de que su ropa no se viera
demasiado arrugada. — Un momento, señor.

Cerró la puerta en la cara del hombre antes de soltar el pestillo y permitirle entrar. SeoJoon se enderezó
la chaqueta como si el hecho de que le hubieran negado temporalmente la entrada le hubiera causado
lesiones físicas. — ¿Por qué diablos estaba cerrada la puerta?
— Porque tenemos una reportera siguiendo a su hijo que ya pasó por la recepción una vez y un
investigador privado sentado en el vestíbulo. Pensé que era mejor poner tantos obstáculos como fuera
posible entre ellos y Jimin... señor.

El hombre soltó una risa sorprendida y le dio una palmada en el hombro a Yoongi. —Sí, por supuesto.
Eso tiene mucho sentido ¿Dónde está mi hijo?

Yoongi se frotó la nuca. —Acaba de terminar de comer y se fue a su habitación. Creo que estaba
hablando por teléfono con la chica.

—Ah, sí. La Srta. Kim—. Respondió el senador, su boca cayendo en las esquinas. —Realmente desearía
que se mudara a Nueva York o Los Ángeles con todas las otras aspirantes a estrellas de cine para que
Jimin pueda ajustarse el cinturón y concentrarse en su carrera.

¿Carrera? Yoongi no podía imaginarse a su Jimin en algún trabajo corporativo, sin importar cuán bien se
viera con un traje. No estaba destinado a esa vida. Necesitaba ser creativo. Él era un artista. Yoongi sólo
le dio una sonrisa tensa antes de gritar, —Oye, niño, tu padre está aquí para verte.

Jimin apareció en el pasillo con pantalones cortos y una camiseta verde del mismo color que sus ojos,
con un cepillo de dientes todavía en la boca. —Oye, papá ¿Qué te trae por aquí? —. Preguntó, sin dejar
de frotarse los dientes de manera odiosa.

—En serio, Jimin—. Se quejó el senador. —Me gustaría hablarte de mañana por la noche.

Jimin se acercó al fregadero de la cocina y escupió antes de enjuagar su cepillo de dientes y dejarlo,
dándole a su padre toda su atención. —Estoy escuchando.

El músculo de la mandíbula de SeoJoon hizo tictac, sus fosas nasales se dilataron ante la falta de respeto
de Jimin. Yoongi arqueó las cejas hacia Jimin desde detrás de su padre. Los labios de Jimin se torcieron
en una sonrisa abortada. Realmente le encantaba presionar los botones de su padre, pero Yoongi no
podía culparlo ¿Quién no querría tener la oportunidad de atormentar a su atormentador?

—Realmente necesito que tú y esa chica se comporten de la mejor manera mañana. Habrá reporteros
en todas partes y no puedo permitir que se repita lo del año pasado.

Jimin resopló. —Haré lo mejor para no sufrir un terrible accidente automovilístico y casi morir.

—Hablo en serio, Jimin. Si haces otra maniobra estúpida como el año pasado, será mejor que termines
el trabajo o lo haré yo por ti.

Jimin se estremeció como si su padre lo hubiera golpeado. Yoongi apretó los dientes, con las manos
apretadas en puño a los costados. Algún día, Yoongi iba a golpear a este hombre en la cara, se dijo a sí
mismo por milésima vez. Se aseguraría de que este hijo de puta pagara por cada onza de dolor que le
había causado a Jimin en su vida. —No creo que esto realmente esté ayudando a la situación.

SeoJoon volteó la cabeza hacia Yoongi, espetando: —No te pago por pensar. Métete en tus propios
asuntos.

—Seguiré el juego, papá. No te preocupes —. Murmuró Jimin, ahora jugueteando con su cepillo de
dientes. —Siempre lo hago.
Su padre puso los ojos en blanco. —No seas tan niña. Soy duro contigo porque necesitas endurecerte,
especialmente ahora. Mañana por la noche todo cambiará, para los dos.

Jimin miró bruscamente a su padre. — ¿Qué significa eso?

Su padre sonrió. —Ya lo verás. Sólo compórtate de la mejor manera, mantén a esa chica bajo control y,
por el amor de Dios, no te pongas de rodillas.

—Vaya, tan jodidamente elegante, papá—. Gruñó Jimin, curvando los labios. — ¿Eso es todo?

Su padre negó con la cabeza, decepción evidente en su expresión. —Eso es todo.

Tan pronto como la puerta del dormitorio de Jimin se cerró de golpe, SeoJoon se volvió hacia Yoongi. —
Quería darte las gracias, marine.

Yoongi mantuvo su rostro inexpresivo. — ¿Por qué, señor?

—Por cualquier milagro que hayas hecho en mi hijo. Todavía es un pequeño imbécil irrespetuoso y un
fenómeno de la naturaleza, pero lo ha hecho bien en cada una de las reuniones familiares. Incluso tener
a esa chica ahí nos beneficia. A ellos les encanta tener algo de qué chismosear y si están cotilleando
sobre la inapropiada novia de mi hijo, no se preocupan por dónde ha estado durante los últimos meses
o si es secretamente un sodomita.

Lo mataré después. Lo mataré después. Yoongi se limitó a murmurar la frase una y otra vez en su cabeza
mientras SeoJoon hablaba, tratando de sofocar el impulso asesino que inundaba su sistema y dejaba un
sabor metálico en su boca. — No estoy seguro qué parte he tenido que jugar en eso... señor, pero
mientras que esté satisfecho con mi desempeño laboral.

SeoJoon se rio entre dientes. —No seas modesto. Creo que tu disciplina militar es exactamente lo que
mi hijo necesitaba. Estoy agradecido.

Yoongi se mordió el interior de la mejilla mientras los pensamientos sobre las muchas sesiones de
disciplina de Jimin llenaban su cabeza. —Feliz de hacer mi parte, señor. Su hijo responde muy bien a una
mano firme y límites duros.

Jimin emitió un sonido ahogado en algún lugar de los recovecos de su habitación. La pequeña mierda
estaba escuchando a escondidas… otra vez. Siempre estaba escuchando. Yoongi luchó contra el impulso
de sonreír cuando la frente de SeoJoon colapsó en un ceño fruncido como si no supiera cómo
responder. —Bueno, sí, supongo que sí. Sólo... sólo sigue con el buen trabajo y tal vez incluso haya una
bonificación para ti, cuando esto termine.

Yoongi asintió y acompañó al senador hasta la puerta. El hombre se volvió como para decir algo, pero
Yoongi le cerró la puerta en la cara y aseguró la cerradura y el pestillo. Fueron suficientes visitantes para
un día.

***

Para una noche destinada a cambiar vidas, se sintió como cualquier otro evento aburrido para recaudar
fondos al que Yoongi se había visto obligado a asistir desde que tomó este trabajo. Era el mismo pollo
gomoso y la misma risa enlatada. Los mismos chistes inapropiados hechos a expensas de los menos
afortunados y tolerantes mujeres mayores que manoseaban al chico que por derecho le pertenecía a
Yoongi. Incluso la misma música terrible llenaba el salón de baile. Si Yoongi tuviera que escuchar una vez
más alguna power ballad de los ochenta, tocada por una orquesta, podría arrebatarle el arco al violinista
y cortarse su propia garganta con eso.

Yoongi había cambiado un poco su rutina para frustrar a la horda de reporteros. Se habían llevado el
nuevo auto de Jisoo y Yoongi los había traído por la entrada de servicio. Llegaron justo antes de la cena
para minimizar la interacción de Jimin con los demás. El chico no estaba bien. Si estaba hosco antes de la
visita de su padre, ahora estaba completamente sensiblero. Había pasado horas en el baño antes de
irse, simplemente sentado en la bañera vacía mirando a la pared. Yoongi no tenía idea de cómo
ayudarlo.

No había nada que pudiera hacer ahora que estaban allí frente a todas esas miradas indiscretas. Dado
que el senador había invitado a la prensa, estaban sentados dispersos entre los demás con sus mejores
ropas, haciendo imposible para Yoongi saber quiénes eran... todos excepto uno. La reportera del Miami
Sun estaba sentada en el centro del grupo y solo tenía ojos para Jimin.

Yoongi solo podía pararse de espaldas a la pared con el resto del personal de seguridad, con la mirada
pegada a Jimin que parecía estar a punto de vomitar en su ensalada de remolacha. A su lado, Jisoo
dividió su tiempo entre hacer comentarios incendiarios al resto de la mesa y lanzar miradas preocupadas
en dirección a Jimin.

Ni siquiera estaba intentando jugar a los juegos de su padre. Atrás quedó el Jimin que sonreía,
bromeaba e incluso coqueteaba con ancianas inofensivas. Los comentarios de su padre ayer habían roto
algo en Jimin, algo que Yoongi no estaba seguro de que alguien pudiera arreglar.

Hizo una mueca junto con los demás cuando un sonido se filtró a través de los altavoces del techo
seguido de un fuerte golpe en el micrófono. Una mujer se aclaró la garganta y la gente se volvió en sus
asientos para prestarle atención. Yoongi nunca antes había visto a la mujer. Era una pequeña morena
con cabello castaño brillante y una gran sonrisa falsa que llevaba un vestido morado de cuello alto que
abrazaba su diminuta figura. —Disculpen, todos ustedes ¿Si pudiera tener su atención por un momento?
Gracias.

Una vez que todos se calmaron, continuó, presentándose a la audiencia como Yoo Jeong-yeon, la
asistente personal del mismo senador Park, antes de hablar largamente sobre todo lo bueno que
SeoJoon había hecho por el Estado de Florida y cómo ella no podía estar más orgullosa de trabajar para
él. El hombre del momento se sentó en la mesa en la parte delantera del escenario, sonriendo radiante
hacia la chica. La madre de Jimin no parecía tan afectuosa.

—Pero basta de mí, ayúdenme a darle una cálida bienvenida al mismo hombre, el senador Park
SeoJoon.

Aplaudió con entusiasmo, una sonrisa trastornada en su rostro hasta que un puñado de otros se
unieron. SeoJoon se levantó, saludando como una reina de belleza antes de subir al escenario. Jimin
había dicho que el hombre recibiría algún tipo de premio esta noche, aunque Yoongi no podía imaginar
para qué ¿Tenían el premio al más grande idiota del mundo? La mayor parte del Estado odiaba las tripas
del hombre.
—Gracias. Gracias. Es genial ver a todos aquí esta noche. Especialmente a ti, Kang. Todavía me debes
cien dólares de nuestro último juego de golf. Espero que hayas traído tu chequera —. Todo el mundo se
rio de su tonta broma. — Todos ustedes piensan que estoy bromeando. Él es un golfista terrible —. Su
sonrisa se desvaneció. —No, pero en serio, amigos. Me temo que los he traído aquí bajo falsas
pretensiones. Sé que piensan que esto es solo otra recaudación de fondos para mí, que lo es, pero esta
noche nos reunimos por otra razón, para honrar a mi querido amigo, Lee Jung-jin, y celebrar todas las
contribuciones que ha hecho para que Florida vuelva a ser grande, la clase de Estado que encarna
nuestros ideales y nuestra visión del futuro. Así que, únanse a mí para darle la bienvenida al escenario
para recibir el premio Florida Visionary Award.

Esta vez el aplauso fue atronador. La sangre drenó del rostro de Jimin. Los ojos de Jisoo se posaron en
Yoongi, su mano se posó entre los hombros tensos de Jimin. La sangre de Yoongi corrió en sus oídos
mientras miraba al violador de Jimin, sonriendo y saludando desde el escenario. Eso es lo que era. Un
jodido violador, y si Yoongi se quedaba cinco segundos a solas con el hombre, le arrancaría la garganta
sin pensarlo dos veces.

El hombre hizo un gesto para que todos se callaran. —Gracias. Muchas gracias a todos. Si bien esta
noche se trata del buen senador y de hacer todo lo que está en nuestro poder para que sea reelegido y
mantener a ese hippie fuera del cargo, quiero compartir algunas noticias emocionantes. El Ministerio
Luz de Dios realmente ha recibido una multitud de bendiciones este año. Ustedes, y otros como ustedes,
han abierto sus corazones y sus billeteras y gracias a sus generosas donaciones, nos sentimos honrados
de anunciar que estamos expandiendo nuestros campus para incluir el norte de Florida, Georgia,
Tennessee y las Carolinas. Los niños y adolescentes de todo el país ahora vendrán y aprenderán de la
palabra de Dios, recibirán la disciplina y la atención que necesitan para alejarse de los pecados del
mundo secular y crecerán para ser buenos hombres y mujeres cristianos temerosos de Dios.

Hubo algunos aplausos, pero Jung-jin examinaba a la multitud como si buscara a alguien. A Yoongi se le
cayó el estómago. Jimin. Cuando encontró a Jimin, blanco como un fantasma y sudando, le dedicó una
sonrisa resbaladiza que hizo que a Yoongi se le erizara la piel y enviara su ritmo cardiaco al techo.

—Jimin, levántate, por favor.

Jimin miró a su alrededor en confusión, su mirada fijándose en su padre quien estaba de pie en las
sombras del escenario. Una mirada de su padre lo hizo ponerse de pie abruptamente. Jisoo tomó su
mano, entrelazando sus dedos para ocultar su temblor.

Jung-jin levantó la mano para bloquear las luces del escenario, estrechando sus ojos hacia Jimin. —Ahí
está. Muchos de ustedes no lo saben, pero Jimin pasó todos los veranos en el ministerio durante la
escuela secundaria, trabajó de cerca conmigo no solo como un estudiante devoto sino como una especie
de pasante, trabajando los programas tal como lo hacían los otros estudiantes. Parece adecuado ahora
que me ayude a expandir nuestro alcance. Espero trabajar estrechamente contigo en el futuro.

Jimin se quedó paralizado el tiempo suficiente para que Jung-jin alzara su copa en un brindis y para que
los demás hicieran lo mismo, pero tan pronto como Jung-jin abandonó el escenario, Jimin soltó la mano
de Jisoo y trastabilló hacia las puertas del salón de baile.
Jisoo lo vio irse, perdido en cuanto a lo que acababa de suceder. —Supongo que no fue el premio de
SeoJoon después de todo—. Murmuró mientras llegaba al lado de Yoongi. — ¿Qué carajos me estoy
perdiendo? ¿Qué está pasando?

—No lo sé, pero necesito encontrarlo ¿Puedes intentar interferir con su padre?

—Hecho.

Treinta

Jimin

Jimin tomó una copa de champán de una camarera mientras pasaba, bebiéndola antes de tomar otra de
un camarero diferente, un hombre con cabello oscuro y rizado que le sonrió mientras tomaba su copa
vacía. Jimin no le devolvió la sonrisa. Se mantuvo en alerta, tratando de encontrar el baño más cercano.
Debería haberlo visto venir. Debería haber mantenido la guardia alta, pero estaba tan jodidamente
cansado. Estaba cansado de los juegos y cansado de sufrir. Todo era demasiado.

Localizó el letrero que apuntaba hacia el baño, haciéndole señas a otro camarero al pasar, bebiendo su
tercer vaso. No estaba lo suficientemente perdido para lidiar con nada de esto. Estaba a mitad de
camino del restaurante cuando vio a Jennie caminando hacia él con un vestido de cóctel negro y tacones
de aguja altísimos. No jodidamente ahora.

—Sin comentarios —, espetó, tratando de hacer a un lado a la reportera.

Ella inclinó la cabeza, luciendo confundida. —Realmente no te entiendo. Creía que te encantaría la
publicidad gratuita. Estoy seguro de que tu padre y Lee Jung-jin lo harían. Tu padre te acaba de entregar
las llaves de un reino, pero luces como si alguien le disparó a tu cachorro.

—Déjeme en paz, señora. ¿No tiene mejores cosas que hacer que preocuparse por mi vida? — Él siguió
adelante, dejándola atrás.

—Parece una gran responsabilidad para un joven de veintidós años con antecedentes, pero supongo
que cuando tu papá es senador, cosas así se esconden bajo la alfombra.

Jimin se detuvo en seco ante sus palabras y se dio la vuelta. — ¿Así que, lo sabes?

Ella le sonrió, alzando una ceja perfectamente cuidada. — ¿Acerca de tus múltiples DUIs? ¿Tu arresto
domiciliario? ¿Acerca de cómo de alguna manera tu padre logró enterrarlo? Sí, lo sé. También tenemos
investigadores privados.

Jimin negó con la cabeza, sintiéndose atrapado. — ¿Por qué está haciendo esto? ¿Por qué está tan
preocupada por mi vida? ¿Qué le hice?

Jennie se burló. — ¿Qué hiciste? Ustedes, hombres blancos con dinero, pueden usar su privilegio como
si fuera una armadura de teflón. Nada se pega a chicos como tú y tu padre. Sus políticas bárbaras nunca
tocan a personas como tú... solo afectan a personas como yo. Gente de color. La comunidad LGBT.
Mujeres. Tipos como tú siempre tienen papis que compran la manera de salir de las DUIs y que les
consiguen trabajos elegantes para los que no están calificados. Nadie siente lástima por ti.

—Váyase a la mierda, señora —, fue todo lo que Jimin pudo manejar.


Una vez en el baño, se encerró en el último cubículo, presionando su cabeza contra el frío de la puerta.
Metió la mano en el bolsillo y la cerró alrededor de ese pequeño trozo de papel que había sacado de
encima del botiquín antes de salir de casa. Se quitó la chaqueta del traje, la dejó caer al suelo y se subió
la manga del brazo izquierdo. Desenvolvió la hoja, parpadeando a través del sudor y las lágrimas. Solo
necesitaba un corte. Solo uno, lo suficiente para aliviar el dolor, para sacarse el veneno y hacer que la
presión desaparezca.

— ¿Jimin?

Jung-jin. El estómago de Jimin dio un vuelco. ¿Jung-jin lo había seguido? Se movió más adentro del
cubículo, necesitando tanta distancia entre ellos como fuera posible. Quizás si Jimin se quedara callado,
simplemente se iría. —

No seas tímido. Te vi entrar aquí. Quería ver si estabas bien. No te veías tan bien. ¿Bebiste demasiado?
— preguntó.

—Estoy bien —, murmuró incluso cuando su estómago se revolvió y su agarre en el lado seguro de la
hoja se apretó.

Él estaba justo fuera del cubículo ahora. Jimin podía ver sus mocasines negros asomando por debajo de
la puerta. — ¿Te gustó mi sorpresa? Tomó algo de convencimiento y una gran donación a tu padre para
que vea la lógica de mi elección, pero siempre he sabido lo especial que eres. Siempre.

¿Fue idea de Jung-jin? Jung-jin, literalmente, lo había comprado a su padre. Su padre no tenía idea de lo
que realmente quería Jung-jin, pero ni siquiera estaba seguro de que hubiera importado. Jimin respiró
hondo por la nariz para evitar vomitar. No lo haría. Nunca ayudaría a someter niños a la mierda por la
que él pasó. Moriría primero. Pero Jimin no dijo nada de eso. No pudo decir nada en absoluto. Se quedó
allí, temblando. Su piel estaba en llamas, pero estaba congelado.

—Pensé que estarías emocionado de volver a mí. Siempre fuiste un estudiante tan devoto. Tan ansioso.
Siempre fuiste mi favorito —. Se rio a pesar del silencio de Jimin. —Lo sé, se supone que no debo tener
favoritos, pero los tengo.

Tengo. Tiempo presente. Le estaba haciendo a otros niños las mismas cosas que le hizo a Jimin. —Estás
jodidamente enfermo. ¿Cómo mierda vives contigo mismo? Tus sesiones de tortura no funcionan.
Nunca lo han hecho — escupió Jimin, reprimiendo el sollozo que amenazaba con burbujear.

Jung-jin parecía encantado de haber obtenido una respuesta. —Bueno, ahora. Eso simplemente no es
cierto. Mírate. Tienes una hermosa novia. Estás a punto de tener una carrera lucrativa. Tu padre está a
punto de ser reelegido. Todo está funcionando para ti. Me gustaría pensar que jugué un papel en eso.

El corazón de Jimin latía contra sus costillas, la sangre le subía a los oídos. — ¿Crees que las cosas que
me hiciste… las cosas que me hiciste hacer… crees que de alguna manera cambiaron quién era? La
oración no me cambió. La maldita mierda enfermiza que me hiciste... la mierda que probablemente
todavía le sigues haciendo a otros chicos como yo... no me cambió. Dios no podría hacer que yo no fuera
gay más de lo que podría hacer que tú seas menos un maldito monstruo.

La puerta traqueteó cuando Jung-jin se apoyó contra ella. —No tengas celos. Nunca toqué a esos otros
chicos... no se parecían en nada a ti... solo eras tú a quien no pude resistir. No finjas que no te gustó.
Regresaste una y otra vez. Lo que tuvimos fue especial. Aún podríamos tenerlo. Nadie tendría que
saberlo jamás.

Jimin golpeó con el puño la puerta del cubículo. —Aléjate de mí.

La puerta del baño se abrió. — ¿Jimin?

— ¿Yoongi? — se las arregló, el alivio inundó su sistema hasta que se sintió mareado.

—Estamos en medio de una conversación—, dijo Jung-jin.

—Y ahora no lo estás —, dijo Yoongi. —Vamos, Jimin.

Jimin miró la navaja que tenía en la mano, la volvió a doblar con cuidado en el papel y la metió en su
bolsillo. Dejó su chaqueta en el piso del baño, necesitando alejarse lo más posible de Jung-jin.

Yoongi lo agarró por la parte superior del brazo y tiró de él hacia la puerta. Jung-jin agarró su otro brazo.
Jimin respiró sobresaltado.

Yoongi se volvió y su mirada se posó en la mano de Jung-jin sobre el brazo de Jimin. —Tienes dos
segundos para quitar la mano de él antes de que te la arranque de tu maldito cuerpo y te golpee hasta la
muerte.

El hombre mayor palideció, liberando a Jimin instantáneamente.

Yoongi lo tomó del brazo una vez más, tirándolo por el vestíbulo y arrastrándolo a una pequeña sala de
conferencias desierta justo antes de la salida de incendios. Tan pronto como la puerta se cerró de golpe,
la espalda de Jimin golpeó la pared y se deslizó por ella, apoyando los codos en las rodillas. —Ya no
puedo hacer esto, Yoongi. No puedo. No puedo trabajar para ese hombre. Esa reportera, ella sabe sobre
mis DUIs. Ella me expondrá, le contará a todo el mundo lo que hice, y ni siquiera me importa. Estoy tan
jodidamente cansado. Estoy tan cansado de todo esto.

Yoongi se arrodilló a su lado y tomó su rostro entre las manos. —Di la palabra y está hecho, bebé.
Podemos irnos ahora mismo. Encontraré a Jisoo y todo habrá terminado.

Jimin negó con la cabeza. Yoongi no podía hablar en serio. —No te haré eso. Necesitas este dinero. Tú y
YoungMi lo necesitan para tu papá. Solo necesito un minuto. Estaré bien. Solo necesito respirar. ¿Por
qué es tan difícil respirar?

—Porque estás teniendo un ataque de pánico. Encontraré otra forma de pagar el cuidado de mi padre.
No voy a dejar que te quedes aquí. No a riesgo de su salud... tu cordura. Jesús, Jimin. No vas a trabajar
para el hombre que te violó durante años. Eso es una locura... Haré que Hoseok me busque otro trabajo.

Jimin contuvo el aliento en un sollozo, sacudiendo la cabeza. —No merezco este dolor de cabeza,
Yoongi. No lo merezco. Créeme. Nunca voy a dejar de estar jodido. Es solo una parte de quien soy ahora.
Solo soy un desastre. Siempre seré este gran desastre. Soy una mala inversión.

El corazón de Jimin se hundió cuando Yoongi se puso de pie. —Levántate.

Jimin miró hacia arriba. — ¿Qué?

—Te di una orden. Párate.


Jimin hizo lo que le ordenó Yoongi, a pesar de que sus rodillas temblaban.

Yoongi apartó el cabello de Jimin de su rostro. — ¿A quién perteneces?

Una extraña calma se apoderó de Jimin, sus párpados entreabiertos. —A ti, Daddy.

— ¿Quién hace las reglas?

—Tú las haces, Daddy.

—Así es. Yo hago las reglas. Me preocupo por las cosas grandes. ¿No te cuido siempre?

Él lo hacía. Yoongi siempre estuvo ahí. Él se encargó de todo. —Sí, Daddy.

—Así es. Siempre. Yo siempre cuidaré de ti. Si estás jodido, yo estoy jodido también. Pero estoy aquí.
Estoy aquí y no voy a ir a ninguna parte. No dejaré que nadie te lastime.

—Te amo—, soltó Jimin antes de taparse la boca con la mano.

Yoongi apartó la mano de Jimin y lo besó hasta que se quedó sin aliento.

¿La gente llegaba a ser feliz en la vida real? ¿Podría Jimin ser feliz? ¿Podría simplemente alejarse de su
padre y su dinero y vivir una vida con Yoongi? ¿Una vida libre de las exigencias e insinuaciones de su
padre? Mantenerse alejado de sus rodillas. Eso es lo que dijo anoche. Como si el único resultado
concebible fuera Jimin de rodillas.

Que se joda.

Se dejó caer ante Yoongi, mirándolo como lo había hecho tantas veces antes, sus manos abrieron
hábilmente los pantalones de Yoongi.

—Jimin... —comenzó Yoongi, pero luego gimió cuando los labios de Jimin se sellaron alrededor de su
polla. —Joder, esto no es una buena idea.

Jimin cerró los ojos, concentrándose solo en ese sabor salado de la piel de Yoongi y el peso de su polla
mientras se endurecía por Jimin.

El metal raspó cuando la pesada puerta de la sala de conferencias se abrió. —Esa reportera dijo que
estabas aquí. La gente está mirando...Jesucristo, Jimin. ¿Qué carajos?

Yoongi hizo que Jimin se pusiera de pie y se apresuró a subir la cremallera de sus pantalones antes de
volverse hacia el padre de Jimin. SeoJoon miró de un lado a otro entre los dos. — ¿Has… has estado
violando a mi hijo en mi maldita casa? ¿Mientras te pagaba? ¿Eres... pero eres un Marín? ¿Un veterano
de guerra condecorado? ¿Cómo... te sedujo mi hijo?

Jimin no pudo evitar el jadeo que se le escapó. — ¿En serio, papá? ¿De verdad crees que así es como
funciona todo esto?

Yoongi empujó a Jimin detrás de él. —Jimin no me sedujo... Yo lo seduje —, le dijo Yoongi al senador,
cruzando los brazos sobre el pecho como si desafiara al senador a decir lo contrario.

—Tú. Estás jodidamente despedido. Lárgate de aquí. Y no creas que recibirás un centavo de mí ahora.
—Papá, no puedes hacer eso. Necesita ese dinero.

—Entonces debería haber pensado en eso antes de convertir mi hogar en Sodoma y Gomorra —. Miró a
Yoongi. —Lárgate de aquí, joder. Ve a sacar tu mierda de mi casa y no vuelvas.

La mandíbula de Yoongi se apretó, sus ojos acerados. —No me iré sin Jimin.

SeoJoon parecía confundido por la declaración de Yoongi. —Oh, ya entiendo. Crees que puedes usar a
mi hijo por su herencia. Eso nunca sucederá. Mi hijo nunca verá ni un centavo de su fondo fiduciario si
no se alinea.

Jimin explotó. No podía jodidamente escuchar ni una palabra más —. No quiero tu maldito dinero, papá.
Eso nunca me ha importado una mierda. Solo quería que me aceptaras, que me amaras. ¿Cómo no
puedes entender eso? No elegí la forma en que soy, solo lo soy. No puedes echarme la culpa. No me lo
puedes sacar a golpes. Demonios, tu amigo Jung-jin ni siquiera pudo hacerlo torturándome. ¿No puedes
simplemente amarme? Soy tu hijo —. Odiaba la forma en que se le quebró la voz, que las lágrimas se le
escaparan de los ojos. Su padre no se merecía su dolor.

— ¿Amarte? Tú no vales mi amor. Te niegas a alejarte de este estilo de vida pecaminoso. Nunca lo
aceptaré. No perderé mi tiempo amando a un hijo que nunca veré en el más allá. Estás escupiendo en el
rostro de Dios. Lo que estás haciendo es... inmoral. Antinatural. Simplemente está mal.

Jimin no había pensado que pudiera sentirse peor de lo que se había sentido, pero su padre sabía
exactamente dónde apuntar para infligir el mayor daño. Los oídos de Jimin se llenaron con el sonido de
su propio corazón rompiéndose. Su padre realmente nunca lo amaría. Nunca.

—Vamos, Yoongi.

Yoongi lo tomó de la mano y lo condujo hasta la puerta. Jimin se dio la vuelta justo cuando Yoongi abría
la puerta, una idea formándose. —Le pagarás a Yoongi cada centavo de su salario o lo haré público.

—Te vas de aquí de la mano con él. ¿De qué otra manera podrías humillarme más?

— ¿El abuso?

— ¿Abuso? Por favor, necesitabas endurecerte.

— ¿De verdad crees que así es como se verá en la prensa? —preguntó Jimin.

Él se burló. —Nadie te creerá.

—Jisoo es una excelente fotógrafa. Apuesto a que a esa reportera le encantaría ver esas fotos. Le
encantaría mostrarle al mundo quién eres en realidad —, mintió Jimin. No había fotografías.

El rostro de su padre se puso blanco. —No te atreverías.

—Pruébame, joder —, respondió Jimin.

Su padre avanzó hacia él. Jimin dio un paso atrás, pero entonces Yoongi estaba allí. —Dame una jodida
razón para patearte el trasero. Sólo dame una razón.
Jimin se estremeció ante la malicia en el tono de Yoongi. SeoJoon se tambaleó hacia atrás, claramente
tomando la palabra de Yoongi.

Yoongi tomó la mano de Jimin y lo condujo de regreso al vestíbulo. Metió la mano en el bolsillo y sacó
las llaves de Jisoo. —Sal por la entrada de servicio, tal como entramos. Encontraré a Jisoo y nos
largaremos de aquí. ¿Okey?

Jimin asintió bruscamente, mirando las llaves como nunca las había visto antes. Vio a Yoongi
desaparecer en el abarrotado salón de baile, su mirada se enganchó en la reportera de antes… Jennie.
Estudió a Jimin, sus ojos ahora menos acusadores, más… algo más… confundidos, ¿tal vez? Jimin no
podía preocuparse por ella ahora.

Se abrió paso por los pasillos traseros que corrían detrás de las cocinas, abrió la puerta y se adentró en
el calor opresivo de la noche. Lo golpeó como una manta mojada. La adrenalina surgió a través de él
mientras los acontecimientos de la noche se arremolinaban en su cabeza. Buscó a tientas el llavero
cuando encontró el auto de Jisoo justo al frente.

Jimin abrió la puerta del lado del conductor, presionando el botón para encender el motor. Suspiró ante
la ráfaga de aire gélido que golpeó su cuerpo sobrecalentado. Cerró los ojos, el mareo se apoderó de él
cuando esas tres copas de champán que bebió se apoderaron de él. ¿Qué acababa de hacer?

¿Chantajear a su padre? ¿Irse con Yoongi? ¿Qué pasaría ahora? No tenía nada. Se iba sin nada.

Solo Yoongi.

Yoongi era suficiente. Yoongi lo era todo. ¿Pero era él todo para Yoongi? ¿Yoongi se arrepentiría de esto
en una semana? ¿Un mes? ¿Un año? Se le revolvió el estómago. Sacó la navaja de su bolsillo. Solo
necesitaba una liberación. Solo un pequeño corte para deshacerse del veneno, para amortiguar el
pánico que le robaba el aliento de los pulmones. Se subió la manga una vez más, las manos temblando
mientras presionaba la hoja justo debajo de su bíceps, lo suficientemente cerca de su cuerpo para
ocultar el corte.

Siseó cuando su piel se partió, una mano saltando cuando un fuerte ruido lo sobresaltó. Soltó una
carcajada al darse cuenta de que su codo había golpeado el claxon, pero frunció el ceño cuando el
carmesí trazó un arco en el aire, salpicando sobre el interior de cuero blanco de Jisoo una y luego otra
vez. Parpadeó estúpidamente ante el corte en su brazo y la sangre brotando de él como una película de
terror. Dio una palmada sobre ella, pero no ayudó.

Casi instantáneamente, su pecho dolió y su visión se volvió borrosa, como si mirara el mundo a través
del fondo de un pozo. Trató de salir del asiento, buscar a Yoongi, gritar por ayuda, pero resbaló, su
cuerpo se estrelló contra el asfalto y su cabeza rebotó en el suelo. Eso dolería más tarde. Miró la farola
mientras el mundo comenzaba a desvanecerse.

— ¿Jimin? Oh Dios. Llama al 911 — Yoongi. Yoongi estaba ahí. Yoongi lo haría mejor. Jimin sintió que lo
tiraban y jalaban y luego algo le apretó el brazo con tanta fuerza que pensó que tal vez se lo estaban
arrancando.

La voz asustada de Jisoo llenó sus oídos. —Necesitamos una ambulancia. Por favor. Apúrense. Estamos
en…
Se estaba desvaneciendo. —Jimin, quédate conmigo ¿Qué has hecho? Oh, Dios. Oh, joder. Bebé.
Quédate conmigo. ¿Qué hiciste? Te amo. Quédate conmigo.

¿Yoongi estaba llorando? Debe ser terrible si Yoongi estaba llorando.

— ¡Jimin! — ¿Por qué Jisoo estaba gritando?

Todo se volvió negro.

Treinta y Uno

Yoongi

Yoongi observaba la sangre revistiendo sus manos. Había demasiada. Saturó sus ropas e incluso sus
zapatos. La sangre de Jimin. Jisoo se sentó a su lado en el banco, pero su atención estaba focalizada en
sus padres a unos metros alejados hablando entre ellos. Cuando los llamó, lo dejaron todo. Trajeron un
cambio de ropa para ella y se quedaron para asegurarse que Jimin estuviera bien.

¿Estaba bien? Había estado en cirugía por horas. “Laceración en la arteria braquial. Severa pérdida de
sangre. Touch and go.”. Yoongi había intentado concentrarse en las palabras del médico, pero seguía
devolviéndose a Jimin tirando en el pavimento, la vida escapándose de él. Se veía tan asustado, y solo se
aferró a Yoongi hasta que perdió la consciencia. El doctor dijo que tenía suerte de seguir con vida… Que
si no lo hubiesen encontrado… Si no hubiesen usado el cinturón de torniquete en el brazo de Jimin… él
podía haberse desangrado allí, justo en la calle. Yoongi podría haberlo perdido para siempre.

Le ofrecieron a Yoongi una bata así podía removerse las ropas ensangrentadas, pero él se negó. No iba a
moverse de ese lugar hasta que le dijeran que Jimin estaba bien.

—Tiene que estar bien —Murmuró Yoongi debajo de su aliento.

—Lo estará —Prometió Jisoo —. Lo estará —Dijo de nuevo, como si intentara convencerse a sí misma.

Las puertas automáticas de la sala de espera se abrieron, y todos alzaron la vista hacia la conmoción. Las
fosas nasales de Yoongi se ensancharon. SeoJoon caminó hacia el mostrador como si fuera dueño del
lugar, el interno vestido de púrpura oscuro tras sus talones, así como dos hombres vestidos de trajes.

¿Dónde jodidos había estado todo este tiempo? Jisoo había estado llamándolo por horas.

Ella se levantó, apresurándose a encontrarse con él. —Jimin sigue en cirugía.

— ¿Qué pasó? —Espetó.

Las manos de ella cayeron a ambos lados. —Estaba sangrando mucho por un corte en el brazo.

— ¿Te aseguraste de que lo admitieran bajo un nombre falso? —preguntó, sin reconocer la declaración
anterior.

Jisoo tropezó hacia atrás. —¿Qué?

—Un nombre falso. ¿Usaron un alias así podemos mantener esto en secreto?

El rostro de Jisoo se torció, enfurecida. — ¿Siquiera te importa si va a vivir?


SeoJoon rodó los ojos. —Oh, por favor. No seas una niña. Ambos sabemos que él se hizo esto a sí mismo
—dijo, despidiéndola y girándose hacia la mujer detrás del escritorio —. Perdóneme, jovencita. Necesito
hablar con usted —La enfermera detrás del escritorio movió los ojos hacia arriba cuando él golpeó el
mostrador.

—Estoy al teléfono —Le dijo, señalando el recibidor como si él fuera un idiota.

— ¿Acaso sabes quién soy yo?

—Dr. Wang, lo llamaré después —Murmuró antes de bajar el teléfono y sonreír al senador —. Sí, señor.
Sé exactamente quién es usted. Es el hombre que se salió con la suya al robar cientos de millones de
dólares de la compañía dueña de este hospital. Usted es la razón de que la mitad de nosotros no
recibimos un aumento y por qué nos encontramos tan gravemente faltos de personal. Sé exactamente
quién es.

La expresión del hombre hubiese hecho reír a Yoongi en otro momento.

— ¿Cómo se atreve? Quiero hablar con su supervisor.

Ella miró hacia su etiqueta, jalándola hacia adelante hasta que estaba prácticamente reposando en su
nariz. —Soy la supervisora, señor.

Él se burló. —Necesito hablar con un médico o un administrador, alguien lo suficientemente mayor para
beber, preferiblemente un hombre.

La enfermera hizo rodar sus ojos, pero se fue a cumplir. Momentos después, una mujer de apariencia
severa con un moño y lentes de lectura se acercó al senador. —Mi nombre es Jun Ji-hyun. Soy la
administradora. ¿Cómo puedo ayudarle?

—Admitieron a mi hijo bajo su nombre real. Necesitamos cambiarlo de inmediato. También quiero
actualizaciones de la condición de mi hijo en intervalos regulares. Necesitan cerrar esta ala del hospital,
y necesitan alertar a seguridad para que nadie de la prensa se le sea permitida la entrada en el campus
del hospital.

La mujer miró hacia él por sobre los bordes de los lentes. —Senador, no estoy segura exactamente de
donde piensa que está, pero por aquí no trabajamos así. Estaré feliz de conseguirle la actualización del
estado de su hijo, y hablaré con el personal de tecnologías para la información sobre ponerle un alias
para proteger su privacidad, pero con todo respeto, pienso que ese barco ya ha zarpado. Quizás su
tiempo estaría mejor gastado en preocuparse si él logrará salir de la cirugía.

Ella no esperó por su respuesta, girándose a murmurar algo a la enfermera detrás del escritorio antes de
desaparecer detrás de otro set de puertas dobles.

—Necesitamos adelantarnos a esto —Le dijo a la chica de púrpura —. Pon a Jae en el teléfono ahora
mismo. Necesitamos sacar un comunicado de prensa. Diremos que fue un accidente, que se cortó a sí
mismo con un pedazo de metal dentado.

Ella tomó notas, asintiendo como una muñequita. — ¿Deberíamos esperar hasta saber su condición?

Él agitó la cabeza. —No, los medios de comunicación probablemente ya están especulando.


Honestamente, en cuanto a publicidad, sería mejor para todos nosotros si no sobreviviera.
Ambas, la enfermera detrás del escritorio y la pasante, succionaron una respiración sorprendida ante el
comentario cruel.

Yoongi no recordó haber dejado el asiento, no recordaba como SeoJoon terminó en el suelo, pero él
disfrutó de la sensación de sus puños conectando con el suave rostro pastoso, los gruñidos de dolor y el
sonido satisfactorio de su nariz rompiéndose debajo de sus manos. Personas tiraron de él, intentando
liberar al senador, pero eran mosquitos zumbando alrededor de él, más una molestia que un obstáculo.
Park SeoJoon se merecía todo esto y más, y Yoongi agregaría felizmente la sangre de este hombre a la
de Jimin.

Jisoo estaba gritándole, sus puños golpeándole el hombro. — ¡Yoongi, detente! No vale la pena. Oh,
Dios mío. Vas a matarlo. ¡Detente! Esto no está ayudando a Jimin.

Jimin. Jimin estaba en cirugía. Jimin podía morir. Joder.

Miró hacia abajo al rostro ensangrentado de SeoJoon, cualquier satisfacción que sintió se esfumó bajo la
realidad de la situación. Dejó que dos hombres tiraran de él.

Jesús, no podía perder a Jimin. No podía jodidamente hacerlo. Él no solo se preocupaba por el chico, lo
amaba. Estaba enamorado de él. Debió habérselo dicho ayer. Ahora, podría no tener nunca la
oportunidad. Joder.

La chica en púrpura se apresuró a ayudar al senador a ponerse de pie, pero él la empujó lejos. — ¡Estoy
bien! —Gritó, levantándose y enderezando su chaqueta.

El senador no estaba bien. Su nariz goteaba sangre sobre su costoso smoking. La enfermera detrás del
escritorio le ofreció una toalla blanca nieve, su rostro en ambas partes divertido y preocupado. La
administradora empujó las puertas justo en el momento en que SeoJoon gritó: —¡Lo quiero arrestado!

—Vamos, Sr. Park. ¿No podemos concentrarnos en Jimin? —preguntó Jisoo —¿Recuerda? ¿Su hijo? ¿El
que está peleando por su vida?

—Sí, pues, ¿de quién es la culpa? —Refunfuñó, sujetando la toalla sobre su nariz.

—Tengo la actualización de su hijo, ¿si está interesado? —preguntó la señorita Jun, mirando al senador
como si fuera algo pegado en la parte de abajo de su zapato.

—Bueno, adelante —dijo, su voz amortiguada por la tela.

—Su hijo está fuera de cirugía. Lo están llevando a recuperación, ahora mismo. Está en condición
estable, pero va a ser un largo viaje. El cirujano vendrá a hablar con usted dentro de poco.

— ¿Cuándo puedo verlo? —preguntó Yoongi.

—Eso no depende de mí —dijo ella, no cruelmente, antes de girarse y desaparecer una vez más.

El senador se giró hacia él, apuntando un dedo hacia su rostro. —Tú, quédate lejos de mi hijo. Esto es tu
culpa.

Yoongi resopló, contemplando romper el dígito corto y rechoncho del tipo. —¿Mí culpa? Lo llamaste un
sodomita. Le dijiste que no era merecedor de tu amor. Has estado rompiéndole el corazón toda su vida.
¿Quieres hacerme arrestar? Bien. Pero no irás a ningún lado cerca de él sin su consentimiento. ¿Me has
jodidamente oído?

SeoJoon se burló. — ¿Y cómo intentarás detenerme?

Jisoo dio un paso al frente. —Mi padre llamó a nuestro abogado. Estará aquí en cualquier momento. Él
va a diligenciar un expediente de mandato judicial de emergencia para una orden de restricción.

—Una orden de restricción… ¿Contra mí? ¿Un senador? —Miró hacia el padre de Jisoo —Es mejor que
controles a tu hija.

El hombre agitó la cabeza. —Jisoo nos mostró los moretones. Ha estado documentándolos por años.
Son bastante convincentes. Ningún juzgado los pasará por alto. No con tu comportamiento de esta
noche y definitivamente no con tu campaña de valores familiares.

SeoJoon pareció tomado por sorpresa. — ¿Mi comportamiento? Este hombre acaba de intentar
matarme.

—Lo veías venir —Soltó Jisoo —. Alguien debió haberte golpeado en tu trasero hace años.

El padre de Jisoo sacudió la cabeza, bajando la voz. —Sería inteligente que te fueras, SeoJoon. Solo deja
al chico en paz. Has hecho suficiente daño ya.

—Llamé a Hoseok, también —dijo Jisoo a Yoongi.

—¿Lo llamaste? ¿Tienes su número? —preguntó Yoongi.

—¿Qué puedo decir? Trabajo rápido —dijo ella con el pequeño inicio de una sonrisa.

Antes de que nadie pudiera decir nada más, una mujer en bata azul apareció. Ella se acercó a Yoongi. —
Superó la cirugía. Está estable. Está en recuperación, pero todavía no ha despertado. Tuvimos que
extraer una vena de su pierna para reparar el daño de la arteria braquial, así que tiene una herida
sustancial tanto en brazo izquierdo y pierna derecha. Ha recobrado la sangre, así que tenemos
esperanzas de que el daño sea mínimo, pero con esta clase de heridas siempre hay posibilidades de
amputación.

—Dios mío —murmuró SeoJoon.

Yoongi lo ignoró. — ¿Será capaz de usar su mano izquierda de nuevo?

Ella dio un suave encogimiento de hombros. —No estamos seguros de si hubo algún daño en los nervios,
pero por ahora, nuestra mayor preocupación es la perfusión, estar seguros de que mantiene los flujos
de sangre hacia los miembros y monitorear por infección.

El nudo en el pecho de Yoongi se soltó. Jimin estaba estable; podrían atravesar lo que sea juntos. —
¿Cuándo puedo verlo?

—Tan pronto como lo movamos a una habitación.

SeoJoon dio un paso frente a Yoongi, haciendo que la cirujana diera un paso hacia atrás. —Perdóneme.
Ese es mi hijo. Soy su pariente más cercano.
Ella arrugó la frente. —Su hijo es un hombre adulto. Este hombre está enlistado como su contacto de
emergencia en su teléfono. Su papeleo dice “prometido”. No estoy segura de qué decirle, señor.

SeoJoon se veía como si estuviera a punto de un derrame cerebral ante la palabra “prometido”. Yoongi
pudo haberlo embellecido un poco en el papeleo de admisión, pero no sería una mentira por mucho
tiempo. Jimin era suyo. Quizás fuera demasiado joven o Yoongi demasiado viejo, o ambos estaban
demasiado jodidos para una relación, pero no lo hacía menos real. Yoongi amaba a Jimin, lo necesitaba
tanto como Jimin lo necesitaba a él. No tenía idea de que pasaría en el futuro, pero sea lo que fuese, lo
enfrentarían juntos. Mientras Yoongi no terminara en prisión.

El teléfono del senador sonó, y se movió al lado más alejado de la sala de espera para contestar, todavía
sosteniendo la toalla contra su amoratado y abollado rostro. ¿Dónde estaba la madre de Jimin? ¿Su
abuela? ¿SeoJoon les habría siquiera avisado?

Su teléfono vibró contra su pierna. El nombre de YoungMi titiló a través de la pantalla. — ¿Hola?

—Jisoo me mensajeó. Dijo que Jimin estaba herido. ¿Está bien? ¿Tú estás bien?

Yoongi frunció el ceño. — ¿Qué?

—Relájate, Yoongi. ¿Pensaste que no me daría cuenta que estabas enamorado de él? ¿Pensaste que
Jisoo no me daría todos los detalles jugosos apenas comenzamos a hablar?

— ¿Desde hace cuánto hablan ustedes dos? —Preguntó, perplejo.

Ella ignoró la pregunta. — ¿Qué tan malo es? ¿Va a estar bien?

Yoongi se dejó caer en el asiento más cercano y pasó la siguiente hora hablando con su hermana,
tratando de explicarle que él no sabía que estaba pasando con el trabajo, con el dinero, con Jimin.

—No seas idiota, Yoongi. Nos lo arreglaremos. Yo solo quiero que seas feliz. Eso es todo lo que siempre
he querido.

Yoongi se inclinó hacia atrás, los ojos cerrados, respiró un suspiro de alivio y solo la dejó hablar, sus
palabras tranquilizadoras suavizando las orillas toscas de sus nervios.

Yoongi de verdad no se merecía a YoungMi, pero estaba completamente agradecido de tenerla.

Treinta y dos

Jimin

Abrir los ojos fue agotador. La tenue luz sobre su cabeza esparció las mil arañas que anidaban en su
cabeza, haciendo que su cerebro zumbara como si estuviera siendo electrocutado. Alguien había
envuelto su mundo en algodón. Todo estaba borroso, todo dolía. Su brazo estaba en llamas y alguien lo
había forzado a través de un bloque de queso suizo. Jimin parpadeó confundido. No, eso no era
correcto. Era esponjoso y parecía queso, pero mantenía su brazo levantado, su brazo que habían
envuelto con miles de vendas.
Lentamente miró a su alrededor, su estómago dio un vuelco en protesta cuando el mundo se inclinó
sobre su eje. Diminutas pantallas lo rodeaban, líneas saltando y números que no entendía parpadeando,
y seis bolsas de líquido colgaban de un poste de metal sobre su cabeza conduciendo a una línea en el
costado de su cuello. Las máquinas pitaron, las bombas zumbaron y, al final del pasillo, alguien estaba
gritando. Todo fue demasiado. Trató de levantar su mano ilesa, pero la encontró pesada... por Yoongi.

Yoongi había acercado la silla reclinable a la cama, apoyando sus pies junto a los de Jimin, sosteniendo
su mano sana en un agarre mortal. Había perdido la batalla por el sueño, con la cabeza echada hacia
atrás y la boca abierta. Los ojos de Jimin se llenaron de lágrimas. Yoongi se había quedado. Tragó y abrió
la boca para hablar, pero no tenía voz. Lo intentó una vez más, pero fue demasiado difícil. Sus párpados
se cerraron revoloteando mientras perdía la batalla por mantenerse consciente.

Cuando abrió los ojos la próxima vez, fue como si alguien le hubiera quitado el velo de los ojos; las cosas
eran más brillantes, más claras. Su cráneo todavía se sentía como si alguien le hubiera abierto la cabeza,
pero ya no se sentía como si alguien le hubiera subido el volumen al mundo.

—¡Jimin!

Se sobresaltó ante el estridente sonido de su nombre. Jisoo ahora estaba sentado donde Yoongi había
estado lo que se sentía solo hace unos momentos. Su corazón se hundió. Estaba en el hospital. ¿Cuánto
tiempo había estado allí? ¿Cuánto tiempo había estado inconsciente? ¿Qué le había pasado?

—¿Dónde está Yoongi? — dijo con voz áspera. Jisoo soltó una risa sorprendida y luego se echó a llorar.
La frecuencia cardíaca de Jimin se disparó, enviando a la máquina a su derecha a un ataque de pitidos
rápidos. Las lágrimas llenaron sus ojos. —¿Está... está bien?

Una enfermera irrumpió por la puerta, estudiándolo mientras venía a comprobar el monitor. —Oh, estás
despierto. Tu color luce mejor hoy. ¿Cómo te sientes?

Jimin la ignoró, su mirada fija a Jisoo en su lugar. —¿Dónde está él?

Ella se secó las mejillas. —Jimin, relájate. Yoongi está bien. Tú eres el que casi muere.

Jimin se recostó contra las sábanas, todo su cuerpo en llamas. ¿Morir? ¿De qué estaba hablando? ¿Por
qué todo dolía? La enfermera ajustó sus almohadas, luego revisó todos los conductos y cables antes de
introducir algo a través de su intravenosa que lo hizo sentir frío y luego caliente. ¿Por qué tenía la
garganta tan en carne viva? Miró a la enfermera. —¿Puedo tomar un poco de agua?

Ella asintió con la cabeza, saliendo y volviendo con una enorme taza de poliestireno blanco con una
pajita. —Tendrás que ayudarlo— le advirtió a Jisoo.

—¿A dónde fue? — se las arregló después de que la enfermera se fuera.

Jisoo llevó la pajita a sus labios y bebió la mitad de la taza. —Solo necesitaba hacerse cargo de algo de
papeleo con Hoseok. Ha estado aquí contigo todos los días y todas las noches, boo. Honestamente, se va
a enojar porque se perdió las primeras palabras coherentes que has dicho en una semana.

Las mariposas revoloteaban en el estómago de Jimin. Yoongi se había quedado. — ¿Una semana? —
preguntó. Jisoo asintió solemnemente. —¿Qué pasó?

Ella frunció el ceño. —¿No recuerdas nada de eso?


Jimin sacudió su cabeza palpitante. —Recuerdo la estúpida fiesta. Recuerdo a mi papá tratando de
hacerme trabajar para Jung-jin. Recuerdo que le dije a Yoongi que lo amaba y él dijo que podíamos
irnos... juntos. Luego... nada.

Jisoo lloró una vez más, las mejillas de un rojo furioso como si estuviera más frustrada que triste. —
Jodidamente te cortaste a ti mismo. Fuiste demasiado profundo y golpeaste una arteria. Casi te
desangras en mi auto nuevo, maldito idiota. ¿Cómo pudiste hacerme eso? ¿A Yoongi? ¿Qué estabas
pensando?

La memoria de Jimin regresó como si alguien accionara un interruptor. La hoja de afeitar. La bocina del
coche. Yoongi sosteniéndolo mientras moría. —Fue un accidente.

—¿Accidentalmente te llevaste una hoja de afeitar al brazo? — preguntó ella, incrédula.

Sacudió la cabeza como si de alguna manera se retractaba de lo que había hecho. —Solo quería hacer un
pequeño corte, solo para aliviar la presión, pero estaba borracho, mi codo tocó la bocina del auto y me
asustó. Fue sólo un accidente.

Jisoo se sonó la nariz con fuerza, y cuando lo miró una vez más, parecía… resignada. —No puedes seguir
haciéndonos esto... a ti mismo. Necesitas ayuda.

Jimin simplemente cerró los ojos. Estaba tan cansado. En sus huesos, estaba cansado. Se sentía como si
hubiera vivido cien vidas en sus veintidós años y simplemente no quería hacerlo más. Él asintió
levemente. Si eso era lo que hacía falta para que Jisoo dejara de llorar, para dejar de mirarlo como si le
estuviera rompiendo el corazón, entonces él hablaría con alguien.

—Hay algo más de lo que tenemos que hablar—dijo Jisoo, su tono vacilante.

Jimin estudió con recelo. —Está bien.

Sacó algo en la pantalla de su teléfono. —Necesito que entiendas que ella iba a publicar la historia con o
sin mi opinión.

—¿Qué? ¿Quién? — preguntó, sin entender. Entonces lo golpeó. Esa reportera. —¿Imprimió la historia
sobre mis DUIs?— No podía culparla. Era una gran historia. Pero, aun así. —Qué manera de patear a
alguien cuando está caído—, murmuró.

—No. Bueno, no exactamente. Ella fue tras la historia mucho más grande.

Giró la pantalla de su teléfono hacia él. En la portada estaba el titular: ROJO FAVORECE A NEGRO Y
AZUL. El titular no tenía sentido hasta que vio la línea de abajo. Explosivas acusaciones de abuso contra
el senador republicano. Debajo había una foto de la espalda de Jimin, cubierta de ronchas rojas. Jimin
iba a vomitar. Claramente, alguien había tomado la fotografía sin su conocimiento. Era de hace cinco
años, después de un incidente en una fiesta donde SeoJoon había pillado a Jimin besándose con un
chico llamado Jay. Había golpeado a Jimin con el cargador de su teléfono celular.

Jimin miró bruscamente a Jisoo, provocando una tormenta eléctrica en su cabeza, su estómago
revolviéndose. —¿Cómo consiguió esa foto, Jisoo?
Dejó caer su teléfono en su regazo y tomó su mano. —Te negaste a decirle a nadie lo que tu padre
estaba haciendo. Siempre que podía, tomaba fotografías de tus moretones. Por si acaso. Nadie le cree a
la víctima sin fotos.

—¿Le diste esa foto? — El rostro de Jimin se sonrojó, su corazón se hundió.

—Iba a publicar la historia sobre tus DUIs… pero luego te escuchó a escondidas a ti y a tu padre en esa
sala de conferencias. Ella los grabó a ustedes dos. Escuchó lo suficiente como para confirmar que eras
gay, que Yoongi y tú eran una pareja... cuando vino a verme y me pidió una declaración, la noticia de tu
accidente estaba por todas partes—. Mientras Jimin escuchaba, una extraña sensación de paz se
apoderó de él. Tal vez fueron los medicamentos que la enfermera le había dado, o tal vez estaba feliz de
no tener que mentir más. Pero Jisoo no había terminado con su confesión. —Cuando dijo que iba a
imprimir lo que sabía, junto con tus DUI, le ofrecí pruebas de su abuso, fotografías, incidentes que había
visto, a cambio de que ella mantuviera su registro en secreto.

—Entonces, ¿el mundo sabe que soy gay?

—Ella no lo dijo explícitamente, pero una vez que apareció el artículo, algunos tipos con los que te has
enganchado en el pasado estaban ansiosos de contarlo por internet.

Jimin se rió y luego hizo una mueca. —Dios, ¿por qué mi garganta duele tanto?

—Porque no has bebido nada desde antes de la cirugía.

—¿Cirugía?

—Sí, idiota. Casi mueres. Tuvieron que tomar una vena de tu pierna solo para arreglar tu brazo.

Jimin gimió. No había nada que pudiera decir para defenderse. —¿Supongo que mi padre me ha
repudiado?

Jisoo resopló. —Tu padre está demasiado ocupado tratando de salir de presión.

—¿Prisión?

Ella sacudió su cabeza. —No lo entiendes. Te agredió, Jimin. Tienes evidencia fotográfica ... fechas,
horas. Bueno, yo las tengo.

¿A qué quería llegar? —No voy a enviar a mi papá a prisión.

Ella puso los ojos en blanco. —Bueno, haznos un favor y no le digas eso porque esa es la única cosa que
mantiene a Yoongi fuera de la cárcel.

El pulso de Jimin saltó. —¿Qué?

—Sí, Yoongi puede que le haya sacado la mierda a tu padre en la sala de espera mientras estabas en
cirugía.

Jimin no pudo evitar la sonrisa que se extendió por su rostro. —¿Él lo hizo?

—Ese hombre te ama más de lo que ama su libertad. Habría ido felizmente a la cárcel, diablos,
probablemente habría muerto por ti. Es un gatito enamorado. Gracias a Dios, mis padres tienen
excelentes abogados. Un poco de quid pro quo mantiene a Yoongi fuera de la cárcel y a tu padre de ser
acusado de múltiples cargos de agresión.

—Él me ama... — dijo Jimin, las palabras extranjeras en su lengua.

—Hay alguien más aquí que también te ama...

Él frunció el ceño. —¿Tú?

—Bueno, sí, pero eso no es lo que quise decir.

Jisoo se puso de pie y se fue sin decir otra palabra. Un sabor metálico inundó la boca de Jimin, su
ansiedad bombeó adrenalina por sus venas hasta que se sintió mareado. Cuando la puerta se abrió de
nuevo, Jisoo empujaba una vieja silla de ruedas de mimbre. —¿Nana?

Jisoo estacionó a su abuela lo más cerca que pudo. —Los dejaré hablar solos.

Una vez que ella se fue, Jimin miró a su abuela con recelo. Ella era prácticamente una extraña. Parecía
mucho mayor cuando no llevaba un vestido elegante con el pelo y el maquillaje hechos. Hoy solo vestía
pantalones negros y una blusa lavanda de cuello alto con un gran cárdigan de cachemira negro encima
como si no fuera casi verano en Florida. No tenía idea de lo que ella estaba a punto de decirle, pero no
estaba en condiciones de escuchar más malas noticias.

Su boca se hundió en las comisuras como si ya la hubiera decepcionado de alguna manera, y apretó sus
nudosos dedos. —Te debo una disculpa—, dijo.

Jimin parpadeó hacia ella. —¿Qué? ¿Por qué?

Sus ojos se llenaron de lágrimas y volvió la cabeza como para recobrarse. Cuando miró hacia atrás, dijo:
—Dejé que mi hija y ese hombre me expulsaran de tu vida. Sé que nunca fui la abuela más cariñosa del
mundo... pero los amaba, muchachos. Chanyeol y tú fueron las únicas alegrías de mi vida. Cuando él
enfermó y querían usar tus células madre para su tratamiento, protesté. Tenía miedo de que te
lastimaras, de que el procedimiento no funcionara y de que tu padre te culpara. Sabes que a tu padre no
le gusta que se cuestionen sus decisiones—. Ella sacudió su cabeza. —Pero tenía razón, el procedimiento
falló y él te culpó. Él se desquitó contigo. Cuando dije lo que pensaba, le dije que tenían que dejar de
tratarte como partes de un repuesto, me sacaron de tu vida y los dejé. Simplemente me rendí y los dejé
tenerte.

Jimin parpadeó, tratando de procesar esta nueva información. —Yo... — No sabía qué decir. —Está bien.
Estoy bien.

Ella negó con la cabeza con vehemencia. —No. Jisoo me mostró esas fotos. Todo de ello. Te ha estado
lastimando durante años. Yo sospechaba que te gustaban los chicos... incluso en ese entonces. Eras un
niño tan dulce y sensible y tenías talento para lo dramático. Debí haberte protegido, pero no lo sabía.
Pero debería haberlo hecho. Ese lugar al que te envió. Las cosas que pasan en esos campamentos.
Debería haber luchado más fuerte por ti. Sabía que mi hija ciertamente nunca lo haría.

Las lágrimas brotaron de sus ojos y todo lo que pudo hacer fue dejarlas caer. — ¿Por qué le dejaste
tener un poder notarial sobre tus asuntos si lo odias tanto? ¿Por qué dejaste que te haga pasar por loca?
¿Por qué no peleaste con él en la corte? Obviamente no estás senil.
Ella encogió sus hombros huesudos. —Simplemente no me importaba. Soy una solitaria mujer vieja,
Jimin. No me importaba el dinero.

—Aun así, él no ganó nada de eso—. Su padre simplemente tomó y tomó, sin hacer nada para ganar el
dinero él mismo. Era un parásito que se alimentaba de los demás y los usaba para su propio beneficio
cada vez.

Ella se rió entre dientes. —Suenas como Jisoo. Su padre me ayudará a recuperar lo que es mío. De eso es
de lo que quería hablarte. Quería hacerte saber que no estás sin recursos.

—¿Recursos? — preguntó.

—Dinero. Todavía tienes tu fondo fiduciario. Eso siempre fue tuyo. Tu abuelo lo creó cuando tú y
Chanyeol eran pequeños, justo antes de que muriera. Lo hizo para que tu padre nunca pudiera tocarlo.
Él tampoco confiaba en él. No somos Rockefeller, y mi gerente financiero, Je-sung, deberá aprobar todos
los retiros de la cuenta hasta que cumplas veinticinco años según los deseos de tu abuelo, pero es
suficiente para mantenerte fuera de las calles.

Jimin asintió con aire forzado, perdido. —Gracias.

—No me agradezcas. Debería haber intervenido hace años. Debería haber hecho un esfuerzo por estar
en tu vida.

Él se encogió de hombros. —Está bien. Estás aquí ahora.

Ella le dio una sonrisa acuosa. —Sé que no me lo merezco, pero tal vez podrías considerar darme otra
oportunidad de ser tu abuela.

Jimin tragó el nudo en su garganta. —Sí, seguro.

Treinta y Tres

Yoongi

En el momento que Jisoo texteó que Jimin estaba despierto y hablando, Yoongi acortó su reunión con
Hoseok. Trabajaron sobre la idea; los detalles podían esperar. Yoongi necesitaba ver a Jimin, necesitaba
tocarlo y oír su voz. No creería que estaba de verdad bien hasta que estuviera de regreso entre sus
brazos.

Cuando empujó y abrió la puerta a la habitación de Jimin, alguien había inclinado su cama así que estaba
casi sentado, pero con los ojos cerrados. Yoongi intentó entrar silenciosamente, pero los ojos de Jimin se
abrieron de todas formas. Una sola mirada a Yoongi y Jimin estalló en lágrimas. El corazón de Yoongi se
desplomó hacia su estómago y se apresuró a su lado.

— ¿Qué pasa? ¿Estás bien? ¿Estás adolorido?

Jimin sólo sacudió la cabeza.

—Lo siento. Lo siento, tanto. Te mentí. Sabía que iba a terminar cortándome de nuevo. Pero no quería
cortar tan profundo. No estaba intentando… matarme. Realmente no. Lo juro. No. Solo quería cortar un
poquito. No era mi intención asustarte. Le dije a Jisoo que iría a terapia. Lo prometí y lo haré.
Yoongi intentó seguir la línea de los pensamientos de Jimin, tomando su rostro entre las manos y
secando sus mejillas mientras hablaba.

—Hey, shhh, para. Para. L-Lo sé. No tenía ningún derecho a demandar que dejaras de cortarte. Te veía
cayendo en espiral, pero no sabía qué hacer. Sé que no lo hiciste a propósito —Lo besó suavemente —.
Pero Jesús, niño. Me asustaste como la mierda —Yoongi se ahogó con sus siguientes palabras —Pensé
que te perdería. Pensé que te perdería, y solo podía pensar en que jamás te dije que te amaba. Y lo
hago. Te amo demasiado. Pensé que iba a estar sentado allí, en el suelo, viéndote desangrar en mis
brazos y tú nunca lo sabrías.

Jimin lo miró graciosamente.

—Pero lo sabía. Muy en el fondo. Cuando importaba. Cuando pienso en todo lo que hacías por mí…
tiene sentido. Cuidabas de mí. Me hacías comer todos los días. Te asegurabas que tomara suficiente
agua. No me dejas tomar bebidas energéticas porque me pone demasiado nervioso para maquillarme, y
te aseguras de que duerma a una hora decente. Todos los días me dices que me amas, incluso aunque
no lo digas en voz alta.

Yoongi quería envolver a Jimin entre sus brazos y sostenerlo para siempre. En su lugar, lo tomó
cuidadosamente contra él, con cuidado de no empujar los vendajes de su brazo. Jimin metió el rostro en
el cuello de Yoongi. Él solo respiró la esencia de Jimin, perdido en la sensación de su cuerpo cálido
contra el suyo. Estaba vivo. Él iba a estar bien. Se había dicho esto a sí mismo mil veces en el transcurso
de los últimos cinco días, pero era la primera vez que lo creía. Jimin estaba hablando, incluso llorando y
sus palabras tenían sentido.

—Dios, debo oler a pantano —murmuró Jimin contra el hombro de Yoongi —. Y mi aliento
probablemente sea letal.

—No me importa. Te quiero, con el cuerpo apestoso, el aliento letal y todo eso.

Jimin se alejó. —Te amo.

—Yo jodidamente lo espero, porque no voy a dejarte ir. Nunca.

—¿Lo prometes?

Yoongi se alejó lo suficiente como para sentarse en el borde de la cama de Jimin, tomando su mano
sana. —Sí, lo prometo.

Jimin sonrió. — ¿De verdad le diste una paliza a mi padre?

Yoongi resopló. —Era algo que iba a suceder, solo era una cuestión de cuándo. Pero, demonios, de
verdad se sintió bien.

La expresión de Jimin cambió, sus cejas juntándose. —¿Qué hay del dinero para tu papá? Ahora que el
viejo SeoJoon fue expuesto como un abusador de niños, creo que ya no tenemos forma de chantajearlo.
Mi abuela me dio acceso a mi fondo fiduciario, pero tengo a un tipo congestionado en traje que tiene
que estar de acuerdo con mis compras, así que a pesar de que es mi dinero, no es como, totalmente
mío.

—Bebé, no te preocupes por eso. Lo tengo cubierto.


Y lo tenía. Jung jodido Hoseok estaba salvando el trasero de Yoongi una vez más pero no con una
cantidad grande de dinero. De una forma que él esperaba, Jimin estuviera a bordo. Por suerte, tenía un
arma secreta.

Jimin entrecerró los ojos. —¿Cubierto cómo? ¿Vas a convertirte en un stripper masculino? ¿Un
prostituto?

Yoongi sonrió. —No sé si deba sentirme halagado o insultado por la insinuación de que la única forma
en que podría hacer dinero es quitándome la ropa.

Jimin se inclinó hacia adelante, sus ojos hinchados y rojos repentinamente derretidos. —Pagaría buen
dinero para verte desnudo, Daddy.

La polla de Yoongi se contrajo ante la voz rasposa de Jimin, pero solo presionó un beso duro en su frente
antes de cuidadosamente empujarlo de nuevo contra el colchón. —Oh, no, no lo harás. No me vas a
excitar en este hospital cuando tu trasero está fuera de comisión por las próximas semanas. ¿Quieres
volver a casa?

Los hombros de Jimin cayeron. —No es por poner un punto exacto en eso, pero no tenemos
precisamente una casa.

—Quería hablarte de ello —Jimin asintió en un gesto de “Sigue adelante”, todavía mirando a Yoongi
como si esperara que el hacha cayera. No pudo evitar reír —. Hoseok me ofreció un trabajo.

—No sé cómo sentirme respecto a ti cuidando el cuerpo de alguien más por veinticuatro horas al día,
siete días a la semana —Murmuró Jimin con el labio inferior haciendo un puchero.

—No tienes que sentir nada al respecto, mocoso, porque me ofreció una posición en administración.
Tendré mi propio equipo. Un equipo de especialistas de seguridad. Incluso me ofreció una bonificación
de inicio que cubrirá los gastos de mi padre.

Jimin escaneó a Yoongi apreciativamente, una de sus cejas alzándose. —Así que, ¿usarás un traje para
trabajar todos los días?

Yoongi sonrió. —Uh-huh.

Jimin deslizó su mano libre sobre el pecho de Yoongi. —Podría estar de acuerdo con eso. ¿Qué haré yo,
entonces?

—Bebé, eres libre. Puedes hacer lo que quieras y ser quien quieras ser. Tienes tu fondo fiduciario, y
Hoseok está siendo muy generoso con mi salario. Tienes tiempo para averiguarlo.

—Todo esto suena demasiado bueno para ser verdad —dijo Jimin— ¿Dónde está la trampa?

—Allí está la cosa… Este maravilloso trabajo nuevo requiere que nos mudemos.

—¿Mudarnos? —Jimin repitió, como si probara el peso de la palabra en su lengua— ¿Cómo a dónde?
Soy de gustos adquiridos, Yoongi. No puedes mudarme a la mitad de ninguna parte en Indiana. Me
marchitaré y moriré.
—Eres la reina del drama más grande del mundo —Yoongi dijo con afecto, besándolo una vez más —.
¿Alguien te lo ha dicho alguna vez?

—No —dijo Jimin— Pero, en mi defensa, usualmente estoy de pie junto a Jisoo.

—¿Qué hay si te digo que Jisoo accedió a venir con nosotros?

Jimin chasqueó. —Preguntaría “¿Venir con nosotros a dónde?”

—Los Ángeles —dijo Yoongi casualmente.

—¿Quieres que me mude a Los jodidos Ángeles?

Yoongi arrugó el ceño. —Bueno, pensaba…

Jimin agitó su mano buena. —Sí, totalmente. En un cien por ciento. Oh, Dios mío. Tu hermana está en LA
¿Tú, yo, Jisoo y YoungMi en Los Ángeles? Esto es increíble. Es la mejor cosa de la vida. Vas a casarte
conmigo, ¿verdad? —Jimin preguntó sin pausa para respirar.

El cerebro de Yoongi se detuvo en seco. — ¿Qué?

Jimin hizo una expresión como si Yoongi fuera tonto. —¿Casarte conmigo? ¿Volverme un hombre
honesto? ¿Cuidar de mí para siempre?

Joder sí. Un millón de veces sí. Yoongi tocaría de puerta en puerta hasta encontrar a alguien ordenado y
casarse con Jimin ese mismo día si eso es lo que él quería. Besó a Jimin una vez más, los labios
agrietados del muchacho le recordaron que tenía que ser cuidadoso.

Le sonrió, apartando los rizos de sus ojos. —¿Es eso lo que quieres? ¿Casarnos? —Yoongi preguntó.

Jimin asintió con los ojos brillantes. —Por favor.

Yoongi se inclinó, presionando su boca contra la oreja de Jimin. —¿Es esa la forma en que pides las
cosas, chico dulce?

Jimin se estremeció. —No, Daddy.

—Entonces usa las palabras y pregúntame bien.

—¿Te casarías conmigo, Daddy?

—Ya que me lo pides tan bien…

Epílogo

Jimin

Jimin cogió la videocámara y giró la pantalla para poder verse a sí mismo. Jugó con su cabello hasta que
no se viera como si hubiera salido de la cama hacía una hora. Habían pasado meses desde el accidente,
pero todavía se cansaba fácilmente, incluso aunque su aguante mejoraba cada día. La terrible cicatriz en
su brazo izquierdo y pierna derecha servía como un recordatorio constante de lo que casi perdió y lo
llenaban de determinación a no desperdiciar su segunda oportunidad… o tercera, cielos, quizás incluso
más que esa.
Presionó iniciar y sonrió a la cámara.

—Hola a todos, soy yo, Min Jimin, hoy estoy aquí con un vídeo extra especial. Les prometí que si llegaba
a un millón de seguidores me daría por vencido y participaría en el “Boyfriend Challenge” (bueno,
esposo en mi caso) y dejaría que Yoongi me maquillara frente a la cámara. Bueno, hace tres días llegué a
ese mágico número, así que hoy es el día. Espero lo disfruten.

Jimin dejó la cámara sobre el estante. —Antes de que lleguemos a esa parte, solo quería agradecerles,
chicos. Es una locura cuán rápido puede cambiar la vida. Pasé veintidós años sintiéndome como si nunca
estuviera a la altura, nunca sería amado, nunca tendría nada real en mi vida —Tomó una respiración
honda, agobiado por los pensamientos de su pasado, parpadeando las lágrimas que se asomaban detrás
de sus ojos —. Lo siento. Hoy estoy muy cursi. Pero han pasado cinco meses desde que estalló el
escándalo con mi papá y ya ni siquiera reconozco mi vida. Hace cuatro meses, inicié este canal de
YouTube para mis tutoriales de maquillaje, y ya he alcanzado un millón de suscriptores. Un escándalo
gigante haría eso, supongo, pero lo tomaré.

Rio y se puso serio. —Hace tres meses, oficialmente inicie las sesiones intensivas de terapia con mi
nuevo psiquiatra —Él rodó los ojos— Lo sé, soy tan LA. Hace dos meses, me ofrecieron la primera
oportunidad de hablar de nuevo en contra de la terapia de conversión y ayudar a atraer la atención a los
horrores que ocurren dentro. Suena loco, pero mientras más hablo sobre los abusos que sufrí por Lee
Jung-jin, menos poder tiene sobre mí. Puede que no esté en prisión, pero tampoco ha vuelto a llevar
campamentos que lastiman a niños, y hay algo de confort en eso. Mientras que yo no he presentado
cargos, otros si lo han hecho. Ojalá, ellos tendrán justicia y él irá a la cárcel —Él se detuvo, tragando con
fuerza, su mirada deslizándose hacia la habitación antes de volver hacia la cámara con una sonrisa y
alzando su mano izquierda —. Y, hace un mes el día de hoy, me casé con el amor de mi vida.

Se inclinó hacia la cámara.

—No digo esto para presumir. Sé que no todos tienen un fondo fiduciario al que recurrir o algún lugar
suave al que aterrizar, y salir de una situación abusiva nunca es fácil. Algunas veces, irse significa entrar
a una situación mucho peor. Algunas veces, las personas que se supone deben amarte sin importar qué,
te patean. Pero estoy trabajando con mi abuela y algunos amigos muy buenos para ayudar a personas
que se sientan atrapadas en situaciones malas, sin importar sus circunstancias financieras, y a ayudar a
personas que sientan que no tienen un lugar a donde ir, a sentirse seguras —Él se ruborizó,
repentinamente incómodo— Pero eso es para otro día. A la parte divertida.

Cogió la cámara, moviéndola alrededor de la habitación. —Este es nuestro loft en el distrito de moda, y
por “nuestro loft”, me refiero a que pertenece a mi fabulosa cuñada, YoungMi. Ahora, todos ustedes
saben que mi mejor amiga, Jisoo, está en Nueva York, protagonizando esa producción fuera de
Broadway que se supone será, cómo, el próximo “Hamilton” o algo así, pero puede que no sepan que
YoungMi es su diseñadora de vestuario, así que las chicas están subarrendando su loft a nosotros hasta
que regresen, lo cual espero que no sea en mucho tiempo. Porque me encanta aquí. ¿No es lindo?

Era apenas más que dos habitaciones. Una pequeña cocina de lujo con su madera natural y
electrodomésticos de acero inoxidable que se extendían a una acogedora sala de estar, la cual YoungMi
había decorado en su estilo bohemio-funky. Media pared de ladrillo separaba la sala de estar de una
cama tamaño King y la puerta, que daba al baño. Era pequeño y costoso, como todo en LA, pero Jimin lo
amaba. Lo amaba porque era su hogar con Yoongi. Al menos, por ahora.

Jimin volteó la pantalla hacia el exterior, así, podía girar la cámara hacia el pasillo, dejando que su
audiencia viera lo que él veía. Cuando llegó a la puerta de la habitación, se detuvo con la boca
repentinamente seca. Había oído a Yoongi entrar hace un rato, pero él había estado en la cocina
tratando de tener suficiente café encima para hacer su video.

Yoongi yacía en una cama desarreglada, todavía en sus ropas del trabajo. Bueno, la mayoría de su ropa
de trabajo. Llevaba pantalones negros y su camisa blanca con botones, los de arriba deshechos, y los
puños enrollados hasta los codos, las piernas cruzadas en los tobillos. ¿Cómo podían las medias negras
lucir tan jodidamente calientes?

Papeles rodeaban a Yoongi, las gafas de lectura, de marco negro colgadas de su nariz mientras
entrecerraba los ojos hacia algo en la pantalla de su teléfono. El pene de Jimin no pudo evitar tomar
nota. Presionó pausa, dejando la cámara en el vestidor antes de cruzar la habitación. Yoongi miró hacia
arriba justo cuando Jimin le quitó el teléfono y lo arrojó hacia el final de la cama, moviendo los papeles
de Yoongi, se sentó a horcajadas sobre su regazo.

—Hola —Dijo Yoongi, divertido.

—Hey, Daddy —Murmuró Jimin, capturando la boca de Yoongi en un beso sucio —. Llegaste temprano a
casa.

—Tenía terapia hoy.

Jimin pausó brevemente para mirar a Yoongi. —¿Fue bien?

Él dio un medio asentimiento. —Igual que siempre, supongo. Emocionalmente desgastante. Pensé en
trabajar desde casa por el resto del día.

Jimin tarareó su aprobación, regresando a su exploración previa. —Buena idea.

—Estoy un poco ocupado aquí, mocoso —Retumbó.

Jimin meneó sus caderas contra las de Yoongi, gimiendo cuando sintió a Yoongi ya endureciéndose
detrás de su bragueta. —Se suponía que tenías que hacer mi maquillaje para el vídeo de hoy. Mi
audiencia ama ver tu rostro en cámara —dijo. Mordió la mandíbula de Yoongi, y después su labio
inferior, rápidamente perdiendo el interés en su propio proyecto. —Además, no puedes estar tendido
en tu ropa de Daddy y no esperar que te salte encima. Sabes lo que estas gafas me hacen.

Yoongi enroscó los dedos a través de los rizos de Jimin, tirando de su cabeza hacia atrás para morderle la
garganta. —Me olvidé del video —Admitió, frotando sus erecciones a través de la fina capa de
material— ¿Quieres ir y hacerlo ahora? —preguntó, sabiendo perfectamente bien que Jimin no dejaría
la cama hasta que Yoongi lo follara.

Jimin tiró de su camisa sobre la cabeza arrojándola a través de la habitación, sus dedos dirigiéndose
hacia los botones de la camisa de Yoongi. —Ellos pueden esperar. Te necesito dentro de mí. Ahora —
Yoongi comenzó a quitarse la camisa, pero Jimin sacudió la cabeza— Déjate la ropa, en especial las
gafas. Solo quiero hacer esto —Bajó la cabeza y lamió el pezón plano de Yoongi.
—Joder —Yoongi siseó— Ahora mismo estás siendo un pasivo muy mandón.

Jimin inclinó los labios sobre los de Yoongi. —Sí, ¿Qué vas a hacer al respecto?

—Pantalones afuera. Ahora —Gruñó.

Jimin realmente tenía la mejor vida de la vida. —Sí, Daddy.

FIN

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